ramos et.al. la antropologia conceptos, ramas y escuelas

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La antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas Mariano Ramos, Sebastián Valverde, Analía García y Diego Lewin 1. Introducción Las ciencias, en particular y en general, consideran algunos conceptos es- peciales que les brindan el marco para realizar sus actividades. Por ello en este artículo expondremos algunas nociones utilizadas y citadas a lo largo del libro. Estas categorías brindan precisión al desarrollo de la actividad en las ciencias y, para nuestro caso en particular, pueden ser herramientas útiles para la comprensión de los textos de antropología. A continuación analizaremos diversos conceptos como los de ciencia, teoría, hipótesis, paradigma, epistemología. Luego daremos cuenta de las diferentes corrientes y escuelas antropológicas. Para ello en primer término efectuare- mos una definición general y seguidamente visualizaremos las principales vertientes de la disciplina desde sus inicios hasta la última década. 2. Algunos conceptos para la ciencia en general y para la antropología en particular CIENCIA El hombre se caracteriza por su capacidad e inquietud por conocer la reali- dad del presente (por ejemplo, los antropólogos sociales) o del pasado (por ejem- plo, los arqueólogos). Según Ernest Nagel (1968), la ciencia, en general, es el conocimiento sistemático y controlado de esa realidad. Consiste en un conjun- to coherente de conocimientos relativos a ciertas categorías de hechos, de obje- tos o de fenómenos, e incluye una actividad que trata de reunir, organizar y sistematizar esos conocimientos. Cuenta con determinados elementos que ha- cen que una disciplina -ámbito reglamentado- adquiera esa denominación, es decir: un objeto de estudio, un campo particular, un objeto de análisis, metodo- logías, técnicas, problemas a resolver, etc. Existen diversos grupos de ciencias que nos interesa diferenciar: [19]

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RAMOS, Mariano, VALVERDE, Sebastián et alter. “La antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas”, en BALAZOTE, Alejandro; Mariano RAMOS y Sebastián VALVERDE: La antropología y el estudio de la cultura. Fundamentos y antecedentes. Buenos Aires, Biblos, 2006; pp. 19-37.

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La antropología: algunos c o n c e p t o s , ramas y escuelas

Mariano Ramos, Sebastián Valverde, Analía García y Diego Lewin

1. Introducción

Las ciencias, en particular y en general, consideran algunos conceptos es­peciales que les brindan el marco para realizar sus actividades. Por ello en este artículo expondremos algunas nociones utilizadas y citadas a lo largo del libro. Estas categorías brindan precisión al desarrollo de la actividad en las ciencias y, para nuestro caso en particular, pueden ser herramientas útiles para la comprensión de los textos de antropología.

A continuación analizaremos diversos conceptos como los de ciencia, teoría, hipótesis, paradigma, epistemología. Luego daremos cuenta de las diferentes corrientes y escuelas antropológicas. Para ello en primer término efectuare­mos una definición general y seguidamente visualizaremos las principales vertientes de la disciplina desde sus inicios hasta la última década.

2. Algunos conceptos para la c iencia en general y para la antropología en particular

CIENCIA

El hombre se caracteriza por su capacidad e inquietud por conocer la reali­dad del presente (por ejemplo, los antropólogos sociales) o del pasado (por ejem­plo, los arqueólogos). Según Ernest Nagel (1968), la ciencia, en general, es el conocimiento sistemático y controlado de esa realidad. Consiste en un conjun­to coherente de conocimientos relativos a ciertas categorías de hechos, de obje­tos o de fenómenos, e incluye una actividad que t ra ta de reunir, organizar y sistematizar esos conocimientos. Cuenta con determinados elementos que ha­cen que una disciplina -ámbito reglamentado- adquiera esa denominación, es decir: un objeto de estudio, un campo particular, un objeto de análisis, metodo­logías, técnicas, problemas a resolver, etc. Existen diversos grupos de ciencias que nos interesa diferenciar:

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20 Mariano Ramos, Sebastián Valverde, Analía García y Diego Lewin

Cuadro comparativo de los tipos de ciencia

Ciencias formales Ciencias tácticas

Disciplinas Disciplinas

Lógica Matemáticas

Naturales Sociales

Lógica Matemáticas

Física Química

Astronomía Biología Geología

Meteorología

Psicología Sociología

Antropología Economía Lingüística Pedagogía

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Fuente: Gianella (1995: 46).

TEORÍA

Toda ciencia se encuentra rodeada, contenida, por una o varias teorías que la enmarcan y le brindan sustento. Una breve definición de teoría considera que son:

...conjuntos de enunciados de distinto tipo conectados por relaciones de compatibilidad e implicación, que pretenden comprender y explicar un determinado dominio (o ámbito) de la realidad. (Gianella, 1995: 60)

Puede afirmarse que una "teoría científica es un conjunto lógicamente es­tructurado de hipótesis que refieren a un conjunto de fenómenos, y que es susceptible de contrastación empírica" (Gianella, 1995: 181).

Estas teorías muchas veces coexisten en espacio y tiempo y a veces se en­cuentran enfrentadas, en oposición mutua. Una teoría puede ser de interés de más de una ciencia en particular, por ejemplo, la teoría de la evolución, la teoría marxista, la teoría de los sistemas y otras. La antropología, como toda ciencia, utiliza teorías, y podemos decir que existieron y existen antropólogos evolucionistas, marxistas o sistémicos y otros adheridos a diversas teorías de la ciencia.

HIPÓTESIS

Las hipótesis son enunciados generales de una ciencia fáctica que se toman como verdaderos para explicar un conjunto de fenómenos. También se puede entender la hipótesis como un enunciado que da cuenta de aspectos de la rea­lidad tanto del presente como del pasado (Gianella, 1995).

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PARADIGMA

Si bien el primero que habló de paradigma fue Thomas Kuhn en su obra La estructura de las revoluciones científicas (1960), nunca lo definió como algo unívoco y preciso sino que le brindó diversidad de características. Podemos entender que paradigma es un logro científico consensualmente adoptado por u n a comunidad científica como guía sistemática para la realización de sus tareas, logro que posibilita la práctica normal de la ciencia. La expresión clave aquí es "logro científico", indicativa de que no cualquier aporte adoptado por unanimidad constituye un paradigma en el sentido que interesa a la episte­mología y a la historia de la ciencia (Klimovsky, 1997).

