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Edición de circulación restringida para Talleres de Capacitación.

PUBLICACION DEL CENTRO DE DOCUMENTACION - DIMENSION EDUCATIVA.

Este libro fue editado y es distribuido pos: DIMENSION EDUCATIVA Calle 41 No. 13-11 Apartado 17574 Teléfono: 245 3146 Bofotá

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. d im e n s io n m m c A r íV i ',.CENTííO DE POCDñíHNTACíQí?'

CEA 13 A ívo-íl.36 A A 17574 BOGOLA

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Hada la consfrucdé*de m maree feérico

para la investigacién de la LÚGiCA POPULAD

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I NDI CE

Página

A MODO DE INTRODUCCION. Germán Marino.

. Aclaraciones previas ' V

. Primera tesis: no existe ningún pensamiento a-lógico. 3

. Segunda tesis: existen diferentes lógicas 10

. Tercera tesis: para cada una de las d istintas "esferas" humanasexisten diferentes lógicas. 15

. Cuarta tesis: en un grupo social pueden coexistir diferentes lógicas, inclusive al in terio r de una "esfera" humana. 16

. Quinta tesis: una lógica puede desarrollarse {a l in terio r de sí misma) sin necesidad de transformarse en otra lógica y cuando evoluciona hacia otra lógica, no lo hace linealmente. 19

. A modo de conclusión: anotaciones sobre la lógica popular. 21

I LA CIENCIA DE LO CONCRETO. Claude Levy Strauss. 25

I I LA EXPLICACION CAUSAL EN EL PENSAMIENTO DE LOSPRIMITIVOS. Remo Cantoni. 1

ITT ALGUNOS PRINCIPIOS MAGICOS EN LA MEDICINA POPULAR DECOL0MBIA. V irg in ia Gutiérrez. 51

IV LOS PROGRESOS DEL PENSAMIENTO. Jean Piaget. 65

V INVESTIGACIONES POST-PIAGEIIANAS. Rebeca Puchi. 81

VI DE LO PRIMITIVO A LO POPULAR. Néstor García Canclini. 95

V II LA ESTRUCTURA DE LA VIDA COTIDIANA. Agnes Heller. 111

V II I OBSERVACIONES SOBRE ALGUNAS RELACIONES DE CAUSALIDAD ENLOS SECTORES POPULARES. Germán Marino. 13?

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A MODO DE INTRODUCCION

Germán Marino

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ACLAMACI ONES P R E V I A S

Va es un lugar común en América Latina, hablar de la lógica popular. Iodo el mundo la hace. Pero realmente existe? V si existe, cuáles son sus ca racte rís ti­cas? Es acaso una lógica que sólo conocen los sectores populares y el papel de los investigadores es el de aprenderla? Es un lenguaje completamente diferente al de la lógica c ien tífica ?

Lo paradójico del caso es que a pesar de ser tan "popu la r" muy poco se luíhecho desde la educación popu lar por comenzar a contestar los interrogan tes anteriores.

Precisamente para evitar hacer una c r ít ic a hueca, (que se lim ita a poner depresente los "huecos"), para luego sumirse en la pesadumbre, comenzamos a "pensar en borrador", decidiéndonos a escrib ir algunas observaciones que a lo largo de varios años hemos venido "rumiando".

V lo hemos hecho con un método de exposición diferente, que pretende ser- coherente con la invitación a que otros se animen a ' hacer lo mismo: no sólopresentamos el resultado de nuestra reflexión, sino también, (en extenso), las fuentes de donde nos hemos nutrido. Estamos seguros que nuestro anális is se queda corto y que del estudio atento de ios textos anexos, es posible obtenermuchísimo más.

Son textos claves, que independientemente de si está o no en acuerdo con e llos, no pueden ser omitidos por quien intente trabajar el campo de la lógica' popular. (Quedan faltando algunos, pero estos son, dentro de lo que conocemos, los que nos parecieron más relevantes).

El re-pensar la experiencia a partir de lecturas, dio como resultado las cinco tesis que expondremos a continuación. Dichas lecturas provienen de cuatro grandes áreas: La primera es la antropología, representada por Levy Strauss ( la ciencia de lo concreto); Remo Cantoni ( la s relaciones de causalidad y la casualidad en los prim itivos) y por V irg in ia Gutiérrez ( la medicina trad icional).

La segunda es la psicología genética, con dos lecturas: una de Jean Piaget (donde plantea las diferentes etapas lógicas) y otra de Rebeca Puchi (donde se recogen las c r ít ic as de los postpiagetianos).

La tercera es la sociología, con un artícu lo de Agnes Heller (sobre la estruc­tura de la vida cotid iana).

¥ una última, la cultura y la educación popular, con dos artícu los: el primero, de Néstor García Canclin i, donde plantea la transnacionalización de cultura como referente al estudio de la cultura popular y una pequeña investigación mía sobre las relaciones de causalidad en los sectores populares.

! Ahí van las tesis ! 7

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PBIHERA T E S IS : NO EXISTE HIBGUJt PE8SAMIEMT0 A-LOGICO

Una primera aseveración basica para la construcción de un marco teórico para investigar la lógica popular, es la de que no existe ningún tipo de pensamiento que sea a-lógico.

Aunque a simple vista pudiera parecer un axioma innecesario, la h istoria de la búsqueda do la lógica nos demuestra que no siempre ha sido tan obvio; de otra parte, actualmente las posturas sobre la a-logicidad o bien continúan tácitas o se mimetizan ya sobre la a-logicidad sino sobre lo i-lógico (tomando como punto de referencia^ cláro está, la lógica c ien tífica expresada en términos matemáticos y lingüísticos).

Al respecto valdría la pena traer a cuento las discusiones que se han generado entre algunos antropólogos sobre las supuestas lim itaciones de los prim itivos, la cual se expresaría en tópicos, como: ineptitud para la abstracción, sólo "pensar" en función de satisfacer las necesidades de sobrevivencia material, etc.

Boas, quien inicialmente afirmó que los prim itivos carecían de palabras abstrae tas, como árbol o animal, plantea posteriormente cómo entre los Chinook d iAmérica del Norte, se usan palabras abstractas... hasta en exceso. La propo­sición: el hombre malvado ha matado al pobre niño, en Chinook se d ir ía : lamaldad del hombre ha matado a la pobreza del niño. (1)

Levy Strauss no sólo está en desacuerdo con la afirmación de la pobreza en la abstracción, s ín0 bue plantea:

En verdad» la división conceptual varía según C3da lengua y como lo señaló claramente, en el siglo X V III, el redactor del artículo "nombre" I a Enciclopedia, e l uso de términos más o menos abs­tractos no es función de capacidadees intelectuales, sino de los intereses desigualmente señalados y detallados de cada sociedad 'partícular en el seno de la sociedad nacional: "subid al observato­rio ; cada estrella no es una estre lla pura y simplemente, es la estrella 8 del Capricornio, es la y del centauro, es la T de la osa mayofi etc-) entrad en un picadero de caballos, cada caballo tiene su nombre propio, el B r illa n te , el Duende, el fogoso, etcéte­ra". Ade^s, aún si la observación acerca de las llamadas lenguasprimitivas mencionada tuviese que entenderse al píe de la letra no podríamos sacar en conclusión una carencia de ideas generales.Las palabras encino, haya, abedul, e tc ., no son menos palabras abs­tractas que el término árbol, y, de dos lenguas, una de las cuales

(1 ) c J T e v y ^ ^ 55, £1 pensamiento salvaje. En el capítulo I titu lado: "La ciencia da lo concreto". Breviarios del fondo de Cultura Económica. Número 173, pagina ^ *

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poseería solamente este último término y la obra lo ignoraría, entanto que poseyera varias decenas o centenas de palabras para designar las especies y las variedades, sería la segunda, y no laprimera, la que, desde este punto de v ista , sería más rica enconceptos.

Como en las lenguas de o fic ios, la proliferación conceptual corres­ponde a una atención más sostenida sobre las propiedades de loreal, a un interés más despierto a las distinciones que se puedenhacer. (2)

Es decir, los nombres específicos no son un indicador de ineptitud para la abs­tracción; por el contrario, como sucede con los "argot" de cada una de lasprofesiones de nuestra época, son un indicador del grado de profundidad alcan­zado.

lampoco el "pensamiento salvaje" se encuentra "atado ai estómago", a la satis­facción de sus necesidades materiales. Speck comenta cómo los grupos indígenas del Canadá poseen un conocimiento sorprendente de las formas inferiores de la vida animal. Han forjado, a través de una minuciosa y sistemática observación, toda una clasificación sobre las serpientes, pero no porque e llas los alimenten o porque les causen mal (aunque ciertamente un grupo pequeño cumple esas funciones), sino básicamente por la necesidad de aprehender la naturaleza.

Como plantea Levy Strauss al comentar el inmenso conocimiento no "ú t i l " que poseen los prim itivos: "se podría in fe rir que las especies animales y vegetales no son conocidas porque son ú tiles , sino que se las declara ú tiles porque seles conoce". V continúa agregando:

Se objetará que tal ciencia no puede ser eficaz más que en el plano de lo práctico. Pero, da la casualidad de que su objetivo primero no es de orden práctico. Corresponde a exigencias intelectuales antes, o en vez, de satisfacer necesidades.

£1 verdadero problema no estriba en saber si el contacto de un pico de pájaro carpintero cura las enfermedades de los dientes, sino la de si es posible que, desde un cierto punto de vista, el pico del pájaro carpintero y el diente del hombre "vayan juntos" (congruencia cuya fórmula terapéutica no constituye más que una aplicación hipotética, entre otras) y, por intermedio de estos agruparaientos de cosas y de seres, introducir un comienzo de orden en el universo, pues la c las ificac ión , cualquiera que sea, posee una virtud propia por relación a la Inexistencia de la c la s if ic a ­ción. (5) , .

(2) Levy Strauss. Fuente citada, página 12.(3) Levy Strauss. fuente citada, página 2h.

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Detrás de este permanente trabajo intelectual de c la s if ic a r , lo que se vislum­bra es el posta lado de que el mundo está ordenada y que, por consiguiente, es posible emprender la tarea de descubrir ese orden, postulada que, por lo demás, se encuentra a la base misma de la ciencia (Simpson).

D if íc il sería, entonces, declarar que el pensamiento prim itivo es a-lógico, pues no es sino como una lógica que realiza las clasificaciones y las re lac io ­nes.

SEGUNDA TESIS: EXISTEN DIFERENTES LOGICAS

La segunda aseveración para la constitución del marco teórico sobre la investi­gación de la iógica popular, hace referencia a la existencia de diferentes lógicas.

Aunque dispersos y especializados, se encuentran planteamientos donde, inclusive, se presentan ya un conjunto de leyes que regulan los diferentes razonamientos.

Citaremos, en primer lugar, el trabajo de Anges Heller sobre la lógica de la vida cotidiana. C )

E lla plantea cómo la lógica con que operamos en la vida corriente d ifie re de la lógica c ien tífica y, además: "es necesario para que el hombre sea capaz de v iv ir en la cotidianidad".

Algunas de las leyes que la regulan son:

1) La espontaneidad, que nos induce a movernos sin realizar mayores reflexiones subre el contenido de la verdad material o formal de cada una de las activ ida­des. La espontaneidad no sólo se expresa en la asimilación inconciente del comportamiento consuetudinario sino en lo efímero y superficial de las motiva­ciones.

2) La probabilidad. Cuando nos disponemos a cruzar una ca lle jamás calculamos con exactitud le velocidad de los vehículos, las distancias a las que nos hallamos de ellos y, por consiguiente, derivamos de ese aná lis is , la velocidad nuestra. Nos limitarnos a cálculos muy "gruesosM y nos lanzamos a cruzar la calle a partir de que es probable que nuestra hipótesis no nos fa lle . V hemos acertado miles y miles de veces. De otra parte, tampoco sería posible, para realizar cualquier movimiento, hacerlo sólo después de que tengamos la certeza de que no nos va a ocurrir una catástrofe, pues no llegaríamos a movernos nunca, ta multiplicidad y ritmo de las actividades que necesariamente debemos

(4) Agnes Heller, H istoria y vida cotidiana. Aportación a la sociología socia­lis ta . Capítulo I I . Ed ito ria l Enlace/Grijalbo.

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realizar en la vida cotidiana, nos impide pensar con certeza y nos obliga a trabajar en el campo de la probabilidad.

5) El economicismo, por el cual el movimiento del pensamiento se 'reduce al mínimo posible, a lo imprescindible, "las ideas cotidianas no se levantannunca hasta el plano de la teoría". Inc lusive, ni siquiera muchas de e llas podrían ubicarse en el plano de la práctica misma, puesto que sólo serían práctica en la medida que fueran concientes.

'O El pragmatismo, que reduce el c r ite r io de verdad a si algo funciona o no,"lo acertado es sin más verdadero".

5) La ultrageneralización o generalización excesiva. "Se maneja de una forma grosera lo singular". Se dan saltos desde lo particular a lo general sin que medie un procedimiento idoneo. Unos pocos casos, quiza difícilmente comparables, pueden llegar a ser suficientes para in fe r ir de a l l í una ley general que aplicamos a todos los casos.

6) La analogía por la cual, por ejemplo, clasificamos un fenómeno nuevo dentro de uno semejante, anteriormente conocido.

7) Los precedentes. Si una situación anterior, la cual se caracteriza por tal o cual aspecto, terminó mal, la nueva situación, que posee precedentes sim ila­res, terminará también mal.

Como se desprende de lo anterior, ciertamente la vida cotidiana esta reguladapor leyes lógicas que difieren notablemente de las leyes con que opera laciencia. V Agnes Heller sólo enuncia algunas.

Pero esta diferencia lógica no sólo ha sido constatada y sistematizada por los sociólogos. Ert el campo de la sicología nos encontramos con un trabajo gigantes co (realizado sobre todo por Piaget y la escuela de Ginebra) donde se plantea que los razonamientos lógicos varían de estructuras según la edad de los individuos. (5 )

Aunque las investigaciones de los postpiagetianos dan pie para dudar de la evolución lineal y del esquema de etapa última a la que necesariamente se debe llegar (haremos referencia explícita a este tópico mas adelante) (6 ), c ie rta ­mente no invalidan muchas de las caracterizaciones lógicas de las etapas planteadas por Piaget.

(5) La b ib liografía sobre este tema es muy abundante. Aquí remitimos al lector a un libro de in ic iación , cuyos apartes se presentan, además, como lectura de este fo lle to . Jean Piaget. Seis estudios de psicología. Ed ito ria l Se i x Barral.

(6) Maga 1 i 8ovet y otros. Cognición y desarrollo. Investigaciones Postpiagetia- nas. Centro latinoamericano de estudios en psicología y sociedad. Ca li.

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Para Piaget, e l desarrollo del pensamiento se da en cuatro grandes etapas; e) período sensorio motriz, el preoperatorio, el de operaciones concretas y el de

operaciones formales*

El período s e n s o r i o - m o t r i z se caracteriza por una invariante elemental; esquema del objeto permanente (un juguete* permanece como imagen aunque se tape, por ejemplo, con un pañuelo). En el preoperatorio, gracias a la posib iii- dad de rea lizar operaciones con representaciones mentales, es posible resolver operaciones semireversibles, por ejemplo. £n U etapa ds operaciones concretas q u e 'supuestamente sa extiende entre los 7-8 años hasta los 11-12 aproximadamen­te , ya se es capaz de manejar estructuras lógico-matemáticas tan complejas como los grupos aditivos (que implican la reversib ilidad) y tes matrices oan terminar, en la etapa de operaciones formales, realizando operaciones con enunciados (carentes de contenido especifico ), utilizando estructuras como el grupo de cuatro transformaciones (grupo de K lein ) y aceptando dentro de sus hipótesis explicativas, la existencia del azar.

En sín tesis, las personas atravesarían, según l a edatí, la cantidad y calidad de acciones, la influencia del medio social y determinaciones de orden biolboí- co, una serie de etapas cada una de tes cuales se caracteriza por poseer una lógica diferente. Para ilu strar un poco más lo anterior se podría mencionar cómo, a propósito del manejo del espacio, el niño atraviesa por varias Qsom tr ía s , partiendo paradójicamente desde la más general -la topología- en donde - fítiede ser igua a un cuadrado, por cuanto ambas son lineas’ cerradas,un círculopasando por una geometría de las sombras -proyectiva-, donde un cuadrado pequeño puede ser i{ju« a « « mismo, grande, que surge de h proyección del cuadrado original sobre una pantalla, basta llegar a la geometría donde para que uo3 figura sea igua a otra, todas sus características son idénticas (ángulos, distancias), que es la geometría euclidiana.

Hemos analizado dos campos donde existen lógicas diferentes; uno el de la vida cotidiana de hombre adulto y otro el existente según las edades de i os ind iv i­duos (desde el nací«nento hasta ] 0SJ 4 años, aproximadamente). Pasemos ahora a ver la lógica en un campo (antropológico) , como el de la magia y el curanderis­mo. V i r g i n i a Gutiérrez, entre sus investigaciones sobre medicina tradicional de Colombia (? ) también nos plantea algunas leyes de esta peculiar lógica.

Una de las leyes se puede enunciar como: lo semejante produce h semejante. Po r ejemplo: como control natal la ni)j er debe tomar agua con casco de muía raspado durante 9 días -en ayunas-. £1 primer día tomará 1 q0ta ei secundo

y así su ced en te ^ completar 9, a partir de lo cual se desefende* * ^radual- dicho de otro modo, se deshace lo andado. La semejanza es forma ^ es^ r j j y i a gestación dura 9 meses. Entre los campesinos

r-r—'G^tierrez y Pa tric ia V ila . Medicina tradicional en Colombia: eluniversidad Nacional de Colombia. Tomo I I .

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indígenas guambíanos, se u tiliz a el untar a los niños, una noche de lunallena, manteca de un animal fuerte, con la lógica de que de esta manera elniño crecerá fuerte (como el animal en cuestión y como la luna llena ). ¥ parano ir tan le jos, en muchas casas populares todavía es común observar la mata de zabila, la que actúa como "escudo" protector, donde se "re fle jan " losmales. Unos ejemplo, aún mas cercano lo encontramos cuando una madre le da asu hijo enfermo, la misma droga que le recetaron a un vecino (que poseíaalgunos síntomas semejantes), en la creencia de que las ostras son afrodisíacas (estimulan sexualmente) por su semejanza con el semen, o en el uso del barco para curar heridas -porque somos hechos de barro-.

Una segunda ley de la medicina mágica plantes que " la parte involucra altodo". Según tal principio, poseyendo una parte de un Individuo (del cuerpo-por ejemplo: fragmentos de uñas, pedazos de pelo-; o de la vestimenta -un pañuelo-), se puede provocar o curar una enfermedad. La lógica se expande y llega hasta hacer que se evite que, por ejemplo, mis enemigos posean mi fotografía pues de alguna manera a l l í se encuentra parte de mí.

[1 estudio de la lógica de ios prim itivos también nos suministra variados ejem­plos de otras leyes lógicas, fiemo Cantoni nos presenta algunas (8 );

1) lodo lo que acontece debe tener una intencionalidad ( f in ) . No existe el azar. No admite nada fortu ito . Considera vivo lo que nosotros consideramos seres inertes. Si un árbol se cae causandola muerte de alguien, no es posible que fuera por una simple coin­cidencia, tiene que t e n e r una razón de ser y ésta siempre la ubica extra-terrenalmente (fuera del espacio y el tiempo natural).

2) Busca la explicación de lo particu lar; no se contenta con lo general porque en l3 ley general se "esfumaría" el sentido ind iv i­dual y único del acontecimiento. En el contexto del ejemplo ante­rio r, más que preguntarse: por qué se mueren los hombres, se preguntaría: por qué se murió el individuo.

3) En concordancia con las dos leyes anteriores, no existen cadenas de causas, sólo existen causas últimas y más que plantearse el cómo, se pregunta el por qué. Iodo esto dentro de una estrategia, de la que tampoco se escapa la ciencia, donde ia mente más que adecuarse a la realidad a través del aná lis is de los hechos, lo hace a través de la imaginación (aunque, como veremos más adelante, no procede de tal manera en todas las esferas de la vida, por ejemplo en el campo técnico, coexistiendo en é l varias formas de conocer según la esfera de que se trate , "disonancia" quB por lo demás, también persiste en el "hombre moderno").

Remo Cantoni, £1 pensamiento de los prim itivos. Capítulo IV, páginas 76 a 9 Í. Amorrortu Editores.

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Para terminar de sustentar la segunda tesis (existen diferentes lógicas) reto­rnaremos a Levy Strauss. En el artículo antes citado rechaza la hipótesis de que descubrimientos tan trascendentales corno el fuego, la agricultura, la domesticación de animales y aún el simple m artilleo de los metales, hayan sido fruto de la casualidad; "se requirió una actitud mental verdaderamente c ien tí­fica, una curiosidad asidua y permanentemente despierta, un gusto y un placer por el conocimiento".

E l hombre del neolítico o de la protohistoria es, pues, el heredero de una larga tradición c ien tífica ; sin embargo, si el espíritu que lo inspiró a é l, lo mismo que a todos sus antepasados, hubiesesido exactamente el mismo que el de los modernos, ¿cómo podríamos comprender que se haya detenido, y que varios milenios de estanca­miento se intercalen, como un descansillo, entre la revoluciónneolítica y la ciencia contemporánea? La paradoja no admite más que una solución: la de que existen dos modos distintos de pensa­miento c ien tífico , que tanto el uno como el otro son función, no de etapas desiguales de desarrollo del espíritu humano, sino de los dos niveles estratégicos en que la naturaleza se deja atacar por el conocimiento c ien tífico : uno de ellos aproximativamenteajustado al de la percepción y la imaginación y el otro desplazado; como si las relaciones necesarias, que constituyen el objeto de toda ciencia -sea neolítica o moderna- pudiesen alcanzarse por dos vías diferentes: una de e llas muy cercana a la intuición sensible y la otra más alejada. (9 ).

Es decir, en el dominio de la naturaleza existen varias lógicas, y no porposeer estrategias distintas logran objetivos menos contundentes. V va más a lia : inclusive, a nivel de la magia prim itiva, Levy Strauss plantea que sería erróneo aceptar que "la magia es una forma tímida y balbuciente de ciencia".

Sombra que más bien anticipa a su cuerpo, la magia es, en un sentido, completa como é l, tan acabada y coherente, en su inmate­ria lidad , como el ser sólido al que solamente ha precedido. El pensamiento mágico no es un comienzo, un esbozo, una in iciación, la parte de un todo que todavía no se ha realizado; forma urtsistema bien articulado, independiente, en relación con esto, de ese otro sistema que constituirá la ciencia. Por tanto, en vez de oponer magia y ciencia, sería mejor colocarlas paralelamente, como dos modos de conocimiento, desiguales en cuanto a los resultados teóricos y prácticos (pues, desde este punto de vista, es verdad que la ciencia tiene más éxito que la magia, aunque la magiaprefigure a la ciencia en el sentido de que también ella aciertaalgunas veces), pero no por la clase de operaciones mentales que

(9) Levy Strauss. f u e n t e citada, pág ina 33.

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ambas suponen, y que d ifieren menos en cuanto a la naturaleza que en función de las clases de fenómenos a las que se aplican. (10).

TERCERA TESIS: PARA CADA UNA DE US DISTINTAS «ESFERAS" DUftóHAS EXISTE UiSALOGICA DIFERENTE.

El ser humano posee diferentes facetas y explora cada una de e llas con d istin ­tas lógicas. El campo afectivo -el amor- no obedece a formas silog ísticas derazonamiento, el mundo de la creación a rtís tica se rige por leyes propias; igual sucede en otros campos, tales como la vida cotidiana, la po lítica o la teleología (causas), la cual mochas veces se convierte en teología (causas últimas) y se expresa en las múltiples religiones.

El mundo no puede ser comprendido por nosotros en su inmediación,sino que ( . . . ) sólo puede hacerse comprensible si se lo aprehendesegún una multiplicidad de formes, cada una de las cuales tiene por contenido posible la totalidad del ser. La ciencia y el arte, la relig ión y la sistematización del mundo según el sentimiento intimo, la conciencia sensible y La organización de las cosassegún su sentido y valor, tales (y acaso también otras) son las formas por las cuales toda parte singular del contenido universal puede y debe ser penetrada. ( . . . ) (11).

El mundo, citando a Kant, se le puede aprehender según una multiplicidad de formas; la ciencia no es el único camino.

Sostener lo anterior, no s ign ifica alinearnos con posiciones antiin te lectualis-tas. Como plantea Cantón i:

La vida cultural es un fenómeno pluridimensiona1; el hombre mismo es una realidad estratificada y compleja, que ciencia y filo so fía tienen que comprender. Hay un antiintelectualismo vulgar que carece de toda dignidad cultural porque es una actitud de fuga ante las responsabilidades de la razón. Predica vulgarmente la primacía de los instintos y la abjuración de todo compromiso in te lectua l. Ese irracionalísimo aliado de todo lo decadente y retrógrado, debe ser combatido en toda forma, pues humilla al hombre y envilece la investigación c ien tífica y filo só fica . Perohay también una c r ít ic a del intelectualismo que no se propone en modo alguno la destrucción de la razón, sino una interpretación mas moderna, más c r ít ic a . Ya en Kant, Ficbte y Hegel la razón no coincide con la mera lógica o el mero razonamiento in te lectual, sino que es la tentativa de comprender al'hombre en la vastedad de

( Í0 ) Levy Strauss. fuente citada, página JO.(11) Remo Cantoni, fuente citada, página 8 . 15

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sus dimensiones, sin sacrificar la voluntad, la imaginación, el mundo de las finalidades y de los valores. (12).

También Levy Strauss nos propone considerar que la lógica del arte en el hombre actual, procede con reglas diferentes a las de la ciencia, la cual"cuando desea conocer el objeto real en su totalidad, procede siempre a partir de sus partes", mientras que el artista haría todo lo contrario: "e l conocímien to del todo precedería al de las partes" ( 1 3 ) . £1 a rtis ta , a diferencia delingeniero, no subordina la realización de sus tareas a la obtención de lasmaterias primas e instrumentos a la medida de su proyecto: se las arregla con lo que tenga, obteniendo como resultado una especie de "collage" (Levy Strauss io denomina bricolage), que aunque no obedece a las leyes lógicas del ingeniero, tampoco está excento de leyes: no puede hacer lo que le da la gana; lo hacesóio en coherencia con unos marcos teóricos y prácticos, que restringen las soluciones posibles, aunque estas son muchísimo más numerosas que las logradas por la lógica del Ingeniero. De otra parte podríamos preguntarnos si el ingenie ro puede ser a la vez ingeniero y a r tis ta , sí en él pueden coexistir dos lógicas, en función de la esfera de la vida que esté enfrentando. V podría, además de ser ingeniero en su vida diaria comportarse con una lógica cotidiana (en la acepción de Agnes Heller presentada anteriormente)? La respuesta a estas preguntas nos remite a la cuarta tesis.

CUARTA TESIS: EN UN GRUPO SOCIAL PUEDEN COEXISTIR DIFERENTES LOGICAS, INCLUSIVE AL INTERIOR OE UNA MISMA "ESFERA" HUMANA.

Cuando un jugador de lotería o de ruleta, apuesta a pesar de que pueda conocer toda la teoría matemática de las probabilidades, no recurre a amuletos y a supersticiones nada lógicas?

Cuando el "hombre moderno" habla de destino, cuando deja de pasar por debajo de una escalera para evitar ¡a mala suerte, cuando descubre amonestaciones y significados en los acontecimientos, cuando lee el horóscopo, acaso no está mitificando los acontecimientos?

Y cuando nuestras religiones plantean un fin último y predeterminado para la vida, no estamos operando con una lógica prim itiva?

Pero si excavamos en el subsuelo de nuestra conciencia, encontrare­mos todavía ahí la estructura de la psique prim itiva. No siempre nuestro pensamiento trabaja con elementos lógicos, aislados, disocia dos de los elementos in tu itivos; todavía suele pensar por medio de imágenes, y no por medio de ideas, ni fracciona la totalidad de un acontecimiento en una condición que es su causa y otra que es su

(12) Remo Cantoni. fuente citada, página 8h.(13) Levy Strauss. Fuente citada, paginas 35 y 36

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efecto, sino que lo revive en su totalidad, más propenso a descri­bir lo que revive en su desenvolvimiento unitario que a descompo­ner los acontecimientos en fases cronológicamente separadas. Para nosotros, como para los prim itivos, lo que mas interesa no es la "legalidad" que se manifiesta en un hecho, sino hasta cierto punto, lo que el hecho tiene de característico , de irrepetib le . El prim itivo cede inmediatamente a la tentación de una hipótesis . mítica o metafísica, pero nosotros que nos reímos de é l, nos ha lla ­mos contímramente envueltos en un halo de mentalidad prim itiva inconsciente, ( i 1*).

Pareciera que la explicación metafísica acechara permanentemente y aflorara cada vez que la causa empírica es insuficiente. Al "término oe la causa mate­r ia l , estaría la causa f in a l, que la ciencia rechaza con razón de sí porque no le pertenece, pero que muchos hombres continúan admitiendo".

Pero si en el "hombre moderno'' subsiste la lógica prim itiva, también, como lo planteábamos anteriormente, en el hombre primitivo existen rasgos de la lógica moderna.

El psicólogo Lindworsky, en su estudio acerca del pensamiento cau­sal ele los prim itivos, ha puesto bien de manifiesto que si observa­mos al prim itivo en su vida cotidiana, cuando prepara la comida, cuando caza, e tc., encontramos en su labor el mismo pensamiento causal que entre los c iv ilizados, y ha destacado la afirmación de los etnólogos en el sentida de que existe en el prim itivo una viva exigencia causal. (15).

Pareciera que el hombre moderno en ocasiones opera con una lógica prim itiva y que el hombre prim itivo, en ocasiones opera con una lógica c ien tífica . Obvia­mente ex istirían diferencias: el hombre moderno sería conciente de que su razonamiento es "extra-lógico", en cambio el prim itivo nn.

L3 hipótesis se vuelve aún más sugestiva cuando en lugar de referirnos al "hombre moderno" en general, lo hacemos en términos de sus diferentes edades.

Exig ir para todo acontecimiento, para todo fdnómeno, un "por qué", acudir a los datos de la imaginación y del mito para encuadrar enun3 ingenua teleología todo cuanto ocurre, es un proceso que seobserva también en la psicología in fa n til, según nos lo demuestran los valiosos estudios de Piaget. El pensamiento in fan til proyecta intenciones sobre todos los seres; no admite nada fo rtu ito ; constru ye vínculos subjetivos. Piaget, influido por Lévy-Bruhl, habla de una especie de "animismo" in fa n t il, en el sentido de que el niño

( íh ) Remo Cantoni. Fuente citada, página 8?.(15) Remo Cantoni. Fuente citada, pagina 80.

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considera animados y vivos los cuerpos que nosotros consideramos inertes. En su universo, dominado por un egocentrismo ontolÓgico y lógico, intervienen la "participación" y la magia. Análogamente, para el primitivo toda cosa, todo acontecimiento, "debe" tener una causa, y hasta para los fenómenos más comunes, cuando no la encuen­tra en el mundo de la naturaleza recurre instintivamente a lo sobrenatural. Quiere explicarse,, dinamos hoy nosotros, finalista- mente, teleológicamente, todo cuanto acaece. ( 16) .

En síntesis, usando una analogía podríamos decir que asi como alguien puede hablar dos idiomas (que implican dos lógicas d istin tas ) y ello no se considera i-lógico, en ei hombre pueden coexistir varias lógicas. Y nótese que no se trata de dos "esferas" diferentes; es una sola; la del lenguaje.

A pesar de las argumentaciones anteriores y como siempre las comparaciones entre los primitivos y el pensamiento in fan til con el pensamiento del hombre moderno no dejan de ser polémicas (tema sobre ei cual reflexionaremos más adelante), nos vamos a referir a un sólo momento histórico, a nuestra época

Planteémonos la siguiente pregunta: existe una lógica de los sectores popula­res sin ningún punto de intersección con la lógica de las clases dominantes?

En primer lugar, y aquí es obligatorio retomar nuevamente los aportes de ios antropólogos, no existe una sola cultura. La proposición anterior está amplia­mente demostrada por trabajos que van desde Malinosky, Margaret Mead, y tevy Strauss, hasta nuestros días. Existen culturas diferentes a la cultura occi­dental y todas ellas se encuentran estructuradas y poseen coherencia y sentido dentro de sí (aún aquellas que contemplan prácticas que nos desconciertan o rechazamos -como 13 antropofagia o la poligamia-). Sin embargo, aunque este planteamiento significa una ruptura con respecto a una concepción etnocéntrica, corre el peligro de teramar haciendo una apología al relativismo (toda* práctica cultural es valida) y al aislacionismo (toda cultura es absolutamente diferente de las demas).

Podríamos afirmar que un poblador de un cordón de miseria de una gran ciudad (eventualmente analfabeta) o que un campesino de una zona minifundista se encuentra al margen de toda influencia de la lógica dominante? Acaso,' e] poblador, no ve varias horas de televisión al día y de enlatados "gringos", como si fuera poco, o el campesino no tiene sus hijos en la escuela o no va a misa?

Como comenta García Canclini:

El relativismo cultural naufraga por apoyarse en una concepción atomizada y cándida del poder: imagina a cada cultura existiendo

(16) Remo Cantoni. fuente citada, página 81.

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sin saber nada de las otras, como si el mundo fuera un vasto museo' de economías de autosubsistencia, cada una en su v itr in a , impertur­bable ante la proximidad de -las demás, repitiendo invariablemente sus códigos, sus relaciones internas. La utilidad del relativismo cultural se evidencia en que suscitó una nueva actitud hacia cultu­ras remotas, pero no influye cuando los "prim itivos" son los secto­res "atrasados" de la propia sociedad, las costumbres y creencias que sentimos extrañas en los suburbios de nuestra ciudad.

La tarea más frecuente del antropólogo en esta época de expansión planetaria del capitalismo no es diseñar cordones sanitarios entre las culturas, sino averiguar qué ocurre cuando el relativismo cultural es cotidianamente negado, cuando las personas deben eleg ir entre costumbres y valores antagónicos, cuando una comuni­dad indígena siente que el capitalismo convierte sus fiestas trad i­cionales en espectáculo para turistas o los medios masivos conven­cen a los obreros de una ciudad de quince millones de habitantes de que los símbolos indígenas, rurales, ta l como esos medios los interpretan, representan su identidad. (17).

Es decir, seguir planteando (como está harto difundido) que los sectores popu­lares poseen otra cultura (y , por consiguiente, otra lógica) puede caer en un simplismo populista si al mismo tiempo no tenemos presente que esta lógica se encuentra íntimamente penetrada (y distorsionada) por la lógica dominante.

Para terminar la discusión de esta tes is , quisiéramos agregar que nuestras investigaciones en el campo de la manera como opera matemáticamente el adulto analfabeto del sector popular, han mostrado que éste trabaja con algoritmos(estrategias para resolver operaciones) ciertamente muy distintos a los presen­tados por la educación tradicional, pero que en algunos aspectos coinciden con las reglas del cálculo mental utilizadas por muchos adultos "cultos" en ciertos momentos de su vida cotidiana (18). Es decir, aquí el adulto "cu lto ", inclusiveal in terior de un mismo campo -la matemática- opera con "dos lógicas" dife¡en­tes según las circunstancias.

QUINTA TESIS: UNA LOGICA PUEDE DESARROLLARSE (AL INTERIOR DE SI B4ISHA) SIN NECESIDAD OE TRANSFORMARSE EN OTRA LOGICA V CUANDO EVOLUCIONAHACIA OTRA LOGICA, NO LO HACE LINEALHENTE.

Durante mucho tiempo se han generado hipótesis para las cuales, dado que existe una lógica superior, el "destino" de todas las demás ( in fa n t il , p rim iti­vo, no o cc id en ta l...) es el de evolucionar hacia e lla . Se trata de una especie

(1?) García Canclini. Las culturas populares . en el capitalismo. Ed ito ria l Nueva Imagen. México. Capítulo I I , página 37.

(18) Germán Mariño. Cómo opera matemáticamente el adulto del sector popular. Investigación realizada en Dimensión Educativa con el apoyo de Colciencias Ed ito ria l Dimensión Educativa.

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linaria sobre el cual, lentamente, las formas inferiores van adqui- dp plano in c l ín 00’ * hp j mayores niveles,riendo cada vez W

en determinadas condiciones es posible dicho camino, tal como loSin ne^ ^ e(1 cj0 en las tesis anteriores, existen diferentes lógicas (con estruc-hemos racjo n a l i^ d istintas) y cada una es relativamente autosufíciente; turas y j nt) iscriminadamente el evolucionismo, habría que partir de que ^3' f3 iste una lógica y que todas las demás son etapas "subdeserrol ladas", ^gl„e"ádas» (pre-rcgic^)-

a c e p t a m o s , Por ejemplo, que el arte es o t r a forma de aprehende! el ^ P0 el artista no podría desarrollarse al in terior de su propia lógica, sin mundo, e iioasar11 a hacer una lectura c ien tífica de la realidad.n e c e s i d a d oe P

1 ción a 1° evolución ^ interior de cada una de las distintas lógicas) re , , j 3 escuela piagetiana la mas desarrollada. Como lo planteábamos

es quiza Piaget la inteliqencia atraviesa por una serie de etapasanteriormente, pd , . . , . / . , , \

^ senSorio motriz hastü la de operaciones formales,) que aunque no se (desde^a^s ^ cronológica única (admite oscilaciones de i ó 2 años,PreS ^iendo dfi' ambiente, las acciones y el desarrollo biológico), eepe ue(je ¡legar a contener algunos "decalages" (pequeños desfaces en

inclusive p^ cuaj es "sobreviven" algunos rasgos de las etapas inmediatamente V*t *ores) necesariamente evoluciona -en los individuos "normales"- en forma

lineai-

oncepcfooi s' n ernbarqo, ha venido siendo objetada seriamente precisamenteC sg denomina la escuela post-p¡age ti ana. Rebeca Puche, en la introduc

^°'f aM ib ro Cognición y Oesarrollo, donde se reúnen los trabajos presentadosc l° n • a» Investigaciones Post-piaqetianas realizado en Cali en 1983a¡ Si mposi o °e y , . . . .( 19) no* ubica dichas objeciones a vanos niveles.

. ^ Jugari se constatado precosidad en las conductas de conservaciónEn PrlJ ^ pjctículermente), uno de los ejes fundamentales de la psicología (de Pes0_’ p^naldson (l97á) demostró que " la conservación dependía fundamen-C°^ de 1° signif icación que los sujetos le atr ibuían a la s ituac ión".

• Moundoud (1973), descubrió las conservaciones prácticas de peso, cuestio^ firre sí el postulado de lo que sería una oposición entre inteligencia prácti-nando as engenci a de tipo conceptual (frente a objetos de igual forma,

tamaño y, 3 y una iiue i’ü'-"................ r- r ........... - - --j--- --

color el nl0° presenta la misma adecuación muscular, pero cuando los*am3t ° varían de tamaño, también la fuerza aumenta o detiende en función del° del objeto - ®e ° t ra p a r 1 también en las correspondencias, que segúnPf50 . ' | 0 se adquirían hacia los 5 ó 6 años, Mebker y Bever (7971), prueban

e pueden ser desarrolladas por niños de 2 y 3 años.

■ ^ g y ^ g T n T Ó v é T T ^ r o s . F u e n t e c i t a d a , p á g i n a s 7 a 22 .

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"Los resultados de estos trabajos parecieran apuntar hacia una nueva organiza­ción en las sucesiones de desarrollo, con itinera rios no crecientes ni lir-n- les” ; es decir, se pone en cuestionamiento los modelos escalonados y continuos.

Al respecto, agrega Rebeca Puchi, es importante señalar el hecho de que en muchas ocasiones, el proceso de conocimiento no ocurre como el paso de lo particular 3 lo general. MLas nuevas investigaciones muestran que existen reor­ganizaciones muy complejas a las que siguen desarrollos más específicos” . ( 2 0 ).

De otra parte, dado que en muchos sujetos persiste la lógica del conocimiento espontáneo (sentido común, cotidianeidad.. . ) , habría necesidad de analizar cómo se articu la éste al conocimiento matemático y lógico, pues pareciera que la "coexistencia” generara un desarrollo que dista mucho de ser siempre ascen­dente y que más bien presenta discontinuidades y regresiones notables (Sirauss Sidney).

Pero no sólo la concepción lineal entra en c r is is , también la concepción terminal, según la cual, el último estadio lógico vendría plasmado por la lógica formal.

