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    Roberto Arlt, una crtica de laeconoma literaria

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    por Ricardo Piglia

    I. La escritura desacreditada

    E n e l p r lo go a Los lanzallamas Arlt s e h ac e c argo d e l as

    condiciones de produccin de su l iteratura: puesta en escena de lasituacin material en la que se genera un relato, este texto intentadefinir el lugar desde donde se quiere ser ledo. Al establecer unarelacin entre el lujo y el estilo, de entrada refiere

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    lo que cuesta tener una escri tura: e l e jerc ic io de la l iteraturaaparece l igado a l derroche, t rabajo improductivo que no t ieneprecio, se legaliza "en la vida holgada, en las rentas" de una clase

    que puede practicarla desinteresadamente. Para Arlt, en cambio,escribir es contraer cierta deuda, crdito que debe ser reconocido

    Este texto es un captulo del libro Traduccin: sistema literario y dependencia.* Ricardo Piglia naci en Adrogu, provincia de Buenos Aires, en 1940. Es narrador,

    crtico y profesor universitario.

    "Roberto Arlt: una crtica de la economa literaria" fue publicado en marzo de 1973 en elnmero 29 de la revista Los libros, en exacta coincidencia cronolgica, con el triunfoelectoral del peronismo, luego de casi veinte aos de proscripciones y en medio de unradicalizado clima poltico cuyas tensiones, en buena medida, determinaron la lectura dePiglia tal corno se hace ostensible en el prrafo final.

    Por una parte, y en trminos tericos, el artculo resulta un ejemplo prstino de ladominancia que por entonces el marxismo y el psicoanlisis ejercan en el campo de a

    crtica literaria, de ah que conceptos como lapsus, sntoma, sublimacin, imaginario,negacin aparezcan tramados con otros como propiedad, relaciones de produccin,determinaciones econmicas, inters de clase, mercanca.

    Por otra parte, el artculo resulta heredero de las lecturas fundadas por los intelectualesde la revista Contorno incluso el giro "en el revs de la trama" parece una sea deafiliacin al pensamiento crtico de David Vias, director de aquella publicacin, aunquelas renueva tericamente y, en cierta forma, las lleva al extremo cuando la obra de Arlt engeneral, y El juguete rabioso en particular, son ledos como transposicin de la dimensineconmica a la s imblica, de manera que produccin material y produccin textual resultan homologadas. Ms all de esa relacin, de continuidad, el artculo de Pigliaalcanz una inusitada eficacia crt ica y algunas de sus hiptesis y estrategias laexplicacin de la escritura de Arlt en trminos de sus lecturas de formacin, la elevacindel robo de la biblioteca a la categora de emblema de "una lectura econmica de laliteratura"permanecen, hasta hoy, como el modelo ms alto de las lecturas ideolgicas dela obra de Arlt. A. J.

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    en e l mercado. "Ganarse la v ida escribiendo es penoso y rudo"porque hay que lograr que el lector pague con dinero el inters: eneste pago, diferido, se abre el espacio incontrolable de la demanday la circulacin. "Palabra inefable" (como la llama Arlt) la escritura"no t iene explicacin": se la encuentra donde ya no est , en e l

    intercambio que sobre la escena del mercado, resuelve el valor en elprecio. Convertida en mercanca, la ley de la oferta y la demandaparece ser lo nico que permite, desde el consumo, darle " razones"a la produccin literaria. En la nota que concluye Los lanzallamas,Arlt escribe: "Dada la prisa con que fue terminada esta novela, p uescuatro mil l neas fueron escritas entre fines de septiembre y el 22de octubre (y la novela consta de 10.300 lneas) el autor se olvidde consignar en el prlogo que el t tulo de esta segunda parte de Los s iete locos que primitivamente era Los monstruos, fuesustituido por el de Los lanzallamas, por sugerencia del novelistaCarlos Alberto Leumann". En la urgencia del mercado, se olvida un

    prstamo: este lapsus, es el s ntoma mismo de esa deuda que secontrae al ejercer con un ttulo prestado la escritura. A travsdel recuento minucioso de las cifras y las fechas, la demanda hacesaber sus exigencias: hay un contrato que impone cierto plazo y fijalos l mites. Como el prlogo y la nota, est final y al comienzo delrelato: lo sostiene, lo emplaza. "Con tanta prisa se termin estaobra que la editorial imprima los primeros pliegos mientras que ela ut or e st ab a r edac ta ndo l os lt im os c ap t ul os ." L a dem an daf in an ci a l e e sc ri tura y l a d ir ig e: h ac e de e se c om pr om is o, undestino. ("El amor brujo -anuncia Arlt- aparecer en agosto de1932"). De algn modo, al ponerle un plazo, Arlt debe "alquilar" su

    escritura, lograr que le paguen mientras escribe: parece que elmercado continuara en el relato hasta "entrar" en el texto. En esta

