rahner (1977) - curso fundamental sobre la fe

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Teología

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  • Gratuidad no significa exterioridad

    Dios.

    G ratuidad absoluta de la comunicacin de D ios mismoCon ello viene dado tambin que tal autocomunicacin de Dios a la criatura debe entenderse necesariamente como acto de suprema libertad personal de Dios, como acto de apertura de su intimidad ultima con un amor absoluto y libre. Por ello, la teologa cristiana entiende esta autocomunicacin como absolutamente gratuita, es decir, como indebida y, desde luego, frente a todo ente finito, de antemano a cualquier cerrazn culpable del sujeto finito frente a Dios, de modo que la autocomunicacin de Dios no slo es gracia como perdn, como superacin de una cerrazn culpable de la criatura, sino que ya antes es el milagro indebido del libre amor de Dios, el cual convierte a Dios mismo en principio interno y en objeto de la realizacin de la existencia humana.

    Por eso, la comunicacin de Dios mismo en la gracia y la consumacin mediante la visin inmediata de Dios es caracterizada en la teologa catlica como sobrenatural . Con este concepto quiere expresarse que la autocomunicacin de Dios es acto de amor librrimo, y desde luego tambin frente al ente espiritual finito puesto por la creacin. Tambin frente al sujeto creado, puesto ya en la existencia, la autocomunicacin de Dios vuelve a ser el prodigio del amor libre, el cual es lo ms obvio y a la vez no puede deducirse con necesidad desde ninguna otra premisa.

    G ratuidad no significa exterioridadEsta doctrina del carcter sobrenatural de la gracia y de la consumacin en la visin inmediata de Dios no significa que la elevacin so-

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  • G rado cuarto: el hombre, evento de la comunicacin de Dios

    brenatural de la criatura espiritual se aada externa y causalmente a la esencia y a la estructura de un sujeto espiritual dotado de una trascendencia ilimitada. En el orden concreto que encontramos en la experiencia trascendental interpretada por la revelacin cristiana la criatura espiritual est puesta de antemano como posible destinatario de tal autocomunicacin divina. La esencia espiritual del hombre est puesta de antemano en forma creadora por Dios, pues Dios quiere comunicarse a s mismo: la accin creadora eficiente de Dios se hace operante porque Dios quiere comunicarse a s mismo por amor. La trascendencia del hombre en el orden concreto est querida de antemano como el espacio de una autocomunicacin de Dios, nico en el que esta trascendencia halla su consumacin incondicional. El espacio vaco de la criatura trascendental est ah en el nico orden real porque la plenitud de Dios crea este vaco para comunicarse a s mismo a ella. Mas precisamente por ello esta comunicacin no ha de pensarse en forma pantesta o gnstica como proceso natural de difusin de Dios, sino como el amor ms libre que existe, pues este amor podra permanecer en s mismo y ser feliz en s solo. Este amor librrimo es tal que con libre benevolencia crea aquel vaco que quiere llenar con libertad. As pues, esta autocomunicacin de Dios a la criatura espiritual puede designarse como sobrenatural, como indebida ya previamente al pecado, sin que por esto se introduzca en la realidad del hombre un dualismo de estratos superpuestos. Lo ms ntimo del hombre en el nico orden concreto y real de la existencia humana es la autocomunicacin de Dios, por lo menos en cuanto ofrecida y dada previamente a la libertad del hombre como condicin de su realizacin suprema y obligatoria. Y precisamente esto ms ntimo, lo nico que se entiende por s mismo, es Dios, el misterio, el amor libre en la autocomunicacin divina, y por eso, lo sobrenatural, porque en el orden concreto el hombre es l mismo a travs de lo que no es l mismo, y porque lo que es l mismo necesaria e inalienablemente, le ha sido dado como presupuesto y condicin de lo que se le entrega con toda verdad y con absoluto, libre e irreclamable amor: Dios en su propia comunicacin.

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  • Religin de la inmediatez con Dios

    Anotaciones sobre la doctrina de la Iglesia

    Lo que hemos dicho hasta ahora sobre la autocomunicacin de Dios es atestiguado por la Sagrada Escritura y por la doctrina oficial de la Iglesia cuando dicen que el hombre justificado se hace en verdad hijo de Dios; que en l inhabita como en un templo el Espritu de Dios como don autnticamente divino; que l participa de la naturaleza divina; que ver a Dios cara a cara, tal como es en s, sin mediacin de espejo, semejanza o enigma; que ha recibido ya ahora con toda verdad lo que una vez poseer y llegar a ser, si bien lo ha recibido slo en forma oculta, a saber, en la gracia justificante como en arras y germen vivo.

