privatizar la educación según friedman
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Un ensayo hecho por Milton Friedman (Nobel de economía) en el que propone convertir la educación en una entidad privada, mientras que delimitas los aspectos positivos que vendrían de ella.TRANSCRIPT
Milton Friedman
Nuestra educación primaria y secundaria es un desastre. Durante los
últimos años hemos gastado más y más en educación, mientras que los
resultados empeoran. El porcentaje de jóvenes que se retira y el analfabetismo
siguen en aumento. Las calificaciones de los exámenes de admisión a las
universidades no han dejado de empeorar. El informe titulado "Una nación en
peligro" declaraba ya en 1980 que "por primera vez en la historia de EE.UU., la
generación actual estará peor educada que la anterior".
La razón del fracaso del sistema educacional norteamericano es la misma
del fracaso del sistema socialista soviético. La defensa y la educación son las dos
empresas socialistas más grandes de EE.UU. El gobierno gasta en educación
primaria y secundaria una cantidad casi igual al presupuesto total de defensa. Y
todas las empresas socialistas del mundo, sean siderúrgicas, agrícolas o
educativas, tienen ciertos puntos comunes: todas producen artículos de mala
calidad a muy altos costos, con privilegios especiales para un grupo reducido.
Si una empresa privada fracasa, como el capital proviene del bolsillo de sus
dueños, la única opción que le queda es cerrar. Si una empresa pública fracasa,
siempre puede argumentar que el problema se debe a que el gobierno no le ha
dado suficientes fondos. Y ella sí puede recurrir al bolsillo de los contribuyentes.
Por esto, opino que la solución fundamental es privatizar la educación.
La situación es la siguiente: Quienes optan por la educación privada para sus hijos
pagan doble. Pagan con sus impuestos y vuelven a pagar al colegio. Estos
ciudadanos le ahorran dinero al gobierno, el cual debe devolverles la parte
correspondiente de sus impuestos. Yo propongo que el gobierno otorgue a
quienes manden sus hijos a una escuela privada, una devolución de impuestos
equivalente a la mitad de lo que el gobierno tuviera que gastar en educar a cada
niño. Digo la mitad por dos razones:
Primero, se sabe que la escuela privada brinda mejor educación por la
mitad de lo que le cuesta al gobierno. Si examinamos el desempeño de las
escuelas privadas en EE.UU., y me refiero a las escuelas privadas normales,
laicas o religiosas, no a las elitistas que sirven a las clases opulentas, todas ellas
son de carácter lucrativo y, sin embargo, operan a mitad de los costos de las
escuelas públicas. Entonces, ¿por qué desperdiciar dinero? Con el reembolso de
la mitad es suficiente.
La segunda razón es que para recibir apoyo del gran público, el programa
debe beneficiar a todos. Los padres que opten por el reembolso o un vale, con el
cual pagarán a la escuela privada, le están ahorrando dinero al Estado y
beneficiando al resto de los contribuyentes.
Veamos lo que ocurre actualmente a los padres que viven en los barrios
bajos de Los Angeles, Nueva York, Chicago o San Francisco. Las escuelas del
barrio son una vergüenza. Quizá el lector nunca ha estado en una de ellas, yo sí y
sentí escalofríos. Al entrar, los chicos deben pasar por un detector de metales,
para impedir el ingreso de armas a la escuela. Las ventanas de las aulas están
cubiertas por mallas metálicas para protegerlos de pedradas. Y en ese ambiente
casi es imposible aprender algo, pero los padres no pueden hacer nada. Para
conseguir una escuela mejor tendrían que mudarse a un suburbio de mejores
ingresos, cosa imposible.
A las escuelas privadas no les es negocio mudarse para esos barrios
pobres, a menos que reciban algún subsidio. Como el gobierno regala la
educación, no es posible vender algo a un precio que ni siquiera cubre los costos.
