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Primera Charla: ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Cómo vengo caminando? Marcos 6,30-32: vengan solos - lugar desierto - descansar un poco. 1. ¿Dónde estás? 1. ¿Dónde estoy?: en qué parte del camino me encuentro. 2. ¿A dónde quiero llegar?: qué espero alcanzar en el camino de mi vida. 3. ¿Qué estoy haciendo para lograrlo?: cómo estoy caminando hacia esa meta. 4. ¿Quién soy?: qué idea tengo de mí en este momento. 5. ¿Quién me trajo?: qué imagen tengo ahora del Dios que me trajo hasta aquí. 2. El cansancio: el síndrome del “burn-out” o desgaste profesional, t extos: -Nuestro trabajo tiene una nota particular: un servicio humano, social, un mejorar la vida de los que nos rodean. Algunos puede ser que lo hagamos por vocación, por una llamada particular que sentimos a este tipo de trabajo, que se nos hace vida, estilo de vida, sentido de vida. Puede ser que para algunos sea un trabajo más, tan sólo una manera de ganarme el pan y poder vivir. -Justamente, este trabajar con personas le da una nota especial a nuestro trabajo, una calidad especial. No estamos al frente de máquinas en una fábrica, o de números, cuentas, o computadoras y sistemas, sino en frente de personas. Personas libres, con una historia particular, con sentimientos, problemas, heridas, riquezas, con su familia, con sus vidas a cuestas. Muchas de estas vidas están heridas por distintas problemáticas. Y esto hace más delicado nuestro trabajo. De ahí que tengamos que capacitarnos, motivarnos, recrear lo que estamos haciendo. Si lo hacen personas que trabajan con máquinas, que se ponen al día con avances, información, etc., cuánto más nosotros que lo hacemos con personas vivas y con sus vidas en riego y amenazadas. -Vamos a empezar por una realidad que podemos constatar en muchas personas que se dedican al trabajo social, médico, docente, religioso. Se trata de la vivencia de un cansancio especial en un determinado momento de su vida profesional o vocacional. Si no estamos pasando por esta etapa, podemos igualmente tomar algunas ideas para prevenir este cansancio y poner los medios para no llegar a este límite. Si nos está pasando, nos vendrá bien para poner nombre a lo que estamos viviendo y ver algunas propuestas de salida, que vamos a sugerir luego de ensayar un diagnóstico de lo que se da por llamar: burn-out. Seguiremos de cerca a Roberto Almada, en su libro El cansancio de los buenos: textos 1 al 4. -Sintetizamos el proceso de este agotamiento profesional en cuatro fases. El orden no siempre se da así, aunque es lo más frecuente: texto 5. Textos: 1. Burn-out: estado de fatiga o de frustración que se produce por la dedicación a una causa, forma de vida o de relación que no produce el resultado esperado… Freudeberger estaba convencido de que las personas idealistas, ingenuas, optimistas, en definitiva “buenas”, se entregaban a su trabajo excediendo sus posibilidades por la necesidad inconsciente de tener

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Page 1: Retiro para los que trabajan en la Fundación Hnas …… · Web viewEl pobre, cuando es amado, es estimado como de alto valor, y esto diferencia la auténtica opción por los pobres

Primera Charla: ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Cómo vengo caminando?

Marcos 6,30-32: vengan – solos - lugar desierto - descansar un poco.

1. ¿Dónde estás?1. ¿Dónde estoy?: en qué parte del camino me encuentro.2. ¿A dónde quiero llegar?: qué espero alcanzar en el camino de mi vida.3. ¿Qué estoy haciendo para lograrlo?: cómo estoy caminando hacia esa meta.4. ¿Quién soy?: qué idea tengo de mí en este momento.5. ¿Quién me trajo?: qué imagen tengo ahora del Dios que me trajo hasta aquí.

2. El cansancio: el síndrome del “burn-out” o desgaste profesional, t extos: -Nuestro trabajo tiene una nota particular: un servicio humano, social, un mejorar la vida de los que nos rodean. Algunos puede ser que lo hagamos por vocación, por una llamada particular que sentimos a este tipo de trabajo, que se nos hace vida, estilo de vida, sentido de vida. Puede ser que para algunos sea un trabajo más, tan sólo una manera de ganarme el pan y poder vivir. -Justamente, este trabajar con personas le da una nota especial a nuestro trabajo, una calidad especial. No estamos al frente de máquinas en una fábrica, o de números, cuentas, o computadoras y sistemas, sino en frente de personas. Personas libres, con una historia particular, con sentimientos, problemas, heridas, riquezas, con su familia, con sus vidas a cuestas. Muchas de estas vidas están heridas por distintas problemáticas. Y esto hace más delicado nuestro trabajo. De ahí que tengamos que capacitarnos, motivarnos, recrear lo que estamos haciendo. Si lo hacen personas que trabajan con máquinas, que se ponen al día con avances, información, etc., cuánto más nosotros que lo hacemos con personas vivas y con sus vidas en riego y amenazadas.

-Vamos a empezar por una realidad que podemos constatar en muchas personas que se dedican al trabajo social, médico, docente, religioso. Se trata de la vivencia de un cansancio especial en un determinado momento de su vida profesional o vocacional. Si no estamos pasando por esta etapa, podemos igualmente tomar algunas ideas para prevenir este cansancio y poner los medios para no llegar a este límite. Si nos está pasando, nos vendrá bien para poner nombre a lo que estamos viviendo y ver algunas propuestas de salida, que vamos a sugerir luego de ensayar un diagnóstico de lo que se da por llamar: burn-out. Seguiremos de cerca a Roberto Almada, en su libro El cansancio de los buenos: textos 1 al 4.-Sintetizamos el proceso de este agotamiento profesional en cuatro fases. El orden no siempre se da así, aunque es lo más frecuente: texto 5.

Textos:1. Burn-out: estado de fatiga o de frustración que se produce por la dedicación a una causa, forma de vida o de relación que no produce el resultado esperado… Freudeberger estaba convencido de que las personas idealistas, ingenuas, optimistas, en definitiva “buenas”, se entregaban a su trabajo excediendo sus posibilidades por la necesidad inconsciente de tener una imagen positiva de sí mismos. Estas personas podrían ser comparadas con los fósforos de la cocina, que se encienden vivamente cuando se los frota, luego sostienen una llama débil por poco tiempo y finalmente se apagan. Y sabemos cuán poco útil es un fósforo quemado… La persona pierde el sentido existencial de su vocacional inicial por el desequilibrio prolongado que se produce entre el sentido de la tarea y la realidad objetiva del fracaso. Todo esto lleva a la baja autoestima… Según la psicóloga Cristina Maslach, podemos describir el síndrome a través de estas tres dimensiones: agotamiento emocional, despersonalización y sentimiento de baja realización personal. (Roberto Almada, El cansancio de los buenos, pp.26-28). 2. Agotamiento emocional: se trata de una pérdida de energía, de agotamiento físico y psíquico y una sensación de haber llegado al límite, de no poder más. La persona se encuentra anulada, incapacitada para dar algo de sí. La abulia (falta de voluntad e iniciativa), la anhedonia (incapacidad de experimentar placer) y la apatía (falta de motivación o entusiasmo) se apoderan del sujeto… La persona se vuelve lenta y se arrastra por la vida teniendo la sensación física de llevar una pesada carga sobre sus hombros. (Ibid. pp.28-29)

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3. La despersonalización: consiste en vivir el trabajo como ajeno y extraño. Hay una doble alienación: hacia mi trabajo y hacia mis asistidos. Se vuelven así algo impersonal y desconocido. La persona agotada se vuelve cínica y negativa…, se muestra distante, utiliza etiquetas para clasificar a los usuarios, las situaciones y circunstancias. Las decisiones y acciones son siempre protocolares… El desgastado se siente víctima de aquellos a los que sirve y los acusa de causar sus propias frustraciones . (Ibid. pp.29-30)4. Baja realización personal: es la sensación de ser inadecuado para la profesión que se ejerce. Son sentimientos de incapacidad, de baja autoestima con relación a lo que se hace… Es el elemento más peligroso del síndrome, porque las personas agotadas encuentran sólo dos respuestas reactivas para esa frustración: rendirse o, por el contrario, lanzarse frenéticamente a trabajar más, pensando que el fracaso es fruto del poco esfuerzo. (Ibid. p.30)5. Las fases del agotamiento profesional: 1era fase: ilusión y entusiasmo: donde el trabajador social se encuentra dispuesto a “comerse el mundo”. 2da fase: desilusión: las expectativas de la primera fase se confrontan con la realidad. Se impacienta por lograr su cometido y aún trabaja duro. 3era fase: frustración: irritabilidad, pérdida de entusiasmo, gradualmente se pierde la confianza en la propia capacidad. 4ta fase: desesperación: parece ya que “todo está perdido” y que los sueños nunca se realizarán. Síntomas relacionales de aislamiento y soledad. (Ibid. pp.31-32)

3. Mirándonos con paz y realismo:1. Soy una persona constante, que trabaja mucho para Dios, pero he dejado enfriar al amor y el

entusiasmo que tenía al comienzo. Después de un comienzo fervoroso, ahora me estoy deslizando hacia una situación de estancamiento y de enfriamiento del amor a Cristo. Apocalipsis 2,1-7.

