por el amor o la fuerza feminización del trabajo o biopolítica del cuerpo

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    Tracantes de Sueños no es una casa editorial, ni si-quiera una editorial independiente que contempla lapublicación de una colección variable de textos crí-ticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentidoestricto de «apuesta», que se dirige a cartograar las

    líneas constituyentes de otras formas de vida. La cons-trucción teórica y práctica de la caja de herramientasque, con palabras propias, puede componer el ciclo deluchas de las próximas décadas.

    Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro,sin concesiones con el narcisismo literario, sin lealtadalguna a los usurpadores del saber, TdS adopta sinambages la libertad de acceso al conocimiento. Queda,por tanto, permitida y abierta la reproducción total oparcial de los textos publicados, en cualquier formatoimaginable, salvo por explícita voluntad del autor o dela autora y sólo en el caso de las ediciones con ánimode lucro.

    Omnia sunt communia!

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    Mapas. Cartas para orientarse en la geografía variable de la

    nueva composición del trabajo, de la movilidad entre fron-teras, de las transformaciones urbanas. Mutaciones velocesque exigen la introducción de líneas de fuerza a través de lasdiscusiones de mayor potencia en el horizonte global.

    Mapas recoge y traduce algunos ensayos, que con lucidez yuna gran fuerza expresiva han sabido reconocer las posibili-dades políticas contenidas en el relieve sinuoso y controver-tido de los nuevos planos de la existencia.

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    Edición original: Per amore o per forza. Femminilizzazione del lavoroe biopolitiche del corpo, Verona, ombre corte, 2010

    Primera edición: 1000 ejemplares, febrero de 2014Título:Por amor o a la fuerzaAutor:Cristina MoriniTraducción: Joan Miquel Gual BergasMaquetación y diseño de cubierta: Tracantes de Sueños [[email protected]]Edición:Tracantes de SueñosC/ Embajadores 35, local 6. C.P. 28012 Madrid.Tlf: 915320928. [e-mail:[email protected]]Impresión:Grá cas OnaISBN 13: 978-84-96453-94-4Depósito legal: M-1114-2014

    © 2010, del texto, Cristina Morini.© 2014, de la edición, Tracantes de Sueños.

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    Por amor o a la fuerzaFeminización del trabajoy biopolítica del cuerpo

    Cristina Morini

    Prólogo: Judith Revel

    Traducción: Joan Miquel Gual Bergas

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    Índice

    Prefacio. Judith Revel _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _13Agradecimientos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _21Introducción a la edición en castellano _ _ _ _ _ _ _ _ _ _251. Raza precaria. Diferencia y transición,

    base de la nueva subjetividad _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _39No se nace mujer _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _46Relación de minoría _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _61Muévete, muévete y muévete _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _63No hay ya sexo que tener _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _67Palabras de amor que hablan de trabajo _ _ _ _ _ _ _ _72

    2. La feminización del trabajo en elcapitalismo cognitivo_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _79Características y contenidos del trabajo

    cognitivo contemporáneo_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _89Trabajadores y trabajadoras del conocimiento_ _ _100Una encuesta a periodistas freelance _ _ _ _ _ _ _ _ _ _107Conclusiones _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _111

    3. Nuestro cuerpo es un trabajador precario_ _ _ _ _ _ _119La fábrica somos nosotros _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _122Aspectos ideológicos: elsensemaking _ _ _ _ _ _ _ _ _129La valorización del cuerpo erótico _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _132La valorización del cuerpo materno _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _140También los cognitarios tienen cuerpo _ _ _ _ _ _ _ _ _ _144Cuerpos, tecnologías y biotecnologías _ _ _ _ _ _ _ _148Cuerpos y consumo _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _151Sobre el abuso del concepto de vida _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _152

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    4. Desmesura y cualidad del trabajocontemporáneo _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _159Horarios ampliados_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _164Iso-work: la igualdad de producción

    y reproducción_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _172La cualidad del trabajo contemporáneo_ _ _ _ _ _ _ _178Algunos casos empíricos_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _187Hipótesis de conclusión_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _191

    5. Renta, autodeterminación, política del común_ _ _197¿Qué quiere decir patriarcado?_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _199El modelo de los cuidados_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 206No hay medida_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _210El rol del afecto_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 212Renta o la remuneración contemporánea_ _ _ _ _ _218

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    ¿Cuál es hoy la red de relaciones de poder , de prácticasy de discursos que atraviesa a las mujeres? A esta pregun-ta, el feminismo «histórico» ha intentado responder, almismo tiempo, con el diagnóstico de una situación —en eltiempo y en el mundo— con el que se trataba de producirla crítica, y con la experimentación de espacios de autode-terminación, de subjetivación individual y colectiva y de

    invención de otros modos de vida. A menudo, sin embar-go, y más de cuarenta años después de aquel ‘68 que vieraefectivamente latoma de palabra(por usar la bella expre-sión de Michel de Certeau) por parte de una serie de suje-tos que hasta ese momento habían permanecido privadosde habla, tan solo el recuerdo de la triple experiencia dediagnóstico, crítica y subjetivación ha permanecido. En

    los mejores casos se recuerda este periodo histórico concierta nostalgia y/o con el conocimiento debido a la enor-me deuda que las generaciones posteriores —la mía, porejemplo— tienen en su haber frente a aquellas que hanluchado por arrancar conquistas gracias a las cuales hijasy nietos han construido su propio suplemento de libertad.En el mejor de los casos queda por lo tanto la memoria.Sin embargo, en muchos otros casos, la memoria se haperdido, o para decirlo de una forma más precisa, parece

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    que el sentido del tiempo, la conciencia histórica que tan

    importante había sido en las luchas de mujeres, se ha des-vanecido. Este progresivo olvido de la raíz diagnósticadel feminismo —es decir, del hecho de que no se puedeproducir crítica si no es a partir de un trabajo de investi-gación, de historización, de periodización y de puesta ensituación de la propia actualidad— ha hecho emerger dis-cursos extraños: esencialismos ahistóricos, discursos de

    género sin referencias a la actualidad, repliegues identi-tarios, separatismos por principio sin objetivo estratégico,exaltaciones de la esfera de lo privado o de aquello que sepercibía como tal (los afectos, las relaciones), o al contra-rio, de lo público (paridad legal, Estado de derecho) comoúnico horizonte posible de prácticas sin lugar ni tiempo.No se trata, obviamente, de decir que nada ha valido lapena, ni de desacreditar la actual cartografía de los femi-nismos, tanto en Italia como en cualquier otra parte. Setrata simplemente de especicar un problema generaliza-do entre los movimientos en este inicio del nuevo milenio:la extraña tendencia a reducir las luchas a la reproducción(o a la mera reicación) de un pasado que pasó; o bien —yquizás esta sea la mayor dicultad— la imposibilidad deretomar al mismo tiempo el trabajo de la crítica y el de laexperimentación, el análisis del hoy y la voluntad de cam- bio, las luchas y la subjetivación.

    Nos encallamos. Nos bloqueamos. Las carretillas —an de recuperar el coraje, más que por una necesidad real

    de la fuerza cinética— se vuelven cada vez más pesadas:si no conseguimos hacer política y cambiar aquello quenos toca, que obviamente no es mucho, porque lo que ¡te-nemos que cambiar es el imaginario mismo que tenemosdel cambio! Dicho de otro modo, el problema no es la pa-rálisis sino el color o el corte del pijama de paralíticas quellevamos puesto. De esta modo, se puede llegar al in ni-

    to en uncrescendo de ansias (legítimas) y de inmovilidad(políticamente menos fácil de admitir): ¿y si para cambiar

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    cambiásemos el imaginario del imaginario del cambio?En denitiva, no salimos de esta espiral. Mientras, elmundo sí cambia de verdad, de hecho muy deprisa, y no-sotras nos vemos excluidas de él doblemente: por un lado,no tenemos autonomía ni autodeterminación, incluso loslogros de nuestras madres son hoy severamente puestosen cuestión; por otro, no estamos capacitadas ni siquierapara leer. Antes de resultar extrañas al mundo, es el mun-do el que frecuentemente se nos vuelve extraño.

    En este contexto, no precisamente risueño —que senos perdone el pesimismo de fondo— existen ciertamen-te situaciones, grupos y experimentaciones formidables,tanto en Italia como en cualquier otra parte, y no quere-mos infravalorarlos, pero la tendencia nos parece por logeneral la de una incapacidad de estar a la altura de lostiempos. El libro de Cristina Morini, que retoma, concen-tra y presenta el resultado de una década de experiencias,prácticas y análisis, y que proyecta tantas otras investiga-ciones que vendrán, es una verdadera bocanada de oxí-geno. Porque habla el lenguaje de las mujeres, pero para

    poder hacerlo, habla sobre todo el lenguaje de la política.Quizás sea esta la primera especi dad a la hora de re-conocer el conjunto de este texto, que comprende desdela biopolítica a la bioeconomía, de la precariedad a loscuidados, de la interculturalidad a la sexualidad, de loscuerpos al tiempo, de la producción a la reproducción, dela mutación del paradigma del trabajo al problema de la

    medida del valor trabajo, de la explotación de la vida a lasexperiencias de reapropiación de todo lo que hemos sidoexpropiadas/os.

