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POLÍTICA NAVAL DE LA II. - FORCEJEOS DFX IMPERIO. Durante la guerra en que Austrias y Borbones se disputaron, alrededor de la Corona de España, el go- bierno de Europa, Felipe V tuvo repetidas ocasiones de comprobar la necesidad de barcos en que se hallaba su incipiente y reñido poder, no ya para robustecerse y dilatarse, sino aun para hacerse efectivo y prevalecer en el litigio, asegurando la posesión de un Imperio tan mermado como cabía prejuzgar, según los visos de cuan- to iba sucediendo, pero rico y extenso todavía, después de las paces dé Utrecht. Todo lo acaecido a través de la guerra de Sucesión venía a justificar plenamente el cuadro de la postración o* X 1. . naval que hallamos—y no es texto único, naturalmen- te—en los Comentarios a la Guerra de España e His- toria de su Rey Felipe V, por el Marqués de San Feli- pe, al tenor siguiente: "No se atendió a fortificar y pre- sidiar las plazas marítimas de Andalucía, Valencia y Cataluña, que eran las llaves del reino, el cual, como sí no se disputase de él, yacía sepultado en el ocio. Ruino-

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POLÍTICA NAVAL DE LA

II. - FORCEJEOS DFX IMPERIO.

Durante la guerra en que Austrias y Borbones sedisputaron, alrededor de la Corona de España, el go-bierno de Europa, Felipe V tuvo repetidas ocasiones decomprobar la necesidad de barcos en que se hallaba suincipiente y reñido poder, no ya para robustecerse ydilatarse, sino aun para hacerse efectivo y prevaleceren el litigio, asegurando la posesión de un Imperio tanmermado como cabía prejuzgar, según los visos de cuan-to iba sucediendo, pero rico y extenso todavía, despuésde las paces dé Utrecht.

Todo lo acaecido a través de la guerra de Sucesiónvenía a justificar plenamente el cuadro de la postración

o* X 1. .

naval que hallamos—y no es texto único, naturalmen-te—en los Comentarios a la Guerra de España e His-toria de su Rey Felipe V, por el Marqués de San Feli-pe, al tenor siguiente: "No se atendió a fortificar y pre-sidiar las plazas marítimas de Andalucía, Valencia yCataluña, que eran las llaves del reino, el cual, como síno se disputase de él, yacía sepultado en el ocio. Ruino-

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15. FERNANDEZ ALMAGRO

sos los muros de sus fortalezas, aún tenía Barceloiía.abiertas las brechas que hizo el duque de Vendoma, ydesde Rosas hasta Cádiz no había alcázar ni castillo, no.sólo presidiado, pero ni montada su artillería. La misma.

.-negligencia se admiraba en los puertos de Vizcaya yGalicia. No' tenían los almacenes sus provisiones, falta-ban fundidores de armas, y las. que estaban eran deningún uso. Vacíos los arsenales y astilleros, se habíaolvidado el arte de construir naves, ni tenía el Rey má¿que las destinadas al comercio de las Indias y algunosgaleones; seis galeras, consumidas del tiempo y del ocio,se ancoraban en Cartagena. Estas eran ías fuerzas de.España; estos los preparativos de una guerra infalible,.con evidencias de pertinaz y sangrienta. Ni los reinos-,que del Continente dividía el mar estaban con más vigi-lancia tratados; no tenía todo el reino de Ñapóles seis,cabales compañías de soldados, y esos, ignorantes de laguerra y arte militar, o de ella olvidados por la quietud.,de tantos siglos. A Sicilia la guarnecían quinientos hom-bres; doscientos, a Cerdeña; aun menos, a Mallorca;pocos, a Canarias, y ninguno, a las Indias. Las milicias;iirbanas creían poder suplir en la ocasión, sin t̂ener más.disciplina militar que estar sus nombres por fuerza asen-tados en un libro, y obligar a. los labradores y a las rús-ticas guardas del ganado a tener un arcabuz. Ocho mil'hombres había en Flandes; seis mil, en Milán, y se con-tasen todos los que estaban a sueldo de esta vasta Mo-narquía, no pasaban de veinte mil. Las fuerzas marí-timas de los reinos extranjeros eran trece en galeras,y seis daba en asiento, en Genova, Juan Andrés DoriaCarreto, duque de Turéis, y otra Esteban Doria...""'

Con barcos que. le proporcionara Luís XIV, su abue-lo, tuvo Felipe -V que salvar, en lá medida de lo posible,,

