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JAVIER LLUCH Università di Bologna Reflexiones aubianas en torno a la escritura de El laberinto mágico El proceso de creación aubiano, como acto permanente de to- ma de decisión, muestra su génesis y movimiento, sus opciones y variaciones, en los cuadernos, agendas, libretas y papeles diversos hoy conservados en la Fundación Max Aub. En buena medida, éstos son documentos cuyos variados contenidos se relacionan con la ini- cialización y preparación de la obra del escritor: citas de otros auto- res, dibujos, planes y esbozos varios, fichas de personajes, textos ensayísticos, narrativos, poéticos o dramáticos, diálogos sueltos, anotaciones personales... Cuando el investigador tiene la oportuni- dad de leer un manuscrito aubiano se halla, pues, con la memoria de la escritura, y asiste al imponente esfuerzo creativo de Aub, a sus idas y venidas con las palabras, a la fragmentación que, una vez ensamblada, dio lugar a sus textos en diferentes moldes. Pero, además, como sucede en dos borradores de las tres úl- timas novelas de El laberinto mágico, autógrafos que datan de 1959 en adelante, aparte de las secuencias narrativas contenidas en ellos, que en muchos casos recogió en la versión definitiva de sus novelas con notables modificaciones, Aub incluyó una serie de ano- taciones de carácter autocrítico en las cuales planteó problemas teóricos de interesante dilucidación. Se hallan en los manuscritos 1 («Campo del Moro») y 7 («Campo Francés») de la Caja 22 del Archi- vo de Manuscritos de la Fundación Max Aub, que he denominado ms. 1 y ms. 2, respectivamente, y de cuyas características doy no- ticia en otro lugar 1 . 1 J. Lluch, «Un manuscrito del taller de Max Aub», publicado en Olivar,

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JAVIER LLUCHUniversità di Bologna

Reflexiones aubianas en torno a la escriturade El laberinto mágico

El proceso de creación aubiano, como acto permanente de to-ma de decisión, muestra su génesis y movimiento, sus opciones yvariaciones, en los cuadernos, agendas, libretas y papeles diversoshoy conservados en la Fundación Max Aub. En buena medida, éstosson documentos cuyos variados contenidos se relacionan con la ini-cialización y preparación de la obra del escritor: citas de otros auto-res, dibujos, planes y esbozos varios, fichas de personajes, textosensayísticos, narrativos, poéticos o dramáticos, diálogos sueltos,anotaciones personales... Cuando el investigador tiene la oportuni-dad de leer un manuscrito aubiano se halla, pues, con la memoriade la escritura, y asiste al imponente esfuerzo creativo de Aub, asus idas y venidas con las palabras, a la fragmentación que, unavez ensamblada, dio lugar a sus textos en diferentes moldes.

Pero, además, como sucede en dos borradores de las tres úl-timas novelas de El laberinto mágico, autógrafos que datan de 1959en adelante, aparte de las secuencias narrativas contenidas enellos, que en muchos casos recogió en la versión definitiva de susnovelas con notables modificaciones, Aub incluyó una serie de ano-taciones de carácter autocrítico en las cuales planteó problemasteóricos de interesante dilucidación. Se hallan en los manuscritos 1(«Campo del Moro») y 7 («Campo Francés») de la Caja 22 del Archi-vo de Manuscritos de la Fundación Max Aub, que he denominadoms. 1 y ms. 2, respectivamente, y de cuyas características doy no-ticia en otro lugar1.

1 J. Lluch, «Un manuscrito del taller de Max Aub», publicado en Olivar,

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Los textos que nos ocupan son reflexiones que Aub se hacíapara sí mismo, tal vez con la idea de utilizarlas como prólogos, enensayos, o para la solapa o la contraportada de alguna obra; se pre-sentan como iluminadoras notas que aportan ciertas claves inter-pretativas de su labor creadora: los estímulos que le llevan a escri-bir acerca de la Guerra Civil española; su concepción de la Novela ysu relación con la Historia; la evolución de su estilo; y la génesis ylos personajes del Laberinto, ciclo que trenza el hilo de su sentido apartir de la conjunción entre la realidad y la ficción, erigiéndose enparadigma de la ficción histórica contemporánea.