    Estos enunciados y otros semejantes no pueden concebirse como descripciones hiperblicas de un estado de salvacin y dicha. Lo decisivo del mensaje neotestamentario es ms bien que el crculo de virtudes y potestades intramundanas ha estallado por la accin del nico Dios vivo, el cual es en efecto Dios y no un poder misterioso cualquiera, y que Dios lo ha hecho estallar de cara a una real inmediatez con l mismo. N o tenemos que habrnoslas ya, hablando bblicamente, con virtudes y potestades, con dioses ni con ngeles, ni con el pluralismo inabarcable de nuestros propios orgenes, sino con el nico Dios vivo, que por s mismo supera radicalmente todo lo dems, con aquel que slo puede denominarse con un nombre que ya no es nombre. A diferencia de todas las virtudes y potestades, por numinosas que sean, este Dios est inmediatamente ah para nosotros en su Espritu Santo, que nos ha sido dado, y en el que es llamado H ijo por antonomasia, porque desde el principio est en Dios y es Dios mismo.

    E l cristianismo como religin de la inmediate\con DiosEl cristianismo slo puede ser una relacin con Dios distinguible y distinta de toda otra religin, una relacin que supera, radicalmente toda otra, si es la confesin de esta inmediatez respecto de Dios, la cual deja que Dios sea realmente Dios precisamente por la verdadera comunicacin de Dios, el cual no confiere cualquier don numinoso, misterioso, como algo distinto de l, sino que se entrega a s mismo.

    Ciertamente la afirmacin de que nos hallamos en absoluta in-157

  • G rado cuarto: el hombre, evento de la comunicacin de Dios

    mediatez con Dios en cuanto tal, nos pide confiarnos de manera incondicional al innominado, a la luz inaccesible, la cual tiene que aparecemos como tinieblas, al misterio sagrado, que aparece y permanece tanto ms como tal, cuanto ms se acerca. Cierto que con esta afirmacin se nos manda recorrer todos los caminos hacia lo intransitable, entender todas las pruebas como remisin a lo incomprensible, no opinar nunca que hay un punto de orientacin definitivamente indicable, a partir del cual pudiera alcanzarse un sistema absoluto de coordenadas para la ordenacin de todo lo dems. Cierto que esta afirmacin nos manda admitir nuestra entrega al inefable misterio sagrado y aceptarla con libertad, misterio que como tal se hace tanto ms radical para nosotros cuanto ms se comunica l a s mismo y cuanto ms nos dejamos dar nosotros esta comunicacin en lo que llamamos fe, esperanza y amor. Pero en la verdad de la autocomunicacin absoluta de Dios, en la que l es a una donador, don y fundamento de aceptacin de la ddiva, se nos dice tambin que quien se confa absolutamente no es absorbido por otra cosa que por la cercana del amor infinito, est dicho que quien entra por el camino infinito llega y ha llegado siempre a trmino, y que la pobreza absoluta y la muerte de aquellos que se confan a esto y a toda su crueldad, no es otra cosa que el principio de la vida infinita.

    Por esto, lo que puede explicarse sobre la gracia y la visin inmediata de Dios, ya no es un hablar categorial sobre algo determinado, dado junto a otras cosas, sino un enunciado sobre el Dios innominado como el que nos ha sido dado. Y as este enunciado, en una forma totalmente determinada que sin embargo sigue siendo trascendental, no hace sino repetir la mencin de Dios y la referencia muda a nuestra experiencia trascendental, y lo hace de manera que ahora puede decirse tambin que esta experiencia no slo tiene siempre ante ella su posibilidad ms radical, sino que la alcanzar tambin, es ms, que ella en el movimiento hacia ese alcanzar est llevada siempre por la autocomunicacin del futuro, hacia el que camina dicho movimiento como a su consumacin absoluta. Por ello la doctrina de la gracia y de su consumacin es el mandato de mantenerse radicalmente abierto en la fe, la esperanza y el amor para el futuro inefable, irrepresentable e innominado de Dios como llegada absoluta, y de no cerrarse hasta que ya nada quede por concluir, porque ya no habr nada fuera, porque estaremos enteramente en Dios y l enteramente en nosotros.

