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Tema: Justicia

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Las secciones que componen este número no tienen por qué tener continuidad en próximas ediciones. La asociación no se hace cargo de las ideas que los colaboradores expresen en sus secciones. Las personas que estén interesadas en publicar algún artículo que esté relacio-nado con el contenido cultural de esta revista, pueden ponerse en contacto con nosotros en nuestra dirección (Asociación SEDE, Complejo

Deportivo Oscar Freire) o llamando al teléfono 616 17 09 16.

[email protected]

En un país de cuyo nombre no quiero acordarme vivían personas que tenían que acudir con sus hijos, tragándose la vergüenza, a instituciones de beneficencia parapoder comer. Los ancianos, me-recedores de una vida tranquila después de años de duro trabajo, no sólo no podían ayudar a sus hijos desempleados sino que, ade-más, tenían que pagar un porcen-taje de las muchas medicinas que tomaban a diario.

Los niños, en el colegio, no reci-bían una enseñanza de calidad porque se decidió que había que despedir a muchos de sus maes-tros. Las aulas estaban masifi-cadas y lo que antes se llamaba enseñanza personalizada para to-dos pasó a denominarse colegios elitistas que pagamos todos pero sólo algunos disfrutan.

Los jóvenes en edad de trabajar comprobaban cómo el sacrificio, el tiempo y el dinero destinado a su

formación (Posgrados, másteres y demás) no habían servido para nada. Porque seguían desemplea-dos, mientras ocupaban los años más fértiles de su vida -tanto físi-ca como intelectualmente- echan-do currículum tras currículum. La idea de estabilizarse, formar una familia y lograr el, tan nece-sario socialmente, relevo genera-cional, se convertía para ellos en una ilusión.

Casi todas los habitantes de ese cercano país no especularon con dinero negro, ni pidieron créditos innecesarios para comprar una vivienda que a los 2 días vendían por el doble de su valor, no de-fraudaron a la Hacienda Pública, ni se hicieron ricos a costa de es-tafas y engaños; tampoco cobra-ron pensiones astronómicas por dejar un cargo.

Supongo que a estas alturas ya habréis adivinado que el país al que me refiero es España. Pero po-

dría ser cualquiera de esos países angustiados por la famosa prima de riesgo. Esa que está fomentada por la avaricia de personas o en-tidades sin nombre ni rostro que están ganando dinero a costa de la pérdida de nuestro bienestar.

Entretanto, la justicia le niega la cantidad de 300 euros a María Martín, de 81 años, porque tuvo que desplazarse en taxi al Tribunal Supremo, dada su imposibilidad fí-sica, dejando a su marido en casa con un principio de alzhéimer. Una cantidad que, quizás, podría haber pagado una cena de Carlos Dívar.

SEDE

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SEDE son:Carlos Fernández Luz González Pilar GutiérrezPedro Ruiloba Recaredo Ruiz Silvia SaizJuan VillegasAdrián AlcortaElena Urtiaga

EditaAsociación Cultural SEDE Complejo Deportivo Oscar Freire 39300 Torrelavega CANTABRIA Tel. 616 17 09 16 [email protected]

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Diseño de PortadaIsrael Eguren

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MA-NO-SEA-MOS EL CON-CEP-TO DE JUS-TICIA

ArtículoSedeRevista.comArtículoSedeRevista.com

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MA-NO-SEA-MOS EL CON-CEP-TO DE JUS-TICIA

de Mariano F. Urresti

Oí decir al cazador de elefantes de Botswana en Navidad que la justicia era igual para todos. Y lo decía él, en cuya persona se encarna la más obvia de las desigualdades, pues no es por mérito ni capacidad que ocupa el cargo institucional que ostenta, sino por nacimiento.

Manoseamos el concepto de justicia.

No es posible la igualdad en una sociedad en la que el nacimiento define el estatus de cada cual, independientemente de que uno sea inteligente o no aplicado o no, trabajador o no.

Manoseamos el concepto de justicia.

No es posible hablar de igualdad en una sociedad en la que su máxima ins-titución es incuestionable para los ciudadanos, y el comportamiento de su titular no puede ser evaluado democráticamente cada cuatro años.

Manoseamos el concepto de justicia.

No es posible hablar de justicia cuando hay instituciones situadas al mar-gen de los deberes que el resto de los ciudadanos debemos cumplir. No sólo sucede tal cosa con la Monarquía, sino también con la Iglesia.

Mientras todos los españoles deben cumplir anualmente con el pago del Impuesto de Bienes Inmuebles, la Iglesia no lo abona. Y eso, siendo como es, propietaria de más de cien mil inmuebles en todo el Estado.

Y mientras todos nosotros abonamos impuestos como el IVA, la Iglesia estu-vo exenta del mismo hasta hace tres años.

Manoseamos el concepto de justicia.

No es posible que el ciudadano esté sometido a una legislación común mien-tras el clero tiene su propio derecho. No parece adecuado ni lógico que haya diferentes justicias, diferentes derechos, distintas legislaciones. No parece nacido de la justicia el discurso del recorte en prestaciones socia-les, de amputaciones severas en educación o sanidad mientras esa misma institución que está exenta del IBI recibe alrededor de 10.000 millones de euros anuales por parte de un Estado que se supone fiel a una Constitución en cuyo frontispicio se afirma la existencia de un Estado aconfesional.

En fin, que manoseamos el concepto de justicia.

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Me dispongo a exponer por escrito algunas ideas que últimamente me rondan la cabeza ya que, según dice un amigo mío, el poner negro sobre blanco tus reflexiones te ayuda a organizarlas, mejorarlas y, si es nece-sario, rechazarlas por inanes. Empecemos visitando la Real Acade-mia Española para aclarar los con-ceptos que encabezan este artículo. Injusto, según la RAE, es aquello no justo o equitativo. Esto último puede ayudar pero necesito más por lo que consulto, esta vez, el diccionario de uso del español de María Moliner. Aquí me aparece algo que me resulta interesante, dice lo siguiente: “aplica-do a personas, no justo e imparcial” y, mejor, me fijo en otras voces con las que se relaciona el término: “abuso, agravio, torticero, inmerecido, arbi-trario”. ¿Qué me dicen de legal? En la RAE, nos encontramos con varias acep-ciones. La primera me resulta muy útil porque es el significado que voy a utilizar en este artículo: “Prescri-to por ley y conforme a ella”. Pero, presten atención a otras que también se exponen: “Verídico, puntual, fiel y recto en el cumplimiento de las fun-ciones de su cargo” y “leal o formal en su comportamiento”. Como vemos, estas últimas serían muy deseables

en los tiempos que corren. Ya si con-sultamos a María Moliner nos referi-mos a una virtud que no se prodiga demasiado: “Se aplica a la persona en la que se puede confiar”. Todo esto lo traigo a colación para expresar algunas actuaciones lleva-das a cabo últimamente que, aunque han sido prescritas por ley o confor-me a ella, han resultado en la prác-tica: injustas, imparciales, abusivas, torticeras e, incluso, arbitrarias. Cómo no, hablemos de economía. Todos sabemos, porque nos estamos convirtiendo en especialistas de la Unión Europea, que existe un Banco Central cuya labor es, según el pro-pio organismo, lograr que los precios y el sistema financiero se mantengan estables y garantizar que las insti-tuciones y mercados financieros se supervisen adecuadamente. El pro-blema es que por ley le está prohi-bido prestar dinero directamente a los países. Por lo tanto es legal pero injusto que esta institución pres-te dinero a los bancos privados, por ejemplo, al 1% de interés y éstos últimos utilicen ese dinero, no para proporcionar liquidez a las empre-sas y particulares de esos países, si no para comprar su deuda a un 5%. Como ven, los bancos privados hacen

