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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular! 1 Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2013 GMM

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Aproximación a la vida, obra y pensamiento de Juan Bautista Alberdi. Compilación. Biblioteca Emancipación Obrera. Guillermo Molina Miranda.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

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Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2013

GMM

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

2 © Libro No. 546. Aproximación a la vida, obra y pensamiento de Juan Bautista Alberdi. Compilación Colección E.O. Diciembre 28 de 2013.

Título original: © Aproximación a la vida, obra y pensamiento de Juan Bautista Alberdi. Compilación. Versión Original: © Aproximación a la vida, obra y pensamiento de Juan Bautista Alberdi. Compilación. Circulación conocimiento libre, Diseño y edición digital de Versión original de textos: http://www.oni.escuelas.edu.ar/olimpi97/literatura-argentina/Autores/Alberdi/ALBERD~1.HTM Licencia Creative Commons: Emancipación Obrera utiliza una licencia Creative Commons, puedes copiar, difundir o

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Aproximación a la vida, obra y pensamiento de

Juan Bautista Alberdi Compendio.

GMM/E.O.

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CONTENIDO Biografía

El pensamiento filosófico de Juan Bautista Alberdi

El pensamiento de Juan Bautista Alberdi Felipe Pigna

Juan Bautista Alberdi. Evocación a 110 años de su tránsito a la inmortalidad... Nidia A. Orbea Álvarez de Fontanini

Pensamientos: Gobierno. Libertad. Independencia. Juan Bautista Alberdi Una entrevista histórica: El General San Martín en 1845.

Juan Bautista Alberdi

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Biografía

El 29 de agosto de 1810 nacía en San Miguel del Tucumán Juan Bautista Alberdi, hijo de Salvador de Alberdi, comerciante próspero de la región y vecino respetable, y de Josefa de Aráoz, quien pertenecía a una familia tradicional y aristocrática del noroeste argentino.

A los pocos meses del nacimiento de Juan Bautista muere su madre, y cuando él tiene 10 años, su padre. Recibe la instrucción primaria en una de las escuelas que Belgrano donara a su provincia natal.

Becado por el gobierno provincial, Alberdi ingresa al colegio de Ciencias Morales en 1824 y abandona poco después sus aulas para trabajar como dependiente en una tienda frente a la Universidad. Dedicado al comercio y la lectura, reingresa en 1827 al Colegio de Ciencias Morales. En sus aulas traba amistad con Miguel Cané, Vicente Fidel López y Andrés Somellera.

Se acerca al pensamiento de Condillac; sin embargo, influido aún por la filosofía de Rousseau, se mantendrá más cerca del filósofo ginebrino en razón de sus inclinaciones estético- morales. En 1831 ingresa a la Universidad para seguir Derecho: inicia entonces una de las etapas más felices de su vida. Frecuenta las

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6 animadas tertulias de su época; es siempre bien recibido en dichas veladas. Joven y elegante, ingenioso y refinado, sabía dosificar la mundanidad con el matiz intimista y melancólico de la generación romántica.

Pone de manifiesto una gran sensibilidad musical. En 1832 publica "El espíritu de la música a la capacidad de todo el mundo" y el "Ensayo para aprender a tocar el piano con mayor facilidad".

La Universidad lo aleja de la música para introducirlo en los estudios de Lerminier, Savigny, Bentham y Jouffroy. Deja las tertulias para participar en reuniones estudiantiles donde se discutía sobre filosofía política, historia y el futuro de los pueblos americanos. Es asiduo visitante de la librería de Marcos Sastre.

En el Salón Literario, trascendiendo los meros marcos de una peña literaria, se leen los discursos inaugurales de Alberdi, Sastre, Gutiérrez y Echeverría.

"El Fragmento preliminar al estudio del Derecho y la Doble armonía"…aparecen en 1837, recibiendo muy poca consideración en los sectores unitarios. El Fragmento, un texto atípico para la época en cuanto al contenido y a la orientación propuesta para el futuro de la inteligencia argentina, no fue comprendido ni valorado. Sin embargo, es a partir de él que Alberdi comienza a cobrar una estatura no igualada por los jóvenes de su generación. Sus artículos de costumbres en La Moda, de la que es fundador y primer redactor bajo el seudónimo de Figarillo, confieren al semanario un contenido social realista y crítico.

Las dificultades políticas con el gobierno rosista lo obligan a emigrar a Montevideo en 1838.

Montevideo reproducía las viejas tertulias de Buenos Aires. Alberdi se refugia en el periodismo y en la literatura; aprovecha, sin embargo, para criticar desde la estética el movimiento político que se expresaba a través de Florencio Varela, La Revolución de Mayo, crónica dramática en cuatro partes, el Prólogo al Certamen Poético de Montevideo del 25 de mayo de 1841 y El Gigante Amapolas evidencian la falta de entusiasmo que le produce su exilio en Montevideo.

En los primeros meses de 1843 se embarca, junto a Juan M. Gutiérrez, rumbo a Europa. En los primeros días de agosto llega a París. La experiencia directa del progreso económico irá delineando los perfiles de su obra futura. Reembarcado para

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7 América, elige a Valparaíso como destino de su exilio, y aquí permanece hasta 1855, ejercitando su profesión de abogado, la actividad periodística, las tertulias y la publicación de ensayos y literatura.

Las buenas relaciones que mantenía con el gobierno chileno lo llevan a ocupar importantes cargos públicos.

A la caída de Rosas surgen las disensiones entre los emigrados Las intenciones constituyentes de Urquiza pondrán en funcionamiento el genio de Alberdi, dando origen a las Bases y puntos de partida para la organización nacional. El análisis de la particularidad de nuestra experiencia histórica y la clara exposición de los objetivos políticos necesarios al modelo de país propuesto se convirtieron en axiomas doctrinarios de los constituyentes.

La lucha política no atrae a Alberdi; pero se convierte en un decidido defensor de la política urquicista.

El enfrentamiento, producido por las acusaciones a la actitud de Alberdi en el sitio de Montevideo, que Sarmiento comentaba críticamente en su Campaña en el Ejército Grande, separará definitivamente a estos dos hombres, a pesar del reencuentro formal en Buenos Aires en 1879.

En 1884 Urquiza es designado presidente de la República y Alberdi es nombrado encargado de negocios ante los gobiernos de Francia, Inglaterra y España. Sin hacer escala en Buenos Aires, se embarca para Europa a bordo del "Lima".

El gobierno de Mitre lo remueve de su cartera diplomática. Publica en 1869 una serie de folletos denunciando el carácter de la guerra, reunidos bajo el título de El Imperio del Brasil ante las democracias de América.

Tentado por la política, resuelve asumir la diputación por la provincia del Tucumán, para la que ha sido elegido, y regresa a la Argentina después de 40 años de ausencia.

Abrumado por los años y por la falta de convicción en el ejercicio político, vuelve a Europa en el año 1881, desechando ofrecimientos de cargos políticos. Muere en París, rodeado de unos pocos amigos, el 19 de junio de 1884.

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8 OBRAS

Las obras específicamente literarias de Alberdi fueron compuestas en su mayoría en los primeros años de su destierro, durante el período comprendido entre 1839 y 1844.

En 1839 edita La Revolución de Mayo, crónica dramática en cuatro partes; en 1842, El gigante Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra memorable; El Edén, especie de poema escrito en el mar por J. B. Alberdi, puesto en verso por J. M. Gutiérrez, escrito en 1844 y publicado en 1851; Tobías o la cárcel a la vela, compuesto en 1844, y, por último, en 1871 produce Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo.

La crónica de La Revolución de Mayo, constituye una pieza dramática de la cual alcanzó a componer sólo la segunda y la tercera parte. Este es un ejemplo de literatura políticomilitante que muestra las disensiones en el partido revolucionario y el triunfo de la Revolución como una necesidad de la legalidad histórica.

Vuelve a sostener este principio filosófico en su segunda obra teatral: El gigante Amapolas. La obra de carácter satírico, se enrola en la literatura antirrosista, mostrando una caricatura del Restaurador.

El Edén, que toma el nombre del buque que lo llevó, junto a Juan María Gutiérrez, a Europa, pensado como un pasatiempo de travesía para fijar las sensaciones y peripecias del viaje, fue concebido como un juego literario en donde los dos amigos competían fraternalmente en el uso de la prosa, el uno, y del verso, el otro.

El Tobías se vincula con el anterior. Reproduce el accidentado viaje marítimo que lo trajera de Europa a Valparaíso.

En Peregrinación de Luz del Día retoma el recurso que más diestramente maneja, la ironía social y política de Figarillo, unida aquí a una original y sutil imaginación.

En sus aventuras, Luz del Día se encuentra con Fígaro, quien lo convence para que dicte una conferencia sobre la Libertad.

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LA OBRA CONSTITUCIONAL

Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina materializa la propuesta del Fragmento. En efecto, el esquema para la comprensión de la historia argentina desarrollado en éste, define el rasgo propio de nuestra nacionalidad, lo específicamente argentino: la elaboración de la filosofía nacional que pusiera de manifiesto la esencia del ser nacional para poder vincularnos de una manera propia con las leyes que rigen la evolución histórica de la humanidad.

Las Bases no sólo brindó al roquismo la estructura de poder que necesitaba para su desenvolvimiento, sino también los objetivos políticos que guiaron la acción del gobierno.

Asimismo, en el aspecto sociopolítico, la generación del 80 será deudora del pensamiento de Alberdi y también de los principios que conformaron la filosofía natural- positivista del fin del siglo pasado. Fuente: http://www.oni.escuelas.edu.ar/olimpi97/literatura-argentina/Autores/Alberdi/ALBERD~1.HTM

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El pensamiento filosófico de Juan Bautista Alberdi

(Es tucumano! Nació el 20/8 del año de la revolución de mayo, y falleció lejos de la patria un día del año 1884)

Ubicación general de su figura

Con él la filosofía deja de ser un curso académico para hacerse estudio crítico e interpretativo de la propia cultura.

Su actitud frente al cristianismo evita el laicismo agresivo y la kulturkampf anticatólica.

Desde el punto de vista cronológico se lo puede considerar como el primer filósofo argentino.

Relacionó la filosofía con la renovación cultural y política del país

Esfuerzo por dar un sentido filosófico a nuestro crecimiento nacional.

Tres períodos en su obra desde el punto de vista filosófico: 1) ROMÁNTICO-HISTORICISTA: gira en torno al Salón literario, y abarca los años de su formación junto a Alcorta, el encuentro con Echeverría. Obra: Fragmento preliminar al estudio del derecho. 2) CARÁCTER PRAGMATISTA Y BAJO LA INFLUENCIA DE LA DEMOCRACIA AMERICANA VISTA POR TOCQUEVILLE: Obras: Bases y Estudios económicos. 3) AMPLIACIÓN DEL HORIZONTE FILOSÓFICO-POLÍTICO Y REVISIÓN CRÍTICA DE LOS PASOS DE LA POLÍTICA ARGENTINA: Abarca los años de la misión diplomática después de Caseros. Obras: El crimen de la guerra, las polémicas antisarmentinas, Peregrinación de luz del día.

No obstante los cambios en su itinerario, hay una substancial unidad de inspiración. Fragmento preliminar…

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11 Una de las intuiciones centrales: necesidad de alcanzar, tras la independencia

política, una autonomía cultural.

Obra filosófica argentina más importante de la primera mitad del s. XIX.

Expone: 1) concepción de la historia: concepción historicista acompañada por una sensibilidad experimental. La filosofía de la historia=la teoría evolutiva de un pueblo. 2) la necesidad de una revitalización de la cultura por la filosofía: “la filosofía es madre de toda emancipación, de toda libertad, de todo progreso social. Es preciso pues conquistar una filosofía para llegar a una nacionalidad. Pero tener una filosofía es tener una razón fuerte y libre; ensanchar la razón nacional es crear la filosofía nacional y, por tanto la emancipación nacional”. 3) búsqueda de un pensamiento americano adecuado a esta cultura: “Gobernémonos, pensemos, escribamos y procedamos en todo, no a imitación de pueblo ninguno de la tierra, sea cual fuere su rango, sino exclusivamente como lo exige la combinación de las leyes generales del espíritu humano, con las individuales de nuestra condición nacional”.

Distingue dos emancipaciones: una política y otra cultural.

La historia moderna es una aventura de la libertad.

Relaciona la moral y el derecho con el fin del hombre.

Relaciona la felicidad más bien con la esfera de lo útil, a pesar de su crítica a Bentham.

Distinción entre moral y derecho ubica a política más cercana a esta última, pero la relación es compleja.

Admite la existencia de Dios como fundamento del orden moral y del universo. Reconoce al cristianismo el mérito de haber reivindicado el primado de lo espiritual y su distinción del orden temporal.

“El cristianismo es la democracia. (…) El cristianismo es la libertad”

Tensión: entre apertura de libertad a las instituciones político-jurídicas, y la afirmación de los derechos del individuo frente al estado lucha entre 2 liberalismos: el inspirado en la filosofía idealista (aquí) y el que retornaría a buscar un apoyo en el utilitarismo inglés.

América debería sentirse llamada a forjar esa nueva filosofía, que desde su peculiaridad regional lleve un mensaje universal a la historia.

Genuina fe republicana.

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12 Las Bases Se observa su instancia pragmatista. Posee el instinto de adecuar su pensamiento a la realidad histórica y sociopolítica circundante por ello giro, no abandono:

Recuperación de la concepción PROGRESISTA de la historia (vs. Historicismo romántico) ubica la conciencia de lo americano en el contexto de la historia occidental europea. se observa una “conversión a lo europeo”.

Urgencia por el HACER, el superar el desierto, el estancamiento, la distancia. DINAMISMO PRÁCTICO.

La importancia del desarrollo económico como condición para cualquier otro tipo de progreso.

Reafirma los derechos naturales del hombre.

Insistencia en la idea de paz.

La educación es preferida en su lado práctico. Importancia de formación de técnicos e industriales. Debe adecuarse a las necesidades del pueblo.

Relación federalismo-unitarismo: Sistema mixto. Unión entre lo genérico y lo particular NO HAY VERDADERA FEDERACIÓN SIN UNIDAD.

Rechazo A concepción voluntarista de la ley.

Genuina fe republicana: el único camino es partir de la república posible para acceder a una república propiamente dicha: camino que sólo puede recorrerse a través de las libertades y garantías constitucionales. El acceso a la escuela económica británica, signa a partir de las bases, una clara inflexión hacia un mayor individualismo.

El crimen de la guerra

Línea de pensamiento que postula la limitación progresiva de la guerra y la creación de un organismo internacional capaz de coordinar el entendimiento entre los pueblos mediante la vigencia de una ley universalmente reconocida.