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POLÍTICA NAVAL BE ESPAKA

las limitaciones de la potencia marítima de España, yfue así como pudieron ser transportadas a Italia lastropas cuyo desplazamiento requería la guerra, habien-do de marchar el propio Rey a Ñapóles—para frustrarel alzamiento de este reino a favor del archiduque Gar-los—en navios franceses. Fue de análoga suerte, con-curriendo bajeles y galeras de Francia, como se pro-veyó a la necesidad de hacer frente a las escuadras deInglaterra y Holanda, y corno se trató de asegurar eltráfico con las Indias, si es que no perecieran, con iosgaleones que daban escolta, los escoltados, en aguas deVigo—octubre de 1702—;, presa unos y otros de,las llamas prendidas adrede, por preferir los' ca-pitanes de, la comprometida flota que antes se per-diese la plata en el fondo del mar que enriquecer alenemigo. "Medíante una ayuda que tenía mucho de su-plantación.—no por obligada, dado el interés común,inenos cierta—, barcos franceses cuidaron de defender,'contra moros y corsarios argelinos, el Estrecho y costasmediterráneas, y de intentar el rescate de Gibraitar:frustrado empeño, primero, frente a Vélez-Málaga, porel triunfo de Rooke sobre el conde de Tolosa, y sietemeses más tarde, ante Marbella, al vencer Leake al ba-rón de Pointis. Por cierto que eran de condición tanmiserable los restos de la Armada española, con ocasiónde ese último desastre, que la Capitana y la Almirantade galeones tuvieron que prepararse, a propósito delbloqueo de Cádiz, en mayo y junio de 1705, para ser.sumergidas "y embarazar el canal, en el caso de queintentara forzarlo e! enemigó, ya que no se las consi-deraba aptas para mejor servicio", como dicen los des-pachos del almirante D. Pedro Fernández de Nava-rrete, citados por el historiador Fernández Duro.

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M. EEHXÁHHEZ ALMAGRO

Sacarse la espina clavada, con Gibraltar, en su plan-ta oceánida, no era para España una simple empresa derecuperación. Es que, además, el Mediterráneo se halla-ba abierto a la acción de la Marina angio-iiolandesa ya la subsiguiente expansión de la causa representadapor el archiduque. Llegaron a sombrear las banderasde la Casa de Austria costas y pueblos de Valencia."Aragón y Cataluña. En tanto servía Barcelona de corteal titulado Carlos III, se realizaba la significativa trai-ción del conde de Santa Cruz de los Manueles, que, envez de socorrer a Oran, en peligro inminente,' se pasóa los ingleses. Cayó, en efecto-, Oran. Luego, y centran-do episodios de diversas circunstancias, Ccrdeña y Me-norca. Mientras, no podía por menos de repercutir enAmérica la cruenta querella de la metrópoli, y una Ar-mada inglesa destruía la española de Tierra Firme, cer-ca de la isla de Barú—8 de junio de 1707-—, liquidán-dola en nuevo y definitivo encuentro. Por otra parte,de no'fallar una vez más el factor naval a los franco-españoles, en el asedio de Barcelona, se habría dado re-mate a una cuestión que hubo de sobrevivir a las pacesde Utrecht, por ser ía única de carácter político interiorque aparece complicada en la pugna dinástica e ínter-nacional de Austrias y Barbones, ya que la guerra deSucesión en Cataluña vino a significar, por modo expre-so, tina ofensiva contra la unidad nacional. Constituía,pues, Barcelona un cabo suelto que urgía atar al hazde ía España ganada, en última instancia, por Felipe V:una España poseída por la necesidad vital de cicatrizarheridas y de reponerse, con arbitrios de buen gobierno,de las mutilaciones que le habían sido impuestas.

" Llevaban los catalanes que resistían, en el pecadode fiar a la Gran. Alianza el logro de su libertad política,

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POLÍTICA NAVAL DE ESR4ÍÍA

la penitencia del abandono en que se vieron, llegadoque fue el momento de que a los ingleses dejara de inte-resarles la guerra de España. Habían creído los cata-lanes que no se ajustaría la paz sin que sta alzamientoles valiese, bajo una u otra manera, la forma de inde-pendencia a que tendían, en fementido anhelo. Ycuando vieron que los soldados de Inglaterra se re-embarcaban en escuadra que constituía la única es-peranza de su sinrazón, desentendiéndose de la re-beldía catalana que así quedaba a merced de Felipe 'V,no experimentaron escrúpulo alguno en tantear in-cluso el patrocinio de Turquía, y entablaron la ne-gociación . de que hallamos referencia en el antescitado marqués de San Felipe, en el P. Muriel yen William Coxe. Empeñáronse, de todas suertes, loscatalanes en no ceder, y para abatirlos en sus baluartesde Barcelona, tuvo Felipe V que acudir al recurso detomar en préstamo los elementos navales que una vezmás le suministrara Luis XIV. "Por cuanto, conside-rando cuánto importa a mi servicio bloquear por marla plaza de Barcelona—se lee en Cédula dictada al efec-to—, hasta su rendición, y necesitando de fuerzas ma-rítimas correspondientes a esta expedición, además delas que están ya juntas y se van formando, he solicitadodel Rey Cristianísimo, mi señor y mi abuelo, me asistacon dos fragatas y otras embarcaciones menores arma-das, que se equiparán y mantendrán a mi costa, en. estafunción; pero como para tan crecido número de bajeles'de que se compondrán todas mis escuadras, no hay bas- ,tantes oficiales de Marina en España, ha sido tambiénpreciso que me socorra también S. M. Cristianísima conalgunos de diferentes grados, y, particularmente, conlos generales, capaces de mandar el todo..." Lo que si-

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Sí. FEI1NÁXDEZ ALMAGRO

gue en esta disposición—<lada en Madrid a 21 de febre-ro de 1714—versa sobre "la alternativa y correspon-dencia" que tendrían, en lo sucesivo, los diversos 'gra-dos que, en su respectiva jerarquía, hubieran de servirlos marinos españoles y los franceses, constituyendo es-tas medidas el embrión de la Armada que ya empezó allamarse "Real", porque la Corona, o sea el Estado,se resolvía a ejercer funciones abandonadas hasta en-tonces a la especulación de entidades privadas. Tuvobuen éxito el bloqueo; se rindió Barcelona, y una afor-tunada expedición a Mallorca puso final a la resisten-cia, más bien pasiva que activa, de las últimas plazasabanderadas por el archiduque Carlos, ya Emperadorde Austria.