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    obligacin hay al mismo tiempo una promesa, cierto suspenso y elreconocimiento de una deuda: escribir deja de ser un lujo , under ro ch e, p ar a c on ve rt ir se e n una f at al idad , o me jo r, e n unanecesidad (material).

    El valor del estilo

    El fol let n es la expresin l mite y el modelo de esta escriturafinanciada: el texto mismo es un mercado donde el relato circula yen cada entrega crece el inters. Este aplazamiento, que decide a lavez el estilo y la tcnica, se funda en el suspenso, crdito que hacede la ancdota la mercanca -s iempre postergada- que el lectorrecin logra tener al final. "Me devoraba las entregas", dice Astieral narrar esta lectura en El juguete rabioso: en realidad se trata delograr que sea e l l ec tor quien "se entregue" , "devorado" por e l

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    inters. Economa l i teraria que convierte al lector en un cl ienteendeudado, se vive la ilusin de que una cierta necesidad materialenlaza el texto y su lectura.

    Escri tura donde todo se paga, este procedimiento def ine, a l

    mismo tiempo, el espacio literario de Arlt y su "moral" de escritor."Se dice de m que escribo mal . Es pos ible": esta confesin esambigua. Como vimos, para escribir "bien" hay que disponer de"ocio, rentas, vida holgada", hacerse responsable del derroche ques igni fica cul tivar un est i lo . En Arl t, este lujo se paga caro, e ldesinters elimina la oferta: se escribe por nada, para nada. "Notendra ninguna dificultad en citar a numerosa gente que escribe b ie n y a q ui en es ni ca me nt e l ee n c or re ct os m ie mb ro s de s ufamilia." Escriben bien: nadie los lee. Escriben bien porque nadielos lee? En real idad, lo que sucede es que nadie paga por esalectura: ledos en familia, no hay lazos econmicos, el dinero est

    excluido. Arlt invierte los valores de esa moral aristocrtica que seniega a reconocer las determinaciones econmicas que rigen todal ec tura , l os c dig os de c la se q ue dec iden l a c irc ul ac i n y l aapropiacin l iterarias. Entre el texto y el lector no habra ningunainterferencia: la cultura sera justamente ese "vaco" donde sed is ue lv e cu al qu ie r re la ci n ma te ri al p ar a q ue la i de ol og adominante ocupe el

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    sitio del trabajo productivo que la mantiene. En Arlt, al contrario,escribir bien es hacerse pagar, en el est i lo, un cierto "bien" quealguien es capaz de comprar . Slo a costa del lec tor se puedecostear el inters por la l iteratura: ser ledo es saldar una deuda,encontrar el sentido de ese trabajo "misterioso", "inefable" que noti ene e xp li cac i n e n u na s oc ie dad q ue f und a su r az n e n l aganancia. As , en Arlt , el dinero que aparece como garanta, quehace posible la apropiacin y el acceso a la literatura, es a la vez, elresultado que decide y legitima su valor. De este modo, al nombrarlo que todos ocultan, desmiente las ilusiones de una ideologa queenmascara y subl ima en el mito de la r iqueza espir itual la lgicaimplacable de la produccin capitalista.

    Los cdigos de clase

    Escritura que se sabe desacreditada, los textos de Arlt han debidopagar el precio de la devaluacin que provocan. Para una economaliteraria que hace del misterio de sus razones el fundamento de supoder simblico, el reconocimiento explcito de los lazos materialesq ue l a h ac en p os ib le , s e c on vi er te e n una t ra ns gr es i n a e secontrato social que obliga a acatar "en silencio" las imposiciones

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    del sistema. Basta releer el artculo que Jos Bianco le dedicara en19611 para ver de qu modo Arlt transgrede un espacio de lectura.E n es te c as o, e l c d igo de Sur. l ec tura de c la se q ue r ef ie re- just am en te a l r evs de A rl t- e l a cc es o f lu ido a una c ul tura"familiar". En realidad lo que se lee por debajo del texto de Bianco

    es la definicin de esa propiedad que es necesario exhibir parapoder escribir: "Arlt no era un escritor s ino un periodista, en laacepcin ms restr ingida del trmino. Hablaba el lunfardo conacento extranjero, ignoraba la ortografa, qu decir de la sintaxis".La insistencia sobre las faltas de Ar l t no son otra cosa que lasmarcas de un

