reflexiones sobre el self y su transformación en el

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1 1 Este artículo de reflexión es producto de un proceso de análisis interpretativo, realizado para obtener el título de especialistas en Psicología Clínica con Énfasis en psicoterapia en Niños, niñas y Adolescentes de la Universidad Católica de Pereira. Septiembre de 2020 2 Psicóloga egresada de la Fundación Universitaria Claretiana, Candidata a Especialista en psicología clínica de la Universidad Católica de Pereira: [email protected] 3 Psicóloga egresada de la UNAD, Especialista en gerencia del talento humano de la Universidad de Manizales, Candidata a Especialista en psicología clínica de la Universidad Católica de Pereira: [email protected] 4 Director, psicólogo egresado de la Universidad de Manizales, Especialista en Consultoría y psicoterapia Sistémica; Docente en Especialización en Clínica con niños y Adolescentes en la Universidad Católica de Pereira: [email protected] Reflexiones sobre el self y su transformación en el encuentro terapéutico 1 Liliana Andrade Córdoba 2 Paula Andrea González 3 John Walter Ceballos Osorio 4 Colombia 2020

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1 Este artículo de reflexión es producto de un proceso de análisis interpretativo, realizado para obtener el título de especialistas en

Psicología Clínica con Énfasis en psicoterapia en Niños, niñas y Adolescentes de la Universidad Católica de Pereira. Septiembre

de 2020 2 Psicóloga egresada de la Fundación Universitaria Claretiana, Candidata a Especialista en psicología clínica de la Universidad Católica de Pereira: [email protected] 3 Psicóloga egresada de la UNAD, Especialista en gerencia del talento humano de la Universidad de Manizales, Candidata a

Especialista en psicología clínica de la Universidad Católica de Pereira: [email protected] 4Director, psicólogo egresado de la Universidad de Manizales, Especialista en Consultoría y psicoterapia Sistémica; Docente en Especialización en Clínica con niños y Adolescentes en la Universidad Católica de Pereira: [email protected]

Reflexiones sobre el self y su transformación en el encuentro terapéutico 1

Liliana Andrade Córdoba 2

Paula Andrea González 3

John Walter Ceballos Osorio4

Colombia

2020

Page 2: Reflexiones sobre el self y su transformación en el

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Resumen

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre el Self y sus transformaciones en el encuentro

terapéutico. Se exploran tres temáticas centrales como son la relación terapéutica, el Self y la

autorreferencia, describiendo luego la manera como estas se entretejen para la transformación del

self en el proceso, especialmente desde los aportes teóricos que presentan las posturas

constructivistas y construccionistas, las cuales describen nuevas concepciones del Self que lo

capacitan para venir a este encuentro con una serie de recursos que en su estructura autopoiética,

en el lenguaje y en su ser social le permiten auto-actualizarse, fortalecer su autonomía y

resignificar las historias de vida. La propuesta valida también el cambio del terapeuta,

concluyendo que la psicoterapia es un camino hacia la transformación del self del sistema

terapéutico.

Palabras clave: Auto referencia, Encuentro terapéutico, Psicoterapia, Terapia sistémica, Self.

Abstract

The objective of this article is to reflect on the Self and its transformations in the therapeutic

encounter. Three central themes are explored, such as the therapeutic relationship, the Self and

self-reference, then describing the way in which these interweave for the transformation of the

self in the process, especially from the theoretical contributions presented by the constructivist

and constructionist positions, which describe new conceptions of the Self that enable him to

come to this meeting with a series of resources that in his autopoietic structure, in language and

in his social being allow him to update himself, strengthen his autonomy and resignify his life

stories. The proposal also validates the change of the therapist, concluding that psychotherapy is

a path towards the transformation of the self of the therapeutic system.

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Keywords: Self-referral, Therapeutic encounter, Psychotherapy, Systemic therapy, Self.

Reflexiones sobre el self y sus transformaciones en el encuentro terapéutico

Reflexionar sobre la transformación del self en el sistema terapéutico, significa dar

importancia a lo humano y dar luz sobre, la capacidad de auto-crearse, de tener límites propios y

de reconocer la narración de experiencias, además de, aportar en la comprensión del cómo se

forja la identidad en relación con el otro. En esta misma línea de ideas existen autores que

esbozan la necesidad implícita por parte del terapeuta, de desarrollar la habilidad de utilizar su

biografía, sus vivencias y experiencias emocionales con el fin de identificarse y a la vez, de

diferenciarse de sus consultantes (Szmulewicz, 2013).

Así, cada proceso terapéutico se convierte en único e irrepetible; y por consiguiente es

sustancial aclarar que, esto no significa que el terapeuta no haga uso de los conocimientos y

técnicas, sino que, debe de generarse una unidad entre vivencias personales y conocimientos

profesionales.

Por otro lado, se puede decir que esta reflexión sobre el self y su transformación en el

encuentro terapéutico se hace significativo en el ejercicio de la psicología tanto de profesionales

como psicólogos en formación, porque permite una definición del estilo terapéutico. Tal y como

lo afirman Archobold et al. (2018) “es importante precisar que, el proceso de observación y

autoobservación en el marco de referencia guía la conformación de su estilo terapéutico” (p.77);

y, por consiguiente, esta reflexión da luz de un marco teórico de referencia y un recurso que

aporta herramientas personales para el terapeuta y que serán útiles a la hora de intervenir.

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Esta reflexión se logra realizar a partir de la búsqueda de bases de datos bibliográficos

confiables, logrando identificar una relación muy estrecha entre el trato terapéutico, el self y la

autorreferencia; con la finalidad de comprender el cómo se da lugar a la transformación del self,

tanto del terapeuta, como del sistema consultante en el resultado de la psicoterapia.

Así mismo, se puede identificar, que es de gran importancia que los terapeutas estén en una

constante observación de su self, y de lograr deconstruir un estilo terapéutico que pueda generar

éxito en estos procesos. De acuerdo a lo anterior; Olmos, Moreno y Ceballos (2020) destacan:

“la importancia de los procesos autorreferenciales en la construcción del estilo

terapéutico, dado que son un recurso útil para que cada profesional pueda darse a la tarea

de revisarse a sí mismo, pudiendo determinar cuáles son sus características, qué tipo de

terapeuta es y traer al presente aquello de su historia que influye directamente en cómo

hace terapia”. (p.18)

Se puede decir que, en el proceso terapéutico no solo se presenta una transformación del

sistema del consultante; sino que también, existe una transformación del sistema del terapeuta.