"Variados experimentos han puesto en evidencia que un buen número de Sujetos cultivados no razonan, en ciertas si tnaciones, haci endo uso de operaciones formales... dependiendo esto último del contenido de la tarea a efectuar" (21). Es decir, ex is tir ía entonces una lógica que se encuentra en función de los contenidos, que está sin sistematizar.

A HODO DE CONCLUSION: ANOTACIONES SOBRE LA LOGICA POPULAR

Ai enmarcar el anális is de la lógica popular dentro de las cinco tesis anterio­res, resulta entonces el siguiente planteuraien: - ■:

1) Las formas de razonamiento del sector popular no son a-lógicas.

2) Existe una lógica popular. Ciertamente la exp1ic itac ion de dicha lógica apenas está comenzando, fa lta mucho por investigar.

Sin embargo, los estudios adelantados permiten vislumbrar algunas tendencias aunque todavía no es posible hacer afirmaciones categóricas y mucho menos aplicables a todos los subsectores. Principios como los enunciados por Virginia Gutiérrez a propósito de la medicina popular ( lo semejante produce lo semejante, la parte involucra al todo ...) o los planteados por Agnes Heí1er sobre la

^20) Maga 1 y Bovet. Fuente citada, página Ib(21) Magaly Bovet. Fuente citada, pagina 19

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lógica cotidiana ( la probabilidad, la economía.. . ) , mas que constituirse en leyes del razonamiento del sector popular, nos suministra "p istas" (marcos teóricos) para abordar la investigación. Inclusive pueden desempeñar un3 función sim ilar las leyes de los primitivos (todo tiene una finalidad y ésta se explica en términos de fuerzas sobrenaturales...). De las afirmaciones anteriores no se desprende que la lógica popular sea una prelógica (prim itiva, in f a n t i l . . . ) ; simplemente las otras lógicas, ya sistematizadas, pueden ser un punto de referencia que ai mostrar un ejemplo resuelto acelere la búsqueda.

Es de trascendental importancia partir del supuesto de que existen otras lógicas, pues de otra manera los razonamientos populares tenderían a percibirse únicamente en referencia a la lógica c ien tífica , problema del que quizá no alcanzan a escapar nuestras incipientes investigaciones en el campo social (otro tanto habría que hacer en la ciencia natural) de las cuales se incluye una reseña en este fo lle to ; sin embargo, y para que sea el lector quien juzgue, podríamos decir que éstas señalan tendencias tales como: (22)

* la ultrageneralización (que conduce a las falsas generalizaciones). A partir de, inclusive, un solo caso, se pasa a realizar una generalización (los ricos son ricos porque se han ganado la lo tería , por ejemplo).

* El contra ejemplo no invalida la ley, simplemente se le considera una excepción, ta abolición de este principio, tan caro para la ciencia ( Poper plantea que los científicos en lugar de buscar ejemplos que confirmen las hipótesis, deberían buscar los que la refutan, pues de esta forma la ciencia avanzaría mas rápidamente), pareciera no cumplirse en algunos sectores popula­res. Por ejemplo, una afirmación que sostiene que los ricos son ricos porque son estudiados, al encontrar un caso concreto de un rico no estudiado, no invalida la propuesta in ic ia l: es una excepción.

* La precedencia temporal por la cual algo es la causa de un efecto, porque le ha antecedido en el tiempo (requisito que dentro de la ciencia es condición necesaria, principio de contíguedad temporal, pero no condición sufic iente).

* La trasposición de la causa por la consecuencia. Los pobres son pobres porque no ahorran; el no poder ahorrar, más que una causa de la pobreza, bien podría ser una consecuencia.

5) La lógica popular, aunque posee leyes propias, se encuentra íntimamente interrelacionada con otras formas lógicas.

Ya García Canclini, en el fragmento antes citado, nos planteaba a propósito de la cultura popular, cómo adherirse a una postura a islacion ista ( la cultura popular como una is la ), era una ingenuidad p o lít ica . Considerar entonces que

(22) Germán Marino. Algunas anotaciones en torno a las relaciones de causalidad de los sectores populares. Himeografiado.

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los sectores populares poseen .1103 lógica completamente distante a la lógicac ien tífica , por ejemplo, no sólo sería una ingenuidad po lítica sino que además, pasaría por alto constataciones tan gruesas como que son capaces de construir sus propias casas ( lo que implica un manejo de las leyes fís ica s ) o que en muchas zonas campesinas se tiene muy claro que la causa fundamental de los problemas es la estructura de la tenencia de la t ie rra , por ejemplo.

Nuestra investigación, aludida en el punto anterior, muestra cómo en un mismo individuo coexisten explicaciones que implican distintos niveles de razonamiento y que más que plasmarse en un mundo de "luces y sombras" (donde habría zonasc ien tíficas y zonas p re c ien tíf ic a s ), lo hace en un mundo claro-oscuro (en ! aacepción de Kosik) ( ? } ) , un mundo "matizado", un híbrido (existen ricos porque tienen suerte y porque durante la violencia se quedaron con las tie rra s ).

4) la Lógica popular puede evolucionar, pero no lo nace ni necesariamente, ni en forma escalonada y ascendente.

Agnes Heíler ( A ) nos plantea, 3 propósito de la estructura de la vida cotidiana, que ésta procede con base de ju icios provisionales, los cuales le son funciona­les para el desenvolvimiento cotidiano, pero que dichos in icios se pueden convertir en pre-juicios y anquilosarse de ta l forma que se impida el desarrollo del individuo; " la asimilación inconciente de las normas consuetudinariasdominantes puede convertirse en conformismo".

Respecto al desarrollo de la conciencia (teoría de la conuientización) existe una tesis muy aceptada, la cual fue generalizada desde varias fuentes (inclusive tangencialmente abonada por muchos seguidores de F re ire ), según la cual los sectores populares atravesarían por una serie de etapas (conciencia mágica,conciencia ingenua, conciencia c r ít ic a ) de manera lineal y siempre asi. enden te.

A esto responde tácitamente el mismo Freire al retomar el concepto de "concien­cia posible" de Lucien üoldma,,;¡:

La conciencia real (o e fectiva ), al constituirse en obstáculo ydesvío que la realidad empírica impone a la instauración de la con­ciencia máxima posible, implica la imposibilidad de percib ir más a lia de las situaciones lim ite s ... (25)

Es decir, no es posible acceder a ciertos niveles de conciencia si la "concien­cia efectiva" no se halla lo suficientemente desarrollada.

De otra parte, sí esta linealídad y ascenso no se presenta ni siquiera al inte­rior del desarrollo lógico matemático (como lo sugieren los post-piagetianos),y 1 a lógica popular, ai encontrarse articulada con otras lógicas, conforma un

(23) Ka'rel Kosik. D ialéctica de lo concreto. Ed ito ria l Grijalbo.(2<t) Agnes Heller. Fuente citada, página 65.(25) Paulo Fre ire . Pedagogía del Oprimido. Ed ito ria l América Latina. Página "H2.

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conjunto heterogéneo (y contradictorío) y además de que ya han sido impug­nadas como deterministas y románticas las teorías de la sociedad que en forma linea l y mecánica plantean e l desarrollo escalonado del mundo histórico y social, no es posible pensar que tampoco el movimiento de la lógica popular, sí es que se da, más que linea] sea en zig-zag o simplemente regresivo (por lo menos, queremos creer nosotros, sólo en algunos momentos)?

Como se desprende de todas las reflexiones anteriores, más que respuestas y afirmaciones tenemos interrogantes.

JA echar leña al fuego!

GERMAN MARÍÍÍO Marzo cíe i 86

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LA CIENCIA DE LO CONCRETO

Claude Levy Strauss

I

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I. LA CIENCIA DE LO CONCRETO

D u r a n te largo tiempo, nos hemos complacido en citr.r esas lenguas en que faltan los términos para expresar conceptos tales como los de árbol o de animal, aun­que se encuentren en ellas todas las palabras necesa­rias para un inventario detallado de las especies y de las variedades. Pero, a! mencionar estos casos en apoyo de una supuesta ineptitud de los "primitivos" para el pensamiento abstracto, en primer lugar, omitíamos otros ejemplos, que comprueban que la riqueza en palabras abstractas no es patrimonio exclusivo de las lenguas civilizadas. Así, por ejemplo, la lengua chinook del noroeste de la América del Norte, usa palabras abstractas para designar muchas propiedades o cualida­des de los seres y de las cosas: "este procedimiento —dice Boas—, es más frecuente que en cualquier otro lenguaje conocido por m í”. La proposición: el hombre malvado ha matado al pobre niño, en chinook se ex­presa así: la maldad del hombre ha matado a la po­breza del niño; y, para decir que una mujer utiliza un cesto demasiado pequeño: mete raíces de poten­tila en la pequeñez de un cesto para conchas. (Boas 2, pp. 657-658). En toda lengua, el discurso y la sin­taxis proporcionan los recursos indispensables para suplir las lagunas del vocabulario. Y el carácter ten­dencioso del argumento mencionado en el parágrafo anterior queda puesto de manifiesto cuando se observa que la situación inversa, es decir, aquella en que los términos muy generales predominan sobre las designa­ciones específicas, ha sido también aprovechada para afirmar la indigencia intelectual de los salvajes:

De entre las plantas y los animales, el indio no nombra más que a las especies útiles o noci­vas; las demás se clasifican, indistintamente, como pájaros, malayerba, etc. (Krause, p. 104.)

Un observador más reciente parece creer, de manera semejante, que el indígena nombra y concibe solamente en función de sus necesidades:

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Me acuerdo todavía de la hilaridad provocada entre mis amigos de las islas Marquesas., . por el interés {que a su juicio, era pura tontería) testimoniado por el botánico de nuestra expedi­ción de 1921, por los "híerbajos" sin nombre (“sin utilidad") que recogía y cuyo nombre que­ría conocer, (Handy y Pukui, p. U 9, n. 21.)

Sin embargo, Handy compara esta indiferencia con la que, en nuestra cíviliración, el especialista manifies­ta respecto de los fenómenos que no pertenecen inme­diatamente a su esfera de interés intelectual. Y cuando su colaboradora indígena le subraya que en Hawaii, “cada forma -botánica, zoológica o inorgánica que se sabía que había recibido un nombre (que había sido personalizada) era ... una cosa utilizada", se toma el trabajo de añadir: "de una.o de otra manera”, y pre­cisa que sí “una variedad ilimitada de seres vivos del mar y del bosque, de fenómenos meteorológicos o ma­rinos, 110 tenían nombre". Ja razón era la de que no se les juzgaba "útiles o . . . dignos de interés”, términos que no son equivalentes, puesto que uno se sitúa en el plano de lo práctico y otro en el de lo teórico. Lo que sigue diciendo el texto lo confirma, al reforzar el segundo aspecto a expensas del primero: “la vida, era la experiencia, cargada de significación exacta y precisa” (id., p, 119).

En verdad, la división conceptual varía según cada lengua y como lo señaló claramente, en el siglo xvm, el redactor del artículo "nombre" en la Enciclope­dia, el uso de términos más o menos abstractos no es fundón de capacidades intelectuales, sino de los inte­reses desigualmente señalados y detallados de cada so­ciedad particular en el seno de la sociedad nacional: "subid al observatorio; cada estrella no es una estrella pura y simplemente, es la estrella p del Capricornio, es la y del centauro, es la £ de la osa mayor, etc., en­trad en un picadero de caballos, cada caballo tiene su nombre propio, el Brillante, el Duende, el Fogoso, etcétera." Además, aun si la observación acerca de las llamadas lenguas primitivas, mencionada al comienzo de este capítulo, tuviese que entenderse al pie de la letra, no podríamos sacar en conclusión una carencia de ideas generales. Las palabras encino, haya, abedul, etc., no ton menos palabras abstractas que el término árbol, y, de dos lenguas, una de las cuales poseería solamente este último término y la otra lo ignoraría, en tanto que poseyera varias decenas o centenas de palabras para designar las especies y las variedades, sería la segunda, y no la primera, la que, desde este punto de vista, sería más rica en conceptos.

Como en las lenguas de oficios, la proliferación conceptual corresponde a una atención más sostenida sobre las propiedades de lo real, a un interés más des­pierto a las distinciones que se pueden hacer. Este gusto por el conocimiento objetivo constituye uno de

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los aspectos más olvidados del pensamiento de los que llamamos “primitivos". Si rara vez se dirige hacia rea­lidades del mismo nivel 'en el que se mueve la deuda moderna, supone acciones intelectuales y métodos de observación comparables. En los dos casos, el universo es objeto de pensamiento, por lo menos tanto como medio de satisfacer necesidades.

Cada civilización propende a sobrestimar la orien­tación objetiva de su pensamiento, y es porque nunca está ausente. Cuando cometemos el error de creer que el salvaje se rige exclusivamente por sus neceddulei orgánicas o económicas, no nos damos cuenta de que nos dirige el mismo reproche y de que, a él, su pro­pio deseo de conocer le parece estar mejor equilibrado que el nuestro:

1.a utilización de los recursos naturales de que disponían los indígenas de Hawaii era, sobre poco más o menos, completa; mucho más que la prac­ticada en la era comercial actual, que explota despiadadamente los escasos recursos que, por el momento, procuran una ventaja comercial, des­deñando y destruyendo, a menudo, todo lo de­más. (Handy y Pukui, p. 213.)

Sin duda, la agricultura de mercado no se confunde con el saber de botánica. Pero al ignorar al segundo y pensar exclusivamente en la primera, la vieja aris­tocracia hawaiiana no hace sino cometer, por cuenta de una cultura indígena, inviniéndolo en convenien­cia propia, el error simétrico cometido por Malinowslu, cuando pretendió que el interés por las plantas y los animales totémicos no se lo inspiraban a los primiti­vos más que las quejas de su estómago.

A la observación de Tessmann a propósito de los fang del Gabon, que señalaba (p. 71) “la precisión con la cual reconocen las más pequeñas diferencias entre las especies de un mismo género", corresponde, en lo tu­cán te a Oceanía, la de Jos dos autores ya citados.

Las facultades agudizadas de los indígenas les permitían notar exactamente los caracteres gené­ricos de todas las especies vivas, terrestres y ma­rinas, así como los cambios más sutiles de fenó­menos naturales como los vientos, la luz, y los colores del tiempo, los rizos de las olas, las va­riaciones de la resaca, las corrientes acuáticas y aéreas. (Handy y Pukui, p. 119.)

Un uso tan sencillo como la masticación del betel supone, entre los hanunóo de las Filipinas, el conoci­miento de cuatro variedades de nueces de areca y de ocho productos que las pueden sustituir, de cinco va­riedades de betel y de cinco productos sustitutos. (Gou- klin 3):

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Todas las actividades de los hanunóo, o casi todas, exigen estar intimamente familiarizados con Ja flora local y »n conocimiento, preciso de las clasificaciones botánicas. Contrariamente a la opi­nión de que las sociedades que viven en una cco-

> nomía de subsistencia no utilizan m is que una pequeña fracción de la flora local, esta última se emplea en la proporción de un 93 %. (Conklin, 1, p. 249.)

Y esto no es menos cierto por lo que toca a la fauna:

Los hanunóo clasifican las formas locales de la fauna aviar en 75 categorías.. . distinguen cerca de doce clases de serpientes.. . sesenta clases de peces.. . más de una docena de crustáceos de mar y de agua dulce, y un número igual de clases de arañas y de miriapodos.. . Los miles de formas de insectos se agrupan en ciento ocho categorías

3 ue tienen nombre, trece de las cuales correspon- en a las hormigas y las termitas.. . Identifican

más de sesenta clases de moluscos marinos, y más de veinticinco de moluscos terrestres y de agua dulce.. . cuatro clases de sanguijuelas chupadoras de sangre. . en total, llevan un censo de 461 clases zoológicas (id,, pp. 67*70).

A propósito de una población de pigmeos de las Fi­lipinas, un biólogo se expresa de la manera siguiente:

Un rasgo característico de los negritos, que los distingue de sus vecinos cristianos de las llanu­ras, estriba en su conocimiento inagotable de los reinos vegetal y animal. Este saber no supone solamente la identificación específica de un nú­mero fenomenal de plantas, de aves, de mamífe­ros y de insectos, sino también el conocimiento de los hábitos y de las costumbres de cada es­pecie.

Ei negrito está completamente integrado a su medio, y, lo que es toaavía más importante, estu­dia sin cesar todo lo que le rodea. A menudo, he visto a un negrito, que no estaba seguro de la identidad de una planta, gustar el fruto, oler las hojas, quebrar y examinar el tallo, echar una mirada al habitat. Y, solamente cuando haya tomado en cuenta todos estos datos, declarará conocer o ignorar la planta de que se trata.

Después de haber mostrado que los indígenas se interesan también por las plantas que no les son di­rectamente útiles, por razón de las relaciones de signi­ficación que los ligan a los animales y a los insectos, el mismo autor sigue diciendo:

El agudo sentido de observación de los pig­meos, su plena conciencia de las relaciones entre la vida vegetal y la vida anim al... están ejempli­ficados de mañera impresionante por sus discu­

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siones acerca de Jas costumbres de los murciéla­gos. El iid id in vive sobre Ja hojarasca reseca de las palmas, e l " dikidik debajo de las hojas del plátano silvestre, el litlit en los machos de bam­bú, el kolum boy en las cavidades de los troncos de árbol, el konattaba en los bosques espesos, y asf sucesivamente.

Este saber, y los medios lingüísticos de que dispone, se extiende también a la morfología. La lengua tewa utiliza términos distintos para cada parte, o casi, del cuerpo de las aves y de los mamíferos (Henderson y Harrington, p. 9 ) . La descripción morfológica de las hojas de árboles o de plantas, cuenta con cuarenta términos, y hay quince términos distintos que corres­ponden a las diferentes part;.¡ de una planta de maíz. ’ Para describir las partes constitutivas y las propie­

dades de los vegetales, los hanunóo tienen más de 150 términos, que connotan las categorías en fundón de las cuales identifican las plantas "y discuten entre ellos acerca de centenares de caracteres que las distinguen, y a menudo corresponden a propiedades significativas, tanto medicinales como alimenticias”. (ConkJin, J, p. 97). Los pinatubo, entre los cuales se han contado más de 600 plantas con nombre, *'no tienen solamente un co­nocimiento fabuloso de estas plantas y de sus modos de utilización; emplean más de 100 términos para des­cribir sus partes o aspectos característicos.” (R. B, Fox, p. 179.)

Es daro que un saber desarrollado tan sistemática­mente no puede ser función tan sólo de la utilidad práctica. Después de haber subrayado la riqueza y la precisión de los conocimientos zoológicos y botánicos de los indios del noreste de los Estados Unidos y del Canadá: montagnais, naskapi, micmac, maledte, pe- nobscot, el etpólogo que los ha estudiado mejor nos dice:

Era de esperarse, por lo que respecta a las costumbres de la caza mayor, de la que provie­nen el alimento y las materias primas de la in­dustria indígena. N o es sorprendente.. . que el cazador penobscot de Maine posea un mejor co­nocimiento práctico de las costumbres y del carác­ter del alce, que el zoólogo más experto. Pero, cuando apreciamos en su justo valor el cuidado que han puesto los indios en observar y siste­matizar los hechos dentlficos que hacen relación con las formas. inferiores de la vida animal, ha de permitírsenos mostrar alguna sorpresa.

Toda la clase de reptiles.. . no ofrece nin­gún interés económico para estos indios; no con­sumen la carne de las serpientes, ni de los batra­cios, y no utilizan ninguna pane de sus restos salvo en casos muy raros, para.la confección de amuletos contra la enfermedad o la brujería. (Speck, 7 / p. 273.)

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V sin embargo, como lo ba mostrado Speck, los in­dios del noreste han forjado una verdadera herpetolo- gía, con términos distintos para cada género de reptiles y otros más reservados para las especies o las varie­dades.

Los productos naturales utilizados por los pueblos siberianos'con fines medicínales ilustran, por su defi­nición precisa y el valor específico que se les presta, el cuidado, el ingenio, la atención al detalle, la preocu­pación por las distinciones que han debido poner en práctica los observadores y los teóricos en las socieda­des de esta clase: arañas y gusanos blancos que se tragan (itelmcne y yakutos, para la esterilidad); grasa de escarabajo negro {osetos, contra hidrofobia) ; cucara­cha aplastada, hiel de gallina (rusos de Surgut, contra abeesos y hernias); gusanos rojos macerados (yakutos, contra el reumatismo); hiel de lucio (buriatos, enfer­medades de los ojos); locha, cangrejo de río, que se tragan vivos (rusos de Siberia, contra la epilepsia y todas las enfermedades) ; toque con un pico de pájaro carpintero, sangre de pájaro carpintero, insuflación na­sal de polvo de pájaro carpintero momificado, huevo tragado del pájaro kuhcha (yakutos, contra el dolor de dientes, contra las escrófulas, las enfermedades de los caballos y la tuberculosis, respectivamente); sangre de perdiz, sudor de caballo (oirotes, contra las hernias y las verrugas); caldo de pichón (buriatos, contra la tos); polvo de patas trituradas ,del pájaro tileguX (la- zakos, contra ía mordedura de perro rabioso); murcié­lago disecado colgado al cuello (rusos del Altai, con­tra la fiebre); instilación de agua procedente de un carámbano colgado del nido del pájaTo remiz (oirotes, enfermedades de los ojos), Para mencionar solamente a los buriatos, y limitándonos al oso, la carne de éste posee siete variedades terapéuticas distintas, la sangre 5, la grasa 9, el cerehro 12, la bilis 17, el pelo 2. Tam ­bién del oso, los kalar recogen los excrementos duros como piedra, al finalizar la hibernación, para curar el estreñimiento, (Zelenin, pp. 47-59.) En un estudio de Loeb se encontrará un repertorio igualmente rico co­rrespondiente a una tribu africana.

De tales ejemplos, que podríamos encontrar en todas las regiones del mundo, se podría inferir de buen grado que las especies animales y vegetales no son conocidas más que porque son útiles, sino que se las declara útiles o interesantes porque primero se las conoce.

Se objetará que tal ciencia no puede ser eficaz más que en el plano de lo práctico. Pero, da la casuali­dad de que su objetivo primero no es de orden prác­tico. Corresponde a exigencias intelectuales antes, o en vez, de satisfacer necesidades.

El verdadero problema no estriba en saber si el con­tacto de un pico de pájaro carpintero cura las enfer­medades de los dientes, sino la de sí es posible que,

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desde un cierto punto de vista, el pico del pájaro carpintero y el diente del hombre "vayan juntos" (con­gruencia cuya fórmula terapéutica no constituye más que una aplicación hipotética, entre otras) y, por in­termedio de estos agolpamientos de cosas y de seres, introducir un comienzo de orden en el universo; pues la clasificación, cualquiera que sea, posee una virtud propia por relación a la inexistencia de la clasificación. Como ha escrito un teórico moderno de la taxonomía:

Los sabios soportan la duda y el fracaso porque no les queda más remedio que hacerlo. Pero el desorden es lo único que no pueden ni deben to­lerar. Todo el objeto de Ja ciencia pura es llevar a su punto más alto, y más consciente, la reduc­ción de ese modo caótico de percibir, que ha comenzado en un plano inferior y, verosímilmente inconsciente, con los orígenes mismos de la vida.? En algunos casos, podremos preguntarnos si la clase de orden que ha sido forjada es un carácter objetivo de los fenómenos o un artificio creado por el sabio. Este problema se plantea sin ce­sar, en materia de taxonomía anim al.. . Sin em­bargo, el postulado fundamental de la ciencia es que la naturaleza misma está ordenada... F.n su parte teórica, la ciencia se reduce a un poner en orden; y . . . si es verdad que la sistemática consiste en tal poner en orden, los términos de sistemá­tica y de ciencia teórica podrán ser considerados sinónimos. (Símpson, p. 5.)

Ahora bien, esta exigencia de orden se encuentra en la base del pensamiento que llamamos primitivo, pero sólo por cuanto se encuentra en la base de todo pen­samiento: pues enfocándolas desde las propiedades co­munes es como encontramos acceso más fácilmente a las formas de pensamiento que nos parecen muy ex­trañas.

"Cada cosa sagrada debe estar en su lugar", obser­vaba con profundidad un pensador indígena (Fletchci 2, p. 34). Inclusive, podríamos decir que es esto lo que' Ja hace sagrada, puesto que al suprimirla, aunque sea en el pensamiento, el orden entero del universo queda­ría destruido; así pues, contribuye a mantenerlo alocupar el lugar que le corresponde. Los refinamientos del ritual, que pueden parecer ociosos cuando se les examina superficialmente, o desde fuera, se explican por la preocupación de lo que podríamos llamar una "micro-perecuación": no dejar escapar a ningún ser, objeto o aspecto, a fin de asignarle un lugar-en el seno de una dase. A este respecto, la ceremonia del hako, de los indios pawnee, es particularmente reveladora tan sólo porque ha sido bien analizado. La invocación que acompaña al cruce de una corriente de agua se divide en varias partes, que corresponden respectivamente al momento en que los viajeros meten los pies en el agua, en que los desplazan, en que el agua recubre completa­

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mente sus pies, la invocación al viento separa los momentos en que el frescor es percibido solamente so bre las partes mojadas del cuerpo, luego aquí, después allá, y por último sobre toda la epidermis: “solamente entonces podemos avanzar con seguridad" (id., pp. 77- 78). Como lo explica exactamente el informador, "de bemos dirigir una ‘incantación especial a cada cosa que encontramos, pues Tirawa, el espíritu supremo, re­side en todas las cosas, y todo lo que encontramos, mientras vamos de camino, puede socorrernos. . Se nos ha enseñado a prestar atención a todo lo que vemos" (id., pp, 73-81).

Esta preocupación por la observación total y de in­ventario sistemático de las relaciones y de los vínculos puede culminar, a veces, en resultados de buen aspecto científico: tal es el caso de los indios blackfooí, que diagnosticaban la proximidad de la primavera según el estado de desarrollo del feto de bisonte extraído del vientre de la hembra muerta en la caza. Sin embargo, no podemos aislar estos aciertos de tantos otros paralelos de la misma dase que la ciencia declara ilusorios, Pero ,mo será que el pensamiento mágico, esa "gigan­tesca variación sobre el tema del principio de causali­dad”, decían Hubert y Mauss (2, p. 61), se distingue menos de la ciencia por la ignorancia o el desdén del deterninismo, que por una exigencia de determinismo más imperiosa y más intransigente, y que la ciencia puede, a todo lo más, considerar irrazonable y preci­pitada?

Considerada como sistema de filosofía natural, ella (witchcraft) supone una teoría de las causas: la desgracia es resultado de la brujería, que opera de concierto con las fuerzas naturales. Si a un hombre lo acornea un búfalo, o si le cae encima un granero cuyos soportes han sido minados por las termitas, o si contrae una meningitis cerebro­espinal, ios azande afirmarán que el búfalo, el granero o la enfermedad son causas que se conju­garon con la brujería para matar al hombre. Del búfalo, del granero, de la enfermedad, la brujería no tiene culpa, puesto que existen por si mismos: pero sí la tiene de esta circunstancia particular,

3ue los pone en una relación destructora con un eterminado individuo. El granero se habría ve­

nido abajo de todas maneras, pero fue a causa de la brujería por lo que se vino a tierra en un momento dado y cuando algún individuo des­cansaba debajo. Entre todas estas causas, sólo la brujería admite una intervención correctiva, pues­to que sólo ella emana de una persona. Contra el búfalo y el granero no se puede intervenir. Aun que también se Ies reconozca como causas, éstas no tienen significación en el plano de las rela­ciones sociales. (Evans Pritchard, f, pp. 418-419.)

Por tanto, entre magia y ciencia la primera diferen cía sejía, desde este punto de vista, que una postula un

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detcrminismo global e integral, en tanto que la otra opera distinguiendo niveles, algunos de los cuales, so­lamente, admiten formas de determinismo que se -con­sideran inaplicables a otros niveles, Pero, ¿no podríamos ir un poco más lejos y considerar al rigor y a la pre­cisión de que dan testimonio el pensamiento mágico y las prácticas rituales, como si tradujeran una aprehensión inconsciente de la verdad del detcrminismo, en cuanto modo de existencia de los fenómenos científicos, de ma­nera que el determinismo sería globalmente sospechado y puesto en juego antes de ser conocido y respetado? Los ritos y las creencias mágicas se nos manifestarían en­tonces como otras tantas expresiones de un acto de fe en una ciencia que estaba todavía por nacer.

Y lo que es más: no solamente, por su naturaleza, estas anticipaciones pueden a veces verse coronadas por el éxito, sino que también pueden anticipar doblemen­te; anticiparse a la ciencia misma, y a métodos o resulta­dos que la ciencia no asimilará síno en una etapa avanzada de su desarrollo, si es verdad que el hombre se enfrentó primero a lo más difícil: la sistematización al nivel de los datos sensibles, a los que la ciencia du­rante largo tiempo volvió la espalda y a los que co­mienza ahora, solamente, a reintegrar en su perspectiva. En la historia del pensamiento científico, este efecto de anticipación se produjo por lo demás en varias oca­siones; como lo ha mostrado Simpson (pp. 8-1-85), con ayuda de un ejemplo tomado de la biología del si­glo xix, resulta que —como la explicación científica corresponde siempre al descubrimiento de un ‘'ordena­miento"— todo intento de este tipo, aun cuando esté inspirado por principios que no sean científicos, puede encontrar verdaderos ordenamientos. Inclusive esto es previsible si se admite que, por definición, el número de las estructuras es finito: la "puesta en estructura" poseería entonces una eficacia intrínseca, cualesquiera que sean los principios y los métodos en que se inspira.

La química moderna reduce la variedad de los sabo­res y de los perfumes a cinco elementos diversamente combinados: carbono, hidrógeno, oxígeno, azufre y ni­trógeno. Trazando cuadros de presencia y de ausencia, estimando dosificaciones y umbrales, llega a darnos cuen­ta y razón de diferencias y desemejanzas entre cualida­des que antaño habría expulsado fuera de su dominio por considerarlas “secundarias". Pero estos paralelos y estas distinciones no sorprenden al sentimiento estético: más bien, lo enriquecen y lo aclaran, fundando asocia­ciones que ya se sospechan, y de las cuales se comprende mejor por qué, ya en qué condiciones, un ejercicio asiduo de la sola intuición habría permitido descubrirlas ya; asf, que el humo del tabaco pueda ser, para una lógica de la sensación, la intersección de dos grupos: uno de los cuales comprendería también la carne a la parrilla y Ja tostada corteza del pan (que están, como él, com­puestos de nitrógeno; y el otro, del que forman parte el queso, la cerveza y la hiel en razón de la presencia

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del diacctilo). La cereza silvestre, la canela, la vainilla y el vino de jerez forman un grupo, no sólo sensible, sino inteligible, porque todos contienen aldehidos, en tanto que los olores semejantes del té del Canadá ("wintergreen") de la lavanda y del plátano se expli­

can por la presencia de esteres. La intuición por sí sola incitará a agrupar a la cebolla, el ajo, la col, el nabo, el rábano y la mostaza, aunque la botánica sepa­re a las liliáceas de las cruciferas. Comprobando el testimonio de la sensibilidad, la química demuestra que estas familias, extrañas entre sí, se emparientan en otro plano: todas ocultan azufre (K., W .). Un filósofo pri­mitivo o un poeta habría podido realizar estos reagru- pamientos inspirándose en consideraciones ajenas a la química, o a cualquier otra forma de ciencia: la litera­tura etnográfica nos revela un cierto número de los mismos, cuyo valor empírico y estético no es menor. Ahora bien, eso no es, solamente, el efecto de un fre­nesí asociativo, que a veces habrá de tener éxito por un puro azar. Mejor inspirado que en el pasaje ante- citado en el que nos ofrece esta interpretación, Simpson ha mostrado que la existencia de organización es una necesidad común al arte y a la ciencia y que, por con­secuencia, "la taxonomía, que es el poner en orden por excelencia, posee un inminente valor estético" (íoc. cií. p, 4 ) . Entonces, se sorprende uno menos de que el sen­tido estético, abandonado a sus solas fuerzas, pueda abrirle el camino a la taxonomía y aun anticiparse a algunos de sus resultados.

Sín embargo, no retornamos a la tesis vulgar (por lo de­más, admisible, en la perspectiva estrecha en la que se coloca), según la cual la magia sería una forma tímida y balbuciente de la ciencia: porque nos privaríamos de todo medio de comprender el pensamiento mágico, sí pre­tendiésemos reducirlo a un momento, o a una etapa, de la evolución técnica y científica. Sombra que más bien anticipa a su cuerpo, la magia es, en un sentido, com­pleta como éí, tan acabada y coherente, en su inmate­rialidad, como el ser sólido ai que solamente ha prece­dido, El pensamiento mágico no es un comienzo, un esbozo, una iniciación, la parte de un todo que todavía no se ha realizado; forma un sistema bien articulado, independiente, en relación con esto, de ese otro sistema que constituirá la ciencia, salvo la analogía formal que las emparienta y que hace del primero una suerte de expresión metafórica de la segunda. Por tanto, en vez de oponer magia y ciencia, sería mejor colocarlas para­lelamente, como dos modos de conocimiento, desiguales en cuanto a los resultados teóricos y prácticos (pues, desde este punto de vista, es verdad que la ciencia tiene más éxito que la magia, aunque la magia prefigure a la ciencia en el sentido de que también ella acierta al­gunas veces), pero no por la clase de operaciones men­tales que ambas suponen, y que difieren menos en cuanto a la naturaleza que en función de las clases de fenómenos a las que se aplican.

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Estas relaciones se derivan, en efecto, de las condi­ciones objetivas en" que aparecieron el conocimiento mágico y el conocimiento científico, La historia de este último es demasiado breve como para que estemos bien informados a su respecto; pero el que el origen de la ciencia moderna se remonte solamente a algunos siglos, plantea un problema sobre eí cual los etnólogos no han reflexionado suficientemente; el nombre de para­doja neolítica le convendría perfectamente.

Es en el neolítico cuando se confirma el dominio, por parte del hombre, de las grandes artes de la cívili- ración; cerámica, tejido, agricultura y domesticación de animales. Nadie, hoy en día, se atrevería a explicar es­tas inmensas conquistas mediante la acumulación for­tuita <Ie una serie de hallazgos realizados al azar, o revelados por el espectáculo pasivamente registrado de algunos fenómenos naturales.3

Cada una de estas técnicas supone siglos de ob­servación activa y metódica, de hipótesis atrevidas y controladas, para rechazarlas o para comprobarlas por intermedio de experiencias incansablemente repetidas. Observando la rapidez con la que plantas originarias del Nuevo Mundo se aclimataron en las Filipinas, y fueron adoptadas y nombradas por los indígenas qu en muchos casos, parecen haber redescubicrto inclusive sus usos medicinales, rigurosamente paralelos a los que eran tradicionales en México, un biólogo interpreta el fenómeno de la manera siguiente;

3 Se ha tratado de saber lo que pasarla ai el mineral de cobre se hubiese mezclado accidentalmente a un fog6n: experiencias múltiples y variadas han establecido que no pasaría nada. El procedimiento más simple al que se haya llegado para obtener ineta! fundido consiste en calentar intensamente malaquita finamente pulverizada en una copa de arcilla cubierta con una vasija invertida. Este solo resultado aprisiona ya al azar en el recinto del fogón de algún alfarero especialista en cerámica vidriada (Cogh)an.)

Las plantas cuyas hojas o tallos tienen un sa­bor amargo se emplean comúnmente en las f i l i ­pinas contra los padecimientos del estómago. Toda planta introducida, que ofrezca el mismo carác­ter, será rápidamente probada. Porque la mayo­ría de las poblaciones de las Filipinas hacen cons­tantemente experiencias con las plantas, aprenden rápidamente a conocer, en función de las catego­rías de su propia cultura, los empleos posibles de las plantas importadas. {R. B. Fox, pp. 212- 213.)

Para transformar una yerba silvestre en planta cultiva­da, una bestia salvaje en animal doméstico, hacer apa­recer en la una o en la otra propiedades alimenticias o tecnológicas que, originalmente, .estaban por com­pleto ausentes o apenas si se podíati sospechar; pata hacer de una arcilla inestable, de fácil desmoronamien­to, expuesta a pulverizarse o a rajarse, una vasija de

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barro sólida y que no deje escapar el agua (pero, sólo a condición de haber determinado, entre una multitud de materias orgánicas e inorgánicas la que mejor se pres­tara a servir de desgrasante, a si como el combustible conveniente, la temperatura y el tiempo de cocción, el grado de oxidación eficaz); para elaborar las técnicas, a menudo prolongadas y complejas, que permiten cul­tivar sin tierra, o bien sin agua, cambiar granos o raíces tóxicas en alimentos, o todavía más, utilizar esta toxici­dad para la caza, la guerra, el ritual, no nos quepa la menor duda de que se requirió una actitud mental ver­daderamente científica, una curiosidad asidua y perpe­tuamente despierta, un gusto del conocimiento por el * placer de conocer, pues una pequeña fracción solamen­te de las observaciones y de las experiencias (de las que es necesario suponer que estuvieron inspiradas, primero y sobre todo, por la afición al saber) podían dar resul­tados prácticos e inmediatamente utilizables. Y haga­mos a un lado a la metalurgia del bronce y del hierro, la de los metales preciosos, y aun el simple trabajo del cobre nativo por el simple procedimiento del martilleo que precedieron a la metalurgia en varios milenios, y todos los cuales exigen ya una competencia técnica muy considerable. El hombre del neolítico o de la proto- hístoria es, pues, el heredero de una larga tradición científica; sin embargo, si el espíritu que lo inspiró a él, lo mismo que a todos sus antepasados, hubiese sido exactamente el mismo que el de los modernos, ¿cómo podríamos comprender que se baya detenido, y que va­rios milenios de estancamiento se intercalen, como un descansillo, entre la revolución neolítica y la ciencia contemporánea? La paradoja no admite más que una solución: la de que existen dos modos distintos d e 1 pensamiento científico, que tanto el uno como el otro son función, no de etapas desiguales de desarrollo del espíritu humano, sino de los dos niveles estratégicos en que la naturaleza se deja atacar por el conocimiento científico: uno de ellos aproximativamente ajustado al de la percepción y la imaginación y el otro despla­zado; como si las relaciones necesarias, que constituyen el objeto de toda ciencia —sea neolítica o moderna—, pudiesen alcanzarse por dos vías diferentes: una de ellas muy cercana a la intuición sensible y la otra más alejada.

Toda clasificación es superior al caos; y aun una clasificación al nivel de las propiedades sensibles es una etapa hacia un orden racional. Si se pide clasifi­car una colección de frutos variados en cuerpos relati­vamente más pesados y relativamente más livianos, será legítimo comenzar por separar las peras de las man­zanas, aunque la forma, el color y el sabor carezcan de relación con el peso y el volumen; pero porque las más gruesas, de entre Jas manzanas, son más fáciles de dis tínguir de las menos gruesas, que cuando las manzana?

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permanecen mezcladas con frutos de aspecto diferente. Este ejemplo nos permite ver ya que, aun al nivel de la percepción estética, la clasificación tiene su virtud.

Por otra pane, y aunque no haya conexión necesaria éntre las cualidades sensibles y las propiedades, existe por lo menos una relación de hecho en gran número de casos, y la generalización de esta relación, aunque no esté fundada en la razón, puede ser durante largo tiempo una operación fructuosa, teórica y prácticamen­te. Todos los jugos tóxicos no son ardientes o amargos, y la recíproca no es más verdadera; sin embargo, la naturaleza está hecha de tal manera que es más lucra­tivo, para el pensamiento y para la acción, proceder como sí una equivalencia que satisfaee al sentimiento estético corresponde también a una realidad objetiva. Sin que nos corresponda aquí el averiguar por qué, es probable que especies dotadas de algún carácter nota­ble: forma, color, u olor, abran al observador lo que podríamos llamar un "derecho de proseguir": el de postular que estos caracteres visibles son el signo de pro­piedades igualmente singulares, pero ocultas. Admitir

.que la relación entre los dos sea ella misma sensi­ble (que un grano en forma de diente preserve contra las mordeduras de serpiente, que un j u g o amarillo s, a un especifico para los trastornos biliares, etc.) ti' ■.<■ más valor, provisional tríente, que la indiferencia a toda conexión; pues la clasificación, aunque sea heteródita y arbitraria, salvaguarda la riqueza y la diversidad del inventario; al decidir que hay que tener en cuenta todo, facilita la constitución de una “memoria".

