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Proyecto Pastores Andinos
FORMAS ORGANIZATIVAS PASTORILES Y
EXPERIENCIAS ASOCIATIVAS Y
COOPERATIVAS.
Informe Final
Primeras aproximaciones a las condiciones
asociativas de comunidades pastoriles andinas de la
Provincia de Jujuy
Por Inés Arancibia1
Enero 2017
1 Trabajadora Social (UBA) y Mgter en Economía Social (UNGS), Investigadora Docente del Área de Sistemas Económicos Urbanos del Instituto del Conurbano (ICO) Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Los Polvorines, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Contenido
1. Introducción 5
2. Marco referencial 7
3. Primeras hipótesis de trabajo 28
4. Preguntas de investigación 29
5. Comunidades de Pastores de la Puna y Quebrada. Los actores a entrevistar. 30
a. El perfil social y productivo de las comunidades 30
b. Caracterización de los actores a entrevistar. 31
5.c. ORGANIZACIONES PRODUCTORES PASTORILES 32
5.1.c ORGANIZACIONES DE BASE COMUNITARIA (OBC): Comunidades Aborígenes 32
5.d. ORGANIZACIONES DE INTEGRACIÓN (OI) 34
5.1.d ASOCIACIONES DE PRODUCTORES: 34
5.2.d COOPERATIVAS: 35
5.3.d REDES: 37
5.e. INSTITUCIONES DE APOYO 40
5.1.e INSTITUCIONES PÚBLICAS (IAPu): 40
5.2.e INSTITUCIONES PRIVADAS (IAPri) 41
6. Trabajo de campo 41
6.a. Entrevistas 43
6.1.a Organización del trabajo de campo 43
6.2.a Instrumentos de Relevamiento utilizados 44
a) Guía de entrevista para referentes de Organizaciones de Integración (OI) 44
b) Guía de entrevista para miembros de Organizaciones comunitarias (OC) y Socios de Cooperativas y otras Organizaciones de Integración (OI) 45
c) Guía de entrevista a técnicos y responsables de programa de Instituciones de Apoyo Públicas 46
6.b. Taller constructivo sobre liderazgo 49
7. Liderazgo y representatividad como claves del fortalecimiento asociativo-comunitario. Un primer análisis de los resultados obtenidos 54
a. Sobre el concepto de fortalecimiento y la participación 54
b. Sobre el sentido de lo comunitario y la asociatividad 58
c. El rol de los dirigentes en las prácticas asociativas-comunitarias 67
d. Sobre las herramientas de intervención técnica de promoción de la asociatividad 69
8. Consideraciones finales y Sugerencias para la acción 75
9. Bibliografía 81
1. Introducción
El presente informe sintetiza los resultados del trabajo realizado en el marco del
Proyecto Pastores Andinos, sobre un estudio específico orientado a fortalecer las
FORMAS ORGANIZATIVAS PASTORILES Y EXPERIENCIAS ASOCIATIVAS Y
COOPERATIVAS.
Se presenta la información recolectada desde informes previos y bibliografía de
referencia, y también se sistematizan los aprendizajes del trabajo de campo
realizado. El relevamiento de fuentes primarias se basó en dos instancias: por un
lado, la realización de entrevistas a informantes clave del campo de actores
relevantes para las comunidades dedicadas, entre otras actividades a la cría y
comercialización de camélidos en la zona andina, según caracterizamos en el
capítulo 4.
Por el otro lado, en forma complementaria se realizó un taller con referentes de
comunidades de la Puna y Quebrada que participaron en la Escuela de Formación
de Dirigentes organizado por el Proyecto Pastores Andinos en articulación con la
Red Puna, así como lecturas de registros y observaciones.
Se trata principalmente de un trabajo que permita hacer una lectura crítica y
propositiva sobre los problemas que atraviesan las organizaciones de base
(comunidades aborigenes) sus organizaciones de articulación (redes, y
cooperativas), y las instituciones de apoyo al sector, en sus estrategias de de
apoyo a la asociatividad, tanto públicas como privadas, que tienen intervenciones
en las comunidades.
En el caso de la Red Puna, desde el Proyecto se está articulando esfuerzos para
el fortalecimiento de dirigentes de los miembros participantes de la Escuela de
Formación de Dirigentes.
Debo destacar que para este trabajo se contó con la invalorable colaboración de
Lorena Gómez, referente del Proyecto Pastores Andinos de GVC en Argentina,
que facilito mucha información secundaria sobre las comunidades y las
orientaciones fundamentales para la realización de este trabajo. También fue muy
importante la colaboración de Claudia Lobo en la realización del trabajo de campo,
aportando dedicación y escucha atenta en la tarea de establecer algunos
contactos, grabar las entrevistas y sistematizar la información. Agradezco también
los aportes de Natalia Biglieri del equipo técnico de la Red Puna.
2. Marco referencial
Iniciamos la presentación de este informe, cuyo objeto es el de “realizar un Estudio
sobre las formas organizativas pastoriles y experiencias asociativas y
cooperativas”, de pastores existentes en las zonas de intervención del Proyecto y
en las zonas de presencia de camélidos, sus dimensiones actuales, sus formas de
cooperación, sus proyecciones futuras”, explicitando el enfoque utilizado a partir de
los siguientes ejes conceptuales:
La Economía Social como enfoque integral para prácticas y valores
asociativos
En primer lugar, me voy a referir a la Economía Social y Solidaria (ESS)
como enfoque, como una perspectiva teórico-práctica sobre la economía, sus
sujetos y acciones, sus disputas, y no como un “sector” de la sociedad
determinado (al que hay que acompañar, atender, promover) ni como un
calificativo de determinados planes y programas de política pública.
En términos analíticos, la economía social es una particular perspectiva de
economía política, ya que estudia a la economía desde sus actores, las relaciones
que los agrupamientos y clases establecen entre sí para organizar los procesos de
producción, distribución, circulación y consumo en la sociedad. No
entiende entonces a la población en abstracto, sino como una totalidad con
múltiples determinaciones y relaciones, con clases sociales y las relaciones de
poder conflictivas entre ellas, particularmente a partir de la diferencia entre la
posesión y uso de los recursos de la economía en general, además de los medios
de producción. Desde la economía social como perspectiva, es el trabajo y
los trabajadores los que le dan raíz de clase al enfoque, entendiendo, desde ya, la
necesaria readecuación de lo que se llamaba, desde la perspectiva de clase, la
“clase trabajadora” formada por todos aquellos “que viven de su trabajo”, o la
“economía de los trabajadores”, es decir, de los que dependen para su
reproducción de la puesta en juego de las propias capacidades de trabajo ( fondo
de trabajo) de los miembros de su familia, y no viven (ni desean vivir) gracias a la
explotación del trabajo ajeno (lo que llamamos economía popular).
Entonces, la economía social, como perspectiva, es necesariamente política y
contiene una interpretación valorativa de la sociedad así como de la utopía de su
transformación hacia una sociedad más justa, igualitaria, con crecientes relaciones
de asociatividad y cooperación (en sus distintas formas) entre los actores sociales,
con acciones de solidaridad no altruista; una sociedad soberana en diferentes
aspectos (político, alimentario, financiero, energético, etc.), donde prime una
racionalidad reproductiva (no la individual e instrumental) del trabajo y de
lo humano, como “condición de posibilidad” de la vida en sociedad, resultado de
una compleja red de significaciones (sobre quién debe resolverlas, cómo, cuándo,
sobre todo, las necesidades de quiénes se deben satisfacer, etc.), todos ellos
aspectos fundamentales que siguen siendo objeto de disputa política y, por lo
tanto, son un problema central de la economía.
Dicho esto, ¿qué implica, en términos de intervención territorial, tratar de abordar la
problemática de actores socioeconómicos tan particulares, con costumbres
ancestrales, con campos simbólicos y de representación tan complejos como las
comunidades aborígenes de nuestra Puna y Quebrada Jujeña? Veamos algunos
conceptos operativos que desde nuestra perspectiva nos orientan en el estudio y
en las propuestas de intervención con las comunidades aborígenes de la Puna y
Quebrada Jujeñas.
El Territorio. Lo local y lo global
Encarar este trabajo “desde la perspectiva de economía social” implica en principio
comprender en forma integral a los actores y a su territorio, su hábitat, la
naturaleza, y las relaciones socioeconómicas que despliegan para su
sobrevivencia, en función de una noción de “desarrollo” propia de su cosmovisión,
de su cultura y expectativas de “vivir bien”, y que no adopta sino que critica las
concepciones centralistas, evolucionistas y excluyentes de los instrumentos de
desarrollo presentes en muchos instrumentos de promoción del “desarrollo
territorial”.
El territorio2 podría entenderse inicialmente como un espacio geográfico, un
recorte, o “un segmento (arbitrario) de la corteza terrestre con sus recursos, sus
formas de vida y en especial su población humana y sus externalizaciones
(construcciones duraderas), instituciones y cultura”. (Coraggio, 2009:12),
(Arancibia, 2013).
Se deriva también de esta forma de entender el territorio, que su población,
digamos que expresada a través de sus actores, va determinando un espacio vital
como parte de la interacción entre su medio ambiente histórico, (natural y
construido), y el desarrollo de la vida humana en sociedad que allí se despliega. En
este sentido, los territorios son regiones socio-económicas e históricas, que
pueden ser adyacentes (un territorio nacional que integra territorios culturales
2 “El territorio podemos concebirlo como “la trama resultante de los comportamientos institucionalizados y
localizados en un determinado espacio de actores sociales y de organizaciones, que se vinculan por actividades
productivas y/o de consumo, en forma regular y continuada en tiempo y espacio. Es decir, nos estamos refiriendo al
“territorio” que se gesta a partir de vínculos interpersonales, “concretos” no “virtuales”, con continuidad física (o sin
discontinuidades espaciales) al ámbito de los contactos frecuentes, al ámbito de lo “local” (que suma urbano y rural)
opuesto a lo “global”, aunque sin desconocer su existencia e influencia”. (Arqueros y Manzanal,2004, p.4).
diferenciados) o superponerse dependiendo del tipo y nivel de organización social
considerado. (Coraggio, 2009:13).
Sin embargo, estos actores a los que hacemos referencia no actúan pasivamente
en el territorio. Esto nos permite agregar un aspecto más a nuestra definición: lejos
de ser sólo una delimitación espacial surgida de convenciones político-
institucionales (limites estaduales, provinciales o municipales) o geográfico
(delimitado por ríos, sierras o desiertos) (Rofman, A., 1999:15) , las características
que asume un territorio son parte de un proceso de construcción social producto de
la dinámica y la disputa de los actores sobre ese espacio ,que pone en evidencia la
dimensión territorial de los fenómenos sociales y políticos.
Ahora bien, si el territorio tiene una fuerte base material (medio natural y los
recursos que se han configurado en ese espacio), no es estático, sino que se
redefine permanentemente a partir de las dinámicas que le imprimen sus actores y
sus tramas de relaciones, tanto a partir de la producción (el desarrollo de sistemas
productivos locales y regionales), como así también de las estrategias de los
actores para la reproducción de sus condiciones de vida. En este sentido es que
hablaremos no sólo de una “inseparabilidad” del territorio y sus actores, sino de
también de la inseparabilidad entre la “producción y reproducción” (Coraggio,
1987) de las condiciones materiales de vida que se dan en los espacios
socioeconómicos en los que trabajemos. Por eso es que esa configuración
territorial es económica, y refuerza la articulación inescindible entre territorio,
economía y sociedad.
Por último, esta interacción entre las bases materiales y las estrategias productivas
y reproductivas de los actores territoriales no es motorizada por necesidades
puramente locales o propias de los actores que residen en ese espacio geográfico.
Esas interacciones territoriales están fuertemente intermediadas por la lógica de “lo
global”, afectando la configuración del territorio en las estrategias productiva-
reproductivas de los actores, generando un “desplazamiento” en las prácticas y en
las concepciones vinculadas con el espacio. (Manzanal, 2007:3) Por esto, los
territorios son producto de dinámicas locales pero que se enmarcan en estrategias
globalizadas (también productivas y reproductivas), de las cuales los actores
locales no pueden aislarse.
Esto implica entender a los territorios además como territorios de la globalización,
lo que nos lleva a problematizar “Lo local y lo global”:
“Hoy día no es posible pensar lo local y regional fuera de lo global; como tampoco
lo global sin su interdependencia con la escala local. Porque en ellos, sus actores
(individuales y colectivos) están signados por sus relaciones e interrelaciones con
lo global llegando, en ciertos casos, a una limitada intermediación o regulación de
nivel nacional, provincial o estadual. Pero, este modo de identificarlos contribuye,
fundamentalmente, a la elaboración de un marco conceptual y metodológico más
acorde con la realidad del presente”. “(…) “(Manzanal, 2007:3)
“(…) Las referencias, entidades y regulaciones de lo ‘global’ impregnan
profundamente el espesor institucional y social de lo nacional y en particular de los
territorios que lo componen. Y de este modo se conforma una dinámica
multiescalar (operando a través de todas las escalas -local, nacional, regional,
global) producto de los nuevos desarrollos de la comunicación”. (Manzanal,
2007:7)
Desde nuestra perspectiva sobre los procesos económicos complejos que transitan
actualmente nuestras sociedades latinoamericanas, las comunidades aborígenes
del norte argentino no están exentas de vivir la tensión que presentan las
crecientes tendencias de globalización del orden económico mundial. Los sistemas
económicos territoriales como los productores de camélidos de la Puna y
Quebrada están también atravesados por los procesos globales y regionales de
transformación, en los que existe una pugna entre el proyecto neoliberal y los de
transición hacia un sistema basado en la soberanía nacional y la justicia social en
lo que se alinean un número significativo de países de nuestro continente, hoy
amenazados fuertemente por una tendencia neoliberal y conservadora regional.
En síntesis, los territorios son configuraciones naturales y socio-históricas,
resultantes de procesos de construcción social que encarnan los actores en su
interacción con la naturaleza y como parte del proceso económico de producción y
reproducción de sus condiciones de vida, intermediados por estrategias tanto
locales, regionales como globales.