Así como el consultante acude en busca de ayuda porque siente incomodidad con algún

aspecto de su vida, de igual manera el terapeuta se forma porque algo lo incomoda, algo

de sí y algo en el mundo, buscando un cambio que espera lograr a partir de ayudar a

cumplir con la necesidad de cambio de los consultantes, la terapia sistémica obliga al

terapeuta a ser sujeto en búsqueda constante del cambio personal, es decir, él también

asiste a terapia con el objetivo de cambio y esto se logra a partir de la auto referencia.

(Moreno, et al., 2020, p.19).

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Desde la perspectiva de Bowlby (1989) la relación terapéutica, está determinada tanto por la

historia del consultante como por la historia del terapeuta, quien deberá de ser consciente de su

propia contribución a la relación para poder actuar construyendo un vínculo (Dueñas, 2016). Es

por esto que, la emergencia del self en el encuentro terapéutico, es importante como herramienta

que permite el éxito de la psicoterapia.

Elkaim (1998) se interesa por el proceso de, cómo el observador emerge y sigue en el proceso

de observar. Cuando este autor habla del observador, hace referencia a la observación del acto de

observar. En donde, el acto de observar es un proceso reflexivo, que permite comprender como

el self es transformado en medio del encuentro terapéutico, en el que se exploran elementos

importantes sobre la relación terapéutica, el self y la auto referencia, además de comprender

como cada uno de esto ayuda a identificar ese proceso de resignificación.

Habitualmente en la psicoterapia se hace fundamental la reflexión en el proceso, desde los

recursos de observar, observarse y hacerse parte del sistema que remite el concepto de auto

referencia. Así evidentemente se da lugar a la emergencia de la conciencia del sí mismo, del otro

y del sistema terapéutico, dando como resultado el encuentro entre humanos con todas sus

experiencias, recursos personales, sensaciones, pensamientos, significados, habilidades, recursos,

una herramienta poderosa que permiten la reflexión para generar cambios significativos.

Por consiguiente, este artículo genera reflexiones sobre el self y sus procesos de

transformación en terapia, respondiendo a la pregunta de: ¿cómo se transforma el self en el

encuentro terapéutico? En donde se contemplan tres (3) premisas básicas.

La primera afirma que, el self del sistema consultante se transforma en el encuentro

terapéutico. La segunda asevera que el self del terapeuta también se transforma en dicho

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encuentro. Y la tercera enfatiza que, este proceso de transformación está mediado por la

intervención de dos categorías fundamentales: el establecimiento de una adecuada relación

terapéutica y la inclusión de procesos autorreferenciales de parte del sistema terapéutico.

Para tal logro, el contenido de este artículo se centra en la descripción comprensiva de las tres

categorías; la relación terapéutica, el self y la autorreferencia para, luego, ilustrar cómo se

entretejen las tres para la emergencia del self en el proceso terapéutico.

Relación terapéutica

El proceso terapéutico incluye diversos factores que interactúan entre sí, dentro de estos

existen componentes de mucha importancia como son: el terapeuta, el consultante y la relación

que se da entre ellos; además de, como esta relación influye en los resultados del proceso

terapéutico.

Si bien es cierto que, el consultante toma la decisión de buscar a un profesional que pueda

apoyarlo en un momento de su vida, en el cual, tal vez, no se siente con la capacidad de enfrentar

situaciones complejas. Esta búsqueda conlleva a que exista en la vida del consultante una

persona extraña, y esto es un paso hacia un viaje al cual se ingresa únicamente a través de la

confianza. Y es cuando el terapeuta debe ser consciente de la importancia del paso que da el

consultante al buscar su ayuda y como esa búsqueda va a generar efectos tanto en la vida del

consultante como del profesional.

Este vínculo, consultante-terapeuta, es posible si se trabaja en la empatía la cual, permite que

el sistema consultante sienta que es comprendido en sus experiencias, sus cogniciones, sus

significados y sus emociones (Bermejo, 2012). Es así como, la empatía permite que surja entre el

terapeuta y el consultante la intimidad, la cual facilita el abordaje de los conflictos del sistema en

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un ambiente de confianza que le permita la libertad de expresar lo que ocurre en su organización

interna sin sentirse juzgada (Romero y Galicer, 2010).

Para Rogers (1975) la empatía es uno de los elementos esenciales que aporta el profesional a

la relación con el consultante. Sin olvidar que también es la capacidad de percibir el mundo

interior de la otra persona y que esto en ocasiones conlleva a integrar significados personales y

privados, como si fuesen propios, pero sin perder nunca de vista ese “como sí” (Bermejo, 2012).

Buber ya en 1948 expresó que “la psicoterapia es la confirmación de la persona del otro”

(Villegas 2013, p.29). Y con un pensamiento similar, Villegas (2013) plantea que el primer paso

que demanda la relación de ayuda en psicoterapia es, acoger al otro como si fuese uno mismo.

En donde es importante expresar actitudes de respeto, interés, aprecio y afecto hacia la persona

que se atiende en consulta, a lo que el autor llama el amor terapéutico. Que no es más que, traer

al encuentro terapéutico lo que la tradición fenomenológica y existencial ha denominado la

presencia. Una relación auténtica entre paciente-terapeuta, donde el ser humano es percibido no

como un objeto para analizar; sino como, persona para comprender, es decir, una relación de

existencia a existencia en palabras del autor Binswanger (Villegas, 2013).

O de persona a persona como lo cataloga el autor Rogers en 1975 (Villegas, 2013). Sin

importar como se le nombre, es en esta fase de acogida, donde se establece el fundamento para el

desarrollo de una especie particular de relación entre el profesional y el consultante, que es

llamada por Villegas (2013) como alianza terapéutica.

Algo semejante ocurre con otros autores que definen la alianza terapéutica como, un proceso

de comunicación interpersonal entre un profesional experto, el terapeuta o psicólogo, y un agente

social, necesitado de ayuda, por problemas de salud; en donde se supone que, el terapeuta tiene

como objeto producir cambios para mejorar la salud del consultante (Andrade, 2005). Aunque,

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en otro sentido, para Weinberg, esta categoría de “la alianza terapéutica es exactamente lo que su

nombre implica: el terapeuta y el paciente trabajando juntos en armonía” (Vivas, 2016-2017, p.

