pueblo selknam, los atletas de karukinka

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    apftu

    Los dos hombres entrelazados luchaban ardorosamente. Vieja disputa entre lasdos bandas. Sin tregua, veloces, los cuerp os pintado s de rojo caan al suelo par a volvera ponerse de pie, e incansables recomenzar los forcejeos. Se guardaban , como siempre,todas las reglas de la luchaselknam.

    La vspera, Chashhil, el ofendido jeFe, haba enviado aKiyonishnh con el de-safo. El encuentro fortuito de ambas familias nmadas, en busca de guanacos, habaocurrido en 1 s deslindes de los.territorios que separan a los dos gruposselhnam q u ecomparten la gran isla de Tierra del Fuego, la extensaKaruhink. Los del Norte,donde las ondulaciones del terreno no limitan la vastedad delos coironales y los delSur, habitantes de bosquesy montaas.

    Aceptado el reto, arm aron sus campam entos a corta distancia sin dejar por u nmom ento de espiarse. Al medioda siguiente,los contendores avanzaron simultnea-mente, a paso lento, desarmados y sin haber ingerido comida, h asta un a planiciecontigua. Las mu jeres, los nios ylos ancianos se sentaron en crculo; al centrolo hi-cieron los hombres con capacidad de participar en el torneo.Kanhoat era el jefe delos del Sur y Chashkil de los del Norte. Mirndose fieram ente comenzaron los discur-sos severos, las qu ejasy las rplicas, hasta llegar a los insultos.

    De cuando e n cuando, alguna mujer emit a prolongados aull idoso gritos inju-riosos. De pronto, ponindose de piey dejando caer su capa, Kanhoat camin condignidad hacia Chashkil, mirndolo Fijamente. Otro tant o hizo ste.El ofensor,Kanlzoaat, ofreci su mano izquierda, la q ue fu e aceptada porChashhil con un apretnde la mano derecha. Luego se abrazarony cada cual puso su brazo izquierdo debajodel derecho del contrincante. Comenz el combate. Otras parejas salieron alfrente. N ingn grito. Sue na sord amente la tierra con la cada de los grandes cuer-pos. Al agarrarse, las uas rasgan la piel; la sangrey pintura van tiendo el csped.Uno, agotado, vuelve al crculo de os suyos, pero prestamente recibe el desafo deun contrario.Es necesario continuar. Si alguien da un golpe certero, sus partidarios,orgullosos, guardan silencio como pensando eso es lo que yo esperaba;los adver-

    sarios por su parte, a veces exclaman: Ha ni chohn (Es un hombre, nuestro cam-pen es muy fuerte, el otro debe ser fantstico para derribarlo).

    Despus de mucha s horas, ya cerca la noche, van ponindose d e pielos especta-dores. Te rm ina la contienda. Pero al otro da, como ind ica la costumb re, a los primerosretadores se les pide un segundo encuentro. Nueva tarde de luc ha. Sea quien seaelequipo ganador, ya est saldada la ofensa.

    A la madrugada siguiente junto conel despertar de las aves, se desarman loscampamentos,y cada clan contina su caminoy su bsqueda. Encabeza la marchauno de los cazadores. Los varones llevansus arcos y carcaj de piel de foca; las mu-jeres, bolsas de cuero, cestos trenzados consus tiles y los grandes rollos de cuero

    f l ld

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    Los hombres, de elevada estatura, sobrepasan a veces elmetro ochenta; las mujerec, el metro setenta. Cuerpos fuertes,proporcionados, d e tersa piel clara, su s movimientos armoniosos,flexibles y seguros. El cabello negro, liso, bien peinado, largoysuelto en las mujeres, las que a m enudo lo recortan en chasqu illaa lo ancho de la frente. Adornan ellas su cuello, muecasy tobi-llos con collares de conchitas, huesos y semillas unidas por

    tendones. Segn las circunstancias, embellecen el rostro y elcuerpo con diversos dibujos de puntos, rayasy franjas pintadoscon arcilla blanca, amarillay roja oscura, diluida en grasa suavede guanaco. Igual hacen los varones, quienes sobre el pelo cortousan un cintillo triangular de piel de las partes celeste ceni-cientas del guanaco. Se ata por detrs, y de frente ap arenta ser u ngorro cnico.