El aporte del Desarrollo Territorial rural. La particularidad de los territorios
rurales actuales.
Ya adelantamos que la dinámica de un territorio lleva a tomar en cuenta los
procesos que tienen lugar en un espacio geográfico, la estructura económica y
política que organiza a la sociedad que habita ese lugar, los procesos de
transformación que van cambiando esa realidad, los conflictos que se generan
entre los diferentes sectores, el alcance de esas dinámicas a niveles
extraterritoriales, entre otros fenómenos. Todos estos procesos son movilizados
por actores diferentes que se articulan, ya sea positiva o negativamente, y es por
eso que dijimos que el territorio puede ser considerado como una construcción
social.
Les proponemos sumar a nuestro recorrido conceptual los aportes del enfoque del
Desarrollo Territorial (Sili, 2010; INTA, 2007), que ha tomado especialmente la
cuestión territorial rural y el protagonismo de sus actores, en el marco de las
transformaciones recientes de la mano de los procesos de globalización.
Este enfoque entiende que el desarrollo territorial “es un proceso implementado por
los actores del territorio, que procura fortalecer las capacidades locales y
aprovechar los recursos propios y externos para consolidar el entramado
socioinstitucional y el sistema económico- productivo local, con el propósito de
mejorar la calidad de vida de esa comunidad” (INTA, 2007:3).
“Desde la perspectiva del enfoque del desarrollo territorial, un territorio es un
espacio geográfico caracterizado por: (Enfoque territorial, INTA, 2007:3)
- la existencia de una base de recursos naturales específica;
- una identidad (entendida como historia y cultura locales) particular;
- relaciones sociales, instituciones y formas de organización propias, conformando
un tejido o entramado socioinstitucional (resultado de las diversas interacciones
entre los actores e instituciones) característico de ese lugar; y
- determinadas formas de producción, intercambio y distribución del ingreso”.
En el enfoque del desarrollo territorial aporta a la cuestión territorial rural algunos
elementos muy importantes para comprender las transformaciones en el territorio
rural que se han sucedido en contextos globalizados, y su nivel de revalorización,
rompiendo con los esquemas dicotómicos o evolucionistas presentes en las
anteriores en las concepciones de desarrollo (Sili, 2010:21).
¿Qué caracteriza a esas transformaciones en los territorios rurales? En principio,
hay tres hechos que se hicieron evidentes en la caracterización de la cuestión rural
en nuestras sociedades actuales (Sili, 2010:19):
- La complejidad de los problemas territoriales, que impide pretender resolver
los problemas con respuestas sectoriales (por ejemplo, políticas sólo
agropecuarias o meramente técnicas) sino a buscar respuestas integrales.
- La manifestación del territorio como un sistema cuyas variables están
articuladas y condicionadas mutuamente.
- La revalorización del territorio como espacio de encuentro (y disputa) entre
los actores, de construcción de identidad y cultura, como contracara de las
estrategias deslocalizadas facilitadas por la movilidad y las comunicaciones
propias de la era globalizada.
Veamos el papel de los actores en el territorio y la necesaria relación con los
problemas y conflictos
Las comunidades aborígenes productoras de camélidos como Actores de un
territorio en disputa. El papel de los problemas y los conflictos
Hasta aquí hemos mencionado a los “actores” y sus redes de articulaciones como
los protagonistas principales de la configuración del territorio y su desarrollo. Pero
detengámonos un poco sobre esta idea de entender a las comunidades
aborígenes que nos interesan en este estudio como “actores” y sus implicancias.
El término “actor” para análisis de la realidad social es tomado “prestado” del
mundo teatral, pero ese paralelismo no es el único que usamos comúnmente:
también es frecuente el uso de términos como “escenario”, “arena”, “papel/rol”,
“protagonista”, entre otros.
Actores sociales “son todos aquellos grupos, sectores, clases, instituciones,
organizaciones o movimientos [no personas sueltas, agregado nuestro] que
intervienen en la vida social en aras de conseguir determinados objetivos propios,”.
(Rauber, 1995)
Redes o tramas de actores son actores que se relacionan en el territorio en
formas diversas, que suelen conceptualizarse como tramas, entramados, redes,
tejidos, etc. En esta materia preferimos referirnos a ellos como “redes sociales”,
aunque los distintos conceptos hacen referencia a la misma idea de articulación
territorial.
Las características, actuación y composición de las tramas o redes de actores se
van transformando en el tiempo, en función, principalmente, de las disputas en
torno a la “cuestión” territorial que ya mencionamos. Enmarcan estas disputas el
grado de consolidación de el/los modelos de desarrollo y la relación entre Estado-
Mercado-Trabajo de cada momento histórico. Sus actores, por tanto, son un
producto multidimensional, tanto histórico, político, institucional, social, económico
como cultural.
Pero queremos destacar que, en la disputa por la construcción del territorio y la
orientación de su desarrollo que mencionamos, el papel de los “problemas” en la
definición de los actores (y de su territorio) es fundamental. Los actores territoriales
construyen sus posicionamientos, discursos y acciones, con sus avances,
retrocesos y contradicciones, en torno a la definición de los problemas territoriales
y sus formas de resolución.
Hablar de “problemas” y de “cuestiones” hace referencia a fenómenos semejantes,
pero no idénticos. La vida de un territorio está atravesada por numerosas y
diversas carencias, injusticias, desigualdades, etc.; es decir, problemas que
provocan obstáculos o desvíos en el desarrollo esperado de los procesos.
Sin embargo, estos problemas se convierten en “problemas sociales” cuando un
grupo social lo enuncia como tal, cuando plantea el problema en el debate público,
reclama la atención de otros actores y, particularmente, la intervención del Estado,
para mejorar la situación. En este sentido, el contenido de las cuestiones – el
problema que identifican, los factores que intervienen, las soluciones que se
proponen- no son una realidad “objetiva” de la situación territorial, sino que
dependen del punto de vista, o de los intereses de los actores que hacen pública
esa cuestión.
Por eso, la “cuestión territorial” tiene una gran centralidad y “productividad” política
en el proceso de consolidación de los actores sociopolíticos para que puedan
considerarse sujetos” del territorio, ya que los actores territoriales pueden definirse
en gran parte “por las posiciones que asumen, discursiva y prácticamente, en la
confrontación por construir una agenda pública alrededor de tal cuestión”.
(Coraggio, Arancibia, 2004:4)
En síntesis, nos referimos a “cuestión territorial” en el mismo sentido de la
definición de “cuestión regional” (Coraggio:2010), como a aquellos problemas
territoriales que exigen una resolución política, porque la reproducción de ese
problema socava la hegemonía del bloque en el poder. Se trata de problemas que,
de continuar existiendo, la misma dinámica territorial, es decir, la vida productiva y
reproductiva de esa sociedad, ve amenazada su existencia como tal.
No todo problema es una “cuestión territorial”: un problema territorial se constituye
en “cuestión territorial” cuando pugna por convertirse además en “cuestión de
Estado”, exigiendo la intervención de los poderes públicos para por determinar sus
responsables y sus formas de resolución. (Coraggio, 2010:40)
Para entender las estrategias de los actores frente al territorio, es importante
además tener en cuenta las potencialidades y capacidades de los actores “para
apropiarse y transformar su lugar” (Manzanal, 2007:22) en función de sus
necesidades. Esas capacidades no son iguales, ni lo son sus intereses de
articulación con el territorio, sino que dependen de la particular perspectiva que
construyen en torno a los problemas cotidianos y el posicionamiento que toman
respecto de la cuestión territorial.
Esta potencialidad heterogénea de actores de peso territorial como las
comunidades es producto del entrecruzamiento de distintos procesos o
fenómenos económicos, socio-territoriales e históricos, unos más estructurales y
otros más dinámicos, que configuran las capacidades y potencialidades de las
estrategias de los actores y nos permiten identificarlos y caracterizarlos en torno a
la cuestión territorial.
En síntesis, una perspectiva de trabajo de “desarrollo territorial desde la
perspectiva de economía social” es aquel en el que se valorizan los saberes
comunitarios, se protege la riqueza cultural y natural de la tierra en la que habitan
los actores, se los sitúa activamente como protagonistas del proceso de desarrollo,
y se promueven la cooperación y aprendizaje entre todos los actores de un
territorio (trabajadores, empresarios, instituciones públicas y privadas, Estado –
municipal y regional–), orientado por prácticas económicas inclusivas, que n
profundicen su dependencia respecto al economicismo extractivista, industrial y
urbano.
La participación y la representatividad
En el marco de una estrategia construida en espacios de creciente “participación”
(gestión asociada, mesas territoriales, etc.) por la efectividad de sus resultados y la
eficiencia de sus procesos, debe promover “de hecho” valores y prácticas (las tan
mentadas asociatividad, cooperación y solidaridad) y no al revés. Se trata entonces
de un desarrollo que va “desde el territorio” hacia niveles espaciales mayores
(regional, nacional) cuidando los efectos que ese proceso puede generar sobre el
territorio (tanto sobre la población como sobre los recursos naturales), para las
generaciones actuales y venideras. (Arancibia, 2014)
Pero “la participación”, como eje fundamental de las aspiraciones de
fortalecimiento de las organizaciones desde las políticas institucionales, merece
unos párrafos aparte, ya que este concepto es complejo y viene atravesando una
problematización teórica y metodológica, que nos invita a no hablar de
participación “a secas”, sino a desentrañar las particularidades de sus distintas
manifestaciones, particularmente en el caso de las comunidades aborígenes y el
desarrollo rural.
En principio la importancia de la participación para el fortalecimiento de las
organizaciones se sustenta en las argumentaciones que tomamos de reflexiones
previas en el ámbito rural y comunitario, en el que se destaca la idea de que la
participación es un proceso, que tiene una dimensión formativa y una dimensión
política, que la participación tiene sentido sólo si se puede acceder a mayores
niveles de poder. “Subrayamos la importancia del fortalecimiento de las
organizaciones de base y de los procesos de capacitación y formación de la
población (rural y de ámbitos locales) para alcanzar mayores grados y formas más
transparentes de participación, de decisión y de control institucional.
Pues son las formas de participación organizada las que se traducirán:
a) en el corto y mediano plazo, en mejoras a favor de los habitantes locales de
menores recursos -de carácter social, económico, ambiental, jurídico y político-; y
b) en el largo plazo, en una malla de articulaciones económicas, institucionales,
políticas y sociales que potenciarán el desarrollo territorial (expresado a través de
mejoras en la calidad y nivel de vida de la población respectiva). (Arqueros y
Manzanal,2004, p.3).”
En función de los objetivos de nuestro estudio, nos interesa destacar además, que
a la participación también podemos entenderla como “originaria “ o “inducida”, en
relación a la propuesta de Sanchez Vidal, quien entiende dos tipos de
participación: “desde arriba y desde abajo”
“...La participación “desde arriba” va ligada a las estructuras o canales
institucionalmente establecidos o “mandados” para posibilitar la participación en los
procesos políticos o sociales o controlar algún tipo de administración u
organización...El contexto institucional facilita o inhibe la participación, pero, por si
sólo no es suficiente si no conecta con un deseo o necesidad desde debajo de
participar. La participación “desde abajo”... (siempre que responda a un impulso y a
una necesidad o deseo social duraderos y no a algo puntual o perecedero)... se ve
altamente facilitada por los canales institucionales corriendo el riesgo, si estos no
existen o se instauran, de terminar por cansancio o cuando cesa el empuje del
liderazgo que la originó... La participación desde arriba será, por otro lado, un mero
artefacto legislativo o normativo si no conecta con una población (o un grupo
gestor inicial) concientizada y deseosa de participar en una cuestión relevante que
pueda ser canalizada por medio de esa participación (No todas las cuestiones
sociales pueden ser resueltas a través de la participación, o al menos, no sólo a
través de ella)... La participación desde arriba y desde abajo son complementarias
y se necesitan mutuamente...”. Sánchez Vidal, A. (1991: 278-279)
Tomamos de las autorías citadas la idea de analizar la “participación organizada”,
entendiéndola como “la participación que se da a partir de organizaciones
representativas. Y esto significa que se trata de un tipo de participación dónde se
expresa conjuntamente desde una organización, por intermedio de canales
establecidos o diferenciados y con objetivos determinados y además la
organización a partir de la cual se da la participación debe ser “representativa del
sector que ejerce la participación”. (Arqueros y Manzanal,2004, p.12).”
Me detengo brevemente en la idea de Representatividad, como característica que
se destaca entre las aspiraciones de un buen referente, un buen liderazgo, según
nos aporta este trabajo. Pero en términos conceptuales, la representatividad se
basa en mecanismos de legitimación históricos y contextuales de cada comunidad.
Por eso, cada caso particular, exige una análisis de su “representatividad”.
En principio, acordamos con las autoras que supone que un conjunto organizado
de personas:
a) tienen intereses y objetivos comunes,
b) han elegido en forma democrática a sus representantes y
c) todos en conjunto suman un número significativo del sector económico-
productivo o social que representan. (p.13)
Entendemos también a la participación como proceso, con los aportes ya clásicos
de lo que se ha denominado niveles de participación, es decir, distintas prácticas
que podrían alcanzarse sucesivamente en la medida que las organizaciones e
instituciones, a cualquier nivel, tiendan a “democratizar” los espacios y los
ciudadanos estén en condiciones de forjar y asumir el control de las decisiones que
los atañen. Por eso, se pasa de estar informado, opinar en las decisiones, y tomar
parte de las decisiones. (Robirosa et al,1995).
Para fortalecer estos procesos, deben generarse algunas condiciones como:
darse varios procesos que permitan:
- la accesibilidad a la información,
- el intercambio de opiniones
- la posibilidad de influir sobre las decisiones.
Una de las particularidades de la “participación organizada” es que es una práctica,
una capacidad que se desarrolla desde lo vivencial, no un valor abstracto, algo que
pueda transmitirse en forma analítica. Como veremos, avanza y se fortalece en su
práctica concreta. “Desde la acción, la población se capacita para ir superando
niveles de participación que implican mayores grados de compromiso con su
propio destino y el de su comunidad. Estos niveles comienzan con la información,
continúan con la consulta, siguen con la intervención en la toma de decisiones
alcanzando niveles crecientes de autogestión”.