Cada uno de los sucesos aludidos había contribuidoa inculcar en Felipe V el convencimiento de que ningu-no de sus poderes estaba tan necesitado como el maríti-mo de ser rehecho. Y es claro que el propio personal dela Real Armada estaba más que nadie en el secreto desus apremiantes necesidades. Por lo mismo que se tra-taba de gentes aguerridas, habían tenido sobradas oca-siones de comprobar la limitación o el desvalimiento delservicio que íes estaba encomendado. Ya en la primerafase de la guerra, la provisión de los altos mandos na-vales en franceses motivó el enojo y correlativa renun-cia a sus empleos del duque de Nájera, capitán genera!de las galeras de España, y del marqués de Leganés,que lo era del mar Océano y costas de Andalucía. Y entan penosa situación, por lo> que hace a pagas y asis-tencias, se hallaban las dotaciones, que la orden dadapor Felipe V en 19 de junio de 1705, para atenderíasde alguna manera, empezó por reconocer su "estrechamiseria". Les fue entonces asignado un "socorro fijo";

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POLÍTICA JS'AVAL BK ESPASA

•pero el mal no llegó a desaparecer, y para abordarlo-en relación con los mil y un aspectos que el problematotal de la restauración naval ofrecía, subvino Felipe V,•en la medida que las adversas circunstancias permitían,•a la habilitación de astilleros y construcción o adquisi-ción de naves, iniciativas que perfeccionaban el senti-do de la Cédula antes referida de 21 de febrero de 1714,hasta ser creada, en 30 de noviembre siguiente, una.Secretaría general de Marina e Indias, que asignó elRey a D. Bernardo Tinajero de la Escalera, secretario••del Consejo y de la Junta de Guerra de las Indias^ sibien el nuevo departamento hubo de ser refundido apoco con el de Guerra, para reaparecer en 1721, regí-<lo ahora por el general de Escuadras 1). Andrés deFes, que había dirigido el bloqueo de Barcelona.

Puede ser considerado D. Bernardo Tinajero dela Escalera, en orden al tiempo, como el primer ministro•de Marina que ha tenido el Estado español. A otros"hombres, llegados en pos de este primer paso hacia la•reorganización de la Marina, les correspondió papel de"mayor importancia: Patino o Ensenada.- Pero hay quereconocer que Felipe V cuidó de dar continuidad a tales•esfuerzos, con palmario buen deseo y probada inclina-ción a ternas de aquella índole. .Patrocinó^ a más dela habilitación de astilleros y de la fabricación debajeles, la creación de Escuelas de Náutica en lasprincipales ciudades marítimas, la reinstalación* del•Colegio de San Telmo, en Sevilla; la creación dela Academia de Guardias marinas, del Observato-rio astronómico de San. Fernando- y de la DirecciónHidrográfica, etc. Pero si se objeta que fue estoy más la labor de los Secretarios de despacho, esjusto replicar que no es pequeña virtud de monarcas

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M. FERNÁNDEZ ALMAGRO

la de elegir consejeros y secundar con voluntad com-prensiva sus empeños. Algo habría en Felipe V, pues-to que sus contemporáneos gustaron de llamarle "el Ani-moso". El calificativo se nos presenta en la portada mis-ma de los Comentarios, del marqués de San Felipe:"... e Historia del Rey Felipe V, el Animoso". Epíteto

•que reproduce el poeta D. José Antonio Porcel, al llorarla muerte del nieto de Luis XIV: uDe los Filipos delImperio Hispano, -—fue el V y el primero en lo animo-so..." No sabemos hasta qué punto extremara, en rea-lidad, su ánimo un hombre como éste, tan indeciso, cuan -do no.apático, que hizo escribir a su primera mujer,María Luisa de Saboya, en carta a Luis XIV: "Su-plico encarecidamente a S. M. que se valga de toda laautoridad que, por tantos motivos tiene sobre el Rey,mi esposo, para hacerle que, de una vez para siempre,se acostumbre a decir con tono resuelto: quiero o noquiero, a fin de que pueda imitar a V. M.. ." ¿Indolen-cia, abulia, desdén?... Todo hombre es, ciertamente, unenigma, mucho más si se trata de un rey o, simplemente,de un magnate, por cuanto el que está arriba suscita elinterés de amigos y enemig-os en desfigurarle, hacién-dole mejor o peor, según convenga a cada cual. QueFelipe V acreditó valor en las batallas, es cosa' bientestimoniada. Pero el ánimo, para' calificar un carácter,necesita, además, de una cierta energía que mantengaen todo caso el señorío de uno mismo, y consta que Fe-lipe V se dejaba absorber por la voluntad de quienesse lo propusieran'—-pues sabido es que no fue único, nimucho menos, el caso de la princesa de los Ursinos—r

hasta que la locura le avasalló por completo. Pero labuena fe del Rey, si no le suplía la falta de resolución^en cuanto a las propias determinaciones, le predisponía.,

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POLÍTICA NAVAL DE ESiVLVA

en cambio, a seguir leaimente los consejos que su intui-ción y afán de acertar le presentaba como buenos, enla encrucijada tremenda de la influencia francesa•—punto menos que inevitable—, y el servicio al interésde España, bastante difícil de interpretar en tiemposcaracterizados por ía volatilización de no pocas esen-cias nacionales.