    Todos se cubren con amplias capas de piel de guanaco, lospelos hacia afue ra, sostenindolas con la ma no izquierd a ala altu-ra del cuello. En el mom ento oportuno podrn dejarlasy dedicar-se al queha cer que estimen necesario. Las m ujeres llevan tambinun delantal de la misma piel anudado a la cintura. Las capasarrebozan los cuerpos, dndoles al caminar una majestuosidaddigna e imponente; calzan chalas de cuero del mismo animal.

    El grupo del sur avanza; pronto cruzar una pradera msall del bosque. Repentinamente se detiene la marcha. Han avis-tado un pio de yow en guanacos (Lama guanacus), la caza fa-vorita. Al gesto del que dirige la marcha, todos al instante seagachan y observan, a la vez que m antienen quietos alos perros.El primero, cautamente se acerca al lmite del pastizal. Perma-nece agachado e inmvil unos instantes, dejando ver su gorrode piel. Uno de los animales pasta separado del resto, cerca delbosque. El guanaco baja la cabezay ramonea confiado; el cazadoravanza unos pasos, quedando absolutamente quieto cada vez queel cuadrpedo alza la cabezay observa a su alrededor para rumia r.Cuando est prximo, la bestia cae en la cuenta de la extraapresencia y la mira atento. Es tan inmvil la postura que, traslarga observacin, sigue paciendo indiferente.To i n el cazador,

    ha logrado acercarse as a unos veinte pasos. Cuando se inicia lahuida, advertido el cazador, deja caersu capa y rapidsimo dis-para u na flech a apun tada de trs de la paleta. Pe netra el proyectiltraspasando el corazn; el guanaco cae fulminado.

    all, el pio inquieto se aleja sin caer a n e n cu enta del inmepeligro que oculta el bosque. To i n es un eximio cazador, pahora todos podrn demostrar su destreza. Reconocido el teno, se distribuyen en el campo; las mujeres dan un largo rodmientras los hombres agazapados entre dos bosquecillos espeel arreo. Las mujeres en vasto semicrculo, emergen de lomajes vecinos y con sus agudos gritos espantan la tropilla avez que avisan a los flecheros; algunos perros completan la trpa. Corren los guanacos seguidos porlos ladridos, con los cuellestirados, cimbrndose, graciosos, en la carrera mortal. Chombre apunta y dispara cuando pasan al frente. Algunos amales reciben varios impactosy no tardan en caer; a otros los ha rozado la muerte; otros ms, mal heridos, van quedarezagados. Contra stos parte la jaura, acorralndolos. All abatidos por un nuevo flechazo. Gran alegra en la tribuKankoat .Habr alimento para varios das.

    Las mujeres eligen de inmedia to un sitio donde haya aguabeber para levantar losh a u y i sus toldos. Despejan un retazo bosque y aprovechando troncos y ramas que clavan ladeadounos cuarenta y cinco grados hacia el centro, disponen un clo proporcionado al nmero de miembros que componen c

    familia. Desenrollan sus cuerosy cubren con ellos los costadde la empalizada, preferentemente en el sentido de donde soel viento dominante. El pedernaly la pirita, guardados cuidadsamente en una bolsita de vejiga amarrada en un cinturncuero, entran en funciones. El fuego, al centro, expande huy calor. M ientras tant o los hombres, usand o sus cuchillos de dra, descueran los animales; luego las pieles son estacadas ensuelo. Los tendones y las tripas son separados con cuidado; secados sern e lementos necesarios p ara las arm as; filamentase usarn como hilos de coser. En seis partes se despresan lasvtimas, y mientras algunos pedazos son colgados de los rboinmediatamente trozos de carne del porte de una mano se ccan sobre las brasas y el asado comienza a soltar SU aroma decioso. Alrededor los presentes conversan calmadamente, c

    grandes pausas mientras comen. Se recuerdan las alternatde la luch a, de la cacera reciente, de otras caceras m emorabSe kelebran ron carcajadas los alegres y entusiastas comentade los nios. Despus, quienlo desee, en cualquier momento

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    Lminas VII, VHombre y muier selknam con pintura facial detierras de color. A la izquierda, otras versiones.