Como lo describen Cardarelli, G y Rosenfeld, M. (1998: 136) (citado en Manzanal,
2004), la participación como proceso “...Es la conjunción de los dos movimientos
básicos de “ida y vuelta” de la participación: la activación de la población o
empowerment para negociar paritariamente con actores locales y de otros niveles,
a partir de intereses específicos, generando y fortaleciendo instancias de
organizativas territoriales cada vez mas articuladas y la formación y sustentabilidad
de modalidades de gestión asociada que se instalen con permanencia y lleven a la
práctica el principio de la representación, con ampliación progresiva del conjunto
de actores e instituciones comprometidas...”
Por último, como adelantamos, enfatizamos la dimensión política de la
participación, entendiendo que lo que le da sentido (y legitima, convoca, motiva) a
la participación es si ese proceso permite a los miembros de la comunidad puede
acceder a mayores niveles de poder. Por eso, la participación como proceso
contradictorio y fluctuante, que algunos autores han denominado “empowerment”,
traducido como empoderamiento, concepto de amplia difusión a través de las
políticas públicas en los últimos años.
Este proceso se va gestando con el apoyo de múltiples determinantes, algunos
directamente vinculados a la propia realidad local-territorial y otros externos a la
misma. Entre ellos:
- la voluntad de la población participante, sus características personales e
identidad, su formación e inserción laboral, su nivel socioeconómico;
- la historia, cultura e identidad de las organizaciones que representan los intereses
comunes;
- el nivel de desarrollo socioeconómico e institucional y la cultura e historia política
del ámbito local donde vive y trabaja.
El proceso de participación, según estas autoras (Arqueros y Manzanal,2004,
p.14)., depende también de factors externos como:
- el accionar en el ámbito local de otras organizaciones que en forma puntual o
continuada actúan en el territorio en cuestión;
- la decisión política del sector público nacional y provincial para constituirse en
facilitadores y promotores de estos procesos de participación;
- la disponibilidad de financiamiento, nacional e internacional, para sustentar
procesos locales de transformación socioeconómica e institucional.
La Economía Social como enfoque para la promoción de la Asociatividad
Desde la perspectiva de la Economía Social y Solidaria (ESS), el sistema
económico a promover, nuestra utopía, ese horizonte motorizador de nuestras
acciones, es un “sistema Económico Social y Solidario, cuyas prácticas,
instituciones y principios de organización del proceso de producción, circulación,
distribución y consumo esté dirigido a la obtención de la base material (productos o
servicios) de satisfactores, de manera de lograr la plena realización de las
necesidades de reproducción de la vida, la humana y la de la naturaleza” .
La promoción de formas económicas solidarias y eficientes de inserción popular,
generadoras de empleo, ingreso y satisfactores de las necesidades, es una línea
de trabajo que se viene generalizando e institucionalizando en esos países. Este
fenómeno no es exclusivo de América Latina, sino que se desarrollar
paralelamente en otros continentes, incluido el europeo, que hoy enfrenta los
problemas derivados de la aplicación de programas neoliberales.
En este marco, desde los espacios de generación de conocimiento y aprendizaje
como las Universidades e Instituciones de apoyo a las organizaciones territoriales
de nuestro país, se advierte que, ante el planteo de esta alternativa que acompaña
nuestras actividades de formación y promoción de la ESS surgen necesidades de
conocimiento que es necesario considerar. Así, es recurrente que, ante nuestra
exposición crítica sobre la economía realmente existente y la propuesta de avanza
hacia un sistema económico Social y Solidario, el lógico pragmatismo de nuestros
interlocutores plantea la demanda de “ejemplos de experiencias concretas” que
demuestren la “viabilidad” de esas opciones.
Por eso, en un contexto de disputa política sobre los sentidos de los procesos
económicos y sus transformaciones, necesitamos enriquecer nuestra mirada con la
revalorización de las experiencias existentes en nuestra historia regional, que
construyen su territorio, su cultural, su lucha por la supervivencia de sus pueblos
por siglos, y que han desarrollado una particular e irrepetible forma de
asociatividad, que puede aportarnos innumerables elementos para mejorar nuestra
perspectiva teórica y nuestras prácticas socioeconómicas desde la perspectiva de
las ESS, así como mejorar nuestras herramientas de promoción de la
asociatividad, muchas veces impregnadas de elementos teóricos, metodológicos e
ideológicos propios de la cultura occidental y eurocéntrica.
El abordaje a analizar la complejidad y, sobre todo, la potencialidad de la
asociatividad originaria de las comunidades andinas, puede permitirnos mostrar el
aporte real de la asociatividad, sino también y persuadir a otros actores
socioeconómicos del territorio sobre el potencial de estas experiencias en la
orientación de esa posible y deseable transición hacia un sistema más justo y
solidario.
Esta necesidad surge de la convicción ética de que el sentido de esa economía, en
términos sustantivos, debe orientarse a la resolución de las necesidades de toda la
población a partir de una determinada definición colectiva sobre los recursos
disponibles y las necesidades a atender. Esto se contrapone a la lógica de la
sociedad de mercado que solo reconoce aquellas necesidades que pueden
manifestarse como demandas solventes lo que termina excluyendo a amplios
sectores de la población como consumidores y ciudadanos.
El auge de las políticas y programas de promoción de la asociatividad en nuestra
región, sobre todo en el ámbito urbano, puede explicarse a partir de un contexto
reciente, como respuesta a la crisis económica y política cuyo epicentro se sitúa en
el año 2001, las estrategias alternativas de resolución colectiva, comunitaria,
solidaria y cooperativa de necesidades básicas marcaron una etapa incipiente en
nuestro país de reconstrucción de lazos e inclusión social desde un sector “ni
público ni privado”.
A la vez, las políticas de desarrollo inclusivo, se fueron fortaleciendo las estrategias
de resistencia de un sector que, aunque heterogéneo y desarticulado, fue
construyendo caminos virtuosos en relación con el Estado y con el Mercado, de la
mano de políticas públicas específicas y favorecido por el crecimiento del mercado
interno, contribuyendo a la expansión del empleo y la inclusión socioeconómica
progresiva de las mayorías.
Estas experiencias se han desarrollado y madurado a diversos niveles, ampliando
su alcance a una variedad muy amplia de actividades productivas y reproductivas
de la economía que son condición de posibilidad de existencia y desarrollo no solo
de grupos marginales sino de la sociedad en su conjunto. La resolución de esas
necesidades requirió formas económicas “mercantiles” (insertadas en el mercado)
pero basadas en prácticas solidarias, que atendieran no solo a la producción de
bienes y servicios, sino a su financiamiento y comercialización, a la formación de
cadenas de procesamiento y agregado de valor y al desarrollo de tecnologías que
incorporen los resultados de la revolución tecnológica pero innovando con sentido
social.
Esto sería insuficiente sin recurrir a formas no mercantiles, directamente solidarias,
de resolución de necesidades, asociativas y comunitarias, como la generación de
satisfactores de recreación y cultura, la construcción de infraestructura, hábitat y
vivienda, las redes de ayuda mutua y seguridad social, la gestión colectiva de
recursos, el cuidado comunitario del medio ambiente, la comunicación comunitaria
las formas de educación y formación popular, y en general las actividades de
cuidado. Lo comunitario como ámbito de resolución de necesidades a partir de la
creación de nuevos satisfactores no mercantiles (Max-Neff 1993; Arancibia, 2015)
no es solo un ejemplo casual, sino que responde a una matriz de resolución de
necesidades de la vida en forma integral que podemos aprehender de las
comunidades andinas de productores de camélidos
Es en este sentido es que la perspectiva de la ESS nos permite un mejor
acercamiento a conocer las prácticas y sentidos asociativos de las comunidades
andinas, advirtiendo lo hacemos desde:
• una mirada no idealizada, entendiendo que no hay asociatividad sin
conflicto ni contradicciones.
• una perspectiva integral, identificando ejes comunes y los aspectos
específicos de cada una de ellas para hacer una síntesis sustantiva de su
heterogeneidad y complementariedad y del aporte de la solidaridad a sus
resultados.
• una valoración del desarrollo a escala y complejidad, tanto en tiempo, en
cantidad, alcance territorial, perfil de los actores, etc., que muestren la
problemática de la articulación a nivel mesosocial, saliendo de lo micro o
“intramuros” de las comunidades.
• La valoración de la capacidad de “descubrir” o generar recursos donde
aparentemente no los hay
• la vinculación entre satisfacción de necesidades materiales, valores
solidarios, desarrollo de capacidades individuales y colectivas y de lazos sociales
no mercantiles (satisfactores sinérgicos).
• El reconocimiento de su capacidad de generar identidades sociales
colectivos con fuerte arraigo territorial
• La demostración del tipo y variedad de necesidades que incluyen en su
programa de acción, usualmente no valoradas como parte de la economía, por el
predominio de la perspectiva centrada en la producción de bienes físicos y su
comercialización.
En este sentido, la asociatividad y la cooperación no son “valores” abstractos, sino
que son prácticas concretas, situadas historia y territorialmente, que se construyen
a lo largo de procesos complejos que instituyen “formas” de existir en el mundo.
Nuestras comunidades valoran el "estar" como oposición al "ser" (propio del
pensamiento abstracto occidental), porque “ser” es proyección, progreso y avance
(base de la propagación de las civilizaciones europeas), mientras que nuestras
comunidades aborígenes se apoyan su existencia en el “estar”, como parte de una
conciencia de la existencia, una parte de un mundo y no como un “individuo” a
través de la historia. (Kush, 1979).
Nuestro enfoque basado en la perspectiva de las necesidades en la economía, nos
permite además acercarnos a una comprensión del “ser, estar, hacer y tener” con
“otros” en la vida cotidiana de las comunidades (Arancibia, 2016). En ese sentido,
no podemos acercarnos a las resistencias y propensiones a la asociatividad de
estos actores en particular, sin intentar comprender el sentido de lo “comunitario”,
como demostración de que la cultura y las prácticas económicas son inescindibles,
y se expresan a través de acciones materiales e inmateriales (simbólicas) para
resolver necesidades cotidianas de la producción y reproducción de la vida de las
comunidades.
Por eso, antes de identificar “en que formar”, “ en qué intervenir” para fortalecer lo
que podemos llamar “capacidades asociativas”, es necesario identificar los rasgos
de estas prácticas colectivas culturales, claro ejemplo de la integralidad de los
aspectos económico, social, cultural, institucional, alimentarios, familiar, etc.
Además de comprender a la asociatividad no como un concepto abstracto que
“debe” reflejarse en prácticas en forma automática o guiado solamente por valores,
la asociatividad debe ser comprendida como estrategia popular de supervivencia,
es decir, como una práctica “necesaria”, entendiendo a “lo necesario” como
“condición de posibilidad” (Gough,2003; Arancibia, 2015) de la vida, frente a las
amenazas del entorno socioeconómico que ponen en riesgo la continuidad de la
vida misma, tanto del individuo, de su familia y de su grupo primario de referencia,
y hasta de su propia sociedad.
3. Primeras hipótesis de trabajo
Las primeras hipótesis de trabajo se fueron enriqueciendo con los aportes de los
primeros resultados del trabajo de campo, configurando un primer conjunto de
apreciaciones que orientaron las entrevistas y el análisis de los primeros datos, a
saber:
Los instrumentos de promoción de la “asociatividad” no siempre se adaptan
a las percepciones y prácticas preexistentes de las comunidades en torno a
“lo comunitario”.
Los instrumentos de apoyo a las comunidades y cooperativas, en su
implementación, no siempre reflejan prácticas y valores asociativos de los
equipos técnicos que intervienen, es decir, de propios “efectores” de esas
políticas.
Estas dificultades se profundizan, entre otros aspectos, debido al perfil de
los líderes y dirigentes de las comunidades organizaciones: poco
legitimados, débiles, sin representatividad, aunque sostienen su
·participación” en espacios multiactorales y de formación o gestión, lo que
impacta en una baja transferencia de las políticas de fortalecimiento en sus
comunidades.
4. Preguntas de investigación
En el marco de lo presentado hasta aquí, algunas de las primeras preguntas de
investigación que orientaron las guías de entrevistas fueron las siguientes:
¿Con qué limites nos encontramos al querer promover la asociatividad y la
cooperación en las comunidades y sus organizaciones?
Los valores y prácticas de la asociatividad en el sentido “occidental” que
percibimos e implementamos desde nuestras políticas de promoción, ¿son
compatibles con los valores y prácticas “comunitarios” preexistentes?
¿Los equipos que las diseñan e implementan, en su accionar, reflejan a su
vez valores y prácticas asociativos?
¿A que nos referimos, desde la planificación y ejecución de estos
instrumentos, con la idea de “fortalecimiento”?
¿De qué depende el grado de fortalecimiento de una comunidad, de una
organización productiva de productores andinos?
¿Qué peso tiene el “rol del dirigente” en las organizaciones comunitarias?
¿Qué prácticas asociativas/cooperativas preexisten en “lo comunitario”?
¿Cómo se pueden vincular esas prácticas y valores con la cultura de lo
comunitario?
5. Comunidades de Pastores de la Puna y Quebrada. Los actores a
entrevistar.
a. El perfil social y productivo de las comunidades
Los pastores de la puna jujeña pueden considerarse como las comunidades más
pobres de la provincia, dado por “la situación de carencias materiales y
desventajas reales de los pobladores puneños respecto al resto de la provincia,
especialmente en lo que hace a las posibilidades de inserción en el mercado de
trabajo y la disponiblidad de dinero y bienes adquiridos en el mercado”. (Kindgard,
s/a, p. 64)
En base a trabajos previos realizados en el marco del proyecto Pastores Andinos,
sabemos que las comunidades entrevistadas mayormente se dedican a la cría de
ganado de llama, aunque la cría de ese tipo de ganado no excluye otras especies,
siendo la estrategia productiva y reproductiva de combinanción de varias
producciones la preferida por las familias y sus comunidades.