Mucho había avanzado ya el reinado de Felipe Vcuando éste expidió la Ordenanza de 18 de octubrede 1737, llamada "del Infante Almirante", porque enella confiere a su hijo D. Felipe el mando supremo delas fuerzas marítimas. Empieza en esta forma: "Comola invisible mano de la Omnipotencia colocó sobre losmares del Océano y Mediterráneo los reinos y provin-cias qué la Península de España compone y forman miMonarquía, situando en ambas, costas puertos seguros,abrigados y capaces de muy numerosas Armadas, pare-ce que el dedo de aquella inescrutable Providencia se-ñala las utilidades que en sola su situación dio a misreinos, para que en mi real aplicación se dirija y enca-mine a que todos los naturales de ellos se aprovechende las ventajas que deben al autor de la Naturaleza, fo-mentando1 la navegación y comercio, que en todos losEstados es el nervio que sostiene la gloria y opulenciade las Naciones..." No se improvisaba ningún juicioen estas Ordenanzas, abonadas por la sostenida" aten-ción de que venía siendo objeto el tema, por parte delRey y sus consejeros. Si no se- aludía concretamente alos objetivos de política exterior que tienen en ía Ma-rina un genuino instrumento, era porque la realidadhabía hablado ya con los planes reivindicatoríos de!abate—a poco cardenal'—Alberoni, que, aun sin éxito,en definitiva, marcaron una voluntad de poder que con-

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M. FERNÁNDEZ ALMAGRO

tinuaría sirviendo de estímulo y orientación a aspiracio-nes de tanto porte como las sig-tiient.es: reparación delos daños causados ai Imperio por las paces de Utrecht,renacimiento de la Marina, predominio en el '.Medite-rráneo, nuevas salidas de Kspaña al mundo e • inter-vención directa en las contiendas de Europa.

Gracias al cardenal AlíSeroni, y por primera vez ensu siglo, se sitúan en el horizonte de España unos obje-tivos de política exterior, no fijados del todo, ni bienservidos por entero; poco felices y nial justificados porrazones intrínsecas fiel Imperio, puesto que no pasa-ban de estarlo por simples exigencias de la Monarquíapatrimonial. Las hizo sentir Isabel de Farnesio, segun-da mujer de Felipe V, interesada en procurar buenasuerte a sus hijos, naturalmente pospuestos en la suce-sión al Trono de España, que correspondía, por prefe-rente e irrecusable derecho, a los vastagos del primermatrimonio'.' Bella y culta nos presenta el Padre Flóreza la E.eina Isabel—ambiciosa, desde luego—, (pe con-taba al casarse veintiún años. Con menos edad y capa-cidad de intriga, había ejercido su predecesora, la vivazMaría Luisa de Saboya, sobre el Rey Felipe poderosoascendiente. A más, los presuntos favorecidos con susrespectivos establecimientos en Parma, Toscana o Ná-poíes, eran también hijos de Felipe V, y todo cederíaen mayor brillo de su Corona:

Correspondía, en un principio, la realización dela empresa al cardenal Alberoni, que había con-tribuido mucho a suscitarla, insinuante y astuto, do-blemente inclinado al empeño por su condición deagente que había sido del duque de Panua, padrede Isabel de Farnesio, en la Corte de Madrid, ypor su calidad de italiano, ansioso de sustraer los

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POLÍTICA NAVAL DE ESPAÑA

territorios que pudiese al dominio de Austria, entanto llegaba la hora de la unidad e independencia so-ñadas. Para cumplir el plan, hacía falta un peso de jui-cio y circunstancias, que evidentemente faltaba a Aibe-roni: dij érase que le habían infundido una excesiva feen el azar y la sorpresa sus propias aventuras persona-les: infancia de hortelano, campanero luego de cate-,dral, presbítero y preceptor, cortesano y negociador di-plomático; siempre expeditivo y meloso... Lanzó, suce-sivamente, dos expediciones de rápido y victorioso re-sultado: contra Cerdefia, en 1717, y contra Sicilia,en 1718. Al recabar y ejercer España estas insospecha-bles iniciativas, las naciones beneficiarías de la liquida-ción practicada en. Utrecht y en Rastadt, de la guerrade Sucesión, se sintieron alarmadas en grado que lesllevó a ajustar una triple Alianza, convertida en cuá-druple, merced a la incorporación de Holanda a la inte-ligencia de Inglaterra, Francia y Austria. No más detres años retuvo España la isla de Cerdeña; sólo dos,la de Sicilia. El desastre de Cabo Passaro—11 de agos-to de 1718—quebrantó extraordinariamente el apenasrenacido poder de la Marina española, víctima de unaalevosía, imposible de justificar, en el ataque de laEscuadra inglesa, mandada por el almirante Bing. Yfue proeza asombrosa que, no obstante el descalabro, ya pesar de quedar las tropas de España en Sicilia ab-solutamente incomunicadas y desprovistas de todo ele-

. mentó con que resistir, continuaran batiéndose y prodi-gando el denuedo y espíritu de sacrifico activo que nopodía por menos de admirar a los pueblos interesadosen que España no levantase cabeza. O . dicho conpalabras de un contemporáneo, participante en estossucesos,, el general Marqués de la Mina, en sus Memo-

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M. FERNÁNDEZ ALMAGRO

•militares y políticas sobre la guerra, de Cerdeña ySicili-a: "Las potencias émulas de la España; que laconsideraban destruida por muchos siglos, después dela porfiada guerra de Sucesión, la vieron sobresalirantes que, en su concepto, pudiera convalecer..."