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    sobre los carbones encendidos, ya sostenindolo sobre ellos cla ayuda d e un a vari l la .

    Una madre amamanta a su pequeo envuelto en pieles dzorro. Luego, con huinch asde cuero, lo fija al taal cun a formada por dos varas aguzadas en un extremoy otras transversalea modo de escalerilla. Clava eltaal en el suelo y la criatura permanece en posicin vertical. Los presentes la acarician. Entanto da el pecho a un visne un cachorro regaln. De u nlzazty

    vecino llega un nio trayendo un pequeo arco recin hechEs del joven Wteni quien h a enviado asu hermano. Por tercervez manda a Korsieyn la hija de 1 7 aos deKanhoat su presente de noviazgo. Esta vez los padres no la obligan a devoverlo. Korsieyn silenciosa y ruborizada, contina comiendo ssoltar el precioso regalo. Wten i que espera a la distancia envuelto en su capa, vuelve feliz al hauyi de sus padres. Ya enovio. En unos das ms ambos construirn unhauyi ms pequeo; Korsieyn preparar el fuego y continuar la vida a slado. ljij la hermana menor deKorsieyn poco antes de naceel primer hijo, se unir a su hermana para ayudarla, y W t e ntendr su segunda esposa.

    Los perros ladran a la noche. Tal vez el aullido lejano algn huasc el zorro, los tiene alertas. Mas los sellznniii duer

    men pacficamente tapados consus

    amplias capas, calentadopar el fogn, mientras afuera el helado viento deKaruhinkrecorre la isla. Si arrecia mucho, levantndose del lecho, algna mujer tomar alguna brasa encendiday la lanzar hierde la entrada, para aplacarlo.El grupo permanecer en el mimo sit io en tanto dur e la carneo en los alrededores haya abundante caza. Donde emigren las manadas, all irn los cazadres.

    Las tribus norteas recorren l s pampas llegando a lacostas. Con las varas arrastradas por las mujeres en los fardde cuero, arman sus hauyi jun to a os riachuelos en los caadones costeros, aprovechando el reparo de alguna roca solitaro al pie de los barrancos, y enciendenlos fogones. La Isla Grande de Tierra del Fuego lleva ese nombre porquelos primeronavegantes europeos que cruzaron el Estrecho que13 separdel Continente, al anclar sus naves para pernoctar, junto colas ltimas claridades del crepsculo, observaron a la distanla aparicin de fuegos en las riberas del Sur . La soledad se puteaba de llamas. Eran campam entosselhnain.

    All abun da el tuco-tuco (Ctenomys magellanicus), rdor que cava tneles. Con cuarenta a sesenta desus pequeay suaves pieles cosidas con tendones de guanaco, las mujerconfeccionan preciosas capas. Al igual quelos del Sur las embadurnan por el interior con una mezcla de arcilla carhoniz.-y grasa de guanaco; de esta forma se las defiende de una rpida putrefaccin. Los tuco-tucos abandonan sus guariclas atardecer, despus de dormir durante el da. Entonceslos sel-knam buscan sus escondites. '(Con una vara puntiaguda de umetro d e largo, van tocandolos boquetes del suelo hasta que d acon el verdadero nido. La capa de tierra de encima la echanlos lados hasta conseguir una dbil cubierta, sealando este gar por medio de varitas puestas en pie. Todas las maiianas los das siguientes a esta operacin, mientras duerme profudamente el cururo que ha vuelto su guarida, empuja violentamente el cazador dicha capa de tierra consiguiendo assupresa" (Gusinde)