“La cría de llamas se enmarca siempre en el conjunto de requerimientos que
enfrenta la unidad doméstica relacionados a la estrategia de cría de varios tipos de
ganado combinada con la búsqueda de ingresos extraprediales. Además el ciclo
anual de manejo del ganado está marcado por los períodos climáticos de
abundancia y escasez de pastos y agua, y por el ciclo natural de reproducción y
crecimiento de los mismos”. (Kindgard, s/a, p. 48)
La cría de llamas es una parte del conjunto de producciones domésticas de una
familia campesina, por ello es necesario no perder de vista la complementación de
las actividades propias de la cría de llamas con el resto de las actividades
productivas. En general la disposición de mano de obra en el seno familiar es
limitada y nadie se dedica en forma exclusiva a una producción en particular
(Kindgard, s/a, p. 52).
La unidad socioeconómica sobre la que reposan todo el conjunto de actividades es
la familia. Las familias en general tienen procesos de preproducción, de producción
de carnes, de procesamiento de carnes y de otros derivados del ganado y de
comercialización, siendo éste último el momento más crítico del ciclo productivo.
La familia extensa se conforma en general “por los miembros de tres generaciones.
La pareja que da origen al grupo familiar, sus hijos y sus nietos; y permanece
relacionada con grupos de parientes más extensos de manera estrecha pero en
situaciones variables de conflicto y afinidad”.
b. Caracterización de los actores a entrevistar.
A fin de caracterizar inicialmente el campo de actores, estrategias y políticas de
apoyo a las comunidades pastoriles de la Quebrada y Puna de la provincia de
Jujuy, ordenamos a los actores de la siguiente forma, tomando como criterio su
relación con los protagonistas principales del estudio, es decir, nuestro sujeto de
trabajo, las comunidades aborígenes, y los planes y programas de apoyo
(Coraggio, Arancibia, Deux, 2010).
Luego, profundizamos la indagación con el trabajo de campo, con algunas
comunidades vinculadas a este proyecto Pastores Andinos, principalmente
comunidades aborígenes de la zona de Pumahuasi, Cusi Cusi, Cooperadora INTA,
Red Puna.
5.c. ORGANIZACIONES PRODUCTORES PASTORILES
5.1.c ORGANIZACIONES DE BASE COMUNITARIA (OBC):
Comunidades Aborígenes
Ejemplo: Organización Comunitaria Aborigen “Sol de Mayo” de El Moreno –
Organización Comunitaria Aborigen Flor de Saitilla Cerrillos - Organización
Comunitaria Aborigen Cara Cara, Organización Comunitaria Aborigen Piedra
Negra etc.
Las organizaciones de base comunitaria (OBC, 1a) están conformadas
básicamente por las propias comunidades aborígenes y centros vecinales.
En Jujuy, en aquellas localidades que no son asiento de autoridades municipales,
la ley prevé la creación de entidades comunitarias que se encuentran dentro de la
jurisdicción de comisiones municipales. Durante la década del noventa, la Fiscalía
de Estado provincial le otorgó la personaría jurídica a estas Organizaciones
Comunitarias Aborígenes (OCA´s), lo cual se relaciona con el inicio de la política
de cesión de tierras de parte del gobierno nacional conjuntamente con el gobierno
provincial. El objetivo inicial de creación de la OCA´s fue representar a las
comunidades en las instancias de negociación con los gobiernos provincial y
nacional, por la cesión de tierras, pero pronto comenzó a definir nuevos objetivos,
que excedían la intermediación con el municipio o la transferencia de las tierras,
sino que poco a poco, las OCA´s se abocaron a resolver cuestiones vinculadas a la
producción y comercialización, y al mejoramiento de la calidad de vida.
Las OCA’s son de gran importancia como estrategia para la captación de fondos y
capacitación, a través de su participación en distintos cursos de acción: programas,
proyectos, convenios, planes y subsidios, como institución destinataria, como
garante o como aval para otras instituciones locales. En el discurso de las
autoridades de la comunidad todo esto es reconocido como “proyectos” que
aparece como sinónimo de todo curso de acción con la cual se procura obtener
resultados concretos a nivel de la organización social.
Comunidad de Piedra Negra.
5.d. ORGANIZACIONES DE INTEGRACIÓN (OI)
5.1.d ASOCIACIONES DE PRODUCTORES:
Ejemplo: Asociación de Pequeños Productores de la Puna (La Quiaca),
organización conformada por las Comunidades Indígenas de Chalguamayoc,
Suripujio, La Redonda, Lecho, Casti, San José, Puesto del Marqués, Escobar
Tres Cerritos, y Cholacor, ubicados departamento Yavi.
La misma se origino a partir de la necesidad de articular esfuerzos y recursos para
mejorar la producción y comercialización de camélidos y sus derivados. Esta
organización junto a la asistencia técnica y económica de instituciones de apoyo
público y privado han logrado promover el consumo de carne de llama y sus
derivados. La APPP inició en 2010 un proceso de industrialización de la carne de
llama a fin de promover el consumo, mejorar la cadena de valor y permitir su
acceso al mercado local y provincial. En tanto que, como estrategias para resolver
otras dificultades comunes a las OCA´s que la integran, han articulado acciones
con otras organizaciones y redes de la región, que les ha permitido abordar las
problemáticas comunes de forma conjunta y con el apoyo de otras organizaciones.
Inauguración de planta para la elaboración de embutidos y chacinados de llama.
5.2.d COOPERATIVAS:
Ejemplo: Cooperativa PUNHA (referente – socio productor) - Cooperativa
CAUQUEVA – CODEPO (referente – socio productor) - COOPERATIVAS
AGROGANADERAS (El Toro – Cusi Cusi).
En este caso podemos decir que al igual que las asociacione,s las cooperativas se
originaron para resolver dificultades de producción y comercialización de los
productos de los miembros de las comunidades de la puna jujeña. En este marco
es que se inserta la Cooperativa PUNHA, una de las más emblemáticas
organizaciones del sector artesanal textil de Abra Pampa.
“Nosotros rejerarquizamos el trabajo artesanal textil sobretodo. Cuando nosotros
comenzamos hace 15 años aproximadamente era vergonzoso ponerse a hilar, a
tejer, era cosa de viejos, de campesinos, de bolivianos. Hoy, en la Puna todo el
mundo quiere tejer e hilar. Recuperamos muchos saberes y nos falta recuperar
saberes en todos los aspectos no sólo en el textil. Creo que eso incide fuertemente
en la economía. La mayoría de las técnicas fueron recuperadas a través de los
viejos artesanos, otros a través de historias de los abuelos a los padres o a
mujeres que sabían de estas técnicas y que no las contaban justamente por esto
de la desvalorización. Entonces fuimos recuperando técnicas de tejido, inventando
otras. Nosotros nos determinamos normas PUNHA como el prelavado del hilo y la
llama, fuimos mezclando los saberes antiguos con la necesidad de adaptarnos a
estos nuevos tiempos. Me acuerdo que muchos años hemos producido cosas que
no se lo vendíamos a nadie, y cuando descubrimos que teníamos que hacer cosas
distintas comenzamos a vender mucho” (Herman Zerpa – Entrevista J.L. Coraggio
Enero 2004 - Cantera Visión).
Al igual que en las asociaciones la articulación en redes ha sido fundamental para
lograr los objetivos propuesto por la cooperativa, al mismo tiempo que se pudieron
abordar otras dificultades vinculadas a cuestiones de género.
Presentación de los telares de Cooperativa PUNHA
5.3.d REDES:
Ejemplo: RED COYA – RED PUNA - WARMIS SAYAP SUNKO – MESA
NACIONAL CAMPESINA
Son organizaciones de segundo grado conformadas por organizaciones de base
tales como comunidades aborígenes y centros vecinales; organizaciones de
integración tales como asociaciones y cooperativas; e instituciones de apoyo
privado.
Estas se originaron en la década del 90’, surgidas de la práctica informal, de actuar
en red entre actores públicos y particulares, entre organizaciones de base, ONG’s
y oficinas ejecutivas del Estado, para la puesta en marcha de diferentes proyectos.
Hacia mediados de la década de 1990 esta práctica se institucionalizó,
generándose experiencias tales como la Red Puna y la “Asociación de Mujeres
Warmi Sayajsunqo (Mujer perseverante)”. Ambas experiencias han tenido un
impacto importante en el territorio.
La primera Red Puna fue promovida, en su origen, por seis actores presentes en la
región: la OCLADE, el INTA, la GTZ, el Foro de Municipios y Comisionados
Municipales, la Cooperativa PUNHA y API. Se trata de lo que en la jerga local se
conoce como organizaciones de apoyo. Estas organizaciones tenían en común el
estar conformada por técnicos profesionales (generalmente agrónomos y
veterinarios), comúnmente foráneos, y contar con fluidez de recursos. También
participaban algunos punteros políticos. Además, tenían una buena llegada a
dependencias estatales, organismos multilaterales de crédito, agencias de
cooperación internacional u otras ONG’s para la obtención de recursos.
Estas organizaciones venían realizando acciones en la Puna, pero en forma no
coordinada e inclusive superpuesta. Representantes de estas seis organizaciones,
se reunieron en noviembre de 1996, para establecer un diálogo orientado a
superar los problemas de la descoordinación. En esa ocasión redactaron un
documento, titulado “Puna, promesa y olvido”, el cual tiene un carácter fundacional,
que presentaba un diagnóstico de la situación socioeconómica regional y un
proyecto de acción a largo plazo para generar un desarrollo sostenido.
Pronto se produjo un quiebre y reacomodamiento del grupo de actores
participantes en esta red: las organizaciones de origen estatal se desvincularon
(INTA y Foro de Municipios) y, progresivamente, comenzaron a participar las
organizaciones locales, como las OCA’s y asociaciones de pequeños productores.
Las Warmi mantuvieron algunos contactos, pero finalmente no formaron parte de la
Red Puna. Más tarde se retiraron GTZ y OCLADE, como parte nodal de la
organización, aunque mantuvieron contactos.
Además de organizaciones con un perfil productivo, se fueron incorporando
organizaciones con otros intereses: clubes deportivos, asociaciones barriales,
comedores comunitarios, etc. En la actualidad está conformada por unas 40
organizaciones, en la que se ven involucradas unas 70 comunidades de la Puna
jujeña y regiones vecinas. Asimismo, se complejizó la organización territorial, con
la división interna del área en cinco microrredes: Puna Norte, zona circunvecina a
La Quiaca; Puna Centro, alrededores de Abra Pampa; Quebrada, región de
Quebrada de Humahuaca; Puna Sur (donde se encuentra El Moreno) y Puna
Oeste. La conformación de este esquema tuvo como propósito crear unidades
basadas en la proximidad de las comunidades, para volver más eficiente la gestión
territorial de la Red, en la definición de políticas sectoriales (artesanía,
comercialización, salubridad), y en la realización de reuniones. En la historia
institucional se pueden reconocer dos momentos. En el primero (1996 y 2000) la
Red se conforma a partir de la reunión mencionada y va definiendo su perfil
institucional, con reuniones bimensuales de unas pocas organizaciones de apoyo y
de base, con una gran dependencia financiera de las de apoyo, como GTZ u
OCLADE. Después de 2000, la organización se fortalece, crece el número de
organizaciones involucradas, se expande geográficamente, incorpora mayor
número de actividades, tiene una mayor presencia en el escenario público y se
diversifican las fuentes de financiamiento.
La Red vincula a actores de muy diversa índole, locales y extralocales, cada una
de las cuales tiene una forma organizativa. Como “Red Puna” se han establecido
mecanismos participativos, la búsqueda de consenso como forma de toma de
decisiones, la horizontalidad de las organizaciones, con creciente participación de
dirigentes de organizaciones de base, y, paralelamente, de mujeres. Inicialmente,
la coordinación estuvo a cargo de técnicos y profesionales pertenecientes a las
organizaciones de apoyo. Con el tiempo, este puesto fue siendo ocupado por
dirigentes de las organizaciones de base
Actualmente la Red Puna es parte del Movimiento Nacional Campesino
Indígena. Esta es una agrupación de más de 500.000 mil familias en toda la
Argentina formada por: Unión de Trabajadores Rurales sin Tierra – Mendoza,
Unión de Jóvenes Campesino de Cuyo, Movimiento Campesino de Córdoba,
Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Movimiento Campesino de
Misiones, Red Puna Jujuy, ACoCaL – Salta, Asociación de Productores Familiares
de Florencio Varela, Familias Productoras de Cañuelas, Asociación Cirujas, que se
organizan para defender sus derechos como ciudadanos pero por sobre todas las
cosas lograr una reforma agraria justa para todos, (en la cual estén incluidos ellos
con sus tierras y no sus tierras en manos de terceros) y una soberanía alimentaria.
En el caso de la “Asociación de Mujeres Warmi Sayajsunqo (Mujer perseverante)”,
se originó a inicios de la década de 1990, por iniciativa de Rosario Quispe
(dirigente indígena), y se formalizó en abril de 1996, al recibir personería jurídica
de parte del gobierno provincial. Las actividades a las que se abocó centralmente
la asociación son: el reclamo de las tierras, la salubridad, la generación de
recursos financieros para otorgar microcréditos orientados a proyectos productivos.
La organización se propuso como una forma de generar ingresos legítimos (no
asistenciales) para hogares en situación crítica, debido al problema crónico de la
desocupación y la escasez de capital, tanto en la ciudad como en el campo. Uno
de los mayores logros al respecto fue la creación del sistema de créditos que dan
impulso a muchos micro-emprendimientos productivos comunitarios (artesanías,
producción de carne, curtiembre). Esto se complementó con una capacitación
orientada a brindar herramientas que permiten un manejo empresarial, donde se
entremezclan prácticas propias de los sectores empresariales y aplicados sobre un
modelo comunal y aborigen tradicional. Se trata de una apuesta por el desarrollo
social, con fuerte incidencia de lo étnico y lo regional local, pero con un claro
interés de inserción al mercado, asimilando modelos de comportamiento de las
grandes organizaciones del Tercer Sector internacionales.
