plagio by royer falcón vilchez
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Royer Falcón Vilchez
CI.: V-18.094.915
Caracas, 13 de julio de 2011
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TABLA DE CONTENIDO
TABLA DE CONTENIDO..................................................................................................2
ÍNDICE DE TABLAS Y GRÁFICOS..................................................................................4
INTRODUCCION..............................................................................................................5
CONCEPTO DE PLAGIO.................................................................................................6
Etimología.....................................................................................................................6
Clases de Plagio...........................................................................................................7
El Plagiario....................................................................................................................8
Clases de Plagiarios......................................................................................................8
Elementos del plagio.....................................................................................................9
HISTORIA DEL PLAGIO.................................................................................................10
Antigüedad..................................................................................................................10
Antes de la Imprenta...................................................................................................11
En la Galaxia Gutemberg............................................................................................13
El Derecho Moderno y la Convención Universal.........................................................14
Últimas Tendencias.....................................................................................................15
ESTADÍSTICAS DE PLAGIOS.......................................................................................16
McCabe, de la Rutgers University de New Jersey......................................................16
Método de Detección de Plagio basado en Bigramas.................................................18
CAUSAS DE PLAGIOS..................................................................................................20
CONSECUENCIAS DEL PLAGIO..................................................................................22
EL PLAGIO EN LA EDUCACIÓN...................................................................................23
Fábricas de Monografías.............................................................................................24
La Informática al Auxilio de los Docentes...................................................................24
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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DESCRIPCIÓN Y COMENTARIOS DE CASOS FAMOSOS DE PLAGIO.....................26
CONCLUSIÓN................................................................................................................27
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS...............................................................................28
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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ÍNDICE DE TABLAS Y GRÁFICOS
Resultados de los Trabajos de McCabe.........................................................................16
Imagen 1 – Bigrama........................................................................................................18
Imagen 2 – Bigrama........................................................................................................18
Gráfico 1 - Prueba Experimental.....................................................................................19
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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INTRODUCCION
El hombre a través de los tiempos ha adquirido conocimientos, ha escrito y
creado arte, y lo ha compartido, sin embargo, no siempre quien comparte es el autor, ya
que otros hombres se han valido de la facilidad que se le presenta o de su astucia para
hacer pasar como suyos los escritos de otros.
Es poco probable que dos personas escriban exactamente las mismas líneas.
Justo aquí se presenta el problema de quién escribió qué, y cuál de los dos ha sido el
plagiario.
El plagio es sin duda un problema de derechos para quien crea algo y desea
tener el crédito por ello, cuando es otro quien se lleva ese crédito. Pero ¿Qué es
exactamente el Plagio? ¿Qué lo causa? ¿Cómo se ha ido desarrollando a través de la
historia? ¿Existen leyes que protegen a los autores contra el plagio? ¿Hay personas a
favor y en contra? ¿La tecnología es responsable? ¿Existen medios para evitar el
plagio? Todas estas inquietudes y muchas más son resueltas en el contenido de la
presente investigación, donde se abordan los puntos más resaltantes del plagio,
paseándonos por los hechos más relevantes de la historia desde la antigüedad hasta
nuestros días, dónde se han presentado situaciones de plagio y cuáles han sido las
normas jurídicas que han creado los países para amparar los derechos de los autores,
además de presentar estudios realizados a cerca del plagio y los cinco casos más
famosos de plagio.
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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CONCEPTO DE PLAGIO
El plagio es definido por el Diccionario de la Lengua Española como la acción de
“copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias".
Desde el punto de vista legal, el plagio es una infracción del derecho de autor
sobre una obra artística o intelectual de cualquier tipo, que se produce cuando se
presenta una obra ajena como propia u original. Así pues, una persona comete plagio
cuando copia o imita algo que no le pertenece haciéndose pasar por el autor de ello. En
el caso de documentos escritos, por ejemplo, se comete plagio al no citar la fuente
original de la información incluyendo la idea, párrafo o frase dentro del documento sin
comillas o sin indicar explícitamente su origen. Esto constituye, específicamente una
violación a la paternidad de la obra, contemplada dentro del marco de los derechos
morales.
ETIMOLOGÍA
Dice Voltaire que «plagio» viene del latín plaga, que era un castigo consistente
en azotar a aquéllos que habían vendido a hombres libres como esclavos.
Nuestros académicos de la Lengua lo hacen derivar, en cambio, de plagĭum, que
sería la acción y efecto de plagiar, voz procedente, a su vez, de plagiāre, que
designaría la acción no del que vende, sino del que compra a un hombre libre, sabiendo
que lo es, y lo retiene como esclavo, o también la de quien hace uso de un siervo ajeno
como si fuese propio.
En otro sentido «plagiar» es: secuestrar a alguien con la finalidad de obtener un
rescate –puesto que aunque lo solicitado no sea dinero, siempre es el precio de un
rescate lo que se paga–, también hallamos una gran similitud con lo que hace el
plagiarĭus, porque quien plagia la obra de otro, la secuestra, en efecto, y secuestra,
asimismo, a su autor, de igual modo que el hombre libre es secuestrado cuando se le
vende o compra como esclavo, y secuestrado es, en alguna medida, el legítimo dueño
de un siervo cuando se le usurpa.
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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Y por supuesto que el plagio –como asimismo señala Voltaire– es siempre un
robo; aunque, con todo, resultaría excesivo acusar de él a compiladores o autores de
diccionarios (siempre, desde luego, que citen sus fuentes); incluso si se hace en sentido
metafórico o se les considera, como hace el filósofo francés, «plagiarios de buena fe».