EPISTEMOLOGÍA

En la actualidad se piensa la epistemología como el estudio de las condicio­nes de producción y de validación del conocimiento científico y, en especial, de las teorías científicas. Sin embargo, debemos distinguir claramente la episte­mología de la metodología de la investigación científica, disciplina en la que se intentan desarrollar estrategias y tácticas para hacer progresar la producción del conocimiento científico, pero sin plantear de manera esencial la cuestión de la legitimidad (Klimovsky e Hidalgo, 1998).

PLURIDISCIPLINA: MULTIDISCIPLINA, INTERDISCIPLINA Y TRANSDISCIPLINA

La pluridisciplina abarca un conjunto de relaciones entre disciplinas cien­tíficas que se pueden vincular desde tres perspectivas y posiciones teóricas frente a un particular problema a resolver (Ramos, 2000):

La multidisciplina se caracteriza por el trabajo mancomunado de cien­tíficos de distintas ciencias en torno de la resolución de problemas, sin la modificación de los conceptos y procedimientos de cada una de ellas. El trabajo interdisciplinário, en cambio, se caracteriza por el intercambio de información y procedimientos, pero manteniendo las categorías pro­pias de cada ciencia. Por último, el trabajo transdisciplinario requiere de la creación de categorías y procedimientos nuevos, que van más allá de las contribuciones que efectúa cada disciplina. (Gianella, 1995: 71)

3. Las ramas de la antropología

Un aspecto que analizaremos en este apartado es el constituido por las diversas ramas que conforman la disciplina antropológica. Entendemos por rama'' a los diferentes campos que conforman la antropología general, cada

uno de los cuales tiene incumbencias disciplinarias particulares. La antropo­logía es como un árbol, que posee un tronco común del que salen diferentes

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ramas en la que cada especialista tiene una formación académica que le es propia. Esto implica un campo particular, un objeto de análisis, unas metodo­logías, unas técnicas y unos problemas sobre los que actúa cada antropólogo de acuerdo con su especialidad.

Para elaborar una síntesis de las ramas de la antropología podemos citar dos tendencias generales en el mundo contemporáneo. Una de ellas se da en gran parte de América, incluyendo la Argentina (Lischetti, 1994):

• Antropología social o antropología cultural o etnología • Arqueología • Lingüística antropológica • Antropología biológica

Otra es la inglesa, que considera tres ramas al excluir y considerar a la lingüística antropológica como una disciplina científica independiente de la antropología (Renfrew y Bahn, 1998):

• Antropología social o antropología cultural o etnología • Antropología biológica • Arqueología

3.1. La antropología cultural

La antropología cultural se ocupa de la descripción y el análisis de las cul­turas, es decir, de las tradiciones socialmente aprendidas, del pasado y del presente. Una subdisciplina de esta rama la constituye la etnografía, que se dedica a la descripción sistemática de culturas contemporáneas. La compara­ción de culturas es lo que proporciona la base para las diferentes teorías sobre las causas de los estilos humanos de vida. En gran medida a la etnografía se asocia el trabajo "sobre el terreno".

3.2. La arqueología

Otra de las ramas fundamentales de la antropología la constituye la ar­queología, que se encarga de recuperar los vestigios materiales de culturas de épocas pasadas, a través de excavaciones, de recolecciones o de relevamientos de superficie. Estudia ese registro material hallado -denominado "registro arqueológico"- y a través de su composición y relaciones internas y externas desarrolla conclusiones sobre los comportamientos y las actividades del hom­bre y sus ancestros. La arqueología analiza amplias secuencias de la evolución social y cultural bajo diversas condiciones naturales y culturales. Su aporte a la comprensión de las características actuales de la existencia humana y al contraste de las teorías de las causas históricas es fundamental.

La antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas X\

3.3. La lingüística antropológica

La lingüística antropológica aporta una problemática crucial para dar cuenta de la diversidad humana, en especial en lo que respecta al estudio de la gran diversidad de lenguas habladas por los seres humanos. Los lingüistas inten­tan reconstruir la historia de estas lenguas y de familias lingüísticas enteras. El análisis desarrollado por esta rama de la antropología se interesa por la relación entre la evolución del lenguaje y la del Homo sapiens, así como por la relación entre la evolución de las lenguas y la de las diferentes culturas.

3.4. La antropología biológica o antropología física

La antropología biológica o antropología física trabaja sobre nuestra base biológica y fundamenta los demás campos de la disciplina en nuestro origen animal y nuestra naturaleza biológicamente determinada. Los antropólogos físicos t ra tan de reconstruir el curso de la evolución humana mediante el estu­dio de los restos esqueletarios. Paralelamente, intentan describir la distribu­ción de las variaciones hereditarias entre las poblaciones contemporáneas, y deslindar y medir los aportes relativos de la herencia, la cultura y el ambiente a la vida humana (Harris, 1995).

4. Corrientes o escuelas

Una corriente o escuela es un conjunto de ideas y teorías que constituyen los pensamientos rectores generales de un grupo de especialistas; para nues­tro caso, antropólogos. Las corrientes o escuelas representan distintas posicio­nes metodológicas. Esas ideas generales les brindan sustento a determinados postulados, son las que enmarcan la corriente y, a la vez, las que permitirán encontrar las soluciones a los temas y problemas planteados.

A continuación presentamos las principales corrientes de la antropología desde el inicio como disciplina científica a fines del siglo XIX hasta nuestros días. En el cuadro comparativo de la página siguiente se ofrece un resumen de cada una de las escuelas especificando el período histórico y el origen, así como los exponentes y las obras sobresalientes de cada una.

4.1. El evolucionismo

Esta corriente surge en la segunda mitad del siglo XIX, origen que coincide con el de la antropología como disciplina autónoma, es decir, con preguntas, un objeto de estudio, otro objeto de análisis y una forma de responder a esos inte­rrogantes. De hecho el evolucionismo, como corriente de pensamiento, es el pri­mer intento sistemático de explicación científica de las diferencias culturales.