Ahora bien, es un hecho que métodos de esta índole podían conducir a determinad os resultados que eran indispensables para que el hombre pudiese atacar a la naturaleza desde otro flanco. Lejos de ser, como a me­nudo se ha pretendido, la obra de una "función fabu­ladora" que le vuelve la espalda a la realidad, los mitos y los ritos ofrecen como su valor principal el preservar hasta nuestra época, en forma residual, modos de ob­servación y de reflexión que estuvieron (y siguen están­dolo sin duda) exactamente adaptados a descubrimien­tos de un cierto tipo: los que autorizaba la naturaleza, a partir de la organización y de la explotación reflexiva del mundo sensible en cuanto sensible, Esta ciencia de lo concreto tenía que estar, por esencia, limitada a otros resultados que los prometidos a las ciencias exac­tas naturales, pero n o fue menos científica, y sus resul­tados no fueron menos reales. Obtenidos diez mil años antes que los otros, siguen siendo el sustrato de nuestra civilización.

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I I

LA EXPLICACION CAUSAL EN EL

PENSAMIENTO DE LOS PRIMITIVOS

Remo Cantóni

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La explicación causal

Considerar algunas formas culturales, como el arte, la religión o el mito, simplemente como formas de pensamiento no exacto sig­nifica subestimarlas en su raíz, y equivale a reducir y coartar toda la vida espiritual dentro de muy estrechos límites.En efecto, como escribe Simmel,117 no tenemos que pensar siem­pre, absolutamente siempre, según la lógica, sino solamente cuando deseamos pensar con exactitud. Si alguien no tiene interés en pen­sar exactamente — lo cual puede muy bien suceder en las esferas de la imaginación, de la religión, de la autoilusión orientada a fines prácticos— , el imperativo de la lógica no rige para él. El mismo filósofo dice en otro pasaje:

«Los filósofos elevan a forma absoluta del todo una de las catego­rías por las cuales el intelecto comprende el mundo, y expresan así su típica posición espiritual frente a la realidad. La caracterís­tica relación o, mejor dicho, desproporción entre la infinita multi­plicidad de significados del mundo y los restringidos medios de comprensión del hombre alcanza en.esa grandiosa unllateralidad de concepción su expresión extrema»,118

Los «medios de comprensión» de que habla Simmel son las cate­gorías espirituales a las que un filósofo es más sensible que otro y a través de las cuales ve la realidad. Pero él advierte muy bien la diferencia existente entre los distintos caminos que se pueden seguir para comprender la totalidad del ser. E l camino de la mís­tica, por ejemplo el de ¡Meister Eckhart, es tal vez una formación espiritual autónoma que trasciende tanto a la ciencia como a la razón; tiene un significado espiritual directamente opuesto al que se infiere de la filosofía kantiana, E l mundo

«no puede ser comprendido por nosotros en su inmediación, sino que f . . . ) sólo puede hacerse comprensible si se lo aprehende según una multiplicidad de formas, cada una de las cuales tiene por contenido posible la totalidad del ser. La ciencia y el arte, la reli­gión y la sistematización del mundo según el sentimiento íntimo, la conciencia sensible y la organización de las cosas según su sen­tido y valor, tales (y acaso también otras) son las formas por las cuales toda parte singular del contenido universal puede y debe ser penetrada. [ . . . ] E l hombre mismo puede ser para nosotros objeto de conocimiento y de creación artística; un mismo aconte­cimiento puede valer como momento de nuestro destino íntimo y

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como demostración de la intervención de Dios; un mismo objeto, ' como pura impresión sensible o como momento de una construc­ción metafísica de la realidad. La característica de cada una de esas grandes formas es que pueden subsumir en sí cualquier con­tenido que se le ofrezca».110

Retornando a la mentalidad primitiva y a las categorías por las cuales se rige, será posible una doble actitud: acentuar el motivo de la identidad o intensificar el de la divergencia con la menta­lidad civilizada. En efecto, nosotros encontramos de hecbo en la mentalidad primitiva las mismas categorías que en la nuestra, y por encima de las diferencias podemos detener nuestra atención en la identidad sustancial de la mente humana en el tiempo y en el espacio; pero podemos también seguir el camino opuesto, y fijar­nos en la diversa modalidad de las categorías; estas no son idén­ticas más que en sentido formal: el cómo y el cuándo de su apli­cación difiere profundamente, así como la relación en que se ha­llan con la experiencia, En este segundo caso podremos tener la impresión de encontrarnos ante espíritus o mentes increíblemente diferentes de las nuestras. Si estudiamos en concreto la categoría de causalidad, entramos súbitamente en el corazón de nuestro pro­blema; efectivamente, la categoría de causa constituye la base de toda explicación, como que es la que establece las relaciones en­tre los fenómenos.Solo el hombre está en condiciones de explicar. El animal, ya lo ha dicho bien Essertiet,120 «comprende» la sucesión de los fenó­menos, pero no la comprende más que viéndola, y con un solo acto se remonta del efecto a la causa o extrae de una causa deter­minados efectos. El hombre no se contenta con esa «simple prác­tica »: él coordina en su pensamiento el fenómeno que se le pre­senta aislado con algún otro fenómeno que contiene la razón de su existencia. La relación causal, implícita en el animal, es explí­cita en e! hombre. La explicación es una «explicitación». Lévy- Bruhl afirma:

«El vínculo causal, tal como lo entendemos nosotros, une los fe­nómenos en el tiempo de un modo necesario y los condiciona de tal manera que se disponen en series irreversibles. Además, las series de las causas v los efectos se prolongan y entrecruzan basta el infinito. Todos los fenómenos del universo, como dice Kant, están en una acción recíproca universal; pero, por complicada que sea la red, la certeza que tenemos de que esos fenómenos se dis­ponen verdaderamente en seríes causales funda para nosotros el orden del mundo y, en definitiva, la experiencia».121

Para la mentalidad primitiva, en cambio, todo cuanto acaece es referido a la influencia de fuerzas ocultas o místicas (hechiceros, difuntos, espíritus, etc.). Al hacerlo así, anota Lévy-Bruhl, ella obedece indudablemente a! mismo instinto mental que actúa en nosotros. Pero mientras que para nosotros la causa y el efecto se

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dan ambos en el tiempo y casi siempre en el espacio, la mentalidad primitiva admite en todo momento que uno solo de los dos tér­minos es perceptible; el otro pertenece al conjunto de los seres invisibles e imperceptibles. Uno de los dos términos, la causa, no tiene contacto visible con los seres y los hechos del mundo que perciben los sentidos. Es extraespaci.d y, por consiguiente, al me­nos desde determinado punto de vista, extratemporal. . . El hecho de que las fuerzas místicas que son las causas permanezcan invi­sibles e inasibles por los medios ordinarios de percepción impide colocarlas tanto en el tiempo como en el espacio, y a menudo no permite individualizarlas. Son fluctuantes, irradian, por así decir, cual si vinieran de una región inaccesible, y rodean por todas partes al hombre, que no se maravilla de sentirlas presentes en varios lugares a la vez. El mundo de la experiencia que constituye la mentalidad primitiva puede parecer más rico que el nuestro, no solo porque esa experiencia comprende elementos de que la nues­tra carece, sino también porque su estructura es diferente. Esos elementos místicos parecen implicar, para la mentalidad primitiva, casi una dimensión suplementaria que la nuestra desconoce; no precisamente una dimensión del espacio, sino más bien una di­mensión de la experiencia en su conjunto. Ks esa constitución particular de la experiencia la que hace que los primitivos consi­deren simples y naturales ciertos modos de causalidad que para nosotros son inconcebibles.123Según Lévy-Bruh!, e! vínculo causal se presenta en la mentalidad prelógica en dos formas muy próximas entre sí, En la primera hay un prevínculo definido e impuesto por las representaciones co­lectivas; por ejemplo, si se viola tal tabú se producirá tal desgra­cia, o. Dor el contrarío, sí se oroduce tal desgracia es porque se ha violado determinado tabú. En la segunda, el hecho que se ma­nifiesta se refiere en general a una causa mística: si se declara una epidemia, la causa de ella tiene que ser la cólera de los antepasados o la perversidad de algún hechicero, lo cual se dilucida, ya me­diante la adivinación, va sometiendo a alguna ordalía a los indivi­duos sosnechosos de hechicería. Tanto en un caso como en el otro el vínculo entre causa y efecto es inmediato. No admite eslabones intermedios, o al menos, sí los reconoce, los considera desdeñables y no Ies presta ninguna atención.

«Cuando decimos que un envenenamiento ha causado la muerte, nosotros nos representamos un gran número de fenómenos que han seguido unos a otros en determinado orden después de la in­gestión del veneno. La sustancia introducida en el cuerpo habrá actuado, por eiemplo. sobre tal o cual tejido, sobre tal o cual viscera; esa acción habrá reoercutido sobre los centros nerviosos, el aparato respiratorio también habrá quedado afectado, etc., hasta que el com’unto de las funciones fisiológicas se hava detenido. Para la mentalidad primitiva, si el veneno actúa es únicamente porque la víctima ha sido condenada. Se establece el vínculo entre la muerte, por una parte, y la acción fatal del sortilegio, por la otra.

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Todos ios fenómenos intermedios carecen de importancia. No ac producen más que por Ja voluntad y, sobre todo, por el poder del hechicero. La parálisis, los dolores, la muerte, en fin, todos esos efectos producidos por el veneno, no son en modo alguno resul­tados necesarios de su presencia en el cuerpo, sino los medios de que la fuerza mística se ha servido para matar a su víctima. La mentalidad primitiva no busca la causa segunda porque está habi­tuada a un modo de causalidad que le oculta, digamos, la red de esas causas. Mientras que estas constituyen nexos o complejos que se despliegan en el tiempo y en el espacio, las causas místicas ha­cia las cuales se vuelve casi siempre la mentalidad primitiva, siendo extraespaciales y a veces hasta extratemporales, excluirán la idea misma de tales nexos y de tales complejos. Su acción no puede ser más que inmediata. El vínculo, completamente místico — y la mayor parte de las veces hay que decir el prevfnculo— , une di­rectamente la fuerza oculta al efecto producido, por lejano que este sea. Casi nunca se plantea, pues, para esta mentalidad, el pro­blema del cómo. Al mismo tiempo el carácter inmediato de la causalidad mística equivale y supera a lo que nosotros denomina­mos evidencia, ya sensible, ya racional o intuitiva. Es propio de la naturaleza misma de un prevínculo el ser indiscutido e indis- cu tibie

Aclarado sumariamente el modo como los primitivos se represen­tan la causalidad, veamos ahora las críticas que muchos estudiosos han hecho a esa concepción. Casi todos, en vez de considerar la dirección del pensamiento, han atendido a los resultados: han emi­tido un juicio de valor. Estas son, se ha dicho, las formas inferio­res de la explicación (Essertier); es esta una lógica del absurdo (Bergson); es un pensamiento débil, inerte, degenerado (Raoul Ailier), que para nosotros no presenta otro interés que el de ense­ñarnos en qué condiciones surgió y cómo nos liberamos de él, si es que alguna vez llegamos a pensar de ese modo.Según Wundt, «ante los fenómenos de la vida cotidiana, ante lo que lo rodea por todas partes y que se repite uniformemente, el primitivo no siente por lo común ninguna necesidad de explica­ción. Para él todo es así porque así ha sido siempre».121 «La re­gularidad con que se repite un fenómeno es para él una garantía y una explicación suficiente de su existencia. Solamente lo que impresiona su emotividad, y ante todo lo que provoca en él miedo y espanto, pasa a ser objeto de sus creencias mágicas y demonía­cas».125 «Los trazos contrahechos del mito primitivo surgen inme­diatamente del ambiente y de los motivos de la propia vida psí­quica, del miedo y del espanto. Por eso el creador del pensamiento mitológico no es el intelecto, no es la consideración acerca de cómo ocurren y se conectan entre sí los fenómenos, sino el sen­timiento, y las representaciones no son más que un material que este elabora».123Wundt concluye, por ende, que para el hombre primitivo no existe causalidad, al menos en el sentido que nosotros damos a esta pa­

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labra. Nos encontramos frente a la causalidad mágica, que es in­termitente, irregular, resultante de la emotividad. La causalidad mágica abrió ciertamente el camino a la causalidad lógica, pero esta no habría surgido más que cuando la atención del hombre no era ya atraída por Jo insólito, lo sorprendente, lo pavoroso, sino por lo uniforme y cotidiano. Ahora bien, esta teoría es solo parcialmente verdadera. La exigencia causal del primitivo se manifiesta siempre, aun respecto de las cosas más ordinarias. Más que de falta de causalidad, habría que hablar, con Cassírer, de una hipertrofia de la exigencia causal. Exigir para todo acontecimiento, para todo fenómeno, un «porqué», acudir a los datos de la imaginación y del mito para encuadrar en una ingenua teleología todo cuanto ocurre, es un proceso que se observa también en la psicología infantil, según nos lo demuestran los valiosos estudios de Piaget. £1 pensa­miento infantil proyecta intenciones sobre todos los seres; no admite nada fortuito; construye vínculos subjetivos. Piaget, in­fluido por Lévy-Bruhl, habla de una especie de «animismo» infan­til, en el sentido de que el niño considera animados y vivos los cuerpos que nosotros consideramos inertes. En su universo, do­minado por un egocentrismo ontológico y lógico, intervienen la «participación» y la magia.1*1 Análogamente, para el primitivo tocia cosa, todo acontecimiento, «debe» tener una causa, y hasta para los fenómenos más comunes, cuando no la encuentra en el mundo de la naturaleza, recurre instintivamente a lo sobrenatural. Quiere explicarse, diríamos hoy nosotros, finalistamente, ideológicamen­te, todo cuanto acaece. Ello obedece a que se mueve en una experiencia muy diferente de la nuestra. También la hipótesis de una disfunción en las operaciones lógicas debe ser, pues, decidida­mente rechazada. E l psicólogo Lindworsky, en su estudio acerca del pensamiento causal de los primitivos, ha puesto bien de ma­nifiesto que si observamos al primitivo en su vida cotidiana, cuan­do prepara la comida, cuando caza, etc., encontramos en su labor el mismo pensamiento causal que entre los civilizados, y ha des­tacado la afirmación de los etnólogos en el sentido de que existe en el primitivo una viva exigencia causal.128 Pero estas admisiones no le impiden concluir que el pensamiento primitivo es un pro­ducto de la ignorancia y se reproduce en la conciencia adulta y civilizada siempre que surge una situación que no puede ser do­minada por la inteligencia, una situación que pone en estado de perturbación e inquietud a la conciencia. Esta tesis, que es tam­bién la de Raoul Allier 120 y de Bergson,180 es desarrollada am­pliamente, con gran riqueza ae datos, por Essertter, en su volumen ya varias veces citado acerca de las formas inferiores de la expli­cación. La noción de causa nace, según Essertier, del estupor. Está implícita, no explícita, en la actividad técnica; vivida, no pensada. Dominado por el estupor que lo sobrecoge ante un fenómeno na­tural, no encontrándose presente más que el efecto, el hombre se siente inducido, por las costumbres que ha contraído en la prác­tica, a buscar el otro término, la causa. No pudiéndola encontrar en su experiencia ordinaria, experimenta una desazón, que, mez-

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eluda con el miedo y la angustia que en él suscita el misterio del mundo, forma una carga emotiva e intolerable; en esa situación recurre a una solución desesperada e imagina la causa, la «crea». La explicación en su forma original es «la reducción de una emo­ción específica, el estupor, mediante una creación de causas». Ha liberado con ello c*l principio de causalidad, que funciona falsa­mente pero en libertad, Este último se ha separado de la acción y puede servir para otros fines. Al régimen de los nexos puramente empíricos y prácticos se superpone otro régimen, completamente diferente, de vínculos arbitrarios. E l hombre se ha hecho capaz de vagar por el mundo de ío imaginario y hasta por el del absurdo. Es ya una superioridad, tal vez la mayor del hombre sobre el ani­mal: «Es mejor tener falsas ideas que no tener ninguna idea».1,1 Dentro del problema de la causalidad se encuentran todas las al­ternativas referentes a la «mentalidad primitiva» y a su estatuto cultural. Algunos (p. ej., Kelsen) sostienen que el principio de causalidad, que va a ser fundamental en el pensamiento científico, es absolutamente extraño a la mentalidad del hombre primitivo. Semejante a un niño, el primitivo aceptaría la concatenación de los eventos sin meditar sobre ellos. «La reflexión consciente — úni­ca de la cual puede emerger la ley de causalidad— entra en el proceso mental del hombre primitivo sólo sí se producen aconte­cimientos extraordinarios que inesperadamente interrumpen la su­cesión normal de los hechos; y, sobre todo, si provocan fuertes emociones. Por eso, no se puede en modo alguno hablar de un concepto de causalidad o de propensión al pensamiento causal en el hombre primitivo»,132 Kelsen previene que no debe identifi­carse, como a menudo se hace, la exigencia de explicación con la tendencia al pensamiento causal. «Es verdad que el hombre pri­mitivo siente una cierta necesidad de explicar los acontecimientos, pero en medida restringida. Esa exigencia es menos pronunciada que cualquier otra y está sujeta a la oscilación fluctuante de sus deseos y sus temores. Si la atención de] hombre primitivo es atraí­da por acontecimientos ordinarios que en forma real o imaginaria lo afectan en sus intereses vitales, su reacción inmediata no será de carácter racional, sino emotiva».133 El primitivo propende a inter­pretar los eventos en términos sociales y humanos, como castigos o premios provenientes de fuerzas ocultas. La muerte, por ejemplo, no es un fenómeno «natural», sino un castigo infligido por una autoridad soberana o un delito cometido por un hechicero.

«Incluso cuando un guerrero es muerto en batalla y la causa de la muerte es obvia, a menudo la venganza de los parientes no se dirige contra el matador, sino contra un presunto hechicero leja­no, a quien tratan de individualizar por medio de extraños rituales, Y la venganza se ejerce sobre él. Teniendo como tiene una fe ciega en la magia, el hombre primitivo no busca una causa, sea falsa o "mística". Lo que interesa no es el evento que ha causado la muerte del pariente, sino el individuo que es responsable de ella. Por eso no se preocupa por buscar la causa, sino que desea hacer

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a alguien responsable de la muerte; es decir que es capaz de acu­sar de la muerte a un individuo aunque, según el modo de pensar moderno, no baya la más mínima conexión de causalidad entre la persona a quien se hace responsable y la muerte acaecida, El modo de pensar del hombre primitivo está dominado por la idea deí ojo por ojo, o ley del talión, y no por la ley de causalidad. No se le ocurre nunca descubrir la verdadera conexión de causa: atribuir el electo al único evento que es realmente su causa».131

Esta interpretación de Kelsen es extremista, puesto que no toma en cuenta los aspectos experimentales y técnicos del pensamiento primitivo. Y es, además, una interpretación en clave epistemoló­gica y modernista, que pone de relieve la diferencia estructural entre nuestros intereses científicos y las muy distintas orientaciones existenciales del hombre primitivo. También Essertier interpreta la mentalidad primitiva en el registro de la epistemología moderna, negándule la posesión de un régimen de causalidad actualizado. Las explicaciones primitivas nacerían de una ingenua necesidad de certidumbre y de apaciguamiento, y no serían más que un expe­diente psicológico sin verdadera relación con una auténtica bús­queda de conocimiento y de verdad. Nos encontraríamos en el pla­no de las «formas inferiores de explicación», que constituyen una especie de irresistible plano inclinado para la inteligencia humana en todo nivel y siempre que no realice un esfuerzo critico y epis­temológico por rechazar sus tendencias más ingenuas y espontá­neas. Pero Essertier reconoce que la explicación mítica e imagi­naría es un avance respecto de la no-explicación. El pensamiento humano ha escapado de las meras secuencias empíricas, pero no se ha hecho todavía racional. «La lógica es impotente mientras no se establezca el contacto especulativo con lo real. Hasta ese mo­mento no puede haber más que presentimientos vagos y velei­dades sin eficacia».136Las conclusiones de Essertier, como las de Keísen, son, pues, su­mamente nítidas y se vuelven hacía una concepción muy similar a las de Bergson y Raoul Allier. De la lógica primitiva tutémica '■ colectiva no se puede pasar a nuestra lógica. Las clasificaciones pri­mitivas han quedado completamente estériles, y de ellas es im­posible llegar a nuestras clasificaciones lógicas y científicas. Así, tas distinciones netas, el rigor y el formalismo de la reglamentación religiosa y social, la distribución del universo en clases de objetos y de seres, no revelan de ningún modo en la conciencia primitiva el presentimiento de la legalidad científica. La conciencia primitiva se preocupa primeramente por poner orden en sí misma pero ese orden significa nitidez de las afirmaciones, constancia de las imá­genes, eliminación a todo trance de cualquier causa de confusión. Sin duda, trata igualmente de poner orden entre los fenómenos, porque la incoherencia de afuera, como se ha dicho, sería la locura de adentro (Lachelier). Pero nada es más restringido que ese ordo rerum\ una vez asegurada la solución'de los problemas prác­ticos, no llega necesariamente, y sólo llega imperfectamente, al or­

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den real. Más adelante, la conciencia humana inventará la ciencia, y el orden racional y objetivo que ella pondrá entonces en las co­sas afianzará mejor que cualquier otro la seguridad, el equilibrio, la unidad que busca para sí misma. Pero no se sigue de ello que ese orden estuviese ya contenido y como preformado en las pri­meras clasificaciones que Ja conciencia estableció. La conciencia primitiva despliega toda su energía, todo su ingenio, en rehuir la confusión peligrosa y la perturbación penosa. Por eso vuelve du­rante tanto tiempo las espaldas a la ciencia, que sería, no obs­tante, la mejor, la menos precaria, de las soluciones; la conciencia primitiva debería sentir el «choque de lo real», maravillarse, du­dar, quedar en suspenso. Prefiere sortear el obstáculo ignorán­dolo o, mejor aun, enmascarándolo; busca en el mundo de lo ima­ginario las satisfacciones que el de la realidad le niega. Ese reto a la realidad le ha permitido, ciertamente al precio de enormes errores, salir de la esfera de las secuencias empíricas e iniciar la prodigiosa carrera de la mente humana.¡Cosa extraña! No pensando más que en sí misma, adoptando por consiguiente la actitud opuesta a la que habrá de ser la condición esencial del conocimiento positivo, a fuerza, diríamos, de egoísmo y de subjetividad, la conciencia humana realizó la primera etapa de su emancipación. Llena de energías que no podía reconocer como suyas, que escapaban a su dominio, inventó lo maravilloso, como para dispensarse de tomar en cuenta lo real. No solo se pro­tegía así conns Ja duda y la emoción, sino que conquistaba tam­bién aquella especie de felicidad que resulta de la imaginaria ade­cuación del mundo a los propios deseos. Tendrá que pasar mucho tiempo antes de que el sabio prefiera adecuar sus deseos al mundo, como habrá de trascurrir mucho tiempo también antes de que el científico, desinteresándose de sí mismo, se someta voluntariamen­te a lo que es.188A estas conclusiones se adheriría también en parte el primer Lévy- Bruhl, De la magia a la ciencia hay un verdadero salto, no una continuidad. Se puede decir que la tesis de Essertier se halla a mitad de camino entre la de Durkbeím y la de Lévy-Bruhl, Al primero le concede que las explicaciones primitivas representen un esfuerzo de la mente para elevarse sobre la sensación y las meras secuencias empíricas, pero le discute que baya evolución rectilínea entre mentalidad primitiva y mentalidad racional; al segundo le concede que baya divergencia al extremo de que sea imposible el Daso inmediato de la una a la otra, pero le discute que para explicar esta divergencia se tenea que recurrir a la hipó­tesis de una mente que siga una orientación lógica diferente. Pero el defecto principal de las interpretaciones — no desprovistas, por cierto, de sutileza— de Kelsen, de Allier y de Essertier es que plantean al punto un problema valorativo. En vez de seguir al pensamiento primitivo en su delicada y complicada estructura, sólo lo ven desde un punto de vista particular: el del ideal científico- filosófico. Aunaue no entremos a considerar a fondo este proble­ma, que es perfectamente legítimo dentro del marco de 1:: epís-

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temología moderna, debemos señalar que, si bien es verdad que la mentalidad primitiva no constituye un preámbulo para los que habrán de ser los futuros desarrollos de la ciencia moderna, tam­bién es verdad que no se debe equiparar la ciencia y la filosofía a una técnica mental que se vale únicamente de los procedimientos de la lógica. Incluso para la ciencia y para la filosofía modernas, la experiencia no coincide con los marcos del intelecto, ni es algo totalmente independiente de la subjetividad humana, de su fina­lidad, de sus intereses exístenciales, de sus imágenes, de sus sím­bolos, de sus emociones. Fenomenología, psicoanálisis, existencía- iismo, ciencias históricas, el marxismo mismo, no entienden la experiencia en los términos reductivos e intelectualistas en que la entiende un trasnochado positivismo.La vida cultural es un fenómeno pluridimensional; el hombre mismo es una realidad estratificada y compleja, que ciencia y filosofía tienen que comprender. Hay un antiintelectualismo vulgar que carece de toda dignidad cultural porque es una actitud de fuga ante las responsabilidades de la razón. Predica vulgarmente la primacía de los instintos y la abjuración de todo compromiso in­telectual. Ese irracionalismo, aliado de todo lo decadente y retró­grado, debe ser combatido en toda forma, pues se propone una Zerstorung der Vernunjt que humilla al hombre y envilece la investigación científica y filosófica. Pero hay también una crítica del intelectualismo que no se propone en modo alguno la destruc­ción de la razón, sino una interpretación más moderna, más crítica. Ya en Kant, Fichte y Hegel la razón no coincide con ja mera lógica o el mero razonamiento intelectual, sino que es la tentativa de comprender al hombre en la vastedad de sus dimensiones, sin sa­crificar la voluntad, la imaginación, el mundo de las finalidades y de los valores. Hegel, ha dicho atinadamente Merleau-Ponty, con una visión histórica mucho más profunda que la de los mo­dernos liquidadores del presunto romanticismo metnfísico hege- liano,

«está en el origen de todo lo que se ha hecho de grande en filo­sofía desde hace un siglo: por ejemplo, del marxismo, de Nietzsche, de la fenomenología y del existencialtsmo alemán, del psicoaná­lisis; él inaugura el esfuerzo por explorar lo irracional e integrarlo a una razón ensanchada, que continúa siendo el cometido de nues­tro siglo. Fue el inventor de aquella razón más comprehensiva que el intelecto, que, capaz de respetar la variedad y la singularidad de los psíquísmos, de las civilizaciones, de los métodos ue pensa­miento, y la contingencia de la historia, no renuncia por otra parte a dominarlos a fin de conducirlos a la propia verdad. No obstante, los sucesores de Hegel han insistido, más que en lo que le debían, en lo que rechazaban de su herencia».187

No es el caso de detenernos aquí en el significado de la filosofía contemporánea y en la amplitud de la deuda que ella ba contraído con el hegelismo, pero cierran.ente las razones de la filosofía y

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las de la ciencia misma no se defienden descalificando y deste­rrando, bajo la acusación genérica de «racionalismo, todo cuanto en el hombre y en la cultura humana no se identifique con deter­minadas técnicas lógicas o con algunos métodos particulares de aná­lisis lógico del lenguaje.Los estudios acerca de la mentalidad primitiva no son una inves­tigación morbosa o decadente en las regiones irracionales de la historia y del hombre, sino que pueden ser sumamente provechosas para darnos a conocer la infinita vastedad del hombre, su subsuelo psíquico, la variedad de sus opciones existenciales, la pluralidad de sus orientaciones apológicas.Las interpretaciones peyorativas del pensamiento de los primitivos están viciadas de una doble restricción. Ante todo, inventan un pensamiento primjtivo que no hace lugar alguno a la experiencia natura], un pensamiento absolutamente impermeable a la experien­cia, según la fórmula excesivamente feliz de Lévy-Bruhl. Semejante pensamiento es absurdo, y ni el mismo Lévy-Bruhl lo ha sostenido nunca a fondo, si bien en la complacencia con que destacó el mis­ticismo de los primitivos hay que buscar precisamente la causa de ese equívoco.El panmislicismo primitivo, si así podemos denominarlo, es una hipótesis dogma'tíca, y no hay que esforzarse mucho para refutar­la.138 Distintos estudiosos, al combatir con razón algunas tesis ex­tremistas del primer Lévy-Bruhl, al refutar el preiogicismo y la impermeabilidad a la experiencia, no tomaron en cuenta suficien­temente los continuos correctivos y limitaciones que el propio Lévy-Bruhl fue introduciendo en su pensamiento,1311 Ciertamente, un pensamiento que nada aprende de la experiencia, ciego para todo lo que acaece en la naturaleza, no puede menos que ser un pensamiento degenerado, que ha perdido el contacto con lo real y vive en el sueño y en la ilusión, como la conciencia patológica. La tesis de Allier, Essertier y Bergson sería válida y encontraría incluso singulares confirmaciones en la psicopatología,140 no ya solo en Ja psicología infantil, como lo sostiene hace tantos años Piaget, Pero el primitivo no ignora de ningún modo ni la lógica ni la experiencia, no es ni un loco ni un enfermo. Su mentalidad se orienta hacia valores distintos de los que parecen haber alcan­zado la supremacía en nuestra cultura occidental; tiene una estruc­tura distinta, en la cual no todos los elementos cotnponentes se subordinan a la prioridad del valor lógico, como lu ocurrido en determinados sectores de nuestra cultura. El no ha roto nunca por completo los puentes con la naturaleza, no se ha incapacitado ja­más para remontar los caminos de la experiencia. !El otro error o restricción de la interpretación desvalorativa con­siste en una visión trunca y parcial del problema de la causalidad. La causa científica suministra, es verdad, una explicación de Jos fenómenos, pero una explicación que resuelve un acontecimiento en las condiciones objetivas que lo hicieron nacer. Para nosotros, explicar quiere decir, epistemológicamente, reducir un algo a otro algo, explicar el cómo de los fenómenos, rompiendo su individua­

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lidad para descubrir en ellos la uniformidad de una ley. El cono­cimiento teórico se tranquiliza si consigue subsumir el caso parti­cular en la ley, y se desinteresa del htc ¿V riunc; el porqué del caso individual, en cuanto tal, no le interesa. La mentalidad primitiva se vuelve en cambio a lo particular, a lo singular, a lo que es único, y pregunta el porqué de ese acontecimiento concreto, particular, respecto del cual busca una causa adecuada. No se satisface con una ley general, porque en la legalidad se esfumaría cabalmente el «sentido» individual y único del acontecimiento; busca satis­facción únicamente en una causa concebida antropomórfteamente, como voluntad e intención. Este aspecto individual del aconteci­miento sólo parece resultar comprensible para el pensamiento pri­mitivo si logra reducirlo a algo no menos individua!, a un personal de voluntad que, como acto libre que es, no tenga nece­sidad de explicación ulterior. Ai paso que el pensamiento cientí­fico reduce toda libertad a determinación, ya que la somete a un ordenamiento causal unívoco, el pensamiento primitivo resuelve roda determinación de los acontecimientos en la libertad de la acción: y ambos creen haber «explicado» uri hecho si lo ven dcsm: ese su particular punto de vista. La «palanca» de la explicación se apoya en puntos distintos.Un ejemplo lo aclarará mejor: tres mujeres van a proveerse de agua a un río; están a punto de Henar sus cántaros cuando la del medio es asida por un caimán, arrastrada bajo el agua y devorada. La familia de aquella pobre mujer acusa inmediatamente a las otra-, dos de haber preparado algún sortilegio y haber hecho que el cai­mán atrapara a la mujer que se hallaba en medio de ellas. Mon- teiro, que refiere el episodio,111 escribe que a sus objeciones y a sus intentos de mostrarles lo profundamente absurdo de la acu­sación, Jos familiares le replicaban: ¿por qué el caimán ha atra­pado precisamente a la del medio y no a una de las que estaban a uno y otro lado? Imposible hacerlos salir de aquella idea. Las dos mujeres se vieron forzadas a beber la «casca» (ordalía por ingestión de veneno).Brunscbvicg hace notar con razón que para el civilizado la mué:te del indígena, considerada separadamente del hecho social que ella constituye, es un fenómeno del orden natural que, corno efecto fisiológico, no requiere más que causas fisiológicas. Pero es preci­samente esa disociación entre los dos aspectos del mismo fenómeno lo que los primitivos no practican. Solo la repercusión humana de un acontecimiento provoca su curiosidad, porque solo ella, según su mentalidad, lo define en su carácter típico. En consecuencia, se los ve rehusar el análisis de las circunstancias particulares, que sin duda explican el accidente como accidente, pero no suministran una causalidad proporcionada al efecto. Encontrarán en cambio plena satisfacción en el recurso a los poderes ocultos que son inherentes a toda especie de hombres y de cosas, especialmente a los hechice­ros, a las imágenes y a las palabras del sueño, a los deseos cons­cientes q inconscientes, a los animales que *se consideran portadorci de presagios y provocadores de acontecimientos importantes, Cau­

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salidad incontrolable, causalidad quimérica, todo cuanto se quiera, pero que, precisamente por ser imaginaría, parecerá al mismo tiem­po integral e infalible.1*2 Por esta v(a no nace, ciertamente, la ciencia, pero en el fondo de esa misma causalidad caprichosa pal­pita la tentativa seria de plantearse el problema de la existencia sobre el cual sobrevuela la ciencia. No hay aquí causa empírica, pero hay una causa metafísica embrionaria. Se respeta el principio o ley de causalidad en virtud del cual nada existe sin causa, se encuentra un pr'tncipium rationis suffiáentis fieneli; lo que no se sigue de él es el orden objetivo y necesario de la naturaleza. ¿Pero nos hallamos nosotros, incluso con nuestras metafísicas, con nuestras religiones, con nuestras creencias, en un plano sustancial- mente distinto? ¿La explicación que damos de las cosas cuando no realizamos el esfuerzo de pensar con rigor científico, es en verdad toto coelo. diferente? No por casualidad resume Brunsch- vicg el pensamiento del primitivo con definiciones eminentemente familiares a !a filosofía: «La metafísica del dinamismo se encuen­tra con el fenomenismo de la contingencia»,1*®En David Hume encontramos una ausencia total de preconceptos o prejuicios sobre la causalidad. Esta misma actitud se encuentra entre los primitivos. Para ellos, por extraña que sea una coinci­dencia o, más exactamente tal vez, precisamente a causa de su ca­rácter anómalo, es posible pensarla como un vínculo real, que viene a enriquecer el tesoro de la sabiduría empírica,1*4 Brunschvicg cree que la conciencia occidental ha entrado en otra edad de la inteligencia, y esto es indudablemente cierto si restringimos la no­ción de conciencia occidental a una selecta minoría de científicos y filósofos; pero si ensanchamos esa noción y excavamos en el subsuelo de nuestra conciencia, encontraremos todavía ahí la es­tructura de la psique primitiva. No siempre nuestro pensamiento trabaja con elementos lógicos, aislados, disociados de los elemen­tos intuitivos; todavía suele pensar por medio de imágenes, y no por medio de ideas, ni fracciona la totalidad de un acontecimiento en una condición que es su causa y otra que es su efecto, sino que lo revive en su totalidad, más propenso a describir lo que revive en su desenvolvimiento unitario que a descomponer los aconteci­mientos en fases cronológicamente separadas. Para nosotros, co­mo para los primitivos, lo que más interesa no es la «legali­dad» que se manifiesta en un hecho, sino, hasta cierto punto, lo que el hecho tiene de característico, de irrepetible. El primitivo cede inmediatamente a la tentación de una hipótesis mítica o me­tafísica, pero nosotros, que nos reímos de él, nos hallamos con­tinuamente envueltos en un halo de mentalidad primitiva incons­ciente. Cuando hablamos de destino, de sino, de casualidad, de buena o de mala suerte, cuando mistificamos los acontecimientos descubriendo en ellos amonestaciones, intenciones, significados par­ticulares, volvemos a caer idealmente en la mentalidad primitiva de la que tan alejados nos sentíamos.La diferencia fundamental entre nosotros y los primitivos está en la posibilidad, siempre abierta para nosotros, de rectificar nuestro

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modo de ver, de pasar a otra forma o estructura mental, mientras que el primitivo queda confinado en su estructura mágica, sin ha­ber adquirido todavía una conciencia racional autónoma.Nosotros podemos contemplar un mismo acontecimiento desde va­rios puntos de vista y reconocer la distinción y diversidad de las diferentes esferas de validez; el primitivo no mira más que desde un punto de vista, y por lo tanto su visión, aunque emocional y concreta, es en realidad mucho más restrictiva que la nuestra. Para concluir, tanto en el pensamiento mágico como en el pensa­miento teórico, nosotros encontramos que opera la misma catego­ría de causa, pero dentro de esa genérica identidad es profunda­mente diferente el sentido de la causalidad mágica y el de Ja cau­salidad teórica. Esta, la causalidad teórica, es precisamente lo opuesto de la de Hume, para quien la simple contigüidad espacial y temporal solo se trasforma en causalidad merced a un mecanismo asociacionista. Ixj que en la impresión sensible, inmediata, apa­rece unido, el pensamiento científico lo separa y resuelve en com­plejos condicionales. En la mera percepción, hace notar Cassirer, a una determinada condición A en el punto temporal A' le sigue ahora otra condición B en el punto temporal A” . Pero esta suce­sión, por mucho que se la repitiera, no conduciría nunca por sí mis­ma al pensamiento de que A es la causa de B: el post boc no se trashumaría nunca en un propter hoc si no interviniese una nueva idea mediadora. De la condición total A el pensamiento extrae u: determinado momento a, que vincula con un momento b en B.Que a y b se hallen entre sí en una relación necesaria, en unarelación de causa y efecto, de condición y condicionado, eso no lo infiere el pensamiento pasivamente de una percepción dada o de una multiplicidad de percepciones similares, sino que lo demuestra produciendo la condición por sí e indagando después el resultado que a ella se vincula. Mediante un análisis progresivo, que es una descomposición del acontecimiento en esferas distintas de condi­ción y en estratos distintos de relación, el acontecimiento espacio- temporal, que se nos había dado primeramente como un mero juego de impresiones, como una «rapsodia de percepciones», ad­quiere un nuevo sentido que lo trasforma en un acontecimiento causal. El hecho singular que teníamos ante nosotros no vale yasolamente en cuanto tal, sino que es el índice, la expresión, deuna legalidad universal, dominante, que se muestra en él.1'15 Así, a través de las relaciones causales que la ciencia crea, no se repite una existencia sensible empírica que simplemente compro­bamos, sino que más bien, al contrario, se interrumpe y desme­nuza la mera contigüidad de los elementos de la experiencia; los contenidos que según el mero existir están contiguos se dividen y separan según la causa y la esencia, al paso que otros, que para la concepción sensible inmediata estarían muy lejanos entre sí, se unen y ponen en relación recíproca,119 para construir con el pensamiento la realidad,Precisamente esa abstracción aisladora, en virtud de la cual de un complejo total se fija y extrae un determinado momento parti­cular como «condición», es y continúa siendo extraña al modo de pensar del primitivo. Para su pensamiento participacionista toda contemporaneidad, todo acompañamiento o contacto espacial im­plica ya en sí y por sí una verdadera «consecuencia» causal. Se ha

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mendonado como principio de Ja causalidad mítica, y de Ja causa­lidad «física» que sobre ella se funda, el hecbo de que todo con­tacto en el espacio y en el tiempo se toma como una relación de causa y efecto. Al lado del principio post hoc ergo propter hoc está el principio juxla hoc ergo propter hoc.ul Los animales que se congregan en una determinada estación son la causa de esa esta­ción. La golondrina hace, literalmente, la primavera. Así, Hume creía que examinaba el juicio causa! de la ciencia, cuando lo que hacía era descubrir más bíen la raíz de todas las explicaciones mí­ticas del mundo, Lévy-Bruhl califica a las representaciones primi­tivas de «polisintéticas»; con este adjetivo quiere expresar que los primitivos, en su modo de representación, no hacen ninguna separación en elementos particulares. Hay un todo indiviso que se presenta a la intuición, un todo indescomponible, en el cual las propiedades místicas de los objetos y los seres forman parte inte­grante de la representación que el primitivo se forma.También Preuss opone esta representación mítico-global a las con­cepciones analíticas de] pensamiento conceptual, y muestra, por ejemplo, cómo en las representaciones cosmológicas y religiosas de los indios cora lo que predomina no es un astro particular, ni la luna o el sol, sino la totalidad de los astros, que se asume como un todo indistinto, al cual se le rinde veneración.1 **Mientras nosotros ponemos una relación de causalidad entre deter­minadas causas y determinados efectos, y esa relación no se puede entender de otro modo que aquel en que el pensamiento la none, el pensamiento mágico posee en cambio una libre selección de causas. Todo puede provenir de todo, porque todo puede poseer un contacto espacial v temporal con todo.Nos encontramos aquí ante un nuevo carácter del pensamiento pri­mitivo: su tendencia a vivir intuitivamente en un mundo de imá­genes. de totalidades indivisas. Las explicaciones son en gran parte descripciones individuales que el primitivo no se preocupa por re­ducir a leyes unitarias.Parecería que la contradictoria multiplicidad de significados de! mundo fenoménico que nosotros tratamos de superar mediante uni­ficaciones progresivas no lo desconcertara a él mayormente. La experiencia es emotiva, vivida, concreta, individual, sin los an á ­lisis y las distinciones del pensamiento científico. Un inmenso de­pósito de energías místicas se halla como suspendido sobre la rea­lidad. lisas fuerzas explican cualauier fenómeno sin que el pen­samiento tenga que realizar el esfuerzo de remontarse a lo largo de la sutil cadena de las causas segundas, sin que tenga que des­menuzar la individualidad concreta del fenómeno en una serie de condiciones abstractas que mientras lo explican le quitan su aspecto misterioso y demoníaco. Nuestra explicación nos permite penetrar con la inteligencia en la naturaleza, pero la ciencia no llegará probablemente nunca a exorcizar el espectro de la explicación pri­mitiva. La causa metafísica espía cada paso de la causa empírica y reaparece tan pronto como el hombre no se contenta con la explicación del empirismo. Al término de la causa material está la causa final, que la ciencia rechaza con razón de sí porque no le pertenece, pero que los hombres, si la estructura de su mente no cambia, continuarán admitiendo.