    Escribimos voluntariamente «de todo lo que hemossido expropiadas/os», manteniendo la propia desinenciaporque también esto es remarcable en Cristina Morini,desde las primeras líneas de la introducción: la condiciónde las mujeres no puede ser interpretada sino dentro del

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    conjunto de dispositivos de sujeción y de explotación, de

    control y de expropiación en acto, es decir, en el cua-dro de una racionalidad política que caracteriza nues-tra época. Esto no signi ca que no haya una condicióndiferente de las mujeres. Signi ca simplemente que sino nos planteamos el problema de la descripción y de lacomprensión de tal racionalidad, no podemos pretenderdar cuenta de sus efectos,ni siquiera en las modalidades es-

    pecí cas que se aplican a las mujeres. Y esto, precisamente,en la medida en que Cristina Morini analiza esta nuevaracionalidad: una nueva economía política fundada nosolo sobre la vida puesta a trabajar (la «bioeconomía»,por retomar el concepto acuñado con extrema preci-sión en trabajos anteriores junto a Andrea Fumagalli),sino sobre el desplazamiento del centro de gravedad dela producción: de la economía de bienes materiales a lacada vez más central movilización de los recursos cogni-tivos, lingüísticos, afectivos, cooperativos, sociales de laproducción misma. Y con ello da cuenta de un fenómenoal mismo tiempo banal y nuevo. La feminización del tra- bajo, y más en general la feminización de una bioecono-mía fundada sobre la expropiación de la productividadde la vida que excede de largo la mera esfera del trabajo,no es solamente (y algunas veces no lo es en absoluto) elnombre que implica el ingreso masivo de las mujeres enel mercado de trabajo o, más en general, en la esfera dela producción. Ha sido así históricamente, y quizá lo estodavía hoy en parte; pero es también el nombre de una

    extensión monstruosa de las condiciones de explotacióny sujeción, que históricamente pertenecen a las mujeres,hacia toda la esfera de producción. En otras palabras: allídonde, históricamente, la condición de las mujeres era laexclusión (de las formas de decisión política, de lo que seconsideraba la producción económica, de lasguras deltrabajo asalariado); allí donde, por lo tanto, las luchas de

    las mujeres han buscado (y frecuentemente han obteni-do) una inclusión —obviamente parcial, en muchos casos,

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    discriminante e inestable— percibida como revancha; allí

    donde, en denitiva, se ha tratado de entrar en un mun-do del que solo se formaba parte en sus márgenes, hoyparece, al contrario, que la condición histórica de las mu- jeres se ha vueltola medida de la explotación de todas las per-sonas , el paradigma general de la vida puesta a trabajar,incluidos los hombres. En dicha extensión la mujer estáclaramente expuesta a una «doble pena»: si antes era dis-

    criminada como mujer, hoy —que al n los varones son«administrados», gestionados y explotados como lo hansido las mujeres— lo es dos veces, como una subguraempujada hacia los márgenes de su propia condición. Siantes las mujeres eran excluidas como mujeres, hoy sonexcluidas incluso de las guras históricas que han carac-terizado su explotación.

    De esta feminización convertida en paradigma gene-ral (correlativa a un cierto desclasamiento de las mujeresen su interior, siendo la mujer la «variante» más baja deldevenir mujer del trabajo), Cristina Morini registra las ca-racterísticas a partir de una dimensión de investigaciónmilitante que reaparece permanentemente detrás del tex-to, y que permite a la lectura sociológica y económica dela realidad entrelazarse, en cualquier caso, con una lecturapolítica. La superposición total hoy entre tiempo de tra- bajo y tiempo de vida, la indistinción entre producción yreproducción, la centralidad cada vez más vericada deltrabajo de cuidados, la precarización y exibilización del

    trabajo asalariado, la integración dentro del trabajo asala-riado de formas de producción no retribuidas y que exce-den sin duda el tiempo de trabajo, la dicultad de man-tener espacios de autodeterminación, de subjetivación yde puesta en común de las experiencias, la imposibilidadcasi total de mantener un sentido prospectivo, abierto, delpropio tiempo de vida, etc. Cualquiera reconoce en este

    elenco no exhaustivo fragmentos de vida, grumos de su-frimiento y nudos irresueltos.

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    Se impone por lo tanto un problema. El problema. ¿Sig-

    nica quizás que en el devenir mujer general del mundo,las mujeres han perdido su especi cidad, que se han vuel-to —políticamente, puesto que esta es la única dimensiónque queremos tomar en consideración— una de las tantascaras de la explotación actual?

    Sí y no. La generalización de su condición a todos —

    empezando por la emergencia de esta economía delcare, hoy central, a la que Cristina Morini dedica páginas apa-sionantes— signica, en términos históricos, un posicio-namiento de las luchas de las mujeres en un horizontenuevo: ¿cómo luchar como precaria si no es con los preca-rios? ¿Cómo reivindicar la renta básica si no es con todosaquellos cuya vida es efectivamente saqueada y expro-piada por el capital? ¿Cómo denunciar la insu ciencia deuna defensa meramente trabajista de los explotados, si noes junto a todas aquellas personas que producen —y queson expropiadas de tal producción— fuera de la esfera deltrabajo asalariado? En de nitiva, signi ca no tener miedoa abrir la propia diferencia histórica a otras determina-ciones, a otras contradicciones. O aún de una forma mássimple: no tener miedo a repensar tal diferencia, porqueno existe diferencia que no sea producto de una historia; yla historia, por de nición, cambia. A menos que se quierahacer de la diferencia femenina una esencia, una identi-dad, una hoja de higuera que no permita ver el mundoque muta, un privilegio exorbitante o un comercio aca-

    démico que justi

    ca a cada pequeño potentado (y otrostantos pequeños mecanismos de jerarquización, pequeñas baronías, pequeñas sujeciones de las «hijas» a sus gran-des «madres», pequeñas normatividades impuestas, etc.,lo que se entiende banalmente por relaciones de poder bellas y buenas sobre la base de posiciones de saber, decapital social y de diferencia generacional). A menos que

    se quiera hacer de la diferencia un fetiche debemos a r-mar: la diferencia de las mujeres —en principio sufrida,

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    después desechada como un calcetín y puesta en práctica,

    estratégicamente construida, políticamente empleada—no puede ser pensadaen general. Debe ser siempre ubi-cadaen situación , dentro de un contexto del que no se ex-cluyen ni las otras contradicciones (y una entre todas: lasrelaciones de clase, que a su vez deben ser rede nidas),ni los otros nudos. La diferencia en síno existe: se cons-truye a partir de la cartografía y del diagnóstico político

    de aquello que la misma diferencia es en un momentodado y en un lugar especí co. La diferencia tiene que serproducida, reinventada.

    Llegados a este punto las preguntas a plantear son: ¿enel contexto descrito, cuáles son los espacios de experimen-tación posibles de tal diferencia? ¿En qué modo (y en quémedida) las mujeres pueden hablar en tanto que mujeres?¿Cuál es el saber (de la explotación, de la sujeción, perotambién de las resistencias, de las estrategias, de la sus-tracción o del ataque) que las mujeres son hoy capaces deofrecer a todos en nombre de una historia que las ha visto,antes que a cualquier otro sujeto, expulsadas de y saquea-das por el poder al mismo tiempo? Y, al contrario, ¿sobrequé líneas de recomposición (mutable, cambiante, cadavez por redenir) pueden las mujeres construir la propiadiferencia histórica y política actual con la de los otros,mestizar la diferencia femenina con la diferencia de coloro de clase,construir común (en las reivindicaciones, en lasluchas en el antagonismo) a partir de singularidades (de

    experiencias), inventar cruces y encuentros, tejer con otrosy otras elvalor diferencial de las diferencias, es decir, que laidea del valor político de las diferencias vale sólo si las di-ferencias aceptan de vez en cuando diferir de sí mismas?

    El bello capítulonal de este libro —sobre cuidados,renta e instituciones del común— es, desde este punto

    de vista, la notable ilustración de tal ejercicio de interro-gación. Hacer valer la propia diferencia histórica abre

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    perspectivas a todos, porque el generalizadodevenir mujer

    del trabajo (en particular a través de la valorización econó-mica delcare y de la cooperación) y la demanda de con-sideración —y de pago— de la productividad de la vida(la renta) no pueden no desembocar en una perspectivaen la que el común (el común de las diferenciasen tantoque diferencias) de nombre y visibilidad al conjunto de lasluchas y de los espacios de subjetivación reconquistados.

    Las mujeres poseen una antigua sabiduría de las lu-chas. Deben solamente reinvertir en el presente aquellamemoria, arriesgando las propias certezas, abandonandosus pretensiones identitarias, entregándose a la actividadde diagnosis del mundo en general, poniendo en marchainvestigaciones militantes, determinando puntos de fuer-za, líneas de fractura, dispositivos de control, espacios desubjetivación, para hacer valernalmente una diferenciapotente: no la que se tiene sino la que se construye y que,de vez en cuando, con o sin otras diferencias, en la acu-mulación o sedimentación de experiencias de liberación(necesaria pero no suciente) y de libertad (intransitiva)se relanza más lejos.