Tras su rastreo, consideramos que tales textos eran inéditos.Con el tiempo, algunos de ellos han sido publicados por F. Caudeten la introducción a su edición de Campo de los almendros y otrospor mí en la de Campo del Moro2; no obstante, todos ven aquí la luzen conjunto. Y los supusimos inéditos porque el escritor tenía lacostumbre de tachar los textos con una raya transversal una vezque habían sido mecanografiados, como hizo con buena parte decuantos transcribimos en estas páginas. Pero que se rayaran, e in-cluso que existiera su copia dactilografiada, no significaba que Aublos publicase. En una anotación del 3 de enero de 1972, Aub es-cribe: «Algunos de los textos rayados, ¿dónde fueron a parar? Loignoro; deben de andar por ahí en algún cajón, en una carpeta olvi-dada»3.

Una de las características recurrentes de Aub fue, como seña-la M. Aznar, la reivindicación de la memoria histórica, de la verdadhistórica contra la deformación y la mentira, contra el silencio y elolvido. Una memoria que desemboca, lógica y obsesivamente, en la

Revista de literatura y cultura españolas. Número Monográfico - Max Aub. III, 3.La Plata: Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, Universidad Nacionalde La Plata, Facultad de Humanidades, 2002, pp. 117-144.

2 Campo de los almendros, ed. de F. Caudet, Madrid, Castalia, 2000; yCampo del Moro, ed. de J. Lluch, en Obras Completas de Max Aub. El laberintomágico II. Voi. III-A. Valencia: Biblioteca Valenciana-Institució Alfons el Magnà-nim, 2002.

3 M. Aub, Diarios (1939-1972), ed. de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba1998, p. 491.

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Guerra Civil4, que llevó al escritor a variar su rumbo estético y seconvirtió en el tema axial de cuantas obras integran El laberintomágico, que dan cuenta de su ambiciosa tarea vinculada a contar-nos (y a contarse) la contienda y sus inmediatas consecuencias: lasnovelas Campo cerrado (1943), Campo de sangre (1945), Campoabierto (1951), Campo del Moro (1963), Campo francés (1965) yCampo de los almendros (1968), así como los relatos en torno a laguerra, los campos de concentración y el exilio5.

Aub hizo de la guerra materia literaria de un ámbito de su es-critura, el de una literatura activa, responsable, en la que «el rea-lismo testimonial no significaba memoria autobiográfica sino poli-fonía y dialogismo, su voluntad de construir mentiras artísticas deverdades históricas que recogieran la memoria colectiva republica-na»6. El Laberinto es el mejor testimonio literario en torno a eseacontecimiento histórico crucial de la España contemporánea y, ensuma, como anota Aub en uno de sus cuadernos: «Vistas así, a ojode buen pájaro, estas narraciones pueden dar una idea de lo quefue la lucha y la derrota de lo mejor que tenía España en 1936. Porlo menos con esa intención de cronista las escribí»7. Y añade en otrolugar: «No podía poner toda mi obra al servicio de este Laberintosólo mágico para mí. Pero preferí agrupar lo más significativo de laguerra y sus inmediatas consecuencias»8.

Sobre la Gran Cosa, como se refirió a la guerra9, Aub escribió:

4 M. Aznar, «Memoria y olvido de la Guerra Civil en los diarios de MaxAub», en Cuadernos Hispanoamericanos, 623, mayo 2002, pp. 37-43.

5 J. Quiñones los distribuyó según esta división temática en Enero sin nom-bre, Barcelona, Alba, 1994.

6 M. Aznar, cit., pp. 37-38.7 Ms. 1, f»8 4, 6 r°.8 Véase el «Borrador de Prólogo a El laberinto mágico», escrito por Aub en

octubre de 1970, y publicado por vez primera en el voi. III-A de sus Obras Com-pletas, El laberinto mágico II, Valencia, Biblioteca Valenciana-Institució Alfons elMagnànim, 2002, pp. 71-72.

9 En el ms. 2, fs 2-7, texto genético de «La guerra de España», incluido enHablo como hombre, México, Joaquín Mortiz, 1967, pp. 97-123.

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La Guerra de España corresponde a un tiempo de confusión,de muerte y nacimiento de mundos distintos. Tal vez por estoy no sólo por impotencia estos relatos, imbricados unos enotros y no machihembrados geométricamente, como tal vez de-bieran estarlo, den una idea del caos que fue en tantas oca-siones aquella lucha. El desorden, la complejidad de los mo-tivos puede explicar el fárrago y embrollo del revuelo de lo quesigue, las tinieblas - la niebla - que muchas veces el sol espa-ñol no logró vencer, aun sin contar la ofuscación de los con-tendientes.La Guerra de España fue un Laberinto del que no salió nadie,aun estamos dentro, clamando (hay naturalmente los que lovieron desde fuera, aun sin pagar, y los que han nacidodespués, a quienes no importa gran cosa), el hilo de Ariadnaconducía a la disgregación del átomo: ¿quién lo sabía?- ¿Cuántas veces no ha aparecido Europa sentada sobre eltoro? Llevada en volandas si no se sabe adonde ni para qué. Loque no se ha fijado es que el toro es España que había de volar- como lo hizo sin contemplaciones - a Europa. España es elpaís del toro. Es el toro que lleva a Europa en volandas. Aveces la geografía no es tan tonta como parece10.