2. Soy una persona con mucho miedo, me considero muy pobre y débil, y estoy experimentando una situación de persecución en mi propia fe respecto de mis debilidades, dudas, temores, inseguridades o respecto del medio donde me muevo. Apocalipsis 2,8-11.

3. Soy una persona que me muevo o me he movido en ambientes adversos a mi fe (ya sea con mis amigos, en mi familia, o en mi historia etc.), a pesar de mantenerme fiel en el seguimiento de Jesús, veo que poco a poco me he ido contagiando de actitudes, ideas, formas de vivir que no son las más adecuadas para mi fe. He ido cediendo a distintas tentaciones que no terminan de ser del todo coherentes con mi fe. Apocalipsis 2,12-17.

4. Soy una persona que se dedica realmente a Dios con obras, servicios, amor y constancia, pero hay una parte de mi corazón que no se termina de entregar a Dios. Tengo en mi vida otros “ídolos” a los que sigo rindiendo culto: la imagen, el qué dirán, el dinero, la ambición de poder, la sensualidad. Apocalipsis 2,18-29.

5. Soy una persona que me he conformado con mi estilo de vida, con mi fe principiante, que he recibido de pequeño. Hago las cosas sólo por deber o por una especie de inercia que me hace cumplir con lo mínimo de las obligaciones cristianas. En verdad, estoy como un muerto, y me estoy dejando arrastrar por la pereza, por la falta de ganas de comprometerme en serio con mi fe. Me he instalado en mi vida cristiana mediocre. Apocalipsis 3,1-6.

6. Soy una persona que a pesar de mi debilidad me he mantenido fiel en medio de un clima de sufrimiento y persecución. Me doy cuenta de que estoy por llegar al límite de mis fuerzas y por eso necesito la presencia de Dios para seguir caminando. Apocalipsis 3,7-13.

7. Soy una persona que ha sido bendecida por Dios con muchos dones, virtudes y talentos. Pero me creo perfecto y que todo anda bien en mi vida de fe. Sin embargo, me voy dando cuenta de que en verdad soy mediocre y tibio, no me caso del todo ni con Dios ni con el diablo. Vivo en una situación de indiferencia, de falta de fervor y fuerzas para crecer. No me termino de decidir por Dios. No pongo en juego todas las riquezas que Dios me ha regalado. Me conformé con enterrar los numerosos talentos que he recibido. Apocalipsis 3,14-22.

-Por último el Evangelio nos propone distintos modos de estar en el camino:-Instalados, sentados, cansados: Bartimeo Mc 10,46-52.-Abatidos, solos, desanimados: Paralítico de la piscina de Siloé Jn 5,1-9-Desengañados, frustrados, traicionados: Hemorroísa Mc 5,25-34-Ciegos, en la oscuridad, inciertos, inseguros, sin un norte, confundidos: Ciego Mc 8,22-26

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-Sin propuestas, ni motivaciones para hacer cosas, sin hacer nada: Trabajadores de la viña Mt 20,6-7-Acorralados, sin esperanza de salir: Pecadora Jn 8,1-11-Cansados, sobrepasados de cosas, agobiados de cargas: Mujer encorvada Lc 13,10-17-Alegres, con muchas ganas y con fervor: Vuelta de los apóstoles Lc 10,17-24-Preocupados, con miedo: Anuncios de la Pasión Lc 9,22-36-Aferrados a las cosas, sin ganas de entregar nada a Jesús: Joven Rico Mt 19,16-30-Muertos, sin vida: Hijo de la viuda Lc 7,11-17

Para el momento de oración personal:-Ante todo te proponemos, hacer este ejercicio delante de la mirada amorosa de Dios. No para sentirte culpable y mirarte con tu propia mirada, sino con la de Dios. Por eso, destiná bastante tiempo para ponerte en presencia de Dios y entrar en su mirada. Lo puedes hacer rezando el siguiente Salmo:

Salmo 138, 1-18. 23-24Señor, tú me sondeas y me conoces;me conoces cuando me siento o me levantode lejos penetras mis pensamientos;distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,y ya, Señor, te la sabes toda.Me envuelves por doquier, me cubres con tu mano. Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, tu diestra llegará hasta mí.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,que la luz se haga noche en torno a mí», ni la tiniebla es oscura para ti,

la noche es clara como el día.

Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has formado portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra,tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro, calculados estaban mis días antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto! Si me pongo a contarlos, son más que arena; si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno.

-La idea no es leer todas las citas que acá te proponemos, sino elegir la cita que más tiene que ver con la situación que estás viviendo en tu camino de fe.-Trata de no pensar cómo salir de esa situación ahora, sino de ahondar en qué momento de tu vida estás, en qué parte de tu camino Jesús se puso a caminar junto a vos en este retiro. Trata de profundizar en las causas y circunstancias que te llevaron a estar en este tramo de tu camino en la fe. -Una vez que logres identificar cómo estás en tu camino de vida, con la ayuda de alguno de los textos bíblicos, puedes responderte para ti estas preguntas:1. ¿Reconozco en mí algún síntoma de este proceso de desaliento profesional? ¿Qué puedo hacer para salir a tiempo de este proceso de desaliento?2. ¿Por qué hago lo que hago en la fundación? ¿Qué me motiva a hacerlo?

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Segunda Charla: ¿Cómo estoy trabajando? Sin miedo ante nuestra propia verdad

1. Estoy construyendo una catedral… Un viajero se acercó a un grupo de canteros y preguntó al primero: "¿Qué estás haciendo?" "Ya ves - respondió - aquí, sudando como un idiota y esperando a que lleguen las ocho de la tarde para largarme a casa." "¿Qué es lo que haces tú?", le preguntó al segundo. "Yo - dijo - estoy aquí ganándome el pan para mi y mis hijos" "¿Y tú - preguntó al tercero - ¿qué es lo que estás haciendo?" "Estoy construyendo una catedral". He pensado mucho a esta vieja historia, porque realmente los hombres no hacemos lo que materialmente realizan nuestras manos, sino aquello hacia lo que camina nuestro corazón. Y así es como tres canteros podían picar las mismas piedras, pero mientras uno las convierte en sudor, otro las vuelve pan, un tercero trabaja para un ideal mucho más ambicioso: construir una catedral

2. Distintos modos de ejercer nuestro trabajo:1) El que puso piloto automático 2) El cómodo que se saca el lazo 3) El que cumple todo a rajatabla sin involucrarse afectivamente 4) El licenciado5) El que sólo se junta con sus amigos/as 6) El que compite con sus compañeros 7) El figureti 8) El “siempre se hizo así”9) El gallina con sus pollitos10) El eterno adolescente 11) El que se autocompensa 12) El idealista y soñador13) El práctico 14) El fugitivo 15) El que se corta solo 16) El conflictivo y chismoso 17) El criticón 18) El que da buenas ideas pero no pone el lomo 19) El quejoso y pesimista 20) El temeroso vacilante 21) El adorno 22) El superficial 23) El pies de plomo

3. La necesidad de un cambio: algo no anda bien…: ver texto: Argentina póstrate en tierra.

4. Reconociendo con paz nuestra responsabilidad, dando pasos seguros-Mc 7,14-23: Jesús lo dice clarito: lo que nos mancha no es lo de afuera (institución, mal clima de compañeros, mi historia familiar, etc.), sino lo que sale de adentro: Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!» «Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.»

Pasos a dar para mejorar la calidad espiritual de mi trabajo:1) Reconocer mi situación actual: cómo estoy trabajando, con quién me identifico de todos estos personajes, qué tengo de cada uno.2) Poner nombre a mi situación actual: me está pasando esto.3) Si es posible, determinar la causa de este estado: por qué estoy así, qué me llevo a vivir así (sin echar la culpa a otros, asumiendo mi responsabilidad en esto).4) Descubrir qué consecuencias tiene o tuvo para mí, para mi entorno y para mi servicio y misión este modo de ser y trabajar: puedo hacer una lista de personas a las que pude haber perjudicado con mi estado actual de vida.5) Pedir perdón: puede ser a Dios, a los que pude haber ofendido o perjudicado con esta actitud.6) Evitar todo desánimo, bronca conmigo mismo, tristeza, mirando hacia delante con esperanza y entusiasmo. 7) Escuchar mi propio deseo: cómo me gustaría trabajar y vivir mi trabajo.8) De acuerdo a este deseo, elaborar un plan de acción concreto, simple, realizable y evaluable, como para salir de este estado: qué pasos tengo que dar para vivir mejor mi trabajo.9) Revisar periódicamente mi plan de acción para ver si lo estoy cumpliendo.