No era extraño que España reaccionase con el vi-gor que la comunican esas energías de raíz moral quenunca dejan de acudir a los grandes llamamientos. Perotampoco pudo extrañar que no formase en la mismalínea cuanto es menester para dar eficacia al esfuerzoy hacer innecesario un gasto pródigo de vidas. Más te-merario que prudente, el cardenal Alberoni, poseso dela impaciencia, cortó los preparativos que D. JoséPatino realizaba para organizado todo, con cálculo ymedida. Don José Patino había sido requerido, alefecto, - por el Rey, conocedor de sus útilísimos ser-vicios en la Superintendencia de la Real Hacienday en. la Intendencia general de Marina. Apresu-radamente se quiso llevar todo, y constan los tra-bajos de Patino por equipar hombres, procurar ar-mamentos, construir navios. Conocía él perfectamenteias dificultades que era preciso orillar, y las expusoa Alberoni en cuanto éste le confió el encargo de orga-nizar una expedición al reino de Ñapóles, que fue, endefinitiva, dirigida a la isla de Cerdeña. "Quedé admi-rado de semejante proposición—dice Patino en su "Ex-posición reservada"—. ¿Cómo se ha de hacer expedi-ción marítima, y sobre Ñapóles, sin embarcaciones detransporte, sin víveres y pipería, y lo que más es, sintropas y municiones, respecto de que sabía muy bien émal estado que, como desde el año antecedente habíarepresentado,.tenía el Ejército: la caballería sin caba-llos de provecho y sin sillas, todas las tropas desnudas

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POLÍTICA 2ÍAVAL DE ESPAÑA

y de mala calidad, y esto sin entrar en la contingenciay riesgo del suceso?" Corrigiendo estaba l-'atiño los ma-les indicados y proveyendo a los mil y un detalles que,evidentemente, condicionaban el éxito buscado, cuandole llegaron autorizadas noticias de que el Rey desapro-baba la "lentitud", la "infinita dilación" con que erallevado el plan a cabo. Es muy expresiva, a este res-pecto, la carta de Alberoni fechada en 15 de juliode 1717: "El Rey rne manda decir a V. S. que, al reci-bir esta carta, haga salir de ese puerto de Barcelona laEscuadra, o toda o en parte, en el estado en que se halla-re, a fin-de que, sin perder un momento de tiempo, sepresente delante la" isla .de Cerdeña, y. dé cuenta luegode su salida." Y al día siguiente: "Están SS. MM. im-pacientísimas de ver llegar un correo con la nueva dela partenza de la Escuadra, o toda o en parte, persua-didos que la sola dilación puede ocasionar vano el ten-tativo. Ya dije con otra mía que se creían inútiles tantospreparativos, y que con la mitad se podía conseguir elintento. Por Dios, no se pierda tiempo..." A las exci-taciones formuladas en ía jerga hispano-italiana del car-denal, no cedió Patino sin alegación de sus razones encontra, secundado, a ío que cuenta él mismo en ía yacitada "Exposición", por eí general marqués de Lede,jefe de las tropas expedicionarias: "Era aventurar eléxito de la empresa el enviar parte deí convoy y tropassin aguardar eí todo... Siendo- las cartas en términostan fuertes y pre.cisos, se obedeció y encaminó parte deJas embarcaciones que componían el todo..."

Más grave aún, si cabe, era que Alberoni tampocopercibiese las complicaciones diplomáticas del caso,También Patino las hubo de exponer: "Díjele enton-ces si tenía presentes las razones que yo le había escrito

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M. FKRXÁNDEZ ALMACKO

desde Barcelona, tocantes a la expedición de Sicilia, yque, si en aquel tiempo fueron eficaces para que no sehiciese, ahora lo eran mucho más, porque ya se verifi-caban las oposiciones que entonces sólo se recelaban yse tenían de lejos, pues el emperador enviaba tropas aItalia: la Francia, abiertamente, amenazaba la guerra;y la Inglaterra estaba aprontando a toda prisa una Ar-mada, declarando que era para el Mediterráneo, y quenuestras fuerzas eran las mismas que yo referí enton-ces; de manera que preveía que. aunque asistidas lasarmas1 del Rey-de toda felicidad y fortuna, siempre,iban aventuradas, y meses más o menos, se arriesgabaa perder treinta mil hombres, ciento y tantas piezas deartillería y malograr lo' expendido en tan costosa em-presa, además de que resultarían sensibles consecuen-cias y que jamás.España puede emprender una guerraultramarina que sea más que un golpe'de imano, que seacabe en una campaña, porque aun cuando tuviese cau-dales bastantes para ella, nunca podrá tener los hom-bres para las reclutas, por lo despoblado de sus pro-vincias; ni la comunicación libre para enviarlas, parasocorrer las tropas y asistirlas. Habiendo oído todo loexpresado, respondió con gran viveza que el Rey queríaque se hiciese luego esta expedición, y quería tambiénperder treinta. mil hombres, ciento y tantas piezas deartillería y todo lo demás prevenido para ejecutarla yque tratase de partir..."