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    descrdito: manejar mal la ortografa, la sintaxis es de hecho unaseal de clase. Se usan mal los cdigos de posesin de una lengua:los errores son otra vez el lapsus, se pierden los t tulos depropiedad y se deja ver una condicin social. "Hemos visto -insisteBianco- que le fal ta no slo cultura, s ino sentido potico, gustol iterar io ." Sentido potico, gusto l iterar io: e l discurso l iberalsu bl ima , e sp ir it ual iz and o. Ha br a u na c ar en ci a "n at ura l" ,irremediable: una fatalidad. Arlt se encarga de recordar que estacarencia es econmica, de clase: en esta sociedad, la cultura es unaeconoma, por de pronto se trata de tener una cultura, es decir,poder pagar. Por su lado, Bianco funda su lectura en la desigualdady al universalizar las posesiones de una clase hace de sus "bienes"las cualidades espirituales en que se apoya un sistema de valor. "Yhacia esa misma poca -escribe- aunque Roberto Arlt conservaratodava lectores no creo que infundiera respeto a ningn intelectualde verdad" (sic). El respeto es un reconocimiento: en este caso hayciertos ttulos de los que Arlt carece. Ms bien hay ciertos ttulosque Arlt admite haber recibido en prstamo: no son de l y estadeuda la debe pagar.

    A ho ra b ie n, y s i e st o q ue s ir ve p ar a des ac re di ta rl o f ue ra justamente lo que l no quiso dejar de exhibir? Quiero decir, y siel mrito de Arlt hubiera sido mostrar lo que no hay, hacer notar ladeuda que se contrae al practicar -sin ttulos- la literatura? En estesentido, sus carencias van ms all de s mismo: marcan los lmitesc on cr et os de una c ie rt a l ec tura , l a f ro nt er a -de sval or iz ada,empobrecida- de un espacio que es la literatura argentina.

    El juguete rabioso es el mejor ejemplo de las condiciones de estalectura: historia de una apropiacin en el juego de losintercambios, los desvos, las sustituciones que constituyen el textose narra el trayecto que es necesario recorrer para ganarse una

    1El ensayo de Jos Bianco -al que volveremos ms adelante- fue publicado en el n- 5 de Casa de Las Amricas, LaHabana, marzo de 1961.

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    escritura. El dinero financia la aventura y en los canjes que generanel relato, una cierta relacin con la escritura es registrada a partirde los cdigos sociales y de la clase que decretan su circulacin yhacen posible su uso. "Me inici en los deleites

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    y afanes ele la literatura bandoleresca": en esta frase que recuerdauna lectura (primera frase de su primer l ibro) comienza el textoarltiano. Se trata de ver qu sigue a esa iniciacin para tratar dedescifrar de qu modo en la prctica de su escritura, Arlt proponeuna teora de la l i teratura donde un espacio de lectura y c iertascondiciones de produccin son exhibidos.

    II. Crtica a la lectura liberal

    Desde el principio, Astier acta los efectos acumulados de unalectura ("Yo ya haba ledo los cuarenta y tantos tomos que e l vizconde Ponson du Terrail escribiera acerca del hijo adoptivo demam Fipart, el admirable Rocambole, y aspiraba a ser un bandidode alta escuela", N. C. 1.1. p. 38): su experiencia es la repeticin deun texto que a cada momento es necesario tener presente. Estecanje entre lectura y experiencia hace avanzar la narracin: en elcamino de su aprendizaje, para enfrentar los riesgos, se sostiene dela l iteratura. L lueve la noche de su primer robo, pero a lguienrecuerda: "Mejor. Estas noches agradaban a Montparnasse y aTenardhier. Tenardhier deca: Ms hizo Juan Jacobo Rousseau",etc. (vase p. 51); al probar sus conocimientos de fsica frente a losmilitares: "Y en aquel instante antes de hablar, pens en los hroesde m is l ec tura s p re di le ct as y l a c at adur a de R oc am bo le , delRocambole con gorra visera de hule y sonrisa canal la en la bocatorcida, pas por mis ojos incitndome al desparpajo y a la actitudheroica" (p. 100); por fin, cuando vacila antes de delatar al Rengo:"En real idad soy un locoide con c iertas mezclas de pil lo; peroRocambole no era menos: asesinaba, y yo no asesino" etc. (vase p.146). Robar, inventar, delatar: nudos en el aprendizaje de Astier,momentos de viraje en la estructura de la novela, en los tres casoshay un pasaje, un cierto proyecto -fracasado que se realiza desdela literatura. Frente a cada movimiento del relato, otro relato ledo,sirve de apoyo. Vigilado en ese otro texto, Astier reconoce el eco "yavivido" de una lectura: no hay otra iniciacin que sa, repeticinque en el escenario falsificado de la l iteratura permite representarel efecto de los textos ledos.

