¿qué está pasando con los jóvenes en américa latina?

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SÁBADO 31 DE OCTUBRE DE 2015 elcaribe.com.do ENTREGA ESPECIAL DEL DIARIO elCaribe BIBLIOTECA BERNARDO KLIKSBERG POR BERNARDO KLIKSBERG ¿Qué está pasando con la situación de los jóvenes en América Latina? Veamos al- gunos aspectos claves. I. Circuitos de vida desiguales A mérica Latina es la re- gión con las más amplias brechas de desigualdad del orbe. Las cifras de dis- tribución fueron siem- pre regresivas en la región, pero la si- tuación empeoró más en los ‘80 y ‘90 ba- jo el impacto de las políticas ortodoxas. Ello tiene plena expresión en los jóve- nes. Los “circuitos de vida” son totalmen- En diversos países los jóvenes pobres están concentrados en ayudar a sus fami- lias a sobrevivir. Ello los lleva a salir a tra- bajar a edades más tempranas, abandonar la secundaria y con frecuencia emigrar. II. Educación: ¿oportunidad o ilusión? La ciudadanía exige educación. En el pro- ceso de democratización las inversiones en este campo han ido aumentando, y se han obtenido considerables progresos en áreas como la masificación del ingreso a la escuela primaria y el fuerte descenso de las tasas de analfabetismo. Sin embargo, los resultados de los sis- temas educativos de la región siguen muy distantes de las metas deseables. La deserción, la repetición y el atraso ¿Qué está pasando con los jóvenes en América Latina? están concentrados en los sectores de menores ingresos, y se ha creado una enorme brecha entre ellos y los sectores de más ingresos. En el 20% más pobre sólo termina el secundario un joven de cada 5. En el 20% más rico son 4 de cada 5. Sólo menos de uno de cada 100 jóvenes del 20% más po- bre termina la universidad. En el 20% más rico la finaliza la quinta parte. Las causas de deserción del 20% más pobre son muy concretas: desnutrición, trabajo infantil, familias desestructura- das, pobreza. Además hay una brecha de calidad. Las escuelas privadas tienen más horas de clase, docentes mejor pagados, más recursos de apoyo, mejor infraestructu- ra, que las que pueden ofrecer las escue- las públicas. Incluso al interior de la misma educa- ción pública las diferencias pueden ser significativas. Los jóvenes de las áreas rurales y de los asentamientos (120 millones viven en viviendas precarias) reciben una edu- cación “pobre”, con menos horas de cla- se anuales y con pocos recursos de so- porte. En la situación real de parte de Amé- rica Latina la promesa de educación pa- ra todos se transforma en ilusoria para muchos jóvenes. Esto va a reforzar de múltiples maneras las otras inequidades vigentes en esta región tan desigual. PASE A LA PÁGINA 2 > te diferentes según el estrato social al que se pertenezca. Los sectores de estratos altos y me- dios altos minoría, tienen altos niveles educativos, futuros laborales promiso- rios, y pueden formar familias estables. Los jóvenes pobres, amplios sectores en un continente con más del 25% de po- bres, tienen vidas marcadas por la falta de oportunidades. Deben trabajar desde temprana edad, sus posibilidades de cur- sar estudios primarios y secundarios son limitadas, tienen riesgos significativos en salud, no tienen red de relaciones so- ciales que pueda impulsarlos, no hay cré- dito para ellos, su inserción laboral es muy problemática, difícilmente logran quebrar la situación de privación de sus familias de origen. FOTO: FUENTE EXTERNA

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Page 1: ¿Qué está pasando con los jóvenes en América Latina?

SÁBADO 31 DE OCTUBRE DE 2015

elcaribe.com.doENTREGA ESPECIAL DEL DIARIO elCaribe

BIBLIOTECABERNARDO KLIKSBERG

POR BERNARDO KLIKSBERG

¿Qué está pasando con la situación de los jóvenes en América Latina? Veamos al-gunos aspectos claves.