Jamás perdí la esperanza de que se produjera esta gran transformación. Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible

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aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón del hombre que el odio. Incluso en los momentos más duros de mi encarcelamiento, cuando mis camaradas y yo nos encontrábamos en situaciones límite, alcanzaba a distinguir un ápice de humanidad en alguno de los guardianes, quizá tan sólo durante un segundo, pero lo suficiente para reconfortarme y animarme a seguir adelante. La bondad del hombre es una llama que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue. (Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad. Autobiografía, p. 645)

Resumen de las grandes verdades del programa de los 12 pasos:1.Aceptación del estado de enfermedad. 2.Aceptación de las propias limitaciones. 3.Aceptación de la existencia de un Poder Superior sanador.4.Capacidad de auto-observación y de hacer un examen de conciencia. 5.Capacidad de hacerse responsable de los propios actos y de reparar. 6.Capacidad de pedir perdón, de perdonar y perdonarse.7.Capacidad de prácticas espirituales: oración y meditación para encontrarse con Dios. 8.Irradiación de la propia espiritualidad a la comunidad.

Para la oración personal:-Vamos en este rato a ponernos delante de Dios, con una actitud de gran confianza, porque estamos delante de su amor. Tomemos un tiempo para sentirnos mirados con profunda misericordia por Él y luego podemos ir haciendo lo que te vamos proponiendo a continuación. No hace falta hacer todo. Donde encuentres gusto, puedes quedarte en silencio, rezando y disfrutando del calor del amor del Padre misericordioso que siempre nos acoge con cariño incondicional, a pesar de nuestra debilidad.

1) Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1,8-2,2: Queridos hermanos: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. El es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

2) Volviendo al cuento del comienzo: estoy construyendo una catedral, ¿puedes identificarte con alguno de los tres personajes?

3) Releyendo las caricaturas de nuestro modo de trabajar, ¿con cuál o cuáles te identificas?

4) Puedes releer el punto 4 del apunte y realizar paso a paso el camino propuesto.

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ARGENTINA: ¡PÓSTRATE ROSTRO EN TIERRA! Pareciera que nuestro país está enfermo de vanidad colectiva, de una soberbia y altanería contagiosa,

que hacen de la autocrítica un imposible nacional. La culpa de todo la tienen siempre “los otros” -de afuera o de adentro del país- pero siempre “los otros”. Nosotros, el pueblo, “los argentinos”, somos inocentes víctimas damnificadas por la maldad ajena. Si hasta creemos, para risa del mundo entero, que el que sube es el dólar en vez de ver que lo que ocurre es que baja nuestro peso. Sólo con el rostro en tierra, golpeándonos el pecho, como el publicano en el templo, reconociendo nuestra propia responsabilidad, pidiendo perdón y suplicando auxilio y fuerzas para la enmienda, seremos salvados, nosotros y nuestra Argentina. Hasta que en la Argentina no nos atrevamos a organizar un “cacerolazo” a las puertas de nuestro propio corazón...nada cambiará. El país está como está porque somos como somos. El país está saqueado no por “unos pocos”, sino por una gran mayoría, que es la que acuña la forma de ser de un pueblo y que en nuestro caso, parece ser una idiosincrasia tristemente marcada por la corrupción, la deshonestidad, la avivada, la chantada, en horrenda componenda con la altanería, el orgullo y la insensata soberbia . Estamos enfermos de corrupción y esta enfermedad es de muerte. Somos un pueblo que ha corroído hasta las ruinas a nuestra propia Nación. Hay maldad en nuestros corazones.

La crisis argentina es una crisis en la moralidad de nuestra idiosincrasia, en la moralidad de nuestra gente, de nuestro pueblo. Pero, ¿quién se animará a decirle al “gran” pueblo argentino que no tiene salud moral, que no son eternos sus laureles, que no está coronado de gloria...y que el problema es “suyo” y no “de los otros”: que el “malo” es él. ¿Quién tendrá el coraje profético de anunciar que el problema de la Argentina somos los argentinos y que el problema es insoluble hasta tanto no nos convirtamos? No se puede refundar un país sin pretender refundar los corazones. La corrupción no sólo se contagia arriba, en las altas cumbres del poder: sube por capilaridad desde los bajos de nuestra educación básica. El poder no corrompe, como se suele pensar. Lo único que corrompe es el pecado. Y el pecado no cae del cielo sino que brota de la tierra: de nuestro propio barro. De esta “tierra” argentina escogemos a los que encomendamos la administración de gran parte de nuestro propio poder. Y lo hacen mal. Tan mal, tan corrupta y deshonestamente como nosotros administramos el mucho o poco poder que no delegamos y ejercemos por nosotros mismos, en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en nuestra vida cívica. Si varían los números, esto sólo se da por una simple ley de proporcionalidad: si yo acepto comprar sin IVA un kilo de pan, el día que tenga a cargo una intendencia, un ministerio o la misma presidencia de la Nación, difícilmente logre robar más del 21 % del total robable...Como dice el Jesús, “el que es infiel en lo poco, es infiel en lo mucho”.

Me parece que es hora de sacarnos las caretas de corderitos degollados y asumir nuestras culpas. Esto no es Europa en mayo del ’45, luego de 6 años de guerra. Aquí no hubo en los últimos 20 años ninguna guerra, ni interna ni externa. Ni cataclismo alguno. Acá sólo hubo un niño haciendo trampa en el juego, un policía cobrando coima, un vecino rural echando sus caballos a pastar en el campo vecino, un verdulero rociando la lechuga para que pesara más, un lubricentro mezclando aceite nuevo con usado, un maestro improvisando la clase, un alumno copiándose, un aviso comercial mintiendo, un párroco pidiendo “favores” al intendente de turno, y un intendente -que antes fue policía, vecino, verdulero o mecánico- ejerciendo su enquistada corrupción, ahora con un poco más de poder.

Me parece que es hora de mirarse, achicarse y postrarse rostro en tierra suplicando auxilio por estar, merecidamente, como estamos; pidiendo perdón con propósito de enmienda sincero y firme. Sólo cuando logremos decir “fui yo” y logremos sumar de a cien, de a mil, de a millones los “fui yo, perdón, quiero cambiar” y llenemos plazas de compunción en vez de plazas de reclamo, habrá luz de aurora en el horizonte argentino. Cuando el taximetrero reconozca que no lleva al pasajero por el camino más corto, cuando el empleado reconozca que no trabaja igual cuando está que cuando no está su empleador, cuando dejemos de usar el teléfono de la oficina para llamados personales, cuando dejemos de celebrar un gol hecho con trampa y dejemos de llamar “mano de Dios” a lo que es la mano de la corrupción y de la mentira, la verdadera “Mano de Dios” se apiadará de nosotros. Ni un minuto antes...

Nuestra dirigencia es corrupta. Esto es un hecho. Nuestra dirigencia es tan corrupta como lo es el medio del que proviene: la corrupción está enquistada en la idiosincrasia nacional. No está mal “orar por la Patria”, como ha vuelto a insistir el Episcopado. Como no está mal orar para que me vaya bien en un examen...pero lo cierto es que si no estudio, si no resuelvo mis dificultades frente a la materia a rendir, no me irá bien en el examen, por más cadena de oraciones que intente. Cuando el adolescente nos pide “rezá por mi examen” solemos decirle: “rezaré para que tengas la fuerza y disciplina de estudiar correctamente”. Lo mismo valdría en esto: rezar “por la Patria” ha de ser rezar para que los argentinos cambiemos nuestros corazones. Rezar con este espíritu y con esta verdad, es garantía de ser escuchados. Podríamos acuñar un dicho de gran provecho actual: “la necesidad tiene cara de orante”. Y una súplica sincera, brotada de la compunción genuina, hace posible el milagro. “¡Conviértenos, Señor, y nos convertiremos!”

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Tercera charla: Vivir con una espiritualidad: una posible salida

¿Qué significa ser espiritual? (textos 1 al 4)-Espiritualidad o mística es más que una motivación, es el agua que empapa, da vida a todas nuestras acciones, les da un sentido, un por qué y un para qué. Mística que se renueva y se fundamenta en una experiencia, no sólo una idea linda, sino algo que me marca la vida y le da sentido a mi vida. Mi espiritualidad estará marcada por las notas propias de mi servicio, no será algo aparte, sino algo en sintonía con el mismo. Yo soy yo mismo y me despliego como persona, en mi misma actividad y profesión. De esta manera, evito la esquizofrenia tan típica de los trabajadores sociales: hago cosas por el otro, sin ser yo mismo, y recién lo soy cuando estoy solo, descansando, etc. Este es el mejor caldo de cultivo para el burn-out: vivir la misión como un trabajo y un mero apéndice de mi vida. La espiritualidad es el dinamismo del amor que el Espíritu infunde en nuestros corazones e impregna toda nuestra vida. La espiritualidad es ser y vivir según el Espíritu Santo. Es dejarse llevar por la dinámica del amor del Espíritu, por el fuego del amor de Dios. Tanto en la oración como en la vida activa, es el amor el que hace que una vida sea espiritual, es decir, que se rija por la fuerza del Amor.-Si ser espiritual significa vivir bajo el impulso del Espíritu Santo, debemos descubrir qué es lo propio del Espíritu. Podríamos decir que lo más auténtico del Espíritu es la continua salida de sí mismo. De ahí que también lleve el nombre de Don, de Amor. La persona que se deja llenar del Espíritu es aquella que obra de acuerdo a su dinamismo de salida continua de sí misma. Su centro es el otro y el Otro. La persona espiritual, bajo el impulso del Espíritu, está en una constante donación de sí misma.