    Las diversas formas de caza, tan importantes para laSUpervivencia, transcurren con matices de aventuray de deporteArrastrndose logran acercarse varios cazadores alos enormegrupos de gansoc silvestres.A un t iempo una nube de f lechdiezma las bandadas. Algunas aves al ver asus compaeraaleteando impotentes en tierra, vuelven a posarse aumentanas las provisiones. En las cercanas de pantanosy lagunas, arman trampas a estos mismos pjaros con lazos confeccionad

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    con barbas de ballena. En noches muy oscuras, van los caza-dores a los lugares en que las aves duermen en el suelo. Sostie-nen en la mano izquierda una larga antorcha encendiday enla derecha un bastn. La antorcha est confeccionada con ma-nojos de tal los de cierta planta (Perenet thia mucronata) quet iene la propiedad de arder con l lama duradera.A aquel res-plandor los pjaros quedan encandilados y fcilmente se les

    mata a bastonazos (Coiazzi).El arco y la flecha, prodigios de tcnica, son aprendidosa confeccionar y a utilizar desde la infancia. El arco est hechode roble enano (Nothofagus pumilio). Justo debajo de la cor-teza la madera es blanca, pero el corazn del tronco es rojo.Slo se usaba la madera blanca para el arco,y eran pocos losrboles que la tenan en cantidad suficientey de la calidadapropiada. Una vez elegido el rbol se lo abata y se le cortabaun pedazo de t ronco de casi un metroy medio de largo. Esteera luego rasgado a fin de extraerle un trozo libre de nudosymadera roja (Bridges). Desde sus finos extremos engrosa laseccin aovado triangular hasta alcanzar unos cuatro centme-tros al centro de la pieza. Con cantos cortantes se trabaja elvstago puliendo a lo largo y en derredor hasta 2 4 facetas,dndole a la vez un pequeo abombamiento. La pieza termi-nada, combinaba ingeniosamente la mayor resistencia con elmenor peso (Bridges). Unanse los extremos con una cuerda

    mina X

    Arqueros selknam en la caza del guanaco Enbusca de comida recorran l a rsla de ~i~~~ delFuego a la que llamaban Karuk ink

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    K o w y i , cabaa selknam hecha e troncos re-cubiertos con cueros y ramas. Dibujo esquem-tico.

    de tendones de pata de guanaco, largamente masticados, retor-cidos hasta formar un cordn regular de dos y medio a tresmilmetros de dimetro.

    El vstago de la flecha era confeccionado de madera decalafate (Berberis). Cortada un a vari lla de unos ochenta cen-tmetros de largo, le extraan la corteza y la rajaban con unacua d e piedra en cuatro pedazos, eliminando la mdula. Ca-da trozo se convertira en un vstago. Calentado al fuego logra-ban rectificarlo al ojo completamente. Luego lo limaban con pie-dra pmez y lo bruan con piedra arenosa, dndole un grosor,

    de modo que el centro de gravedad estuviese ms cerca de don-de se le afianzara la punta de piedra. Resultaba un baston-ci to perfectamente ci l ndrico. En la base se le haca una mues-ca para facilitar su apoyo en el tendn. Del ala izquierda delcaiqun (Cloephaga picta), se cortaban trozos de cinco cent-metros de pluma, las que eran rajadas a lo largo; usaban dostrozos fuertemente amarrados con filamentos de tendn hume-decidos con saliva. Al secar recogase el nervio dejando anms afianzada las barbas. Al otro extremo, se introduca lapunta de piedra en otra muesca, afirmndola tambin con ten-dones humedecidos.