12).

Así mismo el autor Gérard refiere que todos los enfoques terapéuticos deben considerar como

un aspecto fundamental para construir un compromiso mutuo con el consultante, teniendo en

cuenta que “la manera en la cual se desarrolla la relación depende en primer lugar de la

personalidad del terapeuta, cada uno tiene su manera de comprometerse y de entrar en la relación

con un consultante” (Ortiz, 2008, p.178).

A propósito , Relvas y Sotero (2014) consideran que las definiciones de alianza tienen en

común “la existencia de una conexión emocional o de una relación afectiva entre el terapeuta y el

cliente, así como de un intercambio de objetivos y tareas terapéuticas entre el terapeuta y el

cliente, es decir, de una colaboración mutua entre ambos” (p.34).De modo similar que Horvath y

Bedi al considerar que la alianza terapéutica representa la cualidad y la fortaleza de la relación de

colaboración entre el cliente y el terapeuta, incluyendo “los lazos afectivos entre ambos, tales

como la confianza mutua, el consenso, en el respeto y el interés(..), (..)un compromiso activo con

las metas de la terapia y con los medios para alcanzarlas(..), (..)y un sentido de asociación(..)”

(Escudero, 2009,p.252).

Además, Relvas y Sotero observan que, “aunque la relación terapéutica sea un constructo más

amplio e inclusivo que la alianza, los dos constructos son a veces usados de forma indiferenciada

en la literatura” (Norcross, 2010, p.34).

Por otro lado, Buber define la relación terapéutica como el “entre”, que es el espacio que se

da en el encuentro al generar la interacción entre personas; que se reconocen como sujetos

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activos, que viven, actúan y se comprometen con responsabilidad en el cambio, además que, en

mayor parte depende de esta relación, aunque la técnica y la teoría son importantes, nada tendría

sentido sin un encuentro entre consultante y terapeuta que promueva la confianza, el compromiso

y la empatía, que se gestan en este encuentro (Desatnik, 2013).

Desde una postura constructivista, la relación terapéutica es un encuentro de dos expertos;

según lo expresa Fiorini (citado por Celis y Ceberio, 2016): “el paciente es una mezcla de

ignorancia y saber, y el terapeuta también” (p.41). Por consiguiente, cada uno trae, al espacio de

conversación en medio de la terapia, su propia experticia, el paciente trae sus historias de vida y

el terapeuta sus conocimientos teóricos y prácticos (Celis y Ceberio, 2016).

Esta última postura corrobora el carácter transformador de la relación terapéutica, producto de

la influencia recíproca y recursiva en la que el terapeuta y el sistema consultante se influyen. En

tanto, la situación terapéutica se constituye en un espacio de aprendizaje de doble juego, dado

que: “después de interactuar en cada sesión, en un intercambio comunicacional donde transitan

emociones, prácticas y reflexiones, ni el terapeuta ni el paciente son los mismos, gracias a que

ambos han resuelto situaciones en la relación” (Ceberio y Linares, 2005, p.p. 25-26).

De modo idéntico para Corigliano (1990) “la relación terapéutica debe ser contemplada,

cuando es eficaz, como una relación de dos polos. Capaz por ello de inducir una doble

transformación: De la familia y del terapeuta” (p.221). Pero, no obstante, el reconocimiento del

carácter de mutua transformación y experticia concedida a la relación terapéutica, varios autores

califican esta como una relación asimétrica.

Enfáticamente radical es la postura de Ceberio, cuando asegura que “las relaciones

terapéuticas siempre, absolutamente siempre, son asimétricas, pues se constituyen como

relaciones de poder” (Celis y Ceberio, 2016, p. 41). O, cuando de manera similar Feixas expone

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dos razones por las cuales se mantiene esta asimetría pues, en primer lugar, el objetivo central de

la terapia es hablar de la vida del consultante y no del terapeuta y, en segundo lugar, existe un

acuerdo de pago en el que aquél remunera a éste por el servicio que le presta (Celis y Ceberio

2016).

En concordancia, para Hernández (2007) dicha relación es asimétrica porque el consultante le

permite al terapeuta influir en sus actuaciones presentes y futuras, atribuyéndole un poder y es de

esta forma que inevitablemente, el terapeuta ejerce influencias sobre el consultante buscando

condiciones que permitan generar bienestar, según sus necesidades.

En contraste Gergen (1996) propone una relación terapéutica que camina hacia la igualación y

la construcción:

El enfoque moderno del terapeuta como un cognoscente superior ha sido puesto en tela de

juicio por los escritos constructivistas (Mahoney, 1991, citado por Gergen,1996). Con todo,

para la mayoría de los constructivistas el terapeuta sigue siendo independiente de la

subjetividad del cliente. Desde el punto de vista construccionista, sin embargo, la pérdida de

autoridad del terapeuta es un dato primario; la jerarquía tradicional es desmantelada. En su

lugar el terapeuta ingresa en el ámbito no con una verdad superior sobre el mundo, sino en

diversos modos de ser, incluyendo una gama de lenguajes. Tampoco estos modos de ser son

inherentemente superiores a los del cliente/paciente. No son modos de vida, sino más bien

formas de vida que, juntamente con las acciones del cliente, pueden engendrar alternativas

útiles. Tal como los comentaristas expresan cada vez más, el terapeuta se convierte en un

colaborador, un co-constructor de significado. (p.213).

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Desde otro punto de vista Gibney sostiene que el terapeuta debe trabajar desde adentro del

sistema familiar y a la vez, ser el forastero que mira hacia adentro alejándose de una postura de

experticia. Atendiendo los sentimientos del consultante, apoyando la construcción de nuevos

comienzos, atendiendo y honrando el pasado, cultivando un nuevo sentido de identidad sin

desmeritar la experiencia del sufrimiento; además de, construir un vínculo de compromiso con el

otro a la vez se debe propiciar el desprendimiento, mostrándose como un ser humano dispuesto a

sentir lo que nuestros consultantes sienten, mientras que buscamos conducirlos a una posición

emocional distinta (Dueñas, 2016).