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Cuadro comparativo de las principales escuelas de la antropología

Denominación Lugares Principales exponentes y obras representativas

Evolucionismo Estados Unidos, Inglaterra (1870-1890)

Lewis H. Morgan: La sociedad primitiva, 1877 Edward Tylor: La cultura primitiva, 1871

Difusionismo Estados Unidos. Inglaterra, Alemania (1890-1920; continúa hasta el último cuarto del siglo xx)

Clark Wissler: Hombre y cultura, 1922; Introducción a la antropología social, 1929 Fritz Graebner: Método de la etnología, 1911 W.R.Smith: Pueblos y culturas, 1922 W.H. Rivers: Historia de la sociedad melanesia, 1914; Parentesco y organización social, 1914

Particularismo histórico Estados Unidos (1910-1940)

Franz Boas: Cuestiones fundamentales de antropología cultural, 1911; La mentalidad del hombre primitivo, 1911; Cultura y raza, 1913

Funcionalismo Inglaterra (1920-1930)

Bronislaw Malinowski: Los argonautas del Pacífico occidental, 1922; Crimen y costumbre en la sociedad salvaje, 1926

Estructural-funcionalismo Inglaterra (1930-1950)

Alfred Radcliffe-Brown: Estructura y función en la sociedad primitiva, 1952

Estructuralismo Francia (1950-1970)

Claude Lévi-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco, 1949; Tristes trópicos, 1955; Antropología estructural {2 vols.j, 1958-1973; El pensamiento salvaje, 1962; Mitológicas, 1964

Materialismo histórico Francia (1960-1970)

Maurice Godelier: Racionalidad e irracionalidad en economía, 1967; Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas, 1974; Antropología y economía, 1976 Claude Meillasoux: Mujeres, graneros y capitales, 1975 Emmanuel Terray: El marxismo ante las sociedades primitivas, 1971

Antropología interpretativa Estados Unidos, Inglaterra (1980-1980)

Clifford Geertz: La interpretación de las culturas, 1973 Víctor Turner: La selva de los símbolos, 1967

Antropología posmoderna Estados Unidos Inglaterra (1980-1990)

Clifford Geertz: El antropólogo como autor, 1989 James Clifford: Sobre la autoridad etnográfica, 1988 Stephen Tyler: La etnografía posmoderna: de documento de lo oculto a documento oculto, 1986

En Europa y Estados Unidos la clase dominante, la burguesía industrial y comercial, no sólo se afianzaba políticamente sino que además había fundado su propio sistema educativo, sus propias universidades, desde donde saldrían sus cuadros a desarrollar y perfeccionar los avances científicos y técnicos para ser volcados a la esfera de la producción, y también los saberes académicos de lo que hoy se llama, grosso modo, ciencias sociales: filosofía, historia, geogra­fía, sociología, antropología, etcétera.

La antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas 25

¿Qué fue concretamente el evolucionismo? Fue la teoría que, siguiendo al sociólogo alemán Oswald Spencer y al biólogo inglés Charles Darwin, plantea­ba la posibilidad del progreso para el conjunto de la humanidad pero de acuer­do con el modelo de la biología: para entender la diversidad de las especies hay que ubicar a cada una de ellas en la serie que las engloba, desde los primeros casos (simples, rudimentarios) has ta los últimos (elaborados, complejos, supe­riores).

En esa primera antropología lo que determina el nivel evolutivo de cada caso, de cada sociedad, es el progreso técnico alcanzado. Al menos, ése era el punto decisivo para uno de sus referentes, Lewis H. Morgan (Estados Unidos, 1818-1881). En su obra La sociedad primitiva sostiene que la humanidad se puede dividir en tres estadios: salvajismo, barbarie y civilización, y los dos primeros, a su vez, también en subperíodos: inferior, medio y superior. El pri­mer tipo de sociedad, la salvaje, se caracteriza por la preponderancia de la caza y la recolección; el segundo, la bárbara, por una agricultura incipiente; el tercero, la civilizada, por un desarrollo pleno de la agricultura y por la presen­cia del Estado, de la propiedad privada y de la familia de tipo monógama.

El otro autor significativo, Edward Tylor (Inglaterra, 1832-1917) en La cul­tura primitiva propone otro rasgo en común para la especie, el animismo. Sos­tiene que las sociedades primitivas creen en las almas, los espíritus, los demo­nios y en múltiples dioses, a diferencia de las adelantadas, que se caracterizan por el monoteísmo o incluso por el ateísmo racionalista. Para entender mejor esto último, plantea que en cada sociedad hay supervivencias de épocas pasa­das: algunas canciones populares o algunos mitos que se conservan, por ejem­plo, en zonas rurales de las potencias de ese tiempo (Francia, Inglaterra, Ale­mania, Estados Unidos) datan de hace varios siglos, cuando su significado era mucho más claro, más diáfano, más transparente.

El método presupuesto por esta corriente era el comparativo: sobre todo para Tylor, siguiendo los relatos de viajeros europeos en las sociedades no oc­cidentales, se debían detectar los rasgos que confirmaran el estadio salvaje o bárbaro, y contrastarlos con los que se presentan en el mundo del cual forman parte los antropólogos.

4.2. El difusionismo

A fines del siglo XIX las doctrinas de los evolucionistas comenzaron a contar con un creciente nivel de críticas, muchas de ellas provenientes del denomina­do "difusionismo". Esta escuela se desarrolla desde los últimos años del siglo XEC hasta las primeras décadas del siglo XX, en especial en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. Los principales problemas sociales: la clase obrera de tos suburbios, la supremacía política de las clases medias y la competencia extranjera -causados por la segunda revolución industrial en Ingla ter ra- in­fluyeron para que la generación más joven de intelectuales comenzara a re-

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chazar la idea de progreso. El industrialismo y la sociedad de él derivada, que habían sido en un principio una fuente de orgullo, se veían ahora como causa de deformidad y caos social. Asimismo, se buscaban causas externas para los conflictos, lo que contribuía a alentar las doctrinas racistas (Trigger, 1992). Es en este marco donde surge el difusionismo, también conocido como "historicis-mo cultural". Sus referentes más destacados han sido Fritz Graebner (1877-1942), Elliot Smith (1864-1922) y Clark Wissler (1870-1947).

Se t ra ta de una corriente antropológica que tuvo mayor influencia en ar­queología desde fines del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX, aunque algunos coletazos de esta escuela continuaron desarrollándose hasta las décadas de 1960 y 1970. El difusionismo consideraba la presencia de un foco o centro cultural a partir del cual irradiaban una serie de ondas concén­tricas de "influencias" que alcanzaban, luego de transcurrir cierto tiempo y extenderse por el espacio, a otros grupos humanos. Las invenciones se realiza­ban en ese centro primario que influía sobre las áreas secundarias externas: esto sería la difusión cultural, que podría darse por contacto, por migración o por invasión. Estos dos últimos fenómenos están firmemente demostrados en algunos casos, por ejemplo, entre los polinesios o los bantúes, vale decir que la mayoría de las interacciones de las sociedades tienen lugar entre vecinos de escala y poder más o menos similares.