I. Circuitos de vida desiguales

América Latina es la re-gión con las más amplias brechas de desigualdad del orbe. Las cifras de dis-tribución fueron siem-

pre regresivas en la región, pero la si-tuación empeoró más en los ‘80 y ‘90 ba-jo el impacto de las políticas ortodoxas.

Ello tiene plena expresión en los jóve-nes. Los “circuitos de vida” son totalmen-

En diversos países los jóvenes pobres están concentrados en ayudar a sus fami-lias a sobrevivir. Ello los lleva a salir a tra-bajar a edades más tempranas, abandonar la secundaria y con frecuencia emigrar.

II. Educación: ¿oportunidad o ilusión?La ciudadanía exige educación. En el pro-ceso de democratización las inversiones en este campo han ido aumentando, y se han obtenido considerables progresos en áreas como la masificación del ingreso a la escuela primaria y el fuerte descenso de las tasas de analfabetismo.

Sin embargo, los resultados de los sis-temas educativos de la región siguen muy distantes de las metas deseables.

La deserción, la repetición y el atraso

¿Qué está pasando con los jóvenes en América Latina?

están concentrados en los sectores de menores ingresos, y se ha creado una enorme brecha entre ellos y los sectores de más ingresos.

En el 20% más pobre sólo termina el secundario un joven de cada 5. En el 20% más rico son 4 de cada 5. Sólo menos de uno de cada 100 jóvenes del 20% más po-bre termina la universidad. En el 20% más rico la finaliza la quinta parte.

Las causas de deserción del 20% más pobre son muy concretas: desnutrición, trabajo infantil, familias desestructura-das, pobreza.

Además hay una brecha de calidad. Las escuelas privadas tienen más horas de clase, docentes mejor pagados, más recursos de apoyo, mejor infraestructu-ra, que las que pueden ofrecer las escue-las públicas.

Incluso al interior de la misma educa-ción pública las diferencias pueden ser significativas.

Los jóvenes de las áreas rurales y de los asentamientos (120 millones viven en viviendas precarias) reciben una edu-cación “pobre”, con menos horas de cla-se anuales y con pocos recursos de so-porte.

En la situación real de parte de Amé-rica Latina la promesa de educación pa-ra todos se transforma en ilusoria para muchos jóvenes. Esto va a reforzar de múltiples maneras las otras inequidades vigentes en esta región tan desigual.

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te diferentes según el estrato social al que se pertenezca.

Los sectores de estratos altos y me-dios altos minoría, tienen altos niveles educativos, futuros laborales promiso-rios, y pueden formar familias estables.

Los jóvenes pobres, amplios sectores en un continente con más del 25% de po-bres, tienen vidas marcadas por la falta de oportunidades. Deben trabajar desde temprana edad, sus posibilidades de cur-sar estudios primarios y secundarios son limitadas, tienen riesgos significativos en salud, no tienen red de relaciones so-ciales que pueda impulsarlos, no hay cré-dito para ellos, su inserción laboral es muy problemática, difícilmente logran quebrar la situación de privación de sus familias de origen.

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III. Los jóvenes excluidosMás de uno de cada cinco jóvenes lati-noamericanos están fuera del mercado de trabajo y del sistema educativo.

Los excluidos no reciben ingresos o lo hacen muy esporádicamente, con lo que tienen serias dificultades de superviven-cia. No logran iniciar una vida laboral, con lo que no están expuestos a experien-cias de aprendizaje y crecimiento pro-ductivo. Al mismo tiempo su red de rela-ciones posibles se estrecha fuertemente dado que el trabajo es un lugar clave pa-ra nutrirla.

A todo ello se agrega un plano funda-mental. Los jóvenes están en pleno pro-ceso de tratar de afianzar su autoestima. La marginación social atenta directa-mente contra ella. En lugar de fortalecer-se se debilita. Ello va a generarles proble-mas psíquicos, de conducta y de relacio-namiento.

Los jóvenes marginales urbanos que-dan “aislados”. A ellos se suma con fre-cuencia la debilidad que tiene su núcleo familiar por los impactos de la pobreza.

Sin modelos de referencia e identidad fuertes a nivel familiar, y a nivel de tra-bajo, quedan librados al encuentro en las calles con otros jóvenes ubicados en si-tuaciones similares.