“Toda guerra es presumida justa porque todo acto legal, es decir, del legislador, es presumido justo. Pero como todo juez deja de ser justo cuando juzga su

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13 propio pleito, la guerra, por ser la justicia de la parte, se presume injusta de derecho”.

No discute Alberdi la legitimidad de la defensa propia, ni en los individuos ni en las naciones, pero manifiesta con certeza que en toda guerra hay una ACCIÓN CRIMINAL; y que aún la nación agredida puede, bajo el pretexto de la reivindicación de un derecho, multiplicar indiscriminadamente los actos injustos con otras naciones.

“¿Qué es el poder en sentido filosófico? La extensión del yo, el ensanche y alcance de nuestra acción individual o colectiva en el mundo que sirve de teatro de nuestra existencia”.

Basar la vida humana en la voluntad de poder es condenarla a un perpetuo conflicto de intereses y voluntades.

Aspira a una nueva era sin guerras.

La paz: está unida a la moral cristiana, libertad y educación.

Dos medios estructurales: 1) libertad e intensificación del comercio PROGRESO ECONÓMICO SUBSTRATO PROGRESO MORAL. 2) creación de “PUEBLO-MUNDO” ORGANISMO ARMÓNICO FORMADO POR TODOS LOS PUEBLOS, va uniendo hasta formar un todo regido por un DERECHO internacional.

Fuente: http://xa.yimg.com/kq/groups/25057161/2092176796/name/El+pensamiento+filos%C3%B3fico+de+Juan+Bautista+Alberdi.doc.

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El pensamiento de Juan Bautista Alberdi

Felipe Pigna Juan Bautista Alberdi nació en Tucumán el 29 de Agosto de 1810. En 1816, mientras iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán, ingresaba a la escuela primaria. En 1824, con 14 años llegó a Buenos Aires y comenzó a estudiar en el Colegio de Ciencias Morales. No se llevaba bien con el medieval régimen disciplinario del Colegio, que incluía encierros y castigos corporales y logró que su hermano Felipe lo sacara de allí. Mientras trabaja como empleado en una tienda, leía apasionadamente a Rousseau, estudiaba música, componía y daba conciertos de guitarra, flauta y piano para sus amigos. En 1831, retomó sus estudios en la carrera de Leyes pero no abandonó sus gustos musicales y, en 1832, escribió “El espíritu de la música” y se traslada a Córdoba donde pudo recibirse de Bachiller en Leyes. Desde 1832 un grupo de jóvenes intelectuales venía reuniéndose en la librería de Marcos Sastre. Alberdi se incorporará a este grupo, compuesto entre otros, por Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría, que fundará el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario, un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas ideas políticas, vinculadas al romanticismo europeo. En 1837 Alberdi publicó una de sus obras más importantes "Fragmento Preliminar al estudio del derecho, donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones. Durante ese mismo año data la publicación de "La Moda, gacetín semanal de música, poesía, literatura y costumbres." Aparecieron 23 números y en sus artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo de "Figarillo" intentaba burlar a la censura del rosismo y dejaba deslizar frases como esta: "los clamores cotidianos de la tiranía no podrán contra los progresos fatales de la libertad".

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15 Junto a Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez fundó la Asociación de la Joven Generación Argentina, siguiendo el modelo de las asociaciones románticas y revolucionarias de Europa. Este grupo de intelectuales pasará a la historia como la "Generación del 37". La mazorca comenzó a vigilarlos de cerca y a perseguirlos. Alberdi llegó a Montevideo en noviembre de 1838 y colaboró en publicaciones como "El Grito Argentino" y "Muera Rosas". De ese período son también sus dos obras de Teatro: "La Revolución de Mayo" y "El Gigante Amapolas", una sátira sobre Rosas y los caudillos de la guerra civil. En mayo de 1843 partió con Juan María Gutiérrez hacia París, la Meca de todos los románticos de la época. Llegó en septiembre y visitó al General San Martín con quien mantiene dos prolongadas entrevistas. Quedó muy impresionado por la sencillez y la vitalidad del viejo general que lo abrumó con preguntas sobre la patria. A fines de 1843 decidió, como Sarmiento, radicarse en Chile. Allí vivirá por 17 años. En un artículo publicado en "El Comercio" de Valparaíso dirá: "Los Estados Unidos no pelean por glorias ni laureles, pelean por ventajas, buscan mercados y quieren espacio en el Sur. El principio político de los Estados Unidos es expansivo y conquistador." Al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, escribe "Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” y se lo envía a Urquiza que le agradece su aporte en estos términos: "Su bien pensado libro es, a mi juicio, un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito en una mejor oportunidad." La obra será una de las fuentes fundamentales de nuestra Constitución Nacional sancionada el primero de mayo de 1853. Dirá comentando el texto: “Reconociendo que la riqueza es un medio, no un fin, la Constitución argentina propende por el espíritu de sus disposiciones económicas, no tanto a que la riqueza pública se grande, como bien distribuida, bien nivelada y repartida; porque sólo así es nacional, sólo así es digna del favor de la Constitución, que tiene por destino el bien y prosperidad de los habitantes que forman el pueblo argentino, no de una parte con exclusión de la otra.” 1

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16 Mantendrá ardientes polémicas con Sarmiento en torno a Urquiza, a quien decide brindarle todo su apoyo. El gobierno de Paraná lo nombra "Encargado de negocios de la Confederación Argentina" ante los gobiernos de Francia, Inglaterra, el Vaticano y España. El 15 de abril de 1855 partió hacia Europa. Visitó los Estados Unidos donde se entrevistó con el presidente Franklin Pierce y luego por Gran Bretaña donde conoció a la reina Victoria. Finalmente llegó a París para quedarse por 24 años. Regularizó las relaciones con el vaticano y consiguió el reconocimiento de nuestra independencia por la reina Isabel II de España. Tras la derrota de Urquiza en Pavón Alberdi fue despedido por Mitre de su cargo y reemplazado por Mariano Balcarce. Hacía dos años que no cobraba su sueldo y el nuevo gobierno se negaba a pagarle le adeudado y mucho menos a costear su viaje de regreso. Comentó entonces: "el mitrismo es el rosismo cambiado de traje." Tuvo que quedarse en París. Sus únicos y escasos ingresos provenían del alquiler de una propiedad en Chile. Durante la Guerra de la Triple Alianza, Alberdi, como José Hernández y Guido Spano, apoyará decididamente la causa paraguaya y acusará a Mitre de llevar adelante una "Guerra de la Triple Infamia" contra un pueblo progresista y moderno. Bajo la profunda impresión que lo produjo el conflicto publicó en 1872 "El Crimen de la Guerra", uno de los más notables alegatos antibelicistas que se hayan escrito, que cobra hoy, en el mundo de la “guerra preventiva” una notable actualidad. "De la guerra es nacido el gobierno militar que es gobierno de la fuerza sustituida a la justicia y al derecho como principio de autoridad. No pudiendo hacer que lo que es justo sea fuerte se ha hecho que lo que es fuerte sea justo.(…) El ‘derecho de la guerra’, es decir, el derecho del homicidio del incendio, de la devastación en la más grande escala posible. (…) Estos actos son crímenes por las leyes de todos los países del mundo. La guerra los sanciona y los convierte en actos honestos y legítimos, viniendo a ser la guerra el derecho del crimen.(…) El castigo de los gobernantes que han provocado y comenzado la guerra, como reparación de su crimen de lesa humanidad, sería más justo y más eficaz como medio de prevenir su repetición, que lo serán jamás las indemnizaciones pecuaniarias que, debilitando al pueblo, afirman y robustecen el poder de los opresores.” 2

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17 Agudo observador de la realidad argentina escribió: “La dificultad no consiste en saber cómo pagar la deuda, sino en cómo hacer para no aumentarla. (…) En los países nuevos en que la habilidad abunda más que el juicio, se da frecuentemente el nombre de empréstitos para obras públicas a lo que en realidad son obras públicas para empréstitos. Así tan pronto como el empréstito es conseguido, la obra pública queda sin objeto. Cuanto más irrealizable mejor sirve la obra a su objeto, que es el empréstito en sí mismo no la obra” 3 En 1879 una alianza entre Roca y Avellaneda lanzó la candidatura de Alberdi a diputado nacional. Llegó a Buenos Aires el 16 de septiembre de aquel año y tuvo una participación decisiva en los debates parlamentarios sobre la Ley de Federalización de Buenos Aires, que le dio finalmente una Capital Federal a la República. El senado bajo la presión Mitrista rechazó el proyecto de publicación de sus obras completas y su nombramiento como embajador en Francia. Le estaban cobrando su militancia contra la guerra del Paraguay, entre otras cosas. Cansado y humillado decidió alejarse definitivamente del país. Partió rumbo a Francia el 3 de agosto de 1881 confesándole a un amigo "lo que me aflige es la soledad". Murió en Nueilly-Sur-Seine, cerca de París el 19 de julio de 1884. Referencias: 1 Juan Bautista Alberdi, Obras Completas, Tomo IV, Buenos Aires 1887. 2 Juan Bautista Alberdi, El Crimen de la Guerra, Buenos Aires, Editorial Sopena Argentina, 1957 3 Juan Bautista Alberdi, Obras completas, Tomo VIII, Buenos Aires, 1887 Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/epoca_de_rosas/el_pensamiento_de_juan_bautista_alberdi.php

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VIGENCIA DE JUAN BAUTISTA ALBERDI1

1884 - 18 de junio - 1994

Nidia A. Orbea Álvarez de Fontanini.

Juan Bautista Alberdi

Evocación a 110 años de su tránsito a la inmortalidad...

Nació en San Miguel de Tucumán el 20 de agosto de 1810, hijo del comerciante vasco Salvador Alberdi, amigo de Belgrano, uno de los primeros españoles que apoyó la causa de la libertad y de la independencia, y de Josefa Aráoz, tucumana y descendiente de una familia española.

Llegó a Buenos Aires en 1825 y estudió en el Colegio de Ciencias Morales mediante una de las becas creadas por Bernardino Rivadavia. Huérfano y sin recursos, desempeñó diversas tareas en casas de comercio porteñas.

En 1832 publicó El espíritu de la música revelando sus conocimientos y su notable sensibilidad.

1 Adhesión a la Convención Nacional Reformadora de la Constitución Nacional. Santa Fe de la Vera Cruz - República Argentina. Al

Convencional. DON MIGUEL ANGEL ROBLES. 15 de junio de 1994. El contenido original -en la cartilla dedicada al vicegobernador

Miguel Ángel Robles, convencional constituyente en 1994 por la provincia de Santa Fe-, ha sido modificado sólo en la

diagramación, a los fines de la reproducción en soportes de computación y con el propósito de promover la difusión cultural en

bibliotecas públicas (populares, escolares...). Autorizada la reproducción por cualquier medio. Autora: Nidia A. Orbea Álvarez de

Fontanini. Aporte al SEPA “Servicio de Educación por el Arte”. Marzo 2003. Gracias por citar esta fuente.)

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En 1837 se graduó de Abogado en la Universidad de Córdoba. Presentó su tesis doctoral “Fragmento preliminar del Estudio del Derecho”.

Colaboró en la Asociación de Mayo que nucleó a los jóvenes intelectuales de Buenos Aires y con Esteban Echeverría en el Dogma Socialista.

Emigró a Montevideo y colaboró en redacciones de periódicos con el seudónimo Figarillo, por ser admirador del español Mariano José de Larra Fígaro.

Fue secretario de Lavalle y disintió acerca del rumbo de la campaña porque opinaba que debía ser sobre Buenos Aires y no hacia el Norte. Con Juan María Gutiérrez se embarcó hacia Europa y en Francia visitó al General San Martín. Regresó en 1844 y se radicó en Chile, ejerciendo su profesión y continuando con su labor literaria. Las Cartas Quillotanas-escritas en Quillota, Chile- reflejan su polémica con Domingo Faustino Sarmiento, quien le refutaba desde Buenos Aires.

En pocos días escribió “Bases y puntos de partida para la organización de la República Argentina”, guía del Congreso Constituyente que sancionó la Constitución de 1853 en Santa Fe de la Vera Cruz.

Fue adversario de la guerra contra el Paraguay, porque consideraba que era una cruenta lucha entre hermanos.

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20 En 1879 fue electo Diputado y regresó al país. Su adversario Sarmiento, en ese tiempo Ministro de Interior, lo saludó a bordo y en un abrazo simbolizaron la necesaria reconciliación, deponiendo inútiles rencores.

Al ser anunciado su nombramiento como Ministro Plenipotenciario en Europa, nuevos ataques lo impulsaron a su exilio en París. Delgado, de temperamento nervioso, frugal, austero, se dedicaba con pasión a la lectura y a escribir. Fue nombrado Comisario Argentino de Inmigración en Francia, para superar su precaria situación económica y enfermos sus pulmones, no pudo cruzar el océano y asumir la representación argentina en Chile. A fines de mayo de 1884, el Congreso le otorgó una pensión vitalicia, sin que él pudiera enterarse por cuanto el 18 de junio de ese año dejó de existir, en Neuilly, con la tristeza del emigrante que añora su Patria y la inexplicable soledad emergente de las discrepancias y agresiones soportadas durante reiteradas contiendas políticas.

Su legado son sus libros, entre ellos el que sirvió de base para la Constitución de la Nación Argentina. Sus obras completas en dieciocho tomos, aún sirven para analizar sus pensamientos, plantear nuevas hipótesis y elaborar conclusiones.

Familia de Juan Bautista Alberdi...

El destacado político argentino, al referirse a su vida dijo que: “más que de la tierra en que hemos nacido, más que de la sociedad en que nos hemos formado, somos por nuestra naturaleza física y moral los hijos, la reproducción o la nueva edificación de nuestros padres. Así, dar de ellos una idea es explicar la mitad de lo que somos nosotros mismos.

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21 Mi padre nació en Vizcaya, de padres vizcaínos y pasó a Buenos Aires siendo ya hombre, no como emigrado sino como el que cambia de domicilio en su país mismo. El Plata era, entonces, una provincia española.

La disposición de su salud lo llevó a Tucumán, país más análogo por sus montañas a la España de los Pirineos. Establecido allí como comerciante, tomó por esposa a la señora doña Josefa Rosa de Aráoz y Balderrama.

Emparentado con la rama de los Aráoz, que dieron a Belgrano una parte del ejército con que venció en Tucumán -evoca Alberdi-, mi padre abrazó la causa de la revolución por ese motivo, que coincidía con su instinto vascongado de autonomía local. El General Belgrano cultivó su amistad y frecuentó su casa. Con ese motivo yo fui a menudo objeto de los cariños del grande hombre.