    La punta se confeccionaba sosteniendo el trozo de piedracon los dedos mayor e ndice de la mano izquierda envuelta enun suave pedazo de cuero de zorro. Apoyada la mano sobre

    el muslo, empuando en la otra un hueso, radio de guanacoocbito de zorro como si fuera un pual y ponindolo casi ver-tical sobre la piedra, el artficeselhnam haca saltar pequeasesquirlas haciendo presin o golpeando con cortosy secos movi-mientos alternados. Lograba una fina pieza triangular de dosymedio a cinco centmetros de largo y unoo dos de ancho, decantos afilados, provista de dos aletasy pednculo en la base.Fabricaba dos o ms puntas al mismo tiempo. Mientras tallabauna, conservaba las otras en la boca para entibiarlas. Cuandoel trozo que estaba trabajando se tornaba quebradizo, selo in-troduca en la boca y segua con los otros pedazos (Bridges).

    K r e n chayaih (cuando todo est helado y el fro es inten-so), el invierno, se desparrama sobreKaru h i n k Han t ranscu-rrido algunos aos desde el ltimohlhetern ceremonias secre-tas reservadas a los hombres. U n buen nmero de muchachosde alrededor de 1 7 aos se encuentran aptos para la iniciacin.

    Se renen parientes y amigos en un sector abrigado, dondhaya posibilidades de caza, y construyen all sushauyi . Es ne-cesario preparar a los jvenes para la vida. Que dejen de senios. Que piensen y acten como hombres, sean responsabley se preparen para formarsus propios hogares. A los aspirantesse los amenaza con la pena de muerte en caso de que se atrvan a revelar a las mujeres o a los nios, algo de lo que poprimera vez en sus vidas van a conocer. Con grandes troncosse levanta, retirada del grupo de toldos, una enorme cabacnica, el h a i n de base lo suficientemente amplia como par

    contene r a los participantes. Mientras tanto los jvenes apirantes, uno a uno, se los somete en lugares solitariosy en me-dio de la noche a duras pruebas de valor. Se los ataca de improviso imitando fantsticas apariciones acompaadas de fugos estriden tes gritos; luego, si este ejercicio ha sido satisfatorio, se les enva solos, durante varios das, a lugares distates. Deben sortear el hambre, el hielo, la soledad, el miedo,porprimera vez sentidos tan agudamente. Asu vuelta an les res-ta correr y demostrar buen estado de nimo.

    El sehn ar n debe ser un hombre apto, resistente y completo. Slo entonces ingresa a la cabaa delhlhetern. All sopor-tar primeramente durante un rato una brasa viva en un brazo. De nuevo se lo conmina a guardar absoluto secreto sobrtodo lo que se va a develaT. La muerte inmediata sera el ca

    tigo. El ms sabio de los ancianos dirige las ceremonias, comenzando con la narracin del mito ancestral:En tiempos remotos el sol la luna, las montaas, el zorro

    y el guanaco, el caiqun, la ballena, el gusano, la mariposlos rboles y las piedras, andaban como hombres por la tierraEntonces los hombres estaban sometidos a las mujeres. Ellamandaban y subyugaban a sus maridos en forma inicua, aterrorizndolos constantemente y exigindoles abundante carny lea. La poderosa mujer Luna invent un secreto juego coel fin de mantener para siempre tan abusadora costumbre. Ca dmujer se pintaba el cuerpo de diferente manera y cubrasucabeza con un capuchn hecho de cortezas. Sal an en la nochdesde una gran cabaa y anunciaban a gritos ser espritus etraordinarios llegados del cieloo del centro de la t ierra, cuymisin consista en castigar duramente alos hombres que nose sometieran. El terror los mantena en una existencia veja

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    toria. Cierta vez en que todas las mujeres se reunieron paracelebrar un memorablehlketenz extremaron sus dursimas exi-gencias. Mientrgs algunos hombres cuidaban a los nios, otros,t ras agotadoras j i rnadas, t rajeron abundante carne. Uno deellos, eximio cazador, el Sol, agotado por la larga caminatayel abrumador peso de un enorme guanaco qu e haba cobrado, sesent a descansar tras unos arbustos. Desde all observ a dosjvenes ya crecidas que, bandose plcidamente, conversabanentre risas. Se aproxim cauteloso y escuch claramente lasburlonas alusiones de las mujeres a las mentiras con que sub-yugaban a los cndidos varones. Perplejo,el Sol cay en la