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    Este libro no habría sido posible sin los encuentros, lasdiscusiones y el trabajo político dentro de los movimien-tos que han enriquecido mi vida en los últimos años. Nohabría sido posible sin las experiencias directas y las in-vestigaciones llevadas a cabo sobre el trabajo cognitivo.

    En primer lugar, debo dar las gracias a las amigas de

    veladas y confrontaciones brillantes que me han enseñadoque la diferencia no es un dato, sino un proyecto. Un pro-yecto que tiene que ver con el mundo entero: Serena Boeri,Arifa Hashmi, Zahra Mohamed Abdulle, Kaha MohamedAden, Bet y Gilmore, Celmira Orozco, Nicolet a Poidima-ni, Rosella Simone, Paola Meo. Entre ellas, echo de menoscada día a Marinet a Nunziante. Marinet a ha supuesto

    para mí y para todas nosotras un ejemplo de inteligencia,de fuerza y de elegancia. Gracias a ella entendí qué es una«práctica política», los momentos en que la vida expresaexactamente aquello en lo que creemos. Así ha sido paratantas y tantos —con una generosidad de la que hoy se haperdido su memoria— de su generación. En este libro hayrastros de ella.

    Agradecimientos

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    Doy las gracias a las mujeres delGruppo Sconvegno de Mi-

    lán, con las que he compartido muchísimas reexiones,debates y proyectos sobre la cuestión del trabajo, de lafeminización, de la precariedad. Le doy las gracias parti-cularmente a Sveva Magaraggia, Chiara Martucci y Fran-cesca Pozzi, por sus importantes críticas al texto. Tambiénles agradezco sus sonrisas, su afecto y su conanza.

    Quiero recordar, entre muchas, y por ello de maneradesordenada e incompleta, a Daniela Pellegrini, Antone-lla Corsani, Tiziana Villani, Beatrice Busi, Laura Fantone,Ida Dominijanni, Kristin Carls, Anna Simone, Elisabet aDella Corte, Zoe Romano, Gaia Maqi Giuliani, Giulia Sel-mi, Vincenza Perilli, Stefania Voli, Monica Pepe, PinucciaVirgilio, Adriana Nannincini, Floriana Lipparini, LindaSantilli, Roberta Pompili, Emiliana Armano, mujeres conquienes he tenido en estos años, incluso desde las diferen-cias recíprocas, intercambios fundamentales.

    La Libera università delle donne de Milán, con Lea Me-landri, Maria Grazia Campari y todas las demás, ha sidoun precioso punto de referencia. En este lugar, le doy lasgracias a cada una de ellas, he aprendido muchísimo en-contrando, por otra parte, una rara capacidad de escucha.

    No me resulta fácil recordar las muchas citas, los diá-logos y las re exiones que me han llegado desde diferen-tes colectivos feministas en estos años. Quiero recordar a

    las mujeres de Mai state zit e de Milán,Guai a chi ci tocca delTPO de Bolonia,Sexyshock de Bolonia,Sommosse de Peru-ggia,Fuxia block de Padua,Rossefuoco de Turín. Y tambiéna la redPrecas ,Serpica Naro y le Comunicat ive.

    Uninomade, Posse , los procesos de autoformación, lasexperiencias, los conocimientos madurados en este alveo-

    lo han sido determinantes; me han permitido crecer en unespacio de intercambio riquísimo. Gracias a este circuito,

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    Agradecimientos 23

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    he entrenado mi mirada en la profundidad. Aquí he encon-

    trado personas que han sido fundamentales en la construc-ción de mi itinerario político y de análisis, o incluso simple-mente humano. Cito en primer lugar a Anna Curcio y GigiRoggero, que han leído partes de este ensayo animándomey ofreciéndome apuntes cruciales para su profundización.

    En estas páginas están todas y todos, sin distinciones.

    Intento hacer una lista con algunos nombres, con el únicoobjeto de recordar que la pasión política se nutre siemprede relaciones vivas entre cuerpos: Serena Fredda, SerenaOrazi, Giuliana Visco, Claudia Bernardi, Margherita Emi-let i, Alberto De Nicola, Paolo Do, Antonio Conte, Fran-cesco Raparelli, Andrea Guel , Gian Marco De Pieri, LucaCasarini, Beppe Caccia, Benedet o Vecchi, Marco Bascet a,Francesco Salvini, Stefano Lucarelli, Federico Chicchi,Giuseppe Allegri. Debo muchísimo también a la suges-tiva potencia de los escritos de Judith Revel, Tiziana Te-rranova, Toni Negri, Sandro Mezzadra, Carlo Vercellone,Christian Marazzi y Sergio Bologna.

    Un grato y afectuoso reconocimiento va dirigido a lared de la Universidad Nómada española. A Marta, a To-ret, a Raúl, a Joan, Dario, Teresa, Mauro, a todas y todos.

    Este libro está en deuda con Alisa del Re, Maria RosaDalla Costa, Antonella Picchio, que han razonado, antesque yo, sobre la cuestión de las mujeres y el trabajo, sobre

    producción y reproducción.Doy las gracias a Gianfranco Morosato por su pacien-

    cia y suscuidados.

    Gianna y Gianni me han acompañado en un largorecorrido de crecimiento humano y cultural. La primera

    idea de la necesidad de actuar críticamente en el mundose la debo a ellos dos.

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    A Valentina, porque es mi hermana y eso dice todo, sin

    necesidad de añadir nada más, y a Victoria.Con Andrea comparto e intercambio, desde hace mu-

    cho tiempo, ideas intuiciones y tensiones sobre lo «nue-vo» que se han convertido en un terreno apasionado deconfrontación entre nosotros. Esta pasión no cede, nosmantiene unidos a pesar de que pasen los años. Le agra-

    dezco haberme leído y comentado, haberme impulsado,día tras día, a decir, a hacer, a ser, de la misma manera queyo lo he hecho con él.

    Este libro está dedicado a mi hija, Sole. A ella, que afronta unaadolescencia llena de esperanzas. Será mujer en un mundo com plicado y lleno de injusticias. Pero no debe dudar nunca de qutambién es maravilloso.

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    Este libro fue publicado en Italia en 2010. No ha pasadomucho tiempo desde entonces, pero como sabemos estaes época de velocidad y de transformación. Rápidos pro-gresos y continuas mutaciones: la edad que atravesamosse construye y rota alrededor del concepto de precariedad,que no es, sólo, una noción relativa al trabajo. La cognicióncontemporánea de la realidad se basa —en mayor medi-

    da de lo que fue en el pasado— en la condición generalde la inconstancia de las condiciones. Una nueva realidadsocial, suspendida entre la vida y el trabajo, que hemosde nido como precariedad ontológica.1 La tesis propuestaen estas páginas no ha sido, ni mucho menos, superada.Aprovecho para incluir una serie de rápidos cambios a nde añadir algunas precisiones al estudio inicial.

    Mi punto de partida era la idea de que estamos expe-rimentando una situación completamente inédita respec-to de las generaciones de mujeres anteriores. Tal y comoexplicó Foucault, el poder es capaz de entrar en la raíz de

    1 A. Fumagalli y C. Morini, «Ontologia della precarietà. Dopo il 14dicembre» ,disponible en: www.uninomade.org/ontologia-della-pre-carietà-dopo-il-14-dicembre

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    la propia reproducción de la vida. Consigue penetrar enlas conciencias y en los cuerpos de los sujetos medianteuna correspondencia biunívoca, abierta, cualitativa, afec-tiva. El paso de la subsunción real a la subsunción totaldel trabajo en el capital no tiene hoy necesidad de brutalesimposiciones, ni de cesuras, dicotomías, exclusiones. Ladespotenciación de la mujer no se da —como sucedieraen el pasado— mediante su exclusión del espacio público,sino justo al contrario: mediante una progresiva feminiza-ción de la sociedad que se traduce en la absorción del po-tencial subversivo de la diferencia. Esta es la extraordinariainvención del biocapitalismo: la alteridad es asimilada através de la adulación y de la ilusión —que operan comoautocontrol— obteniendo con ello su integración, es decir,su desaparición. En el frente opuesto se juega la contempo-ránea feminización del hombre, instituida por los actualesprocesos productivos, la cual es estimulada por los mismoselementos prototípicos (culturales) reclamados y puestosen funcionamiento por el proceso de feminización: precarie-dad, afectividad, corporeidad, cuidado.