La difusión puede haber existido efectivamente a través de migraciones en el pasado que en algunas ocasiones se pueden documentar arqueológicamen­te. Por ejemplo, la producción de alimentos en el Próximo Oriente es parte de un proceso más amplio de cambio; también se verifica en relación con la pro­ducción de alimentos en Mesoamérica. Pero, a pesar de que la producción de alimentos parezca haber comenzado en un lapso relativamente breve en el período pospleistocénico, aún no se conocen con exactitud las causas de por qué se produjo. Otro ejemplo es el surgimiento de las sociedades estatales -ciudades y civilización- en distintas partes del mundo sin que aparentemen­te esas áreas tuvieran un contacto significativo entre ellas. La cerámica puede incluirse en estos movimientos migratorios para explicar los cambios observa­dos en los conjuntos materiales y su distribución en el espacio. El cuidadoso estudio de los conjuntos cerámicos en las áreas circundantes puede sugerir una "patria de origen" y quizá incluso una ruta migratoria (Renfrew y Bahn, 1998). Sin embargo, podría haber rasgos específicos del conjunto cultural que posean paralelos en territorios más alejados, por ejemplo, la cerámica hallada en Jomon (Japón) y la encontrada en Valdivia (Ecuador), que presentan deco­ración similar pese a que los sitios están separados por miles de kilómetros a través del océano Pacífico. Si esos paralelos existen, el arqueólogo difusionista afirmará que éstos eran los puntos de origen o partida de los rasgos de nuestro conjunto, que llegaron hasta él a través de un proceso de difusión cultural.

El caso (de importancia desde 1896) del Gran Zimbabwe, cerca de Fort Victoria, en África, en el Zimbabwe actual, es un ejemplo de posible difusionis-

La antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas 27

m o . En este lugar existen megaconstrucciones de gran complejidad con una obra de sillería de excelente acabado, cuyo origen se atribuyó a los fenicios. Las "influencias" recibidas provendrían de "centros culturales más importan­tes". Los comerciantes portugueses constituyeron una de las fuentes de inspi­ración preferidas e incluso los mercaderes árabes del océano índico también representaban una alternativa. Esta manera de razonar todavía incluye di­versas perspectivas etnocéntricas y hasta racistas. Hoy se considera al del Gran Zimbabwe como el más notable de un tipo más amplio de monumentos de esta zona de edificios majestuosos cuya construcción comenzó probable­mente durante el siglo XIII después de Cristo.

Elliot Smith creó y desarrolló una tendencia derivada pero más extrema de esta escuela: la hiperdifusionista, que sostenía la existencia de un centro o foco proveniente de Egipto que había dado origen a muchísimos inventos y creaciones humanas: la denominada "cultura heliolítica" o "heliocéntrica". Esta supuesta cultura conocía la domesticación de plantas y animales, que había perfeccionado; construía enormes monumentos hechos con grandes bloques de piedra; su religión adoraba a los astros pero principalmente al Sol; también contaba con una organización social muy compleja que habría extendido por el globo a través de la difusión.

Los evolucionistas suponían que todas las sociedades humanas seguían el mismo curso de desarrollo, por lo tanto la presencia de rasgos culturales simi­lares en distintos contextos de tiempo y espacio era la prueba de la capacidad uniforme de invención humana. Esta corriente no tomaba en cuenta el concep­to de contacto o préstamo entre diferentes culturas, es decir de la difusión, ya que esto echaría por tierra la invención independiente que propugnaba.

En contraposición con esta perspectiva, y en gran medida como forma de reacción frente a ella, el difusionismo sostenía que la distribución geográfica de los rasgos culturales era la prueba de los contactos históricos y de la disper­sión a partir de una sola fuente original a partir de la cual se expandía a través de diferentes pueblos (Leach, 1988). En definitiva, mientras el evolu­cionismo postula un desarrollo paralelo entre civilizaciones, el difusionismo enfatiza su análisis en el contacto cultural y el intercambio, de modo que el Progreso cultural mismo es una consecuencia del proceso de intercambio entre culturas. De esta forma, al producirse un contacto entre dos culturas, se esta­blece un intercambio de rasgos asociados que pasan a formar parte de la cul­tura que los ha tomado en calidad de "préstamo".

Fue en Estados Unidos donde el pensamiento difusionista cobró gran im­portancia con el concepto de "áreas culturales", que "consisten en unidades geográficas relativamente pequeñas basadas en la distribución contigua de Cementos culturales" (Harris, 1986). Sobre la base de este método en las pri­meras décadas del siglo XX se intentó definir las diferentes áreas culturales en orminos de listas completas de rasgos que se utilizaban para establecer coefi­cientes de similaridad. Para esta época Wissler dará forma a la "ley de la difu-

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sión", que sostiene que los rasgos antropológicos tienden a difundirse desde sus centros de origen o culturales en todas las direcciones. Esta ley constituye la base del "principio de la edad del área", un método que permitiría datar cronológicamente la edad de esos rasgos: cuanto más lejanos estén del centro cultural más antiguos serán, ya que los rasgos van del centro a la periferia.

Aunque se admita que el principio de difusión puede ser de utilidad para relacionar rasgos culturales, es incapaz sin embargo de dar cuenta del origen de ningún rasgo cultural, a no ser que se llegue a una regresión infinita y absurda. Se han comentado las consecuencias que tendría confiar en la tipolo­gía de las áreas culturales: 1) el centro y los limites del área cambian con el paso del tiempo; 2) la cultura dentro del área puede cambiar de tal forma que se asemeje a otras culturas en diferentes áreas y en diferentes momentos, y 3) porciones de una misma área pueden contener culturas radicalmente dife­rentes pese a compartir muchos rasgos. A su vez el concepto de "área cultural" está atado a un fuerte dilema, ya que suponer de una manera radical y defini­tiva que las condiciones geográficas expliquen las diferencias culturales pue­de llevar a un determinismo geográfico (Harris, 1986).