5.e. INSTITUCIONES DE APOYO
5.1.e INSTITUCIONES PÚBLICAS (IAPu):
INTA – SAF – IPAF – DESARROLLO GANADERO (MINISTERIO DE LA
PRODUCCÍON).
Son instituciones y organismos pertenecientes al estado provincial y nacional,
presentes en el territorio a partir del acompañamiento técnico a las organizaciones
de productores. Estas instituciones han apoyado técnica y económicamente a las
organizaciones de productores, tanto de base como las organizaciones de
integración, permitiendo así que estas cuenten con mayores herramientas y
oportunidades que les permita mejorar la producción y comercialización de sus
productos.
5.2.e INSTITUCIONES PRIVADAS (IAPri)
Se trata básicamente de las ONGS (Organizaciones No Gubernamentales) de
Desarrollo presentes en el territorio, como las mencionadas en el informe, GTZ,
OCLADE, y CVC, entre otras. Están conformadas generalmente por profesionales
(sociólogos, médicos, arquitectos, trabajadores sociales, etc.) que se asocian para
capacitar, redirigir fondos de agencias internacionales, asesorar en cuestiones de
desarrollo, etc. La acción de estas organizaciones suele ser regional, nacional e
internacional. (Fournier y Rofman, 2015) También inscribimos en este tipo de
actores los planes y programas de la cooperación internacional multiactorales
como BID y Banco Mundial, entre otras.
Con origen en países centrales, trabajan desde hace 20 o 30 años en nuestro país,
en articulación con instituciones públicas, en apoyo a las comunidades de base,
organizaciones y redes. Aportan en general financiamiento proveniente de las
políticas de cooperación de los países de la Unión Europea, programas y
proyectos de desarrollo orientados a sectores identificados como vulnerables o con
potencialidad de desarrollo según sus objetivos institucionales, equipos técnicos y
metodologías y enfoques de intervención que han influenciado también en los
enfoques las herramientas de políticas públicas en nuestro país.
6. Trabajo de campo
El objetivo del trabajo de campo era el de relevar algunas representaciones de los
actores que permitan caracterizar a las experiencias organizativas de las
comunidades pastoriles, identificando sus principales problemas, experiencias,
predisposiciones y resistencias en función de promover la asociatividad y la
cooperación. La búsqueda de información primaria se orientó en primer lugar a
entrevistas a informantes claves de las organizaciones de base (comunidades) y
organizaciones de integración (cooperativas, redes) y a instituciones de apoyo al
sector. Por otro lado, se relevó información en el marco del cierre del ciclo de
formación encarado por la Escuela de Formación de Dirigentes, realizando un taller
constructivo sobre liderazgo, con la presencia de referentes jóvenes de las
comunidades de la Quebrada y Puna. Las 5 comunidades presente en el taller
fueron las Ocumazo, Pumahuasi, El Angosto-El Moreno (Puna Sur), Aguas
Calientes y Rinconada.
Las entrevistas a los referentes de las comunidades fueron realizadas a los
siguientes participantes del taller de cierre de la Escuela e Formación de Dirigentes
del Proyecto Pastores Andinos:
Martínez, Analía, 21 años, integrante de la comunidad de Rinconada.
Chulchuy, Armando, integrante de la comunidad de El Moreno, es guía de
turismo.
Balvin, Jacinta, 58 años, residente de la localidad de Volcán- La Banda,
desempeña el cargo de secretaria.
Vásquez, Aniceta, 72 años, integrante de la comunidad de Abra Pampa,
miembro de la Coop. Inta.
A continuación se detallan los instrumentos de relevamiento utilizados y la
sistematización de sus resultados se presenta en el capítulo siguiente
6.a. Entrevistas
6.1.a Organización del trabajo de campo
Para la organización del trabajo de campo se trabajó en la identificación y
caracterización inicial de los actores más representativos del campo (Punto 5 del
presente informe), y en el contacto con algunos representantes de cada grupo para
poder captar aportes representativos y accesibles de cada grupo de actores. Para
esta tarea se contó con la asistencia de Claudia Lobo, quien estableció contactos,
realizó entrevistas y sistematizó parte de la información.
Cabe aclarar que las referencias explicitas a las entrevistados no siempre se
explicitan para conservar sus aportes sin exponer sus nombres en relación a
determinadas apreciaciones que pueden afectar su inserciones institucionales.
En este sentido, se planificó un trabajo de campo con las siguientes
características:
a- Contactar a los entrevistados, acordar día y lugar para entrevistarlos.
b- Realizar unas 10 o 15 entrevistas (a definir), en base a la guía de
preguntas elaborada para cada uno de los tipos de actores identificados:
organizaciones de base de los productores ganaderos, tanto a las
comunidades aborígenes, a las cooperativas ganaderas y redes, como de
las instituciones públicas que los apoyan y de ONGs de desarrollo. Las
entrevistas serán de entre 20 y 30 minutos fueron grabadas.
c.- Registrar de cada entrevistado los datos principales: Nombre, edad,
localidad donde vive, cargo o lugar que ocupa en la organización,
principales actividades que realiza.
c- Sistematizar los datos principales en un documento de sistematización
en base a las preguntas de la entrevista (palabras, datos y frases textuales
que sean pertinentes), guardando el audio (los que están disponibles para
el Proyecto)
6.2.a Instrumentos de Relevamiento utilizados
Se realizaron Guías de entrevista para cada uno de los perfiles de actores
identificados:
a) Guía de entrevista para referentes de Organizaciones de Integración (OI)
La organización enfrenta seguramente muchos problemas:
¿Cuáles son los principales problemas que enfrentan actualmente?
¿Siempre fueron los mismos problemas o fueron variando a lo largo de los
años? Recuerda cuales fueron esos problemas?
Como referente de la organización, ¿Por qué decidieron organizarse como
una Red, Asociación o Cooperativa (o lo que corresponda)? (¿recuerda si
hubo discusiones entre distintas alternativas?)
¿Cómo se resolvían los problemas ANTES de la asociación (o lo que
corresponda)?
¿A quiénes nucleaba originalmente la asociacion?
¿Hubo cambios/rupturas/crisis con el correr de los años? ¿como las
resolvieron?
¿a qué se debieron? Cuáles cree que fueron las causas?
Actualmente ¿Les da “buen resultado” la Red? ¿les resuelve problemas?
¿les genera otros? (cuáles?)
¿Usted cree que “funcionan bien” como “asociación” (o lo que
corresponda)?
Si esta “asociación” (o lo que corresponda) se disolviera,se cerrara, se
dividiera...¿volvería a promover asociarse nuevamente?
Si sí lo haría, ¿qué tipo de asociación preferiría? ¿qué cosas volvería a
hacer? ¿qué cosas NO volverían a hacer?
b) Guía de entrevista para miembros de Organizaciones comunitarias (OC) y
Socios de Cooperativas y otras Organizaciones de Integración (OI)
¿Por qué es parte de esta “organización”, “asociación” (o lo que
corresponda)?
Para resolver problemas, ¿en quienes confiamos para pedir ayuda, para
juntarnos y resolver los problemas mejor? (qué instituciones,
organizaciones, comunidades, etc)
¿en quienes NO confiamos? (o confiamos menos) ¿por qué?
Desde la comunidad/organización, ¿qué aspectos de la vida de todos los
días compartimos con otras familias, otros productores? (producir, vender,
uso de la tierra, otros?)
En su organización cotidiana ¿hay actividades/acciones que tienen que
llevar adelante que les “cuesta mas” o son “más difíciles de hacer?
(reunirse, tomar decisiones, distribuir responsabilidades, conducir o
coordinar acciones, etc)
¿A qué cree que se deben esas dificultades (divisiones/diferencias/peleas)?
¿Cómo las enfrentan/resuelven?
¿Cómo cree que sería su vida, su producción, su famila... si NO fuera
miembro de esta “asociación” (o lo que corresponda)?
c) Guía de entrevista a técnicos y responsables de programa de
Instituciones de Apoyo Públicas
Registrar datos de nombre, profesión, tareas que realiza, antigüedad en
este tipo de trabajos, sea en el INTA o no)
Tareas del Técnico
¿Con qué organizaciones/cooperativas y/o comunidades campesinas
trabajan?
¿Qué tipo de trabajo realizan con/para las comunidades?
¿Cómo es la modalidad de las intervenciones que realizan, como es el
“trabajo de campo”? (si viajan, si los reúnen, si se juntan en otras
localidades, etc.)
¿Cómo decidieron realizar esas actividades con /para ellos (y no otras)?
(tratar de identificar si lo definió la institución, lo definieron los técnicos, lo
definieron con las comunidades, una combinación de varias, etc.)
¿Cuál es la principal dificultad (si la hay) para “llegar” a las comunidades,
para trabajar con ellas, para que se “abran” con los técnicos?
¿Trabajas en equipo? Si SI, ¿Comparten en el equipo los criterios de
trabajo? ¿Cuándo surgen diferencias o los problemas entre ustedes, cómo
los resuelven?
Percepción sobre las comunidades
¿Cuáles consideras que son las principales “necesidades” de las
comunidades, organizaciones y/o cooperativas? (en general, es decir en
todos los aspectos que el/ella considera sobre los que tienen
“necesidades”)
¿Han trabajado alguna vez en la identificación de las necesidades de las
comunidades? (si SI, cómo lo hicieron, que resultados obtuvieron, y si se
puede acceder a esas conclusiones)
Se dice que hay comunidades que están “fortalecidas” y otras que no.
¿Compartís esta apreciación?
¿Cuáles consideras que están más fortalecidas en la actualidad? ¿Y cuáles
consideras que están menos fortalecidas?
¿A qué aspectos adjudicarías esas diferencias?
¿Cuál crees que es el sentido de “lo comunitario” que está presente en
las comunidades?
¿Consideras que la “asociatividad” y la “cooperación”, como las conocemos
nosotros, son prácticas presentes en las comunidades? En qué prácticas
concretas se pueden advertir? ¿Y en cuáles no?
¿Identificas resistencias por parte de las comunidades en relación a las
intervenciones “de afuera” (desde instituciones públicas o privadas) que
buscan “fortalecer la asociatividad”? Si SI, ¿a qué crees que se deben esas
resistencias?
Propuestas a futuro
Según tu criterio ¿En qué aspectos no atendidos en forma suficiente en
la actualidad consideras que deberían reforzarse las políticas de apoyo
hacia las comunidades/cooperativas?
¿Qué desafíos consideras que tiene el trabajo de los profesionales desde
el Estado con las comunidades en el mediano y largo plazo?
Otras reflexiones que consideres pertinentes
6.b. Taller constructivo sobre liderazgo
Habiendo identificado a los problemas de representatividad de los dirigentes y la
formación de los “lideres” comunitarios como uno de los problemas centrales de la
crisis de los procesos de fortalecimiento de las organizaciones y comunidades
pastoriles, se acordó con el equipo técnico locales de GVC dedicado a la
implementación del proyecto Pastores Andinos, Lorena Gomez y equipo, la
realización de un taller sobre “Liderazgo y necesidades de las
organizaciones”, para captar los principales problemas, necesidades y
potencialidades de las comunidades en torno la temática del fortalecimiento de la
comunidad y sus dirigentes. El taller se realizó el 19 de noviembre en coincidencia
con el cierre de la Escuela de Formación de Dirigentes del Proyecto Pastores
Andinos, en el marco de los Encuentros Provinciales de Fortalecimiento de
Procesos Asociativos, realizado en conjunto con la Red Puna, y contando con la
participación de 25 referentes de comunidades que habían cursado las distintas
instancias previas del programa de formación.
El taller constructivo, basado en el enfoque metodológico de “aprendizaje activo3”
(Quintero, 2008), consistió en que los participantes identifiquen primero en forma
individual, escribiendo en una tarjeta dos o tres palabras, para luego compartir con
3 El “aprendizaje activo” o “comunicación activa” es un método que propicia contextos de formación participativo y vivencial que apunta a que, en forma constructiva, se consoliden los conocimientos teóricos a partir de los saberes surgidos de la práctica cotidiana y laboral de los sujetos participantes en los propios procesos productivos y de trabajo, especialmente orientados a estrategias asociativas y cooperativas de trabajo y producción. Su origen si bien es desde el mundo del emprendedurismo, en estos años de trabajo se ha ido adaptando a las particularidades de la asociatividad y la cooperación en nuestro país. Esta adaptación, en sus aspectos teóricos y en el desarrollo de técnicas específicas se desarrolló desde el Área de Capacitación y Transferencia Metodológica del Programa Sistemas Productivos Locales, de la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa del Ministerio de Industria de la Nación entre los años 2010 y 2011.
el grupo, los aspectos positivos y negativos de sus dirigentes actuales, y las
características que debieran tener los “dirigentes deseables”. El ejercicio se
organizó en torno a las siguientes 3 preguntas facilitadoras:
Teniendo en cuenta nuestros dirigentes realmente existentes, los que hoy
tenemos en nuestras comunidades:
¿qué aspectos son positivos de nuestros dirigentes? (respuestas
individuales, anónimas, puestas en común)
¿qué aspectos son negativos de nuestros dirigentes? (respuestas
individuales, anónimas, puestas en común)
¿cómo quisiéramos que sean nuestros dirigentes? (Construcción
colectiva en base a lo surgido en los puntos anteriores)
Los resultados obtenidos fueron los siguientes (ordenados según la mayor o
menos presencia de los conceptos, los más mencionados y reforzados en los
intercambios están arriba y los menos mencionados abajo):
¿Que aspectos positivos tienen nuestros dirigentes?
(+)
¿Qué aspectos negativos tienen nuestros dirigentes?
(-)
¿Cómo quisiéramos que sean nuestros dirigentes?