Porque el plagio auténtico o verdadero –el que posee, curiosamente, la verdad de la
mentira y la autenticidad de lo falso– «consiste –y de nuevo es Voltaire quien lo dice–
en publicar como nuestras las obras de otros; en coser en ellas trozos largos de un
buen libro, cambiando algunas palabras» [Diccionario filosófico, voz «Plagio»]; y a
veces sin cambiar ninguna, sin molestarse en coser, sino apropiándose del paño
entero. Y otras, cambiándolas todas: porque decir, punto por punto, lo contrario de lo
que alguien dice, es también (como en alguna ocasión ha señalado el maestro Gustavo
Bueno) una forma de plagiarle, aunque a quien practica esta última modalidad hay que
reconocerle, siquiera, el haberse tomado alguna molestia y un cierto trabajo, ya que si
no un derroche de ideas, ha realizado, al menos, un derroche de tiempo.
CLASES DE PLAGIO
Son muy diversas las cosas que pueden plagiarse y también la forma de hacerlo.
Existen plagios totales y parciales, del conjunto de una obra o sólo de parte de ella;
plagios de ideas, tesis o teorías, reexpuestas con otras palabras, o, por el contrario,
sirviéndose de las mismas, copiando, literalmente, párrafos, páginas o capítulos
enteros. Y, ciertamente, según los casos será más fácil o más difícil poder probarlo:
resultaría, por ejemplo, muy arriesgado calificar de tal a toda idea coincidente, porque
acaso sea en verdad un plagio o acaso no, entre otras razones porque, después de
todo, nos alimentamos de lecturas tan diversas que no siempre podemos tener la
completa seguridad de qué es enteramente nuestro y qué ha podido quedar en
nosotros sin saber de dónde y de quién lo hemos tomado.
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EL PLAGIARIO
Al plagiario hay que presuponerle siempre el conocimiento de que plagia y la
intención de hacerlo, algo que, naturalmente, con entera certeza solo él lo sabe, sin que
a los demás les sea dado otra cosa que sospechas más o menos fundadas, aunque en
ocasiones alcancen prácticamente el grado de una certeza absoluta.
CLASES DE PLAGIARIOS
Existen dos grandes tipos de plagiario: el que podemos considerar un mero
ladrón, y aquél al que caben distintas denominaciones: suplantador o usurpador podrían
servir; también exhibicionista, e incluso imbécil, porque al que meramente roba, pero no
exhibe, cabe, después de todo, reconocerle una cierta prudencia y considerarlo
poseedor –hasta donde ello sea posible– de alguna inteligencia; pero el que además de
robar hace alarde y se muestra en público adornado con lo que ha sustraído,
pretendiendo hacerse pasar por quien no es y, en consecuencia, usurpando a alguien
no sólo un objeto, sino también su personalidad mediante el intento de suplantarla, éste
no es más que un mentecato.
Naturalmente, los dos roban y los dos engañan, los dos se apropian de algo que
no es suyo y los dos se lo atribuyen de una forma falsa y fraudulenta, pero supongo que
también es perceptible la diferencia, por sutil que resulte, entre ambos: el plagiario
ladrón desea (como todos los ladrones) no ser descubierto, pero desea también
mantener oculto lo robado, e incluso que no bien ha obtenido aquello que le indujo al
hurto, el objeto de éste desaparezca por completo –si ello fuera posible– de archivos,
bibliotecas…, y hasta de la propia memoria de la humanidad, en tanto que el
exhibicionista quiere, desde luego, no ser desenmascarado como ladrón, mas no que
desaparezca aquello de lo que se ha apropiado, sino que perviva hasta donde alcance
la memoria y la historia del ser humano, y que sea admirado y reconocido como algo
grandioso del que él es su creador. Que a su condición de ladrón une la de idiota, es
algo, que no exige demasiadas explicaciones y cae por su propio peso, porque si el
primero corre siempre un cierto riesgo de que se acabe detectando el fraude, éste se
empeña contumazmente en que así sea.
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Además de los dos tipos de plagiarios anteriores, existe un tercero, llamado:
Plagiario Depredador, el cual es el más peligroso, ya que un depredador duerme en
todo plagiario y él es lo que quisiera ser cualquiera de ellos, su ideal y su modelo, la
idea reguladora de su praxis fraudulenta, y que, en consecuencia, si no son tal es
porque no pueden o porque no se les presenta la ocasión de serlo.
Es depredador, pues, quien tiene la posibilidad de alimentarse (y se alimenta)
con productos frescos, vale decir, inéditos. Y que eso sea así, apunta al hecho de que
tal vez se halla en una situación especial y privilegiada en la que no se encuentra
ninguno de los otros: puede que tenga acceso a trabajos inéditos de los que sin pudor
se adueña, y quizá sea tal su poder que el que ha sido burlado ni siquiera pueda
oponerse.
ELEMENTOS DEL PLAGIO
Todo plagio entraña un robo y un fraude, estos dos elementos pueden
encontrarse en distinta proporción y tener peso diverso según cuál sea el tipo de
plagiario del que se trate.
De este modo, pudiera suceder que, con el plagio, alguien no persiga más que
un beneficio muy concreto y determinado o la satisfacción de algún interés cuyo logro
acaso sea propiciado por la obra que plagia, pero no alcanzar la gloria o la fama, o
siquiera el mero reconocimiento que pudieran derivarse de ella, porque quizá quien
llega al plagio de la mano del puro interés no tenga la menor pretensión de que aquello
de lo que se ha apropiado se recuerde durante demasiado tiempo, y menos aún
asociado a su nombre, sino que, al contrario, tal vez desee que se olvide cuanto antes y
que nadie, pasado un tiempo, recuerde su existencia; anhelando, en suma, no ya que
no se descubra el fraude (puesto que, al fin y al cabo, ése es el deseo de cualquiera
que plagia), sino, y de manera principal, deseando que se olvide, y a ser posible para
siempre, el objeto plagiado y el que hubo un tiempo en el que él lo hizo pasar por suyo;
que se olvide incluso que existió un momento en el que él tuvo un buen motivo para
incurrir en una acción fraudulenta, porque sin duda acontecerá que descubierto el
plagio, se descubrirá el motivo.
