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QUÉ HEMOS HECHO?REflExiOnES SObRE RESpUEStaS y pOlítiCaS

públiCaS fREntE al inCREMEntO dE la viOlEnCia dElinCUEnCial En aMÉRiCa latina

Carlos Basombrío Iglesias

para el proyecto Seguridad Ciudadana en las américa:

tendencias y políticas públicas

programa latinoamericano del Woodrow Wilson Center

Noviembre 2012

Available from the Latin American Program

Woodrow Wilson International Center for ScholarsOne Woodrow Wilson Plaza1300 Pennsylvania Avenue NWWashington, DC 20004-3027

www.wilsoncenter.org/lap

ISBN 1-933549-70-X

WoodroW Wilson international Center for sCholars

The Woodrow Wilson International Center for Scholars, es-tablished by Congress in 1968 and headquartered in Washington, D.C., is a living national memorial to President Wilson. The Center’s mission is to commemorate the ideals and concerns of Woodrow Wilson by providing a link between the worlds of ideas and policy, while fostering research, study, discussion, and collaboration among a broad spectrum of individuals concerned with policy and scholarship in national and international affairs. Supported by public and private funds, the Center is a nonpartisan institution engaged in the study of national and world affairs. It establishes and maintains a neutral forum for free, open, and informed dialogue. Conclusions or opinions expressed in Center publications and programs are those of the authors and speakers and do not necessarily reflect the views of the Center staff, fellows, trustees, advisory groups, or any individuals or organizations that provide financial support to the Center.

The Center is the publisher of The Wilson Quarterly and home of Woodrow Wilson Center Press, dialogue radio and television, and the monthly news-letter “Centerpoint.” For more information about the Center’s activities and publications, please visit us on the web at www.wilsoncenter.org.

Jane HarmanDirector, President and CEO

Joseph b. GildenhornChairman of the Board

Sander R. GerberVice Chairman

public Citizen Members:James H. Billington, Librarian of Congress; Hillary R. Clinton, Secretary, U.S. Department of State; G. Wayne Clough, Secretary, Smithsonian Institution; Arne Duncan, Secretary, U.S. Department of Education; David Ferriero, Archivist of the United States; Fred P. Hochberg, Chairman and President, Export-Import Bank; James Leach, Chairman, National Endowment for the Humanities; Kathleen Sebelius, Secretary, U.S. Department of Health and Human Services

private Citizen Members: Timothy Broas, John T. Casteen III, Charles Cobb, Jr., Thelma Duggin, Carlos M. Gutierrez, Susan Hutchison, Barry S. Jackson

Wilson national Cabinet:Eddie & Sylvia Brown, Melva Bucksbaum & Raymond Learsy, Ambassadors Sue & Chuck Cobb, Lester Crown, Thelma Duggin, Judi Flom, Sander R. Gerber, Ambassador Joseph B. Gildenhorn & Alma Gildenhorn, Harman Family Foundation, Susan Hutchison, Frank F. Islam, Willem Kooyker, Linda B. & Tobia G. Mercuro, Dr. Alexander V. Mirtchev, Wayne Rogers, Leo Zickler

AgrAdecimientos

A Cindy Arnson directora del Programa Latinoamericano por la acogida que me ha dado en el Centro, por su liderazgo y por las muchas buenas ideas que ha aportado a este proyecto y a este

trabajo. A Adam Stubits, miembro del Programa Latinoamericano y res-ponsable directo de la coordinación conmigo, por su generoso trabajo y su inmensa capacidad de resolver problemas. A Nikki Nicchols, asistente administrativa del Programa Latinoamericano, por su abrumadora eficien-cia. A Mónica Ávila, por el trabajo diario en el blog del proyecto, recurso indispensable para este estudio.

Varias personas me han dado aportes específicos en diversos temas del estudio y se los agradezco. Victoria Wigodzky, antes con Open Society Institute y ahora con el Centro de Estudios Legales y Sociales en Argentina; Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano en Washington D.C.; David Lovatón, director del Área de Seguridad Ciudadana y Convivencia del Instituto de Defensa Legal en Lima y Manuel Piqueras, director ejecutivo del Instituto para la Seguridad Ciudadana ISC, tuvieron la paciencia de hacer una lectura completa y minuciosa de todo el texto y hacer valiosas sugerencias.

Finalmente, el Programa Latinoamericano agradece al Open Society Foundations, Cuyo generoso apo yo hizo posible este libro y otras acti-vidades del Programa.

ÍNDICE

Introducción 1

I Políticas de “mano dura” 9

II Prácticas ilegales y violatorias de derechos humanos 23

III Diversas modalidades de privatización de la seguridad 33

IV Fortalecimiento, reformas y modernización de las policías 38

V Políticas de prevención de la violencia 42

VI Estrategias múltiples encabezadas por gobiernos locales 49

VII Desarrollo de iniciativas y capacidades en la sociedad civil 60

VIII Desarrollo de información y conocimiento 68

IX El aporte de la cooperación internacional 73

X Reflexiones finales 77

Bibliografía de referencia 79

Endnotes 84

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INtroDuCCIóN

Desde hace por lo menos dos décadas, las múltiples manifestaciones de la delincuencia y de la violencia social y cotidiana han ido empeorando en América Latina, al punto que la región es hoy,

en términos de delincuencia, la más violenta del mundo.

Fuente: CIDH, Informe Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos, 2009.

Tasa de homicidios en el mundo por 100.000 habitantes

Cada día más, este problema se coloca en el centro de las preocupacio-nes de la gente y en la demanda de los ciudadanos hacia el Estado. Ello ocurre en los países en donde la situación es extremadamente seria, pero también – y de manera cada vez más extendida – en el resto de los países de la región, en donde la situación es mucho menos grave pero la frecuencia de los incidentes, la sensación de desprotección, de impunidad y deterioro ageneran en la población una percepción de inseguridad, incluso a veces más alta que en la de los países más afectados.

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En el estudio “Gobernabilidad y convivencia democrática en América Latina” realizado por FLACSO, se realizó una encuesta en las principales ciudades de 18 países latinoamericanos y se formuló la siguiente pregunta: “¿Cuán frecuentemente se preocupa usted de que pueda llegar a ser víctima de un delito con violencia?” 65,9% afirmó estar siempre o casi siempre preocupado por llegar a ser víctima de un delito violento1

.

En su libro El sentimiento de inseguridad, Gabriel Kessler hizo una inves-tigación en una ciudad muy pequeña, donde no pasa absolutamente nada y donde la gente dice que no pasa absolutamente nada, pero la transmisión de noticieros nacionales y ver que en ciudades cercanas –intermedias o gran-des– ha pasado algo, instala la idea de que “esto nos puede pasar a nosotros en el futuro”. Se avisora, así, un futuro de mucha inquietud. Para Kessler, en Argentina y en América Latina la relación entre la percepción de inse-guridad y el delito efectivo es aproximadamente el doble. En las grandes ciudades europeas la tasa de victimización es alrededor de un 15% y 25% de la población considera que puede ser víctima de un delito. En las ciu-dades latinoamericanas es de un 30/35% a un 60/70%, respectivamente, a eso le llama “presión ecológica”: cada punto de delito en un territorio tiene un efecto de multiplicación debido a la inquietud que genera entre sus habitantes. Lo que suele suceder, sigue Kessler, es que la preocupación por el tema aumenta un poco después de que aumenta el delito. Y aun cuando el delito baja, esta preocupación se mantiene estable; como se ve en Europa. Sin embargo, en América Latina encontramos situaciones distintas. Santiago de Chile tiene todavía tasas de homicidio mucho más bajas que Bogotá, mientras que en Bogotá se tiene la percepción de que la situación ha mejorado y con lo que el temor ha descendido. En Santiago de Chile, al igual que en Buenos Aires y Montevideo, hay la idea mítica de que en el pasado no había delito y eso explica en parte que a pasar de tener tasas más bajas que otras ciudades, la preocupación sea muy alta2.

La Corporación Latinobarómetro sigue el problema desde 1995. Han encontrado en el promedio regional que tanto la victimización como la percepción de inseguridad empeoran año a año y la brecha entre ambas se reduce paulatinamente hasta sólo 5% en el 2011. Con lo que se puede decir, entonces, que el fenómeno descrito por Kessler ya no es tan mar-cado. No por la disminución de la percepción de inseguridad sino por el deterioro de la realidad.

IntroduccIón

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Estamos, pues, ante uno de los problemas más graves y aparentemente más difíciles de solucionar en la región. El contraste con otros asuntos de extrema gravedad que también afectan América Latina es notorio.

Puede haber, por ejemplo, profundos debates sobre modelos económi-cos para el desarrollo, pero nadie discute que América Latina es hoy, como conjunto, al menos un poco menos atrasada económicamente que hace dos décadas. Y si nos atenemos a los datos sobre reducción de la pobreza y a ciertas mejoras en la calidad de la educación, la salud y la infraestructura, la region es algo menos injusta y excluyente.

Incongruencia entre Victimización Percepción de la importancia de la delincuencia

Año Victima de Delito

Delincuencia como pro-

blema principal

Incongruencia entre ambos

1995 29% 5% 24

1996 36% 7% 29

1997 40% 7% 33

1998 42% 8% 34

2001 43% 8% 35

2002 39% 9% 30

2003 35% 7% 28

2004 33% 8% 25

2005 41% 9% 32

2006 32% 14% 18

2007 38% 16% 22

2008 33% 17% 16

2009 38% 19% 19

2010 31% 27% 4

2011 33% 28% 5

Fuente: Latinobarómetro 2011

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Situación económica futura del país y futura personal

Así, las expectativas de mejora individual y para el país han ido aumen-tando, aún cuando sea levemente:

La percepción, sin embargo, respecto a la inseguridad es que nada de lo que se ha hecho ha dado resultados, que damos palos de ciego y que el problema no hace sino crecer y volverse cada vez más inmanejable. “Nada de lo que se ha hecho ha funcionado” es una frase que se escucha con relativa frecuencia, tanto en círculos académicos, como entre periodistas, funcionarios públicos o entre gente común de la calle.

Ello explica por qué la inseguridad compite cada vez más con los problemas relativos a la economía como el principal de los países de la región y como el gráfico que sigue parece indicar, quizás lo superará relativamente pronto.

La preocupación por desempleo ya ha sido superada por la preocupación por la delincuencia.

IntroduccIón

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Así, el propósito de este documento no es en absoluto negar la gravedad y el deterioro de la situación en América Latina como conjunto, tampoco pretender que las respuestas al problema han sido suficientemente eficaces o que ya sea sólo cuestión de tiempo para que lleguen a serlo.

Lo que busca es romper con una visión simplificadora de la realidad y hacer una revisión panorámica de las múltiples acciones desde el Estado, la sociedad civil e incluso la cooperación internacional que se han puesto en práctica a lo largo de los años y que han influido de distintas maneras en la evolución del fenómeno que nos interesa.

De manera muy panorámica, en las páginas que siguen daré cuenta de acciones y medidas de muy diversa índole y no siempre complementa-

Situación personal futura

Fuente: Latinobarómetro 2001-2011

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Resumen: Problema más importante del paÍs los prob-lemas económicos / delincuencia

ToTaleS amÉRicana laTina

2011 PRoblemaS econÓmicoS

Fuente: Latinobarómetro 2007-2011

Fuente: Latinobarómetro 2011

IntroduccIón

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Problemas más importantes: delincuencia y desempleo

ToTal amÉRicana laTina 1995-2011 - ToTaleS PoR PaÍS 2010 PaRa Delincuencia Y DeSemPleo

Delincuencia

Fuente: Latinobarómetro 1995-2011

Fuente: Latinobarómetro 2011

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rias; incluso muchas veces, en mi opinión, contradictorias y en algunos casos abiertamente contraproducentes. No me limito en este recorrido solamente a la acción del Estado, sino también a lo que se ha hecho desde la sociedad, sea ésta la sociedad civil organizada o la participación social de la población con distintos signos. Resalto, también, como actores im-portantes a los medios de comunicación, las iglesias, las universidades, a la cooperación internacional, etcétera.

Insisto en que el propósito fundamental de este documento es dar cuenta de que muchas cosas sí han ocurrido; que cualquier reflexión o decisión de política pública que se haga hoy debe partir del conocimiento y de la evaluación de lo que ya se ha hecho; que las respuestas son, obvia-mente y a la luz de los resultados, insuficientes y hasta fallidas; pero que, a la vez, pueden haber tenido efectos positivos en determinados momentos o ámbitos y que por ello hay un enorme aprendizaje que hacer de todo lo hecho.

La enumeración de acciones, estrategias o políticas que sigue no guarda necesariamente un orden cronológico, ni de importancia; quiere solamente mostrar la diversidad y complejidad de lo ocurrido.

DeSemPleo

Fuente: Latinobarómetro 2011

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I. PoLÍtICAS DE “MANo DurA” DENtro DE LA LEY

Desde que el fenómeno de la inseguridad se agravó, los Estados han recurrido sistemáticamente a un conjunto de políticas que en términos generales e conocen en América Latina como de

“mano dura”.Es importante empezar señalando que, más allá de la valoración que se

pueda tener sobre su pertinencia o eficacia, estas políticas difieren sustan-tivamente de otro tipo de respuestas que veremos en el siguiente acápite, en el hecho de que son legales y, además, en la mayoría de los casos tienen la legitimidad política de responder a una presión social muy fuerte para ser aplicadas.

El punto de partida que explica este tipo de medidas es asumir que los Estados mantienen un comportamiento débil frente a la criminalidad. Que las formas de responder “exageradamente garantistas” o limitadas exclusivamente a la policía, terminan favoreciendo a los delincuentes y desprotegiendo a la sociedad. En los lugares en donde se ha sostenido y puesto en práctica estas tesis, se ha argumentado que la “mano dura” no sólo sirve para sancionar adecuadamente a los infractores, sino también para disuadir que nuevos crímenes tengan lugar.

Las medidas de “mano dura” difieren de país en país y no en todos los lugares se ha aplicado un paquete completo. Quizás la excepción es El Salvador que ha dado incluso nombre a estas medidas, con sus políticas formalmente llamadas de “mano dura”3 y “súper mano dura”4 que en términos generales y con variantes tienen más de una década implemen-tándose y, sin usar el nombre, son todavía implementadas por el gobierno del FMLN.

En términos generales y no siempre juntas en cada una de las realidades particulares, las medidas de mano dura se pueden dividir en cuatro tipos principales.

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A. Incremento DÈ PenAs y nueVos tIPos DelIctIVos

Se parte del principio de que las sanciones a muchos de los crímenes son muy leves y que penas más altas serán disuasivas, escarmenadoras y satis-farán el deseo de justicia de las víctimas.

Ello ocurre reiteradamente y en diversos países de la región como respuesta al temor ciudadano ante el incremento de la criminalidad. Hay múltiples ejemplos.

En Panamá en octubre del 2009 la Asamblea Nacional aprobó la pro-puesta impulsada por el Ejecutivo de incrementar nuevamente las penas, que incluía la acumulación ilimitada de años de cárcel. La pena máxima en Panamá para delitos graves era de 35 años, con la nueva legislación las sentencias serían acumuladas hasta el infinito. Los delitos que podrían ser sumados son homicidios por encargo, secuestros, violación sexual, tráfico de drogas, hurto, blanqueo de capitales, pandillerismo y delitos contra la personalidad del Estado5.

En el Perú, en septiembre del 2010, se aprobó un dispositivo legal que modifica el Código Penal, estableciendo que la reincidencia en delitos graves originará el aumento de la pena en no menos de dos tercios por encima del máximo legal fijado para cada figura delictiva, hasta llegar a la cadena perpetua. La norma precisa que para el caso de la reincidencia en delitos graves, no serán aplicables los beneficios penitenciarios como la semilibertad y la liberación condicional. El dispositivo, producto del consenso alcanzado entre todos los grupos políticos que conforman el Parlamento, precisa que si al delincuente se le indultó o conmutó la pena e incurre en la comisión de un nuevo delito doloso; el juez podrá aumentar la condena hasta en una mitad por encima del máximo legal fijado hasta llegas a la cadena perpetua6.. A lo anterior habría que sumarle el intento fallido del presidente García, quien al inicio de su mandato planteó el restablecimiento de la pena de muerte para delitos graves7.

Además del incremento de penas esta visión del enfrentamiento eficaz de la delincuencia plantea la necesidad de incorporar nuevas sanciones penales a situaciones que normalmente no son punibles.

Otro ejemplo notorio es sancionar penalmente la sola pertenencia a pandillas juveniles, de nuevo, bajo el principio de que ello será disuasivo para futuras incorporaciones. Esto ha ocurrido en El Salvador con la nueva “ley antimaras”. La ley de proscripción de maras, pandillas, agru-

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I. PolÍtIcas De “Mano Dura” Dentro De la ley

paciones, asociaciones y organizaciones de naturaleza criminal, conocida como “antimaras”8, fue aprobada por el Parlamento el 1 de septiembre del 2010 y promulgada por el presidente Funes. La norma declara ilegales y proscribe las llamadas pandillas o maras y prevé “la extinción de la titu-laridad, dominio, posesión o tenencia” de los bienes, efectivo, derechos, ganancias y ventajas que se hayan adquirido como parte de esa actividad delictiva. También faculta a la Fiscalía o al juez competente a ordenar la inmovilización de cuentas bancarias o a incautar bienes relacionados con estos delitos9. Hay que recordar que en marzo de 1996 se aprobó una ley contra la delincuencia y el crimen organizado, que fue declarada incons-titucional en febrero de 1997. Otra “Ley antimaras” de carácter temporal entró en vigencia, en octubre del 2003 que establecía como delito la per-tenencia a pandillas, a la vez que juzgaba a los menores como adultos, en caso de haber cometido un asesinato, pero fue declarada inconstitucional en el 2004.

Los críticos a este tipo de alternativas legislativas por lo general no se oponen a la existencia de penas severas. Sostienen más bien, que el pro-blema principal no está en la dureza de las penas, sino en la incapacidad del sistema penal de hacerlas efectivas. Para ello muestran estadísticas sobre impunidad en crímenes mayores que, en muchos casos y lugares llegan a casi el 100% de los hechos delictivos.

Así, por ejemplo, una investigación del Observatorio Venezolano de la Violencia determinó que entre el 2007 y el 2009 han quedado impunes por lo menos 91 de cada 100 homicidios. La cifra se obtuvo cruzando estadís-ticas sobre casos de homicidios reportados a la policía judicial entre 1998 y 2009 con las detenciones por ese delito durante el mismo lapso. Es un hecho que muchos de esos detenidos quedan en libertad sin siquiera haber ido a juicio, por lo que la impunidad para los homicidios en Venezuela podría llegar a 98%10.

El caso de México es muy revelador. Según un estudio del Instituto Tecnológico de Monterrey 98,5% de los delitos cometidos quedan impu-nes, de los 7,48 millones de delitos cometidos en el país en lo que iba del 2010- tanto del orden federal como del común- únicamente se ha con-denado a 1%. Del total de delitos sólo se denuncia 22%, lo que equivale a cerca de 64.000 denuncias. A su vez, de esta cifra, únicamente 15% se investiga, de las cuales se concluye sólo el 4%11.

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Otro ejemplo: en Bogotá hay una impunidad muy alta por delitos como homicidio y hurto. Según un informe desde el 2007 hasta junio del 2010 hubo 85,6% de impunidad por hurto y 71,2% de impunidad por homicidio12.

Gino Costa13, para el caso de El Salvador, da cuenta de lo incon-gruente que resultan las medidas de mano dura, cuando el sistema penal no funciona. Así en plena época del Plan Súper Mano Dura en el 2005 se detuvo a 3.000 personas por porte y tenencia ilegal de armas de fuego, delito castigado con prisión de hasta ocho años. Al final del año sólo 77 seguían en prisión.

Una segunda crítica viene por el lado de lo que se conoce como los efectos contraproducentes de la inflación penal o el populismo punitivo. Es decir, si los delitos de menor gravedad comienzan a recibir penas muy elevadas y éstas se acercan a aquellas que corresponden a los delitos más graves, se crea un incentivo perverso para cometer crímenes atroces. Por ejemplo puede ser más seguro matar para robar y así la víctima no puede identificar al culpable que simplemente robar, si es que robar tiene penas casi idénticas a las de matar. En el Perú, por ejemplo, con las sucesivas modificaciones a la ley penal, las penas máximas para el robo agravado pueden recibir hasta 25 años de cárcel. Siendo múltiples los factores que convierten el robo en agravado, casi todos ellos terminan teniendo esas características. En el Perú las penas no se suman y un homicidio tiene penas que sólo en algunos casos llegan a los 35 años14.

La tercera crítica señala que lo único que consigue el castigo a la per-tenencia a pandillas es acentuar los lazos internos de solidaridad, hacer a las organizaciones más inaccesibles y colocarlas totalmente fuera de la ley, por tanto más vulnerables a la influencia del crimen organizado15.

b. reDuccIón De lA eDAD De lA ImPutAbIlIDAD PenAl

En la mayoría de países de América Latina están vigentes las protecciones y salvaguardas a niños y adolescentes que establece la Convención de los Derechos del Niño en su Artículo 40.

1. Los Estados Partes reconocen el derecho de todo niño de quien se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse o declare culpable de haber infringido esas leyes a ser tratado de manera acorde

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I. PolÍtIcas De “Mano Dura” Dentro De la ley

con el fomento de su sentido de la dignidad y el valor, que fortalezca el respeto del niño por los derechos humanos y las libertades funda-mentales de terceros y en la que se tengan en cuenta la edad del niño y la importancia de promover la reintegración del niño y de que éste asuma una función constructiva en la sociedad.

2. Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para promover el establecimiento de leyes, procedimientos, autoridades e institucio-nes específicos para los niños de quienes se alegue que han infringido las leyes penales o a quienes se acuse o declare culpables de haber infringido esas leyes, y en particular:

a) El establecimiento de una edad mínima antes de la cual se presumirá que los niños no tienen capacidad para infringir las leyes penales;b) Siempre que sea apropiado y deseable, la adopción de medidas para tratar a esos niños sin recurrir a procedimientos judiciales, en el enten-dimiento de que se respetarán plenamente los derechos humanos y las garantías legales.

3. Se dispondrá de diversas medidas, tales como el cuidado, las órde-nes de orientación y supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, la colocación en hogares de guarda, los programas de enseñanza y for-mación profesional, así como otras posibilidades alternativas a la internación en instituciones, para asegurar que los niños sean tratados de manera apropiada para su bienestar y que guarde proporción tanto con sus circunstancias como con la infracción16.

Las legislaciones locales de la mayoría de países de América Latina han incorporado estos principios, por lo que hay un tratamiento diferenciado de los delitos cometidos por adultos que aquellos cometidos por menores de edad (por lo general, menores de 18 años), a quienes se debe tratar de manera especial y ser incluidos en procesos de resocialización.

Sin embargo hay con cada vez mayor frecuencia hechos delictivos co-metidos por jóvenes en edades cada vez más tempranas. Hay una crítica muy fuerte al hecho de que estos jóvenes, muchas veces en connivencia con adultos que los usan para propósitos delictivos, se benefician indebi-damente de una legislación pensada para otros contextos. Por esa razón hay en América Latina una fuerte tendencia para reducir la edad de la im-putabilidad penal. De hecho algo que en sus respectivos contextos legales

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ocurre ya en los Estados Unidos e Inglaterra, por ejemplo. Hay debates y propuestas muy intensas al respecto que polarizan a la opinión pública.

En Chile se debate rebajar la imputabilidad penal de 14 a 12 años de edad. Quienes se oponen señalan que atentaría contra la esencia garan-tista de la Reforma Procesal Penal indicada en tratados internacionales suscritos por Chile y que se renunciaría anticipadamente a las políticas de prevención17.

En Argentina desde hace más de diez años se desarrolla un debate sobre la necesidad de adecuar el sistema vigente a la realidad de la delincuencia juvenil. En relación a esto, el juez de la Corte Suprema, el prestigiado jurista Eugenio Raúl Zaffaroni sostiene que “hoy se aplican penas a los menores sin proceso penal”, expresando la necesidad de que se dicte una normativa que se ajuste al orden constitucional al tiempo que sugirió bajar la edad de imputabilidad a los 14 años para, de esa forma, garantizar el debido proceso penal18.

En el Congreso de Uruguay, uno de los países menos inseguros de la región está en debate la propuesta del Partido Colorado de bajar la edad de imputabilidad, y ya el gobierno acordó traspasar la Justicia de adolescentes a la Justicia de adultos los antecedentes de los menores de 18 años una vez cumplida la mayoría de edad19.

En Colombia, el alcalde mayor de Bogotá, Samuel Moreno, sostiene que la modificación del código de la infancia y la adolescencia es un tema que se debe hacer “con juicio y responsabilidad”, pero que es necesario tomar medidas que garanticen que esta situación no se siga presentando y que no haya impunidad20. En cambio, la Procuraduría sostiene que juzgar a los menores de edad como si fueran adultos es “una opción que está en contravía de la Convención de los Derechos del Niño, que demanda un tratamiento diferencial para esta población debido a su minoría de edad”. Esta medida no contribuiría a nada más que trasladar la problemática del infractor juvenil a una franja etaria inferior. “Concebir un Sistema de Justicia Juvenil sin justicia restaurativa y sin la finalidad de la reintegra-ción social para los adolescentes, es cercenar toda posibilidad de eficacia a este sistema”21.