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  • Comunicacin de Dios y afirmacin ontolgica

    3. L a c o m u n i c a c i n d e Dios c o m oEXISTENCIAL SOBRENATURAL

    Hasta ahora hemos partido de la doctrina explcita de la fe cristiana. Por tanto, est claro (y volveremos a reflexionar sobre eso en el grado siguiente) que el hombre experimenta la verdad ultima y claramente formulada de su existencia desde la doctrina de la revelacin que formula de manera explcita el magisterio de la Iglesia, y que nos llega desde fuera en la palabra humana por su audicin; y as est igualmente claro que tal interpretacin de la existencia humana no se forma tan slo por la propia interpretacin de la existencia privada del hombre. Podra tenerse la impresin, sin embargo, de que la frase segn la cual el hombre es el evento de la autocomunicacin absoluta de Dios se le dice a aqul desde fuera en el mbito de meros conceptos, pero que propiamente no trae ante el hombre en la manera explcita de la palabra refleja lo que ste es en verdad l mismo y experimenta acerca de s en el fondo de su existencia. Mas las cosas no son as.

    La afirmacin de la comunicacin de D ios mismo como afirmacinontolgicaLa afirmacin de que el hombre es el evento de la comunicacin absoluta de Dios mismo no significa una cosa objetiva en el hombre . Esa frase no es categorial y ntica, sino una afirmacin ontolgica que expresa al sujeto como tal y, por tanto, en la profundidad de su subjetividad, o sea, en la profundidad de su experiencia trascendental. La doctrina cristiana, que se conceptualiza en la palabra humana de la profesin eclesistica de fe, no da a conocer al hombre lo enunciado simplemente desde fuera, como si slo as se lo transmitiera en conceptos. Ms bien, evoca la realidad, la cual no slo es expresada, sino tambin dada y experimentada realmente en la experiencia trascendental del hombre. Por tanto, expresa al hombre su propia inteligencia de s mismo, realizada siempre, aunque sea de una manera no refleja.

    Para comprender la tesis propuesta hemos de pensar en primer lugar que nuestra frase sobre la peculiaridad ms ntima y ltima de nuestro enunciado fundamental no es una afirmacin que valga tan

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  • G rado cuarto: el hombre, evento de la comunicacin de Dios

    slo para este o el otro hombre a diferencia de los dems, o sea, p. ej., slo para los bautizados, para los justificados, a diferencia de los paganos y pecadores. La tesis de que el hombre como sujeto es el evento de la autocomunicacin de Dios, prescindiendo de que habla de una gracia libre e indebida, de un prodigio del libre amor de Dios a la criatura espiritual, es una frase que se refiere en absoluto a todos los hombres, que expresa un existencial de cada hombre. Tal existencial no se hace debido y en este sentido natural por el hecho de que est dado a todos los hombres como existencial de su existencia concreta, y est dado de antemano a su libertad, a su propia inteligencia de s mismo, a su experiencia. El carcter gratuito de una realidad nada tiene que ver con la pregunta de si ella ha sido dada a muchos hombres o slo a pocos. Lo que hemos dicho acerca del carcter sobrenatural y gratuito de la propia comunicacin de Dios, no se ve amenazado o cuestionado por el hecho de que esa autocomunicacin est dada en cada hombre por lo menos en forma de oferta. El amor de Dios no se hace menos prodigioso por el hecho de darse a todos los hombres, por lo menos en forma de oferta. Es ms, slo lo dado a todos realiza radicalmente la autntica esencia de la gracia. Algo indebido que se da a este hombre y se le niega a aqul, de suyo en virtud de su propia esencia es aquello que por eso mismo cae en el mbito de posibilidades de todos los hombres, pues se da a uno y se deniega a otro, al que tambin habra podido darse. Por tanto, semejante inteligencia realiza slo el concepto de lo indebido al individuo, pero no el concepto de lo sobrenatural que rebasa la esencia.