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Muy distinto a éste es el caso de aquél a quien el resorte principal que le empuja
a plagiar es la pretensión de hacer pasar por suyo, y que por tal se tenga, aquello que
es ajeno; y todo ello sin perseguir otro beneficio o interés más que esa atribución a sí
mismo de algo que es de otro, así como el reconocimiento o el prestigio que pudieran
ocasionalmente derivarse del objeto plagiado. En este tipo de plagiario el peso
fundamental recae ahora sobre el fraude, y su condición de ladrón, aunque evidente,
sin duda, queda, pese a todo, más diluida y como en segundo plano: roba porque ésa
es la única forma posible de plagiar, del mismo modo que el otro defrauda porque sólo
así puede robar. En uno, el robo está al servicio del fraude, o es el medio para alcanzar
tal fin; en el otro, en cambio, es el fraude quien se encuentra al servicio del robo, porque
es el medio que posibilita tal fin.
HISTORIA DEL PLAGIO
ANTIGÜEDAD
Algunos han querido situar el nacimiento del concepto de plagio en una invectiva
del Filósofo Heráclito, llamado el Oscuro, contra su colega y rival Pitágoras, de quien
insinuó que no era más que un “acaparador de conocimiento”. El problema de la
traducción de este fragmento es sin sorpresas un problema de interpretación. Podemos
suponer que lo que le molestaba a Heráclito era el prestigio de un buen erudito, pero
que al fin y al cabo había aprendido sus mañas, por muy espectaculares que fueran, de
unos maestros, identificados según el grado de fantasía de los historiadores griegos,
con los sabios egipcios, constructores de pirámides, o los magos caldeos. Es por esto
que ciertos traductores no han dudado en poner en boca del de Éfeso la primera
acusación de “plagio”. Sea como fuere, lo cierto es que la Antigüedad no otorgaba
demasiada estima a la originalidad creativa, y aunque es frecuente encontrar
acusaciones de plagio entre los grandes escritores griegos (Aristófanes de haber
copiado a Eurípides, Demóstenes a Iseo, etc.), no parece haber tenido más
trascendencia que los chismorreos sobre algo no considerado del todo limpio, aunque
tampoco, en ningún caso, ilícito.Plagio – Royer Falcón Vilchez
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No obstante, ciertos estudiosos parecen contra toda evidencia empeñados en
remontar la creación del término “plagio” a la cultura romana como término derivado del
verbo latino PLAGIARE, que significaría originalmente “vender fraudulentamente el
esclavo del prójimo como propio”, delito que era condenado con la pena de azotes.
No existe constancia de que en la sociedad romana se persiguiera o se
prohibiera el plagio, o que en los múltiples códigos de leyes se hiciera referencia a algo
que remotamente se asemeje al concepto de Propiedad Intelectual.
En literatura, abundaban los préstamos, las refundiciones, los “homenajes”, las
parodias y todo tipo de producciones literarias de nuestra tan moderna
“hipertextualidad”; por lo que podemos deducir que, aunque se reconocía de facto una
relación evidente e indisoluble entre el creador y el texto, la autoría se hallaba
difuminada en el proceso de adquisición del libro, en su lectura pública o privada y en la
apropiación productiva del mismo.
ANTES DE LA IMPRENTA
En términos muy generales, podemos afirmar que un concepto de Autor y de
Autoría imperó en Occidente desde la Antigüedad clásica hasta la llegada de la
Imprenta. Esta figura de autor, debilitada por la
ausencia de control en la trasmisión textual, hace
que una vez publicado, el discurso no pertenece a
nadie. Esta afirmación, no obstante, debe ser
matizada en varios sentidos:
Si bien no se había implantado todavía una legislación, ni se había institucionalizado
de forma contractual ni mercantil la producción literaria, el autor parecía fundirse con la
obra y convertirse en una especie de “marca registrada”.
Tras grandes cambios la literatura pasó en términos de propiedad física a manos de
una “clerecía”, una suerte de casta con acceso a los textos. En este sentido la literatura,
la cultura tenía poseedores y destinatarios muy bien definidos socialmente.
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La figura del Autor se convierte en una garantía ontológica de verdad. Las
contradicciones aparentes entre los textos se resuelven como manifestaciones
complementarias e incompletas de una “verdad revelada”.
Al carecer de medios de reproducción automática, cada copia, cada ejemplar debía
ser hecho a mano, lo cual encarecía su coste final, y además, cada ejemplar anterior a
la Imprenta era una suerte de ejemplar singular, un hápax: único y dedicado, ya que los
copistas podían introducir variantes, censurar, abreviar y un largo etcétera. El
destinatario de la copia recibía el fruto de un encargo personalizado, lo cual contribuía a
difuminar la relación con el autor original. Con bastante más razón que en tiempos de
Inmanuel Kant, tanto el autor como el poseedor del ejemplar podían decir por derecho:
“Este libro es mío”.
La literatura profana era un lujo, patrimonio exclusivo de nobles y clérigos que
buscaban toda clase de excusa para justificar su posesión. Copiar un volumen
resultaba muy caro, por lo que no es de extrañar que la literatura fuera
predominantemente oral. Su posterior transmisión escrita, por individuos concretos, fue
hecha a costa de empobrecer su economía y estructuras, esencialmente abiertas, o de
instrumentalizarlas con fines políticos.
Es de destacar que el término “plagio” y sus derivados siguen conservando
carácter de tecnicismo jurídico, con el significado etimológico de “raptar”, convertir en
“esclavo” en todos los documentos del periodo. No obstante,
es necesario señalar varios rasgos que parecen indicar una
consolidación de la figura de “autor” separado o en vías de
adquirir su autonomía frente a la tradición textual, como son:
la proliferación de marcas de autoría (fecha, firma,
dedicatorias individualizadas, etc.), el auge del romance frente
al latín, la especialización de géneros profanos que lleva aparejada una consolidación
del estilo propio del autor. Todo ello se traduce en un creciente “orgullo” de que domina
su “Mester”, es decir: el principio de la profesionalización del “letrado”, el “hombre de
letras”.