    Decimos que en estos tiempos «la oferta violenta lademanda»;2 son tiempos de una feroz «acumulación pordesposesión»3 orientada directamente hacia todo lo vi-viente. Por un lado, la ley del valor se erige como uni-dad de medida de todo; por otro, parece que toda medidahaya reventado, en tanto el capital no excluye nada. Esaquí donde el problema del miserable pago de la estafa

    global sobre el que se apoya la riqueza contemporánea seextiende sin medida: toda regla ha sido destituida. En laépoca fordista, la implicación (la motivación) del trabaja-dor se producía mediante sistemas que permitían formas

    2 Karl Marx, Miseria della loso a , Roma, Editori Riuniti, 1976, p. 358.

    3 David Harvey,Space of global capitalism , Londres, Verso’s books, 2006[ed. cast.:Espacios del capital,Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonis-mo, 2007].

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    de distribución de la productividad y un posible accesoal ahorro. Hoy, la fragmentación y la precarización deltrabajo —que ha reducido de forma signicativa la capa-cidad con ictiva y reivindicativa del trabajo vivo— hanreforzado el capitalismo cognitivo hasta tal punto que sehan animado teorizaciones como la de que la «motiva-ción» por medio del dinero «es discutible».

    En el trabajo actual, en general, vemos brillar la pala- bra gratuidad, la misma que ha condicionado siempre eltrabajo doméstico de las mujeres (lo que se llamaba «notrabajo»). De un modo increíble, la tajante a rmaciónde la lógica soberana del valor de cambio está haciendopalanca sobre el concepto de «cuidados». El modelo delos cuidados, señalado con engatusamientos y chanta- jes, se ha convertido en una estrategia de gobierno de lacomplejidad y de despotenciación de la con ictividad.Observamos así la pretensión de dar una estructura/na-turaleza radicalmente nueva al trabajo; de poner en mar-cha nuevos mecanismos de implicación que prescindandel valor monetario, al tiempo que se va contrayendo y

    transformando el propio papel del intercambio prima-rio entre capital y trabajo. La precarización, en tanto nogarantiza la continuidad de renta y derechos, necesitaforzosamente de entusiasmo, una potente sugestión quepuede llevar al sujeto a venderse en un régimen marcadopor la gratuidad. Todo esto deja entrever resultados másdescorazonadores de los de la época fordista, que atañen

    a la modi cación del trabajo y de su papel/percepcióndentro de la existencia humana. Aquí no obstante noslimitamos a apuntar la cuestión de la des-generizaciónintroducida por el trabajo y las distintas tentativas demodi car las prioridades y los deseos de «los recursoshumanos», en primer lugar los de las mujeres, converti-das en «cuencas estratégicas para la empresa».

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    Según lo expuesto hasta aquí, el análisis de la subsuncióntotal contemporánea debe ser entendido como una orien-tación relativa no solo a las dimensiones cultural y econó-mica de la sociedad sino al bios social al completo. Des-de este punto de vista, el contexto biopolítico del nuevoparadigma económico es absolutamente central para elanálisis de los nuevos feminismos, en el momento en quese celebra la productividad de la reproducción social —producción de ideas, valores, relaciones sociales, afectos,imaginarios—. La atención del capitalismo por la produc-ción tiende a anularse. Es la reproducción lo que atrae suinterés y lo que, por lo tanto, asume la fuerza de un pa-radigma. Esta es la contradicción o el riesgo implícito ala feminización manifestada por el biocapitalismo, al cualqueremos dirigirnos evitando satisfacciones ingenuas yénfasis fuera de lugar.

    Precisamente en este paso, de la producción a la re-producción, podemos hoy añadir algunos elementosa partir de la observación de fenómenos novedosos:en 2010, la feminización del trabajo y de la sociedad,

    analizada a partir de los años noventa, era quizás unatendencia que no formaba parte delsentido común. Tresaños más tarde, al menos en Italia, podemos decir que,desde un punto de vista formal, la integración de lasmujeres, o la feminización de la sociedad, es ya un he-cho cumplido. Que quede claro: aquí no consideramosla liberación de las mujeres sino todo lo contrario, su

    integración.Llegados a este punto, reivindico que nos encontra-

    mos frente al pleno despliegue de los aparatos biopolí-ticos de gobierno de la vida, sinónimo hoy de trabajo, odicho de otro modo que hemos entrado de lleno «en la erade la reproducción forzada». Los ejemplos que podemosencontrar, si pensamos en este mecanismo de apropiacióndel bios (desde los genes hasta los afectos), se ampli can

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    sin medida y nos hablan explícitamente del intento de tra-ducción antropológica de la vida a unamedida que hagaposible su traducción en intercambio mercantil.

    Evidentemente, y cada vez más, facebook y las redessociales han sido citadas como el terreno donde se vuelveevidente la transformación de la relación encommodities ,con todas las ansiedades psicóticas que esta transforma-ción lleva consigo. Con el paso del capitalismo fordistaal biocapitalismo, la relación social representada por elcapital tiende a volverse interna al ser humano. Pero le- jos de ser el capital lo que sehumaniza , es la vida de losindividuos la que se vuelvecapitalizable.

    Cuando hablo del ingreso en la «era de la reproduc-ción forzada», intento hablar de un mecanismo explícita-mente productivo que el feminismo ha analizado desdehace ya mucho tiempo, a pesar de que sólo ahora expli-cita toda su evidencia crítica. Pierden consistencia lasperspectivas explicativas que ponen la acción producti-va del trabajo formal como momento privilegiado, si no

    exclusivo, de la generalización del valor y de la explota-ción. Dicho esto, podemos asumir directamente la ideade que a través de la estimulación de las subjetividadesy la cooperación se instituye la acumulación y se repro-duce el proceso de valorización.

    Pensemos, por ejemplo, en un amplio rango de re-

    transmisiones televisivas donde se puede ver a perso-nas con sobrepeso a las que se las pasa públicamentepor la báscula y son obligadas a correr y andar en bici-cleta para adelgazar. Pensemos en el «talento» que pú- blica y gratuitamente es puesto a producir en una com-petición entre aspirantes a estilistas frente a mánagersde marcas conocidas como Macy’s o H&M (el ganador rma una línea para estas marcas). La competencia con-tinua, la competencia in nita que propone la ideología

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    meritocrática, plantea estos programas en los que el te-rreno de enfrentamiento es la existencia desnuda de lassubjetividades: la apelación a uno mismo, y en soledad,para vencer a los demás mostrándose a sí mismos, en eldevenir de sí mismos.

    Podríamos compilar, en este sentido, un amplio elen-co de casos de consumación violenta de nuestra vida, o bien de nuestro modo de ser e interactuar con el mundo,con el n de su valorización en términos capitalistas. Lalibertad y la autodeterminación se vuelven elementosnecesarios para estimular la creatividad y la innovaciónproductivas, es decir, son funcionales a la realizaciónproductiva. Cierta libertad se inserta dentro de la racio-nalidad económica, dispositivo de control de los deseosde las nuevas y turbadas identidades contemporáneas.La lógica de la producción expande su in uencia y sulógica sobre cada aspecto de la vida social. Si la conside-ramos desde otro lado, podríamos decir que la reproduc-ción social ocupa el lugar del modelo del trabajo contem-poráneo, empleando como materias primas el cuerpo, el

    deseo y el tiempo.El mecanismo teorizado no se limita al individuo inser-

    to en el contexto laboral real, sino que invade, forzándola,toda la esfera de la vida, convirtiéndose en bioproduc-ción. De esta manera, tiempos y espacios son racionaliza-dos brutalmente en función de una capacidad productiva,

    quizás muy activa pero, con seguridad, menos consciente(consumo, imaginación, comunicación, pánico colectivo).El cuerpo de las mujeres es el cuerpo biopolítico por ex-celencia, el objeto de inversión del consumo y de la publi-cidad, el soporte primario del deseo mercantil. El trabajo,por lo tanto, en las formas descritas más arriba, valorizalo «femenino» de tal manera que no sea un obstáculo parala lógica del benecio. Todo lo que ralentiza u obstaculizala optimización de los tiempos y de los costes, todo lo que

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    no permite el máximo benecio en el menor tiempo posi- ble, es simplemente negado (derechos de maternidad, altiempo libre, a las vacaciones).

    Para comprender estas tensiones, y la insostenibi-lidad cada vez más dramática de las vidas actuales, esnecesario partir de la experiencia de las mujeres: del usode sus cuerpos, de su histórica pobreza de recursos ma-teriales, de sus cargas de trabajo (pagado y no pagado) yde la creciente di cultad para representar en el espaciopúblico los con ictos de sexualidad, clase y del sentidode producir y reproducir, que marcan históricamentesus vidas.

    Pueden existir ideas muy diversas sobre qué es la trans-formación social o una práctica transformadora. Mi posi-ción, desde la línea de la práctica feminista, podría ser re-sumida de la siguiente manera: la necesidad de producirun «saber contingente» que nos pertenezca sin interposi-ciones, un saber que se crea y se hace pedazos, que evitavolverse rígido, que muestra, dentro de esta contingencia,

    las desigualdades de poder y con ello genera un desvío, elespacio para poder hacerse sujeto. De acuerdo con esta ins-piración, no puede haber nada original, inmutable, naturalen los sujetos. Éstos son generados por su mismo relato.