    As, pues, lo sobrenatural no deja de serlo cuando se da por lo menos en forma de oferta a la libertad del hombre a todo el que tiene esa esencia dotada de una ilimitada trascendentalidad como consumacin que rebasa la estructura esencial. En este sentido cada hombre, radicalmente cada uno, debe entenderse como el evento de una autocomunicacin sobrenatural de Dios, aunque ello no incluya el hecho de que cada hombre acepte con libertad esta autocomunicacin de Dios a l. As como la esencia del hombre, su personalidad espiritual, a pesar de su carcter permanente y de estar dada de manera ineludible a cada sujeto de la libertad, est entregada a esta libertad de tal manera que el sujeto libre puede poseerse a s mismo bajo el modo de s o de no, bajo el modo de aceptacin serena y obediente o bajo el modo de protesta contra la esencia confiada a la libertad; as tambin

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  • Comunicacin y posibilidad de aceptarla

    el existencial de la inmediatez absoluta del hombre respecto de Dios mediante esa autocomunicacin divina como ofrecida duraderamente a la libertad puede existir bajo el modo de mera donacin previa, bajo el modo de aceptacin y bajo el modo de repulsa.

    Esta forma de estar dada la autocomunicacin de Dios en relacin con la libertad humana no suprime la donacin real de esa auto- comunicacin como ofrecida, pues, naturalmente, tampoco una oferta como meramente dada de antemano o como rechazada por la libertad ha de pensarse como una comunicacin que podra ser, pero no es, sino como una comunicacin que se ha producido de manera real y con la que la libertad como trascendental est y permanece siempre confrontada en forma ineludible y real.

    La comunicacin como condicin de la posibilidad de aceptarla

    La comunicacin de Dios mismo no slo est dada como don, sino tambin como la condicin necesaria de la posibilidad de aquella aceptacin de la ddiva que deja que el don sea realmente Dios mismo, sin que la ddiva en su aceptacin cese, por as decirlo, de ser Dios y se transforme en un don finito, creado, el cual representara a Dios, pero no sera Dios mismo. Para poder aceptar a Dios, sin que en esta aceptacin lo desvirtuemos a la condicin de nuestra finitud, la aceptacin ha de ser llevada por Dios mismo; la autocomunicacin de Dios como ofrecida es tambin la condicin necesaria de la posibilidad de su aceptacin.

    Si, por tanto, el hombre ha de tenrselas que haber con Dios mismo, tal como l es en s; si en su libertad ha de abrise o cerrarse a esta autocomunicacin de Dios, sin que esa reaccin desvirte a Dios hasta traducirlo al nivel del hombre; entonces la comunicacin de Dios mismo como condicin de la posibilidad de su aceptacin previamente dada debe estar siempre presente en el hombre, en tanto ste ha de pensarse como un sujeto que est capacitado para tal aceptacin y, en consecuencia, est tambin obligado a ella. Y a la inversa: la autocomunicacin de Dios ha de estar dada en cada hombre a pesar de su carcter gratuito como condicin de posibilidad de su aceptacin personal; presuponemos solamente que en principio se reconoce al hombre la posibilidad de una aceptacin personal de Dios, pues la

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  • G rado cuarto: el hombre, evento de la comunicacin de Dios

    consumacin, que consiste en la aceptacin acabada de esa autocomu- nicacin divina, ha sido ofrecida y pensada por Dios en su voluntad salvfica universal no slo para algunos hombres, sino para todos.

    L a trascendentalidad del hombre elevada sobrenaturalmenteDe lo dicho resulta que esta oferta de Dios mismo corresponde a todos los hombres y es una peculiaridad de la trascendencia y trascendentalidad del hombre. Por ello, esta comunicacin de Dios mismo en cuanto ofrecida y dada de antemano al hombre como tarea y condicin de su suprema posibilidad lleva inherentes todos los momentos de la constitucin trascendental del hombre en general.