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EN LA GALAXIA GUTEMBERG
La aparición de la imprenta acelera el proceso
de vernacularización de la cultura escrita. El autor solía ceder
la explotación comercial de su obra al editor a cambio de una
cantidad fija. Normalmente, no recibía más dinero si la obra
era reeditada, y el editor era libre de reproducirla, alterarla o
censurarla a voluntad. Con la imprenta cada ejemplar era
idéntico a cualquier otro de la edición. Esta transformación
condujo a la noción de “original” como texto primero.
Estas transformaciones explican la aparición de las primeras controversias sobre
la originalidad, y su contrario la imitación servil: es decir, el plagio. En un primer
momento, las querellas se limitaron al “campo del honor”, pero la progresiva
profesionalización y mercantilización de las obras literarias impusieron unos intereses
más mundanos y una lógica mercantil de “beneficios perdidos”.
Cervantes, Mateo Alemán, Góngora y otros se indignaron ante lo que
consideraban “hurtos”, de una manera parecida a como lo haría un autor moderno. En
cualquier caso, los tribunales de justicia no se ocupaban del plagio, ni los autores lo
pretendían. El plagio era una actividad inmoral, pero no ilegal. Asimismo, la frontera
entre la imitación legítima y la condenable era aún más imprecisa, que en la actualidad.
Las violaciones más frecuentes de lo que hoy consideraríamos “derechos de
autor” consistían en las impresiones no-autorizadas, traducciones que se hacían pasar
por originales (omitiendo el nombre del autor, o firmándolas como propias). También
nace en este periodo el plagio de títulos, avisados los autores y los impresores de los
primeros rudimentos de la economía de mercado, de la publicidad y de lo que en la
actualidad se conoce como “el valor añadido” de las ‘marcas’ y etiquetas. Con esta
misma lógica, se atribuían fraudulentamente textos a autores consagrados, o se
realizaban falsificaciones, en las que se procuraba imitar el estilo o los giros propios un
escritor. Es de destacar que simultáneamente se constata un abundante uso del
pseudónimo y, a menudo, se disimulaban los autores tras anagramas o, más
radicalmente, tras la anonimia, todo lo cual facilitaba el trabajo de aquéllos que se
apropiaban de los textos ajenos.Plagio – Royer Falcón Vilchez
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EL DERECHO MODERNO Y LA CONVENCIÓN UNIVERSAL
Al existir ya un estatus consolidado de autoría, se empezó a considerar ciertas
prácticas, hasta ese momento, comunes y aceptadas, como apropiaciones indebidas
del trabajo ajeno.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, una mayor libertad en utilizar los
textos ajenos, invocando la imitación creativa como motor de la historia literaria. Isidore
Duchase lanzó en sus Cantos el grito de guerra: “El plagio es necesario. El progreso lo
necesita” y otros autores se encargaron de demostrar que se puede ser original a través
de los textos y personajes de los demás. El ejemplo más logrado podría ser la obra de
Juan Montalvo, Capítulos del Quijote que se le olvidaron a Cervantes, en la senda de el
Licenciado Avellaneda; a contracorriente de la visión del Escritor y del proceso de
creación que preconizaban la mayor parte de los escritores, que acabaría
predominando, e inspira, en la actualidad, nuestro Derecho de Autor. Es de destacar
que la historia de la institucionalización de los derechos de autor y su correlato
anglosajón, el Copyright, viene acompañada desde fines del siglo XVIII en el siglo XIX
por una serie de figuras autoriales encarnadas sucesiva y respectivamente en cada
país por distintos escritores con un cierto peso.
La primera ley moderna específica es bastante precoz; la primera ordenanza que
reconoce el derecho exclusivo de los autores es británica; se trata del denominado
“Estatuto de la Reina Ana” de 1710, que fijaba además un periodo limitado de disfrute
de los derechos para los herederos del autor. En España (y, nominalmente, en
Hispanoamérica) las leyes borbónicas sobre la propiedad intelectual, así como muchas
otras, fueron modificadas en las Cortes de Cádiz (decreto de 10 de junio de 1813),
haciéndola más acorde al espíritu liberal de principios de siglo.
A lo largo del siglo XIX, se afianzó este cambio de mentalidades, y se restringió
paulatinamente el concepto de propiedad común, o de relatividad de la propiedad
intelectual, al tiempo que se producían la profesionalización de la Escritura y la
progresiva mercantilización del Arte.
Esta serie de factores favoreció la firma sucesiva de varios tratados
internacionales, primero de forma bilateral y posteriormente en grandes convenciones
internacionales. La lista de tratados culminó con la firma de la Convención Universal en
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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el siglo siguiente, siendo los principales el Convenio de París (1871) y Convenio de
Berna (1886); estos tratados prefirieron una versión “fuerte”, del derecho de autor,
incluyendo el Derecho Moral de Autor (debilitado en la Common Law contractual
anglosajona), como un privilegio natural derivado de acto de creación, y por
consiguiente sin necesidad de reivindicar ni formal ni burocráticamente la autoría para
gozar de él (precepto vigente todavía).
El término "plagio" no aparece en ningún tratado internacional. Ante la
imposiblidad de definirlo, de diferenciarlo de la "falsificación", los delegados optaron por
insistir en la parte de "protección de la obra" y dejar a cada Estado, la aplicación
represiva y sancionadora. Además, en el tratado se insiste reiteradamente en el hecho
de que se trata de un "acuerdo de mínimos", siendo libre cada estado de endurecer la
protección otorgada a cada obra.
ÚLTIMAS TENDENCIAS
A partir de la revisión en Paris de la Convención Universal, los Tratados no han
hecho más que continuar el espíritu de la misma, extendiendo su protección al ámbito
audiovisual y del software.