4.3. El particularismo histórico

En la época en que Franz Boas (1858-1942) inició su producción teórica todavía era fuerte la influencia del pensamiento evolucionista sobre las cien­cias sociales (véase punto 4.1). Como respuesta a estas influencias, a fines del siglo XIX y principios del XX surgen diversas corrientes entre las que se en­cuentran el particularismo histórico - también llamado "culturalismo norte­americano"-, que rechaza las generalizaciones y postula la necesidad de la observación directa y la recolección sistemática de datos como paso necesario para sustentar cualquier teoría más abarcativa.

Boas recibió una importante influencia del filósofo neokantiano Wilhelm Dilthey, quien destacaba que la diferencia crucial entre las ciencias humanas y las naturales está en los atributos del espíritu que lo hacen distinto de otros fenómenos (Harris, 1986).

Estos postulados van a hacerse particularmente evidentes en el conjunto de los principios propuestos por el autor. De hecho Boas rechazaba la idea de que la humanidad pudiera alinearse en un reordenamiento evolutivo racio­nal, según el cual toda sociedad avanza hacia un creciente grado de progreso cuyo punto culminante lo constituye la sociedad occidental (Hernández Soria-no y Martínez, 1994).

En oposición a la idea evolucionista Boas postuló la existencia de culturas diversas pero particulares. El abordaje propuesto por el principal exponente de esta corriente se basaba en el énfasis en el enfoque histórico y el imperativo de estudiar cada cultura "desde adentro". A diferencia del evolucionismo, con relación al primer aspecto no se puede plantear una única sucesión de etapas

La antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas 29

sino que, por el contrario, cada cultura tiene una historia original, es decir, está compuesta por un conjunto de pautas, valores y tradiciones que se basan en diferentes orígenes geográficos o de la propia creación. Los rasgos cultura­les incorporados por el proceso de difusión son adoptados pero con múltiples transformaciones, modificándose en muchos casos el significado con que con­taban en la cultura original. Entre las diferentes culturas no había un desa­rrollo histórico único sino líneas de desarrollo múltiple, particulares y diver­gentes. En relación con el segundo aspecto, el hecho de entender la cultura "desde adentro" implicaba t ra tar de ver el mundo "a través de los ojos del nativo", en lugar de imponerle una racionalidad exterior elaborada desde la perspectiva occidental (Hernández Soriano y Martínez, 1994). Esto llevó a que una de las preocupaciones fundamentales de Boas fuera criticar a otras co­rrientes en lo referente al método comparativo (Harris, 1986). Desde esta pers­pectiva se rechaza la comparación entre rasgos culturales, ya que cada uno de ellos sólo puede ser analizado en el marco del conjunto estructurado que cons­tituye cada cultura. Sin duda Boas se transformó en un destacado referente de la antropología cultural norteamericana y entre sus discípulos figuran mu­chos de los nombres más importantes de la disciplina de ese país del siglo XX: Alfred Lewis Kroeber, Ralph Linton, Margaret Mead, Ruth Benedict y Robert Lowie, entre otros. Sin embargo, esto no significa que sus discípulos compar­tieran plenamente su pensamiento o trabajaran en idéntica dirección sino que, por el contrario, derivaron en diferentes líneas investigativas (Hernández So­riano y Martínez, 1994).

4.4. El funcionalismo

Esta corriente surge ya iniciado el siglo XX, sobre todo desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Las potencias europeas, que desde fines del siglo anterior se habían adueñado de casi la totalidad de África y Oceanía y de grandes zonas del continente asiático, necesitaron prevenir revueltas y/o ma­yores dificultades económicas. Para ello impulsan la antropología dentro del espacio académico, financiando a esos investigadores y también a administra­dores y funcionarios coloniales para perfeccionar esa disciplina, con el fin de saber más y mejor sobre esas sociedades "salvajes" y conocer cómo "funcionan" esos pueblos. La idea subyacente era delegar parte del dominio colonial en determinados nativos, para así reducir los gastos de los gobiernos.

¿De dónde proviene el término "funcionalismo"? Entre otros es el sociólogo francés Émile Durkheim (1858-1917) quien sostenía que lo central de un fenó-

eno social es no sólo por qué se produjo sino qué función guarda con el siste-a en el que se inserta; la clave sería ver las formas por las cuales se mantie-

e cierto orden y ciertas pautas morales que brindan estabilidad al cuerpo de 1{* sociedad.

El teórico más sobresaliente de esta corriente fue Bronislaw Malinowski

30 Mariano Ramos, Sebastián Valverde, Analía García y Diego Lewin

(1884-1942), nacido en Polonia pero que prestó servicios para el Reino Unido desde mediados de la década de 1910. Planteaba que cada aspecto de una cultura se entiende con relación al contexto mayor en el cual cobra sentido. Como su énfasis es sincrónico, destacó la necesidad de permanecer in situ en la sociedad a conocer. Sólo así, "entre los nativos y lejos de los blancos", se puede descubrir lo fenoménico y las explicaciones pertinentes.

Para ello, para realizar adecuadamente una estadía prolongada (con un mínimo de dos años) entre los nativos, se debían conocer informes previos pero sobre todo "abandonar nuestros prejuicios, nuestras suposiciones [...] el etnó­grafo debe ser un cazador activo". Y para esto último era indispensable elegir entre aquéllos a los que se llamarán "informantes clave". El paso final será elevar los informes a las autoridades académicas y/o gubernamentales con "un esquema coherente de la estructura social y destacar entre el cúmulo de hechos irrelevantes las leyes y normas que todo fenómeno conlleva".

El aporte sobre lo que se considera el trabajo de campo es el principal lega­do de Malinowski: desde él en adelante la disciplina tendrá como rasgo distin­tivo la validación de sus hipótesis tras la estadía con los que se considera su objeto de análisis, el "otro" cultural. Será sólo por medio de la residencia en la sociedad a investigar como se dará la comprobación o no comprobación de las ideas previas. El antropólogo deberá ir t ras los informantes, deberá obtener de ellos los datos que le permitirán luego dar forma a su explicación (teoría) sobre tal o cual aspecto de esa cultura.

En este aspecto se observa una importante ruptura respecto del evolucio­nismo, ya que la teorización debe efectuarse exclusivamente sobre lo obtenido en el trabajo de campo, dejando de lado las explicaciones basadas en conjetu­ras, como el caso de la reconstrucción histórica de un pueblo, algo que hiciera la escuela dominante a fines del siglo XIX.