    El elemento sobrenatural en la constitucin trascendental del hombre no es objeto de una nica experiencia aposteriorstica y cate- gorial del hombre junto a otros objetos de su experiencia. Originariamente el hombre no se confronta de manera objetiva con esta constitucin sobrenatural. La constitucin sobrenatural de la trascendentalidad del hombre por la comunicacin ofrecida de Dios mismo es una modalidad de su originaria y atemtica condicin de sujeto. Y por ello esta modalidad a lo sumo puede tematizarse en una reflexin posterior (si en general puede tematizarse) y objetivarse en un concepto posterior. Esa trascendentalidad sobrenatural pasa tan inadvertida, es tan reprimible, impugnable y falsamente interpretable como todo lo trascendentalmente espiritual del hombre en general. Esta autocomunica- cin previa de Dios, dada de antemano a la libertad, no significa sino que el movimiento trascendental del espritu en el conocimiento y la libertad hacia el misterio absoluto est llevado por Dios mismo en su autocomunicacin, de tal manera que dicho movimiento no tiene su hacia dnde y de dnde en el misterio sagrado como fin eternamente lejano, que en todo momento slo puede alcanzarse asintticamente, sino en la cercana a inmediatez absolutas respecto de Dios.

    L a experiencia de la gracia y su carcter ocultoEn consecuencia, la comunicacin de Dios mismo como modificacin de la trascendencia, por la que el misterio sagrado que abre y sustenta

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  • Experiencia de la gracia y su carcter oculto

    internamente la trascendencia pasa a ser cercana y autocomunicacin absolutas, no puede delimitarse sin ms mediante una simple reflexin individual e introspeccin psicolgica frente a aquellas estructuras fundamentales de la trascendencia del hombre que hemos intentado representarnos en el segundo paso de nuestras reflexiones. La trascendencia absolutamente ilimitada del espritu natural en el conocimiento y la libertad con su hacia dnde, el misterio sagrado, significa ya por s solo una amplia carencia de lmites por parte del sujeto, de tal manera que la posesin de Dios en la autocomunicacin absoluta no se halla propiamente fuera de esta posibilidad infinita de la trascendencia, aunque permanezca indebida y por ello la experiencia trascendental de la posibilidad abstracta, de un lado, y la experiencia de su consumacin radical por la autocomunicacin de Dios, de otro lado, no puedan delimitarse entre s de manera inequvoca y segura por la simple introspeccin del individuo. Esta situacin se mantiene as mientras la consumacin por la autocomunicacin divina no llegue a su plenitud definitiva, finalizado ya el acontecer histrico de la libertad en la aceptacin o la repulsa, en lo que llamamos visin inmediata de Dios.

    Experiencia trascendental tambin en esta modalidad de la gracia, por una parte, y experiencia trascendental reflexiva, por otra, no son conceptualmente lo mismo, como no lo son la conciencia de s mismo y el carcter sabido de lo consciente hecho objetivo en forma de enunciados. En nuestro caso hay un doble fundamento para la falta e imposibilidad de reflexin sobre la autocomunicacin de Dios por la gracia como modificacin de nuestra trascendentalidad: por parte de los destinatarios de esa autocomunicacin, la ilimitacin del espritu subjetivo ya como natural y, por parte de la autocomunicacin de Dios, el estado todava no consumado de la misma, pues no confiere todava la visin divina.

    La experiencia trascendental de la autocomunicacin gratuita de Dios o, dicho de otro modo, la dinmica y finalizacin del espritu como conocimiento y amor hacia la inmediatez de Dios, de manera que el fin como tal (por la autocomunicacin de Dios) es tambin la fuerza del movimiento mismo (lo que acostumbramos a llamar gracia), y la esencia de la dinmica espiritual, slo pueden describirse adecuadamente diciendo: el espritu agraciado se mueve en el fin (por la autocomunicacin de Dios) hacia el fin (la visin beatfica), y en conse

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  • G rado cuarto: el hombre, evento de la comunicacin de Dios

    cuencia, de la imposibilidad de una reflexin individual directa que aprehenda su objeto con seguridad, no puede inferirse que esta auto- comunicacin de Dios est absolutamente ms all del sujeto y de la conciencia y sea postulada soo por una teora dogmtica trasladada al hombre desde fuera. Se trata realmente de una experiencia trascendental, la cual se hace notar en la existencia del hombre y repercute en ella.

    Aqu slo podemos apelar de momento a aquella experiencia individual que el nombre tiene y puede tener de esta autocomunicacin de Dios y que ciertamente no puede conocerse en la esfera individual (prescindiendo de posibles excepciones) con una inequvoca seguridad refleja, pero no es, sin embargo, simplemente inexistente para una reflexin.