Los estudios sobre las “maras”, los gru-pos delincuenciales juveniles que se han extendido en diversos países centroame-ricanos, y que integran cientos de miles de jóvenes, informan que cuando se les pregunta sobre porqué ingresaron a gru-pos donde su vida corre peligro serio, sue-len contestar “dónde quieren que este-mos, el único lugar donde nos aceptan”.

La exclusión social, junto con la desar-ticulación familiar, colocan a un sector de la juventud de la región en una situación de “jóvenes acorralados” que ante la falta de respuestas en las políticas públicas pue-den sentirse atraídos por las maras y ser

reclutables por las mafias de la droga y del crimen organizado.

Es fundamental ver la génesis del pro-blema, y no sólo sus síntomas finales pa-ra poder enfrentarlo. Un informe de la Unicef y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Diciembre, 2004) producto de observaciones de campo en Guatemala, El Salvador y Honduras pre-vino: “Las políticas estatales en la mate-ria deben dirigirse a la satisfacción de ne-cesidades fundamentales, a la creación de oportunidades de vida y al respeto a los derechos civiles y políticos, incluyen-do el derecho a un juicio justo”. Resalta que “muchos de los integrantes de las pandillas pertenecen a los sectores más pobres de la población por lo que no tie-nen acceso a educación, alimentación, habitación, salud, seguridad personal, protección familiar y posibilidades de trabajo”.

Reclama que “este problema no se pue-de abordar únicamente desde la perspec-tiva de la seguridad pública”.

IV. Acerca de mitosLa posibilidad de encarar los problemas referidos, y en general de abrir paso a las potencialidades de los jóvenes, requiere en primer término de una mirada que se acerque a ellos tratando de comprender sus singularidades y que procure identi-ficar las causas estructurales de los pro-blemas.

La mirada usual ha tendido a no in-cluir en la agenda pública sus problemas básicos, y se ha conformado con razonar sobre los jóvenes en términos de ciertos “mitos”.

Ellos oscurecen el camino a realmen-te “comprender” qué sucede con los jó-venes de la región, y superarlos es ser una vía ineludible para dar pleno paso a po-líticas y propuestas renovadoras. Vea-mos algunos de ellos.

Primer mito. Es una juventud sin inquietudesUn mito de amplia circulación es el que razona en términos de que los jóvenes de hoy no “tienen inquietudes”. Se los lla-ma: pasatistas, superficiales y frívolos.

La situación real es diferenteLa problemática misma de la juventud ha tenido muy limitada representativi-dad en la política, y la inclusión de líde-res realmente representativos de los jó-venes ha tendido a ser restringida. Se ne-cesitan prácticas políticas de nuevo cu-ño, inspiradoras y presididas por la ética para volver a capturar el interés juvenil. Cuando ellas se dan, el mismo surge.

En la región, sectores importantes de los jóvenes canalizan su participación ac-tual por nuevas vías. Hay un aumento de la asociatividad religiosa, la generación de nuevas formas de relacionamiento en el espacio virtual y modalidades asociativas de nuevo cuño de tipo informal.

La supuesta falta de inquietudes escon-de muchas veces en el fondo una búsque-da de causas válidas. En cuanto ellas apa-recen, los jóvenes están. Esto es muy vi-sible en el voluntariado. Allí el joven tie-ne una meta clara, cumplir el precepto bíblico fundamental de la solidaridad, se pueden lograr objetivos concretos en cor-to lapso y hay transparencia. Dirigentes y participantes están movidos por móviles de servicio. Las organizaciones suelen ser abiertas y con alta horizontalidad.

Cuando hay propuestas voluntarias sig-nificativas que llegan directamente a ellos, los jóvenes latinoamericanos han demos-trado una alta receptividad. Encabezaron entre otros en los años anteriores la cru-zada contra el hambre en Brasil de Betin-ho, que congregó a más de 60 millones de personas, la acción de Caritas en la Argen-tina del 2000 al 2002 contra la pobreza, que dio protección a 3 millones de perso-

nas en base a 150,000 voluntarios el exi-toso programa “Un techo para mi país” en Chile, presente actualmente en 19 países, con 400,000 voluntarios. A todo lo largo del continente, no sólo participaron en grandes organizaciones solidarias, sino que generaron silenciosamente en mu-chos casos sin apoyo alguno, innúmeras redes y organizaciones de base.