1. No todo el oro reluce, ni toda la gente errante anda perdida; a las raíces profundas no llega la escarcha, el viejo vigoroso no se marchita. De las cenizas subirá un fuego, y una luz asomará en las sombras; el descoronado será de nuevo rey, forjarán otra vez la espada rota. (Tolkien, El Señor de los anillos).2. “La espiritualidad parece a la humedad y al agua que mantiene empapada la hierba para que ésta esté siempre verde y en crecimiento. El agua y la humedad del pasto no se ven, pero sin ellas la hierba se seca. Lo que se ve es el pasto, su verdor y belleza, y es el pasto lo que queremos cultivar, pero sabemos que para ello debemos regarlo- y mantenerlo húmedo”. Con esta sencilla parábola un obrero me explicaba lo que era para él su vida cristiana. El pasto, la hierba, es el quehacer de la vida de las gentes. Es el conjunto de sus ideales y proyectos constructivos, altruistas y significativos: la lucha por la justicia y por los pobres, como ideal religioso o socio-político; una profesión, un trabajo, una carrera científica al servicio de los demás; el arte y las formas de cultura; en fin, un objetivo que engloba la vida y orienta el quehacer. Esta agua se traduce para nosotros como motivaciones, inspiración para trabajar, luchar, sufrir, vivir sin egoísmo y también morir de manera digna y humana. Todo ser humano tiene alguna inspiración y motivación en su vida, y cuando esta motivación es densa e idealista, cuando es experimentada como "motor" y como fuente de agua permanente, la denominamos "mística". La diferencia entre la mística y la simple motivación inspiradora, es que la mística, por su fuerza y densidad, es capaz de arrancar del egoísmo y entregar a una tarea —un compromiso— superior al mezquino interés personal. La mística es un gran ideal e inspiración que neutraliza los ídolos del egoísmo que se apoderan, de manera siempre nueva, de las motivaciones del corazón humano…La fuente de toda mística es una experiencia. La fidelidad a las grandes causas, los compromisos auténticos, se verifican porque forman parte de una experiencia creciente y permanente… La espiritualidad es la motivación que impregna los proyectos y compromisos de vida, tanto espectaculares como ordinarios, importantes o cotidianamente oscuros. (Segundo Galilea, El camino de la espiritualidad, pp.22-26)3. La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo.(Francisco, La alegría del Evangelio, n° 273)

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4. Cuando se dice que algo tiene «espíritu», esto suele indicar unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria. Una evangelización con espíritu es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos… Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración. Al mismo tiempo, «se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación». Existe el riesgo de que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 261-262)

Viviendo lo reflexionado:a) Cargar la actividad de profunda espiritualidad:Con el fin de gustar cada vez más nuestra actividad, vivirla mejor y entenderla como despliegue de mi propia identidad y no como mero apéndice de nuestra vida, aquí te ofrecemos una serie de propuestas para vivir con más calidad espiritual nuestra actividad cotidiana. Esto te ayudará a encontrar un mayor sentido a tus actividades y realizarlas con mayor entrega y amor:1) Reconocer con claridad el profundo valor de la entrega de cada día: a pesar de que nuestras actividades sean pequeñas, al lado de todo el trabajo que hay, sin embargo tienen un gran sentido. Es necesario vivirlas con fe, para descubrir el valor inmenso de todo lo que realizamos con amor y por amor. De este modo, el Reino de Dios, crece imperceptiblemente en nuestro mundo y lo va empapando más del amor de Dios.2) Desprenderse del resultado de mis actividades: si lo que realizo, lo hago como una misión que Dios me encomienda, ésa será mi principal motivación y no si logro lo que yo esperaba. Esta actitud me hace vivir con más paz los fracasos, y a frenar un poco la ansiedad por ver los éxitos. A su vez, ya no haré las cosas por mi afán de rendimiento, sino más centrado en los demás y en la fidelidad a la voluntad de Dios.3) Discernir mejor las tareas necesarias, para evitar la sobrecarga innecesaria: se trata de realizar lo que puedo y no lo que quisiera. Se trata de ser humilde, para poder vivir bien lo poco que tengo que hacer, preparando la actividad, viviéndola con profundidad.4) Aceptar las tareas necesarias: una vez que discerní, elijo cuáles haré y cuáles no. Acepto y abrazo lo que me toca, por más que algunas no me agraden tanto. Puedo realizar estos 6 pasos:

1.Acepto que esta tarea integre mi vida.2.Tomo una decisión firme de dedicarme a esta tarea.3.Le destino un horario y un tiempo determinado en mi agenda.4.Renuncio con paz a todo lo otro que podría hacer en ese tiempo.5.Me preparo para realizarla lo mejor posible.6.Me entrego con todas las ganas a realizarla, sin añorar lo que podría estar haciendo.

5) Capacitarme para realizar mejor estas tareas: esto también es importante y nos ayuda a motivarnos más y mejorar la calidad de nuestra acción.6) Delegar las tareas posibles, sin pretender controlar todo: muchas veces, será muy importante aprender a delegar o a trabajar con otros, como para repartir un poco mejor la carga y para encontrar el gusto en el trabajo compartido. Muchas veces somos testigos del estrés de mucha gente que no se animó a pedir ayuda o a delegar algunas actividades.7) Comunicarme con Dios en medio de la actividad: a través de pequeñas frases, jaculatorias, rituales sencillos (mirar una estampa, hacerme la señal de la Cruz, persignarme con el agua bendita), podemos unir nuestra acción a la de Jesús en el mismo momento de la actividad. Esto me ayudará a no vivir la acción con tanta ansiedad y a poder ser más dócil al Espíritu Santo, para vivirla según su inspiración y no según la nuestra.

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8) Estar enteramente presente en lo que hago: eso permitirá vivir mejor mi actividad, sin dejarme llevar por la ansiedad. Vivir en el hoy, me permite estar abierto a Dios, sin huir al futuro con el pensamiento, estando abierto y receptivo a su gracia presente.9) Detenerme ante las personas: que mi acción no se haga activismo, es un desafío. El activismo ignora al que tiene enfrente. Detenerme y valorar al prójimo como alguien valioso que vale la pena mi entrega y acción, me ayuda a amar más y salir más de mí mismo.10) No despreciar las pequeñas cosas: por más insignificante que sea nuestra tarea, es bueno vivirla con profundo amor y sentido, descubriendo mi identidad en lo que estoy haciendo, sin despreciar su sencillez.11) Aceptar con paz los imprevistos: la vida cotidiana está salpicada de cosas que no teníamos previstas en nuestras agendas. O las podemos tomar como peligros, enemigos de nuestras agendas, o las podemos recibir como huéspedes de honor que nos obligan a estar más abiertos a Dios y más disponibles y ágiles para renovarle nuestro sí.

b) Llevar a la oración nuestra actividad1) Interceder por los demás: la oración por el prójimo agranda nuestro corazón y lo hace más generoso, además nos ubica en nuestro lugar: lo que nosotros muchas veces no podemos hacer, Dios puede hacerlo.2) Encomendar nuestras acciones a Dios: antes de realizar una actividad, es bueno ponerla en las manos de Dios, para vivirla según su corazón. Sobre todo, si se trata de una acción que nos desagrada, nos ayudará a motivarnos mejor.3) Recoger lo vivido delante de Dios: esto también es fundamental, poder llevarle a Dios lo que hemos realizado. Puede tomar la forma de acción de gracias, de pedido de perdón (si descubrimos que no hemos vivido bien esa actividad), de reflexión (para dejarme interpelar por Dios que me invita a amar más), de ofrenda (ofreciendo a Dios las personas que nos hemos encontrado en la actividad), de alabanza (ante la acción providente de Dios en medio de la actividad), de silencio (para descansar y reposar en Él). De este modo, la oración estará conectada con mi vida y mi vida tendrá una clave más espiritual, más de Dios.