“Mi madre había cesado de existir, con ocasión y por causa de mi nacimiento. Puedo así decir como Rousseau, que mi nacimiento fue mi primera desgracia. Quedamos cinco hermanos

Recordó Alberdi que en “una carta original del general San Martín” - dirigida al presidente Pueyrredón-, recomendaba “para gobernador de Tucumán, a don Bernabé Aráoz “como el mejor hombre de bien que existe en toda la República.”

“Mi madre había cesado de existir, con ocasión y por causa de mi nacimiento. Puedo así decir como Rousseau, que mi nacimiento fue mi primera desgracia. Quedamos cinco hermanos...” [1]

Su educación...

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Juan Bautista Alberdi ha expresado: “Nuestra educación es la obra del medio en que se desarrolla nuestro ser, más bien que de la familia y de las escuelas que nos dan las primeras nociones de las cosas.

Mi espíritu ha conservado el sello y carácter que recibió de la sociedad de Tucumán en la aurora de nuestra revolución de la independencia, en que yo vine al mundo.

“La poesía, el romance y la crónica”, en que la literatura española “es tan fértil, no eran estudios de mi predilección. Pero más tarde, se produjo en mi espíritu una reacción en favor de los libros clásicos de España, que ya no era tiempo de aprovechar, infelizmente para mí, como se echa de ver en mi manera de escribir la única lengua en que no obstante escribo.

Todas esas lecturas, como mis estudios preparatorios, no me sirvieron sino para enseñarme a leer en el libro original de la vida real, que es el que más he hojeado, por esta razón sencilla, entre otras, que mis otros libros han estado casi siempre encajonados y guardados durante mi vida, pasada en continuos viajes.

Puedo decir que a fuerza de no leer, he acabado por aprender un poco a ver, a observar, a pensar, a escribir, por mí mismo.” [2]

Su participación en grupos político-literarios...

Alberdi asistió al “Salón Literario”, que fundó Marcos Sastre; “condenado a desaparecer, porque era público” -según su criterio- y en consecuencia -dijo-,

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23 “pensamos en la ‘Asociación de Mayo’ o logia secreta de lo que llamamos la Joven generación argentina”, surgida por su impulso, dado que según sus palabras: “algún influjo ejercí en este orden sobre mis cultos amigos.” -refiriéndose a Echeverría y a Gutiérrez-, “yo les hice admitir en parte, las doctrinas de la “Revista Enciclopédica” en lo que más tarde llamaron el “Dogma Socialista”.[3]

Es oportuno releer en el Dogma: “La sociedad no debe absorber al individuo o exigirle el sacrificio absoluto de su individualidad”, y con respecto a la asociación: “Para que la asociación corresponda ampliamente a sus fines, es necesario organizarla y constituirla de modo que no se choquen ni dañen mutuamente los intereses sociales y los intereses individuales, o combinen entre sí estos dos elementos: el elemento social y el elemento individual, la patria y la independencia del ciudadano. En la alianza y armonía de estos dos principios estriba todo el problema de la ciencia social”. [4]

Su pensamiento con respecto al idioma.

Una aproximación a “Obras selectas” de Juan Bautista Alberdi, permite conocer su pensamiento con respecto al idioma:

“..El idioma es el hombre, y, como el hombre de que es expresión, está sujeto a cambios continuos, sin dejar de ser el mismo hombre en su esencia.

Reconocía Alberdi que “dos grandes leyes fundamentales, peculiares al hombre, gobiernan el desarrollo natural de todo idioma: el neologismo y el arcaísmo: la que lo cambia incesantemente con nuevas voces usadas en lugar de las viejas; la que mantiene siempre el mismo carácter y fondo del idioma.

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24 El arcaísmo y el neologismo no son incompatibles, su juego armónico, al contrario, mantiene al idioma siempre nuevo y siempre el mismo. Le ejecución de una de esas leyes, forma el encargo fundamental de la Academia; la otra queda a los cuidados del pueblo mismo, que es el legislador soberano de los idiomas. Toda Academia es por índole un poder conservador del lenguaje. Es el Senado del idioma. El pueblo, al contrario, gobernado por su instinto de cambios, modifica todos los días la lengua de que se sirve, con su autoridad directa y soberana de legislador de sí mismo, en el idioma como en todo.” [5]

Consideró incomprensible, que en ese tiempo estuviera incluido en “la lista oficial de los miembros correspondientes de la Academia Española, no lejos de mi nombre -afirmaba...- el del Emperador del Brasil D. Pedro II, a quien no puede creerse elegido para ser guardián de la pureza y elegancia de la lengua española en el imperio de su mando, lusitano de origen, por la buena razón de que ni él, ni el pueblo del Brasil hablan español, sino portugués, que es un español echado a perder, según dicho del vulgo de España”.

En una necesaria autoevaluación, reconoció: “Mi preocupación de ese tiempo contra todo lo que era español, me enemistaba con la lengua misma castellana, sobre todo con la más pura clásica, que me era insoportable por lo difusa. Falto de cultura literaria, no tenía el tacto ni el sentido de su belleza. No hace sino muy poco, que me he dado cuenta de la suma elegancia y cultísimo lenguaje de Cervantes.”

“Alma de artista”...

En el Senado Nacional, el representante tucumano de Lázaro, destacó las cualidades de Alberdi: “Alma de artista, músico notable que nos dejara su ensayo El espíritu de la música”. “Pudo haberse dedicado a las letras en creación de belleza, pero no eran tiempos de tropos los que le tocó vivir. Blandió sus ideas como una espada y combatió por su verdad y por su credo. Sus Bases y puntos de partida para

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25 la organización política de la Confederación Argentina, constituye una feliz síntesis de los postulados extremos por los que se debatió la Nación en largas y sangrientas décadas.

La política... en la opinión de Alberdi.

“En política se puede decir, como del estilo, que el estadista es el hombre. La abnegación y el desprendimiento son calidades indispensables en el hombre de Estado, que no se concibe cómo un país pueda ser objeto de su consagración si ellas faltan en sus hombres públicos. Más que el entendimiento entran esas calidades del carácter moral en la composición del hombre y de gobierno libre y progresista...” Al referirse a José María Gutiérrez, reconoció que “su temperamento no era hecho para esa política, cuya ciencia y habilidad consiste en llegar a los altos empleos y eternizarse en su explotación y goce”. [6]

Alberdi analizaba “esa política tan común en Sud América, que toma el partidismo por patriotismo, es decir la parte por el todo, lo particular por lo general. El patriotismo -decía-, es en política meramente lo que el espíritu de asociación en industria y comercio: un medio de multiplicar el poder individual, en busca de un provecho individual, que se obtiene mejor por los egoísmos unidos. Así, los que toman la política como industria, para ganar fortuna y posición social, cultivan y conocer mejor el partidismo que el patriotismo. El partido, da votos, empleos, salarios, poder. La patria, no da esas cosas sino raras veces, a raros hombres y por raros servicios.”

El especulador político conoce la táctica del partidismo, como el empresario industrial y comercial conoce el mecanismo de una sociedad anónima o colectiva, para obtener mayores provechos en un negocio dado. La táctica electoral es la parte que mejor conoce y maneja, porque es la que da votos, empleos y salarios. Elegir, es dar pan, vestir y alojar al candidato. ganar un voto, es según esto, ganar su pan. Lo curioso de

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26 este género de mendicidad es que el mendigo va en coche y el que le da limosna, viste blusa.”

“El partidista de este género, difiere del especulador industrial en una cosa de importancia decisiva: en que tiene que dar a su oficio de vivir, el aire y semblante del sacerdocio, de un ministerio de abnegación y beneficencia. Tiene que cultivar el interés privado detrás del interés de todos; que ocultar, por mejor decir, el bando, la facción, la pandilla, detrás del partido mismo, entendido como una gran división o sección principal de la patria, por razón de grandes diferencias de principios, de intereses, de sistemas, de opiniones, en el modo de entender la patria y su bien.”

“El partido, en este sentido mismo, es decir, en el sentido grande, patriota y nacional, es tan desconocido en las Repúblicas de Sud-América como las verdaderas nociones de la patria y del patriotismo, pues lo que de ordinario se decora con el nombre de partido, no es sino “bando, facción, lógica, gremio, compañía política o sociedad industrial, y cuando más, cofradía de hermanos de una doctrina.” [7]

En tiempos del Brigadier Juan Manuel Ortiz de Rozas...

Alberdi ha expresado su afición “a las materias filosóficas y sociales”, “a los estudios metafísicos y psicológicos”, expresando su preocupación después de escribir su ensayo “Preliminar del derecho”, dedicado al Gral. Heredia, por ser “un deber moral”, quien era federal y “mirado con amistad por Rosas”.

Enterado de algunos comentarios adversos de don Pedro de Angelis -cronista al servicio del Brigadier- y de don Felipe Arana -ministro-, optó por escribir a Rosas, “pidiéndole una audiencia. Más tolerante que sus consejeros, me dispensó de ella, mandándome palabras calmantes por medio de Mariño” -”don Nicolás, mi camarada

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27 del Colegio de Ciencias Morales, que redactaba la ‘Gaceta Mercantil’, órgano oficial de la dictadura.” [8]

No es éste el único ejemplo de la historia, que demuestra la influencia de las intrigas y la conducta reprochable de los fanáticos adictos, que con esas actitudes, han acentuado más los juicios negativos de destacados políticos argentinos.

Acerca de su libro “Bases...”

Al analizar la situación argentina en esos momentos, admitió que “bajo su gobierno yo no hubiera podido publicar el libro de las Bases, en que propuse dar a los extranjeros todos los derechos civiles y sociales del ciudadano argentino. Sarmiento me ha dicho que ni aun después de caído Rosas hubiese podido publicar en Buenos Aires mi libro de las Bases, pero yo le dejo la responsabilidad de ese juicio, desmentido por el hecho de estar allí rigiendo la constitución que yo propuse.

La verdad es que si no hubiese yo salido de Buenos Aires, no hubiera concebido ni publicado mis Bases, ni la constitución que los resume sería tal vez lo que es hoy con respecto a los extranjeros, atraídos al país por sus larguezas, en las masas de inmigrados que han anulado el progreso de los Estados Unidos en punto a población. Yo no soy más que otro argentino en cuento a capacidad o instrucción. Si mis escritos han tenido algún éxito, lo deben a la libertad con que los he pensado, redactado y publicado, al favor de la seguridad que me dio mi residencia en países extranjeros. Esta es la gran lección que surge de mi vida, a saber: que no puede haber ciencia, ni literatura, sin completa libertad, es decir, sin la seguridad de no ser perseguido como culpable, por tener opiniones contrarias al Gobierno y a las preocupaciones mismas que reinan en el país.” [9]

Un análisis sobre la prensa...

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Es interesante conocer el pensamiento de Alberdi, en momentos en que “la prensa bárbara ha puesto su cuerpo en la mesa del anfiteatro”, para “su autopsia”. [10]

“No pueden ser amigos de la libertad los que ejercen el libertinaje de la Prensa.”

“Los que atropellan la ley estando abajo no pueden respetarla estando arriba.”

“La libertad de Prensa tiene dos enemigos capitales: el tirano y el detractor, o más bien, uno solo, porque el detractor no es más que el tirano desarmado”.

“¿Qué es el detractor? El que rompe la ley con su pluma, infligiendo por sí la infamia que sólo el juez puede imponer en nombre de la ley. El tirano no hace otra cosa con la espada. El detractor, como el tirano, degüellan créditos, sin juicio ni proceso; es un vándalo de tinta y papel”.

“El atentado en la palabra es precursor del atentado en la acción; el libelista es precursor del insurrecto, heraldo del desorden y centinela avanzado del despotismo. Es el mismo ente con distintas armas, según los tiempos.” [11]

El lector elaborará sus conclusiones.

Insoslayable interdependencia...

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29 En una interpretación acerca de las relaciones entre Francia y las Provincias Unidas del Río de la Plata, Alberdi dijo: “Los derechos de la República Argentina no tienen más enemigos que los tiranos, que se los han usurpado para sí y que se los detentan contra su voluntad más pronunciada. Los derechos que la Francia demanda hoy a mano armada en las aguas del Plata no son derechos argentinos, sino derechos franceses. La Francia tiene derechos en la República Argentina, como ésta los tiene en Francia, como los tienen todas las naciones del mundo: las unas dentro de las otras. La noción de derecho implica la de obligación, y si las naciones tienen los mismos derechos también tienen mutuas obligaciones. Es al través de estos mutuos derechos y obligaciones recíprocas que se debe formar la idea de la independencia de los pueblos. Los pueblos no son independientes de una manera absoluta... La idea de la independencia absoluta es absurda, antisocial, anárquica, imposible, tanto en el orden de las cosas humanas como en el orden físico y natural. La Humanidad es una, se ha dicho con razón. Es la doctrina que resalta en el fondo del Evangelio y del espíritu humano. Todos los pueblos son órgano, miembros, partes constituyentes de un mismo ser, cuyas porciones existen desparramadas por toda la tierra, y cuyo conjunto se llama Humanidad.”

“En medio de este sistema de universalidad, digámoslo así, de esta asociación solidaria, de esta nación de naciones que constituye la humanidad, la independencia de los pueblos no consiste en el poder de hacer de sus cosas internas el uso que les da la gana...” [12]

“Es pues el momento en que nos es grato declarar, que según nuestra fe, la más íntima, LA NACIONALIDAD DE LOS PUEBLOS ES SAGRADA.

Pero de que la nacionalidad sea sagrada, no se ha de concluir que es absoluta.

Ningún derecho, ningún poder, sea nacional, sea individual, sea interior, sea externo, es absoluto en este mundo. La noción del absolutismo, bajo todas sus fases, es infernal y profana. Nosotros la detestamos de todo corazón.” [13]

Expropiación de la casa donde nació Juan Bautista Alberdi

El 27 de setiembre de 1949 ingresó en la Cámara de Senadores un proyecto de ley elaborado por los Senadores Pablo A. Ramella -San Juan-, Luis Cruz -Tucumán- y

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30 Diego Luis Molinari -Capital Federal-, declarando a la finca situada en la calle 25 de Mayo 18, en la ciudad de Tucumán: monumento nacional y sujeta a expropiación.

En esa oportunidad fundamentó el proyecto el Sen. Dr. Pablo A. Ramella, indicando: “llama la atención que todavía no se hubiera declarado monumento nacional, pues sin lugar a dudas la personalidad de Alberdi llena todo el escenario de la acción política argentina, sobre todo en su manifestación institucional”. [14]

El Sen. Luis Cruz, manifestó: “no puedo menos de ver con pena que el solar donde naciera el autor de Las Bases, el constitucionalista famoso, el que manejó la pluma para hacer la apología de la libertad dentro del orden constitucional y para abominar la guerra, de la conquista y de la destrucción del hombre por hombre, que ese solar histórico que debe ofrecerse a la veneración de las generaciones del presente y del porvenir, se encuentre ocupado por un comercio y desaparecidas las características arquitectónicas, operándose una destrucción más lamentable que la producida por las injurias del tiempo, ya que por lo menos, las ruinas de los edificios históricos dejan hablar a la imaginación y sirven de advertencia y de lección, mientras que la transformación de una casa como la que nos ocupa, constituye un espectáculo que apena a los que pensamos que nada debe haber tan respetable y respetado como honrar la memoria y mantener vivo con dignidad el recuerdo de las grandes figuras de nuestra organización nacional, de nuestra independencia política de nuestra emancipación y advenimiento a la comunidad de pueblos libres.”