    Aunque el hombre por simple introspeccin y tematizacin individual de su originaria experiencia trascendental no pueda descubrir tal experiencia trascendental de la autocomunicacin gratuita de Dios o expresarla de por s con seguridad inequvoca, puede, no obstante, reconocer su propia experiencia en la interpretacin teolgica y dogmtica de la misma que se le ofrece a travs de la historia de la revelacin, a travs del cristianismo. En dicha interpretacin puede encontrar valor y confianza para interpretar a tenor de la misma lo inefable de su propia experiencia, para aceptar sin reservas ni recortes la infinitud de su experiencia obscura; puede hallarse legitimado en su decisin existencial para confiarse con serenidad y valenta a esta sntesis que en el fondo ya no puede separarse adecuadamente en forma refleja, pero est realizada siempre, entre su originaria experiencia trascendental y su interpretacin teolgica aposteriorstica a travs del cristianismo.

    En este sentido, puede decirse tranquilamente: El hombre que entra en la experiencia trascendental del misterio sagrado, experimenta que este misterio no slo es el horizonte infinitamente lejano, el juicio que rechaza y distancia sobre su entorno, su mundo concomitante y su ser consciente, no slo es lo terrible cuyo pavor le arrincona en la patria estrecha de la vida cotidiana, sino que es tambin cercana que guarece, intimidad acogedora, la patria misma, el amor que se comunica, lo familiar a lo que podemos huir y tener acceso desde lo aso- lador del propio vaco y amenaza de vida. Precisamente el que, hallndose en la perdicin de la propia culpa, se dirige, sin embargo,

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  • Experiencia de la gracia y su carcter oculto

    confiado al misterio que sin palabras penetra su existencia, se desprende de s mismo como el que incluso en medio de su culpa no quiere entenderse con autonoma desde s mismo; se se experimenta como el que no se perdona a s mismo, sino que es perdonado, y experimenta este perdn que se le enva como el amor indulgente, redentor y gua- recedor de Dios mismo, que perdona en cuanto se da a s mismo, pues slo as puede haber realmente un perdn ya no superable.

    Con qu fuerza se da esa experiencia trascendental de la cercana absoluta de Dios en su propia comunicacin radical, y cules son los concretos puntos espacio-temporales de la historia individual de un hombre en la que ella se localiza, o por el contrario, en qu medida tal experiencia se difunde incoloramente en una general disposicin fundamental; en qu medida se trata de la experiencia de un hombre individual con independencia de todo otro, o bien de una vivencia que uno slo confiesa ante s mismo mirando a la experiencia religiosa de hombres ms fuertes y santos y participando en la misma; son todas ellas cuestiones que constituyen preguntas de segundo orden.

    El enunciado que aqu nos interesa es el siguiente: la experiencia individual del hombre particular y la experiencia religiosa colectiva de la humanidad nos confieren en una cierta unidad e interpretacin recprocas el derecho de interpretar al hombre, donde l se experimenta bajo las formas mas diversas en su condicin de sujeto de la trascendencia ilimitada, como el evento de la autocomunicacin absoluta y radical de Dios.

    La experiencia a la que aqu se apela no es primera y ltimamente la experiencia que hace un hombre cuando en forma voluntaria y responsable se decide a una accin religiosa, por ej., a la oracin, a un acto de culto, o a una refleja ocupacin teortica con una temtica religiosa, sino la experiencia que se enva a cada hombre previamente a tales acciones y decisiones religiosas reflejas y que se le enva adems tal vez bajo forma y conceptos que en apariencia nada tienen de religiosos. Si la comunicacin de Dios mismo es una modificacin hasta las ltimas races de nuestra trascendentalidad como tal, por la que nosotros somos sujetos, y si nosotros como tales somos sujetos de una ilimitacin trascendental en lo ms cotidiano y trivial de nuestra existencia, en el contacto profano con cualesquiera realidades de tipo particular; con ello viene dado en principio que la experiencia originaria de Dios, tambin en su propia comunicacin, puede ser tan atemtica,

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  • G rado cuarto: el hombre, evento de la comunicacin de Dios

    tan arreligiosa , que se d en forma innominada, pero real siempre que en general cultivamos nuestra existencia.