El copyleft y el copyfight han puesto en evidencia reiteradamente la porosidad de
los límites impuestos al texto artístico. El copyleft es una nueva forma de entender la
propiedad intelectual que se ha traducido en tipo de contrato de propiedad intelectual
inédito hasta ahora en el mundo jurídico. Frente a la propiedad restrictiva del copyright
© y de su correlato industrial, la marca registrada ®, ha surgido, en la última década
una nueva modalidad jurídica, que asume la relatividad de los derechos del autor frente
a los del público o de otros creadores. De este modo, en lugar del clásico "queda
prohibida la reproducción parcial o total, etc.", aquellos artistas y creadores que han
escogido estos nuevos tipos de "licencias", permiten la reproducción, la difusión o
incluso la utilización de sus obras, normalmente cuando no se utilicen con ánimo de
lucro y siempre que se cite el origen de los fragmentos u obras utilizados.
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La contradicción con el copyright tradicional es sólo aparente. El artista/ autor no
renuncia en ningún momento a la paternidad de la obra, es decir, guarda intacto sus
derechos de autor. En cualquier caso, ningún autor, tras la Convención
Universal, puede renunciar o ceder la paternidad de una obra de creación intelectual,
incluso si firma un contrato de cesión o nunca llega a registrar la obra en el Registro de
la Propiedad Intelectual.
Los defensores del copyfight, movimiento de contracultura actual, sostienen que:
"la propiedad intelectual amenaza la creatividad artística y el progreso científico y
tecnológico". Los defensores del copyfight no se rebelan contra la imposibilidad de
tomar en concreto un personaje de un novelista determinado, protestan, en general,
contra un sistema totalizante que hace de los derechos (adquiridos) sobre la obra
artística, el mecanismo que cimenta el mercado hegemónico, con la consecuencia de la
reducción e imposición de la "oferta cultural".
ESTADÍSTICAS DE PLAGIOS
MCCABE, DE LA RUTGERS UNIVERSITY DE NEW JERSEY
Un destacado investigador sobre honestidad estudiantil, el profesor Donald
McCabe – fundador del CAI, Center for Academic Integrity – a través de distintos
trabajos de campo reveló los siguientes datos: En el año académico 2000-2001 se
encuestaron 2,294 estudiantes norteamericanos de High School Juniors de 25
instituciones educativas públicas y privadas. Algunos de los indicadores más
alarmantes son que – en promedio – el 63% reportaron que una o más veces se
copiaron en exámenes, el 76% declaró no haber recibido ayuda en la confección un
trabajo práctico habiéndola tenido y el 52% reconoció haber copiado oraciones de algún
sitio web sin la debida cita.
En otro trabajo de McCabe, se pidió la opinión sobre Internet como fuente de
información a 2,200 estudiantes de High School y College de 21 campus diferentes
en el año académico 1999-2000.
Resultados de los Trabajos de McCabe
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Estudiantes que informaron
tal comportamiento
Estudiantes que piensan que
este comportamiento es serio
High School College High School College
Plagio de Fuentes Escritas
Copia textual y envío como
trabajo propio34% 16% 70% 70%
Copia de algunas oraciones
sin cita60% 40% 39% 35%
Plagio en Internet
Envío de un trabajo
obtenido de una “fábrica de
monografías” o un sitio web
16% 5% 74% 72%
Copia de algunas oraciones
de un sitio web sin cita52% 10% 46% 68%
McCabe concluyó que al menos cuatro de cada diez universitarios plagiaron
trabajos de la red en el último año. Estos mismos estudiantes universitarios admitieron
haber plagiado durante el último año en al menos una ocasión algún tipo de información
procedente de Internet. Así, algunos de los estudiantes encuestados reconocieron
haber realizado algún tipo de actividad de “copiar y pegar” en la red, ya sea
parafraseando, copiando algunas frases o, incluso, párrafos enteros, sin citar nunca la
fuente.
Uno de los hechos más relevantes del estudio de campo radica en que casi la
mitad de los estudiantes consideró dicho proceder habitual o, por lo menos, banal, y no
lo equiparó de modo alguno con algún comportamiento de deshonestidad académica.
Esta problemática del plagio académico en los estudiantes exhibe como núcleo
central la inhabilidad en el manejo ético de la información e ignorar la necesidad de la
presentación exacta de los hechos y las ideas.
El plagio ha sido un problema clásico en las instituciones académicas. Antes de
Internet estuvo contenido por la disponibilidad de fuentes al alcance de los alumnos.
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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Típicamente, se obtenía información de bibliotecas, archivos de diarios, publicaciones
periódicas y documentos realizados por compañeros de estudio. Con la llegada de los
soportes de almacenamiento masivo portables y la disponibilidad de las
comunicaciones se logró un acceso instantáneo a grandes espacios de información.
Por ende, la actividad denominada “copie y pegue” se incrementó notablemente y con
ésta la posibilidad de plagio.
MÉTODO DE DETECCIÓN DE PLAGIO BASADO EN BIGRAMAS
A los efectos de atacar la problemática de la detección de plagio en trabajos
presentados por alumnos se propone un método que permite encontrar similitudes entre
pasajes de texto. La base del mismo se encuentra en la descomposición de las
oraciones de un texto en bigramas de palabras.
El método consta de dos fases. En la primera, se procesan todos los documentos
que constituyen la base de datos textual o repositorio formada por diferentes fuentes:
trabajos anteriores de estudiantes, tesis, monografías, capítulos de libros, entre otros.
El resultado es un índice invertido donde cada entrada representa un bigrama con una
lista asociada de documentos y oraciones donde aparece.
La segunda fase consiste en la búsqueda de pasajes similares entre un
documento dado la base de datos. Para ello, se computa una métrica de semejanza a
partir de obtener – mediante una técnica de filtrado basada en bigramas – aquellas
oraciones sospechosas por ser similares a algunas contenidas en la base de datos. A
continuación se presentan los pasos principales que componen el algoritmo de armado
del índice de la base de datos:
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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Imagen 1 – Bigrama.