    En este libro se ha intentado describir precisamente lossujetos contemporáneos inmersos en la dimensión pro-

    ductiva biopolítica. Se ha intentado repasar los procesosde puesta a trabajar de la existencia general de las muje-res, empujadas por un mecanismo visible de feminizaciónde la sociedad. En este contexto, sonlas diferencias las queconstituyen la fuerza de trabajo cognitiva de la actual fasecapitalista y es precisamente la explotación de tales dife-rencias, y de su declinación material, lo que determina lasnuevas formas de la relación capital/trabajo. Se ha tratadode indagar así en los nodos conceptuales revelados por las

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    nuevas subjetividades de las mujeres en el trabajo.4 En loscinco capítulos que conforman este libro se ha intentadoenunciar, sucintamente, algunos elementos que nos pare-cen distintivos de la subjetividad en el contexto feminiza-do de la biopolítica: diferencia, precariedad, corporeidady sexualidad, cualidad, afectividad, disposición al cuida-do. Lo general y lo particular unidos.

    Por otra parte, el concepto de transición explica y con-densa mucho de la subjetividad del presente, y no solo dela femenina. «En los relatos —de los trabajadores del co-nocimiento— son descritos losmomentos de paso de un tra-bajo a otro, de un papel a otro». Las re exiones de los entre-vistados se centranen cómo se transita de un punto a otroy no necesariamente sobre el hecho de que las transicionesimpliquen desasosiego. De los lugares y los tiempos de laformación a los contextos en que las personas han crecido,a las primeras experiencias laborales, hasta los cambiossucesivos, inducidos o elegidos, pasando por la compren-sión de las razones de los cambios y de las condiciones enlas que se desarrollan, las transiciones transcurridascons-

    tituyen en las personas laexperiencia de la transitoriedad , el«estoy aquí pero luego voy allí, ahora hago esto y luegoharé otra cosa, ahora soy y mañana seré». Tal vez, sirvencomo base para la convicciónde ser capaz de disponer de sí, para uno mismo , sirviendo de centro de gravedad de lospropios recursos materiales, mentales y sociales,con todala carga de individualización que corresponde a tal situación.5

    4 Véase Gruppo Sconvegno (Manuela Galet o, Chiara Lasala, SvevaMagaraggia, Chiara Martucci, Elisabet a Onori y Francesca Pozzi),«A snapshot of precariousness: voices, perspectivas, dialogues» enItalian Feminism, Feminists Review, núm. 87, 2007.5 Emiliana Armano,Precarietà e innovazione nel posfordismo. Una re-cerca cualitativa sui lavoratori della conoscenza a Torino , Bolonia, Odota,2009, pág. 111: «Es necesario tener una veloz capacidad de reacción,amortiguar los golpes, los cambios. Se trata de una situación muyligada al precariado, hoy, en este momento en la ciudad de Turín,

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    A pesar de la creciente institucionalización de losWomen'sStudies , he intentado recuperar la raíz de la crítica femi-nista. Pienso en la capacidad de poner continuamente endiscusión los elementos fundacionales de la propia teoría:sujeto, identidad, género, cuerpo, experiencia. Es aquelloque, sin presunción pero con pasión, he intentado hacerproponiendo los temas que se suceden en este texto. Cadanoción que construye el discurso no se da por supuesta,sino que es siempre discutida a la luz de la complejidadde la reexión presente.

    Por el contrario, al hablar de las mujeres, la ideologíaneoliberal ha encontrado en las promesas deley el modode salvar su alma de acuerdo con la presuposición de quela ley hace posible la igualdad y concreta la superación delas distinciones sociales. En realidad, sabemos bien queeste planteamiento ha servido —y sirve— a la reproduc-ción de jerarquías perfectamente ordenadas, inhibiendoen la práctica un vínculo recíproco y horizontal entre con-diciones y experiencias diversas —sociales y humanas—,que se sitúan dentro de la fragmentación general institui-

    da por la modernidad.Mantengo que hoy es necesario subrayar con fuerza

    este nuevo paso: creo que se puede decir que ha termina-do la fase que ha llevado a las mujeres a colocar ingenua-mente la dimensión del cuidado y de la pasión dentro delos muros de la fábrica. Hoy se ha hecho explícito que la

    que es la única situación en la que he vivido, aunque pienso que esuna situación general de la Italia actual. Es necesario no angustiarse, buscar enseguida otra cosa, no permanecer asustados. He reacciona-do saliendo a toda velocidad y he encontrado este trabajo, gracias al boca a boca». Elena, 25 años, archivista digital de Gammaservice enRAI. «Porque cuando termina un contrato y es necesario rmar unonuevo, surgen problemas, dicultades. A cada tanto, de seis mesesen seis meses, de año en año, se me plantea la pregunta de cuál serámi futuro. Nadie me da garantías a pesar de que haya trabajo. Haytrabajo, pero el trabajo…». Renata, 38 años, arquitecta.

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    fábrica supone imposición, chantaje, violencia y miedo. Eltiempo del amor dentro del trabajo, por el trabajo, tienelas horas contadas. He aquí el salto que puede romper conlos procesos de subjetivación del trabajo introducidos porel paradigma del biocapitalismo, cognitivo y relacional,que frena la potencia de los cuerpos. La situación actual,aunque difícil, puede romper el hechizo.

    Muy diferente sería la situación si el trabajo, bien omal, fuese capaz de garantizar ciertos niveles de libertad,de crecimiento individual y colectivo, si concediese algu-nas posibilidades de emancipación, de formación, de ga-nancia económica; si de alguna manera produjese goce, osi el control se obtuviera mediante tentaciones, por usar laterminología de Foucault. Antes bien estamos frente a unadinámica de austeridad que constriñe a la pobreza y quesólo hace aumentar la presión, acrecentando la ansiedad,el estrés, el dolor.

    ¿Cuánto tiempo más puede durar esta situación?¿Cuánto puede resistir, teniendo en cuenta que su base

    son nuestros cuerpos, nuestras ideas, nuestras pasiones?¿Continuaremos proporcionando todo esto a los aparatosde captura biopolíticos (la escuela, la fábrica, las institu-ciones)? ¿Lograremos seguir aportando? ¿Si el ritmo quese impone hoy a la reproducción social productiva es talque no me permite ni mi propia reproducción, que másme puede quedar por dar?

    Si hoy, a causa de las presiones de los mercados -nancieros, la única garantía que permanece en pie es elderecho a la mera supervivencia, quizás puede empezara tomar forma seriamente un proceso de reapropiación.El capital tiene necesidad de nuestras vidas, en este pun-to está nuestra fuerza: esta potenciain nuceha quedadoconstatada en los movimientos 15M y Occupy. Un proce-so que podría todavía crecer, crear conciencia y rebelarse

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    contra todas las institucionesmainstream que nos gobier-nan. En otras palabras, se puede profundizar en la hastaahora embrionaria, imprecisa, singular in delidad al sis-tema. Si en el pasado fordista, an de gestionar la propiaalienación y fatiga, los trabajadores de la fábrica experi-mentaban formas de sustracción, de absentismo, en lostiempos del postfordismo y el nomadismo, es lain delidad con lo que, necesariamente, el capital deberá enfrentarseen el futuro. Si ayer subrayaba el papel de los cuidadosdentro de las dinámicas productivas, hoy considero más justo enfatizar laseparación y lain delidad , la tensión haciala reapropiación, aunque todavía cueste verla en una for-ma completa, sólida, transnacional.

    La fuerte e intensa generalización de la precariedadpuede revelarse como un boomerang; es más, ya lo es. Enlos últimos años de recesión económica, los países quehan sufrido un mayor decrecimiento del PIB son, no porcasualidad, aquellos que registran mayores tasas de pre-cariedad. Italia, como España, son casos emblemáticos. Elexceso de precariedad incide, de hecho, negativamente en

    la posibilidad de explotar plenamente las nuevas econo-mías de escala que hoy en el capitalismo contemporáneoestán en la base de la productividad y de las produccio-nes de mayor valor añadido (sobre todo en los serviciosinmateriales): las economías en red y del aprendizaje. Setrata, a diferencia de la productividad fordista, de eco-nomías de escala dinámicas, esto es, de economías que

    necesitan tiempo para alcanzar la perfección de la per-formatividad laboral.

    El uso generalizado de contratos temporales (interinos,a tiempo parcial, intermitentes, colaboraciones sin conti-nuidad, prácticas, becas, etc.) no permite que los procesosde relación y de formación puedan alcanzar la madurezsuciente, en términos de experiencia, para incidir en laproductividad social que hoy supone el elemento cardinal

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    de la competitividad. El elevado grado de incertidumbre(también en lo que se reere a la renta) conlleva de estamanera una infrautilización de las capacidades cognitivo-relacionales: véase la década de crecimiento cero, la inca-pacidad de competir en investigación y desarrollo, contecnologías avanzadas adecuadas a los nuevos procesosde acumulación y valorización. El resultado de esta oscuratrayectoria no podrá ser otra que la explosión de la trampade la precariedad.