Segundo mito. No se esfuerzan lo suficienteSegún el mito, la de hoy sería una juven-tud inclinada al “facilismo”, en cuanto se requieren esfuerzos mayores no los rea-liza. Tampoco les atrae ser emprendedo-res, innovar, tomar iniciativas. Prefieren la vida sin exigencias. Sus fracasos se de-berían en parte importante a caracterís-ticas como esas.

Sobre la base de razonamientos de es-te orden la responsabilidad de los proble-mas de integración y progreso económi-co de la juventud recaería en los mismos jóvenes. Pasan de ser problemas estruc-turales de mal funcionamiento de la eco-nomía y la sociedad a resultantes de las conductas de algunas de las principales víctimas de los mismos.

Cuando se compara con los hechos, el mito aparece muy frágil. En diversos paí-ses de la región, las generaciones ante-riores se desempeñaron en los ´50 y ´60 en sociedades con múltiples problemas, pero en crecimiento y con alta movilidad social. El estudio era una vía regia para el progreso personal. Representaba des-pués una inserción económica significa-tiva. Las pequeñas y medianas empresas eran factibles en mercados en crecimien-to y había políticas estatales que las pro-tegían. Las profesiones liberales tenían un campo creciente ante clases medias que se ampliaban. El Estado estaba en expansión y el empleo público era una posibilidad interesante.

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En los ´80 y ´90 los jóvenes encontra-ron un ambiente muy diferente. Econo-mías que tendían a dualizarse con sec-tores en modernización acelerada, y muchos otros en retroceso. Procesos de desindustrialización como el que se dio en países como la Argentina y otros, quiebra masiva de Pymes y concentra-ción financiera y económica. Reducción fuerte del rol y la dimensión del Esta-do, cuya planta de personal fue achicán-dose permanentemente hasta signifi-car en el año 2000 casi la mitad en tér-minos proporcionales que la de los paí-ses desarrollados (Carlson y Payne, 2002). Una aguda polarización social que generó entre otros impactos, un fuerte estrechamiento de los mercados internos, cerrando caminos a diversos profesionales liberales. Una contrac-ción de las clases medias y de los ingre-sos salariales.

En muchos países, la incipiente o sig-nificativa movilidad social, fue reem-plazada por una rigidez social pronun-ciada y por procesos de movilidad so-cial descendente que dieron origen a una nueva clase social: “los nuevos po-bres”.

En este ambiente, adjudicar éxitos y fracasos a supuestos rasgos casi congé-nitos de inclinación al esfuerzo o a la pasividad no responde a la realidad.

Causas estructurales crearon para la gran mayoría de los jóvenes una restric-ción severísima en las oportunidades.

Amplios sectores de jóvenes no tuvie-ron mayor oportunidad de probar si esta-ban dispuestos a esforzarse y generar ini-ciativas. La economía no les abrió paso.

Tercer mito. Tienen tendencia a la conflictividad e incluso a la violenciaEn las sociedades de la región circula la imagen de que los jóvenes son dísco-los, de conductas en muchos casos cen-surables, básicamente impredecibles. Es como que hubiera que “andar con cuidado” con ellos.

A esto se agrega la percepción en el caso de los jóvenes pobres de que serían “sospechosos en potencia”. Podrían lle-gar a tener fácilmente conductas delic-tuales.

Este mensaje básicamente de des-confianza contamina las políticas, las actitudes y los comportamientos hacia los jóvenes en el aula, el mercado de tra-bajo, el trato de las instituciones públi-cas y múltiples aspectos de la vida co-tidiana. Los jóvenes a su vez lo captan y lo resienten profundamente.

El mito saltea cómo están viviendo los jóvenes en nuestras sociedades en este tiempo histórico y en función de

ello qué conductas pueden esperarse de ellos.

