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Número 14 junio 2011 Revista de pensamiento y debate. Las Artes, las Letras y las Ciencias.

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Page 1: Revista ANS 14 | Ateneo Málaga

AN

S 1

4 Número 14

junio 2011

Revista

de pensamiento y debate.

Las Artes, las Letras

y las Ciencias.

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Imagen de cubierta: Plataneamiento / Pepe S. Ponce

104

Edita:Ateneo de Málaga

Director:Juan Ceyles Domínguez

Editor del monográfi co "Crisis y modelo productivo":José M. Domínguez Martínez

Comité de Dirección:Junta Directiva

Fotografías:Pepe S. Ponce Lemai13 ( )Mcamcamca ( )Archivos: Francisco Rodríguez Guerrero

Ilustraciones:Paco Aguilar

Diseño:Equipo ANS nagui

Impresión:CEDMA

Depósito Legal:MA-000-2010

ISSN:0000-0000©Ateneo

©De los textos y fotos: sus autores

Colaboran:Junta de AndalucíaDiputación de MálagaAyuntamiento de MálagaUniversidad de MálagaFundación UnicajaEmpresa Pública de Turismo de AndalucíaCEDMAAENAÁrea de Cultura de Diputación de Málaga

La Revista ANS no se hace responsable del contenido de sus artículos; ni comparte, necesariamente las opiniones en ellos expuestas.

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6 Crisis y modelo productivo Los grandes retos de la economía española

92 ArtimentosEl arte en Málaga. Miradas perdidas y esperanzas de porvenir. Rafael González Alvarado

98 Las negritas del Ateneo La lectura, un compromiso democrático. Rogelio Blanco Martínez

104 El nombre de la Rosa Un fantasma recorre el mundo. El fantasma del neoliberalismo.Manuel Sánchez ViciosoLa Industria de la vida. Alonso QuijanoCodicia y estupidez. Rafael de la Fuente

114 Barco de Extrarradio Lo cotidiano, expresión de la vida misma. Barrio de la Trinidad, comienzos de los años 60. Francisco Rodríguez Guerrero

Número 14

Junio 2011

Revista de

pensamiento y debate.

Las Artes, las Letras

y las Ciencias.

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4 ANS / junio 2011

Juan Ceyles Domínguez

La SoluciónSe Busca –viva o muerta-

¡Todos contra la Grisis!

1995 SERIE VII (MONDONGO)1. Iluminada / Paco Aguilar

Meditorial

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ANS / junio 2011 5

Trenes, barcos, aeronaves… surcan las dimensiones reales, virtuales, psico-lógicas… pasajeros, tripulantes, urgentes ejecutivos, turistas, gregarios y velocistas de tramo fi nal.

Oleoductos, minas de porofatos; franquicias, lobbies transnacionales de la pera y el melocotón, mujeres apri-sionadas, cosquillas de la bolsa y niños acurrucados.

Las facturas medioambientales con-tinúan siendo diferidas cual orejudos conejos o marsupios; y como nubes tran-sitan por este caleidoscopio cerebral que nos conturba.

Venimos santifi cando -desde no hace mucho, pero sufi ciente- a la termodi-námica como la nueva diosa a venerar (también en esta iglesia hay un cepo colocado).

Tertulias sísmicas. Devastadoras co-reografías siderales.

La estética, que fue la gran libertado-ra (también la gran adiestradora), se ha convertido en una trampa (gran extendi-da trama de crímenes y complicidades).

La repercusión: una fauna trenzada que huye del fuego despavorida.

Son tremendas las incidencias ob-jetuales y verbales; los algoritmos de-capitados por acción u omisión de los comparecientes.

Las peripecias transversales y género-cionales,

Los crímenes de lesa humanidad y –lo peor- chistes muy malos.

Les pedimos a la diosa economía (con su cofi a dorada y sus pezuñas de potranca) y a sus príncipes alados o em-berrinchados que busquen la mejor pro-todefi nición para que la vida regrese a la pulcra sabiduría humana y evitemos el noqueo de las últimas horas fratricidas; (toda vez que) sus esquemas fl otantes vagan en la nebulosa de las perdiciones.

Estamos convencidos de que, en el fondo, los economistas son sencillos fabuladores aunque provistos de herra-mientas extraordinarias y vertiginosas (formulaciones entre selváticas y locus amoenus, mandalas ornamentados por descendientes directos de El Bosco, grá-fi cos como avatares: esas interminables escaleras escherianas).

Si los interpretásemos (a ellos), ten-dríamos que seguirlos hasta el fi n del mundo, escalando con arneses y piolas sus hermosas aunque escarpadas teorías; por eso nos negamos a entenderlos: te-nemos poco espíritu alpinista, tan solo queremos que nos entreguen –vivas o muertas- las soluciones.

¡Se Buscan! ¿Quién ganará la recompensa?

Pincho el disco de Dylan: Pat Garren & Willi The Kid

Si los interpretásemos (a ellos), tendríamos que seguirlos hasta

el fi n del mundo, escalando con arneses y piolas sus hermosas

aunque escarpadas teorías;

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9 Presentación: el amargo despertar de un sueño

17 La crisis económica: génesis, manifestaciones y salida

22 La confi guración territorial del Estado

26 La estabilidad presupuestaria en una época de inestabilidad económica

31 La sostenibilidad del Estado de bienestar

35 Crisis, globalización y políticas macroeconómicas: una refl exión sobre algunos cambios

relevantes en el devenir de la política económica

40 Prioridades del gasto público

44 Los principios del ordenamiento tributario español: especial referencia

al principio de sistematización

49 Los nuevos retos de la regulación económica

53 La segmentación del mercado de trabajo en España

59 Las empresas y la competitividad

63 El medio ambiente en la encrucijada de la crisis

66 Hacia una nueva arquitectura del sistema fi nanciero

71 Bienestar y desigualdad

75 Un sistema educativo para la sociedad del conocimiento

81 Vivienda y sector inmobiliario: retos para la economía española

84 Globalización económica y competitividad

88 Nuevos ejes del crecimiento económico mundial

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Crisis y modelo productivo:

los grandes retos de la economía española

2002 ARBOL Y HOJARASCA / Paco Aguilar

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1995 PEZ. Iluminada / Paco Aguilar

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La pugna de los modelos económicos

Fue el siglo XX una época llena de contradicciones, de enormes conquistas sociales, de continuos avances tecnoló-gicos, de aumento sostenido de las co-tas de bienestar; también, sin embargo, de frecuentes confl ictos y convulsiones, causantes de inconmensurables costes humanos. Fue igualmente una centuria marcada por exacerbadas disputas ideo-lógicas con un correlato en el terreno eco-nómico: Estado frente a mercado, libera-lismo frente a intervencionismo, socialis-mo frente a capitalismo… Una gran parte del siglo transcurrió mientras se desen-cadenaba una disputa por la supremacía acerca del modelo económico-político (o, quizás más exactamente, político-econó-mico) capaz de garantizar el mayor pro-greso social: el sistema socialista de pla-nifi cación central, ejemplifi cado por la Unión Soviética, y el sistema capitalista de mercado, apoyado en la intervención estatal, representado por Estados Uni-dos, protagonizaron una pugna durante décadas, al tiempo que servían de inspi-ración, con más o menos adaptaciones o

desviaciones, a los sistemas instaurados en otros países del mundo.

Mientras que el modelo capitalista, al menos en los países desarrollados, se mantuvo asociado a esquemas demo-cráticos, el modelo socialista, que, con-trariamente a las predicciones del autor de “El Capital”, sólo consiguió fraguar en economías atrasadas, lo hizo bajo un régimen de partido único. En los países occidentales desarrollados existía una democracia que podía ser adjetivada como formal, pero asimismo este epíteto era también de aplicación en la práctica al socialismo real, que tal vez tuvo éxito en suprimir las clases sociales típicas del capitalismo pero a costa de crear distin-ciones aberrantes entre la élite en el po-der y el pueblo. La combinación de liber-tades políticas, incentivos económicos potentes, aumento de la productividad, desigualdades económicas suavizadas por la intervención estatal y dinamismo económico salpicado de crisis y desem-pleo demostró ser bastante superior a la de ausencia de libertades políticas, inexistencia de incentivos económicos, limitación de la productividad, garantía

de servicios básicos, desigualdades eco-nómicas derivadas de los aparatos de poder y estancamiento económico sin paro reconocido. La caída del Muro de Berlín en el año 1989 fue el hito que rubricó el desenlace de la disputa ideo-lógica y económica, que, en buena me-dida, ha quedado sentenciada en virtud de una experiencia histórica concreta: la de un sistema capitalista que ha ido adaptándose continuamente, en parte para contrarrestar el impulso de la ola de inspiración comunista en los mo-vimientos sociales, y la de un sistema socialista del que fueron usurpados sus principios e ideales originarios y esencia-les. De manera implacable esa experien-cia ha venido a demostrar que el bien supremo de la libertad no admite nin-gún tipo de concesiones.

La euforia del éxito del modelo capitalista

El derrumbe del imperio soviético abrió una nueva etapa para un capitalis-mo reforzado moral y empíricamente, favorecido en su evolución por la liberali-zación del comercio y de los movimientos

José M. Domínguez MartínezUniversidad de Málaga

Presentación: el amargo despertar

de un sueño

Crisis y modelo productivo

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internacionales del capital, la globaliza-ción, la extensión de las nuevas tecno-logías de la información y la comuni-cación, y la apuesta por una política de estabilidad de precios -después de los nefastos años de la estanfl ación de la cri-sis de los setenta- como base para la crea-ción de un marco de estabilidad econó-mica favorecedor de la actividad econó-mica y generador de renta y de empleo. En paralelo, en el mundo académico se acentuó el predominio de los economis-tas que propugnaban, pertrechados en sofi sticados modelos matemáticos, la capacidad autocorrectora del mercado, que se erigía en una instancia capaz de asegurar los equilibrios económicos. Erradicada la amenaza que provenía del Este y con unas recetas económicas que abogaban simplemente por una confi an-za ciega en los mercados, el papel del Estado quedaba un tanto en entredicho. La contracción del tamaño del sector pú-blico no tardó en convertirse en un lema de moda, máxime en una situación en la que los ciclos económicos, que hasta entonces habían caracterizado la trayec-toria del capitalismo, aparentaban haber desaparecido. No en vano la economía de los países avanzados parecía instalada en una senda de crecimiento sin límite.

Por fi n se había encontrado la piedra fi -losofal de la economía.

Daba la impresión de que, acomoda-da en su velocidad de crucero, la econo-mía seguía un curso imparable, goberna-da por un piloto automático encarnado en la mano invisible propugnada por Adam Smith. Más mercado, menos Esta-do, como una poderosa consigna, a modo de receta infalible, se fue convirtiendo en estribillo de acordes universales.

El milagro económico españolEn ese escenario de euforia, dentro

del continente europeo había un país que, después de rehacerse de la crisis de comienzos de los años noventa, se instaló en una confortable senda de crecimien-to, desmarcándose del resto de los países de referencia y convirtiéndose en una mi-lagrosa maquinaria capaz de atraer a in-versores ávidos de rentabilidad, en un es-pacio donde se había erradicado el riesgo de cambio entre las naciones integrantes de la Unión Monetaria Europea (UME). La incorporación de España, aparte del compromiso con el proyecto europeo, aportaba confi anza y estabilidad inter-nas, sin que la cesión de los poderes nacionales ligados a las políticas mone-taria, presupuestaria y de tipo de cambio

pareciera representar peligro alguno. Antes al contrario, la política de tipos de interés reducidos practicada por el Ban-co Central Europeo, como respuesta a la situación de atonía que atenazaba a los países centrales de la Unión, asemejaba ser un maná que insufl aba combusti-ble a la imparable locomotora hispana. La racionalidad económica dictaba que aquellos minúsculos tipos de interés estaban completamente injustifi cados para una economía en plena ebullición y con una tasa de infl ación que llegaba incluso a superar el tipo de interés de referencia. Ante una situación de cre-cientes rentas disponibles, dinero abun-dante y barato y expectativas positivas a medio plazo, el endeudamiento era una opción lógica a escala individual, pero hubiese sido necesario articular medidas internas de carácter restrictivo para con-trarrestar los excesos derivados de una variable fuera de control nacional como el tipo de interés. El regalo europeo era realmente un regalo envenenado cuyos efectos perniciosos no afl orarían hasta que ya fue demasiado tarde.

Sin embargo, antes del estallido de la crisis fi nanciera internacional, la eco-nomía española, objeto de admiración y elogio por numerosos evaluadores

Más mercado, menos Estado, como una poderosa consigna, a modo de receta infalible, se fue convirtiendo en estribillo de acordes universales.

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internacionales, parecía estar en disposi-ción de resolver la cuadratura del círculo económico: el empleo había superado re-gistros históricos, a pesar de la resisten-cia de la tasa de paro a descender por de-bajo del 8%, la renta per cápita rebasaba la media de la Unión Europea, las cuen-tas públicas se cerraban con superávit, la infl ación estaba contenida y los inverso-res extranjeros estaban dispuestos a se-guir fi nanciando nuestro crecimiento. Al propio tiempo, el modelo de Estado del bienestar despertaba entusiasmo, hasta tal punto de que quienes se atreviesen a plantear algunas dudas acerca de su sos-tenibilidad futura corrían serio peligro de ser expuestos en la picota. De igual manera, los tradicionales criterios eco-nómicos utilizados para la justifi cación de proyectos públicos quedaban soslaya-dos puesto que no se precisa sujetarse a ningún corsé restrictivo cuando se nada en la abundancia. El parque inmobilia-rio crecía a un ritmo vertiginoso, bajo la fi rme convicción de que nunca se produ-ciría una caída del precio de la vivienda en términos nominales. En un afán por conquistar nuevos mercados, engordan-do las cifras del balance y catapultando los benefi cios, numerosas entidades de crédito se lanzaron a la apertura indiscri-minada de sucursales siguiendo la estela de promociones inmobiliarias genera-doras de un negocio fi nanciero rentable que era objeto de una voraz disputa.

En la vertiente del sector público, después de haber dado una vuelta de

tuerca a la política de estabilidad presu-puestaria derivada de la disciplina euro-pea, concretada en la obligación de cu-brir el gasto público esencialmente con impuestos, durante tres años (de 2005 a 2008) las cuentas públicas se cerraron con superávit. Así las cosas, podría supo-nerse que no se había agotado el margen para que el Estado siguiera ampliando sus compromisos, fundamentalmente a través de unas administraciones autonó-micas convertidas en el principal agente del gasto y del empleo público.

Las cifras del PIB no dejaban lugar a dudas desde una interpretación su-perfi cial. Las voces que alertaban de las defi ciencias de ese indicador, incapaz de recoger el deterioro medioambiental, la calidad de vida o la desigualdad en la distribución de la renta, eran ignoradas, como también las de quienes considera-ban que no podrían sostenerse durante mucho tiempo tasas tan elevadas de in-cremento de las viviendas iniciadas y, mucho menos, con precios desorbitados. Más allá de perspectivas clarividentes, sí existía quizás una conciencia colectiva de que, en el fondo, el milagro español no podía durar indefi nidamente ni podía continuarse con la destrucción del en-torno natural. Pero casi todo el mundo, de dentro o de fuera, pensaba que el pro-ceso se afrontaría de manera gradual. El mensaje del “aterrizaje suave” logró calar hondamente. Lo que nadie había previs-to era un escenario de aquelarre globali-zado. El mundo entero venía disfrutando

de una ola generalizada de prosperidad económica gracias a la actuación de unos mercados fi nancieros integrados donde el dinero podía circular efi cientemente a la búsqueda de oportunidades de inver-sión amparada en instrumentos novedo-sos. Fueron efi caces herramientas de sos-tén de la expansión, pero llevaban oculta la simiente de un caballo de Troya, en la forma de unos riesgos ocultos y tergiver-sados por las agencias internacionales encargadas de su apreciación, que cuan-do la larva de la crisis económica com-pletó su metamorfosis habían infectado el sistema fi nanciero en todo el orbe.

1995 PEZ. Iluminada (Detalle) / P. Aguilar

1995 PEZ. Iluminada (Detalle) / Paco Aguilar

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Las primeras señales de alertaLa crisis de la hipotecas de alto riesgo

en Estados Unidos en la segunda mitad del año 2007 emergió como una pode-rosa señal de alerta en el fi rmamento, pero la crisis no llegó a mostrar su verda-dero rostro hasta algo más de un año des-pués, en el mes de septiembre de 2008, cuando el sistema económico mundial se situó al borde del colapso total. La mayor burbuja crediticia e inmobiliaria de la historia estalló completamente. En un movimiento pendular sin prece-dentes, el sistema fi nanciero, que hasta entonces había ignorado en gran medi-da el riesgo intrínseco a toda actividad económica, quedó totalmente atenazado por la parálisis. La evolución negativa de la actividad económica real desató la onda expansiva del terremoto que hizo tambalear el sistema fi nanciero. Pero son las entidades fi nancieras las que aportan el fl ujo sanguíneo necesario para que se active el organismo econó-mico. Un bucle de efectos paralizantes y nocivos empezó a instalarse abriendo un horizonte incierto en el que incluso se insinuaba una posible alteración del modelo social conocido.

En un primer momento pudo inclu-so dar la impresión de que España podría capear el temporal con una relativa tran-quilidad. El sistema fi nanciero español era uno de los más sólidos del mundo y el modelo de supervisión bancaria, cata-logado como estricto y previsor, se exhi-bía con orgullo en un desolador panora-ma internacional. Además, la escasísima incidencia de la crisis de las hipotecas “subprime” en las entidades peninsula-res era todo un indicio tranquilizador. Ante una coyuntura económica recesiva era lógico que repuntara la tasa de la mo-rosidad del crédito bancario, pero nada hacía presagiar grandes peligros para la estructura del sistema fi nanciero.

La dura vuelta a la realidadSin embargo, el cuadro de la depau-

peración económica, en el que ya habían aparecido signos más que amenazantes, tenía todavía muchos que trazos que mostrar, y que no tardaron en ir ocupan-do, siguiendo una especie de siniestro guion, su sitio en la macabra composi-ción pictórica. La nave de la economía española, que hasta hacía poco surcaba los mares de la abundancia, pasó a sufrir

la embestida de vientos huracanados que pusieron en tela de juicio las debilidades ocultas tras su apariencia de acorazado, abriendo enormes vías de agua y colo-cándola al borde del naufragio. Todo lo que hasta entonces habían sido elemen-tos positivos que se reforzaban entre sí para tirar de la actividad, ahora exhibían un cariz muy diferente, interactuando asimismo, aunque en esta ocasión para generar consecuencias negativas que se retroalimentaban. Las manifestaciones de la crisis son bien conocidas: decre-cimiento del PIB, desempleo, cierre de empresas, suspensiones de pago, quie-bras, falta de liquidez, paralización del crédito, impagados, défi cit público, re-traimiento de la inversión y del consu-mo, caída de la recaudación tributaria, aumento del número de familias sin per-ceptores de rentas laborales…

Como un castillo de naipes, todo el entramado del supuesto milagro eco-nómico español se vino abajo y, en un abrir y cerrar de ojos, la marca España vio cómo su cotización se derrumba-ba en los mercados internacionales; de pieza codiciada, a pieza repudiada. Los desequilibrios estructurales, que, bajo

2004 HUIDA AL VACIO. Iluminada / Paco Aguilar

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los efectos de la anestesia de los años de bonanza económica, habían pasado desapercibidos, mostraban ahora sus au-ténticas garras. Un mercado de trabajo incapaz de dar una oportunidad laboral a millones de personas, especialmente a los jóvenes y a los parados de larga du-ración, caracterizado por una extremada segmentación entre distintos colectivos; un mercado inmobiliario con un enorme exceso de oferta de viviendas, necesitada de un largo proceso y de una apreciable disminución de sus precios nominales para poder ser absorbido; un défi cit pú-blico galopante, a modo de emisario de la insostenibilidad a medio plazo de los compromisos contraídos por el sector público, agravada por las tendencias de-mográfi cas; un sector fi nanciero asfi xia-do por la falta de liquidez y lastrado por un elevado peso de los créditos no recu-perables, unas estructuras sobredimen-sionadas y un negocio apagado.

Para complicar más las cosas, la po-sición de la política económica no era la óptima para hacer frente a una situación de semejante gravedad. De un lado, los recientes episodios de crisis han puesto de manifi esto los problemas derivados

de la asimetría patente entre una reali-dad económica integrada y globalizada y la existencia de unas instancias políti-cas ancladas en esquemas pretéritos. Por añadidura, algunos de los escasos grados de libertad propios de la soberanía esta-tal se habían disipado a raíz de la inte-gración en la UME y el traspaso de fun-ciones a las comunidades autónomas. De manera absolutamente sorprendente, los primeros planteamientos orientados a alcanzar un gran pacto entre todos los agentes económicos y sociales empiezan a alcanzar algún viso de verosimilitud en España –sin llegar ni siquiera a materia-lizarse completamente- ¡más de tres años después del inicio de la crisis económica y fi nanciera internacional!

Las repercusiones sobre el conjunto del sistema económico son de tal enver-gadura que no es exagerado hablar de la fi nalización de una etapa del capita-lismo. Actualmente estamos en una fase de transición hacia un nuevo modelo en el que es preciso revisar cuestiones clave como el perfi l de los paradigmas económicos reinantes, el alcance y las condiciones de la intervención del sector público, la tipología de las relaciones en-

tre el Estado y el mercado, el papel de las organizaciones internacionales o la regu-lación del sistema fi nanciero.

Todas ellas, así como sus implica-ciones concretas, afectan de lleno a los ciudadanos, que en modo alguno pue-den quedar al margen de su tratamien-to, defi nición y control, ni dejar estas tareas exclusivamente en manos de los especialistas. Las dolorosas experiencias de los años recientes ponen de relieve la necesidad de extremar las cautelas ante la actitud de determinadas sectas ideoló-gicas construidas en una fe absoluta en la ultrarracionalidad de los mercados o en quienes se empeñan en imputar los fallos de la actuación económica a unos hechos que se apartan tozudamente de sus postulados teóricos.

La realidad es la que encontramos, ya con su verdadera faz, al despertar de un sueño que durante un tiempo nos trans-mutó a un vergel de abundancia, donde no eran precisas las reglas económi-cas por habernos liberados del yugo de la escasez.

...todo el entramado del supuesto milagro económico español se vino abajo y, en un abrir y cerrar de ojos, la marca España vio cómo su cotización se derrumbaba en los

mercados internacionales;

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Objetivos, alcance y contenidos del número monográfi co de ANS

Ofrecer una visión amplia y diversi-fi cada a fi n de que el ciudadano pueda reunir las claves fundamentales para po-der calibrar la situación económica, to-mar conciencia de los retos y vislumbrar los distintos planteamientos para enca-rarlos es el propósito de este número de la revista “Ateneo del Nuevo Siglo”. Hu-yendo de dogmas y de clichés preconce-bidos, la pretensión es aportar elementos e ingredientes para el debate, para esti-mular la refl exión.

La extraordinaria amplitud de las cuestiones de interés y las limitaciones de tiempo de elaboración de contenidos y de espacio para plasmarlos obligan, naturalmente, a tener que elegir. Aun así, se ha pretendido diseñar un esque-ma diversifi cado donde tengan cabida una serie de cuestiones que se conside-ran esenciales. A continuación se ofrece una síntesis del sumario del número, integrado por cerca de una veintena de colaboraciones.

Un estudio acerca de la crisis econó-mica, ilustrativo de su génesis, de sus manifestaciones y de las vías para su su-peración constituye un punto de partida obligado, de la mano del profesor Mi-guel González.

A lo largo de los últimos años, España ha vivido una profunda transformación de su sistema de gobierno, pasando de

ser uno de los países más centralizados del mundo a ser uno de los más descen-tralizados, superando incluso a algunos dotados de un régimen federal. Evaluar la confi guración territorial del Estado es el objetivo de la colaboración del profe-sor García Velasco.

Los acontecimientos recientes en el ámbito de la Unión Europea han evidenciado la trascendencia de la po-sición de las fi nanzas públicas, como aspecto especialmente valorado por los mercados internacionales. La polí-tica de estabilidad presupuestaria, si alguna vez lo fue desde la construcción de la UME, ha dejado de ser algo retó-rico para convertirse en una piedra de toque fundamental. La persistencia de desequilibrios económicos plantea retos adicionales para la preservación de una ortodoxia fi nanciera reforzada más allá de los patrones clásicos. De todo ello se ocupa en su exposición la profesora Reyes Navarro.

Estrechamente conectada con el es-tado de salud de las cuentas públicas se encuentra la sostenibilidad del propio Estado del bienestar, que se enfrenta a enormes retos agravados por las tenden-cias demográfi cas. ¿Se muestra capaz el Estado de mantener los compromisos contraídos con los ciudadanos a través de la provisión de servicios esenciales y del otorgamiento de prestaciones para el mantenimiento de la renta? El profesor

Ignacio Amate es el encargado de intro-ducirnos en ese escenario de debate.

Como antes se ha señalado, como consecuencia de los desarrollos vividos en las últimas han cambiado radical-mente las condiciones existentes para el ejercicio de las políticas públicas. En estas coordenadas se sitúa la aporta-ción del profesor Tomás Mancha, quien ofrece una refl exión acerca del papel de la política económica en la era de la globalización.

El sector público sigue acumulando demandas de intervención en las más variadas esferas, muchas de las cuales van aparejadas a la realización de desem-bolsos presupuestarios. Las limitaciones existentes para encontrar fuentes de in-greso obligan, además de otras actua-ciones en la vertiente de la efi ciencia, a trazar prioridades para los programas de gasto público, tal y como se señala en el artículo de la profesora Nuria Rueda.

Hablar de las actuaciones del sector público lleva ineludiblemente a abordar, más temprano que tarde, la vertiente de la fi nanciación. Los impuestos y las cotiza-ciones sociales siguen siendo la fuente pri-mordial que sustentan los programas de gasto. Aunque con un papel secundario, los recursos obtenidos vía tasas y precios públicos tienden a adquirir una mayor im-portancia. Por otro lado, aparecen nuevas fi guras impositivas y el sistema fi scal está instalado en una cuasipermante reforma.

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Con la visión que le aporta su experien-cia profesional en la Administración tributaria y ahora en el campo de la con-sultoría, Fernando Marcos repasa en su artículo los aspectos fundamentales que conciernen a la fi nanciación del sector público desde la perspectiva de los prin-cipios de la imposición.

Aunque en ocasiones sin manifes-tarse explícitamente en las rúbricas de gasto público, pero siempre con gran incidencia en la actuación de los agen-tes privados, la regulación pública, una vez superada la creencia de que debía ir desmantelándose progresivamente, no deja de ampliar su campo de infl uencia. La profesora Almudena Guarnido ofrece una visión panorámica de la interven-ción pública de carácter regulatorio.

Un apartado donde la regulación pública es especialmente relevante es el del mercado de trabajo. El drama del desempleo, que afecta a millones de per-sonas y que, al margen del sufrimiento personal, representa una enorme rémora para el progreso económico y social, re-quiere, por su trascendencia, una consi-deración especial. Los profesores Benítez y Villena son quienes han asumido la ta-rea de examinar la realidad del mercado de trabajo, con sus patentes manifesta-ciones de desequilibrio y segmentación.

La empresa ha sido tradicionalmente una pieza esencial del sistema capitalis-ta. Sus esquemas organizativos han ido

adaptándose a lo largo del tiempo, pero su tipología en el siglo XXI sigue respon-diendo a un mosaico lleno de contrastes. Su naturaleza, empero, como instrumen-to indispensable para la efi caz articula-ción de los factores productivos, no se ha alterado. Del papel de la empresa en el nuevo modelo económico se ocupa Fran-cisco Villalba en su colaboración.

Si hay alguna cuestión de alcance universal, es, sin duda alguna, la rela-ción entre la actividad económica y el medio ambiente. Hasta ahora, inexpli-cablemente, los indicadores económicos fundamentales venían dando la espalda al impacto de la economía en el medio ambiente. Si la defi nición más extendi-da de economía es la que hace referen-cia a la administración de los recursos escasos, difícilmente pueda encontrar-se otro ámbito en el que, a pesar de su extraordinaria trascendencia para el fu-turo de la humanidad, se haya hecho una mayor omisión del criterio económico, que, supuestamente, debe alumbrar la racionalización en el uso de los recursos, no digamos los naturales. La incorpora-ción de la perspectiva medioambiental a este número de la revista ha recaído en el profesor Elías Melchor.

La crisis internacional ha dejado tam-bién patente la trascendencia del sistema fi nanciero para el funcionamiento del sistema económico. Las múltiples defi -ciencias afl oradas en el sector fi nanciero

a escala mundial han abocado ineludi-blemente a la introducción de reformas con objeto de conformar una nueva ar-quitectura fi nanciera, dotada de solidez, coherencia y estabilidad, la cual es el objeto del trabajo del profesor Fernan-do Pampillón.

Un repaso de las actuaciones eco-nómicas no puede dejar nunca de lado cómo su interacción incide fi nalmente en el bienestar de las personas. La desigual-dad es un rasgo inherente al sistema ca-pitalista; la pobreza, una lacra que per-manece en contraste con la opulencia. El profesor Agustín Molina es quien se ocupa de aportar los principales elemen-tos para poder valorar la situación exis-tente en el terreno de la justicia social.

El papel de la educación en la deno-minada sociedad del conocimiento, aun a riesgo de convertirse en un tópico, es de tal importancia que difícilmente podía quedar fuera de una revista centrada en los retos de la economía española. Victo-ria Galán es quien ha asumido la tarea de analizar las claves del sistema educativo en el escenario actual.

Se han escrito ríos de tinta acerca del protagonismo de la vivienda y del mercado inmobiliario en la fase alcista del último ciclo económico en España y, cómo no, en la gestación de la crisis sub-siguiente. El derrumbe del sector, a raíz del estallido de la burbuja inmobiliaria, ha arrastrado consigo una parte sustancial

La crisis internacional ha dejado también patente la trascendencia del

sistema fi nanciero para el funcionamiento del sistema económico.

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del tejido productivo, en tanto que la lenta absorción del exceso de oferta ha lastrado la recuperación de la actividad. De su ten-dencia futura va a depender en buena medida el rumbo de la economía espa-ñola, especialmente en algunas zonas con gran dependencia del sector inmobi-liario. El trabajo de José Antonio Muñoz permite trazar un panorama de la situa-ción y de las perspectivas futuras.

Los cambios económicos no dejan de producirse, a veces imperceptiblemente, en todo el mundo. Numerosas fuerzas han acabado con la compartimentación económica. Hoy día el mercado es el propio mundo. No obstante la incidencia

de internet y el avance de los medios de transporte y de comunicación, es eviden-te que siguen existiendo importantes ventajas derivadas de la localización fí-sica, pero, para poder permanecer en el mercado, hace falta algo más. La compe-titividad empresarial es el factor clave. En esta trascendental cuestión se centra el trabajo elaborado por el profesor Ra-fael López.

Finalmente, la profesora Dolores Genaro se encarga de poner de relieve cuáles son los nuevos ejes del crecimien-to económico mundial, que están provo-cando un desplazamiento de los centros de gravedad del sistema económico.

No quiero poner término a esta pre-sentación sin antes expresar mi más vida gratitud a todas las personas que, de forma completamente altruista, se han brindado a colaborar en este número de la revista “Ateneo del Nuevo Siglo”, a cuyos responsables quiero asimismo agradecer la oportunidad ofrecida para utilizar este importante canal de comu-nicación para trasladar a la ciudadanía un compendio de elementos con los que poder aproximarse, con mirada crítica y refl exiva, a la realidad económica que nos circunda.

2010 AL LÍMITE / Paco Aguilar

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Aunque la presente crisis no es la pri-mera y, por supuesto, tampoco será la úl-tima; no es fácil identifi car con exactitud su origen causal, delinear con precisión sus manifestaciones más relevantes y pre-ocupantes, y exponer con claridad las di-ferentes actuaciones que se han empren-dido para afrontarla. Transcurridos cua-tro años desde su inicio, en estos tiempos inacabables de crisis cunde el desconcier-to, se extiende el desánimo, se ennegrece el futuro, en defi nitiva, son muchas las incógnitas y pocas las certezas.

Sin embargo, contamos a estas altu-ras con los elementos de juicio sufi cien-tes para, desde una perspectiva intro-ductoria y sintética, marcar los distintos tiempos analíticos de la crisis económi-ca: los factores explicativos, los efectos más signifi cativos y las iniciativas des-plegadas para intentar superarla.

El origen de una crisis hay que bus-carlo en la etapa expansiva precedente; son los errores y excesos cometidos en el pasado inmediato el caldo de cultivo en el que germinan los problemas del futuro. Y siempre el terreno ha sido abonado con

nutrientes externos e internos; dejando muy claro que la apelación al ámbito exterior no debe entenderse como un ar-gumento exculpatorio sino como la con-secuencia lógica y previsible de ser una economía abierta e integrada, como así es la española.

A fi nales del siglo pasado y en los primeros compases del actual, como es conocido, nuestro país ingresó en la Eurozona, renunciando a su divisa y política monetaria nacionales, pero no es menos cierto que accedió a un área de estabilidad cambiaria y monetaria, en la que se intensifi caron los fl ujos de capital a unos tipos de interés histórica-mente muy bajos. Con estas premisas y sobre la base del crédito, y por tanto del endeudamiento, en la economía españo-la la asignación de recursos dibujó un es-quema de crecimiento económico que se asentaba sobre dos pilares: el consumo y la inversión en el sector inmobiliario.

Este ha sido el patrón de crecimien-to que ha prevalecido durante la década comprendida entre 1997 y 2007; en-salzado y alabado cuando lo que relucía

se creía que era oro, pero criticado y vi-lipendiado cuando se descubrió que de-bajo del noble metal lo que en verdad ha-bía era plomo. Durante diez años sólo se subrayaban las luces del modelo: un cre-cimiento alto, prolongado, diferencial y creador de un gran volumen de empleo, a lo cual no fue ajeno el fenómeno inmi-gratorio. Y se ocultaban o menosprecia-ban las sombras: el desequilibrio exterior y las recurrentes tensiones infl acionistas ocasionados por un consumo desorbita-do; y el encarecimiento de un bien bási-co como la vivienda, el elevado endeuda-miento y la inefi ciente asignación de re-cursos, consecuencia del protagonismo excesivo asumido por el sector inmobi-liario. Sin olvidar, al respecto, que el arco de bóveda que sostenía tanto al consumo como a la inversión inmobiliaria era el crédito abundante, accesible y con tipos a corto muy bajos. Los agentes económi-cos se endeudaron con los datos de que disponían a corto plazo para un período de tiempo muy largo.

Mientras las luces predominaban sobre las sombras se afi rmaba que la

Miguel González MorenoUniversidad de Granada

La crisis económica: génesis, manifestaciones

y salida

Crisis y modelo productivo

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2008 OTROS HABITATS / Paco Aguilar

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economía española se hallaba en una de sus mejores etapas, incluso llegó a creerse que no tendría fi n. Pero, para quien lo quisiera ver, a la altura de 2007 las sombras comenzaron a pre-valecer sobre las luces, hasta que todo se llenó de oscuridad: la crisis económica.

Irrumpe en el escenario una serie de facto-res externos e internos. En el ámbito exterior son varios los vectores que contribuyen a la génesis, propagación y agravamiento de la crisis: el cam-bio de estrategia monetaria, pasándose de un dinero abundante y barato a uno escaso y caro; el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y el crash fi nanciero en Estados Unidos; y la subida vertigi-nosa del precio de las materias primas. Este con-texto a todas luces desfavorable impacta sobre una economía, la española, en la que el esquema de crecimiento descrito emitía claras señales de agotamiento, pues la piedra angular sobre la que descansaba todo el entramado se resquebrajaba: el crédito. A partir de este instante quedaron al descubierto los numerosos puntos vulnerables de la economía española, es decir, por un lado, nuestra economía hubiese entrado en crisis aun sin problemas económicos y fi nancieros exter-nos; y, por otro, en el caso, como así ha ocurrido, en que se desencadenara una crisis grave, pro-funda e internacional, la nuestra sería de las eco-nomías más negativamente afectadas.

Por el modelo de crecimiento adoptado, la economía española era muy vulnerable en tres campos: el fi nanciero, el real y el energético. Des-de la óptica fi nanciera, era evidente que en cuan-to cambiase la tendencia seguida por la cantidad y el precio del dinero, el alto riesgo concentrado

en el sector inmobiliario afectaría a la solvencia de las entidades fi nancieras y elevaría a niveles insostenibles el endeudamiento de los diferentes agentes económicos. Desde la perspectiva real, el panorama que se observa es desolador: un sector de la construcción sobredimensionado, una in-dustria poco competitiva y un sector servicios en el que predominan las actividades más tradicio-nales y menos innovadoras. Y el fl anco energéti-co tenía y tiene una extrema fragilidad ante cual-quier encarecimiento del petróleo, dado que a la archiconocida dependencia exterior se le suma nuestra escasa efi ciencia en el uso de la energía, pues somos uno de los países que consume más energía por unidad de producto.