Capacidades en el trabajo
Gestionador, gestiona trabajos, Coordina actividades
Acompaña, Guia, Soluciona problemas (o al menos “intenta”), conciliador, pacificador
Capacidades en el trabajo
Se guarda la información, no dan a conocer la “información real”
No participa, No promueve la participación
No se dedica, no acompaña
(no están en orden de prioridad, se definió en el taller que eran todos igualmente importantes)
BUEN GESTOR
RESPETUOSO
INNOVADOR, CREATIVO Y
Participa/hace participar
Comparte Información “útil” para la comunidad
Promueve Formación, la propia y la de su comunidad: “tiene muchos conocimientos”, “Piensa”
Valores y Actitudes personales
Activo, decidido, incentivador, dedicado, trabaja “con empeño” (muchas menciones)
Representativo (muchas menciones)
Es un “referente” para los miembros de la comunidad
Respetuoso, Deja opinar, se maneja con “la verdad”
Participativo (adentro y afuera de la comunidad)
Defiende su comunidad
Soñador
Responsable
Joven
Falta de experiencia
Antisocial
Impone sus ideas (“imponedor”), no deja opinar, no acepta diferentes pensamientos políticos, no escucha, solo considera sus opiniones, cerrado.
Saturado (de trabajo, de tareas)
Valores y Actitudes personales
Irresponsable (muchas menciones)
Irrespectuoso
Antisocial, callado
No le importa la comunidad, tiene muchas ocupaciones particulares, Busca su beneficio personal
Dejado, lento
Falso
Negativo
Falta de dedicación familia
SOÑADOR
RESPONSABLE
ACTIVO Y PARTICIPATIVO
COMUNICATIVO
CONCILIADOR, BUSCA EL CONSENSO
ORGANIZATIVO
MOTIVADOR
REPRESENTATIVO
SOLIDARIO
Imágenes del Taller sobre Liderazgos y Necesidades de las Comunidades,
19-11-2016, San Salvador de Jujuy
Presentación de las consignas de taller, intercambio inicial
Puesta en común de las respuestas a la pregunta “¿qué aspectos son positivos de nuestros
dirigentes? (consigna 1 del taller)
Puesta en común de las respuestas a la pregunta “¿qué aspectos son negativos de nuestros
dirigentes?” (consigna 2 del taller)
Construcción colectiva de “el Dirigente que queremos” (consigna 3)
Cierre del Taller con los participantes
7. Liderazgo y representatividad como claves del fortalecimiento
asociativo-comunitario. Un primer análisis de los resultados obtenidos
a. Sobre el concepto de fortalecimiento y la participación
Una primera consideración sobre la idea de “fortalecimiento” de las organizaciones
comunitarias es que se trata de una representación frecuentemente utilizada, pero
sobre lo que no hay un conceso explícito sobre su significado. Esto deriva en que
encontramos en los actores entrevistados diferentes sentidos sobre lo que significa
una organización fortalecida, y que existen diferencias entre estas
representaciones por parte de los diferentes dirigentes comunitarios y los técnicos
de los planes y programas que intervienen en ellas.
Podemos considerar a estos sentidos como complementarios, pero que pueden
generar un conflicto entre expectativas. Las expectativas sobre el fortalecimiento
de una organización comunitaria, desde la perspectiva de las Instituciones de
Apoyo, deben tener presente que los dirigentes comunitarios son concientes, en
gran parte, de cuáles son esas expectativas que tienen respecto al fortalecimiento
de su comunidad, y pueden no colaborar en que las verdaderas y genuinas
expectativas de las comunidades se expresen.
Según lo expuesto, a partir de los elementos referidos por los actores que hacen a
lo que desde los equipos técnicos llamamos “fortalecimiento” de las organizaciones
comunitarias de productores de camélidos en la Puna y Quebrada jujeña, podemos
identificar algunos aspectos, los cuales, según la ponderación que le asigne cada
actor, son indicadores posibles del nivel de fortalecimiento de una comunidad.
Veamos a continuación algunos de ellos, analizando las referencias a ellos
manifestadas por los miembros de las comunidades tanto en las entrevistas y en el
taller. El distinto “nivel de fortalecimiento de una comunidad” puede estar dado por
la combinación de las diferentes situaciones en relación a los siguientes aspectos:
la legitimidad y representatividad de sus dirigentes, para algunos de los
entrevistados ésta es un indicador clave a la hora de saber el nivel de
fortalecimiento de las comunidades.
El grado de participación de los miembros de la comunidad, lo que
constituye un tema complejo en sí mismo, dados los distintos tipos de
participación que pueden encontrarse en las organizaciones (Manzanal,
2004, Robirosa, 1995), muy presente en las expectativas hacia los
dirigentes de la comunidad, como el poder “estar informado”, el “tomar
parte” de las decisiones, y el “ser” y “sentirse parte” de una comunidad. Se
expresaron en este sentido problemas sobre todo vinculados a la dificultad
de integrar a los jóvenes, o que si bien existen instancias de participación
para tomar decisiones (asambleas generales, consejos) donde se
“acuerdan” determinadas acciones, pero luego “no podemos cumplir con lo
que acordamos”. (Dirigente de El Moreno)
la capacidad de resolución de problemas, su capacidad de respuesta a
conflictos internos y externos. Se hace cuando se advierte que has
comunidades que su nivel de desarrollo “les permite salir de lo individual y
mirar de forma más colectiva e integral sus necesidades y las estrategias
que se dan para resolver las mismas”.
la capacidad para gestionar recursos. Se destaca la capacidad de
gestionar, de ser un “buen gestor”, atribuida sobre todo a la capacidad de
sus dirigentes
la autonomía para realizar actividades propias desde la comunidad, la
iniciativa, la creatividad y la capacidad de impulsar acciones decididas,
acordadas. Como toda autonomía, siempre es “relativa a”, en este caso, se
refiere a no tener que depender ni “culpar” a otros actores externos por su
no resolución.
su antigüedad como comunidad,
su trayectoria organizativa,
la pertenencia a organizaciones de integración (OI) más grandes, para
gestionar recursos o reivindicar derechos que solos no pueden. Según la
perspectiva de los técnicos, las comunidades y organizaciones más
“fortalecidas” son en general aquellas que están vinculadas a
organizaciones más grandes, es decir, que han logrado articulaciones
activas y propositivas en organizaciones de integración como la Red Puna,
CODEPO, Asociación de Pequeños Productores de la Puna. Las menos
fortalecidas suelen coincidir en la práctica con las que tienen poca o
ninguna articulación con otros espacios.
La articulación con programas de apoyo públicos y/o privados,
el nivel de formación de sus miembros,
su capacidad de retener a los jóvenes, porque hay proyectos de un
desarrollo propio, hay un futuro, un “plan de vida” posible en la Comunidad.
Se manifestó en las expresiones de los referentes de las Comunidades un
reconocimiento tanto de las generaciones mayores como de los propios
jóvenes, de que se necesita “cambiar”, tener otra imagen, otra proyección a
futuro (”aprender”, salir”), y es difícil incentivarlos a participar, porque
muchas veces “piensan en conseguir trabajo en otro lado”
Por su parte, desde los referentes de las comunidades y organizaciones, el estar
fortalecido como Comunidad esta referenciado a otros aspectos como:
- la conciencia y el uso efectivo de los derechos indígenas
- el desarrollo de una educación intercultural bilingüe
- la generación de propuestas propias de formación (se mencionó como
ejemplo la Tecnicatura en Desarrollo Indígena) pero que eso se traduzca en
verdadero trabajo
- la existencias de “proyectos de arraigo” que permitan a los jóvenes
proyectarse en su comunidad (“tener nuevas proyecciones para los
jóvenes”). Se hizo referencia a que de nada sirve el derecho a la tierra “si la
tierra esta vacía”.
- La participación de los miembros más alla de los momentos de conflicto. La
no asistencia a las reuniones, excepto cuando existe un tema o un proyecto
de su interés, y la falta de consenso.
Además, advertimos en el trabajo de campo que el fortalecimiento y la
participación están íntimamente relacionadas, y puede darse el dilema de qué es
más importante, o como se promueve una a través de la otra, o incluso generar
“trampas” desde la propia intervención: algunas comunidades no siempre son
permeables a asumir e internalizar las políticas de apoyo a la asociatividad,
aunque no las rechazan, realizando una participación pasiva en las instancias de
capacitación propuestas por medio de miembros y/o “pseudo-dirigentes” no
legitimados por la propia comunidad, por lo que no son los vectores de transmisión
a sus pares.
Este tipo de participación puede generarse cuando algunas comunidades no se
sienten reconocidas, o sienten una distancia respecto a los planes y programas de
fortalecimiento debido a que sienten que nos les resuelven necesidades propias, o
bien por crisis internas, toman una actitud pasiva frente a los planes y programas, y
si bien no rechazan las instancias de formación, “participan” pasivamente de esos
espacios a través de habilitar a miembros no legítimos para dirigir y/o trasmitir a
sus pares, obturando los procesos de formación, capacitación y aprendizaje
comunitario de nuevas perspectivas favorables a sus “fortalecimiento”.
Volveremos sobre los dilemas de la participación en los puntos siguientes.
b. Sobre el sentido de lo comunitario y la asociatividad
Como adelantamos en las hipótesis de trabajo, indagamos acerca del sentido y la
práctica de “lo comunitario” en las comunidades para vincularlo con lo que, desde
las intervenciones externas, tenemos como expectativa de “promover
asociatividad”. Nuestra hipótesis de trabajo es que esas herramientas de
promoción deben aprender, valorar, visibilizar y profundizar los sentidos y prácticas
preexistentes que los miembros de las comunidades no suelen denominar
“asociatividad”, muchas veces invisibilizadas.
Lo comunitario es el entorno natural de una forma de vida que es “asociativa”
desde su origen, en múltiples dimensiones, de relaciones familiares y familia
ampliada, trabajo, de comercio, de relación con otros, de transmisión de saberes y
costumbres, de religión y festejo, de sociabilidad.
Estas prácticas se construyen en base a relaciones (no exentas de conflictividad)
de reciprocidad, de colaboración, de solidaridad que se reproducen (o quizás se
obstruyen) en cualquier intento de experiencia asociativa y cooperativa. De que se
reproduzcan positivamente y se potencien depende en gran parte de que los
instrumentos de promoción de asociatividad y cooperación sepan interpretarlas y
valorizarlas.
Debemos advertir que, en definitiva, la asociatividad es un concepto moderno,
surgido en marcos conceptuales occidentales (las experiencias de Francia,
Canadá, Italia como fuentes de los pioneros de la teorización), que en el terreno de
lo popular rescata la economía social contemporánea (como presentamos en
nuestro marco referencial). Agreguemos además que en sus orígenes se trataba
de prácticas de resistencia de los trabajadores y sus familias, que vivían en forma
individual, que tenían propias estrategias de vida, de trabajo y reproducción, se ven
afectados por la exclusión propia que genera el conflicto entre el capital y el trabajo
en el gérmen de la sociedad industrial y la construcción del Estado Social, en el
modo de producción capitalista (Vuotto, 2009). La asociatividad aparece como una
estrategia en la madurez, en la vida adulta de los trabajadores, en defensa de sus
derechos sociales, laborales y económicos.
Como ya adelantamos, esta organización, digamos tardía, en la trayectoria de vida
de las familias trabajadores enfrentó desde el primer momento con el gran desafío
propio de promover prácticas solidarias y asociativas en las sociedades modernas:
la de de-construir las prácticas individualistas, competitivas, egoístas que necesita
inculcar y reproducir el liberalismo económico, la base ideológica del capitalismo.
Hasta el día de hoy, las políticas de promoción de asociatividad en el ámbito del
trabajo despliegan dispositivos para explicitar el sentido común legitimador de las
prácticas individualistas que promueve el sistema socioeconómico en su conjunto.
Es decir, para “educar” en las practicas asociativas es necesario desarmar el
sentido y las prácticas prexistentes, arraigadas durante años en las personas a raíz
de las interacciones sociales en las que se desenvuelven.
Las expresiones de los dirigentes entrevistados sobre el sentido de la comunidad
expresan diferentes vivencias, incluyendo sentidos complementarios sobre lo que
hace a la vida comunitaria, tanto en sus aspectos positivos como negativos.
Compartiremos los más sobresalientes en los siguientes párrafos, en relación a las
diversas preguntas utilizadas en las entrevistas.
En su mayoría, la idea de Comunidad hace referencia a un grupo de personas que
están unidas, que comparten trabajo, tierra y se organizan para enfrentar sus
problemas:
- “Grupo de personas asentado en determinado lugar físico, donde conviven,
donde hay asociación de grupos y se reúnen entre ellos” (Analía, de Rinconada)
- “Es estar en unidad por varias personas, vecinos, trabajando todos juntos”
(Armando, de El Moreno).
- “Es el territorio donde ocupa, la formaron en base a todo lo que comparten,
al trabajo, la agricultura, la ganadería para poder resolver el problema del agua por
ejemplo. Se deben respetar porque están dentro del mismo territorio y costo a la
comunidad organizarse y compartir”. (Jacinta, de Volcán)
- “Es un grupo de personas que trabajan en conjunto”. (Aniceta, Cooperadora
Inta).
La ausencia durante siglos de derechos a la tierra de sus ancestros, el riesgo a
perder los derechos logrados, la posibilidad de que se debiliten esos logros, es una
amenaza permanente, un conflicto latente en todo momento, que explica la
necesidad misma de la vida en comunidad.
En cuanto a las personas que nuclean las comunidades, todos coinciden que
mayormente a las familias productoras y residentes de localidades aledañas. Por
otro lado, los referentes consideran que las comunidades en general, crecieron
territorialmente y aunque menos en sus relaciones con otros, ya que sólo algunas
comunidades lograron realizar trabajos asociadas con otras comunidades o bien
otras instituciones externas.
Respecto a “qué actividades que encaran desde la comunidad”, en función de
identificar actividades donde estén presentes prácticas asociativas, los
entrevistados respondieron que realizan diversos proyectos de trabajo,
particularmente la minga (siembra en comunidad), la promoción del turismo rural y
comunitario.
Algunos de los entrevistados, en clara muestra de una crisis de representatividad y
de conducción de sus dirigentes (lo que repercute directamente en la vida
comunitaria, según confirmamos en este trabajo de campo) refieren a que no se
realizan actividades comunitarias debido al imperante “individualismo” que existe, y
que sólo logran coordinar actividades en conjunto cuando acontece “una situación
grave”.