    Donde el hombre conociendo teortica o prcticamente o actuando como sujeto cae en el nico abismo que da fundamento a todo, y donde este hombre tiene el valor de mirar a su propio interior y hallar su verdad ltima en su profundidad, puede hacer tambin la experiencia de que este abismo lo acoge en su seno indulgente y le da la legitimacin y el valor para creer que la interpretacin de esta experiencia a travs de la historia de la salvacin y revelacin de la humanidad (es decir, la interpretacin de esta experiencia como el suceso de la au- tocomunicacin radical de Dios) es la ltima profundidad, la ltima verdad de esta experiencia tan trivial en apariencia. Naturalmente esa experiencia tiene tambin sus momentos sealados: en la experiencia de la muerte, de una validez radical del amor, etc. All el hombre nota ms claramente que en otras ocasiones cmo l, rebasando lo particular, llega ante s mismo y ante el misterio sagrado de D ios; y esta ltima verdad del cristianismo acerca de la comunicacin de Dios mismo dice al respecto, esclareciendo de nuevo e interpretando, que ese llegar no es un mero comparecer ante una lejana infinita, que rechaza y es inabarcable, sino que en tal llegada se nos comunica este misterio mismo.

    En tanto el hombre se halla en la situacin de la libertad que todava deviene, en tanto su situacin de la libertad, a causa de lo que llamamos pecado original , es siempre juntamente una situacin condicionada por la culpa; en tanto el hombre cuando inicia su reflexin nunca se halla ante la pura posibilidad de una libertad hasta ahora todava totalmente neutral, sino que se encuentra siempre ante una libertad que ha actuado libremente; en tanto, por fin, en definitiva nunca puede juzgar de manera refleja esta libertad suya que ha sido realizada siempre, la experiencia trascendental tiene siempre una significacin plural, y la experiencia del hombre nunca puede apoderarse adecuadamente de ella. El hombre se experimenta como el sujeto que nunca sabe exactamente cmo ha entendido y manipulado por su propia libertad las objetivaciones condicionadas por la culpa en el espacio de su libertad, que nunca sabe con exactitud si las ha convertido en aparicin de su propia decisin originaria culpable o en sufrimiento crucifi- cador para la superacin de la culpa. El hombre se experimenta a la vez como el sujeto del suceso de la comunicacin absoluta de Dios

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  • Problemtica de los conceptos

    mismo, como el sujeto que en el s o no ha tomado siempre posicin con libertad frente a ese suceso, sin que, por otra parte, pueda nunca reflexionar adecuadamente sobre la manera real concreta de su toma de posicin. As el hombre, en esa pregunta fundamental de su existencia, a la que ha respondido siempre de manera subjetiva, permanece siempre ambiguo para s mismo en la esfera de la reflexin, como un sujeto que realiza el carcter subjetivo de la trascendencia elevada por la gracia en el encuentro histrico aposteriorstico, nunca dominado de manera adecuada, con su mundo concomitante y su entorno, en el encuentro con un t humano, en el que se realiza de manera unitaria la historia y la trascendencia y, a travs de ambas, el encuentro con Dios como el t absoluto.

    4. M a n e r a d e e n t e n d e r l a d o c t r i n a t r i n i t a r i a

    Aunque quiz haya tambin una posibilidad de hablar sobre la doctrina cristiana de la Trinidad slo en conexin con el esfuerzo de inteligencia de la doctrina de la encarnacin, intentemos ya ahora lograr a partir de lo dicho una primera inteligencia de la verdad trinitaria.

    Problemtica d t los conceptos

    Aun con el mayor respeto a las clsicas formulaciones de la doctrina de la Trinidad por parte del magisterio de la Iglesia y aceptando con fe lo significado en ellas, hemos de conceder que los enunciados sobre la Trinidad en sus formulaciones a manera de catecismo son casi incomprensibles para el hombre actual y suscitan tergiversaciones casi inevitables. Si decimos con el catecismo cristiano que en el Dios uno se dan tres personas en la unidad y unicidad de una naturaleza, entonces, si falta una ulterior instruccin teolgica, es casi inevitable que el oyente de esa frmula entienda por persona el contenido que acostumbra a asociar con esa palabra.

    Las palabras que en tiempos anteriores us la Iglesia en una teologa y formacin de conceptos extraordinariamente poderosas, han seguido teniendo despus una historia, que ya no ha estado a disposi

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