A la altura de 2008 la crisis estaba servida. Negarla, ignorarla o menospreciarla sólo impli-caría que sus manifestaciones fuesen más graves y sus posibles soluciones más costosas y doloro-sas. La mayor fragilidad de la economía espa-ñola y el tiempo incomprensiblemente perdido han hecho que padezcamos la crisis con mayor intensidad y durante más tiempo que otros paí-ses. La crisis, al enquistarse, va mutando y tiene efectos muy negativos en distintos frentes. Pri-mero, y por encima de cualquier otra considera-ción, la crisis ha deteriorado el mercado de tra-bajo, convirtiendo al paro no sólo en un proble-ma económico de primer orden sino sobre todo en un drama social, si atendemos al volumen de desempleo existente a la altura del IV trimestre de 2010 (4.696.600 parados, lo que supone una tasa de paro del 20,33 por 100) y a las co-tas que este problema alcanza en los casos de los jóvenes, los mayores de 45 años, los parados de

A la altura de 2008 la crisis estaba servida. Negarla, ignorarla o

menospreciarla sólo implicaría que sus manifestaciones fuesen

más graves y sus posibles soluciones más costosas y dolorosas

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larga duración o el número de hogares con todos sus miembros desempleados (1.328.000). Segundo, uno de los las-tres más pesados de la crisis es el elevado endeudamiento que la falsa década do-rada ha dejado como herencia, muy pro-bablemente para varias generaciones. En la actualidad, el endeudamiento total re-presenta el 399,5 por 100 del PIB, equi-valiendo el interno al 231,5 por 100 del PIB y el contraído con el exterior al 168 por 100; y si consideramos a los agentes económicos el panorama es cuando me-nos preocupante: Empresas no fi nancie-ras (141 por 100), Empresas fi nancie-ras (108,2 por 100), Familias (86 por 100) y Administraciones Públicas (64,3 por 100). Y tercero, la crisis está erosio-nando los cimientos del Estado Social, y en este punto se confunde el orden de los argumentos: los derechos sociales, pues-to que de eso se trata, no son los causan-tes de la crisis; todo hace presagiar que serán reducidos o eliminados en aras de la tranquilidad de los mercados o bien esgrimiendo, aunque no demostrando, su insostenibilidad fi nanciera.

En el caso español, por razones in-comprensibles, las respuestas a la crisis y sus manifestaciones han sido tardías y desacertadas, predominando el error so-bre el acierto, la rectifi cación sobre la se-riedad, la impericia sobre la experiencia, y la ignorancia sobre el conocimiento. Hasta el momento, no se sabe muy bien por qué, en nuestro país no se ha elabo-rado y aplicado un programa de política económica digno de ese nombre, al esti-lo de los Pactos de la Moncloa o del Pro-grama Económico a Medio Plazo de los gobiernos socialistas de la primera mitad de los 80.

Bien es cierto que la presente crisis con respecto a las anteriores tiene una gran difi cultad añadida: no podemos utilizar, como sí hicimos en el pasado, las políticas monetaria y cambiaria; en tanto que la fi scal y presupuestaria ha

visto reducirse considerablemente sus grados de libertad. Estas limitaciones se conocían y se aceptaron con todas sus consecuencias desde el momento en que se decidió pertenecer a la Eurozona. Por ello, se tenía que haber sido más pruden-te y evitar por todos los medios incurrir en determinados problemas, pues ante ellos nuestra capacidad de respuesta es mínima. Es como si una persona sabe que bajo ningún concepto puede tomar un determinado medicamento, debería procurar a toda costa no contraer aque-llas enfermedades para las que dicho medicamento está indicado.

Esta severa reducción del margen de maniobra, gobierne quien gobierne, no justifi ca en absoluto la desorienta-ción que se ha observado en la política económica española, y menos aún la justifi cación de los cambios de rumbo con el argumento peregrino de que las circunstancias económicas son muy vo-látiles. ¿Quién se subiría a un barco cuyo capitán no sigue un rumbo determinado sino que navega según la dirección cam-biante del viento?

Constituye, por tanto, una tarea complicada analizar algo que como tal no ha existido: una política económica contra la crisis. Haciendo un esfuerzo analítico podemos establecer un antes y un después al mes de mayo de 2010. Con anterioridad a esa fecha, sin haber leído una sola línea de sus escritos, se volvió a resucitar a Keynes: refundación del capitalismo, planes de inversión en el ámbito municipal, ayudas a las familias y a las empresas, etc. Se partía de un diag-nóstico equivocado de la crisis, se creía que era similar a la Gran Depresión de 1929, sin advertir que no hay una cri-sis igual a otra, y que en la actual tam-bién se daban no pocos problemas por el lado de la oferta, como ya ocurrió en la Crisis de los 70, ante los cuales la polí-tica de incremento del gasto público es inefi caz. La desacertada política de gasto

instrumentada llevó a que se traspasara una línea roja infranqueable en el actual contexto fi nanciero internacional: el dé-fi cit público alcanzó una cota insosteni-ble en 2009 (11,1 por 100 del PIB), dilapidándose los superávit alcanzados en 2005 (1 por 100), 2006 (2 por 100) y 2007 (1,9 por 100). En un mar-co europeo de crisis de deuda (Irlanda, Grecia, Portugal) esta estrategia anticri-sis, consistente en fi ar la recuperación a un mero incremento del gasto público, era suicida.

A partir de mayo de 2010, apremia-do por los mercados y por otros gobier-nos occidentales, el gobierno español, sin mayor explicación, ha vuelto a ente-rrar a Keynes, para seguidamente abra-zar con la efusión del converso la más estricta ortodoxia económica y fi nancie-ra. De manera que ahora todo el lengua-je económico se reduce a dos términos sacrosantos: ajuste y reforma. El ajuste se plasma en la adopción de una severa restricción presupuestaria y las refor-mas, más elocuentes que efi caces, com-prenden aspectos tan esenciales como el mercado de trabajo, el gasto en pensio-nes y el sistema fi nanciero. A no mucho tardar se sumarán a esta lista la sanidad, la educación, Es palpable que se está siguiendo una doble estrategia; por un lado, se está llevando a cabo una fuerte devaluación interna, mediante una drás-tica restricción de los componentes del gasto y, por otro lado, se está procedien-do a una redimensión del Estado Social, ajustándolo al auténtico potencial de la economía española, muy alejado de la fi cción vivida en la década expansiva. En este punto nos viene a la memoria aque-lla defi nición de la Economía Política que Flaubert recogió en su Diccionario de Tópicos: “Ciencia sin entrañas”.

Cuando, como ahora, es difícil con-templar un futuro que mejore el presente, lo más aconsejable es mirar hacia atrás, buscando en el pasado circunstancias

20 ANS / junio 2011

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parecidas a las actuales y analizar cómo las superamos. Esta mirada retrospecti-va nos llevaría a la noche del 8 de julio de 1977, en la que el profesor Fuentes Quintana, recién nombrado Vicepresi-dente Económico del Gobierno, se diri-gió al país en una memorable interven-ción televisiva. En este discurso, antesala de los Pactos de la Moncloa y que nues-tros actuales políticos en el gobierno y en la oposición deberían ver con atención y leer con detenimiento, se proclamaron unos principios que, trasladados del pasado al presente, podrían arrojar luz en esta penumbra que nos invade: “Los problemas económicos de un país sólo pueden superarse mediante el esfuerzo y

la colaboración de todos”; “La situación de la economía española no autoriza a nadie a proponer y a prometer soluciones fáciles. Quien lo haga no construye la de-mocracia, practica la demagogia”; “Los intereses de las clases modestas serán es-pecialmente protegidos”; “Los problemas planteados son problemas que afectan al interés nacional y que exigen para su solución la colaboración de todos los gru-pos y de todos los partidos”; “Ofrecer un programa concreto de política económica, no una simple enunciación de intenciones generales, que articule un conjunto de ac-tuaciones coherentes”.

Lo vivido en otros momentos, no me-nos difíciles que los de ahora, aunque por

nuestra falta de decisión y por los errores cometidos pagaremos un alto coste eco-nómico y social, nos muestra y demues-tra que nuestros problemas tienen solu-ción, siempre y cuando asumamos que la superación de la crisis será muy lenta y que debe basarse en un acuerdo nacional y en un esfuerzo compartido y justamen-te distribuido.

2007 DISCORDANCIAS ANEXAS. Iluminada (Detalle) / Paco Aguilar

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La confi guración territorial del Esta-do en España ha sido un reto histórico. En este sentido, la división provincial de Javier de Burgos en 1833 fue uno de los principales cambios en la confi guración territorial de España que trajo la creación del Estado moderno y liberal. Sin embar-go, la nueva estructura del Estado no satisfi zo a todos los grupos políticos. Por el contrario, surgieron algunos partidos que solicitaban una mayor autonomía territorial que pudiera desembocar en un Estado federal, o incluso confederal. Estas posiciones alcanzaron alguna rele-vancia durante la I República española y tuvieron su máximo exponente en el can-tonalismo y en la efímera existencia de algunos cantones, entre los que destacó el constituido en Cartagena.

Con la Restauración de los Borbones en el trono de España, y con el fi n de la tercera guerra carlista, se estableció un régimen administrativo y económico es-pecial en Navarra y las provincias del País Vasco. En el resto del estado la adminis-tración era esencialmente centralista y las provincias constituían básicamente una parte de la administración central del Estado. La creación de las Diputaciones

Provinciales durante el gobierno del general Primo de Rivera fue solamente un tímido intento de democratización y descentralización administrativa. De este modo, la II República retomó los anhelos autonomistas y los plasmó en el reconocimiento del autogobierno en Cataluña, País Vasco y Galicia. En el caso de Andalucía el proceso se quedó en meras iniciativas. La guerra civil y la posterior dictadura del general Franco significaron un retroceso en el proceso autonómico.

Así, una de las principales cuestiones que se plantearon en España durante la transición de la dictadura del general Franco a la democracia fue la de trans-formar la organización del Estado para favorecer la democracia y la participa-ción ciudadana a través de la concesión de autogobiernos regionales. Por ello, el artículo 2 de la Constitución reconoce y garantiza el derecho de autonomía de las nacionalidades y regiones que integran España y la solidaridad entre todas ellas.

El nuevo marco constitucional de 1978 amparó la creación de las Comu-nidades Autónomas (artículo 137) con el fi n de satisfacer dos tipos de anhelos

que confl uían en sus fi nes, pero no en sus orígenes. Por un lado, de carácter po-lítico, el ansia de autonomía por parte de aquellas regiones que con la guerra civil habían visto cercenadas sus aspiraciones históricas. Y, por otro, de carácter econó-mico y social, la convicción de que la des-centralización administrativa podría me-jorar la efi ciencia en la provisión de los bienes y servicios públicos, y el interés de cada territorio en estimular y prota-gonizar su desarrollo económico a través de este instrumento, siguiendo las ideas de lo que se ha denominado la teoría del desarrollo endógeno que establece que este proceso sólo puede tener éxito a tra-vés del control del proceso económico y político en el que se desenvuelven; por tanto, una condición que parecía necesa-ria –pero no sufi ciente- para la salida del subdesarrollo era disponer de una gran autonomía política. Finalmente, la Cons-titución señalaba que la autonomía re-gional no debía entrar en contradicción con el principio de solidaridad entre las regiones e igualdad entre los españoles.

Una vez transcurridos más de 30 años, cabe preguntarse en qué medida la nueva confi guración territorial del

Marcos García VelascoUniversidad de Granada

La confi guración territorial del Estado

Crisis y modelo

productivo

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2007 PAISAJE DIVERGENTE / Paco Aguilar

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Estado que surgió de la Constitución de 1978 ha respondido a estos fi nes para los que se creó. Desde la perspectiva polí-tico-administrativa, se han creado 17 Co-munidades Autónomas y dos Ciudades Autónomas a lo largo de un proceso en el que la asunción de competencias por cada territorio se ha realizado de forma individualizada, lo que ha dado lugar a importantes diferencias regionales en el nivel de autonomía y descentralización.

Desde la perspectiva impositiva, se han distinguido dos regímenes fi scales: foral y común. El primero concede un elevado grado de autonomía fi nanciera a las comunidades forales (Navarra y País Vasco), ya que tradicionalmente estas regiones han gestionado y recaudado los impuestos en sus respectivos territorios. Por contra, en el segundo ha sido el go-bierno central el que ha realizado esas tareas en relación con los principales tributos. Este régimen ha experimenta-do varios cambios, evolucionando desde un sistema basado esencialmente en las transferencias de fondos desde el gobier-no central, a un sistema en el que cada vez impera más la autonomía que deriva de la cesión parcial o total de los rendi-mientos de impuestos.

Desde el prisma de las competencias, la cesión de poderes desde el gobier-no central a los gobiernos autonómicos también ha creado diversas categorías. La propia Constitución española distin-gue entre las regiones históricas, las que pueden alcanzar su autonomía con base en el artículo 151, y las del artículo 143.

En la práctica, el proceso de descentra-lización se ha realizado a través de un traspaso gradual de funciones de forma prácticamente individualizada, con lo que los gobiernos autonómicos han ido aumentando sus competencias adminis-trativas de forma desigual. Así, se advier-ten importantes diferencias regionales en la provisión de algunos servicios pú-blicos en función de la administración que los proporciona. Los principales ejemplos se registran en los servicios de orden público (policía) y justicia.

Estas diferencias regionales han su-puesto una fuente de confl ictos. Pero, además, el grado de autonomía alcanza-do en algunos territorios no ha implicado que se hayan satisfecho las aspiraciones federalistas e independentistas de algu-nos grupos políticos, por lo que siguen manteniéndose, de forma larvada o pa-tente, estas reivindicaciones. La comple-jidad de estos problemas que aparecen en diferentes niveles y manifestaciones sique planteando que la confi guración territorial del Estado sigue siendo un reto y no una realidad consolidada.

Por otro lado, el cumplimiento del ob-jetivo de hacer más efi ciente la provisión de los servicios públicos y mejorar la con-secución de las funciones del Estado al aproximar el poder político al ciudadano con la descentralización administrativa, tampoco parece que se haya alcanzado, al menos en lo que de forma ingenua y op-timista se preveía. Los aspectos que han incidido en los problemas de efi ciencia del sistema autonómico han sido varios.

El primero de ellos se refi ere a la re-lación entre el sistema de fi nanciación regional y las competencias asumidas. El proceso de asunción de competencias sin que paralelamente se otorgara la co-rrespondiente capacidad tributaria ha suscitado diversos problemas aún no re-sueltos defi nitivamente. En primer lugar ha impedido que las comunidades autó-nomas hayan podido tener un horizonte presupuestario estable. Por el contrario, el marco cambiante y adaptativo a los vai-venes políticos ha conducido en algunos casos a actitudes poco prudentes que po-drían incluso clasifi carse de situaciones de riesgo moral. La idea de que al fi nal el Estado central acudiría al rescate, me-diante cambios en el sistema de fi nan-ciación o a través de otros medios, puede haber calado profundamente en la men-te de algunos políticos (de la adminis-tración autonómica o local) y generado comportamientos poco responsables. La constatación de la existencia de elevados niveles de défi cit y de deuda pública en algunas cuentas regionales no es más que una manifestación de este problema y de una nueva faceta del reto que plan-tea la confi guración territorial del Esta-do; ya que no parece que pueda alcanzar-se, al menos en el corto plazo, un sistema defi nitivo de fi nanciación regional.

La segunda cuestión que cabe plan-tear se refi ere al problema de la con-fl uencia de varias administraciones en la misma competencia; es decir, la dupli-cidad en la intervención pública. Entre los principales ejemplos pueden citarse

2007 PAISAJE DIVERGENTE (Detalle) / Paco Aguilar

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que hay entes municipales, autonómicos y estatales implicados en la política de al-quiler en el mismo territorio; se replican institutos de meteorología; institutos de estadística; etc. Las razones de este desa-rrollo de servicios paralelos pueden ser tanto las de protagonismo político, como de pretender obtener un mejor servicio y más adaptado a las necesidades de cada territorio. Así, por un lado, la descentra-lización ha permitido mejorar la presta-ción de algunos servicios y aumentar el bienestar social; pero, también ha podi-do dar lugar a un derroche de recursos e inefi ciencias que se manifi estan con especial gravedad en épocas de crisis y de aparición de défi cit público. Además, algunas administraciones –por ejemplo algunos ayuntamientos- han asumido gastos no obligatorios que no saben cómo fi nanciar. De ahí, la necesidad de mejorar la coordinación entre los dife-rentes niveles administrativos, lo que se plantea como otro reto de la confi gura-ción territorial del Estado.

Sin embargo, hay que señalar que algunos casos de inefi ciencia en los ser-vicios que prestan las administraciones territoriales no se deben a la existencia de duplicidades –como puede ser las competencias en educación y sanidad

donde la desaparición del Gobierno cen-tral a favor de la gestión autonómica es casi total-, sino a una mala gestión propia por lo que, en sociedades democráticas, lo que cabe es exigir responsabilidades a las propias autoridades y no cargar con la culpa a otras instituciones.

No obstante, no se debe confundir la falta de efi ciencia en la provisión de los servicios con su extensión, lo que permi-tiría un aumento del bienestar de la po-blación. Por ello, hay que tener en cuenta que el acercamiento de la política a los ciudadanos –lo que puede producirse a través de los procesos de autonomía política y descentralización- puede dar lugar a que las necesidades sociales se manifi esten más claramente e induzcan a mayores gastos públicos.

Finalmente, aunque a priori los prin-cipios de autonomía y solidaridad no de-ben ser contradictorios entre sí, lo cierto es que ha sido una fuente recurrente de confl ictos en España. Entre otros episo-dios, cabe recordar las primeras disposi-ciones sobre el Fondo de Compensación Interterritorial, el sistema de incentivos regionales o la aplicación de los fondos estructurales y de cohesión. En todos esos casos, las autoridades nacionales los diseñaron inicialmente con el fi n de

proporcionar fi nanciación a las Comu-nidades Autónomas y a sus políticas de desarrollo territorial. Sin embargo, la confusión de ambos objetivos dio lugar a que se contradijeran entre sí. Afortu-nadamente, los reglamentos posteriores establecieron que esos mecanismos no debían enmarañar los fi nes perseguidos, sino destinarse esencialmente a mejorar la cohesión territorial –es decir, a las re-giones con menor nivel de desarrollo-, en lo que cabe reconocer la intervención de las autoridades comunitarias.

Desde una perspectiva económica, estas cuestiones relacionadas con la con-fi guración territorial del Estado plan-tean importantes retos, ya que tienen una gran importancia desde el punto de vista presupuestario y de la actividad económico-fi nanciera de las Administra-ciones Públicas. En el más inmediato de los escenarios, la respuesta a este tipo de desafíos puede tener un impacto rele-vante sobre la evolución del défi cit y de la deuda pública en España y la salida de la situación de crisis económica. A mayor plazo, es evidente que condiciona la efi -ciencia y la capacidad de crecimiento de la economía española.

...el grado de autonomía alcanzado en algunos territorios no ha implicado

que se hayan satisfecho las aspiraciones federalistas e independentistas de algunos grupos políticos,...

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Desde el punto de vista económico la valoración de la contribución de los in-gresos y gastos públicos a la estabilidad macroeconómica tiene gran importancia ya que actualmente la política presupues-taria constituye el único instrumento de que disponen las autoridades nacionales para controlar la demanda agregada.

En términos referidos a España, los objetivos en que se concreta la esta-bilidad global a partir de 1998 pasan a ser los derivados del esquema de cre-cimiento en una senda de estabilidad característico de la Unión Económica y Monetaria. El tratado de Maastricht de 7 de febrero de 1992 estableció dos exi-gencias fi scales para acceder a la Unión Monetaria: el défi cit público – calculado conforme a unos criterios homogéneos – no debería exceder del 3 por cien del PIB, o al menos mostrar con claridad su tendencia hacia ese valor, y la tasa de en-deudamiento público respecto al PIB no debería superar el 60 por cien.

Con el fi n de asegurar que, tras la introducción de la moneda única, los cri-terios de convergencia fi jados en Maas-tricht continuaran siendo estrictamente respetados por los países que participen

en la misma, las políticas presupuesta-rias nacionales deberían encuadrarse en el denominado Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) aprobado en la Cumbre de Amsterdam el 17 de junio de 1997. El PEC tuvo su origen en una propuesta del Ministro de fi nanzas alemán, Theo Waigel, en noviembre de 1995, en vísperas del Consejo Europeo de Madrid, ante la necesidad de que los Estados miembros garantizaran el cum-plimiento de la disciplina.

Los objetivos del Pacto de Estabili-dad y Crecimiento son reforzar la super-visión de las situaciones presupuestarias y la supervisión y coordinación de las po-líticas económicas, es decir, tratar de que los Estados miembros adopten todas las medidas necesarias para impedir que sus políticas económicas conduzcan a défi cit públicos excesivos. Evitar la vuelta a las políticas fi scales del pasado, garantizar la independencia del Banco Central Euro-peo (BCE), de manera que los países con défi cit excesivos no le generen presiones para que adopte una política monetaria más acorde con sus intereses, y, en fi n, evitar que los países, aun satisfaciendo los requisitos de convergencia, puedan

tras la entrada en la Unión Económica y Monetaria relajar sus políticas presu-puestarias y afectar negativamente al conjunto de la Unión. La aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento se basa principalmente en dos pilares: el principio de supervisión multilateral de las situaciones presupuestarias y el pro-cedimiento de défi cit excesivo.

Con relación al primero de ellos, los Estados miembros de la zona del euro deben presentar un programa de esta-bilidad que contiene los objetivos de la hacienda pública a medio plazo y que se actualiza cada año. En cuanto al proce-dimiento de défi cit excesivo se refi ere, se inicia si un Estado miembro incumple el criterio de défi cit público máximo, fi ja-do en el 3% del producto interior bruto.

En este contexto, en el año 2002 fue aprobada en España la Ley General de Estabilidad Presupuestaria (LGEP), como instrumento que pretende reducir la vulnerabilidad de las fi nanzas públi-cas, disminuyendo la deuda y creando un colchón frente a una evolución presu-puestaria imprevista.

Mención aparte merece, y aunque sólo sea en unas pocas líneas, la Reforma

Reyes Navarro PascualUNED

La estabilidad presupuestaria en una época de inestabilidad

económica

Crisis y modelo

productivo

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del Pacto de Estabilidad y Crecimiento aprobada el 22 de marzo de 2005. En efecto, los líderes de la Unión Europea aprobaron la reforma de las normas para reconstruir el dañado Pacto de Estabili-dad y Crecimiento en la región, hacién-dose eco de las exigencias alemanas y francesas de un mayor margen de gasto público como medida para salir de los problemas económicos. Las nuevas re-glas dan mayor libertad y fl exibilidad a las naciones para obviar el límite en situaciones excepcionales. En el futuro, aquellos gobiernos con défi cit excesivos pueden evitar sanciones temporalmente si demuestran que el gasto tiene un objeti-vo válido, como puede ser la fi nanciación

de la investigación y desarrollo, la defensa, la reestructuración económica y social, la unifi cación europea o la ayuda internacio-nal. Cualquier país que supere el límite del 3% tiene hasta cinco años para volver al porcentaje permitido.

Instrumentos de la política presupuestaria

El presupuesto público global debe colaborar a que el crecimiento econó-mico español siga una senda de estabi-lidad, lo que obliga a practicar una po-lítica presupuestaria de neutralidad en circunstancias normales y a compensar la actuación económica privada, en caso de una vitalidad excesiva o insufi ciente,

para evitar serias divergencias entre la producción efectiva de cada año y su nivel potencial, y al mismo tiempo re-ducir los componentes estructurales del défi cit público.

En la práctica, la forma de valorar la adecuación de la política presupuestaria a la situación coyuntural es utilizando un conjunto de indicadores de política fi scal que, al corregir las variables de ingresos y gastos públicos por el efecto del ciclo económico, permite conocer la orienta-ción de esta política, y, por tanto, la reac-ción de las autoridades económicas ante cambios en el entorno económico.

Las principales medidas de la orienta-ción de la política presupuestaria pueden

2009 ENTORNO A BABEL. Iluminada / Paco Aguilar

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28 ANS / junio 2011

agruparse en dos grandes bloques: en primer lugar, la descomposición del sal-do efectivo en los componentes automá-tico y discrecional siguiendo el indicador de la OCDE que requiere estimaciones de las elasticidades de ingresos y gastos públicos. Indicador de gran utilidad para mostrar el grado de difi cultad que tiene la reducción del défi cit público. Como es sabido, el desequilibrio de las Administraciones Públicas suele des-componerse en un componente cíclico o automático, que se identifi ca con el derivado de los cambios automáticos en ingresos y gastos públicos causados por las partidas presupuestarias que re-accionan, sin mediar actuación pública intencional, a los cambios de ciclo eco-nómico, y un componente discrecional que habitualmente se denomina estruc-tural, y que se identifi ca con la parte del saldo efectivo que permanece incluso en pleno empleo por ser independiente de la coyuntura. Sin embargo, ese con-cepto de lo estructural pugna con el de básico y permanente que la doctrina atri-buye al mismo.

Puesto que, como no todo el saldo discrecional es estructural, lo que sí cabe hacer es separar, dentro de ese compo-nente discrecional, una parte estructural, con un sentido más estricto, de otra que podríamos denominar ocasional, que es

aquella parte del saldo discrecional que no es estructural, es decir, no es perma-nente, deriva de decisiones que no impli-can variación ni en las normas tributarias ni en los criterios que determinan la efi -ciencia en la prestación de los servicios, por lo que es simplemente refl ejo de de-cisiones administrativas cuya adopción y revocación no implican ningún esfuerzo ni legislativo ni de cambio en las raíces que determinan la estructura de gastos e ingresos públicos.

En segundo lugar, la descomposi-ción del saldo efectivo en los componen-tes neutral y beligerante, que tiene una pretensión más analítica de detectar el impacto sobre la coyuntura del saldo pre-supuestario. Se entiende por saldo neu-tral en un año dado el saldo acumulado que se juzga compatible con una situa-ción real considerada como muy satisfac-toria. Este saldo –de seguirse en la prác-tica- aseguraría que el comportamiento público no sería impedimento para que la economía se situase en un equilibrio parecido al del año base. La diferencia entre el saldo efectivo del presupuesto y el saldo neutral permitirá, ciertamente, enjuiciar el sentido de la política presu-puestaria. En este último caso, el indi-cador utilizado es el de impulso fi scal, según metodología del FMI.

Valoración del comportamiento del sector público en una época de inesta-bilidad económica

El creciente défi cit público de la pri-mera etapa de la recuperada democracia española comienza a experimentar un giro especialmente a partir de 1995 en línea de preparar la economía y las fi nanzas públicas españolas para su en-trada en 1998 en la Unión Económica y Monetaria Europea. Ese proceso se culminó con éxito. El periodo 2000 – 2007 mantuvo una línea de colabora-ción razonable de las fi nanzas públicas a la estabilidad económica. El défi cit presupuestario total, en porcentaje del PIB, se redujo hasta alcanzar superávit en los años 2005, 2006 y 2007. Esto fue interpretado por algunos como una medida de éxito de la política presupues-taria durante ese periodo. Esa visión op-timista no es rechazable a la vista de la tradición presupuestaria española pero debería ser tomada con cautela, pues, como sabemos, el saldo presupuestario total y su evolución depende tanto de las decisiones políticas sobre ingresos y gas-tos públicos como de la sensibilidad del saldo al ciclo económico.

La disminución del défi cit público en ese periodo desempeñó, sin duda, un papel fundamental en la fase de ex-pansión que atravesaba la economía.

El saldo presupuestario total y su evolución depende tanto de las decisiones políticas sobre ingresos y gastos públicos como de la sensibilidad del saldo al ciclo económico.

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ANS / junio 2011 29

Recordemos que son años en los que la contribución del sector exterior al creci-miento del PIB, aunque negativa, no fue muy elevada, la necesidad de fi nancia-ción de la economía fue muy baja y las tasas de paro oscilaban entre un 9-10% de la población activa. Paralelamente, los datos refl ejaban el importante des-censo experimentado en el nivel de deu-da pública durante el periodo considera-do. Ésta decreció para el conjunto de las AAPP no sólo en porcentaje del PIB, sino también en valor nominal. Sin embargo, durante ese periodo, hay que admitir el escaso avance logrado en la reducción de los elementos más permanentes del dé-fi cit público (componente estructural), ya que, en gran medida, la consolidación se consiguió gracias a la mejora del saldo ocasional, es decir a aquellas partidas de ingresos y gastos forzadas para generar un equilibrio provisional, pero cuya vo-cación no es de permanencia y que ló-gicamente habrían de reaparecer y tam-poco se debieron a cambios o reformas estructurales necesarias para que esa reducción fuera permanente. En defi ni-tiva, cambios de discutible permanencia en el futuro que constituyeron cimientos poco sólidos para anidar esperanzas en que las administraciones públicas es-pañolas consiguieran erradicar el défi -cit público. Por lo tanto, existía un alto riesgo de reaparición del défi cit público1 situándose en 2009 en el 11,13% del PIB y enfrentándose la economía espa-ñola a una dura sanción de los mercados a la hora de buscar fi nanciación.

Las Administraciones Públicas cerra-rán 2011 con un défi cit de más del 6% en términos de PIB. Cabe preguntarse si esa cifra es compatible con alcanzar el objetivo del 3% en 2013 que fi ja el Pac-to de Estabilidad.

Según el indicador del Impulso Fis-cal2, en el presente ejercicio las adminis-traciones públicas españolas deberían realizar un défi cit de 1,35 por 100 del

PIB, muy por debajo del que sugieren las previsiones presupuestarias.

Otro aspecto es el relativo a la natu-raleza más o menos permanente de la reducción lograda en el défi cit públi-co. Con un défi cit del 9,3% del PIB en 2010, frente a una media del 6,8% en la UE, podemos afi rmar que no sólo se tra-ta de un desequilibrio que afecta a todas las Administraciones Públicas (excepto la Seguridad Social), sino que además su naturaleza es esencialmente estructural. En el ejercicio 2010, el componente cí-clico del saldo presupuestario no llega a dos puntos del PIB y algo más de 7 pun-tos son de naturaleza estructural. Por tanto, hay poco avance en la reducción de los elementos más permanentes del défi cit público (componente estructural) de las Administraciones Públicas, ya que el verdaderamente défi cit estructural en el período 2009-2011 ha estabilizado su crecimiento, claro exponente de que no se han abordado a fondo las reformas de estructura interna, de racionalización del gasto público, que es donde encuen-tran su origen.

Como es bien sabido, la reducción del défi cit público puede abordarse con minoraciones de gasto, aumentos de in-gresos, básicamente impositivos, o una combinación de ambas cosas. Hasta el momento han sido varias las medidas tomadas, como subida del IVA, elimina-ción de la deducción de los 400 euros en el IRPF, pero, en defi nitiva, insufi cientes.

El 3 diciembre de 2010 se aproba-ron en España un paquete de medidas para fomentar la inversión y la creación de empleo. Las actuaciones incluían desde la privatización de la gestión ae-roportuaria hasta rebajas fi scales a las PYMES. Más recientemente, el 24 y 25 de marzo de 2011, el Consejo Europeo aprueba en Bruselas los principios del Pacto por el Euro cuyo objetivo es fo-mentar la competitividad para afrontar la crisis de la deuda. El acuerdo se basa

en adoptar las medidas necesarias para impulsar la competitividad, impulsar el empleo, contribuir en mayor medida a la sostenibilidad de las fi nanzas públicas y reforzar la estabilidad fi nanciera. Los compromisos para asegurar la sosteni-bilidad de las cuentas públicas exigen a los Estados adoptar cambios legales en todos los niveles de Gobierno.

Es de esperar que la aprobación del denominado Pacto del euro, antes Pac-to por la Competitividad, y las medidas aprobadas para reactivar la economía nos obliguen a afrontar con seriedad las reformas estructurales que encaucen la salida de la crisis.

(1)Teniendo en cuenta los riesgos latentes de

mantenimiento en ese momento: el crecien-

te envejecimiento de la población, el precario

futuro del sistema público de pensiones, la

necesidad de un gasto creciente en I+D para

acelerar el potencial de crecimiento al mar-

gen de la necesaria reestructuración del gasto

público actual, la pérdida de fondos estructu-

rales y ayudas públicas europeas, la necesaria

mejora de la calidad de los servicios públicos,

la creciente escasez de ahorro privado, que

comporta una necesidad de fi nanciación tam-

bién en aumento, el riesgo latente de elevación

de los tipos de interés, así como las cesiones o

reducciones impositivas, no plenamente com-

pensadas por avances en la lucha contra el

fraude fi scal.

(2)Tomando como base el año 2003 en que el

PIB efectivo de la economía coincidió práctica-

mente con el PIB potencial o tendencial.

Bibliografía:

Consejo Europeo (2011): “Pacto por el euro

plus. Refuerzo de la coordinación de la política

económica en favor de la competitividad y la

convergencia”. Anexo I.

Navarro, R. (2007): “El presupuesto y la esta-

bilidad económica en la democracia española”. CES, Madrid.

Valle, V. (2008): “Las tres crisis de la economía

española”. Cuadernos de Información Econó-mica, nº 202.

Valle, V. (2010): “Las reformas de nunca em-

pezar”. Cuadernos de Información Económi-ca, nº 215.

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30 ANS / junio 2011

2000 ESTRUCTURAS II / Paco Aguilar

Page 32: Revista ANS 14 | Ateneo Málaga

ANS / junio 2011 31

Existe un amplio consenso acerca de que fue a fi nales del siglo XIX, en un contexto de crecientes problemas sociales inherentes a la modernización económica, cuando empezó a gestarse el Estado de Bienestar en los países más avanzados. Así, la Alemania de Bismarck ha sido identifi cada tradicionalmente como el país pionero en desarrollo de la política social, al ser la primera en intro-ducir los seguros sociales de accidentes, enfermedad y pensiones. Sin embargo, estudios empíricos más recientes han re-velado que la aprobación de un marco le-gal de previsión social no siempre impli-có avances efectivos en el bienestar de la población. En concreto, Lindert (2004) señaló que el sistema bismarckiano estu-vo fi nanciado básicamente por las contri-buciones de empresarios y trabajadores y no por las transferencias estatales.

Los estudios contemporáneos so-bre el Estado de Bienestar moderno arrancan en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, un período marca-do por la edad dorada del capitalismo acompañado de un creciente gasto social

público. Las primeras investigaciones empíricas concluyeron que el Estado de Bienestar fue fruto tanto de factores eco-nómicos como demográfi cos (Wilensky, 1975). Por un lado, el avance de la in-dustrialización generó nuevas demandas de gasto público al debilitarse las redes de apoyo social basadas en el parentesco y la tradición, típicas de las sociedades agrarias. Dentro de este contexto, el Es-tado adquirió nuevas funciones para do-tar de mayor protección a una población cada vez más dependiente del salario, cuyo bienestar resultaba necesario para garantizar la disponibilidad de mano de obra y mantener el consenso dentro de la compleja sociedad urbana (Kerr et al., 1960). De otro, los procesos de creci-miento económico fueron acompañados de cambios demográfi cos derivados de la mayor esperanza de vida y del envejeci-miento de la población.

Hoy en día, los países, fundamental-mente los europeos, han logrado cons-truir una red social que implica sanidad pública universal, educación gratuita, pensiones por jubilación, viudedad,

orfandad, exclusión social, subsidios por desempleo y otras ayudas asistencia-les, todo ello en función de los distintos modelos que existen. La supervivencia del Estado de Bienestar supone un gran desafío para las economías de los países desarrollados. Las políticas sociales y, con ellas, todo el edifi cio del Estado de Bienestar, se enfrentan en un futuro in-mediato a un serio problema: su supues-ta inviabilidad fi nanciera.

España presenta un escenario pre-ocupante para el Estado de Bienestar de-bido, principalmente al envejecimiento de la población, lo que hace plantearnos si es sostenible el Estado de Bienestar, ya que mantener la política social en estas condiciones va a requerir una cantidad ingente de recursos adicionales. Sin embargo, y según las proyecciones de la Comisión Europea, entre 2007 y 2050, el envejecimiento tendrá un coste adi-cional de 9 puntos del PIB, es decir, por cada 100 euros de renta, tendremos que dedicar 9 más que en la actualidad al Es-tado de Bienestar. Tal y como señala Zu-biri (2010), el gasto en protección social

Ignacio Amate FortesUniversidad de Almería

La sostenibilidad del Estado de bienestar

Crisis y modelo productivo

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32 ANS / junio 2011

alcanzará el 23,9% del PIB y, lejos de ser el más alto de la Unión Europea (UE), será sólo un punto superior al promedio. Es más, si sumáramos esos 9 puntos del PIB a los actuales niveles de gasto e im-puestos, España seguiría gastando y re-caudando menos que lo que hoy gastan y recaudan varios países de la UE.

Por lo tanto, la pregunta que debe-ríamos hacernos no es si el Estado de Bienestar es sostenible o no, sino si es ne-cesario el Estado de Bienestar. Para ello, basta con analizar una serie de datos. En primer lugar, la proporción que re-presentan las personas con ingresos por debajo del umbral de la pobreza sobre el total de la población se reduce entre 4 y 7 puntos cuando tenemos en cuenta las transferencias sociales que realiza el esta-do. Por otro lado, se observa que confor-me aumenta el esfuerzo en gasto público social ello se traduce en una menor des-igualdad de la renta. En tercer lugar, la esperanza de vida ha aumentado en los últimos 50 años desde los 69 hasta supe-rar en la actualidad los 81 años. En este

mismo sentido, la tasa de alfabetización ha aumentado desde el 90% a principios de los años 80 hasta el 98% de hoy en día. Todo esto nos permite defender que el Estado de Bienestar, que tanto esfuer-zo ha supuesto su implantación, ha mos-trado su efi cacia a la hora de combatir la pobreza y la desigualdad, y que el creci-miento económico se haya traducido en una mayor igualdad de oportunidades y una mayor bienestar social para todos.