Es entonces como Bowen menciona que el nivel de diferenciación del terapeuta es esencial

durante el proceso terapéutico; si el terapeuta puede mantenerse interesado en la familia, pero sin

verse involucrado en su sistema emocional y al mismo tiempo recordando que, en la terapia

sistémica, la alianza terapéutica está enfocada no a un individuo sino a un sistema consultante,

así mismo es necesario que el terapeuta construya una alianza fuerte con cada miembro de la

familia, para lograr identificar la problemática y establecer los objetivos compartidos (Ortiz,

2008).

Por el contrario, otros autores destacan una actitud curiosa por parte del terapeuta, que lleva a

tener una comprensión del problema lo más parecido posible a la vivencia del consultante

(Arango y Moreno, 2009, p.142). El terapeuta, puede mostrar rasgos espontáneos como asumir

una postura cálida, empática y creativa, permitiendo comportamientos como llorar, reír,

sorprenderse etc., concibiéndose esta espontaneidad como fundamental dentro del proceso de

construcción de la relación terapéutica.

En concordancia Gibney (citado por Dueñas, 2016) menciona que una vez se le ha apostado a

un modelo que reduce la jerarquía y honra la conexión, es inevitable incluir las experiencias del

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terapeuta, sus sentimientos y emociones como parte de la ecuación, pues la relación terapéutica

es el primer elemento de diversificación, en el que el terapeuta, se permite cambiar de posición

mediante alianzas y coaliciones. En ocasiones ocupando una posición de observador de lo que

ocurre en la relación, y en otras entrando o saliendo en el sistema, permitiendo así la

transformación de la dinámica familiar (Hernández, 2007).

En concordancia, Rait sostiene que:

En la terapia familiar, la relación terapéutica no se ha construido un concepto formal, pero

cada teórico ha resaltado la importancia de establecer y mantener una relación terapéutica

positiva con la familia; destacando aspectos importantes que la diferencian de la terapia

individual; como establecer múltiples alianzas en la terapia, construir coaliciones con los

miembros con mayor necesidad de apoyo, la influencia del terapeuta sobre la familia, y la

posición del terapeuta, de acuerdo a las diferentes perspectivas o paradigmas teórico-clínicos

adoptados por el terapeuta. (Arango y Moreno, 2009, p.5)

En la terapia sistémica, la alianza terapéutica está enfocada no a un individuo sino a un

sistema consultante; desde este enfoque terapéutico, la relación del terapeuta con cada uno de los

miembros de la familia como grupo es de importancia crucial, para que la intervención tenga

éxito. Se puede decir que, el acercamiento familiar es la base sobre la cual se hace una

construcción sólida para incluir los demás elementos necesarios en el proceso terapéutico que

promueva el cambio (Vivas, 2016-2017).

Por otro lado, es de tenerse en cuenta que para la construcción de la alianza de trabajo en

psicoterapia en el enfoque sistémico se debe:

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Identificar objetivos que sirvan para toda la familia, crear acuerdos claros sobre tareas

dentro del sistema familiar, y promover un buen vínculo emocional positivo, basado en la

confianza, generándose un ambiente de seguridad y comodidad entre terapeuta y sistema

consultante, que permita expresar sus experiencias. La alianza construida debe, ser

suficientemente fuerte con cada miembro del sistema consultante que permita construir y

trabajar en los objetivos comunes, buscando el equilibrio del sistema como un proceso de

empoderamiento de la familia hacia el cambio (Escudero y Friedlander, 2019, p.15).

Por tal motivo el terapeuta sistémico debe enfocarse, antes de un proceso terapéutico, a

establecer una relación empática con el consultante y su sistema. Debe conocer como son los

dilemas, motivaciones, recursos, dificultades, prioridades y expectativas del sistema y así lograr

propiciar la inmersión necesaria para establecer un vínculo adecuado con el sistema consultante

(Romero y Galicer, 2010, p.125).

El Self

¿Qué es el Self?

Como lo expresa Daniel Siegel, médico y profesor clínico de psiquiatría estadounidense:

pocas ideas son tan pesadas y resbalosas como la noción del self. Por “self” comúnmente

nos referimos al ser particular que cada persona es, algo que lo distingue de los otros,

define los papeles de nuestra existencia juntos, persiste a través de los cambios o abre el

camino hacia lo que podríamos o deberíamos ser (Bertrando, 2011, p.215)

No hay una sola postura acerca del self, sino que este, puede ser comprendido desde distintos

paradigmas de acuerdo a la teoría que encarne y dependiendo de quién lo defina. Por supuesto,

en este artículo intentaremos describirlo en base a autores que se mueven desde diferentes

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perspectivas teóricas, haciendo énfasis, en las posturas del constructivismo y el

construccionismo.

La postura constructivista concibe los sistemas psíquicos y sociales como interdependientes y

autorreferentes, por lo cual, el Yo “se sitúa en un lugar donde cobran importancia las instancias

intrapsíquicas en interdependencia con su contexto” (Celis y Ceberio, 2016, p.43). Desde este

paradigma, “el Yo es entendido como una unidad autopoiética, es decir, como un sistema que

tiene la capacidad de crearse (poiésis) a sí mismo (auto) y de especificar sus propios límites”

(Celis y Ceberio, 2016, p.37).

Como lo plantean estos autores, esta delimitación le permite al sujeto filtrar la información

que le llega del contexto, reservándose el derecho de admisión sólo a lo que considere necesario

para la construcción; puesto que la información se transforma y se carga de significado a través

de los propios procesos internos.

En esa misma línea encontramos autores, quienes denotan que la conciencia que tiene el Yo

de ser sí mismo es un fenómeno tácito experimentado, que se expresa por medio de la

simbolización narrativa (López, 2014). Así el self, se puede describir como un conjunto de

sistemas: el sistema emocional, el cognitivo, el motor, el verbal, etc., y es lo que se denomina

self system y cuya función es la de percibirse a sí mismo y al entorno como un mundo totalmente

familiar, cercano y estable (López, 2014)

Desde esta perspectiva la aparición del lenguaje posibilita el orden de acontecimientos en

forma de episodios narrados de forma secuencial, esto permite observar la existencia de una

continuidad en tiempo y espacio en la experiencia emotiva y constituirá una estructura narrativa

de la experiencia humana (López, 2014). Así que, el lenguaje estructura la experiencia emocional

permitiendo la articulación de la experiencia en una especie de trama narrativa, con

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características temporales y espaciales; y es por esto que, la identidad personal en el aspecto

explícito da paso a generar una identidad narrativa; en donde tal fenómeno solo se puede

desprender de la capacidad del self system al experimentarse a sí mismo como sujeto (López,

2014).