    El poder que nos pone mayores dicultades con la cri-sis, la precariedad y el spread,6 se hace sentir en nuestroscuerpos, en nuestras vidas. Para saber cómo funciona, basta con que me pregunte a mí misma. Efectivamente, sime interrogo sobre este sistema, sobre el mercado, sobrelas reglas de reclutamiento que emplea, sobre el uso delos cuerpos, de normas y de obligaciones, veo un modeloplasmado a partir de reglas masculinas, de tiempos mas-culinos, de energías y sueños masculinos. Por otra parte,la feminización del trabajo pone en marcha este esquemade la precariedad generalizada, que hace palanca sobre

    nuestro deseo de emanciparnos en el espacio público ynos constriñe a devenir capital, lo que promueve la lógicaeconómica de quien es capaz de llevar su vida de maneraracional, volviéndonos «empresarios de sí». De esta ma-nera sostenemos un mecanismo que saca bene cios de ladiferencia y, al mismo tiempo, la deprime integrándola.

    El punto central de este trabajo consiste en advertir lasinquietudes del tiempo presente. Activar un proceso decontra-subjetivación que permita un proceso de cuidadode sí, esto es, la separación de aquello que está codicado,

    6 Spread es la cantidad anual que un comprador de un activonan-ciero paga al vendedor durante el periodo del contrato. Representala cuota o la prima del seguro pagado para transferir el riesgo decrédito asociado a una garantía. Unspread más alto implica que elriesgo de impago es alto.

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    Introducción a la edición en castellano 37

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    que permita desaprender, deshacerse de malas costum-

    bres, de las falsas opiniones adquiridas, de falsos imagi-narios, dicho en una palabra, de identidades que no nospertenecen. Esta economía, este trabajo que pretendedevorar todo el sentido de nuestra vida no nos pertene-ce. Necesitamos repensar completamente, desde la raíz,el modelo de desarrollo, un modelo que las mujeres hancontribuido a sostener con su trabajo y sus energías, pero

    que ciertamente no ha sido diseñado por ellas. De ahoraen adelante, la consigna sólo puede ser una: autonomía.

    Finalmente, la propuesta de una renta básica garan-tizada, que prescinda de la condición laboral, se planteaal nal de este libro como un instrumento capaz de con-trarrestar la servidumbre del trabajo vivo y de plantearla cuestión de una reapropiación de una dimensión delo común que sentimos, cada vez con más fuerza, comouna verdadera necesidad en un presente violentado porel individualismo.7 El trabajo cognitivo y feminizado seda, como hemos dicho, precisamente en su/por su exce-dencia y desmesura. La fuerza hipnótica del capital llevaconsigo también el límite mismo del capital, es decir, sua rmación va de la mano de su negación. Nuevas insti-tuciones del común, sustraídas paso a paso a su control,pueden empezar a hacernos vislumbrar la posibilidad deconseguir, nalmente, el modo de excluirlo de pleno denuestras existencias.

    Abril de 2013

    7 Carla Lonzi, Manifesto di Rivolta femminile , Roma, julio de 1970:«Detestamos los mecanismos de la competitividad y del chantaje queson ejercidos por la hegemonía de la eciencia. Nosotras queremosponer nuestra capacidad laboral a disposición de una sociedad quese haya inmunizado frente a los mismos».

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    En un mundo donde existimos sólo de manera silencia-da, tanto en la realidad social como en los libros, nosotrasdebemos, nos guste o no, constituirnos como si aparecié-semos desde la nada; ser nuestras propias leyendas ennuestra vida misma.

    Monique Wit ig

    La f ación de los sistemas de pensamiento en Italia esdesconcertante. En otros lados, lejos, se tiene la impresión—aunque quizá se trate sólo de anomalías de la mira-da— de que las novedades introducidas por los esfuer-zos del pensamiento, siempre unidos a la acción, tienenuna mayor capacidad de presión. En estos años se han

    escrito muchos libros fuera de nuestro país, libros impor-tantes, que ponen en cuestión cierto modo de pensar elfeminismo, las mujeres y la diferencia sexual. Italia es elpaís de las catedrales, de los sistemas absolutos, de lospoderes fuertes. Esta innita dimensión eclesiástica y lasistemática voluntad de no conceder respiro a ningúntipo de antagonismo (teórico, político, práctico) explican,en términos generales, mucho de la situación en la quenos encontramos. Precisamente en el punto de máxima

    1. Raza precaria.Diferencia y transición,base de la nueva subjetividad

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    explosión de las diferencias, provocada por la globaliza-

    ción; diferencias dispuestas a distinguirse y enseguida sercapturadas por el capital contemporáneo, en este país nosmedimos con un concepto insuciente de la diferencia.1 Lo que más me interesa resaltar aquí del problema no estanto su per l losó co como su per l político. El planode la socialidad no es ciertamente el de la re exión losó-ca, que opera a nivel más profundo, y quizás precede a

    los movimientos sociales y políticos. Antes bien creo queen un ambiente en el que se compone una problematiza-ción explícita de la relación con el «otro», es necesario queel pensamiento vuelva al mundo humano para formular,nalmente, algunas preguntas. Con esto quiero decir quehoy debería plantearse de forma central para el feminismoy las mujeres, cómo, a través de nuevas modalidades, el gé-nero, los sexos y los roles devienen representaciones de las jerarquías instituidas de la sociedad. Me cuesta entendercómo precisamente en el punto más alto de la expansióndel neoliberalismo, que coincide con lananciarización dela economía, por un lado, y con la precariedad generali-zada y estructural, por el otro, y que hoy se maniesta através de una crisis sistémica de proporciones globales, losaspectos económicos, sociales y de clase —las desigualda-des cada vez más profundas que el neoliberalismo gene-ra— no sean analizadas por el movimiento de las mujeresen su conjunto.

    El concepto dediferencia tiene que ver de forma pro-

    funda con la nueva producción de subjetividad, conectadaa los actuales paradigmas productivos. Al mismo tiempo,

    1 Me reero por ejemplo al hecho de que el pensamiento francés, an-tes con Blanchot, Bataille y Klossowski, y a partir de los años sesentacon Derrida (La scrit ura e la diferenza , 1967 [ed. cast.:La escritura y ladiferencia , Rubí, Anthropos, 1989]) y Deleuze (Di ff erenza e repetizione ,1968 [ed. cast.:Diferencia y repetición , Buenos Aires, Amorrortu, 2002])ha desarrollado ampliamente el concepto de «diferencia». Véase Ju-dith Revel, Michel Foucault, un’ontologia dell’at ualità , Soveria Manelli,Rubbet ino, 2003.

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    el concepto de precariedad está en la base de la produc-

    ción contemporánea, in uye en la percepción y en la vidade los sujetos.Diferencia y precariedadson conceptos quepresentan diferentes gradaciones, completamente exte-riores a las rígidas dicotomías del pasado fordista. Todaslas dicotomías a las que forzosamente nos ha acostumbra-do el paradigma fordista atraviesan grandes di cultades,como ya se ha evidenciado desde muchos lugares, pero

    tal cuestión no ha sido todavía tomada sucientementeen consideración.2 Se debe a rmar nuevamente que el en-foque dicotómico está en la base de la construcción y dela consolidación de la modernidad, de sus jerarquías y de

    2 La referencia es en particular a Donna Haraway, Manifesto cyborg.Donne, tecnologie, biopolitiche del corpo , Milán, Feltrinelli, 1995 [ed.cast.:Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza , Ma-drid, Cátedra, 1995]. Donna Haraway ofrece un elenco de las llama-das «dicotomías materiales e ideológicas». Un diagrama que, segúnHaraway, muestra la «transición de la vieja y cómoda dominación jerárquica a la nueva y angustiante red que he llamado informáticadel dominio». Me permito detenerme sobre este libro, publicado enEEUU en 1991 y que mantiene intacta su potencia evocativa en elpresente. «Los objetos del lado derecho [por ejemplosiología, re-producción, familia, mercado, fábrica, naturaleza/cultura, sexo, tra- bajo, mente... (N. de la A.)] no pueden ser codicados como naturalesy sólo el hecho de que se apunten subvierte también la deniciónnaturalista del lado izquierdo [por ejemplo cienciacción, replica-ción, ecosistema, ergonomía, postmoderno, inteligencia articial (N.de la A.)]. No podemos volver hacia atrás ideológica y materialmen-te. No sólo «Dios» ha muerto, ha muerto también la «diosa»; o mejordicho ambos han sido revitalizados en los mundos permeados porla política microelectrónica y biotecnológica [...]. Las ideologías dela reproducción sexual no pueden ser reelaboradas racionalmente, apartir de los conceptos de sexo y de rol sexual, entendidos como ob- jetos naturales como los organismos y las familias. Es fácil desenmas-carar la irracionalidad de tal perspectiva e, irónicamente, la denunciade esta irracionalidad puede reunir a los ejecutivos que leenPlayboy y a las feministas radicales antiporno». A partir de las sugerenciasde Haraway, a mi parecer todavía no del todo entendidas en Italia,veinte años después de su publicación, podemos probar a decons-truir, a placer, otras dicotomías «materiales e ideológicas» que estána nuestro alrededor: ámbito doméstico/ámbito laboral; blanco/negro;racionalidad/emoción; mente/cuerpo; realidad/posibilidad.

