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La Universidad de Granada a través del Seminario de Estudios sobre la Paz y Conflictos viene haciendo el esfuerzo desde 1989 de desarrollar la investigación sobre la paz en la comunidad universitaria.

A lo largo de estos años el Seminario ha realizado muy distintas actividades dirigidas, ante todo, a la divulgación de los contenidos de la investigación sobre la paz y a la formación de un grupo de investigadores.

La función de divulgación tiene para el Seminario un valor fundamen­tal que realiza a través de la celebración de cursos y seminarios, los cuales cuentan con la colaboración y el apoyo deli.C.E. (Instituto de Ciencias de la Educación), en el ámbito universitario, y de distintos sectores sociales: Ayuntamiento, Diputación, Consejo social, etc.

Los contenidos de los cursos y seminarios se centran en algunos de los importantes apartados de la investigación sobre la paz en el ámbito inter­nacional: derechos humanos, educación para la paz, ciencia, tecnología y sociedad y prospectiva.

Ahora bien, el Seminario desde sus comienzos se planteó como objeti­vo básico de su trabajo convertirse en un centro de investigación sobre la paz. Las dificultades para conseguirlo han sido y siguen siendo numero­sas. Fue preciso, en un primer momento, realizar importantes esfuerzos de información no sólo respecto a la investigación que a nivel internacional se estaba realizando sobre esta materia, sino además establecer contacto con otros centros investigadores, con la finalidad de aprender de sus experiencias. Este primer paso no fue, sin embargo, el más difícil. La dificultad provenía de la propia formación. Era preciso romper con la especialización, con la disciplinariedad aprendida, para ser capaces de

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configurar un grupo de investigación interdisciplinar. La paz, tal y como es definida por la investigación sobre la paz, exige la formación de generalistas.

Esta investigación es una actividad científica orientada a determinar las causas que generan la violencia en sus múltiples formas, además de elaborar teorías explicativas de los conflictos y proponer vías alternativas a la violencia. Esto exige, pues, definir qué se entiende por violencia y qué propuesta de paz configura el horizonte utópico.

La evolución teórica de ambos conceptos discurre por caminos dife­rentes. Mientras el concepto de violencia se amplía a medida que el análisis de los diferentes conflictos se extiende y se tiene capacidad para establecer las interconexiones entre los diferentes ámbitos social, político, económico, jurídico, etc., el concepto de paz tiene, desde el primer mo­mento en la investigación sobre la paz, un contenido material mínimo. El concepto positivo de paz debe funcionar como un marco que ha de permitir a las futuras generaciones determinar y precisar aquellas condi­ciones que se valoren como necesarias para que el ser humano se desarro­lle en sociedad.

La paz no es un concepto a enseñar, sino una realidad a vivir, un estilo de vida; esto nos permite sostener que no hay camino hacia la paz, sino que la paz hace el camino. Por consiguiente, todos los esfuerzos de investigación en la construcción de teorías que ayuden a conocer mejor la realidad y a superar la distorsionada imagen de los conflictos, proponien­do cauces pacíficos a través de los cuales las diferencias emerjan con fuerza creadora, no servirán para nada si no se acompañan de un esfuerzo de concienciación social a través de la educación para la paz.

La paz es algo más que un simple derecho, es un principio cuya efectivi­dad obliga a la interconexión de un amplio catálogo de derechos subjetivos, al tiempo que exige determinadas condiciones estructurales, las cuales im­ponen importantes obligaciones a todos los poderes públicos.

La construcción y los avances hacia la paz demandan cambios profun­dos que sólo podrán realizarse por medio de la transformación social. Los movimientos civiles y la investigación sobre la paz deben confluir.

Es indispensable reivindicar en la investigación sobre la paz la necesaria relación teoría-práctica. Una relación dialéctica que de no existir impedirá e\ desarrollo de la investigación sobre la paz, convirtiéndola en un simple factor legitimador del modelo social y antropológico dominante.

En estos momentos en los que la sociedad occidental avanzada se presenta como el único modelo existente, con las graves injusticias, des­igualdades y desequilibrios que produce, es cuando más se necesita de

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construcciones teóricas alternativas. Construcciones, claro está, apoyadas en la realidad y abiertas en sus opciones, para permitir la participación de sujetos plurales y de construcciones parciales, al tiempo que evite los dogmatismos y las abstracciones del pasado en la construcción de utopías.

Es preciso poner fin al conformismo. Hay que reestablecer una serie de nexos: utopía y realidad, ciencia y acción, crítica social y pacifismo. ¿Cómo? Mediante rupturas en el modelo de desarrollo, mediante protec­ción del medio ambiente, estableciendo alternativas al modelo de seguri­dad nacional fundamentado en el militarismo, a través de procesos de democratización y defensa de los derechos humanos. Cualquiera que sea la vía que se considere esencial, lo cierto es que todas deben ser utilizadas y todas han de actuar desde y en la sociedad civil. Los sujetos llamados a participar en la construcción de alternativas no están determinados a priori, no existe un sujeto revolucionario artífice del cambio. Los sujetos son todos y cada uno de los ciudadanos potencialmente. De ahí la impor­tancia de la concienciación social.

Frente a todos estos problemas se demanda al docente que cumpla con los valores de la paz mediante un gran esfuerzo de documentación y de reflexión dirigido a la configuración de una nueva relación ciencia-ética, pasado-presente, realidad y capacidad de acción del sujeto humano. Hay que recuperar el sujeto adulto y responsable en el control de sus preferen­cias. La libertad no supone «libertad de acción» sin responsabilidad sobre las consecuencias que las acciones generan. No existe la mano invisible que convierta el egoísmo individual en bien social. Por consiguiente, hay que reivindicar un sujeto capaz de establecer sus preferencias de manera autónoma y de forma compatible con una sociedad solidaria. Lo indivi­dual y lo social no son dos mundos que convivan fuera del individuo, están presentes en la configuración de su propia individualidad, por tanto habrá que aprender a hacerlos compatibles mediante el proceso educativo.

La enseñanza sobre la paz ha de ser consciente de que se trabaja contra corriente, de que las incertidumbres y los vacíos teóricos son muchos, aparte del escaso interés o rechazo, incluso, que pueden despertar sus propuestas en los alumnos.

El discurso sobre la paz, al basarse en la crítica, en la transgresión pacífica de la cultura dominante, en la acción, hace a los jóvenes actores del presente y del futuro, al tiempo que les ofrece razones de elección.

Dado que el programa de actividades del Seminario de Estudios sobre la Paz y los Conflictos continúa en su doble función de divulgación y de investigación, las previsiones de futuro hacían prever la posibilidad de disponer de originales y de debates importantes para la Investigación

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sobre la paz. Ante esta circunstancia cabía la solución de canalizar los trabajos hacia revistas de diferentes especialidades y diluir las diferentes aportaciones. Hemos preferido, pues, hacer el esfuerzo de crear una co­lección de monografías sobre la paz, que aporte un tratamiento riguroso de las múltiples cuestiones en aquellos campos temáticos en los que el Seminario de Estudios sobre la Paz y los Conflictos ha centrado su atención.

Esperamos que esta colección, que une la actividad editorial con la actividad docente, sirva para consolidar y expandir la inquietud por la paz.

Finalmente, queremos agradecer a todos aquellos que han participado directa o indirectamente en las funciones del Seminario su colaboración y muy especialmente a la Universidad de Granada, que desde sus comien­zos acogió con enorme interés esta valiosa apuesta por la paz.

Ana Rubio Directora de la colección Eil·ene