El self, desde esta perspectiva, encuentra su evidencia en lo social, gracias a que el self system

hace uso de las experiencias simbolizadas por otros para determinar aspectos confusos de su

experiencia.

Por otro lado, dentro de las posturas construccionistas el concepto del self “es una

construcción conversacional explícita que toma su sentido en la ejecución de un rol. El

funcionamiento y la conciencia del sujeto estarán determinadas por las pautas culturales de

acción que rigen cada contexto” (López, 2014, p.126). Es decir que el sustento del self son las

narraciones sociales.

Desde el construccionismo, solo es posible obtener información sobre nosotros mismos a

través del lenguaje, por lo tanto, el uso de las palabras ya viene permeado por ideologías,

representaciones sociales, discursos sociales, etc. En efecto, “los discursos sociales reproducidos

en las conversaciones cotidianas ofrecen el anclaje suficientemente necesario para tener noticia

del mí mismo.” (López, 2014, p.126)

Ante la pregunta ¿Qué es el self? Goolishian y Anderson (1998) cuestionan la concepción

esencialista y dualista de las teorías modernas para las cuales, el self, es una entidad

independiente, conocible, observable, medible, estable, singular, único, delimitado e integrado. A

este Yo estos autores lo denominan el “Yo encapsulado”.

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Por consiguiente, “el sí mismo no es una entidad estable y duradera, sino una autobiografía que

escribimos y reescribimos en forma constante, al participar en las prácticas sociales que

describimos en nuestras siempre cambiantes narraciones” (Goolishian y Anderson, 1998, p.299).

Por esto, el ser humano no es más que un coautor de su narración que se encuentra en

permanente cambio al momento de relatar su pasado construyendo su self a partir de estas

narraciones de identidad. Y como coautores de esta narración de identidad, estamos inmersos

desde siempre, en la historia de nuestro pasado narrado y en los múltiples contextos de nuestras

construcciones narrativas.

La autorreferencia

Desde la perspectiva de la intersubjetividad de Vizer define la autorreferencia como un

“proceso eminentemente socio subjetivo de auto observación reflexiva y de presentación del sí

mismo en sociedad. Y como marcas del ‘yo’ en tanto sujeto y actor social en el lenguaje y en la

interacción social” (Socha y Castillo, 2017, p.32). Lo anterior lleva a comprender a la

autorreferencia como la identificación que tiene el terapeuta sobre su identidad y la manera como

esta participa en un contexto.

De este modo Garzón (2008) afirma:

Aquello que se define como un sentimiento, emoción, reacción e ideación que nace en el

terapeuta durante la terapia, no tiene solamente un sentido en cuanto a la construcción del

mundo que posee acorde con su experiencia e historia personal; sino también, al sistema

consultante dentro del contexto de la terapia del cual emerge, punto que nos sirve para

proponer que lo que nace en el terapeuta puede ser indicativo de una regla importante para

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el sistema terapéutico en cuanto a su dinamismo, evolución y su eficacia para la

transformación y el cambio.(p.163)

Por supuesto, esta tarea demanda que el terapeuta tenga disposición a un encuentro emocional

e intelectual, lo cual implica un “proceso recursivo de observar las observaciones; de este modo

se da cuenta de la reflexividad en contexto para adquirir conciencia de sí mismo, del otro y del

nosotros que emerge en los encuentros humanos” (Garzón, 2008, p.p.161-162).

En palabras de Castañeda, Abreo y Parra (2005)

La autorreferencia se ha definido como la posibilidad que tiene el psicólogo de evaluar el

impacto de su intervención a partir de la observación de su relación con el sistema familiar,

poniendo en juego su sistema de creencias construido a partir de prejuicios, constructos

personales, mitos familiares y valores culturales. (p. 25)

Como lo explican Castañeda et al. (2005) la autorreferencia se hace muy necesaria en el

proceso terapéutico, debido a que en la cibernética de segundo orden las observaciones del

observador dicen más de sí mismo que del fenómeno observado, es decir que en los procesos de

intervención “se ve lo que se puede y se quiere ver” (p.22) corriéndose el riesgo de confundir las

apreciaciones del interventor con las verdaderas necesidades de la familia. La autorreferencia le

permite al terapeuta tomar conciencia de esto y ponerlas al servicio del proceso, ganado

comprensión del motivo de consulta.

Así en la intervención sistémica la observación de sí mismo es fundamental donde se

involucra el saber, el hacer y el querer, desde su integralidad como persona y como profesional

(Cruz Fernández, 2009). Por ello, durante el desarrollo de la terapia, la autorreferencia le permite

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al terapeuta comprender desde nuevas perspectivas y posibilidades, aspectos que se remontan al

proceso personal y al quehacer laboral. (Páez, M.L., et al, 2018).

Además de que el concepto de autorreferencia se relaciona con el enfoque sistémico, según

Garzón (2008) con el ejercicio ético desde la práctica clínica, que demanda del terapeuta, a partir

de su propia forma de hacer terapia, asumir que es más que un experto que enseña el arte de

vivir, el terapeuta es un ser humano que se reconoce a sí mismo y reconoce al otro en sus

experiencias y capacidades para construir nuevos significados.

Para Elkaim (1989) el terapeuta sistémico se enfrenta al problema de la autorreferencia. En

efecto “Lo que describe el psicoterapeuta surge en una intersección entre su entorno y él mismo:

no puede separar sus propiedades personales de la situación que describe” (p. 15). Así pues, lo

que siente el terapeuta remite no solamente a su historia personal, sino también al sistema en que

estos sentimientos emergen. Pues en última estancia, el sentido y la función de esta experiencia

vivida se vuelven herramientas de análisis y de intervención al servicio mismo del sistema

terapéutico.

Por lo tanto, se enfatiza en la ubicuidad de los sentimientos del terapeuta en el proceso

terapéutico, es decir, la imposibilidad de no auto-develarse frente al paciente y de no alterarlo al

punto de influir activamente en la transferencia (Szmulewicz, 2017). Por esto, la relación

paciente-terapeuta está continuamente cambiando y están siempre afectándose el uno al otro. La

auto-develación del terapeuta conduce a una menor aparición de fenómenos de transferenciales

disruptivos.