negocios redondos con dinero público que es eso, al fin al cabo, lo que nutre los fondos del Banco Cen-tral Europeo. Ya que estamos con el sistema finan-ciero hagamos un apunte más. Hace no mucho tiempo, un banco creado a partir de la fusión de varias cajas de ahorros, Bankia, decidió sacar a bolsa la entidad esgrimiendo que estaba saneada y que los que com-praran sus acciones iban a hacer un pingüe negocio. Muchos de los clien-tes del citado banco fueron animados a comprar por aquellos que habían custodiado sus ahorros durante años. Les juraron y perjuraron que podían hacerlo sin temor porque no había apenas riesgo. Pues bien, unos pocos meses después la situación es la siguiente: el banco está nacionalizado y las acciones no valen un pimiento (perdonen que utilice la expresión). Es Legal pero injusto que ninguno de los ejecutores de tamaña estafa[1] hayan sido, ni siquiera, inquiridos por su gestión. Más aún, tampoco quienes los nombraron, es decir, polí-ticos de los partidos mayoritarios, que al fin y a la postre son los últi-mos responsables, han sido llama-dos al orden. Supongo que al final los paganos somos siempre los mismos porque seremos los ciudadanos los que deberemos apechugar con las

pero

legal ni jde Luz González Fernández

ArtículoSedeRevista.com

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j u s t oconsecuencias cuando han sido otros los que han recogido beneficios y han causado el desaguisado. También es legal pero injusto que el estado de bienestar, conseguido des-pués de mucho tiempo de lucha, se esté quebrando por una crisis que han causado los “poderosos y efi-cientes” y están empeorando aque-llos que deberían solucionarlo. Por-que está visto que los remedios que se han puesto encima del tapete no hacen más que probar una y otra vez parches que ya se habían utilizado hace tres, dos y un año y que se han demostrado equivocados. Podrían sentarse y reflexionar sobre ello y no actuar alocadamente. Quizás la solución esté en otra parte como, por ejemplo, reformar totalmente un sis-tema económico que está haciendo sufrir a mucha gente. Cambiemos de tema pero no de con-texto. Hoy por hoy la única respues-ta es el recorte (término que de tan utilizado no sólo resulta reiterativo sino también inútil). Continuemos, los tijeretazos se han realizado en aquellos campos más sensibles a la mayoría de la población como la edu-cación y la sanidad. Utilizando como excusa una crisis se está alterando el devenir de un proceso que esta-

ba empezando a dar sus frutos o los llevaba dando mucho tiempo. Sin embargo, no se tocan aspectos que podían aliviar el problema. Ergo es legal pero injusto descender el pre-supuesto destinado a educación, que se vaya a aumentar la ratio de alum-nos por aula, llamar vagos a los pro-fesores, bajar su sueldo, despedirlos, subir las tasas universitarias o impe-dir que la atención a la diversidad se realice en buenas condiciones. Todo esto implicará mayor fracaso escolar en un momento que empezaba a des-cender mientras se nos dice que no afectará a la calidad de la enseñan-za ni a la convivencia en las aulas. Sin embargo, es legal pero injusto que se mantengan o aumenten los conciertos de colegios, por ejem-plo, que fomentan la separación por sexos; se intente contratar fundacio-nes cercanas al Opus Dei para reali-zar evaluaciones que ya se estaban efectuando o se mantenga la asigna-tura de religión en un estado acon-fesional. Supongo que no es el mejor momento para realizar estas peticio-nes cuando no se han llevado a cabo en los momentos de vacas gordas. Sin embargo, indudablemente, la escuela pública es la única que puede formar a aquellas generaciones cuyos padres no tuvieron tantas oportunidades. Es la escuela pública la que cuenta entre sus alumnos con chicos que provie-

nen de contextos más desfavo-recidos y es la que se enfrenta a problemas que nues-tros gerentes ni siquiera imaginan. El argumento que se utiliza es que los colegios privados o concertados tie-nen mejores resultados pero lo que no se tiene en cuenta son los con-dicionamientos de la escuela pública que ellos eliminan. Normalmente, los alumnos de los colegios privados o concertados provienen de familias con un nivel socioeconómico y de estudios medio-alto lo que implica mayor oportunidad de acceso a la cultura. No nos engañemos compa-rando situaciones totalmente distin-tas. Todo lo expuesto hasta ahora es legal, es decir, conforme a la ley pero eso no quiere decir que no sea injusto, esto es, desigual, parcial o abusivo. ¿Por qué, entonces, nuestro parlamento (donde reside el poder legislativo y es elegido por los ciuda-danos) no crea leyes que, además de legales (lo que es ineludible) sean jus-tas? La respuesta está en nosotros porque el poder reside en los ciuda-danos que no se nos olvide.

1Utilizo el término porque, según María Moliner, hablamos de estafa cuando despojas a alguien con engaño de dinero u otra cosa de su propiedad. Subrayo lo de engaño.

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Todos habremos escuchado el lema “¿y si hay una guerra y no va nadie?”. Bonito sueño, ¿verdad?. Y es precisamente por él, que en

muchas ocasiones se nos ha acusado de estar desconectados de la realidad, de ser simples

soñadores, de no tener un verdadero programa de transformación social y solo poseer buenas

y loables intenciones.

Ciertamente, muchas personas estamos en contra de las guerras, de las intervenciones humanitarias,

del actual sistema de relaciones internacionales que promueve la violencia estructural; sin

embargo, no se suelen tener referentes ideológicos ni prácticos para llevar dichas ideas a la realidad

con campañas concretas.

El desarme, promulgado tanto por partidos socialdemócratas como conservadores, ha

sido duramente criticado por los movimientos sociales que abogan por la desmilitarización,

toda vez que, a la larga, esta panoplia de prácticas cosméticas no ha abundado en la

desaparición de los recursos militares, sino que, al contrario, los ha readaptado a una realidad

en constante cambio, posibilitando de este modo su perpetuación. En el fondo, la apuesta

desde la oficialidad ha sido la de generar cierto grado de regulación armamentística, con el

fin de mantener su existencia y garantizar el vigente statu quo.

Incluso los verdes alemanes, al llegar al poder, olvidaron lo esencial del espíritu antimilitarista

(es curioso, pero de aquellos postulados ecologistas-pacifistas con los que emergieron

en un gris escenario casi bipartidista, ahora apenas quedan un puñado de referencias de tipo ambientalista, sacrificándose en el altar

de la política real todo lo que tenía que ver con el pacifismo; parece que, en el fondo, no

El transarme implica

que las sociedades tie

nen que dar, simultáneamente, pasos para demilita

rizarse

mientras se constru

ye una defensa alternativa. Esta nueva defensa pretende defender lo

realmente

importante para las personas (e

ducación, sanidad, vivienda, derech

os humanos) con metodologías

noviolentas y el protagonism

o de la sociedad civil.

APROXIMACIONES AL

CONCEPTO DE TRANSARMEpor Colectivo Utopía

Quitar poder

a lo militar

y violento

a favor de

prácticas

alternativas y

de base

ArtículoSedeRevista.com

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El transarme implica

que las sociedades tie

nen que dar, simultáneamente, pasos para demilita

rizarse

mientras se constru

ye una defensa alternativa. Esta nueva defensa pretende defender lo

realmente

importante para las personas (e

ducación, sanidad, vivienda, derech

os humanos) con metodologías

noviolentas y el protagonism

o de la sociedad civil.

se creía en nada de ello, ni del antimilitarismo ni del desarme). Así pues, el desarme ha quedado en manos de los gobiernos estatales y de las organizaciones internacionales. Su desarrollo ha sido muy pobre como se puede comprobar, por ejemplo, en Wikipedia.

La propia página de la ONU sobre desarme nos argumenta muy bien por qué razones tenemos que desarmarnos: “Cada arma que construimos, cada navío de guerra que lanzamos al mar, cada cohete que disparamos es, en última instancia, un robo a quienes tienen hambre y nada tiene que comer, a quienes tienen frío y nada tienen para cubrirse. El coste de un bombardero pesado nuevo es el siguiente: un colegio nuevo en más de 30 ciudades”. Frase del guerrerista D. Eisenhower.