Estas declaraciones han de servir para formar una conciencia que respete el patrimonio cultural de los pueblos, a partir de la preservación de sus bienes.

El Senador Juan Fernando de Lázaro, rememoró:

“En 1810, cuando América se agitaba con los dolores de un alumbramiento y en el Plata se mostraba a los hombres como una epifanía de la libertad, nacía en la ciudad ubérrima de Tucumán, en el hogar de don Salvador Alberdi y de la criolla doña Josefa Aráoz, un niño a quien los dioses lo llevaron por caminos ásperos y por encrucijadas difíciles. Se llamaba Juan Bautista y había nacido el 29 de agosto de ese año de la revolución”. Afirmó luego: “Alberdi erró, buscando la verdad, alguna vez. Por eso fue y es combatido. Se le reprochan sus contradicciones, sus pasiones, sus debilidades”, reconociendo que todos los grandes han revelado alguna vez una

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31 aparente contradicción. Lógicamente, lo que se produce es una real evolución, que motiva el cambio de posición.

Con respecto “a su aparente versatilidad” las palabras de Alberdi en su libro Del gobierno en Sudamérica según las miras de su Revolución Fundamental: “No niego que muchas de las ideas de este libro -estampó Alberdi- están en oposición con las que he tenido antes de ahora, sobre los mismos objetos. Puede ser que en los actuales, esté yo equivocado y no en los pasados. Pero dudo que se aleje de la verdad a medida que más estudia, que más vive, que más experimenta y que menos interés personal tiene en la reforma. De lo que respondo al lector -añadía-, es que todo el interés del cambio reside en el interés exclusivo de la verdad.” [15]

El amor a su tierra...

“En su Memoria descriptiva sobre Tucumán habló de su tierra con la emocionada belleza de un poeta: ‘Se me objetará también -dijo- que yo no veo en Tucumán más que hermosuras. Contestar que yo no he querido ver otra cosa... Los que piensan que este escrito no es más que un trozo de imaginación que me ha hecho producir el deseo de aplauso tienen que corregir su juicio. Es demasiado hermoso Tucumán para que necesite del auxilio de mi triste ingenio. No es el amor a la gloria, sino el amor a la patria, el padre de esta publicación, porque mi objeto es extender el nombre de Tucumán y no el mío.” [16]

Acerca de la “Patria Grande”...

Alberdi en “su pensamiento económico sociológico”, expresó: “Todo el arte de enriquecer a Sud América consiste en poner su suelo a la disposición de un pueblo rico en la inteligencia y costumbre del trabajo, en los hábitos del ahorro y del orden... La gran función de un gobierno serio a este respecto consistiría en dar con un sistema por el cual se deje al pueblo, el capital y el trabajo europeos que hagan producir al suelo de Sud América-, toda la riqueza de que es capaz, no en perjuicio, sino en provecho de su independencia. Pensamiento que el gobierno surgido de la revolución ha perfeccionado por boca de su caudillo, el general Perón, en la expresión de que la tierra sea para el que la trabaje, y en una solución armónica del trabajo y el capital, que ya no es necesario traer de afuera, sino que encontramos en nuestra propia patria” -acotó el Sen. de Lázaro al apoyar el proyecto de declaración de monumento histórico, a la finca donde nació Alberdi.[17]

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32 ___________________________ Síntesis elaborada por Nidia Orbea de Fontanini.1994. Directora de la “Biblioteca de la Legislatura. Centromultimedios al servicio de la comunidad. Secretaria de la Comisión Bicameral Administradora (Ley 2388/34) Distribuida sin cargo en bibliotecas y medios de comunicación social. 10 de mayo de 2006. Incluido en el CD “Del vivir y vibrar”. SEPA (Servicio de Educación por el Arte) Nidia A. G. Orbea Álvarez de Fontanini. Entregado a bibliotecarios de escuelas medias de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz durante Acto en el Centro Comercial de Santa Fe, a las 19:30. [1] ob. cit. t.4, VI - ¨Mi vida privada¨ , p .446 [2] ob. cit. p. 470-71 [3] ob. cit. p. 462/63 [4] ob. cit. p. 481 [5] ALBERDI, Juan Bautista. Obras Selectas., Facultad, Buenos Aires, Argentina, 1920, t.II, p.320-321

[6] Juan María Gutiérrez nació el 06 de mayo de 1809 y murió el 26de febrero de 1870 en la calle Venezuela Nº 162, en Buenos Aires.

[7] ob.cit. p. 357

[8]ob. cit. p. 464

[9] ob. cit. p. 465-466

[10] ob. cit. t. 5, p. 216

[11] ob. cit. t.5, p. 216-218

[12] ob. cit. t. 6, p. 278-80

[13] ob. cit. t. 6, p. 281

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33 [14] Congreso Nacional. Cámara de Senadores. Diario Sesiones 1949 t. III, p. 2188

[15] id. p. 2189

[16] id. p. 2190 .

[17] id. p. 2190 Fuente: http://www.sepaargentina.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=1010:vigencia-de-juan-bautista-alberdi&catid=55:homenajes&Itemid=69

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Pensamientos

Gobierno. Libertad. Independencia.

JUAN BAUTISTA ALBERDI

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35 Juan Bautista Alberdi La República Argentina, por ejemplo. Su Gobierno, como institución real, tiene la estructura que recibió de su constructor primitivo el Gobierno de España, concebida para llenar el destino de su institución, que fue el de gobernar una colonia cuya población no debía tener la menor intervención ni participación en la gestión de su Gobierno, dejado todo entero y del modo más absoluto a la autoridad de un virrey-gobernador de la provincia-capital en que debía residir. Concentrar todo el poder en el Gobierno y tener al país destituido de todo poder, era el secreto del régimen colonial. Así, tanto el Gobierno como el pueblo tenían la estructura respectiva que recibieron en su formación original, el uno para gobernar del modo más absoluto, el otro, para obedecer del modo más ciego e ilimitado. El cuerpo social, así construido y organizado, debía conservar su estructura primitiva por toda la duración de su existencia, como es ley natural de todos los cuerpos organizados, del orden natural o del orden social. Un Estado así constituido y organizado primitivamente puede cambiar de autoridad, ser independiente, en vez de ser colonia o dependencia de un Estado extranjero, cambiar de su Gobierno la forma, el nombre, la contextura aparente. Lo que no cambiará en él será la estructura original de su Gobierno y la estructura primitiva de su Pueblo. El Gobierno será omnipotente y absoluto aunque se denomine Gobierno de la República, y la obediencia de su pueblo será pasiva y absoluta aunque se llame una República.

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36 Formado y educado el pueblo en la costumbre de tener por motor iniciador y conductor exclusivo y absoluto de la gestión de su vida colectiva a su Gobierno, lo tendrá bajo todos los sistemas de gobierno y no tendrá ni conocerá jamás otro modo de funcionar, de moverse, de sentir, de pensar, de marchar. Su Gobierno será su expresión, su símbolo, su simulacro completo y absoluto; el emblema del país o el país todo entero aunque en resumen. Un Gobierno de esa estructura en manos de un monarca poderoso, conocido y respetado en la familia de las naciones, no abusará de su poder absoluto hasta la iniquidad con la facilidad conque lo hará aun vez depositado en manos de personas salidas de su pueblo y no acostumbradas al respeto de sí mismo, de que un gran soberano no puede separarse sin dañar a su dignidad de tal. La suerte de un pueblo de esa condición será menos feliz si su Gobierno cae en manos de sus ciudadanos que lo fuera si sus ciudadanos se hubieran formado y habituado en el ejercicio soberano de su propio Gobierno, como sucede en la República de los Estados Unidos, cuyos pueblos se gobernaban a sí mismos, es decir, eran libres aun siendo colonias de Inglaterra, como vemos que hoy sucede con los del Canadá, de Australia, del Cabo de Buena Esperanza. La estructura por la cual tenía el Gobierno de la colonia Argentina la suma de poder real y material que convenía a su papel de Gobierno absoluto y omnímodo estaba no solamente en las leyes, que le daban muchas atribuciones y facultades de poder legal, sino en la estructura misma dada al país, a su geografía política, a sus grandes intereses esenciales a la satisfacción de sus necesidades, a fin de que por ella viniesen a las manos del Gobierno todos los elementos y recursos económicos y rentísticos de que el poder real se compone. Esa estructura del país, que fue colonia gobernada por un poder absoluto, queda existiendo aunque cambien los depositarios del Gobierno, y los presidentes reemplacen a los virreyes, la República a la Monarquía.

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37 Y esa estructura sigue dando al Gobierno republicano la misma suma de ese poder, que consiste en recursos y elementos de poder económico y rentístico, más real y eficaz que el poder compuesto de atribuciones escritas y nominales. Llamándose soberano, el pueblo guardará su obediencia absoluta y completa de cuando era colonia. Llamándose gobierno republicano, limitado y constitucional, el nuevo gobierno libre tendrá la misma suma de Poder absoluto de cuando era gobierno de la colonia, no por sus atribuciones escritas, sino por los medios y elementos de poder material que sigue poniendo en sus manos la estructura o complexión tradicional, histórica y natural, por decirlo así, que recibió de la metrópoli que lo construyó primitivamente. Ese pueblo, de un presente opuesto nominalmente al pasado, tendrá dos constituciones: una escrita y muerta, otra no escrita y viva, como hecho real y positivo. La una será el desmentido y refutación de la otra. No puede haber para un país estado más doloroso, pues es un estado de conflicto permanente entre el Gobierno, cuyo deber moderno es ceder y servir al pueblo; cuyo derecho moderno es exigir obediencia y respeto de la autoridad, que fue todo en el tiempo pasado, durante el cual no era nada el pueblo. Ese gobierno nuevo, para ser fiel a su instituto tiene que disminuir su poder propio y aumentar el del pueblo; es decir, que abdicar y suicidarse como poder absoluto, por deber y patriotismo. Y ese pueblo tiene que solicitar, esperar y recibir de su Gobierno la entrega gradual de su poder propio, en lugar de imponerlo con una autoridad y concierto que le pertenece; pero que no sabe ejercer por falta de educación política. Un pueblo revestido, para una revolución operada por las cosas, del derecho a ser libre, es decir, del derecho a exigir de su Gobierno, en cuyas manos están todas sus libertades, que se las entregue una por una, está en una posición tan dura como la del Gobierno que en cada libertad que entrega a su dueño entrega una parte de su poder y abdica poco a poco su rango original de poder omnipotente.

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38 Esa relevación y reemplazo de un Gobierno soberano por un pueblo soberano, en que consiste el cambio de régimen, es ardua y difícil y tiene que producirse gradual y lentamente. Pero tiene que producirse fatalmente, y ella constituye el desarrollo histórico de la libertad en todas las naciones en progreso. No hay pueblo libre, de ninguna raza ni casta, que lo haya sido desde el origen de su formación. Todos empiezan por la obediencia ciega, y el gobierno es, cronológicamente, anterior a la libertad. Son dos poderes que han empezado por la violencia el establecimiento de su imperio. La libertad, como gobierno del pueblo, ha empezado a establecer su autoridad por la fuerza; como el Gobierno, que es la libertad del poder, empieza igualmente por la fuerza. La abdicación generosa y noble de los gobiernos puede prevenir o atenuar la violencia de los pueblos; desgraciadamente, de esa cualidad son más capaces los gobiernos nobles y aristocráticos, como lo prueban los ejemplos de la Gran Carta otorgada en Inglaterra por el Rey Juan y la abolición de los privilegios el 4 de agosto de 1789 por la nobleza francesa. Pero los gobiernos republicanos no son incapaces de esas concesiones o abdicaciones, como lo prueban los ejemplos de Washington, de Belgrano, de Sucre. Las más veces, lo que no hacen los sentimientos y las virtudes lo hacen los intereses bien entendidos de los que gobiernan; es decir, de los poseedores de hecho de las libertades del pueblo y de los gobernados que saben evitar la violencia para lograr más pronto y más eficazmente la reivindicación de sus libertades por reformas pacíficas. Un pueblo condenado a ser libre por la mano de su Gobierno tiene que esperar siglos para entrar en posesión de su libertad, porque cada libertad que el Gobierno le devuelve es una parte de su poder que abdica. Y como no tiene quien le obligue a abdicar sino un pueblo educado en la obediencia absoluta, es decir, ininteligente y desinteresado en la cuestión de su propia libertad, no será ese Gobierno el que se apure a devolver los poderes de que goza y disfruta.

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39 Pero esa devolución se hará a su pesar, por la fuerza de cosas, que darán poco a poco al pueblo una educación por la cual adquiera la costumbre de una obediencia menos ciega y menos limitada; y esa costumbre revocará poco a poco, y acabará por reemplazar del todo, a la costumbre que lo educó en la obediencia ciega y absoluta. Las costumbres se derogan unas a otras mejor que las leyes, y la educación que forma las costumbres es dada por la fuerza inteligente de las cosas en la dirección de su corriente de mejoramiento y progreso natural: no de otro modo se han educado y formado las costumbres de los países libres. La libertad, como costumbre, tiene a su favor esa corriente educatriz de las cosas en los Estados de Sud-América. El poder de sus Gobiernos es incapaz de contenerla. Su origen y su modo de ser los hacen a ellos mismos los autores e instrumentos de su propia disminución gradual. No basta que posea todos los recursos de poder omnímodo, que reciben de su contextura y de la contextura colonial española. Esos recursos no son un poder sino cuando se sabe manejarlos. Los nuevos gobiernos, herederos y poseedores de esos recursos de poder que formó el régimen de España para sus virreyes, no tienen la experiencia, ni la inteligencia, ni la estabilidad y firmeza del antiguo gobierno colonial para el manejo y administración de esos recursos de poder. Su misma abundancia perjudica a los que no saben o no pueden manejarlos. En vez de servir a su poder, sirven a su debilidad, porque la inexperiencia, la inestabilidad, la discordia, la sucesión continua del personal del gobierno, los disipa y malbarata en consumos locos, inútiles y estériles. Las deudas van creciendo con los gastos. Las obligaciones y deberes y apuros, con las deudas. Las exigencias de recursos, con los apuros.