En el caso de los "vales", o mejor dicho de los reembolsos de impuestos, los
padres podrían entonces enviar a sus hijos a las escuelas que quieran y escuelas
privadas se establecerían en barrios pobres. Estoy seguro que a muchos
maestros de escuelas públicas les encantaría independizarse, abriendo sus
propios colegios y cobrando la mitad del costo del colegio público. Sería muy buen
negocio. Y las escuelas públicas tendrían que mejorar para no perder a todos los
alumnos. O mejoran o cierran. En ninguna área hay progreso sin competencia.
Las escuelas privadas deben tener autonomía para experimentar, para probar
nuevos métodos. No hay razón para que no exista gran variedad en las escuelas
privadas. Hay chicos interesados en la música, también en las ciencias; otros
prefieren carpintería o plomería.
Una de las principales oposiciones al sistema de vales proviene de grupos
intelectuales "igualitarios" que tratan de evitar que los padres paguen algo
adicional al vale. Es absurdo. Tales gentes ya pagan por clases particulares de
idiomas o baile. Me parece absurdo aceptar que la gente gaste en vivir mejor, en
autos de lujo y, en cambio, se critique a los padres dispuestos a gastar más en la
educación de sus hijos.
Espero que en América Latina se llegue a aplicar este sistema de vales
porque lo necesitan aún más que nosotros. Pienso que sería excelente para los
pobres y en América Latina, a pesar de tantos recursos y gran potencial, hay
muchos pobres. Si el pueblo pudiera quitarse de encima al aparato burocrático, no
hay razón para que en México o Venezuela o Argentina no se realice un milagro
económico. Esos países podrían ser como Hong Kong, como Corea, como Taiwan
o Alemania Occidental después de la Segunda Guerra. Nada se los impide y creo
que nada les ayudaría más a lograrlo que un sistema de libre competencia en la
educación
Nuestro sistema escolar requiere una reconstrucción radical. Además de la
necesidad prioritaria de eliminar los defectos del sistema actual, hay que tomar en
cuenta los efectos derivados de las revoluciones tecnológicas y políticas de las
últimas décadas, las cuales no sólo prometen aumentos considerables en la
producción mundial sino que amenazan con serios conflictos sociales debido a la
creciente brecha en los ingresos entre los altamente entrenados y la mano de obra
no calificada. Una reconstrucción radical sólo se lograría privatizando un extenso
segmento escolar, permitiendo que una industria con fines de lucro se desarrolle
para ofrecer una gran variedad de oportunidades de aprendizaje en competencia
con la educación pública. Tal reconstrucción tomará tiempo; inevitablemente se
trata de un proceso gradual.
La mejor manera de transferir gradualmente la educación pública a manos
privadas es por medio de un sistema de vales que le permita a los padres escoger
libremente la escuela para sus hijos, algo que originalmente propuse hace 40
años.
Muchos intentos han fracasado debido al poder político del establishment
educacional, apoyado por la Asociación Nacional de Educación y la Federación
Americana de Maestros que conforman el grupo de cabildeo más poderoso de
Estados Unidos.
Nuestras escuelas son hoy mucho peores de lo que eran en 1955. En
ningún otro aspecto son tan grandes las desventajas de los residentes de los
barrios pobres como en la educación de sus hijos. Esto es un hecho no disputable.
El sistema ha empeorado con la centralización, a medida que el poder de decisión
se ha desplazado de la comunidad al distrito, al estado, al gobierno federal. Cerca
del 90% de nuestros niños van a escuelas públicas que no son nada públicas, sino
que se han convertido en feudos privados de los administradores y de los líderes
sindicales.
Los resultados miserables están a la vista: creciente número de estudiantes
que no se gradúan, violencia en las escuelas, bajo rendimiento, y desmoralización
por parte de maestros y estudiantes.
La educación ha estado incrementando una peligrosa tendencia hacia la
estratificación, aunque podría ser la única fuerza capaz de revertir esa tendencia.
