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  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo

    Andrea Fumagalli

  • Trafi cantes de Sueos no es una casa editorial, ni siquiera una editorial independiente que contempla la publicacin de una coleccin variable de textos crticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estricto de apuesta, que se dirige a cartografi ar las lneas constituyentes de otras formas de vida. La construccin terica y prctica de la caja de herramientas que, con palabras propias, puede componer el ciclo de luchas de las prximas dcadas.

    Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin con-cesiones con el narcisismo literario, sin lealtad alguna a los usurpadores del saber, TdS adopta sin ambages la libertad de acceso al conocimiento. Queda, por tanto, permitida y abier-ta la reproduccin total o parcial de los textos publicados, en cualquier formato imaginable, salvo por explcita voluntad del autor o de la autora y slo en el caso de las ediciones con nimo de lucro.

    Omnia sunt communia!

  • Mapas. Cartas para orientarse en la geografa variable de la nueva composicin del trabajo, de la movilidad entre fronte-ras, de las transformaciones urbanas. Mutaciones veloces que exigen la introduccin de lneas de fuerza a travs de las discu-siones de mayor potencia en el horizonte global.

    Mapas recoge y traduce algunos ensayos, que con lucidez y una gran fuerza expresiva han sabido reconocer las posibilida-des polticas contenidas en el relieve sinuoso y controvertido de los nuevos planos de la existencia.

    mapas 29

  • creativecommonsccLicencia Creative Commons

    Reconocimiento-Compartir bajo la misma licencia 3.0

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    2007, del texto Andrea Fumagalli. 2010, de la edicin Trafi cantes de Sueos.

    1 edicin original: Bioeconomia e capitalismo cognitivo. Verso un nuovo paradigma di acumulazione, Carocci Editore, Roma, 2007.1 edicin: 1000 ejemplares. [Octubre de 2010]Ttulo:Bioeconoma y capitalismo cognitivo. Hacia un nuevo paradigma de acumulacinAutor:Andrea FumagalliTraduccin:Antonio Antn Hernndez, Joan Miquel Gual Vergas y Emmanuel Rodrguez LpezMaquetacin y diseo de cubierta:

    Trafi cantes de Sueos.taller@trafi cantes.netEdicin:Trafi cantes de SueosC/ Embajadores 35, local 628012 Madrid. Tlf: 915320928e-mail:editorial@trafi cantes.netImpresin:Grfi cas LizarraCtra. de Tafalla, Km.1, CP: 31132, Villatuerta, Navarra.Tlf: 915305211ISBN 13: 978-84-96453-54-8Depsito legal: NA.2844-2010mailto: [email protected]: [email protected]
  • Bioeconoma y capitalismo cognitivoHacia un nuevo paradigma de acumulacin

    Andrea Fumagalli

    Traduccin: Antonio Antn Hernndez, Joan Miquel Gual Vergas

    y Emmanuel Rodrguez Lpez

  • A Cristina y Maria Sole

  • ndice

    Prefacio a la edicin espaola Prefacio Primera parte. El anlisis del proceso bioeconmico de acumulacin < 31>Introduccin. El proceso econmico capitalista

    1. La fi nanciacin del proceso de acumulacin Ascenso y declive del mercado de crdito y del sistema bancario

    El mercado de crdito en el paradigma taylorista-fordista La funcin del Estado en la financiacin de la actividad de

    produccin El nuevo papel de los mercados fi nancieros

    La fi nanciarizacin de la economa mundial El fi n de Brett on Woods El viraje hacia el monetarismo de la poltica econmica

    estadounidense Los productos derivados, los fondos de pensiones

    El biopoder de las fi nanzas La racionalidad del comportamiento bioeconmico de los mercadosfi nancieros: convencin y lenguaje

    Los mercados fi nancieros como variable paradigmtica de todo el sistema de acumulacin bioeconmica

    Las nuevas modalidades de fi nanciacin de la produccin La crisis de la convencin social y fi nanciera

    Conclusiones: los mercados fi nancieros como proxy de la productividad social

    2. La actividad de produccin: la evolucin de las formas de acumulacin Las formas de valorizacin del capital: del capitalismo industrial-

    fordista al capitalismo cognitivo-fl exible

  • El giro lingstico: de los mercados fi nancieros a la actividad productiva

    Produccin de mercancas por medio del conocimiento: el capitalismo cognitivo

    La funcin del conocimiento en el capitalismo cognitivo Conocimiento personal Conocimiento social Conocimiento codifi cado Conocimiento tcito o bioconocimiento

    El ciclo de vida del conocimiento Problemas y caractersticas de la acumulacin fundada

    en el conocimiento Rgimen de propiedad Los factores determinantes de la productividad y de la

    competitividad La relacin mercado-Estado, individuo-colectividad,

    competencia-cooperacin Nueva concepcin del tiempo y de la relacin vida-trabajo

    Fundamentos para una nueva teora del valor 3. La actividad de produccin: la evolucin de las formas de organizacin de la empresa capitalista

    La empresa fordista El enfoque histrico-evolutivo El desarrollo de las multinacionales

    Multinacionales, capitalismo cognitivo e internacionalizacin selectiva de la produccin

    El proceso de internacionalizacin selectiva de la produccin La estructura de la propiedad El papel de las multinacionales La tecnologa y los saberes

    La globalizacin imperial del control social y poltico

    4. La realizacin monetaria bioeconmica: consumo, comunicacin y terciarizacin

    La realizacin monetaria fordista La realizacin en el capitalismo cognitivo

    Crisis de la demanda pblica y valorizacin fi nanciera Demanda exterior y realizacin en los mercados internacionales

    Las nuevas caractersticas de la realizacin en el capitalismo cognitivo: la funcin de la comunicacin y las nuevas formas de consumo

    La terciarizacin de los consumos

  • Segunda parte: La transformacin de la prestacin laboral Introduccin

    5. La prestacin laboral como forma de subsuncin total de la vida El proceso de terciarizacin del trabajo El proceso de informatizacin del trabajo

    La fi losofa del trabajo digital: comunicacin y cooperacin Del trabajo digital al trabajo cognitivo

    6. Las distintas formas del trabajo en el capitalismo cognitivo Trabajo asalariado manual e intelectual Trabajo autnomo

    Contenido del trabajo Percepcin del espacio y del tiempo La forma de la retribucin La identidad profesional Los otros parmetros

    La parasubordinacin El trabajo de cuidados y el trabajo servil El trabajo de las mujeres Breves conclusiones preliminares

    7. Explotacin, alienacin y nuevas subjetividades del trabajo Explotacin Alienacin Refl exiones acerca de la subjetividad puesta a trabajar

    El trabajador asalariado autnomo (chain workers) El trabajador (artesano) biopoltico de la subjetividad

    (brain workers) La subjetividad del trabajo migrante

    Conclusiones

    Tercera parte: La dialctica en la bioeconoma y las contradicciones del capitalismo cognitivo

    8. Para un anlisis del capitalismo cognitivo El concepto de bioeconoma Los puntos problemticos de la bioeconoma y

    del capitalismo cognitivo El nexo entre trabajo vivo y trabajo muerto, o bien entre

    palabra y lengua El nexo entre trabajo abstracto y trabajo concreto o

    la alienacin cerebral

  • El nexo entre espacio, network y relacin cooperativa: el espacio molecular

    Del fetichismo de las mercancas al fetichismo de lo simblico. La mercanca como explicitacin ltima de lo simblico-imaginario

    La superacin de la diferencia de gnero y de la diferencia racial: hacia el ser binico, mquina perfecta de la evolucin antropogentica

    El valor Lo comn: ms all de lo pblico y lo privado Los mbitos confl ictivos de lo comn: la precariedad

    La convencin fi nanciera La intelectualidad La territorialidad La publicidad

    9. Por un programa socioeconmico postsocialista: elementos para la refl exin sobre la multitud precaria

    La superacin de la precariedad y la recomposicin de la subjetividad precaria

    La renta bsica Welfare del comn (commonfare): la superacin de la fl exsecurity

    Garanta de renta continuada (renta bsica) El acceso a los servicios primarios y a la socialidad

    (renta indirecta) Salario mnimo por hora Drstica contraccin de las tipologas contractuales

    El welfare del comn (commonfare) La organizacin de la multitud: las formas de representacin Cest en quun debut!

    Procesos de autoorganizacin social de la multitud precaria Las FAZ (Zonas de Autonoma Financiera) Los procesos de autoorganizacin de lo simblico y de la

    produccin inmaterial Los procesos de autoorganizacin y consumo

    de los bienes comunes Procesos de confl icto de la multitud precaria

    Bibliografa

  • 19

    La edicin italiana de este libro vio la luz en diciembre de 2007. Jams pe-riodo alguno fue peor. En pocos meses (desde el agosto anterior), el sistema econmico capitalista entr en la ms grave crisis econmica-global desde los aos treinta. Pero de qu tipo de crisis se trata? Seguramente, a dos o ms aos de distancia, podemos ya revelar que se trata de una crisis sistmica, de la crisis del conjunto del sistema capitalista, tal y como se haba confi gurado desde los aos noventa del siglo pasado en adelante. La crisis se muestra, en primer lugar, como crisis de los mercados fi nancieros, para transferirse luego, en poco tiempo, a todo el sistema econmico. No poda ser de otra manera. Los mercados fi nancieros son hoy el corazn pulsante del capitalismo. Y lo son ms cuanto ms se basen los procesos de acumulacin y de valoriza-cin capitalista sobre la explotacin del conocimiento y de la vida. ste es el tema del presente libro, proporcionar algunos instrumentos para tratar de comprender el nuevo paradigma de produccin y de mercado, que llamamos capitalismo cognitivo y bioeconoma (en una palabra bio-capitalismo).