Así pues, si el Estado de Bienestar es sostenible y es necesario, ¿por qué tantas organizaciones supranacionales (OCDE, FMI, UE) piden a España que lo reduzca? La respuesta redica en que estas instituciones están infl uenciadas por la ideología neoliberal que cree en el libre mercado, el equilibrio presupuesta-rio permanente, que los impuestos son perjudiciales para el crecimiento y que la sostenibilidad obtenida a través de la reducción del gasto es mejor que a través de un incremento de los ingresos fi scales.

La crisis actual ha sido fruto de estas posturas neoliberales. El fuerte incremento

en la desigualdad de la renta generado en las últimas tres décadas es una de las causas que ha llevado al mundo a la si-tuación en la que nos encontramos. Los grandes benefi cios generados por la glo-balización han ido a parar a unas pocas manos y, lejos de crear la riqueza de las naciones, han aumentado la riqueza de una minoría hundiendo al resto de la humanidad en el desempleo y la miseria o, con suerte, en un trabajo precario bajo un salario de subsistencia. Sin embargo, esta crisis de la economía capitalista, esta crisis de las posturas neoliberales ha su-puesto un mayor fortalecimiento de sus tesis, y, una vez que solicitaron y recibie-ron la ayuda estatal, no han tardado en utilizar la crisis para justifi car la reduc-ción del Estado de Bienestar, en particu-lar de las pensiones. Sin embargo, la re-lación entre reducir el défi cit actual y ba-jar las pensiones que se pagarán dentro de 20 años es más que dudosa. En cual-quier caso, es importante destacar que buena parte del défi cit público español actual se debe a una caída en los ingresos

2000 ESTRUCTURAS II (Detalles)/ Paco Aguilar

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ANS / junio 2011 33

públicos, algo que ha ocurrido en toda la UE, aunque en España han caído seis veces más que en el promedio de la UE. Esta disminución de los ingresos se ha debido a que se ha recaudado menos, y esta menor recaudación se ha acentuado por las reformas fi scales recientes, tales como la eliminación del impuesto sobre el patrimonio o las rebajas en el IRPF y Sociedades, y por no luchar sufi ciente-mente contra el fraude y la evasión fi scal.

De este modo, como el Estado de Bienestar va a suponer un mayor esfuer-zo en el gasto social, ello sólo se podrá mantener subiendo los impuestos. Si no se suben, estamos abocados a una socie-dad envejecida, empobrecida y menos protegida. Las pensiones tendrían que bajar, las prestaciones de la Sanidad serían menores o se tendría que buscar fórmulas alternativas como el copago, y la Ley de Dependencia tendría serios problemas de aplicación. Por ello, se de-ben aumentar los impuestos y que la so-ciedad lo acepte, con lo que, por un lado, se debe reevaluar la justifi cación de cier-

tos gastos, reorganizar el sector público y establecer mecanismos de cotrol de la efi cacia de los resultados, y, por otro, rea-lizar una reforma fi scal que haga que tri-buten aquellos que bien por fraude o por las exenciones y bonifi caciones no con-tribuyen según su capacidad económica. Esto implicaría reformar los impuestos directos, crear nuevos impuestos (sobre entidades fi nancieras y patrimonio) y re-formar la inspección.

Los detractores de los aumentos im-positivos, defi enden que los impuestos ralentizan el crecimiento y generan des-localizaciones por parte de los que más tienen. Sin embargo, estas tesis infra-valoran los efectos expansivos del gasto público y sobreestiman la reacción de los agentes económicos ante subidas en los impuestos.

Por lo tanto, el Estado de Bienestar es necesario y es sostenible si la sociedad está dispuesta a pagar en impuestos el coste adicional que va a suponer el enve-jecimiento de la población, pero que no va a resultar muy gravoso. Este aumento

de impuestos sólo será asumible social-mente si se racionalizan las prestaciones y la gestión del gasto, y si se establece un sistema fi scal justo que trate por igual, tanto a ricos y pobres, tanto a las rentas del capital como del trabajo y que luche de forma efectiva contra el fraude. El es-fuerzo merece la pena.

Bibliografía:

Kerr, C., Dunlop, J., Harbison, F. & Myers,

C. (1960). Industrialism and industrial man. New York: Oxford University Press.

Lindert, P. H. (2004). Growing public. so-cial spending and economic growth since the Eighteenth Century. Cambridge: Cambridge

University Press.

Wilensky, H. L. (1975). Th e Welfare State and Equality: Structural and Ideological Roots of Public Expenditures. Berkeley and Los Ange-

les: University of California Press.

Zubiri, I. (2010). Bienestar sostenible, Diario

Público (26/07/2010)

http://blogs.publico.es/dominiopublico/2182/

una-lectura-politica-de-la-sentencia-del-

estatut/

La supervivencia del Estado de Bienestar supone un gran desafío para las economías

de los países desarrollados. Las políticas sociales y, con ellas, todo el edifi cio del

Estado de Bienestar, se enfrentan en un futuro inmediato a un serio problema:

su supuesta inviabilidad fi nanciera.

Page 35: Revista ANS 14 | Ateneo Málaga

2007 DE-CONSTRUCCIÓN I. Iluminada / Paco Aguilar

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ANS / junio 2011 35

La crisis económica iniciada bajo la forma de crisis fi nanciera en 2007 en Estados Unidos no sólo ha provocado un amplio conjunto de efectos negativos para la mayoría de países en el mundo, aunque curiosamente los más desarrolla-dos son también los más afectados, sino que también, aparte de ser la primera crisis de un mundo económicamente globalizado, ha cambiado claramente el devenir que la política económica venía manteniendo hasta ese momento.

No me voy a detener en el análisis de estos problemas en lo relativo a su génesis; posibles culpables; ni los deta-lles de las respuestas planteadas por los gobiernos de los países afectados por la crisis económica. Por el contrario, mi atención va a centrarse en la realización de un ejercicio de refl exión, tomando en consideración buena parte de la am-

plia literatura ya existente sobre la crisis, acerca de si estamos en el resurgir de una forma de intervención pública, por la vía de una política fi scal enormemen-te activa que había caído claramente en desuso, e incluso en descrédito, en los últimos treinta años y una política mo-netaria claramente acomodada a la an-terior. Es decir, en un proceso de inver-sión del funcionamiento de las políticas macroeconómicas a lo largo del período 1980-2007.

En otros términos, el punto central de esta refl exión es plantear si estamos, como muchas veces sucede en los proce-sos de crisis, en el inicio de un cambio en los modos de actuación de la política eco-nómica, con una vuelta al patrón impe-rante en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado debidamente adaptado a un contexto económico mucho más interna-

cionalizado; o si, por el contrario, esta-mos simplemente asistiendo a una res-puesta coyuntural ante una degradación de la situación económica que requería una intervención pública excepcional como la que se ha producido en 2009 y 2010. Es decir, un fortísimo incremen-to del gasto público, con la consecuente necesidad de emitir importantes canti-dades de deuda pública; conjuntamente con una relajada política monetaria que trata de mejorar la liquidez del sistema a base de mantener tasas de interés extre-madamente bajas, próximas a cero.

Los aspectos básicos del paradigma neoclásico y su infl uencia en la políti-ca económica

No puede entenderse buena parte de los hechos acaecidos en estos últimos meses sin hablar de dónde ha estado

Tomás Mancha NavarroInstituto de Análisis Económico y Social. Universidad de Alcalá de Henares

Crisis, globalización y políticas macroeconómicas:

una refl exión sobre algunos cambios

relevantes en el devenir de la política económica

Crisis y modelo productivo

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36 ANS / junio 2011

situado el mainstream de la macroeco-nomía en los últimos treinta años. Lo anterior supone poner de manifi esto que la denominada corriente neoclásica ha dominado el panorama intelectual junto con la escuela de los nuevos keynesianos (new keynesians), aunque ésta situada un peldaño por debajo de la primera. En el fondo, pese a sus aparentes diferencias, han acabado compartiendo tres ele-mentos básicos interrelacionados como claves del modus operandi de la política económica en estos casi seis lustros: la denominada hipótesis de expectativas racionales; la teoría del ciclo económico real; y la teoría de los mercados fi nancie-ros efi cientes.

Lucas, premio Nobel de Economía en 1995, Sargent y Wallace, entre otros, desarrollaron la hipótesis de expectati-vas racionales, según la cual todos los agentes económicos toman sus deci-siones de forma racional porque tienen información perfecta acerca de lo que va a suceder en el futuro. Ello implica que, dado que los salarios y precios son completamente fl exibles, se ajustan per-fectamente (equilibrio continuo de los mercados) y nunca puede producirse un desempleo persistente (admiten, no obs-tante, la existencia de una tasa de paro natural irreductible). Es más, cualquier intento del gobierno por intentar con ac-tuaciones macroeconómicas alterar este equilibrio, para supuestamente mejorarlo, sería completamente inocuo e inefi caz. La diferencia entre neoclásicos y nuevos ke-ynesianos es que estos últimos al admitir la posibilidad de información imperfec-ta (Stiglitz) reconocen que la política económica puede tener efectos reales y mejorar esa supuesta óptima posición de equilibrio, por ejemplo en el mercado de trabajo.

Los defensores del ciclo económi-co real, con Lucas también a la cabeza, aceptan la posición límite de las expec-tativas racionales de que la demanda

iguala siempre a la oferta. Por ello, la explicación de la aparición de los ciclos sólo puede admitirse ante la existencia de información imperfecta y porque los precios esperados resulten distintos de los reales. Es decir, los ciclos no aparecen como consecuencia de que la economía se desvíe de su nivel óptimo de produc-ción, sino porque se originan fl uctua-ciones en el propio nivel de producción óptimo. De ahí, se desprende para estos economistas que las recesiones o los au-ges constituyan simples reacciones efi -cientes a los cambios en el entorno eco-nómico real que acaban corrigiéndose sin intervención pública.

La teoría de los mercados fi nancie-ros efi cientes asume que lo que se cono-ce no es lo que ocurrirá con certeza, sino el riesgo de que ocurra, que es conse-cuentemente medible a través de refi na-

dos análisis matemáticos aplicados sobre la propia información que suministran los mercados sobre precios y cantidades comercializadas; y en los que la noción de normalidad (distribución normal con forma de campana) es la clave de las estimaciones que se realizan. Si la pre-dicción falla, como ha sucedido en esta crisis, es porque los datos son limitados, mala información, pero no porque los mercados hayan dejado de ser efi cientes.

Es decir, los mercados se conciben como una institución no solo todopode-rosa, sino también perfecta conocedora e interpretadora de todo lo que sucede, pero muy especialmente de las decisio-nes de política macroeconómica que toman los gobiernos, las cuales afectan al estado de los equilibrios básicos de la economía sólo en el corto plazo. Por eso, como pusieron de manifi esto Pers-

2000 ESTRUCTURAS I (Detalle) / Paco Aguilar

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ANS / junio 2011 37

son y Tabellini (2000), la efi cacia de la política económica reposa, más que en su buen diseño o en su viabilidad, en su credibilidad por parte de los mercados1.

La infl uencia de esta forma de con-cebir la economía ha supuesto para la política macroeconómica real a lo largo de los últimos treinta años una preemi-nencia de la política monetaria sobre la fi scal, porque el objetivo macroeconómi-co fundamental de las actuaciones públi-cas era la estabilidad de los precios y para este fi n la política monetaria se bastaba y sobraba a través del establecimiento de una regla monetaria y de bancos centra-les independientes que garantizasen su logro. La política fi scal quedaba relega-da a un papel pasivo y a un retorno a la vieja ortodoxia clásica de un presupuesto equilibrado y una relación deuda/PIB estable y situada en niveles bajos que evitaban los temidos, por indeseados y perversos, efectos crowding-out (despla-zamiento de la inversión privada).

Crisis y política económica: algunos cambios relevantes

Con la llegada de la crisis entiendo que a través de un proceso improvisado pero no exento de cierto gregarismo ante la magnitud de los problemas y la nece-sidad de acertar o equivocarse igual que el vecino, se ha producido en un lapso de tiempo relativamente corto un profundo cambio en la orientación de las políticas macroeconómicas, especialmente en la política fi scal que ha acabado conver-tida en una política clave con un rol ac-tivo de cara a de evitar que la economía mundial entrase en una gran depresión. De hecho, existe un amplio consenso en admitir que los planes de estímulo fi s-cal puestos en marcha desde 2008, con un incremento en 2009 y un manteni-miento en 2010, constituyen la mayor respuesta fi scal de la historia económica mundial (ver cuadro 1), quizás porque la experiencia de la crisis de 1929 no

quería verse repetida, aunque aún no todo el mundo se ponga de acuerdo en el origen de ésta.

Con todo, este contexto de cambios también afectó al ámbito de la política monetaria y fi nanciera en una línea muy contraria a la ortodoxia vigente hasta la crisis, no sólo por los planes de recapita-lización puestos en marcha en más de un país (Holanda o el Reino Unido son dos buenos ejemplos, sin desdeñar el caso de Estados Unidos) por gobiernos de dis-tinto signo político, pero que trataban de establecer un “cortafuego de emergen-cia” y que en el fondo no eran más que procesos de nacionalización encubiertos; sino también con el establecimiento de seguros de depósitos ampliados en su cuantía, también muy a la contra del paradigma económico imperante que situaba como problema central el riesgo moral (moral hazard) y alertaba sobre los peligros de la existencia de mecanismos de seguridad en los sistemas fi nancieros.

La pregunta pertinente es si en este estado de cosas caminamos hacia una reorientación de la política económica como resultado de la crisis, o si por el contrario vivimos simplemente un pro-ceso de ajuste coyuntural; y que evitada la depresión económica y restablecida la normalidad puede volverse a la vigencia del paradigma neoclásico y al rol prees-tablecido de la fortaleza de los mercados y del papel subsidiario de las políticas macroeconómicas respecto a estos, con algunos reajustes pero con preeminencia en todo caso de las actuaciones moneta-rias sobre las fi scales.

Tal vez esté fuera de contexto hablar de una vuelta del keynesianismo en su expresión más convencional de gestión de la demanda, pero no desde luego en lo que tiene que ver con el uso de mode-los basados en la incertidumbre, o inclu-so en comportamientos patológicos. Es evidente que la urgencia de combatir la posibilidad de una depresión ha hecho olvidar las propuestas de autolimitación de los policy makers. De las reglas que es-taban vigentes, no ya las monetarias sino sobre todo las fi scales, parece haberse su-perado ya esa etapa de euforia en la que se abandonaron y se sustituyeron por “el todo vale” en la búsqueda de evitar la caí-da en una profunda recesión.

De hecho, existen sólidos argumen-tos para seguir defendiendo la validez de las reglas en la medida en que intro-ducen ciertas dosis de sensatez a las ac-tuaciones de política económica. Baste simplemente referir que el manteni-miento por plazos de tiempo largos de los elevados défi cit fi scales alcanzados en muchos países -con cifras de dos dí-gitos- es insostenible, por lo que cuando su reducción se convierta en una priori-dad de política económica –como lo es ya para los países miembros de la Unión Monetaria Europea- será necesario rein-troducir la rigurosidad de las reglas fi sca-les, pero dando márgenes de fl exibilidad para poder actuar con mayor discrecio-nalidad en tiempos críticos. De alguna manera la propia emergencia derivada de la amenaza de profunda depresión se ha acabado rompiendo con la máxima vi-gente desde los años 80 del siglo pasado

Cuadro 1. Planes de estímulo fi scal en el G-7 (en % del PIB) Fuente: FMIl

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38 ANS / junio 2011

de que las reglas son mejores que las ac-tuaciones discrecionales en el funciona-miento de la política económico: “rules better than discretion”.

En cualquier caso, dos claras ense-ñanzas pueden sacarse del papel central contracíclico que la política fi scal ha jugado en estos últimos tres años como consecuencia del impacto de la crisis económica. Primera, que su papel ascen-dente viene claramente motivado por la clara insufi ciencia de la política moneta-ria para estimular la economía a la velo-cidad y con la intensidad necesaria. Se-gunda, que la propia duración estimada para la crisis hace imprescindible su uso si se quiere conseguir una recuperación clara y rápida de la demanda agregada.

A modo de epílogoLa crisis económica desatada en

2007 ha puesto de manifi esto que los elementos claves del paradigma neoclá-sico, especialmente la ultrarracionalidad de los agentes económicos y la efi ciencia de los mercados fi nancieros, pueden considerarse como parte de una especie de quimera que se ha visto rota brus-camente. En este contexto, la política económica ha experimentado algunos cambios sustanciales en relación con los parámetros de su funcionamiento que es probable acaben dejando una huella im-portante en la misma.

En cualquier caso, si bien el sesgo ke-ynesiano viene presidiendo buena parte de las acciones de la política fi scal, mu-chos apuntan que incluso puede hablar-se de una sobreactuación de la misma, además de su carácter generalizado en todo el mundo para evitar –como pare-ce haberse conseguido- la caída en una profunda depresión, lo razonable es que esta vía de actuación se paralice una vez recuperada la senda del crecimiento.

Arias (2009) ya señaló la naturaleza de los cambios más importantes de la po-lítica económica derivados de esta situa-ción de crisis económica, circunscribién-dolos a los siguientes ámbitos: los crite-rios de validación de políticas (con un peso mucho menor de la evaluación de mercado); la defi nición de nuevos equi-librios en el dilema entre reglas y discre-cionalidad; la consideración menos res-trictiva de las ganancias de reputación; la distribución de capacidad de decisión entre niveles de gobierno; y, la reconsi-deración del trade off entre efi ciencia y legitimación democrática, ignorado por los economistas durante décadas2.

En defi nitiva, la aparición de una crisis económica como la sobrevenida en 2007 ha puesto de nuevo en un primer plano a la “vieja y arrinconada” política fi scal activa de los años cincuenta y se-senta del siglo pasado, pero, como puede comprobarse en la ya amplia literatura

existente, no es previsible para un futu-ro inmediato su mantenimiento en estos términos más que por un período limi-tado, existiendo un amplio consenso en que cuando la economía acabe saliendo de esta situación (léase el peligro de una gran depresión se aleje) se retorne a un funcionamiento de la misma basado en reglas fi scales prudentes pero más fl exi-bles que las del pasado inmediato.

Quizás la gran enseñanza de lo acae-cido en estos últimos años se resuma en ese viejo refrán castellano que apunta que más vale prevenir que curar; especial-mente porque la capacidad predictiva de la economía todavía se demuestra muy limitada y siempre puede acabar sur-giendo lo que Nassim Taleb (2008) ha denominado un cisne negro (léase suceso raro y extremo que resulta de improba-ble aparición, pero que genera un gran impacto cuando sucede) que nos eche todo a perder3.

(1) Persson y Tabellini (2000): Political Eco-nomics. Explaining Economic Policy, Th e MIT

Press, Cambridge-Mass.

(2) Arias (2009): “La crisis de 2008 y la na-

turaleza de la política económica”. Documento de Trabajo nº 4 del Instituto de Análisis Eco-nómico y Social de la Universidad de Alcalá.

(3) Nasim Taleb (2008): El cisne negro: el im-pacto de lo altamente improbable. Círculo de

Lectores. Barcelona.

Quizás la gran enseñanza de lo acaecido en estos últimos años se resuma en ese viejo refrán castellano que apunta que más vale prevenir que curar; especialmente porque la capacidad predictiva de la economía todavía se demuestra muy limitada.

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2010 INSECTO PALO / Paco Aguilar

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40 ANS / junio 2011

1. Introducción.Desde el inicio de la crisis económica

internacional en 2008, se ha dispara-do el gasto público como consecuencia de las demandas sociales y de las series difi cultades atravesadas por determina-dos colectivos, siendo los protagonistas de este gasto el destinado al pago de los subsidios de desempleo y las ayudas a las empresas.

Estas partidas de gasto, junto con las destinadas a la educación, la sanidad y la asistencia y seguridad social, tradicional-mente han absorbido un elevado porcen-taje de los recursos públicos, ya que son los pilares básicos del Estado del bienes-tar, del que hemos podido disfrutar los ciudadanos de la mayoría de los países desarrollados.

En los últimos años, el elevado cre-cimiento del gasto experimentado ha puesto en jaque la sostenibilidad de las fi nanzas públicas en España, entre otros países. Por ello, resulta clave la conse-cución del saneamiento de nuestras cuentas públicas pero sin perder de vista cuáles deben ser las prioridades del gasto público.

2. El bienestar social como prioridad del gasto público.

Tradicionalmente, la prioridad bási-ca del gasto público se ha traducido en garantizar un nivel y calidad de vida sufi -ciente a todos los ciudadanos dentro del denominado Estado del bienestar. Las políticas de bienestar social consisten en aplicar las medidas desarrolladas por

el sector público con el objetivo de pro-veer y producir bienes y servicios sociales para mejorar las condiciones materiales de vida de los individuos así como para aumentar su calidad de vida. Por ejem-plo, este es el principal fi n del gasto de las Administraciones Públicas (AAPP) en sanidad, seguridad social, educación, vivienda, protección social y promoción social, urbanismo, ordenación del terri-torio, ocio, cultura y protección del me-dio ambiente, entre otros.

La cobertura de las políticas de bienestar social no está totalmente limi-tada ni es homogénea en todos los países, sino que ésta va ampliándose conforme éstos van superando determinadas cotas de desarrollo económico (por ejemplo, la protección del medio ambiente es una

Nuria Rueda LópezUniversidad CEU-San Pablo

Prioridades del gasto público

Crisis y modelo

productivo

2007 LA GRAN TRAVESÍA. Iluminada (Detalle) / Paco Aguilar

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ANS / junio 2011 41

de las últimas incorporaciones a este tipo de políticas que en concreto pretende re-ducir los efectos adversos de una de las consecuencias del desarrollo económico: la contaminación). Además de las políti-cas de gasto anteriores, también pueden considerarse políticas de bienestar social aquellas que se dirigen a regular la provi-sión de bienes y servicios y las condicio-nes de trabajo.

Sin embargo, el mantenimiento del Estado del bienestar deber ser compati-ble con el desarrollo de las tres funciones que tiene asignadas el sector público en cualquier economía; a saber: asignación efi ciente de los recursos; redistribución de la renta; y estabilidad y crecimiento económico.

La primera de estas funciones exige que los recursos públicos se empleen de un modo efi ciente o racional, evitando tanto el despilfarro como la mala ges-tión del mismo. La efi ciencia en el gasto exige, por tanto, obtener el máximo de producción a partir de un nivel dado de recursos o, a la inversa, minimizar los recursos consumidos para obtener una determinada producción1.

En efecto, el gasto público en el que se incurre para la producción de los ser-vicios públicos que reciben los ciudada-nos no es ilimitado. El conjunto del gasto público se fi nancia con el total de los in-gresos públicos, y que proceden funda-mentalmente del pago de los impuestos por parte del sector privado. Precisamen-te, cuando los ingresos superan los gas-tos de las AAPP se genera un superávit público (o capacidad de fi nanciación) y cuando los gastos son inferiores a los in-gresos se registra défi cit público (o nece-sidad de fi nanciación).

En este punto, debe tenerse presente que los países de la Unión Europea (UE) deben procurar registrar superávit públi-cos y, en caso de incurrir en défi cit públi-co, éste no puede superar ciertos límites, ya que en caso contrario podría crear

tensiones en la economía nacional. Pre-cisamente, para evitar estas situaciones más adversas, los países que pertenecen a la UE mediante el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) se comprometen a intentar mantener el dato del défi cit pú-blico por debajo del 3 por ciento del PIB y la deuda pública por debajo del 60 por ciento del PIB. A corto plazo, según este pacto, España tiene la obligación de si-tuar el défi cit público en el 3 por ciento del PIB en el año 2013. Para ello se ha establecido una senda de reducción que pasa por situar este saldo negativo en el 6 y 4,4 por ciento en 2011 y 2012, respectivamente.

En segundo lugar, las principales medidas para redistribuir la renta de una forma equitativa se articulan precisa-mente a través del gasto público; en con-creto, mediante la producción y/o provi-sión de bienes preferentes (bienes o ser-vicios imprescindibles para el desarrollo del individuo y que el sector público obliga a consumir en cantidades incluso superiores a las preferencias personales; por ejemplo la educación, la vivienda, etc.) y las prestaciones económicas.

Para facilitar el consumo de los bie-nes preferentes, el sector público en al-gunos casos provee gratuitamente este tipo de bienes o servicios (por ejemplo, educación primaria y sanidad). En otros, el sector público reduce su precio en el mercado mediante una serie de medidas directas o indirectas como son las ayudas o transferencias de renta que concede directamente a los consumidores que se encuentran en una situación desfavora-ble socioeconómica; las subvenciones a los productores públicos o privados de dichos bienes o servicios para que reba-jen el precio de venta; y las deducciones en los impuestos de los contribuyentes por los gastos que realice el individuo en dichos bienes y servicios preferentes (este es el caso de las deducciones que se puede practicar el contribuyente en

el IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas) por los gastos que haya realizado en la adquisición de su vivienda habitual, y que recientemente ha visto reducido el público objetivo de la misma).

Otro tipo de políticas en este ámbi-to consisten en entregar a los individuos menos favorecidos transferencias mo-netarias (o transferencias de renta) que les permitan alcanzar un nivel de vida digno son las denominadas prestaciones económicas. Dentro de las prestaciones económicas se incluyen los programas de sustitución de rentas que compren-den todas aquellas prestaciones destina-das a sustituir las rentas del trabajo que deja de percibir un sujeto por razones no imputables al mismo (vejez, desempleo, enfermedad, etc ) y que se caracterizan porque exigen haber realizado unos pa-gos previos al sector público, las cotiza-ciones sociales. Un segundo grupo está constituido por los programas dirigidos a la reducción de la pobreza, que se cana-lizan mediante la entrega de una renta de subsistencia por parte del sector público que les permita salir de la pobreza y, a diferencia de los programas anteriores, no se exigen cotizaciones previas como requisito para su percepción. Este es el caso de las pensiones no contributivas, la ayuda familiar y los programas de lucha contra la pobreza.

En tercer lugar, el gasto público debe favorecer la estabilidad y, el crecimiento económico; es decir, garantizar un nivel aceptable de estabilidad en las principa-les variables macroeconómicas y ayudar a la consecución de tasas de crecimiento y desarrollo que contribuyan al bienestar social. En este sentido, los países miem-bros de la UE, desde la fi rma del PEC en diciembre de 1996, se comprometen a mantener unas fi nanzas públicas sa-neadas que eviten gastos públicos exce-sivos para garantizar unas condiciones económicas estables necesarias para un

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crecimiento sostenible. Sin embargo, desde el inicio de la crisis económica internacional en 2008 se ha difi cultado seriamente en gran parte de estos Esta-dos el cumplimiento del mismo por las situaciones excepcionales planteadas por la coyuntura económica.

3. Las prioridades del gasto público en 2011

Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2011 detallan los ajustes del gasto necesarios para conse-guir una reducción del défi cit público en consonancia con los compromisos del PEC. En este sentido, resulta indis-pensable en 2011 situarlo en el 6 por ciento del PIB, de acuerdo con la senda de consolidación fi scal adoptada por el Gobierno, y a la que se ha aludido en pá-rrafos anteriores.

Por otro lado, los PGE 2011 se han diseñado con un segundo objetivo fun-damental, que es favorecer la mejora de la competitividad de nuestra econo-mía, colaborando así con la recuperación económica y la tan necesaria creación de empleo.

La reducción del défi cit público debe ser compatible con las políticas encami-nadas a la recuperación del crecimiento económico. La vía de afrontar ambos restos consiste en poner en marcha refor-mas estructurales para lograr consolidar la reorientación de nuestro modelo pro-ductivo hacia un patrón más sostenible. Así, es necesario seguir avanzando en las reformas estructurales ya iniciadas en el mercado de trabajo, en el sistema fi nan-ciero y en los sectores de servicios y ener-gía, siendo deseable el máximo consenso entre los agentes implicados.

Esta austeridad en el gasto exigida no impide que el Estado siga destinan-do importantes recursos a mantener la cohesión social del país, así como a po-líticas orientadas a la modernización de nuestra estructura productiva. Así, entre

las prioridades de gasto público de los PGE 2011, como en años anteriores, si-guen encontrándose la investigación, de-sarrollo e innovación (I+D+i), educación y la inversión en infraestructuras.

Mediante la política científi ca y tec-nológica, los PGE 2011 contribuyen con el objetivo de aproximarnos a un crecimiento más equilibrado a largo pla-zo. Por ello, a pesar de los importantes recortes de gasto, el sector público va a seguir realizando un notable esfuerzo en inversión en I+D+i civil, siendo ésta una de las políticas públicas que experimen-tan un menor tijeretazo.

La educación es un gasto prioritario clásico en el escenario presupuestario, al tratarse de un elemento clave de la co-hesión social y de la igualdad de opor-tunidades. Por ello, a pesar de tratarse de una competencia cuya gestión está transferida a las Comunidades Autóno-mas (CCAA), en 2011 esta política si-gue absorbiendo importantes recursos del Estado que se aplican a través de los Programas de Cooperación Territo-rial, enmarcados en el Plan de Acción Inmediata en Materia Educativa 2010-2011. En el terreno de las becas, los medios dotados en 2011 crecen lige-ramente respecto al ejercicio anterior y se sigue impulsando el programa prés-tamos-renta universidad a largo plazo para estudiantes que no pueden acceder a una beca.

La política de infraestructuras, en la que destacan la inversión en ferroca-rriles y en carreteras, también se ha visto afectada por el objetivo de reducción del défi cit público, lo que obliga a mejorar la efi cacia y efi ciencia en la inversión en el ejercicio 2011. En la parcela de las inversiones en infraestructuras del transporte, en febrero de 2010 se presen-tó el Plan de Efi ciencia, que persigue la reducción de los costes de construcción y la mejora de la gestión. Adicionalmente, el Plan Extraordinario de Infraestruc-

turas, presentado en abril de 2010, facilita la iniciativa conjunta del sector público y privado para reactivar la econo-mía y el empleo.

Las políticas de gasto anteriores, jun-to con las reformas estructurales ante-riormente subrayadas, son los cimientos para potenciar el crecimiento de nues-tra economía. Adicionalmente, y como consecuencia de los nefastos efectos de la crisis económica, estos presupuestos dedican una especial atención al gas-to social, en concreto a las prestaciones por desempleo. En efecto, para paliar los efectos nocivos de la actual crisis econó-mica, se siguen destinando importantes recursos al pago de las prestaciones por desempleo y se potencian las políticas activas de empleo. Destaca la política de bonifi caciones a la contratación, cu-yos incentivos se dirigen a estimular el empleo de ciertos colectivos como son los jóvenes con especiales problemas de empleabilidad y trabajadores mayores de 45 años, además de mantener las bonifi caciones para personas con disca-pacidad, jóvenes autónomos, víctimas de violencia de género y personas en riesgo de exclusión, entre otras.

Paralelamente, y como sigue sien-do habitual en nuestro presupuesto, en 2011 el apoyo a los ciudadanos en situa-ción de dependencia y el gasto en pen-siones captan un importante volumen de recursos, compensando así las menores posibilidades de generar ingresos de los ciudadanos en estas circunstancias.

4. ConclusionesSegún el avance de los datos de eje-

cución presupuestaria presentados por la ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, el pasado 1 de marzo de 2011, las AAPP españolas cumplieron en 2010 el objetivo de reducción del défi cit previsto en la senda de consoli-dación fi scal tras cerrar el ejercicio con un défi cit público del 9,24 por ciento

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ANS / junio 2011 43

del PIB, ligeramente inferior al 9,3 por ciento previsto inicialmente.

En este escenario, la Ley 2/2011, de 4 de Marzo, de Economía Sostenible, recientemente aprobada, insiste en su artículo 32, en que todas las Administra-ciones Públicas deben contribuir al logro de la sostenibilidad presupuestaria de las fi nanzas públicas, entendida como la ca-pacidad para fi nanciar los compromisos de gasto presentes y futuros; y presenta en el artículo 34 el Plan de Austeridad de la Administración General del Estado.

En consecuencia, aunque se ha ex-perimentado un importante avance, to-davía queda un camino por recorrer en este proceso de mejorar el saldo presu-puestario, en el que no debemos olvidar la cobertura de las principales necesida-des sociales a las que se ha atendido ha-bitualmente desde las arcas públicas en la mayor parte del mundo desarrollado.

Por tanto, la cuestión es ¿cómo con-jugar el no deterioro del Estado del

bienestar y el saneamiento de las cuen-tas públicas? La mejora de la efi ciencia pública nos da la respuesta. Así, intro-duciendo una mayor racionalidad en el gasto público, eliminando inefi ciencias se facilitaría el mantenimiento de estas políticas de bienestar, sin sobrepasar las líneas rojas marcadas por la disciplina presupuestaria y sin elevar las cotas de exclusión social.

(1) La últimas estimaciones realizadas por

Rueda (2010) sobre la efi ciencia del gasto

público en España referidas al período 1985-

2008, apuntan a un fuerte crecimiento del

coste de la producción pública (del 4,51 por

ciento) respecto al volumen de servicios pú-

blicos producidos, que tan sólo lo ha hecho

al 1,67 por ciento. Por tanto, este diferencial

entre ambas variaciones refl eja la inefi ciencia

en el proceso productivo público; es decir,

aumenta mucho más lo que cuesta producir

los bienes y servicios públicos que la cantidad

generada de los mismos. Entre las razones que

explican este resultado se encuentra el con-

sumo de factores productivos innecesarios o

una remuneración excesiva de los recursos

utilizados.

Bibliografía

Ley 2/2011, de 4 de Marzo, de Economía Sos-tenible (BOE de 5 de Marzo de 2011).

Ministerio de Economía y Hacienda (2010):

Presentación del Proyecto de Presupuestos Generales del Estado 2011, www.meh.es

Rueda, N. (2010): “La contención del Gasto

Público: ¿Es precisa sólo en épocas de crisis

económica?”, Conferencia impartida en el

Seminario sobre el Control del gasto en con-textos de austeridad: Una oportunidad para la efi ciencia, organizado por el Instituto de Es-

tudios Fiscales y la Universidad Internacional

Menéndez Pelayo en Mayo de 2010. Sevilla.

2007 ANOCHECIDA. Iluminada / Paco Aguilar

Page 45: Revista ANS 14 | Ateneo Málaga

44 ANS / junio 2011

Fernando Marcos Gómez KPMG

Los principios del ordenamiento tributario español:

especial referencia al principio de sistematización

Crisis y modelo

productivo

2009 ENTORNO A BABEL. Iluminada / Paco Aguilar

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ANS / junio 2011 45

El ordenamiento jurídico tributario es aquel conjunto de normas y prin-cipios que regulan el modo en que los ciudadanos deben cumplir una de sus obligaciones básicas como miembros de una comunidad: cooperar en el sosteni-miento de las cargas que la comunidad asume como propias para benefi cio de sus componentes. Para ello existen los tributos, y por ellos existe el ordena-miento jurídico tributario.

No resulta necesario mencionar la importancia de este ordenamiento, de los principios en que se sustenta, y de la necesaria coherencia de las normas que lo componen. Su correcta construcción es esencial para una efi caz regulación del cumplimiento de los ciudadanos de su obligación de aportar al Estado los re-cursos necesarios para el cumplimiento de sus fi nes. Nuestro propósito en las siguientes líneas es simplemente la re-fl exión de los principios sobre los que se basa.

La Constitución Española de 1978, como norma fundamental de todo el or-denamiento jurídico español, ha dedica-do diversos artículos al establecimiento de la obligación por parte de los ciuda-danos de contribuir a fi nanciar los gastos públicos y a enunciar los principios bási-cos a los que debe obedecer el conjunto de normas que regulen el cumplimiento de esa obligación. El artículo sobre el que todos ellos se basan es el número 31, cuyo primer apartado establece que todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capa-cidad económica, mediante un sistema tributario justo, inspirado en los princi-pios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confi scatorio.

De este artículo, de otros que se en-cuentran en el propio texto constitucio-nal, y de su desarrollo en la Ley General Tributaria, se suele extraer el listado de tales principios, a saber:

a. El principio de generalidad, estable-ciendo unos deberes que implican a todos los ciudadanos. (Artículo 31.1).

b. El principio de justicia en el reparto de las cargas públicas. (Artículo 31).

c. El principio de legalidad, que implica que los elementos esenciales de los tributos deben estar regula-dos, necesariamente, en una norma jurídica con rango de ley (principio de reserva de ley) y respetando la jerarquía normativa. (Artículo 31.3, 133.1 y 134.7).

d. El principio de capacidad económica y de capacidad contributiva como instrumento para calcular el grado en que cada ciudadano debe contribuir a sostener las cargas públicas. (Artí-culo 31.1).

e. El principio de igualdad, que no es más que la aplicación al ámbito tributario del principio básico de igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley. (Artículo 14, 31.1, 138.2, 139.1).

f. El principio de progresividad, que pretende una más justa redistri-bución de la renta y de la riqueza. (Artículo 31.1).

g. El principio de no confi scatoriedad, que debe evitar que la carga tributa-ria sea mayor que la propia capa-cidad contributiva del ciudadano. (Artículo 31.1)

h. El principio de sistematización que pretende, como criterio fi nal, dar co-herencia a todo el sistema de normas tributarias. (Artículo 31.1). Según Albiñana, los tributos deben formar parte de un sistema en el que estén racionalmente articulados o verte-brados, evitando sobreimposiciones o situaciones de doble imposición. Por otro lado, para que el princi-pio de sistematización se cumpla realmente, debe estar correlacionado con los principios de coordinación,

solidaridad y territorialidad que debe presidir la actividad fi nanciera de las Comunidades Autónomas, y debe poder predicarse respecto del sistema consolidado nacional.