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    En este caso, el exceso de una cierta lectura, ms que fundar unalegibil idad -como en el ejemplo c lsico de El Quijote-decide losderechos "legales" para acceder a la propiedad de la literatura. Porun lado, una relacin muy particular sostiene la lectura y la haceposible: Ast ier debe a lquilar los l ibros para poder leer ("Por

    algunos centavos de inters me alquilaba sus l ibracos", p. 36). Enese prstamo se paga e l inters por la l iteratura: f inanciada,alquilada, la lectura nunca es gratuita. Al mismo tiempo, el dinerono alcanza para tenerlos textos, se costea con l cierto tiempo delectura. Esta posesin, provisoria, es un simulacro de la propiedad( "Obs er va nd o q ue le ll ev ab a u n li bro me gr ita ba a mo do d eadvertencia: 'Cuidarlo nio que dinero cuesta'" , p . 36) lec tura vigilada, en los "cuidados" que requiere la propiedad se advierte lacarencia. Desposedo, Astier buscar legitimar la posesin a travsdel desvo, imaginario, de la literatura. ("No recuerdo por medio dequ suti lezas y s inrazones l legamos a convencernos de que robar

    era accin meritoria y bella", p. 43). Rocambole, doble literario, lesirve de modelo en apropiacin mgica y sin ley. Delitoprivi legiado, "accin bella", cr imen l iterario, transgresin queenlaza experiencia y dinero, el robo es la metfora misma de lalectura arltiana. Se roba como se lee, mejor: robar es como leer. Noes casual que en la primera accin del "club de los caballeros de lamedianoche" se roben: l ibros. "Tratbamos nada menos (subrayo yo) que de despojar a la biblioteca de una escuela" (51). Si hay quepagar para (poder) leer, el inters por la literatura justifica el costodel delito: se roba porque se ley o se roba para leer?

    Legalidad y coaccin social: la biblioteca

    "Sacando los volmenes los hojebamos, y Enrique que era algosabedor de precios deca: 'No vale' o 'Vale' (p. 58). Y esto? Cmose llama? Charles Baudelaire. Su vida. Parece una biografa. No valenada" (p . 59) . Toda la escena funciona, en realidad, como unalectura econmica de la literatura: es el precio quien decide el valory esta inversin viene a afirmar

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    que no hay un s is tema de valor independiente del dinero. Almismo tiempo se roba "nada menos" que una biblioteca, es decir,ese lugar que parece estar afuera, ms al l de la economa, zonaneutra donde la lectura "al alcance de todos" se realiza contra lasleyes de la apropiacin capitalista. En este sentido, la metfora delrobo muestra, en el acceso ilegal, que este espacio a primera vistatan abierto, est, sin embargo, clausurado: por de pronto hay queforzar "cuidadosamente" la entrada (vase p. 57). Infranqueable, b lo quea da , p ar a A rl t, l a b ib li ot ec a n o e s e l l ug ar p le no de l a

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    cultura, sino el espacio de la carencia. "Lila para no gastar en librostiene que ir todos los das a la biblioteca" (p. 68). La falta de dineroimpide tomar posesin de los l ibros salvo a prstamo, en el plazof ijo de una lectura vig ilada. Al invadir para robar , Ast ier haceentrar en ese espacio "gratuito", un inters (econmico) por la

    literatura que se funda justamente en la toma de posesin ("Che,sabes que es hermoss imo, me lo l levo para casa" , dice Ast ierrefir indose a la biografa de Baudelaire, vase p. 59). El preciointer fiere en e l acceso a " la bel leza": slo en e l desvo de estaapropiacin ilegal es posible tenerun texto. En este sentido toda lasituacin puede ser leda como una crtica a la lectura l iberal; nohay lugar donde e l dinero no l legue para cr i t icar e l va lor en e lprecio. Signo de toda posesin, garantiza la legibilidad, es decir, laposibil idad misma de acceder a la l i teratura. De al l que, en el vaivn entre el prstamo y el alquiler, el robo funciona como esalectura que debe pagar con e l deli to , la invers in de un c ierto

    cdigo cultural.