    Una de las primeras caractersticas del biocapitalismo es justamente la centralidad de los mercados fi nancieros. stos proporcionan, efectivamen-te, la fi nanciacin de la actividad de acumulacin, especialmente en el caso de la produccin cognitiva inmaterial (conocimiento y espacio). En segundo lugar, gracias a las plusvalas que generan, los mercados fi nancieros desa-rrollan un papel multiplicador de la economa y de la distribucin del in-greso. Se trata de un multiplicador fi nanciero que induce una distorsin del ingreso, a diferencia del multiplicador real keynesiano basado en el defi cit spending. La polarizacin de las rentas que se produce de este modo aumen-ta los riesgos de insolvencia de la deuda, que constituye los cimientos del crecimiento de la propia base fi nanciera, al tiempo que reduce el nivel

    Prefacio a la edicin espaola

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo20

    medio de los salarios. El endeudamiento creciente de las familias americanas y la insolvencia de la hipotecas inmobiliarias que han formado el elemento desencadenante de la crisis no son otra cosa que el efecto de un proceso de distribucin regulado y dirigido, de facto, por los mercados fi nancieros. Pero la funcin de las fi nanzas no se agota aqu. En los ltimos treinta aos, stas han sustituido al Estado como asegurador social (canalizacin forzosa de los ingresos del trabajo a travs de la provisin social, la educacin y la salud). Desde este punto de vista, los mercados fi nancieros representan la priva-tizacin de la reproduccin de la vida, una vuelta ms all de la sociedad salarial. Son, por lo tanto, biopoder. O bien, en tanto biopoder, las fi nanzas son uno de los elementos del mando bioeconmico sobre la fuerza de tra-bajo vivo. La crisis de las fi nanzas es, por lo tanto, crisis de la gobernanza fi nanciera del biopoder actual. Al mismo tiempo, ha perdido relevancia el mecanismo de gobernanza socio-econmica, basado en el individualismo propietario y la ideologa neoliberal que haban caracterizado el paso del capitalismo industrial-fordista al capitalismo cognitivo bioeconmico.

    Una segunda caracterstica del biocapitalismo es que el proceso de acu-mulacin y de valorizacin tiende a fundarse cada vez ms sobre la vida puesta a trabajar; esto se da, en primer lugar, en la predominante utilizacin del lenguaje y de la actividad relacional. El lenguaje est en la base de los procesos de aprendizaje, al tiempo que la actividad relacional determina los procesos en red (network). Lenguaje y red son los factores constituyentes de la generalizacin y de la difusin del conocimiento en tanto motor neurlgico de la produccin excedente. Un primer efecto es que el proceso de distribucin del ingreso fundado sobre la posibilidad de un pacto social que ligue la estructura sala-rial a las modalidades de la acumulacin material cede. El segundo aspecto es que se modifi ca la relacin entre trabajo y mquina. La mquina es inte-riorizada dentro del cuerpo humano y esto produce nuevas formas de alie-nacin y nuevas enfermedades relativas al estrs psico-fsico.

    La inmaterialidad presente hoy en buena parte de la actividad de produc-cin hace imposible una medida adecuada de la productividad individual y, por ende, social. La cooperacin productiva produce des-mesura. Un se-gundo efecto es que esta desmesura redefi ne, de un modo nuevo, el tiempo y el espacio. Lo que actualmente aparece como no medible (des-mesura) es la gestin del tiempo y del espacio. No es una casualidad que despus de una reduccin secular, el tiempo efectivo de trabajo haya aumentado de forma constante en los ltimos treinta aos. No es una casualidad, tampo-co, que la cuestin ecolgica, o la sostenibilidad del territorio y del medio ambiente, haya alcanzado un punto crtico extremo. Y no es casualidad,

  • Prefacio a la edicin espaola 21

    fi nalmente, que en la regulacin de Internet se juegue una partida decisiva tanto en relacin con los derechos de propiedad intelectual como en relacin con las formas de control social.

    La regulacin capitalista de estos procesos, a travs de la gobernanza fi nanciera, ha mostrado su fracaso. No obstante, la crisis actual no ha mo-difi cado la esencia de estos procesos. Es por esta razn, por lo que mante-nemos que la crisis econmico-fi nanciera puede ser defi nida, a diferencia de la crisis de los aos setenta, pero del mismo modo que la de 1929, como una crisis de crecimiento. sta tiene sus prolegmenos a comienzos de los aos noventa, cuando comienzan a confi gurarse las caractersticas del capitalismo cognitivo y supone la salida de la crisis del paradigma fordista-taylorista (postfordismo).

    La crisis actual ha requerido una decisiva y fuerte intervencin del Esta-do con el fi n de cubrir los fallos internos de los mercados fi nancieros. No se trata, sin embargo, de un nuevo intervencionismo estatal, ms bien, justa-mente de acuerdo con las enseanzas de la crisis de 1929, el Estado desarro-lla, de forma pasiva, el papel de prestamista en ltima instancia. No hay aqu ninguna relacin con el New Deal de Roostwelt y la poltica keynesiana de postguerra. El dfi cit que se produce en las cuentas pblicas tiene la nica funcin de evitar el colapso de los grandes grupos fi nancieros y bancarios con el fi n de reducir el efecto domin de una excesiva cada de los ttulos fi nancieros. A este respecto, conviene considerar que el margen para una po-ltica econmica nacional es muy reducido y que muchos Estados son ellos mismos operadores fi nancieros a travs de los Fondos Soberanos. sta es una de las razones por la que una posible solucin a la actual crisis no puede derivar de una poltica de reforma de las instituciones existentes. El margen para una poltica de control y reforma de los mercados fi nancieros es del todo inexistente, a pesar de las diversas declaraciones realizadas en este sen-tido en las Cumbres del G-20 de Londres y Pitt sburgh. Si se quisiese discutir un posible compromiso social capaz de animar la salida de la crisis y del estancamiento econmico, ste debera fundarse sobre otras bases.

    En lo que respecta a la esfera de la produccin, resulta fundamental el papel que juegan los derechos de propiedad intelectual. stos representan el principal instrumento que permite al capital apropiarse del general intellect. En la medida en que el conocimiento es un bien comn, producto de la coope-racin social, el plusvalor que emana de su uso, en trminos de actividad innovadora e incremento de la productividad del trabajo, no es simplemente el producto de una inversin de un stock de capital fsico e individual (que puede ser adscrito a un capitalista defi nido como una entidad singular, ya

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo22

    sea una persona o una organizacin empresarial), sino que depende ms bien de la utilizacin de un patrimonio social (o capital social humano, como dicen los economistas) que est sedimentado en el territorio y que es independiente de la iniciativa de los empresarios individuales. El benefi cio que resulta no proviene, por lo tanto, del valor de la empresa, sino antes bien de algo cuya entidad depende tambin del capital social existente. En otras palabras, en la medida en que el benefi cio nace de la explotacin y de la expropiacin con fi nes privados de un bien comn como el conocimien-to, el benefi cio es en parte asimilable a una renta: una renta de territorio o de aprendizaje, o bien una renta que proviene del ejercicio de derechos de propiedad intelectual, de la propiedad del conocimiento. La confusin entre benefi cio y renta proviene del hecho de que, en el capitalismo cognitivo, el proceso de acumulacin ha ampliado la propia base de la acumulacin, co-optando la actividad de la accin humana que en el capitalismo industrial-fordista ni produca plusvalor, ni se traduca en trabajo abstracto. Superar la rigidez impuesta por los derechos de propiedad intelectual signifi ca recono-cer, por lo tanto, que la riqueza es hoy producida por la cooperacin social. A este fi n es necesario imaginar un nuevo derecho: el derecho a los commons, o bien la defi nicin de la estructura propietaria de lo comn, distinta y ms all de la dicotoma propiedad pblica / propiedad privada.

    En lo que respecta, en cambio, a la esfera de la distribucin, la dinmica de la productividad tiende cada vez ms a depender de la produccin in-material y de la implicacin de facultades humanas cognitivas, difcilmente medibles con los criterios tradicionales de tipo cuantitativo usados en el for-dismo. La actual difi cultad para medir la productividad social no permite una regulacin salarial basada en la relacin entre salario y productividad. A este fi n, la introduccin de una renta bsica podra representar una posible solucin. En lo que respecta a la esfera del trabajo, conviene reconocer que en el capitalismo cognitivo la remuneracin del trabajo se traduce en remu-neracin de la vida: en consecuencia, lo que en el fordismo era el salario, hoy, en el capitalismo cognitivo, se torna ingreso de existencia (renta bsica) y el confl icto en ciernes no es ya la lucha por unos salarios altos (por decirlo en trminos keynesianos) sino la lucha por una continuidad incondicionada del ingreso, que prescinda de la actividad laboral certifi cada por algn tipo de relacin de trabajo. De hecho, la tendencia a la superposicin de trabajo y vida, y por lo tanto de salario e ingreso, no es considerada todava en el mbito de la regulacin institucional (ni siquiera de algunas componentes que se defi nen como antagonistas). El ingreso de existencia (renta bsica) puede representar un elemento de regulacin institucional adaptado a las nuevas tendencias del capitalismo.

  • Prefacio a la edicin espaola 23

    Las bases posibles, que podran defi nir un pacto social en el capitalismo cog-nitivo, se fundan as sobre un menor peso de los derechos de propiedad in-telectual, que podran desembocar de forma tendencial en una suerte de de-recho a lo comn, modifi cando el concepto mismo de propiedad privada y sobre el establecimiento de una nueva regulacin salarial fundada en la renta bsica. En cualquier caso, este compromiso no es polticamente acepta-ble a nivel institucional. Este compromiso mina las bases y los fundamentos reales sobre los que se funda el sistema econmico capitalista: la necesidad de trabajar para vivir (y por lo tanto la subalternidad) y la propiedad priva-da como fuente de acumulacin.

    Estamos, entonces, en un contexto histrico en el que las dinmicas so-ciales no dejan espacio al desarrollo de prcticas, y sobre todo de teoras, reformistas. En la medida, por lo tanto, en que la praxis gua la teora, slo el confl icto y la capacidad de crear movimientos multitudinarios pueden per-mitir como siempre ha ocurrido el progreso social de la humanidad.

    Este libro quiere proporcionar una contribucin, por pequea que sea, al anlisis y a las propuestas que vayan en esa direccin.

    Andrea Fumagalli, abril de 2010.