Resulta muy habitual encontrar es-tudios muy minuciosos, artículos y pro-nunciamientos sobre cada uno de estos principios. Sin embargo, es bastante extraño encontrar estudios sobre este úl-timo principio. Más aún, cuando en los manuales se estudian los principios del ordenamiento tributario, a todos ellos se dedica un buen número de páginas y, sin embargo, al de sistematización no se le suelen dedicar más que unos pocos pá-rrafos, a veces ni siquiera bien compren-didos por los lectores. Y el devenir de los tiempos va demostrando justamente lo contrario: si no se cumple correctamente el principio de sistematización, se corre el riesgo de incumplir aun los principios más esenciales de la lista.

La Constitución Española diseñó un modelo territorial basado en tres ni-veles: la Administración del Estado, la Administración Autonómica y la Admi-nistración Local. La mayor originalidad, virtud o defecto, según quién opine so-bre ellos, de nuestro texto constitucional radica en el segundo de esos niveles, el autonómico.

Pese a los cambios continuos en las normas que regulan los tributos estata-les, motivados por la necesaria adapta-ción a la cambiante situación económi-ca, podemos destacar la relativa estabili-dad que ha tenido el sistema tributario estatal, basado en la tradicional división entre impuestos directos e indirectos.

Algo similar cabría decir de los tribu-tos en los que se basa la fi nanciación de las Administraciones Locales. La modifi -cación de la regulación concreta de una u otra fi gura no nos impide hablar de la estabilidad de sus impuestos propios. Tanto su estructura como los márgenes

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46 ANS / junio 2011

de actuación de las entidades locales han gozado de una impor-tante estabilidad desde el año 1989, cuando entra en vigor la Ley Reguladora de las Haciendas Locales (hoy Real Decreto Le-gislativo 2/2004, de 5 de marzo).

Y ciertamente no podríamos decir que los recursos de na-turaleza tributaria a través de los cuales se fi nancian las Comu-nidades Autónomas hayan sido objeto de grandes modifi cacio-nes. Sin embargo, su sistema de fi nanciación sí ha sido objeto de sucesivas modifi caciones, la última de ellas en 2009, y eso ha supuesto la asunción de progresivas competencias normati-vas en los tributos que les han sido cedidos total o parcialmente. Las reformas que se lleven a cabo, en cualquier caso, nunca de-berían poner en peligro los principios básicos del ordenamiento tributario que han sido enunciados más arriba.

Hasta hace poco tiempo, había cierto consenso en que las Haciendas autonómicas habían sido diseñadas con un cierto carácter asimétrico. Este carácter asimétrico, en opinión de Ro-dríguez Bereijo, se manifestaba en un doble sentido:

• Por un lado, las potestades autonómicas no eran iguales por el lado de los gastos y por el lado de los ingresos, pro-vocando una dependencia fi nanciera del Estado.

• Por otro lado, no todas las Comunidades Autónomas te-nían las mismas potestades, especialmente si incluimos en el análisis a las Comunidades Autónomas del País Vas-co y Navarra, benefi ciarias del régimen especial de Con-cierto y Convenio Económico.

Pero, si dejamos al margen de nuestra refl exión esta segun-da asimetría, y nos centramos en la primera, cabría plantearse si el transcurso del tiempo nos permite seguir afi rmando de forma rotunda su existencia. Lo que parecía que podría haber sido una asimetría defi nitiva derivada del sistema de fi nanciación auto-nómica establecido por la Ley 21/2001, de 27 de diciembre, y califi cado entonces como “nuevo y defi nitivo sistema de fi nan-ciación” de las Comunidades Autónomas de régimen común y de las ciudades con Estatuto de Autonomía, se ha convertido en una asimetría temporal, ya que ese nuevo sistema ha dejado de serlo al haber sido modifi cado y, como consecuencia, tampoco puede decirse ya que fuera defi nitivo.

Desde el comienzo, el legislador ha debido buscar el equili-brio entre un sistema de fi nanciación autonómico que permita la autonomía fi nanciera de las Comunidades Autónomas y la necesaria coherencia interna en todo el ámbito nacional del sis-tema tributario. La forma de lograrlo ha sido el establecimiento de un sistema basado en la participación en los tributos del Es-tado, en la cesión de determinados tributos y en tributos com-partidos entre las Haciendas estatal y autonómica, asumiendo

en estos dos últimos casos determinadas competencias norma-tivas. La posibilidad de establecer tributos propios, ha sido apenas utilizada debido a la imposibilidad de que recaigan sobre hechos imponibles gravados por el Estado. Además, cuando se han establecido tributos propios, la recaudación derivada de ellos ha sido muy reducida. Los últimos datos aportados por el Ministerio de Economía y Hacienda mues-tran la siguiente distribución de los ingresos tributarios para las Comunidades Autónomas:

Y es precisamente la progresiva asunción de competencias normativas propias, cada vez de mayor calado, lo que va ponien-do cada vez más en cuestión si pervive la necesaria coherencia del sistema en todo el territorio español. Y no olvidemos que el principio de sistematización, constitucionalmente consagrado, exige que esa coherencia no se pierda.

El vigente sistema de fi nanciación autonómica ha incre-mentado el porcentaje de cesión de algunos tributos, incre-mentando con ello no sólo las potestades normativas que las Comunidades Autónomas asumen en relación con ellos, sino también las consecuencias de ejercitarlas, ya que la trascenden-cia sobre la cuota líquida del contribuyente es cada vez mayor. Y aquí es donde debemos activar todas las precauciones, porque si un sistema que se decía a sí mismo defi nitivo ha sido modi-fi cado ocho años después, es evidente que éste lo será también, y resulta claro prever en qué sentido continuarán caminando las próximas reformas. No podemos, por tanto, afi rmar que el sistema de fi nanciación autonómica sea defi nitivo, sino que, al contrario, continúa abierto y todo parece apuntar a que así será durante mucho tiempo.

TRIBUTOS %IRPF 33,64%

ISD 3,03%

IP 2,59%

Otros 0,84%

TOTAL DIRECTOS 40,10%

IVA I.V.A

TPO 5,04%

AJD 5,94%

II.EE 13,15%

Otros 1,83%

TOTAL INDIRECTOS 53,62%

Tasas y otros ingresos 6,28%

INGRESOS TOTALES 100%

Fuente: Ministerio de Economía y Hacienda

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ANS / junio 2011 47

La consecuencia de ello es que el creciente poder tributario autonómico, ejercido en el ámbito territorial al que pueden extender sus competencias, pone cada día más en cuestión si podemos seguir afi rmando que se mantiene la necesaria homogeneidad básica que nos permita decir del ordenamiento jurídico tributario español que es un verdadero sistema. Porque, como se ve, a medida que nos alejamos de esa homogeneidad y coherencia, nos alejamos también de otros principios cuya esencialidad suele resultar mucho más fácil de comprender: la igualdad de todos los españoles ante su deber constitucional de contribuir o, si analizamos los benefi cios fi scales establecidos, el principio de generalidad.

El Tribunal Constitucional ha afi rmado que la absoluta igualdad y uniformidad de trato a los ciudadanos resultaría incom-patible con el principio de autonomía que la propia Constitución garantiza a las Comunidades Autónomas (STC 37/1987, STC 14/1998). Pero también ha afi rmado el mismo Alto Tribunal que esta autonomía debe ser compatible con el principio de unidad de la nación española, que alcanza su verdadero sentido si existe una sustancial unidad de régimen de los derechos y deberes funda-mentales de los ciudadanos en todo el territorio del Estado (STC 4/1981, STC 76/1983).

El problema surge cuando, teniendo un sistema que predica de sí mismo que es defi nitivo, dura sólo unos pocos años y la con-siguiente reforma ahonda aún más en las diferencias para los ciudadanos derivadas de su deber de contribuir. Dicho de otro modo, ¿a partir de qué punto la desigualdad personal y territorial de los ciudadanos en su cumplimiento del deber de contribuir deja de ser compatible con el principio de autonomía garantizado por la Constitución?

Aportemos algunos datos:En el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, después de la entrada en vigor de la Ley 22/2009, de 18 de diciembre,

se ha modifi cado la Ley de IRPF para hacer efectiva la cesión del 50% del IRPF y las competencias normativas que en este impuesto asumen las Comunidades Autónomas. Una de las modifi caciones más llamativas es que ya no encontramos en el articulado de la Ley una escala aplicable al gravamen autonómico o complementario, salvo que la propia Comunidad establezca uno diferente. Por el contrario, cada Comunidad Autónoma debe aprobar su propia escala, aplicable a su parte de gravamen. En los primeros escalones las escalas estatal y autonómica suelen ir en paralelo. Las diferencias se incrementan a medida que se incrementa la base, por eso elegiremos una base liquidable relativamente alta, 176.000 euros, para un contribuyente soltero y sin hijos:

El Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones es un impuesto cedido a las Comunidades Autónomas desde el principio, respec-to de cuya normativa asumen la posibilidad de regular algunos de sus elementos básicos. Es muy conocido que algunas de ellas han ejercitado estas potestades, estableciendo importantes ventajas para los hechos imponibles que se producen en su territorio.

ComunidadAutónoma

Base ImponibleGeneral Cuota Líquida % Cuota de

CC.AA.IRPF 2010

Total Estatal Autonómica TOTAL

Andalucía 176.000,00 34.968,36 36.678,31 71.646,67 51,19%

Asturias 176.000,00 34.968,36 36.558,32 71.526,68 51,11%

Cantabria 176.000,00 34.968,36 36.745,60 71.713,96 51,24%

Cataluña 176.000,00 34.968,36 35.538,31 70.506,67 50,40%

La Rioja 176.000,00 34.968,36 34.118,20 69.086,56 49,38%

Madrid 176.000,00 34.968,36 34.118,20 69.086,56 49,38%

Page 49: Revista ANS 14 | Ateneo Málaga

48 ANS / junio 2011

Como se puede ver, existen claras di-ferencias en el cumplimiento de las obli-gaciones tributarias según el territorio en el que el ciudadano quede obligado. Hemos visto en las líneas anteriores que el Tribunal Constitucional permite cier-to grado de desigualdad en aras del prin-cipio de autonomía de las Haciendas

Autonómicas. Pero esa autonomía debe ser siempre compatible con la esencial unidad y coherencia de todo el sistema tributario. Parece clara la conclusión de que esa coherencia quedará más asegu-rada cuanto más estable sea el sistema y menos abierto quede a su posterior revi-sión, más aún, cuando las revisiones que

se han ido llevando a cabo han ido acen-tuando la diferenciación. Abogamos, por lo tanto, por la estabilidad en el sistema, estableciendo de forma defi nitiva las potestades en esta materia que pueden asumir las Haciendas Autonómicas y los límites entre los que tales potestades pueden ejercerse.

Veamos con un sencillo ejemplo los resultados. Supongamos un sujeto pasivo del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones del gru-po II cuya base imponible asciende a 180.000 euros:

ComunidadAutónoma

Base Imponible

Reducciónparentesco

Base Liquidable

Cuota Íntegra

%Bonif Bonif.

Coefi ciente Patrimonio Prexistente

Deuda Tributaria

Andalucía 180.000 15.956,87 164.043,13 24.000,01 0% 0 1,05 25.200,01

Extremadura 180.000 15.956,87 164.043,13 24.000,01 0% 0 1,05 25.200,01

Cataluña 180.000 500.0000 0 0 0 0 1,05 0,00

Madrid 180.000 16.000,00 164.000,00 23.990,85 99% 23.751 1,05 251.90

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Crisis y modelo productivo

Almudena Guarnido RuedaUniversidad de Almería

Los nuevos retos de la regulación económica

En un sentido amplio, el concepto de regulación en Economía se defi ne como “la restricción intencional de la elección de la actividad de un sujeto y proviene de una entidad que no es parte directa ni está involucrada en dicha actividad" (Mitnick, 1989:40). Desde una doble perspectiva de lo público y lo privado las cuatro posibilidades de regulación ex-puestas por Mitnick son:

1. Regulación tradicional, que registra los controles dirigidos por un regu-lador público sobre el sector privado.

2. Regulación inversa, donde los resul-tados regulatorios tienden a corres-ponder con los intereses de la parte regulada (por ejemplo, la legislación).

3. Autorregulación pública, plantea la

existencia de agencias públicas que regulan a otras agencias públicas.

4. Autorregulación privada, se regulan acuerdos privados entre empresas.

La intervención estatal en la econo-mía tiene fundamentalmente su origen en dos motivos: la imperfección del mer-cado y la redistribución del ingreso y la riqueza. El hecho de que el mercado sea incapaz de resolver, en algunas situacio-nes, problemas como los de: alcanzar una asignación efi ciente de los recursos, pro-ducir bienes y servicios públicos, externa-lidades, mercados imperfectos, así como razones de inequidad e injusticia en la participación y distribución de la riqueza, justifi can entre otras razones la injerencia del Estado en la actividad económica.

De cualquier modo, han sido dife-rentes los enfoques económicos que han fundamentado las diversas proposicio-nes teóricas acerca de la regulación.

Así, la teoría tradicional de la regu-lación justifi caba la intervención estatal en la existencia de fallos de mercado (información imperfecta, bienes públi-cos, externalidades, poder de mercado y monopolio natural) para sustituir el me-canismo de mercado por la regulación y así mejorar la asignación de recursos y la efi ciencia productiva.

Los problemas económicos y fi nan-cieros que acompañaron a la recesión mundial a fi nales de los setenta, las crisis afrontadas por muchos países africanos y latinoamericanos como consecuencia de la deuda, y el cambio hacia economías de

2009 ENTORNO A BABEL. Iluminada (Detalle) / Paco Aguilar

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mercado en Asia, Latinoamérica y Euro-pa del Este durante el comienzo de los años noventa llevaron a una fe irracional en el mercado, la renuncia al Estado y la utilización de privatizaciones y desre-gulaciones de empresas públicas como instrumentos fundamentales de política económica, generándose una realidad mundial profundamente afectada por el fenómeno de la globalización. En este contexto, la teoría económica de la regu-lación, desarrollada por los economistas de la escuela de Chicago, puso en cues-tionamiento la visión tradicional de la regulación desarrollando un análisis que

sostenía la supremacía del mercado, en el que la mano invisible es efi ciente.

Las nuevas líneas de pensamiento que adoptó la regulación se concretan, por un lado, en el nuevo institucionalismo económico, donde autores como Coase (1994) o Williamson (1996) replan-tean el problema de la oposición simple entre estado y mercado, revelando el papel de las instituciones en el desem-peño económico y de la regulación y, por otro lado, los desarrollos teóricos en ma-teria de regulación por incentivos, en los que destacan Laffont y Tirole (1993), quienes proponen reformular la teoría

tradicional de la regulación sobre la base de la teoría del principal y el agente, de manera que incluyen en los modelos la descripción completa de los objetivos del regulador y de la empresa regulada, las estructuras de información, los instru-mentos y las restricciones. Su objetivo es diseñar un sistema de incentivos que induzca a los tomadores de decisión privados a comportarse como si estuvie-ran bajo la disciplina del mercado. Los reguladores tradicionales consideraban que la regulación pública podía sustituir al mercado, pero el desafío que enfren-taban se limitaba a defi nir los precios y cantidades óptimas. Si bien se caracte-rizan por un alto grado de sofi sticación, siguen amenazados por la posibilidad de la irrelevancia frente a los procesos reales de la regulación (Rivera, 2004). Finalmente, las nuevas proposiciones a favor de correlación entre desregulación y competencia, asignan una crucial impor-tancia a la promoción de la competencia como el camino a la construcción de una economía efi ciente y competitiva.

En este nuevo escenario, se inicia en EEUU y en otros países europeos un gran proceso de desregulación e inno-vación fi nanciera, junto al desarrollo de una nueva ingeniería en los mercados de capitales.

La utilización moderna por parte de los mayores conglomerados fi nancieros, afi ncados en el mercado estadouniden-se, de los instrumentos derivados, fue creciendo y penetrando profundamente en los mercados fi nancieros desde me-diados de los ochenta y de manera ge-neralizada en los años noventa del siglo pasado. Ello ha provocado y alimentado la formación de burbujas especulativas, debido a que pueden modifi car los pre-cios relativos de los activos fi nancieros y no fi nancieros. Todo lo cual ha desenca-denado una mayor movilidad de capita-les y una mayor complejidad del negocio bancario haciendo más vulnerables los

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sistemas fi nancieros a nivel mundial, cuyo resultado ha sido la actual crisis, con perfi les y dimensiones netamente globales, que ha puesto de manifi esto la crisis del capitalismo neoliberal tan-to en sus causas como en sus durísimas consecuencias, que están reivindicando la vuelta de análisis teóricos, así como de sus propuestas de políticas económicas. De esta forma, nombres y obras como la de John Maynard Keynes vuelven a estar de máxima actualidad debido fun-damentalmente a sus postulados favora-bles a una mayor intervención del sector público. De hecho, los propios gobiernos que han defendido políticas neoliberales no han tardado en recurrir a mecanis-mos de intervención que están en sus antípodas ideológicas. Todo eso ha lleva-do a una situación donde palabras como intervención estatal y regulación toman una importancia especial.

Por tanto, en la actual coyuntura económica global se abre una gran opor-tunidad para avanzar hacia un modelo más justo que coloque al ciudadano en el centro de la actividad económica, lo que exige la actuación coordinada de los po-deres públicos a nivel internacional.

Por ello, el sector público tiene una función esencial que desarrollar, impul-sando una mejor y más efectiva regula-ción y supervisión de los mercados. No se trata de incrementar el nivel de regula-ción, ni el grado de supervisión, sino de mejorar la calidad de ambos.

Nos encontramos ante un punto de infl exión en la gestión pública de los mercados. La infl exión que se debe pro-ducir es aquella tendente a hacer posible “una globalización de rostro humano” a través de una mejor regulación y supervi-sión, es decir, apostar por una regulación social y económica que no sólo intente prevenir abusos del poder de mercado sino que también fomente la estabilidad económica, incentive el desarrollo de ciertas industrias y asegure la provisión de determinados bienes y servicios de in-terés social, así como hacer respetar los problemas medioambientales.

En este sentido, sería necesario crear agencias supranacionales de regulación que no funcionen bajo las órdenes e intereses de los países más desarrolla-dos y que regulen aquellas actividades que afectan de manera global a nuestro bienestar social y económico. En primer lugar, es necesario salvar las diferencias que hasta ahora han mostrado los países en cuanto a la emisión de residuos con-taminantes que están provocando lo que muchos expertos denominan cambio climático. Para ello, hay que establecer unas reglas claras que limiten dichas emisiones y una agencia que vigile que todos la cumplen. En segundo lugar, es imprescindible que aprendamos de los errores para no volver a cometerlos. Así podremos evitar volver a repetir la crisis del sistema fi nanciero que ha cau-sado el drama social que hoy vivimos.

La libertad y la impunidad con la que han circulado todo tipo de activos fi -nancieros debe ser regulada y para ello no vale con actuaciones individuales de los países, sino que tenemos que llegar a acuerdos globales ya que el mercado de capitales hace mucho tiempo que perdió su nacionalidad. En defi nitiva, los nue-vos retos a los que se enfrenta la regu-lación se pueden, resumir en evitar que la basura, ya sea en forma de vertidos tóxicos o en hipotecas subprime, nos invada y empeore la calidad de vida que todos queremos.

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Williamson, O. (1996), “Th eMechanisms of Governance”, Oxford University Press, Nueva

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El sector público tiene una función esencial que desarrollar, impulsando

una mejor y más efectiva regulación y supervisión de los mercados.

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2006 LECHUZA POCO COMÚN1 / Paco Aguilar

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La segmentación del mercado de

trabajo en EspañaJosé J. Benítez Rochel. Universidad de MálagaJosé E. Villena Peña. Universidad de Málaga

IntroducciónEn la segunda mitad del siglo pasado un

grupo de economistas construyeron, como alternativa al planteamiento ortodoxo, lo que podríamos denominar teoría sobre la segmen-tación del mercado de trabajo. Con raíces en el enfoque institucionalista, se distinguió dos segmentos. El primero estaría integra-do por empleos con buenas condiciones de trabajo, posibilidades de promoción y, sobre todo, estabilidad. El segmento secundario, en cambio, agrupa a empleos con bajos salarios, pocas o nulas posibilidades de promoción e inestabilidad. La estabilidad es el criterio bá-sico que diferenciaría al segmento primario del secundario.

Este tipo de teorías fueron sometidas a diversas críticas. Cain (1976) las califi có de “superfi ciales, vagas y diversas” y el paso del tiempo ha demostrado que no han logrado desplazar a los planteamientos más conven-cionales. Incluso, podría afi rmarse que la mayoría de las observaciones, si no todas, que

se realizaron desde las teorías de la segmenta-ción pueden explicarse, sin grandes difi culta-des, por el análisis económico ortodoxo. Aún así, tienen el mérito de haber resaltado la in-fl uencia que tienen las restricciones sociales e institucionales en el funcionamiento del mer-cado de trabajo.

El objetivo de estas páginas es aportar algu-nos datos e ideas sobre el mercado de trabajo español tomando como referencia el concepto de segmentación. En el siguiente apartado nos ocuparemos de resaltar, desde ese enfoque, al-gunas peculiaridades de su funcionamiento. A partir de ahí nos referiremos a sus implicacio-nes sobre la discriminación de ciertos colecti-vos. Terminaremos con unos apuntes para la articulación de una política de empleo.

Caracterización del mercado de trabajo español

El mercado laboral español es un mercado segmentado con peculiaridades que le dife-rencia del de otros países. Lo más destacable

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es que en las épocas expansivas del ciclo económico genera mucho empleo en el segmento secundario y en las épocas recesivas lo destruye con gran rapidez, provocando que las caídas en el PIB ter-minen convirtiéndose en graves crisis de empleo de difícil solución en el corto plazo. Quizás, por ello, el tema de la seg-mentación esté centrando –en los mo-mentos actuales– una parte del debate académico y político sobre los efectos de la actual crisis fi nanciera en nuestro país y los catastrófi cos efectos que está tenien-do en materia de empleo y desempleo. A grandes rasgos, el mercado laboral espa-ñol puede dividirse en dos grandes gru-pos: aquellos que disfrutan de un contra-to indefi nido con altos costes de despido y los que, por el contrario, tienen contra-tos temporales y, en términos relativos, bajas indemnizaciones por rescisión de los mismos. Esta dualidad de la contrata-ción laboral incrementa la volatilidad en las cifras del empleo y desempleo.

La mayor parte de los estudios teó-ricos sobre el mercado laboral vienen a poner de manifi esto que la existencia de un mecanismo de contratación tempo-ral puede servir de instrumento para el crecimiento del empleo cuando se está saliendo de una fase recesiva del ciclo económico: en esos momentos, son nece-sarios para facilitar la contratación, pero deben ser desmontados paulatinamente en cuanto comienza a consolidarse una nueva fase expansiva; de lo contrario, se crea una dualidad en el mercado laboral, muy perjudicial y tanto más grave cuanto más difícil y caro sea el despido de los tra-bajadores regulares con contrato indefi -nido (segmento primario) y fácil y barato el despido de los contratados temporales (segmento secundario). Lo cual ha alcan-zado niveles sin precedentes en el caso español, pues, con el paso del tiempo, se ha ido facilitando la desregulación de los nuevos contratos respetando –siempre– los derechos de los ya existentes.

Ha sido una forma fácil de aprobar sucesivas reformas en el mercado laboral con escasa confrontación sindical, pero con unos efectos perversos en la estruc-tura del mismo. Está demostrado que, cuanto más rígidos sean los derechos de los contratos indefi nidos, más incentivos existirán para la expansión de la contra-tación temporal, en especial en los secto-res muy intensivos en trabajo y de baja productividad, dándose el caso paradóji-co de que en las fases expansivas del ciclo bajan los niveles de la productividad la-boral1 y en las fases recesivas aumenta2, demostrando esta variable un comporta-miento contracíclico.

Esta singularidad del funcionamien-to del mercado de trabajo en España –no corregida a pesar de que la experiencia internacional ponía de manifi esto la pe-ligrosidad de su mantenimiento durante una larga fase expansiva, como la vivida en España desde 1996 hasta 2007– provoca una alta elasticidad del empleo respecto al producto3; es decir, una ma-yor sensibilidad de las variaciones del empleo a los cambios en la producción, cuyo origen lo podemos encontrar en nuestro marco institucional y, en par-ticular, en la introducción a partir de 1984 del contrato temporal de fomento del empleo que, en la práctica, supuso la implantación del contrato temporal sin causa justifi cada y, en consecuencia, fl exibilizó la adaptación de las plantillas de las empresas al ciclo económico4. En la segunda mitad de la década de los ochenta, la expansión económica elevó la tasa de temporalidad hasta cifras supe-riores al 30% y esa situación se ha man-tenido hasta el inicio de la crisis (35,4% en 2006), posibilitando que más de un tercio de los trabajadores hayan estado discriminados, tanto en términos de seguridad como de ingresos, respecto a los que tenían un contrato indefi nido (Segura, 2001). En las fases recesivas era previsible que los problemas de seg-

mentación del mercado de trabajo hicie-ran recaer el ajuste en los trabajadores temporales. Desde el inicio de la crisis, más del 80% de los empleos perdidos pertenecen a trabajadores con contratos temporales, lo cual ha provocado una brusca reducción en las ratios de tempo-ralidad, en casi 10 puntos, en el caso de los hombres, y 12 en el de las mujeres.

Colectivos discriminados: jóvenes, mujeres, inmigrantes

Otra peculiaridad del mercado de trabajo español se refi ere a la discri-minación hacia ciertos colectivos y, en especial, a los de bajo nivel de cualifi ca-ción profesional. Esta cuestión requiere algunas matizaciones y aclaraciones. En primer lugar, nuestro sistema educativo es defi ciente y sólo si nuestros represen-tantes políticos comenzaran reconocién-dolo daríamos un primer paso para co-rregir sus defectos5. El fracaso escolar en España está situado en torno a un 30%, lo que duplica la media de la UE. La pro-pia Comisión Europea nos ha requerido para establecer objetivos que reduzcan esta alta tasa de fracaso, y la solución, ló-gicamente, no está en bajar los niveles de exigencia, sino en aumentar la calidad de las enseñanzas6 y adecuarlas a las ne-cesidades del sistema productivo.

Por otro lado, la tradicional discrimi-nación del mercado laboral hacia la mu-jer es hoy menos evidente en términos de empleo7. De hecho, como el empleo femenino ha caído sólo ligeramente, nos encontramos con que la gran diferencia que existía, antes de la crisis, en las tasas de empleo masculina y femenina se han acortado en este periodo. Ello se debe, básicamente, a que la crisis ha afectado con especial dureza al sector de la cons-trucción y ramas de actividad vinculadas al mismo, que utilizan muy intensamen-te mano de obra masculina, y cuyo em-pleo se integra –en gran medida– en el segmento secundario, donde abundan

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los contratos fácilmente rescindibles. En este contexto, el ajuste que necesa-riamente tiene que producirse en unos mercados sometidos a un “shock” exter-no se realiza vía cantidades y en menor medida vía precios, dándose la paradoja de que los salarios medios crecen en los sectores que destruyen más intensamen-te empleo, ya que va quedando sólo el empleo regular, con mayor nivel de for-mación y productividad, y consecuente-mente con mayores salarios.

La discriminación es mucho más patente en relación con los jóvenes, en general, y con el nivel de formación al-canzado. En 2006, la tasa de desempleo de menores de 25 años (desempleo ju-venil) duplicaba a la tasa general, pero la crisis económica ha ejercido un efec-to tremendo en este colectivo que, por precisar conseguir trabajo, se ha situado mayoritariamente en el segmento secun-dario, caracterizado por la irregularidad, la temporalidad y –en defi nitiva– los malos contratos. A fi nales de 2010, la tasa de desempleo juvenil alcanzaba el 42,80% de la población activa española, lo cual representa no sólo un problema económico para el país, sino un autén-tico drama social. Es decir, el mercado

laboral español discrimina claramente a los jóvenes y, en épocas recesivas, no ge-nera los puestos de trabajo que necesita este colectivo

Además, la dualización del mercado de trabajo español tiene efectos sobre la inversión en capital humano ya que dis-minuyen los incentivos para que, tanto empresarios como trabajadores, dedi-quen recursos a la formación ante la pers-pectiva de ruptura del vínculo laboral. Como demostraron Albert et alia (2005), los trabajadores temporales tienen una menor probabilidad de recibir formación en las empresas. Esto, una vez más, afecta a la desigualdad puesto que son precisa-mente los trabajadores mejor formados los que, no sólo presentan una menor tasa de desempleo, sino que también acceden a puestos mejor remunerados.

La realidad es que, en las últimas dé-cadas en España, las crisis económicas han terminado convirtiéndose en crisis de empleo y los colectivos con menor ni-vel de formación académica son los que tienen más posibilidades de perder su puesto de trabajo. En estas circunstan-cias, los desempleados con posibilida-des de incrementar sus niveles de acre-ditación académica –generalmente– lo

hacen, pero ello no redunda en la trans-formación del sistema económico en más productivo, sino en unas mayores facilidades para las empresas a la hora de seleccionar a su personal. Así, la mayoría de quienes prolongan sus estudios sólo logran situarse mejor para conseguir un puesto de trabajo que no requiere ese ni-vel de formación: si la estructura de ocu-paciones no cambia, sólo se produce un desplazamiento de los menos formados por los más formados (Garrido, 2010).

Otro tema importante relacionado con la segmentación y la discriminación en el mercado de trabajo es el que afecta al precio del trabajo. Desde que Becker (1957) publicó su tesis doctoral sobre la discriminación en el mercado laboral han sido múltiples las investigaciones que han considerado como elemento de segmentación la discriminación salarial. El salario medio de la mujer es, aproxi-madamente y en términos generales, un 20% inferior al del hombre, y oscila en-tre un 10 y un 30 por ciento inferior8, según grupos de ocupación. Teniendo en cuenta un horizonte temporal amplio, algunos autores han observado cómo el incremento de la participación femenina en el mercado laboral no ha producido

la dualización del mercado de trabajo español tiene efectos sobre la inversión

en capital humano ya que disminuye los incentivos para que, tanto empresarios como trabajadores, dediquen recursos

a la formación ante la perspectiva de ruptura del vínculo laboral.

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cambios destacables en la dispersión salarial (Izquierdo y Lacuesta, 2006 y 2010).

Por otro lado, no resulta sorpren-dente que los extranjeros, en su mayoría inmigrantes económicos, tengan unos niveles salariales bastante menores que los españoles: se trata de un precio que se les hace pagar para obtener la regula-rización. Lo cual es más evidente cuando se analizan las diferencias entre estos co-lectivos, siempre a favor de los que per-tenecen a la Unión Europea9, mostrando una discriminación de género bastante similar a la existente entre los españoles, pero no es así en el caso de ciudadanos de otros países, donde esas diferencias son mayores, como es el caso de los que provienen de América Latina y resto del mundo (básicamente africanos). En un país donde la negociación colectiva ha favorecido la homogeneización de los salarios en el sector de los trabajadores regulares, la mayor parte de los inmi-grantes que nos llegan, entran en el mer-cado laboral en el segmento secundario donde funcionan las leyes de la oferta y la demanda sin controles institucionales10.

En resumen, el mercado de trabajo español ha incentivado, en los últimos años, la fl exibilidad externa, es decir, el ajuste de las plantillas a través de los cam-bios en los contratos temporales, frente a la interna que facilitaría el ajuste a través del tiempo trabajado o en los salarios. Pero, en un contexto de discriminación donde son los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes los más desfavorecidos. Más aún, si no consiguen con el paso del tiempo acceder al segmento primario del mercado de trabajo, por utilizar la termi-nología propia de los teóricos de la seg-mentación. En este sentido, la evidencia empírica señala que el primer empleo, en el 80% de los casos, es temporal y que, tras 10 años en el mercado laboral, un 40% de los trabajadores siguen man-teniendo un contrato temporal (Estrada et alia, 2009).

Política de empleo versus política sobre el mercado de trabajo

Cuando se pretende articular po-líticas económicas orientadas hacia el mercado de trabajo es conveniente, des-de nuestro punto de vista, distinguir los

objetivos que se pretenden alcanzar. Si el objetivo es la creación de empleo, debe-ría aceptarse que, en ese caso, la mejor política sería la destinada a lograr un cre-cimiento económico sostenido (Villena, 2011). Debe recordarse que la deman-da de trabajo es una demanda derivada, es decir, que depende de la demanda de bienes y servicios. Dicho de otra forma, las empresas demandarán trabajadores en la medida en que sus productos sean demandados. Aquí surge el debate sobre la efectividad de las políticas macroeco-nómicas para recuperar la demanda a propósito de la crisis económica reciente.

Si, a otro nivel, se pretende mejorar el funcionamiento del mercado de traba-jo proponiendo su reforma, la discusión gira en torno a aspectos tales como la facilidad con la que se contrata o se des-pide a los trabajadores, los sistemas de protección del desempleo, la fl exibilidad en la organización del trabajo (movili-dad funcional y geográfi ca), las formas de negociación colectiva, el papel de los servicios públicos de empleo, las polí-ticas de formación de la mano de obra, etc. En cualquier caso, en el marco de las

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economías de mercado, el objetivo sería aumentar la efi ciencia facilitando el ajus-te entre oferta y demanda de trabajo. La política de reforma del mercado de tra-bajo no es, en consecuencia, una política encaminada a la creación de empleo.

Por último, a un nivel más concreto, podría plantearse la conveniencia de pa-liar la segmentación del mercado de tra-bajo. De hecho, ese ha sido el objetivo de los cambios en la legislación laboral des-de 1984. El más reciente, por ejemplo, reconoce que una de las debilidades del modelo de relaciones laborales reside en la “fuerte segmentación entre trabajado-res fi jos y temporales” (Ley 35/2010, de 17 de septiembre de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo) y, de forma similar a lo que se hizo en re-formas anteriores, se proponen medidas para fomentar la contratación indefi ni-da. No obstante, se siguen manteniendo diferentes indemnizaciones por despido –según el tipo de contrato– lo cual infl u-ye, como es evidente, en las decisiones de los empresarios. En este contexto, podría plantearse la conveniencia de un solo tipo de contrato que homogenice las con-diciones en las que los trabajadores son contratados y despedidos. Lógicamente, aunque analíticamente es posible de-mostrar que, bajo esas circunstancias, disminuiría la volatilidad del empleo, no por ello se eliminaría la dualidad en el sentido en que lo plantean los teóricos de la segmentación, porque la calidad del empleo en una economía de mercado es, por naturaleza, muy diversa.

El ciclo económico y el cambio son consustanciales al sistema capitalista. Las modifi caciones en la demanda de bienes y servicios son permanentes y, constantemente, se crean y se destru-yen empresas. Hasta cierto punto, por tanto, alguna tasa de paro es inevitable, igual que la eventualidad de determi-nados puestos de trabajo. Otro tema es el carácter contractual que se establezca

entre el trabajador y el puesto de trabajo. En cualquier caso, por encima de refor-mas aisladas, insistimos en que lo más efectivo para crear empleo con buenas condiciones de trabajo, en un entorno globalizado, es una política económica compatible con el crecimiento sostenible y la competitividad.

(1) Se crea mucho empleo en sectores muy in-

tensivos en trabajo, como la construcción y los

servicios de baja productividad, donde abunda

el empleo de escasa o nula formación, dismi-

nuyendo la productividad global del país.

(2) El empleo destruido lo hace a un ritmo ma-

yor que la caída del PIB y, básicamente, afec-

ta a trabajadores con bajo nivel de formación,

provocando un aumento en la productividad

aparente del trabajo, por causas –desde lue-

go– no positivas.

(3) Manifestado por un alto coefi ciente beta

en la ecuación de la denominada ley de Okun:

en el caso de España casi el doble que el co-

rrespondiente al conjunto de los países de la

OCDE.

(4) Véase Segura et alia (1991).

(5) La planifi cación educativa exige un ho-

rizonte temporal del largo plazo, que sólo el

consenso político puede posibilitar, lo cual

–hasta hoy– no se vislumbra en nuestro país.

(6) Lo primero es más barato, pero no con-

siste más que en engañarnos. Lo demuestran

los sucesivos informes PISA elaborados por

la OCDE, para más de 70 países, midiendo los

niveles de conocimiento de estudiantes de 15

años. Los resultados nos sitúan por debajo de

la media del conjunto de estos países, en todas

las variables consideradas (comprensión de

lectura, gramática, matemáticas y ciencias) y al

nivel de países que tienen un grado de desa-

rrollo económico muy inferior al nuestro.