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ALGUNOS PRINCIPIOS MAGICOS EN LA

MEDICINA POPULAR DE COLOMBIA

Virginia Gutiérrez

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A lgun as princip ios tn tí g iras r n tu medicina: I ,ns principios que orientan ia medicina mágica son los mismos en que so hasa el pensamiento mágico general, La antropología teórica lia hecho \m amplio análisis do los mismos, por esto ahora me limito a mostrar en el caso particular de la medicina mágica colombiana como actúan.

I/a magia obra por contagio, o dicho en otras palabras, lo seme­jante produce lo semejante. Veamos cómo opera este principio en la Costa del Pacífico, en la manera como esta región soluciona el

problema de suturación del ombligo del reeien nacido; '‘al niño se le ombliga, es decir, se 1c pone un parche con substancias que le dan poderes especíales. E l oro lo hará neo. P o l v o ríe plumas de pato (habitat de grandes ríos) lo liaran gran nadador; p o l v o s d e

uña de ia gran bestia lo liaran forzudo; polvo de hormigas a r r i e r a s ,

trabajador; raho de ardilla, reducido a polvo, un grao trepador de árboles (habitat selvático) ; baba de anguila para que no sea aprisio­nado én la ludia, listan prohibidas en Tnmaeo las limadoras de oro y de plata, porque si es mujer la criatura, se venderá por ellas, y si es hombre morirá trabajando por alean/arlas” ."11

La magia obra por asociación. Ps el sistema general de dar muerte mágica en el país. .Sobre un elemento figurado se efectúa una acción dañina, en este caso la muerte, y este hecho aeomeeera u quien representa, listos procedimientos mágicos son mu\ gene­ralizados en nuestra patria, y su manera de realizarlos es sanada en extremo. No son privativos de los núcleos rurales. Vienen un fuerte auge en las' clases populares de las ciudades. Pn Santander, por ejemplo, en Socorro, Oharulá, Ocamontc, San (n i, los campe­sinos creen que se puede apretar ¡a maturranga, es decir, causar mágicamente la muerte del enemigo mediante un sencillo proce­dimiento. Quien tiene "poder" de hacer el mal, por iniciativa propia o insinuación ajena, toma en el monte un haz de paja de puntero.'1 Sin arrancarlo del lugar donde crece, forma un atado y lo amarra fuertemente en una sección central, que viene a simular ta cintura de la víctima. Periódicamente el cordel se ajusta cada vez más. La persona representada, enferma, y su enfermedad se va agravan­do más y más hasta ocurrir el deceso. Sólo podría salvarse el

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paciente encontrando el hechizo que está causando la muerte y anulando mágicamente su acción,

1 Ina serie muy variada Je objetos pueden sustituir a la persona,, cuyo deceso se busca con estos procedimientos.

' He hallado que laminen es frecuente que para dar muerte má­gica, en nuestra patria se use un ¿mima! en representación de la persona que se desea eliminar. En el Valle del Cauca, muy particu­larmente en la porción sureña y occidental, se utilizan los sapos como sustitutos del ser humano. Se colocan dentro de una tinaja sin uso, se les pone cu el cuello un cinturón, si el animal representa una mujer y una corbata si es hombre. Se cumplen ciertas acciones mágicas periódicas, se le priva de alimentos y se le deja morir en un lugar apartado de la habitación del dañador. La persona con estos procedimientos uniere por consunción o por hidropesía, af mismo ritmo en que muere el sapo, listos ejemplos se pueden extender prolijamente, pero lodos están configurados por el mismo principio mágico.""'

Este principio de la mentalidad mágica, también actúa en rela­ción con la medicina preventiva. Por ejemplo, el ajeo, al cual ya he hecho referencia, es prevenido en la Madre Patria tanto como en nuestro país, con cuentas de azabache o de coral. Pero en Colombia se ha creado un elemento más, condicionado a nuestra flora: la semilla conocida popularmente como “ ojo de buey” , en Santander y en otros sitios “ojo de venado” , sustituye estos elementos de la medicina preventiva de herencia española. La similitud que la se­milla tiene con un ojo, le dio, posiblemente, la virtud mágica.

También se halla en fenómenos médicos particulares. Cada vez con mayor fuerza, pero mantenido en forma muy subterránea dentro de las clases populares, tanto del agro como de la ciudad, está el deseo de limitar conscientemente la descendencia."8 Lina variedad muy rica de sistemas de medicina popular trata de lograrlo. Inserto dos fórmulas recogidas por una discípula (señora de Lamprea) de la Escuela de Enfermeras de Salud Pública, durante unas prácticas de trabajo antropológico en el barrio de la Perseverancia (Itugniál, Se refieren a la manera de evitar la concepción, y se condicionan admirablemente a los principios mágicos.

“ Para no tener descendencia, la mujer debe tomar por nueve días, en ayunas, nueve gotas de lacre (pasta rojiza, que se utili/.nbu para los sellos reales y cerrar la correspondencia) cmpez.undo por una el primer día y continuando en forma ascendente luista com­pletar nueve, al fin de la novena. A l día siguiente se descansa, y se vuelve a empezar siguiendo, entonces, un ritmo decreciente hasta llegar a una. Et resultado es altamente satisfactorio” .

Otra fórmula similar: "Agua de raspadura de casco de ínula evita la concepción. En la noche se raspa el cusco de una nuda y se pone a hervir en agua abundante hasta que dé un jugo espeso. Al día siguiente se empieza el trutamionto, que consiste en tomar gotas

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de este caldo, en ayunas, durunte nueve días. Se empieza como en el caso anterior, por una gota, y al completar nueve se desanda e! proceso".1'

La intención mágica de cerrar el útero a la concepción, en el primer caso, y de esterilizar a semejanza del híbrido, en el segundo, no puede ser más evidente. También se lmlla en estas fórmulas la presencia de un factor mágico de gran fuerza: el número nueve, representación del proceso de la gestación que se quiere evitar. Además, la forma de tomar el remedio sugiere la simulación del proceso del embarazo y luego el de su anulación al retroceder.

E l principio de asociación también actúa en lu manera como se produce la enfermedad por inclusión de cuerpos extraños en el organismo del enemigo, de preferencia animales. Esta manera de explicar la causa de la enfermedad, hace relación no sólo a este principio, sino que también es expresión cabal del limitado estadio técnico en que se muevo la cultura en relación con medicina. Los síntomas de la dolencia corresponden a la acción natural dañina del animal: por ejemplo, los dolores causados por cólicos renales, hepáticos, coinciden adecuadamente con la acción traumática de los miembros traseros de un grillo, la picadura tic un alacrán, etc. Las sensaciones dolo rosas del reumatismo, con inclusión de avispas en las zonas afectadas por la enfermedad. Mareos, vómitos, náuseas, sensaciones dolorosas espasmódieas en la gurgantu y en el tórax lo explieun, en el litoral pacífico, la presencia de un ave que pugna por salir y causa con sus miembros y pico tales síntomas. Los fa! sos embarazos y los tumores uterinos también son inclusiones mágicas de objetos extraños en los órganos de reproducción. " (Zona lian añera, Cbocó, Tum aco). La locura (H u ila ) baila explicación por la presencia de mariposas nocturnas en la cabeza, cuyo aleteo incesante desequilibra al individuo La hidropesía, en Boyacá, y particularmente en la vertiente que míra al Llano, es producida por inclusión de algunos animales cuyas secreciones constituyen el agua que se extrae del individuo enfermo.

Hn nuestra medicina mágica opera también el principio de que la parte involucra el todo. Según tal principio, poseyendo una parte del cuerpo del individuo, una prenda íntima, que por su contacto cercano al cuerpo de la persona incorpore a su dueño, se puede hacer la enfermedad o curarla.

En el primer caso, comprende cualquier secreción humana. Así, los indios Cbocó, ponen sus excretas en las corrientes fluviales para protegerse de una acción mágica. En las poblaciones rurales de la Costa, en las del Huila y Boyaca, las mujeres que amamantan se cuidan de dar oportunidad para que Ja secreción láctea sea utilizada con fines mágicos que afecten su salud q la del infante/9 Con el mismo sentido obra la posesión de uñas, y cabello, que puestas en manos de un hechicero puede utilizarlas para hacer daño a su dueño. Por esto observamos en nuestros grupos rurales, particular­

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mente dentro de las generaciones más viejas, un empeño por ocúltal­es tos restos corporales en sitios donde no puedan ser tomados para emplearlos en su contra. Sin embargo, cabello y uñas, donde tienen una mayor aplicación mágica, es con el objeto de provocar reaccio­nes amorosas o venganzas en este sentido. Con iguales fines se sirven de saliva, lágrimas, sudor o secreciones sexuales.

Prevención, diagnóstico y cura. Si bien con la magia agresiva se procede a causar la enfermedad, es con la simpática, con la que generalmente se previene la misma. No podemos esperar que una comunidad que establece como premisa básica que la enfermedad es fruto de la mala voluntad de un enemigo, y cuyo traspaso se realiza a través de poderes mágicos, geste ni participe en una forma de prevención de la dolencia conformada por sistemas ajenos a su complejo mental. Siguiendo la lógica de este pensamiento, las formas de prevención siguen las normas del razonamiento mágico.

Así existen una variada gama de amuletos o “contras", objetos que defienden a quien los porta, de la enfermedad, porque están dotados de poderes para contrarrestar su ataque. Algunas veces precaven cualquier tipo de dolencia; en otras, su uso es limitado. Dentro de las clases populares rurales y urbanas, y aun en ciertos sectores de la media en ambos campos, no faltan amuletos en los niños, formas preventivas que se extienden no sólo en la población mestiza sino dentro de las comunidades aborígenes o de color, más n menos puras en su complejo étnico. Vu en tos intuitos, d uso de ‘‘contras” para la enfermedad es más limitado y circunscrito, por lo general a las áreas más malsanas del país, por lo regular los p is o s

térmicos cálidos y de copiosa luwiiedad. Posiblemente el l ie e b o de­que la infancia se vea tan asediada por la enfermedad, c o m o lo

confirman las altas ratas de inurbi-mortalidad infantil, explica i.i alta frecuencia de los amuletos en esta edad.

Las formas más populares de amuletos para precaver la enfer­medad en los niños, son los azabaches y corales. Se llevan en. la muñeca izquierda, como cuentas de collar, o atados a la emiurii. ' flltos tienen ta virtud de recibir sobre si la acción nmgie.i de la enfermedad que llega al niño, y anularla. Cuando esta accum es de un gran poder y el amuleto es incapaz de detenerla, se quielmi, se hace trizas, pero impide que pase a su dueño, liste fenómeno es particularmente reconocido en el caso del ojeo. Dicen las madres cuando encuentran que la cuenta que portaba su nino se ha trizarlo, que alguien con una cualidad maléfica ha visto a! pequeño, y que tu fuerza de sus ojos ha sido tal, que ha cttusudo este ueelio. \ se apresuran a sustituir el amuleto que defiende al infante. Iixislon algunos amuletos que a la vez que están dotados de cualidades preventivas también poseen virtudes agresivas. Lo ejemplo de este tipo de amuletos, es usado por los ninos en el Lhocó. i m i 1 ulunendo y en Quibdó, los pequeños llevan al cuello una pequeña bolsita para evitar el ojeo. Los expertos en elaborarlas han puesto en ellas 7

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subs tancias picantes, reducidas a polvo y lulnbudus con la oración mágica que las dota de la virtud de precaver al ruño de! ojea y de devolver ía acción mágica nociva a su autor, causándole lesiones en los ojos/’"

Ot ras formas preventivas para los adultos consisten en portar objetos de inuy variadas clases, dotados de tal cualidad mediante un rezo, un conjuro. O son substancias que por su nulurulczu poseen esta virtud, flay algunos que tienen un uso muy amplio, y popular­mente se apodan "contras para la buena suerte", Ellos dan fortuna, libran de la enfermedad en general, evitan que tengan é\íto las trampas de Jos enemigos, dañan a quien murmure o critique a su dueño, atraen amigos y, particularmente, dan éxito en las relaciones amorosas, porque dotan a quien posee el amuleto de la cualidad de hacerse muy atractivo para el sexo opuesto. Tales son, por ejemplo, el "qucrcme" {líquidos o solidos), ríe um> generalizado vn Ja zona minera de Antioqnia, en la porción ribereña Je! tío Mug- dalena en los Departamentos de Antioquia, Caldas y los del litoral, lambién se le halla en las regiones limítrofes tic tos \eeino-. de! Chocó y en él mismo. E l chamico y el nido de nwcua, aunque tienen las cualidades iniciales contra la enfermedad, se especializan en dar éxito amoroso, fin Bogotá, entre el gremio de expendedores en las plazas públicas, es común el uso de las llamadas congos, que evitan que Sus dueños adquieran la enfermedad y les dan suerte en el negocio/0

También tienen mucho éxito y extensión las formas preventivas mágicas representadas en el uso de plantas. En el altiplano bogotano, en Boyacá, la zona limítrofe santandereana, y en Bogotá se usa cultivar plantas aromáticas de doble acción: una curativa, tomada en infusión; y otra preventiva, que obra por su sola existencia en el hogar. Tal es el caso acostumbrado de tener en casa siete plantas de esta doble cualidad: menta, romero, tomillo, mirto, yerbubuena, matricaria y diosnie. Esta es reemplazada por mejorana, en algunos casos. Con frecuencia, cuando a pesar de su presencia la enfermedad se presenta, se cogen tres hojas o cogollos de cada una y se maceran antes de ponerlas dentro de agua tibia. Después de un rato, se procede a "sacar la enfermedad” rociando esta agua, comenzando desde la puerta externa hacia adentro. Pasado un rato, que permite obrar a las plantas mágicas, se barre del interior hacía afuera, para que los males abandonen la vivienda. En esta misma forma se saca ¡a pobreza, o la mala suerte, afirman las clases populares capitalinas donde he visto usarla."0 En el Huila, Neiva, Pitalito, Gigante, Cain- poalegre, es de uso común prevenir la enfermedad mágica colocando en el centro de la habitación principal de Ja vivienda, una mata de zábila. Cuando se pone negra, se seca, hecho muy poco común, es porque ha recibido la acción mágica de un enemigo de los habitan­tes, que ha querido enfermarlos. También expresa un hecho semejan­te, sí se cae alguna hoja. Debe reponerse inmediatamente porque

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poderosos enemigos asedian la vida de la familia. Otras formas pre­ventivas, muy extendidas, son las oraciones. E l folclor colombiano ha recogido muchas de ellas. En algunas zonas se conocen como elementos populares curiosos, pero en otras, ellas tienen una pode­rosa valoración para evitar la enfermedad. Y son recitadas juicio­samente cada día o en momentos que se consideran de peligro. Poseer una de estas formas de prevención es altamente cotizada.61

También son formas de evitar la enfermedad en nuestras clases adictas a ía medicina mágica, el impedir que una persona (particu­larmente los niños), animal o, bien, cualquiera pueda ser objeto de la admiración o de la envidia. Se desgracia, dicen en Santander y en el Hutía los campesinos, lo que significa que enferma, muere o se pierde para su dueño. Por lo general es la muerte lo que acocha a través de esta admiración o codicia. Tal creencia lince que el bubilnntc del campo ante la insistencia de un comprador, venda a regañadientes el animal que le admiran porque supone que sí no lo hace morirá, y refieren, ante las objeciones que se les presentan, multitud de casos que ejemplarizan la situación magioa. En las zonas donde la presencia de infantes rubios, ojiazules y blancos es poco común, la gente del pueblo cree que son especialmente sensi­bles a recibir el influjo dañino de la enfermedad de un enemigo de la familia, o simplemente u suscitar admiración o envidia."-

Finalmente quiero citar una forma preventiva muy particular, que se cumple en el altiplano nariñense con los infantes. A llí —y en un pasado cercano, en las comunidades del (.'auca—, sobre la niñez se ejerce una angustiosa protección, que requiere la presencia inme­diata de la madre para conservar sano e! niño de pocos meses. En estas comunidades la “ madre adquiere, entonces, el papel de fuerza preventiva; de la acción protectora, que inutiliza la posibilidad maléfica que asedia por todas partes y que no se atreve a actuar ante la presencia maternal. Tul situación es la que explica *-■; esta zona el largo contacto físico de la progenitor» con sus descen­dientes. E l que no se interrumpe, propiamente, la gestación con el nacimiento, porque la cercanía inmediata de la madre es vital para el niño, casi en la forma que para el feto lo os t*l ambiente materno’’.'111

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LOS PROGRESOS DEL PENSAMIENTO

Jean Piaget

IV

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B. Los progresos del pensamiento

Cuando Jas formas egocéntricas de causalidad y de representación del mundo, es decir, las que están calca­das sobre la propia actividad, comienzan a declinar bajo la influencia de los factores que acabamos de ver, sur­gen nuevas formas de explicación que en cierto sentido proceden de las anteriores, aun cuando las corrigen. Es sorprendente observar que, entre las primeras que apa- recen, hay algunas que presentan un notable parecido con las que dan los griegos, precisamente en la épo :n de decadencia de las explicaciones propiamente mitoló­gicas.

Una de las formas más simples de esos nexos racio­nales de causa a efecto es la explicación por identifica­ción. Recuérdense el animismo y el artificialismo entre­mezclados del período anterior. En el caso del origen de los astros (problema que es raro plantear a los niños pero que ellos espontáneamente suscitan a menudo), estos tipos primitivos de causalidad conducen a decir, por ejemplo, que “ el sol ha nacido porque hemos nacido nosotros” y que “ ha crecido porque nosotros hemos crecido” . Ahora bien, cuando este egocentrismo elemen-

. tal se halla en decadencia, el niño, sin dejar de alimen­tar la idea del crecimiento de los astros, habrá de con­siderarlos como producidos, no ya por una construcción humana o antropomórfica, sino por otros cuerpos natu­rales cuya formación parece más clara a primera vista: así es como el sol y la luna han salido de las nubes, son pequeños retazos de nubes encendidas que han crecido (¡y “ las lunas" crecen todavía con frecuencia ante nues­tros ojos!). Las nubes a su vez han salido del humo o del aire. Las piedras están formadas de tierra y la tierra de agua, etc., etc. Cuando finalmente los cuerpos ya no son considerados como seres que'crecen de la misma

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forma que los seres vivos, estas filiaciones no se le an­tojan ya al niño como procesos de orden biológico, sino como transmutaciones propiamente dichas. Se ve bas­tante bien el parentesco de estos hechos con las expli­caciones por reducción de las materias unas a otras que imperaban en la escuela de Mileto (aunque la “ natura­leza" o “physis" de las cosas fuera para estos filósofos una especie de crecimiento y su “hylozoísmo" no es­tuviera muy alejado del animismo infantil).

Pero, ¿en qué consisten estos primeros tipos de ex­plicación? ¿Hay que admitir que en los niños este ani­mismo cede directamente el paso a una especie de cau­salidad fundada en el principio de identidad, como si el célebre principio lógico rigiese desde el primer momento la razón tal como ciertas filosofías nos han invitado a creer? Es cierto que estos desarrollos constituyen la prueba de que la asimilación egocéntrica, principio del animismo, del finalismó y del artificialismo, está en vías de transformarse en asimilación racional, es decir, en estructuración de la realidad por la razón misma, pero dicha asimilación racional es mucho más com­pleja que una pura y simple identificación.

Si, en efecto, en lugar de seguir a los niños en sus preguntas acerca de esas realidades lejanas o imposibles de manipular, como son los astros, las montañas y las aguas, en relación a las cuales el pensamiento no puede pasar de ser verbal, les preguntamos acerca de hechos tangibles y palpables, habremos de descubrir cosas aún más sorprendentes. Descubrimos que, a partir de los siete años, el niño es capaz de construir explicaciones propiamente atomísticas, y ello en la época en que co­mienza a saber contar, Pero, para prolongar nuestra comparación, recordemos que los griegos inventaron el atomismo poco después de haber especulado sobre la transmutación de las substancias, y notemos sobre todo que el primer atomista fue sin duda Pitágoras, él que creía en la composición de los cuerpos a base de nú­meros materiales,'o puntos discontinuos de substancia. Claro está que, salvo muy raras excepciones (que, sin embargo, existen), el niño no generaliza y difiere de los filósofos griegos por el hecho de que no construye nin­gún sistema. Pero cuando ia experiencia se presta a ello, recurre perfectamente a un atomismo explícito e in­cluso muy racional.

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La experiencia más sencilla a este respecto consiste en presentar al niñp dos vasos de agua de formas pareci­das y dimensiones iguales, llenos hasta las tres cuo/tua partes. En uno de los dos, echamos dos terrones de azúcar y preguntamos al niño si cree que el agua va a subir. Una vez echado el azúcar, se observa el nuevo nivel y se pesan los dos vasos, con el fin de hacer notar que el agua que contiene el azúcar pesa más que la otra. Entonces, mientras el azúcar se disuelve, preguntamos: 1.° si, una vez disuelto, quedará algo en el agua; 2.° si el peso seguirá siendo mayor o si volverá a ser igual al del agua clara y pura; 3.° si el nivel del agua azucarada bajará de nuevo hasta igualar el del otro vaso o sí per­manecerá tal y como está. Preguntamos el porqué de to­das las afirmaciones que hace el niño y luego, una vez terminada la disolución, reanudamos la conversación sobre la permanencia del peso y del volumen (nivel) del agua azucarada. Las reacciones observadas en las dis­tintas edades han resultado extremadamente claras, y su orden de sucesión se ha revelado tan regular que esf ; preguntas han podido pasar a ser un procedimiento de diagnóstico para el estudio de los retrasos mentales. Ln primer lugar, los pequeños (de menos de siete años) nie­gan en general toda conservación del azúcar disuelto, y a fortiori la del peso y el volumen que éste implica. Para ellos, el hecho de que el azúcar se disuelva supone su completa aniquilación y su desaparición del mundo de lo real. Es cierto que permanece el sabor del agua azucarada, pero según los mismos sujetos, este sabor habrá de desaparecer al cabo de varias horas o varios días, igual que un olor o más exactamente igual que una sombra rezagada, destinada a la nada. Hacia los siete años, en cambio, el azúcar disueíto permanece en el agua, es decir, que hay conservación de la-substancia, Pero, ¿bajo qué forma? Para ciertos sujetos, el azúcar se convierte en agua o se licúa transformándose en un jarabe que se mezcla con el agua; ésta es la explicación por transmutación de la que hablábamos más arriba. Mas, para los más avanzados, ocurre otra cosa. Según el niño, vemos cómo el terrón se va convirtiendo en “ pequeñas migajas" durante la disolución: pues bien, basta admitir que estos pequeños “ trozos" se hacen cada vez más pequeños, y entonces comprenderemos que existen siempre en el agua en forma de “bolitas” invisibles. “Esto es lo que da el sabor azucarado” , aña­

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den dichos sujetos. El Atomismo ha nacido, pues, bajo la forma de una “metafísica del polvo” , como tan gra­ciosamente dijo un filósofo francés, Pero se trata de un atomismo que no pasa de ser cualitativo, ya que esas “bolitas” no tienen peso ni volumen y el niño espera, en el fondo, la desaparición del primero y el descenso del nivel del agua después de la disolución. En el curso de una etapa siguiente, cuya aparición se observa alre­dedor de los nueve años, el niño hace el mismo razona­miento por lo que respecta a la substancia, pero añade un progreso esencial; las bolitas tienen cada una su peso y si se suman estos pesos parciales, se obtiene de nuevo el peso de los terrones que se han echado. En cambio, siendo capaces de una explicación tan sutil para afirmar a priori la conservación del peso, no acier­tan a captar la del volumen y esperan todavía que e! nivel descienda después de la disolución. Por último, hacia los once o doce años, el niño generaliza su esque­ma explicativo al volumen mismo y declara qué, puesto que las bolitas ocupan cada una un pequeño espacio, la suma de dichos espacios es igual a la de los terrones iniciales, de tal manera que el nivel no debe descender.

Éste es, pues, el atomismo infantil. Este ejemplo no es único. Se obtienen las mismas explicaciones, aunque en sentido inverso, cuando se hace dilatar delante del niño un grano de maíz americano puesto encima de úna placa caliente: para los pequeños, ia sustancia aumen­ta; a los 7 años, se conserva sin. aumento, pero se hincha y el peso varía; a fos 9-10 años, el peso se conserva, pero no el volumen, todavía, y hacía los 12 años, dado que la harina se compone de granos invisibles de vo­lumen constante, éstos se separan, simplemente, ¡por aire caliente que llena los intersticios!

Este atomismo es notable no tanto a causa de la representación de los gránulos, sugerida por la expe­riencia del polvo o de la harina, cómo en función del proceso deductivo de composición que revela: el todo es explicado por la composición de las partes, y ello supone una serie de operaciones reales de segmenta­ción o partición, por una parte, y de reunión o adición, por otra, así como desplazamientos por concentración o separación (¡igual que para los presocráticos!). Su­pone además y sobre todo verdaderos principios de con­servación, lo cual pone realmente de manifiesto que las operaciones en juego están agrupadas por sistemas ce-

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irados y coherentes, de los que estas conservaciones re­presentan los “ invariantes".

Las nociones de permanencia de las que acabamos de ver una primera manifestación son sucesivamente las de la substancia, el peso' y el volumen. Pero es fácii encontrarlas también en otras experiencias. Darnos, por ejemplo, al niño dos bolitas de pasta para modelar, de las mismas dimensiones y peso. Una se convierte luego en una torta aplastada, en una salchicha o en varios pedazos: antes de los siete años, el niño cree entonces que la cantidad de materia ha variado, al igual que el peso y el volumen; hacia los siete-ocho años, admite la constancia de la materia, pero cree todavía en la va­riación de las otras cualidades; hacia los nueve años, reconoce la conservación del peso pero no la del volu­men, y hacia los once-doce, por último, también la de éste (por desplazamiento del nivel en caso de inmersión de los objetos en cuestión, en dos vasos de agua). Es fácil, sobre todo, demostrar que, a partir de los siete años, se adquieren sucesivamente otros muchos prin­cipios de conservación que jalonan el desarrollo del pen­samiento y estaban completamente ausentes en los pe­queños: conservación de las longitudes en caso de de­formación de los caminos recorridos, conservación de las superficies, de los conjuntos discontinuos, etc., etc. Estas nociones de mvariucíón son el equivalente, en el terreno del pensamiento, de lo que antes hemos visto para la construcción sensorio-motriz con el esquema del “ objeto” , invariante práctico de la acción.

Pero, ¿cómo se elaboran estas nociones de conser­vación, que tan profundamente diferencian el pensa­miento de la segunda infancia y el de la que precede a los siete años? Exactamente igual que el atomismo, o, parasdecirlo de una forma más general, que la explica­ción causal por composición partitiva: resultan de un juego de operaciones coordinadas entre sí en sistemas de conjunto que tienen, por oposición al pensamiento intuitivo de la primera infancia, la propiedad esencial de ser reversibles. En efecto, la verdadera razón que lleva a los niños del periodo que estamos estudiando a admitir la conservación de una substancia, o de un peso, etc., no es la identidad (los pequeños ven tan bien como los mayores que “ no hemos añadido ni qui­tado nada"), sino la posibilidad de una vuelta rigurosa al punto de partida: la torta aplastada pesa tanto como

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la bola, dicen, porquer se puede volver a hacer una bola con la torta. Veremos más adelante la significación real de estas operaciones cuyo resultado consiste en corregir la intuición perceptiva, siempre víctima de las ilusiones del punto de vista momentáneo, y, por consiguiente, en “descentrar" el egocentrismo, por así decir, para trans­formar las relaciones inmediatas en un sistema cohe­rente de relaciones objetivas.

Pero señalemos también las grandes conquistas del pensamiento así transformado: la del tiempo (y con él la de la velocidad) y la del espacio mismo concebidos, por encima de la causalidad y las nociones de conserva­ción, como esquemas generales del pensamiento, y no ya simplemente como esquemas de acción o de intuición.

E l desarrollo de las nociones de tiempo plantea, en la evolución mental del niño, los problemas más curio­sos , en conexión con las cuestiones que tiene planteadas la ciencia más reciente. A todas las edades, por supues­to, el niño sabrá decir de un móvil que recorre el ca­mino A-B-C... que se hallaba en A “ antes" de estar en B o en C y que necesita "más tiempo” para recorrer el trayecto A-C que el trayecto A-B. Pero a esto aproxi­madamente se limitan las intuiciones temporales de la primera infancia y, si proponemos la comparación de dos móviles que siguen caminos paralelos pero a ve­locidades desiguales, observamos que: l.u, los peque­ños no tienen la intuición de la simultaneidad de los puntos de parada, porque no comprenden la existencia de un tiempo común a ambos movimientos; 2.°, no tienen la intuición de la igualdad de ambas duraciones sincrónicas, justamente por la misma razón; 3.u, no re­lacionan siquiera las duraciones con las sucesiones: ad­mitiendo, por ejemplo, que un niño X es más joven que un niño Y, ello no les lleva a pensar que el'segundo haya nacido necesariamente "después” del primero. ¿Cómo se construye, pues, el tiempo? Por coordinacio­nes de operaciones análogas a las que acabamos de ver: clasificación por orden de las sucesiones de aconteci­mientos, por una parte, y encajamiento de las duracio­nes concebidas como intervalos entre dichos aconteci­mientos, por otra, de tal manera que ambos sistemas sean coherentes por estar ligados uno a otro.

En cuanto a la velocidad, los pequeños tienen a cualquier edad la intuición correcta de que si un móvil adelanta a otro es porque va más de prisa que éste.

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Pero basta que deje de haber adelantamiento visible (al ocultarse los móviles bajo túneles de longitud des­igual o al ser las pistas desiguales circulares y concén­tricas), para que la intuición de la velocidad desaparez­ca. La noción racional de velocidad, en cambio, conce­bida como una relación entr el tiempo y el espacio recorrido, se elabora en conexión con el tíémpo hacía aproximadamente los ocho años.

Veamos finalmente la construcción del espacio, cuya importancia es inmensa, tanto para la comprensión de las leyes del desarrollo como para las aplicaciones pe­dagógicas reservadas a este género de estudios. Desgra­ciadamente, si bien conocemos más o menos el desarro­llo de esta noción bajo su forma de esquema práctico durante los dos primeros años, el estado de las investi­gaciones que se refieren a la geometría espontánea del niño dista mucho de ser tan satisfactorio como para las nociones precedentes. Todo lo que se puede decir es que las ideas fundamentales de orden, de continuidad, de distancia, de longitud, de medida, etc., etc., no dan lugar, durante la primera infancia, más que a intuicio­nes extremadamente limitadas y deformadoras. El es­pacio primitivo no es ni homogéneo ni isótropo (presen­ta dimensiones privilegiadas), ni continuo, etc., y, so­bre todo, está centrado en el sujeto en lugar de ser re- presentable desde cualquier punto de vista. De nuevo nos encontramos con que es a partir de los siete años cuando empieza a construirse un espacio racional, y ello mediante las mismas operaciones generales, de las que vamos a estudiar ahora la formación en sí mismas.

C. Las operaciones racionales

A la intuición, que es la forma superior de equili­brio que alcanza el pensamiento propio de la primera infancia, corresponden, en el pensamiento ulterior a los siete años, las operaciones. De ahí que el núcleo ope­ratorio de la inteligencia merezca un examen detallado que habrá de darnos la clave de una parte esencial del desarrollo mental.

Conviene señalar ante todo que la noción de ope­ración se aplica a realidades muy diversas, aunque per­fectamente definidas. Hay operaciones lógicas, como

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las que entran en la composición de un sistema de con­ceptos o clases (reunión de individuos) o de relaciones, operaciones aritméticas (suma, multiplicación, etc., y sus contrarias), operaciones geométricas (secciones, des­plazamientos, etc.), temporales (seriación de los acon­tecimientos, y, por tanto, de su sucesión, y encajamien­to de los intervalos), mecánicas, físicas, etc. Una ope­ración es, pues, en primer lugar, psicológicamente, una acción cualquiera (reunir individuos o unidades nu­méricas, desplazar, etc.), cuya fuente es siempre mo­triz, perceptiva o intuitiva. Dichas acciones que se ha­llan en el punto de partida de las operaciones tienen, pues, a su vez como raíces esquemas sensorio-motores, experiencias efectivas o mentales (intuitivas) y consti­tuyen, antes de ser operatorias, la propia materia de la inteligencia sensorio-motriz y, más tarde, de la intui­ción. ¿Cómo explicar, por tanto, el paso de las intui­ciones a las operaciones? Las primeras se transforman en segundas, a partir del momento en que constituyen sistemas de conjunto a la vez componibles y reversibles. En otras palabras, y de una manera general, las accio­nes se hacen operatorias desde el momento en que dos acciones del mismo tipo pueden componer una tercera acción que pertenezca todavía al mismo tipo, y estas di­versas acciones pueden invertirse o ser vueltas del re­vés: así es cómo la acción de reunir (suma lógica o suma aritmética) es una operación, porque varias reuniones sucesivas equivalen a una sola reunión (composición de sumas) y las reuniones pueden ser invertidas y trans­formadas así en disociaciones (sustracciones).

Pero es curioso observar que, hacia los siete años, se constituyen precisamente toda una serie de sistemas de conjuntos que transforman las intuiciones en opera­ciones de todas clases, y esto es lo que explica las trans­formaciones del pensamiento más arriba analizadas. Y, sobre todo, es cprioso ver cómo estos sistemas se forman a través de una especie de organización total y a menudo muy rápida, dado que no existe ninguna ope­ración aislada, sino que siempre es constituida en fun­ción de la totalidad de las operaciones del mismo tipo. Por ejemplo, un'concepto o una clase lógica (reunión de individuos) no se construye aisladamente, sino ne­cesariamente dentro de una clasificación de conjunto de la que representa una parte. Una relación lógica de familia (hermano, tío, etc.) no puede ser comprendida

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si no es en función de un conjunto de relaciones análo­gas cuya totalidad constituye un sistema de parentes­cos. Los números no aparecen independientemente unos de otros (3, 10, 2, 5, etc,), sino que son comprendidos únicamente como elementos de una sucesión ordena­da: 1, 2, 3..., etc. Los valores no existen más que en función de un sistema total, o “ escala de valores", una relación asimétrica, como, por ejemplo, B < C no es inteligible más que si la relacionamos con una sedación de conjunto posible: 0 < A < B < C < D..., etc. Aho­ra bien, y 'esto es más curioso todavía, los sistemas de conjunto' no se forman en el pensamiento del niño si no es en conexión con una reversibilidad precisa de estas operaciones, y de esta forma adquieren inmediatamente una estructura definida y acabada.

Un ejemplo particularmente claro es justamente el de la sedación cualitativa A < B < C..., etc. A cual­quier edad, un niño sabrá distinguir dos bastoncillos por su longitud y juzgar que el elemento B es más gran­de que A. Pero ello no es, durante la primera infancia, más que una relación perceptiva o intuitiva, y no una operación lógica. En efecto, si mostramos en primer lugar A < B, y luego los dos bastoncillos B < C, pero ocultando A debajo de la mesa, y preguntamos si A (que acaba, por lo tanto, de ser comparado a B) es más grande o más pequeño que C (que está encima de la mesa con B), el niño se niega a contestar (siempre que las diferencias no sean naturalmente demasiado grandes y no subsistan en la memoria ligadas a las imá­genes-recuerdos) y pide que le sean mostrados juntos, porque no sabe deducir A < C de A < B y B < C. Pero, ¿cuándo sabrá efectuar esta deducción? Cuando sepa construir una serie o escala de bastoncillos enci­ma de la mesa, y, cosa curiosa, no lo consigue antes de los seis o siete años. Naturalmente, sabrá muy pron­to ordenar bastoncillos de longitudes muy distintas unas de otras: pero entonces construye simplemente una es­calera, es decir, una figura perceptiva. En cambio, si las longitudes no son muy diferentes y hay que com­parar cada vez los elementos dos a dos para ordenar­los, el niño pequeño empieza a colocarlos simplemente por parejas C E ; A C ; B D , etc., sin coordinar estas parejas entre sí; luego hace pequeñas series de tres o cuatro elementos, pero sigue sin coordinarlas entre sí; luego consigue colocar la serie entera, pero de forma

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vacilante y por aproximación, y no sabe intercalar nue­vos elementos distintos, una vez construida la primera serie total. Finalmente, y ello no antes de los seis años y medio o siete, descubre un método operatorio, que consiste en buscar primero el elemento más pequeño de todos, luego cada vez el más pequeño de los que quedan, y así consigue construir su serie total sin aproxi­maciones ni errores (y puede intercalar después nuevos elementos). Entonces es cuando se convierte, por el hecho mismo, en capaz del razonamiento: A < B; B < C, luego A < C. Ahora bien, inmediatamente se advierte que esta construcción supone la operación in­versa (la reversibilidad operatoria): cada término es concebido a la vez como más pequeño que todos los que le siguen (relación <) y como más grande que to­dos los que le preceden (relación >) y ello es lo que le permite al sujeto hallar su método de construcción, así como intercalar nuevos elementos después que la pri­mera serie total haya sido construida.

Ahora bien, es de gran interés observar que, si las operaciones de seriación (coordinación de las relacio­nes asimétricas) son descubiertas, como hemos visto, hacia los siete años por lo que se refiere a las longitu­des o dimensiones dependientes de la cantidad de la materia, hay que esperar a ios nueve años por término medio para obtener una seriación análoga de los pesos (a iguales dimensiones: por ejemplo, bolas del mismo tamaño pero de pesos diferentes) y a los once o doce para obtener la de los volúmenes (a través de la inmer­sión en el agua). También hay que esperar a los nueve años para que el niño pueda’ concluir A < C si A < B y B < C, en el terreno del peso y a los once o doce en el del volumen. Es, pues, evidente que estas operacio­nes están en estrecha conexión con la construcción mis­ma de dichas nociones de peso y de volumen y especial­mente con la elaboración de los principios de conserva­ción que les son relativos (véase más arriba).

Un segundo ejemplo de sistema total de operaciones está constituido por la coordinación de las relaciones simétricas, en particular de las relaciones de igualda­des; A= B; B = C, luego A = C. Pero aquí hay nue­vos sistemas de conjunto relacionados con la construc­ción misma de estas nociones. Aparecen a partir de los siete años para las longitudes y cantidades simples, pero hay que esperar a los nueve años para las igualdades

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de peso, y a los doce para las de volumen. He aquí un ejemplo relativo a los pesos. Damos al niño diversas barras A = B = C..., de las mismas formas, dimensiones y pesos, luego le presentamos varios pedazos de plomo, piedra, etc., de formas diferentes, pero todos del mis­mo peso que las barras. E l niño compara el plomo a la barra A y, con gran sorpresa, observa dos pesos ¡guales en la balanza. Admite, por otra parte, la igual­dad de peso entre las barras A y B. Le preguntamos entonces si B pesa igual o no que el pedazo de plomo. Pues bien, hasta los ocho años y medio o los nueve, se niega a admitir de antemano esta igualdad y ¡hay que esperar a la edad de coordinación de todas las relacio­nes de peso para que sea capaz de esta composición reversible!