  • 25

    Los ltimos treinta aos han sido el escenario de profundas transformacio-nes, no slo en el modo de producir y de trabajar, sino tambin, y sobre todo, en el modo de vivir y de comunicar. Hemos asistido a una cesura histrica y generacional; las certezas y seguridades de los padres han dado paso a la inestabilidad y precariedad de los h os. Hemos asistido al debilitamiento de la institucin denominada Estado-nacin tras el proceso de reestructura-cin de la economa global que sigui a la crisis del fordismo, y tambin al surgimiento de un fanatismo identitario conservador y a la guerra perma-nente. Hemos asistido a la fractura de la actividad laboral, atrapada entre la bsqueda de estabilidad que a menudo se ha transformado, y se transfor-ma todava, en una jaula de constricciones y el anhelo de una libertad de eleccin no siempre posible.

    ste es un libro de economa. Su propsito es describir y analizar crti-camente la forma actual del proceso econmico que se ha desarrollado en el curso de las ltimas tres dcadas en los pases occidentales. La tesis que queremos sostener es que la actual fase econmica puede ser defi nida con la locucin capitalismo cognitivo, locucin esencial a la hora de captar la con-tinuidad, y al mismo tiempo la discontinuidad en relacin con el rgimen de acumulacin precedente. Continuidad, porque nos movemos siempre en el cauce de las relaciones econmicas capitalistas, al menos tal y como esen-cialmente se han venido manteniendo desde la primera revolucin indus-trial; discontinuidad, porque la naturaleza del proceso de acumulacin pasa de la produccin material a la produccin inmaterial de conocimiento. ste es, adems, un libro de economa poltica, porque el mtodo utilizado deriva directamente de la economa poltica clsica, es decir, del estudio de las for-mas capitalistas de produccin: el sistema econmico es analizado, en efecto,

    Prefacio

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo26

    a partir del estudio de las caractersticas del proceso de acumulacin y, por lo tanto, de valorizacin. En segundo lugar, porque tiene la ambicin de estu-diar la dinmica de las relaciones socio-econmicas. En ello radica el sentido del atributo poltica junto al trmino economa: de la ciencia del hogar se pasa al estudio de la sociedad econmica general, tratando de entrever los nexos de dominio y de poder propios del proceso de transformacin socio-econmica de los ltimos aos.

    Sin embargo, ste es a la vez un libro que no trata de economa, al menos en la acepcin vulgar que proporciona la ciencia econmica dominante. No hay modelos, ni sistemas de ecuaciones mltiples; casi no aparece el tr-mino equilibrio y muy poco el de mercado. El aspecto econmico que aqu se trata es el poder y la subjetividad de las fi guras sociales que actan o padecen tal poder. El mtodo mainstream de la economa poltica se basa en la nocin de intercambio atemporal entre sujetos que, con iguales oportunidades po-tenciales (en el sentido de potencia de decisin), son dueos de su propio destino y, desde su singularidad, tienden tericamente a actuar de manera homloga. En la economa poltica de nuestras academias no hay espacio para las diferencias y para el anlisis de la dinmica de estas diferencias. La fra lgica econmica es esttica y est desnuda frente a la potencia dinmica de las subjetividades y de las diferencias de vida.

    Todo ello resulta todava ms paradjico a medida que, en el transcurso de los ltimos aos, el poder se ha transformado en biopoder y la economa en bioeconoma. Si el trmino biopoder, acuado por Foucault en sus cursos en el Collge de France a mediados de los aos setenta, ha tenido un notable reco-nocimiento en las ciencias socio-fi losfi cas y jurdicas, hasta el punto de que en muchas disciplinas, hoy en da, se han hecho de uso comn los trminos biopoltica, biotica y bioderecho (Manti, 2002, pgs. III-25), este trmino est totalmente ausente en la economa poltica, mbito directo y principal en el que actan las relaciones de poder. La triste ciencia sublima el concepto de poder, ahogndolo en el concepto de mercado y de equilibrio, cuando preci-samente el mercado (el mercado real, y no el intencionadamente idealizado como mercado libre) no es sino el lugar en el que las relaciones de poder se manifi estan y se redefi nen continuamente.

    Este libro analiza la transformacin de las relaciones econmicas industria-les fordistas en relaciones econmicas que tienen como objeto de intercambio, acumulacin y valorizacin las facultades vitales de los seres humanos: el ob-jeto ltimo de estudio es, por lo tanto, la bioeconoma, entendida en el campo de las ciencias econmicas como concepto espejo al de biopoltica.

  • Prefacio 27

    Si biopoltica signifi ca la accin sistemtica de la dimensin poltica en el dis-ciplinamiento, directo e indirecto, de la vida y de la salud de los individuos a travs del despliegue de instituciones totalitarias, la bioeconoma representa la difusin de las formas de control social (no necesariamente disciplina-rias) a fi n de favorecer la valorizacin econmica de la vida misma: bioeco-noma esto es, el poder totalizador e invasivo de la acumulacin capitalista en la vida de los seres humanos.1 De forma ms especfi ca, por acumulacin bioeconmica se entiende el intento de plegar a las razones de la explotacin las capacidades vitales de los seres humanos, en primer lugar el lenguaje y la capacidad racional de generar conocimiento a travs de la dinmica de las re-laciones sociales. Lenguaje y conocimiento son los dos pilares sobre los que se funda el concepto de general intellect: bioeconoma es as la valorizacin capitalista del general intellect. Con la locucin capitalismo cognitivo se quiere decir precisamente eso: la valorizacin de las capacidades cognitivas y rela-cionales de los individuos como ltimo estadio de la evolucin de las formas capitalistas de produccin. Se trata de un intento de ordenar biopolticamente la vida de los seres humanos a travs de nuevos dispositivos coercitivos y de control que presuponen el paso a la subsuncin total de la vida, esto es, del bios. Un intento estamos seguros que no podr triunfar, a causa de la irreductibilidad del gnero humano, y en particular del general intellect, al dominio y control in toto. Aqu est la ambivalencia y el germen de nuevos confl ictos futuros.

    En la primera parte de este libro se procede a la descripcin del mecanis-mo de acumulacin bioeconmico, que cada vez pivota ms sobre las facul-tades humanas, esto es, sobre las facultades que defi nen la peculiaridad del ser humano: por un lado, la capacidad de aprehender y desarrollar conoci-miento y, por otro, la capacidad de comunicacin y relacin a travs del len-guaje. Concretamente, el lenguaje est en el centro de los mecanismos de fi -nanciacin de la actividad productiva, mientras el conocimiento se convierte en el eje alrededor del cual rota el proceso de produccin. Ambos compiten

    1 En realidad el trmino bioeconoma fue ya introducido en la ciencia econmica gracias a los estudios de Gheorghescu-Roegen (2003). En sus investigaciones, la teora bioeconmica representa el primer y quizs ms riguroso intento de articular la economa con las ciencias de la vida. El objeto de la bioeconoma es, segn este investigador, la explotacin de las materias primas: el proceso econmico no hace sino transformar energa libre en energa domada, o bien recursos naturales preciosos (con bajo nivel de entropa) en desechos sin valor (de alta entropa). En otras palabras, el proceso econmico no es neutral respecto de la naturaleza. Sin embargo, la teora de Gheorghescu-Roegen carece de un anlisis de las formas de expropiacin del conocimiento en el proceso de acumulacin capitalista. Es evidente que usamos el trmino en una acepcin completamente diferente.

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo28

    en la delineacin del proceso de realizacin monetaria, de un lado, y en el perfi l de la prestacin laboral, de otro. Las transformaciones de la prestacin laboral son el objeto de la segunda parte del texto.

    En la parte tercera y fi nal, se intentan extraer las conclusiones de todo el anlisis, sealando las nuevas contradicciones y los nudos confl ictivos que surgen del paso del capitalismo industrial al cognitivo, de la economa a la bioeconoma. Lejos de favorecer la superacin de la explotacin y de la alienacin, el capitalismo cognitivo, justamente en tanto capitalismo bioeco-nmico, favorece el surgimiento y la difusin de formas de explotacin de mayores proporciones, as como la extensin de nuevas formas de alienacin que tienen que ver ya no con la contradictoria relacin dialctica entre acti-vidad de trabajo y vida, entre tiempo de trabajo y tiempo libre, sino con la totalidad de la existencia de los individuos, en toda su complejidad.

    El anlisis del trnsito del capitalismo industrial-fordista al capitalismo cognitivo se despliega utilizando referencias precisas a la historia del pensa-miento poltico y econmico. La referencia al pensamiento marxiano es di-recta. Desde la primera parte, la referencia al anlisis clsico de la economa poltica se desarrolla con especial hincapi en la relacin entre las categoras de dinero, valor y trabajo. Si Smith y Ricardo destacaron la novedad de la relacin salarial como fundamento del surgimiento del nuevo sistema capi-talista, fue Marx, sobre todo el Marx de los Manuscritos econmico-fi losfi cos de 1844, en lo que se refi ere a la funcin simblica del dinero, y el Marx de los Grundrisse en lo que respecta a la relacin social que se establece entre valor, dinero y trabajo, quien ilumin y dibuj la evolucin de las formas de poder y de las transformaciones productivas y tecnolgicas de la economa capita-lista que alcanz el nivel mximo de subsuncin con el paso de la subsuncin formal a la subsuncin real. El mtodo de Marx es despus cribado a la luz del desarrollo del pensamiento econmico heterodoxo, que se apoya en Marx pero que considera tambin el anlisis schumpeteriano de la moneda y del crdito, as como al Keynes terico de la crisis. En este recorrido intelectual, se tiene una deuda terica principal con los anlisis marxistas-herticos que han defi nido el pensamiento crtico italiano y europeo desde los aos sesenta hasta nuestros das, encarnado en el pensamiento obrerista y sobre todo neo-obrerista de los aos noventa. Es justamente en los primeros aos noventa en los que, en el panorama francs e italiano, comienza esa fase, llamada despus la estacin de las revistas, que da comienzo a una elaboracin terica dirigida a defi nir los contornos sociales y econmicos del capitalismo cognitivo. En este anlisis, resulta imprescindible la referencia al pensamien-to fi losfi co francs, desde Foucault a Deleuze.

  • Prefacio 29

    A partir de la bioeconoma nace y se estructura el biopoder: se confi gura as la sociedad de control, segn la defi nicin de Deleuze, en la que la multitud es absorbida por el sistema econmico. Las resistencias posibles no parecen ya capaces de generar desde el exterior mundos futuros de igualdad y libertad, pero se mantienen activas en el corazn de una sociedad que se expande en red. Los puntos individuales se singularizan en mil mesetas. Lo que Foucault construa de forma implcita y que Deleuze y Guatt ari han hecho explcito es, por consiguiente, la paradoja de un poder que, mientras unifi -ca y engloba en s mismo todos los elementos de la vida social (perdiendo al mismo tiempo su capacidad para mediar efectivamente entre las diferentes fuerzas sociales), revela en ese mismo momento un nuevo contexto, un nue-vo milieu (mbito) de pluralidad y singularizacin incontrolable, capaz sin embargo de desencadenar nuevos confl ictos potenciales.