Para la oración personal:-Te proponemos rezar con un texto de la Palabra, tratando de leerlo lentamente y aplicarlo a tu vida y a tu trabajo. Antes de hacerlo, puedes leer estos consejos que nos ayudan a la hora de rezar con la Palabra:-Los pasos de la lectura divina de la Palabra: aquí te proponemos un modo simple de rezar con la Palabra. Lo puedes hacer cada día, dedicándole una media hora cotidiana:1. Incorporar la Presencia de Dios e invocar al Espíritu Santo: es bueno que, antes de abrir la Palabra, nos tomemos un momento para hacernos conscientes de la presencia de Dios en su Palabra. Algún gesto corporal nos puede ayudar para ello: arrodillarnos antes de escuchar el texto, besar el texto antes y después de leerlo. Invocamos al Espíritu Santo con la certeza de que no sabemos orar como corresponde y por eso el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad (Rm 8). El mismo Espíritu que inspiró a los escritores sagrados, es el mismo que habita en nosotros y nos abre a la escucha.2. Escuchamos durante 10 o 15 minutos: decimos intencionalmente escuchamos, ya que es una actitud distinta a leemos. Tratamos de hacerlo sin prisa, pausadamente, detenidamente, como quien escucha por primera vez, con asombro y humildad. Saboreamos cada palabra, tratamos de memorizarla. Aún no reflexionamos, ni pensamos, simplemente escuchamos con atención, sin sacar aún conclusiones.3. Luego tomamos una palabra y le agradecemos al Señor: puede ser una frase, o unas palabras. Es importante no irnos aún en reflexiones, conclusiones y meditaciones. Podemos repetir internamente durante un rato esa Palabra escogida (o, mejor dicho, esa Palabra que nos escogió a nosotros). Es algo maravilloso descubrir que luego, a lo largo del día, esa Palabra se nos hace presente, se vuelve a repetir, ilumina alguna situación que estamos viviendo. Esto sucede si vivimos este tercer paso con tranquilidad y fidelidad, sin apresuramientos. Repetir la palabra (con la mente o con los labios) ayuda a que vaya bajando hasta el corazón, cayendo en él por su propio peso y gravedad y, de este modo, moldeando nuestro corazón y sus actitudes. Y luego, agradecemos a Dios su Palabra dada, pasando al siguiente paso:4. Respondemos a esta gracia con nuestras palabras: esta Palabra decantada en el corazón, hace surgir una respuesta espontánea de parte nuestra: alabanza, gratitud, súplica, pedido de perdón, intercesión por otros. No nos miramos a nosotros mismos, sino que lo miramos a Dios y le hablamos.5. Descansamos en Dios en una actitud contemplativa: este paso es fundamental. Si bien, no depende exclusivamente de nosotros el don de la contemplación, sin embargo nos podemos predisponer a ella o

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quitar los obstáculos comunes para que se pueda dar. ¿De qué se trata? Simplemente de dejar de lado ya las palabras y pensamientos y quedarnos en profundo silencio delante de Dios, estando con Él, mirándolo con amor y dejándonos mirar por Él. Como dos enamorados, nos damos cuenta que las palabras están de más, sobran, basta simplemente una mirada o un estar juntos. Podemos cerrar los ojos y destinar unos 5 o 10 minutos para estar en silencio. Si nos viene un pensamiento o idea, podemos dejarla pasar sin detenernos en ella, por más genial que parezca. Podemos elegir alguna palabra que nos ayude a mantener nuestra intención de estar con Él en silencio. Así, cada vez que se cruce en ese rato una idea, podemos decir suavemente esa palabra, como deseo de permanecer en silencio con el Señor. Puede ser Jesús, María, Amén, Gracias, Ven… No la repetimos continuamente, sino sólo cuando aparece algún pensamiento. -Podemos concluir este rato, con alguna oración simple (Padrenuestro u otra), recitándola lentamente, como un modo de irnos preparando para retomar nuestra actividad cotidiana y llevar lo rezado a nuestra vida de todos los días. -Este ejercicio practicado religiosamente y fielmente durante varios meses y años, traerá grandes beneficios en nuestra vida espiritual. Muchas veces nos aburriremos, o esperaremos que sucedan cosas extraordinarias. Lo importante en esto es la fidelidad en la práctica, no dejarla de hacer. Ese sería nuestro único error: dejar de hacerla. No importa si no sacamos ninguna conclusión, o si nos distraemos durante todo ese rato. Lo importante es hacerla con fidelidad. Con el tiempo, si tenemos paciencia y confianza en Dios, veremos los frutos. Pero no en la oración, sino en nuestra vida cotidiana. Nos veremos más humildes, más comprensivos con los demás, con más predisposición al amor y a la entrega generosa. Muchas veces nos descubriremos en alguna actividad, repitiendo espontáneamente alguna frase de la Palabra, o alguna Palabra. Con el tiempo, sentiremos una necesidad imperiosa de ir ampliando nuestro tiempo de oración. Tendremos una sed mayor de Dios, de silencio y de encuentro con Él. Tomaremos consciencia de que la oración no es un rato para pensar, o sacar conclusiones o proponernos cosas, sino un rato de estar, de permanecer, de relacionarnos con Dios. Dejaremos de lado, paulatinamente, pensamientos, ideas, emociones, que muchas veces nos hacen centrarnos en nosotros y no en Dios. Y de a poco iremos centrando nuestra vida en Él, en su presencia que mora en nosotros y nos revela nuestra bondad fundamental. Bondad oscurecida por el pecado, o por tantos traumas y heridas de nuestra historia.-Texto de la Palabra: Colosenses 3,1-25: Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Estas cosas provocan la ira de Dios. Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente. Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras. Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos. Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias. Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre. No busquen agradar a los hombres, con una obediencia fingida, sino con sencillez de corazón, por consideración al Señor. Cualquiera sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres. Sepan que el Señor los recompensará, haciéndolos sus herederos. Ustedes sirven a Cristo, el Señor.-Si aún te queda tiempo, puedes volver a leer de este apunte la parte de Viviendo lo reflexionado, y puedes empezar a aplicar en tu vida el camino propuesto: a) Cargar la actividad de profunda espiritualidad y b) Llevar a la oración nuestra actividad.

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Trabajo en grupos: Compartiendo las riquezas de nuestros hermanos1. Para compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente, necesitamos reconocer también que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida . Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres! (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 274)

2. El que quiere acarrear el cambio tiene, para empezar, que aprender a ser cambiado por aquellos a los que desea ayudar. Esto, evidentemente, es muy difícil para quienes se ven por primera vez ante un área de miseria. Ven casas pobres, gente hambrienta, calles sucias, escuchan el llanto de dolor de la gente que carece de cuidados médicos, les llega el mal olor de los cuerpos sucios y, en general, se sienten abrumados por la miseria que los rodea por todas partes. Pero ninguno será realmente capaz de dar si no descubre que lo que da es sólo una pequeña parte comparado con lo que ha recibido. Mientras un hombre vea en ello pobreza desagradable, no está realmente preparado para dar. Pero cuando encontramos a personas que se han entregado realmente para trabajar en los suburbios y en las villas, y sienten que su vocación es estar al servicio allí, en seguida percibimos que han descubierto que en las sonrisas de los niños, en la hospitalidad de las personas, en las expresiones que usan, en las historias que cuentan, en la sabiduría que muestran, en los bienes que comparten, hay tal riqueza escondida y tal belleza, tanto afecto y calidez humana, que el trabajo que hacen es sólo una pequeña recompensa por todo lo que ya han recibido… Es triste ver que seguimos creyendo que la mejor manera de motivar a los demás a ofrecer su asistencia es mostrar por medio de libros y fotografías lo inhumanamente que se ve obligada a vivir esta gente. Ese método crea ciertamente sentimientos de culpabilidad para hacer que la gente, abra los bolsillos y dé algún dinero una vez que se han removido sus conciencias durante algún tiempo. Mientras queramos cambiar la condición de otras personas porque nos sintamos culpables de nuestra riqueza, seguimos jugando al juego del poder y a la espera de que nos den las gracias . Pero cuando empezamos a descubrir que, en muchos sentidos, nosotros somos los pobres y que los que necesitan nuestra ayuda son los ricos, ningún verdadero agente social cae en la tentación del poder, porque ha descubierto que su misión no es un gran peso o un gran sacrificio sino una oportunidad para ver más y más la cara de Aquel con el que quiere encontrarse. Ojalá se publicaran más libros sobre los llamados países «pobres» o ciudades «pobres», no sólo para mostrar cómo son los pobres y la inmensa ayuda que necesitan, sino también para hacer ver la belleza de sus vidas, sus dichos, sus costumbres, su modo de vida. (Henri Nouwen, Un ministerio creativo, pp.118-120).

3. Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. En sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. Es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia . Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos … Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo». Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis. El pobre, cuando es amado, es estimado como de alto valor, y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 198-199)

Luego de leer los textos podemos compartir lo que más nos gusta de ellos y luego compartimos las siguientes preguntas:1. ¿Cuáles son mis alegrías profundas en mi trabajo?2. ¿Cuáles son mis “fracasos”, “broncas” o reniegos?3. ¿Alcanzo a percibir algún fruto (a nivel personal o en los que sirvo en mi misión) en este tiempo de trabajo en la fundación?4. Compartir las riquezas de los pobres a quienes sirvo, qué aprendo de ellos. (Anotarlas para compartirlas en el plenario).