    Precisamente, el mito l iberal de la bibl ioteca pblica intentasublimar la violencia de esta apropiacin; se repite, perfeccionada,la operacin que en el mercado, borra las relaciones de produccin y la lucha de clases, para imaginar una relaci n de li breconcurrencia entre propietarios en un pie de igualdad. Hace faltaadmit ir que las "neces idades" (en este caso econmicas) estnd is tr ib ui da s e qu it ati vam en te : e n c uan to a lo s m ed io s p ar asatisfacerlas, la biblioteca sera ese espacio socializado, propiedadcolectiva de acceso libre que garantiza la

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    posibil idad de una lectura universal . La biblioteca vendr a adisolver la propiedad poniendo la cultura como un bien comn adisposicin de todos los lectores. De hecho este bien comn, igualqu e o tro s " bi en es c om un es " ( en tr e e ll os e l le ng uaj e) e st des igualmente repartido. Es e l acceso a la lec tura lo que estt ra ba do p or e l d in er o (es to e s, l as r el ac io ne s de p ro ducc i nexpresadas por el dinero). Toda lectura es una apropiacin que sesostiene en ciertos cdi gos de clase: la legibi lidad no estransparente y la " l iteratura" slo existe como "bien simblico"(aparte de su carcter de bien econmico) para quien posee losmedios de apropirsela, es decir, de descifrarla. Es esta propiedadlo que se trata de ocultar, disimulando la coaccin que las clasesdominantes ejercen para imponer como "naturales" las condicionessociales que definen la lectura. El "gusto l iterario" (del que hablaBianco) no es gratuito: se paga por l y el inters por la l iteraturaes un inters de c lase . En este sentido, para Ast ier en toda lanovela, no hay otro "delito" que ese inters por la literatura: deudaque perpetuamente hay que saldar, no habiendo t tulo que lo

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    legitime, el mismo acto de leer ya es culpable.

    "Cier to atardecer mi madre me di jo: 'Si lv io es necesar io quetrabajes' . Yo que lea un l ibro junto a la mesa levant los o josmirndola con rencor. Pens: trabajar, siempre trabajar" (p. 67).

    Esta interrupcin (que el texto registra varias veces) ordena uno delos vaivenes del relato: conecta s imblicamente con el robo y laaventura, la lec tura es e l reverso de la produccin. El t rabajo,destino que el dinero hace presente, es lo que se trata de negar: "Nohable de dinero, mam, por favor . No hable , cl lese" (p . 69) .Silencio forzado, para acceder "sin interrupciones" a la lectura hayque olvidar la realidad: y a la inversa, en "los deleites y afanes de laliteratura" se sostiene -imaginariamente- el desvo que lo aleja desu clase.

    A esta al tura se produce una cierta transaccin que define un

    nuevo movimiento del relato: despus de a lgunas vac ilac iones Astier se decide, ir a trabajar. Tratar, sin embargo, de no perderel sentido de esa bsqueda que marca su iniciacin:

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    "en una librera, mejor dicho (subrayo yo) en una casa de compra yventa de libros usados" ( p. 69). Alquilar, robar, vender libros: en laaventura de esta ambigua relacin con la propiedad, El jugueterabioso va definiendo el camino de su propia gnesis.

    Libros usados: entre el sacrilegio y el consumo

    "El local era ms largo y tenebroso que el antro de Trofonio.Donde se miraba haba l ibros: l ibros en las mesas formadas portablas enc ima de cabal letes, l ibros en los mostradores, en losrincones, bajo las mesas y en el stano" (p. 70). Espacio degradado,este "saln inmenso, atestado de volmenes" es el lugar mismo dela apropiacin capitalista: el dinero establece el orden y regula lalectura. En esta acumulacin confusa la lectura, regida por la ley dela oferta y la demanda, pierde su aire privado: desvalorizados, los

    textos ya "usados" son sometidos a un canje indiscriminado dondet odo s e m ez cl a. O pues to a l o rden s un tuos o de l a b ib li ot ec a("Majestuosas vitrinas aadan un decoro severo y tras los cristales,en los lomos de cuero, de te la y de pasta , re luc an las guardasarabescas y ttulos dorados de tejuelos", vase p. 55) este lugar alque vienen a parar los restos de una cultura es el espacio donde serealiza la lectura de Astier. Agravacin grotesca del inters por laliteratura que se viene pagando desde el comienzo, no es casual queuno de sus t rabajos sea tocar "un cencerro" para despertar e linters de los clientes. Es un cierto modo de tratar la lectura lo que

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    Arlt pone en escena y en el exceso de esta oferta desesperada laliteratura se extingue.