(7) Como consecuencia de que la crisis ha afec-

tado en España a sectores muy intensivos en

trabajo masculino. Aunque la discriminación

sigue existiendo, como veremos posterior-

mente, en relación a los salarios percibidos.

(8) En el caso de los “trabajadores cualifi cados

en la agricultura y en la pesca” aparece una ci-

fra algo superior en la mujer, pero el INE es-

pecifi ca que las encuestadas son menos de 500

y, por lo tanto, es poco signifi cativo desde el

punto de vista estadístico.

(9) Ya que forman parte de países a los que a sus

ciudadanos no se les puede negar la residencia.

(10) También es necesario señalar que han sido

demandados en sectores muy intensivos en

trabajo, con bajo nivel de productividad, como

la construcción y ramas auxiliares.

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58 ANS / junio 2011

2000 ESTRUCTURAS III / Paco Aguilar

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1. El nuevo contexto económico No cabe duda de que el eje central

del desenvolvimiento económico en los últimos años, como lo va a ser en los ve-nideros, va a girar en torno al concepto de competitividad. Esta importancia es el resultado de la tendencia general al in-cremento de la competencia, fruto de los crecientes niveles de integración y libera-lización de los mercados internacionales, de la aparición de nuevas formas de com-petencia y cooperación entre agentes, y los avances en la modifi cación de la oferta a través del cambio tecnológico.

En la medida en que la competitividad se defi na como la capacidad que muestra un país o región o empresa para incremen-tar de manera sostenida su participación en la oferta mundial, y hacerlo compatible con el progreso de sus niveles de renta, debe rechazarse toda interpretación cen-trada exclusivamente en el seguimiento comparado de los precios y costes, resul-tando necesario un enfoque más amplio y estructural. Enfoque, que, sin excluir las anteriores variables, debe incorporar el

resto de mecanismos a través de los cuales se ejerce la competencia en los mercados (calidad del producto, nivel de adecua-ción a la demanda, servicios posteriores a la venta, etc. y todas aquellas prácticas que suponen diferenciación técnica y co-mercial del bien). Por último, la compe-titividad no puede ser ajena a factores de tipo organizativo e institucional ligados a la confi guración del aparato productivo, la infraestructura física y tecnológica o la in-terrelación entre los agentes económicos.

Un intento de sintetizar las princi-pales características de este proceso, nos llevaría a destacar las ideas básicas repre-sentativas del mismo:

En primer lugar, hay que señalar que los cambios tecnológicos, la liberación y desregulación de los mercados y la apari-ción de nuevos espacios económicos han expandido los mercados hacia formas de competencia cada vez más globales. En segundo lugar, debe tenerse en conside-ración que la planifi cación estratégica del Estado y el aprendizaje tecnológico a partir de las relaciones con las empresas

multinacionales, junto con una políti-ca sistemática de desarrollo científi co y educativo han sido elementos clave en los procesos de despegue tecnológico de algunos países.

2. Empresas y crecimiento económicoAunque el tejido productivo ha sido

tradicionalmente visto como uno de los elementos clave del crecimiento econó-mico, no ha sido hasta fechas recientes cuando se ha realizado un análisis en mayor profundidad de dicha interrela-ción. Precisamente, las aproximaciones teóricas y empíricas han convertido este campo en uno de los más controvertidos del reciente desarrollo de la disciplina económica.

Los modelos de crecimiento parten del concepto de capital humano empre-sarial como factor fundamental de la actividad productiva y del crecimiento agregado de una economía, partiendo de los modelos de crecimiento endóge-no de capital humano, pero centrándose en la fi gura del empresario. Dos son los

Francisco Villalba CabelloAnalistas Económicos de Andalucía

Las empresas y la competitividad

Crisis y modelo productivo

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elementos fundamentales de este capi-tal humano empresarial: por un lado, el nivel de habilidad de los individuos que deciden convertirse en empresarios y, por otro, el fenómeno del aprendizaje en la práctica de los empresarios.

De los estudios y análisis existentes, se deduce que uno de los elementos cla-ves para promover el crecimiento econó-mico en una sociedad es el de incentivar el capital humano empresarial asociado al tejido productivo, o, dicho de otro modo, que los individuos con mayor ta-lento se conviertan en empresarios. Ello se justifi ca porque se encuentra una evi-dencia empírica que sugiere que el creci-miento es más fuerte en aquellos países o regiones en los que el talento empre-sarial se dirige hacia actividades produc-tivas (frente a otras más especulativas). Obviamente, desde el punto de vista de la intervención pública, no existe un mecanismo automático a implementar, en términos de políticas que consigan el objetivo de que los individuos con mayor talento de una sociedad se con-viertan en empresarios. No obstante, las instituciones y responsables económicos sí que pueden intervenir en el sector pú-blico, infl uyendo en las decisiones sobre las actividades productivas a realizar, por ejemplo, incentivando determina-

das ramas o sectores en mayor medida que otras.

Asimismo, otros trabajos sostienen que las políticas de subvenciones a las empresas podrían incluso conducir a la situación contraria, es decir, a que in-dividuos de bajo talento o habilidad se conviertan en empresarios, lo que tendría efectos negativos sobre el crecimiento económico. En defi nitiva, desde este en-foque, se pone de manifi esto que el stock de empresarios no es en sí mismo un fac-tor determinante para el avance de la pro-ducción en una economía, sino el talento o la capacidad de éstos para innovar y convertirse en un oferente competitivo en el mercado. Para esta corriente de pensa-miento, el número de empresarios puede repercutir, sin duda, en el valor añadido y en la renta en un momento dado, pero no tiene porque hacerlo en el largo plazo. Así, el mantenimiento de una infl uen-cia positiva sobre el nivel de produc-ción y desarrollo económico dependerá de la idoneidad (talento, habilidad) de la clase empresarial. De este modo, los resultados de algunos de estos trabajos concluyen que las políticas de apoyo a la creación de nuevas empresas no tienen un impacto relevante en el crecimiento económico, ya que si bien aumentan la tasa de creación de empresas, a menudo,

no favorecen el crecimiento económico. No obstante, sí que existe un consen-

so amplio entre los investigadores en se-ñalar que sí tiene efectos positivos sobre el crecimiento regional la eliminación de los obstáculos que impiden o entorpecen la creación de nuevas empresas. De este modo, parece oportuno y conveniente un conjunto de intervenciones que pueden, de manera indirecta, favorecer el citado objetivo y, por tanto, actuar como ele-mentos incentivadores del crecimiento económico. Entre estas medidas desta-caría la eliminación de las barreras para la creación de empresas, desincentivar el que los individuos con talento se sitúen en sectores buscadores de rentas (nego-cios especulativos, ganancias fáciles de-rivadas de factores institucionales, etc.), mediante la disminución de sus posibili-dades de benefi cios, supresión de requi-sitos burocráticos, legales, etc.

3. Obstáculos a la competitividadAnte este nuevo entorno, la empresa

en España presenta un conjunto de im-pedimentos que limitan su capacidad para incorporarse a la ola expansiva. Aunque es indudable que existen facto-res que son ajenos a la empresa, lo cierto es que gran parte de los problemas se derivan de la persistencia, a pesar de los

2006 CONSTRUCTIVO DESTRUCTIVO (Detalle) / Paco Aguilar

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avances realizados en los últimos años, de un modelo empresarial gestado en unos mercados locales protegidos, que han introducido fuentes de inefi ciencias en las empresas.

No cabe duda que la competitividad, siendo un concepto relativo derivado de nuestra capacidad en relación con nues-tros rivales, es un fenómeno microeco-nómico, ya que quien compite son las empresas. Esto no quiere decir que la in-fl uencia de factores externos a la empresa no revista gran importancia, sino que el esfuerzo de competitividad que necesa-riamente han de realizar las empresas debe ir acompañado de la política eco-nómica para generar un marco donde se incentive e incremente la efi cacia de las inversiones productivas.

La situación competitiva no es muy alentadora. Según los datos del World Competitivenes Report en su informe para 2010-2011, España ocupa el puesto 42 en el ranking de competitivi-dad, y muestra desventajas competitivas relativamente importantes que tienen carácter permanente en los últimos años en casi todos los factores analizados, su-friendo en la presente crisis un impor-tante deterioro, con una pérdida de 9 puestos con relación al informe anterior.

Además, nuestro país no aprovecha todas las ventajas potenciales derivadas de participar en los fl ujos de comercio e inversión a escala internacional por pre-sentar un elevado grado de proteccionis-mo, de carácter no arancelario, marcadas

defi ciencias en la estructura exportadora, escasez de cooperación con las compa-ñías extranjeras y limitada presencia en la inversión extranjera directa de España en el exterior.

Esta situación plantea interrogantes sobre las posibilidades de que la empre-sa española supere el reto de la compe-titividad, y pueda aprovechar los bene-fi cios de la expansión económica que ya se está iniciando en los países de nuestro entorno. En cualquier caso hay que seña-lar que existen excepciones muy notables pero que no dejan de ser eso, sólo excep-ciones. En este sentido es posible destacar, aunque sea de forma muy sintética, los principales elementos que obstaculizan la competitividad de la empresa española, tanto de carácter interno como externo. Entre los primeros, destacan: tamaño in-sufi ciente e inefi ciente de las empresas, con una capacidad orientada al proceso productivo y raramente a las dimensiones de los mercados; escasa capacidad tecno-lógica, que se observa tanto en los menores gastos de I+D como de registro de paten-tes; inadecuada estructura organizativa y orientación estratégica, lo que difi culta la competencia en los mercados internacio-nales ante la incapacidad para adaptarse de forma rápida y fl exible a los nuevos en-tornos; estructura fi nanciera inadecuada, con bajos niveles de fi nanciación propia y difi cultades para la fi nanciación a largo plazo; orientación de mercado con escasa proyección exterior, de tal modo que el exitoso proceso de internacionalización

de la gran empresa española de las últi-mas dos décadas no ha tenido el mismo grado de respuesta en la Pyme.

Entre los de ámbito externo, se pue-den subrayar: inefi ciencias del factor trabajo, debido, entre otras causas, a la escasa movilidad del trabajo, la desvincu-lación salarios-productividad, y la infl exi-bilidad de los salarios ante las condiciones económicas desfavorables y, particular-mente, ante el aumento del desempleo; elevados costes de los inputs intermedios procedentes del sector servicios, de tal modo que el insufi ciente grado de com-petencia en el sector servicios propicia una situación en la que los incrementos de los costes de producción en dicho sector se trasladan con relativa facilidad vía precios al resto de actividades productivas; inefi -ciencia del sector público, que no orienta sus servicios a facilitar o mejorar la efi cien-cia y productividad del sector privado e incluso lo penaliza con un exceso de regu-lación y trámites administrativos.

En conclusión, revisando los concep-tos mencionados anteriormente, se puede afi rmar que los retos a los que se enfrenta la empresa española en los próximos años son la globalización de los mercados, la innovación, sea o no tecnológica, la in-ternacionalización, y la capacidad para adaptarse a los cambios e incertidumbres. La manera en la que las organizaciones empresariales afronten estos retos será la clave para competir y crear riqueza en esta década del siglo XXI.

Los retos a los que se enfrenta la empresa española en los próximos años son la globalización

de los mercados, la innovación, sea o no tecnológica, la internacionalización y la capacidad para adaptarse a los cambios e incertidumbres.

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2007 DISCORDANCIAS ANEXAS. Iluminada / Paco Aguilar

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En etapas de aguda crisis como la ac-tual, donde a la merma en los volúmenes de producción y empleo se une la incerti-dumbre sobre la profundidad y duración de la misma, puede antojarse cuanto menos desproporcionado llamar la aten-ción sobre los efectos que en materia ambiental se pueden derivar de la crisis económica, dado el carácter prioritario que tiene la salida a la misma. Es cierto que los agentes económicos y sociales se encuentran ante la disyuntiva de hacer frente a la crisis o distraer esfuerzos (y re-cursos) a otro tipo de cuestiones entre las que se encontrarían las ambientales. Sin embargo, el que en la mayoría de los ca-sos se incline la balanza a favor de la pri-mera opción no quiere decir necesaria-mente que de ello se derive siempre un impacto negativo en el medio ambiente. Dado su carácter poliédrico, en algunos casos ello efectivamente ocurrirá, mien-tras que en otros la crisis incluso podría tener efectos benefi ciosos, de ahí que sea necesario desgranar con algo más de de-talle los impactos ambientales derivados de la crisis económica.

Se podría hablar largo y tendido so-bre qué ha sido primero, la crisis econó-mica, la ecológica, o si ambas son mani-festaciones de una crisis de civilización,

pero de lo que no hay ninguna duda es de que los menores niveles de produc-ción y consumo asociados a la crisis (económica) se traducen a corto plazo tanto en una menor demanda de recur-sos como en la reducción en los residuos generados. Ante esa caída en las ventas (como consecuencia de la austeridad y, en la medida de lo posible, el ahorro) sólo las empresas más efi cientes y com-petitivas (en general, también las más comprometidas con el medio ambiente) saldrán fortalecidas del envite y genera-rán externalidades positivas. Sin embar-go, para aquellos productos en los que el precio sea un elemento decisivo para su competitividad, la crisis puede provocar bien una deslocalización de los procesos productivos hacia zonas en las que sea menos rigurosa la normativa ambiental, o una menor exigencia en materia am-biental de los poderes públicos ante la amenaza más o menos velada de cierre.

Afortunadamente, el desarrollo le-gislativo en España y su supervisión en materia ambiental desde ámbitos comu-nitarios hace cuanto menos complicado que se dé esto último. Sin embargo, la urgente necesidad de controlar el gas-to ante una situación de défi cit público realmente excepcional, sí puede tener

una incidencia tanto en las políticas am-bientales como en los programas de de-sarrollo de energías renovables.

Respecto a la primera cuestión, la reducción en los Presupuestos Gene-rales del Estado del techo de gasto pre-supuestario para 2011 se ha traducido también en una contracción de la parte del mismo dedicada al medio ambiente; sin embargo, lo llamativo es que haya lle-gado hasta el 32 por 100, circunstancia esta que se agrava como consecuencia de ser el tercer ejercicio consecutivo en que esto ocurre. Ninguna de las principales líneas de actuación en este campo se han librado del recorte: calidad del agua, costas, protección de la biodiversidad y cambio climático; a pesar de que la lu-cha contra este último era una de las tres prioridades del Gobierno al inicio de la presente legislatura.

No obstante, y por paradójico que pueda parecer, ello coincidirá con una mejora en los niveles de emisión de ga-ses de efecto invernadero, a lo cual habrá contribuido la intensidad de la crisis eco-nómica en España. De esta forma, en la próxima cumbre de Durban, en Sudáfri-ca, España podría presentar una mejoría en sus emisiones que sería fi cticia, al no responder a mejorías en los sistemas de

Elías Melchor FerrerUniversidad de Granada

El medio ambiente en la encrucijada de la crisis

Crisis y modelo productivo

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producción, distribución y uso energé-ticos. Por otro lado, el disponer de me-nores recursos para las anteriores líneas de actuación puede ser una oportunidad para revisar los programas de gasto, clari-fi car prioridades, establecer mecanismos de cooperación con las Comunidades Autónomas, etc., en suma, para mejorar la efi ciencia, ya que lo importante es el uso que se le da a los mismos y no tanto su volumen.

Pero el Ministerio de Medio Am-biente Rural y Marino no ha sido el único cuyos recortes presupuestarios pueden tener alguna incidencia ambien-tal, también el Ministerio de Industria y Energía experimentó en 2011 una reducción en su presupuesto por valor de casi 2.800 millones de euros. A ello ha contribuido el recorte en las primas a los productores de energías renova-bles por importe de 3.300 millones de euros hasta 2013 (232 para las eólicas, 891 para la termosolar y 2.220 para la fotovoltaica), medida que ha sido muy contestada tanto por las asociaciones de productores (como no podía ser de otro modo), como por el Comisario de Ener-gía de la Unión Europea; en ambos casos se rechaza el carácter retroactivo a la par que se solicita duplicar las inversiones en energías renovables.

Es comprensible el deseo del Go-bierno de no repercutir al consumidor

fi nal todos los costes de nuestro gravo-so modelo energético, sin embargo, los vaivenes normativos de los últimos años están creando un clima de inseguridad jurídica poco deseable. Nada habría que objetar si la reducción de las primas a las energías renovables respondiese a una progresiva adaptación de esas “indus-trias nacientes” a la situación cada vez más competitiva del mercado eléctrico, pero por desgracia ello no es así. Ade-más, la repercusión de estas medidas es aún mayor si tenemos en cuenta que el establecimiento en su día de primas para unas energías cuya tecnología no era (ni lo es hoy día) competitiva, contribuyeron a desarrollar un sector que, hasta ahora, no es viable sin la subvención pública. En el lado positivo de la balanza habría que hablar del desarrollo de sectores auxiliares competitivos a nivel mundial (como sería el de aerogeneradores), que nos coloca en una posición de ventaja comparativa ante la dura realidad de en-frentarnos a precios del petróleo cada vez más altos. Por desgracia, nuestro mode-lo de transporte presenta una demanda muy inelástica a estos últimos, lo cual difi cultará aprovechar mejor la citada ventaja y cumplir con los cada vez más rigurosos requisitos en cuanto a emisio-nes de CO

2.

No menos importante ha de ser el apoyo a políticas de ahorro y efi ciencia

energética (que a partir de 2011 son asumidas por las empresas eléctricas durante tres ejercicios), pero no sólo con el regalo testimonial de una bombilla de bajo consumo, sino incluso con desgra-vaciones fi scales al modo que reciente-mente han planteado los Estados Uni-dos. Ciertamente, acostumbrados en los últimos tiempos a subidas impositivas de todo orden, su aplicación en España sería inconcebible en estos momentos, pero ello no es óbice para que en un futu-ro próximo hayan de considerarse tanto para hogares como para empresas. En ambos casos, la reducción de su factura energética permitirá no sólo reducir las emisiones de gases de efecto inverna-dero, sino también liberar recursos que podrán destinarse a una mayor demanda (o ahorro) y competitividad, respectiva-mente. Para que ese mecanismo tenga éxito es necesario, en primer lugar, re-cuperar el control del gasto público y, en segundo lugar, que el mecanismo sea lo sufi cientemente atractivo y verifi cable para que surta el efecto deseado.

Tanto este tipo de mecanismos fi sca-les como las primas a las energías renova-bles suponen en el fondo la introducción de incentivos económicos para el manejo de problemas ambientales, y los mismos no están concebidos para ser efectivos en situaciones de aguda crisis económi-ca como la actual. Un ejemplo se podría

Es comprensible el deseo del Gobierno de no repercutir al consumidor fi nal todos los costes de nuestro gravoso modelo energético, sin embargo, los vaivenes normativos de los últimos años están creando un clima de inseguridad jurídica poco deseable.

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encontrar en la situación del mercado de derechos de emisión de CO

2 en la

UE (existente desde 2005), en donde se establecieron cupos y asignaron dere-chos por las autoridades para su compra-venta en tiempos de bonanza, pero que una vez llegada la crisis económica (con la consiguiente caída de la producción y las emisiones) se ha asistido a un exceso de oferta de derechos que ha supuesto el desplome de su valor. De esta forma se da la paradoja de que empresas golpea-das por la crisis han visto en la venta de unos derechos de emisión (que recibie-ron gratis) una oportunidad para mejo-rar sus cuentas de resultados. Mientras que por el lado de los que compran los mismos, su abaratamiento supone un desincentivo para introducir estrategias y tecnologías más efi cientes.

Esta experiencia, que a buen seguro será utilizada tanto por defensores como por detractores del uso de mecanismos de mercado en medio ambiente, ha de servir para refl exionar sobre qué se ha hecho mal o qué aspectos serían suscep-tibles de mejora. Como todo en la vida, nada es bueno o malo en términos abso-lutos, depende de cómo se apliquen unos mecanismos de los que, al ser novedosos, no se dispone de experiencia previa. Ade-más, la complejidad de las relaciones en-tre economía y medio ambiente, unido al carácter cada vez más cambiante de

los sistemas productivos, la globaliza-ción de los mercados en paralelo a una mejorable cooperación internacional, la creciente gravedad de los daños ambien-tales y el corto plazo desde el que en nu-merosas ocasiones se contemplan estos, hace ciertamente complicado articular una respuesta coordinada y unívoca al deterioro ambiental.

Asimismo, la tradicional escasez de indicadores ambientales (tanto en calidad, cantidad, como en series histó-ricas) difi culta la cuantifi cación de los impactos y, por tanto, diseñar modelos que puedan hacer frente en mejores condiciones a la complejidad antes co-mentada. En esa línea hay que situar los esfuerzos del Instituto Nacional de Esta-dística desde hace años, que bajo las di-rectrices de la Unión Europea, trabaja en la elaboración de un sistema estadístico ambiental basado en dos pilares: i) esta-dísticas e indicadores ambientales, y ii) la construcción de un Sistema de Cuen-tas Nacionales.

Más recientemente, en 2007, la Comisión Europea ha planteado la ne-cesidad de elaborar informes que inte-gren economía y medio ambiente, para ayudar a los legisladores a evaluar hasta qué punto es ecológico el crecimiento. Para ello plantea recopilar información en tres áreas básicas: las emisiones at-mosféricas, el fl ujo de materiales y los

impuestos ambientales; y otras acceso-rias como los bienes y servicios ambien-tales, y la gestión de los recursos. Como bien dice la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea “Aña-dir la contabilidad ambiental al modo tradicional de evaluar la economía no habría evitado la crisis crediticia. Pero el nuevo sistema ayudaría a eludir crisis potencialmente más graves al centrarse en la necesidad de utilizar los recursos naturales limitados de una manera sos-tenible.”. Este desarrollo estadístico por sí sólo no tiene la fuerza sufi ciente como para provocar un cambio radical en los impactos ambientales, sin embargo, es una pieza más de un complejo engranaje que, dada su relativa juventud, requiere constantes adaptaciones y mejoras. Dado que el tiempo corre en nuestra contra es indispensable que a pesar de las actua-les difi cultades económicas se continúe apostando por la efi ciencia en todos los ámbitos (gasto publico, modelo ener-gético, modelo de transporte, mercados de derechos de emisión, hogares, em-presas, etc.), pero muy en particular por la competitividad de nuestro sistema productivo, ya que si falla ésta será muy complicado lograr su implicación en las políticas ambientales.

2007 DISCORDANCIAS ANEXAS. Iluminada (Detalle) / Paco Aguilar

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1. IntroducciónLas graves consecuencias de la actual

crisis, que continúa abierta en muchos campos, y especialmente en el fi nancie-ro, plantea dramáticamente la cuestión de la incapacidad del presente sistema fi nanciero para hacerles frente.

Esta nota pretende ser un ejercicio de repaso a lo ocurrido, con el fi n de extraer lecciones que sirvan para no volver a in-currir en los mismos errores cometidos. Para ello, comienza realizando una sínte-sis de la crisis, sus causas y efectos de ca-rácter fi nanciero que ha provocado, para, a continuación, mostrar las inconsisten-

cias de carácter estructural que la crisis ha dejado al descubierto en los sistemas fi nancieros y tratar de recoger los aspec-tos más importantes de la reforma que se está acometiendo en estos momentos. Cierra esta colaboración, un breve apar-tado fi nal dedicado a las conclusiones.

Fernando Pampillón Fernández UNED y FUNCAS

Hacia una nueva arquitectura

del sistema fi nanciero

Crisis y modelo

productivo

2007 El juego del tiempo / Paco Aguilar

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2. La crisis. Causas y efectos fi nancieros

La crisis actual que todavía sufrimos es inicialmente fi nanciera y comienza en 2007 con los problemas de las hipote-cas subprime norteamericanas. Un año más tarde, con la quiebra de Lehman Brothers, una entidad fi nanciera global de gran tamaño, adquiere ya un carácter sistémico, es decir, que comienza a tener efectos muy notables sobre toda la econo-mía. De una situación de exceso de liqui-dez, se pasó a otra caracterizada por un corte radical del crédito, producto de la desconfi anza que se instaló en los merca-dos fi nancieros, que impactó sobre em-presas no fi nancieras y familias. De esta forma, lo que había comenzado siendo una crisis fi nanciera terminó provocan-do caídas muy notables de la inversión, el volumen del comercio internacional y la ocupación, estimadas a nivel global, en treinta millones de empleos perdidos (Viñals, 2010).

Pese a la importancia que se ha dado a las hipotecas subprime como inicia-doras de la crisis, éstas sólo han sido el detonante o la punta del iceberg de una serie de fenómenos, entre ellos, las bur-bujas, inmobiliarias o fi nancieras, que se habían ido infl ando a lo largo de una fase cíclica de crecimiento prolongado y descontrolado. Tras él, subyacía una ideología ultraliberal defensora de la ac-tuación libérrima de los mercados fi nan-cieros, justifi cativa de la eliminación de regulaciones y controles, que confi aba en la capacidad de los mercados de asignar efi cientemente los recursos, corregir los excesos y alcanzar el equilibrio, infrava-lorando, ignorando o negando las teorías que defi enden la existencia de fallos en su funcionamiento.

La elevada liquidez existente y, como lógica consecuencia unos tipos de interés muy bajos, a veces incluso menores que el IPC, favoreció el endeudamiento, o apa-lancamiento, de familias y empresas, y la

búsqueda de mayores rentabilidades, sin una adecuada percepción y evaluación de los riesgos en los que incurrían. Este afán inversor trajo consigo un auge repentino de los precios de los activos comprados, entre ellos los inmobiliarios, cuyo creci-miento sobrepasó toda lógica, creando un proceso especulativo que, en algunos casos, generó auténticas burbujas.

Únase a esto, los notables desequili-brios globales – fundamentalmente por los défi cit (público y exterior) de EEUU, causados por un consumo excesivo que, ante la falta de ahorro interno, dio lugar a una demanda exterior de fi nanciación, fenómeno al que no fueron ajenos algu-nos países del Eurogrupo -entre los que merece destacarse España-, las impor-tantes lagunas en la regulación fi nancie-ra y la carencia de una supervisión fi nan-ciera micro y macroeconómica.

No es sorprendente, en estas condi-ciones, la aparición de activos fi nancie-ros muy opacos y de dudosa calidad que, una vez producida la crisis, se vuelven in-cobrables o tóxicos, colocando a muchas instituciones fi nancieras en situaciones tan difíciles que obligaron a los gobier-nos a aportar cuantiosos recursos1, que sumados a los propios efectos del ciclo –caída de ingresos impositivos y mayor gasto público-, dispararon el défi cit pú-blico, la ratio deuda pública/PIB y la pri-ma de riesgo de la fi nanciación exterior.

3. Crisis y sistema fi nancieroLa crisis dejó al descubierto algunos

aspectos estructurales de la vulnerabili-dad de los sistemas y entidades fi nancie-ras que los conforman, y que se hacían especialmente patentes cuando la coyun-tura se presentaba más adversa:

• Elevado apalancamiento de las en-tidades de crédito, con un negocio basado en el uso intensivo de recur-sos ajenos y aportación escasa de ca-pitales propios. Dicho de otra forma,

de cada cien euros que los bancos prestaron o invirtieron en el mundo en los últimos quince años, por tér-mino medio sólo 5,5 son propios; el resto procede de los depósitos y otros fondos captados de clientes. Esta cantidad es menor a la de otras instituciones fi nancieras no bancarias (8,5 ¤ de cada cien) y muy inferior a la media de las empresas no fi nancie-ras (33,3 ¤) (BIS, 2010). Esta situa-ción es debida a que, por cada cien euros que mueven, los bancos tienen un margen de benefi cio muy estre-cho (0,60 ¤). En consecuencia, para obtener una rentabilidad sufi ciente para sus capitales (la media que han obtenido en los últimos años, según el BIS, ha sido del 12%), deben apa-lancarse, es decir, utilizar una propor-ción muy grande de recursos ajenos.Si tenemos en cuenta, además, que una parte relevante de los préstamos bancarios a medio y largo plazo (pen-semos en hipotecas a 10, 20 o 30 años) se fi nancian con depósitos a la vista o de corta duración, las entidades bancarias se encuentran en una situa-ción de elevada vulnerabilidad al no disponer de sufi ciente tesorería para atender retiradas masivas de efectivo, posición que se agrava aún más en momentos de crisis, en los que se res-tringe bruscamente el crédito en los mercados interbancarios y fi nancie-ros. Esto hace que, en caso de necesi-dad, las entidades tengan que buscar fondos al precio que sea, lo que da lu-gar a pérdidas elevadas y pone en peli-gro su viabilidad futura y, consecuen-temente, los recursos de sus clientes, lo que obliga a intervenir a los gobier-nos para evitar un pánico fi nanciero.

• Tamaño del sector y de las enti-dades fi nancieras. En los últimos treinta años, el sector fi nanciero ha tenido un crecimiento muy superior

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al de la economía. Así, en ese perío-do, en EEUU, Canadá y Australia, el valor añadido de ese sector ha pasado del 4% al 8%; en Europa y Japón, el crecimiento ha sido menor llegando al 6% (BIS, 2010). Lo mismo le ha sucedido a las entidades bancarias que, bien por propia expansión o por fusiones y adquisiciones, han alcanza-do un tamaño considerable. Esto hace que, en caso de crisis fi nanciera, las consecuencias para la economía pue-den ser muy graves, obligando a los gobiernos a tomar medidas de apoyo, con consecuencias traumáticas para las fi nanzas públicas que, como ha sucedido en Islandia e Irlanda, han puesto al país al borde de la quiebra.

• Expansión internacional de la ban-ca. El aumento de la dimensión de las entidades bancarias les ha hecho ex-pansionarse más allá de sus horizon-tes nacionales e introducirse en los mercados internacionales, facilitando así fi nanciación a muchas empresas y estados -de hecho, más del 80% de los fondos recibidos por los países emergentes europeos procede del ex-terior-. Esto, sin duda, ha favorecido el logro de una mayor convergencia internacional, especialmente en Eu-ropa, pero, en caso de crisis fi nancie-ra, esta situación facilita una rápida e intensa transmisión internacional y el contagio de muchas economías.

4. La reforma del sistema fi nancieroLas crisis son siempre un buen mo-

mento para corregir los excesos y vulne-rabilidades detectadas, y diseñar medi-das de reforma que eviten su repetición.

Tras la crisis, los inversores institu-cionales son ahora más sensibles al ries-go, y valoran mucho más la gestión pru-dente y la solidez de las entidades fi nan-cieras. Al tiempo, éstas son conscientes de los efectos que su califi cación (rating) tiene sobre sus costes de captación de re-cursos en los mercados.

Además, la prioridad de los regula-dores, en estos momentos, es fortalecer a las entidades imponiéndoles normas más exigentes y complejas, que buscan una vuelta a los principios básicos; entre ellas:

1. Mayor cantidad y calidad de los capi-tales propios, para así reducir el excesi-vo apalancamiento.

2. Más estabilidad de los recursos ajenos.3. Mayores requerimientos de liquidez.4. Políticas más adecuadas de remunera-

ción a los directivos.5. Mayor fi abilidad de las califi caciones

crediticias de las agencias de rating, y6. En general, mejor gestión de los riesgos.

En esta línea, el Comité de Supervi-sión Bancaria de Basilea2 ha elaborado nuevas propuestas normativas, Basilea III, que serán trasladadas a la regulación de los 27 países miembros y de otros muchos más que, aun no perteneciendo al Comité, las vienen adoptando.

Abordados estos problemas, quedan todavía temas pendientes. El tamaño alcanzado por las entidades y los sis-temas fi nancieros exige la defi nición de políticas efectivas de ayuda, rápidas y adecuadas, para entidades con proble-mas coyunturales de solvencia y liquidez, y regulaciones nacionales de liquidación de entidades no recuperables.

En estos casos, deben ser los accio-nistas los que soporten los costes de reestructuración, reduciendo al mí-nimo la carga que deben asumir los contribuyentes.

Otras medidas de reforma son las relativas a identifi car y abordar los riesgos sistémicos, regulando cuida-dosamente las instituciones fi nancieras sistémicamente importantes que, como hasta ahora gozaban de la ventaja de ser demasiado grandes para que los gobier-nos permitieran su quiebra, podían asu-mir riesgos excesivos para obtener mayo-res benefi cios.

Finalmente, en esta misma línea de-ben considerarse las regulaciones ma-croprudenciales: aquellas que tienen en cuenta no sólo los riesgos de las enti-dades individuales sino los del conjunto del sistema fi nanciero.

Para la banca de dimensión inter-nacional se impone una estrecha coope-ración entre las autoridades supervisoras -en este sentido, en la UE se ha creado un sistema de supervisión europeo- que favorezca la transparencia, promueva la disciplina de mercado y elabore unas

El aumento de la dimensión de las entidades bancarias les ha hecho expansionarse más allá de sus horizontes nacionales e introducirse en los mercados internacionales, facilitando así fi nanciación a muchas empresas y estados.

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reglas internacionales de liquidación y actuación iguales para todas las entida-des fi nancieras de manera que se impida a alguna obtener ventajas particulares.

5. A modo de conclusiónLas medidas de reforma señaladas

van a suponer una mejora futura de la solidez y resistencia del sistema fi nan-ciero, pero también en el corto plazo una reducción de la rentabilidad de las en-tidades. Sin embargo, esto no tiene por qué mantenerse necesariamente para periodos más largos, especialmente si la reforma va acompañada de una reestruc-turación del sector fi nanciero que corrija

el exceso de capacidad actualmente exis-tente y cree modelos más sólidos, lo que repercutirá en una reducción de los cos-tes fi nancieros.

(1) En 2008 y 2009, el total de ayudas de los estados miembros de la UE asciende a 2,3 bi-llones de euros, el 80% de ellos en forma de avales (Almunia, 2011).

(2) Un foro internacional de cooperación en

materia de supervisión bancaria. Los acuerdos

relativos al capital de estas entidades se cono-

cen generalmente como Basilea I, II y III, en

función de las revisiones que se han ido rea-

lizando.

Referencias bibliográfi cas:

- Almunia, J. (2011): La reestructuración del sistema fi nanciero, http://europa.eu/rapid/

pressReleasesAction.do?reference=SPEECH

/11/212

- BIS (Bank for International Settlements)

(2010): 80th Annual Report, Basilea.

- Viñals, J. (2010): “Hacia un nuevo sistema

fi nanciero”, Perspectivas del sistema fi nan-ciero, 100, pp. 19-25.

1999 PIRAMIDE1. Iluminada / Paco Aguilar

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2007 LA GRAN TRAVESÍA. Iluminada / Paco Aguilar

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Crisis y modelo productivo

Se va abriendo paso, con velocidad creciente, la idea de que con la mejora del ingreso (desarrollo económico) no es sufi ciente para alcanzar el paradigma de una sociedad más equitativa. Es preciso vincular el desarrollo a la ampliación de opciones humanas. Desde hace varias dé-cadas se ha establecido el índice de desa-rrollo humano como una medida mucho mejor del aumento del bienestar que la mera evolución del PIB. Esa vinculación entre crecimiento y bienestar depende-rá, pues, de la calidad y distribución del crecimiento económico y no sólo de la cantidad del mismo. La ligazón tiene que crearse a conciencia a través de políticas públicas deliberadas pues no está asu-mida profundamente por la población, a través de políticas tales como las de gasto público en servicios sociales y un sistema fi scal que permita – si no la propia redis-tribución del ingreso, idea abandonada en este tiempo – sí al menos obtener los re-cursos necesarios para redistribuir la renta y la riqueza. Es más que sabido que sin la intervención pública, el mercado nun-ca dará lugar a la menor redistribución,

dado que, entre otras cuestiones, no es su objetivo. Basta con recordar el antiguo esquema del fl ujo circular: los consumi-dores venden en el mercado sus factores productivos (trabajo y capital) y con la re-tribución de los mismos podrán comprar los bienes y servicios que con la utiliza-ción de los factores las empresas han pro-ducido. Naturalmente, la retribución de los factores, que es la variable que permi-te comprar, depende de su contribución a la producción por parte de la empresa. Por tanto, el elemento fundamental es la posesión de factores productivos y ello depende de la capacidad para trabajar, de la disposición, o de la abundancia del factor (para una tecnología dada) y de la herencia o de la capacidad de ahorro de los individuos. Es, pues, crucial que una mayor igualdad en la disposición de los factores productivos sea decisiva para que el crecimiento pueda llevar al desa-rrollo humano.

En el mundo de la globalización en el que vivimos la competencia interna-cional, no sólo entre productos y servi-cios sino también entre desigualdades,

está desafi ando el alcance de la redistri-bución propia del estado del bienestar. Ese aumento de la competencia interna-cional en los mercados ha reducido la li-bertad de acción de los estados a medida que la creciente apertura de las econo-mías los expone a la competencia sin fre-no y permite el libre fl ujo internacional de capitales. En Europa, la globalización y la integración europea se han reforza-do mutuamente en su posición sobre el estado del bienestar, hasta el punto que estos han dejado de ser soberanos plena-mente y han tenido que ceder a impor-tantes personas externas.

No es retórica la pregunta que cada vez con más frecuencia se hacen los ciu-dadanos: ¿mandan los gobiernos o los mercados?

