pruebatodo

9
Mis viajes a la casa de mi tío Jacinto Por: Sergio Zúñiga Ruiz A97032 Estilo y Comunicación Proyecto Final 2011

Upload: sergio-zuniga

Post on 27-Mar-2016

213 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

prueba de pdf sin imagenes

TRANSCRIPT

Mis viajes a la casa de mi tío Jacinto Por: Sergio Zúñiga Ruiz

A97032

Estilo y Comunicación Proyecto Final

2011

Mi abuelo se llamaba

Gordiano Zúñiga y se crió

específicamente en el pueblo

llamado el Poró, que pertenece a

Grifo Alto de Santiago de Puriscal.

Es una comunidad muy pequeña

donde no viven ni 200 personas.

Hoy en día, El Poró sigue

siendo un pueblito muy rural.

Imaginemos cómo pudo haber sido

hace más de 70 años cuando mi

abuelo era un niño. Actualmente

queda familia y demás rastros en

ese lugar de la infancia de mi abuelo.

Toda la familia de mi abuelo

se crió ahí, sin embargo muchos

migraron hacia la capital en busca de

mejores oportunidades laborales.

Desde niño me llevaban a ese

lugar, pero a visitar a mi tío Jacinto y

su familia. Mi tío Jacinto en realidad

no es mi “tío” (de eso me di cuenta

hasta este año), sino que él es hijo

del padrino de mi abuelo, aunque

siempre se criaron juntos como una

familia muy unida.

En este lugar rural hasta el día

de hoy puedo respirar aire puro,

caminar libremente por senderos y ver

las montañas azules que se pueden

apreciar desde cualquier ángulo

externo de la casa.

La última semana santa decidí

irme solo a visitar a mi tío Jacinto y

pasar con él varios días de mis

vacaciones.

Ahí confirmé ese placer que

desde niño sentía cuando mi mamá

me llevaba, donde podía sentir el

cariño y la cercanía de mi tío y su

familia.

Simplemente me sentía como si

fuera de ahí, como si algo de de ese

lugar me hiciera sentir como si toda la

vida había vivido ahí, aunque siempre

haya vivido en un barrio capitalino de

calle de asfalto y escuchando los

ruidos típicos de la ciudad.

Un factor importante por la

que una visita a donde mi tío Jacinto

me resulta excitante es el ambiente

rural en el que vive. Cuando lo visito

puedo relajarme y sentir un entorno

tranquilo que me hace olvidar mis

problemas, de hecho no me

estresado. Hay algo en ese lugar

que me vacuna de lo que

continuamente ando en el entorno

donde vivo.

Según un reportaje del

periódico digital “elmundo.es” con

base en un estudio científico

publicado por la revista científica

“Nature” “las personas que residen

en un gran núcleo poblacional tienen

más riesgo de sufrir enfermedades

mentales que quienes se

desenvuelven en el medio rural

(Sánchez Monge, 2011)”. Entre

estas “enfermedades mentales” que

habla el artículo y el estudio

científico se encuentran: la ansiedad,

la depresión y la esquizofrenia.

Estas tres enfermedades

citadas, según el artículo anterior, son

provocadas principalmente por el

estrés, el cual es definido como: “es

una relación entre la persona y el

ambiente, en la que el sujeto percibe

en que medida las demandas

ambientales constituyen un peligro

para su bienestar, si exceden o

igualan sus recursos para enfrentarse

a ellas” (sic) (Folkman & Lazarus,

1984).

En términos muy sencillos, el

ambiente rural me quita el estrés.

Sin embargo, no es suficiente el

cambiar de ambiente rural-urbano,

también hay algo “personal” que me

liga a ese lugar, el por qué me siento

tan bien cuando llego y mi tío me da

un abrazo y su esposa me da un beso

en la mejilla, la razón por la cual

disfruto de su compañía.

No siento que son extraños,

son amigos, a pesar que son menos

de veinte las ocasiones en las que los

he visitado, siento que cada vez que

estoy con ellos como si hubiera vivido

toda la vida a su lado.

la vida a su lado.

Mi mamá me ha contado que

ella se siente igual que yo cuando

visita este lugar, de ello ella me ha

contado que desde pequeña los

paseos a este hogar eran

sumamente interesantes, y que

incluso hoy siendo una adulta

disfruta igual que cuando era una

niña de ir a este sitio.

Estas relaciones se repiten

entre mis familiares más cercanos,

es decir, hay una cadena que

provoca los mismos gustos.

Según el Antonio Rodríguez,

en su texto: “Principales modelos de

socialización familiar”, “es la familia

la que socializa al niño permitiéndole

interiorizar los elementos básicos

de la cultura y desarrollar las

bases de su personalidad y la

confirmación de las expectativas de

los padres” (Rodríguez Pérez, 2007).

Estas expectativas de las que habla

el autor, se pueden ligar con el

cariño que tenía mi abuelo Gordiano

a su tierra natal, y que fue

fue transmitiendo a mi mamá y sus

hermanos, y a la vez haciendo llegar

esas expectativas a mí por medio de

mi madre.

En este mismo texto, el autor

indica que “toda familia socializa al

niño de acuerdo a su particular modo

de vida, el cual está influenciado por

la realidad social, económica e

histórica de la sociedad a la que

pertenece” (Rodríguez Pérez, 2007).

De ahí que podríamos partir de

que mi abuelo fue el encargado de

transmitir ese modo de vida rural a su

descendencia de tal modo que

inclusive hasta los nietos (en este

caso yo) nos familiaricemos con el

estilo de vida que se vive en el campo

puesto que fueron heredados esos

valores, casi que de manera educativa

se me ha inculcado.

Para entender esta dinámica de transmisiones, es válido mencionar las “Teoría de Las

Configuraciones Vinculares” en el cual la psicóloga Sonia Cesio indica que la configuración vincular:

“Es la forma dinámica y cambiante de la unión que sucede en el encadenamiento de los

significados inscriptos en el discurso, que como sujetos proponemos al 'otro'. El discurso (la

palabra) que representa al objeto (que no está) y que debe permanecer transitándolo (al discurso)

tanto en lo imaginario como en lo simbólico constituyen el sentido del vínculo” (Cesio, 2004).

Interpretando este concepto en mi caso, puedo decir que el significado que yo le doy a este lugar y a

su entorno, pertenece a un vínculo familiar, el cual me ha sido infundido desde la experiencia vivencial que

tuvo mi abuelo al convivir con mi tío Jacinto desde pequeño. Es decir, el concepto que yo le doy a las

visitas a este lugar, inclusive a las personas que en ese lugar habitan, no responden a una cuestión

personal, sino más bien a una construcción de vínculos que provienen de generaciones anteriores.

Todo esto es como si yo pudiera tomar el lugar de mi abuelo y leer, sentir, vivir, los momentos de su

niñez. ¿Quién dice que las cosas que percibimos son personales?