En concordancia, Aron (2006) afirma que como resultado de un ajuste en el desencuentro

surge la posibilidad de aceptar la subjetividad propia, la del otro y, al mismo tiempo, reabrir el

espacio intersubjetivo, para preservar así la mutualidad y el reconocimiento, en desmedro de la

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complementariedad en la que, tanto paciente como terapeuta, pueden identificarse sólo con una

posición. (Szmulewicz, 2017)

Según Elkaim (1998), el sentimiento que nace en el terapeuta no tiene sentido solo en su

economía personal, sino también, en la economía del sistema terapéutico, teniendo en cuenta

que, si el terapeuta sigue los sentimientos que nacen en su interior sin analizarlos, puede llevar a

reforzar en el proceso terapéutico las construcciones del sistema consultante y las propias,

además de que, “el terapeuta deberá analizar primero la utilidad de lo que siente con relación a

su propia historia antes de verificar su pertenencia con respecto a las reglas del sistema familiar

con que tiene que vérselas” (Elkaim, 1998, p.69), pues si su historia es importante para el

terapeuta, también lo será para el sistema consultante al descubrir o dar luz del vínculo que lo

liga al sistema dentro del proceso psicoterapéutico.

Y por último Garzón (2008) afirma que la autorreferencia en el proceso terapéutico:

Es un principio organizador del conocimiento experiencial que se construye conjuntamente en

la formación y en la terapia, y también como estrategia de generación de recursividades entre

dominios emocionales, experienciales y cognitivos asociados a las dinámicas relacionales de

los terapeutas, los consultantes y los sistemas de formación. (p.160)

Un acercamiento a la resonancia y el ensamble.

Algunos autores al hablar de resonancia hacen referencia a una regla que opera tanto en el

sistema consultante como en el sistema familiar nuclear, o, en el de la familia de origen del

terapeuta. Además, depende del desarrollo personal y continuo del terapeuta, el estar atento, para

poder distinguir la resonancia y usarla a conveniencia en la terapia. Cabe resaltar que la

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resonancia se entiende, en la medida que se aplique una misma regla, en la familia nuclear o, de

origen del paciente, en la institución en la que el paciente es recibido, en el grupo de supervisión,

etc.; todo al mismo tiempo. (De Pablo, 2017)

No obstante, la resonancia puede jugar en contra o a favor de nuestro buen desempeño

profesional, dando paso a el desarrollo de obstáculos particulares que impidan al terapeuta,

pensar y actuar con libertad, debido a lo que algunos autores llaman, la resonancia perturbadora.

Por lo tanto, se precisa de un proceso catalizador entre la resonancia y la respuesta del terapeuta.

El cual se pude llevar a cabo con el registro de lo que pasa con nosotros mismos (terapeuta), la

reflexión acerca de lo sentido y pensado, así como, por último, de la decisión de tomar acción

para cambiar esto que perturba al profesional (De pablo 2017).

Se habla de ensamblaje cuando las resonancias están compuestas por elementos disímiles

que pueden llegar a ser complementarios a las dificultades de los pacientes o que

interfieren con estas. Y en últimas, esto va a depender, nuevamente, de la capacidad que

tenga el terapeuta para ver, entender y utilizar estos principios a favor en la tarea

terapéutica. (Szmulewicz, 2013, p.63)

Así pues, para Szmulewicz (2013) tanto la resonancia como el ensamblaje, hacen referencia a

intersecciones que se producen entre la noción del mundo del sistema del paciente y la noción

del mundo del sistema terapéutico. En otras palabras, cuando se habla de la noción del mundo,

en este caso, se refiere a aquellas creencias que se han desarrollado a partir de experiencias

primordiales del sujeto y que emergen en la actualidad; tal vez así, los sujetos se encuentren en

un espacio distinto, dichas intersecciones también producirán determinados sentimientos, que no

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pueden aparecer sino en esas circunstancias y en la medida en que algún elemento toque la fibra

sensible del terapeuta. (De Pablo, 2017).

Por consiguiente, dichas intersecciones marcadas por las experiencias y las creencias, tanto

del terapeuta como del sistema consultante, que emergen en la actualidad, producen

según Elkaim; “determinados sentimientos, que no pueden aparecer sino en esas

circunstancias y en la medida en que algún elemento toca la fibra sensible del terapeuta”

(Szmulewicz, 2013, p.63).

Emergencia del self en psicoterapia a través de la relación terapéutica y la autorreferencia.

En la psicoterapia se trata con un sujeto que tiene un mundo, subjetivo, interno y propio, que

emerge y se transforma permanentemente en las relaciones con los demás en los distintos

ámbitos de la relación. Los procesos psicológicos permiten dicha emergencia de un sujeto, de un

ser que se diferencia de otros, paradójicamente en constante relación con los demás en sus

contextos significativos. (Estupiñán, Hernández y Serna, 2017).

Como lo plantean estos autores, las personas que vienen a terapia llegan con un self

congelado, arrinconado, un ser perplejo en un mar de confusiones, que viene en busca de un

panorama más amplio que le permita recuperar libertad y autonomía. La terapia, por tanto, tiene

como objetivo viabilizar un proceso que desatasque el self, crear comprometidamente un

contexto relacional de confianza que blinde al self y que le permita exponer sus intimidades con

garantía de confidencialidad y de no ser juzgado. Pero, dicho logro no debe darse a conveniencia

de las creencias del terapeuta, sino de lo que el consultante quiere y considera que le conviene.

Desde la postura constructivista, el consultante llega a la terapia con una situación en la cual

presenta unas historias, que dan cuenta de la mejor versión que tiene de sí mismo hasta el

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momento; no obstante, que le generan al mismo tiempo sufrimiento. El objetivo principal de la

psicoterapia es facilitarle un proceso, a través del cual él mismo revista sus experiencias de

nuevos significados, pues, éste tiene la suficiente sabiduría para responsabilizarse del cambio,

negociar y transformar los significados que le otorga a su experiencia. Dicho cambio se da de

manera autorreferencial donde el consultante se auto-actualiza y resignifica su discurso a través

de la autoobservación que le facilita el encuentro con el otro en la relación terapéutica (Celis y

Ceberio, 2016).