Luego, por cada documento que se quiera contrastar se realiza el siguiente
procedimiento:
Imagen 2 – Bigrama.
Para validar el método se realizó una prueba experimental consistente en tomar
un conjunto de 100 documentos provenientes de un sitio de provisión de monografías
en castellano. En especial, se tomaron aquellas del tema Internet y Redes. A los
efectos de realizar una prueba global se compararon los documentos todos contra
todos.
El primer resultado obtenido es que 27 pares de documentos poseen 60% más
oraciones semejantes. En una segunda prueba, se encontraron 23 pares de
documentos semejantes. Este corpus se evaluó – además – con el software Wcopyfind
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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el cual arrojó que 22 de los pares anteriormente encontrados son semejantes. Esta
prueba confirma la validez y eficacia del método propuesto.
27 230%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
70%
Prueba Experiemental
Pares de Documentos
Sem
ejan
za
Gráfico 1 - Prueba Experimental
CAUSAS DE PLAGIOS
¿Por qué se plagia? Sin duda, esta pregunta posee matices propios, porque no
preguntamos por el objetivo que se busca al plagiar, sino por las razones por las que un
individuo no puede alcanzarlo –o intentar hacerlo– más que plagiando. Esas razones
son básicamente tres: urgencia, pereza e incapacidad. Y de nuevo cada una de ellas
puede verse actuando en proporción distinta según que el plagiario pertenezca a una u
otra de las dos grandes familias que anteriormente se explicaron.
La primera, a la que pertenece el plagiario ladrón, al que mueve algún interés
muy concreto y no algo tan difuso como la gloria o la fama, solemos hallarla en ámbitos
e instituciones de carácter académico, y es ahí donde despliega su acción y también
donde tiene, en ocasiones (aunque no siempre, ni mucho menos) su territorio preferido
de caza. Y si lo que mueve a este tipo de plagiario es (como decíamos) la utilidad que
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el plagio pueda reportarle y los beneficios o prebendas que con él pueda conseguir,
fácil es conjeturar que dicha utilidad tiene que ver, asimismo, con cuestiones y asuntos
académicos: ese tramo de investigación que hay justificar, esa cátedra que aguarda su
sólida presencia, ese sexenio o quinquenio que es preciso acreditar. Cabe suponer, por
tanto, que en él, tanto la pereza como la urgencia son motivos importantes que le
conducen al hurto: la pereza insuperable que le imposibilita para lo que él ve como la
ardua tarea de sentarse a pergeñar media docena de folios, y tal vez, precisamente por
eso, el tiempo que se echa encima y ya nada más puede hacerse que apropiarse del
trabajo de otro, si se desea comenzar a gozar cuanto antes de las ventajas (por lo
general monetarias) asociadas a su nueva situación administrativa. Sobre su
incapacidad o incapacidad resulta, en cambio, más difícil juzgar, porque muy a menudo
ni siquiera la pone a prueba, y es muy complicado determinar con certeza lo que podría
dar de sí un cerebro que nunca ha sido usado.
En el plagiario exhibicionista, en cambio (en aquél que es movido no tanto por la
utilidad inmediata o el dinero, sino más bien por la fama), ninguna excepción cabe; la
incapacidad es, a no dudarlo, su rasgo más llamativo. Porque puede que disponga de
todo el tiempo preciso para crear esa obra inmortal con la que sueña y que le hará
famoso, y hasta pudiera ser que no tenga nada de perezoso y que se haya hartado de
emborronar cuartillas, pero su absoluta impotencia y falta de ideas unidas a su codicia y
afán de notoriedad, a su presunción y estupidez, lo inducen al robo, porque ninguna
otra posibilidad ve a su alcance para intentar dar satisfacción a su anhelo.
Denominador común a ambos es, la ineptitud y que con el plagio no hacen sino
poner de relieve. Más, el segundo que el primero, porque a éste, al ladrón simple, le
obliga la necesidad y le inmoviliza la vagancia, y dada ésta, no resulta sencillo
establecer cuáles son sus cotas de incompetencia, porque acaso pudiera suceder que
si lograra liberarse de su astenia permanente y quizás hasta innata, fuera capaz su
magín de alumbrar algo medianamente decente, siquiera sea para salir del paso. Pero
al usurpador, a aquél que en estado puro no hay por qué sospechar prisionero de la
pereza, nada le fuerza al plagio más que un desmedido deseo de notoriedad que su
completa incapacidad le veta. Y por eso, si al primero la ineptitud se le supone, en el
segundo es manifiesta: porque quien a ninguna otra aspira más que a la gloria, es
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seguro que no escatimará esfuerzos para alcanzarla, y es sólo sus dotes escasas o
nulas las que le impelerán a apropiarse del trabajo de otro.
Naturalmente, el que el plagiario ladrón sea especie habitual en instituciones
académicas, en tanto que la variedad exhibicionista suele moverse con mayor libertad y
no hallarse constreñida por exigencias labores o administrativas, esto no significa que
ambas variedades no puedan cruzarse. Y así, hallar plagiarios imbéciles en la
Academia, que buscan no sólo dinero –y acaso ni siquiera principalmente–, sino
también fama y reconocimiento. Mas, raro en cambio, es encontrar plagiarios ladrones
en estado puro fuera de ella, porque éstos suelen perseguir siempre fines académicos,
y no bien alcanzada la prebenda que el objeto plagiado les otorga, antes prefieren el
olvido que la fama.
CONSECUENCIAS DEL PLAGIO
Pueden suponerse repartidas en dos grandes grupos: aquéllas derivadas del
ejercicio de la ley y las que tienen que ver con la mera reprobación social, el escarnio,
la burla y el desprestigio que puedan llegar a caer sobre el plagiario. Y el peso que cada
una de esas consecuencias (legales o sociales) pueda tener depende mucho, del tipo
de hurto, principalmente de que sea total o parcial, que se exhiba o se oculte y,
naturalmente, de que pueda ser demostrado o no.