Sin embargo, las informaciones sobre sus propios trabajos en este terreno y sobre sus logros son muy escuetas. Así lo reconoce la Comisión de Desarme de las Naciones Unidas, cuando en agosto de 2011 Cuba afirmó que accedía a su presidencia con un “llamamiento a sacar este organismo del estancamiento”.

Por otro lado, el rearme y la violencia sufren continuos empujes hacia el reforzamiento como medida central de las políticas nacionales e internacionales. Según datos de la ONU “el gasto militar ha aumentado en un 50% en los últimos cinco años y, en la actualidad, alcanza 1,2 billones de dólares anuales aproximadamente. Menos de una décima parte del gasto militar sería suficiente para conseguir alguno de los objetivos del milenio, como la eliminación de la extrema pobreza”.

¿Entonces, no hay alternativa? El breve análisis anterior parece que así lo indica. Si dejamos la lucha por la paz en manos de los gobiernos y las instituciones internacionales comprobamos que solo han seguido líneas militaristas, intervencionistas y de fomento del comercio de armas.

La alternativa, entonces, solo puede venir de la participación social responsable (si esta funciona con métodos alternativos) y de algún concepto alternativo a los anteriores y que sí tenga pontencialidad para cambiar las prácticas políticas desde la base.

Desde el pacifismo antimilitarista y noviolento abogamos por un concepto que se denomina transarme. La definición breve de este concepto implicaría: los pasos sucesivos que las sociedades tienen que dar en paralelo (y no unos antes y otros después) con el fin doble de desmilitarizarse a la vez que se va construyendo, en paralelo, una defensa alternativa.

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Nuestra opción por el transarme nos hace conscientes de que el ejército, el militarismo

y la violencia no pueden desaparecer de la noche a la mañana. Pensamos que es más

correcto y real apostar por una transición gradual en la que se vayan dando pasos

sucesivos que se basen en el empoderamiento social de los temas de defensa para ir forzando progresivas pérdidas de poder de los militares

a la vez que construimos un modelo de defensa diferente.

¿Cómo se puede construir un modelo de defensa alternativo?

Aunque la explicación es mucho más larga que el espacio de este artículo, sí queremos

reseñar por ser claves tres aspectos fundamentales.

¿Qué hay que defender?, ¿cómo lo queremos defender? y, por último, ¿quién es el sujeto

de la defensa? Dependiendo de cómo se respondan las preguntas anteriores tendremos

un modelo de defensa u otro muy distinto.

En cuanto a la primera pregunta, ¿qué queremos defender?, en líneas generales, hay dos posibilidades: u optar por la defensa típica

militar de las fronteras, la bandera, la patria, las actuales instituciones violentas y poco

democráticas, el statu quo opresor de aquellas personas o países empobrecidos... u optar por una defensa alternativa que busque defender

aquello que realmente interesa a las personas: la educación, la sanidad, la vivienda, el trabajo, el medio ambiente, la democracia participativa,

la solidaridad con personas y países pobres... La primera opción es la de la defensa nacional

o militar o territorial. La segunda es la de la defensa social, la de la seguridad humana, la

defensa noviolenta o alternativa.

Resulta asombroso y turbador ver cómo las instituciones, el ejército, los partidos o el

Congreso, nunca nos han dado opción alguna de decidir qué hay que defender: salimos de la

dictadura franquista con unos conceptos sobre qué defender muy claros y tajantes, y no se

han modificado desde entonces. ¿Es esto justo, es democrático?.

Hoy por hoy es necesario que se divulguen y popularicen las características de la segunda opción porque la primera es de la única que

existen datos publicados, ejemplos, realidades (todos ellos sanguinarios y violentos, todos

¿qué queremos defender?

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ellos generadores de mayores espirales de violencia, todos ellos inútiles o perniciosos para la mayor parte de la gente). Suele ocurrir que se piensa que la defensa alternativa no existe, sin embargo hay mucha gente que a través de organizaciones solidarias, movimientos de base asamblearios y alternativos ya están defendiendo lo que realmente nos interesa en el día a día, con prácticas comprometidas y metodologías horizontales y noviolentas. ¿Qué ocurre, que su labor no existe, o que, por el contrario, el problema está en que no tenemos la suficiente cultura alternativa para identificar su trabajo como un verdadero modelo de defensa alternativo llevado a cabo?

La segunda pregunta: ¿cómo lo queremos defender?, también es básica para definir un modelo de defensa alternativo. Es necesario contestarla con coherencia con lo que queremos defender. ¿Cabe la violencia en la defensa y promoción de lo que definíamos antes como defensa alternativa? No. Seríamos incoherentes con los objetivos que nos proponemos si recurrimos a la violencia. ¿Pueden defender los ejércitos, la OTAN, las intervenciones humanitarias, la economía basada en la compraventa de armas y en la exportación de guerras los valores y realidades que realmente nos interesan defender? No. Lejos de ello, las metodologías violentas son las principales valedoras de los ataques contra aquello que nos interesa defender.

Las metodologías y las políticas noviolentas, pasando por labores de índole educativo y cultural, por acciones directas noviolentas, por luchas sociales de diverso tipo, por denuncias y movilizaciones novedosas, por la aplicación de alternativas en la resolución de conflictos o en el modelo de consumo y por la construcción de propuestas de toda índole viables y aplicables, ponemos por caso, ha demostrado ya eficacia en su apuesta por la conquista de derechos tanto en organizaciones pacifistas, como ecologistas, feministas, de solidaridad, vecinales, cívicas, campesinas, etc.

La tercer pregunta: ¿quién es el sujeto de la defensa?, nos lleva a plantearnos cuál es nuestro papel en todo el tinglado de la defensa. ¿Somos meros contribuyentes con nuestros impuestos? ¿Tenemos derecho a decidir sobre qué, cómo y quién tiene que defendernos? ¿Debemos dejar la defensa en manos de elites decisorias (los políticos militaristas) o de elites ejecutorias (los militares)? ¿Somos corresponsables de las funestas intervenciones de nuestras empresas nacionales en el Tercer Mundo? ¿Podemos exigir ser protagonistas y que se nos consulten las grandes líneas de la política de defensa para que las decidamos entre todos y todas y no por mera delegación desinformada?

El transarme recoge todos estos interrogantes y les da respuestas mediante la planificación de campañas duales: quitar poder a lo militar y violento y generar poder para las prácticas alternativas y de base. El desarrollo de estas ideas está pendiente de próxima publicación con el título Política noviolenta: lucha social en la propia editorial de Ecologistas en Acción, Libros en Acción.

utopiacontagiosa.wordpress.com

¿cómo loqueremos defender?

¿quién esel sujetode ladefensa?