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Cuarta charla: Algunas notas de una posible espiritualidad del servicio

1) Centrados en el pobre, descentrados de nosotros mismos: a) Si no los entiendes, al menos no los desprecies: Texto 1b) Contempla el rostro de los que sirves, descubre su profunda belleza y el valor de sus vidasc) Quiérelos por lo que son, no por lo que hacen o si responden a tus expectativas: Texto 2.d) Esta belleza contemplada le dará un gusto especial a tu entrega, ya que verás que vale la pena dar lo mejor de vos por alguien bello, que merece la calidad de tu profesionalismoe) Aprende de la gran sabiduría de los pobres, sé su discípulo, reconoce públicamente sus riquezas y logros: Texto 3.f) Anímate al desafío de establecer una amistad con los pobres: Texto 4.g) No les des soluciones ya elaboradas, busca que ellos sean artífices de su propio destino, promociona lo positivo del otro y ayúdalo a ser protagonista de su historia

Texto 1-4: Jean Vanier: Charla de un retiro:1. Cuando uno está con personas que sufren, no debe tener prisa. Hay que tomarse el tiempo necesario para escucharles y comprenderles. No son fundamentalmente “eficaces”; encuentran su alegría en la presencia, en la relación; su ritmo es el del corazón. Nos obligan a ir más despacio para vivir intensamente la relación. Escuchar es ante todo una actitud. Es tratar de comprender al otro con sus sufrimientos, sus deseos y su esperanza, sin juzgarle ni condenarle. Escuchar es hacerle ver al otro su valor para darle vida y ayudarle a tener confianza en sí mismo. Muchas personas sufren porque sienten que nadie intenta comprenderles. Se encierran en sí mismos. Pero si se les escucha con interés, atención y benevolencia, comienzan a abrirse. Escuchar es prestar atención no solamente a las palabras, sino también al cuerpo, al lenguaje no verbal. Hay que estar atento a ese lenguaje sencillo y concreto para captar los sufrimientos y las penas del otro, sus deseos y sus esperanzas.

Cuando estoy centrado en mí mismo, en mis proyectos, cuando necesito probarme, encuentro dificultades para escuchar. Escuchar la palabra o el cuerpo de alguien implica una cierta muerte de uno mismo; es estar abierto y disponible con el otro para acoger lo que quiere dar, a veces todas sus rebeldías y tinieblas, pero también toda la belleza de su corazón. Este aprendizaje de la escucha me ha ayudado a no juzgar a los demás desde normas o leyes, sino a intentar comprender sus heridas interiores y a ayudarles a avanzar paso a paso. Si uno es demasiado exigente, los demás se sentirán paralizados y, en ocasiones, culpabilizados. Esta escucha que evita juzgar me ha permitido a menudo superar mis prejuicios culturales, fruto de mi educación, para apreciar a las personas de culturas y religiones diferentes. Si el otro siente que se le intenta comprender, estar cerca de su corazón, él también dejará caer sus miedos y sus prejuicios y mostrará una actitud de confianza. Pero esta escucha, esta proximidad no siempre son fáciles. Pueden hacer tambalear nuestras seguridades. Escuchar atentamente al otro es captarle en el interior de sí mismo, comprenderle y amarle; es atreverse a mirar la cizaña y el buen trigo de su campo poniendo palabras justas sobre la realidad sin culpabilizarle; es también confiar en la vida que hay en él. 2. Antiguamente se decía, y quizás todavía se dice, "si tú cambias yo te amaré". Ahora comenzamos a descubrir que se trata de decir: "no esperes a que el otro cambie para empezarlo a amar, ámalo y eso te hará cambiar a ti y cambiar a él". Hay un misterio en el amor, un misterio que nos ayuda a descubrir quiénes somos. Desgraciadamente la mayor parte del tiempo yo miro al otro a partir de mis propios juicios. Somos hombres y mujeres y nuestra primera tendencia es mirar los defectos del otro, y no lo positivo. Juzgamos. Vemos lo negativo. Toda la cuestión de la transformación es de mirar al otro como Dios lo mira. Necesito que mis ojos sean cambiados, que yo te mire como Dios te mira. 3. Dada mi educación, yo era un hombre eficaz y rápido, que tomaba decisiones solo. Era un hombre de acción más que de escucha. En la marina tenía colegas pero no amigos de verdad. Ser amigo es hacerse vulnerable, dejar caer las máscaras y las barreras para acoger al otro tal cual es, con su belleza, sus dones, sus límites y sus sufrimientos. Es llorar cuando él llora, reír cuando ríe. Yo tenía muchas barreras en mi corazón que trataban de proteger mi vulnerabilidad. Es verdad que había que hacer cosas por los pobres. Pero, ante todo tenían necesidad de salir de su aislamiento, de pertenecer a una comunidad de amigos, de vivir esta comunión de los corazones. A mí me hacía falta aprender a amar desde esta óptica de la comunión. Amar a alguien es, por supuesto, hacer cosas por él, pero sobre todo es

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estar presente para revelarle su belleza y su valor, y ayudarle a tener confianza en sí mismo. Amar es dejar también que el otro toque mi pobreza y proporcionarle el espacio necesario para que me ame. 4. Ser amigo de un pobre es exigente. Nos introduce en la realidad del sufrimiento, ¡Es imposible evadirse de ella con ideas o sueños! La llamada del pobre a la amistad y a la solidaridad nos obliga a tomar decisiones, a interiorizar en nosotros mismos, a situar el amor en el centro de nuestras vidas y en lo cotidiano. Nos transforma. Pero esa amistad pone de manifiesto también los conflictos que hay en nosotros. Es tan fácil evitar las exigencias, ser seducido por proyectos personales y actividades que pueden parecer más interesantes; o por distracciones, placeres y actividades lúdicas que nos inducen a dejar al margen la solidaridad. Los pobres muestran generalmente una gran sencillez en las relaciones; no se detienen ante la cultura de su entorno o las actitudes. Pueden acoger con alegría las visitas sin hacer distinciones entre los grandes de este mundo. No se detienen a mirar el puesto o el rango, sino que van al corazón. No llevan máscaras: la alegría o la ira se manifiestan en sus rostros. Viven el instante presente y no se refugian en la nostalgia del pasado o en los sueños del futuro.

2) Profesionalismo, carisma, vocación y ternura:a) Que el profesionalismo no ahogue el carismab) Que el carisma no deje de lado el profesionalismoc) Sé responsable con tu trabajo, es la mejor expresión de tu cariño concreto a los tuyosd) No eres Dios, eres tan solo alguien que desea hacer el bien y encender una luz de esperanza en medio de la oscuridade) Déjate herir por las heridas de tu prójimo, son fuente de salvación y sanación: Texto 5.f) Que tu profesionalismo no te aíslen ni te hagan subir a ningún pedestal, reconoce el rostro y dignidad de cada persona: Texto 6.

5. El pobre es el que sufre necesidad, el que reconoce esa necesidad y pide ayuda. La debilidad, normalmente, es vista como un defecto. Pero ¿no somos todos débiles y estamos necesitados de alguna manera? Todos somos vulnerables, todos tenemos nuestros límites y nuestras deficiencias. Cuando reconocemos nuestras debilidades podemos pedir ayuda, podemos trabajar juntos. El débil necesita al fuerte, pero el fuerte también necesita al débil. (Jean Vanier, Amar hasta el extremo, pp.11-12)6. Hoy en día no tenemos tiempo para mirarnos los unos a los otros, para conversar, para disfrutar de la mutua compañía. El mundo se está perdiendo por falta de dulzura y bondad. La gente se muere por falta de amor, porque todo el mundo está apurado. (Madre Teresa).

3) La vivencia de los fracasos y las cruces: a) El amor siempre es fecundo, aunque no siempre exitosob) Acepta los retrocesos, lentitudes, trabas del proceso, sin perder de vista el horizonte c) Celebra los pasos pequeños y reales que se han podido dar y disfruta de ellos d) Abraza tus fracasos y tómalos con humor y calma e) Ama con pasión tu presente y el de tus hermanos, es la única realidad

4) El trabajar con otros: Texto 7 y 8.7. El mundo está lacerado por las guerras y la violencia, o herido por un difuso individualismo que divide a los seres humanos y los enfrenta unos contra otros en pos del propio bienestar. A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pedirles especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 99).8. No necesitamos ser perfectos. No debemos llorar sobre nuestras imperfecciones; no somos juzgados por ello. Nuestro Dios sabe que, en muchos aspectos, estamos cojos y medio ciegos. ¡No ganaremos nunca la carrera de la perfección, en los juegos olímpicos de la humanidad! Pero podemos caminar juntos en la esperanza, y regocijarnos por ser amados desde nuestras roturas. Podemos ayudarnos los unos a los otros a crecer en la confianza, la compasión y la humildad, a vivir en acción de gracias, a aprender a perdonar, y a pedir perdón, a abrirnos más hacia los demás, a acogerlos, y a esforzarnos en llevar la paz y la esperanza a nuestro mundo. Es por esto que nos arraigamos en una comunidad…

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Tenemos esa capacidad de hacer surgir los dones de los demás, o de aplastarlos. Pero no podremos interpelar a los pobres para que crezcan en el amor y vivan en la verdad de su ser, si los lazos de alianza y de confianza entre nosotros no son profundos. No debemos dejarnos llevar nunca por el miedo o la ira, ni por el deseo de controlar o dominar, sino por el amor. Entonces podremos a nuestra vez dejarnos interpelar por lo pobres y crecer en la verdad. Pero es difícil, esto implica una lucha constante en aceptar que los otros sean diferentes, darles su lugar, sin juicios, ni envidia, ni condenación, sobre todo cuando su temperamento y su manera de ser son totalmente opuestos a los nuestros. (Jean Vanier, El Cuerpo roto, pp.116-124)

5) La renovación personal del agente social: Sugerencias para renovar y alimentar nuestra espiritualidad en la vida cotidiana:

1. La fe personal como decisión libre y madura: la fe se sostiene en un encuentro personal con Jesús, una experiencia directa, única y real con Dios. Nadie nos puede obligar a creer, ni pueden hacerlo por nosotros. La fe brota de una aceptación única y personalísima de la iniciativa de Dios a dejarnos llenar por Él, recibiendo su amor de Padre y reconociéndonos como sus hijos amados.

