reporte seminario. ruda

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Jorge Ignacio Moreno Heredia Reporte de lectura, Frank Ruda, “Remembering the Impossible: For a Meta-Critical Anamnesis of Communism” Ruda relaciona el juicio político contra la idea del comunismo con el contexto filosófico presente, en el que toda idea que reclame ser eterna, en el que toda verdad que se presente como ahistórica, en el que toda práctica que pretenda constituirse como absolutamente buena, están definitivamente proscritas del discurso: son, simplemente, imposibles. No pueden ser pensadas. Políticamente, la idea del comunismo, cuyo contenido fundamental implica organizar la sociedad para la realización de fines colectivos que se reclaman como trans-históricos y universales, es juzgada como un imposible. ¿Cómo empezar a pensar nuevamente—se pregunta Ruda—la idea del comunismo en este contexto de imposibilidad prevaleciente en la política y la filosofía? Dentro de aquel contexto, el ser humano es reducido al “substrato de su animalidad”. Lo imposible es vivir con—por, para—una idea. Tal es el imperativo contemporáneo: disfruta, vive sin límites, sé feliz, sé flexible. El ser humano es reducido a su función de sobrevivencia: sólo puede vivir para sus propios intereses individuales o comunitarios, locales, nunca globales. Siendo aún más específico, Ruda afirma— siguiendo a Badiou—que el ser humano es reducido a su animalidad comercial: es reducido a cuerpo, y su cuerpo a ser sustrato de “intereses particulares”, “pequeños deseos y fetichismos”; el cuerpo, en fin, como elemento de valorización del capital. Así, concluye Ruda, “el imperativo contemporáneo es que cada quien viva su vida de una manera

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Page 1: Reporte Seminario. Ruda

Jorge Ignacio Moreno Heredia

Reporte de lectura,

Frank Ruda, “Remembering the Impossible: For a Meta-Critical Anamnesis of

Communism”

Ruda relaciona el juicio político contra la idea del comunismo con el contexto filosófico presente, en el que toda idea que reclame ser eterna, en el que toda verdad que se presente como ahistórica, en el que toda práctica que pretenda constituirse como absolutamente buena, están definitivamente proscritas del discurso: son, simplemente, imposibles. No pueden ser pensadas. Políticamente, la idea del comunismo, cuyo contenido fundamental implica organizar la sociedad para la realización de fines colectivos que se reclaman como trans-históricos y universales, es juzgada como un imposible. ¿Cómo empezar a pensar nuevamente—se pregunta Ruda—la idea del comunismo en este contexto de imposibilidad prevaleciente en la política y la filosofía?

Dentro de aquel contexto, el ser humano es reducido al “substrato de su animalidad”. Lo imposible es vivir con—por, para—una idea. Tal es el imperativo contemporáneo: disfruta, vive sin límites, sé feliz, sé flexible. El ser humano es reducido a su función de sobrevivencia: sólo puede vivir para sus propios intereses individuales o comunitarios, locales, nunca globales. Siendo aún más específico, Ruda afirma—siguiendo a Badiou—que el ser humano es reducido a su animalidad comercial: es reducido a cuerpo, y su cuerpo a ser sustrato de “intereses particulares”, “pequeños deseos y fetichismos”; el cuerpo, en fin, como elemento de valorización del capital. Así, concluye Ruda, “el imperativo contemporáneo es que cada quien viva su vida de una manera puramente corporal, animal, sin ataduras, sin idea” (pág. 143).

El hábitat de esta animalidad es el mercado, donde los individuos mismos—en tanto “corporalidades animales objetivadas”—circulan pasivamente. Esta circulación pasiva e indiferente de corporalidades viviendo sin idea, sin pensamiento, es leída por Ruda sugestivamente como una domesticación de la especie. Domesticación ideológica, lógicamente plegada a las necesidades conservadoras y reproductivas de una elite que “protege su propio territorio” bajo el nombre de mundo.

Esta domesticación procede mediante dispositivos que producen subjetividades indiferentes, depredadoras: democráticamente capitalistas, capitalistamente democráticas. Los contenidos de la democracia y del capitalismo coinciden: los principios de la primera se interpretan a partir de contenidos determinados por el segundo. Lo político se reduce, aquí, a la organización de la indiferencia con base en esa coincidencia: de aquellos principios se deriva lo posible. Nada fuera de ellos, nada más allá de las elecciones y de la forma de igualdad formal democráticas es posible. Esta categoría—concluye Ruda—aparece entonces como dispositivo fundamental de opresión, de domesticación. Y es que lo

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se configura aquí es un estado imposible de trascender: contiene, ya, todas las posibilidades. Todo cambio se reduce a ser una extensión de éstas.

Ruda ofrece, a esta nueva configuración de la circularidad fetichista, una salida filosófica. Pensar la filosofía como anamnesis meta-crítica para enfrentar el materialismo democrático. Significa—y aquí Ruda recupera a Descartes, a Platón y a un Marx hegelianizado—entender al “hombre animal como la corporeización natural de una libertad a-natural” e introducir permanentemente la “duda metodológica frente a la ideología del genio capitalista malvado”; significa defender “la concepción de una vida bajo la idea y la idea de la verdad”; significa “obtener una concepción de un modelo dialéctico renovado que también renueva los medios para recuperar la imposible posibilidad de un evento”.

Políticamente, el comunismo debe empezar a pensarse a partir de las experiencias singulares de un nosotros colectivo que están ya rompiendo la circularidad fetichista del materialismo democrático, de las subjetividades domesticadas. Partir de estas experiencias significa afirmar, en lo inmediato, la capacidad colectiva de crear nuevas posibilidades: de trascender el círculo estatal de las posibilidades democrático-capitalistas. El comunismo se afirma, entonces, como una “verdad posible en el interior de la política”; aún más, como la única idea pensable. Filosóficamente, el comunismo es un imperativo: una idea que debe ser pensada, una práctica singular y colectiva que debe ser afirmada.

Ruda parece querer responder a una pregunta hecha por Badiou en una de sus conferencias: ¿cómo debe presentarse hoy la idea del comunismo como idea filosófica? Su respuesta, a la vez, parece rescatar la definición marxiana del comunismo como movimiento real. Aquí, ésta funda su contenido, su realidad y su posibilidad, en esas experiencias colectivas que de hecho se enfrentan ya al círculo fetichista del materialismo democrático. Este un punto de partida teórico sugerente. Y, a su vez, posible de ser adaptado como punto de partida estratégico. ¿Cómo, entonces, conducir esa adaptación?