Un ejemplo particularmente sugestivo de composi­ción de las relaciones simétricas es el del “ hermano". Un pequeño de cuatro o cinco años (llamémosle Pablo) tiene un hermano, Esteban: preguntémosle si su her­mano Esteban tiene a su vez un hermano, ¡y observa ~- mos que con frecuencia el pequeño lo niega! La razón invocada es, en general, la siguiente: “No somos más que dos en la familia y Esteban no tiene ningún herma­no," Aquí vemos como al desnudo ese egocentrismo intelectual que caracteriza al pensamiento intuitivo: al no saber salir de su propio punto de vista para consi­derarse a sí mismo desde el punto de vista del otro, el niño comienza por negar la simetría de la relación de hermano, y ello por falta de reciprocidad ( = reversibi­lidad simétrica). Se comprende inmediatamente cómo la coordinación lógica u operatoria de este tipo de re­laciones se halla relacionada con la coordinación social de los individuos o con la de los puntos de vista intui­tivos sucesivamente vividos por un mismo individuo.

Veamos ahora el sistema esencial de operaciones lógicas que permite engendrar las nociones generales o “ clases” y que constituye así toda clasificación. E l prin­cipio que lo rige es simplemente el encajamiento de las partes en el todo, o, inversamente, la extracción de las partes en función del todo. Ahora bien, también aquí conviene no confundir las totalidades intuitivas o sim­ples colecciones de objetos con las totalidades opera­torias o clases propiamente lógicas. Una experta fácil de reproducir muestra hasta qué punto la construc­ción de las últimas es más tardía de lo que puede pa­recer y cómo está ligada de nuevo a la reversibilidad

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del pensamiento. Presentemos al sujeto una caja abierta conteniendo una veintena de cuentas marrones y dos o tres blancas, todas de madera, y preguntémosle sim­plemente, después de haberle hecho observar este úl­timo dato (mediante la manipulación), si hay en la caja más cuentas de madera que cuentas marrones. Pues, bien, la gran mayoría de los pequeños, antes de los siete años, no consiguen responder otra cosa que: “Hay más marrones” , porque en la medida en que disocian el todo (“ todas de madera” ) en dos partes, ya no alcan­zan a comparar una de las partes con el todo mental­mente destruido y se limitan a compararla con la otra parte. En cambio, hacía los siete años esta dificultad, debida a la intuición perceptiva, se atenúa y el todo es comparable ya a una de sus partes, puesto que cada parte es concebida en adelante en función del todo justamente (una parte = el todo menos las otras partes, por intervención de la operación inversa),

Podemos preguntarnos, por último, cómo se cons­truyen el número en sí mismo y las operaciones pro­piamente aritméticas. Sabemos que durante Ja primera infancia sólo los primeros números son accesible al su­jeto porque son números intuitivos que corresponden a figuras perceptibles, La serie indefinida de los núme­ros y, sobre todo, las operaciones de suma (y su inversa la resta) y de multiplicación (con su inversa, la división) no son, en cambio, accesibles por término medio hasta después de los siete años. El motivo de ello es sencillo: el número es, en realidad, un compuesto de algunas de las operaciones antedichas y supone, por consiguiente, su construcción previa. Un número entero es, en efecto, una colección de unidades iguales entre sí, y, por lo tanto, una clase cuyas subclases se hacen equivalente» mediante la supresión de las cualidades; pero es al mis­mo tiempo una sucesión ordenada, y por ende, una seriación de las relaciones de orden. Su doble natura­leza de cardinal y de ordinal resulta de una fusión de los sistemas de encajamiento y de seriación lógicos y esto es lo que explica que aparezca ai mismo tiempo que las operaciones cualitativas. Se comprende ahora por qué las correspondencias término a término que hemos analizado más arriba (II Q son intuitivas duran­te toda la primera infancia: no se convierten en opera­torias, y, por consiguiente, en susceptibles de consti­tuir operaciones numéricas, hasta el momento en que

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el niño es capaz de manejar simultáneamente las ope­raciones de sedación de las fichas y de encajamiento de las partes en los todos (clases); sólo entonces la co­rrespondencia supone la equivalencia duradera de las colecciones correspondientes y engendra, precisamente por ello, los números.

Una conclusión general se impone; el pensamiento del niño se convierte en lógico únicamente por la orga­nización de sistemas de operaciones que obedecen ¡t leyes de conjunto comunes; 1." Composición; dos ope­raciones de un conjunto pueden componerse entre sí y su resultado ser una operación perteneciente a ese mis­mo conjunto. (Ejemplo: +1 + 1=+2.) 2,° Reversibi­lidad: toda operación puede ser invertida. (Ejemplo: +1 se invierte en — 1.) 3.° La operación directa y su inversa tienen como resultado una operación nula o idéntica. (Ejemplo: +1 — 1=0.) 4,° Las operaciones pueden asociarse entre sí de todas las maneras. Esta estructura general, que los matemáticos llaman “gru­pos” , caracteriza a todos los sistemas de operaciones que antes hemos descrito, con la salvedad de que, en los terrenos lógicos o cualitativos (seriaciórt de las re­laciones, encajamientos de clases, etc.), las condicio­nes (3) y (4) presentan ciertas particularidades debidas al hecho de que una clase c relación añadida a sí mis­ma no se modifica; puede hablarse entonces de agrupa- miento, noción más elemental y más general aún que la de grupo. Hay que admitir, pues, que el paso de la intuición a la lógica o a las operaciones matemáticas se efectúa durante la segunda infancia por la construc­ción de agrupamientos y grupos, es decir que las nocio­nes y relaciones no pueden construirse aisladamente, sino que son organizaciones de conjunto en las cuales todos los elementos son solidarios y se equilibran entre sí. Esta estructura propia de la asimilación mental de orden operatorio asegura al espíritu un equilibrio muy superior al de la asimilación intuitiva o egocéntrica, ya que la reversibilidad adquirida traduce un equilibrio permanente entre la asimilación de las cosas por el es­píritu y la acomodación del espíritu a las cosas. De ahí que cuando se libera de su punto de vista inmediato para “agrupar’’ las relaciones, el espíritu alcanza un estado de coherencia y de no-contradicción paralela a lo que, en el plano social, representa la cooperación (ver A), que subordina el yo a las leyes de la recipro­cidad.

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INVESTIGACIONES POST-PIAGETIANAS

Rebeca Puchi

V

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REBECA PUCHE N. Introducción.

Hablar de Invest igac iones Post-P iagettanas y ú t i l l i a r esa fórmula como su b t i tu lo de 1 os temas Cognición y D esa rro l lo , no es e l e fe c to ni de un a ta r , ni de una s o f i s t i c a c ió n que con terminologías rebuscadas tra tan de despe r ta r nuevas mo­das en el ámbito de nuestra p rá c t i c a p s ic o ló g ic a , £1 sen­tido fundamental de ese t i t u l o y de esa formulación es el de p r i v i l e g i a r en forma del iberada y muy s is tem át ica el pro­ceso de transformaciones y cambios su s ta n c ia le s que revelan las nuevas invest igac iones en el campo c o g n i t l v o .

Cualquier l e c tu ra cuidadosa de la producción de in v e s t ig a ­ciones y trabajos de las d is t in t a s v e r t i e n te s in ve s t fg a t i- vss ( l a ang 1 o-sa Jona, la de t ra d ic ió n f r a n c e s a , e t c . ) de los últimos 1S años, p e rm it i r í a l e v a n ta r un in ve n ta r io de tópicos que mostrarla el lugar que ha venido a ocupar el área de la cognición y del d es a r ro l lo co g n i t l v o \_/. Dentro de ese conjunto de inves t ig ac io nes , aque l la s que t ienen una f i l i a c i ó n con la teo r ía e s t r u c tu r a 1 -genét ica no son pocas aunque en ocasiones esta f i l i a c i ó n sea la de e s tab lece r una d is tanc ia c r i t i c a . De alguna manera la p s ic o lo g ía p iaget iana const ituye una re fe renc ia y lo Importante para nuestro

quehacer a c t u a l , es el de comprender la transformación que ese campo c o g n i t l v o parece tomar, a p a r t i r de la propuesta de P i s g e t .

1/ El l e c to r podría r e v i s a r la a p a r ic ió n de r e v i s ta s prác­ticamente dedicadas al área co g n i t i v a y cuyas fechas de apar ic ión in i c ia n la década del 70. Es el caso de Cognitfon, Cognit ive Psycho logy, Cahiers de Ps lcho log le Cognft ive , e tc .

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La cognición para P lage t se p lantea como el problema mismo del conocimiento y se formula como el estud io de la cons­trucción del conocimiento y por lo tanto del d es a r ro l lo de ese conocimiento, en forma más e sp e c i f ic a la manera de es­tudiar ese proceso, le const ituye la búsqueda de las r e l a ­ciones que se dan entre los objetos que ese su je to qu iere conocer. Esa problemática va a determinar entonces une cierta manera de abordar metodológicamente las s i tuac iones de estudio y una c i e r t a manera de a n a l iz a r ese proceso.

Por su parte el problema del d es a r ro l lo en P lage t se co n c i ­be a p a r t i r del estadio f in a l de la evo lución y de un mode­lo acabado. Ho es entonces el problema del d es a r ro l lo en SÍ mismo lo que se estud ia , s ino la v is ión que Impone ese desarrollo v is to en su momento f i n a l . Cada etapa se d e f i ­nirá en función de la presencia o ausencia que c a ra c te r iz an el estadio último y las aparic iones re l le v a n te s serán aquellas que Id e n t i f i c a n el f i n a l del d esa r ro l lo .

Esos dos campos: el de la cognición y el de los problemas del desarrollo y sobre todo esa forma de abordar los: a part ir del mítodo es t ruc tu ra l genét ico , contienen los pará ­metros claves sobre los que se puede esquematizar los cam­bios que d istancian las Invest igac iones p lag e t lanas , de las Investigaciones que aquí llamamos postptaget i anas .

Todo sucede como s1 en el estado actual de nuestros conoc i ­mientos y de la Invest igac ión se reconocieran Im plíc i tamen­te los momentos fundamentales de un extenso proyecto y a

part ir de el los se qu is iera p re c is a r , aóadtr , retomar, en ocasiones corregir , y casi siempre complementar, a p a r t i r de nuevas Invest igaciones y nuevos resu ltados , lo que esos dos momentos defin ieron y de esa manera entra r a formar parte de ese enorme trabajo co le c t i vo que const ituye la Ciencia-ps Icol Ógica hoy en d ía .

El campo de la cognic ión, como uno de esos grandes momentos sería ese gran terreno donde se entra a p re c is a r e l problema de los mecanismos cognftívos en forma más d e ta l lad a . Los anális is globales se pueden descomponer y se puede pasar a estudiar la act iv idad cognittva como el estudio del t r a t a ­miento y la puesta en marcha de la tnformacfbn. Ese campo amplio y extenso que se planteaba en términos más generales se convierte cada vez más y a p a r t i r de los t raba jos ante­riores en el estudio de las condiciones de producción de las respuesta* y se concibe cada vez más como el procesa­miento mismo de la Información. Los p re ju ic io s «en ta l la- tas han sucumbido ante la pos ib i l id ad de p lan tear lo cognl-

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t i vo como el estudio de un sistema de reglas de comporta­miento y las muy v i e ja s d ivergenc ias de proyectos p s ic o ló ­gicos con rafees epistemológicas muy d iversas pueden s e r . grac ias a un mismo te r reno , menos dogmáticas y r e c a l c i t r a n ­tes .

tas grandes l íneas del d e s a r ro l lo por otra parte , c o n s t i t u ­i r í a n ese segundo momento y evidentemente e l la s p e rm it i r ían e s p e c i f i c a r y d e t a l l a r las Inves t igac iones concern ientes a los procesas evo lu t ivos del niño. Los r iesgos de abandonar t r a n s i t o r i a o provis ionalmente modelos acabados a través de los cuales segu ir el i t i n e r a r i o del d e s a r ro l lo , se com­pensan con la importancia de lo que descubre una mirada mis atenta a procesos que pueden no seguir esa curva monótona del desar ru11 o .

Las co n se rva d ones const ituyen dentro de la p s ic o lo g ía e s ­t ru c tu ra l genét ica el aporte más dec is lyo en la refomtulacifn que e l l a impuso a la p s ico log ía co gn f t lva y a la p s ic o lo g ía del d e s a r r o l lo . Tal vez por esta misma razón, el espacio co n s t i tu id o por las conservaciones t iene el mayor y el mas altamente c a l i f i c a d o número de inves t ig ac io nes alcanzado en 1 a t e o r ía pi aget i ana.

MagaII Sovet representa en este campo, lo más c l á s i c o y o r to ­doxo de las posic iones p lag e t ianas . Justamente es con las conservaciones f í s i c a s y las espaci O-témpora les que obt iene su doctorado, in ic iando los estudios t ran scu l tu ra 1 es de la escuela de Ginebra . (Ver Bovet , 1968) Posteriormente son esas conservac iones las que s i r v e n de h i l o conductor a sus traba jos sobre ap rend iza je . (Ver Inh e ld e r , S i n c l a i r , Bovet , 1974.) Todo este t raba jo s is tem át ico y esencialmente cu id a ­doso a n iv e l del diseño de las s i tuac iones experimenta les , como a n iv e l de a n á l is is de lo que esas, s i tuac iones ya con­f rontadas , reve lan a H. Bovet como un in t e r lo c u to r p r i v i ­legiado en cu a lqu ier polémica que tenga como terreno funda­mental e l problema de las conservac iones.

Gran parte de sus t raba jos , de sus dlseBos y de las e x p e r ien ­cias que e l l a ha puesto en marcha son por d e c i r lo de alguna manera, la materia prima que ha alimentado el proceso de re- v1si f in .rep l icac i f in y r e va l id a c ió n que const ituyen una de las ve r t ien tes de lo que se ha llamado la in ves t ig ac ió n post- p iaget i ana .

Efect ivamente , la ps ico log ía co g n i t lv a en genera l , a s í como la p s ico lo g ía del d e s a r ro l lo , desde los más d iversos o r ígen es , de la ang losajona, hasta la s o v i é t i c a , pasando por la europea tienen en las conservaciones su e je fundamental y a p a r t i r

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de este te rreno e s p e c í f ic o han producido un enortne volumen de datos, que en forma avasa l lado ra , sobre todo en los ifloi 70, entran a co n t ra s ta r un número c re c ie n te de veces los resultados que los p lagetlanos h ic ie ro n c l á s i c o s .

Dentro de esta co r r ie n te c r í t i c a y cues t ionadora de las con­servac iones, e l fenómeno de la precocldad de dichas conser­vaciones empieza a fo r ta le ce rs e . Se podría r e m i t i r a Bruner los primeros In ten tos en demostrar la ap a r ic ión más tempra­na de las llamadas conservaciones de los niños (B runer ,1964) Son Jacques Hehler y Tom Bever quienes en 1969 y en 1971 publicaron Inves t igac iones en las que nidos de 2 y 3 años eran capaces de conductas de "correspondencia " que se ­gún P iag e t , sólo se adquir ían hacia los 5 6 6 años (Mefiler y B e v e r . 1 9 7 1 ) .

Bryant en 1971, ( B r y a n t . 1971) continuó también con este t i ­po de Inves t ig ac io nes sobre la conservación del número, con­firmando la precocidad de esas conductas, reve ladas por H e h l e r , y B e v e r ,

Hargaret Oonaldson y HacGarr ig le desde 1974 y poster iormente, dieron lugar a toda una se r le de t rab a jos en los que demos­traron que la precocidad de dichas conductas respecto de la conservación dependía fundamentalmente de la s i g n i f i c a c i ó n espec ia l que los sujetos a t r ibu ían a la s i tu a c ió n .

La l i s t a de invest igadores podría seguirse ampliando y el número de resu ltados también. S1n embargo, no es el número de Inves t igac iones ni de resultados lo que aquí nos preocupa, s ino el t ipo de problema que esas Inves t igac iones represen­tan para la t e o r ía e s t ruc tu ra l genét ica .

Efect ivamente, la precocidad de comportamientos co n s t i tu ye un índice vá l ido de organizaciones complejas que se r ían más tempranas que las descub ier tas por la t e o r ía de P ia g e t . Por Otra parte esa precocidad igualmente pone sobre el tapete la dlscusttm sobre el tipo de mecanismos que subyacen a dichos com­portamientos y que podría e xp l ic a r en forma d is t in t a esa apar ic ión más temprana cuestionando as i las exp l icac iones operator ias que estaban a la base de la in te rp re ta c ió n p lag e t lana .

La posición de Kaga ll Bovet en esta polémica cons is te en e x p l l c l t a r al máximo la conceptua l lzac lón p iage ttana : esa s í como e l l a comienza por e x p l ic a r como e l modelo lóg ico y más concretamente e l agrupamtento a n iv e l ope ra to r io , o

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el grupo a n ive l fo rmal, pe rm it i r ían e x p l ic a r la o rgan iza ­ción que toman los instrumentos cogn it ivos en la construc ­ción del proceso de los conocimientos. Las conservaciones son un ejemplo p r i v i l e g ia d o de dicho modelo, pero sólo se plantean como Verdaderos In var ian tes a p a r t i r de la a se r ­c ión. Las argumentaciones son en última In s tan c ia no ya la "prueba" de la ex is ten c ia de las operaciones que const ituyen un agrupamiento p a r t i c u l a r sino la condición misma de ese t ipo de razonamiento.

En varios trabajos re c ien tes M. Bovet y su equipo, se ocupan de retomar los disertos de McGarr ig le , Oonaldson, as í como de otros invest igadores de esta misma v e r t i e n t e , para en fren ta r a p a r t i r de esas s i tuac ion es las llamadas conservaciones más precoces. Por una p a r te . Bovet concluye que los problemas tratados en esos disertos de McGarrig le por ejemplo, no son idénticos a los tratados en las s i tuac iones p lagettanas .Por otra parte al c o n t ro la r esas s i tuac iones y s o l i c i t a r l e s

a los niños j u s t i f i c a c io n e s a sus respuestas y no reg is t ra r simplemente el SI o NO, se observa que esa precocidad t i ende a desaparecer.

Ahora b ien , porqué s o l i c i t a r j u s t i f i c a c i ó n , Incluso en las s i tuac iones de McGarrig le y Donaldson. puede tener como re- s u l t a d o ' l a disminución de respuestas co rrec tas ? Este proble­ma permanece ab ie r to y s in s u f ic ie n te s elementos para p re c i ­sar el proceso en cuest ión , razón por la cual se requiere prolongar aún el corpuS experimental y a n a l í t i c o ex istente . El t raba jo de cu idar y re f fn a r los c r i t e r i o s de a n á l is is de los disertos experimentales, de homo 1ogización de s ituac iones, asf como del es ta tu to de los problemas en Juego parece nece­s i t a r aún de frentes de traba jo con los cuales aportar nuevos elementos .

Para el equipo de H. Bovet y de la escuela de G inebra, la mayor parte de estas s i tuac iones experimentales riñen con lo e senc ia l de los postulados p lagetianos a saber: la argu­mentación y la aserc ión de la conservac ión. La conservación no es equ iva len te a una "respuesta co r re c ta " y los proce­dimientos para e j e r c i t a r memoria y otros mecanismos no ope­r a t o r i o s , no resuelven el problema de la conservación tomo t a l , aunque se pueda aceptar que esos nuevos resultados sur­gidos de esas invest igac iones aportan Información necesaria sobre condiciones experimentales que in f luyen en el t r a t a ­miento de la información por parte de. los su je tos , lo que no habla s ido puesto en ev idenc ia por la experimentación e s t r u c tu r a l genét ica .

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Esta problemática de la precocidad y el descubrimiento de conservaciones a edades más tempranas que las conocidas a p art ir de la teor ía p íaget iana , cons t itu yó uno de los

«¡Offíntoi fundamentales que determinó una de las reorganiza* clones y de la transformad6n del campo co n s t i tu id o por la teoría y la invest igac ión e s t ru c tu ra l g e n é t ica , .e n un campo y una investigación pos t-es t ruc tu ra1-g e n é t i c a .

Como hemos v is to , esta reorganización se abre con las edades mis tempranas para las c Ons e rv a c io n e s , pero dentro del p ro ­pio período operatorio. P i e r r e Mounoud (Mounoud, 1973, Hounoud y Bower, 1974) jugó aquí un papel de primera impor­tancia en la medida en que l l e v ó e l problema de las conse r ­vad ones que era hasta ese momento sólo concebido como un problema operator io , al periodo sonsorio-motriz y demostró la existencia de conservaciones p rác t ica s de peso. Los a r ­gumentos como Índice y como aspecto c o n s t i t u t i v o de la con­servación los sust itu yó por la adecuación muscular que r e a ­lizaba al levantar objetos de d is t in to s temados presentados al nido de menos de dos ailos, t i as i como, f ren te a objetos igoales en forma, temado y co lo r el niño presenta la misma adecuación muscular, pero cuando los objetos variaban de tamaño, la fuerza muscular aumentaba o descendía en función del tamaño del objeto . Estos diseños traducen e l nuevo es­tatuto que adquiere la acción para Mounoud y const ituyen el núcleo clave de la reconceptua l izac ión que él impulsa de la teoría estructura 1-genética , pues aunque P iage t ponía ya de presente lo co n s t i tu t ivo de la acción para su concepción de la In te l ig e n c ia , Mounoud l le v a esta importancia más a l l á del periodo sensorio motriz. La acción será para Mounoud uno de los mejores, si no el mejor Ind ice del v. s a r r o l l o cog- n l t ivo y en cualqu ier momento del d es a r ro l lo { i n c lu id o el período concreto o fo rm a l ) , cuestionando asi el postulado de una oposición entre lo que s e r ía una in t e l ig e n c ia p rác ­t i c a / una in te l ig e n c ia de t ipo conceptual .

Muy esquemáticamente podría dec irse que Mounoud renueva la pro­blemática existente trasladando e l problema de las conserva­ciones de un período concreto a un período motor, con todas las implicac iones que e l lo t i e n e , pero recíprocamente, t r a s ­lada la importancia cognit iva de la a cc ión , que en P iaget se había concebido en el período motor, hacia los períodos con­creto y formal, con las implicac iones re sp e c t iva s .

A p a r t i r de respuestas mis tempranas a conservac iones , pro­blemática que acabamos de examinar rápidamente a la luz de

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las In te rvenc iones de M. Bovet en el Simposio y que formu­lamos como la problemi.tica de la precocidad, se pasa enton­cos al problema de conservaciones que no sólo son mis tem- pranas s ino que son t r ib u t a r i a s de o tro de orden de o rgan i- zTcTJrT! las conservaciones p rác t i c a s , que Mounoud pene en v ig e n c ia , están en el origen de grandes desplazamientos so­bre la conceptual izac lón del d e s a r ro l lo y concretamente p lantean se r ios inconvenientes a la t e o r ía e s t ru c tu ra l ge­n é t i c a . Fundamentalmente, a p a r t i r de la d ire c c ió n ab ie r ta por estos hechos se l l e g a r í muy rápidamente a problemas nuevos en sentidos no contenidos en la concepción piage- t i a n .1 .

Una de las inves t igac iones con las que F i e r r e Houngud par ­t i c i p a en el Simpsoio: LOS PROCESOS REGULADORES EN ELSEGUIMIENTO VISO MANUAL y que es una muestra del conjunto de in ve s t ig a c io n e s que él d i r ig e actualmente, es una exce­len te i l u s t r a c ió n del estudio de la ACCION como objeto mis­mo de e s tud io , en niflos de 3 a 9 años y reve la las p o s ib i ­l idades de esa metodología y esa problemática apenas inaugu­rada. Los resu ltados de ese traba jo apuntan hacia esa nueva o rganizac ión en las sucesiones del d e s a r ro l lo . Las grá f ica»

.de los comportamientos encontrados reve lan un i t i n e r a r i o no c re c ie n te ni l in e a l desde el punto de v i s t a e vo lu t iv o . Las inves t ig ac io nes que cuestionan el d e s a r ro l lo como curvas ino- nótonas c rec ien te s se confirman y se ponen en ev idencia mo­dos y tratamientos a l a información que habían escapado a los estudios or ig inados en un método genético con un modelo t e rm in a l .

Con ese t ipo de estud ios se confirma entonces la pos ib i l id ad de estud ia r el aspecto motor como "directamente dependiente de las representac iones construidas por el niño", A través de ese aspecto motor se reencuentra además la concepción de un d es a r ro l lo que sufre " revo luc iones y reorganizac iones" . Estas organizaciones definen primero más claramente los objetos y luego una vez def in idos se re lac ionan con los otros en fu nd ón de sus propias c a r a c t e r í s t i c a s . En este proceso r e vo lu c io n a r lo que se r ía el d e s a r ro l lo , en oposición a una concepción más escalonada y continua que subyace a muchas concepciones del d e s a r ro l lo , es importante l lamar la atención sobre el hecho que el proceso del conocimiento no ocurre como e l paso de lo p a r t i c u l a r a lo genera l . Los t r a ­bajos de Hounoud, cano muchos otros pos tp iag e t Ian os , mues­tran que existen reorganizaciones muy complejas a las que siguen d esa rro l lo s más esp ec í f ico s revelando entonces que e l t rayec to en ese d e s a r ro l lo i r í a muchas veces de lo gene­

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ra l a )o pa r t icu la r . De comportamientos generales y com­ple jos que exigen organizaciones sumamente complicada se pasarla a comportamientos mis y mis simples en la medida «n que e l los se van especificando a l re la c io na rse con ob je ­tos y contenidos diversos.

Hemos v is to como una de las zonas en las que se ha s ituado gran parte del debate y la c r í t i c a p os tp iage t lana , era el de las conservaciones, las precocidades, y como de a l l í se l l e ­gaba muy directamente a la postulación de o tras concepciones

del desarro llo cognltívo. La yfa o la forma para a s i s t i r a ese debate la definían las posiciones de P l e r r e Hounoud y las implicaciones de su trabajo a p a r t i r de la acción y la oposición entre una Inte ligencia p rá c t i c a y otra conceptual.

Sin embargo hay una segunda grin zona en la que e l debate postpiagetiano ha alcanzado una Importancia de primer orden y en c ie r ta forma se sitúa al otro extremo de 1* evolución del desarro llo , «o Se trata aquí ni de comportamientos tenorinos, ni de la acción como fac tor fundamental. El o b je ­to-problema de esa otra zona de d iscus ión es e l período fo r ­mal y la lógica es el instrumento de base.

La problemática que ha originado el debate se construye en­

tonce* a J j r e d e d o j ^ ^ A i j ^ ^ ^ formaly el pensamiento natura l . Según los au to res , las l a t i tu d e s ' y los «omentos, esa oposición se ha d i v e r s i f i c a d o y se ha formulado de varias formas: oposición entre lóg ica na tura ly lógica formal, oposición entre forma y contenido, oposi­ción entre formalización y r e a l i z a c ió n . . .

Christ iane G i lM í ro n , decide s i tuarse en es te terreno y a f i a n ­zar a l l í su trabajo.

La ponencia con la que Ch. G iU fé ron p a r t ic ip a en este simpo­sio se propone elaborar y defender la p roposic ión p tag e tUn a según la cual el pensamiento, formal es un pensamiento na tura l Pa r í Pfaget la competencia lógica e s t a r í a de alguna manera contenida en las estructuras cognit ivas del su je to . £1 pen­samiento formal se ca rac te r i ta r ía entonces porque pueden ” aplicarse operaciones sobre operaciones y esa capacidad 'de ípeVar'a i a íegunda_potencia abre las p os ib i l idades del sistema de cálculo del sujeto. Por otra parte r e a l i z a r ope­raciones sobre operaciones im pl ica razonar Independientemente de su contenido. Pero la Id ea no es que el suje to se com­porte siempre y conscientemente con proposiciones de la ló ­gica formal, sino que a pesa~de no u t i l i j a r Frecuente ni

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pro fes i o n á 1m e n t e los 1 n s t r u m e n tos -de una l ó g ic a form a l , ese

mismo su je to r e v e l a r í a la presencia de esa lógica como un hecho normativo, a l d a r le el es ta tu to de ev idencia a la formulación de las demostraciones de un teorema de la ló g ica . Evidentemente esta pos ic ió n se ha encontrado continuamente con una d i f i c u l t a d que muchas veces ha tomado la forma de un malentendido y es el problema de t raduc ir en desempeños inequívocos esas competencias ló g ica s . A este respecta la posic ión metodológica de P iag e t es consecuente con su opción ep istem ológ ica. Ho es el nümero de suje tos enfrentados a . un diseño lo que nos permite demostrar la val idez de un d 1 - seflo. Baste con un so lo caso que funcione, para que ese hecho pueda v a l i d a r lo . ( "Los hechos no const ituyen más que los In d ic io s de un s e n t id o " ) ( G i l i i í r o n , 1980).

Estos pueden ser muy esquemSticamente resumidos los puntos c ru c ia le s sobre los que se construye la polémica y la d is c u ­sión con los c o g n i t i v i s t a s fundamentalmente de f i l i a c i ó n anglosajona. P.C. Wason que es quizás su c r í t i c o más f ron ­tal ha puesto en e v iden c ia un buen nümero de s ituac iones en las que inc luso adultos c u l t iv a d o s no razonan a p a r t i r de las operaciones formales. Los resultados de sus experien­c ias r e v e la r ía n por ejemplo que las d i f icu l t ad e s que encuen­tran los su jetos para r e s o l v e r las formas que se plantean c ie r tos problemas f r e n te a fa c i l i d a d e s en su reso luc ión, cuando son otras las maneras de p lan tear el mismo problema.

S1n embargo, e l lo im p l i c a r ía que el razonamiento del ado les­cente o del adulto del período formal s i es afectado incluso en forma rad ic a l por el contenido de la tarea a e fectuar .

La pregunta que se impone entonces es la de saber si acaso los desfases que eran exc lus ivos del período de operaciones concre tas ! no reve lan su e x is ten c ia en este estad io formal y si e l l o no contrad ice directamente la concepción piage- t tana? P iage t argumenta s in embargo, que a pesar que los ca rac te res del estad io formal sean el del d ivo rc io forma- contenido, e l l o no implica que en terrenos ajenos a los in ­tereses y a una c i e r t a es pee 1 a 11zación del su je to , éste pue­da man ifes tar la misma es pon tañe I dad en la búsqueda y com­prensión de s i tu a c io n e s , G i l l i é r o n por su parte p rec isa el papel de esa c r í t i c a y las pos ib i l id ad es que e l l a descubre a la continuación del t r ab a jo para el ps icólogo cognit lvo poniendo en ev idencia la Importancia de esas e s p e c i f i c i ­dades para entender e l razonamiento del su je to . Los datos de invest igac iones generac ionales y seraigeneracionales de adolescentes demostrarían por ejemplo la Importancia deld es a r ro l lo del medio, que a veces es más pert inente que las

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di ferenc las de edades entre dos generaciones o promociones

co7;~¿ 3 lñ o s ~ d T 7 r f ^ ^ Sin embargo-desde el p un to ' t fTT lT t* estrictamente metodológico y con­ceptual ese problema no se s i tuar ía dentro de los postulados

de la concepción genética e s t ru c tu r í1' en 14 Bed,d i en O"* e l l a no I n t e n ta r la p r o b a r e x t e n s a m e n t e sus h ipótes is sino

I lu s t r a r sus p ro p o s id o nes■

Ahora b ien, a cab ao s de ver que la oposición pensamiento n a t u r a l - p e n s a m i e n t o formal constituye una de las problemi- tt cas que mis ha suscitado controvers ias en el campo cogní- t lvo . Sin Ubicarse en *1 período de operaciones formales

S. S trauss t í se ubica en re lación con esa problemática i n ­troduciendo re laciones nuevas, relaciones entre procesos que matizar, y enriquecen la problemit ica . Habría primero que sef la lar que S. Strauss se inscribe dentro de esa co ­r r i e n te que trabaja en dirección de formular una te o r ía de la representac ión como condición para abordar d i f i c u l ­tades en la def in ic ión X exp H d tac ló n de los procesos

cogni t i vo s .

Efect ivamente uno de los problemas que parecen c ru c ia le s para S . S trauss es el <*« 1)S « I l í o n e s entre represen­taciones y conocimientos y es justamente esta formula­c ión la que lo ubica respecto de la posic ión c l á s i c a plage- t lana y que concierne el postulado de la log izac lón de lo rea l y que r e g i r ía el proceso de una mejor adecuadlón del conocimiento. Todos *•»>«« <lue P*r i P lage t , las e s t ru c ­turas lóg icas y el proceso de logizaclón de lo rea l cons­t i tu y e un modelo. Ch. C U l lá ron desarro lla esa posic ión y defiende sus virtudes- Strauss por su parte sé l la la ,(como un buen nfimero de posplagetianos lo hacen Igualm ente), las d i f i c u l t a d e s de concebir los Instrumentos cogn it ivos y los conocimientos como resultados exclusivos de ese ca ­rá c te r lógico-matemático da la act iv idad cogn it í va y p lan ­tea a cambio la problemática en términos de las r e l a c i o ­nes entre los dtstjntos modos de representarnos los d i s ­t in tos códigos notactonales de los conocimientos.

Se l l e g a r í a asi a l problema planteado como las represen ta- ctones que <fan lugar « un conocimiento espontáneo (que se nuede 1 onalmante''derio d ^ > conodmlento de sen t ido común) w las raore'i'entacToñe* qtft dan"Tugar~a~ un conocimiento

c i t n ~ t m c " d ; 3 7 g c t^~'ftf it tr1<:cy ^f u n d a m e n t a l m e n t e lo constituye e l conocimiento maten» i t 1 c o y

\ bgTc'iT— r ^ s u a u ^ ~ » ° ~ ^ 0 eUbora l i s Impl Icac Iones que Tiene este t ipo de distinciones a nive l de su p rá c t i c a e d u ­

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ca t iv a (con unidades cu r r i cu la re s sobre l a temperatura, por e jemplo ) , s ino que llame la atención sobre el problema cen­t r a l para tos invest igadores en el d e s a r ro l lo co g n i t ivo , de la importancia de t ra b a ja r sobre las e s t ru c tu ra s que subyt ce r l tn a esos dos t ipos de a c t iv id ad c o g n i t l v a . Asi planteado el problema, la cuest ión s ig u ie n te s e r ía e v iden ­temente las in te racc iones entre esos dos t ipos de rep resen ­tac ión como fuentes posib les de una evo luc ión del d e s a r ro l lo francamente d iscon t inu a , con regresiones a veces notables y con cambios de d ire c c ió n no p rev is tos desde el e s tad io final .

La propuesta de reconceptu al izaci6n que S trauss formula, pa­ra dar cuenta de esas evoluciones que toman curvas en z ig ­zag y que en todo caso no son con t inuas , presenta un espr- c ía l in terés en la medida en que co n s t itu ye cu a l i ta t iv a m e n te una a l t e r n a t i v a , f ren te a propuestas que formulan esa pro ­b lemática en términos de "procesos r e p e t i t i v o s en el desa­r r o l l o " que pueden parecer demasiado p rec ip i tadas y que no dejan de r e f l e j a r un c i e r t o mecanismo. Fren t r a la p rob le ­mática que genera la ap a r ic ión de conductas . 'Mpranas, que en e l proceso de evolución revelan regresiones para lueqc vo lver a mostrar un d e s a r ro l lo ascendente, S trauss plantea Va presencia de sistemas notac ionales d i fe re n tes en un mis­mo memento del d e s a r ro l l e , ( l o que en c i e r t a forma se r ia s i no una re lac ión s im é t r ic a , sf una re la c ió n r e c ip ro c a ) .

Esta manera de p lan tear su t rab a jo , le va a p e rm it i r a S trauss formular dentro de l a misma problemática c o q n i t iv a , las cuest iones de funcionamiento ( r e la c io n e s entre d iversos sistemas n o t a c io n a l e í , en el t ra tam iento de la In fo rm ac ión ) , con las cuestiones de d e s a r ro l lo (evo luc iones no c rec ien tes en la adqu is ic ión de conoc im ien tos ) , pero no como abordajes opuestos, s ino fundamentalmente complementarios de la misma toneeptu al 1zaci6n . En ese mismo sentido sus t raba jos ponen en ev idencia que el enfocar el problema co g n i t ivo como un procesamiento a la información no es necesariamente epuesto a concebir lo a p a r t i r de un modelo e s t ru c tu ra l y que las d i s ­tancias entre esas dos formas de m irar lo co g n i t ivo podrán acortarse en Va medida en que nuevas in ves t igac Iones reve len elementos aún desconocidos.

Tal ve i se ent ienda ahora mejor el núcleo de ideas alrededor de las cuales se transforma y se reorganiza la versión pos- p iaget iana que S t rauss represen ta .

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Ahora bien, estas son, muy resumidas les Ideas ce n t ra le s del debate que CLEPS propuso a sus In v i tad os a l Simposio y que ahora recoge en este l ib r o . A través de los t raba jos de Hagali Bovet y Chrlstfanne G M U é r o n y de las I n v e s t i g a ­ciones de P ie r re Pounoud y Sidney S trauss se obtienen los parámetros básicos que def inen la d ire c c ió n de los trabajos actuales de la ps ico log ía c o g n l t i v a . La p a r t ic ip a c ió n d i ­recta en los diálogos y las d iscus io nes , asi corro la con­signación de esa p a r t ic ip a c ió n en este volum-, debe ser un medio para que pueda renovarse y reorgan izarse la p rá c t i c a de la psicología cogn it lva en nuestro medio, a s i como la posibilidad de que las e s p ec i f ic id ad e s de los problemas de nuestro contexto enriquezcan la e laborac ión de una re f le x ió n del campo cognit lvo .

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VI

DL LO PRIMITIVO A LO POPULAR

Néstor García Canclíni

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I. De lo primitivo a lo popular: teorías sobre la desigualdad entre culturas

C on ia cu ltura, objeto tradicional de la an­tropología, sucede ló m ism o que con los objetos de las com unidades estudiadas por esta ciencia: al pasar de un lado de la m ontaña a otro los elem en ­tos más cotid ianos, el agua o el so l, se designan de m aneras distintas. Así, los hechos culturales, pre­sentes en todas las sociedades, cam bian de nom bre según la d iscip lina que visitem os. El estudiante q ue se asom a por prim era vez a su conocim iento encuentra que los indígenas de una ciencia los lla ­m an sistemas sim bólicos, otros signos, o ideología , o com u nicación , o lo im aginario,

¿Por qué eleg im os hablar de cultura? ¿Por qué calificar com o cultura popular a esta form a parti­cular de cultura que otros llam an subalterna, opri­m ida, etc.? Si el trabajo teórico debe acom pañar al conocim iento concreto en toda investigación, es aun m ás necesario en este cam po p olém ico, en este bosque de defin iciones (antropológicas, socio lógi­cas, sem ióticas y de otras ciencias) que ya en 1952 llegaban a las trescientas, según la recopilación de Kroeber y K luckhohn.2

Vamos a em pezar d iscutiendo las principales definiciones de cultura dadas por la antropo­log ía , la m anera en q ue la con ceptualizó en o- posición a la naturaleza con la esperanza de h a­llar una defin ición de validez universal, libre de prejuicios etnocéntricos. L uego, vam os a analizar la “solución” ofrecida por m uchos antropólogos al problem a de las d iferencias culturales — el re­la tiv ism o— y la confrontarem os con la organ iza­

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ción transnacional que el capitalism o im puso a las culturas y con la búsqueda de id en tidad en los m o­vim ientos de liberación de países dependientes, Esta, crítica al valor científico y político de la contribución antropológica nos llevará a vincular el concepto de cultura con los de producción , su­perestructura, ideología, h egem onía y clases so ­ciales, como el marxismo los na elaborado. L lega­remos así a caracterizar la cu ltura com o un tipo particular de producción cuyo fin es com prender, reproducir y transformar la estructura social, y luchar por la hegemonía. Para vincu lar esta d efi­nición con el estudio empírico, utilizaremos algunos aportes de la sociología de la cultura que precisan los mecanismos por los cuales un cap ital cultural se transmite a través de aparatos y se in ternaliza en los individuos generando hábitos y prácticas, es decir, la estructura de nuestra vida cotid iana.