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por Javier Blanco Obeso

EL CAPITALI MOSArtículo

SedeRevista.com

Ética y justicia en los sistemas

económicos(1)

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Pocos sistemas económicos se encuentran en la actualidad tan denostados y criticados como el capitalista. Las primas y sueldos millonarios de los directivos de bancos y grandes empresas, los despidos de empleados en empresas que dan beneficios, y la sensación generalizada de la ciudadanía de que los platos rotos los pagan los mismos de siempre, han erosionado fuertemente la imagen del capitalismo como corriente económica traedora de libertad y progreso para todos. ¿Son estas críticas justificadas? Y lo más importante: ¿qué sistema es más justo? Olvidemos los sistemas económicos de la antigüedad y la Edad Media, por su clara contradicción con nuestra visión actual del mundo. En la antigüedad, por ejemplo, los derechos estaban relacionados directamente con los impuestos que un individuo pagaba, con lo cual, los pobres estaban apartados automáticamente de la actividad política. En la Edad Media el señor feudal no solo era dueño de los medios de producción, sino prácticamente del trabajador mismo y de su familia, que no podía abandonar el lugar de vivienda y trabajo y estaba atado de por vida al señor feudal. Vamos a concentrarnos, pues, en los dos sistemas económicos que han marcado el S. XX: el comunismo y el capitalismo. El primer sistema económico que podemos denominar moderno es el capitalismo. Lo que entendemos por capitalismo es en realidad una amalgama de teorías que tienen su base en el S. XVIII, cuando la sociedad feudal dio paso definitivamente al mayor cambio que ha experimentado la humanidad desde el neolítico: la revolución industrial. La acumulación masiva de capital en Inglaterra hizo posible una época de explosión económica sin precedentes. El teórico del capitalismo en el S. XVIII se llama Adam Smith. La teoría de Adam Smith, que desarrolla en su obra “La riqueza de las naciones“, es muy sencilla. Todos los productos que se ofrecen a un precio determinado son la oferta. Las necesidades de la población es la demanda. Cuando la demanda de un determinado producto aumenta, sube también su precio, con lo cual más empresas empiezan a producir y a vender ese producto (aumenta la oferta). Al aumentar la oferta, el precio baja, y, automáticamente, baja también la oferta. El precio vuelve a subir y otra vez a empezar. A esa fuerza invisible que domina el mercado Smith la llamó “la mano invisible“. Según Adam Smith, para conseguir el mayor nivel de progreso en una sociedad, es preciso dejar al mercado absoluta libertad. Su máxima era que dejando vía libre a la búsqueda individual de máximo beneficio se consigue más progreso para la sociedad al completo. La teoría de Adam Smith, aun siendo la base del capitalismo, no se sigue al pie de la letra en ningún país capitalista. Incluso EE. UU. tiene mecanismos de control del mercado. El problema de Adam Smith es que no tiene en cuenta temas como el monopolio y los precios acordados. Cualquier automovilista puede contradecir a Adam Smith cada vez que tiene que llenar el depósito. El capitalismo, en su versión más descarnada, no es ético ni justo, ya que, de manera natural, las grandes

corporaciones acumulan poder y capital, destruyendo a sus competidores sin contemplaciones, con lo cual, pueden dictar las condiciones de trabajo, los precios, e incluso, derrocar gobiernos, de manera que un capitalismo radical (esto es, sin control estatal) llevaría a la destrucción de cualquier sistema democrático, amén de crear un ecosistema económico extremadamente feroz e inhumano. Para evitar eso, el estado tienen que controlar el mercado y a las empresas mediante el ordenamiento legislativo, evitando la creación de monopolios y protegiendo en todo momento la competencia limpia entre las empresas. Pero las leyes antimonopolio no bastan para evitar que se produzca la explotación de los trabajadores por parte de las empresas, o que alguien caiga en una situación de pobreza. Los vagabundos y los trabajadores con sueldos miserables en Estados Unidos son una prueba de ello. ¿El capitalismo produce entonces pobreza? ¿Es eso ético? En un entorno económico de gran dinamismo como el estadounidense esto sí sería ético, en teoría. El trabajador, al igual que la empresa puede contratarle y despedirle con total libertad, puede también elegir la empresa que desee para trabajar en ella, con lo cual se produce no solamente una competencia por los mejores trabajos, sino también por los mejores trabajadores. La ética del sistema se basa en que los más capacitados e inteligentes tendrán los mejores trabajos. Asímismo, las empresas que mejor funcionen y mejor paguen a sus empleados podrán tener a los trabajadores con más talento, lo que repercutirá en su éxito. El sistema capitalista promueve de esta manera el esfuerzo personal, el trabajo duro, la superación y la inteligencia, y castiga la vagancia, la estupidez y la falta de talento. Esa es la base de la ética capitalista, la idea de que tanto el éxito como el fracaso son merecidos, tanto en cuanto cada individuo tiene las capacidades necesarias para lograr su propia riqueza, por lo que si no lo logra es porque no es suficientemente inteligente o esforzado. Según la teoría de Max Weber, esta idea se encuentra reforzada por la mentalidad calvinista en Estados Unidos y en el norte de Europa, según la cual Dios ya ha decidido quiénes se van a salvar. La riqueza en el reino terrestre la verían entonces los protestantes como una prueba de que

MO

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ArtículoSedeRevista.com

Dios les va a salvar. La pobreza, por el contrario, sería una prueba de que Dios, por alguna razón, ha decidido que esa persona no se va a salvar. Hay que decir que las teorías de Max Weber respecto a Calvino se consideran superadas. Sin embargo, cualquiera puede observar que precisamente los países del mundo más influenciados por el protestantismo son a su vez los más ricos y avanzados. Esta idea de relacionar religión y economía no es nueva, sino que existía ya en el cristianismo del medievo. En la Edad Media se creía que la pobreza era un castigo de Dios por los pecados cometidos. Así que, resumiendo, en un sistema capitalista perfecto, si trabajas duro, conseguirás tus objetivos. El problema de todo esto es que la teoría es muy bonita, pero no tiene en cuenta otros elementos muy humanos: la mentira, la corrupción, el tráfico de influencias y el favoritismo. Estos elementos corrompen el sistema y nos llevan a ejemplos bien conocidos: trabajadores que lo hacen todo bien y pierde su empleo al lado de ineptos que llevan a la empresa a la ruina y reciben indemnizaciones millonarias. Jóvenes que se preparan al máximo y no encuentran trabajo junto a enchufados que sin terminar la carrera ya tienen un empleo, etc... Los ejemplos de injusticia los encontramos a todos los niveles, no solamente los directivos y los políticos son corruptos o practican el tráfico de influencias. Un chaval que entra en una fábrica solo porque su padre es jefe de personal es tan corrupto como un concejal que se crea un puesto de funcionario a medida para tener un trabajo fijo al terminar el ciclo político. En ambos casos, el sistema ha fallado. Ambos, el concejal-funcionario y el obrero, están quitándole su puesto a alguien que, seguramente, lo merece más que ellos. Siguiente problema: no hay corrupción, el trabajador lo ha hecho todo bien, tiene una formación impecable y es disciplinado. A pesar de todo, no encuentra trabajo. Aquí es donde la ética neoliberal comienza a resquebrajarse. No hay trabajo para todo el mundo, y fuera del sistema no se quedan solo los vagos, los inútiles y los imbéciles, sino personas con currículos impecables. La filosofía capitalista responde a esta situación afirmando que el problema es que no hay suficiente libertad en los mercados, el estado aún se

inmiscuye demasiado en la economía, hay demasiada protección de los trabajadores, demasiada política social. Todo esto ahoga la libre competencia y la iniciativa empresarial y trae más pobreza. La solución neoliberal es más capitalismo: bajar los impuestos, eliminar cobertura social y relajar las condiciones laborales. El problema ético que aparece aquí es que no es el capitalismo el que dice “hagamos esto“, sino personas y grupos concretos con intereses concretos. Así que no estaríamos ante un problema estructural del capitalismo, sino del aprovechamiento interesado de fuerzas económicas para, en situaciones de crisis, debilitar el control que ejerce el estado sobre el mercado para aumentar sus beneficios y su poder. Al mismo tiempo, la eliminación de la red social coloca a los trabajadores en una situación de desamparo en la que tienen que aceptar inermes cualquier condición laboral. El estado, al relajar el control del mercado, pierde poder sobre él y en un futuro le será más difícil crear leyes para evitar el monopolio y frenar la acumulación de poder de las grandes corporaciones. Véase el ejemplo de Latinoamérica. A pesar de años con gobiernos decididos a crear riqueza sostenible y montar una economía social de mercado a ejemplo europeo, las estructuras establecidas con grandes corporaciones internacionales que campan

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a sus anchas y terratenientes con poder sobre extensas regiones son extremadamente difíciles de eliminar. En relación con lo anterior, tenemos también el asunto del sueldo que un trabajador recibe cada mes del empresario por el trabajo realizado. Aquí se nos plantean dos problemas. El primero es qué cantidad es la mínima que debería recibir un asalariado, haga el trabajo que haga. El salario mínimo se expresa siempre en ingresos brutos por hora trabajada. En cada país se soluciona este problema de manera diferente. En el capitalismo puro, es el propio mercado de trabajo el encargado de regular este concepto, y el estado no debe inmiscuirse, ya que, si lo hace, estaría poniéndo obstáculos a la libre competencia. Según la teoría más neoliberal, los salarios mínimos hacen aumentar la tasa de paro, ya que los empresarios no contratan a trabajadores debido al coste que les supone pagar sueldos demasiado altos. En este sentido, el salario mínimo aumenta el paro, y por ende la pobreza. Un argumento ético a favor del salario mínimo es el que afirma que sin salario mínimo se abre la puerta a la explotación, ya que los empresarios pueden pagar sueldos por debajo del umbral de la pobreza, que el trabajador aceptaría por no tener otra opción (más que dejar morir de hambre

a su familia).