En El Salvador, la Asamblea Legislativa ha aprobado elevar la pena máxima para menores que infrinjan la ley, pasando de 7 a 15 años el número de años en centros de internamiento para menores de 18 años. Todas las fracciones legislativas apoyaron la propuesta, que no gozaba del

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I. PolÍtIcas De “Mano Dura” Dentro De la ley

apoyo del Instituto Salvadoreño de Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (Isna)22.

Los ejemplos anteriores tomados de gobiernos con orientaciones po-líticas e ideológicas muy diferentes son bastante reveladores de que las estrategias de respuesta a la inseguridad ciudadana no son muy diferentes en América Latina, al margen de si los gobiernos están más a la izquierda o más a la derecha. Ello se verá ratificado en diversas secciones posteriores de este trabajo.

c. Incremento sIgnIfIcAtIVo De lA PoblAcIón encArcelADA

En términos generales la población carcelaria en América Latina es relativamente baja en relación con su población y más todavía con los niveles de criminalidad existentes.23

La baja tasa de población penal está asociada a la poca efectividad del sistema judicial. Estamos abismalmente lejos de la situación de Estados Unidos, que tiene casi tres millones de personas en la cárcel,24 convir-tiéndose en el país del mundo con más personas encarceladas per cápita. De hecho los relativamente altos niveles de seguridad que existen en los Estados Unidos, al menos en comparación con aquellos más al sur del continente, se convierten en un argumento usado a favor de enfrentar el delito, asegurándose de que los responsables pasen el mayor tiempo posible en la cárcel para evitar que vuelvan a incurrir en hechos de esta naturaleza.

Sin embargo, es muy difícil aislar ese factor para determinar si se ha producido una reducción en la criminalidad como consecuencia del in-cremento de la población encarcelada. Quienes argumentan a favor de ello pueden mostrar, por ejemplo, cómo en el estado de Sao Paulo el incremento masivo en el número de prisiones y de presos ha coincidido en el tiempo con una reducción significativa de la criminalidad. El nú-mero de personas en prisión ha pasado de 53.177 en 1999 a 130.814 en el 2009, un aumento de 180%. El estado de São Paulo tiene 46 cárceles con capacidad para 96.000 presos.

Otro ejemplo en la misma línea es el de Chile, que tiene uno de los niveles de inseguridad más bajos y tiene una de las tasas de encarcelamiento más altas de la región. No obstante, en ambos casos replicarían los críticos, que no es posible probar que ése sea el factor decisivo en la reducciónde

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la criminalidad. Incluso en el caso de Sao Paulo se puede dar cuenta de los efectos que tiene la concentración de criminales en las cárceles para la seguridad ciudadana en las ciudades.

El caso más famoso es el del Primeiro Comando da Capital – PCC, la más grande y más poderosa organización criminal que opera en las cárceles de São Paulo. Comenzó en 1993, explica el investigador Mingardi, y al principio fue vista como una asociación de presos más, que aglutina a los presos en torno a la defensa de sus derechos, a la unión entre ellos contra un enemigo común, la administración penitenciaria. Cuenta a su vez con un estatuto de organización, y al final de la década la organización cobró fuerte presencia copando el sistema penitenciario de São Paulo25.

En términos generales el problema principal a nivel penitenciario en América Latina termina siendo no sólo la cantidad de presos que existen en las cárceles, sino todo lo que ocurre en el mundo carcelario. Latinoamérica presenta una tasa de población penitenciaria de 145 por cada 100.000 habitantes, con aproximadamente 54% de detenidos sin condena y –más grave aún– un nivel de ocupación carcelario cercano a 140% (Pnud)26.

Con bajos presupuestos, altísima corrupción, pavorosos niveles de ha-cinamiento, condiciones de salubridad extremadamente malas, carencia de criterios de clasificación adecuada por tipo de delincuente, programas de rehabilitación virtualmente inexistentes, las cárceles latinoamericanas terminan siendo, en términos generales, un problema adicional más que una solución efectiva.

En Argentina, por ejemplo, según Roberto Cipriano, coordinador del Comité contra la Tortura de la Comisión Provincial de la Memoria, “las cárceles son escuelas de delincuentes donde los detenidos se perfeccionan en malas artes y egresan con mayor violencia y resentimiento social”. El organismo difundió su informe anual sobre la situación carcelaria en territorio bonaerense, que revela el incremento de la población de de-tenidos. Hay 30.132, de los cuales unos 4.400 están en comisarías, con una sobreocupación del 64% y persistencia de casos de malos tratos. El informe sostiene que en las cárceles provinciales se registra un incremento de hechos violentos acontecidos en lugares de detención: de 7.027 epi-sodios informados en 2008; en 2009 creció a 7.481, lo que implica un promedio de 623 hechos mensuales, según datos del Servicio Penitenciario Bonaerense27.

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I. PolÍtIcas De “Mano Dura” Dentro De la ley

Chile no es ajeno al problema, pese a ser uno de los países de América Latina que más cárceles ha construido y que además ha introducido el sistema de cárceles concesionadas28. En el diciembre del 2010, el incendio en la Cárcel de San Miguel, luego de una riña entre reos dejó un saldo de 81 muertos. A raíz del hecho, el Presidente Sebastián Piñera señaló que “las condiciones en esta cárcel son inhumanas” y que “la situación no daba para más”. Un editorial de El Mercurio al día siguiente de la trage-dia sostenía que “construir cárceles no supera lo obsoleto del régimen de custodia de los reclusos ni el hacinamiento de los mismos, pues los nuevos penales se ven rápidamente copados y sobrepoblados. Baste notar que el de San Miguel, construido en la década de 1980 y refaccionado más tarde, tenía una capacidad para 1.100 reos, pero ayer se aglomeraban en él 1.961 casi el doble. Es ilusorio imaginar que en esas condiciones pueda existir rehabilitación (función legal que compete a Gendarmería, pero imposible de cumplir)”29.

En Venezuela, 366 presos murieron en prisiones en el año 2009. En los últimos nueve años ha muerto violentamente el equivalente a casi cinco penales. La infraestructura penitenciaria está deteriorada y es in-

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Tasa de población penal cada por 100 mil habitantes en américa latina y el caribe (2008)

Fuente: Elaboración propia a base de International Centre for Prision Studies (ICPS), 2009

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suficiente. Hay un deficiente mantenimiento: filtraciones de aguas ne-gras, alcantarillado obstruido, insuficiente ventilación, servicios sanitarios en condiciones infrahumanas, ausencia de agua potable; contaminación ambiental, deficientes condiciones sanitarias y atención médica, carencia de insumos médicos, personal insuficiente y no permanente, retrasos para los traslados a centros de salud. A nivel de la situación procesal, diferi-mientos y suspensiones de audiencias por causa ajena a la población reclusa, falta de una buena gerencia penitenciaria, imposibilidad de efectuar los traslados a los tribunales por falta de medios de transporte, de combustible, de las herramientas de seguridad (no hay esposas) o por no haber personal de custodia disponible. Existen casos de reclusos que tienen más de dos años privados de libertad, sin que se haya dictado sentencia condenatoria definitiva30.

La cantidad de procesados sin condena es un problema común a otros países. Veamos, por ejemplo, lo que ocurre en América Central:

A todo lo anterior se suma que en muchos países las organizaciones criminales se mantienen y fortalecen al interior de las cárceles. Muchos de los delitos que se cometen en el exterior son preparados y dirigidos desde las cárceles. Así por ejemplo según el Consejo Nacional de Derechos Humanos el Distrito Federal de México —que tiene el peor sistema pe-nitenciario de todo el país, según los datos del Diagnóstico Nacional Penitenciario 2009, elaborado por la CNDH— las cárceles sirven para formar bandas, ordenar secuestros, extorsionar telefónicamente, reclu-tar sicarios a las órdenes del crimen organizado o conformar redes de prostitución31.

Finalmente está el conocidísimo problema de cómo delincuentes de poca monta terminan convirtiéndose en criminales de mayor vuelo luego de su paso por el sistema carcelario.

Catalina Pérez Correa señala que “Las cárceles en México alojan a una población bastante homogénea constituida principalmente por hombres jóvenes de recursos escasos. Un gran número de ellos —cerca de 37%— está acusado por delitos de robo simple (sin violencia), por cantidades menores a los 5 mil pesos. El 42% de la población total está en proceso y no ha recibido sentencia. Estos hombres (y mujeres) permanecen recluidos por un corto plazo, después del cual regresan a sus poblaciones con ahora mayores desventajas para obtener algún empleo legal. Las cárceles no sirven ni para reeducarlos, ni para convencerlos de no delinquir, ni para lograr

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I. PolÍtIcas De “Mano Dura” Dentro De la ley

sentimientos de solidaridad o de obediencia. Si contribuyen en algo es en incentivar la reincidencia al exponerlos a una realidad violenta en la que son explotados y marginados. Las cárceles ni reeducan, ni resocializan, ni previenen el delito. A un costo por encima de los 12.000 millones de pesos anuales (¡33% del presupuesto para seguridad pública!) y con las enormes necesidades en materia de seguridad y prevención del delito que tenemos, se vuelve indispensable repensar la asignación de los recursos para seguridad pública y el uso que hacemos de las cárceles”32.

D. fuerzAs ArmADAs en tAreAs De segurIDAD

América Latina, como todos sabemos, tiene una historia complicada en re-lación con el rol de los militares. Las más de las veces, por iniciativa propia o con apoyo de civiles siempre dispuestos a caer en la tentación autoritaria –como forma de resolver los problemas– han gobernado nuestros países.

El retorno a la democracia es un proceso bastante reciente, en donde el nuevo rol de las Fuerzas Armadas subordinadas a la autoridad civil viene siendo trabajosamente conseguido, no sin grandes altibajos.

No obstante, como consecuencia de esta ya prolongada ola de inse-guridad que asola a la región, muchísimas voces han demandado que los

Presos sin condena (porcentajes)País Porcentaje

Belice 23

Costa Rica 22

El Salvador 32

Guatemala 51

Honduras 79

Nicaragua 21

Panamá 53

Fuente: Flacso. 2008. Dammert, Lucía; Zuniga, Lisa. La cárcel: problemas y desafías para las Américas. Flacso, Santiago de Chile [en linea]. Disponible en: http://www.flacso.cl/flacso/documentos/rss_2008_4.pdf (recuperado: 25 de enero de 2009).

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militares asuman un rol, sea de apoyo o protagónico, en la protección a los ciudadanos de los efectos de la inseguridad.

Para fines de este texto creo que es pertinente separar el caso de México –donde el presidente Calderón ha comprometido a 60.000 efectivos del Ejército en el combate al crimen organizado- del resto de los otros países, no sólo por la historia particular de las Fuerzas Armadas, sino por las ca-racterísticas del fenómeno criminal que enfrentan. No estoy sosteniendo que no haya un debate importante sobre si las Fuerzas Armadas deban participar -algo que a mí también me deja severas dudas- sino que estamos ante un fenómeno atípico y diferente propio de en la región con respecto al problema de la seguridad ciudadana.

En varios países de América Latina ante la percepción de fracaso po-licial y de la inseguridad creciente se ha recurrido a las Fuerzas Armadas para que realicen distintas funciones policiales. Ello se facilita porque en la mayoría de los países las Fuerzas Armadas gozan ahora de mayor apro-bación y legitimidad que otras instituciones del Estado como las policías, el Poder Judicial o las Procuradurías.

En El Salvador el presidente de la República, Mauricio Funes, anunció en noviembre del 2009, que por seis meses las Fuerzas Armadas de El Salvador participarán en las tareas de combate delincuencial, en conjunto con la Policía Nacional Civil (PNC). De hecho ya había 1,200 efectivos militares en las calles y con esta decisión la presencia aumentó significa-tivamente en los departamentos de Sonsonate, La Libertad, San Miguel, Santa Ana y San Salvador, en 19 municipios y 28 localidades donde se ha detectado mayor porcentaje delincuencial33. La medida se mantiene y como se sabe los niveles de inseguridad en el país no han mejorado.

En Honduras un decreto presidencial aprobado en abril del 2010 con-templaba la creación de una fuerza de tarea conjunta conformada por la policía y las Fuerzas Armadas de Honduras, para operativos de seguridad en aquellas zonas que se consideren conflictivas a nivel nacional. De esta forma, la policía cuenta con el apoyo de los militares para efectuar ope-rativos de seguridad en las zonas más conflictivas del país. El mandatario indicó que lo que se hizo al aprobar el decreto es “autorizar a la policía para que cada vez que requiera a las Fuerzas Armadas, éstas le presten su colaboración”34.

En Ecuador han habido diversos momentos y formas de participación de las Fuerzas Armadas en seguridad, pero en la nueva Constitución de

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I. PolÍtIcas De “Mano Dura” Dentro De la ley

Montecristi se limitó el papel de las Fuerzas Armadas a la defensa de la soberanía y la integridad territorial y impidiendo así, que intervengan en asuntos de seguridad interna (artículo 158)35. Sin embargo, a raíz de la asonada policial, en la que el presidente estuvo de rehén en setiembre del 2010, las cosas han cambiado. El presidente Rafael Correa, envió a la Asamblea un proyecto de Ley Reformatoria a la Ley de Seguridad Pública que contiene dos artículos y busca dar legalidad las acciones de las Fuerzas Armadas en la custodia del orden interno.

De esta manera se trata de otorgarles la potestad de intervenir en la protección interna y el control del orden público y restricción al delito, siempre y cuando lo disponga el jefe de Estado. Además de dar forma legal al control de armas, inteligencia anti-delictiva y otros operativos afines36.

Es importante señalar que en los distintos países en donde se imple-menta o se reclama este tipo de medidas, la presencia militar tiene un valor simbólico importante para la población y, por lo tanto, altos grados de aceptación. No se puede descartar, entonces, que en otros países ante el recrudecimiento del problema se empiecen discutir alternativas similares.

Ello no significa que los militares compartan esta visión. Hay casos en que lo ven como una oportunidad de relegitimar su rol ante la sociedad y de paso obtener mayor presupuesto; pero también otros en los que se percibe como un riesgo por las futuras implicancias políticas y legales de sus intervenciones, recordando los procesos de sanción que se vivieron al final de conflictos internos y/o dictaduras.

Quienes critican a la presencia militar en la seguridad ciudadana señalan varios problemas. El primero que significa un retroceso político impor-tante con respecto al papel de las Fuerzas Armadas en asuntos internos que, además, como es sabido llevó a masivas violaciones a los derechos humanos. Si bien, como he dicho, en México es otro el contexto, una de las críticas más importantes que reciben allá los militares son las violacio-nes a los derechos humanos y la virtual impunidad en la que quedan en la actual lucha contra las drogas37.

Una segunda crítica importante viene por el lado de la especialidad de la función policial y del desconocimiento militar de las tareas de seguri-dad ciudadana. Las policías modernas están concebidas para la protección de los derechos y libertades de los ciudadanos, mientras que las Fuerzas Armadas para el enfrentamiento y virtual destrucción de enemigos. Esa

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es la formación militar y es correcto que sea así, pero aplicarla a los pro-blemas de seguridad ciudadana puede traer consecuencias muy negativas.

Hay quienes sostenemos que lo que está en juego es una asignación integral de prioridades y funciones. Si bien esto es difícil de llevar a la práctica, por el poder de facto que tienen los militares en nuestros países, una evaluación objetiva de cuáles son las amenazas reales para las perso-nas y la seguridad del Estado indica que, en la mayoría de los casos, son aquellas que requieren un enfrentamiento policial y no militar. Ello de-biera generar, entonces, una discusión pública sobre prioridades de gasto, en vez de ir por el camino de una falsa solución que desprofesionaliza a los militares haciéndolos actuar en un campo que no conocen y para el cual no han sido preparados; postergando, además, el fortalecimiento y profesionalización de las policías.

Más policías bien formados y un núcleo militar más pequeño, pero bien preparado, parece ser una alternativa más sensata; claro si abstrajéramos la presión de los poderes fácticos y el peso de las tradiciones autoritarias de la región, que atribuye a los militares un rol tutelar ennuestras vidas.

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II. PrÁCtICAS ILEGALES Y VIoLACIoNES DE

LoS DErECHoS HuMANoS

La irrupción de los fenómenos delincuenciales en las ciudades de América Latina en los años setenta y ochenta encontró a la región todavía bajo gobiernos autoritarios o con culturas democráticas y

de respeto a los derechos humanos muy incipientes. Ello facilitó la puesta en práctica de un conjunto de prácticas ilegales

y abiertamente violatorias de los derechos humanos que muchas veces continúan hasta hoy.

A. elImInAcIón físIcA De los sosPechosos Del DelIto

Desde el Estado, como también desde la sociedad, se creyó posible -y acep-table- acabar con el problema “eliminando” a sus perpetradores. Fue así que se desarrollaron, sobre todo en algunas ciudades de Brasil y Colombia, estrategias de limpieza social por parte de escuadrones clandestinos. Según todos los indicios y sospechas estaban formados por miembros de las poli-cías que mataban a personas sospechosas de estar vinculadas a un crimen determinado o, incluso, a quienes por su situación socio familiar, modo de vida, etcétera eran considerados futuros criminales.

Los casos más horrendos han tenido lugar en Río de Janeiro con el exterminio de niños y adolescentes. En Medellín, Bogotá y Cali tam-bién hubo operaciones de limpieza social de gran envergadura, contra los llamados “desechables”. Esto debe haber ocurrido también, aunque en menor escala, en otras ciudades y países, pero las informaciones son menos sistemáticas.

El fenómeno, llamado de “exterminio de menores” pobres y en general involucrados en delitos que van desde pequeños robos hasta asaltos a mano armada, fue denunciado por primera vez en Brasilia, en octubre de 1989, durante el primer Encuentro Nacional de Chicos y Chicas de la Calle, movimiento fundado en 1988 después de que la Conferencia Nacional

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de Obispos Brasileños (CNBB), lanzara una campaña de solidaridad con los niños de la calle.

Hasta entonces, las autoridades ignoraban el problema, y el anterior gobierno del estado de Río de Janeiro se esforzaba por hacer creer que se trataba de pequeñas víctimas de arreglos de cuentas entre traficantes de drogas, que los empleaban como mano de obra. La Policía Militar, adscrita en cada estado al gobierno estadual, fue señalada como la princi-pal responsable del asesinato de 7.000 menores entre 1988 y 1991, según el informe “El estado en Brasil impotente frente a asesinatos de niños” elaborado por una comisión parlamentaria especial38.

En Colombia este fenómeno de violencia empezó en la ciudad de Pereira en 1979 como una medida de seguridad ciudadana que apuntaba a contrarrestar el aumento desmedido de ladrones en la ciudad. Muchos de ellos fueron marcados en la cara y en las manos con tinta indeleble para ser identificados fácilmente. Esto fue preparando el terreno para salidas más drásticas frente a la situación de inseguridad de la ciudad, que fueron cristalizándose en el hallazgo de una serie de cadáveres que en un prin-cipio parecían casos aislados, pero que finalmente no lograron ocultar el inicio de una práctica sistemática ejecutada por los llamados Escuadrones de la Muerte. La experiencia iniciada en Pereira se extendió a ciudades como Medellín y Bogotá en 1980. Carreteras y parajes solitarios fueron los sitios más comunes para el hallazgo de cuerpos con las manos atadas, con señales de tortura y baleados en la cabeza; generalmente era muy difícil reconocer laidentidad de estas personas39.

Veinte años después, aunque de manera menos sistemática, prácticas con estas características continúan en América Latina. No han desaparecido las ejecuciones extrajudiciales de delincuentes, la tortura a detenidos, los procesos con pruebas sembradas o la simple sospecha o acciones en contra de personas, cuyo aspecto coincide con el estereotipo delincuencial.

Para empezar continúan en Brasil. En el 2009 Human Rights Watch analizó 51 casos en que la policía habría ejecutado a presuntos delincuentes y posteriormente informado que las víctimas habían muerto en enfren-tamientos armados por resistir a ser detenidos. Señaló, también, que cada año, la policía de Río y Sao Paulo mata a más de 1.000 personas en el marco de estos supuestos enfrentamientos. Si bien algunos de estos ho-micidios por “resistencia” de los cuales es responsable la policía son actos legítimos en defensa propia, el informe comprobó que muchos son ejecu-

II. PRÁCTICAS ILEGALES Y VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS

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ciones extrajudiciales. Human Rights Watch obtuvo evidencia confiable en 51 casos de “resistencia” que refutan las afirmaciones de los policías que alegaron que las víctimas habrían muerto durante enfrentamientos armados. Por ejemplo, en 33 casos, las pruebas forenses contradicen la versión oficial de los hechos, y los informes de autopsia indican que en 17 casos, la policía había disparado a las víctimas a quemarropa. Los 51 casos no representan la totalidad de las posibles ejecuciones extrajudiciales, pero, como concluye el informe, muestran la existencia de un problema mucho más generalizado40.

La magnitud y lo frecuente de lo que acontece se ilustra muy bien en los dos gráficos que siguen elaborados por el investigador Michel Misse para el caso de Río de Janeiro.

Sin la misma magnitud, este fenómeno ocurre, también, en otros países. Diversos ejemplos lo ilustran.

civiles muertos por la policía vs policías en servico asesinados por civiles

RÍo De JaneiRo 1998 – 2009

Fuente: Michel Misse. “Crime Organizado e Crime Comum no Rio de Janeiro: diferenças e afinidades” Ponencia presentada en el Seminario “Crimen común y crimen organizado en ciudades de América Latina: intersecciones y diferencias”, organizado por el Woodrow Wilson International Center for Scholars, Washington DC, Estados Unidos, el 19 de mayo del 2010.

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Así en el Perú se descubrió que escuadrones de la muerte actuaban al interior de la Policía en la ciudad de Trujillo. El periodista Ricardo Uceda ha documentado que 46 delincuentes fueron asesinados a balazos por la Policía en Trujillo entre el 2007 y el 2008. Mientras que el jefe policial de La Libertad informó que eran 56 los delincuentes muertos en esa ciudad en enfrentamientos con la policía. En un caso típico de la versión oficial, los integrantes de una patrulla –de casualidad o avisados por terceros– sorpren-den asaltando a dos o más ladrones. Estos huyen, disparando a los policías, quienes, al darles el vuelto, los matan. Acto seguido, las pericias balísticas demostrarían que los abatidos estaban armados y que sus armas fueron disparadas. La prensa local y algunos medios de Lima han hablado de un grupo de ejecuciones dirigido por el coronel PNP Elidio Espinoza, ex jefe del Escuadrón de Emergencia Este y hoy a cargo de la Divincri. A su vez, la policía, con un indisimulado apoyo político del gobierno, as-cendió y premió a Espinoza, para quien el Ministerio Público pide cadena perpetua41. La situación, según Uceda, es el resultado directo del Decreto Legislativo 982, de julio del 2007, que eximió de responsabilidad penal

civiles sospechosos muertos en confrontaciones con la polícia en Rio de Janeiro, estado e capital:

1993-2008. números absolutos

Fonte: Instituto de Segurança Pública e Necvu-UFRJ

II. PRÁCTICAS ILEGALES Y VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS

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a policías que “en cumplimiento de su deber y en uso de sus armas en forma reglamentaria, causen lesiones o muerte”. La racha de muertos por enfrentamientos comenzó precisamente en agosto del 2007. Terminó a fines del año 2008, cuando empezó a actuar una asociación trujillana de defensa de los derechos humanos de los delincuentes42.

Prácticas de esta naturaleza ocurren también con frecuencia en Guatemala, Honduras, El Salvador y, en el contexto de la “guerra contra los narcos”, en México.

Amnistía Internacional acusó en diciembre del 2009 al Gobierno de Guatemala de tolerar ejecuciones extrajudiciales supuestamente cometidas por agentes de la Policía Nacional Civil (PNC), bajo la práctica de limpieza social” de delincuentes. Amnistía Internacional aseguró que “continúan denunciándose homicidios cometidos por agentes de policía, a menudo de jóvenes con antecedentes policiales o sospechosos de participar en delitos”. “A pesar de los reiterados informes e investigaciones de organi-zaciones locales e internacionales de derechos humanos, el problema de la implicación policial en ejecuciones extrajudiciales persiste”, señala el informe. Debido a que las autoridades guatemaltecas no investigan estos homicidios, Amnistía Internacional pidió al Gobierno “que cumpla con la obligación que le impone el derecho internacional de los derechos humanos de proteger el derecho a la vida y poner a disposición judicial a quienes lo violen”43.

En El Salvador, en febrero del 2010, a raíz de los asesinatos en grupo de supuestos pandilleros, tanto en Suchitoto como en Tonacatepeque, se despertó la sospecha de que podría tratar de grupos de exterminio o de limpieza social. En varios lugares, como Ciudad Delgado y Soyapango, se distribuyeron panfletos de supuestos “grupos de exterminio” que han advertido llevar a cabo acciones contra la delincuencia. En Internet circula un comunicado atribuido al presunto grupo llamado La Calle Negra, que amenaza con ejecutar pandilleros y advierte que no tendrá respeto o compasión con los familiares de los delincuentes. Incluso, indican que actuarán de manera violenta en cualquier lugar y hora44.

En su Informe sobre Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos 45 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señala que “las políticas de seguri-dad ciudadana históricamente implementadas en numerosos Estados de las Américas se han caracterizado, en términos generales, por su desvincu-lación de los estándares internacionales en materia de derechos humanos

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y en muchos casos, en nombre de la prevención y el control del crimen y la violencia, se ha apelado al uso de la fuerza en forma ilegal y arbitraria”. Agregan: que “A pesar de las transiciones políticas y la generación de re-formas constitucionales y legales, los aparatos institucionales vinculados a las fuerzas de seguridad aún preservan características autoritarias y los mecanismos judiciales destinados a asegurar la transparencia y la rendición de cuentas aun muestran debilidades. En suma, las instituciones vinculadas al Poder Judicial, el Ministerio Público, la Policía y el sistema penitencia-rio, no han desarrollado capacidades para responder eficazmente, mediante acciones de prevención y de represión legítima, al crimen y la violencia”.