En otra anotación, Aub alude a la relación que en sus narra-ciones se establece entre la Historia y la Novela, de la que señala:

¿Historia? ¿horda? No lo sé. Mezcla, como todo. ¿O hay his-toria que «no tenga» algo de novela, y al revés? El solo docu-mento no es historia sin intérprete. ¿Qué me llevó adelante?,¿lo sucedido o lo inventado, los hechos o los personajes? Siem-pre los confundí, para lograr imposibles. Ésta: la derrota.¿Historia? ¿Novela? Ni lo uno ni lo otro. No hay historia queno tenga algo de novela, y al revés. El solo documento no eshistoria sin interpretación. ¿Qué me lleva adelante?, ¿lo suce-

10 Ms. 2, f" 114 r°. El fragmento aparece subrayado por Aub en el ms. 2, f>113 V.

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dido o lo inventado? ¿los hechos o los personajes? Siempre qui-se atener éstos a aquéllos, para lograr imposibles. Lo imagi-nado no acaba nunca por llevárselo todo por delante. Los re-cuerdos se olvidan, que el hombre dura menos que la memo-ria, aunque su lucha, a veces heroica, sea por lo contrario. Sivuelven los tiempos - hazañas o cobardías - están agujereadospor el viento del pasado y los documentos sólo sirven de hitos,y la historia o la novela no son más que interpretación, re-cuerdo, y éstos fallan - aun en los que más presumen -; vuél-vense atrás los ojos y sólo quedan algunas imágenes; la mayo-ría, a pesar del esfuerzo, se han borrado11.

En cuanto a si sería posible deslindar historia y ficción, he-chos certificados o verificables y hechos posibles, en una entrevistaconcedida en México con motivo de la publicación de Campo delMoro, en julio de 1963, Aub afirmó:

No existe una diferencia tajante entre historia y ficción. Todahistoria que se repite da cabida a la ficción, del mismo modoque yo doy en mis novelas y cuentos cabida a la historia. To-das las novelas, las buenas novelas, son históricas. Es imposi-ble reconstruir la realidad objetiva e imparcialmente porquetodos la vemos e interpretamos de manera distinta. Un histo-riador es siempre un novelista y, por supuesto, un novelistaauténtico se parece en muchos aspectos a un historiador. [...]Desde el punto de vista artístico aspiro a no ser imparcial [...].Desde un punto de vista ideológico veo los sucesos y los perso-najes de acuerdo con mis ideas republicanas. Lo que yo hagoen esta novela y en las otras que tratan de la Guerra Civil,puede calificarse, históricamente, como la «visión de los venci-dos»12.

11 Ms. 1, f> 1 r°, y f> suelto entre los P81 y 2.12 E. Carballo, «Autores/Editores/Libreros. Próximas lecturas», en Siempre.

México. 31 de julio de 1963.

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En la escritura del Laberinto, de esa «visión de los vencidos»,Aub recurrió a testimonios de muy diversa índole: memorias pro-pias y ajenas, epístolas, intertextos de obras de carácter histórico,literario, filosófico..., textos transcritos y trasladados a sus creacio-nes a veces casi literalmente, como fue el caso de algunas cartas deManuel Tuñón de Lara incluidas en Campo de los almendros, o laselección de pasajes de Los vencedores de Negrín de EdmundoDomínguez en Campo del Moro. Lecturas y relecturas de alguienque siempre se quejó de su falta de memoria:

No me sirvió nunca la memoria con fidelidad, he recurridoconstantemente a la de otros. A veces, he tenido de un mismosuceso, en el que participaron varios, hombro con hombro, ver-siones dispares. Es achaque humano, nadie ve nada igual, esdecir, todos ciegos, sin contar que no somos cíclopes y dos, cua-tro, seis ojos ven más que uno; pero siempre desde ángulosdistintos. La novela no es sino reducir a memoria lo olvidado olo imaginado, que viene a ser para los demás lo mismo13.