El segundo problema en relación a los salarios es la diferencia de salario entre los diferentes empleos. Una posibilidad sería pagar a todos los trabajadores el mismo salario, independientemente de lo que hagan. El panadero y el médico ganarían lo mismo. Rápidamente nos damos cuenta de que esto no sería justo. ¿Por qué? En el ejemplo entendemos que el médico debe ganar más que el panadero. Las razones son dos: importancia del trabajo a realizar y esfuerzo utilizado para lograr el trabajo. El panadero ha terminado la ESO, quizás ha hecho un módulo de grado medio y ha empezado a trabajar en una panadería. El médico ha terminado la ESO, ha hecho Bachiller (con muy buenas notas para poder entrar en la universidad), ha estudiado seis años de carrera y luego ha hecho dos de MIR. Es justo que ese esfuerzo se vea recompensado por un salario superior. Asímismo, si observamos el trabajo que realizan ambos, nos damos cuenta de que la función del médico es más importante para la sociedad que la del panadero. Podemos sobrevivir sin pan, pero no podemos sobrevivir sin médicos. Así que el médico debe ganar más que el panadero. Hasta aquí, todo correcto. Pero ahora veamos más ejemplos. Una vez trabajé en la empresa Solvay durante tres meses los fines de semana (16 horas semanales). Al cabo del mes ganaba unos 400 €. Allí había obreros subcontratados que ganaban algo más de 500 €, por trabajar 40 horas a la semana. Estaban en la misma empresa, haciendo el mismo trabajo que yo, y ganaban por hora menos de la mitad. Aquí entramos en uno de los problemas básicos de la ética capitalista.

Al colocarse el beneficio individual como la medida de todas las cosas (y con la creencia de que al

incentivar el beneficio individual se incentiva indirectamente el beneficio de toda la sociedad) se

crean situaciones de injusticia. El salario de un trabajador, en un sistema capitalista, no se basa

en el esfuerzo realizado o en la importancia para la sociedad, sino en la cantidad de dinero que le hace ganar al patrón. El valor del trabajo en el sistema capitalista se basa en el beneficio que recibe la empresa a través de ese trabajo. Por eso cobran los futbolistas de primera división tanto dinero. No es porque alguien diga “eh, el fútbol es importantísimo, vamos a pagarles a estos chicos estos sueldos desorbitados“, sino porque el fútbol es un negocio millonario, en el que se mueven enormes cantidades de dinero, principalmente en concepto de derechos de emisión. Y los clubes compiten entre sí por tener a los mejores futbolistas a base de talonario. Por mucho que disfrutemos de los goles de Iniesta y del juego de la Selección, no podemos obviar que en este sentido el sistema capitalista es injusto. Último problema ético del capitalismo: la

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destrucción del planeta. El sistema capitalista lleva indefectiblemente al agotamiento de los recursos naturales. Mientras que los recursos naturales son limitados, el sistema capitalista es de crecimiento ilimitado. ¿Nadie se pregunta por qué hay que crecer cada año? Si ya tenemos un nivel de riqueza aceptable, ¿qué hay de malo en el crecimiento 0%? En principio, el ser humano tiene un deseo innato de mejorar. Si hoy gano 2000 €, en diez años quiero ganar 4000 €. Pero el sistema también necesita crecimiento ilimitado. Los accionistas, ahorradores y propietarios de planes de pensiones quieren cada año que su dinero aumente. Esto solo es posible con crecimiento ilimitado. El crecimiento como símbolo de que “todo va a mejor“ está implantado en nuestra psicología. Para un país, crecimiento significa más producción de bienes y servicios, y desde el punto de vista neoliberal, esto significa más riqueza y bienestar. Pero el planeta es limitado. Hemos implantado un sistema económico que tiende a infinito en un planeta con recursos -alimentos, territorio, agua, etc.- finitos. Sin embargo, cuidado... El crecimiento infinito no solamente es algo de las grandes corporaciones y de los malvados gerifaltes de los bancos. El crecimiento infinito lo tenemos implantado en el cerebro y lo ejercemos con alegría en el día a día: cambiar de coche aunque el viejo aún sirve, acumular objetos materiales que en realidad no necesitamos, consumir bienes y servicios sin control, querer siempre más... todo esto forma parte del concepto del crecimiento ilimitado. Nuestro modelo de consumo también tiende a infinito.

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por Myriam Martínez Muñoz

El factorhumano

judicialesen los procesos

Recientemente me he visto inmersa en un complicado proceso, semejante a un juicio de instrucción al uso, que me ha hecho reflexionar sobre varias cuestiones. En mi caso, se trataba de una comisión de investigación abierta a un empleado de una determinada entidad, con objeto de resolver un supuesto asunto que se excedía de las funciones laborales del mismo, e intentar esclarecer los hechos para que, la dirección de la empresa, pudiera tomar una decisión con las mayores garantías posibles. En varias ocasiones, durante el transcurso de esta larga, poco grata y dura encomienda, me han venido a la cabeza ciertas cuestiones relacionadas con un proceso judicial de los que se suceden dentro de nuestro sistema judicial a diario.

Al hilo de esta situación, y bajo la influencia del continuo bombardeo de información en relación a personas que sustentan cargos de responsabilidad pública, que se ven inmersas en potenciales delitos derivados de su posición de influencia, que indignan a la mayoría de la ciudadanía, me venía también a la mente la controversia provocada, tras la absolución, de un alto cargo de un gobierno autonómico, que, a pesar de ciertas pruebas incriminatorias aparentemente “explícitas” para la ciudadanía de a pie, tuvo más peso el dictamen de un jurado popular, que lo que el resto de los humanos pensábamos, hecho que no ha dejado de suscitar cierto debate entre la población.

Estaba sumida en estos pensamientos e iba enlazándolos con otros muchos ejemplos que, día a día, vemos en los informativos (casos no resueltos, cambios sustanciales en el testimonio, condenas rebajadas por condiciones atenuantes -como la enfermedad mental o

el cometer un delito bajo los efectos de una sustancia psicoestimulante-) y empecé a enlazarlos con diferentes aspectos de una parte de la psicología, como ciencia, que estudia el factor humano en los procesos judiciales y en la investigación del delito: la psicología jurídica y/o forense.

Desde alguna corriente que explica los procesos cognitivos, el ser humano es entendido como un computador, en el sentido en que es capaz de percibir, captar, procesar y almacenar la información que nos aborda constantemente, para hacer uso de ella a posteriori. Me atrevo a considerar incompleto este modelo de entender parte de los procesos mentales de una persona, en la medida en que no tiene en cuenta otros agentes, tanto internos como externos, al propio ser humano y que tienen una influencia enorme en dichos procesos.