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    sus fundamentalismos. A partir de la separación dogmá-

    tica entre diferencia de género y condición laboral, hemosllegado a construir sistemas sociales rígidos y a la sim-pli cación de la complejidad que alimentaba el mundo.Hoy, cuando «la modernidad empieza a entenderse a símisma»,3 las esferas dicotómicas y los sistemas de ordenque comportan son puestos a prueba, deconstruidos,constreñidos a justi carse. Hoy nos parece más adecuada

    que nunca la categoría de mezcolanza, esto es, nuestrostorpes intentos de encontrarnos.

    Al tiempo que quiebran los cercamientos impuestospor el modelo dicotómico fordista (producción/reproduc-ción, producción/consumo, tiempo de trabajo/tiempo deno trabajo, trabajo productivo/trabajo improductivo, tra- bajo manual/trabajo intelectual),diferenciay precariedad forman la base de la nueva subjetividad. La una y la otraacogen directamente, en su propio seno, aspectos con-tradictorios que fueron parte del signicado general, sinllegar nunca a ser opuestos. Comprenden, si se mira conatención, códigos y señales de un lenguaje que tiende ageneralizarse y a volverse común, que vuelve a alcanzarla forma de una engañosa contraposición interna a cadauno de estos doscampos conceptuales. Constituyen loselementos del trabajo y de la nueva subjetividad puestaa trabajar, de una subjetividad privada de unidad perotambién de fronteras; extendida y potencialmente sin lí-mites. Parientes uno del otro, frágil maraña de la vida más

    allá de la apariencia que muestra lo contrario. Por un lado,ambos delinean una inestabilidad respecto de toda false-dad instituida, una labilidad del esquema presupuesto,una debilidad de la traza «regular»; riesgo, equilibrio,desequilibrio. Por otro lado, esbozan la imagen de latransformación, de la puesta en discusión. Son metáforas

    3 Anthony Giddens,Le conseguenze della modernità , Bolonia, Il Muli-no, 1994, pp. 52-59 [ed. cast.:Consecuencias de la modernidad , Madrid,Alianza Editorial, 2008].

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    de modicaciones, posibilidades, porvenir, futuro. En am-

    bos casos se evoca laatipicidad del sujeto, que trabaja fun-damentalmente con un contratoatípico que corresponde aguras diversas —e incautamente de nidas como débiles(mujeres, migrantes)—, distintas al estándar típico (hom- bre-blanco-adulto-macho o, según la de nición anglosajo-na,male breadwinner).

    Diferencia y precariedad parecen dibujar un sujetoque excede la norma y su prescripción, un sujeto sin iden-tidades preestablecidas, en constante cambio, siempreotro (diferente) de sí mismo.4 Señalan la constitución de unnuevo mestizaje:la precariedad es una categoría que atraviesa todas las profesiones, todos los ocios, todas las condicio-nes, todas las posiciones sociales. Lamescolanza parece serel dato que surge de los sótanos ocultos de una realidadcuya super cie se ha querido desmigajar, fracturar, hacertrozos. Con este propósito, me parece útil el recurso alconcepto de transición , en tanto estatuto común del sujetocontemporáneo. Una experiencia común, no connotadapor la pertenencia, donde re-mirarse, re-conocerse y re-encontrarse recíprocamente, transformados. La transiciónimplica un salir-fuera, una incertidumbre y un riesgo (heaquí de nuevo, la precariedad), pero esconde la posibili-dad de una apertura privilegiada hacia la simple libertadexpresiva. Un tiempo convulso hacia un mundo posible-mente nuevo, en cualquier caso, diferente. La transiciónpuede ser también esto: dejar de vivir el papel relativo al

    sexo biológico y alcanzar una subjetividad elegida, máscompleja y estraticada, donde la «pertenencia» al género

    4 Rosi Braidot i, Soggeto nomade. Feminismo e crisi della modernità ,Roma, Donzelli, 1995 [ed. cast.:Sujetos nómades , Barcelona, Paidós,2000]. Con su concepto de sujeto nómade Rosi Braidot i ha puestoen discusión, de raíz, las coacciones identitarias que han dejado hue-lla en la política moderna. Sin embargo, en el curso de sus trabajos,siempre ha reconocido una particular prioridad a la diferencia sexualque le conecta directamente con Deleuze.

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    (masculino, femenino, transexual y/otransgender) es fruto

    de una opción individual. La metrópolis es el espacio ex-plosivo de esta subjetividad en tránsito y multitudinaria.Un espacio híbrido, menos afectado por el peso de unaidentidad establecida por la «norma», donde se da vidaa una «raza bastarda», como la llama Donna Haraway re-presentándola en lagura del cyborg («híbridos, mosai-cos, quimeras»)5 que aprende sus destrezas en la potencia

    de los márgenes.Son también los cambios en relación con el trabajo los

    que producen subjetividad entransición. Las fronteras en-tre trabajo y no trabajo se han vuelto ya muy lábiles, hastael punto de que ahora se habla de «sistemas de actividad»,es decir, sistemas en los que las actividades —laborales,formativas, recreativas y reproductivas— se combinany compenetran entre sí constituyendo híbridos (y quizátambién mosaicos y quimeras). Los mercados de trabajose han vuelto ya «transicionales»,6 así son de nidos porel socialismo laborista contemporáneo. La transición re-presenta una suerte de cuentoweltanschauung del mundoactual. Esta es la experiencia que efectivamente marca a lahumanidad en el presente: continuos cambios de puntosde referencia espacio-temporales, mientras internet, queofrece innitas posibilidades de contactos y relaciones,permite una permanente «remodelación» del Yo sobre lapantalla del ordenador.

    Esta propensión a la transición corre el riesgo —creoyo— de ser más potente que cualquier intento de dete-nerla. Florece en la multitud de amores mestizos, en laincontenibilidad del deseo que se propulsa más allá delos códigos de la «moral común». Los comportamientos,

    5 Donna Haraway, Manifesto Cyborg , cit., p. 79.6 Manfred G. Scmidt, «Social risk management through transitional

    labour markets»,Socio-economic Review , núm. 4, 2006.

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    en esta fase, parecen encontrarse paradójicamente por de-

    lante, en su simple existir cotidiano, de todos los intentosde interpretarlos, por eso sólo nos queda preguntarnos:«¿a qué se debe?», «¿por qué sucede?».7 Se desencadena,entonces y como actonal, la violencia contra los gays, laslesbianas y trans, y ciertamente, también contra las muje-res en general, tentativa extrema de imponer la «regla»,las relaciones de fuerza ortodoxas, los cánones de una

    «normalidad» imponente:

    ¿[Qué pasaría] si el pensamiento se liberase del sentidocomún y no quisiera pensar más que en la propia sin-gularidad? ¿Si, en lugar de admitir benévolamente lapropia ciudadanía en ladoxa , practicase malvadamentela escapatoria de la paradoja? ¿Si en lugar de investigarel común bajo la diferencia, pensase diferencialmentela diferencia? El pensamiento no tendría ya un carácterrelativamente general que manipula la generalidad del

    7 Cito, entre los distintos comentarios que han distinguido a losmedia después de la explosión del caso Piero Marazzo (gobernador de Lazioque dimitió después del escándalo que supuso el descubrimiento desus relaciones con algunas transexuales), un artículo de Marina Te-rragni, publicado enCorriere della Sera el 28 de octubre de 2009: «Loshombres, los trans y el mundo en el que no hay ya lugar para las mu- jeres». Más allá del uso masculino para referirse a las trans HM quehan utilizado los medios de comunicación durante días, se confundetambién al travestido con la transexual. Nótese que uno de los párra-fosnales, que demuestra la crisis de un mundo construido sobre loscánones masculino/femenino, las trans son reducidas a «máscaras demujer» (pseudo-mujeres) y la relación homosexual a una forma de «re-gresión»: «Quizá no sea tanto, de forma esquemática, cuestión de sero no gay. Traicionados y abandonados por las mujeres, morticadospor su autonomía, desvinculados de su libertad y de sus ganas de con-quistar, muchos hombres regresan a un consolador “entre hombres”.Un mundo al que las mujeres no tienen acceso: sólo máscaras de mu- jer, como en las escenas de teatro medieval; sólo pseudo-mujeres, a lamedida de un imaginario simplicado y un poco autista. Una homo-sexualidad espiritual y cultural que puede contemplar también unatransformación estrictamente sexual».