El joven latinoamericano tiene mo-tivos fundados para estar “tenso”. Está inmerso en sociedades que no aceptan mayormente como importantes sus pro-blemas y no les dan lugar en la agenda pública. Tiene con frecuencia que de-jar de lado inquietudes e ilusiones pa-ra estudiar lo que “venda”, sea “coloca-ble”. Sus cifras de desocupación son muy superiores a las generales.

A todo ello se suma la mirada de des-confianza y desvalorización.

Es sano que no acepte convertirse en un ser “totalmente ajustado” a esas con-diciones lesivas. Que exprese de diver-sos modos rebeldía.

La mirada de desconfianza se trans-forma en una de sospecha directa en el caso de los jóvenes pobres. Un líder in-

dígena joven de la Quebrada de Huma-huaca denunció que había allí un deli-to no tipificado, lo llamó “el delito de portación de cara”. Por ser indígena les pedían documentos y los discrimina-ban de múltiples formas.

El mito que penaliza de antemano a los jóvenes pobres, y no los entiende ni quiere hacerlo, refuerza una sola vía, la “mano dura”.

Ella ha conducido en diversas reali-dades de la región a un aumento side-ral de los gastos en seguridad pública y privada, y a un sobrepoblamiento de las cárceles. A su vez éstas son con frecuen-cia, como se ha denunciado reiterada-mente no un espacio de rehabilitación, sino de deterioro casi salvaje. No se re-forma en ellas a los jóvenes sino que se los degrada mucho más.

Ni el mayor gasto en seguridad ni el aumento de jóvenes en las cárceles han reducido las tasas de delincuencia. No tocan sus causas estructurales.

El mito actúa para muchos jóvenes pobres como la “profecía que se auto rea-liza”. Los condena a través de la discri-minación a exclusiones severas, los ha-ce vulnerables al delito, después les apli-ca políticas de represión extrema, hasta convertirlos ya degradados y sin casi sa-lida posible en “carne de cañón” para las bandas del crimen organizado.

En muchos países, la incipiente o

signifi cativa movilidad social, fue reemplazada por una rigidez social pronunciada y por procesos de movilidad social descendente que dieron origen a una nueva clase social: “los nuevos pobres”.

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DesigualdadesEn América Latina, entre los hijos de padres que no terminaron la escuela primaria, sólo 3 de cada 10 completan la secundaria. Entre aquellos cuyos padres fi nalizaron la universidad, 9 de cada 10 terminan la secundaria.

Los nuevos líderesCamila Vallejo (23 años) fue la líder de la gran protesta estudiantil chilena y hoy un modelo mundial de referencia. Asimismo, según señalan los periódicos, es muy bella. Le preguntaron en una entrevista qué sentía al ser tan bella. Contestó: “No elegí ser bella, sí elegí mi proyecto político”.

Los carteles de los indignados “Vergüenza, vergüenza”. “Yo soy el 99%. No tengo ningún lobbista.” (The New York Times, 7/10/2011).

V. Cursos de acciónSe han reconstruido aspectos centrales del contexto en que vive la juventud la-tinoamericana actualmente. ¿Qué pue-de hacerse al respecto?

Muchísimo, si se superan los mitos, se profundiza sobre las causas reales de los problemas y se las ataca. Los jóve-nes de la región no son ni faltos de in-quietudes, ni carentes de interés en tra-bajar ni violentos.

Las políticas públicas y la sociedad deben incorporar la juventud como una cuestión fundamental de la gran agen-da nacional.

Entre otros aspectos, es necesario fortalecer mediante políticas sistemá-ticas de protección a su desarrollo la institución familiar ámbito básico de formación de los jóvenes.

Hay que reducir sustancialmente la deserción y la repetición escolar. De-ben enfrentarse las agudas brechas de inequidad y generalizar una educación de buena calidad.

Se hace necesario para ello instru-mentos acordes con las realidades, co-mo acompañar el sistema escolar for-mal con entradas para las diferentes edades y situaciones. Es significativo el éxito que comienzan a tener modalida-des como las escuelas de reingreso pa-ra jóvenes desertores, los clubes de jó-venes y las escuelas abiertas.