    Aparece ms c laro, entonces, el gesto l mite con el que Astierc ierra este c ircuito de apropiacin: "sin vaci lar, cog iendo una

    brasa, la arroj al montn de papeles que estaba en la orilla de unaestantera cargada de libros" (p. 92). Busca incendiar la librera, esdecir, consumirla: al provocar la extincin reconoce sui mp os ib ili da d d e p os ee r. "E l a cto d e c on su mo - ha es cri toBaudrillard- no es slo una compra sino tambin un gasto, es decir,una r iq ue za m an if es ta da y una des tr uc ci n m an if ie st a de l ariqueza." En Astier, como vimos, ninguna "riqueza"

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    puede manifestarse: alquilar , robar, vender, nunca l lega a ser el

    propietario legt imo. Los l ibros estn en sus manos, pero no lepertenecen: intento de consumir lo que no se puede tener , ladecisin de incendi ar la librera es el paso final en estadesposesin. Acto suntuario, lujoso, en el incendio, la riqueza esnegada; esta transgresin reproduce, exasperando, el acto capitalde la soc iedad que lo exc luye: consumo gratuito, sacri ficio , sedestruye para tener.

    El fuego y el robo

    En este sentido, el intento de quemar la l ibrera es homlogo alrobo de la biblioteca. Dos caras de una misma moneda, estoslugares son espacios simultneos de una sola lectura: la bibliotecaacomoda lo que el mercado desordena y su prstamo legal, sublimael canje brutal que se desencadena en las casas "de compra y venta". Del orden al desorden, la l iteratura circula regida por lasleyes de la apropiacin capital ista: al robar la bibl ioteca, Astierniega toda separacin, l leva el precio a donde el valor dice reinarfuera de la economa. A la vez , quemar la l ibrera es consumir"gratuitamente" ese lugar desvalorizado, donde los libros "usados",slo valen lo que se paga por ellos, en el canje que decide el precio.Se hace entrar, v iolentamente, e l inters econmico a l rec intodesinteresado de una lectura gratuita y se intenta destruir el lugarmismo donde el dinero, en el intercambio, se hace visible y actacomo una cierta lectura. Se produce una exasperacin de la ley querige, en secreto, la apropiacin: el robo parece ser el momentolmite del alquiler simblico de la biblioteca y a su vez el incendiocierra el consumo indiscriminado, salvaje, de la librera de usados.

    Un desplazamiento que podramos llamar "perverso" recorre todoel procedimiento: es "normal" robar una l ibrera donde se puedee nc on tr ar e l d in er o y s e c on oc e ( de sd e E ro str ato ha sta la s

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    pesadillas borgeanas) el mito de la biblioteca incendiada. En esecaso se respeta cierto orden: se busca el dinero donde se sabe queest y en el incendio se destruyen, simblicamente, los cdigos deuna cultura. En Arlt, las cosas son distintas:

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    no busca negar, sino invertir: del mismo modo que el robo afirma lapropiedad, el incendio es un intento -desesperado- de posesin.Contraeconoma fundada en la prdida y en la deuda, en el incendios e b us ca des tr ui r e l f an ta sm a del p re ci o, l a p re se nc ia de l aeconoma que desordena la l i teratura; y el robo de la bibl iotecahace saber que el espacio simblico de la l iteratura est prohibidopara el que no tiene dinero.

    Si robar una biblioteca es l lamar la atencin sobre las clausuras

    que encierran a una lectura en los cdigos de clase, incendiar loslibros usados es querer hacer ver bajo esa luz brutal, en el precio elmisterio del valor. As, el robo es la metfora de una lectura ilegal,d es ac re di tad a, q ue e n l a t ran sgr es i n e nc ue ntr a acc eso y posibilidad de apropiacin; mientras que en el intento de incendiarla l ibrer a e l fuego vendr a a echar luz para ayudar a ver -y adestruir s imblicamente- e l mal (econmico) que disuelve lacul tura . Actos sacri legos, doble invers in de los valores de lacu lt ura y l a r iq ue za , e n e st e d esv o h ac ia la p ro hi bi ci n seencuentra la gnesis misma de la escritura de Roberto Arlt.