En este contexto cobra mayor fuerza la propuesta que Lord Beveridge realizaba en la primera mitad del siglo XX de que el estado del bienestar consistía en garan-tizar la protección y el apoyo de los ciuda-danos desde la cuna a la tumba. Y es que cuando nos planteamos la protección del estado de bienestar y la correspondiente

Agustín Molina MoralesUniversidad de Almería

Bienestar y desigualdad

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obtención de recursos para implemen-tarla, es imprescindible utilizar un mo-delo de lo que se llama ciclo vital para identifi car las políticas necesarias para entender los retos de las nuevas desigual-dades a las que se enfrentan las actuales sociedades del bienestar. Cuando el in-dividuo nace, lo hace generalmente en un hospital público o sufragado con re-cursos públicos; durante la infancia y la juventud habrá disfrutado de una aten-ción sanitaria gratuita y se habrá escola-rizado a coste simbólico hasta los veinti-cinco o más años. Hasta ese momento su contribución a sostener las prestaciones públicas habrá sido cero. Cuando entra en el mercado laboral, empezará normal-mente a contribuir a sostener las cargas del Estado – incluyendo, naturalmente, las cotizaciones sociales que realiza para pagar las pensiones de los jubilados ac-tuales –. Por supuesto que durante su vida laboral seguirá teniendo atención sanitaria sin coste directo y percibirá el pago por desempleo si incurre en el mis-mo. Una vez jubilado será perceptor de la correspondiente pensión o de las asisten-cias necesarias si tiene necesidad de que se le aplique la atención a los dependien-tes. Roger Liddle y Simon Latham, en su trabajo “Los nuevos riesgos sociales a

los que se enfrentan las sociedades euro-peas” (en: Carlos Mulas Granados: “Nue-vos riesgos, nuevas políticas y la reforma del Estado del Bienestar en Europa”, Editorial Complutense, Madrid, 2010), sintetizan de manera muy ilustrativa las cuestiones a que ha de hacer frente la sociedad del bienestar en la actualidad:

1. Infancia. Si hay la atención necesaria a la infancia, ello permitirá que las madres trabajen. Con ello aumenta-rá el nivel de natalidad, mejorará el desarrollo de la niñez y disminuirá la pobreza infantil al permitir el trabajo de las madres pues, como es sabido, en las familias monoparentales es donde los niños corren más riegos de pobreza.

2. Educación. Aparte de la inteligencia, tienen gran relevancia en la forma-ción de las personas los factores socia-les. Los hijos de familias con estudios universitarios tienen una mayor pro-babilidad de alcanzar dichos estudios que los que no los tienen. En las socie-dades europeas éste ha sido el factor principal de movilidad social y es po-sible que ahora esté en retroceso: los sistemas educativos que normalmen-te se diseñan sobre principios que tie-

nen como objetivo igualar las oportu-nidades vitales, no están cumpliendo esa meta sino más bien consolidando las desigualdades existentes. Estos hechos dan lugar a preguntarse por la persistencia de la desigualdad arraigada en nuestras sociedades.Los resultados de la educación im-portan aún más hoy en día porque la educación en la economía del cono-cimiento marca grandes diferencias en las perspectivas de vida. Cuanto mejor educación se tenga, menor será el riesgo de estar desempleado. En la vieja economía, los que abandonaban la escuela prematuramente podían subsistir sin obtener niveles educati-vos más altos; en la nueva economía esas personas serán perdedoras. El grado de abandono en la enseñanza es, quizá, la mayor rémora para man-tener un nivel de vida aceptable en un mundo globalizado.

3. Mercado laboral. Se ha generalizado la fl exibilidad en los mercados labo-rales. Cada vez hay mayor número de trabajos inestables en los que los trabajadores tienen contratos tem-porales y, en muchas casos, incluso con descenso de los salarios nomina-les. A su vez, junto a ello se generan

1995 PEZ. Iluminada (Detalle) / Paco Aguilar

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problemas de baja autoestima. Esto, además, ocurre en un contexto en el que la formación continua es impres-cindible en el cambio hacia una eco-nomía cada vez más basada en el co-nocimiento. Se da la circunstancia de que el suministro de formación conti-nua es inversamente proporcional a la necesidad y esto tiende a fortalecer las desigualdades educativas. La coda es inmediata: mayor polarización de la sociedad y mayor desigualdad.

4. Emancipación individual y forma-ción de un hogar. Existen grandes barreras para la emancipación de los jóvenes. En muchos países, tienen que recurrir a endeudarse para poder completar los estudios. Los empleos iniciales no dan salarios acordes a sus habilidades y titulaciones. Con ello aumentan también las desigualdades generacionales. Los problemas se les acumulan: difi cultades de acceso a la

vivienda y problemas de conciliación de la vida laboral y personal que afec-tan duramente al modelo de pareja de dos trabajadores que, con difi cul-tades, entre ambos acumulan unos ingresos mínimamente decentes y que es una exigencia de la vida actual.

5. Madurez. Los mayores riesgos en esta etapa de la vida son la pérdida de empleo y la jubilación anticipada. En ambos casos es muy difícil devolver a estos inactivos al mercado laboral.

6. Jubilación. Trabajar más tiempo es la única forma fi able de sostener las prestaciones de bienestar en los paí-ses europeos, dado el envejecimiento de la población con las consiguientes necesidades que provoca la depen-dencia con el aumento del tiempo de vida, aparte de recibir la pensión du-rante más años. Por ello, la extensión de la vida laboral es la alternativa más equitativa y efectiva: con ello se obtie-

nen más ingresos y se producen menos gastos al no tener que pagar pensiones durante los años en que se prolongue la actividad. Además es equitativo a ni-vel intergeneracional: tanto los jubila-dos como los trabajadores se sacrifi can en la misma proporción.

Con esta breve exposición sólo se ha pretendido señalar las difi cultades a que se enfrenta la sociedad actual desde el punto de vista del posible aumento de la desigualdad. Nótese que hasta hace muy pocos años el problema que se plantea-ban al respecto los científi cos sociales era el de reducirla. No contemplaban la posibilidad de que aumentase. Ahora vi-vimos tiempos más pesimistas que están estrechamente correlacionados con el aumento de la insolidaridad que expe-rimentamos. Seguramente exista causa-ción entre ambos sustantivos.

Trabajar más tiempo es la única forma fi able de sostener las prestaciones de bienestar en los países europeos, dado el envejecimiento

de la población con las consiguientes necesidades que provoca la dependencia con

el aumento del tiempo de vida, aparte de recibir la pensión durante más años

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1996 CABALLERO3. Iluminada / Paco Aguilar

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Hasta mediados del siglo XX, la edu-cación no era considerada una prioridad para los gobiernos nacionales y su inver-sión era muy reducida. Esta situación comenzó a cambiar radicalmente en los sesenta, con la exitosa aplicación de la ciencia al desarrollo de nuevos produc-tos y métodos más efi cientes de produc-ción. Una creciente evidencia empírica estimuló una revolución en el pensa-miento económico, por ello, a los tradi-cionalmente considerados factores de producción, tierra, trabajo y capital, se les añadió el know-how o conocimientos humanos incorporados al factor trabajo.

Desde entonces, la importancia de la educación no ha hecho más que acre-

centarse y, actualmente, se considera en todos los sentidos un factor fundamental para el desarrollo social y económico sos-tenible de las sociedades. Instituciones internacionales como Naciones Unidas, la OCDE o el Banco Mundial consideran la educación como un pilar fundamental de los estados, base de ventajas competi-tivas, jugando un papel fundamental en todas sus políticas y dedicando cuantio-sos recursos y esfuerzos a su análisis de-tallado y su gestión efi ciente.

La importancia de la educación es tal que la sociedad y la economía actuales lle-van el sobrenombre “del conocimiento”, considerado especialmente importante cuando, como en el caso de España, se

opera en mercados abiertos y competiti-vos. Los benefi cios de la educación son incuestionables. A nivel individual incre-menta la productividad y la creatividad, promoviendo la capacidad emprendedo-ra, incrementando los ingresos medios y mejorando la calidad de vida. Además, a nivel agregado reduce el gasto público, asegura el progreso social y económico y mejora la distribución de la renta, siendo una de las ventajas competitivas más di-fíciles de imitar.

Por el contrario, las defi ciencias y ca-rencias del sistema educativo representan el origen de problemas individuales y so-cioeconómicos como incrementos en la tasa de desempleo, las ayudas sociales, la

Victoria Galán MurosUniversidad de Granada

Un sistema educativo para la sociedad

del conocimiento

2007 DE-CONSTRUCCIÓN I. Iluminada (Detalle)/ Paco Aguilar

Crisis y modelo productivo

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2007 DE-CONSTRUCCIÓN I. Iluminada / Paco Aguilar

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pobreza, las tasas de criminalidad y la de-pendencia del estado del bienestar, entre otros. Si los problemas educativos no son tratados como problemas económicos de primer orden, sus efectos económicos pueden ser devastadores. La cuestión es tan simple y tan compleja como defi nir si la formación de las futuras generaciones de un país es un coste o una inversión y reconocer o no a los ciudadanos como un activo económico, el capital humano.

En España, el tema de la educación ha sido ampliamente debatido en mo-mentos concretos, especialmente con cada nueva modifi cación de ley. Sin em-bargo, en tiempos de crisis son otros los problemas que centran la atención de políticos y ciudadanos, sin llegar a reco-nocer que es precisamente la educación el origen de muchos de ellos. La comple-jidad y la extensión del análisis de la edu-cación española solo permiten realizar una aproximación a la situación actual, una breve síntesis de sus principales re-tos y posibles iniciativas encaminadas a la mejora.

Existe una serie de problemas que afecta a la totalidad del sistema edu-cativo y cuyo origen es una legislación cambiante, fragmentada y partidista. Los continuos cambios en las leyes or-gánicas educativas han provocado con-fusión e inestabilidad; su fragmentación en decretos y ordenanzas regionales han incrementado las disparidades y la com-plejidad del sistema y la adecuación de las leyes a las ideologías políticas obsta-culiza su independencia y racionalidad. Posiblemente la elaboración de una ley orgánica clara, realista y consensuada por todos los partidos contando con ex-pertos conocedores de la realidad edu-cativa en España ayudaría a sentar unas bases sólidas y estabilizar el sistema.

En la práctica, una educación de ca-lidad necesita de profesores preparados. La formación didáctica y profesional del profesorado es a menudo mejorable y

por ella pasa la calidad de la enseñanza y el aprendizaje. Una mayor exigencia para acceder a la carrera docente y unos buenos programas de formación conti-nua del profesorado serían la base para una enseñanza de calidad. El punto de referencia es Finlandia, donde la docen-cia es la profesión mejor valorada social-mente, con mayores requisitos de for-mación y reciclaje y con sueldos acordes con la responsabilidad asumida. Como modelo de enseñanza a nivel mundial, Finlandia deja la formación de futuras generaciones en manos de los más pre-parados, consiguiendo así los mejores resultados educativos.

Sin embargo, en España, mientras la fi gura del docente pierde valoración social y parte de su salario, sus respon-sabilidades se multiplican. Los docentes atienden a un alumnado muy diverso y en muchos casos desmotivado o apático, con la obligación de dotar a todos ellos de múltiples competencias. Asimismo, deben hacerse con el manejo de nuevas tecnologías, que pretenden ejercer de panacea universal de la educación, y es-tudiar inglés hasta poder impartir sus asignaturas en la lengua de Shakespea-re. Además, en la educación superior, los docentes deben ser investigadores, publicar en las mejores revistas y trans-mitir ese conocimiento a la sociedad si quieren progresar en la eterna carrera docente universitaria. Esto sugiere que las demandas en el desarrollo de la la-bor docente no se corresponden ni con el salario, el prestigio o los requisitos de entrada.

La raíz del éxito o el fracaso educativo está en la educación primaria y secunda-ria, cuyo gran reto está en la mejora del rendimiento académico y la reducción de fracaso escolar. El último informe PISA, publicado por la OCDE, sitúa a los alumnos españoles a la cola de los paí-ses miembros, aunque un análisis más detenido muestra enormes diferencias

entre comunidades, con Castilla y León y País Vasco muy por encima de la me-dia, y Andalucía y Canarias claramente por debajo.

La tasa de abandono escolar, que ha empeorado un 7% en la última década, alcanza el 31,2%, igualado con Portugal y sólo por delante de Malta, supera el doble de la media de la UE (14,4%) y a una distancia inabordable de Finlandia (0,5%). Este hecho no sólo es un proble-ma individual de índole educativa, tam-bién es una clara señal de alarma que a medio plazo tendrá unos efectos econó-micos y sociales demoledores, pues un 52% de los jóvenes que abandonan están desempleados o fuera del mercado labo-ral, con un riesgo de pobreza (23,5%) cuatro veces superior a la de un titulado universitario o de FP superior.

Nuevamente, las diferencias regio-nales son abismales, con comunidades con tasas de abandono por debajo de la media europea (País Vasco o Navarra) y otras como Andalucía donde más de un tercio de los alumnos abandonan pre-maturamente los estudios. Esto es el re-sultado de la diversidad en las políticas regionales, aunque también se correla-ciona positivamente con la tasa de in-migración. El abandono entre alumnos inmigrantes (45%) es muy superior al de alumnos españoles (27%), apuntando la necesidad de una mayor atención a ese colectivo.

Los problemas de la educación obli-gatoria se refl ejan en la educación supe-rior, uniéndose con las carencias propias de ésta última. Actualmente, la educación superior española está lejos de los niveles de países europeos en muchos aspectos y necesita de un profundo análisis llevado a cabo por especialistas externos sobre la posición en la que se encuentra, sus carencias y ventajas, y el diseño de pla-nes estratégicos con objetivos reales y alcanzables en el largo plazo. Aunque la universidad española ofrece accesibilidad

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geográfi ca y económica, se enfrenta a los grandes retos de la formación profesio-nal, la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior y el desarrollo de la denominada tercera misión.

La formación profesional, que tan buena reputación y tan buenos resulta-dos tiene en la mayoría de países euro-peos, es en España una gran desconocida e injustamente infravalorada. El merca-do ha dejado patente la escasez actual de técnicos y profesionales con forma-ción inicial y su creciente necesidad, y la efectividad del gasto en formación para el empleo. La incompleta arquitectura actual del sistema de formación descen-tralizado necesita de la coordinación en-tre agentes sociales y administraciones públicas para abordar la mejora de la or-ganización del sistema y de su capacidad para proveer mano de obra cualificada, generando una demanda más elevada y atractiva por parte del mundo laboral y con ello dotarla de la difusión y la valora-ción que merece.

El plan Bolonia, más allá de la polé-mica, es una realidad que ha posiciona-do a las universidades españolas en un área que presenta tanto ventajas como amenazas. La fl exibilización de las titula-ciones para adaptarse a los rápidos cam-bios del mercado de trabajo, la mejora en la acreditación docente, la evaluación individualizada sin reducción de alum-nos, la mejora en la gestión de la interna-cionalización, la atracción de inversión privada y la competencia por la atracción del talento son otros retos que llevarán años de trabajo superar totalmente. Si se consideran los recortes presupuestarios públicos y la escasez de fi nanciación pri-vada actual, la adaptación real al plan Bo-lonia está condenada a ser lenta, errática e incompleta.

La llamada tercera misión de la universidad, la transferencia de cono-cimiento y tecnología, aún está en fases iniciales. A pesar de ser presentada como

prioridad, necesita de una inversión en I+D+i muy superior a la actual (1,3%), por debajo de la media europea (2%) y muy alejada de la inversión en países nórdicos (3,8%), con una sólida estruc-tura de I+D+i. La escasez de colabora-ción entre los actores del triángulo del conocimiento (universidad, empresa y administración pública) se debe al des-conocimiento de las ventajas que les pue-de aportar dicha interacción, a la buro-cracia existente, a la rigidez del mercado laboral y a la escasa presencia de la I+D+i en un tejido productivo de PYMES en sectores tradicionales. España está aún lejos de dar a la universidad un papel signifi cativo en las políticas de desarro-llo local, como promotora de creación de nuevas empresas y creadora de empresas de base tecnológica.

La inversión en educación debe ser efectiva, práctica, transparente, soste-nible y centrada en las carencias princi-pales. Para ello, existe un gran catálogo de buenas prácticas en otros países con mejores resultados, muchas de las cuales serán aplicables al caso español. Sin em-bargo, a pesar de que el gasto público en educación (5%) es inferior al de países de la UE y de los resultados obtenidos, España, como el resto de países de la UE excepto Francia y Alemania, ha decidido recortar el gasto educativo alrededor de 1.800 millones de euros en 2011.

Ni siquiera un sistema educativo de calidad es sufi ciente para evita el éxo-do en los dos últimos años de más de 120.000 jóvenes altamente cualifi ca-dos, debido a la imposibilidad del tejido productivo español de ofrecer un empleo acorde con la formación o unas condicio-nes favorables para emprender activida-des empresariales. Frenar esta fuga de cerebros precisa de un largo proceso de modifi cación de la actual base económi-ca, fortaleciendo y diversifi cando las in-dustrias, mejorando la investigación, la coordinación universidad-empresa y la

capacidad de absorción de las PYMES. Estos cambios de modelos educativo y productivo requieren a su vez de un cam-bio de mentalidad que, dejando de lado objetivos cortoplacistas, considere la tan ansiada excelencia como un proceso con-tinuo de mejora cuyos resultados solo se verán a largo plazo.

Estudios previos y la experiencia de otros países muestran la imposibilidad de que un país alcance un desarrollo económico sostenible sin una inversión sufi ciente y efi ciente en educación. Ac-tualmente, la ausencia de un sistema educativo efi ciente y competitivo deja a España fuera de juego, envuelta en una concatenación de carencias y problemas estructurales difíciles de resolver. Mien-tras no exista un pacto de estado con-sensuado que reconozca la educación como la mejor inversión de futuro para vislumbrar una salida a los ya tristemen-te califi cados como generación perdida, la educación seguirá siendo una de las grandes asignaturas pendientes de la economía española.

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2006 Constructivo Destructivo / Paco Aguilar

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2007 Mapa de Viaje I / Paco Aguilar

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El sector inmobiliario, en general, y el mercado de la vivienda, en particular, tienen un notable interés, debido a la re-percusión que tienen sobre la economía de un país o región y, al mismo tiempo, a la incidencia sobre el bienestar de los ciudadanos. Este es el caso de España, donde la producción y el mantenimiento de la vivienda constituyen una elevada proporción del sector productivo de la economía y la mayor partida de stock de capital del país.

La vivienda como bien, desde una óptica económica tiene características diferenciales. En primer lugar, la exis-tencia de importantes desequilibrios en-tre la oferta y la demanda, ya que el bien que se produce en este mercado puede considerarse como no comercializable espacialmente, lo que da lugar a que no exista arbitraje en precios entre los dis-tintos mercados con separación espacial, lo que contribuye a la posible existencia de importantes desequilibrios entre la oferta y la demanda que se traducen en importantes alteraciones en el precio de la vivienda. A este último aspecto tam-bién contribuye el papel que juegan las expectativas en este sector. En concreto, la demanda inmobiliaria puede tener un alto componente de inversión y no de

consumo directo, inversión que estará determinada por la rentabilidad futu-ra esperada, por lo que una parte de la demanda de viviendas se determina con características similares a la de los acti-vos fi nancieros. Esto puede dar lugar a burbujas especulativas en los mercados inmobiliarios, con alzas importantes en los precios y correcciones rápidas en los mismos. En defi nitiva, las restricciones para el arbitraje y las posibles distorsio-nes en las expectativas de precios oca-sionan que en muchos casos (principal-mente en el caso de rentas bajas) las de-cisiones acerca del consumo de vivienda no sean óptimas.

En general, podemos considerar tres grupos de variables como las determi-nantes de la evolución del sector inmo-biliario. En primer lugar, la evolución macroeconómica, con una especial inci-dencia de la evolución de la renta y el em-pleo. En este sentido, los diferentes estu-dios empíricos realizados sobre el sector, apuntan a que la renta es la principal variable determinante en la evolución de los precios de la vivienda. El segun-do grupo de variables son las de tipo fi -nanciero, caso de las relacionadas con la fi nanciación de la vivienda y la rentabi-lidad en inversiones alternativas. Por úl-

timo, el tercer grupo de variables estaría formado por aquellas vinculadas con los aspectos demográfi cos. No obstante, no debe desdeñarse la importancia de otros aspectos, caso de la fi scalidad, la política urbanística o la de vivienda que, en mu-chos casos, determinan o conducen los comportamientos que se observan en el mercado.

Los factores genéricos señalados anteriormente han determinado la evo-lución del mercado de la vivienda en la última década tanto en la fase expansiva del subsector residencial como en la pro-funda recesión que sufre actualmente el sector. Por citar algunos elementos que se han coadyuvado en la etapa de creci-miento (en la recesión algunos de estos factores han cambiado de signo); la me-jora del empleo y de la renta de las fami-lias propiciado por la fuerte incorpora-ción de la mujer y de los jóvenes al mer-cado de trabajo y, derivado de esto, el au-mento de la ratio de ocupados por hogar que ha incrementado la renta familiar y la capacidad de pago de las familias; la mejora de las condiciones fi nancieras sustentada en la reducción de los tipos de interés, el alargamiento de los pla-zos de devolución de las hipotecas, y la menor aversión al riesgo por parte de las

José Antonio Muñoz LópezAnalistas Económicos de Andalucía

Vivienda y sector inmobiliario: retos para la

economía española

Crisis y modelo productivo

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entidades fi nancieras; y el dinamismo demográfi co que se ha manifestado tan-to en el fuerte incremento de la pobla-ción, especialmente de los extranjeros, como en el notable crecimiento de los hogares, apoyado este último en los cam-bios sociales que han propiciado que el número de personas por hogar descien-da signifi cativamente y, en consecuen-cia, se demanden más viviendas aunque no se altere la población.

El notable dinamismo del merca-do de la vivienda en el período 2001-2007 ha traído algunas consecuencias indeseadas para la economía española, como son el fuerte crecimiento de los precios, el elevado endeudamiento de las familias, y la fuerte exposición de las en-tidades fi nancieras en el endeudamien-to del sector. En este punto se inicia la etapa de recesión con un cambio radical en el escenario dibujado anteriormente; el empleo se resiente gravemente con lo que cae la renta y la capacidad de pago de las familias; surgen restricciones en el acceso al crédito; y el componente demo-gráfi co se desinfl a.

Para comprender la situación y los retos de futuro de la vivienda en España es necesario examinar la trayectoria de las principales variables que confi guran

la oferta y demanda de este bien, así como los precios y la accesibilidad a la misma en el período 2001-2010, pues pondrán de manifi esto algunas de las carencias que deberán ser resueltas en el futuro. Por lo que se refi ere a la oferta, en la etapa señalada se terminaron en España 4,7 millones de viviendas, una producción anual media de unas 475 mil unidades, correspondiéndole al pe-ríodo 2006-2008 la mayor producción, en torno al 39% del total, para reducir signifi cativamente los niveles en el tra-mo fi nal de la década, especialmente en 2010, en el que se terminaron unas 257 mil viviendas, signifi cativamente por debajo del promedio observado.

En el caso de las visadas, indicador que anticipa el ciclo de producción del sector, la trayectoria es similar a la espe-cifi cada para las terminadas. La media anual del período 2001-2010 ascendió a unas 506 mil viviendas, siendo el pe-ríodo 2005-2007, como corresponde a su carácter adelantado, el que registra los mayores niveles, el 44%. En este caso, en 2008 las visadas ya caen sustancialmen-te por debajo del promedio del período, en torno a la mitad, para seguir el pro-ceso de deterioro en los años siguientes, cayendo a las 91 mil viviendas visadas en

2010, trayectoria que anticipa que una posible recuperación de la actividad en el subsector aún queda lejos.

Otro aspecto singular de la senda seguida por la producción de vivien-das en la década radica en la paulatina desaparición de la vivienda protegida, a pesar de que la política y los planes de vivienda han estado presentes en el pe-ríodo, aunque con poco éxito, ya que, del total de viviendas nuevas producidas únicamente el 9,6% tuvieron algún tipo de protección. Así pues, si consideramos que según la Encuesta Financiera de las Familias en 2008, en torno al 50% de los hogares tiene una renta bruta infe-rior a 26 mil euros, la aportación de la vivienda social y protegida debería tener un papel más relevante en el mercado es-pañol. En defi nitiva, en 2010, el parque de viviendas en España asciende a 25,8 millones de viviendas, lo que supone una ratio de 549 viviendas por cada 1.000 habitantes frente a las 511,6 en 2001.

Por lo que se refi ere a la demanda, la información que proporciona la Secre-taria de estado de Vivienda (Ministerio de Fomento) desde el primer trimestre de 2004 permite analizar el comporta-miento de ésta tanto en lo que se refi ere a la vivienda nueva como usada, así como

La parálisis que sufre el mercado de la vivienda en España junto con las difi cultades de acceso que tienen algunos colectivos en la actualidad exigen la adopción de medidas que permitan paliar estas carencias, algunas de carácter urgente a poner en marcha a corto plazo y, otras con una perspectiva más amplia.

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identifi car el uso o destino principal de las mismas. En el período 2004-2010 se vendieron en España un total de 5,061 millones de viviendas, de las cuales 3,892 millones (76,9% del total) son de nueva construcción y las 1,169 millones de viviendas restantes usadas. La trayectoria observada por las ventas confi rma el mayor dinamismo regis-trado en el trienio 2004-2007 frente al panorama recesivo del mercado in-mobiliario desde mediados de 2008. En concreto, en el primer cuatrienio se vendieron en promedio unas 885 mil vi-viendas anuales mientras que en los tres últimos años descendieron las ventas to-tales (nuevas y usadas) hasta las 506 mil unidades al año.

Si relacionamos en cada año las vi-viendas terminadas con las ventas de vi-vienda nueva se obtiene un indicador re-presentativo del potencial de la demanda del mercado español, así como de la acu-mulación que se ha ido produciendo del stock de vivienda de nueva construcción en España. En el período con informa-ción disponible la ratio promedio Vivien-da terminada/Vivienda vendida nueva ha sido 1,71, lo que muestra que la ofer-ta superó ampliamente a la demanda en el período. Sólo 2006 (1,60), 2007 (1,57), y 2010 (1,44) han registrado aumentos del stock inferiores al prome-dio. En conclusión, el mercado muestra un comportamiento irracional produ-ciendo a ritmos muy superiores a la de-manda en un amplio período de tiempo sin modifi car su comportamiento.

Contrastada la evolución del mercado resulta, en cierta medida, sorprendente la aceleración que han sufrido los precios en la etapa de expansión, y la rigidez que han mostrado a la baja a pesar del des-plome de las ventas y de la percepción, al menos entre los expertos, de que los ni-veles de precios estaban sobrevalorados. En cifras, para la vivienda libre nueva se ha pasado de los 1.104,4 ¤/m2 en el

primer trimestre de 2001 a los 2.094,7 ¤/m2 en el mismo período de 2008, un aumento acumulado del 104,7%, mien-tras que, en la vivienda usada, el máximo valor se cifró en 2.102,1 ¤/m2, en torno al 133% de incremento. A partir de los máximos alcanzados la trayectoria recesi-va de los precios ha sido constante hasta el 4º trimestre de 2010, y acumulan un descenso del 12,6% y del 13,4% en la nueva y usada, respectivamente, lo que sitúa los precios de la vivienda en nive-les similares a los registrados a fi nales de 2005.

La parálisis que sufre el mercado de la vivienda en España junto con las difi cultades de acceso que tienen algu-nos colectivos en la actualidad exigen la adopción de medidas que permitan pa-liar estas carencias, algunas de carácter urgente a poner en marcha a corto plazo, y otras con una perspectiva más amplia. Resulta evidente que el factor crítico que ha provocado el debilitamiento del mer-cado inmobiliario está vinculado al rápi-do crecimiento del desempleo y el dete-rioro de las expectativas económicas, por ello, medidas encaminadas a la pronta y sólida recuperación de la economía es-pañola, y a mejorar la cantidad y calidad del factor trabajo, tendrían un impacto rápido sobre la demanda interior de vi-vienda. En este sentido, es fundamental conseguir que el precio de la vivienda vuelva a ser atractivo, más competitivo, lo que obligaría a un ajuste realista del precio, especialmente en inmuebles de menor calidad (localización, servicios, etc.), y que se eliminen defi nitivamente algunas incertidumbres jurídicas que en los últimos años han deteriorado la con-fi anza de los inversores internacionales.

Desafortunadamente, entre las ca-racterísticas más determinantes, por su incidencia sobre el mercado, de la vivien-da en España se encuentran el desequili-brio en el régimen de tenencia entre la vivienda en propiedad y en alquiler, así

como la carencia y casi desaparición en las últimas décadas de la vivienda social. Equilibrar la primera hasta que al menos entre un cuarto y un tercio del acceso sea vía alquiler (16,8% en la actualidad) y disponer de una proporción adecuada del parque de viviendas que puedan sa-tisfacer esa demanda social son retos que deben abordarse con urgencia, si bien la solución sólo puede alcanzarse a medio y largo plazo.

Para alcanzar esos objetivos, del elevado stock actual debería destinarse una parte (el que reúna las condiciones específi cas para ello) a vivienda en alqui-ler, con el objetivo de satisfacer tanto la demanda de vivienda general (familias, 1ª vivienda, etc.) como otras más especí-fi cas y que suelen encontrar más difi cul-tades, caso de la destinada a estudiantes universitarios, trabajadores desplazados, inmigrantes, etc. En la misma línea es necesario seguir trabajando en medidas que doten de mayor seguridad jurídica al sector del alquiler de viviendas, y, tam-bién, propiciar la constitución y capita-lización de sociedades que garanticen la solvencia y la gestión de las viviendas en alquiler.

Por último, hay que priorizar que las viviendas sean sostenibles desde una óptica global, es decir, racionalidad en la ocupación del suelo, compatibilizando la ocupación del suelo para vivienda y urba-nización con las actividades productivas y la protección de los espacios públicos de interés general, con especial mención a evitar los abusos en el litoral; en la ener-gía que demandan; en el tratamiento de los residuos que generan, etc. En este empeño deben, por un lado, reforzarse los incentivos a la rehabilitación y mo-dernización del parque de viviendas exis-tentes con criterios de efi ciencia energé-tica y ambiental, y, por otro, aumentarse los requerimientos urbanos y medioam-bientales de los nuevos proyectos en aras de la sostenibilidad urbana.

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Continuando con el proceso de in-ternacionalización iniciado a fi nales de la pasada década de los ochenta –im-pulsado por la implementación de po-líticas económicas de oferta tendentes a profundizar en la liberalización y en la fl exibilización de los mercados, y por el intenso desarrollo tecnológico aplicado a las actividades productivas– las econo-mías han aumentado sus grados de inter-conexión e integración, encontrándose hoy día plenamente globalizadas.

Las manifestaciones más claras de esta nueva realidad se traducen en unos fl ujos internacionales mucho más abier-tos e intensos de bienes, servicios, capi-tales, personas, información y tecnología (Medel, 2007).

La ampliación de las posibilidades de elección que ofrece un mundo mar-cado por la contracción del espacio y la aceleración del tiempo ha llevado a las empresas, por un lado, a expandir y a ampliar sus mercados objetivos; y, por otro, a avanzar hacia una asignación más efi ciente de los recursos mediante la re-estructuración de sus procesos y la desin-

tegración vertical de sus estructuras pro-ductivas, localizando y externalizando la materialización de ciertas actividades más allá de las fronteras de sus territorios tradicionales en aras de aprovechar las ventajas competitivas existentes en ma-teria de coste y las derivadas de la espe-cialización. De este modo, se han abierto nuevas vías de despegue económico para países hasta ahora subdesarrollados, y se ha procedido a la incorporación en la escena mundial de nuevos países com-petidores, dando lugar a una extensión del perímetro de los centros de gravedad económicos y a un desplazamiento de los ejes de crecimiento. En los últimos trein-ta años, las economías emergentes han aumentado su participación en el PIB mundial y su aportación al crecimien-to económico global en más de 10 p.p. superando hoy día el umbral del 50% (FMI, 2010).

En este contexto, como señalaba Bill Clinton en su participación en la Cum-bre de Davos celebrada en los albores del presente milenio, para mantener o mejorar las condiciones de vida de sus

ciudadanos, los países y regiones debe-rán aprender a competir en un mercado único y global, como si de una empresa se tratase, ofreciendo a las unidades que conforman su tejido productivo mejo-res condiciones, tanto actuales como futuras, de las que presentan sus rivales más directos. Sin lugar a dudas, las eco-nomías han comenzado una guerra fría y silente en la que el arma más podero-sa es la competitividad. No en vano, el presidente Obama, en su intervención en el debate de la nación de 2011, des-tacaba que Estados Unidos, al igual que el resto de economías, se enfrentaba a un “momento Sputnik”, en el que, a pesar de verse azotadas por los efectos devas-tadores de la crisis, deben apostar deci-didamente por el desarrollo de cuantas reformas estructurales sean necesarias para ganar en competitividad.

Llegados a este punto parece opor-tuno identifi car los pilares básicos sobre los que se debe sustentar el diseño de las estrategias a adoptar para mejorar la competitividad desde una perspecti-va macroeconómica. Y en este sentido,

Rafael López del PasoUniversidad de Málaga

Globalización económica y competitividad

Crisis y modelo

productivo

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2003 BAJO MAR / Paco Aguilar

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conviene distinguir, a efectos analíticos, entre a corto y a medio y largo plazo.

Desde el punto de vista del primero, una economía será tanto más competiti-va cuanto mayor sea su capacidad para sustentar su participación en la oferta nacional y aumentar el grado de pene-tración en los mercados internacionales. Bajo esta acepción, su posición se podrá ver mejorada mediante una elevación relativa de la calidad y del grado de dife-renciación de los bienes y servicios pro-ducidos, así como a través de una reduc-ción de sus precios y de los costes de los recursos empleados para su obtención (Porter, 1990).

En cambio, adoptando una perspec-tiva temporal más amplia, la competiti-vidad de una economía depende de su potencial para establecer una senda de crecimiento sostenida y equilibrada en el tiempo (Krugman, 1994). La con-secución de ganancias, en este caso, re-quiere de la aplicación de una batería de medidas estructurales que promuevan una mejora permanente de los niveles de productividad conjunta de los factores incidiendo sobre sus factores determi-nantes. Por consiguiente, deberán ir di-rigidas a: 1) elevar el nivel y la calidad de las dotaciones factoriales; 2) potenciar los mecanismos inductores de actividad y 3) adecuar la arquitectura institucional a la nueva realidad económica.

Aun cuando el abanico de posibili-dades es muy amplio, existe un amplio consenso sobre las virtudes y los efectos expansivos sobre la dinámica competiti-va de las economías, generados por:

• El aumento del stock de capital hu-mano. La extensión de la educación y el desarrollo del sistema educativo en sus diferentes etapas acorde a las necesidades reales del aparato pro-ductivo se traduce en una mayor cua-lifi cación profesional de la población activa, y, por tanto, en: 1) un uso más

efi ciente de todos los factores de pro-ducción; y 2) mayores posibilidades de incorporación de innovaciones en los productos y en los procesos.

• La constitución de redes de infraes-tructuras modernas y equilibradas, en especial, en el ámbito tecnológico. Su incidencia se plasma en un doble sentido. Por un lado, al actuar como variable determinante en los procesos de decisión de localización empresa-rial. Por otro, al facilitar el ejercicio fl uido de la actividad económica, la reducción de los costes de transacción asociados a la movilidad factorial y la creación de complejos sectoriales de alto valor añadido.

• El fomento de las actividades de in-novación, desarrollo e investigación, al permitir, en un ámbito en continuo cambio, la creación y la renovación de los procesos y de los sistemas de información y gestión, el lanzamiento de nuevos bienes y servicios, así como el incremento del nivel de efi ciencia en la producción de los ya existentes. Su contribución se ven acrecentada por los efectos positivos asociados a la generación de externalidades, al: 1) impulsar el emprendizaje y desplazar la frontera del conocimiento, en los que encuentra su base, reforzando el llamado triángulo del conocimiento (educación-investigación-innova-ción); y 2) minorar el impacto de la actividad sobre el Medio Ambiente.

• El desarrollo del sistema fi nanciero, al constituir un vehículo esencial en: 1) la canalización efi ciente del crédi-to a la fi nanciación de las actividades productivas; 2) la provisión de los servicios de pago; y 3) la adecuada va-loración de los riesgos asociados a los proyectos de inversión empresariales.

• La confi guración de un mercado de trabajo fl exible y con capacidad para ajustarse a las fl uctuaciones económi-cas y para absorber las perturbaciones

adversas sin que recaiga el peso del ajuste en el empleo.

• La posibilidad de contar con un teji-do empresarial y con nuevas cohortes de emprendedores que contribuyan a diversifi car la estructura productiva, impulsen proyectos generadores de valor añadido y ejerzan, efi cazmente, la función creativa y dinamizadora del empresario schumpeteriano (Domín-guez, 2009).

• La aplicación de políticas macroeco-nómicas que garanticen el manteni-miento de un entorno estable y faci-lite la formación de expectativas y la toma de decisiones por parte de los agentes económicos privados. Más específi camente, políticas monetarias no generadoras de infl ación y políti-cas presupuestarias y fi scales que des-cansen en la búsqueda del equilibrio presupuestario, la minimización de las distorsiones impositivas y los exce-sos de gravamen, y el uso efi ciente de los recursos públicos.