    Este libro es el fruto de una investigacin que ha llevado ms de tres aos y que no ha terminado todava. En este lapso de tiempo he podido disfrutar de un nmero indeterminado de comentarios y sugerencias, pro-venientes tanto del mundo acadmico como, sobre todo, de aquella riqu-sima savia intelectual que ha fl uido por el pensamiento crtico en Italia y en Europa en los ltimos dos decenios y que ha sido una de las bases de los movimientos poltico-sociales de Seatt le en adelante. No me es posible aqu recordar a todos y agradecrselo. De los numerosos debates y encuentros en varios centros sociales diseminados por Italia, de los seminarios organi-zados por la red de Universidades Nmadas y por la revista Multitudes he podido extraer de forma constante la enseanza de la duda y de la pasin por el anlisis del presente. En cualquier caso, me resulta necesario agrade-cer especialmente el continuo apoyo de Giorgio Lunghini y Nicol De Vec-chi del Departamento de Economa Poltica de la Facultad de Economa de la Universidad de Pava; a Christian Marazzi, Sandro Mezzadra, Cristina Morini, Yann Moulier-Boutang, Toni Negri, Cosma Orsi, Francesco Salvini y Carlo Vercellone cuyos escritos he podido consultar ampliamente por las provechosas discusiones sobre algunos de los temas tratados en estas pginas.

    Stefano Lucarelli ha compartido numerosas horas de debate sobre los te-mas que hemos desarrollado en estos aos de investigacin conjunta. Algu-nas de sus sugerencias han contribuido a mejorar la primera redaccin.

    De modo inigualable, Herv Baron ha contribuido generosamente, gracias a su pasin y cultura, a hacer ms legible y fl uido el texto. Puesto que la es-critura de un libro se parece a una pelcula, no puede faltar una banda sonora

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo30

    adecuada: la psicodelia de los Grateful Dead y de Jimi Hendrix, junto a los grupos underground italianos de los ltimos aos, constituyen la base principal.

    La presencia y provisin de ideas de Cristina Morini han alimentado casi cada pgina de este texto. Sin ella, este libro no habra visto nunca la luz. A ella y a Maria Sole, nuestra h a, est dedicado este libro.

    Finalmente, si se me permite, querra recordar a todos aquellos hom-bres y mujeres que en el mundo se encuentran recluidos o sufren procesos penales por haber hecho lo que debera distinguir a los seres humanos del resto de los otros seres vivientes, animales o vegetales: perseguir los ideales propios y luchar por un mundo mejor y ms justo.

  • Pensar es uno de los mximos placeres concedidos al gnero humano.

    B. Brecht, La vida de Galileo.

    En el capitalismo contemporneo, cuanto ms aumenta la forma-cin profesional, ms aumenta el nivel de ignorancia, entendien-do por ignorancia la incapacidad para contextualizar y desarrollar un pensamiento crtico.

    Annimo, panfl eto distribuido en la universidad, 2007.

    En todo mbito, ya sea laboral o social (o, incluso, en el tiempo li-bre) se repite un equilibrio hecho de chantaje y consenso, miedo y fascinacin. Entre ambos polos es precisamente el consenso lo que arrastra las expectativas, las ilusiones y el consumo. La fuerza de las empresas radica justo en ste punto: de simples productoras de mer-cancas se han convertido en creadoras de mitos y sugestin. El bran-ding es precisamente el conjunto organizado de la sugestin. Gracias a la precarizacin, las empresas pueden conseguir en la sociedad, de forma muy barata, como si estuviesen en un supermercado, todo lo que sirve para producir las mercancas, as como la sugestin necesaria para venderlas. Acaparan ideas, capacidades, talentos y mano de obra en una especie de rgimen de monopolio. Nosotros, en ltima instancia, si tenemos suerte, podemos aspirar al papel de creativos. Ellos se reservan de forma constante el papel de creadores. En cada uno de nosotros convive el intercambio simblico entre ser trabajador y consumidor. Y cuanto ms privado se ve el trabajo de satisfacciones, ms prevalece en nosotros el papel de consumidor.

    Pillole Precarie, vdeo, EuroMayDay, 2007.

    Primera parteEl anlisis del proceso

    bioeconmico de acumulacin

  • 33

    La economa capitalista es una economa monetaria de produccin, no una economa de intercambio. Con esta afi rmacin se intenta reforzar la suprema-ca de la actividad de produccin/acumulacin sobre la de intercambio/rea-lizacin. El motor de la actividad de produccin es la actividad de inversin (acumulacin privada de capital), fruto de las decisiones empresariales, capa-ces de modifi car, dinmicamente, el progreso tecnolgico y el uso combinado de los factores productivos. La inversin representa la manifestacin del po-der capitalista. De esta actividad depende el xito del proceso de acumulacin y, por lo tanto, la distribucin de riqueza, ya sea en trminos cuantitativos o cualitativos. Es desde la inversin como se determina el nivel de consumo y de ahorro.1 La posibilidad de inversin es una forma de biopoder desde el mismo momento en que de tal acto depende el modo y la forma de la pres-tacin laboral. De hecho, la inversin no slo otorga un poder sobre las mer-cancas, ofreciendo la posibilidad de decidir cmo producirlas, a qu precio y en qu cantidad,2 sino que es sobre todo un dispositivo de control, directo o indirecto segn las caractersticas tecnolgicas del trabajo humano vivo, y por lo tanto del cuerpo y de la mente de los individuos.

    1 An hoy, el enfoque neoliberal, frente a toda evidencia terica y emprica, insiste en sostener que es el ahorro lo que determina el nivel de inversin. Tal opinin es posible justamente gracias a que para la teora del equilibrio econmico general todo acto econmico es reducible a intercambio, en tanto resultado del proceso de asignacin (ptima) de los factores productivos a partir de un progreso tcnico exgeno; la actividad de inversin se reducira, por lo tanto, a la simple adquisicin de bienes de capital, en unas condiciones de certidumbre o con posibilidades de formular expectativas de futuro que en todo caso reduzcan el riesgo.2 Vase Schumpeter (2002). Schumpeter es el primer economista que ha analizado la funcin de la fi gura y de la actividad emprendedora desde un punto de vista puramente econmico.

    Introduccin. El proceso econmico capitalista

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo34

    La posibilidad de invertir no constituye, sin embargo, el ejercicio de un poder absoluto, sino que est vinculada a otros niveles. En particular, la actividad de inversin est condicionada por las modalidades de fi nancia-cin y por las expectativas sobre el valor esperado en la demanda fi nal de bienes, es decir, por la realizacin esperada. El primer vnculo es conocido a priori y constituye un factor cuya evolucin predetermina, tanto en la forma como en la cantidad, las elecciones de inversin; el segundo vnculo no es conocido a priori y requiere la formulacin de expectativas en condi-ciones de incertidumbre.3 Tales expectativas son de algn modo mensura-bles si bien no cuantifi cables a travs de frmulas matemticas4, tanto en la dinmica coyuntural del sistema econmico como en la percepcin subjetiva de quien invierte.5

    Se infi ere, por lo tanto, que el estudio del proceso de acumulacin y pro-duccin, que resulta de la actividad de inversin, remite necesariamente al anlisis de una fase de fi nanciacin creciente y de unos mecanismos de rea-lizacin decreciente.

    Puesto que el objetivo de la actividad de acumulacin es la generacin de plusvalor y no de plusproducto, es decir, la generacin de un benefi cio monetario, que se concreta a travs de la fase de realizacin, la economa capitalista es tambin una economa intrnsecamente monetaria. La caracte-rizacin de la economa capitalista como monetaria deriva tambin de la funcin desarrollada por la moneda en tanto moneda-crdito.

    Sobre la base de estas sencillas premisas, nuestro examen del proceso de acumulacin capitalista, en sus connotaciones bioeconmicas, comienza con el anlisis de los mecanismos de fi nanciacin, para continuar despus con el anlisis de los modos de produccin y acabar con la fase de realizacin. Tal

    3 Que las expectativas sean formuladas en condiciones de incertidumbre signifi ca afi rmar que no son, en ningn modo, reducibles a formas asumibles de riesgo. Para entender este delicadsimo punto hay que remitirse al tratamiento que hace Keynes de este tema (1994). Vase tambin Carabelli (1988).4 Son numerosos los intentos de elaborar una teora formal de las expectativas desde la teora de las expectativas adaptables a la de las expectativas racionales, sin embargo las conclusiones de Keynes acerca de la imposibilidad de predecir el futuro sobre la base de modelos matemticos, incluso probabilsticos, no han sido nunca refutadas del todo y an siguen resultando vlidas. En este sentido, es necesario sealar que en la academia econmica esta cuestin ha sido totalmente eliminada y que an tiene vigencia la idea del todo confusa, adems de cmoda de que es posible formular expectativas medianamente correctas.5 Keynes, atento y sensible a las variables psicolgicas que infl uyen en la accin humana, defi na las expectativas empresariales como animal spirits (espritus animales), con el fi n de subrayar justamente su carcter no calculable.

  • Introduccin. El proceso econmico capitalista 35

    esquema nos remite directamente al ciclo del capital monetario, descrito por Marx en El Capital (1977a, vol. II, cap. I y tambin cap. 2, par. 3), pero tambin al hipotetizado por Pasinett i en la interpretacin heterodoxa de Keynes.6

    6 Vase Pasinett i (1977, cap. 2). En este ensayo, Pasinett i describe el proceso econmico de Keynes como una sucesin de fases ligadas por nexos unilaterales que parten de una situacin de equilibrio del mercado de la moneda, capaz de determinar una tasa de inters monetario (fase de fi nanciacin), que va a condicionar las elecciones de inversin y produccin. Una vez producida la ganancia, sta es despus realizada y subdividida entre consumo y ahorro. Se sigue que, a diferencia del enfoque neoclsico, son las inversiones las que determinan el nivel de ahorro.