Aub también recuerda la génesis de los Campos en estos bo-rradores, cómo empezó a escribirlos en 1939 en la buhardilla pa-risina en que se alojó con Perpetua Barjau, su mujer, cómo le leía asu amigo José Ma Quiroga Pía - poeta, ensayista y traductor ma-drileño - cada sábado un capítulo de Campo cerrado, novela que lededicó, mientras sus hijas estaban repartidas entre familias obre-ras por los alrededores:

Hablando de esta serie de novelas entre amigos, siempre mereferí a «los campos». Quédese así, lo mismo por la tierra la-borable, el sitio escogido para su desafío, que el espacio real oimaginario en que se supone contenida cualquier cosa, el fon-do de un cuadro, sus acepciones de blasón y las castrenses odeportivas: cada una sirve; y su derivado reciente: de concen-tración (de concentrarse, encerrarse en sí mismo para mejordecir)14.

13 Ms. 1, f> suelto entre los f>s 1 y 2.14 Ms. 1, f1 2 r°.

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En otro folio, Aub recogió en una lista veintisiete obras, rela-tos y novelas, e incluyó como apéndice el libro poemático Diario deDjelfa15:

Bajo el título, dijimos definitivo, de Los Campos podrían reu-nirse todos según el orden cronológico de los sucesos que losmotivaron:

I. Campo cerrado. II Campo abierto. III El cojo. IV Cota. VUna canción. VI Manuel, el de la Font. VII La Ley. VIII Unasturiano. IX Santander y Gijón. X Alrededor de una mesa. XITeresita. XII Campo de sangre. XIII La espera. XIV Enero sinnombre. XV [Campo de los almendros.] Los traidores. XVIHistoria de Alicante. XVI Una historia cualquiera. XVTIEnrique Serrano Pina. XVIII Historia de Vidal. XIX Otro. XXUn traidor. XXI Ruptura. XXII [Morir por cerrar los ojos]Campo francés. XXIII Los creyentes. XXIV Historia de Jacobo.XXV El limpiabotas del Padre Eterno. XXVI Yo no inventonada. Apéndice: Diario de Djelfa.

Si estos libros son historia, según Aub, es a pesar de ellos:

¿Cómo contar - si de historia trata - lo que no vi? Y, sin em-bargo, estas historias son, para mí, la historia de la guerra ci-vil española. Si llegan a serlo para los demás será por casua-lidad o porque así fue, en el futuro. Sobran documentos, me-morias acerca de estos acontecimientos. Entonces, ¿a qué és-tos? No lo sé. Nací para escritor, no he intentado serlo. La gue-rra me dio tema para mal de todos16.

Sobre su estilo, Aub anota: «En el curso de los veinte años enque he ido escribiendo estas páginas mi estilo ha variado no poco.Despojándose, ignoro si para bien o su contrario, de cierto barro-

15 [ ]: tachadura en el original. Aub erró al numerar la serie. Ms. 1, f 3 r°.16 Ms.l, f> 6 r°.

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quismo incierto, sin huir sin embargo de todo conceptismo, comohubiese querido»17. En la línea evolutiva de su estética, que no pue-de reducirse a dos etapas, vanguardista y realista, se entrevén to-dos los elementos que Aub arrastra (neobarroquismo, conceptismoverbal, collage, fragmentación...). La circunstancia sociopolítica de-parada por la guerra varió su orientación estética hacia el realismo,pero esto no impidió un viraje compartido de su caudal expresivo yestilístico de herencia vanguardista con un arte imaginativo re-ceptor de fórmulas innovadoras, dado su conocimiento de las co-rrientes literarias de su tiempo y su receptividad de la renovaciónde los lenguajes literarios. Tal como Aub apuntó, sus creaciones po-nen de relieve el devenir de su estilo «variado no poco». En los úl-timos textos laberínticos, Aub evoluciona frente a lo que fueroncampos de exploración del léxico inusual como Campo cerrado oCampo de sangre, y su prosa conceptista se repliega, se condensa,camina hacia una expresividad más directa, natural, fluida, sinté-tica, precisa, donde cada palabra cuenta, demostrando todos los re-cursos de la maestría del escritor, quien en la entrevista antes ci-tada definió su estilo en Campo del Moro: «Es cortado, conciso. Pro-curo decir las cosas con las menos palabras posibles. Atemperar ellenguaje a los sentimientos y a los sucesos [...] El único influjo quereconozco es el de Quevedo. Desgraciadamente Quevedo es para mímás entrañable que Cervantes. Ello se debe, quizá, a que éste crecey se expresa en una época de decadencia»18. En este sentido, por suconceptismo, R. Mesa se aprestó a señalar que el ojo de Max Aub,con lentes quevedescas en su efigie, es el ojo quevedesco de la lite-ratura española19.