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    concepto, sino que sería —pensamiento diferente, pen-

    samiento de la diferencia— un acontecimiento puro; entanto repetición, no sería ya la triste sucesión de lo idén-tico, sino diferencia desplazada.8

    Ninguna triste sucesión de lo idéntico, ningún carácterrelativamente general: elsujeto precario es un sujeto que

    no tiene —ni quiere tener— puntos rmes, y por ello esconstreñido a trazar continuos itinerarios de sentido y aconstruir in nitas narraciones, nunca de forma apriorísti-ca. Incluso cuando hablamos de una «identidad precaria»que se per la —en el sentido de un «sentir común», deun «sentimiento» (entendido como modo de percibirse)que se cruza con los muchos— debemos tener bien claroque no se trata en adelante de aquella identidad única yhomologable —en necesidades y reivindicaciones— a laque estábamos acostumbrados en el pasado. Hablamosen cambio de un sujeto resistente a la asimilación y a lahomologación, así como a modalidades dominantes de re-presentación de sí; de lo que muchas veces se ha deduci-do la irrepresentabilidad del sujeto precario. Es un sujetoque no puede pertenecer a un único modelo normativo ya una única narración, es un sujeto que no sólo tiene unapertenencia, sino una variedad de pertenencias.

    No se nace mujer

    De la misma manera, cuando analizamos sujetos que semueven en el marco del capitalismo cognitivo contem-poráneo, el elemento cardinal resulta ser ladiferencia.

    8 Michel Foucault escribe estas notas a raíz del entusiasmo suscitadopor la lectura deDiferencia y repetición de Deleuze. Michel Foucault,Theatrum Philosophicum ,Critique , núm. 282, noviembre de 1970.

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    «El cuerpo cesa de ser un mapa estable de funciones

    normalizadas y emerge en cambio como un campo dediferencias estratégicas de enorme movilidad [...] Loscuerpos no nacen, se hacen».9

    La noción de sujeto no está consolidada, ni puedepresuponerse: se da en el tiempo y en la historia. La pre-cariedad existencial en la que el individuo se encuentra

    inmerso redetermina todas las teorías precedentes delsujeto en una sociedad caracterizada por redes exiblesy alianzas variables según la dinámica de los con ictossociales y de las expresiones del poder. Las relacionesde mando constituyen lo social y operan principalmentea través de los cuerpos.10 El concepto de diferencia im-plica la diferencia sexual, pero la cuestión a resolver estodavía la de si existe unadiferencia natural entre los sexos o más bien si el sujeto no se constituye siempre en lasrelaciones de poder que se determinan históricamente.Es desde este punto de vista desde el que sobre todo hayque replantear la dicotomía entre cultura y naturaleza.¿Hay algo de verdad inmutable y natural en la femi-nidad? Y, al contrario, ¿qué hay de cultural, histórico,sujeto al cambio? ¿Como a rma Christine Delphy,11 laopresión sobre las mujeres no es tanto un sistema, comoalgo que hay que situar en términos históricos? ¿Y quehay, por lo tanto, que volver a analizar también con loscambios? Este punto del debate teórico, especialmentefuera de nuestras fronteras, está siendo extremadamente

    9Donna Haraway, Manifesto Cyborg , cit., p. 149.10 Michel Foucault, Micro sica del potere , Turín, Einaudi, 1977 [ed.cast.: Microfísica del poder , Madrid, La Piqueta, 1979].11 Christine Delphy,L’ennemi principal. Economie politique du patriarcat ,París, Edition Syllepse, 2009. El texto recoge los escritos teóricos deDelphy de los años setenta. Se trata del fruto del trabajo que se con-densó alrededor de la revistaQuestions Féministes (de la que formaránparte también Simone de Beauvoir, Colet e Guillaumin y MoniqueWit ig) y que dará vida al llamado «feminismo materialista» francés.

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    encendido y apasionante, enriquecido por las miradas

    de las mujeres no europeas, de estudiosas del Sur delmundo, del lesbianismo radical.

    La diferencia con el otro, asumida no como radicalsino como codi cada, construye un sentido de pertenen-cia a un género que crea fronteras bien precisas, «ofrecien-do espejos en los que contemplarnos paci cados»:

    Pero que esta paci cación sea sólo un engaño ofreci-do por el simbólico compartido viene demostrado porlas señales de inquietud e incertidumbre que encuen-tran expresión en los síntomas, en los sueños y en los juegos lingüísticos que responden a una lógica «otra»(lapsus, ocurrencias, metáforas y metonimias idiosin-cráticas no endurecidas en catacresis, formas artísti-cas, etc.), en la que las contraposiciones dicotómicasrevelan su estatuto fantasmático de construcción me-ramente cognitiva.

    No es posible partir de la anatomía como dato naturalpara a rmar que la relación cognoscitiva y perceptivacon el mundo esté condicionada por la diferencia sexualdebido a que se puede tematizar la diferencia única-mente desde dentro de un sistema que reúna génerosy ponga en contraposición lo idéntico y lo diverso, bo-rrando todos los desvíos y las excedencias ligadas a la

    singularidad [...]. Esta operación responde al afán decontrol y a la necesidad de seguridad del ser humanoque enmascara su inseguridad ontológica con podero-sas construcciones racionales necesarias para contenerla angustia de lo incierto, de lo ambivalente, de lo irre-soluble. La oposición binaria masculino/femenino sirvepara reducir la ambivalencia sexual, como diferencia

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    inscrita potencialmente en el cuerpo de cada sujeto, por-

    que de otra manera se podría escapar al orden social y asus necesidades de reproducción.12

    Ninguna teoría ha estado nunca verdaderamente desen-ganchada de los movimientos sociales. Sin embargo, todolo que únicamente queda relegado al ámbito académico

    no tiene probablemente mucha relevancia. Parece útilintentar dar forma a aquello que es sentido e imaginadocolectivamente, por muchas voces, en las calles. Estas vo-ces hablan de la creciente complejidad en la que viven yque no consigue ser representada por un cierto feminismooccidental, prisionero de una suerte de «naturaleza». Lanoción de diferencia, tal y como es pensada por Irigaray,es un punto de referencia, pero no convence en toda suprofundidad debido a su matriz hegeliana. Hoy, referirsea un origen físico y simbólico del «ser mujer» como algoimprescindible («ya dado desde siempre y sin posibili-dad de otra forma»13), resulta cuando menos limitado,incompleto. Creo además que el problema principal,para las mujeres, es el de observar los mecanismos delpoder, en el tiempo y en la historia. Más problemáti-co todavía resulta el hecho de que, «el pensamiento dela diferencia italiano» haya acabado —quizás a pesarsuya— por asumir un rolmainstream , en contradiccióncon las aportaciones teóricas heterodoxas implícitas enel concepto de diferenciatout court.

    La retórica de la igualdad de oportunidades, garan-tizada por ordenamientos judiciales, ministerios y comi-siones, por medidas económicas y libros blancos, por las

    12 Maria Grazia Tundo, «Identità e differenza», en Marisa Forcina,Angelo Prontera y Pia Italia Vergine (ed.),Filoso a Donne Filoso e ,

    Lecce, Miella, 1992, pp. 527-534.13Adrianna Cavarero, «Per una teoria della differenza sessuale», enDiotina,Il pensiero della di ff erenza sessuale , Milán, La Tartaruga, 1987.

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    apelaciones a la cultura de la emancipación y por artículos

    de periódicos, ha tenido como efecto la interiorización enlas mujeres de la necesidad de poner diques de conten-ción a su propia radicalidad. Incluso en el campo de ladiferencia de género, algunas han aceptado la lógica dela contabilidad, de la conciliación de la diferencia con esemundo que primero las vuelve invisibles y luego las en-reda ofreciéndoles espacios de conformidad derrotada. Se

    trata, al mismo tiempo, de la potencia del poder y de sudiscurso en la esfera de la biopolítica, además del límite(crisis) del bagaje femenino en la modernidad a causa desu condición domesticada sobre la base de los imperati-vos productivos y acríticos del presente. Ahora hay queevitar, más que nunca, el riesgo de permanecer unidos ala generalización y a la universalización del sujeto y de suexperiencia (la mujer, el trabajo de fábrica...), «a partir deuna jerarquía de opresiones y/o de una posición latentede superioridad moral, de inocencia o de un contacto másíntimo con la naturaleza».14

    Por otro lado, parece cada vez más evidente que el fe-minismo puede construir no una sino muchas identida-des, «cada una de ellas, gracias a la propia existencia autó-noma, conquista micropoderes en la telaraña de la vida».15 Hay quien piensa que el género es, en realidad, una puraconstrucción social. Para Monique Wit ig no es el génerolo que crea opresión sino «la opresión lo que crea el géne-ro»: el ser mujer es una categoría masculina («las lesbianas

    no son mujeres», a

    rma).16

    Teresa de Lauretis enCuando14 Donna Haraway, Manifesto Cyborg, cit., p. 77.15 Manuel Castells,Il potere delle identità , Milán, Egea, 2003 [ed. cast.:El poder de la identidad , Madrid, Alianza Editorial, 2002].16 «El rechazo a ser (o continuar siendo) heterosexuales ha signica-do siempre el rechazo, consciente o no, a ser hombre o mujer. Parauna lesbiana esta situación implica algo más que el rechazo a ser mu- jer. Es el rechazo al poder económico, ideológico y político del hom- bre [...] Nosotras escapamos de nuestra clase igual que los esclavos

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