Varios factores han hecho que este tipo de prácticas disminuyan de manera importante y que tengan que ser llevadas a cabo de manera más marginal y clandestina. Las dos razones principales son, a mi juicio, una fuerte reacción de las sociedades latinoamericanas, en las que estos fenó-menos ocurrían que generó un rechazo moral a los métodos y una conmo-ción por las víctimas, en las que se mezclaban, indistintamente, culpables e inocentes. Este rechazo vino acompañado de una intensa actividad de denuncia de la comunidad internacional, que respaldaba las denuncias de grupos de derechos humanos locales.

Una segunda razón es que el método resultó ser ineficaz y contrapro-ducente. En ninguna de las ciudades en las que estas prácticas brutales se llevaban a cabo se redujo la criminalidad. Probablemente dentro de los muertos hubo tantos inocentes como criminales, pero los hechos delic-tivos continuaron ocurriendo con igual o mayor intensidad. No sólo era inmoral e ilegal, sino ineficaz.

Estamos, entonces, ante una práctica que si bien continua ocurriendo está socialmente deslegitimada, lo que no significa que no tenga defenso-res, sino que éstos deben disimular o esconder sus puntos de vista.

b. regulAcIón IlegAl Del DelIto Por PArte De lA PolIcíA

Otra manifestación de estas prácticas ilegales por fuera de la ley como consecuencia de la existencia del crimen es la convivencia de sectores de los cuerpos policiales con la actividad criminal. Ello va desde la simple corrupción que protege a los criminales para no ser detenidos o para ser liberados, hasta el involucramiento directo de cuerpos policiales o sectores de ellos en las mismas actividades criminales “regulando el crimen” en connivencia, además, en muchos casos con sectores políticos corruptos.

II. PRÁCTICAS ILEGALES Y VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS

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Dentro de los múltiples ejemplos que se pueden mostrar, demos cuenta de la “regulación del crimen” de la Policía bonaerense tan bien documen-tada por Marcelo Sain.

Según Sain “el tráfico y comercialización de drogas ilegales, el robo de vehículos, la prostitución asentada en la trata de personas y de su explota-ción sexual, así como otras iniciativas propias del crimen organizado, se han estructurado sobre la base de mercados ilegales de bienes y servicios que han tenido una creciente demanda de consumo y cuya estructura-ción ha conllevado la conformación de complejas empresas económicas de carácter criminal que no se expandieron como consecuencia de la alta marginalidad urbana sino, más bien, de la protección y la regulación policial así como también de las deficiencias y/o las connivencias judiciales y del des-interés político ante la problemática criminal y de la seguridad, aunque en un sentido más mediatizado. Dicho de otro modo: el factor determinante del

Fuente: LAPOP 2009, “Perspectivas desde el Barómetro de las Américas”, disponible en <www.AmericasBarometer.org>.

Porcentaje de personas que reportan haber sido maltradas por la policia en los últimos doce meses, 2008

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despliegue y expansión de los mercados ilegales estructurados en el ámbito provincial y de las redes criminales que lo abastecen y reproducen está dado por la connivencia y protección policial. Y lo es porque de esa salvaguarda proviene el grueso de los fondos que engrosan el sofisticado sistema de recaudación ilegal de dinero que financia parte de la institución y de su cúpula directiva”46.

En Rio de Janeiro se da también ese fenómeno de “regulación” del cri-men por parte de la policía. En los años noventa la policía en las favelas de Rio das Pedras, en Río de Janeiro, empezó a dar protección a los residentes con el objetivo de prevenir que los narcotraficantes se establecieran en el barrio. Se asociaron con dirigentes locales con ambiciones políticas. El acuerdo fue un éxito en la prevención de la entrada de los narcotraficantes y en ejercer control social en el barrio, aunque a costa de pagar cuotas de protección. El modelo se ha extendido a otros barrios de la Zona Oeste de Río de Janeiro, dando lugar a una organización mafiosa llamada Liga de la Justicia, cuya ala política estuvo representada por diputados y ayun-tamientos. La parte armada fue bautizada, en el 2006, como “milicias”.

La “Liga” ha sido fuertemente reprimida después de las denuncias, pero las milicias siguen existiendo. El fenómeno de las milicias es más variado que lo que el nombre indica, ya que combina diferentes modalidades de control territorial, aunque todos tienen en común la justificación de la “ausencia del Estado”, para ocupar el lugar de tráfico de drogas y ofrecer en su lugar, una serie de bienes y servicios ilegales.

En la actualidad hay cerca de 90 barrios bajo el control de las “milicias”. En todos ellos hay un grupo armado que controla la distribución de los cilindros de gas, los servicios ilegales de Internet y televisión por cable, y en algunas zonas, el transporte público ilegal de vehículos de pasajeros como furgonetas. También evitan que el tráfico de drogas se instale en la zona, aunque hay casos en que las milicias han “vendido” su territorio de narcotraficantes, si no obtienen los beneficios esperados47.

México también tiene problemas graves de involucramiento de las Policías en el manejo de actividades delictivas. Ello es especialmente cierto para el caso de las policías municipales, algunas de ellas cuerpos muy pe-queños y poco profesionales, lo que ha llevado al inicio de una reforma orientada a su eliminación y concentración de sus funciones en el nivel estatal. Ana María Salazar lo resume del siguiente modo: “La realidad es que en pocos municipios del país los policías locales cumplen su función. En muchas entidades se han convertido en el brazo armado del crimen

II. PRÁCTICAS ILEGALES Y VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS

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organizado, en otras ciudades estas corporaciones se dedican al espionaje y la recolección de inteligencia para alguna banda criminal; en otras entidades, simple y llanamente, no hacen nada, ya sea por el miedo, la incompetencia o la corrupción”48.

Finalmente, y con sus particularidades, otro caso que merece men-ción fue el manejo discrecional del narcotráfico por parte de Vladimiro Montesinos49 en el Perú de los años noventa, que llevó incluso a algu-nas agencias norteamericanas a confundirlo -como en su momento hi-cieron con Noriega en Panamá- como aliado leal en la lucha contra el narcotráfico50.

c. los lInchAmIentos

Finalmente otra práctica ilegal en el manejo de la seguridad ciudadana que quisiera resaltar es aquella que surge de la reacción desesperada de poblaciones poco protegidas por el Estado frente a la criminalidad y que se sienten impotentes ante la delincuencia que no sólo afecta el poco pa-trimonio que poseen, sino que pone en riesgo su tranquilidad y sus vidas. Me refiero a la extendida práctica de linchamientos de delincuentes -o personas sospechosas de serlo- en comunidades rurales o ciudades pobres de muchos países de América Latina. Casos notorios han tenido lugar, por ejemplo, en Guatemala, Ecuador y las zonas altoandinas de Perú y Bolivia.

Así, entre marzo de 1994 y marzo de 2008, en Ecuador se registraron un total de 153 muertes causadas por linchamiento, según estadísticas de la Policía Judicial (PJ). Según la misma fuente en el mismo período hubo 165 personas heridas como resultado de linchamientos. Muchos de ellos fueron rescatados a medio morir, quemados, torturados o golpeados por miembros de las fuerzas del orden51.

Cifras de Copredeh del año 2008 señalan que fueron 12 los linchados en Guatemala, y que a septiembre del 2009 se contabilizaban 15. Sin em-bargo, las estadísticas del Grupo de Apoyo Mutuo señalan que entre enero y septiembre del 2009 se registraron 110 casos de intento de linchamiento, de los cuales 28 fueron consumados52.

Algo similar ocurre en el Perú, en la zona indígena de Puno, fronteriza con Bolivia. Entre el año 2008 y septiembre del 2009 se registraron 44 linchamientos. La mayoría de estos actos se concentró en Juliaca, donde la población acostumbra hacer justicia con sus propias manos. Si el detenido

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es sorprendido robando, la turba lo toma cautivo, lo ata a un poste y lo queman vivo53.

En Bolivia, los linchamientos se escudan en la “justicia indígena” y hay un gran debate sobre si los usos ancestrales de los pueblos precolombinos, consagrados en varias constituciones americanas, justifican asesinatos y torturas54.

No hay ninguna evidencia de que en los lugares en que estos lincha-mientos ocurren hayan solucionado los problemas de criminalidad que preocupan a la población, es más, crean un problema adicional, en la medida en que estas poblaciones, a sabiendas de que han actuado fuera de la ley, tienden a tener una relación con el Estado mucho más distante, lo que a su vez genera un terreno propicio para otras actividades delictivas.

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III. DIVErSAS MoDALIDADES DE PrIVAtIZACIóN DE LA SEGurIDAD

Una de las más extendidas formas de respuestas de la sociedad a la falta de seguridad ha sido la de procurársela por fuera de la acción del Estado.

El desarrollo de las compañías privadas de seguridad formales para proteger el patrimonio de empresas y garantizar la seguridad de personas de altos recursos, ha sido enorme en América Latina en los últimos años. En el 2007 se estimaban en 2.5 millones los guardias privados en la región. Las ventas de empresas líderes en seguridad se estiman en US$ 23.000 millones, lo que equivale a 24,5% de sus ingresos totales55.

Estudios recientes ponen en evidencia el crecimiento de la oferta pri-vada de seguridad a nivel mundial. En este sentido, estas investigaciones señalan que, en el período anterior a la actual crisis económica internacio-nal, los emprendimientos privados comerciales o industriales relacionados con la seguridad en los principales mercados del mundo mostraron un crecimiento extraordinario, que llegó entre los años 2001 y 2005 a tasas que oscilaban entre 8% y 9%, lo que implica un incremento dos veces más rápido que el conjunto de la economía mundial, siendo superadas solamente por el crecimiento de la industria automotriz durante el mismo período. En América Latina, el crecimiento del mercado de bienes y ser-vicios de seguridad privada en los últimos 15 años se estima en un 11%56.

A estas alturas hay países donde las personas que trabajan en la seguri-dad privada superan ampliamente el número de efectivos de las policías. Hay casos impresionantes como el de Guatemala y Honduras, en donde los efectivos de compañías privadas son entre cinco y diez veces más que los policías. En general, no hay ningún país de Centroamérica que tenga más policías que efectivos de seguridad privada.

De acuerdo a otra fuente en Guatemala existen 218 empresas parti-culares de seguridad que emplean aproximadamente a 150.000 agentes, 18.600 policías, 15.500 miembros del Ejército, 3.000 de ellos involucrados en tareas de seguridad interna; 3 millones de armas ilegales en manos de civiles y 50 millones de municiones vendidas cada año57.

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En Chile hay tres veces más guardias de seguridad y vigilantes priva-dos que policías. Cada semana, Carabineros evalúa a unas 1.650 personas que quieren ingresar o mantenerse en el rubro. Sus servicios reportan un promedio de al menos US$ 37.000 millones al mes a la industria. Existen más de 1.000 empresas con una facturación que bordea los US$ 1.000 millones58.

En Argentina hay 200 mil vigilantes en 800 empresas privadas que recaudan al mes 800 millones de pesos. Mientras el presupuesto destinado del Estado para la seguridad nacional, durante el 2010, fue 9.892 millones. Así, estas empresas recaudan más que la suma del presupuesto de seguridad y el presupuesto para la salud pública del Estado59.

A los vigilantes privados propiamente dichos hay que sumar a los poli-cías que son autorizados por sus instituciones trabajar para el sector privado, usando su arma y uniforme, en sus días libre o periodos de vacaciones.

La seguridad privada plantea una serie de problemas. Entre los más no-torios se puede mencionar la carencia de una regulación estatal adecuada, no estando claramente determinados los límites de su actuación, ni menos aún las obligaciones de cooperación con las autoridades y la fuerza pública de seguridad. Las empresas privadas de seguridad tienen, además, arsenales de armas cada vez de mayor calibre, lo que plantea un evidente conflicto con el monopolio público de las armas de fuego. Su personal en muchas ocasiones puede entrar en conflicto con ciudadanos y produciendo abusos de distinta naturaleza.

Además, está el incentivo perverso de negocios que florecen cuando la percepción de la sociedad sobre la inseguridad crece, creando un ali-ciente a determinados sectores empresariales por favorecer un clima de esta naturaleza.

El hecho de que un sector de la población pueda garantizar su segu-ridad por fuera de los servicios públicos que el Estado provee gracias a los recursos que posee, se convierte en un factor adicional de división, desigualdad y exclusión social. Todo lo anterior agudizado por el hecho de que los esquemas de seguridad privada incluyen de manera regular cierre de vías públicas para hacer barrios protegidos, a los cuales sólo se puede acceder con permisos especiales, lo que genera un nuevo tipo de relaciones sociales excluyente.

Por otro lado, se convierte en un obstáculo para reformas tributarias que puedan garantizar más recursos para la seguridad de todos, ya que los

III. DIVERSAS MODALIDADES DE PRIVATIZACIÓN DE LA SEGURIDAD

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que deben tomar esas decisiones o los que las pueden bloquear, ya cuentan con protección gracias a su situación privilegiada en la sociedad60.

Ahora bien, es cierto que principalmente son los sectores pudientes los que garantizan su seguridad de la manera en que se ha descrito en las líneas anteriores. No obstante, también es verdad que la desesperación de la población ante la incapacidad gubernamental lleva a sectores medios e incluso bajos a asegurarse por distintos medios su propia seguridad.

Ello pasa por la contratación de vigilantes particulares informales por fuera del sistema empresarial de la seguridad privada. Ese fenómeno está muy extendido e involucra, en ciudades grandes y con mucha población sin acceso al mercado laboral formal, a cientos de miles de personas que proveen seguridad, entendida como el estar presente en la calle o en otros lugares públicos para alertar o disuadir de la acción de pequeños delincuentes.

Un caso muy notorio es el del Perú en particular en Lima, pero tam-bién en muchas ciudades medianas y grandes del país. Una encuesta de la Universidad Católica de agosto del 2010 señala que 43% de las personas que viven en Lima afirma contar con un vigilante informal en la cuadra o acera en donde vive. No es posible establecer cálculos exactos por la naturaleza de la fuente, pero se puede señalar que en la práctica en ciudades como Lima, en donde sumando serenos (policías municipales) y policías

Fuente: Informe de Desarrollo Humanos para América Central 2009 PNUD.

numero de efectivos de seguridad privada y de poli-cías por país

País número total de efectivos

número total de policias

Belice NO 1.234

Costa Rica 31.195 12.553

El Salvador 23.546 21.000

Guatemala 106.700 20.299

Honduras 60.000 8.887

Nicaragua 13.500 9.225

Panamá 12.000 17.113

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nacionales no debe haber simultáneamente en la calle más de diez mil efectivos estatales de seguridad, para una ciudad de más de ocho millones de habitantes, es en la presencia cotidiana de estos cientos de miles de personas, sin formación alguna, sin armas, en que reposa gran parte de la seguridad de las personas.

Una tercera forma de privatizar la seguridad viene por el lado de la organización de los sectores más pobres en asociaciones, juntas, brigadas, etcétera de seguridad ciudadana. Las personas entregan parte de su tiempo para poder protegerse colectivamente en la localidad en donde viven. Se puede reivindicar como un factor positivo esta asociatividad popular para enfrentar un problema importante -tema sobre el que volveremos más

Policías pueden ejercer labores de seguridad

Bolivia

Ecuador

El Salvador

México

Panamá

Perú

República Dominicana

Uruguay

No

Argentina

Brasil

Chile

Colombia

Costa Rica

Guatemala

Honduras

Nicaragua

Posibilidad del personal policial para desarrollar actividades privada

Fuente: Reporte Sector Seguridad en América Latina y el Caribe (FLACSO-Chile, 2007).

III. DIVERSAS MODALIDADES DE PRIVATIZACIÓN DE LA SEGURIDAD

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adelante- pero también hay que señalar que se trata de una respuesta a una carencia; una solución práctica ante el hecho de que el Estado no cumple con una función que le corresponde y la población debe por ello gastar el tiempo que podría dedicar a actividades productivas o de esparcimiento en mejorar la seguridad de su entorno. Policías pueden ejercer labores de seguridad

Bolivia

Ecuador

El Salvador

México

Panamá

Perú

República Dominicana

Uruguay

No

Argentina

Brasil

Chile

Colombia

Costa Rica

Guatemala

Honduras

Nicaragua

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IV. FortALECIMIENto, rEForMAS Y MoDErNIZACIóN DE LAS PoLICÍAS

Hace muchos años, ante la ola de violencia delincuencial que se desataba, una de las primeras constataciones fue que las policías no estaban preparadas para enfrentar los problemas de seguridad

en los nuevos contextos democráticos. Recordemos que el deterioro de la situación de seguridad coincidió en

el tiempo con el proceso general de retorno a la democracia y el fin de los conflictos internos en la mayoría de los países de América Latina. En esa medida las policías eran las más de las veces instituciones que actuaban con lógicas contrainsurgentes y donde el énfasis no era la atención al ciudadano, sino la protección del Estado.

A. lAs PrIncIPAles exPerIencIAs

Tratando de subsanar estas limitaciones, en las dos últimas décadas se han producido numerosos esfuerzos de reforma y modernización de las policías. Entre los hitos más significativos está, en los años noventa, la refundación de la Policía Nacional de El Salvador, como parte de los acuerdos de paz que pusieron fin al conflicto interno en ese país61. La nueva policía salva-doreña fue conformada por excombatientes de las guerrillas y miembros de la antigua policía. Fue concebida como una nueva doctrina y organización moderna. Lamentablemente la falta de continuidad de los esfuerzos de re-forma ha hecho que dos décadas después ésta enfrente gravísimos problemas y no esté a la altura de las responsabilidades para las que fue creada.

Un proceso de reforma de la policía guatemalteca, menos radical y dra-mático que el salvadoreño tuvo lugar, también, como consecuencia de los Acuerdos de Paz en ese país. Sin embargo las contingencias de la vida política guatemalteca y las nuevas amenazas a la seguridad colocan a esa institución una vez más en una situación crítica y por ello hay ahora nuevos intentos de relanzar la reforma con el trabajo de Hellen Mack, Comisionada Presidencial para la Reforma de la Policía62.

Un caso diferente es el de la Policía Nacional de Nicaragua. Ésta sur-gió luego del triunfo de la revolución sandinista con el nombre de Policía Nacional Sandinista, dando cuenta del carácter partidario que se le asignó. Los acontecimientos políticos posteriores del país permitieron que la policía

IV. FORTALECIMIENTO, REFORMAS Y MODERNIZACIÓN DE LAS POLICÍAS

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nicaragüense se despolitice, sin perder las visiones comunitarias que habían caracterizado su labor desde su fundación. En un país con una institucionali-dad muy débil con niveles de corrupción desde el poder político sumamente altos, la Policía Nacional de Nicaragua es, en términos generales, una ex-cepción por sus buenos resultados y su legitimidad. En términos generales su doctrina y actuación práctica son consideradas como una de las razones que explican por qué Nicaragua escapa hasta ahora y en gran medida a la ola de inseguridad que asola al Triángulo Norte de Centroamérica63.

También en Sudamérica ha habido procesos importantes de reforma policial. Quizás cronológicamente el más antiguo fue el que encabezó la propia Policía Nacional de Colombia durante la gestión del general Rosso Serrano, con gran apoyo del gobierno de los Estados Unidos en el contexto del fortalecimiento de la lucha antidrogas. No obstante, los desafíos de la po-licía colombiana, sobre todo en el ámbito de la seguridad ciudadana siguen siendo mayores a los resultados de los esfuerzos por mejorar la institución64.

Otro caso, relativamente antiguo y también impulsado desde la misma institución es el de la Policía de Investigaciones de Chile que hacia el final de la dictadura de Pinochet estaba tan desprestigiada y corrompida que se discutió seriamente la posibilidad de que sea absorbida por Carabineros. Sin embargo, ya en democracia y a lo largo de la prolongada gestión de Nelson Mery, este cuerpo policial fue depurado, reorganizado y modernizado con bastante éxito.

Habría que agregar que Carabineros de Chile también ha sido objeto de procesos institucionales de modernización (la autonomía de las policías chilenas con respecto del poder civil en Chile es muy grande), lo que les ha permitido niveles de legitimidad muy importantes y una imagen externa muy prestigiada65.

Otro proceso importante de reforma policial tuvo lugar en el Perú entre los años 2001 y 2004 en el marco del retorno a la democracia luego de la dictadura de Alberto Fujimori. Se produjeron cambios en casi todos los aspectos de la vida policial, en el marco de una redefinición de su misión. En los años que siguieron el proceso de reformas fue abortado y dado que ello ha coincidido con un deterioro de la seguridad ciudadana, hay una de-manda importante en la sociedad por retomar iniciativas de esa naturaleza66.

En países en donde no hay una sola policía, sino múltiples cuerpos po-liciales, ha habido también números procesos de reforma, tanto al interior de las policías como en la relación entre ellas.

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En Brasil ha habido numerosos esfuerzos de reformas policiales a ni-veles estatales67 y en algunos casos, federales. En la actualidad uno de los procesos que está marcha es el de la creación y desarrollo de policías mu-nicipales en los estados una institucionalidad policial novedosa en ese país.

Paradójicamente los principales esfuerzos de reforma policial en México están orientados, en cambio, a una recentralización de los cuerpos poli-ciales, eliminando las policías locales que como hemos señalado antes han sido más cuestionadas por su corrupción y baja resistencia a la penetración de organizaciones criminales68.

En distintas provincias de Argentina también ha habido esfuerzos de modernización y reforma de cuerpos policiales. Cabe destacar por su importancia los cambios que se han intentado en distintos momentos en la provincia de Buenos Aires, en donde dos momentos de reforma en los últimos años han sido seguidos de dos procesos de contrarreforma.69 En la actualidad el cambio más significativo es la creación de la policía de la ciudad de Buenos Aires, proceso en curso con muchas dificultades y muy atravesado por las disputas políticas entre el gobierno nacional y el gobierno de la ciudad.

Finalmente, en Venezuela cuya situación de inseguridad es alarmante se están retomando iniciativas de reforma policial y se viene creando una nueva policía. En el 2006 la experiencia del Comisión Nacional para la Reforma Policial (CONAREPOL) permitió, fruto de una amplia con-sulta, un diagnóstico y un diseño para la reforma. Sin embargo, problemas políticos congelaron ese intento y recién en el 2009, con la instalación del Consejo General de Policía, se ha iniciado una fase de implementación, cuyos resultados están aún pendientes de poder medirse70.

b. los Asuntos trAtADos

En cuanto a los ámbitos en los que los procesos de cambio en la Policía han buscado incidir, estos son muy variados y no en todos los casos todos los componentes han estado presentes.

Entre los más importantes se puede mencionar los procesos de refun-dación y depuración que buscan extirpar de los cuerpos policiales a los elementos considerados irrecuperables.

IV. FORTALECIMIENTO, REFORMAS Y MODERNIZACIÓN DE LAS POLICÍAS

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Están, también los esfuerzos de fortalecimiento policial que pasan por el incremento del número de efectivos, la asignación de más recursos y el uso de tecnologías modernas.

Otra área importante ha sido todo lo relacionado con cambios y moder-nización en los procesos de formación, profesionalización y especialización. Ha habido esfuerzos para establecer mayores mecanismos de fiscalización y rendición de cuentas de las policías, así como para mejorar y modernizar los regímenes disciplinarios.

Una prioridad difícil de poner en práctica ha sido la de la lucha contra la corrupción interna. Otro tema relevante pasa por la dignificación y respeto a los derechos de los miembros de los cuerpos policiales. En cuanto a su relación con la comunidad, lo más importante ha sido la introducción del concepto de policía comunitaria, que en muchos lugares, se ha desarrollado aún cuando de manera desigual.

En estas líneas es imposible hacer un balance sobre los procesos de re-forma policial en las dos últimas décadas, pero queda claro que ha sido una de las estrategias más frecuentes, que con todas sus limitaciones hoy las policías en la región no son las mismas que hace 20 años y que ha habido cambios muy significativos en cuanto a doctrina y profesionalización. Se puede sostener, también, que uno de los ámbitos más difíciles y en los que menos resultados se ha obtenido es en la lucha contra la corrupción, situa-ción que se complica ahora que el crimen organizado es uno de los factores dominantes de la criminalidad en cada vez más países.71

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V. PoLÍtICAS DE PrEVENCIóN DE LA VIoLENCIA

Como consecuencia de la incapacidad para enfrentar el problema, solamente con medidas policiales, se han desarrollado en América Latina, primero a nivel conceptual y luego a nivel de acciones

concretas, importantes iniciativas de prevención de la violencia. El concepto que yace detrás de estas prácticas es que hay un conjunto

de factores que explican el porqué sectores de la población terminan invo-lucrados en situaciones delictivas. Por lo tanto, en la mayoría de los casos de actuarse a tiempo y con medidas adecuadas se puede, por la acción del Estado y/o de la sociedad - evitar que ello suceda.

Muchos de los precursores de esta forma de aproximarse al problema en América Latina vienen de las ciencias médicas y trabajan bajo una perspec-tiva epidemiológica72. Es decir, hay un conjunto de factores de riesgo que, debidamente controlados, pueden influir decisivamente en la reducción de los casos que luego deberá enfrentar el sistema penal. Al igual que en políticas de salud hay una racionalidad explícita en el sentido de que no solamente es posible lograr resultados importantes, sino que en términos de costo-beneficio las políticas de prevención son superiores.