Esta última afirmación se entiende al ver cómo son innumerables las variables que pueden alterar este sencillo proceso que realizamos continuamente para poder integrar toda la información que nos rodea, y esto cobra especial relevancia dentro de un proceso judicial. Por ejemplo, a la hora de recibir determinada información, no todas las personas somos capaces de percibirla de la misma forma. Y es aquí donde juegan un importante papel las características físicas, biológicas e intrínsecas de cada persona, así como factores de otra índole, como pueden ser los prejuicios que hemos ido conformando, nuestras ideas preconcebidas, los aprendizajes individuales o las experiencias vividas. Esto puede dar lugar a que, ante un mismo hecho o información, dos personas puedan asimilarlo y entenderlo desde puntos de vista diferentes. Tras todo esto, y a modo de reflexión, sigo pensando en un jurado popular y en el poder que los prejuicios tienen en nuestras actitudes.

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Por otro lado, un elemento clave de la investigación de un delito, es el propio testimonio (tanto de la parte perjudicada, como de la parte acusada y de los testigos si los hubiera). Me viene a la cabeza el funcionamiento de una cámara fotográfica que recoge un momento concreto inamovible, capta todos los detalles visuales tal cual, únicamente modificable con programas informáticos. En la descripción de un hecho, la memoria humana juega un papel central en todo proceso judicial, pero así mismo la memoria humana presenta una vulnerabilidad extrema al ser influida por diferentes variables; dichas variables funcionarían como lo hace el “Photoshop” en el mundo de la fotografía: maquillando, añadiendo, eliminando, aumentando, y en definitiva alterando determinados elementos de las imágenes. Y esta influencia externa al propio recuerdo, se hace especialmente relevante en situaciones de máxima tensión o de riesgo, en donde pueden aflorar sentimientos (de miedo, de búsqueda de ayuda, de necesidad de escapar…), que pueden maquillar, añadir elementos o eliminarlos, aumentarlos o simplemente alterar recuerdos convirtiéndolos, en ocasiones, en poco útiles para la clarificación de un hecho objeto de investigación, ya que se estos recuerdos resultan débiles y en ocasiones erróneos.

En una clase de Psicología Jurídica en la Universidad de Deusto, el profesor Burón nos contaba cómo explicando esto, quiso ponerlo en práctica, in situ, con su alumnado (ajeno a este simulacro de experimento que resumo a

continuación). Se trataba de que un chico (previas

indicaciones del profesor) irrumpiera en una clase

llena de gente, con un arma en la mano, exaltado, gritando y

amenazando. Esto duró segundos, y las reacciones de los presentes

fueron variadas, pero no solo eso, sino que los recuerdos de lo sucedido

también era diferente entre los asistentes. Cuando Burón preguntó por detalles como

el color de la ropa o altura, color del pelo o de los ojos del individuo, las respuestas no eran

uniformes. Mucha gente había focalizado su atención en otros aspectos (por ejemplo la

elaboración de una huída de esa situación…) Pero no es esto lo más interesante, sino que entraba en juego también la influencia del grupo, en el sentido de que las personas que no tenían muy nítidos esos detalles que el profesor les preguntaba, iban modificándolos en función de lo que iba diciendo el resto, con lo que realmente estaban construyendo recuerdos nuevos a partir de lo que ellos mismos habían vívido.

Podríamos seguir profundizando en las distintas maneras que aludan la vulnerabilidad de los diferentes aspectos mentales de la persona dentro de un proceso de investigación, pero no se trataba aquí de ello, sino más bien de poner sobre la mesa, algunas reflexiones sobre el papel del factor humano en los propios procesos judiciales.

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humanoen los procesos

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Jamás hubiese cambiado su manera de pensar, ni siquiera ahora… El intenso dolor de cabeza no remitía ni con los analgésicos más fuertes. Necesitaba dejar de pensar, su agotada mente precisaba un descanso. “Le iría bien dormir un poco”, le habían recomendado. Pero su obstinación le impedía seguir ningún consejo. El hombre firme y de ideas claras sabía siempre mejor que nadie lo que le convenía. Aún con esos tremendos calambres que le golpeaban la cabeza como si de un martillo se tratase, él seguía rebuscando en su memoria cualquier dato que pudiera aclararle qué había fallado para encontrarse en esa situación. ¿Fallado? Palabra inadecuada. No podía haber ningún fallo. Quizá ahí estaba el error, en su empeño por pensar que algo había fallado. Posiblemente era eso y no la situación en sí lo que le producía ese terrible malestar. Tenía que ser eso. ¿O prefería pensar eso?Descartó la idea, no quería dudar. No “podía” dudar. Ni siquiera ahora… Cualquier otro en su situación se hubiese rebelado, hubiese gritado desesperado. Pero el hombre frío y sobrio que nunca dudaba, jamás daba tampoco muestras de debilidad.

¿Cuántas horas llevaba sin dormir? ¿36? ¿48? ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que se dictó sentencia? Y, en ese tiempo, ¿cuántos datos había recordado? ¿Cuántas exposiciones y debates? ¿Cuántas conversaciones sobre diferentes puntos de vista? No pensaba replantearse ni un ápice sus ideas. Ello sería ir en contra de sus principios. Sería ir en contra de unas

ideologías que siempre había defendido a capa y espada.Miró a su alrededor. Nadie con quien hablar. Nadie con quien discutir ni debatir. Nadie a quien expresar la impotencia que sentía. El mismo escenario de todos estos días atrás: una minúscula habitación carente de lujos y detalles. Nada que lo distrajese de sus pensamientos. Tiempo para darle vueltas a todo, demasiado tiempo… Pensó con amargura en las veces que había demandado más tiempo para él. Su trepidante ritmo de vida le había impedido siempre disfrutar de las cosas más elementales. ¡Qué paradojas deparaba el destino! El tiempo, que siempre le había faltado en su vida anterior, era lo que le sobraba en la actual. Tan malo es carecer de tiempo para uno mismo como poseerlo en exceso, sobre todo cuando su mente se empeñaba una y mil veces en recordar las mismas cosas. Como aquella frase que pronunció en un mitin y que reiteradamente acudía a su memoria. Habían transcurrido casi diez años desde entonces, pero le parecía que había sido ayer mismo. Aún podía sentir la fuerza y la convicción con que la pronunció. Y los aplausos y vítores de quienes habían acudido a escucharle y le aclamaban.¿Dónde estaban ahora? Sacudió de su cabeza la idea que se le cruzó por un instante. Ese amago de plantearse a día de hoy la conveniencia de esa frase aparentemente simple.Sintió temor, quizá por primera vez en su vida. Se sintió débil y cobarde. ¡Dios, qué dolor de cabeza! Cerró los ojos con tanta fuerza que le escocieron.No podía perder la compostura. No. No podía flaquear. Ni siquiera ahora.

Él estaba convencido de lo que pensaba. Entonces y ahora. Sus ideas no habían cambiado. El que hubiese habido un error era independiente a la legitimidad de aquello que siempre demandó, al significado de aquella frase.

EL QUECREÍA

EN JUSTICIALAHOMBRE

de Susana Herrera

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Otra vez había salido la palabra. Error. Fallo. No era posible. ¿No había defendido él una y mil veces la idea de que la justicia no comete errores? La frase le volvió sonar como un eco en lo más profundo de su cerebro. Era como si un ente invisible se empeñase en martirizarle gritándole al oído. “PENA DE MUERTE PARA LOS TERRORISTAS, PENA DE MUERTE PARA LOS QUE COMETEN DELITOS DE SANGRE” ¿Por qué apiadarse de esos monstruos que asesinaban a personas inocentes? ¿Por qué buscarles una condena menos dura? Merecían morir. Él siempre lo había tenido tan claro que no entendía a los que hacían demagogia barata con ese tema. La justicia no debe tener la potestad para decidir la muerte de una persona, decían. ¿Y ellos? ¿Hay que permitir que esos asesinos sí decidan cuándo un inocente debe morir y salgan impunes de un crimen? Hay formas de castigo más propios de una democracia. La pena de muerte se aplica en regímenes totalitarios. Eso decían quienes se autodenominaban demócratas. Y él preguntaba: ¿Pertenecen a una sociedad democrática quienes asesinan de una manera tan cobarde? Pero seguramente lo que él más había censurado era la filosofía de aquellos que afirmaban que la implantación de la pena muerte solo serviría a los estados para “limpiar” las naciones de indeseables. Que la emplearían para quitar de en medio a personas “molestas” por razones políticas o ideológicas. Además, según éstos, siempre cabía la posibilidad de un error judicial que perjudicase y condenase a alguien que en realidad era inocente.