Estamos proponiendo, com o se ve, un cam bio en el objeto habitual de estudio. M ás q ue un m ar­co teórico para analizar la cultura, nos interesa uno que ayude a explicar las desigualdades y conflictos entre sistemas culturales. Pensam os q ue el desenvolvimiento del libro justificará esta pers­pectiva com o la más fecunda para defin ir y estu­diar las culturas populares; así co m o n o existe la cultura en general, tam poco puede caracterizarse a la cultura popular por una esencia o un grupo de rasgos intrínsecos, sino por oposición a la cultura dominante, como producto de la desigualdad y el conflicto.

E L ELO G IO DE LOS "PRIM ITIVOS"COMO NEGACIÓN D E LA HISTORIA

E l concepto antropológico de cu ltura es un resul­tado paradójico de la expansión im perial de O cci­dente. La misma confrontación entre países co lo­niales y colonizados que estim uló las ilusiones sobre la superioridad europea engendró una

A, Kroeber y C. Kluckhohn, Culture. A crítica! review of con- cepts and definitíons, Cambridge, Massachussets, 1952.

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confrontación de los científicos ingleses, franceses y norteam ericanos con la v ida cotid ian a de los pueblos som etidos. Al descentrarse de la propia cultura, los antropólogos fueron descubriendo otras form as de racionalidad y de vida. T am bién advirtieron que culturas no occidentales habían resuelto quizá mejor que nosotros la organización de la fam ilia y la educación , la integración de los adolescentes a la v ida sexual y a la actividad eco ­nóm ica (por ejem plo, M argaret M ead en la Poli­nesia).

A partir de estos descubrim ientos fue levantán ­dose una con cepción distinta de O ccidente sobre los otros pueblos y sobre sí m ism o. La descalifica­ción de los prim itivos, sem ejante en m uchos pun ­tos a la desvalorización de la cultura popular, se mostró inconsistente. La am plitud asignada desde

entonces al con cepto de cultura — lo que no es na­turaleza, todo lo producido por todos los hombres, sin im portar el grado de com plejidad y desarrollo a lcanzado— fue un intento de reconocer la d igni­dad de los excluidos. Se consideraron parte de la cultura todas las actividades hum anas, m ateriales e ideales, incluso aquellas prácticas o creencias an­tes juzgadas m anifestaciones de ignorancia (las su­persticiones, los sacrificios hum anos), las normas sociales y las técnicas sim ples de quienes viven des­nudos en una selva, sujetos a los ritm os y los riesgos de la naturaleza. Todas las culturas, por elem en ­tales q ue sean, se hallan estructuradas, poseen coherencia y sentido dentro de sí. Aun aquellas prácticas que nos desconciertan o rechazam os (la antropofagia, la poligam ia) resultan lógicas den­tro de la sociedad que las acepta, son funcionales para su existencia.

Q uizá Lévi-Strauss sea uno de los antropólogos que justificó más sólidam ente el carácter lógico y estructurado de las culturas arcaicas, uno de los que d em olió con más rigor la pretensión occid en ­tal de ser la cu lm in ación de la historia, haber avanzado m ás en el aprovecham iento de la natu­raleza, en la racionalidad y el pensam iento c ien tí­fico. Su investigación sobre el racism o para la UNESCO3 presenta el ejem plo de Am érica para re­futar la con cepción evolucionista de la historia hu­

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m ana com o un solo m ovim iento lineal y progresi­vo, en el que ía cultura europea ocuparía la cú sp i­de y las dem ás equivaldrían a m om entos an te­riores del mismo proceso. Los habitantes del con ti­nente americano lograron antes de la conquista es­pañola un impresionante desarrollo cultural inde­pendiente de Europa: domesticaron especies an i­m ales y vegetales, obtuvieron rem edios y bebidas únicos, llevaron industrias com o el tejido, la cerá­m ica y el trabajo con metales preciosos al m ás alto punto de perfección. Es d ifícil, argum enta el antropólogo francés, sostener la inferioridad de pueblos que realizaron una contribución inm ensa al viejo mundo: la batata, el tabaco, el cacao, el ji­tom ate y muchos otros alim entos. El cero, con oci­do y em pleado por los mayas al m enos quinientos años antes de ser descubierto por sabios h indúes, la m ayor exactitud de su calendario, el avanzado ré­gim en político de los incas son otros de los hechos aducidos para invalidar em píricam ente el evolu ­cionism o.

Pero es en El pensamiento sa lva je donde Lévi- Strauss despliega mejor su cuestión am iento teóri­co. Allí leemos que si las culturas no occidentales alcanzaron un saber en varios puntos superior al europeo fue porque su desarrollo intelectual tu ­vo un rigor semejante al de las disciplinas c ien ­tíficas, aunque empleara cam inos diferentes. Só­lo una observación minuciosa y m etódica de la realidad permitió a los hanunóo llegar a tener m ás de 150 términos para describir las partes cons­titutivas y las propiedades de los vegetales; los pi- natubo, entre los cuales se han contado m ás de 600 plantas con nombre, poseen un com plejo con o­cim ien to d e su utilización y más de cien térm in os para describir sus partes o aspectos característicos. Un saber desarrollado tan sistem áticam ente — concluye— no puede ser obtenido sólo en fun­

3 Claude Lévi-Strauss, Race el hlstaire, París, Editions Gouthier- Unesco, 1961. (Hay traducción al español en C.L.S., Antropología esfrucftmi/, México, Siglo XXI, 1979.)

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ción del valor p ráctico . Incluso hay tribus que enum eran , nom bran y ordenan reptiles que nunca com erán ni usarán con ningún fin utilitario. “ D e tales ejem plos, q ue podríam os encontrar en todas las regiones del m un do, se podría inferir que las es­pecies anim ales y vegetales no son conocidas por­que son útiles, sino que se las declara útiles e in te­resantes porque prim ero se las con oce” .4 Se trata de un saber producido en sociedades que asignan a las actividades intelectuales un lugar fundam en­tal. L u ego , lo que d iferencia al “pensam iento sal­vaje” de lo que el autor llam a “pensam iento d o ­m esticado” o cien tífico no es una m ayor c a p a c i d a d de ordenar racionalm ente el m undo o un predom i­nio de la actividad intelectual sobre la práctica; m enos aun, com o algunos pretendieron, que el co ­nocim iento prim itivo sea resultado de hallazgos h e­chos al azar. N adie se atreve ya a explicar la revo­lución neolítica — actividades tan com plejas có­m o la cerám ica, el tejido, la agricultura y la do­m esticación de an im ales— m ed iante la acum ula­ción fortuita de descubrim ientos casuales. “C ada una de estas técnicas supone siglos d e observación activa y m etódica, hipótesis atrevidas y controla­das, para rechazarlas o para com probarlas por in ­term edio de experiencias incansablem ente repeti­das..’’5

En lugar de oponer la m agia y la ciencia, el p en ­sam iento m ítico y el racional, com o sí el prim ero fuera sólo un borrador torpe del segundo, hay que colocarlos “paralelam ente com o dos modos de co­n ocim iento , desiguales en cuanto a los resultados teóricos y prácticos (pues, desde este punto de vis­ta , es verdad que la .ciencia tiene m ás éxito que la m agia , aunque la m agia prefigure a la ciencia en el sentido de que tam bién ella acierta algunas ve­ces), pero no por la clase de operaciones m entales que am bas suponen, y que difieren m enos en cu an to a la naturaleza que en función de las clases de fenóm enos a las que se ap lican".0

4 Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, México, Fondo deCultura Económica, 1964, p. 24.

5 Idem, p. 31,® Idem, p.30.

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D icho de otro modo; los dos tipos de pensam ien­to — el salvaje y el científico— no corresponden a etapas superiores o inferiores del desarrollo hum a­no, sino a distintos “niveles estratégicos en que la naturaleza se deja atacar por el conocim iento científico: uno de ellos aproximativamente ajusta­do al de la percepción y la im aginación, y el otro desplazado” .7 En el pensamiento salvaje, más liga­do a la sensibilidad, “los conceptos están sum ergi­dos en im ágenes”; en el pensamiento m oderno, las im ágenes, los datos inmediatos de la sensibilidad y su elaboración imaginaria, están subordinados a los conceptos.

E l antievolucionísmo al que conducen estos razo­nam ientos fue exasperado por Lévi-Strauss hasta negar la posibilidad de cualquier explicación uni­ficada de la historia. A propósito de este tem a saca las conclusiones más radicales de su form alism o estructuralista, o sea la subordinación de la h isto­ria a la estructura, la estructura al conocim iento form al que se tiene de ella y el conocim iento a la codificación . Sí bien cada sociedad tiene sus parti­cularidades, es posible comparar unas con otras porque com parten una lógica social e intelectual com ún. Al fin de cuentas, la magia y la ciencia su­ponen operaciones mentales semejantes, los m itos o el parentesco se construyen a partir de estructu­ras análogas. La coincidencia seria de lógicas sincrónicas y no de procesos convergentes, por lo cual Lévi-Strauss cree que al relacionar distintas culturas es más correcto extenderlas en el espacio que ordenarlas en el tiempo. El progreso no es ne­cesario ni continuo; más bien procede por saltos que no van siempre en la misma dirección. C om o alternativa al evolucionismo que la historia y la antropología adoptaron de la biología del siglo XIX, Lévi-Strauss propone otros esquemas basados en las concepciones probabilistas, del azar y la ne­cesidad, de la física y la biología contem poráneas. Sugiere concebir el desarrollo histórico, a la m ane­ra del caballo de ajedrez que tiene siempre a su disposición muchos avances, pero nunca en el m is­m o sentido. La humanidad en progreso no se ase­

7 Idem, p.33.

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meja a un personaje que trepa una escalera, agre­gando por cada m ovim ien to un escalón nuevo a todos los que ya había conquistado; evoca más bien al jugador cuya ch an ce está repartida entre m uchos dados y que, cada vez q ue los lanza, los ve desparramarse sobre la m esa, dando lugar a resul­tados diferentes. Lo que gana por un lado se está siem pe expuesto a perderlo por otro, y sólo de tiem po en tiem po la historia es acum ulativa, o sea que los resultados se sum an para form ar una com ­binación favorab le.8

¿RELAT IV ISM O CULTURA L O CR ÍT ICA A LA DESIGUALDAD?

¿Explicam os con esta teoría de la historia las d ife­rencias entre las culturas? ¿Podem os entender por qué tantas veces las d iferencias se convierten en desigualdades, o son originadas por ellas? Es cu ­rioso que el estructuralism o levistraussiano, pese a su distancia teórica y m etodológica con el fun­cionalism o y el cu lturalism o, pese a su esfuerzo por no reincidir en las ingenuidades de éstos, coin ­cida en sus im plicaciones filosóficas y políticas. Los antropólogos ingleses (M alinovsky, Radcliffe- Brow n, Evans Pritchard) estudiaron las sociedades arcaicas tratando d e entender sus fines intrínsecos. C ada una de ellas fue vista com o un sistem a de ins­tituciones y “m ecanism os de cooperación destina­do a la satisfacción de necesidades sociales” (Lucy M air),9 cuyo fun cion am ien to es coherente si se lo analiza en sí m ism o y tien de a perseverar por su funcionalidad . A d iferencia de los ingleses que sostenían la universalidad y equ ivalencia profun­da de las instituciones por ser respuestas a n ece­sidades universales (para el deseo sexual la fam ilia, para el ham bre la organ ización económ ica, para la angustia la religión), R uth B enedict decía que las instituciones son apenas form as vacías cuya universalidad es in sign ifican te porque cada so­ciedad las llena de m aneras distintas. E l antropó­

8Claude Lévi-Strauss, Hace et hlstoire, pp.38-39,0 ’Lucy Mair, Natives Policies, 1937. Citado por Gérard Leclerc,

Antropotogie et colonialisme, París, Fayard, 1972, p.151.

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logo debe atender a esta diversidad concreta, y, m ás que preocuparse por com parar las culturas, examinará sus particularidades. H erskovits con ­cluye que esta pluralidad de organizaciones y experiencias sociales, cada una con sentido propio, nos inhibe para juzgarlas desde sistem as de valores ajenos. Todo etnocentrismo queda d escalificado y debem os admitir el relativismo cultural: cada so­ciedad tiene derecho a desenvolverse en form a autónoma, sin que haya teoría de lo hum ano de a l­cance universal que pueda im ponerse a otra argu­mentando cualquier tipo de superioridad.

Dos problemas quedan sin resolver. U no de ca­rácter epistemológico: ¿Cómo construir un saber de validez universal que exceda las particu larida­des de cada cultura sin ser la im posición de los patrones de una a las demás? El otro es de carácter político: ¿Cómo establecer, en un m undo cada vez más (conflictivamente) interrelacionado, criterios supraculturales de convivencia e interacción?

En 1947 la Asociación Antropológica N orteam e­ricana, teniendo en cuenta “el gran núm ero de so­ciedades que han entrado en estrecho contacto en el mundo moderno y la diversidad de sus m odos de vida”, presentó a las Naciones U nidas un proyecto de Declaración sobre los D erechos del H om bre que aspiraba a responder a esta pregunta: “¿cóm o la declaración propuesta puede ser ap licab le a to­dos los seres humanos y no ser una declaración de derechos concebida únicamente en los térm inos de los valores dominantes en los países de E uropa o c­cidental y América del Norte’? A partir de “los re­sultados de las ciencias hum anas” , sugieren tres puntos de acuerdo: “I o) El in d iv idu o realiza su personalidad por la cultura; el respeto a las d ife­rencias individuales implica por lo tanto un respe­to a las diferencias culturales; 2 o) E l respeto a esta diferencia entre culturas es válido por el hecho científico de que no ha sido descubierta ninguna técn ica de evaluación c u a lita t iv a d e las culturas”[...] "Los fines que guían la vida de un pueblo son evidentes por ellos m ism os en su sign ifi­cación para ese pueblo y no pueden ser superados por ningún punto de vista, in clu id o el d e las pseudoverdades eternas”; 3 o) “Los patrones y va­

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lores son relativos a la cu ltura de la cu al derivan, de tal m odo qué todos los in tentos de form ular postulados que deriven de creencias o códigos m o­rales de una cultura deben ser en esta m ed ida reti­rados de la ap licación de toda D eclaración de los D erechos del H om bre a la hum anidad entera” .10

Es entretenido registrar cuántas veces este pro­yecto, que tiene por fin evitar el etnocentrism o, incurre en él; cuántas veces su pretend ida funda- m entación científica es tendenciosa argum enta­ción ideológica . El punto de partida es el ind ivi­duo — colocado en ese lugar por el liberalism o clásico— y no la estructura social o la solidaridad o igualdad entre los hom bres, com o sostendrían otras teorías científicas o políticas. E l respeto a las diferencias es defendido porque no sé ha encontra­do n inguna técnica de evaluación cu alitativa de las culturas, con lo cual el razonam iento queda preso en una oposición m etodológica (cuantita­tivo /cualitativo) propia del saber occid en ta l.

El ataque despectivo al m ito y la religión {“las pseudoverdades eternas”), aparte de negar el proclam ado respeto a lo q ue cada cultura juzga valioso para sí, revela en qué grado esta declara­ción depende de una concepción em pirista que ni siquiera es generalizabíe a todas las epistem ologías occidentales. Por ú ltim o, ¿cóm o edificar un cono­

cim iento cien tífico , que supere las verdades par­ciales, etnocéntricas, de cada cultura desde este es­cepticism o relativista?, y ¿cómo diseñar una p olítica adecuada a la in terdependencia ya exis­tente en el m undo y a la hom ogeneización p lane­taria lograda por las políticas im perialistas si sólo contam os con un pluralism o basado en un respeto voluntarista o declarativo, indiferente a las causas concretas de la diversidad y desigualdad entre cu l­turas?

Lévi-Strauss no sitúa al individuo en el com ien ­zo sino a la estructura, no sacraliza las eva­luaciones em piristas com o procedim ientos exclusi­vos de dem ostración, ni encara los m itos con la in­sensibilidad de tantos antropólogos positivistas.

Citada por G. Leclerc, op.cit., pp.191-163.

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Sin embargo, su búsqueda de una concepción m ul- ticentrada de la historia — correcta si considerara las interrelaciones y los con flictos— “entiende” las diferencias como producto del azar, con la triviali­dad de quien dispersa dados sobre una m esa de juego. Quizá su otra m etáfora, la del “cab allo de ajedrez que tiene a su disposición m uchos avances pero nunca en el m ismo sentido” , por las im plica­ciones políticas de este juego, podría haberle h e­cho preguntarse si la elección d e una dirección u otra en el desarrollo social no dependerá del que mueve los caballos y los peones. Pero la teoría estructuralista de la sociedad se p arece dem asiado en este punto a las del cu lturalism o y el funciona­lismo; la om nideterm inación sincrónica de la estructura en una no está m uy lejos de la teoría del consenso y la interdependencia arm ónica de las funciones en las otras. Las tres se inhabilitan de es­te modo para pensar las transform aciones y los conflictos. El pensam iento liberal juega al ajedrez con distintas piezas y estrategias variadas, pero se las arregla ingeniosam ente para q u e el funciona­lismo, el culturalismo y el estructuralism o se su­men al final “para form ar una com binación favo­rable”.

LA TRANSNACIONAL1ZACIÓN DE LA CULTURA

Durante bastante tiem po se creyó que el relativis­mo cultural era la con secu en cia filosófica y política más adecuada al descubrim iento de que no hay culturas superiores e inferiores. H em os vis­to que, si bien ayuda a superar e l etnocentrism o, deja abiertos problemas básicos en una teoría de la cultura: la construcción de un con ocim iento de v a ­lidez universal y de criterios q ue sirvan para pen­sar y resolver los conflictos y desigualdades in ter­culturales.

El relativismo cultural naufraga, finalm ente, por apoyarse en una concepción atom izada y cán ­dida del poder: im agina a cada cultura existiendo sin saber nada de las otras, com o si el m undo fuera un vasto museo de econom ías de autosubsistencia, cada una en su vitrina, im perturbable ante la pro­ximidad de las dem ás, repitiendo invariablem ente

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sus códigos, sus relaciones internas. La escasa u tili­dad del relativism o cultural se evidencia en que suscitó una nueva actitud hacia culturas rem otas, pero no influye cuando los “prim itivos” son los sec­tores “atrasados” de la propia sociedad, las cos­tum bres y creencias q ue sentim os extrañas en los suburbios de nuestra ciudad.

La tarea más frecuente del antropólogo en esta época de expansión planetaria del capitalism o no es diseñar cordones sanitarios entre las culturas si­no averiguar qué ocurre cuando el relativism o cultural es cotid ian am ente negado, cuando las personas deben elegir entre costum bres y valores antagónicos, cuando una com unidad indígena siente que el capitalism o convierte sus fiestas tradi­cionales en espectáculo para turistas o los m edios m asivos convencen a los obreros de una ciudad de quince m illones de habitantes de que los símbolos indígenas, rurales, tal com o esos m edios los in ­terpretan, representan su identidad.

Las afirm aciones sobre la igualdad del género hum ano, la relatividad de las culturas y el derecho de cada una a darse su propia form a son inconsis­tentes sí no las ubicam os en las condiciones ac­tuales de universalización e interdependencia. En el m undo contem poráneo esta interdependencia no es una relación de reciprocidad igualitaria, com o en sociedades arcaicas donde el intercam bio de subsistencias era controlado por principios que restablecían una y otra vez el equilibrio. La trans­nacionalización del cap ita l, acom pañada por la transnacionalización de la cultura, im pone un in ­tercam bio desigual de los bienes m ateriales y sim ­bólicos. Hasta Tos grupos étnicos m ás rem otos son obligados a subordinar su organización económ ica y cultural a los m ercados nacionales, y éstos son convertidos en satélites de la m etrópolis, de acuer­d o con una lógica m onopólíca .

La diversidad de patrones culturales, de objetos y hábitos de consum o, es un factor de perturba­ción intolerable para las necesidades de expansión constante del sistem a capitalista. Al ser absorbidas en un sistem a u nificado todas las form as de pro­ducción (m anual e industrial, rural y urbana) son

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reunidas, y hasta cierto punto hom ogeneízadas, las distintas modalidades efe producción cultural (de la burguesía y el proletariado, del cam po y la ciudad). La homogeneízacíón d e las aspiraciones no im plica que se igualen los recursos. N o se e lim i­na la distancia entre las clases ni entre las socieda­des en ei punto fundamental — la propiedad y el control de los medios productivos— , pero se crea la ilusión de que todos pueden disfrutar, efectiva o virtualm ente, de la superioridad de la cultura do­m inante. A las culturas subalternas se les im pide todo desarrollo autónomo o alternativo, se reorde- nan su producción y su consumo, su estructura so­cial y su lenguaje, para adaptarlos al desarrollo ca­pitalista. Como lo analizaremos en los próxim os capítulos, a veces se consiente que subsistan fiestas tradicionales, pero su carácter de celebración co ­m unal es diluido en la organización m ercantil del ocio turístico; se admite, y aun se im pulsa, cierta supervivencia de las artesanías para dar ingresos com plem entarios a las familias cam pesinas y redu­cir su éxodo a las ciudades, o sea para “resolver” la desocupación e injusticia del capitalism o, a cuya lógica m ercantil también son som etidos los diseños y la circulación de los productos artesanales.

¿Qué sentido tiene, en este contexto, hablar de relativism o cultural? La “superación” práctica del etnocentrismo que el capitalismo ha generado es la im posición de sus patrones económ icos y cu ltura­les a las sociedades dependientes y a las clases p o­pulares, A la luz de esta situación cuesta creer en las apelaciones a respetar las particularidades de cada cultura y a la vez resignar aquellas form as de etnocentrism o que impiden la coexistencia arm ó­nica con las demás. En verdad existen dos tipos de etnocentrism o en el proceso de intercam bio desi­gual capitalista: el imperial, q ue m ediante la transnaciónalízación de la econom ía y la cultura tiende a anular toda organización social que le re­sulte disfuncional, y el de las naciones, clases y et- nias oprim idas que sólo pueden liberarse m ediante una autoafirmación enérgica de su soberanía eco­nómica y su identidad cultural. Para estas últim as el relativism o cultural, en lo que puede tener de positivo, no es apenas la consecuencia filosófica

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del con ocim ien to producido por las ciencias so­ciales, sino una exigencia política indispensable para reconocerse a sí m ism os y crecer con au tonom ía. Por eso, ia sobreestim ación d e la pro­p ia cultura — com o ocurre en m ovim ien tos na­cionalistas, étn icos y de clase en lucha por liberarse— no es una parcialidad o un error a la ­m entar sino un m om ento necesario de negación de la cultura dom in ante y afirm ación de la propia. Los com ponentes irracionales q ue suelen incluir estos procesos, la ten tación chauvin ista , pueden ser controlados con dos recursos: la autocrítica dentro de la propia cultura y la in teracción solida­ria con los dem ás grupos y naciones subordinados. U na universalización m ayor del con ocim ien to, libre de todo etnocentrism o, sólo advendrá al su­perarse las contradicciones y desigualdades. Com o sostenía Grainscx, acabar con lo que el etnocentris­m o tiene de distorsionante, “liberarse de las ideologías parciales y falaces” , “no es un punto de partida sino de llegada” ; la lucha necesaria por la objetividad “es la m ism a lucha por la unificación del género hum ano".11 Pero aún en esa situación utóp ica, en la que se extinguirían las desigualda­des, subsistirá una diversidad no contrad ictoria de lenguas, costum bres, culturas.

11 Antonio Gramsel, E l materialismo histórico y la filosofía de Be- nedetto Croce, Buenos Aires, Nueva Visión, 1973, pp. 150-151.

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LA ESTRUCTURA DE LA VIDA COTIDIANA

Agnes Heller

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La estructura de la y ida cotidiana

La vida cotidiana es la vida de todo hombre. La vive cada cual, sin excepción alguna, cualquiera que sea el lugar que le asigne la división del trabajo intelec­tual y físico, Nadie consigue identificarse con su acti­vidad humano-específica hasta el punto de poder des­prenderse enteram ente de la cotidianidad. Y, a la in­versa, no hay hombre alguno, por «insustancial» que sea, que viva sólo la cotidianidad, aunque sin duda ésta le absorberá principalmente.

La vida cotidiana es la vida del hombre entero, o sea : el hombre participa en la vida cotidiana con todos los aspectos de su individualidad, de su personalidad. En ella se «ponen en obra» todos sus sentidos, todas sus capacidades intelectuales, sus habilidades manipu- lativas, sus sentimientos, pasiones, ideas, ideologías. La circunstancia de que todas sus capacidades se ponen en obra determ ina también, como es natural, el que ninguna de ellas pueda actuarse, ni con mucho, con toda su intensidad. El hom bre de la cotidianidad es ac­tivo y goza, obra y recibe, es afectivo y racional, pero no tiene ni tiempo ni posibilidad de absorberse entera­mente en ninguno de esos aspectos para poder apu­rarlo según toda su intensidad.

La vida cotidiana es en gran medida heterogénea, y ello desde varios puntos de vista, ante todo desde el del contenido y la significación o importancia de nues­tros tipos de actividad, Son partes orgánicas de la vida cotidiana la organización del trabajo y de la vida pri­vada, las distracciones y el descanso, la actividad so­cial sistematizada, el tráfico y la purificación.

Pero la significación de la vida cotidiana, al igual que su contenido, no es simplemente heterogénea, sino

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también jerárquica. Lo que ocurre es que, a diferencia del hecho mismo de la heterogeneidad, la forma con­creta de la jerarquía no es eterna e inm utable, sino que se modifica de modo específico según las diferentes estructuras económico-sociales. Así, por ejemplo, en los tiempos prehistóricos el trabajo fue dominante en esa jerarquía, y para determ inadas clases trabajadoras (por ejemplo, para los siervos) esa mism a jerarquía se man­tuvo durante mucho tiempo más; toda la vida cotidiana se constituía en tom o de la organización del trabajo, a la que se subordinaba cualquier otra form a de acti­vidad, En cambio, para la población libre del Atica del siglo v antes de nuestra era ocupaban el lugar central de la vida cotidiana la actividad social, la contem pla­ción, el entretenim iento (cultivo de las facultades físi­cas y m entales), y las demás formas de actividad se agrupaban en torno a ésas en una gradación jerárquica. La heterogeneidad y el orden jerárquico (la condición de organicidad) de la vida cotidiana coinciden en posi­bilitar un despliegue «liso» de la producción y la repro­ducción, no sólo en el «campo de la producción» en sen­tido estricto, sino también en lo que respecta a las formas del tráfico. La heterogeneidad es imprescindi­ble para conseguir ese «liso despliegue» de la cotidia­nidad, y también hace falta el rutinario funcionamiento de la jerarquía espontánea para que las esferas hete­rogéneas se mantengan en movimiento simultáneo.

El hombre nace ya inserto en su cotidianidad. La maduración del hombre significa en toda sociedad que el individuo se hace con todas las habilidades impres­cindibles para la vida cotidiana de la sociedad (capa social) dada. Es adulto el capaz de vivir por sí mismo su cotidianidad.

El adulto ha de dom inar ante todo la manipulación de las cosas (de las cosas, naturalm ente, que son im­prescindibles para la vida de la cotidianidad de que se trate). Ha de aprender a sostener el vaso y a beber de él, a utilizar el cuchillo y el tenedor, por no citar sino ejemplos de los más sencillos. Pero ya ellos ponen en claro que la asimilación de la manipulación de las cosas es lo mismo que la asimilación de las relaciones sociales. (Pues no es adulto el que aprende a comer sólo con la mano, pese a que también de ese modo puede satisfacer sus necesidades vitales). Pero aunque la ma­nipulación de Jas cosas sea decisivamente idéntica con

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la asimilación de las relaciones sociales, de todos mo­dos, sigue conteniendo inevitablemente, de forma «in­manente», el dominio espontáneo de las leyes de la na­turaleza. La forma concreta de sometimiento al poder (de la naturaleza) es siempre mediada por las relacio­nes sociales, pero el hecho mismo de la sumisión a la naturaleza persiste siempre como tal.

Si ya la asimilación de la manipulación de las cosas (y, eo ipso, la asimilación del dominio de la naturaleza y de las mediaciones sociales) es condición de la «ma­duración» del hom bre hasta ser adulto en la cotidiani­dad, lo mismo se podrá decir, y al menos en la misma medida, por lo que hace a la asimilación inmediata de las formas del tráfico o comunicación social. Esta asi­milación, esa «maduración» hasta la cotidianidad em­pieza siempre «por grupos» (hoy, generalmente, en la familia, en la escuela, en comunidades menores). Y es­tos grupos face^to-face o copresenciales median y tras­miten al individuo las costumbres, las normas, la ética de otras integraciones mayores. El hombre aprende en el grupo los elementos de la cotidianidad (por ejem­plo, que se tiene que levantar y actuar por su cuenta; o el modo de saludar, o cómo com portarse en deter­minadas situaciones, etc.); pero no ingresa en las filas de los adultos, ni las normas asimiladas cobran «va­lor», sino cuando éstas comunican realmente al indivi­duo los valores de las integraciones mayores, cuando el individuo —saliendo del grupo (por ejemplo, de la fa­milia)— es capaz de sostenerse autónomamente en el mundo de las integraciones mayores, de orientarse en situaciones que ya no tienen la dimensión del grupo humano, de moverse en el medio de la sociedad en ge­neral y, además, de mover por su parte ese medio mismo.

La vida cotidiana no está «fuera» de la historia, sino en el «centro» del acaecer histórico: es la verda­dera «esencia» de la sustancia social. En este sentido Cincinato es un símbolo. Las grandes hazañas nó coti­dianas que se reseñan en los libros de historia arran­can de la vida cotidiana y vuelven a ella. Toda gran hazaña histórica concreta se hace particular e históri­ca precisamente por su posterior efecto en la cotidia­nidad. El que se asimila la cotidianidad de su época se asimila con ello tam bién el pasado de la humanidad,

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aunque no conscientemente, sino «en-sí».La vida cotidiana es la'vida del individuo. El indi­

viduo es siempre y al mismo tiempo ser particular y ser específico. Eso no le distingue de ningún otro ser vivo si se considera en sentido naturalista. Pero en el caso humano la particularidad expresa no sólo su ser «aislado», sino también su ser «individual». Basta una hoja de un árbol para leer en ella las propiedades esen­ciales de todas las hojas pertenecientes a la misma es­pecie; pero un hombre no puede representar ni ex­presar jamás la esencia de la hum anidad.

¿Qué es lo que caracteriza esa particularidad social (o socialmente mediada)? La unicidad, la irrepetibi- lidad son en este punto hechos ontológicos fundamen­tales. Pero lo único e irrepetible se convierte en un complejo cada vez más complicado, que se basa en la asimilación de la realidad social dada y, al mismo tiem­po, de las capacidades dadas de manipulación de las cosas; la asimilación contiene en cada caso (incluso en el del hombre más primitivo) algo de momento «irre­soluble», «único».

Las necesidades humanas se hacen siempre cons­cientes en el individuo como necesidades del Yo. El «Yo» tiene hambre, siente dolores —igual de naturale­za física que de naturaleza psíquica—, en el «Yo» na­cen los afectos, las pasiones. La dinámica básica de la particularidad humana es fa satisfacción de esas ne­cesidades del «Yo», Desde este punto de vista da igual la medida en la cual un tal «Yo» se identifique en sí o conscientemente con la representación dada de lo humano-específico, y son indiferentes los contenidos de las necesidades del «Yo».

Todo conocimiento del mundo y toda pregunta re­ferente al mundo que se motiven directamente por ese «Yo» único, por sus necesidades y sus pasiones, es una cuestión de la particularidad. «¿Por qué vivo?», «¿Qué me destina el Todo?» son preguntas de ese tipo. La te­leología de la particularidad se orienta siempre a la particularidad misma, o sea, al individuo.

También lo especifico está «contenido» en todo hom­bre, y precisamente en toda actividad que sea especí­fica aunque sus motivos sean particulares. Asi, por ejemplo, el trabajo tiene frecuentemente motivos par­ticulares, pero la actividad del trabajo —cuando se tfa-

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ta de trabajo fáctico (esto es, socialmente necesario)— es siempre actividad de la especie. También es posible considerar humano-específicos en su mayoría los sen­timientos y las pasiones, pues su existencia y su conte­nido pueden ser útiles para expresar y trasm itir ta sus­tancia humana. V así la mayor parte de las veces lo particular no es el sentimiento ni la pasión, sino su modo de m anifestarse, referido al yo y puesto al ser­vicio de la satisfacción de las necesidades y la teleología del individuo.

También en cuanto individuo es, pues, el hombre ser específico, pues es producto y expresión de sus rela­ciones y situaciones sociales, heredero y preservador del desarrollo humano; pero el representante de lo hu­mano-específico no es nunca un hombre solo, sino siem­pre Ja integración (tribu, demos, estamento, clase, na­ción, hum anidad) —y también a menudo varias inte­graciones— cuya parte consciente es el hombre y en la cual se forma su «consciencia del nosotros».

No es casual que acentuemos el elemento «cons­ciencia». El individuo pertenecía ya a la humanidad —que es la integración suprem a— cuando todavía no se había formado una hum anidad unitaria, una historia como historia universal. (No podemos profundizar aquí en las diferencias entre la relación mediada y la rela­ción inmediata a la hum anidad). Para el hombre de una época dada, lo humano-específico es siempre re­presentado por la comunidad «a través» de la cual pasa el camino, la historia de la humanidad (y esto aun en el caso de que el destino de esa concreta integración sea la catástrofe). Todo hombre tuvo siempre una relación consciente con esa comunidad; en ella se formó su cons­ciencia colectiva o «consciencia del nosotros», y tam­bién se configuró su misma «consciencia del Yo*. En ella se desplegó la teleología de lo humano-específico, cuyo planteam iento no se orienta nunca al «Yo», sino siempre al «nosotros».

El individuo (la individualidad) contiene tanto la particularidad cuanto lo específico que funciona cons­ciente e inconscientemente en el hombre. Pero el indi­viduo es un ser singular que se encuentra en relación con su propia particularidad y con su propia especifi­cidad; y en él se hacen conscientes ambos elementos. Es común a toda individualidad la elección relaííva- mente libre (autónom a) de los elementos específicos

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y particulares; pero en esa formulación hay que subra­yar por igual los térm inos «libre» y «relativamente». Hemos de añadir aún que el grado de individualidad puede variar. El hombre singular no es ya sin más in­dividuo en el sentido dicho, y en las condiciones de la manipulación social y de la extrañación se va frag­mentando cada vez más «en roles». El desarrollo del in­dividuo es ante todo —pero en modo alguno exclusi­vamente— función de su libertad fáctica o de sus p o ­sibilidades de libertad.

El despliegue de esas posibilidades de libertad origi­na en mayor o menor medida la unidad del individuo, la «aleación» de particularidad y especificidad para p ro ­ducir una individualidad unitaria. Cuanto más unitaria sea esa individualidad (pues dicha unidad es, natural­mente, sólo tendencia, más débil o más fuerte, y más o menos consciente), tanto más pronto deja de ser la muda unión vital de lo específico y /lo particular ca­racterización de la entera vida. La condición ontológico- social de este resultado es una relajación de la relación entre la comunidad portadora de lo específico y el in­dividuo mismo, el cual —ya como individuo— dispone de un cierto ámbito de movimiento en el que puede elegir su propia comunidad y su propio modo de vida dentro de las posibilidades dadas, La consecuencia es cierta distancia gracias a la cual el hombre puede cons­truir una relación con su propia comunidad, así como otra con su propia particularidad vivida como «dato» relativo.

Pero tampoco entonces deja de ser esa unidad indi­vidual mera tendencia, m era posibilidad. En la vida cotidiana, la aplastante mayoría de la humanidad no deja nunca de ser, aunque no siempre en la misma me­dida, ni tampoco con la misma extensión, muda unidad vital de particularidad y especificidad. Los dos elemen­tos funcionan en sí y no son conscientemente cognos­cibles. El nacer ya proyectado en la cotidianidad sigue significando que los hom bres asumen como dadas las funciones de la vida cotidiana y las ejercen paralela­mente.

Las colisiones entre particularidad y especificidad no suelen ser conscientes en la vida cotidiana; ambas se someten sucesivamente la una a la otra del aludido modo, «mudamente». Pero eso no significa que la par­ticularidad se someta a tina comunidad n a tu ra l: en

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ese punto se expresa una diferencia de principio entre la estructura m oderna de la vida cotidiana y el des­pliegue de la estructura que precedió a la individuali­dad. Pues ya no existen «comunidades naturales». Con eso aumentan las posibilidades que tiene la particu­laridad de som eter lo específico y poner las necesida­des y los intereses de la integración social dada al ser­vicio de los afectos, los deseos, el egoísmo del indi­viduo.

Ese aumento de posibilidades —esa oportunidad de victoria espontánea de la particularidad— suscitó la ética como necesidad de la comunidad social. Las exi­gencias y las norm as de la ética componen la intima­ción dirigida por la integración específica dada (y por la tradición del desarrollo hum ano) al individuo, para que éste someta su particularidad a lo específico y con­vierta esa intimación en motivación interior. La ética como motivo (lo que llamamos m oral) es algo indi­vidual, pero no una motivación particular: es indivi­dual en el sentido de actitud libremente adoptada (con libertad relativa) por nosotros ante la vida, la socie­dad y los hombres.

Una de las funciones de la moral es la inhibición, el veto. La otra es la trasformación, la culturización de las aspiraciones de la particularidad. Esto no se refie­re sólo a la vida del individuo, sino también a la de la humanidad. Por intenso que sea el esfuerzo «trasfor- mador» y culturizador de la moral, no se supera su función inhibidora, y ésta se impone mientras la es­tructura de la vida cotidiana está básicamente carac­terizada por la muda coexistencia de particularidad y especificidad.

La vida cotidiana está cargada de alternativas, de elecciones. Esas elecciones pueden ser del todo indi­ferentes desde el punto de vista moral (por ejemplo, la elección entre tom ar un tranvía lleno o esperar el si­guiente); pero también pueden estar motivadas m o­ralmente (por ejemplo, ceder o no ceder ei asiento a úna m ujer de edad). Cuanto mayor es la importancia de la moralidad, el compromiso personal, la individua­lidad y el riesgo (que siempre van juntos) en la decisión sobre una alternativa dada, tanto más fácilmente se yergue ésta por encima de la cotidianidad y tanto me­nos es posible hablar de una decisión cotidiana. Cuan­to más intensa es la motivación del hombre por la

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moral, esto es, por lo específico, tanto más fácilmente se alzará su particularidad (por obra de la m oral) a la esfera de la especificidad. En este punto term ina la muda coexistencia de particularidad y especificidad. Hace falta el conocimiento del propio Yo, el páí&t oáuióv, el conocimiento y la apasionada asunción de las intimaciones humano-específicas para que el hom­bre sea capaz de decidir elevándose por encima de la cotidianidad. Kant ha buscado en el imperativo categó­rico el criterio formal de ese comportamiento. Ningún hombre es en realidad capaz de obrar de tal modo que su acto se convierta en ejemplo universal, porque todo hombre actúa siempre como individuo concreto y en una situación concreta. Pero el carácter paradigm áti­co existe a pesar de todo en la medida en la cual se produce aquella elevación hacia lo específicamente humano,

Pero aquí hemos de introducir dos restricciones. Por una parte, la elevación a lo específico no signi­fica nunca abolición de la particularidad. Como es sa­bido, las pasiones y los sentimientos orientados al Yo (al Yo particular) no desaparecen, sino que se «li­mitan» a dirigirse hacia afuera, se convierten en m otor de la realización de lo específico, o bien quedan en sus­penso —en la medida en que inhiben la acción moral- mente motivada— m ientras duran las acciones corres­pondientes. Por otra parte, una decisión moral en el sentido tan afilado que estamos contemplando se debe considerar siempre como tendencia. No es posible dis­tinguir tajante e inequívocamente de las cotidianas las decisiones y las acciones moralm ente motivadas. La mayoría de las acciones y elecciones tiene motivación heterogénea; las motivaciones particulares y las espe­cífico-morales se encuentran y unen, de modo que la elevación por encima de lo particular no se produce nunca zú nurcis Jcia J r .cvj^ir JcJ í ,\ insino que ocurre generalmente en m ayor o menor m e­dida. No hay «Muralla China» entre las esferas de la cotidianidad y la moral. Sólo los m oralistas utilizan motivaciones morales «puras», e incluso ellos lo hacen más en la teoría que en la realidad.

