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LO 1

NO me atrevo a le-vantar los ojos

del plato. Eso me obli-

garía a enfrentarme con su mirada. Se su-pone que estamos en

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na Alonso

Javier Pelegrín

Una historia, seis libros y un conjunto de webs llenas de secretos

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¿Te ha gustado Historia de Julia?

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Ana AlonsoJavier Pelegrín

Historia de Julia

OD

IO EL R

OSA

Historia de Julia

Sara vuelve a sentirse aprisionada en la jaula de oro de Sweet Pink. Daría lo que fuera por escapar…Lo que no imagina es quesu antigua enemiga, Juliette,está a punto de convertirseen su mejor aliada para recuperar la libertad.

Descubre en la web de Odio el Rosa cómo acceder al contenido que hay detrás de las ilustraciones del libro que llevan este símbolo.

9 788467 393781

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3AR AA+

OR3_JULIA_CUBI_X_9788467393781_06.indd Todas las páginas 28/4/16 12:51

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mitad de una cena romántica… Una cena romántica

Historia de Julia

Ana Alonso Javier Pelegrín

IlustracIones de esther lecIna

con Luke. La per-sona que más odio en el mundo.

Primera edición: abril de 2016

Diseño de colección: Felipe Samper

© del texto: Ana Alonso y Javier Pelegrín, 2016 © de las ilustraciones: Esther Lecina, 2016 © de esta edición: Oxford University Press España, S. A., 2016

Publicado en España por Oxford University Press España, S. A. Parque Empresarial San Fernando, Edificio Atenas 28830 San Fernando de Henares (Madrid)

Oxford University Press es un departamento de la Universidad de Oxford. Como parte integrante de esta institución, promueve el objetivo de excelencia en la investigación y la educación a través de sus publicaciones en todo el mundo.

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Cuando estoy con él, también me odio a mí misma.

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su grabación y/o digitalización en ningún sistema de almacenamiento, ni su transmisión en ningún formato o por cualquier medio, sin el permiso previo y por escrito de Oxford University Press España, S. A., o según lo expresamente permitido por la ley, mediante licencia o bajo los términos acordados con la organización de derechos reprográficos que corresponda. Las cuestiones y solicitudes referentes a la reproducción de cualquier elemento de este libro, fuera de los límites anteriormente expuestos, deben dirigirse al Departamento de Derechos de Oxford University Press España, S. A.

No está permitida la distribución o circulación de esta obra en cualquier otro formato. Esta condición debe imponerse y obliga a cualquier adquirente o usuario.

ISBN: 978-84-673-9378-1 Depósito legal: M-13436-2016 Impreso en España

Me odio por ha-ber caído en su trampa. ¿Cómo pude ser tan ingenua? La estancia en prisión me había debilitado, y cuando me sacaron no podía pensar con claridad. Si lo hubiese hecho… Allí mismo, delante de los periodis-tas que fueron a grabar mi salida de la cárcel, debería haber pedido ayuda. Pero ni siquie-ra se me pasó por la cabeza que fuese nece-sario. En ese momento yo creía que Luke me había salvado. Creía que lo había hecho por-que, a pesar de todo, me apreciaba y se sen-tía mi amigo.

No me di cuenta de que todo había sido un montaje suyo.

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Llevo un mes prisionera en Sweet Pink y toda-vía no entiendo por qué lo ha hecho. Luke es inteligente; ¿de verdad cree que puede obli-garme a amarle? Nadie en su sano juicio se-cuestraría a la persona a la que quiere ena-morar. Hay que estar muy enfermo para pensar eso.

—¿No comes? —me pregunta—. Tienes que probarlo, es pastel de pez globo. Mirta es la única cocinera de Los Ángeles que se atreve a prepararlo. Ya sabes lo que ocurre con el pez globo: si no se manipula de la manera ade-cuada, el cliente puede acabar envenenado. Pero Mirta es una experta, así que puedes es-tar completamente tranquila.

Alzo los ojos hacia él y me encuentro con su mirada. Tan serena. Tan insultantemente sere-na.

—Ojalá esta vez se haya equivocado —le suelto, y la voz me sale quebrada de rabia, de frustración—. Ojalá haya veneno en el pez. Sería una liberación.

Luke sonríe. Aparentemente mi respuesta le divierte.

—¿Crees que me arriesgaría a perderte de una manera tan absurda? No, mi amor. Me ha costado demasiado conseguirte para po-nerlo todo en peligro por un capricho gastro-nómico. No te vas a librar tan fácilmente de mí, de mi forma de quererte, por muy dramá-tica que te pongas.