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40 Y el Pueblo, que ve todo eso y se apercibe de que todos los recursos que disipa la mala conducta y la ignorancia de sus gobiernos salen de su bolsillo, empieza a sentir la necesidad de ver por quiénes y cómo son gobernados, administrados y empleados los recursos económicos de su poder público y colectivo. Sentir esa necesidad es empezar a comprender la necesidad de la libertad, es decir, de intervenir y tomar parte en la gestión de sus intereses públicos y de su vida pública, la cual se resuelve en la suerte de sus mismos intereses privados de vida, propiedad, seguridad, familia, industria, trabajo, etc. De ese modo acaba la libertad por ser entendida, buscada, apreciada, adquirida, conservada; no como un mero gusto, sino como una cosa tan necesaria e indispensable a la vida como el pan, el agua, la luz, el aire mismo. Así, los que en el Plata han dado al nuevo gobierno republicano de Buenos Aires la masa misma de recursos de poder que tenía el gobierno realista de Buenos Aires, creyendo que con esos recursos le daban el mismo poder y autoridad del antiguo, se equivocan completamente porque con esos recursos no le han dado la misma inteligencia y costumbre de su manejo, la misma estabilidad, la misma autoridad, el mismo juicio y moderación, sin cuyas circunstancias esos recursos no son un poder sitio una impotencia; no son fuerzas, sino causas de debilidad. Ese gobierno puede tener recursos y poder de abusar, de disipar, de dominar; pero ese poder mismo redunda en su daño, lejos de servir a su desarrollo y mejoramiento. Él llegará a verse colocado en extremos que le arrastren por su propio interés a ceder para fortalecerse, a dividir sus recursos para tener seguridad de los que necesita su existencia, a reconocer que el país argentino todo entero tiene que cambiar y apoyarse en un punto de gravedad diferente del que tenía en su vida y condición de colonia, en que fue formado, ha vivido siglos y ha continuado viviendo después de conquistada su independencia de España. La posesión de todos los recursos de poder nacional no salvará al gobierno local poseedor de ellos de su gradual y necesaria (?) decadencia; lo cual dará lugar a que

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41 se forme gradualmente y al mismo paso la obediencia deliberada, inteligente y limitada del pueblo de las provincias (en cuya compañía entra el mismo pueblo de Buenos Aires). Todas las reformas escritas que dejen en pie los hechos históricos en que se encierra el viejo régimen, y la estructura de su gobierno omnipotente serán vanas e ineficaces. El gobierno seguirá siendo de hecho el depositario de todo el poder y de toda la libertad (que no son sino términos equivalentes), como tenedor y poseedor exclusivo que seguirá siendo todo el poder financiero y rentístico, que recibió por su estructura colonial para dominar a la colonia. Como poseedor exclusivo de la renta pública pagada por el tráfico exterior, el crédito o poder de levantar empréstitos seguirá residiendo con la renta aduanera, que le sirve de gaje en su poder. En vano se hablará de reformar la oficina de su tesoro, que emite su deuda y se llama el Banco de la Providencia; bajo todas sus formas, el poder de levantar empréstitos por esa oficina será el mismo. Por ese poder, toda la fortuna del pueblo de Buenos Aires seguirá en manos de su gobierno. Cada emisión será un empréstito. Como poseedor y tenedor exclusivo del doble manantial del tesoro -que son el impuesto y el empréstito- el gobierno de Buenos Aires será el grande y único elector de los gobiernos del país todo. En vano se hablará de reformar el sistema electoral. Bajo todas las leyes electorales no habrá otro elector que el gobierno, tenedor de los elementos o poderes electorales. No es el sistema electoral el que conviene cambiar, sino el elector, como no es el Banco, lo que conviene reformar o cambiar, sino el banquero. El principal reformador de esas dos instituciones imperiales será el Gobierno mismo que las administra. Él traerá la reforma por sus abusos y excesos, que llegarán a

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42 hacerla de tal modo necesaria que se producirá sin resistencia y como por sí misma: como caen los edificios en ruina. En pueblos de la contextura de los que España fundó con sus colonias en Sud-América, los gobiernos bajo cuya autoridad viven son su yo orgánico y natural, que obran y hablan por los pueblos como si fuesen los pueblos mismos los que hablasen y obrasen; pero en realidad son masas o cuerpos inertes formados para sustentar a sus gobiernos fundadores y señores. De ahí viene que pasados esos pueblos a un nuevo régimen de existencia independiente del poder español que los fundó y organizó, continúen siempre en el hábito de nombrar al pueblo para significar su gobierno, como en el tiempo colonial, al revés de los pueblos regidos por gobiernos que son su obra y emanación, como los gobiernos libres. Así, en el Plata, v. gr., quien dice el pueblo de Buenos Aires, como poder o cuerpo político, dice el Gobierno de Buenos Aires, que sigue siendo el tenedor y depositario del poder del pueblo con exclusión del mismo pueblo. El Gobierno es todo: es el Estado, es el alma, es el yo del país, cuyo pueblo es el cuerpo material de ese ser oficial. Sólo en este sentido puede comprenderse que los que han entregado al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires todos los intereses, libertades y poderes de la nación (el pueblo de Buenos Aires incluso en ella) digan o admitan que Buenos Aires ha sido fortificado y enriquecido de todo eso, en vez de decir cómo ha sucedido el Gobierno de Buenos Aires. ¿Qué esperanza puede haber en los que hacen esas confusiones comprendan y realicen la reconstrucción que la nación Argentina necesita para dejar de ser orgánica y anatómicamente, por decirlo así, el cuerpo social colonial que construyó España para beneficio de su corona en esa parte de América, y se transforme y convierta orgánica y anatómicamente, por decirlo así, en un estado libre y soberano que se gobierna a si mismo por autoridades de su propia creación y elección? La calamidad de ese país, pasado de un salto de colonia absoluta de origen a estado libre por una proclama o declaración verbal y literal; su calamidad consiste en la falta,

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43 natural y comprensible, de hombres de Estado, de ciencia y de experiencia política, de práctica de administración moderna, libre y nacional. En lugar de eso, apenas tiene una literatura política, una lengua política tan desenvuelta y adelantada por sus formas, que contrasta con la ausencia más completa de sentido político práctico. Literatura elegante, fraseología viva, verbosidad inacabable, en el fondo de la cual no hay nada sino presunciones, suficiencia y falta de ese sentido práctico de los pueblos sajones en materia de gobierno y de negocios públicos. Así se explica que sus primeros políticos defiendan, en nombre de la libertad del pueblo, el Estado y régimen económico de cosas que España organizó para tener a ese pueblo dominado en provecho de su corona. El cerebro, la víscera capital y principal de ese organismo colonial es la ciudad de Buenos Aires. Manteniéndola como fue construida, para pensar y funcionar de un modo cerca del cuerpo de que es órgano motor y dirigente, en el papel mismo, con la pretensión de que funcione al revés, es decir, en sentido opuesto a la dominación omnipotente, están empeñados en realizar la libertad con la máquina del despotismo. Cuando una revolución feliz (el 3 de febrero 1852) la ha puesto en vía de reconstruirse para beneficio de la nación entera, según el propósito de mayo de 1810, los liberales de Buenos Aires han restaurado el antiguo orden económico de cosas y puesto el poder de la nación entera en manos no de Buenos Aires, sino del gobierno de Buenos Aires, en nombre de la libertad. Han reconstruido el despotismo queriendo reconstruir la libertad. Pueblos nacidos, formados, casi envejecidos en el hábito de ver, pensar, querer, obrar, creer por órgano de sus gobiernos, no pueden concebir que les vengan sus libertades sino de las manos de sus gobiernos, y que los actos de éstos, por violentos y dañosos que sean, no sean otra cosa que sus libertades mismas del pueblo. Son los pueblos así conformados, no sus gobiernos, los que hacen su tiranía. La injuria por la prensa La injuria hecha por la prensa es un ataque a la sociedad, en faz de la cual es dirigida, a la vez que lo es contra el individuo, herido en su honor o crédito.

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44 El crédito en esta época es plata, fortuna, caudal; hace parte de la propiedad y es base del bienestar de la familia. Su ataque y destrucción es equivalente al robo y al incendio. Como tal figura en el Código penal de todos los países civilizados. Por el derecho romano era un delito privado, acusable sólo por el ofendido cuando la injuria era venal. Impresa en un papel público, deja hoy de ser un delito privado, por su solemnidad y persistencia se convierte en un doble delito, público y privado, susceptible de acción pública, como el del robo y el de la injuria de hecho (golpes o heridas). En realidad es más desastroso que la injuria de hecho, por la publicidad y la perpetuidad del papel impreso que le sirve de instrumento. Por dos causas ha carecido de ese doble carácter en el derecho romano: es que en su tiempo era desconocida la prensa periódica, y el crédito o el honor privado no tenía el valor económico que ha recibido en estos siglos de industria y de comercio. El crédito, que hoy hace parte del patrimonio o de la propiedad privada, no lo era en tiempo de los romanos. El crédito pasivo era un derecho a la piedad, al favor, al préstamo gratuito (mutuo), que una injuria engendraba en vez de disminuir, pues cuanto más humillado, más digno de socorro era el hombre. Hoy día la injuria engendra el descrédito, es decir, la pobreza, la ruina. Una injuria es una herida no en el sentido metafórico, sino directo y positivo, pues es la ruina y destrucción de un valor real, es decir, del pan de un hombre o de una familia. Yo creo que bastaría una ley de Imprenta que introdujese la acción pública por las injurias de la prensa, para purificarla y dignificarla en servicio de la paz, de la seguridad moral de los individuos y de la libertad misma de la prensa, comprometida a menudo por la peor de las violencias: la de la injuria. Por acción pública entiendo la acción del país deducida por su procurador, abogado general, fiscal. Esta acción, por ser pública, no excluye la iniciativa de la parte ofendida, que puede impulsarla y moverla como en los crímenes de robo, heridas, muerte, etc.

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45 Siendo hasta hoy un problema no resuelto el del mejor sistema penal en protección de la prensa libre y sana, bien valiera la pena de un ensayo. En Inglaterra existe este castigo público -verdadera vindicta pública contra la violencia que reside en la injuria- sin estar prescrito por la ley, y sólo por la costumbre del ejercicio de un público horror y anatema contra toda especie de injuria privada y personal infligida por la prensa periódica. La verdad de la injuria, lejos de excusarla, la agrava. Por lo mismo que un capón es un capón, es criminal al decírselo públicamente. Todo ultraje hecho en público tiene dos agraviados: el público en general y el ofendido en particular. Los dos tienen derecho de pedir su castigo. El impuesto El Gobierno es una necesidad de civilización, porque es instituido para dar a cada gobernado la seguridad de su vida y de su propiedad. Esta seguridad se llama y es la libertad. Luego el objeto del Gobierno, que es la libertad, es el más noble y santo en sí mismo cuando llena su deber esencial, que es proteger la seguridad de la vida y de los bienes de todos y cada gobernado, substancia y meollo de la libertad. Esa protección tiene un costo, tiene un precio. Este precio es el impuesto. El impuesto es el noble y santo precio con que cada gobernado paga la seguridad de su vida, persona y bienes al poder constituido para dar esa seguridad. El Gobierno que deja de darla y recibe el precio de lo que no da es un ladrón en la moral de las finanzas, sin perjuicio de lo demás que es en la moral política. Cuando el Gobierno era el dominio y propiedad de un pueblo perteneciente a un hombre, el impuesto era un tributo del pueblo-propiedad pagado al año en signo de esclavitud.

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46 El Gobierno de ese tiempo y de esa clase no estaba obligado a proteger la seguridad de sus gobernados, y no solamente podía abandonarla sin crimen sino que tenía el derecho de matar y despojar a sus gobernados. Hoy el Gobierno tiene otro asiento, es otra cosa. Hoy que el Gobierno es el dominio y propiedad del pueblo sobre sí mismo, el Gobierno es la libertad o el dominio de sí, al revés de cuando era la esclavitud o el dominio y propiedad de un rey absoluto, señor de vidas y haciendas. La contribución o el impuesto difiere tanto del tributo como la libertad difiere de la esclavitud. El que dejaba de pagar el tributo en otro tiempo, reivindicaba lo suyo; el que hoy deja de pagarlo, roba el servicio que recibe por el precio que no paga. El contrabandista de los tiempos de tiranía era con razón un héroe digno de romance. En tiempos y bajo gobiernos de libertad, el contrabandista es un vil ladrón, que merece la picota. El impuesto es el precio de la libertad, de la vicia, de la fortuna; digo precio figuradamente, en el sentido, más propio, de prima de seguridad de esos bienes, que son todo el hombre. El impuesto es eso cuando el Gobierno lo invierte en dar la seguridad, en cambio de la cual lo percibe. Si no, es un robo, de un lado; y de otro, un acto de disipación. El impuesto, en su sentido más elevado y general, abraza además de la contribución pecuniaria el servicio militar y civil o urbano, en cuyo sentido se confunde con la libertad entendida como la participación de los gobernados en la cuestión de su gobierno. St. André, 19 de agosto de 1872. El vapor y telégrafo

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47 Los telégrafos, los ferrocarriles, el gas, no son sino el charlatanismo, la retórica, la superficie de la civilización, cuando no están acompañados del meollo y substancia de toda civilización, que es la seguridad de la vida, de la persona, de la propiedad. Ayer nomás, en tiempo de Washington, de Adams, bajo las presidencias, más recientes, de Madisson y Monroe, los Estados Unidos eran ya un modelo incomparable de civilización, y no conocían los ferrocarriles, el telégrafo eléctrico ni el alumbrado a gas. La Habana tiene hoy telégrafos magnéticos, ferrocarriles y sus ciudades están alumbradas por gas. La Habana, sin embargo, no es un modelo de civilización. La Inglaterra de principios de este siglo, la Inglaterra de Pitt, de Fox, de Canning, de Byron, no conocía los ferrocarriles, ni el gas, ni el telégrafo eléctrico, y ya era el pueblo más civilizado del mundo. Pasarán tres siglos, y no serán tan civilizados como era ella en ese tiempo, la Turquía, el Egipto, la India, el Brasil mismo; y, sin embargo, en todos estos países brillan el vapor, la electricidad, el gas, como sirvientes y agentes del hombre. Es que el ferrocarril, el telégrafo eléctrico no son los fines, sino los medios, los instrumentos de la civilización. La prueba es que estos instrumentos pueden serlo también de la barbarie, como la pólvora, como el fusil, como la imprenta, según la mano que los maneja y el poder a que sirvan. El tirano más feroz del mundo puede emplearlos en servicio de sus crímenes con tanta eficacia y buen éxito para él como el gobierno más justo. Baste decir que son los mejores instrumentos de guerra. Esos agentes son los auxiliares de otras cosas más sólidas y más útiles, tales como el comercio, la industria, la riqueza, la libertad; y cuando no se desenvuelven a la par y en el mismo nivel, son puro charlatanismo, puro semblante de civilización y progreso. La civilización verdadera, que es la que se desenvuelve del fondo a la superficie, acaba por los ferrocarriles y telégrafos; la civilización naciente y rudimental empieza por la superficie para acabar por el fondo; todavía no ha perdido su liga de barbarie, y