Los factores de riesgo son muy diversos. Van desde aquellos vinculados a los problemas de la vida familiar, en particular aquellos que favorecen que los jóvenes se vean inmersos en dinámicas de esta naturaleza.

Tienen que ver, también, con condiciones sociales, como la pobreza en contextos urbanos y falta de oportunidades educativas y laborales, así como la extendida informalidad de la economía. También cobran importancia aquellos factores “ambientales”, como el fácil acceso a drogas, alcohol y armas de fuego. Otro tipo de aspectos detonantes están vinculados a la lógica de desarrollo urbano de la mayoría de ciudades de América Latina que, por distintas razones, las vuelven más propicias para la vida delictiva y, en cambio, poco favorables a propiciar espacios de convivencia pacífica.

Hasta ahora las principales iniciativas que se han desarrollado en este campo han sido implementadas por organismos no gubernamentales, iglesias y otras formas de asociatividad social en escenarios locales; muchas veces de carácter micro y principalmente dirigidas a la prevención de la violencia familiar y al trabajo con jóvenes en riesgo.

V. POLÍTICAS DE PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA

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Los esfuerzos para prevenir la violencia familiar se han extendido signifi-cativamente. Ese problema no es solamente una consecuencia de la violencia social que se vive; hay, a su vez, múltiples evidencias de una relación causal muy importante: mientras más problemas tengan los jóvenes en el hogar, mayores serán las posibilidades de que incurran en actos de violencia.

Hay múltiples programas en curso en relación con la situación de los jóvenes en riesgo. Se parte de la premisa que los jóvenes son las víctimas principales y a la vez los perpetradores más importante de hechos violentos.

A. AccIones De AlcAnce locAl

Muchos de estos programas se desarrollan en escenarios locales y muestran resultados concretos para determinados grupos en lugares específicos.

Algunos ejemplos fueron presentados en el Seminario Prevención de la violencia juvenil en América Latina73. Allí el guatemalteco Marco Castillo74 dio cuenta de dos de las experiencias que en una investigación sobre “Buenas prácticas de prevención, rehabilitación e inserción de la violencia juvenil en Centroamérica”, realizada por la Coalición Centroamericana para la Prevención de la Violencia Juvenil (CcpvJ), fueron consideradas como las más destacadas de la región.

Por un lado la experiencia de Sociedad Civil para el Desarrollo de la Juventud sodeJu‐FundaJu Guatemala, creada a fines de 1994 con el fin principal de promover la atención de la juventud y su desarrollo integral, planteándose el constituirse como un espacio en que la juventud pueda canalizar su vocación democrática y social, para la construcción de una sociedad más justa. Como parte de su desarrollo la SODEJU‐FUNDAJU hace alianzas con otras organizaciones e impulsa también trabajo con niños y niñas. Según Castillo, SODEJU‐FUNDAJU se convierte en el esfuerzo con mayor sustento, experiencia y técnica acumulada en el trabajo con adolescentes y jóvenes en Guatemala.

Da cuenta también de la labor de Centro de Formación y Orientación (CFO) “P. Rafael Palacios” en El Salvador, que funciona desde 1988, al inicio se llamó CTV, Centro Técnico Vocacional. En el año 2004 elaboró un nuevo plan estratégico, convirtiéndose en un centro de formación en general y en un centro de orientación en términos humanos (personales, laborales, etcétera), con una perspectiva de desarrollo humano.

Castillo muestra la importante experiencia del Grupo Ceiba que él dirige en Guatemala. La define como una organización no lucrativa, apolítica,

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apartidista y ecuménica que desarrolla desde hace más de 20 años una pro-puesta de acompañamiento comunitario con el fin de prevenir el daño social en la niñez y juventud de áreas marginales de Guatemala, enmarcándose específicamente en la prevención de los fenómenos de drogas y violencia juvenil. Con el tiempo ha ido generando una estrategia centrada en tres ejes de intervención: la calle, la educación alternativa y la capacitación para el trabajo lícito y la emprendeduría solidaria. Con estos procesos se busca desarrollar ámbitos de paz urbana en jóvenes de barrios populares. Actualmente trabaja en 16 comunidades con alrededor de 5.000 beneficia-rios directos cada año.

En Centroamérica muchas de las experiencias más importantes se reúnen para discutir sus esfuerzos y alentar a otros en la ya mencionada Coalición Centroamericana para la Prevención de la Violencia Juvenil (ccpvJ). Washington Office on Latin America ha sido promotora de la coordina-ción y difusión de esas experiencias comunitarias, así como de su diálogo con las instituciones de Estados Unidos75.

Otro ejemplo de prácticas valiosas de prevención, que ha recibido mu-chos reconocimientos nacionales e internacionales, es Encuentros Casa de la Juventud76 en el Perú. Es una institución promovida por la Compañía de Jesús, que busca vincular y articular personas e instituciones públicas y

muertos por homicidio por cada 100.000 habitantes en américa latina. Diferenciando

por edad de la víctima

Fuente: CIDH, Informe Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos, 2009.

V. POLÍTICAS DE PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA

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privadas, nacionales e internacionales, para desarrollar mayores capacidades y generar mejores oportunidades para las generaciones jóvenes. Trabajan con adolescentes, jóvenes y con adultos que trabajan con ellos. Desarrollan un conjunto de programas, entre ellos Participación y Buen Gobierno, Solidaridad para el desarrollo, Protección de derechos y acceso a la justicia y Juventud y desarrollo sostenible, en casi todas las regiones del país.

b. AccIones De AlcAnce nAcIonAl o regIonAl

En términos de acciones de prevención con alcances nacionales e incluso internacionales quizás lo más destacable son los esfuerzos para el control y reducción de las armas en manos civiles. Este es el caso de las campañas con ese propósito en el Brasil y los esfuerzos a nivel centroamericano, en particular en el Programa Centroamericano para el Control de Armas Pequeñas y Ligeras (CASAC).

En Brasil, a lo largo de toda la primera década del siglo XXI, organi-zaciones de la sociedad civil han desarrollado múltiples iniciativas a favor del control de armas, como herramienta disminuir la criminalidad. Estos esfuerzos lograron incluso que se convoque a un referéndum nacional sobre el tema, en el 2005, donde tuvieron un retroceso, en la medida en que el

muertos por homicidio por cada 100.000 habitantes entre 15 y 29 años

según nivel económico de la víctima

Fuente: CIDH, Informe Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos, 2009.

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resultado fue adverso. Sin embargo, 36% de los brasileños votó a favor de una medida tan radical como la de prohibir el comercio de armas de fuego y municiones en el país. Hubo, además, estados en donde la opción por la prohibición fue mayoritaria. Incluso en Río Grande do Sul, el porcentaje que apoyó esa medida llegó a 87%77. Más allá del resultado, el tema está instalado en el Brasil en el debate sobre las causas de la violencia y las me-didas para contenerla.

Por su parte, el Programa Centroamericano para el Control de Armas Pequeñas y Ligeras es un proyecto regional que se propone fortalecer y armonizar la legislación para el control de armas pequeñas y livianas; me-jorar la capacidad de las instituciones nacionales responsables del control; promover o ejecutar campañas de destrucción de armas en circulación; y, en general, fomentar la cultura del desarme y de la paz.

Los países de la región con la asistencia técnica del casac78 intentan modernizar sus esquemas legales sobre la base de los referentes internaciona-les: Programa de Acción de Naciones Unidas, Convención Interamericana de la OEA (ciFTa), Protocolo de Armas de Fuego (Protocolo de Palermo), Declaración de Ginebra sobre Violencia Armada y Desarrollo, Código de Conducta de los Estados Centroamericanos en Materia de Transferencia de Armas, Municiones, Explosivos y Otros Materiales Relacionados, y disposiciones que fortalecen la seguridad ciudadana.

c. DesArrollo De InstItucIonAlIDAD PArA Polí-tIcAs estAtAles De PreVencIón

Hay que señalar, sin embargo, que a nivel de los gobiernos nacionales el asumir las políticas de prevención como un eje central de la acción en este campo es un proceso lento, en gran medida porque se trata de una inversión que requiere un largo tiempo de maduración frente a problemas para los que usualmente se quiere tener soluciones inmediatas. Pero hay avances. En casi todos los países ya se ha incorporado en el discurso y se ha creado institucionalidad para tal fin.

Entre otros casos cabe mencionar Consejo Nacional de Seguridad Pública (cnsp) en El Salvador que fue creado como una instancia de carácter consultivo, encargada de asesorar al Presidente de la República en materia de seguridad; pero que ha ido desarrollado funciones en el campo de la prevención. Entre otras actividades cuenta con tres programas de preven-ción: Programa de Prevención de la Violencia, Programa de Rehabilitación

V. POLÍTICAS DE PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA

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y Reinserción Social, Proyecto de Prevención Social de la Violencia con participación Juvenil, PROJOVENES II.79

También se puede dar cuenta del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana del Perú creado por ley en el 200380. Es la cabeza del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana que tiene expresiones regionales, pro-vinciales y distritales. La misión principal de cada una de estas instancias es elaborar planes de seguridad a nivel de cada ámbito de competencia que in-tegren las diferentes dimensiones del problema con énfasis en la prevención.

Sin embargo no existe todavía a nivel presupuestal una prioridad im-portante para estos programas, los que siguen siendo. En la mayoría de los casos, políticas complementarias y de alcance relativamente marginal.

Quizás los casos más interesantes a nivel de los gobiernos nacionales en los que hay un esfuerzo -no sin contratiempos y críticas importantes- por incorporar la prevención como una política pública consistente y financiada son los de Chile y Brasil.

En el caso de Chile para implementar con eficiencia políticas públicas de prevención de la violencia y la delincuencia, en 2004 el gobierno promovió la adopción de una Política Nacional de Seguridad Ciudadana que, entre otros aspectos, enfatiza la importancia de las tareas de prevención. Para efectos operativos, desde 2006 la ejecución de la política se ha organizado a través de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública (ensp).

La ensp se basa sobre seis ejes: institucionalidad; información; preven-ción; control; rehabilitación y reinserción social; y asistencia a víctimas. El eje de prevención apunta a “implementar acciones que intervengan en las condiciones sociales o ambientales, para disminuir la violencia y la ocurren-cia de delitos (prevención social y situacional). Para estos efectos, la ENSP contempla acciones de prevención social en tres dimensiones: prevención de conductas violentas; aumento de acciones de protección y prevención para niños y jóvenes vulnerables; y alternativas para jóvenes que están fuera del sistema escolar y de trabajo formal81.

Ahora, en Brasil existe una política más ambiciosa y con más financia-miento. En agosto del 2008 el Gobierno Federal de Brasil lanzó el Programa Nacional de Seguridad Pública con Ciudadanía (pronasci), un pro-grama de seguridad pública en el sentido más amplio, que articula las polí-ticas de seguridad con actividades sociales, priorizando acciones preventivas y buscando llegar a las causas de la violencia.

El pronasci tiene por primera vez como público focal a jóvenes entre 15 y 29 años que se encuentran en situación de riesgo social o que ya están

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en conflicto con la ley, y se ha diseñado para ser implementado en las 11 regiones metropolitanas con los índices de violencia más elevados. Cuenta con un presupuesto de US$ 3.700 millones.

La idea es llevar a las comunidades los programas sociales de los órganos federales, estatales y municipales de diversos ámbitos de acción, contando con la participación de las organizaciones y movimientos de la sociedad civil para potenciar sus acciones. Estas movilizaciones comunitarias, deben ir acompañadas de un trabajo no sólo con la policía, sino también con equi-pos de profesionales multidisciplinares, como asistentes sociales, psicólogos, educadores y pedagogos, e ir de la mano de las obras de recuperación del espacio urbano y la mejora de las infraestructuras de las comunidades82.

En términos generales, sin embargo, se puede decir que en América Latina las políticas de prevención son bastante recientes y sus resultados aún no son visibles, sobre todo si se toma en cuenta que por su naturaleza requieren tiempos de maduración más largos.

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VI. EStrAtEGIAS MÚLtIPLES ENCABEZADAS Por

GoBIErNoS LoCALES

Hay una discusión importante entre los especialistas en seguridad ciudadana sobre cuánto influyen las acciones que se tomen a nivel del Estado nacional como reformas legales e institucionales,

fortalecimiento de las policías, etcétera) y las que se desarrollan a nivel de ámbitos locales de distinta envergadura.

La discusión es válida, no obstante, la realidad muestras que hasta ahora cuando se habla de historias de éxito, por más relativo, parcial o poco dura-deras en el tiempo que puedan ser, las únicas de las que se puede dar cuenta son aquellas que han sucedido en ciudades y no en países83.

En términos generales se trata de iniciativas que tienen un conjunto de características más o menos comunes que se han desarrollado, según sea el caso, con más o menos intensidad. Estas son:

A. Están dirigidas por la autoridad local elegida por los ciudadanos para gestionar la ciudad. Tienen cierta independencia según las atribuciones legales con las que cuente el alcalde en el campo de la seguridad.

B. Hay una dirección local y están dirigidas hacia el fortalecimiento de la capacidad operativa de las policías, sea en los casos en los que hay policías locales o, las más de las veces, en las que la autoridad local ha debido coordinar y orientar el trabajo de las policías nacionales que no dependen formalmente de su mando. Una característica común ha sido que en todos los casos se ha contado con autoridades que han logrado un nivel de dirección de la o las policías y que las han fortalecido con recursos e infraestructura en el marco de iniciativas más amplias. Es decir, la función policial de control y represión del delito, ha sido un componente insustituible en ex-periencias exitosas, que suelen ser mejor conocidas por sus aportes en los campos preventivos.

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C. Implementación de medidas de prevención situacional. Los alcaldes tienen atribuciones y capacidad directa para intervenir en situaciones que generan un clima más favorable a la ocurrencia de hechos delictivos. Así, en muchas de las experiencias son relevantes actividades del tipo recuperación de espacios públicos, diseños urbanos más fluidos y abiertos que contrastan con tugurios y laberintos urbanos que ayudan a proteger el delito; medidas de restricción de licencias y horarios de funciona-miento para bares, discotecas, prostíbulos, etcétera, es decir lugares en donde se focalizan, por ejemplo, muchos de los homicidios; mejoras en el tránsito, entre otras, que tienen un efecto combinado favorable para la seguridad ciudadana.

D. Impulso a programas de prevención social. En la línea de lo que hemos descrito en el acápite anterior hay diversas iniciativas municipales a favor de los jóvenes y de prevención de la violencia familiar.

E. Estímulo a la participación ciudadana. La participación ciudadana en la seguridad muchas veces ligadas a iniciativas de policía comunitaria, constituyen un elemento importante en las estrategias locales exitosas. Esta participación está orientada fundamentalmente a apoyar medidas de prevención situacional o social y a brindar información relevante para la acción de los gobiernos locales.

F. Educación en valores de convivencia. Campañas educativas y cul-turales orientadas al respeto a la ley y a los derechos de los demás en circunstancias de la vida cotidiana, han sido un componente frecuente y relevante en estas estrategias.

G. Mejora en los sistemas de información, monitoreo y evaluación de las acciones y políticas. Tema sobre el que volveremos específicamente más adelante, pero que han estado presentes en todas las experiencias locales exitosas.

A estas alturas en América Latina hay muchísimos gobiernos locales que desarrollan estrategias con alguno o algunos de estos componentes. Pero hay varias experiencias que son consideradas paradigmáticas sobre la intervención a nivel local y sobre las cuales queremos contribuir con alguna información.

VI. ESTRATEGIAS MÚLTIPLES ENCABEZADAS POR GOBIERNOS LOCALES

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A. lA exPerIencIA De cAlI

Se puede considerar la pionera de este tipo de intervenciones. Se inició en 1992 con la gestión del doctor Rodrigo Guerrero como alcalde la ciudad, quien puso su experiencia epidemiológica para entender y enfrentar el problema.

Entre 1983 y 1993 la tasa de homicidios de la ciudad había pasado de 23 a 90 por 100.000 habitantes, según los datos de la Secretaría de Salud de Cali, y los homicidios, sin contar suicidios u otro tipo de accidentes, se habían convertido en la primera causa de muerte en la población.

De acuerdo al propio protagonista de esta experiencia los elementos de la estrategia desarrollados desde el Programa Desarrollo Seguridad y Paz, (desepaZ) fueron:

Investigación y estudio sistemático de la violencia

Con el objeto de revisar de manera detallada los eventos violentos oc-curidos en la semana y preparar un informe para el Consejo Municipal de Seguridad, llamado Epidemiología de la violencia. Se realizaron sondeos periódicos de opinión ciudadana sobre la calidad y funcionamiento de la policía y de la justicia.

Fortalecimiento institucional del orden ciudadano

Se estableció la práctica de reunir semanalmente el Consejo Municipal de Seguridad, con la presencia de los jefes de las instituciones involucrados con la seguridad ciudadana, como Policía, Justicia, derechos humanos, Medicina Legal y Salud Pública, con el objetivo de lograr una coordinación que no había existido antes.

Cultura de tolerancia y comunicaciones para la paz  

La administración municipal de la ciudad tomó como el slogan educativo la frase de Benito Juárez “la paz es el respeto al derecho ajeno”. Se realizó una campaña de cultura ciudadana a través de los medios, para educar en la tolerancia y en el respeto al derecho de los demás.

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Promoción de la equidad y el desarrollo social  

Educación. Se crearon 40.000 nuevos cupos, con lo cual se erradicó por completo el déficit en educación primaria. Servicios públicos. Al terminar la administración, todos los distritos tenían los servicios completos de agua, luz y alcantarillado, y se comenzó un agresivo programa para empezar a montar la red telefónica. Vivienda popular. La Ciudadela desepaZ se concibió como un ambicioso proyecto de autoconstrucción dirigida, para 30.000 familias de bajos ingresos y así corregir el déficit de vivienda

Programa con jóvenes

Se consideró prioritario el trabajo con los 8.500 jóvenes que se calculaba estaban agrupados en unas 130 pandillas para lo que se organizó el Programa parces que agrupó a unos 1.400 jóvenes, ofreciéndoles orientación psico-lógica, apoyo para actividades recreativas y para la consecución de ingresos. Se organizaron espacios especiales para jóvenes en 17 barrios de la ciudad, llamados Casas de la Juventud.

b. lA exPerIencIA De bogotá

Se trata de la más conocida y valorada de las experiencias de ciudades exitosas en reducir la violencia de la criminalidad. Está asociada a dos gestiones de Antanas Mockus, que empieza en 1995 y a una intermedia Enrique Peñaloza. En esos años la reducción de la tasa de homicidios fue importante y sostenida.

A mediados de la década de los noventa, la ciudad registró los índices de muertes violentas más altos, con tasas de 80 homicidios por 100.000 habitantes en 1993, y de 25 por 100.000, en muertes en accidentes de tránsito, en 1995.

El Alcalde Antanas Mockus en los inicios de su gobierno, a comienzos de 1995, consideró como prioritario la recuperación de la seguridad y de la convivencia ciudadana, presentándole especial atención.

Los componentes principales de su estrategia fueron84:

Observatorio del Delito  

Inicialmente la ciudad estableció un convenio con el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses con el fin de mantener un registro continuo y geo‐referenciado de las actividades delictivas más importantes de la ciudad.

VI. ESTRATEGIAS MÚLTIPLES ENCABEZADAS POR GOBIERNOS LOCALES

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Hoy Bogotá cuenta con el Sistema Unificado de Información de Violencia y Delincuencia, suiv.

Regulación cultural de la violencia. Ley, moral y cultura

Promover la convivencia buscando una armonía entre los tres sistemas reguladores: ley, moral y cultura.

Fortalecimiento institucional. Mejoramiento de la Policía

Con el objetivo de mejorar la acción de la Policía Metropolitana se puso en práctica múltiples estrategias. Se inició un proceso de modernización del las comunicaciones, que se tradujo en una disminución sustancial de los tiempos de respuesta; ampliación del parque automotor, con lo cual se duplicó el número de patrullas y motos; capacitación de oficiales, subofi-ciales, y agentes en universidades. Además, la Policía Metropolitana puso en marcha las Escuelas de Seguridad Ciudadana

evolución de la tasa de homicidios en cali

Fuente: Presentación Rodrigo Guerrero, Seminario WWC, elaboración propia.

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Fortalecimiento institucional. Mejoramiento de la Justicia

Se fortalecieron las Comisarías de Familia, que pasaron de 5 a 20 en el año 2000; y se crearon 12 Unidades de Mediación y Conciliación. También se puso en funcionamiento varias Casas de Justicia, localizadas en las comu-nidades de mayor conflictividad.

Atención a jóvenes involucrados en asuntos de violencia y consumo de drogas

Proyectos orientados a reducir los factores asociados a la violencia juvenil, considerando temas como la educación, la ocupación del tiempo libre, la posibilidad de generación de ingresos y la participación juvenil.

Recuperación del espacio público y mejoramiento de lugares críticos

El Programa Misión Bogotá, se centró en la recuperación del espacio pú-blico y en el mejoramiento de los espacios críticos en materia de seguridad y convivencia. Se aplicó planes y acciones enfocados a mejorar la seguridad y fortalecer los lazos de afiliación que vinculan a los ciudadanos con sus entornos comunitarios85.

c. lA exPerIencIA De meDellín

Tuvo lugar en una de las ciudades que había llegado a tener las tasas de homicidios más altas del mundo, muy superiores a las de Cali y Bogotá. En

Homicidios bogotá 1990-2006

Fuente: Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Tomado de presentación Hugo Acero en Tercer Seminario Internacional, CESC, Bogotá, 2007.

VI. ESTRATEGIAS MÚLTIPLES ENCABEZADAS POR GOBIERNOS LOCALES

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Medellín, la reducción de la tasa de homicidios es la más dramática y se sabe que está asociada en lo fundamental a cambios en la lógica de actuación de los narcotraficantes por la acción del gobierno nacional; pero también se reivindican políticas municipales que coadyuvaron en ese proceso.

La alcaldía Metropolitana reivindica una política de prevención orien-tada a romper el ciclo de la violencia ejecutando programas como Frentes Locales de Seguridad, Alarmas Comunitarias, Vigías de mi Barrio y Plan Desarme. La promoción de la coordinación interagencial vía los Comités Municipales de Seguridad y los Comités Locales de Gobierno. Acercar la justicia a los ciudadanos a través de la Unidad Permanente de Justicia y las Casas de Justicia. La regulación de espacios públicos con los Pactos Ciudadanos y las Guías Ciudadanas. Programas de reinserción a la legalidad para desmovilizados. Implementación de programas de atención a jóvenes de alto riesgo. Monitoreo de las tendencias de la criminalidad a través del Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia. Apoyo muni-cipal al fortalecimiento de la capacidad y recursos de la Policía a través de la Empresa Metropolitana de Seguridad (Metroseguridad).

Es importante anotar que hay quienes señalan que el elemento clave para explicar la reducción de la violencia en Medellín fue un pacto de coexistencia con el paramilitar Don Berna, que controlaba gran parte de los barrios de la ciudad86.

D. lA exPerIencIA De sAntA teclA en el sAlVADor

En el marco de un deterioro general de la seguridad en El Salvador, el mu-nicipio de Santa Tecla87, cabecera departamental de La Libertad, ha logrado algunos avances relevantes, con una estrategia municipal sostenida en el tiempo, con importante apoyo de la cooperación internacional.

Hoy ya no aparece entre los veinte municipios con mayores índices de violencia homicida del país.

El punto de partida fue el Plan Estratégico Participativo 2002-2012 del municipio, uno de cuyos ejes es mejorar la seguridad y la convivencia. En 2005 se llevó a cabo un diagnóstico participativo y se formuló una política de convivencia y seguridad ciudadana, con la prevención como centro y la coerción como complemento necesario, pero sin olvidar la participación de la ciudadanía88.

Se creó la Unidad Técnica, el Equipo de Prevención y la Consejería de Convivencia y Seguridad Ciudadana. Paralelamente se buscó mejorar

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la coordinación interinstitucional y el trabajo conjunto entre la Policía Nacional Civil (PNC) y el Cuerpo de Agentes Municipales (CAM). Además, se puso en marcha el Observatorio Municipal, para documentar los delitos y las contravenciones.

Se crearon las Mesas de Seguridad, como parte integral del sistema mu-nicipal de participación. Se han desarrollado acciones de prevención como el ordenamiento y regulación de establecimientos y del comercio infor-mal, la aprobación de la Ordenanza Contravencional: patrullajes conjuntos CAM-PNC, Teléfono Amigo y la prohibición de portar armas de fuego en los espacios públicos. A esto se sumaron campañas educativas, como las de prevención de la violencia de género, la de cultura de paz y seguridad, y la de de buena vecindad.

Se han desarrollado políticas sociales con efectos en seguridad como Beca-escuela, Escuelas-deportivas, Voluntariado juvenil, Cero-analfabetismo y la reactivación pro ductiva.

e. lA exPerIencIA De DIADemA en sÃo PAulo

Una de las experiencias de políticas municipales de seguridad pública más reconocida en Brasil es la del municipio de Diadema. La experiencia está marcada por el liderazgo del alcalde quien asumió la seguridad pública como una importante pauta de su agenda política89.

comportamiento histórico del homicidio en medellín tasa por 100.000 habitantes

1987-2005

Fuente: Policía Nacional. Tomado de presentación Hugo Acero en el Tercer Seminario Internacional, CESC, Bogotá, 2007.