Nadie será tan mentecato para plagiar algo sobradamente conocido, no ya en su
totalidad, sino ni siquiera parcialmente. Y esto significa que el plagio lo será casi
siempre de un producto poco conocido, e incluso prácticamente desconocido, aunque
no necesariamente inédito, o de algo que, además, presenta también este segundo
rasgo y carece, por tanto, de la mínima cobertura legal que le presta la edición, sin que,
al mismo tiempo, su autor tenga alguna posibilidad de probar suficientemente su
autoría. Desde esta perspectiva, quien menos riesgos corre es el depredador, que roba
lo inédito, aunque sea en su totalidad, y no sólo parcialmente. Y en cuanto a los otros
dos, es obvio que si hacen otro tanto pasan a formar parte de este grupo y serán
depredadores sin más, sean cuales fueren sus motivaciones. Mas si la pieza que
cobran tiene dueño legal, por ignorado que sea, asumen muchos más riesgos, y de los Plagio – Royer Falcón Vilchez
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dos, es el ladrón, que oculta el robo, más que el suplantador, que lo exhibe, el que
cuenta con mayores posibilidades de pasar desapercibido y quedar impune.
Mas sea lo que fuere de las consecuencias legales –y hasta que ninguna de ellas
tenga el plagio–, ningún plagiario, de ser detectado, puede librarse de las sociales. Y
aquí, la mayor burla y reprobación tendrán como objeto, sin duda, al plagio total –lo que
no significa, desde luego, que el otro, el parcial, se vea libre de todo escarnio–, y dado
que el depredador es el más dado a ese tipo de robo, es él ahora, desde esta
perspectiva, el más frágil de los tres, ya que por más que no puede demostrarse, más
allá de toda duda razonable, la comisión del robo, cuando sobradas razones inducen a
creerlo, no dudará de él ni el propio juez, aunque se vea obligado a inhibirse de la
causa o a cerrar el caso. Y de los otros dos, vuelve a ser el ladrón el que tiene más
posibilidades de pasar desapercibido, porque es muy probable que quien tenga que
examinar el producto que presenta para obtener un beneficio no lo haga siquiera, o sea
lo suficientemente ignorante para no detectar el plagio, que pasará luego a dormir el
sueño de los justos en cualquier archivo. Y es, naturalmente, el exhibicionista el que, de
los dos, se halla de nuevo más expuesto. Y esto con independencia de que cualquiera
de ellos hurte total o parcialmente, aunque también parece claro que un hurto mayor se
haga acreedor de un mayor escarnio.
EL PLAGIO EN LA EDUCACIÓN
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Desde el punto de vista del proceso
educativo, el plagio amenaza aspectos esenciales de la formación del estudiante como son
la innovación, el desarrollo del pensamiento crítico y la adquisición de competencias. En el
caso de las instituciones educativas el plagio amenaza su razón de ser tanto como centro
de enseñanza como de investigación.
En el ámbito académico el plagio no se circunscribe exclusivamente a acciones
recíprocas entre alumnos y maestros (Kmietowicz, 2007), alumnos a alumnos, sino también
de maestros a maestros (Abbott, 2007). Los plagios pueden ir de los muy simples y burdos
hasta los sumamente sofisticados, que son, en consecuencia, los más difíciles de probar
(Dalton, 1999).
Recientemente se empezaron a desarrollar métodos sofisticados de detección
(software, buscadores) y definiciones de lo que significa el plagio, los actores y cuáles
serán las consecuencias de este acto, siempre reprobable (Wicker, 2007). Estos
mecanismos de regulación que han puesto en práctica algunas universidades han logrado
ciertos avances en las áreas de protección al derecho de autor y de la propiedad industrial.
Sin embargo, en los rubros de protección del derecho de autor
en relación con la tesis o trabajos de investigación, los avances
son muy limitados. En la mayoría de los casos la falta de
regulación favorece la impunidad.
FÁBRICAS DE MONOGRAFÍAS
A partir de mediados de la década de 1990, en Internet han empezado a
aparecer empresas que asisten al plagio. En tales sitios (denominados paper mills) se
ofrecen – en forma gratuita o paga – catálogos de trabajos de la más amplia temática.
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Algunos ejemplos de estos sitios son www.schoolsucks.com, www.bignerds.com y
www.lazystudents.com. Para recursos en español existen www.elrincondelvago.com y
www.monografías.com. Los costos de provisión de documentos son variados. Desde
alrededor de diez dólares se puede obtener una monografía con bibliografía actualizada
de cuatro páginas con cinco citas. Por otro lado, cuando se trata de documentos
especialmente redactados para un cliente específico, se pagan alrededor de diez
dólares por página.
LA INFORMÁTICA AL AUXILIO DE LOS DOCENTES
En la búsqueda de plagio en textos escolares los docentes pueden utilizar tres
tipos de recursos para su detección:
- Motores de Consulta: A partir de sospecha de plagio o parafraseo un docente puede
extraer oraciones o n-gramas y enviarlos a un motor de consulta de gran cobertura,
como son Google, Yahoo o Altavista, y analizar las respuestas pertinentes.
- Aplicaciones Remotas: El sistema de detección de plagio denominado Plagiarism
Advisory Service asiste a universidades inglesas en la tarea de detección de plagio.
Cada trabajo enviado por los docentes es cotejado con documentos de una base de
datos que contiene páginas web, trabajos monográficos, trabajos de investigación,
diccionarios y enciclopedias, entre otros recursos. También existe la base de datos
privada denominada Turnitin donde las entidades educativas pueden suscribirse a un
servicio externo de recepción y control de plagio de trabajos de alumnos.