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48 ya ostenta el vapor y el telégrafo y el gas, es decir, lo que brilla, lo que luce; el traje, el vestido. El vapor y el telégrafo pueden ser empleados por la barbarie para el servicio de su causa, como la constitución y el gobierno pueden ser empleados como máquinas de revolución y de desorden. Las peores revoluciones no son las que hacen los pueblos, sino las que hacen los gobiernos así llamados, a título de depositarios del poder público, porque el revolucionario es poderoso e irresistible. En América, el pueblo no hace jamás revolución alguna. Todas las revoluciones son hechas por los Gobiernos, que aspiran a conservar el poder, o por fracciones del gobierno, que aspiran a tomarlo todo, o por ex gobernantes, que aspiran a restaurarlo. Así, toda revolución es oficial, o semioficial, u oficiosa; es decir, en servicio del Gobierno ambicioso. La revolución de este carácter es doblemente criminal; son dos crímenes en uno: el de la felonía o infidencia, y el de rebelión contra la autoridad soberana, que reside en el pueblo y en sus representantes cuando la ejercen según la Constitución. No es su representante el que no es elegido estrictamente según la Constitución. Así, el gobierno que se elige a sí mismo es un gobierno revolucionario, porque la Constitución quiere que el gobierno sea elegido por el pueblo, no por el gobierno. Toda candidatura oficial es un acto de revolución oficial. Por ella el gobierno asalta el poder y lo roba por su propia mano. Toda elección recaída en un candidato oficial es un golpe de Estado; un golpe de muerte dado a la Constitución del Estado por el mismo a quien el Estado confió su custodia. La de un gobierno emanado de un gobierno no es una elección, es una revolución. Un gobierno que por sistema mantiene al país sin capital y se mantiene él mismo sin el poder inmediato y directo que la Constitución exige en la ciudad de su residencia,

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49 es un gobierno revolucionario, y el más cómico de los revolucionarios, porque conspira contra el mismo poder de que es depositario. Él se aniquila y desarma de su poder inmediato, en obsequio de la ciudad que lo hospeda, y que, sin tener ninguna obligación de capital, quiere tener los privilegios correlativos de tal. Semejante gobierno es una revolución permanente y sistemada contra la nación de que es jefe, hecha por este jefe mismo, en servicio de la ciudad que le da todos sus goces a condición de quedar extranjera a su poder inmediato y directo. Un gobierno que busca en alianzas extranjeras peligrosas el apoyo para su propia estabilidad interior, que no quiere deber a la unión de la nación, es un gobierno de revolución y de conspiración contra la soberanía del país de su mando. Cuando el gobierno existe con esas condiciones y otras del mismo género, el gobierno es una revolución verdadera: la revolución es un verdadero gobierno. Seguridad interior y civilización Cuando los ingleses y otros extranjeros establecidos en la campaña de Buenos Aires han sido masacrados en el Tandil, la Legación británica se ha dirigido al Gobierno argentino en solicitud de la protección prometida por los tratados a la vida, persona y propiedad de los de afuera en el mismo grado que la Constitución la promete a los de adentro. En ese y en otros reclamos parecidos el Gobierno ha contestado con enfado, negando su responsabilidad de esos vejámenes y echándola toda sobre los imprudentes que van a establecerse al alcance de los salvajes. Cuando los agentes extranjeros han insistido en sus reclamos, en vista de la renovación de los vejámenes causados por los indios y por los partidos en la guerra civil, el Gobierno ha respondido que la culpa pertenece a los que vienen a establecerse a países de seguridad incompleta por la impotencia de sus Gobiernos de buena fe.

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50 ¿Qué ha hecho entonces la Inglaterra? Ha dado la razón al Gobierno argentino cuando desconoce su obligación de indemnizar los daños que hacen los indios pampas; pero no cuando los daños han nacido de vejámenes de los partidos armados en guerra civil. Y para poner en seguridad los intereses y destinos de sus nacionales, ha prevenido oficial y públicamente a los que intenten emigrar para el Plata que en aquel país no hay seguridad para sus vidas y propiedades, en vista de los hechos ocurridos y de las declaraciones del Gobierno argentino. Así ha cesado o está en camino de cesar la emigración, que lleva la industria, la libertad y la civilización más sólida en sus costumbres a las provincias argentinas; es decir, la raza que ha creado el fondo de la Constitución angloamericana proclamada en la República Argentina. Otra consecuencia natural tendrá esa actitud de nuestro Gobierno. Si es irresponsable de lo que pasa en la pampa por falta de acción eficaz, la pampa es independiente, no es Argentina, dirán los ingleses. Poblada por italianos y españoles, no serán éstos los que introduzcan en sus costumbres las tradiciones y la inteligencia de la Constitución angloamericana, que se pretende aclimatar en el Plata. Y como nada vale la fertilidad y riqueza natural de un suelo sin seguridad, a ejemplo de la emigración inglesa, toda la emigración europea del Norte seguirá el camino de los ingleses hacia los Estados Unidos, al Canadá, a Australia. La seguridad es la libertad para las razas positivas, que entienden por libertad la seguridad de no ser víctimas del gobierno arbitrario ni de los pícaros. Pero como no puede haber seguridad donde no hay gobierno capaz de proteger eficazmente la vida y la propiedad de los habitantes, la República Argentina no debe esperar tener inmigraciones, que traen al país riqueza, instrucción, labor inteligente, costumbres de libertad y de orden, mientras no se dé un Gobierno serio y eficaz. Mientras esté sin Gobierno serio tendrá inmigrados italianos, pero no tendrá pobladores ingleses, alemanes, suizos, belgas y franceses.

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51 No tendrá Gobierno serio, aunque esté gobernado por gobernantes irreprochables, mientras el poder del Gobierno esté organizado con la mitad de la autoridad que le asigna la Constitución. En tal caso será la mitad de un Gobierno, y toda la seguridad que será capaz de dar será la mitad de una seguridad, no una seguridad entera, como acontece por esta causa natural. El Presidente, encargado del Poder ejecutivo, es jefe inmediato y local de la capital de la República, dice la Constitución; pero como es notorio que la República está sin capital, el Presidente no es jefe inmediato y local de la ciudad en que reside. El jefe inmediato y local de la ciudad de Buenos Aires, en que vive el Presidente, es un agente del Presidente, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que tiene todo el poder que no tiene su jefe en la ciudad de su mansión común. La debilidad del presidente es tal, que hasta el poder de darse una capital le falta, pues nadie sino él ha impedido que la nación tenga su capital, poniendo tres veces su veto a la ley, que le brindaba una ciudad para su mando inmediato y directo. Y ha tenido que impedirlo para salvar su media existencia, de que no disfruta sino a condición de vivir sin capital. ¿Cómo podrá salvar del cautiverio de los indios el que es cautivo de la ciudad en que representa la autoridad inmediata y local que no tiene? Si la libertad entendida a la inglesa, es decir, al estilo anglosajón, consiste en la seguridad, ¿cómo podrá ser un Gobierno liberal y protector de la libertad un Gobierno que es incapaz de dar seguridad? Si la seguridad de la persona y de la vida es el hecho en que se encierra toda la civilización política y social de esta época, ¿cómo podrá darse el título de gobierno civilizado un Gobierno incapaz de asegurar las vidas y las personas de los habitantes del país dicho de su mando, y que no es sino impotencia?

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52 No solamente no podrá tener inmigración civilizada, rica y libre, ni capitales, ni progreso, ni vida civilizada la República Argentina mientras esté sin Gobierno regular y eficaz, sitio que no podrá existir riqueza sin retroceder de un lado a medida que progresa de otro, como le viene sucediendo desde 1810, en que suprimió el Gobierno español del virreinato, con la mira de instituir otro Gobierno patrio para la República independiente y soberana. Van sesenta años de ese día de mayo de 1810, y el Gobierno patrio no está constituido del todo todavía. Apenas es la mitad de un Gobierno. No tiene capital, no tiene residencia oficial, no tiene poder inmediato y directo en la ciudad que habita, como prescribe la Constitución escrita, que no pasa en esto de simple programa. En sesenta años, la mitad de la República ha desaparecido, por la ausencia de un Gobierno general para toda ella y la otra mitad está en camino de desaparecer por la misma causa. En 1810 se componía el país de ocho grandes intendencias, a saber: Buenos Aires, Paraguay, Córdoba, Tucumán, Mendoza, Charcas, Santa Cruz de la Sierra, Potosí, La Paz. La mitad de estas ocho intendencias han dejado de ser argentinas, y forman la República de Bolivia, a causa de que Bolívar les dio la libertad que San Martín, mandado a libertarlas y desligado del Gobierno nominal de su país, las dejó en poder de los españoles y abandonó la América. La otra mitad restante de las ocho intendencias tuvo que convertir sus partidos o individuos en provincias, para cubrir con el número sofístico de 14 provincias o Estados soberanos la pérdida que hizo la República de la Intendencia del Paraguay, la que hizo la Intendencia de Buenos Aires de sus dependencias de Montevideo, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, y por fin, la que hicieron ambos de la Banda Oriental del Uruguay. A pesar de esos destrozos territoriales, producidos por la ausencia de un Gobierno regular y eficaz para toda la nación, ésta sigue existiendo sin capital sesenta años después de su nacimiento, y el Gobierno dicho nacional sigue habitando una ciudad

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53 en que no tiene poder inmediato y directo, porque en ninguna ciudad de la nación tiene tal poder. Ese Gobierno, sin embargo, se cree autor de los progresos que se producen sin él; en tal caso, tiene que apropiarse también los destrozos, atentados y desórdenes que se producen al lado de los adelantos. Pretenderse autor de los adelantos es confesarse autor responsable de los descalabros y pérdidas. Si las pérdidas territoriales y de todo orden que el país sufre se operan sin la voluntad del Gobierno, como es muy creíble, ¿por qué los progresos se producirían por su voluntad y acción? La excusa favorita con que se defiende el Gobierno, cuando le hacen responsable de cualquier desastre es su impotencia para evitarlo; pues bien: esa impotencia es su falta y su crimen, porque el crimen de todo poder es no ser suficiente a llenar el fin de su instituto. Esa falta es doble cuando la insuficiencia del poder nace de la voluntad del poder mismo, lo cual sucede siempre que el Gobierno es la obra y el producto de sí propio, como en la República Argentina. Tres veces la nación ha ofrecido una capital al Gobierno existente, y tres veces ha rechazado la ley con su veto, y se ha quedado sin capital y sin poder inmediato y local por su propia obra. Todo poder que no es inmediato y local es un poder abstracto, mediato, lejano, ideal. El Gobierno inmediato de su capital es el poder temporal de un presidente. Lo que no es ese poder inmediato y local es poder espiritual del presidente. Por eso la ley Argentina constitutiva, o constituyente, o constitucional de ese poder ejecutivo nacional le ha dado como atribución cardinal una capital para su mando inmediato y directo. Así está organizado el poder ejecutivo nacional en todas partes donde ese poder es realmente un Gobierno y no un simulacro de gobierno.

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54 Dirección política Las ocho intendencias o provincias en que fue dividido el distrito territorial del virreinato de Buenos Aires por la ordenanza de intendentes para su gobierno fueron éstas, que se mencionan en su artículo 1º.: 1ª. Intendencia general de ejército y de provincia, la de Buenos Aires. 2ª. Intendencia de provincia, la del Paraguay. 3ª. La del Tucumán. 4ª. La de Santa Cruz de la Sierra. 5ª. La de La Paz. 6ª. La de Mendoza. 7ª. La de La Plata o Charcas. 8ª. La de Potosí. Las que antes se llamaron provincias, tomaron por esa ordenanza el nombre y rango de partidos. Estos partidos han recuperado el nombre de provincias con la disolución de tres grandes intendencias a que ha quedado reducido el distrito territorial del virreinato de Buenos Aires desde que tomó el nombre de República Argentina en 1810. Cinco de las ocho grandes intendencias que lo integraban en esa fecha han dejado de ser argentinas, por causa de la política que no ha sabido sustituir al Gobierno español de todo el virreinato disuelto, un Gobierno patrio y nacional con la misma extensión y generalidad de poder.

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55 La falta persistente de un Gobierno ha traído la disolución y desmembración del vasto territorio del virreinato, que era poco menos que el del Brasil en 1810, pues se extendía desde los 10 grados de latitud Sud hasta el Cabo de Hornos. A no ser por la desgraciada campaña de San Martín al Perú, la República Argentina sería hoy la propietaria de la actual Bolivia, con Mojas y Chiquitos; con la costa de Acocoma en el Pacífico, todo el Gran Chaco, y, naturalmente, el Paraguay y Montevideo, que se hubiesen mantenido obedientes al gran poder argentino. El grande Estado ha desaparecido para que no le quede a su gran capital ni siquiera el rango de tal y lo que de él resta, que es casi un tercio de lo que fue (sin comprender los territorios desiertos), sigue en camino de disolverse, porque sigue sin capital, y su gobierno general sigue destituido de todo poder inmediato y directo en la ciudad en que reside. Para no seguir en la dirección en que el país ha perdido dos tercios de su suelo y en que camina a perder el tercio restante, ¿qué hay que hacer? ¿Cambiar sus gobernantes, cambiar su Gobierno? Eso sería dar a entender que sus gobernantes y sus gobiernos le han dado esa dirección; pero lo contrario es lo que ha sucedido. La dirección, es decir, la corriente es la que ha gobernado y dirigido a los Gobiernos y a los gobernantes, así denominados sólo porque marchando delante de la corriente han tenido el aire de dirigirla. Las corrientes de la política, como las de las aguas, deben su dirección al suelo en que se producen, y el suelo las gobierna por las leyes del nivel y de la gravitación natural, a que las aguas están sujetas. Lo que había que cambiar para impedir que el país acabe de disolverse territorialmente no son los gobernantes, ni los Gobiernos, ni la forma de gobierno, sino la dirección disolvente que arrastra a los Gobiernos y a las Instituciones mismas. ¿Pero quién podría cambiar esa corriente? ¿Serían los Gobiernos que son gobernados por la corriente misma?