De buena gana le arrojaría a la cara las vis-cosas láminas blancas del pescado. Por fortu-na, logro contenerme. Perder el control no ha-ría más que empeorar mi situación. Tengo que dominar mi repugnancia y soportar esta vela-da hasta el final para no enfadar a Luke.

Aparte de la nuestra, solo hay otras dos mesas ocupadas en el restaurante. Un grupo de ami-gos y otra pareja, eso es lo que parece. Cono-ciendo la forma de actuar de Luke Maddock, apostaría a que unos y otros forman parte del

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personal de seguridad de Sweet Pink. Les or-denan que se disfracen y que finjan ser clien-tes del local para darle a la situación una apa-riencia de normalidad. Pero es todo falso. En este restaurante del centro de Los Ángeles es-toy tan sola con Luke como en las instalacio-nes de Sweet Pink. ¡E igual de incomunicada! Lo primero que he hecho al entrar ha sido ras-trear con mi implante cerebral posibles cone-xiones a la red, pero aquí no hay ninguna.

No puedo dejar vagar eternamente mi mira-da por las profundidades del restaurante en penumbra. Al final, mis ojos tienen que regre-sar a Luke.

Me estremece la calidez de su sonrisa. Es… Es como si me quisiese de verdad. Me recuerda los tiempos en que creí que me sentía atraída por él.

Sería tan fácil dejarse arrastrar por esa sonri-sa y aceptar la situación... Luke es muy atrac-tivo, hay que reconocerlo. Es inteligente. Po-deroso. Y me adora. Cuando me mira así, siento que esa adoración es sincera.

Ojalá pudiese olvidar todo lo que me ha he-cho y creerme que de verdad estoy compar-tiendo una cena romántica con mi prometido. Las cosas serían mucho más sencillas.

Si pudiera engañarme a mí misma…

El problema es que no lo consigo. Luke puede traerme a comer pez globo a un restaurante exótico, o llevarme a ver la puesta de sol en el desierto del Sahara, como hizo el viernes pa-sado. Puede regalarme un diamante azul un día y una primera edición de Orgullo y prejuicio al día siguiente, porque sabe que es una de mis novelas favoritas. Pero sigue siendo mi carcelero, la persona que me retiene en Sweet Pink en contra de mi voluntad.

No sé si lee en mis ojos lo que estoy pensan-do; el caso es que su sonrisa se disuelve lenta-mente.

—A lo mejor no ha sido buena idea lo del pez globo —dice—. Ya sé que estas cosas a ti no te impresionan.

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Por un momento, su expresión refleja inseguri-dad. Me sorprende, porque no es lo habitual en él.

De todas formas, no tengo ganas de facilitarle las cosas. ¿Por qué debería hacerlo? De modo que no digo nada.

Durante unos minutos, los dos comemos en si-lencio. La música de fondo del restaurante lo hace más sencillo, menos incómodo.

Debo admitir que el pescado está exquisito. Nunca había probado nada parecido. Su-pongo que Luke ha conseguido lo que quería, que disfrute de la cena contra mi voluntad.

Casi le odio más por ello.

—No lo harías, ¿verdad? —pregunta de re-pente, levantando la vista del plato y buscan-do mis ojos—. Lo de envenenarte.

Pienso un momento la respuesta antes de con-testar.

—No —le digo—. Eso sería rendirse. Y yo no me rindo fácilmente.

—Yo tampoco —afirma él sosteniéndome la mirada—. Tampoco me rindo con facilidad. Y no pienso rendirme contigo.

Quizá haya llegado el momento de hablar claro. Quizá me escuche.

—Luke, aceptar la realidad no es rendirse. Y la realidad es que yo no estoy enamorada de ti.

—Todavía.

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—No, no lo entiendes. No puedo enamorarme de la persona que me ha secuestrado. Es po-sible que esas cosas pasen en las películas, pero mi mente no funciona así. Lo siento.

Asiente en silencio.

—No soy idiota —dice al cabo de unos segun-dos—. Sé que ha sido una forma desastrosa de empezar. Pero estaba desesperado, Sara. Tú seguías deslumbrada con ese futbolista, y yo no podía llegar a ti, mi madre lo hacía im-posible.

—Ya. Y la mejor manera de solucionarlo era moviendo los hilos para que me metiesen en la cárcel, ¿no?

—Eso fue temporal. Te saqué de allí en cuanto pude, lo sabes, ¿no?