  • 37

    La libertad de inversin es la otra cara del derecho de propiedad privada de los medios de produccin: la propiedad de los medios de produccin es lo que hace posible el acceso al crdito. De hecho, la moneda capitalis-ta es el resultado de la relacin particular de intercambio entre quien crea moneda (el Banco central y el sistema de crdito ordinario) pero no la usa, y quien necesita moneda (el sistema empresarial) pero no puede crearla.1 La provisin de crdito bajo la forma de moneda creada ex novo, esto es, la fi nanciacin bancaria de la actividad de inversin, no puede ser asimilada a cualquier intercambio mercantil ya que el tipo de intercambio realizado no es inmediatamente solvente. En el momento mismo en el que una agencia de crdito abre un prstamo a peticin de una empresa, pone a disposicin de esta ltima un poder de adquisicin en forma lquida, con la promesa de restitucin futura. No se da, por lo tanto, un intercambio bilateral, esto es, un intercambio de una cantidad contra el valor correspondiente. El inter-cambio crediticio no se resuelve ni acaba (claro est, pues no es solvente) en el momento mismo en el que se hace efectivo, sino que tiene una duracin temporal. De esto se deriva que la actividad de fi nanciacin est caracteriza-da estructuralmente por una dinmica temporal y, consiguientemente, por la existencia de un riesgo econmico (el riesgo de insolvencia). La proteccin contra el riesgo viene proporcionada por las garantas obtenidas sobre los medios de produccin; el acceso al crdito es por lo tanto un factor de dis-criminacin social (ejercicio de poder) vinculado a la distribucin sobre los derechos de propiedad de los medios de produccin.

    1 Vase la aproximacin al circuito monetario. A este respecto se pueden consultar con provecho Messori (1988) y Graziani (1994).

    1. La fi nanciacin del proceso de acumulacin

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo38

    La actividad crediticia implica una relacin de confi anza y remite a la mone-da como manifestacin simblica de poder y jerarqua.

    A su vez, la incertidumbre sobre la salida de la fi nanciacin hace al mercado de crdito estructuralmente inestable. Desde este punto de vista, la evolucin de las formas de fi nanciacin no es otra cosa que la historia de los intentos de estabilizar, regular y monitorizar la funcin crediticia as como de redefi nir constantemente la relacin entre sistema bancario y sistema de empresas.

    En el curso de la historia del capitalismo, el paso de la moneda mercan-ca directamente basada en el oro (gold standard),2 al sistema basado en la libra esterlina inglesa como principal divisa de referencia en el trascurso del siglo XIX (gold exchange standard),3 y luego al sistema basado en el dlar (gold dollar standard),4 hasta el total decaimiento de la relacin entre moneda y oro, a partir de 1971, y la fi nalizacin del proceso de desmaterializacin total de la moneda,5 no son otra cosa que diversas y sucesivas etapas de las modalidades de fi nan-ciacin vinculadas a la evolucin de las formas del proceso de acumulacin.6

    2 El gold standard (llamado tambin sistema ureo) es un sistema monetario en el cual la base monetaria est dada por una cantidad fi ja de oro. Se pueden distinguir tres casos: en el primero el oro es usado directamente como moneda (circulacin urea); en el segundo es usado papel moneda totalmente convertible en oro, desde el momento en que el valor en oro de la moneda emitida en su totalidad es igual a la cantidad de oro conservada por el Banco Central (circulacin de papel convertible totalmente en oro). La primera nacin en adoptar este sistema monetario fue Gran Bretaa. Fue lo que ofi cialmente ocurri en 1821, sin embargo dcadas antes la plata ya haba desaparecido de las transacciones inglesas. De hecho, a fi nales del siglo XVII, llegaron a Gran Bretaa grandes cantidades de oro que hicieron desaparecer las monedas de plata sin que ni siquiera las diversas modifi caciones en la relacin de intercambio entre los dos tipos de moneda consiguieran modifi car la situacin. Una de estas revisiones fue realizada por Newton, quien minusvalor las monedas de plata en el cambio ofi cial, determinando de hecho su desaparicin de la circulacin (por la ley de Gresham). De este modo, Gran Bretaa, entonces el pas ms rico del mundo, pas sin querer y sin darse cuenta al monometalismo. Despus de la crisis del bimetalismo en 1871, el gold standard fue progresivamente adoptado por Alemania (1871), Blgica (1873), Italia (1873), Dinamarca (1875), Noruega (1875), Suecia (1875), Holanda (1875), Francia (1876), Espaa (1876), Austria (1879), Rusia (1893), India (1898) y EEUU (1900). En 1914, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, la plena convertibilidad del dinero en oro fue abandonada, permaneciendo cubierta as slo una fraccin del circulante.3 En el caso en el que algunas monedas sean convertibles en otras monedas (divisas de reserva), a su vez convertibles en oro, se habla de gold exchange standard.4 En este caso todas las monedas del sistema son convertibles, a una tasa fi ja, respecto de una divisa central (el dlar) que es la nica que mantiene una paridad fi ja con el oro. 5 Con la expresin desmaterializacin de la moneda se quiere expresar la desaparicin de cualquier relacin entre la moneda y una mercanca cualquiera, en particular el oro.6 Para un anlisis en profundidad de la evolucin de la estructura crediticia y fi nanciera, vase Panizza (2004, pp. 37-106), tambin Salvatore (1998).

  • La fi nanciacin del proceso de acumulacin 39

    A este respecto podemos distinguir dos fases principales: la primera, que va desde el modelo gold standard al modelo gold dollar standard, que afi rma al sis-tema crediticio como el principal agente del proceso de fi nanciacin; la segunda, a partir del proceso de desmaterializacin de la moneda y de su total desvincu-lacin del oro, pone en primer plano la funcin de los mercados fi nancieros.

    Ascenso y declive del mercado de crdito y del sistema bancario

    La funcin del mercado de crdito y, por lo tanto, del sistema bancario como instrumento del proceso de fi nanciacin de la actividad industrial se desa-rrolla en su forma moderna en la segunda mitad del siglo XIX. Es el periodo en el que en Europa se consolida la fase del capitalismo que precede a la re-volucin taylorista, y que ha sido defi nida como capitalismo monopolista.7 Esta fase se caracteriz por la carrera colonialista por las materias primas y la consolidacin de las instituciones del Estado-nacin. En Estados Unidos, esta fase coincide con la realizacin de la unidad nacional, tanto desde el punto de vista espacial (conquista del Oeste y control total del territorio y de las poblaciones autctonas) como econmico (recomposicin y especializa-cin productiva tras la Guerra de Secesin).

    En este contexto se producen dos fenmenos complementarios: por un lado, sobre todo en Estados Unidos pero tambin en Europa (Francia y Ale-mania), las inversiones en infraestructuras de transporte (del tipo coast to coast) y en la industria pesada (ligada tambin a los armamentos) requieren una acumulacin de liquidez monetaria que ya no puede ser garantizada va autofi nanciacin o ahorro privado. Por otra parte, los rgidos mecanismos de gestin del gold standard, que imponen un crecimiento de la circulacin monetaria ajustado al aumento de las reservas de oro, tienen efectos defl a-cionarios sobre el conjunto del sistema mundial:

    La tendencia al descenso de los precios [...] fue elevadsima (-40 %),8 desde 1876 a 1896, la defl acin fue acompaada de una grave recesin;9 es signifi cativo que los nicos pases que no se vieron afectados fueran los dos Estados, Alemania

    7 Al respecto, aparte de los anlisis de Lenin y de Rosa Luxemburgo, vase tambin la periodizacin propuesta por la escuela francesa de la regulacin, en primer lugar, por Agliett a (1997).8 Dato extrado de Layton (1914).9 Todo ello puede ser visto como una confi rmacin de la intuicin de Keynes, segn la cual, si la infl acin es injusta, para el sistema capitalista la defl acin es daina, porque aumenta la carga real de las deudas y por lo tanto daa masivamente a las empresas, que son los actores econmicos frecuente y tpicamente deudores. Vase Keynes (1975, especialmente el cap. I, pp. 9-35).

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo40

    y Estados Unidos, que usaron con desenvoltura con el fi n de neutralizar los impactos negativos del sistema basado en el oro la gestin de sus estructuras crediticias y de la moneda bancaria.10

    De este modo, para fi nanciar las enormes inmovilizaciones tcnicas reque-ridas por la expansin de la industria pesada, Alemania recurri al sistema bancario mixto. Por banco mixto se entiende una estructura del mercado de crdito que se distingue claramente de los grandes bancos de negocios, ya que acta en estrecho contacto con los componentes polticos, que a su vez detentan importantes cuotas del capital monetario, en un contexto de pro-piedad mixta (pblico-privada) capaz de promover una elevada fi nanciacin con altas garantas sobre los valores hipotecados. Esta estructura presupone la presencia de una autoridad monetaria y de una elevada concentracin bancaria, que en la poca slo exista en algunos pases europeos: Gran Bre-taa11 y, por supuesto, Alemania.12

    En el mismo periodo, se desarrolla en Estados Unidos un sistema opues-to, una suerte de anarqua bancaria no sometida a control alguno por parte de una autoridad central: esta libertad en la utilizacin del crdito permiti fi nanciar, sin excesivas formalidades burocrticas la conquista del Oeste y la construccin de las vas frreas.

    Esta situacin dicotmica (por un lado, Estados Unidos y Alemania/Gran Bretaa, capaces de fi nanciar la liquidez necesaria y, por otro, los otros pases europeos desarrollados y los pases en vas de industrializacin caracteriza-dos por impulsos recesivos) gener factores de inestabilidad en las balanzas de pago, con saldos crecientes (ya fuera con supervit o con dfi cit); estos desequilibrios en las cuentas con el exterior chocaban con la rigidez de un sistema internacional de pagos basado en el oro. Como consecuencia de estos rgidos vnculos, hacia fi nales del siglo XIX, junto con sus reservas de oro, muchos pases con balanza de pagos a menudo defi citaria co-menzaron a acumular divisas convertibles en oro, como la libra esterlina inglesa, en forma de crditos a corto plazo, sancionando de ese modo la transicin al sistema de gold exchange standard (Panizza, 2004, pp. 45 y ss.). As es como se consolid el papel cada vez ms importante y estratgico de los bancos como creadores de liquidez monetaria segn las necesida-des de fi nanciacin de la actividad de acumulacin.

    10 Vase Panizza (2004, p. 45). Tambin, sobre los mismos argumentos, De Cecco (1979, cap. IV).11 A partir de 1844, con el Bank Act.12 Respecto al caso alemn, vase Riesser (1911), tambin el clsico Hilferding (1961).

  • La fi nanciacin del proceso de acumulacin 41

    De los tiempos de Ricardo, en los que la creacin de moneda estaba determi-nada sobre todo por las transacciones con el exterior a travs del saldo de la balanza de pagos (el canal exterior de creacin de moneda), se lleg al perio-do de la belle poque en el que el sistema bancario proporcionaba los medios de fi nanciacin (canal interno de creacin de moneda).