VI. ESTRATEGIAS MÚLTIPLES ENCABEZADAS POR GOBIERNOS LOCALES

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La construcción de la política municipal de seguridad pública se inició con la participación del ayuntamiento en la planificación del trabajo de las policías civiles y militares. Se fortaleció con la creación de la Coordinación Municipal de Defensa Social, que fue transformada después en la Secretaría Municipal de Defensa Social, y con la creación y reformulación de la Guardia Civil Municipal (GCM).

Se elaboró, con el apoyo del Instituto Sou da Paz, el II Plan Municipal de Seguridad Pública de Diadema, compuesto por 17 compromisos y acciones en las más diversas áreas relacionadas con la seguridad pública: guardia mu-nicipal, infraestructura urbana, promoción de la cultura de paz, desarme, articulación con las policías de los estados y producción de informaciones, entre otras.

Algunas acciones importantes que se implementaron fueron: la creación de la ley que establece la obligatoriedad del cierre de los bares a las once de la noche, evitando la comercialización de bebidas alcohólicas por la noche. Ello se hizo en función a un diagnóstico que indicaba que ése era el periodo en el que se concentraban los homicidios. El Proyecto Aprendiz, propuesto para la prevención de la violencia entre adolescentes y jóvenes. La Casa Beth Lobo, dedicada a la prevención de la violencia contra las mujeres. El monitoreo de las estadísticas criminales por parte de la Guardia Civil Municipal y la realización de los Foros Itinerantes para tratar temas sobre la seguridad pública en las diferentes regiones de la ciudad.

Contaron con la colaboración de equipos técnicos conjuntos de diferentes organizaciones no gubernamentales, como el Instituto Fernand Braudel, el ILanud y el ya mencionado Instituto Sou da Paz.

Entre los años 1999 y 2005, los índices de homicidios sufrieron un des-censo bastante acentuado, indicando que las acciones habían contribuido a la disminución de la violencia. Los resultados fueron contundentes: la tasa de homicidios bajó de 110 por cada 100 mil habitantes en 1999 a 34 por cada 100.000 en 2004; los asesinatos se redujeron de 374 en 1999 a 80 en 2008, y la violencia doméstica cayó un 90 por ciento90.

f. lA exPerIencIA De bello horIzonte en brAsIl

En agosto del 2002 se puso en marcha la experiencia de prevención y control de homicidios en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, bautizada como Programa Sigue Vivo (Programa Fica Vivo). Difiere de las anteriores iniciativas ya que se trata de una estrategia de intervención local cuya responsabilidad primordial no es del ayuntamiento, sino de un

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conjunto de socios que creó un grupo de trabajo encargado de la gestión y ejecución de la labor, a saber, el Centro de Estudios de Criminalidad y Seguridad Pública de la Universidad Federal de Minas Gerais (crisp); el Ayuntamiento Municipal de Belo Horizonte; el gobierno estatal; las po-licías civil y militar; entidades empresariales y la comunidad. La segunda particularidad de esta experiencia es que fue fruto de la metodología de la solución de problemas, propuesta por el crisp91.

Esta metodología está constituida por cuatro etapas, ejecutadas para im-plementar “Sigue Vivo”. La primera fue la “identificación”, un mapeo de los homicidios y otros factores relacionados con ellos en Belo Horizonte; defi-nió igualmente las prioridades y las responsabilidades para la construcción de estrategias de intervención. En la etapa siguiente, se realizó el “análisis” de los homicidios, que definió el lugar de concentración de los crímenes, sus móviles, el perfil de los autores y de las víctimas así como la distribución policial en estos lugares. El lugar seleccionado para el piloto del Programa fue el barrio de chabolas Morro das Pedras, uno de los lugares con mayor concentración de homicidios.

La tercera etapa consistió en la “respuesta” a los problemas identificados; es decir, en la elaboración y ejecución de un plan de acción, compuesto por intervenciones policiales como el aumento de la vigilancia y la cons-trucción de prisiones, por acciones de mediación de conflictos y por la creación de oportunidades sociales de educación y trabajo, entre otras me-didas. La cuarta etapa fue la de “evaluación” del Programa, que pretendió crear criterios precisos para evaluar el funcionamiento y la efectividad de la intervención.

La evaluación mostró una significativa reducción del número de homici-dios y otros crímenes en el lugar en que el Programa había sido ejecutado. Además, fue posible consolidar la metodología y llevar la experiencia a otros lugares del estado de Minas Gerais. En el primer semestre de 2003, el Decreto Estatal Nº 43.334 consolidó el Programa de Control de Homicidios “Sigue Vivo”, y estableció un convenio entre la Secretaría de Estado de Defensa Social y el Ministerio de Justicia, así como la implementación de las coordinaciones de los estados y de los municipios92.

VI. ESTRATEGIAS MÚLTIPLES ENCABEZADAS POR GOBIERNOS LOCALES

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g. lA exPerIencIA De lAs unIDADes De PolIcíA PAcIfIcADorA en río De JAneIroMucho más reciente y pendiente de ver si sus resultados son replicables y sostenibles en el tiempo es la experiencia de las Unidades de Policía Pacificadora de Río de Janeiro.

Desde el 2010 las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) actúan en un pequeño número de favelas. Estas unidades mantienen una presencia policial continua, buscan retomar el control de la zona. Los oficiales des-plegados han recibido entrenamiento especial y formación en derechos humanos, y también aumentos salariales. A finales del 2010 había 3.500 policías en 15 UPP y quieren extender el programa a 100 favelas.

Según Benjamin Lessing93, en los lugares en donde han sido imple-mentadas, las UPP han representado un cambio radical a la “situación de guerra” inducida por las operaciones policiales previas. Las UPP evitan la confrontación y tiroteos que muchas veces tienen lugar tras la incursión de los policías en las favelas. Se ha logrado, también, evitar que las pandi-llas retomen las áreas de las cuales habían sido expulsadas. Al parecer las UPP tienen apoyo comunitario. Los residentes se sienten más seguros y su relación con la policía ha mejorado.

Sin embargo, no todo es color de rosa. El mismo Lessing señala que se han registrado casos de corrupción y violencia policial entre las UPP; algunos observadores han dicho que las favelas siguen siendo controladas por “niños con fusiles”, pero que ahora traen uniformes. También hay dudas también sobre si la experiencia se pueda replicar en favelas más grandes. Además, tienen razón las voces comunitarias –sigue Lessing- que insisten en que las UPP no pueden sustituir la inversión en educación, los programas antipobreza, y otros que generen oportunidades de empleo.

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VII. DESArroLLo DE INICIAtIVAS Y CAPACIDADES EN LA SoCIEDAD CIVIL

Al convertirse el problema de seguridad en uno de central impor-tancia para la población, no han sido solamente los Estados los que han tratado de encontrar respuestas al problema. Paralelamente y

en lo específico que les concierne, distintas organizaciones de sociedad civil han desarrollado múltiples acciones en este campo con diferentes niveles de incidencia.

Las hay de la más diversa naturaleza.

A. organizaciones formadas por víctimas directas o indirectas de la violencia. Familiares de víctimas de secuestros u homicidio en sus entornos inmediatos se han organizado en plataformas, más o menos estables dependiendo de cada caso. Inicialmente desarrollaban acciones de presión al Estado y de concientización de la sociedad sobre el problema. Varias de ellas se han convertido luego en instituciones más sofisticadas, complejas y con mayor permanencia en el tiempo.

Algunos ejemplos:

Familiares y Amigos contra la Delincuencia y el Secuestro, FADS94, surge en 1996 y es una organización cívica, no partidaria, laica y no lucrativa, cuyo fin es apoyar la consolidación del estado de de-recho en Guatemala, crear conciencia de solidaridad y promover la participación ciudadana para respaldar la aplicación de la ley.

Fundación Alex Blumberg por la vida de nuestros hijos95, creada en Argentina por el padre de la víctima de un crimen atroz. Ha tenido mucha influencia en la presión por políticas de mano dura en ese país.

México Unido Contra la Delincuencia A. C. nació el 11 de no-viembre del 1997, como resultado de la convocatoria de la Sra. Josefina Ricaño a un grupo de ciudadanos mexicanos, tras el

VII. DESARROLLO DE INICIATIVAS Y CAPACIDADES EN LA SOCIEDAD CIVIL

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secuestro y asesinato de su hijo Raúl96. Es ahora una plataforma estable e influyente en los debates mexicanos sobre el tema.México S.O.S. es una organización de la sociedad civil que nació en noviembre del 2008 liderada por el empresario Alejandro Martí, después del secuestro y asesinato de su hijo Fernando. Se propone luchar de manera activa por un sistema de legalidad que garantice “nuestro derecho a vivir con seguridad”97.

b. organizaciones de derechos humanos que incorporan esta dimensión en sus acciones. En la mayoría de los casos estas or-ganizaciones han ingresado a la temática de la seguridad a raíz de la preocupación sobre abusos policiales, problemas penitenciarios o cambios de la normatividad que afectan los derechos individuales. Sin embargo, en muchos casos y sin necesariamente abandonar las preocupaciones esenciales, han incluido preocupaciones más genéricas como la formulación y fiscalización de políticas públicas consistentes con los derechos humanos; así como apoyo a víctimas de la violencia. Todo ello en el contexto de una visión más amplia de la seguridad como derecho humano y su no vigencia como un problema que afecta principalmente a los sectores tradicionalmente más vulnerables a la violación de otros derechos.

Varios ejemplos:

Centro de Estudios Legales y Sociales de Argentina que cuenta con una aérea especializada llamada Violencia institucional y seguri-dad ciudadana98 que se ocupa de denuncias de graves violaciones a los derechos humanos ocasionadas por el accionar violento de las fuerzas de seguridad, del control del uso de la fuerza, y del seguimiento de la situación de los presos en todo el país. Desde el 2009 promueven un acuerdo para la seguridad democrática, con el objetivo de sentar los principios básicos para la construcción de una política de Estado en materia de seguridad que dé respuesta a las legítimas demandas de la sociedad respecto de este tema sobre una base democrática y ajustada a criterios profesionales99.

Fundación Myrna Mack , creada en 1993, realiza estudios y elabora propuestas orientadas a impulsar la lucha contra la impunidad, la construcción del Estado de Derecho en Guatemala y la con-

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solidación de la paz y la democracia. Una de sus principales líneas de trabajo es la Seguridad Democrática, definida como un sistema de seguridad centrado en la protección y bienestar del ser humano, en el marco de un Estado y sociedad que busca eliminar toda forma de autoritarismo, cultura represiva, poderes ocultos y estructuras clandestinas.

Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos, CIPRODEH101 de Honduras, es una organización no guberna-mental, sin fines de lucro, no partidista, fundada en el año de 1989 como una organización orientada a la promoción de los derechos humanos.Tiene ahora un área especializada en segu-ridad ciudadana.

Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez”, A.C.102, fundado en 1988 por la Compañía de Jesús en México con el objetivo de defender, promover e incidir en la vigencia y en el respeto de los derechos humanos.Tiene un área especializada en el seguimiento del tema de seguridad ciudadana.

Instituto de Defensa Legal del Perú103, que realiza un trabajo es-pecializado en seguridad ciudadana desde hace varios años con investigación, incidencia en políticas públicas, programas piloto, etcétera.

Red de Apoyo104 en Venezuela es una Asociación Civil, cuyo obje-tivo es promover y defender los derechos humanos en Venezuela, especialmente el derecho a la vida, a la libertad personal, a la seguridad e integridad personal e inviolabilidad del hogar, prio-ritariamente de los sectores populares.

c. organizaciones que aportan en el campo del conocimiento. El estudio especializado de los problemas de la seguridad en América Latina ha avanzado de manera relativamente importante. Lo que han aportado a ese nivel los Estados y las instituciones del sector segu-ridad no es significativo, a diferencia de los esfuerzos realizados por diversas ONG, sea dedicadas exclusivamente a la investigación y que incorporan esta línea como uno de sus temas sea en organizaciones preocupadas de manera más amplia y que incorporan la investigación como una línea de intervención importante.

VII. DESARROLLO DE INICIATIVAS Y CAPACIDADES EN LA SOCIEDAD CIVIL

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Dos ejemplos:

Programa Seguridad y Ciudadanía se instala en FLACSO-Chile105. Se creó en año 2005 con el fin de abordar la inseguridad y la criminalidad. Sus objetivos son realizar investigaciones nacio-nales y comparadas que traten las problemáticas fundamentales relacionadas con la violencia y la criminalidad; influir en la agenda pública poniendo énfasis en los temas de preocupación del programa; asesorar a instituciones públicas, nacionales e internacionales en el diseño, monitoreo y sistematización de políticas, programas, planes e iniciativas de seguridad106.

Instituto de Opinión Pública (IUDOP)107 de El Salvador. Es un centro de investigaciones que busca dar un seguimiento siste-mático a la opinión de la población salvadoreña. Como unidad independiente de la Vicerrectoría de Proyección Social de la UCA, el iudop trabaja en conjunto con otras instancias de la universidad. Entre sus campos principales de investigación están los temas de jóvenes, violencia y pandillas.

D. organizaciones especializadas en el campo de la seguridad. En su mayoría son más recientes, pero existen de manera importante en América Latina. Surgieron como consecuencia del crecimiento del problema la seguridad y lo abordan de manera integral, con líneas de investigación en políticas públicas, fiscalización y experiencias de intervención piloto en ámbitos locales o en temas específicos.

Destaca Brasil allí donde está la organización pionera en América Latina el Núcleo de Estudios de la Violencia108 de la Universidad de Sao Paulo. Fue creado durante la transición democrática en 1987 y su preocupación fundamental es la persistencia de graves violaciones de derechos humanos durante el proceso de conso-lidación democrática, principalmente en el contexto de la lucha contra la criminalidad.

También en Brasil se encuentra la que podríamos considerar la más importante: Viva Río109 una organización no gubernamen-tal fundada en diciembre de 1993, con sede en Río de Janeiro, que realiza trabajo de campo, investigación y formulación de

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políticas públicas con el objetivo de promover la cultura de paz y el desarrollo social.

En Brasil hay muchas otras organizaciones igualmente importan-tes. Sólo a modo de ejemplo se puede mencionar Sou da Paz110, que busca influenciar la actuación del poder público y de la sociedad en general frente a la violencia para lo cual implementa proyectos en las regiones más afectadas por la violencia, asesora gobiernos en la elaboración e implementación de políticas de seguridad y moviliza a la sociedad sobre el tema.

También está mel CESeC111, – Centro de Estudos de Segurança e Cidadania, creado en el 2000 en la Universidade Candido Mendes realiza investigaciones aplicadas, monitorea proyectos de intervención, lleva a cabo actividades de entrenamiento y difusión de informaciones en áreas de seguridad, justicia, sistema penitenciario e prevención de la violencia.

En otros países de América Latina hay otras muy importantes, mencionemos por ejemplo:

El Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana (CESC)112 depende del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile y fue creado en el 2000. Desarrolla su trabajo a través del diseño de políticas públicas, la investigación, la realización, de actividades de extensión y la docencia.

También en Chile, Fundación Paz Ciudadana113 es una institu-ción sin fines de lucro cuya misión es producir tecnología e innovación para el perfeccionamiento de las políticas públicas en materia de reducción del delito sobre bases estrictamente técnicas, desideologizadas y apolíticas. Su trabajo se extiende a todas las áreas relevantes para la disminución de la delincuencia e incluye la prevención social y situacional, el sistema judicial y penitenciario, y la reinserción de los infractores.

En Argentina está el Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia (ILSED)114 cuyos objetivos institucionales se encua-dran en el campo de los procesos de transformación de los siste-mas de seguridad pública, inteligencia y militar y, más específi-

VII. DESARROLLO DE INICIATIVAS Y CAPACIDADES EN LA SOCIEDAD CIVIL

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camente, en la construcción de sistemas de seguridad eficientes, ágiles y respetuosos de la dignidad humana, así como de servicios de inteligencia que funcionen de forma transparente.

En México destaca Instituto para la Seguridad y la Democracia, AC - InSyDE115, que se define como una organización autónoma y multidisciplinaria preocupada, entregada y proactiva en el for-talecimiento de la convivencia democrática, por lo que busca generar espacios idóneos para el desarrollo de ideas innovadoras en torno a la seguridad pública y la policía, la justicia penal, los derechos humanos y los medios de comunicación periodísti-cos. Concentran su trabajo en avanzar en una reforma policial democrática.

En el Perú está Ciudad Nuestra116, creada para trabajar temas claves en el desarrollo urbano de Lima, y con una especializa-ción cada vez más notoria en seguridad ciudadana, produciendo conocimiento, elaborando propuestas y promoviendo iniciativas de base.

e. organizaciones de ayuda y atención a víctimas. Se han creado fundamentalmente para proteger a víctimas de la violencia, como en el caso más frecuente de la violencia contra la mujer o para trabajar con personas que hayan tenido algún conflicto con la ley y requieran una atención especial para que no reincidan en el delito.

Mencionemos, de nuevo a la Asociación Grupo Ceiba117 en Guatemala y Encuentros- Casa de la Juventud en el Perú118, que trabaja con jóvenes infractores o en riesgo.

f. organizaciones de prevención social. Existen decenas de orga-nizaciones en América Latina, muchas veces promovidas por sectores eclesiásticos y en otros casos por organizaciones no gubernamentales, que desarrollan iniciativas dirigidas a los sectores más vulnerables, con el propósito de brindarles oportunidades mínimas que los alejen de la violencia y la delincuencia. Los más significativos son aquellos que se desarrollan a favor de la juventud en zonas marginales urbanas y cuyo eje común es ofrecer oportunidades de desarrollo personal y laboral.

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g. organizaciones vinculadas al sector empresarial, que buscan crear espacios institucionales de reflexión, propuestas y fiscalización de políticas de seguridad en sus países. El caso más destacado es el de la Cámara de Comercio de Bogotá119 (CCB), que a través de dife-rentes programas y proyectos en materia de seguridad y convivencia, contribuye a mejorar las condiciones del entorno, la seguridad y la calidad de vida de los ciudadanos de Bogotá-Cundinamarca.

h. espacios de coordinación interinstitucional. En la medida en que este mundo no gubernamental que trabaja en seguridad ha crecido de manera importante ya existen iniciativas diversas de coordinación, plataformas o redes que buscan poner en diálogo y crear sinergias y aprendizaje entre diferentes grupos que trabajen sea en un mismo ámbito geográfica o en una misma temática. Hay experiencias en distintos países, pero también hay un nivel más o menos significativo de coordinación a nivel regional y sub regional.

Menciono por ejemplo a Comunidade Segura120, un espacio de intercambio de información sobre la seguridad de las comunidades y las personas, pro-movida por Viva Río. Tiene cobertura internacional, con un foco especial sobre América Latina y el Caribe. Promueve una red de discusión de estos temas entre profesionales de la seguridad, investigadores, periodistas, ONG, movimientos sociales y víctimas de las agresiones.

Otro espacio de coordinación internacional es la ya mencionada Coalición Centro Americana de Prevención de la Violencia Juvenil, que se define como una red multidisciplinaria y multisectorial conformada por 16 organizacio-nes civiles centroamericanas que buscan entablar un acercamiento político comprensivo a la violencia juvenil relacionada con las pandillas. Las orga-nizaciones que conforman la coalición realizan investigación de campo, monitorean los derechos humanos en los barrios afectados por la violencia de pandillas y/o proveen una prestación directa de servicios sociales para jóvenes en riesgo o involucrados en pandillas.

A nivel nacional, se conocen tres procesos de coordinación. Uno en Brasil con el Fórum Brasileiro de Segurança Pública121, que define su misión como la de ser un espacio nacional de referencia e cooperación técnica en el área da actividades policial y en la gestación de políticas de seguridad. Otro en Guatemala con el Foro de Organizaciones Sociales Especializadas en Temas

VII. DESARROLLO DE INICIATIVAS Y CAPACIDADES EN LA SOCIEDAD CIVIL

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de Seguridad (Foss). También en México hay un proceso de coordinación entre organizaciones de sociedad civil -que se lleva a cabo en el Centro de Colaboración Cívica-Socios México para elaborar una agenda legislativa con-sensuada en temas de seguridad ciudadana.

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VIII. DESArroLLo DE INForMACIóN Y CoNoCIMIENto

A lo largo de estos año, una de las limitaciones importantes que ha habido para afrontar el problema de la seguridad de manera ade-cuada, ha sido por un lado, la dificultad para comprender qué tipo

de fenómenos estábamos enfrentando y, por otro, la práctica inexistencia de indicadores de medición objetivos para desarrollar y evaluar políticas públicas. Mucho queda pendiente en ambos niveles, pero ha habido algunos avances que merecen ser relevados.

Sobre el estudio del problema ya hay una bibliografía muy significativa, producida tanto desde la academia como desde organizaciones de sociedad civil y, en menor medida, desde los propios organismos del Estado que trabajan estos temas. Hay muchos trabajos que estudian el fenómeno en niveles nacionales y locales, así como numerosos estudios que lo hacen sobre distintos aspectos temáticos122. La posibilidad de que esfuerzos de investigación más serios continúen desarrollándose crece, en la medida en que en algunas universidades de América Latina se ha creado maestrías especializadas en el campo de la seguridad.

Menciono dos ejemplos de la región andina. En Colombia, el Programa de Especialización en Administración de la Seguridad otorgada por la Universidad Pontif icia Bolivariana de Medellín en convenio con la Universidad Militar de Nueva Granada. Ofrece una amplia formación re-lacionada con el conocimiento y la gestión integral de la seguridad en todos sus campos de aplicación. En Ecuador, el Diplomado Superior en Seguridad Ciudadana de FLacso que tiene la oferta más sistemática y específica en

criteríos para establecer comparabilidad entre encuestas de victimizacion

Fuente: Elaboración propia, 2008.

VIII. DESARROLLO DE INFORMACIÓN Y CONOCIMIENTO

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este campo. “El campo disciplinario de este programa lo constituyen las ciencias sociales y se prioriza la comprensión de los problemas de crimi-nalidad e inseguridad dentro de la lógica y las propias contradicciones del desarrollo urbano. Además este plan de estudios introduce la temática de violencia como problema y objeto de estudio a diferencia de los enfo-ques de la seguridad como servicio privado o como tema jurídico. Este enfoque se complementa con la preocupación por el papel de los medios en la representación de la violencia y en la construcción del miedo como un componente importante de la inseguridad. Otro aporte interesante de este programa es la importancia del diseño e implementación de Políticas Públicas en sus distintos niveles (nacional, regional o local). Bajo esta lógica las materias se reparten proporcionalmente entre contenidos teórico metodológicos y el análisis y discusión de las respuestas institucionales a los problemas de inseguridad”123.

Hay avances importantes, también, en la construcción de herramientas de medición de la evolución de fenómenos delictivos. Son ampliamente conocidas las dificultades para contar con estadísticas policiales confiables, para empezar por la llamada “cifra negra”, que se refiere a un importante número de delitos no denunciados por desconfianza en que las autoridades policiales vayan a hacer algo significativo al respecto.

Sin embargo, en varios países ha habido esfuerzos significantivos por mejorar el registro y procesamiento de la información de las denuncias. Se han establecido mejores niveles de profesionalización de los encargados y construido sistemas más eficientes de auditoría de los resultados.

La mejora en la estadística delictiva ha sido clave para desarrollar, en mu-chos lugares, mapas de geo-referenciación del delito. Es decir, ubicar en el espacio y en el tiempo las denuncias recibidas con el fin de focalizar la inter-vención policial en áreas y momentos determinados. Todas las experiencias exitosas han usado esta herramienta de planificación de la acción policial.

Quizás la experiencia más sofisticada a este respecto -y que como he señalado antes está a la base del éxito de la experiencia de Belho Horizonte- es la del Centro de Estudios de Criminalidad y Seguridad Pública de la Universidad Federal de Minas Gerais bajo el liderazgo de Claudio Beato124.

Aún así las estadísticas delictivas han probado ser insuficientes. Por ello, en los últimos años en América Latina se han desarrollado de manera muy desigual las encuestas de victimización. Se trata de la medición de la ocu-rrencia de hechos delictivos y sus características en función a las respuestas que la población da al respecto. Las encuestas de victimización tienen siem-

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pre cierto nivel de distorsión porque se basan en el decir de una persona, que puede estar condicionado por muchos factores, pero aún así con preguntas estandarizadas y aplicadas de manera regular, pueden convertirse en una herramienta importante para medir tendencias. De hecho, en algunos países y ciudades, su aplicación y uso se ha convertido en una política pública y en el termómetro principal para medir la evolución de los acontecimientos.

El caso de Chile es especialmente interesante. La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (enusc) se efectúa anualmente desde el 2005, fruto de la continuidad de un convenio suscrito entre la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior y el Instituto Nacional de Estadística, es considerada la mejor herramienta con que cuentan el con-junto de los actores involucrados en este tema para medir la evolución de la situación y la eficacia de las políticas públicas126.

Otro caso interesante de la continuidad en la aplicación rigurosa de esta herramienta, lo que aumenta su utilidad por su valor comparativo es la Encuesta de Percepción y Victimización que aplica la Cámara de Comercio de Bogotá, desde 1998, “con los objetivos de establecer los factores subje-tivos que complementan las cifras oficiales de criminalidad y analizar los distintos aspectos que afectan la seguridad ciudadana”127.