    III. En busca del texto perdido

    Como el robo, el incendio fracasa: acto fall ido marca el final deeste c ircuito de apropiacin. Para encontrar el pasaje que de latransgresin, lleva a la ley y a la escritura, hay que detenerse en laescena clave del libro, en el momento en que As-tier, hacia el final,decide delatar al Rengo. "En realidad -no pude menos que decirme-soy un locoide con ciertas mezclas de pillo; pero Rocambole no eramenos: asesinaba. . . yo no asesino. Por unos cuantos francos le

    levant falso testimonio a 'pap' Nicolo y lo hizo guil lotinar. A la vieja Fipart que le quera como una madre la estrangul y mat...m at a l c ap it n Wil li am s, a q ui en l deb a s us m il lo ne s y s umarquesado. A quin no traiciono l?" (p. 146). Una vez ms eldelito se apoya en la literatura: todo es posible si una legibilidad dal as r az on es . L a t ra ic i n de R oc am bo le l e h ac e p os ib le o tr astraiciones, las legaliza. En este caso, adems, la transgresin es

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    ambigua: al impedir el robo se ayuda a encarcelar a un"delincuente", se defiende la propiedad. Hay un cdigo doble y elrepudio moral ("por qu ha traicionado a su compaero? y s inmotivo. No le da vergenza tener tan poca dignidad a sus aos?",le dice el ingeniero a quien avisa del robo, vase p. 153) no hace

    m s q ue a fi rm ar e l c ar c te r l eg al de e st e a ct o s oc ia lm en -t e"positivo": nueva inversin, Astier hace el mal por el bien, y en laconfesin, el relato anticipa el crimen, legalizndose.

    De este modo Astier queda -como en toda la novela- atrapado enesa ambigedad que constituye el centro de su aprendizaje. Antes,como vimos, la l i teratura sostena la entrada del del ito, en estecaso, se sale del delito por la literatura. En el momento de delatar,Astier fija "los ojos en una biblioteca llena de libros" (vase p. 149):frente a esa biblioteca la iniciacin se cierra y comienza su relato.Relato del crimen, al anticipar e robo, constituye un destino ("El

    Rengo fue detenido a las nueve de la noche", p. 150) para que actel a l ey . En e st e s en ti do , p odr am os dec ir q ue l a del ac i n e s l aexpresin misma de la escritura arltiana: se trata de decirlo todo yesa "sinceridad" hace de la confesin una forma privilegiada de lal iteratura. "Al escribir mis memorias" dice Ast ier a l comienzo(vase p. 39): memoria de una lectura y sus dificultades en el juegode las sustituciones, los canjes, las prdidas, El juguete rabiosoexhibe -oculto en las metforas que lo encubren-ese trabajo queempieza cuando todo termina. Como el objeto perdido del que hablael psicoanlisis, lo encontramos en todos lados sin reconocerlo enninguna parte. "Busco un poema que no encuentro", dice Astier (p.

    87): cargada de referencias l iterarias, dividida en captulos cuyosttulos ("Los ladrones", "Judas Iscariote", "Los trabajos y los das")son c itas de otros l ibros, e l relato muestra las huel las de esa bsqueda. En el recuerdo del fragmento de Ponson du Terrail quehace pos ible la delacin, e l texto, se det iene para reg is trar e lmomento en que la transgresin se real iza en el lenguaje: en esacita doble (con la literatura, con la ley) la historia se cierra sobre smisma y la novela puede ser escrita. O mejor,

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    en el doble juego de los textos citados (el relato del robo, el textode R oc am bo le ), t ex to e n e l t ex to , r el at o e n e l r el at o, n ac e l aposibilidad misma de escribir. En este sentido, habra que decir queen este libro no hay otro juguete rabioso que la literatura.