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56 Las corrientes fluviales no se mudan sino cambiando la condición y forma del suelo, que les da tal o cual dirección. El político no tiene otro método que el de los ingenieros. El político es el ingeniero de las corrientes morales y sociales; cambia sus direcciones por medio de cambios operados en la forma o condición del terreno moral en que se producen. De esos políticos ha carecido el país hasta aquí, y por eso las corrientes le han arrebatado los dos tercios de su suelo. Le han faltado esos ingenieros del elemento social, como no los ha tenido para el orden físico hasta ahora poco; por eso sus sociedades han marchado como sus ríos y sus arroyos, sin más dirección que la que recibían del terreno primitivo y natural. Como los políticos o gobernantes de un país soberano son ingenieros que no se pueden traer de Europa, en su condición de extranjeros, para entregarles su construcción, como se traen para encomendarles sus puentes, ferrocarriles, canales, muelles, etc., resulta lo que sucede: que en estos trabajos el país hace adelantos que no están en armonía con su condición política, en estado de naturaleza primitiva. No sabiendo cambiar el terreno social, los ingenieros políticos han construido sus creaciones en el aire en la región ideal, en el mundo de Platón. Tales son sus constituciones y sus instituciones políticas modernas, que coexisten perfectamente con una realidad que es reverso y desmentido del edificio hecho en el aire. De aquí resulta que hay en la esfera de su política dos corrientes: una ideal, platónica, abstracta, sin realidad, que va en una dirección; otra material, real y positiva, que va en dirección diferente y a menudo contraria: aquella es la república libre y constitucional; ésta es la antigua complexión colonial, que el país recibió de su fundador español. Esa dirección española, que, bien o mal, era una dirección en que todo el virreinato marchaba entero y consolidado, perdió su locomotora en la pérdida que hizo el país de su Gobierno realista colonial, y la dirección común y general de todo el país argentino de entonces fue reemplazada por tantas direcciones diversas y encontradas como intendencias o provincias lo habían integrado. Unas cambiaron de dirección al extremo de quedar independientes absolutamente del centro argentino;

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57 otras guardaron su dirección divergente, en el seno mismo de la esfera Argentina remanente. Los indios de los territorios argentinos siguieron una dirección aparte. De las ocho grandes Intendencias de que se componía el país argentino en 1810, hoy no le quedan sino tres, y son la de Buenos Aires, la de San Miguel del Tucumán y la de Mendoza; es decir, el territorio que abrazaban estas tres Intendencias de entonces. Las 14 provincias actuales eran partidos o secciones interiores de esas tres Intendencias, según la ordenanza para su Gobierno, Méjico, después del Virreinato de Buenos Aires, es el país de la América española que haya sufrido mayores pérdidas territoriales después de su emancipación. Casi todas las demás secciones de la América antes española conservan bajo la República el mismo territorio que tenían bajo el régimen colonial. Méjico y Buenos Aires eran los dos más grandes distritos territoriales, y, naturalmente, son los que han sufrido mayor destrozo en su territorio. ¿Qué causa lo ha producido? La desproporción del Poder central, debilitado por la revolución, con la extensión del territorio dejado a su defensa y protección. El Poder central ha sido débil por falta de autoridad más que de medios de acción. La autoridad que ejercía bajo el régimen colonial no era suya propia, ni del país, sitio de España. Era de un virrey, no la de un rey; la de un virrey español de un rey español. Los pueblos de ambos virreinatos obedecían no a Méjico ni a Buenos Aires, sino a Madrid, de cuya capital las otras no eran sino vicecapitales. Cuando la autoridad española cesó de reinar en Sud-América y fue reemplazada por la autoridad del pueblo americano, esta autoridad americana, diseminada, como en el

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58 pueblo soberano, en vastos territorios, se ejerció más eficazmente por las secciones en que el pueblo estaba dividido. Cada sección o provincia tenía su Poder central relativo. Las antiguas grandes capitales no dejaron de tentar la resurrección del antiguo Poder general de todo el país, en nombre del nuevo principio de la soberanía del pueblo; pero esa autoridad, de un título dudoso considerada en tal extensión, no se estableció sitio donde pudo imponerse al favor del Poder material, es decir, en los países menos extensos en territorio, como Chile, el Perú, Venezuela, Nueva Granada, etc. Los medios de acción material no faltaron, en los grandes virreinatos de Méjico y Buenos Aires para imponer a todo el país, en nombre del país mismo la nueva autoridad general y central. Lo que faltó fue la inteligencia, la ciencia, la costumbre del Gobierno, a los americanos que sucedieron a los españoles en la gestión del suyo; y les faltó por esta buena razón: que bajo el antiguo régimen estuvieron excluidos de su Gobierno propio, y dispensados, cuando no impedidos, de todo estudio y de toda inteligencia del gobierno de sí mismos. La ausencia de su Gobierno general fue suplida por un sistema de gobierno más fácil y posible el de los Gobiernos locales, que habían recibido su investidura inmediata el otro tiempo del soberano español. No hubo un solo pueblo soberano compuesto de todo el virreinato, sino tantos pueblos como provincias o secciones tuvo el virreinato. Así, de la ausencia de un soberano común 37 general nació la división de la soberanía general en tantas soberanías como provincias, y la federación fue el resultado natural, espontáneo y lógico de la independencia de los virreinatos respecto de España. Ese estado de cosas encontró a mano la autoridad brillante de un grande ejemplo, la República de los Estados Unidos y el Gobierno federal, que en Norte-América salió de la unión de varios pueblos aislados bajo el régimen colonial; en la América antes española dimanó, al contrario, de la división de virreinatos que habían sido un solo pueblo gobernado por un solo Gobierno en el tiempo colonial.

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59 La unión federal produjo fuerza en Norte-América; la división federal trajo debilidad en Sud- América. La federación en el Norte era hija de la salud, de la iniciativa y de la inteligencia del pueblo para el ejercicio del gobierno de sí mismo; en el Sud, la federación, que no era unión, sino desunión, resultaba de la inercia y de la falta de iniciativa y costumbre del gobierno de sí mismo. La una era un gobierno positivo y eficaz; la otra era la negación, la ausencia del gobierno verdadero. La federación creó el gobierno en el Norte y lo disolvió en el Sud. El gobierno eficaz en el Norte produjo paz y progreso en lo interior y extensión territorial en lo exterior. La ausencia de gobierno general eficaz en Sud-América produjo anarquía en lo interior y desmembraciones territoriales en lo exterior. Libertad y gobierno El gobierno de sí mismo o la libertad es el gobierno de la Naturaleza. Como tal los animales lo practican: los pájaros, los insectos, los cuadrúpedos, lo mismo que el hombre salvaje o natural, todos son capaces de él, a una condición: la de no contrariar y alterar la Naturaleza con motivo o con pretexto de cultivarla y civilizarla. Conservar al hombre en el seno de la sociedad civilizada su libertad natural o el gobierno de sí mismo es lo que han hecho los ingleses, y Montesquieu ha tenido razón en decir que el gobierno libre de los ingleses ha salido de los bosques de la Germania. Los pobladores de otros países han dejado sus libertades naturales en esos mismos bosques y han reorganizado su vida por el método romano, que consiste en hacer una masa de todos los habitantes encerrados en el círculo de una asociación y

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60 entregar sus libertades o poderes a un solo hombre para que los ejerza por cuenta y en nombre de todos los que se han quedado sin ellos. Cuando esta monstruosa depravación de la naturaleza primitiva se ha convertido en una segunda naturaleza por un hábito de siglos, la reasunción de la libertad natural o de gobierno de sí mismo, que practican todos los animales, viene a parecer un cambio artificial, con todo el aire de un paradojismo, de una utopía o de una cosa imposible. Lo que en los anima les es el fenómeno más simple, en el hombre viene aparece un atributo divino, superior a su naturaleza, bastardeada y depravada. Los políticos de la escuela de Darwin subordinan los derechos del individuo a los derechos de la especie; teoría natural que responde al sistema romano, en que el Estado era todo y el individuo nada. Una cosa olvida esta escuela, y es que el individuo es la forma en que vive y se propaga la especie, y que no hay, por lo tanto, otro medio natural de salvar la especie que salvar los individuos que la forman. El individuo es sagrado porque representa la vida de la especie; es decir, en lengua política, la patria, la sociedad, el Estado; ese todo que a su vez es individuo a la faz de otras especies. Cada hombre lleva consigo su gobierno. Dios le ha dado el gobierno de sí mismo como una necesidad lógica del cuidado y, conservación de sí mismo. Privarlo de ese gobierno habría sido dejar su creación incompleta. Dejar el cuidado de cada hombre a otro hombre habría sido dejarle en el camino de su ruina y destrucción. El gobierno de sí mismo no es ni más ni menos que la libertad. Ser libre es gobernarse a sí mismo; pero gobernarse a sí mismo es obedecerse a sí mismo. Cada hombre libre es soberano y súbdito de sí mismo. Su gobierno es más completo cuanto más completa es su obediencia, y la obediencia de sí mismo es un elemento de la libertad tan esencial como la autoridad de sí mismo. Un hombre es un Estado en pequeño, con su Constitución en miniatura. Su exigüidad no excluye su perfección. En este sentido, su derecho civil o de hombre a hombre es

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61 una especie de derecho de gentes; como el derecho de gentes o de nación a nación no es sino un derecho civil, considerado cada Estado como un hombre en grande escala. En materia de gobierno, la forma interesa más que el fondo, porque la cuestión de la forma de gobierno se resuelve prácticamente en la cuestión de saber quién o a quiénes será dado el encargo de ejercer el gobierno: si a uno, a muchos, o a todos; si será dado por el país o será nacido sin la participación del país, aunque sí ejercido con ella. De aquí es que la cuestión de forma divide más a los pueblos que la cuestión del fondo del gobierno. La cuestión de fondo no interesa más que una sola vez: es cuando el país se ocupa de ser o de no ser soberano e independiente. Una vez conquistado y definido este derecho, ya no vuelve a ser materia de cuestión ni división interior. Lo que queda en discusión en adelante es la forma en que ha de ser ejercido el poder adquirido por el país. En qué forma quiere decir por quiénes será creado o constituido y por quiénes será ejercido. La forma del gobierno, se ha dicho, depende de la forma o modo de ser del país, en cuyo sentido el modo de constituir el gobierno es constituir al país; es decir, la manera de ser y de existir del país. Pero la manera de ser del país depende principalmente de la manera de ser del hombre, que es la unidad elemental de que se compone el país. Y como la manera de ser y condición del hombre de un país dado no se determina por la obra de un decreto, sino por la acción lenta de su educación y del medio en que se ha desenvuelto el hilo de su existencia, tan difícil es constituir un país por un decreto como formar y educar un hombre de un golpe y en un solo día. Así, el gobierno del país está trazado y constituido en el gobierno de cada hombre.

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62 Hablo del gobierno interior, pues un país de esclavos puede ser un Estado independiente de todo poder extranjero si tiene un soberano capaz de ejercer la soberanía exterior del Estado. Un país libre respecto del extranjero puede no ser libre respecto de su propio gobierno, y éste es el caso común de todos los países, con excepción de una media docena de ellos. La libertad del hombre consiste en el gobierno de sí mismo. Pero si es cierto que el ser libre es gobernarse a sí mismo, no es menos cierto que el gobernarse a sí mismo es obedecerse a sí mismo. Luego la obediencia es un elemento esencial de la libertad, pues si ella falta, el gobierno no tiene sobre qué operar su acción. Así, el hombre es a la vez el soberano y el súbdito de sí mismo. Donde hay una entidad que manda y otra que obedece, hay los elementos de un gobierno perfecto. Luego cada hombre tiene dentro de sí mismo la constitución de su gobierno individual. Esa constitución de cada hombre es a la Constitución del país poblado de ese hombre lo que el tejido orgánico es a la vida del ente animal. Como la libertad es poder, se sigue que cuanto más poder tiene un hombre sobre sí mismo tanta más libertad posee a su disposición. Y como la extensión del poder de sí mismo se mide por la extensión de la obediencia de sí mismo, resulta que el hombre es capaz de libertad en la medida que es capaz de obediencia. El que no sabe obedecerse a sí mismo no es capaz del gobierno de sí mismo, es decir, no es capaz de libertad. Es, al contrario, un esclavo, porque otro tendrá sobre él el poder de que él es incapaz sobre sí mismo.

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63 Dadme a estudiar la conducta de un solo hombre y yo os diré cómo es el gobierno de su país. Si la libertad es el gobierno del país para el país, constituir su gobierno significa en realidad constituir su libertad. Todo país es libre desde que posee un gobierno suyo independiente del extranjero. Pero puede ser libre el país sin que lo sean los individuos de que se compone el pueblo del país. Tal fue la libertad política de los países antiguos. La libertad moderna conserva ese carácter esencial, pero además tiene otro no menos esencial: el ser individual. Ella consiste en que cada hombre sea independiente de otro hombre, como de países del extranjero. Así, cada ciudadano viene a tener dos soberanías o dos libertades, por decirlo así: una colectiva respecto del extranjero; otra individual respecto de su propio gobierno y de todo otro individuo de su país. Más que dos libertades son dos modos de ejercer una misma y sola libertad. Reformas legislativas La gran ventaja de reformar la legislación civil gradualmente y ley por ley es que todo el mundo sabe y siente la razón y la necesidad de la reforma, todo el mundo participa de su discusión, el cuerpo legislativo lo mismo que la prensa y la sociedad entera; y la ley es no solamente la experiencia de la opinión general, sino la satisfacción completa de una necesidad real del país. En un Código no sucede lo mismo: con las leyes más necesarias se mezclan otras absurdas y dañosas, que pasan inapercibidas, porque los Códigos se sancionan sin discusión, por la razón de que no necesitan discutirse. Cuando en vez de confiar a un sabio o a un magistrado el trabajo de elaborar la ley o el Código es dado a un abogado en ejercicio, el peligro de los Códigos es mayor que nunca, porque es difícil que el abogado deje de tener interés propio en hacer pasar una ley o un principio que resuelva en su favor una cuestión que la antigua ley no

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64 permitía entablar y que sólo espera una ley nueva por crearse, o que al menos sirvan para vengar su amor propio de una herida recibida por la causa de la antigua legislación. Todo el mundo conocería esta razón personal del abogado en la discusión de una ley suelta elaborada por él, y la ley falaz dejaría de recibir su sanción. Pero en un Código sancionado sin discusión a causa de su magnitud, el abogado que lo trabaja es dueño de hacer pasar cuantos principios necesita el interés de su bolsillo o el interés de su amor propio. Y como en América los Códigos son elaborados por abogados en ejercicio y no por magistrados ni sabios ajenos a la práctica del foro, los Códigos son especie de alegatos y de fallos anticipados dados por la parte interesada en los litigios de promoción posible para un porvenir previsto y esperado. Son trabajos interesados y su interés es esencialmente parcial y particular. La ciencia podrá abundar en ellos; lo que faltará de sus leyes es la justicia y el derecho, es decir, todo lo que constituye la ley. El espíritu de la revolución Toda revolución tiene su ley natural, según la cual se produce naturalmente. En virtud de esa ley, toda revolución se hace o produce por un interés que debe dar satisfacción a una necesidad esencial a la vida del país. Una revolución, como una guerra, no se hace jamás por una idea. Aunque el país se compusiera de puros ideólogos, no haría una revolución ni una guerra por una idea. La idea que representa una revolución no se da a conocer, aun a sus autores, sino después que la revolución está hecha bajo la impulsión instintiva del interés que debe satisfacer la necesidad natural por la cual es gobernado el país en ese acto, sin tener idea siquiera del interés especial y determinado que lo impulsa. De ahí es que las revoluciones se hacen a veces sin revolucionarios, por la simple necesidad de las cosas que interesan a la mejora y al bienestar social. Tal fue la revolución de América.