- Aplicaciones de Escritorio: El software Glatt intenta detectar estilos de escritura
semejantes, analizando la escritura de una persona puede lograr una firma que la
identifique. Por otro lado, CopyCatch es un programa que localiza semejanzas
sintácticas entre pares de documentos, utilizando técnicas de análisis de frecuencia de
términos. Wcopyfind es otro software de uso personal destinado a la detección de plagio
desarrollado por el profesor Bloomfield en la Universidad de Virginia.
Independientemente de la herramienta utilizada, la decisión de plagio es tomada
por el docente o directivo de la institución y no por el software de detección. No
obstante, las instituciones educativas no pueden ser acusadas de que no desean castigar la
Plagio – Royer Falcón Vilchez
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falta, ya que el asunto es muy complejo y en general no existe una normatividad para
detectar y sancionar esta reprobable falta.
DESCRIPCIÓN Y COMENTARIOS DE CASOS FAMOSOS DE PLAGIO
Algunos antecedentes de tales prácticas se citan a continuación.
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CONCLUSIÓN
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En el año 2001, en la Universidad de Virginia el profesor Bloomfield expuso una situación de fraude académico de significativa importancia: alrededor de 160 alumnos fueron acusados de plagio en sus trabajos.
Rachel Baker, desarrolló una serie de acciones de plagio artístico, tomó la estrategia del supermercado “Tesco” de Inglaterra de asociarse a la “Clubcard” o Tarjeta de Cliente para atacar al sistema de perfiles de consumidor que ocultaba la empresa. Baker clonó el logotipo de Tesco y otros recursos multimediales de la empresa y creó la tarjeta TM Clubcard5 que promocionaba en distintos sitios web. El parecido con el logotipo de “Tescos’s Clubcard” y los anuncios de “gane puntos por cada compra”, hacía que los usuarios que ignoraban el accionismo de Baker ingresaran a la página y volcaran todos sus datos para acumular puntos en sus tarjetas de cliente. Los datos personales que reunía la TM Clubcard le servían a la artista para enviar a los titulares de las tarjetas “correo basura”, mensajes erróneos, spams, etc. Cuando la empresa Tesco descubre la maniobra, envía a través de sus abogados una carta al sitio Irational.org (donde se alojaba el proyecto de Rachel Baker), acusando de “violación del copyright y de la marca registrada y del delito aún más grave de infringir el derecho a la confidencialidad de datos”. Como resultado de las acciones legales que pensaban tomar los abogados de Tesco si Baker no desmontaba el sitio, la autora decidió cambiar la marca por la de otro reconocido supermercado de nombre “Sainsbury”; que tiempo después iba a adoptar las misma estrategia legal que su par “Tesco”.
En Colombia, una universidad detectó que tres de sus alumnos de postgrado cometieron plagio en un trabajo de una asignatura. Lo destacado de la noticia es que los estudiantes en cuestión son políticos del orden de diputados y alcaldes.
La obra de Bunting consiste en la apropiación de un artículo del diario “Telegraph” que discurría en forma negativa acerca de su producción artística. El artista tomó el artículo y transformó cada una de sus palabras (con excepción de algunas como Heath y Bunting) en un hipervínculo que dirigían al sitio de cada palabra “punto com”. Por ejemplo “Heath Bunting is on a mission”: http://www.is.com; http://www.on.com; http://www.a.com; http://www.mission.com.
La banda The Rubinoos acusó en el año 2007 a Avril Lavigne de plagiar parte de su canción I Wanna Be Your Boyfriend para componer Girlfriend, el primer sencillo de su álbum The Best Damn Thing. Por éste motivo, Tommy Dunbar y James Gangwer, autores del tema de The Rubinoos, presentaron una demanda contra la cantante canadiense. Lavigne comunicó en su blog: "Luke Gottwald y yo escribimos Girlfriend y no tiene ninguna similitud con esa canción de la que hablan. Su demanda se basa en la copia de cinco palabras". La solista reconoce en su tema un estilo parecido a Get Off My Cloud de The Rolling Stones y I Wanna Be Your Boyfriend de The Rubinoos, "pero todas las canciones mezclan letras y emociones parecidas. Como humanos hablamos un sólo lenguaje", señaló Lavigne.
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Ninguna civilización ha tolerado el plagio. Los romanos no conocieron la
propiedad intelectual, pero condenaron al plagio por deshonroso. Nuestra civilización
con todos sus avances tecnológicos, sobre todo en el campo de la informática, ha
facilitado la práctica del plagio, pero debemos en todo caso condenarlo y calificarlo
como un medio fraudulento para presentar como propios resultados del esfuerzo
intelectual que no hemos sido capaces de crear.
El plagio es un acto por medio del cual una persona presenta una obra ajena
como propia siempre con intención fraudulenta. El plagiario siempre será un impostor.
Constituye una violación del Derecho de Autor, tanto en su contenido moral como de
explotación o patrimonial y puede dar lugar a acciones judiciales civiles y penales
previstas en las leyes. El plagio constituye una acción deshonesta contraria a la moral y
la ética y lesiona el honor y la reputación del autor plagiado.
El plagio puede presentarse en obras de cualquier naturaleza, aunque es más
frecuente en las obras literarias y musicales.
La informática a través de Internet es una herramienta grandiosa para la
enseñanza y la investigación académica, pero permite cometer plagio con una gran
facilidad por el traslado inmediato en línea de textos. Existen programas de
computación específicos para detectar el plagio de obras literarias.
El plagio en universidades y centros de investigación es una práctica rechazada
y contraria a la vida académica, para lo cual se prevén sanciones como la pérdida o
revocación de grados obtenidos y la expulsión de los plagiarios.
Los estudiantes deben ponderar antes de cometer plagio académico, que de
hacerlo se están engañando a sí mismos, por cuanto no obtendrán los conocimientos
que sus profesores desean transmitirle; a sus familiares, que con orgullo confían en su
formación; a la universidad con sus profesores que no estarían cumpliendo con su
papel formativo; y a la sociedad en general que aspira la mejor formación posible para
todos los profesionales.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Plagio – Royer Falcón Vilchez
29
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