• Finalmente, la fi jación de un marco institucional y regulatorio que garan-tice el cumplimento de los acuerdos adoptados, y favorezca la creación y el establecimiento de nuevas empresas, así como el tráfi co mercantil.

El impacto de las medidas señaladas queda ampliamente constatado a través de los diversos rankings en los que se compara la posición competitiva de las economías a escala mundial. Tomando como referencia, por su signifi cación, el llevado a cabo por el World Economic Forum, en su edición de 2010, las pri-meras posiciones son copadas por Suiza (1ª), Suecia (2ª), Estados Unidos (4ª), Alemania (5ª), Japón (6º), Finlandia (7ª), Holanda (8ª) y Dinamarca (9ª). El análisis individual de las fortalezas en las que descansa su solidez competitiva per-mite identifi car una base común confor-mada por el mantenimiento de potentes

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redes de infraestructuras y sistemas de I+D+i, en los que el sector privado ejerce un papel importante, la confi guración de sistemas educativos orientados al de-sarrollo de las competencias requeridas por el mercado laboral y la permanen-te búsqueda de la simplicidad de los requerimientos procedimentales en el ámbito empresarial (World Economic Forum, 2011).

A pesar del auge experimentado du-rante los últimos años, las economías emergentes ocupan puestos interme-dios, debido a las importantes debilida-des que presentan en materia de infraes-tructuras, sistema educativo y calidad del marco institucional. Dentro del grupo de los denominados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), China es la que mejor si-tuada se encuentra, alcanzado el puesto 27º. Entre sus puntos fuertes destacan la sostenibilidad de su crecimiento y su estabilidad macroeconómica.

Por su parte, España ocupa la posi-ción 42ª, tras haber perdido nueve pues-tos con respecto al ejercicio anterior. La capacidad de competir globalmente de nuestro país se ha visto lastrada por la

continuidad del proceso de destrucción de empleo y la persistencia de altas tasas de desempleo motivadas por las rigide-ces del mercado laboral. Según este or-ganismo, otros factores que limitan la competitividad de nuestra economía son la incertidumbre existente en los merca-dos internacionales sobre la capacidad de cumplimiento de las obligaciones contraídas por los sectores público y pri-vado, así como las dudas sembradas so-bre la credibilidad de los programas de reducción del défi cit público y el alcance efectivo de las reformas estructurales em-prendidas. Por el contrario, como prin-cipales fortalezas, destacan la calidad de la red de infraestructuras básicas, el desarrollo tecnológico alcanzado duran-te los últimos años, así como la base de profesionales con la que cuenta para el desarrollo de investigación aplicada.

Sin lugar a dudas, la realidad eco-nómica a la que hoy nos enfrentamos dista, y mucho, de en la que hace casi doscientos años David Ricardo formuló su teoría de la ventaja comparativa en su intento de explicar el comercio in-ternacional como expresión máxima de

globalización de la época. A nadie se le escapa que las reglas del juego han cam-biado y que para alzarse con el cetro de la competitividad, las economías deben afanarse en alcanzar las ventajas dinámi-cas schumpeterianas que se derivan de la consecución de diferenciales positivos de productividad.

Referencias bibliográfi cas

Domínguez Martínez, José M. (2009): El em-

presario: ¿el nuevo héroe postmoderno?;

La Opinión de Málaga. 8 de abril.

FMI (2010): Word Economic Outlook. Octubre.

Krugman, Paul (1994): “A dangerous obses-

sion”, Foreing Aff airs, Marzo-Abril, vol 73, nº

2, págs. 78-44.

Medel Cámara, Braulio (2007): Discurso de contestación al acto de ingreso de D. Antonio Mª. Claret García. Academia de Ciencias So-

ciales y del Medio Ambiente de Andalucía.

Porter, Michael (1990): “Th e Competitive Ad-

vantage of Nations”, Harvard Business Re-view, Marzo-Abril, págs. 73-91.

World Economic Forum (2011): Th e Global Competitiviness Report 2010-2011.

La confi guración de un mercado de trabajo fl exible y con capacidad para ajustarse a las

fl uctuaciones económicas y para absorber las perturbaciones adversas sin que recaiga

el peso del ajuste en el empleo.

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En 2010, tras 30 años de creci-miento continuo, China desbancó a Ja-pón como segunda potencia mundial y antes de mitad de siglo podría superar a EEUU y colocarse en primera posición. India aportó en 2009 un 5,1 por 100 al PIB mundial, por encima de países avan-zados como Alemania (4,0 por 100), Francia (3,0 por 100) o Reino Unido (3,1 por 100). Es evidente que algo está cambiando en el mundo y que los ejes del crecimiento económico a lo largo de las próximas décadas no continuarán situándose en los países occidentales, al menos no de manera exclusiva y no con los mismos parámetros que se han obser-vado hasta ahora. Cuestiones como los fl ujos de capital, los tipos de interés, los tipos de cambio, el comercio mundial, la competitividad, etc., están cambiando la forma y la velocidad a la que los países tanto avanzados como emergentes van a crecer en la presente y, muy probable-mente, en futuras décadas.

Para comprobar estas diferencias en el crecimiento entre las economías denominadas avanzadas (entre las que incluimos EEUU, la zona euro o Japón, por ejemplo) y las denominadas emer-

gentes, hemos representado en el si-guiente gráfi co la evolución del Producto Interior Bruto de estos dos grandes blo-ques, desde 2002 hasta la actualidad, incluyendo las previsiones para el pre-sente año y para 2015. Sin detenernos en diferenciar comportamientos aislados por países, podemos verifi car que, efec-tivamente, la última década ha marcado un antes y un después en la senda diver-gente que están siguiendo estos dos tipos de economías. Además, según las predic-ciones realizadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), estas diferencias no se reducirán, sino que para 2015 se ve-rán, en todo caso incrementadas.

Sin detenernos demasiado en las ci-fras, sí convendría señalar que si, entre 1992 y 2001, el crecimiento económi-co en las economías avanzadas se había situado en un 2,8 por 100 anual frente a un 3,8 por 100 en las economías emer-gentes, este punto de diferencia se habrá ampliado a 4,3 puntos en 2015 (2,4 frente a 6,7 por 100, respectivamente).

Pero ¿signifi ca esto que las econo-mías avanzadas han dejado de ser las más ricas o con mayor nivel de vida? La respuesta a esta cuestión es, obviamente,

negativa. La renta por habitante de los países emergentes sigue aún situándose a una amplia distancia de la renta media por habitante en un país avanzado. To-memos, por ejemplo, el caso de China con una renta per cápita en 2010 de 4.283 $ o de India con 1.176 $ por habitante y comparémosla con la renta media de un estadounidense en ese mis-mo año, 47.155 $, o de un ciudadano francés, 45.991 $. Esta distancia en los niveles de renta se reducirá levemente en 2015, según las predicciones del FMI, puesto que China e India avanzarán poco en términos relativos (3.000 $ más por habitante en China y apenas 700 $ más e India). El ciudadano francés ten-drá 200 $ menos mientras que el esta-dounidense dispondrá de 8.000 $ más en 2015. Por tanto, las elevadas tasas de crecimiento de los países emergentes propiciarán una convergencia progresi-va, aunque probablemente muy lenta, con las economías más avanzadas.

La siguiente cuestión sería identifi -car aquellos países que van a constituir el o los ejes de crecimiento en los años ve-nideros, tarea que resulta relativamente compleja. Si identifi camos los países con

Dolores Genaro MoyaUniversidad de Granada

Nuevos ejes del crecimiento

económico mundial

Crisis y modelo

productivo

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ANS / junio 2011 89

mayor crecimiento en la última década, encontramos un grupo que va siendo cada vez más nutrido. Así, en 2003 se acuñó el término BRIC (Brasil, Rusia, India y China) para denominar a un gru-po de países emergentes que por su ta-maño y por las reformas económicas que habían realizado se pondrían a la cabeza del crecimiento mundial durante años. Sin embargo, en 2010, el BBVA acuñó el término EAGLES1 para denominar a un grupo que incluye junto a los países BRIC como a otros países emergentes tales como Indonesia, Corea del Sur, México, Turquía, Egipto y Taiwán y que se caracterizan por realizar una aporta-ción en términos absolutos a la economía mundial en la próxima década superior a la media del G-6.

Pero ¿cuáles han sido las circunstan-cias que han llevado a estas economías a conformar los ejes de crecimiento en el futuro? Evidentemente las circunstan-cias no han sido las mismas para todos los países o regiones, pero existen algu-nas que podemos considerar como las más frecuentes. En primer lugar, el co-mercio internacional está siendo una fuente importante de crecimiento en las

economías emergentes. Hasta hace rela-tivamente poco, estas economías habían protegido en exceso sus mercados de la competencia exterior, reduciendo así no solamente sus importaciones sino evitan-do también la salida de bienes y servicios hacia otros países. La progresiva libera-lización de las relaciones comerciales a nivel mundial –parte del proceso que ha venido a denominarse globalización- ha permitido a países como China, India, Brasil o Taiwán, explotar su ventaja com-petitiva en ciertos sectores, para consti-tuirse en grandes proveedores de bienes y servicios que tienen como destino los mercados de países desarrollados. Por ejemplo, en el caso de China o India, dis-poner de una mano de obra abundante y barata, les ha llevado a especializarse en bienes intensivos en este factor en los que, especialmente China no tiene com-petencia a nivel mundial. Otros países se han especializado en productos con alto contenido tecnológico, compitiendo con las grandes multinacionales occidentales en el mercado mundial, pero con claras ventajas competitivas, como es el caso de Taiwán o Corea del Sur. También se están convirtiendo cada vez más en

proveedores de servicios, que implican elevada formación de la mano de obra y uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), como servicios fi nancieros, informáticos o de telecomu-nicaciones, siendo en este caso un claro ejemplo India. Obviamente, gran parte de estas ventajas en el comercio mundial se derivan claramente de una apuesta decidida por elevar el nivel de capital humano en la economía, esto es, mayor formación de la mano de obra, lo cual implica inversión en el sistema educati-vo y extensión de la educación universita-ria a capas más amplias de la población. Este ha venido siendo el caso en algunos países de Europa del Este, como Polo-nia, o en Asia, como India. Por otro lado, otras regiones como África subsahariana o América del Sur están basando su cre-cimiento en el incremento de la deman-da de materias primas procedente de los países industrializados y, cada vez más, de las economías emergentes.

No debemos obviar tampoco, al ha-blar de comercio internacional, la ven-taja que obtienen muchos de los países emergentes por el hecho de tener unos tipos de cambio en los mercados de

Fuente: Perspectivas de la Economía Mundial Octubre 2010. FMI. Elaboración propia

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divisas muy favorables para sus inter-cambios con el resto del mundo. Obvia-mente tener una moneda con un tipo de cambio infravalorado, es decir una mo-neda “barata”, benefi cia las exportacio-nes al abaratar los bienes y servicios que salen hacia el exterior. El ejemplo más signifi cativo de esto es China, que está siendo acusada por los países desarrolla-dos, especialmente EEUU, de intervenir para mantener su moneda (el renminbi o yuan) infravalorada inyectando gran-des cantidades de yuanes en los merca-dos de divisas y acumulando, por tanto, ingentes reservas de otras monedas. Esto está provocando una corriente a favor de introducir medidas proteccionistas fren-te a los productos procedentes de China, incluso el reciente Premio Nobel de Eco-nomía Paul Krugman ha sugerido al go-bierno estadounidense ciertas medidas en este sentido.

En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, encontramos el desarrollo tecnológico que ha tenido lugar en las últimas décadas y que está permitiendo que las economías emergentes no so-lamente exporten bienes intensivos en mano de obra barata, donde los bajos costes salariales constituyen la principal fuente de ventaja comercial, sino que cada vez más las exportaciones se centran en productos de mayor valor añadido. En la actualidad, la TIC permiten que par-te de los procesos productivos puedan desplazarse a otros países o que deter-minados servicios puedan ser prestados a empresas localizadas en otro punto geográfi co a miles de kilómetros, este es el caso de los servicios de atención telefó-nica que se prestan desde otros países, el desarrollo de software, el asesoramiento fi nanciero, etc., donde ya no es relevante que proveedor y comprador se encuen-tren en el mismo lugar. Obviamente, esto es asimismo consecuencia de lo co-mentado acerca de la necesaria existencia de un capital humano en crecimiento

y una mano de obra que pueda asimi-lar, utilizar, aplicar y desarrollar la tec-nología que se está generando. Incluso, muchos de estos países emergentes están generando gran parte de dicha tecnolo-gía para aplicarla a sus procesos y para exportarla a los países desarrollados. De hecho, cada vez son más las multi-nacionales basadas en estos países que se posicionan en los mercados de los productos intensivos en tecnologías. Es-tos son los casos de las multinacionales chinas Huawei o China Mobile, las in-dias Tata o Wipro y las coreanas Daewoo o Samsung.

En tercer lugar, algunos economis-tas aseguran que países emergentes en América (que han aprendido de la ex-periencia de los años 90) y en Asia, es-tán logrando crecer equilibradamente, aplicando políticas y regulaciones más prudentes, que eviten perturbaciones fi nancieras como las que se están obser-vando en las economías occidentales y permiten un crecimiento con bajo défi -cit exterior y público y tasas de infl ación bajo control. Sin embargo, las economías occidentales no han manejado tan bien la pasada etapa de crecimiento econó-mico, derivando en la situación actual de desequilibrios macroeconómicos fun-damentales que, entre otras cuestiones, están difi cultando su salida de esta crisis económica. Según las Perspectivas de la Economía Mundial 2010 del FMI, “los países en desarrollo no están únicamente liderando la recuperación. Estos países están siendo cada vez más una fuente importante de estabilidad, con muchos de los riesgos para el crecimiento global centrados en los países de mayor renta y refl ejando aún desequilibrios no resueltos derivados del boom económico.”

Por último, muchos de estos países están creciendo gracias una demanda interna muy dinámica fruto de una clase media que cobra cada vez más relevan-cia, con una renta cada vez mayor y fruto

también de un fuerte crecimiento de-mográfi co. Pero además, cada vez están siendo más relevantes en el crecimiento, las relaciones económicas y comercia-les que se producen entre estos países, al margen de los países occidentales, puesto que, en el caso de Asia muy cla-ramente, la proximidad geográfi ca entre muchos de ellos es un factor importante.

Para fi nalizar, a modo de recapitu-lación, podríamos decir que hay una serie de fuerzas que están cambiando la confi guración del crecimiento mun-dial tal y como se ha concebido hasta el momento. En los próximos años asisti-remos a un proceso de crecimiento lento en los países occidentales, que pagarán por los excesos cometidos en las últimas décadas y en los que de acuerdo con el FMI, urge adoptar “medidas exhaustivas y rápidas para superar los problemas so-beranos y fi nancieros en la zona del euro, y políticas para corregir los desequilibrios fi scales y sanear y reformar los sistemas fi nancieros en las economías avanzadas a nivel más general.” Por el contrario, en países como China, India o Brasil el fuer-te crecimiento económico esperable se deberá complementar con actuaciones en las que “mantengan controladas las presiones de recalentamiento y faciliten el reequilibramiento externo.”

(1) Asimismo, existe una denominación para

otros países candidatos a formar parte del gru-

po EAGLES, los países NIDO, entre los que

se encuentran Tailandia, Sudáfrica, Nigeria,

Polonia, Malasia, Colombia, Vietnam, Bangla-

desh, Argentina, Perú y Filipinas.

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2007 Distención I / Paco Aguilar

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Artimentos

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94 ANS / junio 2011

La cultura es un derecho y una ne-cesidad de los pueblos, que los hace li-bres. Las instituciones tienen por ello la obligación y el deber moral de proteger el patrimonio Artístico y cultural que re-presenta el tesoro no solo material sino espiritual de las sociedades. Pero en los tiempos actuales estas evidencias corren el riesgo de olvidarse.

La crisis económica está en efecto acelerando el desmantelamiento y cierre de algunos espacios museísticos, centros de arte, fundaciones etc., generando in-quietud, alarma social y denuncias por parte de colectivos ciudadanos, artistas e intelectuales. No sólo se pierde la infra-estructura que dinamiza cultural y eco-nómicamente la ciudad como reclamo turístico, también las actividades antes generadas; Y sobre todo la mirada, al privar al espectador del encuentro con las obras de arte que fueron creadas para ser contempladas y disfrutadas y hacer-nos participes de la experiencia artística, lo que contribuye a transformar nuestra

percepción de las cosas, dándonos otras perspectivas e ideas desde la que enten-der nuestro lugar en el mundo.

A título de ejemplo, es triste la noticia en estos días del cierre, si no median las instituciones, de la Fundación Chillída Leku, en el País Vasco; o la falta de enten-dimiento en un principio sobre el centro José Guerrero dependiente de la dipu-tación de Granada, aunque afortunada-mente tras intervenir la Junta de Andalu-cía, la diputación y familiares del artista han llegado a un acuerdo. Pero también esta solución ha sido posible gracias a las protestas de colectivos de la sociedad ci-vil, artistas y gestores culturales que han generado corriente de opinión.

Aun tengo presente en la memoria como en nuestra ciudad se llevó a cabo el desmantelamiento del museo de Bellas Artes hoy Museo Picasso. La respuesta, como todo el mundo sabe, no se hizo esperar, con manifestaciones multitudi-narias y la creación de la plataforma ´ La Aduana para Málaga´, aunque sólo tras

años de lucha de la sociedad civil se con-siguió la reivindicación. Hoy, la Aduana está en obras para su adaptación como museo que albergará los cuadros de una de las mejores colecciones de pintura del siglo XIX.

Hubo que lamentar también la pér-dida de la magnífi ca sala de exposiciones de la Alameda, dependiente de la Dipu-tación de Málaga y del cierre temporal del espacio expositivo del Obispado al funcionar como sede administrativa del Bellas Artes mientras se realizan las obras de la Aduana.

En defi nitiva, la crisis económica merma la sociedad del bienestar tam-bién en este campo, y pone en peligro las conquistas sociales en el terreno de la cultura, con serios recortes en los presupuestos de la administración que hacen que el arte viva un retroceso la-mentable; Paralelamente se impulsa un retorno al conservadurismo estético (como el reciente creado Museo Revello de Toro en Málaga).

Rafael González AlvaradoPintor

El arte en Málaga.Miradas perdidas

y esperanzas de porvenir

Artimentos

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Por otra parte, “El Museo Picasso”, con magnífi cas instalaciones y exposi-ciones de alto nivel fundamentalmente sobre Picasso y las vanguardias del siglo XX debería implicarse más en el tejido social, cultural, y artístico de la ciudad. Hoy en día un Museo tiene que ser algo vivo en el que los ciudadanos interactúen y lo hagan suyo, participando del Arte como experiencia vital.

Otra infraestructura que levantó ex-pectativas fue el Centro de Arte Contem-poráneo, con Artistas de nivel interna-cional y que está ciertamente acercando al público a los lenguajes y propuestas de artistas de hoy; Sin embargo, se echa en falta mayor implicación con artistas locales, además de cursos, talleres, etc. impartidos por los artistas que exponen para posibilitar una mayor interacción con los creadores locales, que contribuya al desarrollo del Arte en nuestra ciudad.

Tenemos referencias importantes en nuestro pasado: Como las actividades del "Café Teatro" en los bajos de la casa de Pedro de Mena, en la que por cierto vivió el magnífi co poeta Juan Miguel González; o las realizaciones del mítico "Terral" dirigido por Pilar Chamorro en la calle Pedro de Toledo a la que tanto le debemos por todo lo que hizo por los jóvenes artistas de los ochenta, auten-tica dinamizadora cultural en aquellos tiempos donde todavía no estaba tan institucionalizada la cultura. Se puede citar también el Colegio de Arquitectos, que durante una década gloriosa bajo la dirección de Tecla Lumbreras desarrolló una de las iniciativas privadas más inte-resantes y creativas de la gestión cultural, apostando por la modernidad y por los jóvenes creadores y convirtiéndose en un referente dentro y fuera de la movida ma-lagueña. También merece una mención el Colectivo Palmo de la generación de los años cincuenta, que fue un referente de modernidad y de iniciativa en la auto-gestión del colectivo, autofi nanciándose

a través de la producción de obra gráfi ca al igual que el colectivo 7/10.

El reciente inaugurado Museo Reve-llo de Toro ubicado en pleno centro his-tórico, cerca del Museo Picasso y del fu-turo museo de Bellas Artes plantea otros interrogantes. Porque su fi losofía parece responder a la idea de potenciar a un sector minoritario de la ciudad con unos planteamientos estéticos estancados y obsoletos, que representan la Málaga lo-calista, cerrada y provinciana. Con estos criterios decimonónicos no se contribuye a crear una historia real una imagen mo-derna, abierta, cosmopolita e innovadora de la Málaga de Picasso y de los Artistas que aportaron algo personal y conecta-ron con las vanguardias internacionales.

Por otra parte, parece paradójico que se le dé prioridad al Museo Revello de Toro y se olviden artistas como por ejemplo Fran Rebajes, que donó parte de su obra al Ayuntamiento de la ciudad y no tiene un espacio digno en donde se muestre. Como dice Lourdes Moreno di-rectora de la Fundación Picasso en el ar-ticulo "Mas allá de la cinta de Moebius" publicado en la revista del Ateneo Nuevo siglo Nº 11,2010: "En los cincuenta se convirtió nuestra ciudad en un nombre de referencia de la vanguardia. Es en esta época cuando conoció y apoyó econó-micamente a artistas locales que en ese momento estaban comenzando como Enrique Brinkman, Manuel Barbadillo, Gabriel Alberca o Eugenio Chicano."

También es lamentable –aunque sea una nota personal- que desapareciera la instalación ‘’Guernica’’ que yo mismo realicé con motivo de la inauguración de la nueva sede del Ateneo en el em-blemático edifi cio de San Telmo. Y en-tre las decisiones desafortunadas puede incluirse, más recientemente, la orden de la Delegación de Cultura de sacar los cuadros, ya dentro del Obispado, de la exposición colectiva “Transeúntes en hora punta, Nueva Figuración Malague-

ña de los ochenta” lo que afectó negativa-mente al proyecto y partió la exposición, resultando una muestra coja, por falta de espacio, en el Centro Cultural de la Di-putación en Ollerías.

Hay que recuperar la memoria inte-rrumpida de la ciudad en el terreno de las artes plásticas sin la cual no se esta-blece un diálogo generacional indispen-sable para entender las claves estéticas y conectar con la modernidad. Este vacío no propicia el avance de los más jóve-nes, pero tampoco la puesta en valor de otras aportaciones generacionales como por ejemplo la de los ochenta. ¿Qué pasa con los espacios públicos expositivos? Que no construyen un discurso en el que dialoguen lo local con lo internacional mostrando nuestra historia artística para superar el complejo que supone no valo-rar lo nuestro, a nuestros creadores, pa-reciendo que lo más importante son los artistas que están en los circuitos y en el mercado del Arte.

Hay que aprovechar el uso de con-tenedores, aunque no mantengan unos criterios coherentes y una programación continua en el tiempo. En esta línea, es lamentable la mala gestión de espacios expositivos como, por ejemplo, La Eco-nómica Amigos del País, o la de Italca-ble, dependiente de Unicaja, en donde todo vale, convirtiéndose en un cajón de sastre. En el ámbito de lo público, igual suerte corren la Sala del Rectorado Uni-versidad o el Museo Municipal del Ayun-tamiento de Málaga.

Por otra parte, la falta de diálogo y de debate generacional podría ser una de las claves del pobre ambiente artístico per-sistente en Málaga, y de la consiguiente marcha de jóvenes artistas al extranjero. También infl uye la falta de mercado de arte contemporáneo, la difícil situación por no decir heroica de las pocas ga-lerías de arte actual, como las de Javier Marín, Alfredo Viñas e Isabel Hurley.Asimismo, la falta de coleccionismo

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pone en grave riesgo a los galeristas y a los creadores, que se ven obligados en su mayoría a alternar con otro trabajos para sobrevivir, con el artista siempre como parte más vulnerable del entramado, cuando es en realidad el que da sentido y contenido a las instituciones públicas, que muchas veces se traduce en rentabi-lidad política.

Es necesario por tanto una mayor iniciativa privada, pero también la pre-sencia de los propios artistas en la vida cultural de la ciudad, con prioridad para la necesaria creación de espacios alterna-tivos. En este sentido, La Casa Invisible es un claro ejemplo de iniciativas ciu-dadanas y gestión social al margen de los circuitos ofi ciales siendo noticia en estos días después de muchas batallas por el reconocimiento y la cesión por un año del Ayuntamiento en las instalacio-nes en la calle Nosquera. Esta muestra sin precedentes de apoyo institucional

a un proyecto y una forma de entender la cultura libre se ha conseguido por el peso que tiene El Centro de Arte Reina Sofía, que ha mediado con su director Manuel Borja-Villel al frente, mostrando su apoyo desde hace tiempo a la fi losofía de La Casa Invisible en su apuesta cultu-ral pública y de participación ciudadana, aportando asimismo otras expectativas culturales fuera del culto al mercado. Berta Sureda, directora del departamen-to de actividades públicas del Museo Reina Sofía, en una entrevista realizada por la periodista Felicidad Martín para el periódico el Mundo en el articulo: "La casa invisible logra la cesión del edifi cio gracias al apoyo del Reina Sofi a" con fe-cha del 18/1/2011 explicó que el deseo del Museo es "colaborar y dar visibilidad a ideas y pensamientos críticos de agen-tes no institucionalizados".

Me gustaría terminar mencionando en esta línea al taller Gravura que dirigen

Paco Aguilar y Marian Martin que cons-tituyen toda una institución en la ciudad con más de veinticinco años de expe-riencia no sólo como taller de grabado y divulgación, sino como dinamizadores culturales en general en la realización de cursos, exposiciones etc. Punto de en-cuentro de artistas y con gran capacidad de convocatoria, se mantiene indepen-diente, mostrando la posibilidad de rea-lizar el sueño de vivir profesionalmente del Arte, una vocación tan hermosa que puede representar un proyecto de vida y un compromiso de fi delidad a uno mismo.

La vida artística malagueña contrasta así luces y sombras poderosas.

La Casa Invisible es un claro ejemplo de iniciativas ciudadanas y gestión social al margen de los circuitos ofi ciales

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Las negritasdel Ateneo

Plátano Andalusí / Pepe S. Ponce

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Las negritas del Ateneo

Rogelio Blanco Martínez

La lectura, un compromiso

democrático

El hombre, un ser de necesidades.Existe una serie de términos a los que

difícilmente se llega a una defi nición ampliamente consensuada. Memoria, cultura, lectura, etc. o el propio concepto de hombre convocan un elenco extenso de defi niciones. El hombre, capaz de de-fi nir todo lo que habita en el cosmos, con frecuencia se muestra impotente para ordenar lo más próximo a él. Bien pa-rece que el mandato divino recibido en el Paraíso de dar nombre a cosas y ani-males sólo era válido para lo ajeno. Po-siblemente esta dispersión de opiniones respecto de lo más antropológico crea un vacío de comprensión o valida el dictum nietzcheano que afi rma: “sólo se puede defi nir lo que no tiene historia” o dicho de otro modo, lo más preñado de historia es lo más próximo al hombre, luego lo más difícil de acotar y defi nir.

Así, defi nir al hombre o a su obra más singular, la cultura, y de modo generali-zado resulta complejo. Existen intentos reiterados. El resultado es la amplitud y

la dispersión conceptual de los términos referidos u otros.

No es correcta la defi nición negativa, pero al menos valga aquí para el objetivo que se pretende, al afi rmar que el hom-bre es un ser de necesidades, un ser que nace lleno de vacíos, de lagunas, un pro-yecto inconcluso desde que nace y que camina hacía un fi nal, también descrito de múltiples modos más o menos opti-mistas, que van desde el encuentro con un destino de eternidad acariciado por la divinidad o a la conformación predesti-nada de un cadáver.

La culturaLos seres humanos, en resumen,

somos seres que nacemos cargados de vacíos a los que es necesario complemen-tar, en gran parte, para poder cumplir y trazar nuestro camino mientras deambu-lamos por este Planeta. El instrumento, necesariamente antropológico, que la es-pecie humana (el humán) ha conforma-do, es la cultura. Las defi niciones, como

se indicó, en torno a este concepto son numerosas, múltiples y diversifi cadas. Quizá la más simple y aglutinadora sea aquella que defi ne a la cultura como la segunda naturaleza humana, si enten-demos ordenadamente, que la primera es la propiamente humana, la heredada (natus).

Esta segunda naturaleza es aprendida y acude a salvar los vacíos naturales o con-génitos. Su aprendizaje supone recoger o aprehender información devenida de los demás durante generaciones y llegando a formar un amplio depósito de conteni-dos. Así, si el individuo recibe lo natural de modo genético, lo cultural lo adquiere mediante el necesario aprendizaje social. La cultura es, pues, un conjunto amplio de contenidos heredados socialmente, una información transmitida y aprendida diacrónicamente, y recibida del conjunto social al que se pertenece. Información, transmisión y aprendizaje social son los elementos que defi nen a la segunda na-turaleza del humán, a la cultura.

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De este modo, el hombre, alejado de los mandatos genéticos, desde que dio el salto de la selva a la sabana, ha ido crean-do cultura y convirtiéndose, si así pudié-ramos hablar, en la criatura que ocupa un espacio intermedio de la creación, si por intermedio entendemos la situada entre los seres más vinculados a las ór-denes genéticas, casi siempre defi nidas como “seres vivos inferiores”, y entre los seres superiores o divinidades.

A los seres inferiores las órdenes les son devenidas de los códigos genéticos que les marcan las pautas que procedan. Sólo el adiestramiento, un modo de vio-lentar la genética, puede alterar tales có-digos; es decir, la dictadura de los genes se impone. Por razones de espacio no nos detenemos en determinados estudios etiológicos y referidos a ciertos aprendi-zajes transmitidos de algunas especies. Por el contrario, los seres superiores, por defi nición de su esencia divina, carecen de todo mandato genético y, por lo tanto, de los vacíos que estos procuran. Si estos

seres conllevaran vacíos o necesidades, se desencializarían de su condición de plenitud, no existirían o serían otro mo-delo de ser.

En el tramo intermedio, se encuen-tra el hombre, el ser vacilante y lleno de necesidades, al que la supremacía que concede el prefi jo -omni- tan próximo a la divinidad, no le acompaña ; ni tam-poco la comodidad vegetativa que pro-porcionan los genes que todo lo prescri-ben y lo regulan. En conclusión, debe crear cultura.

La lecturaPero esta creación no es como la de

los dioses: ex-nihilo, un modo violento de crear, sino que debe amasar “el barro cultural” recibido y heredado para pro-ceder a su transformación y transmisión. Es decir, el hombre el humán debe po-ner en acción todas las potencialidades sensoriales e intelectuales adquiridas fi -logenéticamente para recibir los conteni-dos que se transmitan socialmente, apro-

piarlos y transformarlos en contenidos. Y a esta tarea se le denomina leer. Es pues, leer la capacidad que tiene, exclu-sivamente, el hombre para transformar los contenidos recibidos en conocimien-to. Contenidos que llegan a través de una diversidad de soportes, en forma de se-ñales, signos o símbolos, muchos de ellos naturales y otros arbitrariamente conven-cionales y adaptados por el hombre.

También se afi rmaba que esta con-dición es “exclusivamente” del humán. Sólo el hombre es el ser cultural, y por lo tanto, el único que lee. Para enriquecer la segunda naturaleza, para el logro de completar los vacíos con los que nace y sus limitaciones, está ‘condenado’ a leer. Está ‘condenado’ a adquirir cultura, a aprender, a recibir contenidos, que por otra parte se asientan en las posibilidades que dan los genes. Si las posibilidades genéticas no estuvieran presentes, tam-poco las culturales o meméticas. Es decir, los genes seleccionados y transmitidos poseen la potencialidad de alojar memes.

Oro parece plata no es- La Economia / Pepe S. Ponce

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No se puede olvidar que los puntos de acumulación e información cultural, presuponen los soportes biológicos. Me-mes es un neologismo, camino del éxito, creado en 1976 por Richard Dawkins, que etimológicamente está próximo a memoria (recordar) y a mimes (imita-ción). Dawkins lo ofrece para contra-ponerlo a genes, para diferenciar de lo devenido genéticamente (genes) de lo logrado culturalmente (memes). La na-turaleza humana posee los dos. Uno, el genes, se aloja en el genoma y el otro, el memes, en el cerebro. Si bien el sistema memético supone el genético y no al re-vés. El sistema memético nos aleja de los seres dominados por los genes, y no nos regala la comodidad del genético, en el que todo está programado; mas bien exige aprendizaje, es decir, esfuerzo. Así pues, leer, adquirir cultura es un esfuer-zo del hombre exigido por un sistema, el memético, que pone a su disposición abundancia de contenidos válidos para cubrir necesidades, que obliga a un comportamiento activo y alejado de la oscuridad pasiva que regula lo prefi jado mecánicamente.

El ser humano desde sus carencias necesita habilitar, como se indicó, re-cursos para lograr ciertas recuperaciones de contenidos, que, por otra parte, están ahí, están presentes, y que son el fruto y herencia de generaciones de antepasa-dos que no los fi jan en los genes, pero que sí disponen o capacitan a estos para recibirlos. Y nuevamente insistimos en que la acción o disposición de recibir, apropiar y transmitir contenidos se de-nomina leer.

A los human se les ha denominado de múltiples formas como se aludió. Al término homo le han acompañado a nu-merosos califi cativos: erectus, sapiens, cibernéticus, etc., incluso demens; pero existen dos que deseo resaltar: quarens y lector. Ya sabemos que el hombre es el ser que sabe que sabe (sapiens sapiens)

pero para ello es necesario que pregunte (quaerens) y sobre todo que lea (lector).

La lectura obligadaSi realizamos este recorrido desde la

antropología, es con intención de fi jar con cierto rigor la necesidad indeleble de la lectura. Si tenemos en cuenta los cir-cunstanciales y los acercamos al concepto de leer, dónde, porqué, para qué, cómo, cuándo..., siempre nos remiten a los con-dicionantes de rellenar los huecos de una naturaleza incompleta, a la urgencia de enriquecernos, de esencializarnos como hombres. Existe un mandato, diría atávi-co, de cubrir el camino de la vida, de “vi-vir la vida”, entendiendo a ésta como un tránsito de añadidos, que no agregados, que sirven para ir lentamente llenándola de contenidos. Se trata de un mandato onto-fi logenético no escrito, pero espe-rado de cada ser humano debe cumplir mientras deambula por la tierra; y este mandato, nuevamente, exige la lectura.

Desde las refl exiones expuestas, la “lectura” es de algún modo una obliga-ción humana, un deber, pues inexcusa-blemente estamos “obligados” a ser cul-turales, dado que la cultura y sus logros van en la condición de humanos; gracias a ser humanos y despegarnos de nume-rosos mandatos genéticos, somos inevi-tablemente culturales. También es un modo de participación ecouménica, pues ontogénetica y fi logenéticamente cada hombre participa de los logros de toda la especie, y de modo más específi co, de la cultura a la que pertenece. Es más, y dentro de las defi niciones simplifi cadas dadas al hombre, y más allá de la de so-cial (politikon), de Aristóteles, es la de ser ecoumenikon, propia de quien participa y cohabita no sólo con los otros y consi-go mismo, sino también con lo otro, con la naturaleza, con las cosas. Ámbitos, las cosas, en las que frecuentemente no nos entendemos y sobre el que pesamos y pi-samos frecuentemente (M. Zambrano).

Y para desarrollar esta dimensión, se itera nuevamente, la necesidad de la lectura como la capacidad de recibir contenidos llegados desde la diversidad de soportes y a través de señales, signos y símbolos, cargados de historia y que me-diante el aprendizaje (esfuerzo), se trans-forman en conocimientos. De este modo todo lo que habita en el cosmos, todo lo logrado por el hombre es susceptible de transportar contenidos necesarios para llenar los vacíos congénitos. Hasta aho-ra hemos referido contenidos y conoci-mientos, también hemos aludido a la dimensión ecuménica del hombre, pues bien, a las dos “ces” referidas, a conteni-dos y conocimientos, es preciso añadir otra: compromiso.

Lectura comprometidaEl compromiso fuerza a una lectura

atenta y plenamente humana y exige la obligación de ir más allá de la dimensión individual. Si limitamos la tarea a la di-mensión de los conocimientos, posible-mente nos estanquemos en el penúltimo eslabón. Si lo que recibimos está preña-do de historia, de aportaciones de nues-tros predecesores, nos obliga a continuar la cadena, a transferir logros, al compro-miso. De este modo, se suele decir, que es Don Quijote es el paradigma de lector. Leyó todo lo conocido y no fue sufi ciente. Necesitó salir a los caminos, al encuen-tro con el otro (el libro más rico jamás escrito por la abundancia y polifonía de contenidos). Y se comprometió. Don Quijote, el más cuerdo de los locos, llevó su compromiso en la apuesta decidida a favor de los prójimos más débiles.