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65 No fue hecha por una idea, fue la obra de un interés en servicio de una necesidad general. Por eso se convirtió en ley. Si no existiese esa ley natural, no habría progreso humano. Todavía no está definida la idea de progreso, y el hombre es un ser progresista que progresa desde su origen en el mundo. Así, el gran revolucionario de la Humanidad es el interés instintivo de mejorar y progresar; es decir, de cambiar su condición actual por otra mejor, en virtud de la ley que hace que lo que es hoy perfecto sea mañana insuficiente; lo que hoy merezca vivir, mañana merezca desaparecer, en servicio de la mejora del hombre. Es tontería ver en los ideólogos y en las ideas los autores y objetos de las revoluciones. Ellas son la obra de los intereses y de las necesidades, que gobiernan la conducta de los hombres, casi siempre inconscientes de lo que hacen, bueno o malo, en su propio favor. Los revolucionarios argentinos son hombres sin ideas. No las tienen fijas sobre nada, y la única necesidad que los gobierna es la de ocupar el Poder para vivir de él vida grande y cómoda, con poco trabajo.

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Una entrevista histórica

EL GENERAL SAN MARTÍN EN 1845

JUAN BAUTISTA ALBERDI

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67 París, 14 de Septiembre de 1843 El 1° de Septiembre, a eso de las once de la mañana, estaba yo en casa de mi amigo el señor D. M. J. de Guerrico, con quien debíamos asistir al entierro de una hija del señor Ochoa (poeta español) en el cementerio de Montmartre. Yo me ocupaba, en tanto que esperábamos la hora de la partida, de la lectura de una traducción de Lamartine, cuando Guerrico se levantó, exclamando: "¡El general San Martin!" Me paré lleno de agradable sorpresa al ver la gran celebridad americana que tanto ansiaba conocer. Mis ojos, clavados en la puerta por donde debía entrar, esperaban con impaciencia el momento de su aparición. - Entró por fin con su sombrero en la mano, con la modestia y el apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente lo hallé del tipo que yo me había formado oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América¡ Por ejemplo: Yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y, sin embargo de que lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne, pero le hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de su voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llanura de un hombre común. Al ver el modo de como se considera él mismo, se diría que este hombre no había hecho nada de notable en el mundo, porque parece que él es el primero en creerlo así. Yo había oído que su salud padecía mucho; pero quedé sorprendido al verle más joven y más ágil que todos cuantos generales he conocido de la guerra de nuestra independencia, sin excluir al general Alvear, el más joven de todos. El general San Martín padece en su salud cuando está en inacción, y se cura con solo ponerse en movimiento. De aquí

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68 puede inferirse la fiebre de acción de que este hombre extraordinario debió estar poseído en los años de su tempestuosa juventud. Su bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote, a pesar que hoy lo llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete, sin embargo, una inteligencia clara y despejada, un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente cada vez que se abren sus ojos, llenos aun del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña; la boca pequeña ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe; la barba es aguda. Estaba vestido con sencillez y propiedad: corbata negra, atada con negligencia; chaleco de seda, negro; levita del mismo color; pantalón mezcla de celeste; zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse acepté y cerré con las dos manos la derecha del gran hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y el Perú. En ese momento se despedía para uno de los viajes que hace en el interior de Francia en la estación de verano. No obstante su larga residencia en España, su acento es el mismo de nuestros hombre de América, coetáneos suyos. En su casa habla alternativamente el español y francés, y muchas veces mezcla palabras de los dos idiomas, lo que le hace decir con mucha gracia que llegará un día en que se verá privado de uno y otro o tendrá que hablar un patois de su propia invención. Rara vez o nunca habla de política - jamás trae a la conversación con personas indiferentes sus campañas de Sudamérica; sin embargo, en general le gusta hablar de empresas militares. Yo había sido invitado por su excelente hijo político, el señor don Mariano Balcarce, a pasar un día en su casa de campo en Grand Bourg, como seis leguas y media de París. este paseo debía ser para mí tanto más ameno cuanto que debía de hacerlo por el camino de hierro en que nunca había andado. A las once del día señalado nos trasladamos con mi amigo el señor Guerrico al establecimiento de carruajes de vapor de la línea de Orleans, detrás del Jardín de Plantas. El convoy, que debía partir pocos momentos después, se componía de 25 a 30 carruajes de tres categorías.

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69 Acomodadas las 800 a 1000 personas que hacían el viaje, se oyó un silbido, que era la señal preventiva del momento de partir. Un silencio profundo le sucedió, y el formidable convoy se puso en movimiento apenas se hizo oír el eco de la campana que es la señal de partida. En los primeros instantes, la velocidad no es mayor que la de los carros ordinarios; pero la extraordinaria rapidez que ha dado a este sistema de locomoción la celebridad de que goza, no tarda en aparecer. El movimiento entonces es insensible, a tal punto, que uno puede conducirse en el coche como si se hallase en su propia habitación. Los árboles y edificios que se encuentran en el borde del camino parecen pasar por delante de la ventanas del carruaje con la prontitud del relámpago, formando un soplo parecido al de la bala. A eso de la una de la tarde se detuvo el convoy en Ris; de allí a la casa del general San Martín hay una media hora, que anduvimos en un carruaje enviado en busca nuestra por el señor Balcarce. La casa del general San Martín está circundada de calles estériles y tristes que forman los muros de las heredades vecinas. Se compone de un área de terreno igual, con poca diferencia, a una cuadra cuadrada nuestra. El edificio es de un solo cuerpo y dos pisos altos. Sus paredes, blanqueadas con esmero, contrasta con el negro de la pizarra que cubre el techo, de forma irregular. Una hermosa acacia blanca da su sombra al alegre patio de la habitación. El terreno que forma el resto de la posesión está cultivado con esmero y gusto exquisito: no hay un punto en que no se alce una planta estimable o un árbol frutal. Dalias de mil colores, con una profusión extraordinaria, llenan de alegría aquel recinto delicioso. Todo en el interior de la casa respira orden, conveniencia y buen tono. La digna hija del general San Martín, la señora Balcarce, cuya fisonomía recuerda con mucha vivacidad la del padre, es la que ha sabido dar a la distribución doméstica de aquella casa el buen tono que distingue su esmerada educación. El general ocupa las habitaciones altas que miran al Norte. He visitado su gabinete lleno de la sencillez y método de un filósofo. Allí, en un ángulo de la habitación, descansaba impasible colgada al muro la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América occidental. Tuve el placer de tocarla y verla a mi gusto; es excesivamente curva, algo corta, el puño sin guarnición; en una palabra, de la forma denominada vulgarmente moruna. Está admirablemente conservada: sus grandes virolas son amarillas, labradas, y la vaina que la sostiene es de un cuero negro graneado semejante al del jabalí. La hoja es blanca enteramente, sin pavón ni ornamento alguno. A su lado estaban también las pistolas grandes, inglesas, con que nuestro guerrero hizo la campaña al pacífico.

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70 Vista la espada, se venía naturalmente el deseo de conocer el trofeo con ella conquistado. Tuve, pues, el gusto de examinar muy despacio el famoso estandarte de Pizarro, que el Cabildo de Lima regaló al general San martín, en remuneración de sus brillantes hechos. Abierto completamente sobre el piso del salón, le vi en todas sus partes y dimensiones. Es como de nueve cuartas. El fleco, de seda y oro, ha desaparecido casi totalmente. Se puede decir que del estandarte primitivo se conservan apenas algunos fragmentos adheridos con esmero a un fondo de seda amarillo. El pedazo más grande es el del centro, especie de chapón donde, sin duda, estaba el escudo de armas de España, y en que hoy no se ve sino un tejido azul confuso y sin idea ni pensamiento inteligible. Sobre el fondo amarillo o caña del actual estandarte se ven diferentes letreros, hechos con tinta negra, en que se manifiestan las diferentes ocasiones en que ha sido sacado a las procesiones solemnes por los alféreces reales que allí mismo se mencionan. ¿Quién si no el general San Martín debía poseer este brillante gaje de una dominación que había abatido con su espada? Se puede decir con verdad que el general San Martín es el vencedor de Pizarro; ¿A quién, pues, mejor que al vencedor tocaba la bandera del vencido? La envolvió a su espada y se retiró a la vida obscura, dejando a su gran colega de Colombia la gloria de concluir la obra que él había casi llevado hasta su fin. Los documentos que a continuación de esta carta se publican por primera vez en español, prueban de una manera evidente que el general San martín hubiera podido llevar a cabo la destrucción del poder militar de los españoles de América, y que aún lo solicitó también con un interés, y una modestia inaudita en un hombre de su mérito. Pero sin duda esta obra era ya incumbencia de Bolívar; y éste, demasiado celoso de su gloria personal, no quiso cederla a nadie. El general San Martín, como se ve, pues, no dejó inacabado un trabajo que hubiera estado en su mano concluir. Como parece estar decidido de un modo providencial que nuestros hombres célebres del Río de la Plata, hayan de señalarse por alguna originalidad o aberración de

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71 carácter, también nuestro Titán de los Andes ha debido tener la suya. Si pudiéramos considerarlo hombre capaz de artificio o disimulo en las cosas que importan a su gloria, sería cosa de decir que él habla abrazado intencionalmente esta singularidad; porque, en efecto, la última enseña que hay que agregar a un pecho sembrado de escudos de honor, capaz de deslumbrarlos a todos, es la modestia. He aquí la manía, por decirlo así del general San Martín; y digo la manía, por que lleva esta calidad más allá de lo conveniente a un hombre de su mérito. Por otra parte, bueno es que de este modo vengan a hallarse compensadas las buenas y malas cosas de nuestra historia americana. Mientras tenemos hombres que no están contentos sino cuando se les ofusca con el incienso del aplauso por lo bueno que no han hecho, tenemos otros que verían arder los anales de su gloria individual sin tomarse el comedimiento de apagar con el fuego destructor. No hay ejemplo (que nosotros sepamos) de que el general San Martín haya facilitado datos ni notas para servir a redacciones que hubieran podido serles muy honrosas; y difícilmente tendremos hombre público que haya sido solicitado más que él para darlas. La adjunta carta al general Bolívar, que parecía formar una excepción de esta práctica constante, fue cedida al Sr. Lafón, editor de ella, por el secretario del libertador de Colombia. Se me ha dicho que cuando la aparición de la Memoria sobre el general Arenales publicada por su hijo, un hombre público de nuestro país, escribió al general San Martín, solicitando de él algunos datos y su consentimiento para refutar al coronel Arenales, en algunos puntos en que no se apreciaba con la bastante latitud los hechos esclarecidos del Libertador de Lima. El general San Martín rehusó los datos y hasta el permiso de refutar a nadie en provecho de su celebridad. El actual rey de Francia, que es conocedor de la historia americana, habiendo hecho reminiscencia del general San Martín, en presencia de un agente supo público de América, con quien hablaba a la sazón, supo que se hallaba en París desde largo tiempo. Y como el rey aceptase la oferta que le fue hecha inmediatamente de presentar ante S. M. al general americano, no tardó éste con ser solicitado con el fin referido; pero el modesto general, que nada tiene que hacer con los reyes, y que no gusta de hacer la corte ni que se la hagan a él; que no aspira ni ambiciona distinciones humanas, pues que

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72 está en Europa, se puede decir, huyendo de los homenajes de catorce Repúblicas, libres en gran parte por su espada, que si no tiene corona regia, la lleva de frondosos laureles, en nada menos pensó que en aceptar el honor de ser recibido por S. M., y no seré yo el que diga que hubiese hecho mal en esto. Antes de que el marqués Aguado verificase en España el paseo que le acarreó su fin, hizo las más vehementes instancias a su antiguo amigo el general San Martín para que le acompañase al otro lado del Pirineo. El general se resistió observándole que su calidad de general argentino le estorbaba entrar en un país con el cual el suyo había estado en guerra, sin que hasta hoy tratado alguno de paz hubiese puesto fin al entredicho que había sucedido a las hostilidades; y que en calidad de simple ciudadano le era absolutamente imposible aparecer en España por vivos que fuesen los deseos que tenía de acompañarle. El señor Aguado, no considerando invencible éste obstáculo, hizo la tentativa de hacer venir de la Corte de Madrid el allanamiento de la dificultad. Pero fue en vano, porque el Gobierno español, al paso que manifestó su absoluta deferencia por la entrada del general San martín como hombre privado, se opuso a que lo verificase en su rango de general argentino. El libertador de Chile y el Perú, que se dejaría tener por hombre obscuro en todos los pueblos de la tierra, se guardó bien de presentarse ante sus viejos rivales de otro modo con su casaca de Maipú y Callao; se abstuvo, pues, de acompañar a su antiguo camarada. El señor de Aguado marchó sin su amigo y fue la última vez que le vio en la vida. Nombrado testamentario y tutor de los hijos del rico banquero de París, ha tenido que dejar hasta cierto punto las habitudes de la vida inactiva que eran tan funestas a su salud. La confianza de la administración de una de las más notables fortunas de Francia, hecha a nuestro ilustre soldado, por un hombre que lo conocía desde la juventud, hace tanto honor a las prendas de su carácter privado, como sus hechos de armas ilustran su vida pública. El general San Martín habla a menudo de la América, en sus conversaciones íntimas, con el más animado placer: hombres, sucesos, escenas públicas y personales, todo lo recuerda con admirable exactitud. Dudo sin embargo que alguna vez se resuelva a cambiar los placeres estériles del suelo extranjero, por los peligrosos e inquietos goces de su borrascoso país. Por otra parte, ¿será posible que sus adioses de 1829, hayan de ser los últimos que deba dirigir a la América, el país de su cuna y de sus grandes hazañas? "Felizmente, el pasado no muere jamás completamente para el hombre. Bien puede el hombre olvidarlo, pero él lo guarda siempre en sí mismo. Porque tal cual es él en

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73 cada época es el producto y resumen de todas las épocas anteriores." (La Cité Antique, de Coulanges.)