    Este paso no estuvo exento de inestabilidad, especialmente en un con-texto en el que, con excepcin de Gran Bretaa (gracias a la prudente gua del Bank of England) y de la Alemania bismarckiana, no estaban previstas ni existan instituciones de regulacin y control sobre la provisin de cr-dito bancario. Es conocido que el ltimo decenio del siglo XIX fue fuerte-mente sacudido por numerosas crisis bancarias que conduciran, alrede-dor de los aos veinte del siglo XX en los principales pases europeos, a la elaboracin de una ley bancaria destinada justamente al control de la actividad crediticia y a la defi nicin de la funcin y de los objetivos del Banco Central, entendido como nica institucin encargada de gestionar la poltica monetaria.13

    Especialmente importante fue el proceso de concentracin bancaria en Gran Bretaa y en Alemania, si bien con efectos distintos. En Alemania el proceso de concentracin de las actividades bancarias se dio en estrecha

    13 El primer Banco Central moderno fue el Bank of England, cuya fundacin se remonta a 1694. En 1875 naci el Reichsbank. El primer banco estatal con poder para emitir crdito fue sin embargo la Banca Nazionale del Regno dItalia, la Banca Centrale Toscana, la Banca Romana, el Banco di Sicilia y el Banco di Napoli. A stas se aade en 1870 la Banca Toscana di Credito. La Banca dItalia es fundada en 1893, despus del derrumbe de la Banca Romana, y nace de la fusin entre la Banca Nazionale del Regno dItalia, Banca Toscana di Credito y la Banca Nazionale toscana. Solo desde 1926 tuvo el monopolio de la emisin monetaria despus de que el Banco di Sicilia y el Banco di Napoli mantuvieran hasta entonces un derecho limitado de emisin de moneda. La Federal Reserve (FED) es el actual Banco Central de EEUU. Fue instituida el 23 de diciembre de 1914 a propuesta del presidente Woodrow Wilson y aprobada por el Congreso de Estados Unidos. La Federal Reserve Act regula actividades, poderes y composicin de la Federal Reserve. La ley fue aprobada por el Congreso durante una sesin especial a las 11:45 del 24 de diciembre de 1913. El presidente Wilson no utiliz el poder de veto, del que se haba valido Jackson cuando en 1836 rechaz renovar el estatuto de 1816 del Banco Central americano. La ley, todava en vigor y refrendada unas 200 veces, fi ja en 100 dlares el valor de cada accin y en el 6 % el dividendo por accin (para un mximo de 6 dlares por accin) que el consejo directivo puede decidir distribuir. La parte restante de las utilidades es transferida al Ministerio del Tesoro estadounidense. Los bancos accionistas de la Federal Reserve son, por estatuto, bancos nacionales estadounidenses, hoy subdivididos en doce distritos: Boston, Nueva York, Filadelfi a, Cleveland, Richmond, Atlanta, Chicago, St. Louis, Minneapolis, Kansas City, Dallas, San Francisco. Las acciones de cada banco de distrito pueden ser retenidas tanto por bancos estadounidenses como extranjeros. Actualmente el distrito de Nueva York controla los otros once y es propiedad de bancos privados. [El Banco de Espaa surge en 1856 desde el Banco espaol de San Fernando, resultado de fusiones previas; no sera hasta 1921 con la ley de Camb, cuando se confi gur la funcin del Banco de Espaa como autntico banco central. N. del E.]

  • Bioeconoma y capitalismo cognitivo42

    conexin con la potenciacin de la industria pesada y de la funcin de in-termediacin desarrollada por el Estado. En el caso alemn, el sistema ban-cario mixto, mientras favoreca por un lado la concentracin bancaria y la colusin con el capital industrial, por otro mantena bajo control las dinmi-cas especulativas. En Gran Bretaa, sin embargo, tal proceso hizo aumentar el grado de intolerancia hacia cualquier forma de control y de regulacin por parte del Bank of England. El contexto ingls y la plaza de Londres fue-ron objeto de crecientes intereses especulativos, tambin a causa del papel central que la libra esterlina inglesa haba ido asumiendo como divisa inter-nacional de referencia. En todo caso, mientras Londres fuera capaz de man-tener su papel de gua en la regulacin del comercio internacional y de los intercambios de divisas, y las tendencias especulativas de los propios bancos inglesas fueran mantenidas bajo algn tipo de control del Banco Central in-gls, la consolidacin de plazas fi nancieras alternativas, como Pars, Berln y Nueva York, no constitua un peligro para la hegemona econmica inglesa.

    Sin embargo, a fi nales de siglo, la plaza fi nanciera de Nueva York se convirti cada vez ms en un polo de atraccin de los capitales internacio-nales y en el autntico mercado de intercambio entre el dlar y la libra es-terlina del que dependa gran parte de la fi nanciacin de las exportaciones estadounidenses. Estados Unidos apareca como un pas emergente capaz de infl uir de forma fuerte en la economa mundial, gracias sobre todo a la amplitud tanto de su mercado domstico como el del continente sudameri-cano, que mantena fuera del control de la Commonwealth. Los excedentes comerciales de Estados Unidos en el decenio anterior a la Primera Guerra Mundial permitieron a la economa estadounidense invertir de modo ma-sivo en el exterior,14 y transformaron tambin la plaza de Nueva York en un gran colector de oro, ya fuera para el Tesoro o para el sector privado (Panizza, 2004, p. 48).

    Esta situacin marcaba los sntomas premonitorios de la crisis de la libra esterlina y del paso de la hegemona econmica mundial de la orilla oriental del Atlntico a la occidental. Las ingentes sumas requeridas por el esfuerzo blico provocaron la precipitacin del valor de la libra esterlina en favor del dlar, smbolo de una economa que slo poda extraer ventajas de la guerra, sobre todo si sta se desarrollaba en casa ajena.15 Tal traspaso de poder se

    14 En el periodo 1900-1913, las inversiones exteriores de EEUU en millones de dlares pasaron de 500 a 2.500, un aumento de cinco veces. En el mismo periodo, el incremento en Gran Bretaa (cuyo valor absoluto era sin embargo ocho veces superior al de EEUU) estuvo alrededor del 60 %, 65 % para Francia, y 40 % para Alemania. Vase Kindleberger (1987, p. 308).15 Estados Unidos ha participado en los dos confl ictos mundiales del siglo XX sin sufrir nunca los efectos negativos de las destrucciones y los bombardeos (con la excepcin, bien limitada, de

  • La fi nanciacin del proceso de acumulacin 43

    produjo en un periodo en el que se verifi c una fuerte aceleracin tecnol-gica, cuyo inicio data de las ltimas dcadas del siglo XIX. En los primeros diez aos del siglo XX se asisti, de hecho, a la introduccin de innovaciones radicales tanto organizativas como de producto (taylorismo y automatiza-cin creciente de la produccin). La llegada de las nuevas tecnologas taylo-ristas se verifi c primero en EEUU y luego en Gran Bretaa. Los crecientes benefi cios de productividad permitieron que Estados Unidos asumiera el liderazgo tecnolgico y monetario despus de la Primera Guerra Mundial. Las nuevas tecnologas y, sobre todo, el paradigma organizativo de la auto-matizacin productiva trajeron consigo la necesidad de una ingente fi nan-ciacin de la produccin, as como tiempos de amortizacin ms largos. Era, por lo tanto, de una importancia neurlgica que el proceso de fi nanciacin se diera en las condiciones de mayor estabilidad y certeza de pagos posibles, ya fuera a nivel nacional como internacional. En segundo lugar, era necesa-rio, especialmente despus de la crisis de 1929, que tambin el proceso de realizacin se produjera de modo estable y continuo, a travs del desarrollo de la capacidad de ahorro, ya no dirigida a la fi nanciacin de la produccin sino del consumo.

    El mercado de crdito en el paradigma taylorista-fordista

    En el nuevo contexto taylorista-fordista, la funcin del sistema bancario alcanza su cnit tanto en la actividad de creacin de moneda dirigida a la acumulacin como en la actividad de intermediacin fi nanciera y de captura de depsitos, necesaria para estabilizar las decisiones de venta y adquisicin, as como para monitorizar los fl ujos comerciales nacionales e internacionales.

    Al mismo tiempo, la escala creciente de las empresas favoreci la difu-sin de las organizaciones directivas y de las sociedades por acciones. Tal dinmica produjo efectos importantes, defi niendo la metamorfosis de la es-tructura de propiedad (desde la empresa familiar a la corporacin gerencial) y el desarrollo de los mercados fi nancieros. Rudolf Hilferding analiz esta di-nmica de un modo notable. En su obra monumental, El capitalismo fi nanciero de 1910, ya en su ttulo original, Das Finanzkapital: eine Studie ber die jungs-te Entwicklung des Kapitalismus, arrojaba luz sobre el carcter innovador de las nuevas formas de propiedad que la empresa capitalista estaba asumien-do a comienzos del siglo pasado. La contribucin principal de Hilferding

    Pearl Harbour). Se trata de una situacin especialmente favorable para el estmulo al crecimiento econmico determinada por el esfuerzo blico.

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    tiene que ver con el anlisis de la difusin de las sociedades de capitales, de los crteles y de los trusts, y con la intuicin de que la tendencia estructural del capitalismo estaba dirigida hacia la formacin de estructuras oligopo-listas y un mercado fuertemente concentrado. La referencia de Hilferding a Marx es directa:

    La aparicin de las sociedades por acciones en el campo de la industria implica, en primer lugar, una transformacin de la funcin del capital industrial. La sociedad por acciones conlleva en efecto la defi nitiva disociacin de la funcin del capitalista industrial de la del emprendedor industrial. (Hilferding, 1961, p. 121)

    Con esto se aclara el hecho de que tal transformacin no careciera de in-fl uencia sobre el comportamiento de las empresas, o ms an que infl uyera tambin en la direccin de empresas (ibidem). Pero lo que es necesario su-brayar es que Hilferding pone el acento en la naturaleza desigual del control fi nanciero de la gran empresa: incluso si aparentemente la adquisicin de acciones es libre, es ms, incluso si sta viene incentivada, no por ello se ga-rantiza la igualdad de condiciones en el control de la empresa.

    En realidad, las sociedades por acciones estn siempre dominadas por una oligarqua, cuando no por un slo gran capitalista (o banco), que est, de hecho, plenamente interesada en la marcha de la sociedad y es completamente independiente de la masa de los pequeos accionistas. (Ibidem, p. 145).

