reseña crítica de los relámpagos de agosto
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Descripción, resumen y comentario crítico de Los relámpagos de agosto, novela de Jorge Ibargüengoitia. Autor: Jorge Esteban Mendoza Ortiz.TRANSCRIPT
Jorge Esteban Mendoza Ortiz
Reseña crítica de Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia.
Jorge Ibargüengoitia, Los relámpagos de agosto, 1ª edición, Colección “Literatura
Contemporánea”, México, Editorial Artemisa, 1985, 125 páginas.
La novela histórico-satírica que hoy reseñamos, Los relámpagos de agosto, vio su primera
edición de la Editorial Joaquín Mortiz en 1964, año en que el entonces novel autor Jorge
Ibargüengoitia recibió por la misma el premio Casa de las Américas.
Ibargüengoitia (1928-83), nacido en Guanajuato, Gto. fue un escritor mexicano: novelista,
cuentista, periodista, ensayista y dramaturgo, considerado uno de los más mordaces y agudos
literatos y críticos hispanoamericanos. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional Autónoma de México, fue becario del Centro Mexicano de Escritores y
de las fundaciones Rockefeller, Fairfield y Guggenheim. Entre sus principales obras hallamos
La ley de Herodes (1967), Estas ruinas que ves (1975) y Las muertas (1977).
Comienza la novela cuando el Gral. José Guadalupe Arroyo recibe una carta del electo
Presidente de la República, Marcos González para que sea su secretario particular. En el tren
en que parte a México atendiendo su oferta encuentra a su antiguo amigo Macedonio Gálvez,
un exiliado que roba la pistola de Arroyo y huye, poco antes de que él mismo se entere por los
periódicos de que González ha muerto.
Al llegar a la Ciudad de México y al funeral de González, la viuda le informa a Arroyo que un
reloj que le había dejado en herencia el difunto fue robado por el diputado Pérez H. Luego, en
vista de la muerte de González, Arroyo y sus camaradas a quienes habían sido prometidos
ministerios arreglan impulsar la candidatura del diputado Valdivia en lo sucesivo.
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Pasado el entierro, Arroyo, enojado por el robo del reloj increpa a Pérez H. y lo avienta a una
fosa abierta del cementerio. Mucha sería su sorpresa cuando se entera al día siguiente que el
congreso había elegido a Pérez H. presidente interino con el objeto de organizar elecciones.
Vidal Sánchez, que es el personaje más poderoso de la novela, inicia en ese momento una
serie de artimañas para anular a Arroyo y a sus compañeros. Primero, los envía a todos a
distintos lugares. Arroyo llega a Vieyra, Viey., donde enfrentaría una serie de episodios
embarazosos que lo demeritarían, todos inducidos directa o indirectamente por Vidal
Sánchez.
Se publica, entonces, el testimonio político de González que deja a los camaradas de Arroyo
bien posicionados e inmediatamente inician la campaña de Valdivia. Sumado a esto, Vidal
Sánchez acuerda con diversos partidos la creación del Partido Único. Al grupo de nuestro
protagonista se le promete poderosos puestos y se les otorga dádivas. A Valdivia le es
prometida la candidatura del Partido Único. Poco antes del anuncio del PU, se descubre que
es apócrifo el testimonio de González y huyen nuestros protagonistas de la casa de Valdivia
que finalizaba su campaña, en vista del plan ejecutado por Vidal Sánchez de desaparecerlos.
Inicia así la campaña militar que terminaría reduciendo las fuerzas de Arroyo, los demás jefes
militares y sus aspiraciones políticas a polvo.
Con los ejércitos derrotados, pasada una serie de batallas, Arroyo es capturado, le practican
un Juicio militar, es encontrado culpable de un sinnúmero de crímenes y al final de la novela
quien debía pasarlo por las armas era su antiguo compañero Macedonio Gálvez, quien le robó
la pistola al principio del relato. Este lo condona y así puede escapar por la frontera.
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Años después Vidal Sánchez sería exiliado y Arroyo y sus compañeros regresarían a México,
a la política, la agricultura y a la vida hogareña.
La novela, que relata fingidamente hechos bien conocidos de la historia de México, está
impregnada por todos lados de un ingenioso tacto para poner a sus personajes en situaciones
irónicas y cruelmente divertidas. La lectura es ágil, y puede sorprender al lector el hábil
manejo del lenguaje de Ibargüengoitia, que emula de forma muy exitosa el modo que tendría
de hablar un general de la Revolución, cosa no fácil de lograr. El uso de expresiones de la
época y el conocimiento profundo de la historia de México dan cuenta de la erudición del
autor, y otorgan singularidad a la obra, que es a un tiempo ligera, simple, pero densa en
cuanto a datos y hechos.
El lector avezado encontrará quiénes son algunos de los personajes enmascarados tras
nombres como Vidal Sánchez (Plutarco Elías Calles), Marcos González (Álvaro Obregón),
Eulalio Pérez H. (Emilio Portes Gil) y Juan Valdivia (Pascual Ortiz Rubio). Las situaciones
irónicas, tan características de Ibargüengoitia, no podrían lograrse, de hecho, si no se
enmascararan los nombres de personajes que de otro modo estarían cubiertos de un manto
de grandeza histórica, y en esa medida es un paso inteligente y tremendamente fértil para
hacer con los grandes actores una historia campechana de la Revolución.
Para terminar, debo decir que recomiendo ampliamente la lectura de la novela, pero más la
recomiendo para aquellos conocedores de la historia de México que podrán apreciar un
proceso glorioso y mitificado de la creación de instituciones en México y el alejamiento de los
caudillismos reinterpretado en una comedia en que un puñado de revolucionarios deciden
matarse entre sí, ya que la reinterpretación no es sólo un ejercicio imaginativo sano sino
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también un ariete que rompe barreras que se encuentran en puntos ciegos de nuestra
consciencia, y nuestras concepciones de las historias y los hechos.
Hagamos patria: leamos a un burlón de la historia.
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