La escritura de Aub prodiga notablemente la recurrencia a latécnica de montaje cinematográfica: los fundidos de secuencias, lavariación de encuadres, el distanciamiento y las focalizaciones; conel tiempo hará más usual la composición fragmentaria, la mul-

" Ms. 2, f» 46 v°.18 E. Carballo, cit.19 R. Mesa, «Presentación», en Max Aub, San Juan, Barcelona: Anthropos;

Segorbe: Fundación Caja Segorbe (coed.). Col. Memoria Rota. Exilio y Hetero-doxias, 1992, p. 13.

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tiplicidad de acontecimientos y la alternancia de secuencias de ex-tensión desigual que desarrollan narrativamente el tema del relato.Y es que el escritor hace convivir los géneros explotando las posibi-lidades que ofrece un modo creativo que con frecuencia incorporaelementos del cine y del teatro. Muestra de ello son la Nota de Auba Campo francés, híbrido entre novela y guión cinematográfico, quese inicia con el prólogo de Galdós a su* obra Casandra, «producto delcruzamiento de la Novela y el Teatro», escribe20. Emerge, por tanto,el Aub dramaturgo y guionista cinematográfico cuyo discurso mu-chas veces se acerca a las acotaciones dramáticas que motivan elestilo breve y objetivo, la organización teatral de los numerosos diá-logos - construidos con lenguaje coloquial en registros múltiples -mediante los cuales consigue una multiplicidad de tonos, las vocesde los miles de personajes que transitan por el Laberinto compar-tiendo el camino marcado por la marcha de la historia: unos ac-tuando, otros constituyendo el andamiaje sobre el que se asienta laexistencia de los primeros. A través de ellos Aub confiere el «tonoprivado»21, el aspecto personal a los textos laberínticos, que son unaclave esencial para la elaboración de la historia total por dar vida apersonajes portadores de los estigmas de un tiempo, por ser tes-timonio de decisivos episodios del mundo en que nacieron y expre-sión de la mentalidad de ese mundo. No se da la figura del héroeejemplar y superior, ni siquiera la del tradicional personaje prin-cipal22, y tampoco Aub eleva a los grandes protagonistas de laHistoria, sino que se sitúa frente al hombre que vivió y sufrió la

20 Campo francés, París, Ruedo Ibérico, 1965, pp. 5-6.2 1 1 . Soldevila, La obra narrativa de Max Aub (1929-1969), Madrid, Gredos,

1973, pp. 306-10.22 Principal o protagonista son denominaciones que coexisten en la teoría

narrativa. En uno de los textos de Aub expuesto seguidamente leemos: «Sólo dealgunos personajes - pocos - me agarro desesperadamente para no hundirme».Por lo tanto, si habláramos de principales aludiríamos a los que actúan en variostextos y adquieren relevancia en El laberinto mágico, como Vicente Dalmases,Asunción Meliá, Julián Templado, Paulino Cuartero o Carlos Riquelme, cuya real-zada presencia advertirá el lector. A pesar de ello, en sus idas y venidas soncontemplados siempre como elementos de ese «multiforme y proteico sobrehombreque es el Laberinto» (I. Soldevila, cit., 1973, p. 335). Y es que hay que tener encuenta la inserción en la colectividad a la que los personajes son sometidos, comoocurre con Rafael López Serrador en Campo cerrado.

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contienda, percatándose incluso de quienes no parecían enterarsede nada. Crea, pues, un «extenso laberinto por donde deambulanentrecruzándose los personajes más heterogéneos, unos puramenteepisódicos, otros de mayor entidad, que pueblan el universo narra-tivo»23. Unos reales, otros inventados, muchos deformados2*:

Decir que todos los personajes que aquí salen son inventadossería un rasgo de humor que no tendría de tener su miga; des-graciadamente no es cierto; ahora bien - como es natural - loson hasta cierto punto (más deformados que inventados) yotros hay para quienes no tuve en cuenta, para nada, la rea-

Sin duda hay repeticiones, debido a las encrucijadas se ven amis personajes aparecer y desaparecer a lo largo de estas pá-ginas. Las discusiones se renuevan poco porque reflejan preo-cupaciones personales. [...] No se me oculta que es la partemás rápidamente agusanadora de la obra, pero refleja el tiem-po. Sólo de algunos personajes - pocos - me agarro desespera-damente para no hundirme. Tal vez los esbozados son los demayor cuerpo, entre otras cosas porque el lector los puede re-llenar a su manera26.