Para Goolishian y Anderson (1998) estas nuevas concepciones sobre la emergencia del sí

mismo, generan transformaciones importantes para la psicoterapia. Esta nueva perspectiva,

tomando distancia de la tradición en terapia familiar, nos introduce en el mundo de la

construcción de significados, en la que emergen nuevas auto-narrativas del self, a través del

relato de nuevas historias que surgen en el proceso conversacional, concediéndole un rol de

agentes de sus propios actos a los interlocutores que participan en él.

“Así lo que tiene lugar en la terapia no es una edición de la narración del consultante a cargo

del terapeuta, sino una conversación terapéutica que dé cabida a la transformación del Self

narrador del consultante” (, p.301) en el cual este se vuelve protagonista. “Este paradigma se

basa en la premisa de que los seres humanos son, ante todo, seres creadores de significados e

intérpretes de su propio Self recuperando su autonomía” (Goolishian y Anderson, 1998.p. 301).

Para Fried y Fuks (1998) la perspectiva sistémica se ha visto enriquecida con los aportes que,

desde los años ochenta, han dado: la cibernética de segundo orden, los enfoques constructivistas

y construccionistas, las reformas de las teorías comunicacionales, la inclusión de la

hermenéutica, la semiótica, la crítica literaria, los paradigmas del caos y la complejidad, así

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como los paradigmas alejados del equilibrio. Y de acuerdo a lo expuesto por estos autores, estas

contribuciones han dado lugar a nuevas perspectivas en las que cobra relevancia la inclusión del

observador en la observación, la autorreferencia, la reflexividad y el sujeto en relación

contextual, en donde el sí mismo, emerge en el mundo de sus relaciones.

En consecuencia, se abandona la perspectiva esencialista del sí mismo para dar lugar a “la

metáfora del self como proceso (..), (..)a la emergencia del self y de los mundos posibles(..)”

(Fried y Fuks,1998, p.385). Desde esta perspectiva, la terapia se convierte en una práctica social

en la que “consultantes y terapeutas co-construyen en la terapia y devienen productores de

cualidades emergentes de selves y mundos posibles, a la vez que construyen epistemologías en

acto y teorías singulares” (p. 386).

Se puede señalar que para Bertrando (2011), son varios los efectos que un buen ejercicio de la

terapia sistémica genera en el self del consultante. En donde se espera que en el proceso emerja:

a) un self que ha crecido en su visión del mundo relacional, b) que ha superado el determinismo

para concebir mundos diferentes posibles en los que también hay espacio para el punto de vista

de los demás, c) un self que ha aumentado su capacidad para proyectarse y anticiparse al futuro,

d) un self que capitaliza sus recursos, autónomo y optimista; y por último, y no menos

importante, un self que cultiva el reconocimiento de sí mismo en el mundo de sus emociones.

En el viaje que implica el proceso terapéutico, Canevaro et al. (2017) afirma que allí se

establece una unión entre el self personal y el self profesional, ambos rodeados de características

fundamentales. Desde el self personal, se encuentra inmersa la influencia de la familia de origen

y la familia actual, las cuales tienen un peso significativo. Puesto que, la familia de origen deja

huella en la personalidad e influencia en la vida privada y en la vida profesional del terapeuta. El

self profesional, se mueve en un grupo de redes que se encuentran en constante relación: la red

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profesional, donde se encuentran ubicados los contactos con colegas, escuelas terapéuticas y

asociaciones científicas, además de, la red relacional de los pacientes, donde se confirma o no, la

capacidad profesional, el bienestar económico, entre otros.

En concordancia, en el escenario terapéutico el terapeuta puede reescribir significados de su

vida a partir de la resignificación realizada por los pacientes en relación con su propia vida. Este

proceso de acompañamiento trasciende en la relación que tiene el terapeuta sistémico con el

mundo, en sus narrativas de identidad personal, en el significado que hace de sí mismo, de su

vida y de su trabajo (Szmulewicz, 2013).

En esta misma línea de ideas, según López, (2010) la identificación por parte del terapeuta, de

la idea de que es semejante al otro que aparece en consulta, debe ser tomada como una realidad

que hay que utilizar, en vez de esconderla, o creer que se puede eliminar, y poder así usarla

convenientemente en el trabajo terapéutico de manera equilibrada.

Por otra parte, Archobold et al. (2018) describen que esa identificación:

Permite comenzar a dimensionar la importancia que tiene para el terapeuta el cuidado del

self, a partir de su reconocimiento como un sujeto que posee postura emocional activa

que requiere supervisión. Así, el cuidado del cuidador y la salud emocional son

considerados asuntos vitales para mantener la curiosidad y actitud necesaria durante el

ejercicio como terapeuta familiar. (p.78)

En contraste Rodríguez y Martínez, (2015) sostienen que es la diferenciación del self, la que

se expresa en límites flexibles que facilitan la intimidad emocional y la unión física con el otro,

sin la aparición del miedo. Así, dentro del proceso terapéutico, los sistemas consultantes con

significativas diferencias se sienten libres para involucrarse en relaciones personales, sin que

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exista un limitante en la consecución de las metas que son indispensables para el cambio

(Rodríguez y Martínez, 2015).

Para Estupiñán, Hernández y Serna (2017), el proceso terapéutico es un encuentro entre

personas, que se fundamenta en la gestación de una relación que da inicio desde la primera

sesión. Sesión que se da en un escenario propicio para la emergencia del self. Tal como lo afirma

Bertrando (2011) “las tecnologías del self emergen en lo que se conoce como reglas del

escenario. El escenario especifico de cada terapia es tal vez la determinante más fuerte para la

modificación de uno mismo en clientes y terapeutas” (p.222).

Por lo tanto, en el escenario terapéutico se da lugar a un encuentro, que permite la interacción

de dos mundos, mediante el nacimiento de nuevas narrativas, que entrelazan las vivencias

significativas tanto para el terapeuta como para el consultante. Y es por esto entonces, que, la

intersección de la construcción del mundo del terapeuta y la construcción del mundo del sistema

que consulta en los procesos dialógico-reflexivos del contexto de la terapia emerge la realidad

que está en relación directa con la idea del sistema estocástico del cambio evolutivo. (Garzón,

2008).