No es posible hablar de «Muralla China» ya por el hecho de que la herencia m oral del pasado de la hum a­nidad y la exigencia moral de la época se revelan al hombre incluso en los usos y las normas consuetudi­

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narias de la cotidianidad, cuya asimilación se puede producir de modo enteram ente espontáneo, sin motiva­ción moral alguna. Pero aunque estas norm as contu­vieran motivos morales, la elevación por encima de la particularidad o su suspensión no anularía el movi­miento mismo, ni su presencia estaría en contradicción con aquella «muda copresencia».

Los conflictos extremos y puram ente mor ates se producen en los casos en que la motivación moral se hace determ inante y su impulso, su finalidad y su ob­jeto se han de entender como servicio a la elevación hasta lo específico. Lí caso típico de este comportamien­to —aunque no el único —es el servicio a la comunidad. Pero el motivo moral se manifiesta también cuando con nuestro com portam iento personal representamos el comportam iento «justo» del género humano (por ejemplo, en la actitud del estoico respecto de la muerte natural). La vía de ese comportamiento es la elección (la decisión), la concentración de todas nuestras fuer­zas en torno a la ejecución de la elección (o decisión), y la vinculación consciente a la vista de la situación que se ha elegido, y, ante todo, de sus consecuencias. Numerosas estaciones del «camino» esbozado son tam­bién características de las decisiones medio cotidianas en las cuales se realiza sólo parcialmente, o ni siquiera parcialmente, la elevación a lo específico, la suspen­sión de la particularidad, La elección y la aceptación de las consecuencias, por ejemplo, van de la mano. Pero en la cotidianidad no es posible concentrar todas las energías en cada decisión. Un comportamiento así es­taría en contradicción con la estructura básica de la cotidianidad. También sería absurdo por nuestra parte asum ir conscientemente las consecuencias de una elec­ción no practicada por el individuo entero. La «asun­ción» o aceptación es aquí más o menos pasiva y se compadece bien con la pregunta característica de la particularidad: «¿Y por qué ha de pasarm e esto preci­samente a mí?» El héroe de la elección moral es su pro­pio destino, y lo que le ocurre no le puede ocurrir sino a él. La cima de la elevación moral por éncima de la cotidianidad es la catarsis, En la catarsis el hombre se hace consciente de lo humano-específico de su indivi­dualidad.

En ninguna esfera de la actividad humana, y no sólo en el caso de la elección m oral, es posible trazar una

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línea divisoria tajante y rígida entre el com portam ien­to cotidiano y el no cotidiano. (Cuando se trata, natu­ralmente, de comportamientos en los que sea posible una elevación consciente a lo específico.) Baste con considerar la esfera política. Tampoco son cotidianidad las elecciones y decisiones del «amour passion», a causa de la intensidad de la elección y de la pasión; pero una vez convertido en costumbre, y acaso hecho ya rutina, el amor puede de nuevo «hundirse» en cotidianidad1.

Las formas de elevación por encima de la vida co­tidiana que producen objetivaciones duraderas son el arte y la ciencia. En este contexto nos remitimos al

profundo análisis realizado por Georg Lukács en el capítulo introductorio de su estética *. Según ese análi­sis el refiejo artístico y el reflejo científico rompen con la tendencia espontánea del pensamiento cotidiano, ten­dencia orientada al Yo particular. El arte lo hace por­que por su esencia es la autoconsciencia y la memoria de la humanidad; la ciencia de la sociedad consigue esa ruptura por su efecto contrario al antropocentrismo (si se prescinde de la teleología referente a cada indivi­duo), y la ciencia de la naturaleza por su efecto desan- tropomorfizador. La ciencia misma y el arte no están separados de la vida y el pensamiento cotidianos por límites rígidos, como se puede apreciar desde varios puntos de vista. Por de pronto, el mismo científico o artista tiene vida cotidiana: los problemas mismos a los que responde con sus objetivaciones y sus obras le son planteados entre otros (sólo entre otros, natural­mente) por la vida. Artista,y científico tienen su par­ticularidad en cuanto hombres de la cotidianidad; esa particularidad puede quedar en suspenso durante la producción científica o artística, pero interviene en la misma objetivación a través de determinadas media­ciones (en el arte y en las ciencias sociales, por la me­diación de la individualidad). Por último, toda obra esencial vuelve a la cotidianidad, y su efecto pervive en la cotidianidad de otros.

1. El concepto,de "hundimiento" no tiene aquí sentido peyora­tivo, sino que pretende sólo caracterizar la diferencia entre la coti­dianidad y la no-cotidianidad.

2. Gamo LukAcs, Werke, Band II, Aestheiik 1, Halbband 1, Neu- wíed y Berlín, Luchterband, págs, 33-138. (Obras, Barcelona, Grijal- í>o, vol. XX, Estética 1, 1, 1966, págs. 34-145.)

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El medio de la abolición-superación parcial o total de la particularidad, de su arranque de la cotidianidad y su ascenso a lo específico, es la homogenización. Sabemos que la vida cotidiana es heterogénea, que re­caba todas nuestras capacidades en varias direccio­nes, pero ninguna capacidad con particular intensidad.

Dicho con las palabras de Georg L ukács: es el «hom­bre entero» el que interviene en la cotidianidad. ¿Qué significa homogenización? Significa, por una parte, que concentramos toda nuestra atención sobre una sola cuestión y «suspendemos» cualquier otra actividad du­rante la satisfacción de la anterior tarea; y, por otra parte, que aplicamos nuestra entera individualidad hu­m ana a la resolución de esa tarea. Utilicemos de nuevo una expresión de Georg Lukács: nos trasfom iam os en «hombre enteramente» *. Y significa, por último, que ese proceso no se puede realizar arbitrariam ente, sino de tal modo que nuestra particularidad se disipe en la actividad humano-específica que elegimos consciente y autónomamente, esto es, como individuos.

Sólo cuando se dan juntos lus tres factores podemos hablar de una homogenización que se levanta totalmen­te de la cotidianidad para penetrar en la esfera de lo específico. El tipo de homogenización al que no se puede atribuir más que el prim er factor, la concen­tración en torno a una tarea única, se compadece aún perfectamente con la cotidianidad, es parte orgánica suya. Cuando hemos de asimilar un nuevo movimien­to en el trabajo, por ejemplo, no podemos «pensar en otra cosa» mientras trabajam os, como ocurre, en cam­bio, en el ejercicio de movimientos ya asimilados, que se han hecho mecánicos; en la hipótesis considerada suspendemos pues, cualquier otra actividad. Y cuando examinamos a una persona para calificarla en algún campo profesional homogenizamos también espontá­neamente, pues hacemos abstracción de las demás pro­piedades de la persona que tenemos delante y la con­templamos sólo desde el punto de vista su adecuación o inadecuación para la práctica de un trabajo determi­

* Estas expresiones Tiombre entero', 'hombre enteramente' tra­ducen, respectivamente, ganzer Mensch, Mensch ganz. El lector po­dría disculpar la dureza en atención a la fidelidad casi literal y a la coherencia; en la traducción de Lukács publicada por este mismo editor (Estética, 1-4. Barcelona, 1966/67) he utilizado esos mismos términos, (N. del T.)

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nado, Pero en este caso la concentración, la homogeni- zación momentánea, no tiene consecuencias posteriores para nosotros.

Es obvio que en ese tipo de homogenización no ac­tuó toda nuestra entera individualidad, y que la con­centración no implicaba una suspensión de nuestra par­ticularidad. Pero los actos de decisión pueden también ocurrir en un plano «superior» que rebase en mayor o menor medida la cotidianidad. Por ejemplo: cuan­do un campesino empieza a trab ajar en una fábrica y la asimilación de los movimientos del trabajo decide de si es adecuado para el trabajo fabril, si podrá aban­donar para siempre la aldea, se trata de una prueba cuyos efectos afectarán ya a toda la vida; durante el examen a que se le someta podrían, consiguientemente, producirse conflictos, incluso conflictos morales. En casos así el Yo entra ya bastante en acción y la decisión es en mayor medida función de la individualidad, Deci­siones de este tipo trasforman ya en m enor o mayor medida al hombre entero, tienen efecto posterior: aun­que todavía sin imponerse, se manifiesta ya la homoge­nización que abre camino a lo específico; aquí comienza la «salida» de la cotidianidad, sin llegar a consumarse. La mayor parte de las decisiones de nuestra vida —la mayor parte de las decisiones fácticas— se realizan en ese plano,

La homogenización en el sentido de lo específico, la suspensión completa de la particularidad, la tras- formación en «hombre enteramente» es del todo excep­cional en la mayoría de los seres humanos. Ni siquiera en épocas ricas en grandes conmociones sociales hay muchos puntos críticos así en la vida del hombre me­dio. La vida de muchos hombres term ina sin que se haya producido ni un solo punto crítico semejante. La homogenización abierta a lo específico no deja de ser excepcional, puntual, más que en aquellos individuos. cuya pasión principal se orienta a lo específico, si es que tienen, además, la capacidad de realizar esa pasión. Tales son los grandes moralistas ejemplares, los esta­distas (revolucionarios), artistas y científicos. A propó­sito del gran estadista, del revolucionario profesional, del gran artista, del gran científico, hay que decir, ade­más, que no sólo su pasión principal, sino también su trabajo principal, su actividad básica promueve la ele­vación a lo específico y la acarrea consigo. Por eso para

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esas personas la homogenización en «hombre entera­mente» es elemento necesario de su esencia, de la acti­vidad básica de la vida.

Desde luego que el artista, el científico, el estadista no viven constantemente en esa tensión. Tienen tam ­bién, como los demás, una vida cotidiana, y la parti­cularidad se m anifiesta en ellos igual que en los demás hombres. Sólo se suspende durante las fases producti­vas, y entonces dichos individuos se convierten, por mediación de su individualidad, en representantes del género humano y aparecen como protagonistas en el proceso histórico global. El estadista, que tiene que convencer a su medio, la muchedumbre, y arrastrarla consigo a la acción, o que tiene que influir en los sol­dados para que tiendan a un determinado objetivo, o resolver complicadas situaciones previendo sus conse­cuencias, se levanta por encima de sí mismo, se hace llevar, si así puede decirse, por una fuerza «invisible» que a menudo se llama inspiración, pero que no es sino la fuerza elevadora de la decisión humano-espe­cífica. El artista parece guiado por una mano «invisi­ble», de tal modo que produce en su obra algo diferen­te de lo que se proponía producir; le arrastra la fuerza de la objetividad, que extirpa de su creación todo lo que en su intención era aún particular.

No podemos estudiar aquí detalladamente la estruc­tura de la vida cotidiana. Nos limitaremos a aludir a algunos momentos de esa estructura que tendrán im­portancia para el posterior desarrollo.

Las característica dominante de la vida cotidiana es la espontaneidad. Desde luego que no toda actividad cotidiana es espontánea al mismo nivel, igual que una misma actividad tampoco es idénticamente espontánea en situaciones diversas, en diversos estadios de aprendi­zaje. Pero, de todos modos, la espontaneidad es la ten­dencia de toda form a de actividad cotidiana. La espon­taneidad caracteriza tanto los motivos particulares {y las particulares formas de actividad) cuanto las acti­vidades humano-específicas. El ritm o fijo, la repeti­ción, la rigurosa regularidad de la cotidianidad (rotos en cuanto que se produce el ascenso desde la cotidia­nidad) no están en modo alguno en contradicción con esa espontaneidad, sino que, por el contrario, lo uno implica lo otro. Ya la asimilación del comportamiento consuetudinario, de las exigencias sociales y las modas

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—que es en la mayoría de los casos una asimilación no tematizada— exige para su explicación la espontanei­dad. Pues si nos dispusiéramos a reflexionar sobre el contenido de verdad material o formal de cada una de nuestras formas de actividad, no podríamos realizar ni siquiera una fracción de las actividades cotidianas imprescindibles y se imposibilitarían la producción y la reproducción de la vida de la sociedad humana. Pero la espontaneidad no se expresa solamente ed la asimila­ción del comportamiento consuetudinario y del ritmo de la vida, sino también en el hecho de que esa asimi­lación va acompañada por motivaciones efímeras en constante alteración, en constante aparición y desapari­ción. En la mayoría de las formas de actividad de la cotidianidad los motivos del hombre no llegan a ser típicos, esto es, los cambiantes motivos están muy lejns de expresar la totalidad, la esencia del individuo. Lo mismo se puede decir de la mayoría de los motivos ex­plícitamente formulados, aunque no tanto como en el caso de los motivos «mudos».

En la vida cotidiana el hombre actúa sobre la basé de la probabilidad, en el plano de la posibilidad ; entre sus actividades y las consecuencias de éstas hay una relación objetiva de probabilidad. Nunca es posible cal­cular con seguridad científica la consecuencia posible de una acción. Ni tampoco habría tiempo para hacer­lo en la múltiple riqueza de las actividades cotidianas. Pero tampoco es necesario: en el caso medio la acción se puede determinar mediante estimaciones probabi- litarias de modo suficiente para alcanzar realmente la meta perseguida. Los conceptos de caso «medio» y de seguridad «suficiente» tienen en este contexto la misma importancia el uno que el otro. El primero apunta al hecho de que son perfectamente posibles casos en los cuales fracasen las consideraciones probabilitarias. En estos casos podemos hablar de catástrofes de la vida cotidiana. Consideraciones probabilitarias utilizamos, por ejemplo, al cruzar la calle: jam ás calculamos con exactitud nuestra velocidad y la de los vehículos. Nunca hasta el momento hemos ido a p arar debajo de un vehículo, aunque ello puede ocurrir; pero si antes de cruzar decidiéramos realizar cálculos científicamente suficientes, no llegaríamos a movernos nunca. También el concepto de «suficiencia» indica una frontera dú-t

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plice. Significa que en la cotidianidad podemos efec­tivamente orientarnos y obrar con ayuda de estima­ciones probabilitarias, mientras que por debajo de esa línea, en la esfera de la m era posibilidad, no podemos todavía conseguirlo, y no lo necesitamos ya por encima de la correspondiente frontera superior, en la esfe­ra de la seguridad científica. Como es natural, esa situa­ción implica el riesgo de la acción basada en la proba­bilidad; pero no se trata de un riesgo autónomamente asumido, sino de un riesgo imprescindible y necesario para la vida. Precisamente eso le diferencia de los riesgos de la individualidad, los cuales son riesgos morales.

Ya la acción realizada sobre la base de la probabi­lidad indica el economicismo de la vida cotidiana. Toda categoría de la acción y del pensamiento se ma­nifiesta y funciona exclusivamente en la medida en que es imprescindible para la simple continuación de ,1a cotidianidad; no se manifiesta normalmente con par­ticular profundidad, amplitud o intensidad, pues eso arruinaría el rígido «orden» de la cotidianidad. Y cuan­to efectivamente se manifiesta con intensidad mayor disuelve ese orden indefectiblemente, igual si tiende hacia «arriba», levantándonos a lo específico, cosa, que no puede nunca caracterizar toda nuestra vida, que si tiende hacia «abajo» hasta el punto de incapacitar­nos, como a Oblomov, para la vida.

El pensamiento cotidiano se orienta a la realización de actividades cotidianas, y en esa medida es posible hablar de unidad inmediata del pensamiento y la acción en la cotidianidad. Las ideas necesarias de la cotidia­nidad no se levantan nunca hasta el plano de la teoría, y la actividad cotidiana no constituye la práctica. La actividad práctica del individuo no se eleva hasta el plano de la práctica más que si es actividad específica consciente; en la unidad viva y m uda de particularidad y especificidad, o sea, en la cotidianidad, la actividad individual no es más que parte de la práctíqa, de la ac­tividad total de la humanidad que, construyendo sobre lo dado, produce algo nuevo sin trasform ar en nuevo lo ya dado.

La unidad inmediata de pensamiento y actividad implica la Inexistencia de una diferencia entre «acier­to» y «verdad» en la cotidianidad: lo acertado es sin

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más «verdadero». Consiguientemente, la actitud de la vida cotidiana es absolutam ente pragm ática.

Pero hay que aclarar y com plem entar esa afirm a­ción de que lo acertado es sin más verdadero en la vida cotidiana. El pensamiento cotidiano abunda en pensa­mientos fragm entarios, m aterial cognoscitivo y hasta juicios que no tienen nada que ver con la manipulación de las cosas ni con nuestras objetivaciones cósicas, sino que se refieren exclusivamente a nuestra orientación social. En la manipulación de las cosas o de nuestras objetivaciones cósicas la identificación espontánea de «aceptado» y «verdadero» es aproblem ática (por lo menos, en el plano de la vida cotid ian a: aquí no habla* mos de la ciencia). Pero esa aproblem aticidad se ter­mina en cuanto que el «acierto» nos abre la posibilidad de movernos en un medio dado y de mover ese mismo medio dado. En esta hipótesis el acierto es una verdad sólo en la medida en que con su ayuda podemos conti­nuar la cotidianidad con las menores fricciones po­sibles. Lo cual no significa nada respecto del contenido veritativo objetivo del juicio o el pensam iento dados, con independencia de nuestra actividad individual. (Po­cas veces, desde luego, es com pletam ente individual en este contexto la actividad individual: generalmente es proyección de las aspiraciones y los intereses de una capa o clase social.) H asta los juicios y los pensamien­tos objetivamente menos verdaderos pueden resultar acertados en la actividad social cuando representan los intereses de la capa o clase a la que pertenece el individuo y facilitan así a éste la orientación o la acción correspondiente a las exigencias cotidianas de la clase o capa dadas. Cierto que una acción correspondiente a los intereses de una clase o de una capa se puede elevar hasta el plano de la práctica, pero en ese caso rebasará el de la cotidianidad; la teoría de la cotidianidad se convierte entonces en ideología, la cual se independiza relativamente de la práctica cotidiana, cobra vida pro­pia y se pone, consiguientemente, en relación principal no con la actividad cotidiana, sino con la práctica. Y aquí habremos de repetir de nuevo que no hay nin­guna «Muralla China» entre la actividad cotidiana y la práctica no-cotidiana o el pensamiento no-cotidiano, sino que existen infinitos tipos de transición.

Sé desprende de lo dicho que la fe y la confianza desempeñan en la vida cotidiana una función mucho

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más im portante que en las demás esferas de la vida. Eso no quiere decir en modo alguno que la fe y la confianza sean en ella más intensas que en otros cam­pos : la fe religiosa suele ser más intensa y más in­condicional, y la confianza tiene significación más intensa y emocionalmente más grande en la ética o en la actividad política; pero sí quiere decir que esos dos sentimientos «ocupan más espacio» en la cotidia­nidad, que se necesita su función mediadora en mayor número de situaciones. Los hom bres no pueden domi­nar el todo con la m irada en ningún aspecto de la rea­lidad; por eso el conocimiento de los contornos bási­cos de la verdad requiere confianza (confianza en nues­tro método científico, en la cognoscibilidad de la rea­lidad, en los resultados científicos de otras personas, etcétera). En la cotidianidad el conocimiento se limi­ta al aspecto de la actividad, y por eso el «espacio» de la confianza y la fe es muy diferente. Al astrónomo no le basta con la fe en que la Tierra gira alrededor del Sol, pero esa fe basta plenamente en la vida cotidiana; ni basta al médico con creer en la acción terapéutica de un medicamento, mientras que esa fe basta para el enfermo (y precisam ente sobre la base de una simple fe puesta en el médico y en la ciencia médica, con mayor o m enor fundamento empírico). Estos ejemplos bastan ya para indicar que no se trata aquí de contra­dicciones irreconciliables, sino de modos de com porta­miento «relacionados entre sí». Cuando el médico actúa sobre la base de la confianza (cosa que ocurre no rara vez), está actuando en el marco de la estructura de la cotidianidad. Y, a la inversa, cuando, en un momento cualquiera de la vida cotidiana, un individuo empieza a reflexionar acerca de una superstición que compartía, o de una tesis de su integración que antes se había asi­milado, y piensa que ni una ni otra son aceptables por­que contradicen a la experiencia, y pasa luego a exami­nar el objeto puesto en duda contrastándolo con la realidad, para acabar rechazándolo, ese individuo se eleva por encima del curso sólito del pensamiento co­tidiano, aunque sólo sea en ese momento.

H asta ahora hemos hablado de fe (o creencia) y confianza globalmente. No podemos analizar aquí la cuestión de la diferencia entre esos- afectos, pese a su frecuente comunidad de función; nos limitaremos a pre­cisar que la confianza, es un afecto del individuo entero,

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más accesible, por lo tanto, a la experiencia, a la moral y a la teoría que la fe, la cual arraiga siempre en la par­ticularidad.

Puesto que el pensamiento cotidiano es pragmático, cada una de nuestras actividades cotidianas va acom­pañada por alguna fe o alguna confianza. No hay lugar para la fe cuando se expresa el «acierto» de la manipu­lación o de la objetivación cósica; basta en principio la experiencia para practicar las correcciones necesa­rias. Depende de la totalidad, de la individualidad del hombre y de la situación social dada qué afecto es fun­damental en el movimiento en el medio social, en el cual aparece de forma más problem ática la unidad del acierto y la verdad.

Pues lo característico del pensamiento cotidiano es la ultrageneralización, o generalización excesiva, ya en formas «tradicionales», ya como consecuencia de la ex­periencia individual. Los juicios ultrageneralizadores son todos juicios provisionales que la práctica confirma o, por lo menos, no refuta, m ientras, basados en ellos, podemos obrar y orientarnos. Si el afecto confianza se adhiere a un juicio provisional, no representa ningún «perjuicio» el tener «meramente» juicios provisionales ultrageneralizados; como hemos visto, ni siquiera es posible exigir ni al comienzo ni durante la acción jui­cios más precisos, porque con esa exigencia se perdería la capacidad de acción. Pero cuando no se trata ya de la orientación en la vida cotidiana, sino de nuestra en­tera individualidad, de nuestra integridad moral y su superior desarrollo, de modo que sóio a riesgo de eso podemos operar con juicios provisionales, hemos de ser capaces de abandonarlos o de modificarlos, Y lo pode­mos hacer cuando el juicio se apoya en la confianza, pero no cuando le sostiene la fe. Los juicios provisiona­les que arraigan en la particularidad y se basan, consi­guientemente, en la fe son p rejuiciosJ.

Los juicios provisionales (y los prejuicios) son me­ros ejemplos particulares de ultrageneralización. Pues es característico de la vida cotidiana en general el ma­nejo grosero de lo «singular». Siempre reaccionamos a situaciones singulares, respondemos a estímulos sin-

3, He estudiado detalladamente los prejuicios en e! libro Rol social y prejuicios, publicado en húngaro por la Editorial Académica de Budapest (Tarsadalmi nerep és, Akadémiai Kiadó, Budapest 1966).

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guiares y resolvemos problemas singulares. Para poder reaccionar hemos de subsum ir lo singular, del modo m ás rápido posible. Bajo alguna generalidad, hemos de inordinarlo en nuestra actividad cotidiana, en el conjunto de nuestra actividad v ita l: en suma, hemos de resolver el asunto. Pero no tenemos tiempo para exa­m inar todos los aspectos del caso singular, ni siquiera los decisivos: hemos de situarlo lo más rápidamente posible desde el punto de vista de la tarea planteada. Y eso no es posible más que con la ayuda de las varias form as de ultrageneralización. Así, por ejemplo, se re­curre a la analogía. Mediante ella funciona principal­m ente nuestro conocimiento cotidiano del hombre, sin el cual no podríamos siquiera orientarnos: clasificamos en algún tipo ya conocido por experiencia al hombre que queremos conocer en algún respecto im portante para nosotros, y esa clasificación por tipos nos permite orientarnos. Sólo a posteriori se pone «de manifiesto» en la práctica que podemos disolver aquella analogía y conocer el fenómeno singular —en este caso, el hom ­bre de que se trate— en su concreta totalidad, estimarlo y comprenderlo. Desde luego que el juicio provisional de analogía puede cristalizar en prejuicio; puede ocu­rrir que no atendamos ya a ningún hecho posterior que contradiga abiertam ente a nuestro juicio provisional: hasta ese punto podemos quedar sometidos al poder de nuestras propias tipificaciones, de nuestros pre­juicios. El juiciq provisional analógico es, pues, inevi­table en el conocimiento cotidiano de los hombres, pero está expuesto al peligro de la cristalización (fosiliza­ción), y m ientras que al principio el tratam iento grose­ro de lo singular no es perjudicial, puede convertirse en un daño irreparable si se mantiene una vez cumplida su función. Se puede tra tar de un error moral, caso en el cual no se «perturbará» la orientación en la vida coti­diana; pero también puede ser un error que acarree una de las catástrofes de la vida cotidiana.

Cosa parecida ocurre con el uso de los precedentes. El precedente tiene m ás im portancia para el conoci­miento de la situación que para el de las personas. Es un «indicador» útil para nuestro comportamiento, para nuestra actitud. («Otros obraron en mi situación de tal o cual modo, ya había ejemplos de eso», etc.). Sin esta actitud nos ocurriría a menudo lo que al asno de Buridán. Por eso no se trata de un fenómeno «malo»

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en principio. Esta actitud tiene efectos negativos, y has­ta destructivos, cuando nuestra percepción del prece­dente nos impide captar lo nuevo, irrepetible y único de una situación.

No hay vida cotidiana sin imitación. En la asimila­ción del sistema consuetudinario no procedemos nun­ca meramente «según preceptos», sino que imitamos a otros; ni el trabajo ni el trófico social serían posibles sin mimesis. La cuestión estriba, como siempre, en si somos capaces de producir un campo de libertad indivi­dual de movimiento dentro de la mimesis o, en el caso extremo, de deponer completamente las costumbres mi- méticas y configurar nuevas actitudes. Hay, natural­mente, en Ja vida cotidiana sectores en los cuales no es necesaria la individualización de la mimesis, y épocas en las cuales se hace superflua; por lo demás, los tipos y los grados de individualización son por necesidad diversos en las varias esferas vitales, épocas y situa­ciones.

La entonación tiene una importancia apreciable en la vida cotidiana, tanto en la configuración de nuestro tipo de actividad y pensamiento cuanto en la estima­ción de otros, en la comunicación, etc. La aparición de un individuo en un medio dado «entona» al sujeto de que se trate, produce una atm ósfera tonal específica en torno suyo que luego le sigue rodeando. La persona que no produce esa entonación carece de individuali­dad, y la persona incapaz de percibirla es insensible para un aspecto importantísimo de las vinculaciones humanas. Pero quedar preso en esa realidad tonal sería otra clase de ultrageneralización, en este caso en el te­rreno emocional más que en el de los juicios. Tal vez podríamos aplicar a este fenómeno el térm ino «pre­juicio emocional». El fenómeno se presenta frecuente­mente junto con el prejuicio basado en ultragenera­lización.

Todos esos momentos característicos del com porta­miento y el pensamiento cotidianos constituyen una co­nexión necesaria, a pesar del carácter aparentem ente casual de la «selección» en que aquí se presentan. Todos tienen en común el ser necesarios para que el hombre sea capaz de vivir en la cotidianidad. No hay vida cotidiana sin espontaneidad, pragmatismo, econo- micismo, analogía, precedentes, juicio provisional, ul­trageneralización, mimesis y entonación, Pero las for­

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mas necesarias de la estructura y el pensamiento de la vida cotidiana no deben cristalizar en absolutos, sino que tienen que dejar al individuo un margen de movi­miento y posibilidades de desarrollo. (Esto es impor­tante para lo que sigue). Si esas formas se absolutizan y dejan de posibilitar un margen de movimiento, nos encontramos con la extrañación de la vida cotidiana.

Extrañación es, desde luego, siempre extrañación respecto de algo, y precisamente respecto de tas posi­bilidades concretas del desarrollo específico de la hu­manidad. La mimesis de un mismo tipo, general en la época en que aún no se había desarrollado el individuo moderno, pero formalmente presente también hoy día, en la misma m edida, se tiene que entender como pro­ducto de la extrañación sólo en este último caso, pues las posibilidades configuradas desde entonces en la humanidad exigen una orientación ampliamente indi­vidual.

La vida cotidiana es, de todas las esferas de la realidad, la que más se presta a la extrañación. Por causa de la copresencia «muda», en-sí, de particulari­dad y especificidad, la actividad cotidiana puede ser ac­tividad específica no-conscicnte, aunque sus motivos sean, como normalmente lo son, efímeros y particula­res. En la cotidianidad parece «natural» la disgrega­ción, la separación de ser y esencia. En la copresencia y sucesión heterogéneas de las actividades cotidianas no tiene por qué revelarse ninguna individualidad uni­taria; el hombre agotado por y en sus «roles» puede orientarse en la cotidianidad con sólo cumplir adecua­damente con ellos. La asimilación espontánea de las normas consuetudinarias dominantes puede convertir­se por sí misma en conformismo cuando el que las asi­mila es un individuo sin «columna vertebral»; y la par­ticularidad que aspira a una «buena vida» sin conflictos refuerza aún ese conformismo con su fe.

Pero la estructura de la vida cotidiana, aunque sin duda constituye un terreno propicio para la extraña­ción, no es en modo alguno extrañada por necesidad. Subrayemos una vez más que las formas de pensa­miento y comportamiento producidas en esa estructu­ra pueden dejar perfectamente al individuo un margen de movimiento y posibilidades d.e desarrollo, posibili­tarle -—en cuanto unidad consciente de lo específico y lo particular— una condensación «prismática», por

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así decirlo, de la experiencia de la cotidianidad, de tal modo que ésta pueda manifestarse como esencia unita­ria de las heterogéneas formas de actividad de la coti­dianidad y objetivarse en ellas. El ser y la esencia no quedan separados y las formas de actividad de la co­tidianidad no son formas extrañadas en la medida en que todo eso es posible para los individuos de una épo­ca dada y en el plano máximo de individualidad —y, consiguientemente, de desarrollo de lo específico— ca­racterístico de dicha época. Cuanto mayor es la extra­ñación producida por la estructura económica de una sociedad dada, tanto más irradia la vida cotidiana su propia extrañación sobre las demás esferas.

Hay extrañación desde que existe un abismo entre el desarrollo humano-específico y las posibilidades de desarrollo de los individuos humanos, entre la produc­ción humano-específica y la participación consciente del individuo en ella. Ese abismo no ha tenido la misma profundidad en todas Jas épocas ni para todas las ca­pas sociales; así, por ejemplo, se cerró casi completa­mente en las épocas de florecimiento de la polis ática y del Renacimiento italiano; pero en el capitalismo mo­derno se ahondó más allá de toda medida. Por lo demás, jamás fue enteramente insalvable ese abismo para el in­dividuo aislado: en toda época ha habido un número mayor o menor de personas que, con ayuda de su ta­lento, de su situación, de las grandes constelaciones his­tóricas, consiguieron el salto. Pero para la masa, para los numerosos otros, subsistió el abismo igual cuando era muy profundo que cuando era más superficial.

Como queda dicho, el moderno desarrollo capitalis­ta ha exacerbado hasta el extremo esta contradicción. Por eso la estructura de la cotidianidad extrañada em­pezó a expansionarse y a penetrar en esferas en las que no es necesaria ni constituye una condición previa de la orientación, sino que es incluso obstáculo para esta última.

No se trata de que las categorías de la cotidianidad sean ajenas a las esferas no-cotidianas. Baste con aludir a la función que tienen los precedentes en la actividad política, a la de ia analogía en la comparación cientí­fica y artística, a la de la mimesis o la entonación en el arte. Pero esta limitada comunidad o generalidad de las categorías no significó nunca una identidad estruc-, tura! con —ni una asimilación por— las formas de ac­

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tividad y los contenidos de la cotidianidad. En cambio la ciencia moderna,-al ponerse sobre unos fundamentos pragmáticos, «absorbe», asimila la estructura cotidia­na; y cuando el arte moderno se decide a elegir por tema las efímeras motivaciones y a hacer abstracción de la esencia de la vida humana, de la constante osci­lación, de la interacción entre la cotidianidad y lo que no lo es, la cotidianidad absorbe incluso al arte. La estructura en cuestión, que en la cotidianidad no puede ser un fenómeno de extrañación, es necesariamente fenómeno de extrañación en el arte, en la ciencia, en las decisiones morales y políticas. Ahora bien, es evi­dente que la continuidad no empieza a expansionar­se «hacia arriba» sino cuando ya ella misma es ex­trañada.

Repetimos: la vida cotidiana no es extrañada por necesidad, a consecuencia de su estructura, sino sólo en determinadas circunstancias sociales. En toda época ha habido personalidades representativas que han vi­vido en una cotidianidad no-extrañada; y puesto que la estructura científica de la sociedad posibilita el final de la extrañación, esa posibilidad se encuentra abierta a todo ser humano.

Pero eso no significa en modo alguno que la vida de cualquier hom bre se haga específica en su activi­dad principal, en el trabajo y en las objetivaciones. Humanización de la vida cotidiana no quiere decir que los hombres vayan a recibir el don de la inteligen­cia de Planck, la mano de Menuhin o las capacidades políticas de Lenin. Se trata de algo que se puede expre­sar con palabras de G oethe: todo hombre puede ser completo, incluso en la cotidianidad. Pero ¿cómo?

Sabemos que la vida cotidiana tiene siempre una jerarquía espontánea determinada por la época (por la producción, por la sociedad, por el lugar del individuo en ésta).

Esa jerarquía espontánea otorga a la individualidad un margen de movimiento diferente en cada caso. En la época que empezó con el despliegue de la sociedad burguesa ese marco se ensanchó, en principio al menos. Siempre fue posible; pero desde que la relación de un hom bre con su clase se ha hecho «casual» (Marx), ha aumentado para todo hom bre la posibilidad de cons­truirse una jerarquía consciente, dictada por su propia personalidad, dentro de la jerarquía espontánea. Mas

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las mismas relaciones y situaciones sociales que crea­ron esa nueva posibilidad han impedido su desarrollo en lo esencial; en el momento de la elevación de toda la sociedad, o sea, con el final de la extrañación, se podrá contar con el despliegue máximo de aquella posi­bilidad. Podemos llamar, también con palabras de Goe­the, «regimiento de la vida» a la construcción de esa jerarquía de la cotidianidad afirmada por la individua­lidad consciente.

«Regimiento de la vida» no significa, pues, abolición de la jerarquía espontánea de la cotidianidad, sino sólo que la «muda» copresencia de la particularidad y es­pecificidad queda sustituida por la relación consciente del individuo con lo específico, y que esta attítu d —que es al mismo tiempo un «engagement» moral, de con­cepción del mundo, y aspiración a autor realización y autogoce de la personalidad— «ordena» las varias y heterogéneas actividades de la vida. El regimiento de la vida supone para cada cual una vida propia, aun manteniendo la estructura de la cotidianidad: cada cual ha de apropiarse a su modo la realidad e imponerle el sello de su individualidad. Desde luego que el regimien­to c!e la vida no es nunca sino una tendencia de reali­zación más o menos perfecta. Y es regimiento de la vida porque su perfección es función de la individua­lidad del hombre, y no de un talento particular o de una capacidad especia!.

Como hemos visto, el regimiento de la vida no puede convertirse en posibilidad social universal más que una vez abolida y superada la extrañación. Pero no es im­posible trabajar en el regimiento de la vida mientras las condiciones generales económico-sociales favorecen aún la extrañación. En este caso el regimiento de la vida se hace representativo, significa un reto a la deshu­manización, tal como ocurrió en el estoicismo y el epi­cureismo. En este caso la «ordenación» de la cotidiani­dad es un fenómeno nada cotidiano: el carácter repre­sentativo, «provocador», excepcional trasforma la mis­ma ordenación de la cotidianidad en una acción moral y política.

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VIII

OBSERVACIONES SOBRE ALGUNAS RELACIONES

DE CAUSALIDAD EN LOS SECTORES POPULARES

Germán Marino

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INTRODUCCION

S o b r e l a s c o n c e p c i o n e s d e l mundo que t r a n s m i t e jg e s c u e l a , l o s e d u c a d o r e s hemos e s p e c u la d o mucho," q u e b u s c; a r en 1 a r e a l i d ad q u é p i en s a n ]. □ s o t r os h e m o s , p e n s a d o q u é c r o e m o s que p iensan , , Mas ^ f a l t a d o o b j e t i v i d a d . . De un d i s c u r s o g l o b a l sohpg l a s c a r a c t e r í s t i c a s de l a e d u c a c ió n on gj_ c a p i t a l i srno fiema-; q u e r ¡ da 3. n f er \ r Jggp a r t i c o l a r ;i. d a d e s , t e r m i n a n d o po r ern,but :i. r |gr e a l i d a d en l o s e s q u e m a s .

E s t a p1 o q u e í'Va i n v e a L i g a c i. tí n s o u b i c a d e n 1 1-" o d e yr\§1 i ríes, q u e p r e t e n d e ob v i a r e l p rob 1 e r a 3r\Ot cld.q,a c e r c á n d o s e a l a r e s p u e s t a e s p o n tá n e a s (J53S qgo e n c a s i 11 a r d e n t r o d e c a t e g o r í a s p p ^ - ^ s t a b l e c id ^ S ^ i n t e n t a d e s c u b r i r n u e v a s c a t e g o r í a s » Sí? em p o b rec e e p i s t o i n a .16 g i c a m s ri t e p a r a p a d e r s s gfl r i tf u e c e r ,C i e r t a m e n t e q u e p a r c o m b a t i r e l dogm at ism o . n o se c a e en e l e m p i r i s m o , en a i m ito do que 05 p o s i b l e a c o r c a r s e a I a s a i i d ad con 1 a m onte en b i a n c o . Nu e s t r a i n ¡ e r p r e t; a c: i ó i ¡ n o h a p ar h id o de GSTOS e s t á i n f 1 u e n c i , a d a p o r a l y unos p l cintearci G p t o B de B a r b e l a r d , E o s i L y G r a m s r i » $ í n £ m h a r g o 3 1 g£c a t e g a r l a s í p enum b r a ,, g r j. s , mosai ¡ o ! s i d o i n v e n t a d a s , m e jo r ' s e r i a d e c i r p r o p u e s t a p o r (ni ,

L a i n v e s t i g a c i tín s o o s t r u c t u r a so ti r o *do^ p r li n t 95 > p o r q u é c r e e n l o s a l u m n o s que hay p o b r e s y r i c o s 'f p o r q u é s u b e el. c o s t o d e l a v i d a . 1-3 AicJ/Drí^ d & J CS a n á 1 i s i s s e h a c: e n s o ti r e 1 a p r" i m e r a pregutn t a u s a n d o l a seyunda fundam enta 1 ment.e para det e c t.a)r e l g yg do d e c a n s i s t e n e i a en 1 a a r gomen t a c i t ín ., L a s p r e.gu.nt.35 f u e r o n f o r m u l a d a s a un g rupo de P r im e ro deb a c h i 1 1 e r a t o d e 1 a p o ti 1 a c i dn C u n d in arrvgrq u.eo a d eC h p c a h í H a un g r u p o de q u in t o de p r i m a r i a d e 13 e s c u e l a D i s t r i t a l d e l b ¿ i r r i □ L a s t or i a s d e B o g o t áy a un g r u p o d e a l u m n o s a d u l t o s de p r i m a r i a cjs UD3 e s c u e l a n o c t u r n a q u e f une,i una en e I X n S t i t í l t O

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5 u p o r i o r d 0 E d u .c a c i ón Soc: i a 1 < I S E 8 ) d e B o g o t á . L a m u e s t r a r e p r e s e n t a , a l g u n a s d e I a s c a r a c t e r í s t 1 c a s d e l o s q u e p o d r í a n s e r l o s a l u m n o s d e a l g u n a z o n a r u r a l , d e u n a z o n a u r b a n a y l o s a l u m n o s a d u l t o s . , No h em o s p r e t e r i d i d o q u e s e a e s t a d 1 s t i c a m e n t er e p r e s e n t a ! : :i. v a p u e s n u e s t r o a n á l i s i s e s -f: un d amen t a l men t e c u a l 1 1 at. i v o „

En r e l a c i ó n a l a p r e s e n t a c i ó n d e l t r a b a j o , p r i m e r o s e p r o c e s a n l a s r e s p u e s t a s d e l o s a l u m n o s ( C h o á c i u , e s c u o l a Di. s t r i t a l y Acfu l t o s , en e s e o r d e n ) y

mu 1. L á n e a m e n t e s e v a n r e a l i z a n d o a l g u n a s c o m p a r a r :i. e n e s „

!. a .. r e s p u e s t a s s e c 3 a s 1 ¡ i c a n en c u a t r o c a t e q o r i a s ; r o í : p u e s t a s o s e :u r a s , r e s ¡:.¡ u e s t a s p en um br a , r e s p u e s t a s g r i & e s y r e s p u. o 0; t a s en o s a i c o , l a s c: u a 1 e s s e ;:a>' a r t u r 1 o an en b a s e a 1. a s r e í a c i o r í e s d e a u s a l :i. d a d y u 1 g ra c to d e 11 i mpr e g n a . c i ón “ d e l a i d e o l oq 1 a dom :¡. nan t e n T a n g e n e i a l men t e s e an a 1 i a a s 3. ataño j o de l a d i m e n s ió n t i e m p o .