Y eso, precisamente, era lo que con más fuerza había rebatido siempre este hombre de ideas firmes. No existía error judicial posible. La justicia jamás comete errores. Es infalible. Ahora, en la fría soledad de aquella celda, se preguntaba por enésima vez en pocas semanas si la confusión de identidades era un error judicial. El hombre que creía en la justicia aún tendría tiempo, en adelante, para volverse a plantear ésa y otras preguntas. Había sido confundido con un peligroso terrorista internacional. Y había sido condenado a aquello que siempre defendió. Hasta que llegase el día en que se ejecutase esa sentencia, él seguiría buscando un resquicio que le permitiese seguir defendiendo sus arraigadas ideas. Porque no pensaba cambiar su manera de pensar. Ni siquiera ahora…

CREÍA

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A B C D E F G H I J K L M EL O P Q R S T U V W X Y Z ABECEDARIO E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U DE X Y Z A B C LO F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U INJUSTO A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D Epor Pablo Torres

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Muchas veces tenemos la sensación de que la justicia, que debería estar siempre ahí, iluminando nuestras vidas, brilla, sí, pero por su ausencia; y entonces nos parece que si es ciega, es precisamente porque ese brillo ausente la deslumbra, nublándole la vista, y no porque lleve los ojos vendados tratando de garantizar la equidad. Pero metáforas aparte, no es menos cierto que el ideal de justicia, estrictamente hablando, no existe. Dar gusto a todo el mundo mucho me temo que es imposible; lo que es justo para mí, puede que no lo sea para ti y viceversa. De ahí que se tengan que establecer normas y adoptar decisiones que, lejos de satisfacernos individualmente, nos contentan y nos disgustan un poco a todos por igual. Los conflictos, básicamente, son algo intrínseco a la colectividad. Si uno vive solo en una isla desierta, ¿para qué habríamos de necesitar normas o derechos estando a nuestras anchas? Sin embargo, si un buen día se presentara en la playa otro náufrago, la cosa cambiaría sustancialmente: habría que regular, y habría que hacerlo teniendo en cuenta mis derechos, pero también los del otro. Si no, no habría manera de entenderse ni de avanzar. Ahí está el quid de la cuestión. No sería lo más justo para mí, pero sería un poco justo para los dos; es lo que hay. Por eso, aún tratándose de una problemática más antigua que el catarro, cuando se imparte justicia, las consecuencias resultantes, no siempre fueron, ni son, ni serán plenamente compartidas por todos. ¡Cuántas veces nos hemos sorprendido al saber que determinadas películas o artistas, pese a ser extraordinariamente célebres, no han obtenido ninguna estatuilla dorada por sus dotes interpretativas! Y entonces es cuando nos parece que los señores y señoras otorgantes de premios no han sido justos. Pero insisto, lo que es justo para mí, no tiene por qué serlo para los señores y señoras otorgantes de premios. Supongo que sus razones tendrán y, desde luego, no pretendo ni mucho menos cuestionar las decisiones de los expertos, aunque en casos concretos pudiera dar la sensación de que existen ciertos intereses ocultos asociados a la toma de decisiones. Lo que sí pretendo, es, a modo de curiosidad, repasar breve y alfabéticamente algunos casos especialmente llamativos de actores y actrices que no se llevaron ni un solo Oscar por sus interpretaciones; quizás a los más puristas les pueda parecer un disparate incluir en un mismo listado a Rita Hayworth y a Val Kilmer, pero todos ellos tiene algo en común: han sido y son grandes estrellas indudablemente reconocidas por el público.

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nada menos que en cuatro ocasiones ha estado nominada al Oscar a la mejor actriz: en 1991 como mejor actriz de reparto por “Los Timadores” y como mejor actriz, en 2000 por “American Beauty”, en 2005 por “Conociendo a Julia” y en 2011 por “Los chicos están bien”. ¡Ánimo Annette, que el que la sigue la consigue!

calificada por una campaña de publicidad en 1950 “como el animal más bello del mundo” y considerada como una de las estrellas más brillantes del cine clásico, fue nominada por “Mogambo” (1953), pero eso fue todo. ¿No es increíble?

el Maquinista de la General ganó tan solo un Oscar honorífico en 1960 por sus viejas películas, que pese a pasar casi desapercibidas por la crítica en el momento de su estreno se consideran hoy en día obras maestras.

Annette Bening:

Ava Gardner:

Buster Keaton:

recibió un par de premios honoríficos y otro más por la Banda Sonora de “Candilejas”. Pero sus dos, quizás, más célebres películas que han sido consideradas como de las mejores del siglo XX, “Luces de la ciudad” (1931) y “Tiempos modernos” (1936), no recibieron sin embargo ningún premio.

Charles Chaplin:

ha recibido diversos galardones por sus películas, pero ni uno sólo como actor, pese a haber estado nominado al Oscar en dos ocasiones. Suerte que es un tipo duro y no se toma demasiado mal las decepciones.

Clint Eastwood:

uno, dos, tres, cuatro, cinco, ¡seis! Seis nominaciones al Oscar como mejor actriz de 1949 a 1960, entre ellas por la inolvidable “De aquí a la eternidad” en la que compartió reparto con Burt Lancaster. El premio honorífico llegó en 1994.

Deborah Kerr:

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nominada igualmente en seis ocasiones por películas como “Atracción fatal” (1987) o “Las amistades peligrosas” (1988), no ha conseguido llevarse ni uno solo de estos premios a sus vitrinas.

estuvo nominada en cuatro ocasiones, de 1930 a 1939, pero ¿cuántos premios Oscar ganó? Un cero como un rosco. Obtuvo finalmente un premio honorífico en 1954.

ha estado nominado al Oscar como mejor actor por “Único testigo” en 1985, pero la única estatuilla dorada que se ha podido llevar consigo es la que tomó prestada de un templo en medio de la jungla en “En busca del Arca perdida”.

Glenn Close:

Greta Garbo:

Harrison Ford:

ni en sus tiempos mozos moviendo el esqueleto, ni en su renacimiento como actor; aunque estuvo nominado, no consiguió llevarse el Oscar ni por “Fiebre del sábado noche” en 1977 ni por “Pulp Fiction” en 1994.

John Travolta:

a pesar de su trío de nominaciones sin consumar, a este pirata descarado con dedos que podan arbustos y aires de ultratumba, tampoco le ha ido mal. Ha ganado otros muchos premios, aunque le quede la espinita del Oscar.

Johnny Depp:

tres fueron también las ocasiones en que este monstruo de la interpretación del cine clásico fue nominado sin éxito. El premio honorífico le llegó, no obstante, en 1996.

Kirk Douglas:

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ganó, en 1938, el Premio Juvenil de la Academia; por lo demás, salvo el Honorífico que se llevó en 1982, no más premios de la Academia. Fue candidato al de mejor actor en tres ocasiones y otra más a mejor actor de reparto (pero lamentablemente, los premios se repartieron entre sus competidores).

Mickey Rooney:

gran actriz y de enorme belleza, pero veamos lo que la verdad esconde: ha sido nominada, al igual que Glenn Close por “Las amistades peligrosas” (aunque en este caso como mejor actriz secundaria) y como mejor actriz por “Los fabulosos Baker Boys” y “Por encima de todo”. Pues eso mismo: por encima de todo, no se ha llevado ninguna estatuilla.