La urgencia y la “necesidad” claramente empujan a prácticas asociativas cuando
éstas no surgen naturalmente. Por eso, como retomaremos más adelante, las
crisis y los conflictos son parte inherente de la vida, de la dinámica de las
comunidades, y no debemos analizarlas como si fueran un aspecto meramente
negativo, una anomalía, una enfermedad que hay que extirpar del “cuerpo
enfermo”. Muy por el contrario, las crisis y los problemas constituyen la clave de la
vida de la comunidad, en particular, y de cualquier experiencia asociativa, ya que
moviliza los mecanismos de resolución de la “carencia”, de una “falta” que implica
siempre una necesidad, permitiendo desplegar el potencial de las estrategias
productivas y reproductivas de la vida asociativa. Sobre esto retomaremos al final
de este trabajo.
En relación a las crisis, o rupturas, todos los entrevistados reconocieron que en
algún momento en su comunidad se hicieron presentes y éstas se debieron a
diferencias políticas, religiosas, problemas de territorio, agua, de identidad,
individualismo y poca participación de la comunidad, especialmente de los más
jóvenes. Las estrategias que emplearon para resolverlas, cuando esto fue posible,
fueron el dialogo, asesoramiento, organización y generando espacios de
participación.
Así mismo, los técnicos que intervienen en las comunidades reconocen también
una práctica asociativa como parte de la vida en comunidad, un sentido de
comunidad por parte de los sujetos con los que intervienen asociado a “la
resolución de necesidades inmediatas, como la falta de pastura, agua, compras
conjuntas, y al desarrollo de actividades religiosas y/o culturales (celebraciones,
carnavales, etc.). Se evidencias prácticas asociativas en lo comunitario, según
nuestros entrevistados, “por ejemplo en la participación en espacios de articulación
con otras comunidades y/u organizaciones para lograr fortalecerse en cuestiones
productivas, organizativas y de comercialización de productos”, además de
“juntarse para lograr alcanzar recursos ofrecidos desde proyectos –generados
desde el estado o del sector privado”, por ejemplo, la Red Puna, CODEPO,
Cooperativa PUNHA, Asociación de Productores de la Puna, Cooperadora INTA,
otras cooperativas.
En los casos en los que no está presente la asociatividad y la cooperación, es en
las experiencias en las que se tiene “dirigentes viciados”, que el interés es solo
particular y esto hace “que la comunidad se divida”.
En esa misma línea, los propios referentes comunitarios consideran que la
comunidad les ayuda a resolver los problemas que se les presentan porque logran
organizarse, elaborando proyectos para gestionar recursos, generando y
fomentando el turismo y otras fuentes de ingresos.
Sólo una de las entrevistadas resaltó que su comunidad (Rinconada) resuelve los
problemas “cuando son graves”, sino no suelen involucrarse. Por otra parte, la
mayoría de los entrevistados coincidieron de que la comunidad no les genera otros
problemas, salvo uno que mencionó como un problema colateral, nuevamente, la
“participación limitada”.
Con respecto al funcionamiento de la comunidad, los miembros en general
consideran que “funcionan bien”. Esta apreciación se sustenta en argumentaciones
que advierten que es “normal” o “regular” que en la comunidad existan acuerdos y
desacuerdos. Sin embargo, se considera un problema el hecho de naturalizar que
la comunidad “sólo se reúne cunado hay problemas”, cuando aparece una
situación de “peligro”. El mayor obstáculo que se advierte, (aspecto que se vio
reforzado en el trabajo de taller) es que los entrevistados consideran una grave
limitante a que la comunidad “no funcione bien” por las prácticas individualistas, así
como la falta de organización y del tiempo.
En relación a los mecanismos de toma de decisiones en la vida comunitaria, y la
imagen de las personas que “deciden y mandan” en la comunidad, dos de los
entrevistados manifestaron que existen “líderes políticos”, “caciques”, “presidentes”
que imponen sus decisiones limitando a los demás residentes. Sin embargo, esta
práctica no llega a verse siempre como un problema por todos los miembros de la
comunidad, sino que muchas veces esto cuenta con el aval de los ciudadanos de
la comunidad, dado que se ha naturalizado determinado perfil de los dirigentes.
Otros entrevistados hicieron referencia a que a pesar de la existencia de las
autoridades como los presidentes, los mismos consultan y debaten las decisiones
con los miembros de la comunidad, evidenciando un liderazgo democrático que
constantemente fomenta la participación comunitaria. Ambas situaciones están
presentes en la vida de las comunidades, y están latentes en ellas la posibilidad de
que se desarrollen liderazgos democráticos o autoritarios.
Sobre la gestión de los recursos, aspecto que suele despertar conflictos en las
comunidades, y que movilizar un conjunto de dispositivo de consulta, de acuerdo,
de construcción de consenso, y hasta de personalismos, la mayoría de los
referentes comunitarios expresaron que reciben recursos externos (económicos,
materiales, técnicos, humanos) del municipio u otras instituciones, obtenidos
mediante gestión, elaboración de proyectos. Sólo la Cooperadora INTA se
abastece con sus propios recursos, tales como fibra de vicuña, fibra de llama). En
este caso, todos los miembros de la comunidad deciden en conjunto la
administración y distribución de los recursos y por lo general los emplea, favorecer
la producción, capacitar a las personas, contribuyendo así a mejorar la calidad de
vida de la comunidad.
En el taller sobre liderazgo, recordamos, se resaltó justamente, y con mucho
énfasis, la capacidad de gestionar, de ser “buen gestionador”, como una
característica positiva y deseable en un dirigente comunitario, ya que de ella
depende que se resuelvan o no problemas, que se ejecuten las decisiones
tomadas, que se promueva el dialogo y en consenso. Esta capacidad para la tarea
de conducción no es solo una cuestión “actitudinal”, sino que se aprende, se
construyen sus criterios en la práctica, y se asocia sí, con actitudes como el estar
abierto al dialogo, el escuchar, el delegar a otros, el respetar la opinión de los
demás.
Una de las cuestiones que nos interesaba conocer era la opinión de los
entrevistados sobre “qué pasaría si” la comunidad no existiese, se rompiera, se
disolviera, en función de percibir cómo se imaginan la vida “sin la comunidad”.
Las respuestas fueron interesantes en este sentido, advirtiendo desde ya que las
respuestas, en el marco de las entrevistas realizadas en este estudio, donde
sabemos que muchas de las respuestas responden a un “deber ser” que el
entrevistado maneja respesto a las expectativas que tiene su entrevistador.
Es destacable que todos los entrevistados respondieron que “volverían a promover
la unión de la comunidad” porque la consideran “la única manera de hacer frente a
sus problemas”, el espacio donde encuentran unión y solidaridad para hacer frente
a las amenazas de desalojo de los territorios y además funciona como un ente
regulador. La comunidad como espacio aglutinador, asociativo por excelencia,
aparece nuevamente como una necesidad de la vida de las personas, frente a una
amenaza permanente que, como advertimos ya, es para las comunidades el riesgo
de perder sus tierras luego de más de 500 años de luchas por sus derechos.
Lo comunitario tiene además, un sentido familiar, los lazos actuales, los ancestros,
que dejaron su cultura y su trabajo, su lucha en esas mismas tierras. Lo familiar
puede ser además de un potenciador de la fortaleza, parte de su propia debilidad,
sobre todo en relación a las expectativas para los jóvenes, su búsqueda de
crecimiento, de conocer cosas nuevas, de relacionarse. Ejemplo de esto es la
expresión irónica de Elba (Ocumazo) al hacer referencia a que en las fiestas y
eventos festivos de la comunidad (como el Carnaval, las fiestas patronales), “ni
siquiera de novio te podes poner, son todos primos, sobrinos…”.
Como venimos sosteniendo, estas características son muchas veces dos caras de
la misma moneda, las contradicciones que están presentes en cada aspecto
relacional de la vida comunitaria, y que deben entenderse como parte de su
identidad y sus problemas naturales que surgen de su desarrollo.
Para concluir este apartado breve sobre las referencias recogidas sobre lo
comunitario y la asociatividad en las comunidades, podemos agregar que es
posible identificar algunas organizaciones de base (comunidades) y organizaciones
de integración (cooperativas, redes) que tienen lo que podríamos llamar una
“práctica asociativa originaria” con una mayor madurez de las prácticas
comunitarias, capacidad de respuesta y “adaptación positiva” a las propuestas de
fortalecimiento externo, asimilando las nuevas capacidades a una práctica
preexistente, que se ve consolidada, sin perder sus características y
funcionamiento previo.
Por otro lado, hay otras organizaciones con una “asociatividad inducida”, o con
una participación “desde arriba (según el concepto de Sanchez Vidal citado en
nuestro marco referencial) en las que hay un mayor vacío de valores y prácticas
asociativos en tanto que su trayectoria ha estado atravesada por desuniones,
conflictos, rupturas, por desconfianza o simplemente desconocimiento del “otro”.
Esta asociatividad inducida es el riego que presenta cuando se convierte en un
requerimiento sobre todo de las Organizaciones de Integración, las que en vez de
constituirse por identidades, intereses y objetivos comunes de mediano y largo
plazo, se constituyan, en cambio por objetivos netamente instrumentales y de corto
plazo (conseguir un subsidio, una habilitación, enfrentarse a una amenaza externa,
etc.)
Sin embargo, suele ocurrir, según algunos de los técnicos entrevistados refieren,
que organizaciones cuya asociatividad es originaria, es decir, existe desde sus
orígenes previos a la toma de conocimiento por parte de las instituciones, no son la
población destinataria preferencial de las políticas e instrumentos de promoción de
la asociatividad.
Sin embargo, estas organizaciones, requieren de acompañamiento y asistencia en
gestión, y en general no les ofrecen lo que ellas consideran que necesitan, a pesar
de que han demostrado que generan mejores articulaciones territoriales y
espaciales con asociaciones de mayor alcance (regional)
c. El rol de los dirigentes en las prácticas asociativas-comunitarias
Algunas comunidades registran problemas de representatividad de sus dirigentes,
debido a dificultades de vinculación, legitimidad, de mandatos fuertes asignados
por sus bases, generando problemas de confianza. Estos problemas se ven
agravados en algunos casos por una necesidad de recambio generacional entre
los dirigentes mayores y los jóvenes. Identificar la mirada intergeneracional es
importante a la hora de planificar instrumentos de fortalecimiento de estas
comunidades con perspectiva de mediano y largo plazo.
El sentido asignado a la cualidad de “estar fortalecido”, como vimos, se asocia
inicialmente a un proceso, determinado mayormente por la madurez de sus
dirigentes, a su capacidad de respuesta frente a los problemas y crisis, y a su
trayectoria organizativa.
El rol de los dirigentes, de los lideres, aparece como un aspecto central. Su
información y formación, legitimidad, su carisma, su representatividad, es la
esencia de lo comunitario, es “condición de posibilidad” de la vida de la
organización, fuertemente basada en la conducción de un líder legítimo. Sobre esa
importancia dada a la conducción deben asentarse las propuestas de
fortalecimiento de prácticas asociativas y cooperativas. Los resultados del taller
constructivo sobre liderazgo arrojaron algunas luces en torno al sentido simbólico
que tienen los dirigentes en sus representados y la alta expectativa que tienen los
miembros de la comunidad hacia su dirigente.
Por eso, ese poder simbólico se traduce en prácticas concretas basadas en el
respeto, la legitimidad, la contención, la guía que significan para la comunidad ese
dirigente. Su rol aglutinador en cualquier actividad colectiva del dirigente es
insustituible, y debe ser tenida en cuenta, destacada y potenciada en cualquier
propuesta de fortalecimiento de las comunidades.
Así lo advierten también los técnicos que intervienen en las comunidades. Por eso,
adelantamos la importancia de este aspecto, ya que la falta de liderazgos genuinos
y auténticos, fuertes y con legitimidad no es solo una necesidad para los miembros
de la comunidad, sino que también lo es para los planes y programas de apoyo. “El
fortalecimiento de las mismas, es indispensable a que estas organizaciones se
fortalezcan, adquieran herramientas para ser gestores y “lideres” genuinos y
legitimados por su organización”.
d. Sobre las herramientas de intervención técnica de promoción de
la asociatividad
Las referencias obtenidas en el trabajo de campo, tanto en las entrevistas, en el
taller como a partir de las observaciones y conversaciones realizadas en relación a
los dispositivos de intervención, fundamentan las siguientes apreciaciones
parciales y, por supuesto, suceptibles de ser profundizadas en intervenciones más
amplias.
Las principales acciones realizadas en el momento de realización de este estudio
con las comunidades aborígenes y Cooperadora INTA son de “apoyo técnico en
cuestiones vinculadas a la producción, promoción del consumo de carne de llama”
en cuanto a cuestiones productivas, y programas orientados al “fortalecimiento de
las organizaciones a través del fortalecimiento de sus miembros” según las
palabras de los técnicos entrevistados.
Esto se traduce en una buena propuesta de gestión del programa de
fortalecimiento en articulación con otras instituciones, ya que el equipo del proyecto
está integrado por técnicos propios del proyecto y técnicos aportados por los
socios locales (INTA – Dirección de Desarrollo Ganadero- Facultad de Cs.
Agrarias).
Las actividades planificadas en general surgen de las orientaciones de los
programas institucionales en las que se inscribe, por lo que están inscriptas en la
lectura de los problemas del sector que se tiene desde la institución, influenciada
en gran medida por la perspectiva de los técnicos participantes en la elaboración
del proyecto. “Es posible que las acciones no respondan a las prioridades que las
comunidades y las organizaciones tengan, sin embargo responden a las
necesidades que desde la posición de técnicos se observó –al momento de la
planificación”.
Existe una interpretación por parte de los técnicos sobre lo que es “necesario y útil
para las comunidades”, lo que es propio de cualquier proceso de intervención
social en la que los sujetos que planifican y ejecutan (aunque lo hagan
participativamente y promoviendo gestiones asociadas de los proyectos) no son
los propios sujetos de la intervención.