Muchos autores encuentran una relación directa entre la administración colonial británica, especialmente la indirecta, y el desarrollo del funcionalis­mo, lo que le ha valido a esta escuela importantes críticas. En su libro Antro­pología y colonialismo Georges Leclerc habla de una convivencia entre la ideo­logía de la administración colonial indirecta y el funcionalismo, ya que lo que necesitaba el imperio es "saber cómo funcionan" las colonias para saber cómo administrarlas (Sinisi, 1994).

4.5. El estructural-funcionalismo

Dentro del funcionalismo británico encontramos otro enfoque que fue deli­neado especialmente por Alfred Radcliffe-Brown (1881-1955), quien enfatiza-rá en que los fenómenos sociales a develar no sólo cumplen con una función clave (permiten ver cómo son los mecanismos de cohesión y solidaridad social en cada sociedad) sino que se relacionan con la estructura de la sociedad.

El pensamiento de Radcliffe-Brown se ve fuertemente influido por Durk-

Ltropología: algunos conceptos, ramas y escuelas 31

heim, ya Q u e l ° s P n a r e s básicos de su planteo se apoyan en las ideas de este último de "cohesión" y "solidaridad social", al igual que en la importancia que le asigna al "contexto social". También esto se observa en la idea de "función", pero con el agregado de que los fenómenos sociales deben estar relacionados con la "estructura social" (de ahí el nombre de esta corriente de "estructural-funcionalismo"). Este último aspecto, además, es el punto diferenciador más importante del funcionalismo de Malinowski (Sinisi, 1994).

Radcliffe-Brown entiende la "estructura social" como la red de todas las relaciones sociales que entablan los individuos. Es pertinente señalar que so­bre este punto el análisis de Lévi-Strauss (véase el próximo punto) será total­mente diferente: para el primero lo observable empíricamente constituye la estructura social, mientras que para el último lo que estructura una sociedad es invisible, subyacente. De lo que aparece o de lo que los nativos dicen o incluso de lo que se puede observar a primera vista se requiere, para el antro­pólogo francés, una explicación que exceda lo observable o lo autorreferente.

El otro concepto desarrollado por Radcliffe-Brown es el de "forma estructu­ral": si bien las estructuras pueden ser cambiantes, las formas por las cuales se une o se estabiliza una sociedad, las formas por las cuales se produce una situación homeostática, son invariantes. Se puede aclarar esta cuestión con esta cita, extraída de Estructura y función en la sociedad primitiva de 1952, la obra más relevante de Radcliffe-Brown:

Al examinar una comunidad cualquiera, como una tribu africana o australiana, podemos reconocer la existencia de una estructura social. Los seres individuales están vinculados por un conjunto definido de rela­ciones sociales que los ubican en un todo integrado. La función de cual­quier actividad recurrente, repetida, por ejemplo el castigo de un crimen, o una ceremonia funeraria, es la parte que le cabe en la vida social como un todo, y, por ende, la contribución que hace a la continuidad estructu­ral. (RadclifTe-Brpwn, 1986)

Las formas ceremoniales obviamente son relativas a cada sociedad, lo mis­mo que lo considerado punible, pero para Radcliffe-Brown las formas por las cuales se llega a una situación homeostática (concepto de la teoría de los siste­mas) son invariantes, o sea, las formas por las que los lazos se mantienen, las ornias por las que los individuos se religan, son constantes. Y con relación a <ste punto, es necesario aclarar que para la escuela inglesa (Malinowski y adcliffe-Brown) el análisis presupone la ausencia de todo tipo de contacto

entre la sociedad a investigar (primitivos, salvajes o tradicionales) y las socie-ades occidentales imperialistas. Llamativamente este tipo de mirada se pro-UJ0 como mínimo treinta a cincuenta años después de la expansión imperial

üe fines del siglo X K .

32 Mariano Ramos, Sebastián Valverde, Analía García y Diego Lewin

4.6. El estructuralismo

En el contexto de posguerra y durante el transcurso de los años 60, el es­tructuralismo se conforma en Francia como una corriente epistemológica. Esta escuela es una de las más destacadas en la antropología junto con el evolucio­nismo y el funcionalismo.

El estructuralismo podría pensarse a la luz del concepto de paradigma in­telectual y científico en la medida en que imprimió una concepción de carácter pluridisciplinario en las ciencias sociales y humanas, superadora del empiris­mo y el historicismo reinantes.

En 1916 Ferdinand de Saussure publica Curso de lingüística general cuyo éxito reside en el status científico que adquiere la lingüística desde entonces. Saussure plantea una distinción fundamental entre lengua y habla. La len­gua se presenta como un hecho social, colectivo, un código arbitrario que sub-yace en el fenómeno comunicativo y cuya estructura se mantiene práctica­mente invariable a lo largo del tiempo. El habla, en cambio, es un hecho comu­nicativo individual, pasajero y determinado por el sistema antes mencionado, la lengua. Esta distinción le permite a Saussure plantear efectivamente que la lengua constituye un sistema conformado por signos que se relacionan en­tre sí a partir de leyes. Por tanto, el objeto de estudio de la lingüística es el signo y su relación con otros signos en el marco de una estructura formal que permite vincularlos. Esta estructura formal es ignorada por los sujetos.

A partir de este planteo, la escuela de Praga, precisamente Nicolai Tru-betzkoy y Román Jakobson, se propone desarrollar un método para recons­truir un modelo formal del sistema fonológico (o sea, en el marco del habla: la fonología), es decir, las leyes que subyacen en la pronunciación de los sonidos que instituyen significación para los sujetos en el contexto de una lengua de­terminada. En términos generales, el estructuralismo consiste en reconstruir, a partir de modelos, la estructura formal a partir de la cual las variables se combinan entre sí en fenómenos particulares.

Esta postura teórico-metodológica fue adoptada por Lévi-Strauss, el máxi­mo exponente del estructuralismo dentro de la antropología. Lévi-Strauss pro­pone, en términos de método, una identificación entre lenguaje y sociedad. Los fenómenos sociales particulares se explican a partir de la combinación de ele­mentos simples siguiendo las leyes determinadas por la estructura. Las es­tructuras pueden ser conscientes o inconscientes pero no son visibles; se las reconstruye a través de un modelo propuesto por el investigador a partir de la observación de las relaciones sociales que conforman la realidad empírica.