En esta búsqueda de información más precisa, socialmente legitimada y validable científicamente, se han creado en América Latina diversos ob-servatorios de la violencia. La idea básica de estos observatorios es tener un espacio autónomo, transparente, accesible a las autoridades y al público en donde se reúna y procese información interagencial sobre hechos delicti-vos. Por ejemplo, en el caso más notorio del homicidio es un espacio para contrastar y validar informaciones que provienen de la policía, ministerios públicos o procuradurías y fuentes del sistema de salud.

Para describir su evolución en la región me remito a la Guía Metodológica para la Replicación de Observatorios Municipales de Violencia elaborada por el Instituto de Investigación y Desarrollo en Prevención de Violencia y Promoción de Convivencia Social, cisaLva de la Universidad del Valle en Cali, con el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud, de la Coalición Interamericana para la Prevención de la Violencia y del Banco Mundial.

Señalan allí:

“El desarrollo de este tipo de observatorios se basó en una inicia-tiva originada en la Alcaldía de Cali en 1993, como parte del programa

VIII. DESARROLLO DE INFORMACIÓN Y CONOCIMIENTO

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Desarrollo, Seguridad y Paz, desepaZ, dirigido a la prevención y control de la violencia como un componente de la gestión pública del Alcalde. Posteriormente y basadas en la experiencia de desepaZ, se desarrolla-ron otras experiencias entre 1999 y 2001, propiciadas por la Secretaría Departamental de Salud del Valle del Cauca, cuando se adaptan los ob-servatorios en 18 municipios del departamento.

A partir del año 2002, el Instituto cisaLva de la Universidad del Valle de Cali, Colombia, en convenio con el Programa Colombia de la Universidad de Georgetown en Washington dio el apoyo financiero para iniciar la expansión de esta iniciativa en 8 municipios del sur occidente Colombiano, más tarde en 2004 esta iniciativa continuo con la expansión a otros municipios de Colombia (…) El proceso comenzó en una primera fase en los departamentos de Nariño, Cauca, Tolima y Huila, avanzando en los años siguientes a los departamentos de Chocó, Antioquia, Bolívar, Córdoba y Norte de Santander, logrando consolidar el proceso a la fecha en 24 municipios de 9 departamentos de Colombia. En otros países como Panamá, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guyana y Perú también ha sido implementado este modelo…

Desde 2004 la Coalición Interamericana para la Prevención de la Violencia, iacpv, por sus siglas en inglés, a través de su Secretaría Técnica, de base en OPS, desarrolló el proyecto Trabajando con los Gobiernos Locales en Centroamérica: Plan Piloto para Reducir la Violencia, con el apoyo financiero de usaid (…) se han podido establecer observatorios en algunos municipios de Nicaragua, Panamá y El Salvador con resultados alentadores (…) Actualmente, se han institucionalizado observatorios en los tres primeros países, con avances desiguales incluso entre los munici-pios de un mismo país. Esto se debe tanto a situaciones políticas internas como a fallas en la capacidad técnica para cumplir adecuadamente con la metodología y sus pasos sucesivos. Cabe destacar, que aunque Honduras fue seleccionado en la primera fase, y luego pospuesto por razones po-líticas, en la actualidad la metodología se ha implementando con éxito siendo desarrollados un observatorio nacional y un observatorio local en la capital del país, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, unah, con apoyo técnico del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, pnud y financiero de la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional, asdi.

Adicionalmente, otros organismos de Cooperación Técnica y Financiera Regional como el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, miembro

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activo de la iacpv han impulsado el desarrollo de observatorios de violen-cia y lesiones en algunas ciudades de Colombia, en Guyana y el diseño de un observatorio nacional para el Perú, con el apoyo técnico de cisaLva en los países mencionados”128.

Hay aún mucho que mejorar y avanzar en el campo de la información y el conocimiento, pero es un gran avance que ya haya un relativo consenso sobre que sin herramientas de medición científicas no es posible desarrollar políticas públicas adecuadas; que este es un campo que, como la economía, la salud o la educación los resultados deben poder medirse con objetividad, disminuyendo hasta donde sea posible el peso de la percepciones.

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IX. EL APortE DE LA CooPErACIóN INtErNACIoNAL

Conforme el problema de la inseguridad se convirtió en un asunto de la mayor importancia afectando la calidad de vida de las per-sonas y las posibilidades de desarrollo, diversos actores de coo-

peración internacional empezaron a prestarle atención y a cooperar con gobiernos y la sociedad civil para el desarrollo de iniciativas de fortaleci-miento institucional de ministerios y policías, de prevención social y de lucha contra el crimen organizado.

No existe aún una sistematización del aporte de la cooperación interna-cional en América Latina en este campo, sólo una primera aproximación para Centro América129, que nos puede servir como referencia para el resto de la región.

Una primera constatación es que en materia de seguridad la coopera-ción internacional en Centroamérica llega a montos muy significativos y se puede asumir con bastante certeza que no menos de US$ 250 millones se canalizan con ese propósito a la región de las distintas fuentes cada año.

Los aportes se estiman en montos bastante menores en relación al pro-blema específico de seguridad ciudadana para México y América del Sur. No así para el combate al narcotráfico. Así en el caso de México, a través del Plan Mérida hay un aporte muy significativo, sobre todo, de Estados Unidos y centrado en el combate al crimen organizado, principalmente, el narcotráfico. El Plan Colombia es una iniciativa similar que viene funcio-nando por más de una década.

Para el caso de Centro América las fuentes de cooperación se pueden agrupar de la siguiente manera130:

1. La cooperación europea, teniendo como líderes a la Comisión Europa, a la cooperación española y a la cooperación alemana.2. La cooperación norteamericana, a través de la Iniciativa Mérida, la Iniciativa de Seguridad Regional para Centroamérica (carsi) y otras fuentes.3. El BID, a través de préstamos y donaciones en todos los países en diferentes ámbitos relevantes al tema.

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4. El Sistema de Naciones Unidas, a través de la acción del pnud, los programas conjuntos de sus agencias y la acción particular de varias de ellas como la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (unodoc), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (uniceF), el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (uniFeM) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (unFpa).5. La cooperación de agencias no gubernamentales.

Como conjunto, la cooperación europea se mueve en Centro América en los distintos frentes del problema, con programas de prevención, de fortalecimiento institucional y de lucha contra el crimen organizado in-ternacional. En todas sus intervenciones hay un énfasis muy importante en temas transversales de derechos humanos, fortalecimiento de la democracia e igualdad de género. Sin embargo, en materia de seguridad no parece haber una estrategia conjunta y planificada de intervención entre los distintos actores de la cooperación europea.

El segundo bloque es el de la cooperación norteamericana que ha crecido de manera significativa en el marco del complemento centroame-ricano a la Iniciativa Mérida (dedicado a combatir el crimen organizado en México) y, a partir de 2010, de la Iniciativa de Seguridad Regional para Centroamérica (carsi). Los programas y proyectos que desarrolla se mueven en un conjunto muy amplio de campos, su empeño en fortalecer instituciones y capacidades, nacionales y regionales para la lucha contra el crimen organizado trasnacional es el más importante. Otro componente importante son las iniciativas orientadas a detectar y desbaratar los com-ponentes delictivos de las maras. Sin embargo, de manera creciente, se han venido incorporando y financiando con mayores montos, programas orientados a la prevención de la violencia juvenil y al apoyo a los esfuerzos de policiamiento comunitario.

La cooperación norteamericana, al igual que las otras que se desarrollan en la región en materia de seguridad aparenta tener pocos niveles de coor-dinación interna y un mínimo conocimiento y coordinación con lo que hacen las instituciones de otros países y las instituciones internacionales.

En el caso del sistema de naciones unidas estamos ante un esfuerzo sistemático y de gran magnitud que involucra a todos los países de la región con iniciativas nacionales y regionales, que moviliza una cantidad muy significativa de recursos económicos y humanos. El énfasis de su aproxi-

IX. EL APORTE DE LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL

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mación al problema está claramente marcado por el de la prevención de la violencia en sus diferentes ámbitos y modalidades (género, juventud, con-trol de armas) y en el fortalecimiento de instituciones estatales (gobiernos locales, policía, administración de justicia, etcétera), así como reforma de instituciones y cambios normativos (Policía y Justica), y apoyo en diseños de políticas públicas.

El rol del pnud es importante tanto por la suma de intervenciones específicas en cada uno de los países como por su trabajo regional. Su rol líder en los programas conjuntos tiene la triple virtud de canalizar impor-tantes recursos adicionales a estos temas, asegurar una coordinación y una complementación de objetivos de agencias del sistema con instituciones gubernamentales y focalizar la intervención en áreas específicas en bús-queda de resultados significativos.

Ahora bien, en el campo de la seguridad, salvo en el caso de los progra-mas conjuntos, en las agencias de Naciones Unidas no parece haber una coordinación suficiente entre agencias en este campo y muchos menos un conocimiento sistemático de lo que hace cada una de ellas.

En lo que concierne al banco Interamericano de Desarrollo (bID) estamos ante una institución pionera en el trabajo internacional en temas de seguridad y prevención de la violencia. Comprendió tempranamente el vínculo fundamental entre crecimiento económico, desarrollo y problemas de inseguridad y violencia. En el caso de Centroamérica está presente en todos los países con actividades significativas. En América del Sur ha te-nido intervenciones similares en Chile, Colombia, Uruguay y otros países.

El BID trabaja sobre todo, pero no exclusivamente con los gobiernos y principalmente, pero tampoco exclusivamente, con préstamos, ya que tam-bién tiene esquemas de donaciones y ayuda técnica. Sus ámbitos de acción están vinculados a la planeación de la política pública y en ese contexto al fortalecimiento de los actores que las ponen en práctica, tanto a nivel de gobiernos nacionales como locales. Hay un amplio trabajo también, en el campo de la prevención de la violencia; y muy puntuales en temas de control y rehabilitación.

En el caso de la cooperación de organizaciones no gubernamen-tales destaca por su cobertura en toda la región y por la sistematicidad de su propuesta Open Society Institute. Hay múltiples iniciativas no guber-namentales apoyadas por varias otras agencias, entre ellas la Fundacion Tinker, Fundación MacArthur y la Fundación Ford.

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Las dificultades para un mayor involucramiento de las organizaciones no gubernamentales de cooperación internacional a estos quehaceres están vinculadas a históricos temores de trabajar con aparatos de seguridad o a la falta de expertise en ámbitos vinculados a la violencia no motivada por razones políticas. Sin embargo, el impacto que estos problemas están teniendo en la vida cotidiana de las poblaciones más vulnerables está ge-nerando un interés creciente, sobre todo en organizaciones de derechos humanos, de fortalecimiento de la democracia, así como en las de mujeres y jóvenes. Su participación es relevante al vincular a organizaciones de base de la sociedad, al llegar con propuestas modernas a la opinión pública y al fiscalizar las acciones de los gobiernos.

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X. rEFLEXIoNES FINALES

1. RESPUESTAS MÚLTIPLES: Como se ha visto, las formas de responder al problema son de la más diversa naturaleza y con caracte-rísticas para nada homogéneas o convergentes. Es verdad que ha habido en algunas ocasiones respuestas serias e informadas, pero las más de las veces éstas han sido impulsivas y hasta oportunistas. En algunos casos hemos tenido estrategias integradas, pero en muchos han primado son las acciones aisladas. En la misma línea, podemos reivindicar que en ciertas circunstancias lo que se ha hecho, desde distintos campos, ha tenido la virtud de la complementariedad, pero son más las ocasiones en que estas han sido más bien contradictorias.

2. MULTIPLICIDAD DE ACTORES: Dada la complejidad del problema y la forma en que afecta a la sociedad y el Estado son diversos los actores involucrados y no siempre actuando de manera coherente entre sí. Está la labor del Estado nacional principalmente a través de los ministerios de Seguridad, Gobernación o Interior; están las Policías con diferentes grados de autonomía con respecto de la autoridad política; están los gobiernos locales con diferentes atribuciones dependiendo de cada realidad y sólo en contadas ocasiones con iniciativas consistentes en el campo de la seguridad; está la población organizada en ocasio-nes contribuyendo de manera significativa a la prevención y en otros casos actuando fuera de la ley como consecuencia de la desesperación; están las organizaciones de la sociedad civil con creciente capacidad de desarrollar conocimiento y experiencias piloto y, por último, un aporte cada vez más relevante de la cooperación internacional.

3. SOSTENIBILIDAD Y CONTINUIDAD: Quizás el problema más significativo para el desarrollo de políticas exitosas en seguridad ciudadana es la contradicción que existe entre la preocupación que genera en la población y la consiguiente presión por soluciones inme-diatas, lo que entra en contradicción con los tiempos de maduración de las políticas para obtener resultados consistentes. Este problema está a la base de las dificultades para garantizar continuidad y sostenibilidad de las experiencias que se ponen en práctica.

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4. COMPRENSIÓN, CONOCIMIENTO Y EXPERIENCIA: Siendo la seguridad ciudadanatodavía un problema con enormes difi-cultades para ser comprendido a su cabalidad y medido adecuadamente, a la vez hoy hay mucho más conocimiento y experiencia acumulada así como recursos institucionales que hace veinte años.

5. POCAS HISTORIAS DE ÉXITO: La tendencia general de la región ha sido al deterioro y en muy pocos casos las tendencias se han revertido. Incluso las experiencias exitosas de las que hemos dado cuenta en estas páginas son difíciles de sostener en el tiempo y complicadas de replicar.

6. LA INTERFERENCIA DE LA POLÍTICA. Las dinámicas ofi-cialismo oposición, sobre todo, pero no exclusivamente, en contextos polarizados y con poca capacidad de concertación se convierten en un problema enorme para la definición de políticas consistentes y con ca-pacidad de perdurar en el tiempo.

7. DIFICULTAD DE MEDIR Y EVALUAR. No existen parámetros objetivos para medir el impacto de lo hecho y el peso específico de cada componente en el tipo de resultado. En la medida en que hay compo-nentes simultáneos de represión al delito, fortalecimiento institucional y prevención, no se puede determinar fehacientemente cuál de esos factores es el que ha tenido un impacto mayor o decisivo en determinado resultado.

8. NUEVOS DESAFÍOS: La creciente presencia del crimen orga-nizado explicando dinámicas locales de inseguridad, añade una nueva complejidad al problema. Cuando el delito adquiere dimensiones más violentas y centralizadas y deja de responder a la acción de individuaos aislados se debe revisar los esquemas de enfrentamiento al problema.

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3 “Plan ‘Mano Dura’: violencia estatal contra las maras”, revista Envío

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4 “Se inicia la Súper Mano Dura”, El Diario de Hoy, 31/08/2004, disponi-

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5 “Panamá aprueba nuevo aumento de penas en medio de violencia”, La

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6 Véase <http://www2.congreso.gob.pe/Sicr/TraDocEstProc/

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TS04198190810..pdf>.

7 “Alan García: ‘Hay ciertos crímenes que deben ser pa-

gados con la vida’”. Diario El Comercio, 17/8/2010, dis-

ponible en <http://elcomercio.pe/politica/624308/

noticia-alan-garcia-hay-ciertos-crimenes-que-deben-pagados-vida>.

8 El texto de la norma se puede descargar previo registro en

<http://elsalvadorlex.org/index.php?option=com_jdownloads&task=view.

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9 “Ley de Proscripción de Pandillas entra en vigor desde hoy”, La Prensa

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11 “La impunidad en México alcanza al 98,5% de

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ble en <http://www.misfinanzasenlinea.com/noticias/20101108/

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12 Impunidad por homicidio en Bogotá alcanzó el 71,2%, EL Espectador,

22/9/2010, disponible en <http://www.elespectador.com/noticias/bogota/

articulo-225585-impunidad-homicidio-bogota-alcanzo-el-712>.

13 Gino Costa, La Ventana Rota y otras formas de luchar contra el crimen,

Instituto de Defensa Legal, Lima, 2007.

14 Véase Carlos Basombrío Iglesias, “El mito de la ley blanda” revista

idéele 154, mayo del 2003, disponible en <http://www.idl.org.pe/idlrev/revis-

tas/154/154 porcentaje20SEGCIUDADANA.pdf>.

15 “Representante de la ONU aconseja derogar ‘Ley anti maras’”,

La Tribuna, 20/4/2010, disponible en <http://www.latribuna.hn/

web2.0/?p=121965>.

16 Los subrayados son nuestros. El documento completo de la Convención

sobre los Derechos del Niño está disponible en <http://www2.ohchr.org/spanish/

law/crc.htm>.

17 “Leal afirma que rebajar imputabilidad de menores atenta contra trata-

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cl/leal-afirma-que-rebajar-imputabilidad-de-menores-atenta-contra-tratados-

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18 “Afrontar el tema de los jóvenes que delinquen”, editorial de Clarín,

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19 “Movimiento Mundial de la Infancia advierte a Uruguay por justicia

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20 “Alcalde Moreno pide modificar código de infancia para penalizar a menores”,

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penalizar-menores>.

21 “Procuraduría, en desacuerdo con aumento de penas a adolescentes”. Vanguardia.com, 11/10/2010, disponible en <http://www.vanguardia.com/actualidad/

pais/78560-procuraduria-en-desacuerdo-con-aumento-de-penas-a-adolescentes>. 22 “El Salvador avala aumento de penas para menores infractores”, La

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el-salvador/politica/92772-el-salvador-avala-aumento-de-penas-para-menores-

infractores.html>.

23 Tomado de Lucía Dammert y Felipe Salazar ¿Duros con el delito?

Populismo e inseguridad en América Latina. Flacso- Chile, 2009.

24 Según el Departamento de Justicia, el número total de presos en Estados

Unidos (incluyendo a las personas detenidas en prisiones federales, prisiones esta-

tales, cárceles locales, prisiones militares, prisiones de las reservas indias, etcétera)

se elevó en 2006 a 2.385.213 personas. La cantidad de personas consideradas como

población correccional, 7.420.438 personas, representa 3,2% de la población adulta.

25 Guaracy Mingardi,“Crime organizado e crime comum como o PCC se

relaciona com o criminoso de rua”, Ponencia presentada en el Seminario “Crimen

común y crimen organizado en ciudades de América Latina: intersecciones y

diferencias”, Woodrow Wilson International Center for Scholars, Washington DC,

Estados Unidos, 19/05/2010.

26 Álvaro Calix “La falacia de más policías, más penas y más cárceles:

el problema de la inseguridad y el castigo desde una visión alternativa”, Nueva

Sociedad núm. 208, marzo-abril del 2007.

27 “La cárcel, escuela de delincuentes”. La Nación,

15/8/2010, d i sponible en <ht tp://www.lanacion.com.ar/nota

a sp?nota_ id=1294874&or igen=NLInfoGra l>.

28 Una alternativa difícil de replicar en otros países, dado que el costo por

preso es significativamente mayor del que se otorga en los presupuestos públicos

para ese fin.

29 “Tragedia carcelaria: modernización indispensable”, El Mercurio,

9/12/2010.

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30 Situación Carcelario en Venezuela. Observatorio venezolano de Prisiones.

Informe 2009. Disponible en <http://www.ovprisiones.org/pdf/INFOVP2009.

pdf>.

31 “El desastre carcelario”, El Universal, 29/7/2010, disponible en <http://

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32 “México: Cárceles, una pena para todos”, El Universal.mx,

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33 “El Salvador incorpora a militares a lucha anti delincuencial”, La Prensa

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34 “Honduras: Ejército y Policía” / Editorial de La Tribuna,

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35 Art. 158.- Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son institucio-

nes de protección de los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos. Las

Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía y la

integridad territorial. La protección interna y el mantenimiento del orden público

son funciones privativas del Estado y responsabilidad de la Policía Nacional. Las

servidoras y servidores de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se formarán

bajo los fundamentos de la democracia y de los derechos humanos, y respetarán

la dignidad y los derechos de las personas sin discriminación alguna y con apego

irrestricto al ordenamiento jurídico.

36 “Seguridad: otra reforma”, El Comercio de Quito, 11/12/2010, disponi-

ble en <http://www4.elcomercio.com/2010-12-11/Noticias/Opinion/Noticia-

Principal/EC101211P10EDIT_PRINCIPAL.aspx>.

37 “Preocupa a CIDH que militares participen en tareas de seguridad

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38 “Exterminio De Menores Pobres”, Diario Hoy Ecuador, 31/7/1993,

disponible en <http://www.explored.com.ec/noticias-ecuador/exterminio-de-

menores-pobres-38510-38510.html>.

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39 Cristina Perdomo y Julio C. Rubio, Limpiando Humanidad,

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terror/tcata4.htm>.

40 Human Rights Watch, Lethal Force: Police Violence and Public Security

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node/86987/section/1>.

41 El jefe policial de Trujillo, en el año de los ajusticiamientos, fue nom-

brado director general de la Policía del Perú en diciembre del 2010. El caso sigue

impune.

42 “El misterio del escuadrón de la muerte”, revista Poder, 16/11/2009,

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43 “Amnistía Internacional acusó a Guatemala de tolerar ‘limpieza

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nacionales/20091215-amnistia-internacional-acuso-a-guatemala-de-tolerar-lim-

pieza-social.html>.

44 El Salvador, ¿aparición de grupos de ‘limpieza social’?, Salvadoreños en el mundo,

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45 Informe sobre seguridad ciudadana y derechos humanos, Comisión

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46 Marcelo Fabián Sain, “La criminalidad común y la criminalidad or-

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“Crimen común y crimen organizado en ciudades de América Latina: interseccio-

nes y diferencias”, organizado por el Woodrow Wilson International Center for

Scholars, Washington DC, Estados Unidos, el 19 de mayo del 2010.

47 Michel Misse, “Crime Organizado e Crime Comum no Rio de Janeiro:

diferenças e afinidades”. Ponencia presentada en el Seminario “Crimen común y

crimen organizado en ciudades de América Latina: intersecciones y diferencias”,

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48 “Con y sin policías municipales”, El Universal, 8/10/2010, disponible en

<http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/50163.html>.

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49 Oscuro asesor de inteligencia que cogobernó el Perú con Alberto

Fujimori. Hoy ambos están presos por crímenes contra la humanidad y múltiples

casos de corrupción.

50 Ver por ejemplo Catherine Conaghan, Fujimori´s Peru Deception in the

Public Sphere, University of Pittsburg Press, Pittsburgh, Pennsylvania, 2005 o

Fernando Rospigliosi, Montesinos y las Fuerzas Armadas. Cómo controló durante una

década a las instituciones militares, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2000.

51 “Linchamiento”, Diario Hoy, 5/5/2008, disponible en <http://www.

hoy.com.ec/noticias-ecuador/linchamiento-295837-295837.html>.

52 “País de Linchados”, Prensa Libre, 8/12/2009, disponible en <http://

linchamientos.blogspot.com/2009/12/pais-de-linchados.html>.

53 “Justicia a lo bestia”, Diario La República, 20/9/2009, disponible en

<http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20090920/14/node/219344/

todos/1558>.

54 “Los linchamientos en Bolivia reabren el debate sobre la ‘ justicia indí-

gena’”, Euro Mundo Global, 7/6/2010, disponible en <http://www.euromundoglo-

bal.com/noticia/26800/Actualidad/linchamientos-bolivia-reabren-debate-sobre-

22justicia-ind porcentajeC3 porcentajeADgena22.html>.

55 Patricia Arias Seguridad privada en América Latina: el lucro y los dilemas de

una regulación deficitaria. (FLACSO Chile, 2009).

56 CIDH -Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Informe sobre

Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos CIDH, 2009. Disponible en <http://

www.cidh.org/countryrep/seguridad/seguridadiv.sp.htm>.

57 Andrés Cabanas, “La privatización de la seguridad en Guatemala. Si

Charlton Heston levantara la cabeza... “, revista Pueblos, 11/1/2009, disponible en

<http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1499>.

58 Juan Pablo Figuero, Seguridad privada: El millonario negocio de explotar el

miedo. Informe de a para el Centro de Investigación e Información Periodística

CIPER, 12/3/2009. Disponible en <http://ciperchile.cl/2009/03/12/

seguridad-privada-el-millonario-negocio-de-explotar-el-miedo/>.

59 Véase <http://www.taringa.net/posts/noticias/7445788/El-gran-

negocio-de-la-Seguridad-Privada.html>.

| 90 |

60 El caso más llamativo es el de El Salvador que tiene una presión tributa-

ria muy baja y todos los esfuerzos de reforma fiscal han fracasado hasta ahora.

61 Véase Gino Costa Santolalla La Policía Nacional Civil en El Salvador 1990-

1997. UCA editores. 1999.

62 Véase Helen Mack Chang, “Nuevos y viejos desafíos para las Policía

Nacional Civil de Guatemala en contextos complejos y cambiantes”, Ponencia

presentada en el Seminario “Desafíos para las fuerzas policiales de América Latina:

un contexto cambiante y complejo”, Woodrow Wilson Center. Washington D.C.

29/9/2010.

63 Hay sin embargo, preocupación por la politización de la institución por

parte del gobierno de Daniel Ortega que incluso la usa para reprimir opositores.

64 María Victoria Llorente “La policía de Colombia: entre el conf licto

armado y la seguridad ciudadana”. Ponencia presentada en el Seminario Nuevos

y viejos desafíos para las policías latinoamericanas en contextos complejos y cam-

biantes, Woodrow Wilson Center, Washington DC, Estados Unidos, 29/9/2010.

Disponible en <http://www.wilsoncenter.org/index.cfm?fuseaction=events.

event_summary&event_id=632402>.

65 En general sobre los cambios en las policías chilenas veáse Lucia

Dammert, “De la seguridad nacional a la seguridad ciudadana” y específicamente

sobre Carabineros Azún Candina “Carabineros de Chile: una mirada histórica su

identidad institucional”; ambos en Lucia Dammert y John Bailey (coordinadores)

Seguridad y Reforma Policial en las Américas Siglos XXI Editores. Argentina, 2005.