2. La oración personal, cotidiana y perseverante: nuestra oración, es decir, nuestra relación profunda con Dios, ha de estar a la altura de nuestra fe. A veces podemos ser adultos en edad, pero infantiles en la fe. A veces, seguimos rezando como lo hacíamos cuando teníamos 10, 15 o 20 años. Es por ello que muchas veces no nos resulta algo atractivo. O lo hacemos como para cumplir y pagar nuestra cuota cotidiana a Dios. Sin embargo, no nos transforma interiormente, no nos involucra afectivamente este espacio de (des)encuentro con Dios. De ahí que necesitemos cambiar nuestro modo de encontrarnos con Dios, de dialogar con Él, de vincularnos con Él. -Jean Vanier (laico fundador de comunidades para personas con discapacidad: El Arca): No estoy seguro de saber orar, pero estoy ahí, quiero estar ahí con Jesús: mirándolo a él y él mirándome a mí. No hay palabras, sólo estar ahí. A veces cabeceo y me quedo dormido una y otra vez en la oración. Es oración, ¿importa eso? Otras veces los pensamientos rondan por mi cabeza. No muy interesantes. Entonces mi mente se calma nuevamente y vuelve a mi alma un momento de quietud. Tal vez orar es sentarse y esperar, esperar un encuentro con Dios que viene sin que sepamos el día ni la hora. La oración, para mí, es descansar en ese encuentro. Es acoger a Dios en mi corazón. La oración se ha convertido para mí en una inmensa acción de gracias. Un gran agradecimiento a Dios. (Carta 2013).-Pedro Casaldáliga (obispo del Mato Grosso-Brasil): Fuimos mal educados en la oración. Porque se nos impuso una oración demasiado sistemática, que no contaba con la persona de cada uno (única, irrepetible) ni con la vida, ni con la historia. Conozco comunidades que se fueron a pique por dejar de hacer oración, según han reconocido ellas mismas después. No basta con "practicar" la fe. Hace falta también proclamarla, y celebrarla y porque queremos construir y servir y realizar el designio de Dios sobre la historia, también lo queremos y lo debemos y lo necesitamos celebrar, anticipar gratuitamente. La oración es una de las actitudes fundamentales derivadas de la opción fundamental. El cristiano es un orante. Tener fe y no orar es una forma de no tener fe. La fe sin obras es fe muerta; la fe sin oración, también. Porque la oración es una obra, una praxis de relación, de comunicación, de gratitud, de "tratar de amistad" con él... Si la fe me lleva a relacionarme con los hermanos, con lo que ellos son y quieren, es lógico que también me lleve a relacionarme con el Padre, con lo que él es y quiere. La fe es una apertura a alguien, a él. Si él y yo somos personas, es lógico que esta apertura sea una relación, una comunicación. Y eso es la oración… En cuanto a la oración es necesaria una cierta ascética una cierta disciplina, porque la oración no es algo instintivo, que "nos salga de dentro" sin más. La oración exige su tiempo, y hasta su lugar, y hasta su instrumental. Si no se impone uno una cierta disciplina, es la oración la que acaba saliendo perjudicada. Hemos llegado a decir: "Todo es oración, la lucha también es oración". Pues no. La lucha no es oración. Ni siquiera la lucha por la liberación. La lucha es la lucha. Y la oración es la oración. Para mí eso está claro. En este punto debemos ser muy sinceros y hasta taxativos. Incluso para responder a los otros. Pero es evidente que a medida que nos comprometemos con Dios, a medida que nuestra amistad con él crezca, y a medida que más y mejor "tratemos de amistad con él", más normalmente nuestra vida y nuestra lucha será oración. Iremos llegando a un punto de confluencia en el que será muy difícil distinguir las aguas. Estaremos viviendo entonces en lo que los antiguos llamaban "estado de oración". Yo doy testimonio de que hay muchas comadres que viven en ese estado de oración, son contemplativas. La contemplación sería eso: haber llegado a una especie de

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"estado de comunicación" con el Dios de Jesús, con el Dios de la creación, con el Dios de la Vida, con el Dios de la liberación, con el Dios de los pobres, con el Dios de la muerte-hacia-la-vida... Un "estado de comunicación" más o menos estable, permanente, natural, gratuito... a la vez que esforzado y conquistado... Se lo digo a ustedes con toda mi convicción: de nuestra oración depende nuestra espiritualidad. Esto no es espiritualismo ni desencarnación, aunque a alguien pudiera parecerle. Es realismo de fe. La oración debiera ser como la de Moisés: subir y bajar, subir al monte Carmelo y bajar también. Nosotros fuimos educados en un tipo de oración que sólo subía y no bajaba. El elevador de la oración nos dejaba ahí, en las nubes. Y eso no nos sirve. Porque Dios no necesita de nuestra oración, ni está en las nubes. Los que necesitamos de la oración somos nosotros, y los hermanos, que tampoco andamos por las nubes… Si la fe es un proceso, la oración también lo es. Dice Jon Sobrino que mi oración es el proceso de mi oración. Lo que ha ido siendo mi oración a lo largo de mi vida es lo que es mi oración hoy. Mi oración es -dice él más textualmente- la historia de mi oración. Igual que podríamos decir: mi fe es la historia de mi fe. O, mi vida es la historia de mi vida. Debemos vivir la oración, testimoniar la oración y también enseñar a orar. Los discípulos le pidieron a Jesús: enséñanos a orar. Los agentes de pastoral deben enseñar a orar. La pastoral de la oración. La oración de cada día, particular y comunitaria. Un agente de pastoral que no haga individualmente siquiera media hora de oración diaria, además de la que haga en equipo, no da la talla suficiente como agente de pastoral. Lo que se quiere es vivir radicalmente contemplativos y radicalmente revolucionarios. Más aún, les desafío: nosotros no seremos radicalmente revolucionarios si no somos radicalmente contemplativos. (¿Qué es la oración? en El vuelo del Quetzal).

3. La pertenencia a una comunidad para vivir y celebrar nuestra fe: en medio del profundo individualismo que invade nuestra época, estamos tentados de aislarnos y vivir nuestra fe sólo privadamente. Es verdad que la comunidad nos exige a ser pacientes (con las debilidades y las personalidades de los otros), a ser humildes (para reconocer que yo no tengo toda la verdad), a ser sinceros (para dejarnos corregir por los demás y reconocer mis propias sombras). Pero es verdad también que la comunidad sostiene nuestra fe, nos fortalece, nos anima, nos empuja a salir de nuestro egoísmo y encontrarnos con los demás. De ahí que sea tan importante participar activamente de alguna comunidad.

4. El compromiso con el prójimo: dice claramente la Palabra de Dios: una fe sin obras es una fe muerta. Nuestro amor a Dios se debe hacer concreto en obras de amor al prójimo. Esto lo podemos vivir en nuestro modo de realizar nuestro trabajo, en nuestra familia, con nuestros vecinos. Pero también podemos participar de algún servicio en nuestra comunidad, para que nuestra fe se encarne en actos de amor concretos, reales y constantes.

5. La fuerza de los sacramentos: de la mano de la oración y de nuestra inserción en la comunidad, está la fuerza que Dios nos regala por medio de sus sacramentos, especialmente la confesión y la Eucaristía. En esto, es clave nuestro modo de vivirlos. Si lo hacemos por inercia, costumbre u obligación, nos estamos privando de su gran riqueza para nuestra vida. Si nos acercamos a ellos, como quien va en busca de ese leño para mantener el fuego interior del amor, es decir, nuestra espiritualidad, los disfrutaremos más, los necesitaremos como alimentos imprescindibles para mantenernos en este camino.