Michelle Pfeiffer:

¿Dije no hay dos sin tres? Les mentí; no hay tres sin tres, de hecho, verán que son muchos los artistas que han conseguido tres nominaciones al Oscar a lo largo de su carrera. El caso es que Mastroianni también las obtuvo, pero no se llevó el premio en ningún caso.

Marcello Mastroianni:

esta gran actriz de metro ochenta y cinco consiguió gracias a su talento ser nominada a mejor actriz por una película de terror con “Aliens” (1986) y en 1988 a mejor actriz por “Gorilas en la niebla” y a mejor actriz de reparto por “Armas de mujer”, convirtiéndose en una de las pocas actrices que consigue dos nominaciones a los Oscar en un mismo año. Pero no se llevó ninguno de los tres.

Sigourney Weaver

como no hay dos sin tres, un trío de tríos, otro actor más con una terna de nominaciones en 1993, 2004 y 2006 por “¿A quién ama Gilbert Grape?”, “El aviador” y “Diamante de sangre” respectivamente. Contra todo pronóstico, ni siquiera fue nominado en 2011 por “J. Edgar”.

Leonardo Di Caprio:

el de la inolvidable María de “West Side Story” es otro de esos casos de triple nominación sin premio, por “Rebelde sin causa”, “Esplendor en la hierba” y “Amores con un extraño”.

Natalie Wood:

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al igual que Travolta, estuvo nominada en 1994 por “Pulp Fiction”, en este caso en la categoría de mejor actriz de reparto, y se volvió a casa con las manos vacías.

Uma Thurman:

¡marchando otras tres nominaciones sin premio! Pobre hombre pobre de “Hombre rico, hombre pobre”…

Nick Nolte:

la inolvidable Gilda, cuyo verdadero nombre era Margarita Cansino (por cierto, de padre sevillano) y Mito indiscutible del Hollywood de antaño… siéntense, siéntense: ¡nunca fue nominada a los premios Oscar!

Rita Hayworth:

estuvo nominado en 1989 por “Nacido el 4 de julio”, en 1996 por “Jerry Maguire” y en 1999 por “Magnolia”. Pero ganar un premio fue misión imposible.

Tom Cruise:

ha participado en muchas películas, en algún caso con buena crítica, pero no se ha llevado ni una sola nominación. C’est la vie, mon ami.

Val Kilmer:

un par de nominaciones a mejor actor para el Príncipe de Bel-Air, una en 2001 por “Ali” y otra cinco años más tarde por “En busca de la felicidad”. Esperemos que la encontrara pese a no llevarse el premio.

Will Smith:

Y hasta aquí llega el repaso. Vaya por delante que estos artistas no ganaron un Oscar por su interpretación en alguna película concreta, pero sí que obtuvieron otros muchos y notables reconocimientos a lo largo de su carrera profesional (además, claro está, del reconocimiento del público, sin duda el más importante y el que se traslada también a las taquillas). Pero materialismos aparte, a los que amamos el cine ¿qué nos

importan los premios o las taquillas?

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poesiao -

PoesíaSedeRevista.com

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por Rosa Gema Rebolledo Bolado

Hoy amanece distinto,otra luz me inunda el alma,ayer estaba en penumbracon ansias de sentir...nada.

Tengo mi alma desnuda

en espera de un segundoque me vista de mujer,que me dé oportunidadde ser feliz en el mundo.

Ahora yo decidí :

no más violencia en mi carne,no más desnudos del alma,tengo el derecho adquirido

tras mil y una batallas,después de pagar un precioviviendo entre muchos ojosciegos contra esta violencia,

que algunos llaman...“de género”.

Mientras quede un solo necio

todos tenemos trabajopara que nadie nos tratecomo moneda de cambio.

Esto no es juego de niños,

de ése de truco o trato.Levantemos nuestra vozen aras de ser solidarios,y digamos todos juntos

un NO rotundo al maltrato.

Justicia y libertad

A petición popular se elevan plegarias hasta lo más alto para que estas dos palabras no sean una quimera. Los más optimistas corremos el riesgo de vivir en una clara utopía, pero qué le vamos a hacer. No podemos rendirnos.Yo, como mujer, no quiero pasar por alto una de las mayores lacras sociales que padecemos: violencia de género, que no doméstica... una violencia que está inmersa en el ámbito de la ciudadanía, que nos atañe a todos, que no conseguimos erradicar.

¿Por qué no podemos acabar con la violencia de género? Pedimos más JUSTICIA... después de que el daño ya está hecho. Y yo pido EDUCACIÓN, para que no lleguemos a extremos trágicos, para concienciar a la siguiente generación de que el futuro está en la coeducación, en los valores personales, en la tolerancia y sobre todo en el amor por uno mismo.Si consiguiéramos una sociedad con estos valores no pediríamos tan a menudo JUSTICIA, no haría falta. ¿Lo conseguiremos?

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La Justicia se quitó la vendacon el único propósito de inclinar,

adrede, la balanza orgullosa y huraña.Seguido dijo: “no habrá paz para los malvados”,porque cansada estaba de pasar desapercibida,

harta de alentar rumores que la acusaban de dormir,sí, de dormir el sueño de los justos

obviando los valores clásicos que le hicieronganarse merecida fama tiempo atrás,incluso, por qué no, vivir de rentas.

La Justicia que todo lo puededespertó, por fin, al darse cuenta

que las aguas crecidas le llegaban hasta las rodillas,su ropa por los bajos raída,

ya no la vestía del cuidado respetoy los tiempos que ya habían cambiado,

abandonados por su compasión sin echarla de menosel hueco que, para ella, habían reservado

con vicio, odio y descaro lo habían llenado.

http://licorprohibido.blogspot.compor Javier Perales

La justicia

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por Eduardo Villanueva

No se lo cuentes a nadieEl mundo es solo

una ilusión de tu mentey es mentira

todo cuanto acontece en él.Tratar de escapar

es la opción más valiente,no se lo cuentes a nadie:

ya no hay nada que decir.

Las palabras sirvensiempre

para rellenar espacioy algunas veces

ademáspueden servir

para matar a alguien.No hay escapatoria,

no hay nada más allá de este circode cruzadas historias.

Antes de apretar el gatillodetente un instante

y siente cómo el armasostenida por tus temblorosas manos

te roza la gargantarecordándote que la vida

es un atracoy que la única verdad ciertaestá en una hoja en blanco.

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NoticiasSedeRevista.com

El 19 de abril representamos la obra

"¡Es la guerra!" para la Escuela de

Ciclismo de Torrelavega y público en

general, en nuestro local del Com-

plejo Deportivo Óscar Freire.Y el 26 de abril [Día del Libro], en la Casa de Cultura de Puente San Miguel, para los alumnos del Colegio Cantabria.

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Ya hemos comenzado a preparar nuestra próxima obra, “Zoo-lógico”,

dirigida especialmente a los más pequeños.

En la sala de los animales africanos de un zoo, hay un león, un avestruz

y una cebra. Los dos primeros nacieron en cautividad, y a la cebra la

cazaron siendo todavía una cría. No conocen otra vida más allá de sus

diminutas jaulas.

Pero pronto llega un compañero nuevo, el gorila, que sí ha conocido la

libertad en África, adonde quiere volver a toda costa. Este animal les

hace ver a los demás que viven encerrados, y les explica lo que es la

verdadera libertad.

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INDUSTRIA Y PRESENTE

FotoSedeRevista.com

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INDUSTRIA Y PRESENTE

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Portadas de los alumnos

de la Escuela de Arte Nº1

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Dolores póliz

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REVISTA CULTURALNº50

eva terán

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isabel bello

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José Marquínez

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Mar Ortiz

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Andrea Gómez

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Marina Picazarri

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Sara Sierra

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Teresa Meaza

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Patricia Arana AYUNTAMIENTO DE TORRELAVEGA

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AYUNTAMIENTO DE TORRELAVEGA

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