66 Véanse Gino Costa y Carlos Basombrío, Liderazgo civil en el Ministerio del

Interior. IEP, Lima 2005.

67 Para el caso de Río de Janeiro, véase Jacqueline Muniz,

“Territorialidades y Gobernabilidades en confronto en la seguridad pública en

Rio de Janeiro. Desafíos y Rumbos”. Ponencia presentada en el Seminario “Nuevos

y viejos desafíos para las policías latinoamericanas en contextos complejos y cam-

biantes”, Woodrow Wilson Center, Washington DC, Estados Unidos, 29/9/2010.

Disponible en <http://www.wilsoncenter.org/index.cfm?fuseaction=events.

event_summary&event_id=632402>.

68 Véase por ejemplo Ernesto López Portillo, “México: Refundación cons-

titucional de la seguridad”, El Universal, 28/11/2010, disponible en <http://www.

eluniversal.com.mx/editoriales/50788.html>.

| 91 |

69 Un análisis de fondo de estas reformas y sus dificultades lo hace Marcelo

Saín en El Leviatán Azul. Policía y Política en la Argentina, Siglo XXI editores,

Buenos Aires, 2008.

70 Ver Power Point de la presentación de Antonio J. González Plessmann

“La Reforma Policial en Venezuela (notas sobre un proceso en curso)” en el

Seminario Nuevos y viejos desafíos para las policías latinoamericanas en contextos

complejos y cambiantes, Woodrow Wilson Center - Latin American Program,

Washington, 29 de septiembre del 2010 <http://www.wilsoncenter.org/index.

cfm?fuseaction=events.event_summary&event_id=632402>.

71 El informe Latinobarómetro 2010 coloca a la corrupción de las policías

como su principal problema en la percepción de la ciudadanía.

72 El epidemiólogo colombiano Rodrigo Guerrero, ex alcalde Cali, es uno

de los más reconocidos exponentes de esta aproximación.

73 Co-organizado por el Programa Latinoamericano del Woodrow

Wilson Center y la Coalición para la Prevención de la Violencia Washington D.C.

27/10/2009.

74 Marco Castillo “Políticas de prevención de la violencia juvenil en

América Latina: experiencias, límites y desafíos en el contexto de Guatemala”.

Ponencia presentada en el Seminario Prevención de la violencia juvenil en

América Latina. Co-organizado por el Programa Latinoamericano del Woodrow

Wilson Center y la Coalición para la Prevención de la Violencia Washington D.C.,

27/10/2009.

75 Véase “Daring To Care Community-Based Responses to Youth Gang

Violence in Central America and Central American Immigrant Communities in

the United States”, A WOLA special report, Washington D.C. Octubre 2008.

76 Ganador del Primer Concurso de Buenas Prácticas en Prevención del

Delito en América Latina y el Caribe iniciativa del CESC- Chile fue impulsada

en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Open Society

Institute (OSI) en la categoría Iniciativas prometedoras por su proyecto Proyecto

“Justicia Juvenil Restaurativa (Aplicación de la Remisión Fiscal)-Fase I (2005 –

2007)-Fase II (2008 – 2010)”.

77 Ver <http://www.guayi.org.br/?area=20&item=86>.

78 Ver <http://www.casac-uer.org/>.

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79 Véase <www.cnsp.gob.sv>.

80 Véase texto completo de la ley en <www.mininter.gob.pe/admin/archi-

vos/.../13122009190302_ley_n_27933.doc>.

81 Fernando Martínez Mercado “Políticas de prevención de la violencia

juvenil en Chile. Experiencias, avances, límites y desafíos”. Ponencia presentada en

el Seminario Prevención de la violencia juvenil en América Latina. Co-organizado

por el Programa Latinoamericano del Woodrow Wilson Center y la Coalición para

la Prevención de la Violencia Washington D.C. 27/10/2009.

82 Rebeca Pérez “Políticas de prevención de la violencia juvenil en

América Latina: experiencias, avances, límites y desafíos – el caso de Brasil”.

Ponencia presentada en el Seminario Prevención de la violencia juvenil en

América Latina. Co-organizado por el Programa Latinoamericano del Woodrow

Wilson Center y la Coalición para la Prevención de la Violencia Washington D.C.

27/10/2009.

83 Quizás se pueda considerar a Nicaragua como una excepción a la regla,

aún cuando no se trata de una experiencia de recuperación de la seguridad, sino

una realidad en la que esta no se ha deteriorado significativamente.

84 Rodrigo Guerrero, “La ciudad y la seguridad. Balance de experien-

cias locales en seguridad en América Latina. Comparación de las experiencias de

Bogotá y Cali”. Ponencia presentada en el Seminario: Estrategias municipales de

prevención del delito en América Latina, Woodrow Wilson Center, Washington

D.C., 10/12/2009.

85 Gino Costa La Ventana Rota y otras formas de luchar contra el crimen,

Instituto de Defensa Legal, Lima 2007, hace un interesante recuento de la expe-

riencia de Bogotá y la pone en perspectiva comparada con otras formas de enfren-

tar el problema.

86 Ver por ejemplo El Poder de Berna en Medellín, El Tiempo 27/5/2005,

disponible en <http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1679508>.

87 En el Censo de 2007 contaba con 121.908 habitantes, la mayoría mujeres

(54%) y jóvenes menores de 30 años (49%).

88 La información de este acápite viene del Informe de Desarrollo Humano

de Centro América, PNUD 2009.

| 93 |

89 La información sobre la experiencia de Diadema se ha tomado de la

ponencia de Renato Sergio de “Lima Gobiernos locales y seguridad pública en

Brasil: cuestiones para el debate” en el Seminario experiencia Municipales de

Prevención del delito organizado por el WWC en Washington D.C. 10 de diciem-

bre del 2009.

90 Ver <http://www.perspectivaciudadana.com/contenido.

php?itemid=28593> y <http://www.fp-es.org/diadema>.

91 La información sobre la experiencia de Belho Horizonte se ha tomado

de Renato Sergio de Lima “Gobiernos locales y seguridad pública en Brasil:

cuestiones para el debate”. Ponencia presentada en el Seminario “Experiencias

Municipales de Prevención del Delito” organizado por el Woodrow Wilson

Center, Washington D.C., 10/12/2009.

92 Véase también <http://habitat.aq.upm.es/dubai/06/bp1259.html>.

93 “Ciudad de Dios: ¿Un ejemplo para México?”, Nexos en línea,

3/11/2010, disponible en <http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Arti

cle=1197804>.

94 Véase <http://articulofads.blogspot.com/>.

95 Véase <http://fundacionblumberg.com/>.

96 Véase <http://www.mucd.org.mx/>.

97 Véase <www.mexicosos.com>.

98 Véase <http: //www.cels.org.ar/agendatematica/?ids=12&lang=>.

99 Véase más <http://www.cels.org.ar/documentos/?info=detalleDoc&ids

=3&lang=es&ss=&idc=1223>.

100 Véase <http://www.myrnamack.org.gt/>.

101 Véase <http://www.ciprodeh.org.hn/index.htm>.

102 Véase <http://centroprodh.org.mx/2008/index.

php?option=com_frontpage&Itemid=1>.

103 Véase <http://www.seguridadidl.org.pe/>.

104 Véase <http://www.redapoyo.org.ve/>.

105 Véase <http://www.f lacso.cl/programas_descripcion.

php?programa_id=5>.

| 94 |

106 Por decisiones institucionales difíciles de entender el área de seguridad

ciudadana, la más grande y reconocida de FLacso Chile ha dejado de funcionar

desde el 2011.

107 Véase <http://www.uca.edu.sv/publica/iudop/principal.htm>.

108 Véase <http://www.nevusp.org/portugues/>.

109 Véase <http://www.vivario.org.br/publique/cgi/cgilua.exe/sys/start.

htm?tpl=home>.

110 Véase <http://www.soudapaz.org/>.

111 Véase <http://www.ucamcesec.com.br/>.

112 Véase <http://www.cesc.uchile.cl/>.

113 Véase <http://www.pazciudadana.cl/>.

114 Véase <http://www.ilsed.org/>.

115 Véase <http://www.insyde.org.mx/aboutus.asp>.

116 Véase <http://www.ciudadnuestra.org/>.

117 Véase <http://www.grupoceiba.org/index.php?option=com_content&

view=frontpage&Itemid=1>.

118 Véase <http://www.encuentroscj.org/>.

119 http://camara.ccb.org.co/contenido/contenido.

aspx?catID=78&conID=242>.

120 Véase <http://www.comunidadesegura.org/>.

121 Véase <http://www2.forumseguranca.org.br/>.

122 Para el caso del análisis de políticas públicas en seguridad, la bibliografía

que incluimos al final de este trabajo es un referente de publicaciones recientes.

En el blog del proyecto de seguridad ciudadana del Programa Latinoamericano

del Woodrow Wilson Center se pueden revisar un buen número de publicaciones

especializadas. Véase <http://scela.wordpress.com/2007/03/18/publicaciones/>.

123 Descripción del Diplomado hecho a pedido del autor por Alfredo

Santillán de FLacso Ecuador.

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124 Claudio Beato acompañó su participación en el Seminario

“Estrategias municipales de prevención del delito”, organizado por el Programa

Latinoamericano del Woodrow Wilson Center. Washington D.C., el 10 diciembre

de 2009, con un impresionante Power Point que da cuenta del rigor con que se han

hecho ese trabajo. Véase <http://www.wilsoncenter.org/events/docs/Beato.pdf>.

125 Tomado de ¿Políticas de seguridad a ciegas? Lucia Dammert et ál.

Desafíos para la construcción de sistemas de información en América Latina, FLacso

Chile, 2008.

126 Ver <http://www.seguridadpublica.gov.cl/enusc_2009.html>.

127 Ver síntesis presentación de metodología y síntesis de resultados de la

encuesta del 2010 <http://camara.ccb.org.co/documentos/7394_encuestadeper-

cepcionoctubre2010.pdf>.

128 Véase <http://www.cisalva.univalle.edu.co/publicaciones/documentos/

Guia_Metodologica.pdf>.

129 Se ha realizado un Mapeo de institucionalidad pública, instituciones

no gubernamentales y cooperación internacional en temas de seguridad y preven-

ción de la violencia en América Central a iniciativa del Banco Interamericano de

Desarrollo (BID) y de la Washington Office on Latin America (WOLA). Pronto

ser a traducida la inglés y difundido por vía electrónica. El autor de este trabajo

coordinó el equipo de consultores a cargo de este trabajo.

130 Las informaciones y ref lexiones que siguen han sido tomadas del Mapeo

mencionado en la nota anterior.

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WHAT HAVE WE ACCOMPLISHED?PubLIC POLICIES TO ADDrESS

THE InCrEASE In VIOLEnT CrIME

In LATIn AMErICA

ExECuTIVE SuMMAry

Carlos Basombrío Iglesias

November 2012

LATIN AMERICAN PROGRAM

LATIN AMERICAN PROGRAM

LATIN AMERICAN PROGRAM

Available from the Latin American Program

Woodrow Wilson International Center for ScholarsOne Woodrow Wilson Plaza1300 Pennsylvania Avenue NWWashington, DC 20004-3027

www.wilsoncenter.org/lap

ISBN 1-933549-70-X

Cover photo: ©Jarno Gonzalez Zarraonandia / Shutterstock.com Riot police, Lima, Peru

WoodroW Wilson international Center for sCholars

The Woodrow Wilson International Center for Scholars, estab-lished by Congress in 1968 and headquartered in Washington, D.C., is a living national memorial to President Wilson. The Center’s mis-sion is to commemorate the ideals and concerns of Woodrow Wilson by providing a link between the worlds of ideas and policy, while foster-ing research, study, discussion, and collaboration among a broad spec-trum of individuals concerned with policy and scholarship in national and international affairs. Supported by public and private funds, the Center is a nonpartisan institution engaged in the study of national and world affairs. It establishes and maintains a neutral forum for free, open, and informed dialogue. Conclusions or opinions expressed in Center publica-tions and programs are those of the authors and speakers and do not necessarily reflect the views of the Center staff, fellows, trustees, ad-visory groups, or any individuals or organizations that provide financial support to the Center.

The Center is the publisher of The Wilson Quarterly and home of Woodrow Wilson Center Press, dialogue radio and television, and the monthly news-letter “Centerpoint.” For more information about the Center’s activities and publications, please visit us on the web at www.wilsoncenter.org.

Jane HarmanDirector, President and CEO

Joseph b. GildenhornChairman of the Board

Sander r. GerberVice Chairman

Public Citizen Members:James H. Billington, Librarian of Congress; Hillary R. Clinton, Secretary, U.S. Department of State; G. Wayne Clough, Secretary, Smithsonian Institution; Arne Duncan, Secretary, U.S. Department of Education; David Ferriero, Archivist of the United States; Fred P. Hochberg, Chairman and President, Export-Import Bank; James Leach, Chairman, National Endowment for the Humanities; Kathleen Sebelius, Secretary, U.S. Department of Health and Human Services

Private Citizen Members: Timothy Broas, John T. Casteen III, Charles Cobb, Jr., Thelma Duggin, Carlos M. Gutierrez, Susan Hutchison, Barry S. Jackson

Wilson national Cabinet:Eddie & Sylvia Brown, Melva Bucksbaum & Raymond Learsy, Ambassadors Sue & Chuck Cobb, Lester Crown, Thelma Duggin, Judi Flom, Sander R. Gerber, Ambassador Joseph B. Gildenhorn & Alma Gildenhorn, Harman Family Foundation, Susan Hutchison, Frank F. Islam, Willem Kooyker, Linda B. & Tobia G. Mercuro, Dr. Alexander V. Mirtchev, Wayne Rogers, Leo Zickler

Acknowledgements

I would like to thank Cindy Arnson, director of the Latin American Program at the Woodrow Wilson International Center for Scholars, for her leadership and the many wonderful ideas she has contributed

to this project. I am also grateful to Adam Stubits, Program Associate for the Latin American Program who has coordinated directly with me, for his generous work on this project and his tremendous ability to resolve problems. I also wish to thank former Latin American Program Assistant Nikki Nichols for her overwhelming efficiency. I am also grateful to Monica Avila for her work on the citizen security project blog which has been an indispensable resource for this study.

Many people have provided support on various aspects of this project and I am grateful to them all. I would like to thank Victoria Wigodzky, previously with the Open Society Institute and now with the Centro de Estudios Legales y Sociales in Argentina; Michael Shifter, president of the Inter-American Dialogue in Washington, DC; and David Lovatón, director of the Área de Seguridad Ciudadana y Convivencia del Instituto de Defensa Legal in Lima, who have all taken the time to diligently read the entire book and have offered valuable suggestions.

Finally, the Latin American Program wishes to thank the Open Society Foundations for its generous support of this publication and other program activities.

tABle oF contents

Introduction 1

I Mano Dura (“Iron First”) Policies 3

II Illegal Practices and Human Rights Violations 8

III The Privatization of Security 11

IV Strengthening, Reforming, and Modernizing the Police 13

V Violence Prevention Policies 16

VI Initiatives by Local Governments 18

VII The Development of Civil Society Capacity and Initiatives 20

VIII The Development of Information and Knowledge 22

IX The Role of International Cooperation 24

X Final Reflections 26

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IntRodUctIon

Over a period of the last two decades or more, multiple mani-festations of crime and social violence in Latin America have progressively worsened. Today Latin America is, in terms of

crime, the most violent region in the world. With each passing day, crime is more at the center of public concerns and the focus of citizens’ demands on the state. This is true not only in the countries with the most serious crime problems; it is also true in countries where the situa-tion is not as severe but where the frequency of violent incidents and the sense of vulnerability, impunity, and deterioration create a heightened perception of insecurity. This perception of insecurity is at times higher

than in the countries where levels of crime are the worst.In a study by the Latin American Faculty of Social Sciences (FLACSO),

Gobernabilidad y convivencia democrática en América Latina (Governance and Democratic Coexistence in Latin America), researchers conducted surveys in major cities of 18 Latin American countries. In response to the ques-tion, “How often do you worry about becoming the victim of a violent crime?” 65.9 percent of those surveyed said that they were “always” or “almost always” worried about becoming a victim of violent crime.

The polling firm Latinobarómetro, which has followed the issue of citizen security since 1995, reports that on average both victimization and the perception of insecurity in the region have worsened year after year. Notably, the gap between perception and reality decreased to only four percent in 2010.

We are faced with one of the most serious and intractable problems in the region; and the contrast with other serious problems in Latin America is notable. For example, notwithstanding the vigorous debates over the best economic development model in the region, there is no question that Latin America as a whole is at least somewhat better off economically than it was two decades ago. Similarly, the data on poverty reduction as well as certain improvements in the quality of education, health, and infrastructure demonstrate that the region is to some extent less unjust and exclusionary than before.

| 2 |

The perception with respect to insecurity in Latin America, however, is that nothing that has been done has shown results, that we are taking blind stabs at the problem and that it has only become worse and more unmanageable. This explains why insecurity has increasingly overcome a combination of economic concerns to be perceived as the principal problem faced by citizens in the region.

This study does not attempt to downplay the seriousness of the situ-ation or the deterioration of citizen security in Latin America; nor does it pretend that the public policies adopted thus far have been sufficiently effective or that it is only a matter of time until they are. Rather, the goal is to break with a simplistic view of reality and paint a broad over-view of the various initiatives taken by states, civil society, and the inter-national community to improve citizen security.

The pages that follow consider multiple actions and measures, not al-ways complementary and in my view, frequently contradictory; at times, some have even been outright counterproductive. I consider actions that have been taken by the state, by organized civil society, and by the civilian population at large, along with the role of other important ac-tors such as the media, the churches, and universities. The fundamental purpose of this study is to demonstrate that much has been done. Hence, any analysis or public policy decision should be based on an understand-ing and evaluation of what has already been attempted. In light of cur-rent results, it is clear that the responses to date have been inadequate or have failed altogether. At the same time, there have been some positive developments at certain times and in certain circumstances. We can learn much from what has been attempted.

What follows serves to demonstrate the diversity as well as the com-plexity of what has occurred.

| 3 |

I. mAno dURA

(“IRon FIst”) PolIcIes

As crime has worsened, Latin American states have systematically turned to a set of policies known generally as mano dura or “iron fist.” Whether or not these policies are appropriate or effec-

tive, it is important to note that they differ substantively from the other responses discussed below in that they are legal measures. In most cases, these policies are imbued with political legitimacy and respond to strong social pressures to be tough on crime.

Mano dura policies are founded on the assumption that governments have been too weak in their response to crime. Policies that afford too many rights to the accused or that rely exclusively on the police are seen as favoring criminals while leaving society unprotected. In areas where this theory has been put into practice, the argument is that an “iron fist” approach not only punishes offenders more appropriately but also serves as a deterrent to new crimes.

Mano dura policies can be divided into four general types, not all of which are necessarily applied.

HarsHer sentences and new categories of criminal beHavior

These policies stem from the belief that sanctions for many crimes are too light and that tougher sentences will serve to deter crime, teach criminals a lesson, and satisfy victims’ desire for justice.

In addition to seeking harsher sentences, proponents of this view advocate the criminalization of actions not usually considered punish-able crimes. One well-known example is criminalizing the mere fact of being a member of a youth gang. Supporters of this this policy argue that it will serve as a deterrent, dissuading youth from joining gangs in the future. El Salvador’s “anti-gang law” is an example of such a measure.

Critics of this type of legislation are not necessarily opposed to longer prison terms; they argue that the principal problem is not the severity of the sentences but rather, the inability of the criminal justice system to

| 4 |

I. Mano Dura (“Iron FIst”) PolIcIes

make them effective. Such critics point to rates of impunity that often

approach 100 percent even for the most serious crimes.A different criticism of this policy has to do with the counterproduc-

tive effects of what is called “sentence inflation” or “punitive populism.” This theory holds that if the prison sentence for a lesser crime approaches the same magnitude as that for a more egregious offense, the system cre-ates a perverse incentive to commit atrocious crimes. For example, if the punishment for theft is on par with that for murder, a criminal may find it a safer bet to kill the person he robs rather than run the risk of being identified by that person later.

A third criticism is that criminalizing gang membership only strength-ens the bonds of solidarity inside the gangs, thereby making them more inaccessible. Placing gangs entirely outside the law makes them more vulnerable to the influence of organized crime.

reductions in tHe age of criminal responsibility

The protections and safeguards for children and youth established by Article 40 of the United Nations Convention on the Rights of the Child are reflected in the national laws of most Latin American countries. The incorporation of the principles of this Convention into local legislation requires that crimes committed by minors (usually defined as individuals under the age of eighteen) be treated differently than crimes committed by adults. Minors must be given special treatment and included in pro-cesses of rehabilitation.

Increasingly, however, crimes are being committed by younger and younger offenders. There is strong criticism of the fact that these youth—often in collusion with adults who use them for criminal pur-poses—are unduly benefitting from legislation that was created for other contexts. For this reason, there is a strong tendency in Latin America towards reducing the age of criminal responsibility. Various proposals have ignited intense debates that polarize public opinion.

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I. Mano Dura (“Iron FIst”) PolIcIes

significant increases in tHe size of tHe prison

population

In general, the number of people incarcerated in Latin America is relatively low in comparison to the size of the overall population, and lower still relative to the high levels of crime in the region. This, in turn, is a reflection of the extreme ineffectiveness of the judicial system. We are very far from the situation in the United States, which, with almost 3 million people in prison, has the highest per capita prison population in the world. The fact that the United States has a relatively high level of personal security—at least as compared to Latin America—has become part of an argument used by those favoring tougher criminal sanctions: criminals should spend as much time as possible in jail so that they can’t go out and commit even more crimes. This argument notwithstand-ing, it is difficult to isolate a single causal factor behind a reduction in crime, let alone to show that higher rates of incarceration lead to crime reduction.

In general terms, the size of the prison population is only one of the pervasive problems at every level of the penitentiary system in Latin America. According to the United Nations Development Program, while only 145 out of every 100,000 citizens of the region are in jail, ap-proximately 54 percent of those imprisoned have never been convicted in a court of law; worse still, they are kept in prisons filled to nearly 140 percent of capacity.

With extremely low budgets, high levels of corruption, horrific lev-els of overcrowding, deplorable health conditions, a lack of criteria for classifying different types of criminals, and virtually no rehabilitation programs, Latin American jails are part of the problem rather than part

of the solution to crime and violence in the region.Indeed, in many countries criminal organizations remain intact and

grow even stronger inside the jails. Many of the crimes committed on the outside are planned and directed from inside the prison. A final problem has to do with the way that minor offenders are converted to hardened criminals during their time in the penitentiary system.

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I. Mano Dura (“Iron FIst”) PolIcIes

security forces

Latin America has a complicated history with respect to the role of the military. Most countries in the region have been governed by the military at some point, either because the armed forces acted on its own or because it had the support of civilians willing to cede to an authori-tarian temptation. The region’s return to democracy is still very recent, and the armed forces’ new role as subordinate to civil authority is still being worked out, with a great deal of effort as well as ups and downs.

As a result of this now prolonged wave of insecurity that has ravaged the region, many voices have clamored for the military to assume a sup-porting or even leading role in protecting citizens from crime. The per-ception that the police have failed has prompted some Latin American countries to once again employ the armed forces in policing roles. This is facilitated by the fact that in the majority of countries, the armed forces enjoy higher rates of approval and legitimacy than other state institutions such as the police, the judicial system, or the public prosecutor’s office.

It is important to point out that in some countries the presence of the military on the streets has an important symbolic value for the popula-tion and that the use of the military in police roles enjoys high levels of acceptance. One can thus not rule out that similar alternatives will be discussed in other places where crime has worsened.

None of this implies that the military necessarily shares the vision re-garding its new role. In some cases, the military views the situation as an opportunity to re-legitimize its role in society and obtain a larger bud-get. In other cases, however, the armed forces view such interventions as risky both politically and legally, especially against the backdrop of sanc-tions imposed at the end of dictatorships and/or internal armed conflicts.

Critics of military participation in citizen security point out several problems. The first is that it represents a significant political step back-wards with respect to role of the armed forces in internal security mat-ters, a role which led in the past to massive human rights violations.

A second important criticism has to do with the uniqueness of police functions and the military’s lack of preparation in the citizen security arena. Modern police forces aim to protect the rights and liberties of cit-izens; the armed forces are trained to confront and destroy their enemies. This kind of military training is as it should be, but to apply this logic to the problems of citizen security can have very negative consequences.

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I. Mano Dura (“Iron FIst”) PolIcIes

There are those of us who maintain that what is at stake is how to as-sign priorities and functions in a comprehensive way. This is difficult to do in practice because the military has so much de facto power in many of our countries. However, an objective evaluation of the real threats to citizens and to the state indicates that, in most cases, a police, not a mili-tary response, is required. The real issue is to have a public discussion about spending priorities, not to embark on the false path toward greater military involvement. This only de-professionalizes the armed forces, obliging them to operate in an unfamiliar arena for which they have not been trained, all the while postponing the necessary strengthening and professionalization of the police.

In the abstract, having more well-trained police together with a smaller but well-prepared military nucleus would appear to be a more sensible alternative. But that formula does not take into account the strength of the “de facto” power of the armed forces and the weight of authoritarian traditions in the region that ascribe to the military a tute-lary role in our lives.