A part ir de este principio metodológico, el análisis estructural consiste en sintetizar en un sistema más general las determinaciones y correspondencias de las estructuras sociales de distintos niveles (por ejemplo, la corresponden­cia entre las estructuras del parentesco y el intercambio económico). De esta forma, las transformaciones en una estructura implican nuevas acomodacio-

La antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas 33

nes sobre la otra estructura, según el principio a part ir del cual éstas se en­cuentran integradas en una estructura más general.

A medida que se reconstruyen los modelos que permiten traducir estas es­tructuras, Lévi-Strauss plantea que es posible alcanzar un código universal de la especie humana, contenedor de las estructuras específicas de la diversi­dad. En otras palabras:

La intención del estructuralismo es descubrir el principio -el "univer-sal" del comportamiento humano- que subyace en la diversidad de con­ductas empíricamente observables. (Guerevich, Jáuregui y Longobardi, 1994: 155)

Esta concepción implica también una respuesta al contexto histórico de entonces en la medida en que integra la naturaleza humana y la diversidad cultural dentro de una misma estructura, respondiendo así a los resabios del evolucionismo. No obstante, la búsqueda de las formas, el ir más allá de lo particular y observable, lleva a adoptar una postura ahistórica y a perder de vista la causalidad en términos de diacronía. Lo causal siempre se explica a partir de la correlación estructural sincrónica, pero se pierde de vista el desa­rrollo de acontecimientos históricos en un contexto en el cual muchas socieda­des se vieron transformadas y determinadas por las relaciones asimétricas que instituyó el poder colonial. Finalmente, una crítica fundamental es el he­cho de que bajo esta concepción el sujeto queda reducido en su papel transfor­mador y permanece absolutamente determinado por las estructuras sociales (Anderson, 1983).1

4.7. El materialismo histórico

Durante las décadas del 60 y 70 se desarrolla la escuela conocida como neomarxismo, producto de la confluencia de la antropología como disciplina mstitucionalmente reconocida dentro de las ciencias sociales y la relectura de las obras de Karl Marx en la Francia de posguerra.

La confluencia de la antropología y el marxismo se debe a dos cuestiones undarnentales. Por un lado, después de la Segunda Guerra Mundial la antro­

pología se constituye como disciplina autónoma en Francia (académica, teóri­ca y empíricamente), sobre todo a partir de la influencia que la lingüística

s ructural ha tenido sobre las ciencias sociales. En el caso de la antropología, ^ expresa a partir de la hegemonía del estructuralismo desarrollado por Lévi-

el capítulo de Mónica Rotman en este mismo volumen.

34 Mariano Ramos, Sebastián Valverde^Analía García y Diego Lewin

Por otro lado, dentro del Partido Comunista se desarrolla una corriente crítica que denuncia el stalinismo y pone en entredicho una concepción dog­mática y vulgar de la obra de Marx, ajustada a las necesidades políticas de la Unión Soviética más que a una evaluación crítica de los aportes teóricos del materialismo histórico. Es la obra de Louis Althusser Para leer El Capital, de 1965, la que logra sintetizar una nueva lectura de Marx y la epistemología contemporánea francesa (Anderson, 1983). Althusser postula el marxismo como una ciencia social -el materialismo histórico- basada en el desarrollo de cono­cimiento respecto de los modos de producción, entendidos como totalidades sociales. Para ello distingue entre el modo de producción como objeto teórico y abstracto, y la formación social como objeto real y concreto. Entendido como una totalidad social, un modo de producción es el producto de la articulación de tres instancias: la estructura económica, la superestructura política y jurí­dica y la superestructura ideológica, en donde la estructura material resulta determinante "en última instancia" de la superestructura.

Para finales de los 60, se consolida en Francia un grupo de antropólogos marxistas, entre los que se destacan Claude Meillasoux, Maurice Godelier y Emmanuel Terray. La cuestión consiste en el estudio de las sociedades clásica­mente estudiadas por los antropólogos a la luz del materialismo histórico. A pesar de las diferencias teóricas entre los autores mencionados, presentan en conjunto una postura en común frente al estudio de las sociedades precapita-listas, que consiste principalmente en el análisis de las formaciones sociales a partir del concepto de modo de producción, donde las relaciones de causalidad entre las distintas instancias reconocidas a los modos de producción se consti­tuyen en la principal hipótesis de trabajo. Esto significa la distinción entre determinación y dominación de la base material respecto de la superestructu­ra jurídica, política e ideológica. El estudio de las sociedades no capitalistas permite establecer que se encuentran dominadas por instituciones, en apa­riencia no económicas, como las relaciones de parentesco o las relaciones polí­tico-religiosas. Sin embargo, estas instituciones dominantes lo son en tanto y en cuanto desempeñan también un papel económico, de control y funciona­miento de las unidades productivas. Por ello en estas sociedades la base mate­rial no necesariamente resulta ser la instancia dominante, pero sí es determi­nante en última instancia respecto de la superestructura. Esto constituye su principal diferencia respecto del modo capitalista de producción, donde la ins­tancia dominante es la económica a través del mercado.

El desarrollo de esta corriente en Francia permitió discurrir a la antropolo­gía respecto de la naturaleza de la economía y de la racionalidad inherente a esta, ya que develó la importancia que las instituciones no económicas tienen respecto de la dinámica económica de las sociedades.

El materialismo histórico influyó fuertemente durante la década del 70 en los estudios vinculados a la economía política, específicamente en lo que se refiere a las consecuencias que la expansión capitalista ha tenido sobre socie-

antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas 35

dades no capitalistas a partir del análisis histórico del colonialismo y la teoría de los sistemas mundiales de Immanuel Wallerstein. Se destaca en el mundo anglosajón la obra de Eric Wolf Europa y la gente sin historia.

4.8. La antropología interpretativa

La creciente profesionalización de la antropología y el desarrollo de un método especial, la etnografía, como principal aporte en el campo general de las ciencias sociales, permitió sintetizar los procesos de recolección de datos y la teorización propia de los antropólogos de gabinete. Durante la década de 1970 se destaca una nueva corriente, llamada interpretativa o comprensiva, basada en el desarrollo del método etnográfico, pero no sin críticas respecto de la tradición heredada, sobre todo con relación a su postura positivista. La an­tropología interpretativa o comprensiva se desarrolla en el contexto avanzado de posguerra y sus consecuencias en el proceso de descolonización. Si bien existen diferencias notables entre los autores, cabe situarlos dentro del mismo paradigma en tanto marcan una ruptura disciplinaria respecto de la historia de la disciplina en términos de definición del objeto de estudio y el alcance de la antropología. En lugar de la pretensión clásica de constituir una ciencia general del hombre y descubrir las leyes generales que regulan y estructuran las sociedades humanas, esta nueva antropología se propone acotar su papel a las posibilidades metodológicas de la experiencia etnográfica. A su vez, entien­den que "la cultura", como objeto de estudio de la antropología, se define en términos simbólicos, como una instancia semiótica a partir de la cual los acto­res sociales configuran e interpretan su realidad social.