Lo ocurrido ulteriormente dio plena justificación alas advertencias y réplicas de Patino, no sólo en el pe-noso desenlace de las triunfales y, sin embargo, fra-casadas 'expediciones a Cerdeña y a Sicilia, sino tam-bién en el remate de aquellas otras misiones ambiciosas

.e el cardenal Alberoni hubo de atribuir a España, a.

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POLÍTICA NAVAL DE ESPAXA

fin de que su Imperio recuperase el alcance universaly extensión geográfica de mejores días. Cuanto natu-ralmente entrañasen de temeridad o delirio, o de aven-turado juego, los envites del primer ministro de Feli-pe V, pretendía subsanarlo la previsión y experimenta-da mesura de Patino. Como también lo procuró en elepisodio fie la expedición a Inglaterra, discurrida enauxilio del pretendiente a aquel trono, Jacobo Es-tuardo. "Hice presente a S. M.—cuenta Patino en sureptida "Exposición reservada" — que mi .cortedadcomprendía que la Escuadra aprontada y que nave-gaba a este fin por su caliddad, poca fuerza, malapresto y entreprehendido viaje con vientos nortes,iba en todas formas expuesta a perderse, y, porconsiguiente, parecía indubitablemente malogrado elintento. Entonces me preguntó S. M. qué me pa-recía del retardo de su paradero. Y respondí, se-gún la noticia de los tiempos que habían corrido, desdeque se hizo a la vela y empezó a navegar: considerabaque habría sido precisada a correr a la parte de Cana-rias o que vendría a dar, desparramada, sobre las cos-tas de España, lo que sería, en medio de. la desgracia,una fortuna..." En efecto: el litoral de Andalucía, Por-tugal, Galicia y Asturias supo, por los navios que arri-baron de cualquier manera, la suerte del audaz convoy,"disipado, desarbolado y maltratado" por una gran tem-pestad. Había procurado ya Alberoni, por otra parte,la caída del duque de Orleáns, regente de Francia, pues-ta la mira en que le sucediera Felipe V. Tampoco ganóesta partida, y tanto se enredaron las cosas, que tropasfrancesas irrumpieron en España, apoderándose de lasplazas más próximas al Pirineo o amenazándolas, cuan-do menos, en ágil correría, mientras los ingleses facili-

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M. FEKNANDEZ ALMAGRO

taban el desembarco de fuerzas austríacas en Sicilia,hacían alguna incursión en el norte de España y se adue-ñaban de Vigo, en respuesta al golpe indicado por laexpedición contra las Islas Británicas, a que se aludemás arriba.

Estos y otros graves contratiempos hirieron demuerte la política de Alberoni, que, realmente, notenía argumentos en su defensa que proporcionar aFelipe V, para que le sostuviese contra la hostilidad deFrancia e Inglaterra, celosas del "equilibrio europeo"que tanto las favorecía. Apenas si podía apuntarse elcardenal otro tanto a favor que su intervención en 1716,para librar a Corfú del asedio- turco, sin que le fuerapo-sible hallar en el. quebrantadísimo comercio- con Amé-rica la contrapartida al fracaso de su política en Euro-pa. Pero por mal discurridos y practicados que estu-viesen los modos de acusar la presencia de España enel mundo, 'le corresponde a Alberoni el mérito de susintuiciones, al querer "hacer de España la más pode-rosa Monarquía de Europa", justamente cuando mayorera* el empeño de consumar la ruina del Imperio his-pánico, prejuzgada en Utrecht. Aunque la aspiraciónrecuperatoria de Alberoni, en territorios e influencia,resultase fallida, los españoles convalidaron en el for-cejeo su aptitud para servir en mar o- en tierra los másaltos designios, demostrando con un Blas de Lezo oun conde de Montetnar, que de otros factores políticosy diplomáticos'—dirección y organización del E s t a d o -dependía la cabal redondez de los aciertos.

La expulsión de Alberoni a fines de 1719, la adhesiónde España a la Cuádruple Alianza y el Congreso deCambray cierran el azaroso período en que aquella figu-ra se nos define por contraste con la de Patino; político

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POLÍTICA NAVAL DE ESPAXA

el uno, pero ligero; hombre de administración el segun-do, pero seguro.» Prosiguió, en nuevas entregas, la nove-la vivida por Alberoni, fuera ya de España, hasta sumuerte, a los ochenta y ocho años de edad. Patino, pornatural contragolpe, realzó su posición cerca de la Coro-na, sobre todo, desde que el Barón de Riperdá, cayendoapenas llegado al favor regio, en breve lapso- de tiempo,por influjo de desconcertante estrella, dejó de ser unobstáculo. No había pasado Riperdá por el poder, sinmostrar su preocupación por las cuestiones de la Marina,atendiendo, singularmente, a las relaciones marítimasde España con el Extremo Oriente y Europa Septentrio-nal, y enredando, más que consiguiendo, respecto a Gi-braltar y Menorca. Pero a Patino le estaba reservado elhonor de dar su nombre a la política naval que cubrelos diez años transcurridos desde su designación pararegir la Secretaría de Marina e Indias, en 1726, hastaque muere. Su afanosa labor le retrató siempre, peronos - depara una persuasiva y veraz imagen de Pati-no el texto que su biógrafo Rodríguez Villa extrae de

tigo presencial.—dice— y de mayor excepción'