6. La confrontación periódica de nuestra vida: esto va de la mano de la oración y se relaciona con la vivencia del sacramento de Reconciliación (o Confesión). Para que este camino pueda ser algo estable, constante y seguro, necesitamos, cada tanto, mirar nuestra propia vida. La oración nos ayuda mucho a ello, sobre todo, la oración con la Palabra de Dios, ya que Dios nos habla e ilumina nuestra vida con su luz (para este modo de oración, podemos seguir los pasos sugeridos al final de la charla nº 3, en Para la oración personal, Los pasos de la lectura divina de la Palabra). También ayuda mucho el tomarnos algunos días del año para participar de algún retiro espiritual. También ayuda el llevar un cuaderno con anotaciones de nuestra vida, para irlo releyendo cada tanto y refrescar todas estas ideas, confrontando cómo las estamos viviendo. La lectura de autores que nos animen en este camino, el tomarnos un tiempo en la semana para descansar, parar la pelota, para contemplarnos en nuestro modo de estar trabajando, deteniéndonos ante el rostro de las personas, etc.

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9. La adoración despoja al servicio de toda pretensión egoísta. El servicio purifica la adoración de toda evasión de la historia. En la adoración nos hundimos en un océano de silencio admirado que no tiene orillas. En el servicio perdemos la vida hasta en el más pequeño detalle que un hermano necesita. A través de este camino de adoración y servicio, el propio yo va dejando de ser el centro. (Benjamín González Buelta, La transparencia del barro, p. 98)

10. El cristiano que quiere ser un agente del cambio social se siente retado constantemente a buscar la síntesis creativa entre el activista social y el hombre interior. Para evitar la concreción, el poder, el orgullo, debe vivir en la perspectiva de la esperanza, la receptividad y la responsabilidad compartida, todo lo cual significa que debe ser un hombre contemplativo. La vida cristiana no es una vida dividida en tiempos para la acción y tiempos para la contemplación. No. La acción social real es una manera de contemplación, y la contemplación es el corazón de la acción social. En un análisis final, acción y contemplación son las dos caras de la misma realidad que hace al hombre agente del cambio. Sólo esta síntesis nos permite mirar más allá de todos los desarrollos políticos, sociales y económicos para mantenernos para siempre despiertos y siempre en la esperanza de la venida del mundo nuevo… Un cristiano cree que jamás habrá un momento en esta vida en el que uno pueda descansar en la suposición de que no hay nada que hacer. Pero no desesperará cuando no vea el resultado que apetecía. Porque en medio de todo su trabajo, sigue oyendo las palabras de Jesús sentado en el trono: Haré nueva toda la creación (Ap 21,5). (Henri Nouwen, Un ministerio creativo, pp.124-125).

11. Para continuar haciendo lo que hacemos en todas partes del mundo, necesitamos un espíritu profundo de oración y unión con Dios. No somos trabajadores sociales sino contemplativos en el corazón del mundo. Nosotros no seríamos capaces de sostener nuestra vida de amor por los pobres y los olvidados si no tuviéramos un espíritu de oración, silencio, contemplación, y compasión. Esta es la razón por la cual pasamos una hora y media todas las mañanas en oración, meditación y la celebración de la Misa. Cuanto más tierno es nuestro amor por Jesús, el Pan de Vida en la Eucaristía, más tierno será nuestro amor por el Cristo hambriento en el más pobre de los pobres… Todo cuanto hacemos —nuestras oraciones, nuestro trabajo, nuestro sufrimiento— es para Jesucristo. Nuestra vida no tiene otra razón ni otro motivo. Esto es algo que mucha gente no logra comprender. Sirvo a Jesús las veinticuatro horas del día. Haga lo que haga... lo hago por El. Y es El quien me da fuerzas para hacerlo. Lo amo a través de los pobres, y en los pobres lo amo a El. El nos da fuerza para llevar la vida que llevamos, y para hacerlo con alegría. Sin El no podríamos hacer lo que hacemos. Al menos no durante toda la vida. Aprendan a disfrutar de la oración, sientan la necesidad de rezar varias veces durante el día, y tómense el trabajo de hacerlo. Si quieren rezar mejor, tienen que rezar más. La oración agranda nuestro corazón. Hagámoslo hasta que sea capaz de contener el regalo que Dios nos hace de Sí mismo. Pidan y busquen, y sus corazones crecerán lo suficiente como para recibirlo a El y conservarlo para siempre. Mi secreto es de lo más simple. Rezo y a través de mi oración me convierto en alguien que ama a Cristo, y veo que rezarle es amarlo. Mis pobres de los arrabales y de los barrios marginales son el Cristo que sufre. En ellos, el hijo de Dios vive y muere, y a través de ellos, Dios me muestra su verdadero rostro. Para mí, la oración significa unirme, durante las veinticuatro horas, con la voluntad de Jesús, vivir para El, por El y con El. Pueden rezar mientras trabajan. El trabajo no impide rezar, y rezar no impide trabajar. Basta elevar brevemente nuestra mente hacia El; “Te amo, Dios Mío, confío en Ti, creo en Ti, y te necesito ahora, en este momento”. Oraciones breves, pequeñas, pero que obran milagros. Dios es amigo del silencio. Necesitamos encontrar a Dios pero no lo podremos hallar en el tumulto ni en el bullicio. Cuanto más recibamos en nuestra oración silenciosa, tanto más podremos dar en nuestra vida activa . El silencio nos permite ver todas las cosas desde una óptica distinta. Necesitamos de este silencio para poder tocar los corazones. Lo esencial no es lo que decimos sino lo que Dios nos dice, y lo que El dice a través de nosotros. El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. (Beata Madre Teresa de Calcuta).

12. ¿Qué es lo que puede transformar tantos males e injusticias, tanta confusión y aislamiento en luz? La actividad y el trabajo proporcionan una cierta plenitud. Pero esto no basta. Se necesita además una persona amiga, alguien en quien poder confiar, alguien con quien poder establecer una relación profunda y con quien compartir la propia debilidad y los propios secretos. Toda persona humana

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necesita ser amada, necesita afecto y ternura. De lo contrario, se endurecerá. Pero hay quienes tienen miedo al amor y a la relación. Temen hacerse vulnerables y ser heridos en su corazón o ser rechazados. Y entonces se cierran absolutamente y se protegen a sí mismos. En cierto modo, no son más que corazón: un corazón abierto y herido. Para el pobre que se ha sentido abandonado, tan sólo existe una realidad capaz de devolverle a la vida: una relación auténtica, cariñosa y leal. Debe descubrir que es amado y que es importante para alguien. Y sólo entonces descubrirá que es valioso; sólo entonces su confusión se tornará en paz. Amar no es hacer algo por alguien, sino estar con él. Es gozarse en su presencia; es darle confianza en el valor de su existir; es escucharle y estar atento a sus necesidades y deseos; es ayudarle a adquirir confianza en sí mismo y en su capacidad de agradar, de hacer, de servir y de ser útil. Este proceso de curación puede llevar mucho tiempo cuando se trata de alguien que ha padecido una herida demasiado profunda o un rechazo demasiado violento. Esa persona no abrirá su corazón ni confiará fácilmente; antes, tendrá que tantear para ver si es posible. Y harán falta muchos años y muchos gestos de amor antes de que pueda cerciorarse de que puede ser realmente amada . (Jean Vanier, Vivir en alianza en los hogares de El Arca pp. 230-231).

Para la oración personal:-Puedes rezar con el siguiente texto de la Palabra (podemos seguir los pasos sugeridos al final de la charla nº 3, en Para la oración personal, Los pasos de la lectura divina de la Palabra). Puedes tomar el lugar de Zaqueo y escuchar la invitación de Jesús a bajar del árbol. Podemos imaginar que Jesús nos invita a bajar hasta el centro de nosotros mismos, dejar de andar hacia fuera o subido en tantas cosas, para adentrarnos al interior nuestro, donde Jesús habita, donde Él ya está y desde donde desea iluminar nuestra vida y decirnos: hoy ha llegado la salvación a esta casa… Jesús te espera en tu corazón, te invita a descender a tus profundidades, para llenarte de su paz y de su amor:Lucas 19, 1 - 10: Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa .» Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador .» Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más .» Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

-Una vez que hayas rezado con este texto, puedes releer Sugerencias para renovar y alimentar nuestra espiritualidad en la vida cotidiana y realizar un plan de acción para tu vida, de acuerdo a estas sugerencias. Así como Zaqueo, al bajar y dejarse encontrar con Jesús, decide hacer un cambio radical de vida, así también nosotros, elaboramos este plan, fruto de este encuentro. Trata de que sea lo más concreto posible, para que lo puedas evaluar cada tanto (por ejemplo, si te propones rezar, trata de concretar en dónde, con qué herramientas, a qué hora del día, o si te propones participar en alguna comunidad: cuál, en qué grupo, cuándo voy a hacerlo, etc.). Trata de ser humilde y realista, para proponerte pasos sencillos y no imposibles. Es preferible empezar despacio y si vemos que venimos bien, poder aumentar un poco más el ritmo, que empezar corriendo y luego abandonar todo por haber sido demasiado ambicioso en nuestro proyecto.-Para concluir, puedes releer este proyecto y ponerlo en las manos de Dios y de la Virgen, para pedirles la gracia de poder vivirlo.