Discusión y conclusiones

A partir del análisis bibliográfico se argumentó desde la postura de diferentes autores, la

transformación que puede tener el self en el encuentro terapéutico, donde se comprendió la

importancia del proceso reflexivo y la co-construcción del sí mismo, que permite la emergencia

del self a través del lenguaje de las narrativas llenas de significado; tanto del terapeuta como del

sistema consultante, resaltando que la principal herramienta que tenemos como terapeutas somos

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nosotros mismos, donde cada participante en el encuentro se reinventa y se enfrente con su vida

y su propio interior desde el proceso recursivo de observar, observarse y hacer parte del sistema.

Se destacó la importancia que tiene el primer encuentro entre el terapeuta y el consultante,

además de inferir que, ese primer encuentro es determinante para establecer la ruta del proceso,

donde el consultante hace apertura a lo más íntimo de su historia con la esperanza de ser

orientado hacia los cambios necesarios para la transformación del sistema, allí el terapeuta debe

identificar la importancia de la decisión del consultante al acudir en su ayuda.

Por consiguiente, se debe establecer un vínculo inicial basado en la empatía, la cual permite

que el consultante se encuentre en una posición cómoda que, a su vez, le permite externalizar su

historia sin sentirse juzgado. Es este vínculo el que permitirá que el terapeuta y el consultante

trabajen juntos en la elaboración de metas y objetivos que permitan el cambio del sistema; y es

cuando, el proceso terapéutico se convierte en un encuentro entre el self del terapeuta y self del

consultante, porque el encuentro terapéutico significa una relación de ayuda con un componente

de asimetría que dificulta o facilita, la identidad, la relación y construcción del self.

El self del sistema consultante se descongela y descongestiona en pro de su transformación,

en virtud del contexto de confianza que ofrece el encuentro terapéutico.

Los antecedentes demostraron que en ambas posturas tanto constructivistas como

construccionistas, el self se transforma, tanto en el terapeuta como en el sistema consultante, por

medio del encuentro terapéutico. Entonces se concluye que este es el espacio que facilita la

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modificación de las representaciones internas del self; un self que tiene como característica la

transformación permanente en las relaciones con los demás. Por lo tanto, al existir una relación

entre terapeuta y consultante, el self empieza su movilización hacia la creación de nuevas

estructuras internas, que permiten nuevos significados. Esta movilización se ve reflejada en el

cambio de las narraciones que se tienen al inicio de la terapia; narraciones saturadas de

problemas que cambian a narraciones llenas de oportunidades de cambio.

El self del terapeuta camina hacia su transformación a través del establecimiento de la

relación terapéutica y los procesos autorreferenciales que se generan en cada encuentro

terapéutico, lo cual implica, para el mundo de la psicoterapia, la concepción de un terapeuta en

estado de crisálida, en proceso de metamorfosis, un terapeuta que deviene en construcción.

En particular compartimos la idea de que la autorreferencia como resultado de la construcción

del mundo del consultante y la construcción del mundo del terapeuta, admite generar cambios a

partir de la reflexividad tanto para el sistema consultante como para el mismo terapeuta, donde

el terapeuta debe ser precavido y usar esta herramienta de transformación constante en el

momento de realizar intervenciones y así generar cambios, al mismo tiempo que ayuda al

terapeuta a realizar reflexiones sobre su sí mismo.

En su proceso de transformación el self del sistema consultante se abre camino hacia la

libertad y la autonomía así en psicoterapia se trata con un sujeto que tiene un mundo, valga la

redundancia, subjetivo, interno y propio, que emerge y se transforma permanentemente en las

relaciones con los demás en los distintos ámbitos de la relación. Los procesos psicológicos

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permiten dicha emergencia de un sujeto, de un ser que se diferencia de otros, paradójicamente en

constante relación con los demás en sus contextos significativos. (Estupiñán, Hernández y Serna,

2017).

No obstante, y de manera paradójica, la perspectiva sistémica, especialmente constructivista,

enfatiza la permanencia de estructuras autónomas, Autopoiéticas en cada individuo que son las

que, precisamente, le permiten apersonarse de su propio proceso de cambio. El objetivo principal

de la psicoterapia es facilitarle un proceso a través del cual, él mismo revista sus experiencias de

nuevos significados, pues, éste tiene la suficiente sabiduría para responsabilizarse del cambio,

negociar y transformar los significados que le otorga a su experiencia. Dicho cambio se da de

manera autorreferencial dado que el consultante se auto-actualiza y resignifica su discurso a

través de la autoobservación que le facilita el encuentro con el otro en la relación terapéutica

(Celis y Ceberio, 2016). Y esto se traduce, en psicoterapia, en un consultante que camina hacia la

autonomía, pero que a pesar de, ya viene con autonomía. En otras palabras, el consultante no es

ni tabula rasa ni recipiente vacío, a llenar en la terapia.

De este modo, el terapeuta promueve el cambio del sistema consultante, pero no es

responsable del mismo. Desde la postura constructivista, el cambio está exclusivamente en

manos de las estructuras autopoiéticas del sistema consultante. Por tal motivo, las autoras de este

artículo cuestionan las pretensiones de imprescindibilidad y de grandeza que algunas veces se

promueve depositar en la experticia de la persona del terapeuta como agente del cambio. El

terapeuta promueve la transformación del sistema consultante, pero no es su protagonista.

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Poner la confianza en los procesos autopoiéticos trae bastante descanso y alivio,

especialmente a terapeutas que recién inician en el campo de la psicoterapia y a aquellos que

tienen la tendencia a quedar atrapados en un rol mesiánico. Para el terapeuta, autorreferenciarse

con esta comprensión en el encuentro terapéutico, no sólo le permite caminar emocionalmente

más ligero de equipaje; es decir, libre de la carga estresante que le impone el rol de salvador, sino

también, el hecho de caminar hacia el autocuidado y la vigilancia de su propio proceso de

transformación, todo ello gracias a los procesos autorreferenciales que facilitan el crecimiento

del self personal y profesional.

Lo abordado en este articulo da pie para su continuidad y profundización en futuras revisiones

e investigaciones; así, por ejemplo, sería muy interesante explorar la temática desde las

diferentes etapas del ciclo vital del sistema consultantes en especial en infancia y adolescencia;

sugiriendo la pregunta ¿Cómo se transforma el Self en psicoterapia cuando el abordaje familiar

nace de la demanda clínica para niños, niñas y adolescentes?

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