    La jerarqua de mando en las sociedades de acciones es el refl ejo de las jerar-quas del mercado. El mercado, lejos de ser ese lugar neutro donde, en igual-dad de oportunidades, los individuos intercambian mercancas entre s para aumentar su propia utilidad y su propio bienestar personal, es sin embargo un espacio cerrado, controlado y dirigido por unos pocos grandes actores econmicos, que son capaces de determinar su dinmica, a travs del poder que gozan en materia de inversiones, tecnologas y de las alianzas poltico-fi nancieras, as como de las estrategias autnomas que son capaces de adop-tar. Hilferding anticipa e introduce, en ese sentido, algunos conceptos que sern muy del gusto de la economa industrial de la segunda postguerra.16

    16 Pese a denominarlos de manera diferente, Hilferding analiza el concepto de barreras de entrada y de salida y las relaciones entre estas barreras y los diferentes niveles de la tasa de benefi cio; discute la tendencia a los acuerdos de unin (crteles, etc.); justifi ca la supervivencia de los pequeos productores junto a las grandes concentraciones; y asume como estructural la existencia de una diversidad de comportamientos entre las empresas, respetando el concepto de productor representativo tan querido por la ortodoxia econmica del libre mercado. Finalmente, expone las diferentes estrategias de precios (precios de exclusin, administrativos, etc.) adoptadas tanto por las empresas privadas como por el Estado para

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    El anlisis de Hilferding sobre la relacin entre bancos y empresas, se refi ere esencialmente al sistema alemn del banco-mixto. Ilumina la cuestin de la continuidad (si bien modifi cada en su forma) de la jerarqua de poder que en la fase imperialista precedente privilegiaba la relacin entre Estado, bancos y empresas y que despus, con la llegada del paradigma taylorista-fordista, se funda en la relacin privilegiada entre bancos y empresas, por un lado, y el Estado-nacin, por otro, lo que garantizaba el entorno de la poltica econmica ms adecuado para el crecimiento.

    En este contexto, los mercados fi nancieros desarrollan la funcin de la reasignacin efi ciente de los recursos fi nancieros. Esta funcin es referida, sin embargo, al ahorro de las familias ms pudientes con el fi n de favorecer el proceso de realizacin indirecta de la produccin, a travs del uso de las partes del mismo. Por lo tanto, el desarrollo de los mercados fi nancieros en los aos que median entre las dos guerras mundiales fue guiado ms por la necesidad de sostener la realizacin de la produccin que por la necesidad de fi nanciarla. Esta actividad de sostenimiento sufri una brusca interrup-cin con la crisis de 1929 y slo se recuperar despus del inicio de las pol-ticas intervencionistas del New Deal rooseveltiano.

    La creacin de moneda-crdito para fi nanciar las inversiones permaneci como una prerrogativa exclusiva del sistema crediticio, cada vez ms efi caz a la hora de condicionar las elecciones de inversin de las empresas indus-triales segn la dinmica de la coyuntura y de las difi cultades bancarias que de ella se derivaban. El confl icto subterrneo entre banco y empresa estaba vinculado estructuralmente al paradigma fordista de produccin.

    La funcin del Estado en la fi nanciacin de la actividad de produccin

    En la segunda postguerra, con la llegada y el xito de las polticas keynesia-nas, la funcin crediticia comenz a ser desarrollada tambin por el Estado. De hecho, las polticas de defi cit spending permiten activar un segundo canal (tambin interno) de creacin de moneda para la fi nanciacin de las inver-siones privadas, que se aade al del sistema de la banca ordinaria y el Banco Central. A travs de la fi nanciacin del dfi cit pblico con las operaciones de mercado abierto,17 por un lado, y la apertura de la cuenta de tesorera del Estado en el Banco Central, por otro, se desarrolla un canal pblico de crea-

    proteger los monopolios y los oligopolios.17 Por operacin de mercado abierto se entiende la adquisicin de ttulos de Estado con moneda ex novo proporcionada por el Banco Central.

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    cin de moneda, capaz de estabilizar la relacin, siempre confl ictiva, entre capital crediticio y capital productivo. La intervencin del Estado en la eco-noma logra as un segundo objetivo, aparte del objetivo clsico keynesiano de activar la demanda agregada con el fi n de favorecer la realizacin de la produccin y la consecucin del benefi cio privado; se trata de intervenir y regular la fase de fi nanciacin. Se trata de una funcin de la poltica econ-mica nacional no muy conocida pero de extremada importancia para conju-gar la efi cacia de la poltica monetaria a travs del control de las tasas de inters sobre los crditos y la efi cacia de la poltica fi scal de gasto pblico.

    En el paradigma fordista-taylorista-keynesiano, la fi nanciacin de las inver-siones se produce por medio de dos canales principales: el privado, a travs del mercado crediticio, y el pblico, a travs de la fi nanciacin del gasto pblico de-fi citario que se transmuta en una ulterior disponibilidad crediticia para el siste-ma industrial y el sostenimiento de la demanda efectiva. El mercado fi nanciero desarrolla un papel secundario, el de reasignar la moneda ya existente (ahorro) entre los agregados econmicos que tienen excedentes fi nancieros (las familias) y los que tienen necesidades fi nancieras (principalmente las empresas).

    El papel regulador del Estado como apoyo del proceso de acumulacin resulta fundamental. El Estado es el estabilizador de la relacin confl icti-va capital-trabajo, interviniendo como distribuidor indirecto de la renta a las familias (Welfare State), como gestor de la parte de salario diferido por objetivos asistenciales y como suministrador de la demanda pblica, sobre la vertiente de la demanda efectiva. Acta despus como estmulo de las inversiones privadas gracias a polticas crediticias y fi scales sobre la vertien-te de la oferta. Pero tambin es el estabilizador de la relacin entre banco y empresa, relegando a un segundo plano la tendencia a la inestabilidad de los mercados fi nancieros. En el mbito de estos ltimos, los acuerdos de Brett on Woods, en vigor de 1944 a 1971, fueron capaces de reducir, al mnimo, las tensiones especulativas sobre las divisas, al menos hasta la segunda mitad de los aos sesenta.18 La preponderancia en los mercados fi nancieros de los

    18 Con los acuerdos de Brett on Woods se pas a un sistema de cambios fi jos fundados en la paridad urea del dlar (35 dlares por onza): el denominado gold dollar standard, en el cual, como ya se ha dicho, slo una moneda mantena una relacin con la mercanca oro. De este modo prosigui el proceso de desmaterializacin de la moneda. La estabilidad de este sistema permaneci en vigor hasta el comienzo de la guerra en Vietnam, cuando el incremento del nmero de dlares en circulacin hizo cada vez ms difcil a las autoridades monetarias estadounidenses su propsito de mantener inalterada la paridad urea fi jada. De este forma, empezaron a difundirse expectativas de devaluacin del dlar, agravadas por la crisis del modelo de rentabilidad de la gran empresa taylorista y del negativo desarrollo de la propia guerra en Vietnam.

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    ttulos de acciones y de obligaciones ligados a la dinmica de rentabilidad a medio-largo plazo permiti adems que las tensiones especulativas en las bolsas fueran bastante contenidas.

    En el mismo momento en el que cayeron los acuerdos de Brett on Woods, dio comienzo el proceso de desmantelamiento del Welfare State y se asisti al crecimiento de los mercados fi nancieros y de la consiguiente especula-cin; la solidez de la funcin crediticia desarrollada por el sistema bancario comenz a declinar y todo se desarroll en condiciones de una creciente in-certidumbre e inestabilidad. Este viraje est obviamente ligado a la crisis del paradigma fordista-taylorista-keynesiano. Lo que es importante subrayar ahora es que con el pasaje al paradigma de acumulacin fl exible se re-gistr tambin un cambio estructural en la regulacin de la fase de la fi nanciacin productiva.

    El nuevo papel de los mercados fi nancieros

    En el ciclo del capital monetario D-M-D, esto es, en una economa monetaria de produccin, los mercados fi nancieros tienen, efectivamente, una funcin en la realizacin indirecta de la produccin. Hablamos de realizacin indi-recta en la medida en que el primer canal de realizacin (el directo) es la adquisicin de los bienes de consumo, mientras la emisin de acciones, o ms en general de ttulos fi nancieros, permite a las empresas recobrar la posesin de una cuota de liquidez, ahorrada y no gastada, sobre los mercados fi na-les de salida. En otras palabras, los mercados fi nancieros permiten reasignar de modo efi ciente la moneda ya existente en el sistema econmico, que es el producto de la actividad de inversin empresarial, desplzandola desde aqullos que retienen saldos fi nancieros activos (la clase de los trabajadores y el sistema crediticio) hacia aqullos que presentan saldos fi nancieros negati-vos en el desarrollo del proceso de produccin (el sistema de las empresas, y eventualmente el Estado, en presencia de un gasto pblico defi citario). En el paradigma fordista-taylorista, los mercados fi nancieros facilitan la actividad de intercambio fi nal sin obstaculizar demasiado la fase de fi nanciacin y no erosionan ni las decisiones de acumulacin y produccin ni la esfera de la re-distribucin funcional de la renta. Esta marginalidad depende de que, como hemos visto, la fi nanciacin de la actividad productiva sea desarrollada por el sector crediticio; que la produccin material (y por lo tanto la inversin productiva) sea el motor de la acumulacin a travs de la explotacin del trabajo asalariado, principalmente de tipo manual; y de que la confi guracin

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    espacial de referencia sea la estatal (Estado-nacin), en cuyo seno se recom-binan y se defi nen las polticas econmicas de modo autnomo (desde las polticas fi scales y de bienestar hasta las industriales y monetarias).

    Propiamente, la reduccin de estos tres aspectos libera a los mercados fi nancieros del yugo de subalternidad impuesto por la jaula fordista-taylo-rista. De hecho, la reduccin de la autonoma nacional y de las polticas de regulacin del sistema de cambios otorga un increble impulso al proceso de fi nanciarizacin; el paso de las tecnologas mecnicas repetitivas a las lin-gstico-relacionales permite el paso de la acumulacin material a la inma-terial; la desmaterializacin total de la moneda y su defi nitivo desenganche del oro llevan a una redefi nicin de las formas de fi nanciacin. En los prxi-mos prrafos analizaremos mejor estos tres aspectos con el fi n de clarifi car la actual funcin de los mercados fi nancieros.