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II. IllegAl PRActIces And HUmAn RIgHts VIolAtIons

The outbreak of criminal activity in Latin American cities in the 1970s and 1980s occurred at a time when most countries of the region were still controlled by authoritarian governments or

had only incipient cultures of respect for democracy and human rights. This facilitated the adoption of a number of illegal practices that openly

violated human rights, many of which continue into the present.

tHe pHysical elimination of people suspected of committing crimes

Both the state and groups in society considered it possible (and ac-ceptable) to do away with the problem of crime by “eliminating” the perpetrators. This mentality led to the development, especially in some cities of Brazil and Colombia, of social cleansing strategies carried out by secret death squads. According to all indications and suspicions, these death squads were made up of police officers who killed those suspected of involvement in a specific crime or those who were considered future criminals based on their social and family situations, ways of life, etc.

The most horrendous examples of such practices took place in Rio de Janeiro with the extermination of children and teenagers, but large-scale social cleansing operations also took place in Medellín, Bogotá, and Cali against so-called “disposable people.” Similar operations must also have been carried out on a smaller scale in other cities and countries, but the information on these other cases is less systematic.

Twenty years later, practices with these same characteristics continue in Latin America, although less systematically. The extrajudicial execu-tions of petty criminals, the torture of detainees, and trials based on fab-ricated evidence have not disappeared. Nor have actions against people who are merely suspected of being criminals because their demeanor coincides with some stereotype.

In its Report on Citizen Security and Human Rights, the OAS Inter-American Commission on Human Rights indicated that “citizen secu-

ii. illegal Practices and human rights violations

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rity policies historically implemented in many states of the Americas are characterized in general terms by their divergence from international human rights standards and in many cases, the authorities have resorted to the illegal and arbitrary use of force in the name of crime preven-tion and control.” The report goes on to say that, “despite the political transitions and the adoption of constitutional and legal reforms, the in-stitutional apparatuses linked to the security forces retain authoritarian characteristics and the judicial mechanisms charged with ensuring trans-parency and accountability remain weaken. All in all, the institutions associated with the judicial branch, the prosecutor’s office, the police, and the prison system have not developed the capacity to respond ef-fectively to crime and violence through legitimate actions of prevention and enforcement.”

Several factors have contributed to a significant decline in illegal op-erations, such that they are now more marginal as well as concealed. The first was a strong reaction from Latin American societies in the countries where these practices were occurring. There was both moral repudiation of the methods and compassion for the victims, guilty and innocent alike. This rejection by society was backed by the intense con-demnation by the international community which served to support the

denunciations of local human rights groups. A second reason for the decrease in illegal methods was that, in addi-

tion to being illegal and immoral, they were ineffective and counterpro-ductive. None of the cities in which these brutal practices were carried out experienced a reduction in criminal activity. Among the dead there were probably as many innocents as there were criminals, but criminal activity continued with equal or greater intensity.

Thus, even if illegal methods continue to some extent, they have been socially delegitimized. There may still be defenders of such methods, but in general they have been forced to disguise or conceal their points of

view.

illegal regulation of crime by tHe police

Another manifestation of illegal practices in response to crime is the collusion of certain sectors of the police with criminal activity. This col-lusion ranges from simple acts of corruption that protect criminals from

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ii. illegal Practices and human rights violations

arrest or help set them free, to the direct involvement of police bodies or sectors of the police in criminal activities themselves, “regulating crime”

often in collusion with corrupt political sectors.

vigilantism (“lyncHings”)

A final illegal practice arises from the desperate reaction of popula-tions who receive very little protection from the state and who feel pow-erless to confront the crime that takes away the few material possessions they have and puts their lives and tranquility at risk. I am referring to the widespread practice of taking vigilante action against criminals (or sus-pected criminals) in rural communities or in poor cities of many coun-tries of Latin America. Notorious cases have occurred in Guatemala, Ecuador, and in the highlands of Peru and Bolivia.

There is no evidence that vigilantism has actually solved the crime problems or alleviated the concerns of people in the places where it has occurred; but it creates an additional problem. Since these populations have knowingly acted outside the law, they tend to have a much more distant relationship with the state. This, in turn, generates fertile condi-tions for other kinds of criminal activities.

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III. tHe PRIVAtIZAtIon oF secURItY

One of the most widespread responses of society to the lack of security has been the effort to obtain in outside the actions of

the state. The growth of private security companies to protect the assets of

companies and to guarantee the safety of wealthy citizens has been enor-mous throughout in Latin America in recent years. In 2007 there were an estimated 2.5 million private security guards in the region. Sales in Latin America of the leading international security firms are esti-mated to be some $23 billion, fully 24.5 percent of the total income of these firms.

Recent studies show a growth in the supply of private security around the world. These investigations indicate that in the period before the current international economic crisis, private commercial or industrial enterprises in the security field in the world’s largest markets had ex-traordinary growth rates – between 8 and 9 percent from 2001 to 2005. These figures represent twice the rate of growth of the world economy as a whole and are bested only by growth in the automobile industry during that period. In Latin America, the market for private security goods and services has grown at an estimated 11 percent over the last 15 years.

In some Latin American countries, many more people are employed by private security companies than in government police forces. In some extreme cases like Guatemala and Honduras, private security guards

outnumber policemen by five or ten to one.In addition to strictly private security guards, some policemen are also

authorized by their institutions to use their uniform and weapon to work for private parties on their days off or during vacations.

Private security raises a number of problems. One of the most serious is that these firms are not properly regulated by the state and the limits of their ability to act are not clearly defined. Their obligation to cooper-ate with authorities and public security forces is even less well defined. Private security firms also possess arsenals of weapons of increasingly high caliber, something in direct conflict with the notion of the state’s

III. The PrIvaTIzaTIon of SecurITy

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monopoly on the legitimate use of force. In addition, private security employees can get into conflicts with citizens which can result in a va-riety of abuses.

A perverse business incentive also flourishes when society’s percep-tion of insecurity grows, creating a direct interest of some members of the private sector in maintaining this climate of insecurity.

For the wealthiest sectors of the population to use their own resources to ensure security, outside the public services provided by the state, ex-acerbates social division, inequality, and exclusion. This is aggravated by the fact that the private security structures regularly close off public roads to protect certain neighborhoods that can only be entered with special permission, therefore generating a new type of social exclusion.

Private security also serves as an obstacle to tax reform aimed at en-suring greater resources for public security for all. Those who can make or block these decisions already have protection based on their privileged position in society.

It should be noted that while it is primarily the wealthy who seek to guarantee their own security, popular desperation over the government’s incapacity to protect has led middle class and even lower class groups to seek a variety of ways to protect their own security.

The less wealthy informally hire individuals as watchmen, outside of the corporate system of private security. This phenomenon is widespread in large cities where much of the population does not have access to the formal labor market, and involves hundreds of thousands of people who provide security understood as maintaining a presence on the streets or in other public places in order to dissuade petty criminals or alert others to their presence.

An additional form of private security involves the organization of the poorest sectors of the population into citizen security associations, boards, brigades, etc. Individuals volunteer part of their time to provide collective protection in the places they live. This kind of collective ac-tion can be viewed as positive; but it ultimately involves a response to something that is lacking. That is, it is a practical solution to a situation in which the state is not fulfilling its duty to provide security. The popu-lation is thus forced to spend time improving security instead of devot-ing themselves to productive or leisure activities.

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IV. stRengtHenIng, ReFoRmIng, And modeRnIZIng tHe PolIce

Many years ago, as rates of violent crime in Latin America were taking off, one of the first things that became clear was that the police were not prepared to confront problems of

security in the new context of democracy.We must remember that the deterioration in the security situation

coincided with the process of democratic transition and the end of inter-nal armed conflicts in the majority of Latin American countries. Police forces for the most part were still acting within a logic of counterinsur-gency in which the emphasis was not on attending to citizens but rather, on protecting the state.

tHe main experiences

Numerous efforts have been made over the last two decades to over-come these limitations by reforming and modernizing the police. One of the most significant achievements was in El Salvador in the 1990s, when the National Civilian Police was created as part of the peace accords that ended the internal armed conflict. The Guatemalan police went through a similar, though less radical, process of reform as a result of that coun-try’s own peace accords. The National Police of Nicaragua is a different case. This police force emerged after the victory of the Sandinista revo-lution in 1979 and was called the Sandinista National Police, a name that reflected its partisan character. Subsequent political developments in the country allowed for the police to be depoliticized without its losing the communitarian vision that had marked it since its founding.

Significant police reform processes have also taken place in South America. The first was undertaken by the Colombian National Police during the period of General Rosso Serrano. This effort enjoyed signifi-cant support from the U.S. government in the context of strengthening

the war against drugs.Another relatively old case, promoted from within the police itself,

is that of Chile’s Investigative Police. Toward the end of the Pinochet

iV. Strengthening, reforming and modernizing the Police

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dictatorship, it was so corrupt and had lost so much prestige that the possibility of its absorption into the Carabineros was seriously discussed. Chile’s Carabineros themselves have gone through processes of institu-tional modernization that has resulted in increased legitimacy and pres-tige. (The autonomy of Chile’s police forces vis-à-vis civilian authorities is very great.)

Another important process of police reform took place in Peru be-tween 2001 and 2004 during the return to democracy following the Fujimori dictatorship. The reform made changes in almost every aspect of police life within the framework of a redefinition of its mission.

In countries where there is no single police force, but rather multiple police forces, there have also been numerous processes of reform—both

within forces and their relationships with one another.In Brazil, a number of efforts have been made to reform the police

at the state level and, in some cases, at the federal level. One of the processes currently underway is the creation and development of mu-nicipal police forces, something new for Brazil. Paradoxically, the pri-mary police reform efforts in Mexico are aimed at recentralizing police forces and eliminating the local police, which have been considered as the most corrupt and the least resistant to the penetration of criminal organizations.

In Argentina there have also been efforts to modernize and reform police forces in a number of provinces. Most significant have been the changes attempted at various times in the province of Buenos Aires. In Venezuela, where the situation of insecurity is alarming, police reform initiatives have been undertaken once again. A new police force is being

created, although the results have yet to be measured.

b. measures addressed

There are a variety of areas in which police reform efforts have been made, but the specific aspects vary from case to case. The most signifi-cant processes have involved the “re-founding” and purging of police forces of corrupt and abusive elements. Other efforts have focused on the recruitment of more officers, an increase in police resources, and the introduction of modern technology.

iV. Strengthening, reforming and modernizing the Police

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Other important components of reform involve changes in and the modernization of processes of training, professionalization, and special-ization. Efforts have also been made to establish mechanisms to increase oversight and accountability within the police forces as well as to im-prove and modernize disciplinary regimes. The struggle against internal corruption has been particularly difficult to address.

The protection of the rights and dignity of the police themselves has been an area of focus as well. The practice of community policing, which has been implemented in many areas albeit unevenly, represents the greatest change in the relationship between the police and the com-munity they serve.

The scope of this work does not permit a complete assessment of po-lice reform efforts over the past two decades. Yet it is nonetheless clear that efforts at reform have been frequent. Notwithstanding the many limitations of these processes, police forces in the region today are sig-nificantly different from what they were 20 years ago. There have been very significant changes in police doctrine and in levels of professional-ization. At the same time, little progress has been made in the difficult area of the fight against corruption. This situation is complicated by the fact that organized crime is now one of the dominant aspects of crimi-nality in an ever larger number of countries.

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V. VIolence PReVentIon PolIcIes

Because police reform measures alone have been unable to solve the problem of crime and violence in Latin America, policies to prevent violence have been developed, initially only at the

conceptual level but later implemented as concrete actions. Such policies have been based on the belief that there are a series of factors that explain why some sectors of the population become involved in violent crime and that therefore, by adopting the right measures in a timely fashion,

states and civil society can act to prevent such crime from occurring.Many of the antecedents of this approach come from the medical sci-

ences, specifically epidemiology. In other words, there are a number of risk factors that, if controlled, can have a decisive influence on reduc-ing the number of cases referred to the criminal justice system. As with public health policy, the belief is policies of prevention not only achieve important results, but do so more cost effectively.

The risk factors that have been identified are very diverse. Some are rooted in problems of family life and their impact on young peo-ple. Social conditions such as urban poverty, a lack of education and job opportunities, and large informal economies also play a role. “Environmental” factors such as easy access to drugs, alcohol, and fire-arms are also important. Other triggers have to do with the logic of urban development in the majority of Latin American cities where, for various reasons, conditions are more favorable to criminal life than they are to peaceful coexistence.

The main initiatives developed so far in this field have been imple-mented by non-governmental organizations, churches, and other kinds of civic associations at the local level. These initiatives are often carried out on a very small scale, aimed primarily at preventing family violence and working with at-risk youth.

Efforts to prevent violence within the family have increased signifi-cantly. Domestic violence is not just the result of social violence; a great deal of evidence shows that there is a causal relationship between vio-lence in the home and subsequent involvement in violence by young people.

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V. VIOLENCE PREVENTION POLICIES

Many of the programs currently underway are focused on at-risk youth under the premise that youth are both the most frequent perpetra-tors of violent acts as well as the primary victims. Many of these pro-grams are carried out at the local level and have demonstrated concrete results for certain groups.

In terms of prevention activities at the national or even interna-tional level, the most notable are those aimed at reducing the number of weapons in civilian hands. Significant campaigns of this kind have been carried out in Brazil as well as in Central America, particularly the Central American Program for the Control of Small and Light Weapons (CASAC).

In general, national governments have been slow to adopt prevention policies as a central aspect of their fight against violent crime. This is in large part because prevention is an investment that matures over the long term, whereas the demand is for immediate solutions. Yet progress has been made. In almost all countries prevention is part of the official discourse, and in many countries institutions have been created for this purpose.

Nevertheless, prevention policies are still fairly new in Latin America and the results are not yet fully visible. This is especially true given that by their very nature, such policies require more time to mature and show results.

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VI. InItIAtIVes BY locAl goVeRnments

There is an important discussion among citizen security specialists regarding the impact of actions taken at the national level (legal and institutional reforms, strengthening of the police, etc.) as

compared to those taken at the local level. The debate is a valid one; however, one fact stands out: successes to date, be they relative, partial, or temporary, have occurred in cities, not in countries as a whole.

In general terms, successful initiatives are associated with the follow-ing common characteristics, despite slight variations among cases:

A. Effective local authorities elected by citizens to manage the city. This is true independently of how many legal powers the mayor has in the field of security.

B. Local leadership and strengthening of the operational capacity of the police, either in cases in which there are local police forces or, more often, in which local authorities have had to coordinate and guide the work of members of the national police who are not formally under their command. In all such cases, the authori-ties have achieved a degree of leadership of the police and have strengthened them via resources and infrastructure within the context of broader initiatives. In other words, there is no sub-stitute for policing—the control and suppression of crime—as a component of successful experiences, which are otherwise best known for their contribution in the field of prevention.

C. Implementation of measures of situational prevention. Mayors have the power and ability to directly intervene in situational factors that generate a climate more (or less) favorable to crime. Relevant activities include the recovery of public spaces; the use more fluid and open urban designs (as compared to the urban slums and labyrinths that protect crime); restrictions on the li-censes and hours of operation of bars, discos, brothels, and other

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VI. INITIATIVES By LOCAL GOVERNMENTS

places where many homicides routinely occur; and improvements in public transportation. These combined actions have a favorable effect on citizen security.

D. Promotion of social prevention programs. Along the lines of what was described in the previous section, there are diverse munici-pal initiatives for at-risk youth and for the prevention of family violence.

E. Encouraging citizen participation. Citizen participation in secu-rity is often tied to community policing initiatives and is an im-portant element in successful local strategies. This participation is primarily in support of situational or social prevention measures and aimed at providing relevant information so that local govern-ments can take action.

F. Education in the values of peaceful coexistence. Frequently, local strategies have included educational and cultural campaigns aimed at teaching respect for the law and for the rights of others in daily life.

G. Improvements in information systems and in the monitoring and evaluation of actions and policies. This is discussed below in greater detail, but these improvements have been part of all suc-cessful local experiences.

There are many local governments in Latin America that have devel-oped strategies employing some or a number of the components above. However, several local experiences are paradigmatic. They include Cali, Bogotá, and Medellín in Colombia and Santa Tecla in El Salvador. In Brazil, they also include Diadema in São Paulo, Belo Horizonte, and recently the Police Pacification Units (UPPs) in Rio de Janeiro.

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VII. tHe deVeloPment oF cIVIl socIetY cAPAcItY And InItIAtIVes

As security has become a central concern for citizens, govern-ments are not alone in the search for solutions. In parallel fash-ion, civil society organizations have also been engaged in a

number of activities focused on crime reduction, with varying levels of impact.

These organizations are quite diverse in nature:

Organizations of direct or indirect victims of violence

The family members of kidnapping and homicide victims have orga-nized themselves as platforms with varying levels of stability. Initial ac-tions aimed at pressuring the state and at raising awareness in society about the problem. Several of these organizations have evolved in so-phistication and complexity and have become longer lasting.

Human rights organizations that have included a security dimension

in their work

Human rights organizations initially become involved in the security issue because of their concerns about police abuses, the problems in pen-itentiaries, or changes in the law that affect individual rights. In many cases, however, and without necessarily abandoning their basic concerns, they have also contributed to the formulation and monitoring of public policies consistent with human rights and support for victims of vio-lence. The work of these organizations is carried out in a broader con-text in which security is seen as a human right and the lack of security as a problem that disproportionately affects those sectors of society that

have traditionally been the most vulnerable to other rights violations.

Organizations that contribute knowledge

The study of security problems in Latin America has progressed in im-portant ways. States and security sector institutions have not contributed significantly in this area. But many non-governmental organizations

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VII. THE DEVELOPMENT OF CIVIL SOCIETy CAPACITy AND INITIATIVES

(NGOs) have, whether they are exclusively research-oriented and have incorporated security as one of their areas of study or whether they a broader focus and have added research as an important component of

their work.

Organizations that specialize in the field of security

Most such organizations are relatively new, but there are an important number of them in Latin America today. They have emerged as a direct result of rising crime and violence and work in a comprehensive way, combining research, public policy, oversight, and pilot projects at the

local level or on a specific theme.

Organizations to support and assist victims

These groups have been created principally to protect victims of vio-lence, particularly women who are victims of domestic violence. These organizations also work with people who have been in trouble with the

law, in order to prevent recidivism.

Organizations of the private sector

These organizations seek to create institutional spaces for reflection, pro-posals, and oversight of security policies in their countries.

Inter-institutional coordination

As the range of non-governmental organizations that deal with security issues has grown significantly, various initiatives are now helping to co-ordinate efforts and to create platforms or networks. These initiatives seek to foster dialogue among groups working on similar issues so that they can learn from each other and create synergies. Some of these ef-forts are nationally-based and others take place at the regional and sub-regional level.

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VIII. tHe deVeloPment oF InFoRmAtIon And knowledge

An important limitation to confronting the crime problem has been, on the one hand, the difficulty of adequately understand-ing the phenomenon, and on the other, the almost complete

lack of indicators with which to develop and evaluate public policies. Much remains to be done in both areas but some progress is worth highlighting.

In terms of research on citizen security, there is now an extensive bibliography of works by academics, civil society organizations, and, to a lesser extent, the state entities working in this arena. There are local as well as national studies as well as many on specific cross-cutting themes. The fact that some Latin American universities have created Master’s programs in security studies raises the likelihood that serious research will continue to develop.

Important progress has also been made in devising tools to measure the evolution of various kinds of crime. The problem of relying on po-lice statistics is well known. To begin with, there is the so-called cifra negra (“black figure”), which refers to the large number of crimes that go unreported because of a lack of confidence that police authorities will do something as a result of the complaint. In some countries, however, sig-nificant efforts have been made to improve the collection and processing of information from complaints. These efforts involve professional train-ing for those in leadership positions and the creation of more efficient systems for auditing results.

The improvement in gathering crime statistics has been critical to mapping and pin-pointing areas of criminal activity; that is, identifying the place and time in which complaints are received, in order to target police interventions. All of the successful crime reduction strategies in the region have used this tool to plan police action.

Even so, crime statistics alone have not proven sufficient. For this reason, different countries of the region have developed—albeit in a very uneven fashion—victimization surveys that measure the incidence and types of crime based on responses given by the population itself.

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VIII. THE DEVLOPMENT OF INFORMATION AND KNOWLEDGE

Victimization surveys always have some degree of distortion, as they are based on the word of one person and that can be influenced by many different factors. Nevertheless, with the standardization of questions and consistent administration, victimization surveys can become an impor-tant tool for measuring trends. In fact, in some countries and cities, these surveys have become a matter of public policy and the primary tool for measuring the evolution of criminal trends.

Various “observatories” on violence have been created in Latin America to fill the need for more precise, socially legitimate, and scien-tifically verifiable information. These observatories seek to establish an autonomous space—transparent and accessible to authorities and to the public—where interagency information on crime can be gathered and processed. For example, in the case of homicide, observatories function as a space for comparing and validating information from the police, public prosecutors, attorneys general, and the health system.

Much more improvement and progress must be made in the field of information and analysis. But it is already a great advance to have reached a consensus that without tools for scientific measurement, it will not be possible to develop the appropriate public policies. In the area of citizen security—as in economics, health, or education—results must be measured objectively, diminishing as much as possible the role of perceptions.

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IX. tHe Role oF InteRnAtIonAl cooPeRAtIon

As the problem of insecurity has grown in importance and has begun to affect the quality of life and possibilities for devel-opment in Latin America, the international donor community

has begun to pay closer attention. Donors have begun providing assis-tance to governments and to groups in civil society to develop initiatives aimed at institutional strengthening of the police and government min-

istries, social prevention, and the fight against organized crime. Thus far there is no systematized evaluation of the contributions of

international donors in this area, but an initial approximation for Central America could serve as a reference point for the rest of the region.

International security assistance to Central America has grown signif-icantly in recent years and it is safe to say that the region receives no less than $250 million a year from a variety of sources. Mexico and South America receive noticeably less in the specific area of citizen security, but this is not the case with respect to funds to fight drug trafficking. Through the Mérida Initiative, the United States is channeling a signifi-cant assistance to Mexico to combat organized crime, principally drug trafficking. Plan Colombia is a similar initiative that has been underway for more than a decade.

International funding for Central America comes from the following

sources:1. European partners—with the European Commission, Spanish,

and German contributions in the lead;

2. Cooperation from the United States, initially through the Mérida Initiative and now through the Central America Regional Security Initiative (CARSI);

3. The Inter-American Development Bank (IDB), through a broad program of loans and grants across the region;

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IX. THE ROLE OF INTERNATIONAL COOPERATION

4. The United Nations system, through the activities of the United Nations Development Program (UNDP); the joint programs of its agencies and in particular the UN Office on Drugs and Crime (UNODC), the Pan-American Health Organization (PAHO), the United Nations Children’s Fund (UNICEF), the United Nations Development Fund for Women (UNIFEM), and the United Nations Population Fund (UNFPA);

5. Assistance from non-governmental agencies.

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X. FInAl ReFlectIons

MULTIPLE RESPONSES: As we have seen, responses to Latin America’s security problem have been quite diverse, with aspects that are not at all homoge-nous or convergent. On occasion there have been serious and informed responses, but more often they have been impulsive and even opportunistic. In some cases there have been integrated strategies, but isolated actions have been more the rule. Whereas in certain cases initiatives have been carried out in complementary fashion, more often they have been contradictory.

1. MULTIPLE ACTORS: Given the complexity of the problem and its effect on society and on the state, it is only natural that there are many actors involved in seeking a solution, but they do not always act coherently vis-à-vis one another. There are national governments working primarily through the ministries of secu-rity, government, or interior; various police forces with differ-ent levels of autonomy from political authorities; local govern-ments with differing capacities, which only occasionally have been able to carry out consistent security initiatives; organized citizens who have sometimes contributed significantly to pre-vention but on other occasions have acted out of desperation outside the law; civil society organizations with an increasing capacity to develop knowledge and pilot programs; and finally, the increasing involvement and support of the international community.

2. SUSTAINABILITY AND CONTINUITY: Perhaps the most signifi-cant challenge for developing successful citizen security policies is the contradiction between public pressure for immediate re-sults and the time that policies need to mature and show con-sistent results. This problem lies at the root of the difficulties in ensuring the continuity and sustainability of the policies that are put into practice.

3. UNDERSTANDING, KNOWLEDGE, AND EXPERIENCE: It is still very difficult to understand the full dimension of the crime problem and to come up with adequate measurements. However, today we have greater accumulated knowledge and

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X. FINAL REFLECTIONS

experience—and many more institutional resources—than twenty years ago.

4. THE PAUCITY OF SUCCESS STORIES: The general trend in the region has been one of deterioration, and this has only been reversed in a few cases. Furthermore, the successful outcomes discussed in these pages have been difficult to sustain over time and are not easily replicated.

5. THE INTEFERENCE OF POLITICS: The dynamic of political competition between parties in power and the opposition, above all (but not exclusively) in contexts of deep polarization where consensus is elusive, has become an enormous obstacle to defin-ing consistent policies that can be sustained over time.

6. THE DIFFICULTY OF MEASURING AND EVALUATING: Objective parameters do not exist for measuring policy impact or for weighing the importance of specific variables in obtaining a par-ticular result. To the extent that crime suppression, institutional strengthening, and prevention are taking place at the same time, it is difficult to determine with certainty which of these factors has had a greater or more decisive impact on achieving a given result.

7. NEW CHALLENGES: The growing presence of organized crime as a factor in the social dynamics of insecurity adds a new level of complexity to the problem. When crime becomes more vio-lent and centralized and is no longer the result of the isolated actions of individuals, new ways of thinking are required.

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