Es difícil para el que escribe una novela basada en lo aconte-cido y sobre lo que sucedió después - es difícil digo - que el fu-turo - el pasado - no pase. Lo ineluctable está ahí, así fue. Noes lo mismo inventar personajes un poco a lo que salga, quesaber - de cierto - que Julián Besteiro falleció en el penal X, eldía Z, a la hora H. Y sacarlo a relucir vivo, sin ser el propioBesteiro27.

23 Extrapolamos al Laberinto las palabras de J. A. Pérez Bowie referidas aLa calle de Valverde en su edición (Madrid, Cátedra, Col. Letras Hispánicas, 1985,p. 44).

24 M s . 1, f"8. 4 y 6 r°.25 Ms. 1, f 6 r°.26 Ms. 2, f 119 V.27 Ms. 2, f 46 v°.

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Por último, Aub alude en una de sus anotaciones a la conti-nuación del Laberinto:

Inútil decir que, con muy leves correcciones, se reimprime lopublicado tal y como salió en sus primeras ediciones, no por-que crea que así debe de ser: por pereza y falta de tiempo. Mo-riré sin escribir los antecedentes (la continuación de La callede Valverde, donde ya asoman, como siempre de pasada, algu-nos de los personajes del Laberinto) ni las novelas de México.Nadie es inmortal; gracias a Dios28.

Sobre esa continuación de La calle de Valverde que Aub la-menta, sólo futuras investigaciones en los frentes de papel que noslegó podrán dar a conocer si hubo algún esbozo o planes previstos.En cambio, con respecto a las novelas de México, desde fechas tem-pranas existen anotaciones sobre un texto que nunca vio la luz: enel texto prologal a Campo cerrado29 Aub apuntó que proyectaba pu-blicar además Campo abierto, Campo de sangre, Tierra de camposy Campo francés. Todas las novelas tomaron cuerpo excepto Tierrade campos. Se podría pensar que ésta dio lugar a Historia de Ali-cante, título que tampoco formó parte de su bibliografía y que Aubdividió en dos, convirtiendo su primera parte, entonces denominadaLos Traidores, en Campo del Moro, y el resto en Campo de los al-mendros.

Pero en un cuaderno usado en torno a 1947 Aub recogió unplan para Tierra de Campos30: no se trataba de Historia de Alican-te, sino de su continuación, una novela en la que Aub hubiera dado

28 Ibidem.29 Las advertencias preliminares de Aub, a modo de prólogo, tituladas «Tres

notas» y fechadas en agosto de 1943 (primera edición de la novela) se eliminaronen 1968 (Ed. Veracruzana) y en las siguientes ediciones. I. Soldevila rescata elprólogo en su edición crítica de Campo cerrado en las Obras Completas de MaxAub. El laberinto mágico I. Voi. II. Valencia: Biblioteca Valenciana-InstitucióAlfons el Magnànim, 2001.

30 Sobre este proyecto, véase L. Llorens, «Tierra de campos: avatares en laescritura de Max Aub», en Voz y letra, Revista de Literatura, Madrid, Arco-Libros,XIII/2, 2002, pp. 103-114.

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vida principalmente a Pilar Núñez y Paulino Cuartero, una de lasprincipales parejas del Laberinto. Si el escritor hubiese llevado acabo su proyecto, Pilar y Paulino habrían sido más que nunca tra-suntos de Max Aub y Perpetua Barjau en un texto marcadamenteautobiográfico: el plan apunta la marcha a París, la prefectura, ladenuncia de Paulino, el traslado a Vernet, la entrada de los ale-manes en París, Marsella... Con trece capítulos, el último situaba ala pareja en México, destino final del novelista. Mas el escritor nollegó a transfigurarse en Paulino Cuartero.

El legado aubiano muestra, pues, a un escritor que vivió siem-pre inmerso en el Laberinto. Y casi cien años después de su naci-miento, afortunadamente vivificado entre nosotros, gracias a susmúltiples testimonios Max Aub nos permite rescatar textos que, co-mo los expuestos en estas páginas, en primera persona, abren lapuerta del cuarto de atrás de su escritura.