    La fi nanciarizacin de la economa mundial

    Las causas que han favorecido el proceso de fi nanciarizacin de la economa mundial son diversas. Pueden ser reagrupadas en dos formaciones distintas se-gn la naturaleza exgena (e indirecta) o endgena (y directa) que les puede ser atribuida. Por causas indirectas o exgenas, entendemos aqullas que tienen que ver con factores que se colocan fuera de la dinmica de los mercados fi nan-cieros. Por causas endgenas o directas, nos referimos a aqullas que derivan de la evolucin y de las transformaciones del sistema internacional de pagos. Las primeras son a menudo el fruto de elecciones polticas internacionales o de poltica econmica, las segundas estn ligadas, en cambio, a las modifi caciones de la estructura del ahorro y a las operaciones de los intermediarios fi nancieros.

    El fi n de Brett on Woods

    Entre las causas exgenas, la principal es el derrumbe del sistema de Brett on Woods.19 Con el paso a un rgimen de cambios fl exibles, el nivel de incerti-dumbre sobre los pagos internacionales crece de modo exponencial, espe-cialmente en un contexto de fuertes oscilaciones de las tasas de cambio. Esta situacin favorece la actividad especulativa a travs de la compra-venta de divisas internacionales y al mismo tiempo hace ms arriesgada la solvencia de las transacciones comerciales entre pases.

    19 El sistema de Brett on Woods, fi rmado en 1944 fi naliz, de hecho, el 15 de agosto de 1971, cuando el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, declar la inconvertibilidad del dlar en oro y viceversa.

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    La veloz y constante desvalorizacin del dlar en la primera mitad de los aos setenta genera un problema de gestin de liquidez para aquellos pa-ses y aquellos operadores bancarios que atesoraban grandes cantidades de divisa americana, ya no tan valorada como en los momentos anteriores. En particular, los pases del rea OPEP,20 que presentaban elevados supervit de la balanza comercial gracias a la disponibilidad de petrleo, gestiona-ban grandes cantidades de dlares (los as llamados petrodlares),21 en su mayor parte depositadas en los bancos europeos (los llamados euro-dlares). Estas sumas de dinero en vas de desvalorizacin se convirtie-ron, as, en un instrumento inmediato de intermediacin crediticia y en un vehculo para la concesin de crdito a los pases en vas de desarrollo, recin salidos del yugo colonial o en una fase de fuertes transformaciones sociales. Se gener as una coyuntura favorable al incremento de la deuda de los pases del Tercer Mundo, en un contexto de fuerte sostenibilidad fi nanciera de la propia deuda. De hecho, la deuda externa se autofi nancia, y por lo tanto es econmicamente sostenible si la tasa de crecimiento del pas es mayor que la tasa de inters pagada. En los primeros aos setenta, tras la tensin infl acionista generada por el encarecimiento del petrleo y de las principales materias primas, las tasas de inters real eran negativas en casi todos los pases. Poda entonces resultar conveniente endeudar-se en los mercados internacionales. Esta demanda de crdito encontraba una adecuada disponibilidad de oferta en los grandes grupos bancarios europeos e internacionales, justamente por la abundancia de dlares de-positados en los mismos. Los pases en vas de desarrollo que acudan a endeudarse en condiciones ventajosas eran principalmente los pases del frica subsahariana y las naciones del centro y sur de America; los prime-ros, impulsados por la necesidad de fi nanciar sus escasas infraestructuras y por la posibilidad de crecimiento prometida por el modelo del socialis-mo africano; los segundos, impelidos por la persecucin de las polticas nacional-populares y progresistas.

    20 En los primeros aos setenta algunos pases con reservas petrolferas constituyeron un crtel, que reuna a todos los pases extractores de Oriente Medio con el aadido de Venezuela y Colombia.21 Acabado el otoo de 1973, despus de la triplicacin del precio del petrleo, la cantidad de dlares utilizados para el pago de los suministros petrolferos aument de manera ms o menos proporcional a las cotizaciones del crudo. La abundancia de dlares, que result del enorme consumo de petrleo en las fases de crecimiento econmico de los aos sesenta, fue una de las causas que impuls la presin especulativa a la baja sobre el dlar, acentuada despus, a fi nales de los aos sesenta, por la crisis econmica de EEUU y por la crisis de confi anza del gobierno estadounidense debido a las difi cultades que comenzaba a dejar entrever el confl icto vietnamita. A diferencia del cambio de bienes fsicos reproducibles, en el mercado de divisas (recurdese que las divisas son bienes inmateriales e intangibles) se da efectivamente una completa fl exibilidad de los precios; rige aqu la ley del valor fundada en el concepto de escasez.

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    El viraje hacia el monetarismo de la poltica econmica estadounidense

    En el trascurso de los aos setenta, al menos hasta 1979, ao del giro moneta-rista de la Reserva Federal estadounidense, se puso en marcha la primera fase de la fi nanciarizacin, gracias al pujante papel de la actividad especulativa en los mercados de divisas y al aumento de movimientos de capitales debido al creciente endeudamiento (pero en condiciones favorables) de los pases en vas de desarrollo. Esta primera fase de la fi nanciarizacin fue, por lo tanto, ms el fruto de elecciones de poltica internacional que de la dinmica del mercado internacional de capitales, todava bajo control y vigilancia a travs de numerosas medidas destinadas a limitar la libre circulacin de capitales. En otras palabras, fue la liberalizacin del mercado de divisas lo que favoreci el inicio de la fi nanciarizacin. Este proceso de liberalizacin de divisas asumi, sin embargo, una creciente inestabilidad y una menor capacidad de sostenibi-lidad fi nanciera, incrementando, a partir de 1979, la actividad especulativa. En 1979, Paul Volcker fue nombrado presidente de la Reserva Federal: partidario convencido de las polticas monetaristas neoliberales y de la necesidad de lle-var de nuevo a Estados Unidos al liderazgo econmico mundial a travs de un poderoso proceso de reestructuracin industrial.22 Giovanni Arrighi recons-truye de modo preciso las dinmicas que llevaron al viraje monetarista de 1979:

    Las polticas monetarias estadounidenses de los aos setenta trataron de inducir al capital a continuar sosteniendo la expansin material de la economa-mundo capitalista centrada en Estados Unidos, si bien esta expansin se convirti, para el capital, en causa principal del aumento de los costes, de los riesgos y de la incertidumbre de las grandes empresas en general, y para el estadounidense en particular. Como era previsible, slo una parte de la liquidez creada por las autoridades monetarias estadounidenses fue utilizada para la creacin de nuevas instalaciones comerciales y productivas: la mayor parte fue transformada en petrodlares y eurodlares que, despus de haberse reproducido varias veces a travs de los mecanismos interbancarios privados de creacin de moneda, reemergieron pronto en la economa mundial como rivales de los dlares emitidos por el gobierno americano. (Arrighi, 1994, pp. 409-410)

    22 Es til recordar que el nombramiento de Paul Volcker en la presidencia de la Reserva Federal se debe a Carter y no a Reagan, posterior presidente de EEUU; se da por lo tanto durante el ltimo ao de la administracin demcrata. Hoy se ha convertido en un lugar comn combinar el nombre de Volcker con el de Reagan, como resultado del viraje conservador del pueblo estadounidense a fi nales de los crticos aos setenta. En realidad, el partido demcrata ya haba avalado tal viraje, an antes de la eleccin de Reagan.

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    El viraje monetarista, al que seguiran, una despus de otra, las medidas de liberalizacin de los mercados, de privatizacin de los recursos pblicos y de fi nanciarizacin a escala mundial, no tiene que ver directamente con la ideologa neoliberal reaganiana y thatcheriana, sino con la crisis econmico-poltica del modelo fordista internacional (Marazzi, 2002, pp. 68 y ss.).

    En 1979 el gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a elegir entre dos opciones. O llevar el enfrentamiento con la comunidad fi nanciera cosmopolita, que controlaba el mercado de eurodivisas, a un decisivo ajuste de cuentas, perseverando en las propias polticas monetarias expansivas, o buscar por el contrario un acuerdo mediante una ms estrecha adhesin a los principios y prcticas de la estabilizacin de la moneda. La racionalidad capitalista prevaleci fi nalmente. A partir del ltimo ao de la presidencia Carter, y con mayor determinacin bajo la presidencia Reagan, el gobierno estadounidense opt por la segunda lnea de conducta. Y cuando fue fi rmada una nueva (y memorable) alianza entre el poder del Estado y el del capital, las polticas monetarias expansivas de Estados Unidos, que haban caracterizado toda la poca de la Guerra Fra, dejaron el puesto a unas polticas extremadamente restrictivas. (Arrighi, 1994, p. 412)

    La adopcin de una poltica econmica de rasgos monetaristas y restrictivos implicaba la reduccin del tipo de crecimiento de la oferta de moneda con el fi n de incrementar las tasas de inters. El efecto fue una reduccin de las inversiones y por lo tanto una contraccin de la produccin, que provoc el aumento de la desocupacin y el debilitamiento del poder contractual de los sindicatos. En el plano interno, esta estrategia tena el objetivo de restaurar un cuadro de compatibilidades macroeconmicas en lnea con la redefi nicin de relaciones econmicas, tecnolgicas y sociales dirigidas a remontar el proce-so de acumulacin sobre bases diferentes de las que haban caracterizado la creacin y la acumulacin de benefi cio en el periodo anterior. En la medida en que esta maniobra se vio acompaada efectivamente por un proceso de reestructuracin tecnolgica y organizativa y por un adecuado apoyo a nivel meditico y cultural, su resultado fue la restauracin, o mejor, el incremento, de las condiciones de explotacin con formas nuevas y diferentes de las pre-cedentes, ya conocidas y contrastadas con xito. En el plano internacional, la poltica monetaria restrictiva, al provocar un aumento consistente en las tasas de inters reales, penaliz fuertemente las posiciones de deuda,23 tanto si se trataba de dfi cit estatales (internos) como si se trataba de dfi cit exteriores.24

    23 Haciendo cada vez ms onerosa la fi nanciacin del gasto pblico defi citario, y por lo tanto favoreciendo directa e indirectamente las polticas de desmantelamiento del Estado del bienestar.24 Por dfi cit exterior se entiende el dfi cit de la balanza de pagos, sobre todo en su componente

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    Especialmente los pases endeudados del Sur (desde frica a Amrica Lati-na) fueron los que ms padecieron las consecuencias del viraje monetarista de la poltica econmica estadounidense. Desde un punto de vista capitalis-ta, este viraje tuvo un doble efecto positivo para Estados Unidos. En primer l