—¡No tendrías que haberme sacado si no me hubieses metido en ella primero! Todavía no entiendo cómo Juliette se dejó engañar. Cómo te las arreglaste para que todo el mundo cre-yese que la culpa era suya, y que tú eras el héroe de la historia, mi salvador.

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—Mi madre no es ella misma últimamente. Todo el problema con Norma le ha pasado factura. Ni siquiera creo que le haya importa-do demasiado dejar de ser la presidenta de Sweet Pink. En el fondo, lo estaba deseando.

—Eso es falso. Conozco a Juliette. Lo que le has hecho ha tenido que ser un golpe mortal para ella.

Luke se encoge de hombros.

—Es ley de vida —dice, volviendo a sonreír—. Las viejas generaciones tienen que dejar sitio a las nuevas.

—Oye, puede que suene raro que yo salga en defensa de tu madre, después de todo lo que me ha hecho, pero ella levantó Sweet Pink de la nada. Ella convirtió a la compañía en lo que es. ¿Cómo puede compararse eso con lo que has hecho tú?

Es difícil estar segura a la luz de las velas que iluminan el restaurante, pero me da la impre-sión de que mi pregunta le ha hecho palidecer.

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—Todavía no he tenido tiempo de hacer nada —contesta en voz baja—. Espera y verás. Te voy a sorprender, Sara. Te voy a sorprender para bien.

Me reclino contra el respaldo de la silla y cie-rro los ojos. Esta conversación me agota.

—Me da igual —murmuro—. Me da igual todo. Solo quiero que me dejes en paz.

Un violento puñetazo hace temblar la mesa. Me obliga a abrir los ojos. Si quería asustar-me, lo ha conseguido.

Enseguida recupera el dominio de sí mismo.

—Eres tú la que tiene que aceptar la realidad —dice en tono sereno—. Con esa actitud no vas a conseguir nada. Dependes de mí. Si quieres más libertad, vas a tener que conven-cerme de que te la mereces. Y hasta ahora, lo que me estás demostrando es todo lo contra-rio.

—No tengo que demostrarte nada, porque la libertad es un derecho. Y privar de ella a al-guien, como estás haciendo tú conmigo, es un

delito. ¿No has pensado en lo que podría pa-sar si esto llega a saberse? No vas a poder ocultarlo eternamente, Luke. Antes o después, se sabrá.

Se ríe suavemente. Su arrebato de mal humor parece haber quedado atrás.

—Tú no entiendes lo que significa ser el presi-dente de Sweet Pink. Es poder, Sara. Poder para decidir todo lo que ocurre a mi alrede-dor. No se sabrá nada que yo no quiera que se sepa. Mi madre consiguió ocultar datos bastante importantes de su propia vida duran-te cuarenta años, y ni siquiera tuvo que esfor-zarse demasiado. El poder compra volunta-des. Nadie va a ponerse de tu parte, nadie te va a ayudar. Solo yo. Estoy deseando hacerlo. Quiero dejar esta guerra. Quiero estar bien contigo. Es lo que más deseo en el mundo.

Le miro a los ojos.

—Y yo lo único que deseo es ser libre —mur-muro.

Asiente como si lo comprendiera. Como si fue-se mi amigo.

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—Te prometo que lo serás. En cuanto te relajes un poco. Solo tienes que dejarme que te de-muestre hasta dónde estoy dispuesto a llegar por ti. No soy el monstruo que te imaginas. Tengo mucho que darte, Sara. Puedo hacerte feliz.

Se queda en silencio, esperando a que yo diga algo. Pero no tengo nada que decir. Nada, al menos, que él quiera escuchar.

—Como mínimo tienes que reconocer que me estoy portando bien contigo —añade al cabo de un rato—. No estoy forzando la situación. Ni siquiera te he besado.

—Eres lo bastante inteligente como para saber que eso solo empeoraría las cosas.

Luke me observa con la cabeza ladeada.

—No estoy tan seguro —dice—. Quizá las mejoraría. Quizá es lo que quieres, en el fon-do.

—No, Luke —contesto con toda la firmeza que soy capaz de imprimirle a mi voz—. No es lo que quiero.

Creo que se ha dado cuenta de que hablo en serio, porque no insiste.

—De acuerdo —dice únicamente—. Lo hare-mos a tu manera, por ahora. Pero esto no es lo que yo quiero, Sara, esta lucha constante contigo. Lo único que deseo es que me dejes quererte y compartir contigo todo lo que ten-go. Incluido el poder sobre Sweet Pink.