Besos y Llobregat, aguantando el sol de junio y agosto,desde la mañana hasta la noche, y comiendo, allí mismo,• un bocado de fiambre, para que no hubiese tardanza niconfusión en el despacho de nuestros pertrechos y enotras importantes ejecuciones de la Marina para la tomade aquella plaza; y, últimamente, le vi en el muelle deella, continuo mañana y tarde, a dar sus disposicionespara el embarque de Sicilia, tratando a un tiempo concincuenta personas de diversos oficios y encargos, sinque un solo punto le turbase la diferencia ni la multitud

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de los negocios, por lo bien que desde el principio loadesmenuzó en su idea y los compartió a varios subalter-nos, que atendían a la ejecución, y le suministraban cla-ras las noticias..."

Por su sentido realista, por su intuición del Estado-y su concepto de la Administración; por su dignidad yhonradez en la prestación de. sus altos servicios; por suorigen y formación, D. José Patino es ejemplar excelen-tísimo de aquellos ministros que, a lo largo del sigloXVIII, y contra la corriente en que se van sumergiendo,.hasta casi perderse, las instituciones políticas •—Cortes,Municipios...—, salvan la Administración, si es;que nola crean, en un grado de relativa consistencia, que per-mite las reformas en distintos ramos abordadas por En-senada o por Campomanes —como mucho más tarde'por López Ballesteros o por Burgos—. Y no es jus-to reprocharles la frustración de algunas iniciativas,.entre otras razones, porque esos ministros, tantas,veces aislados en su empeño, no lo podían hacer-todo. Pero atendieron a la forja del instrumento ad-ministrativo, en virtud del cual, dígase lo que se-quiera, la España del siglo xix no cayó del todo,,y aun, en ocasiones, trató de erguirse. Procedían,,en gran parte, los ministros de Felipe V, de Fer-nando VI o de Carlos III, de los Consejos, campo de-experimentación en que los prejuicios del ideólogo o deldoctrinario y los resabios del retórico, no podían, pros-perar, ni siquiera se intentaba, dada la índole de Ios-asuntos en que habían de entender los consejeros, encontacto con unas realidades inmediatas de la vida na-cional, que exigían amor al detalle y preocupación porla eficacia. No habían crecido,tales ministros en la Cor-te, como ios Validos de los últimos Austrias, que solían.-

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recibir, en intrigas por cuenta propia o ajena, capelos,bandas y veneras, sino en Consejos y Tribunales, queconservaban su tradición, nutrida por la idea de servi-ció, antes que por la de servidumbre;

Don José Patino había nacido en Milán, donde .supadre, del Consejo secreto de S. M., era veedor delEjército, Castillos y Artillería de la.ciudad. En estadirección, marcharon las preferencias de Patino, lla-mado a prestar los extraordinarios servicios ya alu-didos, a título de los cuales le fue atribuida al antiguoIntendente, en 1726, la Secretaría de Marina e Indias;a poco, la de Hacienda; en 1730, la de Guerra, por elpaso de su hermano, el marqués de Castelar, que la

desempeñando, a la Embajada de París, yal morir el marqués de la Paz, la primera Se-

A promover la organización de una poderosa y efi-ciente Marina tendieron, tenaces y especializados, los

de la política de Europa, que España tenía que compar-tir, de aspirar, como evidentemente aspiraba, a que elforcejeo en que ya se veía empeñada cediera a su favor:trabajos extendidos también al incremento y buen em-pleo de los recursos de la Hacienda/ la "metropolitana yla ultramarina, de trama muy íntima y estrecha, si esque el Imperio había de reajustarse y persistir. Graciasa su mirada total, por lo envolvente y penetrante, pudoPatino tomar las cuestiones en su raíz, y acertó a verque importaba mucho a las construcciones navales el dis-poner de materias propias y trabajo en el patrio solar,por lo que fomentó, como atinadamente hace observarFernández Duro, el cultivo del cáñamo, la elaboraciónde tejidos y cordelería, -el desarrollo de ferrarías y fun-

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diciones, el perfeccionamiento de los astilleros de Cata-luña y costa cantábrica, etc. De igual manera se preocu-pó y ocupó de formar técnica y espíritualtnente al perso-nal de la Armada,..estimulando publicaciones y estudiosy velando preferentemente por aquel colegio de Guar-dias Marinas "que produjo los Juanes, los Ulloas, los

. Mazarrcdos, los Mendozas", como dijo, tiempo después,Blanco Encalada, el primer almirante de Chile indepen-diente, con su orgullo de antiguo alumno. Patino acabócon el sistema de asientos y contratos, montando unaMarina substantiva, oficial, de Estado; llevó la accióndel poder hasta el último pormenor de la organizaciónen las Escuadras de galeones o de navios y en los De-partamentos, y si prodigó las Ordenanzas c Instruccio-nes, se libró de acumular papel, al -uso de los arbitristas,porque, con celo y conocimiento, dio vida a todas susdisposiciones, siempre cumplidas.