La lectura, apuesta democráticaDesde el compromiso y desde la cor-

dura, todo sistema democrático, si de tal se precia, debe apostar necesariamente por la lectura. Esta apuesta, en opinión del que escribe, será un indicador sine qua non de calidad o salud democrática

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de un sistema que así se defi na. Pues si la democracia es el hábitat social más natural del hombre y este nace pleno de carencias, que necesariamente, y hasta donde se logre, se deben subsanar me-diante la cultura, el hábitat que acoge al hombre debe ubicarse en pro del recurso cultural más efi caz: la lectura.

Y en este orden, ¿qué se está hacien-do en nuestro pequeño espacio? De en-trada y sin complacencias, desde que se ha instalado la democracia, los diversos gobiernos, desde la formalidad y desde otros ámbitos, han desarrollado nume-rosas campañas, a favor de la lectura. Se han construido bibliotecas, generalizan-do la educación en todas las edades tem-pranas y jóvenes. La propaganda a favor de la lectura ha insistido en un continuo “leed, leed malditos”, parafraseando un título cinematográfi co.

La construcción de bibliotecas, pues éstas forman la red más próxima al ciu-dadano (las municipales que suponen el 96% de dicha red) ha sido intensa. Se ha desarrollado un plan Extraordina-rio de Dotación Bibliográfi ca, gracias al cual se ha logrado superar el indicador IFLA/UNESCO de 1,5 documentos/habitante y pasar de 1,18 (datos 2004 /media nacional) a 1,78 (2008). La aprobación de la Ley de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas y los continuos desarrollos han normalizado una si-tuación anacrónica proveniente des-de la dictadura. De igual modo la Ley Orgánica de Educación, ha recogido la necesidad por primera vez, de dotar de

bibliotecas escolares a los centros de en-señanza obligatoria.

Esta y otras actuaciones tales como el apoyo y colaboraciones a los sectores del libro, que abarcan un arco que va desde el creador (autor, traductor, interlocu-tor), editor, gráfi cos, distribuidor, libre-ro, bibliotecario hasta el lector, ordenan un panorama susceptible de mejoras, pero que lentamente va desgranando re-sultados ilusionantes. En primer lugar, el crecimiento paulatino de la media de lectores y sobre todo el alto índice de lectores jóvenes. Un hecho que no sólo lo demuestran los reiterados resultados de las encuestas, sino también la fuerte oferta y actividad editorial dirigida a este segmento de la población.

En segundo lugar, y el más impor-tante, la instalación de discurso sobre la necesidad de la lectura, de su valor per-sonal y social. El logro de instalar este discurso de lectura como una necesidad, el hecho de convertirla en un paradigma positivo de calidad que va desde la satis-facción individual a la social, gracias a los diversos colectivos de agentes sociales y políticos, es el mayor logro. Si recorda-mos las primeras líneas de estas breves refl exiones, el camino elegido es el pro-veniente de la antropología, de los radi-cales (de raíz) humanos, de la necesidad. Deseo que no se olviden y, a la vez, que se recuerde que esta dimensión va más allá de la imagen tópica de la lámpara, el libro, el cigarro y el té que acompaña al lector tópico. Ciertamente “todo está en los libros”, se dice y se dice bien, aún

más, son el soporte más universal y con-sistente de contenidos. Somos deudores ad aeternum de los regalos de los creado-res y de los sectores que han convertido esta criatura de Gutenberg, el libro en se-ñal de nuestra cultura, pero existen más contenidos susceptibles de ser leídos directamente en la naturaleza, en cuanto nos rodea y, sobre todo, en el gran libro anteriormente referido: el rostro del pró-jimo. En todos estos círculos las debe-mos leer. Todos se interaccionan y a to-dos puede alcanzar la capacidad lectora exclusiva de los hombres. Al menos que sirva para no correr el riesgo, tantas veces referido por clásicos tan dispares como Santo Tomás de Aquino o Carlos Marx: Timeo homines unis libri.

La vida del hombre se ofrenda y crece entre polifonías, poliedros y policromías. Es en ese hábitat, donde éste debe cre-cer. Un hábitat que sólo se humaniza, y es adecuado a su morador, si los sistemas sociales y políticos más atentos a sus ne-cesidades y acordes con su naturaleza genético-memética lo posibilitan. Y de momento el sistema es el democrático, el mar capaz de recoger los ríos de volun-tades que llegan. La democracia, pues, está necesariamente comprometida con la lectura, de lo contrario es cuestionable su calidad. Tanto en el presente como en el futuro, en este modelo (el democráti-co, el mejor de los conocidos), leer o no leer será la cuestión.

Plataneamiento (Detalle) / Pepe S. Ponce

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Plataneamiento / Pepe S. Ponce

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Plátano en metamorfosis / Pepe S. Ponce

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El nombrede la rosa

Bodegón con plátano / Pepe S. Ponce

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Tenía oído que la banca era la más genuina invención del capitalismo, que junto con las sociedades anónimas y sus accionistas constituían los pilares de aquel capitalismo que Karl Marx nos enseñara como funcionaba en su obra maestra del mismo nombre, El capital.

La banca moderna, -aunque la banca existe desde 3000 años A.C.- nace, entre otros objetivos, para dar respuesta a una necesidad del ser humano, la seguridad. Tener algunos ahorros siempre ha sido y sigue siendo un objetivo de toda perso-na, más si tiene cargas familiares, Por si hace falta para algo. Como era poco fi a-ble tener los dineros bajo un ladrillo, por inseguridad, lo llevaron al banco y éste les prometió seguridad e intereses.

El banco para poder cumplir con su compromiso de hacer crecer el dinero de cada ahorrador lo prestaba a quienes lo necesitaban, que a su vez prometían devolverlo también con intereses, pero

además los préstamos eran estudiados por los bancarios y banqueros y se presta-ban a proyectos que generaban riqueza. Sí, el caso clásico de, Tengo una idea que nos vamos a forrar, pero no tengo dinero, también nacieron los socios capitalistas e industriales. La mayoría de las veces era para crear empresas, que inventaban puestos de trabajo, que a su vez sostenían familias, más cerca de nuestros días apa-recieron los préstamos al consumo, que hicieron parir la frase, Si tienes de dan y si no tienes no te dan. Te daban si tenías para responder.

Mientras que la banca vino compor-tándose así se le ha reconocido una la-bor social, económica y animadora de la generación de riqueza, aunque no cabe olvidar que en tiempos más cercanos los ahorros honrados se invirtieron en nego-cios espurios como fabricación y tráfi co de armas o la compra de petróleo para especular aguantándolo algunos meses

y, aprovechando la ley de oferta y deman-da, venderlo después más caro, por citar algunas acciones contrarias a la primiti-va fi losofía generadora y distribuidora de riqueza.

Imaginemos la inmensa fuerza ge-neradora de riqueza que tienen los miles de millones de euros, ahorrados por años de los planes de pensiones sólo de los españoles, no digamos de los alemanes, imaginemos toda esa fuerza invertida en nuevas tecnologías y en energías renova-bles, por decir algo, la cantidad de rique-za que pudiera generar, la cantidad de puestos de trabajo. Pero no, la banca en los últimos años en vez de poner a traba-jar los ahorros en acciones productivas se desvió invirtiéndolos en la especulación, sí en la bolsa y en comprar deuda públi-ca. La bolsa es a la especulación lo que la banca al capitalismo.

La bolsa, utilizada como en las dos última década, es el invento genuino del

Manuel Sánchez ViciosoVocal de Cultura Alimentaria y Consumerismo del Ateneo

Un fantasma recorre el mundo.

El fantasma del neoliberalismo.

El nombre de la rosa

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neo capitalismo, que destaca por basarse en niveles de confi anza, en la seguridad de marcas y fi rmas, en informes de ra-ting, que a su vez lo hacen certifi cadoras que son más falsas que la falsa monea. Demostrado quedó su utilidad para el engaño por no advertir del crac en el que entró la economía global hace más de dos años y de no informar del fi asco de las hipotecas basura, ya que las certifi ca-dores han sido actores necesarios para el desastre económico han de ser diluidas y crear otras públicas e independientes de los bancos y fi nancieras.

La especulación en bolsa no es más que jugar al Monopolis, en bolsa se cam-bian estampitas, con la gravedad que en la bolsa se juega el ahorro de otros miles

de engañados que pretendieron hacerse ricos jugando a especular, que se conoció como Capitalismo popular ¿Cuándo se ha visto a un trabajador invertir en bolsa en vez de dar la entrada de un localito o un piso? Para asegurarse su vejez o el fu-turo de sus hijos. Los trabajadores emu-lando a los especuladores, pretendiendo enriquecerse sin trabajar. Lo cierto era que ya se había puesto como valor supre-mo el enriquecerse a fuerza de pelotazos y la bolsa daba el perfi l de ganar dinero sin trabajar, sin esfuerzo, que es otra máxima, no explícita, de la especulación.

Pero estas certifi cadoras tampoco advirtieron de lo falso de las hipotecas basura ni de los bonos basura de la deu-da pública de algunos estados, se hacían

trampas unos a otros. Estos tahúres juga-ban con cartas marcadas. Cuando estalló la farsa de las hipotecas basura, que no era mas que dar crédito a quien se sabía que no podía pagarlo y luego colocarlas en el mercado fi nanciero sin decir que era un fi asco, se descubrieron los agu-jeros de deudas de bancos y entidades fi nanciera, todos los gobiernos corrieron a taponar los agujeros de los bancos con miles de millones de dólares y euros, eco-nomías, que no se nos olvide, sacadas de los tesoros públicos, cuyos dueños somos los ciudadanos contribuyentes. Destaco contribuyentes porque otros no aportan al fi sco, lo evaden, o como son muy ricos no pagan impuestos o se lo llevan ganso a paraísos fi scales.

Foto: Pepe S. Ponce

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Es bueno saber que los bancos y cajas prestaron miles y mieles de millones para promociones inmobiliarias, en hipotecas cuyas cuantías estaban muy por encima del valor real de producción de los pisos e incluso por encima del valor de merca-do, ya que le añadían el costo de los mue-bles y de un todo terreno, por aquello del poyaque, Poyaque que te metes cómprate un coche, no le decían que estarían pa-gando coche más de media vida sin te-nerlo. Cuando llega el zarpazo de la crisis millones de trabajadores al paro y dejan de pagar las super valoradas hipotecas y los bancos se quedan con los pisos, y aquí están los daños colaterales de la super valoración, consistente en que la propiedades que requisan bancos y cajas valen mucho menos que el nominal de la hipoteca basura que dieron, y hoy se encuentran con un parque inmobiliario, no sólo por debajo del valor que desem-bolsaron a los promotores y compradores sino también por debajo del valor actual de mercado. Luego los bancos y cajas se han convertido en inmobiliarias, que no es su negocio, que a saber era prestar el

dinero de los ahorradores, pero como lo más lo invirtieron en hipotecas basura pues no lo tienen. Cuando lo han reci-bido de los gobiernos en nombre de los ciudadanos contribuyentes lo han dedi-cado a taponar vías de agua y no a pres-tarlos a la mediana y pequeña empresa y a las familias para generar riqueza y sostener el consumo. Un contrasentido, bancos que su negocio es el dinero, sin dinero y con una alacena llena de pisos que no venden, ni bajan de precio.

Para situarnos y poder entender lo que nos cuesta refl otar las podridas fi -nanzas pondré el ejemplo de Caja del Mediterráneo, la CAM, que necesita 2.800 millones de euros para refl otarla, pero ¿ésto cuánto dinero es? Pues si los comparamos con el presupuesto consoli-dado del ayuntamiento de Málaga para 2011 que asciende a 875 millones de euros es algo más de tres veces, con ello tendríamos para más de tres años de pre-supuestos malagueños. Sin citar el nuevo banco de Caja Madrid que necesitó casi cinco mil millones de euros.

Así que tenemos a los bancos y cajas

convertidos en almacenes inmobilia-rios, como no tenían liquidez dejaron de prestar y taponaron los agujeros con los dineros de los contribuyentes, que sin dudarlo un segundo les entregaron los gobiernos de los Estados, aumentando de manera exagerada la deuda pública de los mismos, de ahí la necesidad de ahorrar en gasto público. Además se perdieron la confi anza entre ellos, entre los bancos, fi nancieras, aseguradoras y cajas, ya que se dieron cuenta de que se hacían trampas, como los tahúres, con cartas marcadas. Yo creo que cada uno sabía que engañaba al otro y se creía que a él no le engañaban. Al fi nal casi todos deshonestos, casi todos corruptos, con una total falta de transparencia en la gestión y con un défi cit democrático de totalitarismo político y económico.

Hace fechas que se informara de los tremendos agujeros de cada entidad fi nanciera, el diario El País del 30 de mayo de 2010 publicó un cuadro de los dineros que entregaron los tesoros públi-cos para tapar los desagües ponzoñosos de los bancos y fi nancieras de los países

Platanoeconomía cúbica / Pepe S. Ponce

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del G-20, que asciende a una vergonzosa cantidad que no sé conmensurar.

En todo este desastre los gobiernos hacen lo que le dictan los especuladores, los mercados y el Fondo Monetario Inter-nacional, que yo llamo terroristas econó-micos, que son un nido de neoliberales, los tres dicen lo que han de hacer los go-biernos para salir de la crisis y ellos, los gobiernos, van y cargan a las espaldas de los contribuyentes menos poderosos la salida de la crisis, hasta el punto de gra-var el consumo, que en sí es una contra-dicción del mismo capitalismo, si se baja el poder adquisitivo se consume menos, por tanto se produce menos y genera más paro, así no se sale de la crisis sino que se agrava, según la lógica insostenible del crecimiento sin límites.

Última valoración los neocom o es-peculadores con la ayuda del Fondo Monetario Internacional, el capitalismo neoliberal se viene a vengar casi 90 años después de la Revolución de Octubre, nunca perdonó a los trabajadores y ciu-dadanos progresistas que Europa instau-rara el estado del bienestar repartiendo la

riqueza por medio de impuestos, que más pagaba quien más tenía. Es un golpe de estado económico en toda regla, es fas-cismo económico, fascismo fi nanciero.

En estos momentos es imposible oponerse a la injusta respuesta de que pagamos los platos rotos quienes no los rompimos, es imposible, dicho de otra manera pagamos los que sufrimos la crisis no quienes la generaron. Ahora bien, para llegar a donde estamos han tenido que adormecer a los ciudadanos haciéndolos consumidores idiotizados, que hasta justifi can que tengamos que ser solidarios con los ladrones de guan-te blanco, con los verdugos, en el marco de un défi cit democrático intolerable. Los políticos han pasado el poder a los mercados, especuladores y al Fondo Mo-netario Internacional. Por ello reivindico votar a los especuladores, ya que son los que mandan, los gobiernos son títeres o bartolitos en manos de unos cuantos especuladores y banqueros, que confor-man los mercados que no dan la cara, parecen monstruos anónimos, además de elementos cobardes enmascarados

y atrincherados detrás de los mercados. FMI, fi nancieras y bancos no son otra cosa que el capitalismo de toda la vida.

La primera causa de la crisis es haber puesto como valor el enriquecimiento ilícito a cualquier precio, también la ava-ricia y la codicia, y como no la desregula-rización de los mercados en vez de poner la economía al servicio del ser humano. La solución pasa por volver a poner en el centro del interés mundial al ser huma-no y no los intereses de individuos des-almados. Estoy hablando de un neo re-nacimiento. El bienestar de ser humano como centro de la acción humana.

La pregunta es ¿y los responsables del desaguisado se irán de rositas? Mi contestación es no, han de pagar por la desaparición de riqueza que no era suya sino de los ahorradores y pymes. Hemos de exigir que sean juzgados y que de-vuelvan lo que se llevaron a los paraísos fi scales.

Málaga, 14 de abril de 2011.LXXX Aniversario de la II República.¡¡¡Viva la República!!!

La primera causa de la crisis es haber puesto como valor el enriquecimiento ilícito a

cualquier precio, también la avaricia y la codicia, y como no la

desregularización de los mercados en vez de poner la economía al

servicio del ser humano.

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110 ANS / junio 2011El mercado / Pepe S. Ponce

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Finalizada la profunda crisis que aso-ló la Europa de mediados del siglo XX, los ciudadanos del viejo continente vol-caron gran parte de sus esfuerzos econó-micos en buscar lugares para el descanso y el sosiego.

De la mano de esta búsqueda del con-fort, hija de la sociedad del bienestar y de las vacaciones pagadas, surgió una cre-ciente y multicolor industria del turismo.

España en general, y la Costa del Sol en particular, pudieron sumarse a esa nueva corriente migratoria. En el caso de la Costa del Sol, gracias a un conjunto de virtudes que la hacían especialmente atractiva para los ciudadanos centroeuro-peos. La bondad de su clima, su natura-leza inalterada, la bonhomía de sus gen-tes, el bajo coste de sus servicios y la ade-cuada accesibilidad por vía aérea, fueron algunos de estos factores de atracción.

Hoy, trascurrido medio siglo de aquel boom turístico, conservamos parte de aquellas bondades, hemos perdido algu-nas otras, y también han aparecido nuevos atractivos para el viajero que nos visita.

Pero del mismo modo que se han modifi cado sustancialmente las condi-ciones de la industria turística de la Má-laga y la Costa del Sol de los años sesenta,

también ha cambiado la naturaleza y ex-pectativas de nuestros visitantes.

Por ello, el conocimiento exacto y preciso de ese nuevo turista, es funda-mental a la hora de desarrollar las estra-tegias de futuro, no sólo para la industria turística, sino también para la sociedad malagueña en general.

Hemos observado en las últimas dé-cadas, como aquel turista de grupo orga-nizado, -hotel más excursiones-, fue tras-ladando sus preferencias en una primera trasformación al apartamento y al viaje individual. Y posteriormente lo hizo con la adquisición de una segunda residen-cia ocasional.

Hoy, en los albores de una nueva transformación, asistimos a la llegada de un cada vez más numeroso grupo de turistas y visitantes, que han dejado de serlo para convertirse en convecinos. Personas jubiladas o todavía en plena ac-tividad laboral, que han decidido vivir en la Costa del Sol, y comunicarse con sus lugares de trabajo a través del fl oreciente transporte aéreo, y apoyadas en la cre-ciente potencia de las redes de telecomu-nicación de voz, imagen y datos.

Es en defi nitiva, el nacimiento de la industria de la vida. Personas que

prefi eren y desean vivir entre nosotros, disfrutando de las grandes virtudes de este rincón del Mediterráneo.

La Málaga del siglo XXI tiene gran-des atractivos para ser de nuevo tierra de acogida de nuestros vecinos europeos. Disponemos de un nivel de infraestruc-turas de gran calidad; de un completo abanico de servicios sociales, educativos o sanitarios. Contamos con una pujante universidad que está dando vida a una nueva sociedad del conocimiento, arti-culada en torno al Parque Tecnológico de Andalucía. En defi nitiva, podemos estar orgullosos de haber vivido una transformación en las últimas décadas, que han situado a Málaga y a la Costa del Sol, en los primeros lugares de la nueva Unión Europea.

Para los que nos consideramos oriundos de esta tierra, es el momento de articular un nuevo modelo de desarrollo, para dar servicio a estos nuevos vecinos, que seguro volverán a ser el motor de un nuevo cambio socioeconómico de la Málaga de siempre.

Alonso Quijano

La industria de la vida

El nombre de la rosa

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Dejé para el fi nal el ponerle título a este artículo. No era cuestión baladí. No todos los días se tiene la oportunidad de escribir en una publicación tan presti-giosa y respetada como esta espléndida revista de mi admirado y querido Ateneo de Málaga. También a la hora de esco-ger un título para este modesto trabajo tuve que ser muy cuidadoso para no alejarme de los ideales que animan una institución tan singular como es el Ate-neo: la honestidad intelectual, el rigor y la independencia.

Releyendo este pequeño texto, en-tonces sin bautizar, dedicado al siem-pre fascinante mundo del turismo en España, me encontraba con dos hilos conductores: la codicia y una recurrente estupidez, instaladas ambas con robus-tas y ávidas raíces en la tierra fecunda de aquellos paraísos perdidos, que un día fueron tan inocentes como hermosos. Por supuesto, cabría también añadir que otro “Leitmotiv” recurrente era la ausen-cia de un mínimo código ético en las ac-

tuaciones de muchos de los que tenían en sus manos el futuro de aquellos luga-res. Muchos de ellos borrados ahora de la faz de la tierra. La amoralidad era fi bra que de alguna forma aparecía obstinada-mente entrelazada con los otros hilos de este breve relato.

No sería justo el no reconocer mi deuda con el gran Paul Theroux. En “Las Columnas de Hércules”, su libro sobre un viaje en torno al Mediterráneo, publicado en 1995, hay momentos de elocuencia y clarividencia ante el horror, que inevitablemente me dejaron su hue-lla. También reconozco mi pequeña deu-da con la divina Jane Austen. Su grácil forma de titular sus novelas (Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensibilidad) repre-sentaron una tentación irresistible para este humilde afi cionado. Quizás también por lugares como la elegante la ciudad de Bath, que ella amó profundamente.

Probablemente habré publicado hasta el día de hoy unos trescientos artí-culos y algún que otro ensayo, tanto en

prensa diaria como en revistas especiali-zadas, sobre ese mundo que conocemos vagamente como el turismo. He tocado bastantes facetas, con mayor o menor fortuna, generalmente relacionadas con mis propias experiencias durante una trayectoria profesional que ha coincidido en el tiempo con el algo más de medio siglo de existencia que se le suele atribuir a la industria turística española como tal.

Hasta cierto punto no es fácil el acu-mular tantas vivencias y recuerdos – y sus repercusiones emocionales - de unos tiempos que tuvieron unos comienzos casi mágicos (había algo bíblico en poder hacer brotar el agua de la prosperidad en aquellos eriales) y una posterior consoli-dación que en muchos lugares degeneró en la corrupción sistemática y en la des-trucción de valiosos patrimonios natura-les y culturales. Citaba Paul Theroux en la primera página de su libro una frase de James Joyce, sacada de una carta a su hermano Stanislaus: “¿Alguna vez te has puesto a pensar en lo importante que es

Rafael de la Fuente

Codicia y estupidez

El nombre de la rosa

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el Mediterráneo?” Era obvio que en la mayoría de las costas del Mediterráneo español muy poca gente - casi nadie, en realidad - había pensado eso.

Las hemerotecas acumulan noticias, informes y denuncias a lo largo de dema-siados años de codicia y estupidez y sus consecuencias. Es un material fascinan-te. Sin duda esta saga puede presumir de ser protagonista de una documentación tan rica como extensa, generalmente objetiva y de un gran interés para el es-tudioso. Sin olvidar su capacidad de ins-pirar obras literarias e incluso un buen cine o su impacto en el sistema de valo-res morales y éticos de las colectividades sociales afectadas.

En cuanto a la imagen internacional de España, no podemos olvidar que el 26 de marzo de 2009 el pleno del Par-lamento Europeo aprobó el demoledor Informe Auken. Con el voto en contra de los parlamentarios del PP y la abstención de los del PSOE, el pleno de la cámara europea instaba a las autoridades espa-

ñolas a intervenir en defensa de los inte-reses fundamentales de los residentes de la UE en las zonas turísticas españolas, duramente castigadas por la corrupción y los excesos urbanísticos.

Esa fl ora tóxica de la corrupción en-démica y la destrucción de un mundo que nuestros descendientes nunca po-drán ver, se instaló muy pronto en nues-tras zonas turísticas más destacadas. Ya en 1969, en su maravilloso libro sobre su regreso a España - “La Gallina Ciega” - nos contaba el maestro Max Aub lo si-guiente: “Por todas partes, circundando todas las playas, envolviendo todos los pueblos, hoteles, bloques de pisos para alquilar o vender; sobre todo para ven-der porque aquí no sólo venden la tierra, sino el aire, la vista, el mar.”

A pesar de todo, la industria turística española se defi ende moderadamente bien en tiempos muy complicados, en los que las consecuencias de los graves errores cometidos continúan pasando sus facturas. Ya no somos la segunda po-

tencia turística del mundo. Según datos de la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas hemos bajado al cuarto puesto. Y la demanda no tiene desde hace tiempo la pujanza ni los índi-ces de rentabilidad del pasado. Por otro lado, es verdad que todo podía ir peor.

De todas formas, me permito termi-nar este escrito con una pregunta que me hago frecuentemente. Es cierto que en el “ranking” de los países que han cometido graves errores en la gestión de sus activos turísticos España tiene una nada envidiable posición de primera fi la. También es cierto que aún así, podemos alcanzar resultados en nuestras activida-des turísticas que podemos defi nir como razonablemente positivos. La pregunta es: ¿cuáles serían hoy las rentabilidades sociales y económicas de nuestros desti-nos turísticos españoles, si en nuestras actuaciones no hubiera existido tanta codicia y tanta estupidez?

¿cuáles serían hoy las rentabilidades sociales y económicas de nuestros

destinos turísticos españoles, si en nuestras actuaciones no hubiera existido tanta codicia

y tanta estupidez?

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Platonometría / Pepe S. Ponce

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Barco deExtrarradio

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Francisco Rodríguez Guerrero Periodista, fotógrafo

Lo cotidiano, expresión de la vida misma.

Barrio de la Trinidad, comienzos de los años 60

Barco de Extrarradio

Tienda de ultramarinos

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Una chica que hace una mayone-sa en el patio de casa, la sartén que se muestra orgullosamente mientras los niños atesoran en sus manos unas

chucherías, los hermanitos que posan vestidos de gitano junto a una Lam-bretta, la celebración de un cumplea-ños en la casa de vecinos, la fábrica de

Cumpleaños

Los contenedores de la vida cotidiana Niños vestidos de gitano

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baúles, el bar de la plaza, la panadería, la tienda de ultramarinos –qué bella denominación ésta para acercarnos los productos de ultramar-, un gesto coque-to que ajusta un zapato de tacón, un gua-teque en el corralón de vecinos; actos y lugares, en defi nitiva, que conforman la vida cotidiana, lo micro frente a lo ma-cro, lo sencillo, lo coherente, la realidad por excelencia, frente a la historia univer-sal contada.

Las fotografías que presentamos aquí forman parte de una amplía colec-ción inédita que fue hallada casualmente en el rastro de Martiricos en una típica mañana de búsqueda. En uno de los puestos una caja de cartón rectangular guardaba unas latas de película Valca1 -en los comienzos la película fotográfi ca venía en latas metálicas con tapa a rosca- y casi sin regatear se llegó a un acuerdo de precio. Ya en casa el contenido de

cada uno de los recipientes no dejaba duda de su valor testimonial: un rollo de película en blanco y negro, a veces de 36 fotogramas, otras de 24, con material íntegramente del barrio de La Trinidad en los comienzos de los años 60, concre-tamente los años 1963 y 64, con unas pocas incursiones en el parque, puerto, centro y feria en Martiricos. Más de nove-cientos negativos tomados por un desco-nocido fotógrafo que se dedicó a retratar a su barrio, vecinos, actos, celebraciones y lugares desde el punto de vista de lo más absolutamente cotidiano. Tenemos, por tanto, acceso a una pequeña historia de La Trinidad protagonizada por sus gentes y observada por alguien que se propuso fotografi ar todo lo que sucedía a su alrededor desmenuzando, sin inten-ción de trascendencia quizás, el aconte-cer social y los hechos de las relaciones sociales, de ese espejo de la historia que

es la vida cotidiana, según defi nió la so-cióloga y fi lósofa Agnes Heller, nacida en Budapest en 1929.

¿Pero, qué es la vida cotidiana? He-ller la defi ne también como la forma real en que se viven los valores, creencias, aspiraciones y necesidades. Otras defi -niciones hablan de ella como el ámbito de satisfacción de las necesidades parti-culares de los seres humanos concretos y como la vida de la persona, su existencia misma, la historia individual de cada sujeto en un aquí y un ahora, producto del complejo sistema de relaciones inter-personales que se establece a partir de la conformación de los distintos tipos de grupos.

Otros estudiosos añaden que el acontecer diario es el patrimonio de la sociedad; observar la vida cotidiana es poder entender el por qué de los com-portamientos, del por qué se piensa en

Colocandose zapato Colocandose zapato

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determinadas situaciones diferentes, del por qué se actúa de manera distinta en un funeral y en pocos minutos al dirigir-se a una fi esta se es distinto. Otro soció-logo, Henry Lefevbre2, la defi ne como el reconocimiento y el entendimiento de los comportamientos, costumbres, pro-yección de necesidades, la captación de cambios a partir del uso de los espacios y tiempos concretos.

No nos proponemos aquí, por consi-guiente, hacer historia del barrio de La trinidad o abordar a sus habitantes desde el punto de vista estrictamente “caracte-rístico-nostálgico”. Poseemos un mate-rial que nos ha desvelado la existencia cotidiana de unas gentes que en su día fueron protagonistas en su mundo parti-cular, y de su mundo particular, en una cronología que abarca unos pocos años y que posee una continuidad y una aten-ción preferente por parte de un anónimo

narrador de la imagen, que supo incluso indicarnos el periodo tomado con la sig-nifi cativa referencia de la fotografía de una primera página de La hoja del lunes con noticias como “Hoy, traslado de los restos mortales del Rey Pablo” o “Elogios británicos a nuestra industria textil”. De ahí la importancia que cuando se desea conocer a una sociedad, se deba com-prender e interpretar cómo sus grupos viven, trabajan, piensan y actúan y esto se hace a través de la vida cotidiana, es-pacio donde las personas se integran en el nivel más íntimo de su vida social en tanto lugar donde coexisten.

Las oportunidades de acceso a un material de este tipo con la debida con-tinuidad y centralización como éste que nos ocupa son a veces escasas. Los archi-vos fotográfi cos personales y particulares usualmente se ajustan a momentos es-peciales o especialmente signifi cativos.

Por tanto, los fondos que estamos uti-lizando ahora se diferencian notable-mente de otros por su carácter inédito, de continuidad y de pluralidad en tanto en cuanto el radio de acción de lo foto-grafi ado se extiende por todas las parce-las, grupos humanos y de ofi cios de un alrededor que llamó la atención del fo-tógrafo, que se adentró en los patios, vi-viendas, centros de trabajo y en la propia calle dejándonos por fortuna este archivo que se muestra en una mínima parte.

Tiempos y espaciosEstas fotografías nos manifi estan

precisamente unos íntimos espacios: la carta recibida sobre la mesa en sobre de vía aérea y alguien que escribe una contestación al dictado ayudando a una vecina que posiblemente no sabía leer ni escribir, en contraste, un grupo de jóve-nes se lo pasa en grande en una vivienda

Escribiendo una carta

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de alguien con biblioteca ilustrada y un televisor con el obligado estabilizador por si las subidas de tensión. Procesos que hospedan y que construyen relatos de re-laciones sociales en el espacio y en el tiempo, porque la naturalidad con que la vida cotidiana transcurre en nuestras existencias la aleja de toda sospecha de que no sea normal, incluso de que no podemos hacer demasia-do para cambiarla.

Si algo nos llama la atención son los espacios en los que se desarrolla esta micro-historia. La calle, prota-gonista absoluta, nos regala un grupo de mujeres con sus hijos posando orgullosamente aunque algunas se presenten con timidez. Que la vida se hacía en el exte-rior era tan usual como el compartir los espacios dispo-nibles interiores en las casas de vecinos o corralones, viviendas plurifamiliares que se asomaban a un patio central que ejercía como epicentro de la vida social y de solidaridad que se practicaba. La chica que hace la mayonesa está sentada en el patio, posiblemente a la puerta de su vivienda, y en su silla, sin prisas, sostiene el huevo roto en su extremo para ir vertiendo el aceite de la botella que está en el escalón en el plato hondo. La recién sacada sartén con la comida es mostrada por el grupo como defi nición de que la realidad de la vida cotidiana se presenta además como un mundo que comparto con otros. Si, atentamente, nos detenemos en esta fotografía, observamos como la puesta en es-cena es casi teatral, con su decorado, su atrezzo y los

Fiesta en casa Grupo posando en la calle Haciendo mayonesa

Comida recién preparada

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personajes principales y secundarios en un ritual dichoso de protección. Por cier-to, si los niños sostienen golosinas ¿qué tiene la persona a la izquierda del que porta la sartén entre sus dedos pulgar e índice de su mano derecha?

El fotógrafo reunió a los grupos de amigos, familiares, vecinos, trabajado-

res y los hizo posar en sus mundos par-ticulares. Así, la puerta del bar delimita en sí misma un universo de relaciones y comprobaciones de que el automatismo de la vida cotidiana no solicita, no exige, porque sencillamente está ahí, todos la aceptamos y no plantea más confl ictos ni dudas al respecto de su existencia,

que es nuestra existencia. Otros ejem-plos de estructura espacial y temporal lo constituyen la tienda de ultramarinos, otra puesta en escena, con su grifo para despachar aceite a granel y sus botes de cristal; la panadería, con escaso surtido, y la novia que se dirige hacia el ritual del matrimonio, que no hacen más que

Puerta del bar

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ilustrarnos esos eventos interconectados con el mantenimiento de nuestra vida (relacionarnos, comunicarnos, alimen-tarnos) y con la calidad de la misma (alcance de la felicidad, capacidad de realización personal, comodidad y tran-quilidad espiritual).

Pero también el fotógrafo supo esco-ger esos elementos individuales que for-man parte de la colectividad y entresacó,

aislando, ciertos instantes que ahora saboreamos con detenimiento. La chi-ca barriendo la calle enchinada con el escobón es la ilustración de que la vida cotidiana la vivimos siempre, tanto en el tiempo como en el espacio, incluyen-do lo que el ser humano no se cuestio-na y se deja llevar a lo largo de todo su quehacer. Se nutre de algo repetitivo, obvio, estereotipado, irrefl exivo, fi jado,

automatizado, que puede conducir a una monotonía, a un conformismo, a un estado que muchos no aceptamos pero así nos conducimos. En esta fotografía lo extraordinario es el transistor que el muchacho sostiene en sus manos y así precisamente es manifestado. En la ima-gen de la fábrica de baúles alguien tiene un martillo, una herramienta de trabajo, como clara obviedad de la situación, dos puntos de vista de la vida cotidiana y un niño, abajo a la derecha, con su camiseta con los tirantes acortados para ajustarla.

IntervenciónEn lo que respecta a la intervención

sobre el material negativo encontrado, 35 milímetros Valca en su mayoría, aun-que también Perutz y Negra, su estado de conservación era óptimo al estar en-vuelto en papel opaco negro, sin embar-go fue sometido a un proceso de lavado con tratamiento posterior humectante, sobre todo para corregir un importante vicio de forma al haber estado enlata-do un número indeterminado de años. Finalmente fue escaneado y archivado como corresponde en hojas de perga-mina. La edición posterior fue mínima, quizá eliminar lo más claramente visible en cuanto a puntos de revelado produ-cidos por sedimentos debidos a la mala calidad del agua y los típicos arañazos derivados de su conservación en latas, que estaban convenientemente nume-radas. Como hemos señalado anterior-mente, se muestra una mínima parte de una totalidad que no tiene sobrantes. Muy arriesgada fue la labor de selección de estas fotografías que se publican aquí porque el material, en su totalidad, es de tal plenitud que merece ser visto con más detenimiento.

Quizá sin ser plenamente consciente de los que nos dejó y de su labor minu-ciosa, con lo legado por este fotógrafo hemos tenido la oportunidad y el privi-legio de adentrarnos en lo más íntimo

Boda

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de un barrio, el de La Trinidad, que jus-to comenzaba a sentir los zarpazos del desarrollismo urbanístico en sus calles, como atestiguan algunas de las fotogra-fías realizadas bien al entorno o bien a los grupos de trabajadores de la cons-trucción que por allí ejercían. Lejos de actos ofi ciales, hechos extraordinarios, ceremonias o imágenes provenientes de estudios de fotografía, nos hemos in-troducido, con una razonable secuencia cronológica, en la realidad de unas gen-tes, sus vivencias, el interior de sus casas, sus trabajos, demostrando, una vez más, que lo cotidiano es la expresión de la vida misma.

(1) VALCA, Sociedad española de productos

fotográfi cos, en Bilbao, fabricaba material fo-

tográfi co sensible –películas, placas y pape-

les- y productos químicos para cuarto oscuro.

Muy conocidas fueron sus películas en blanco

y negro F22 y HH29 y su revelador en polvo

Finofen. Su actividad comenzó en los años 60

fi nalizando a comienzos de los 90.

(2) Henri Lefebvre (1901-1991) fue un fi lósofo

marxista francés, además de intelectual, soció-

logo y crítico literario.

Consultas

Heller, Agnes, Historia y vida cotidiana, Gri-

jalbo, México, 1985.

Velarde, Samuel F., Sociología de la vida cotidia-na, www.sicncronia.cucsh.udg.mx, consultado

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Orellana, Dulce, Revista Universitaria Experi-

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vol. 5, nº 2, 2009. La vida cotidiana, Institu-

to Universitario Experimental de Tecnología

“Andrés Eloy Blanco”. Barquisimeto, Vene-

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Berger, Peter; Luckmann Th omas, Los funda-mentos del conocimiento en la vida cotidiana. En La construcción social de la realidad. Amo-

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Casanova Rodríguez, Caridad Luisa, La vida cotidiana desde la perspectiva de la psicolo-gía, www.monografías.com, consultado 22

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Fábrica de baules Barriendo la puerta

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¡

¡

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AN

S 1

4 Número 14

junio 2011

Revista

de pensamiento y debate.

Las Artes, las Letras

y las Ciencias.