El campo del trabajo es crucial. Es fundamental asegurar al joven la opor-tunidad de un “primer empleo”. Redu-cir rápidamente esta cifra de tantas con-secuencias de jóvenes que no trabajan, ni estudian. Se necesitan políticas pú-blicas muy activas en esto, y el apoyo enérgico de toda la sociedad.

Lograr aumentar fuertemente la ta-sa de jóvenes que terminan la secunda-ria debe ser una gran prioridad.

El respaldo al voluntariado puede ser un canal muy importante para con-vocar y movilizar jóvenes. Es al mismo tiempo un marco constructivo de vin-culación social y una escuela de líde-res. Estudios internacionales conclu-yen que los ciudadanos que ya adultos son ciudadanos activos y se integran a todo tipo de actividades de servicio han participado normalmente cuando ado-lescentes y jóvenes en organizaciones voluntarias (Younis, McLellan y Yates, 1997).

Estos y muchos otros cursos de ac-ción necesarios son viables. Así lo de-muestran los progresos en las socieda-des que han comenzado a intentarlos.

Desde ya deben inscribirse en esfuer-zos generales más amplios de reforma estructural. América Latina, un conti-nente tan pleno en posibilidades eco-nómicas y hoy en un tan positivo pro-ceso de democratización, no puede te-ner los niveles de pobreza y desigual-dad presentes.

La América Latina actual desperdi-cia el potencial productivo de buena parte de su población y de sus jóvenes a través de los mecanismos de exclu-sión social operantes.

La ciudadanía reclama en forma ca-da vez más activa reformas de fondo que democraticen la economía, abran oportunidades productivas para todos y conduzcan a una inclusión social uni-

versal. Un prominente filósofo contem-poráneo, Charles Taylor (1995) razona en su libro Ética de la autenticidad que se observa en el mundo contemporáneo una “desilusión de la vida” en vastos sectores jóvenes.

En su opinión está vinculada con va-rios factores. Uno de ellos, la pérdida del “sentido heroico de la vida”, de ha-cer cosas en conjunto por metas de in-terés colectivo.

Otro que se ha dejado de discutir so-bre los fines últimos de la existencia, los objetivos éticos que le dan sentidos. Todo se concentra en una discusión so-bre tecnologías y consumos, en otros términos sobre los instrumentos, y ellos han tendido a convertirse en fines en sí mismos desplazando a esos fines últi-mos. Esto genera confusión y desalien-to en los jóvenes.

En tercer término los medios masi-vos predominantes y otros factores im-pulsan de hecho la atomización y el ais-lamiento.

Todos estos males culturales se ha-llan presentes en la región y en el mun-do, y la juventud es particularmente sensible a ellos. Si se acepta su singu-laridad, si se comprende que lo que quie-re es justamente causas donde se recu-pere ese sentido heroico, fines éticos claros, modelos de referencia persona-

les que significan conductas éticas, re-componer la sociedad, y se le facilitan condiciones familiares, educacionales, de salud, laborales, que reconstruyan su contexto de oportunidades, pueden esperarse resultados asombrosos.

En países latinoamericanos, en cam-bio, dirigidos hacia economías con ros-tro humano los jóvenes están recupe-rando la esperanza y se están haciendo escuchar.

Asimismo, ha llevado al país al lide-razgo de la región en inversión en edu-cación, destinando a ella, el 6,47% del Producto Bruto, más del doble que en los ´90.

Han sido muy grandes el descuido, la marginación y el maltrato hacia la ju-ventud en América Latina. El camino a recorrer es muy largo. Estas renovado-ras direcciones de trabajo deben seguir profundizándose, y la ciudadanía está reclamando rumbos similares hoy en todo el continente. Los jóvenes indig-nados en el mundo dicen con toda ra-zón que han sido dejados de lado sin consideración y reclaman su lugar.

En gran parte de América Latina, las nuevas economías, se están convirtien-do en una esperanza y una referencia para ellos, con sus avances para los jó-venes. Se necesita mucho más, pero aquí están ahora en la agenda.

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