Se evidencia un esfuerzo interesante en este Proyecto por promover que las
planificaciones y ejecuciones de planes y programas no sean pasivas. Se trabaja
con técnicas como el árbol de problemas y el FODA con el reconocimiento de que
los resultados obtenidos en general están vinculados a “problemáticas que
requieren intervenciones de inmediatez”, es decir, que pueden ser abordadas
desde los tiempos de ejecución de los programas institucionales, postergando
problemas y necesidades más estructurales.
Técnicas de diagnóstico participativo implementadas por las comunidades,
Escuela de Formación de Dirigentes, Proyecto Pastores Andinos-Red Puna
Puesta en común de la aplicación de técnicas de diagnóstico, (Técnica FODA Pumahuasi), Escuela de
Formación de Dirigentes
Puesta en común de la aplicación de técnicas,
(Técnica FODA El Moreno), Escuela de Formación de Dirigentes
Árbol de Problemas (Comunidad Ocumazo)
Puesta en común de la aplicación de técnicas de diagnóstico, (Técnica FODA Rinconada),
Escuela de Formación de Dirigentes
En las percepciones de los técnicos respecto a las necesidades de las
comunidades, vemos que existe una lectura coincidente, (debido a la experiencia
de los técnicos del Proyecto y la mirada integradora y conocedora de las
comunidades) en gran parte con lo construido en el taller de liderazgos. Se
destacan como necesidades de las organizaciones el “fortalecer a sus referentes,
“mejorar sus capacidades internas de gestión de recursos”, “incentivar la
participación” como los más mencionados.
Es necesario que los líderes comunitarios mismos tengan herramientas que les
permitan hacer un diagnóstico integral de su organización, puedan tener claro sus
“fortalezas”, “debilidades”, “oportunidades” y “amenazas”, que les permitan hacer
una planificación integral para dar respuestas a sus necesidades más estructurales
y no cuestiones inmediatas como falta de algunos recursos (esto aunque es
necesario, no siempre contribuye a que las organizaciones puedan establecer
bases fuertes que los convierta en protagonistas de las decisiones de las políticas
públicas vinculadas al sector).
Sin embargo, se advierte que puede seguir primando la mirada “del técnico” y “de
afuera” en las concepciones que orientan los planes y programas. “Sin embargo no
necesariamente la lectura que hace el técnico es lo que realmente se está
necesitando”.
Es necesario aclarar que la perspectiva “de afuera” no se refiere al lugar donde
residen los técnicos, ni se diluye con la migración temporaria de los técnicos a las
comunidades y/o a las localidades cercanas. La forma de vida, la cosmovisión, la
racionalidad propia de las comunidades puede describirse, entenderse, conocerse,
pero está lejos de ser algo que los técnicos podamos introyectar fácilmente en
nuestros análisis, por más que compartamos temporalmente su mismo espacio
territorial. Dejo planteado aquí simplemente que una pretendida mirada localista de
los problemas puede correr el riesgo de teñir con nuestra particular perspectiva los
verdaderos problemas y necesidades de las comunidades.
Por otro lado, una dificultad recurrente y esencial para los equipos que promueven
la asociatividad, que suele pasarse por alto, es las propias limitaciones que tienen
los técnicos para ellos mismos trabajar asociativamente. Esto puede parecer un
detalle menor, o “interno” de las instituciones, sin efectos aparentes en los efectos
esperados de nuestras intervenciones con las comunidades.
Sin embargo, como hemos mencionado ya en otros temas como las asociatividad,
la participación, son predisposiciones a la acción que no se transmiten en forma
abstracta, ni pueden explicarse analíticamente, sino que son vivenciales, se
observan, se practican, se aprender, se experimentan como positivos o negativos a
partir de la experiencia, la propia y la que se ve de otros. Y en eso, quienes
intervenimos en acciones de promoción con las comunidades debemos
reconocernos, como debe hacerse en cualquier intervención, como parte de los
estímulos externos que reciben las comunidades, en las que alteramos su vida, su
forma de pensar y hacer, que están influenciados directa e indirectamente por
nuestras acciones.
Las dificultades para que los equipos técnicos que promueven la asociatividad y la
cooperación, también lo hagan desde prácticas asociativas y cooperativas, reside,
según los entrevistados en varios aspectos:
los criterios de trabajo no son siempre compartidos,
los niveles y tipos de formación y experiencia son diferentes
la mirada sobre el territorio y en definitiva con el compromiso “social” no
permiten tener las mismas expectativas sobre el trabajo “Para algunos solo
se trata de trabajo y de cuestiones técnicas, para otros sin embargo, la
mirada es de desarrollo integral del territorio”.
no siempre se tienen en los equipos los mismos mecanismos para
resolución de problemas, de saldar diferencias. Muchas veces las directivas
institucionales llevan a decisiones más verticalista para resolver diferencias,
generando incomodidad y, luego, desmotivación de los técnicos, o que
directamente se prescinda del aporte de ese técnico, antes de intentar
construir esos puntos de consenso para intervenciones no solo
interdisciplinarias sino demostrativas de los beneficios de “trabajar juntos”.
Cuesta mucho trabajar en verdadera articulación inter institucional,
generando competencias, preservando líneas institucionales que terminan
generando “superposición de recursos y esfuerzos”.
8. Consideraciones finales y Sugerencias para la acción
Sintetizamos a continuación algunas reflexiones sobre los puntos más
sobresalientes del estudio, vinculándolos con sugerencias para profundizar el
trabajo y mejorar nuestras intervenciones en la promoción de la asociatividad y la
cooperación en las comunidades aborígenes dedicadas a la cría de camélidos en
la Quebrada y Puna Jujeñas:
Herramientas metodológicas
En primer lugar, se advierte la necesidad de mejorar las instancias de diseño y
planificación las intervenciones donde se expliciten y coordinen sus enfoques
teorico-metodologicos para la “promoción de la asociatividad”, ya que se corre el
riesgo de aplicar técnicas de trabajo grupal en forma acrítica, sin analizar la
pertinencia de cada dispositivo metodológico para cada tema o problema a tratar.
Esto se evidencia, por ejemplo, en el uso de técnicas de evaluación o
autodiagnóstico grupal como el FODA (Fortalezas, Debilidades, Obstáculos y
Amenazas) creadas para ser aplicadas en grupos técnicos y profesionales donde
se puede hacer uso de abstracciones y reflexiones analíticas, no siempre acordes
a ser utilizados en grupos con una gran riqueza de saberes prácticos, con los que
es más provechoso el uso de técnicas de aprendizaje activo, constructivas y
vivenciales a partir de la propia práctica.
En este mismo sentido, los formatos de trabajo de los técnicos deben ser también
efectivamente asociativos, tanto al interior de los equipos como hacia la interacción
con otras organizaciones e instituciones. Esto, en relación a las distintas etapas de
la intervención, en el diseño, planificación, ejecución y evaluación, involucrando no
pasivamente a las comunidades y a los demás actores del campo que hace a la
dinámica de la producción de camélidos en la Puna y Quebrada.
Esa asociatividad en la gestión de los planes y programas debe ser también
“visible” y “aprehendible” por las comunidades, y no un formalismo propio de
nuestros requerimientos institucionales.
Los Liderazgos
Fortalecer los liderazgos, es visibilizar sus fortalezas, sincerar sus debilidades, y
detectar los mecanismos autóctonos de participación en torno a su legitimación,
respetando sus prácticas y valores arraigados durante años, evitando introducir
otros que si bien pueden ser bien intensionadas, son propias del instrumental
técnico y metodológico del mundo cooperativo, la consultoría, el emprendedorismo,
el “coaching”, y pueden desconocer y hasta obturar el desarrollo de prácticas
asociativas originarias válidas e irremplazables para estas comunidades.
Los liderazgos funcionan como mecanismos de organización, de aglutinamiento,
de legitimidad de las comunidades. Cuestionar su personalismo no debiera implicar
necesariamente intentar reemplazar esa figura por formas horizontales de
conducción, salvo que la comunidad así lo considere oportuno y lo haya probado.
Recordemos también que los liderazgos “viciados”, deslegitimados, débiles, y la
necesidad de contar con liderazgos genuinos y auténticos, fuertes y con legitimidad
no es solo una necesidad para los miembros de la comunidad, sino que también lo
es para los planes y programas de apoyo. En este sentido, la construcción de
liderazgos encuentra una fuerte sintonía como necesitad mutua, tanto para las
comunidades como para las instituciones de apoyo.
Esto tiene el potencial, y es una buena oportunidad (como se adelantó en relación
a las herramientas metodológicas y el trabajo asociativo de los equipo de técnicos),
para que los programas de fortalecimiento de asociatividad y de liderazgos sean
diseñados, planificados y ejecutados desde mesas de consenso publico-privadas y
con paridad en los aportes de los cuerpos decisorios de las propias comunidades.
Esto puede traducirse en procesos de trabajo participativo en los que las
orientaciones generales y operativas, los contenidos, los instructores y materiales
utilizados, sean gestionados asociativamente entre ambos actores, a fin de facilitar
que las expectativas de los procesos de fortalecimiento estén nivelados y no
generar procesos paralelos que no satisfacen los requerimientos de ninguno de los
interesados.
Conflictos
Se requieren mecanismos para acompañar a la comunidad a que aborde sus
propias necesidades, sus carencias, sus crisis, los conflictos de poder, de toma de
decisiones, de ejecución de acuerdos, y toda la variedad de problemas que surgen
en su vida cotidiana comunitaria, como conflictos como parte inherente a su
dinámica y, diremos, positivamente “necesaria” para darle vida activa a la vida de
comunidad.
En este sentido, se considera oportuno reforzar la creación de dispositivos que le
permitan a la comunidad metabolizar los conflictos y aprovechar el poder
motorizado de los problemas para desplegar el potencial de desarrollo presente en
esas necesidades.
Esto implica entender a las contradicciones y conflictos como aspectos necesarios
en la vida de las comunidades. Podemos entender a las contradicciones como dos
o más posturas que se chocan, se contraponen, por imponer sus intereses.
Pueden no derivar en conflictos, sino acompañar la dinámica y la evolución de la
comunidad: debates internos, discusiones, demoras en resolver determinadas
decisiones, silencios que esconden cosas no dichas entre los miembros y obturan
soluciones, etc. Las contradicciones tienen naturaleza estructural; existe
contraposición de intereses, aunque no se manifiesten siempre de la misma
manera (Arancibia, 2014).
Los conflictos en general se pueden se derivar de las contradicciones anteriores o
surgen por otros factores externos, que llevan a trabar u obstaculizar el desarrollo,
generando quiebres, división en facciones dentro de la misma comunidad,
miembros que se van y conforman otra organización paralela, situaciones violentas
o intervenciones externas no deseadas, visibilizarían pública de algún problema
que toma trascendencia, etc. Los conflictos son el emergente, el aspecto visible de
las contradicciones.
Ambos son para la perspectiva de trabajo parte de la dinámica propia, intrínseca
de todas las experiencias, es parte de la identidad de las comunidades, en tanto
entendemos que los problemas y las cuestiones territoriales, propias del proceso
socioeconómico productivo y reproductivo en el que se insertan las comunidades,
son constructoras tanto de los propios actores como del territorio, según
adelantamos como parte de nuestro marco referencial. Esto no sólo significa que
los problemas y conflictos no son necesariamente negativos, sino que
identificarlos, visibilizarlos, acompañar su resolución nos permite aprender mejor la
identidad de la comunidad, de sus miembros, de sus dirigentes, y ayudar en los
mecanismos de “metabolismo” comunitario que estos conflictos requieren.
Asociatividad
La asociatividad como práctica resulta necesaria, entendiendo a la necesidad, a lo
necesario como “condición de posibilidad” (Gough,2003; Arancibia, 2015) de la
vida comunitaria, frente a un conflicto, ruptura, un problema que pone en riesgo la
continuidad de la dinámica de la comunidad.
En este sentido, intervenciones desde las que pretendamos fortalecer esa
asociatividad deben reconocer y potenciar esas prácticas comunitarias y reforzar
su “necesariedad”, a fin de que no dejen de percibirse por los miembros como
prescindibles, como un agregado decorativo “nuevo”, como un requerimiento para
aprobar determinadas expectativas externas, o para conseguir determinados
recursos de las instituciones de apoyo.
En este sentido, debemos advertir, en temas de promoción de la participación
como forma de garantizar el fortalecimiento de las asociatividad, el riesgo de que
las políticas y programas que implementamos, generen lo que hemos llamado
participación “desde arriba” con los riesgos que ya adelantamos, y se
institucionalicen en las comunidades formas pseudo participativas, es decir, “hacer
lo que el otro quiere o espera que yo haga”.
Una de las formas de garantizar esa “necesariedad” de asociatividad y de la mano
de mayores y más ricas instancias de participación, es la de enfatizar lo que
adelantamos ya como la “dimensión política de la participación”, evitando generar
actividades en las que la participación sea “un fin en sí mismo”.
La participación en procesos de fortalecimiento asociativo sirve sólo si da lugar a
mayores herramientas de poder para los miembros de las comunidades, para sus
lideres jóvenes, para las mujeres. Recordemos que el mejor acceso a niveles de
poder es lo que le da sentido a la participación, es lo que le da sentido, legitima,
convoca, motiva.
En coincidencia con muchas de las referencias hechas por los técnicos
consultados, resaltamos la importancia de que se deben profundizar los planes y
programas que promuevan el fortalecimiento de las comunidades de base y sus
organizaciones de integración, ampliando las perspectivas de análisis y las
estrategias de intervención, enriqueciendo los dispositivos metodológicos en
función de que se puedan adaptar mejor a las formas de construcción de sentidos
(las racionalidades) presentes en los miembros de las comunidades, y transferir
herramientas apropiadas para su uso con autonomía, a fin de que puedan no solo
hacer diagnósticos integrales, sino que puedan avanzar en las instancias de
diseño, planificación, ejecución y evaluación, de forma tal que las instancias de
participación comunitarias y las externas (en espacios de gestión asociada, en
políticas públicas y privadas) y atraigan a los jóvenes, los formen y especialicen en
la gestión de sus propias necesidades, y sean mecanismos considerados como
necesarios para la existencia actual y desarrollo a futuro de las comunidades.
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