Se destacan principalmente dos autores: Clifford Geertz (nacido en 1926) en Estados Unidos y Víctor Turner (1920-1983) en Inglaterra. Influido por la importancia del relativismo cultural reinante en Estados Unidos a partir del particularismo histórico, Geertz propone el desarrollo de una disciplina inter­pretativa a partir de la concepción particular del concepto de cultura. Retoma a Max Weber para plantear que la acción social entraña siempre un nivel simbólico ya que la acción, en tanto pública, se inserta en una t rama de signi­ficación. La cultura se define como una urdimbre de significados a partir de os cuales los sujetos interpretan los fenómenos sociales. Es un contexto a mártir del cual la acción social se expresa y adquiere sentido, se vuelve inteli­gible para los sujetos. Por ello para Geertz hacer etnografía es hacer una des-npción densa, entendida como una práctica cuya función reside en desentra-ar la estructura de significados a partir de los cuales los sujetos otorgan sen-

o a su experiencia. No se t ra ta ya de encontrar las relaciones causales entre s mtos niveles de la experiencia cotidiana: la cultura no es parte de una

ena de causalidades económicas o políticas sino un contexto interpretativo ra los propios actores sociales, para darle sentido a esta experiencia, ^or su parte, Víctor Turner hereda, no sin reservas, la tradición de la an-

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tropología británica fuertemente marcada por el estructural-funcionalismo de Alfred Radcliffe-Brown y Max Gluckman. En una de sus principales obras, La selva de los símbolos, propone indagar en la estructura semántica de los sím­bolos y la manera en que éstos se vinculan con determinada estructura social. Entiende que los rituales son fases específicas de los procesos sociales por los que los grupos se van ajustando a los cambios internos. Los símbolos (rituales) constituyen la unidad mínima de análisis a partir de los cuales los rituales se conectan con la estructura social. El análisis simbólico y su caracterización como condensación de distintas acciones, unificación de significados dispares y polarización de sentidos permite a Turner concluir que los rituales son estas fases de los procesos sociales que convierten a las normas y los valores sociales en deseables para los sujetos. En este sentido, la tarea del antropólogo consis­te en interpretar el sentido de las prácticas simbólicas para situarlas dentro de determinada estructura social, y el papel que en ella cumplen, como el modo en el que se expresan los conflictos sociales y se resuelven en favor de la cohe­sión y continuidad estructural de determinada sociedad.

El aporte de esta escuela puede resumirse como un nuevo holismo. Ya no se trata de pronunciar enunciados umversalmente válidos, de descubrir leyes so­ciales, sino de representar lo más plenamente posible un modo de vida particu­lar, contextualizar los elementos de una cultura y establecer entre ellos relacio­nes sistémicas (Marcus y Fischer, 2000). Asimismo, las ambiciones comparati­vas de la tradición antropológica también cambian su eje. En lugar de una me­dición del progreso relativo de las sociedades cuyo marco de referencia se encon­traba constituido en valores "racionales", la comparación se establece en térmi­nos de nosotros-ellos. Es decir que el eje de la comparación se traslada hacia la interpretación en función de la cultura propia del público lector en favor de una comprensión lo más acabada posible respecto de otros modos de vida.

4.9. La antropología posmoderna

Resulta difícil presentar el posmodernismo como una escuela acabada, so­bre todo por el profundo cuestionamiento al quehacer teórico propio de los autores que se enmarcan en esta corriente y su negación de la sistematicidad del conocimiento social. Sin embargo, la postura posmoderna -caracterizada por su crítica radical a los ideales modernos de construcción de un saber obje­tivo, racional, verdadero, respecto del mundo- ha tenido fuertes influencias en el campo de la antropología. Éstas residen precisamente en la construcción de la disciplina en tanto conocimiento científico, es decir, productor de leyes universales respecto de las sociedades humanas. El antecedente epistemológi­co dentro de la disciplina puede rastrearse en la fenomenología y en la antro­pología interpretativa. En este contexto, a partir de los años 80 se desarrolla en la antropología de Estados Unidos aquello que englobamos dentro del pos­modernismo.

antropología: algunos conceptos, ramas y escuelas

Si las posibilidades de construcción de conocimiento objetivo y verdadero especto del mundo se ven minadas por la crítica posmoderna, ésta redunda

en un cuestionamiento general respecto de la antropología que se expresa, particularmente, en la reflexión del método etnográfico y el proceso de escritu­ra El mismo Clifford Geertz (1988a) adopta un giro en este sentido y cuestio­na el carácter incontrastable de la experiencia etnográfica. Las etnografías son el producto del trabajo de campo de los antropólogos. Por lo tanto, el eje sobre el que se asientan consiste en una experiencia única e irrepetible. Nin­gún otro antropólogo podrá repetir la vivencia, ni tampoco el mismo antropó­logo podrá volver a la comunidad y vivenciar lo mismo. Es decir, no hay con-trastabilidad posible. Además, en la medida en que la experiencia etnográfica es una vivencia, lo es en términos subjetivos, o sea que es irrepetible también como experiencia de vida. Lo vivido en términos de la subjetividad de cada antropólogo -como sujeto con historia part icular- también es único.

Desde este punto de partida los antropólogos posmodernos conciben el que­hacer etnográfico como una práctica más cercana a la producción literaria que a la producción científica. Es la eficacia de la redacción, la retórica argumen­tativa cargada de detalles, lo que da apariencia de verdad y que enfatiza la presencia del autor en el campo. La producción teórica, entonces, no se consti­tuye como un sistema sino que provee al antropólogo de una caja de herra­mientas conceptuales para reformular la experiencia etnográfica en términos hermenéuticos, acotada a una dialéctica entre experiencia e interpretación que se plasma en un texto final. Por ello la escritura etnográfica, se postula, debe constituirse como un proceso que refleje el diálogo y la interpretación del antropólogo y los sujetos que interactúan con él.