La inteligencia nata juega, indudablemente, un papel importante en determinar el
éxito individual, pero no es la única cualidad humana importante.
Lamentablemente, nuestro sistema educacional actual contribuye muy poco a que
el individuo haga el mejor uso de otras cualidades, siendo el único camino para
revertir la tendencia hacia mayor estratificación. Un sistema educacional mucho
mejor podría hacer más que cualquier otra cosa en reducir el daño a nuestra
estabilidad social producido por una clase incurable de gente muy pobre.
Prácticamente ninguna otra actividad en Estados Unidos está técnicamente más
atrasada que la educación pública. Enseñamos a los niños esencialmente de la
misma forma desde hace 200 años: un maestro frente a un grupo de niños,
encerrados en un salón. A las computadoras que están siendo adquiridas por las
escuelas públicas no se les da una utilización imaginativa ni innovadora.
Una precondición necesaria para mejorar la educación es debilitar o destruir el
poder del establishment educacional actual. Y sólo empresas privadas de
educación forzarán la competencia necesaria para obligar a las escuelas públicas
a mejorar, con el fin de mantener su clientela.
Nadie puede predecir la dirección que tomará un verdadero sistema educacional
de libre mercado. Por las experiencias en otras industrias sabemos de la
creatividad de la libre empresa, la variedad de productos y servicios que ofrece
para satisfacer a su clientela, o sea exactamente lo que necesitamos en las
escuelas hoy. Hemos visto la revolución de las comunicaciones al eliminar el
monopolio telefónico, cómo el fax le quita clientes al correo, como Federal
Express, DHL y UPS han revolucionado la entrega rápida de paquetes y
correspondencia, cómo la competencia de autos japoneses transformó a Detroit.
Los colegios privados caros enseñan a una pequeña élite, mientras que las
escuelas parroquiales compiten con la educación pública gracias a la dedicación
de sus maestros y a subsidios de las instituciones que las patrocinan. Estos
proveen una mejor educación, pero no están en posición de hacer cambios
novedosos; para ello requerimos la participación del sistema vigoroso de la
empresa privada.
El problema es cómo llegar de aquí a allá. Los vales no son un fin en sí
mismos, sino el medio de transición desde el gobierno al mercado. El deterioro del
sistema educacional y la estratificación creada por una nueva revolución industrial
hace más urgente la privatización que hace 40 años.
Los vales servirán sólo si crean una gran demanda de colegios privados, suficiente
para constituir un incentivo real para que empresarios participen en esta nueva
industria. Para ello es necesario que el vale sea universal, al alcance de todos los
que pueden enviar a sus hijos a escuelas públicas y, aunque represente un valor
nominal menor al costo de la educación pública, debe representar una cantidad
suficiente para cubrir el costo de una empresa educacional privada, con fines de
lucro, que provea educación de alta calidad. Si eso se logra, muchas familias
estarán dispuestas a poner algo más de sus bolsillos para que sus hijos obtengan
una educación aún mejor. Como siempre sucede en el mercado, el producto "de
lujo" pronto se difundirá, convirtiéndose en producto básico.
Es esencial que no se impongan condiciones para los vales que interfieran con la
libertad de la empresa privada de experimentar, explorar e innovar. De ser así, los
padres, los estudiantes, los buenos maestros y los contribuyentes saldrán
ganando; pero más que todo se beneficiarán los pobres que asisten a infames
escuelas urbanas.
Por último, al igual que en todas las demás áreas en que se ha privatizado
extensamente, la privatización de las escuelas producirá una nueva, activa y
fructífera industria, ofreciendo oportunidades a gente de talento que ahora ven con
horror la profesión de maestro debido al deprimente estado de muchas de
nuestras escuelas.
Para que la propuesta de los vales educacionales tenga éxito debe ser
sencilla de comprender, garantizando que lejos de aumentar los impuestos
reducirá el gasto gubernamental en educación.
En algún momento de 1990.