La expedición a Ceuta, para librarla de los morosque la asediaban en larga porfía, fue el primer alardede organización emprendido por Patino, después de lacaída de Alberoni, y el feliz éxito de la empresa vino arefrendar ios aciertos de su concepción y de sus prepara-tivos : por mar, con el apresto de buena escuadra, y portierra, con el equipo y mando de las fuerzas de desem-•barco, que obtuvieron decisiva victoria, a despecho dela inferioridad en su número. Ningún otro programa delos muchos ideados y servidos por Patino pecó de aven-turado. Si falló el que tenía por objeto •—'I727— el res-cate de Gibraltar, fue porque el emperador de Austria,obligado a colaborar con sus tropas, prefirió dejar in-cumplido el Tratado de Viena. La .Liga de Hannóver,con que replicaron a éste- Francia, Inglaterra y Holanda,cerró, diplomáticamente, el cerco puesto a España, al

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entenderse Austria con aquellas potencias. Pero la Can-cillería española jugó con la habilidad que le permitíanlas desfavorables - circunstancias que tanto dañaransu iniciativa, y el derecho reconocido a España por elTratado de Sevilla, para ocupar los ducados italianos,se robusteció con los nuevos Acuerdos de 1731, entre

, Inglaterra, Austria, Holanda y España: vencida la re-sistencia del emperador, se permitió al infante 13. Car-los la posesión de los ducados. Y como no hizo falta po-ner en acto la fuerza apercibida para la ocupación mili-tar de los Estados ya absorbidos por un Bortón, de Es-paña, Patino resolvió desviar, por innecesario, el golpeque se preparaba, y lo asestó sensible a los rumbos to-dos de España en el Mediterráneo, sobre Oran—1732—, que fue reconquistado con sus castillos ypreclaras memorias.

A la expectativa de oportunidades, la diplomacia dePatino no perdía de vista la nieta de las dos-Sicilias. Laguerra polaca de Sucesión prestó ía coyuntura, en cuan-to se aproximó de nuevo a Francia y a España, afecta-das por su común interés en contra de Austria, Rusia eInglaterra. El Pacto de 1734 —primero en llamarse "defamilia", con expresión de dudosa propiedad— deter-minó la intervención de España en los dominios de laItalia meridional que había perdido en Utrecht, y unassemanas bastaron para que los austríacos resultasen ven-cidos e instalado el infante D. Carlos en Ñapóles, dondese le adamó por rey —12 -de mayo de 1734—, siéndolotambién en Palermo un año más tarde. Ni esta afortu-nada empresa, que denotaba en los españoles una briosacapacidad para el desquite; ni el triunfo sobre los ingle-ses —que hacían eí contrabando de América-—, en aguasde Panamá, de Cartagena de Indias, de Santiago^ de

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Cuba, hubieran sido posibles, en la forma brillante yeficaz que revistieron, sin la gestión a fondo de Patino,

imperial lo que en Isabel de Farnesio pudiese liabef deegoísmo familiar o doméstico. Bien es verdad que lodoméstico, entre reyes, es io dinástico, y el patrimoniode las dinastías tiende, naturalmente, a identificarse conla grandeza de monarquías e imperios. En relación conla Corona de España, Patino hizo cuanto pudo para ase-gurar su preeminencia en Europa, que no equivalía, cier-tamente, ni mucha menos, a su seguridad en América.Con todo, Patino-demostró que rio dejaba de pensar enlos problemas de las colonias ultramarinas —aparte elinterés que las reconociera como presidente del Tribu-nal de. la Contratación a Indias—, por el entusiasmocon que hubo de acoger, en 1728, el proyecto fundacio-nal de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, quecubría una importante etapa en el camino' abierto porlas Reales Ordenes de i.° de noviembre de 1717 y 9 fiejunio "de 1718, en virtud de. las cuales quedaba prohi-bida la entrada en España de frutos de Indias allega-dos por conducto extranjero.

La obra de Patino sólo cesó con su muerte: en lapobreza, por cierto. Patino había hecho sumo honor alas arduas misiones que se le confiaran, sin apenas puntode apoyo para empezar la tarea, en ciertas condicionesde viabilidad. Llegado a Cádiz, en 1717, como Intenden-te general de Marina, no halló "ni siquiera un paraje•—-palabras suyas— donde se pudiese cocer un calderode brea". A su muerte, en 1736, la Armada Real de Es-paña contaba 34 navios, nueve fragatas y 16 embarca-ciones de otro- género, con hombres y pertrechos a punto.Dejó Patino, a la vez que este signo del auge ganado, algo

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más: continuadores en D. José del Campillo y en D. Ce-nón Somodevilla, luego marqués de la Ensenada. PeroCampillo, que había servido a las órdenes de Patino, enla Superintendencia del Astillero de Guarnizo y en laIntendencia general del Ejército de Italia, fue, más'quenada, hacendista, y murió pronto. Sería el marqués dela Ensenada quien se cuidase de continuar y enriquecerla obra ya emprendida. España no podía desistir de unapolítica naval en que le iba nada menos que su Imperio.

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