E s t a :¡, n v t á i i y a c 1 ón no 1 1 e n e p r e t e n c : 1 e n e s „ En n v n y un m om en to s o s t en orno 1» q u e n u e s t r a s c ¡ ,c .1. u s i o n o s p u e d a n g e n e r a l i z a r s e . D e b e n c 01 o- i d e r a r s e ún 1 ra m ó n t e com o u n a r e ! 1 e . : < ón so io r e u n o s h e c ti ¡os p a r e 1 a l e s q u e q u i z á p u ed an a r r o j a r 1 u.z p a r a n u e v a s i. n v e s t í g a c i o r íe s

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LA ESCUELA DE 0 -0ACHÍ

L a s c a r á c t e r i s t 1 c a s d e l g r u p o d e a l u m n o s d e C h a a c h í s on 1 a s s i g u i e n t e s :

a ) p e r t en ecen a 1 c u r so (.1.) b a c h i i 1 e r a t ob ) e s m i l i toc ) L a edad prometí i o de 1 o s a l u ron o s e s 16 afl 'osd ) sar i t o d a s a i u.mnos i n t e r n a se ) l a m ayo r i 'a p r o v i e n e n de l a s e s c u e l a s r u r a l e s de 1 a r e g i óni ' e l b a c h i l l e r a t o e s f i n a n c i a d o p o r e l go l . t i e r n o .

Como p u e d e o b s e r v a r s e , e s t e g r u p o a u n q u e n o p u e d e d e c i r s e que r e p r e s e n t a un g r u p o t í p i c o r u r a l , p o s e e a 1 g un o s d e su s c omp o n e n t. e s ,

1.1 LAS RESPUESTAS OSCURAS ( * í

E s t e p r i mer g ru p o de r e s p u e s t a s s e c a r á c t e r i z a, p o r :t

1 . E x p r e s a r c l a r a m e n t e a r g u m e n t o s s u s t e n t a d o s por '.1 a i d e □ 1 o g i' a d o m 1. n a n t e .

2 . L a s c a u s a s de 1 os p r o b l ornas s o n o cr i v t e r r e n a l ecs( D i o s ) y po r c o n s i g u i e n t e p a r f u e r a d e l d o m i n i o

d e l o s hom bres o son " m asDCju i s t a s " , f p el-s e n t i d o de que l a c a u s a d e l a p o b r e z a . t ? s t é e Al o s m ismos p o b r e s , e s d e c i r ' , s e c o n v i e r t e n de v í c t i m a s en v i c t i m a r i o s .

3 . Cuando s e i n t r o d u c e l a d i m e n s i ó n h i s t ó r i c a ó s t u t i e n e una c o n n o t a c i ó n f a t a l i s t a .

( # ) L a s r e s p u e s t a s de l o s m u c h a c h o s s e t r a n s c r i b e n r e s p e t a n d o l a o r t o g r a f í a y r e d a c c i ó n o r i g i n a l - E v e n t u a l m ente se a g r e g a n u n o s s i g n a s d e p u n t u a c i ó n p a r a f a c i l i t a r l a l e c t u r a p e r o e s t o s no c a m b i a n de n i n g u n a f o r m a e 1 s e n t i d o n i. 1 o s p 1 a n t e a m i e n t o s .

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I... o s p o b r e s s o n p o b r e s p o r q u e " ...... n o s e h a ns a c r i í i c a el o p o r el e s e m p ei j a r s u t r a b a j o „ „ „ " ( t a )

’■', „ » n o s a b e n h a c ; e r n a d a y 1 e s d a p e r e z a t r a b a i a r . , . " i 1 b )

" . . p o r q u e no t r a b a j a n h a y r i c o s p o rq ue ?t r a b a j a n y s e l o g a n a n c o n e l sudor " de' s u ■ f r e n t e . „ . " ( 2 ..a ) „

' t . . P a r q u e l o s q u e t r a b a j a n so n r i c o s y l o s q u e no t r a b a j a n s o n p o b r e s , por" e s o d e b e m o s t r a b a j a r p a r a p o d e r r e c o g e r . . , " <2 c •) .

I ..• • ... p o b r e s s o n p o b r e s p o r q u e n o t r a b a j a n , s o n p e r e z o s o s y p o r q u e n o s e h a n s a c r i f i c a d o . La. c a u s ano e s t á en l o s " o t r o s " , s i n o en " e l l o s " ; i 1 h ) a l ap r e g u n t a po r q u é s u b e e l c o s t o d e l a v i d a , c o n t e s t a a d e m á s :

. l o s c a m p e s ! n o s d e j a n d e t r a b a j a r " p a r ai r s e n p a r a l a c a p i t a l y y a no h a y q u i e nc u i t i v e „ , „ "

L a e ; ;p l i c ac: i tío ,, a l r e s p o n d e r p o r q u é ' r a z ó n l o s c a m p e s i n o s s e v a n p a r a l a c i u d a d , f á c i l m e n t e p o d r í ap r e s t a r s e a u n a i n t e r p r s t a c i. 6 n en i l a ' c u a ln u e v a m e n t e 1 o s c a m p e s ! n o s s o n 1 o s c a u s a n t e s d e s u s m a l e s , e s t a v e z r i e l a l z a en el. c o s t o d e l a v i d a , P e r o no s o l o t i e n e n 1 a c u l p a d e s e r p o b r e s , s i no q u e a d e m á s , e s a e l l o s a q u i e n e s s e d e b e l a i n f 1 a c i b n .

" . . « a l g u n a s p e r s o n a s s o n m¿1 s d e b u e n a s . , , y o t r a s s o n r i c o s d e s d e l a c u n a . . . " ( 3 ~ a )

" . . . p o r q u e l e s d e j a n h e r e n c i a s . . . p o r q u e s o n d e m al a s o d e l m al p a d r e s n o 1 e s d e j a n p a r a d e f e n d e r s e . . . " ( 3 - b )

C o ai o l o i n s i n ú a n l a s d o s ú l t i m a s r e s p u e s t a s , e 1

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mane j a de 1 a d i m e n s i bri d e .1 t i empo ( f"i i st:.or i a ) '6*1 em en to g e n e r a l m e n te a u s e n t e d e .1. o s a n á l i s i s ,, h a c e con una p e r s p e c t i v a f a t a l .i. s t a , p o r q u e s i b i e n esc i e r t o que n a d i e e s c o g e s u c u n a , la . p o b r e z a d e unae l a s e no s e deb e a l a z a r , a l a s u e r t e , s i n o a un as r e 1 a c i o n o s d e p r o d u c c i ó n c o n c r e t a. s .

" . . Di os s □<:: o r r i d rná s q u e a ot. r o s , a q u :i. en no s o c o r r a en l a t i e r r a l o s o c o r r e en e l c i e l o . , . " (4--a>

D io s q u i z o q u e e s t o - fu e r a a s i . , . , , " ( 4 ...b )

" . . . E l Soft o r J e s l i s e l i g j . 6 a c a d a u n o , E l l edxt) p o d e r e s a u n o s , , . , , " ( 4 ..c )

" . . . D i o s l o s mando y l o s c r e d . , E l r i c o q u ei s i e r a vu e n u s o d e l a p l a t a a a y u d a r l e a l .p o b r e . . „ " (5--na)

" D i o s q u i s o q u e f u e r a a c i . „ . " (5--b)

" . . . D i o s I e s d:i. 6 a u n o s a r t o y a p i r o s p o c o . , . " ( 5 c )

L a s r e s p u e s t a s n o s d i c e n q u e l a c a u s a de q u eex i. s t a n r i e o s y p o b r e s e s l a v o l u n t a d d e Di o s , ¡ En d o s de e l l a s s e i n t r o d u c e n e l e m e n t o s qu e a f i n a n s u s t a n c i . a l m ente I a a r y u m e n t a c i P n ; u no e sc o m p e n s a t o r i □ ( e l c i e l a ) y c a n d i c.i o n a d o r ¡h i c i e r a nb u e n uso de l a p l a t a ) .( 5 -a) , a l a p r e g u n t a p o r q u e súber e l ccn.-UJ d e l a v i d a , r e s p o n d e s

" . . . p o rq u e mal g a s t a n 1 o q u e D i o s I e ss o c a r r e , . . "

l o c u a l , i n t e r p r e t a d o en e l c o n t e x t o d e l a p r i m e r a r e s p u e s t a donde 1 o s h e c h o s s e d a n p o r q u e D i o s "1 o s m a n d d " , m u e s t r a más aün ex p 1 i c i t am en t e 1 o t e o l Pq ■ <:;o d e d i c h a c o n c e p c i ó n c a u s a l .:

L o qu.e s u c e d e en l a t i e r r a n o s e d e b e a l a s l e y e s ob j e t i v a s , n i s i qu i e r a , com o en e l c a s o an t e r i. o r , a 1 o s p o b r e s , s i no a l i n c u m p l i mi e n t o d e 1 o s d e s e o s cíe

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D i os

bn e s t e g r u p o d e r e s p u e s t a s J a i d e o l o g í a d o m i n a n t e : oro i. n i i a a p a r e c í , e n d o p o r o y a 11 s a l p i c a d a " dee l em e ; . I: o s p r e c i en t i ¡ i e o s , s u r g í ¡ Jo s r u m ia m e n t a 1 m en t e de l a e x p e r i e n c i a v i v i d a - h a i d e o l o g í a d o m i n a n t e y a no l l e n a t o d o e l u n i v e r s o d o l a a r g u m e n t a d . £>n yf r e c u e n t o r n e n t e c a e r i s t e n c o n e l 1 a e l e m e n t a s q u e 1 a c o n t r a d i c e n ^ a u n q u e t o d a v í a no l l e g a n a c o n - f i g u r a r u n a e s t r u c t u r a , un t o d o c o m p le te : ; y c o h e r e n t e .

" « l o s p o b r e s » - n o a o r r a n l o p o c o q u et i s n c n . . , l o s r i c o s . . . n a l e s d a n n a d a a l o s p o b r e s „ „ „ " ( 6- - a )

" , .. .p o r q u e l a m a y o r í a d e p o b r e s g a s t a n p l a t a , .. „ 1 o s d o m i n g o s e n c: a rnb i or i c o s . . . a h o r r a n . . . " ( 6 ,,H,b )

" . , 1 o s p o b r e s m a l g a s t a n . . . y 1 o s r i e o sj u n t a n t o d o e l d i n e r o . . . y p o r q u e l o sp o b r e s g a n a n m enos q u e l o s r i c o s . „ „ " (é ,~ c )

‘' L .os p gh r e s d ••• sp e¡ d i c i an I a p 1 a t a 1 o s a b e n ap r o v e c h a r 1 a , u n o se s t a - f a d o r e s , . " f 7 — b )

" .. „ ,. por' q u e 1 a s u e r t e a y u d a a 1 o sr i c o s . . . l o s p o b r e s o p o r q u e n o p u e d e n t r a b a j a r ' o p o r q u e s o n p e r i c i o s o s " ( B - g )

" . . . . p o r q u e u n o s e n t r e m ás t r a b a j a n s o n más r i. c o s y o t r o s t r ab a j an y s o n m á s p o b r e s . . . " ( 8 - b )

P o r qu.d h a y r i c o s y p o b r e s :" . . . p o r q u e D i o s n u e s t r o p a d r ;e l o q u i ;■ oa s í . . .Por ' q u d s u b e e l c o s t o d e 1 a v i d a ?

. . e l p r e c i d e n t e n o a r r e g l a l a s c o s a s . „ "»' a i

1.2 LAS RESPUESTAS MOSAICO

r í e o sSDI"I

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. . p o b r e s p o r q u e l o s h a n d e f r a n d a d o o r o b a d o s u s p e r t e n e n c i a s d e s d e unp r i n c i p i o . „ „ h a y r i c: o s {:i u e s t □ q u e e 1e s t u d i o . , . g r a n p e r s o n a l i d a d . . . 11 ( 9 - b )

O b s é r v e s e cómo s i muí t á r i e a m e n t e a r e s p u e s t a s " f a l s a s 11 s e p r e s e n t a n e l e m e n t o s q u e l a m a t i z a n ei n v a l i d a n . En ( 6 - a ) , l o s p o b r e s s o n p o b r e s p o r q u ena a h o r r a n p e r o a l mi smo t i e/npo s e d i c e q u e 1 osr i c o s s □ n r i c □ s jo o r q u e n o 1 e s d a n n a d a a 1 o sp o b re s ; en (ó - b ) l o s p o b r e s m a l g a s t a n , per"o n o s o n 1 a mayor 1 a , son a l g u n o s ; e n ( 7 - b ) , 1 o s p o b r e sd e s p e r d i c i an l a p l a t a p e r o u n o s r i c o s s o ne s t a f a d o r e s ; en ( 8 a ) , l o s r i c o s s o n r i c o s p o r q u et i e n e n s u e r t e y l o s p o b r e s p o r q u e s o n p e r e z o s o s p e r o s i n e m b a rg o , a l g u n o s s o n p o b r e s p o r q u e no p u e d e n t r a b a j a r ■ ( n o y a p o r q u e n o q u í e r e n t r a b a j a r s i n o p a r q u e no p u e d e n ) ; en (8-b> l o s r i c o s so n r i c o s p o rq u e 1:r a b a j an v p e r 1 o . u n o s s o n r i c o s p o r q u e t r a b a j a n p e r o o t r o s t r a b a j a n y s o n md.s p o b r e s , e s d e c i r , a l p r i n c i p i o p a r e c i e r a q u e f u e r a a s o s t e n e r que l a r i q u e z a e s u n a f u n c i ó n d e l t r a b a j o , s i n e m b a rg a , en e l t r a n s c u r s o d e l r a e i o n a m i a n t a e n c u e n t r a q u e h a y p e r s o n a s q u e a u n q u e t r a b a j a n , son p o b r e s ; en e l mi smo p á r r a f o i r i v a l i d a 1 a i d e a 1 oq 1 a domi r ían te au n q u e t o d a v l a n o 1 o g r a r e s o l ver" e l p ro b le m a , no s a b e p o r q u é h a y r i c o s y p o b r e s ; e n <9-a ) , c o n t e s t a que h a y p o b r e s p o r q u e D i o s l o quiere, p e ro a i r e s p o n d e r p o r1 q u e s u b e e l c o s t o d e l a ; v i d a ya rio l e e c h a l a c u l p a a D i o s s i n o a l p r e s i d e n t e : ; en ( 9 - b ) , h a y r i c o s p o r e l e s t u d i o y p e r s o n a l i d a d p e ro a l mismo t i e m p o l o s p o b r e s s o n p o b r e s p o r q u e l o s han ro b a d o .

L a s r e s p u e s t a s d e e s t e t i p o n o s o n m o n o l í t i c a s , no san hom ogéneas ; c o n l l e v a n f i s u r a s , " z o n a s " q u e mlis que una s u p e r f i c i e c o n t i n u a n o s m u e s t r a n un m o s a i c o en e l s e n t i d o de q u e s u s p i e z a s s o n di. f e r en t e s , a lg u n a s p e d a z o s son po 1 i . g o n o s p e r f e c t o s p & r o a t rc js no se so m e ten a l a l e y d e l a u n i f o r m i d a d , so n a n á r q u ic a m e n t e i r r e g u l a r e s .

144

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E:£ t e g r u.po d e r e s p u e s t a s n o s p r e s e n t a n :

1. U n a r e 1 a i i v a 1' v i c: t □ r i a 1'1 s o b r e l a i d e □ I o g X adoíni n a n t e ; a q u í y a ap airee: e n e l e m e n t o s q u e r e v e l a n un a n á l i s i s ' d e l a r e a l i d a d c u a l i t a t i v a m e n t e s u p e r i o r a 1 o s a n t e r i o r e s » En e l 1 a s n o a p a r e c e n t o d a v í a , s i n e m b a r g o , c a t e g o r í a s c i e n t í f i c a s ! e s t e

v a c 1 o c c jn c e p t u a 1 s e h a y a s u . s t i t u i do p a r u n a s e r i ede e l e m e n t o s g e n e r a d o s p o r 1 o s q u e c ¡u i z á podr" í 'am osd e n o m in a r i n s t i n t o d e c 1 a s e .? „ I....as r e l a c i o n e s d e c a u s a l i d a d s e d a n a l i n t e r i o rde . l o s h o m b r e s y y a n o s o n a u t o ■■ ■■ i n c r i m i n a í: o r i o s „ l a c u l p a d e 1.a p o b r e z a e s t á e n l o s " o t r o s " , en l ao t r a c l a s e , en l o s r u c o s .

" . . , l o s ¡mis a v i s p a d o s c o g i e r a n m ás a r t o . * - "( .1. 0 a ) .

" , » , p o r q u e t a l v e z l a n a r i un d t a v i e r a a y u d a r a l o s p o b r e s . . . " ( 1 0 - b )

" . . . l a m a y o r í a d e l o s r i c o s v i v e ne x p l o t a n d o a l o s p o b r e s . . . "

" . * . p o r l a v i o l e n c i a d e l o s t i e m p o s a n t i g u o s , p o r q u e l a g e n t e m ás a v i s p a d a¡n a t a v a n a l o s o t r o s y q u i t a b a n l a s t i e r r a s . , , " ( 2 - b )

1.3 LAS RESPUESTAS GRISES

. . l o s r i c o s s o n u n o s a c a p a r a d o r e s . * . " <2c )

" . . . p o r l a p o l i ' t i c : a e s l o q u e l e s r o b a l a p l a t a a l p u e b l o . . . l a s r i c o s s o n l o sp a l i t i e o s . . . " ( 1 2 '- a )

" . . . p o r q u e e l g o b i e r n o n o c o n s i d e r a a n a d i . e : u n o s p r o g r e s a n r o b á n d o 1 e a 1 1 ¡o%p o b r e s . . . " ( 12- b >

L a c u 1 p a d e 1 a e i s t. e n c i a d e l a p o b r e z a y a n o 1 at i e n e D i o s , n i 1 o s m is m a s p o b r e s s i n a l a Mac i 6n ( E l

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E s t a d o ) , l o s r i c o s o l o s p o l í t i c o s , l o s c u a l e s s e l o g r a n h a c e r r i c o s p o r q u e n o a y u d a n , p o r q u e v i v e n e ; ;p 1 o t a n d o , p o r q u e r o b a n , p o r q u e s a n u n o sa c a p a r a d o r e s » p o r q u e m a t a r o n p a r a q u e d a r s e c o n 1 a s t i e r r a s .

L a s r e s p u e s t a s , s i n e m b a r g o , n o s o n t o d a v i " a p u r a s , e s d e c i r , c o n t i e n e n , " e l e m e n t o s o s c u r o s " , ©semi osc ur os, Por ejemp1 o , (2 a ) n o se at t' even ga f i r m a r q u e s o n t o d o s l o s r i c o s 1 o s q u e e p 1 a t a n ¡ d i c e q u e s o n s o l o " u n o s 1’ ; a l g o s i m i l a r l e s u c e d e 3 ( 1 2 - b ) , s o l o " u n o s " r i. c o s p r □ g r e s a n r o b á n d o 1 e s 3 l o s p o b r e s « De o t r a p a r t e ( 2 - a ) , a d e m á s d e l a r e s p u. e s t a d a d a , d i c e qu.e " . . . h a y p o b r e s d e b i d a g l a : t o p o g r a f 1 a y a 1 a f a. 1 1. a d e e m p l e o , e s d e c i r ;a d u c e com o a c a u s a s , c a u s a s c a u s a d a s , c a u s a s q u e d e b 0 n a s u v 0 z s e r e >: p ]. i c a d a s , c: a u s a s ti e r i v a d a s „(por- q u ó e i s 1 0 d e se m p 1 0 o ? p o r q u ó l o s p d r e 5t i e r ien 1 a s p e o r e s t i e r r a s ) ( 2 c ) , a d e m á s d ep 1 a n t e a r q li e l o s r 1 c o s s o n u n o s a c a p a r a d o r 0 s d i c e q u e " . . . t o d o p o b r e en s u é p o c a d e s p e r d i c i ó l cJ r i q u e z a . , » " , l o q u e p u e d e i n t e r p r e t a r s e como wog i n tu . i c i ón d e l a ©;■; i 5 1 e n e i a d e u n a " c o m u n a d a d p r i mi t i v a " s i n p r i v i 1 e q i o s ( i n t e r p r e t a c i ón L i a s t a n t " b e n i g n a / ' ) o com o qu.e t o d a v í a c o n s i d e r a q u e l o s p o b r e s s o n p o b r e s p o r q u e d e s p e r d i c:i. a n l a r i q u e z a . ,

P e r o a p e s a r d e q u e en e s t e g r u p o c o e ” í s t e n j u i c i o s d e d i f e r e n t e s g r a d o s d e " o s c u r i d a d " s e r e v e l a u n a t e n d e n c i a h a c i a l a h e g e m o n ía d e l i n s t i n t o d e G iSsaR»

T e n e m o s , e n t o n c e s , en e s t e pr- i m er g r u p o , u n a s e r i © d e r e s p u e s t a s q u e s e u b i c a n en u n a z o n a h e g e m o n i z a d a p o r l a i d e o 1 o g i a d o m i n a n t e ( r ' e o p u e s i a ti o s c u r a s ) , en u n a z o n a cié g u e r r a , d e c o n f 1 i c t o < 1 a z o n a m o s a i c o ) , y e n un a z on a h e g s mon i z a d a. p o r e 1 i n s t i n t o d e c l a s e ( l a s r e s p u e s t a s g r i s e s ) .

2 . 0 . L A E S C U E L A U R B A N A

O t r o d e l o s g r u p o s a l q u e s e l e h i z o 1 a p r e g u n I. a e s t a b a c a n s í : i t u l d o p o r m u c h a c h o s d e qu.i o t o d e p r i m a r i a d e u n a e s c u e l a D i s t r i t a l u b i c a d a e n e l b a r r i o L a s F e r i a s d e B o g o t á . E s t a m b i é n un g r u p o

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, n i ; ; t o p e r o J a e d a d p r o m e d i o e s d e 13 a f i 'o s . A c o n t i n u a c i 6 n p r e s e n t a m o s 1 a s r e s p u e s t a s t i p o s I a s c u a l e s c o m p a r a r e m o s c o n l a s r ie l g r u p o d e C h o a c h t , s i n q u e a p a r t i r d e e s t o p r e t e n d a m o s , como l o a n o t á b a m o s en 1 a i n t r o d u c c i ó n , h a c e rg e n e r a l i z ac:i. c in e s .

L a s r e s p u e s t a s o s c u r a s d e l c o r t e d e q u e l o s p o b r e s so n p o b r e s p o r q u e D i o s l o q u i e r e y a n a s e p r e s e n t a n en -farma p u r a . , e s d e c i r " , . q u e a u n q u e a p a r e c e n a r g u m e n t o s com o h e r e n c i a , s u e r t e e i n c l u s i v e f a l t a de a y u d a e n t r e e l l o s m is m o s , e s t o s n u n c a s e d an s o l o s s i no q u e v i s n e n a c o m p a s a d a s d e i n tu . i c i o r íe s p r e c i e n t í f i c a s l o q u e p o r e n d e l a s c l a s i f i c a en l o q u e l iem os l l a m a d o l a s r e s p u e s t s a m o s a i c o V eam o s a l g u n a s s

" . . . s o n p ob r e s p o r q u e n o t i e n e n c a s i d i n e r o . „ , l o s r i c o s p a r q u e g a n a n l o t e r í a . , . o p o r he r e n c ia . . . . . " ( 1 . 3 -a)

" . . . . p o r e j e m p l o por l a s e r e n o a s . . ,, " f I 3 ■ b i

11. ., . p o r q cíe n o s e a y u d a n e 1 } o s m i s m o s a p r o g r e s a r o p o r r e c u r s o s e c o n ó m i c o s . . . "<1 3 - c )

O b s é r v e s e q u e a u. n q u e r 13 a ) h a b 1 a n u e v a m e n t e d e l o t e r í a y d e h e r e n c i a , s i m u l t á n e a m e n t e d i c e q u e l o s p o b r e s n o t i e n e n c a s i d i n e r o , c o s a q u e s e p u e d e i n t e r p r e t a r com o u n a t a u t o l o g í a ; l o s p o b r e s so n p o b r e s p o r q u e s o n p o b r e s (n o t i e n e n d i n e r o ) o m e j o r , com o u n a l e v e i n t u i c i ó n d e q u e l a r i q u e z a e s f u n e i ó n d e l a p o s e s i ó n d e l o s m e d io s d e p r o d u c c :i. ó n ( t i e r r a , i n s t r u m e n t o s , d i n e r o . . . ) ; <:l3--b> d i c e q u e

p o r l a s h e r e n c i a s p e r o n o s e a t r e v e a s e r t a x a t i v o , p o r e s o a n t e p o n e " p o r e i e m p l o " ; s i c o n (13- a ) y (13 -■ b ) ud 1 e r an q u e d a r a 1 g un a s d ud a s , (1 3 c ) , enc a m b i o , e s " d i á f a n o " : l o s p o b r e s s o n p o b r e s p a r q u en o s e a y u d a n e n t r e e l 1 o s o p o r f a l t a d e r e c u r s o s e c o n ó m i c o s ; s e v e e l a r í s i m á m e n te l a i n c o n g r u e n c i a : d e u n a p a r t e h a y un a r g u m e n t o " m a s o q u i s t a " y de o t 1 a un a r gum en t o a l m v e ] d e n n s t 1 n t o d e c i a s e

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2 . 1 . L A S R E S P U E S T A S F O Ü U N B R A

En r e l a c i ó n a l a s r e s p u e s t a s p a r e c e s u r g i r en e s t e g r up o un a n u eva c a i: eg o r l a l a c u a 1 p a d r í a u b i c a r s s e n t r e l a s r e s p u e s t a s o s c u r a s y l a s r e s p u e s t a s m o s a i c o . l a 11 amar ó fd Jb 'EUEB I A PENÜI'tBh'A.

En e l l a no p redom i na e l co r r í 1 i o t o d e 1 a s r e s p u e s t a s m a s a i c c ri i l a h e g e in o n 1 a d e .1 a i d e a 1 o g 1 a d o n i i n a n t e?, so n r e s p u e s t a s f u n d a m e n t a lm e n t e l i g a d a s a l s e n t i d o común , a l a c o n c e p c i cín fe n o m á n :i. c a , e l d a t o v i v i dp^ a 1 a e x p e r i e n c i a c □ t :i d i a n a a 1 o p a r t s c u 1 a r j c a r á c t e r i s t i cafs que p o r l a d e m á s s e p e r f i l a b a t a m b i é n , aunque m'as t e n u e m e n t e ( e n g r a d o d@ e:-;pl i c i t a c i dn y f r e c u e n c i a ) , e n l a s r e s p u e s t a s a l o s m u ch ach o s de C h o a c h i ' ,

" . . . l o s r i c o s so n e s t u d i a d o s en un a r t e y l o p o b r e s no q u i s i e r o n e s t u d i a r , „ . 11 (14~h>

" . . . l o s r i c o s p o r m e d io d e e s t u d i o s o n a lg o en l a v i d a . . . " í 14 - a )

" . . . p o rq u e v a r i o s e s t u d i a n y s o n a r q u i t e c t o s y m u ch as v e c e s d o c t o r e s y l l e g a n a ■ g a n a r m ucho d i n e r o , . * " ( 1 4 c )

L a s r e s p u e s t a s a n t e r i o r e s i n s i n ú a n ::1 . l a e x i s t e n c i a d e l m i t o , u n a r e l a t i v a f a l a c i a ( u r b a n a ) p o r l a c u a l s e c r e e q u e a t r a v é s , d e l e s t u d i o s e l o g r a e l a s c e n s o s o c i a l . En r e l a c i ó n a l a z o n a r u r a l , e l m i t o q u e s e v i s l u m b r e * y a n o e s e l e s t u d i o sd.no l a c i u d a d :

" . , . 1 oí; r i c o s h an ' c o n s e g u id o - t r a b a j a m e j o r en l a c i u d a d . . . " ( 2 - b )

2 . L a c a u s a e s una c a u s a c a u s a d a , e s d e c i r , e s a s u ve n p r o d u c t o d e , no p u e d e ex p l i c a r s e p o r s f m is m a , d e b e s e r e x p l i c a d a : e s u n a c a u s a d e r i v a d a . L o qu e d e b e r i'amos p r e g u n t a r n o s s e r i a : p a r q u d e l p o b r e no p u e d e e s t u d i a r

3. L a f a l s a g e n e r a l i ' n a c í dn , l o v á l i d o p a r ¿ i c a s o s p a r t í c u l a r e s , s e c o n v i e r t e en l e y g e n e r a l , . S i n

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1 J CqSi 1 ' '■ ... ’ ■• . i i L. r ■ i '. f - ; ¡ . ':.. O-it.G ¡ • ' O "j U C O Ü C T ' ' ' ¡■ a r e a "¡. :i- d a d o n c a rrs o s a i s 1 a d c s e í n d i v i d u. a l e s , i o s •■■■¡obres como c o n j u n t o , n o l o g r a r a n n u n c a s e r 1 r i c o s p o r m e d io d e e s t u d i o .£ s t e t:i. p o d e a r g u m e n t o t i e n e f u e r c a p o r q u e s u r g e d e 1 a o x p c r í e n c i a v i v i d a ( s e h a v i s t :o 111 r i u n f a r " a uno ü u o o t r o p ¡ o í: o s :i un a l s u r g :l. d o d e l p u e b l o ) y a d e m á s , p o r q u e es- ü t i 1 , p o r q u e f u n c i a n a , p o r q u e 1 p e r m i t e i n t e r p r e t a r h e c h o s a p a r e n t e m e n t e g e n e r a l e s . L o so j emp 1 o a g u o p r s s e n t arnas a c o n t i n u a c i ó n s q n muc: h o rtiíis e x p l í c i t o s .

" . . . l o s r i c o s t i e n e n t i r in a s d e e s m e r a l d a s y l o s p o b r e s n o , . , " ( 1 5 ..a )

" . . . p o r e j e m p l o u n o s t i e n e n t i e n d a . . . " (1 5b )

" . . . h a c e n un p r é s t a m o y s i e m b r a y g a n a . . . "( 1 5 - c )

E s d e c i r , h e c h o s como e n r i q u e c e r s e cuan l a sesmerad, d a s , o c o n l a t i e n d a o c o n l o s p r é s t a m o s , son h e c ti o s p ‘ n t. u a l e s , h e c I' ¡ o s i n d i v i d u a l e s s e g u r a m e n t e c o n o c i d o s d e c e r c a ( q u i z á f a m i l i a r e s ) .

2 .2 . LA Y U X T A F O S I C I O M DEL. DATO E S C O L A R

O t r a c a r a c t e r i s t i c a q u e a p a r e c e c a s i c o ne x c 1u s i v i d a d en l a s r e s p u e s t a s d e i o g mu c i , a c 11 o s u r b a n o s , ' e s l a i n c l u s i d n , en l a m a y a r l a d e l o s ca s o s i n c o n e x a , d e e l e m e n t o s s u m í n i s t r a d c u p o r l a tes c u o 3. a»

V y a m o s a 1 g u n o s t: e s t i m o n i o s :

" . . . l o s r i c o s t i e n en i i") d u s t r i a y n o t i eri &nq u e p a g a r i m p u e s t o s . . . " ( 1 é ,- a )

" . . . . p o r q u e C o l o m b i a e s un p a í s e x p o r t a d o rd e c a f 6 ,p o r e s o l ia y r i c o s . . . . " ( 1 6 b )

" . . . p o r q u e p u e d e n s a c a r p e t r ó l e o s y

1 4 9

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mi n e r a l e s » . . " (1.6 - c )

E l c o n c e p t o d e i m p u e s t a s , e l c o n c e p t o d e pQj's e x p o r t a d o r ' o d e p r a d u c e i ton d e p e t r ó l e o , a u n q u e p u e d e s e r a p r e n d i d o i n f o r i n a l m e n t e en l a c a s a □ por l o s m e d i o s d e com ún i cae: i ón , c r e e m o s , q u e p o r 1 5 r e g u l a r i d a d c o n q u e a p a r e c e n en 1 a s r e s p u e s t a s f u á " e n s é t i a d o " en c l a s e s d e s o c i a l e s . . M ó f e s e , <3.1 Hí e m b a r g o , q u e e s un ' c o n c e p t o q u e n o e s t á a d e c u a d a m e n t e u t i l i z a d o y q u e m ás q u e a c e r c a r 1 3 c o m p r e n a i ton e s t r u c t u r a l , ' a l e j a .. Como s í el. c ia t o e s c o l a r , d i s m i n u y e r a l a p o s i b i l i d a d d e 3pren4«r c i e n t i i i c á m e n t e el m u n d o s o c i a 1 , píe o r %áñj Joo s c u r e c í e r a »

2.3. LA FORMACION E X T R A - E S C O L A R

U na t e n d e n c i a r e í i n v a n t e e x i s t e n t e en l o s d o s g r u p o s a n a l i z a d o s e s q u e a q u e l l o s a r g u m e n t o s q u e r e f l e j a n un i n s t i n t o d e c 1 ase; y q u e p o r c o n s i gu. i e n t & s o n m ás ob j e t i v o s ( o m e j o r m en o s s u b j e t 1 v o s ) , no h a n s i d a a p o r t a d o s p o r l a e s c u e l a . , ..

De d ó n d e d i a b l o s , n i ' r ¡o s q u e han e s t u d i a d o juntos d o s a r io s ( t e r c e r a y c u a r t o como- es.- e l caso d sm u c h o s d e l a e s c u e l a u r b a n a c o n s i d e r a d a ) } . d 3 A r e s p u e s t a s d i f e r e n t e s ? o b v i a m e n t e n o e s por J 3 0 s i u e 1 a ni .1 s ¡ra , n i s i q u i e ¡ a d e l a '1 o s c u o l a d i¿ J $t s l e v i s i ton " ( p o r q u e a l 11 > mpei a l a i d e O l G g J 3d o m i n a n t e ) ; es d e l a e s c u e l a d e l a v i d a , d £ 1 Q f a m i l i a , d e 1 a ■ " g a l . l iada" y de.l " c a m e l l o " . . 0 n ó , ( je d ó n d e h a n s a l i d o r e s p u e s t a s com o ;

" . . .1 o s r i c o s e x p l o t a n a l o s p o b r e s y l o sr i c a s t i e n e n c a d a v e z m ás p l a t a , en canübii'Ol o s p o b r e s ; c a d a v e z m enees , ,»» " (1.7 a )

C a s i. n a d a ; e t e m u c h a c h o r e e n c: u e n t r a u n a d £ í 3 S>l e y e s g e n e r a l e s d e l c a p i t a l i s m o d e s c u b i e r t a p o rM arx ; " l o s p o b r e s s e h a c e n c a d a v e z más pobres Y l o s r i c o s c a d a v e z m ás r i c o s " » ( ion s e g u r i d a d q u e u s t e d n u n c a h a o í d o por' r a d i o o t e l e v i s i ó n s s m e j an 1 0 i n í o r mate i ó n „ '

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O . L O S A D U L T O S

^ c o n t i nuac: i bri p r e s e n t a m o s 1 a s r e s p u e s t a s d e un qr ijp o d e a d u 11 o s q u e e s t ud i an en u n a e s c u .e 1 a pr i mar i. a p a r a a d u 1 1 o s e n e l I n s t : i t u t o S u p e r i a r Fduc :ac i cin s o c i a l ( I 8 Í£B) e n B o g o t á .

[,.o Pi" i (í'(s r D B Ll cí -üor pi'" e n d e e s v e r q u e 1 o s a r gU-men t o s gol i b a s t a n t e s i m i l a r e s a l o s a n a l i z a d o s ¿ a n t e r i o r m e n t e ; s i n e m b a r g o , l a c l a s e d e r e s p u e s t a ; ; - c;nn iTiucho m ás l i m i t a d a s ya e s c a s e a n l a s r e s p u e s t a s ¡je 1 x t r i-ii) o i < i e r i o i ( " r e sp u e s t a s o s e u r a s ) , e s cf es c: :¡. r , r e s p u e s t a s d o n d e e x i s t e u n a p r e d o m i n a n c i a d e l i n s t i n t o d e c l a s e . L a m a y o r í a d e r e s p u e s t a s d e e s t e qri ipn s e ub i c a n en 1 a q u e h em o s 11 am ado r e s p u e s t a m osa ico , . V e a m o s a l g u n o s e j e m p l o s ;

22 a.tlos / s e r v ;¡. c i o d o m é s t i c:o" p o r q u e rio h a y un i 6n y c o m p r e n s i ó n , .y p o r q u e l o s r i c a s u t i l i z a n a l a s p o b r e s , , , , ' * ( 1 E3- a )

22 a f r o s / s e r v i c i o domé" p o r q u e h a y m u c h a smucl"ia. d e s u n i t n . „ d e s e m p l e o . - . " ( 1 8 ~ b )

3 2 a t e s / a l m a c e ni &t a " . . . m á s p o s i b i l i d a d e s d e e s t u d i o y p o r l o t a n t o t i e n e n más p o s i b i l i d a d e s d e e s t u d i o l o c u a l l e s p e r m i t e a c u mu l a r - d i n e r o " ( 1 8 ...c )

19 afros/ser v:i. c i o darnés11 co" . . . e l c o s t o d e i a v i d a s u b e .. .. p o r q u. & e 1

p r e s i d e n t e e s 1 i b e r a l „. . h a y r i c o s p o r q u e D i o s d i o e s e d o n y t a m b i é n l o s r i c o s s e a p r o v e c h a n d e l o s p o b r e s y n o l e d a n l o j u s t o . " ( i - a )

4 0 afros/ser v i c i o d o m d s t i co. ,"... en 1 a mi sma bi bli a nos dicen que en un comí, fin;- o D ios e l i g i ó predi 1 ectos. . t amb i én pa r q u e ios m i s m a s ric a s hacen que haya más pobreza, falta de a p o y o p a r a poderprogresar »„." (1.9-b)

s i i copo-- sonas an a I i: abe t a s y y también por- el

1 5 1

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O b s é r v e s e q u e 11 < j a p a r e c e un p 1 an t eami en t f i riUSVo . l a u n i ó n y l a c a m p r c j n s i o n ; s i n e m b a r g o , a r g u m e n t o ^ , comd e l e s t u d i o y D i o s , s e p r e s e n t a n n u e v a m e n t e » 13^ o t r a p a r t e , l a u n i ó n y c o m p r e n s i , 6 n , s o n más l l a m a d o a l c o n f o r m i s m o d e s u r r o l 1 1 s t a q u e av e r d a d e r a o r g a n i z a c i ó n y l u c h a i c o n t i e n c i a de clase.' c: l a s e p a r a s i ) , i:::onvi r l i d n d o s o en u n a n u e v a f a 1 a i g e n un n u e v o mi t o »

A h o r a v e a m o s a 1 g u n a s r e s p u e s t a 5 o s c u r ■ a s t.

17 a ñ a s / p o r t e r o11. . , h s l g u n a s p e r s o n a s q u e s o n d e s u e r t e y l u e g o por" q u e e l d e s t i n o " ( 2 0 -■a.)

2!5 añ' Qs/emp 1 e a d a e n u n a p a p e l e r í a " . . . d e p e n d e d e l h o g a r d o n d e n o s - f or mamos m iog r i c o s y o t r o s s o mo s p o b r e s , . » " ( 2 0 ..b J

L a sue¡ t e , e l d e s ! ; n o , I a c u n a . . » e 1 a n a 1 q u m e n t o a muy f r e c u e n t e s d e l g r u p o ele e x t r a c c i ó n r u r a l , r o s a que p o d r í a s u g e r i r u n a h i p ó t e s i s , p o r l o d e m á s o b v i a , , </§; q u e e s t o s a d u l t o s s o n d e d e s c e n d e r l e i a. r u r a l i P e r a af mar g e n d e e s t o 1 o q u e par e c e s e r s 1 qn 1 ¡ 1 c a t > vo e s que. p e r s o n a s d e mayor' e d a d q u e l o s m u c h a c h o s d e u h o a c h i y q u e a d e m á s h a n v 1 v i d o va r :¡. 13 ib a'h o s e n la. o ■ u d ■?. d ■,, S i CjíHift

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