    cuenta del gran engao. Inmediatamente particip a los demsvarones su descubrimiento. Enfurecidos, cuando las mujeresestaban dentr o de la gran ca baa, de improviso llegaron sobreellas, matndolas a todas sin conmoverse por sus llantosy rue-gos. Slo temieron matar a la Luna para evitar que el firma-mento cayera, pero el Sol sali en su persecucin para golpear-la y hoy an se la ve huyendo en el espacio. De vuelta al cam-pamento mataron tambin a todas las nias, respetando sloa las que no haban cumplido los dos aos. Entonces los hom-bres decidieron comenzar sus propios klketem y someter per-petuamente a sus mujeres. De ah que el sigilo deba ser guar-dado. Los iniciados conocen as el sentido de las ceremonias.Saben callar y guardarn toda la vida el secreto.

    Algunos ancianos elegidos para el efecto, ensean a cadapostulante la conducta qu e debe l levar consus padres y compa-eros de tribu; la cautela con las mujeres; los deberes comoesposo y padre; la confeccin y el empleo de las armas; el cum-plimiento de las diarias labores que corresponden a u n ver-dadero hombre; de lo contrario, Timuhel Dios omnipotente,lo castigar. Te dejamos participar en estas fiestas porque yaeres suficientemente inteligente. Ahora ha llegado el momentoen que dejes de ser un nio; prtate desde hoy como hombre.Fjate bien: nosotros los hombres no hemos inventado estasfiestas; proceden de las mujeres de tiempos remotos, de lasque las hemos tomado nosotros. Guarda conscientemente sinquebran tar este secreto (Gusin de).

    En las noches se suceden las apariciones. El esprituChalpe llega encapuchado desde el infierno, profiriendo agudos chi-llidos. Irrumpen otras noches en el campamento terribles apa-

    Punta de flecha y flecha selknam dibujada en

    sus dos extremos tamao natural; largo total6 cm.). Tierra del Fuego K aru k i n k .

    riciones : Soorte Kos?neck Matan Yoshi. Aterrorizan a mujeres y nios. El hechicero los dirige.

    Duran t e el da se realizan carreras en que los competdores se atan un manojo de plumas en el brazo izquierdo; toneos de lucha, de fuerza; tiros de honday de flechas.

    Las nias, por su parte, reciben en los toldos hogareuna prolija educacin en todos sus deberes filiales y de fu t uras madres; preparacin de comidas, curtidos de pieles y cofeccin d e tiles caseros.

    Los kon curanderos, practican sus medicinas.Se narran las hazaas, los mitos y leyendas. Cmo ant

    o la ballena se cas con el viento y nac i. . el picaflor. Bullen y reviven la vida y el misterio, hasta que nuevamentelosatletas recomienzan sus recorridos en .la vastaKarukink.

    El fin del pueblo selknam a quien los ymana Ilamaban ona debe quedar en estas lneas. A fines del siglXIX los hombres blancos descubrieron oro en Tierra del Fugo. Tam bin cayeron en la cuen ta q ue los coironales podramantener rebaos inmensos de ovejas. Aparecieron kilmetrde cercos y tambin los guanacos blancos. Por miles de aesas tierras haban sido la patria de losselhnam pero las invasores se dedicaron a cazarlo,s impu nem ente. Balas, perros, etricnina y deportacin masiva. Se pag una libra esterlinaporcabeza o un par de orejas. Crneos limpiados en calderos vendieron a museos de Europa. Slo muy pocos blancos mostraron corazn humano, entre elloslos heroidos y vdems s sacerdotes salesianos y el visionario Gobernador de RiIagallaneAlmirante Seoret. Intiles esfuerzos. Enfermedades importdas a esa tierra virgen terminaron la tarea comenzada con lcaceras humanas. La civilizacin asesin a los atletas pmitivos y ya jams se ver su esbelto deambular en la vasKarukink