    Por otro lado, un procedimiento se perfecciona: la lectura quesirve de apoyo a la experiencia se hace visible, se cristaliza hastaterminar apoyndose en un texto. "De pronto record con nitidezasombrosa este pasaje: Rocambole olvid por un momento susdolores f sicos. El preso cuyas espaldas estaban acardenaladas

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    por la vara del capataz, se sinti fascinado: parecile ver desfilara su vista como un torbellino embriagador, Pars , los Campos Elseos, el Bulevar de los Italianos, todo aquel mundodeslumbrador de luz y de ruido en cuyo seno haba vivido antes' (p. 146). La lectura constituye una escritura, define otro texto en el

    texto. Esta c ita a la vez muestra el momento en el que se escribeuna lectura, marca una propiedad y legitima una traicin. A su vez,la delacin, crimen parasitario que debe injertarse en otro crimen,es tambin una c ita: con la ley , con la justicia . Se comprende,ahora, el desvo de Astier: citar es tomar posesin de un texto, estaapropiacin por f in legal , se ha fundado en el del ito: al delatar ,Astier no hace otra cosa que "literatura".

    Escribir una lectura

    Lugar donde se intercambian los libros "usados", la cita marca elpasaje de la lectura a la escritura: consumo productivo, se trata noya de leer, sino de escribir esa lectura. En el caso de Astier el rodeode su acceso (alquilar, robar, vender, incendiar) ha devaluado sua pr op ia ci n : e n e l t ex to " po br e" de P on so n s e l ee n a l m is motiempo, las dificultades de una lectura y sus protocolos. De todosmodos, esta lectura desacreditada es su nico respaldo para podergarantizar una escritura: no slo porque marca como vimos elmomento en que esa lectura se constituye en texto, s ino porqueadems, releyendo la cita, se encuentra, junto con los signos de lalectura cuyas desventuras hemos recorrido (l iteratura "barata",

    folletn, delito)

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    e l r gi me n mi smo d e s u e st ilo . "A ca rd en al ad as , p are ci le ,torbellino embriagador, mundo deslumbrador": en realidad, detrsde ese lenguaje crispado se ve aparecer a l mismo Arl t. Est ilosobreactuado, de traductor, alude continuamente a ese otro textoen el que nace y por momentos es su propia parodia: en este sentidohabra que decir que cuando Arlt confiesa que escribe mal, lo que

    hace es decir que escribe desde donde ley o mejor, desde dondepudo leer . As , " las horribles traducciones espaolas" de las quehabla Bianco son el espejo donde la escritura de Arlt encuentra "losmodelos" (Sue, Dostoievski, Ponson, etc.) que quiere leer . Estainterferencia, seala los lmites de un espacio de lectura del que lacita de Rocambole es apenas una marca.

    No es casual que en esta apropiacin degradada las palabraslunfardas se citen en comillas: idioma del delito, debe ser sealadoal ingresar en la literatura. En este sentido, Arlt acta incluso comoun " traductor" y las notas a l p ie (vase p . 49) explicando que

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    "jetra" quiere decir "traje", o "yuta", "polica secreta" son el signode una cierta posesin. Si como seala Jakobson, el bil ingismo esuna relac in de poder a t ravs de la palabra, se ent ienden lasrazones de este simulacro: se es el nico lenguaje cuya propiedad Arlt puede acreditar.

    A la inversa, en la escena con la "mantenida" (vase p. 88) a laque Astier le lleva "un paquete de libros", el lenguaje se enlaza conla prohibicin y la prdida. Inaccesible, ajena, esa mujer que hablafrancs y de pronto lo besa sin que Astier alcance a comprender,est "en otro mundo". Esa distancia que el idioma remarca es unadistancia de c lase: se trata como siempre del acceso -prohibido,culpable- a la "belleza" y en este caso el lenguaje sirve de soporte aldeseo y a la propiedad. Los di logos en francs pasan a ser lasmarcas " incomprensibles" de la sexual idad y la r iqueza, en e lmismo sentido que -por ejemplo las frases en italiano ("strunsso,

    la vita e denaro", p. 79) convocan el universo de la necesidad y elt rabajo. En esto Arl t se maneja en una direcc in homologa a lsanete y al grotesco: palabras en italiano, en idisch, en francs, enalemn, en

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    el relato el idioma extranjero es tratado -al igual que el lunfardocomo si fuera un jerga de clase que remite a las relaciones sociales.Es esta estratificacin la que el lenguaje vaco, sintagmtico de lat ra ducc i n v ie ne a cubrir, c li ch s , lu gar es co mu ne s, e n e l vocabulario y los giros "literarios" de la traduccin, Arlt encuentraun lenguaje escrito a partir del cual construir en la lectura- su"propia" escritura. Apropiacin de la l iteratura, lectura escrita, latraduccin define, un cierto espacio de lectura donde el texto deArlt encuentra un lugar que lo condiciona y lo descifra.

    El escritor fracasado

    Escritura que paga en "condiciones bastante desfavorables" ladeuda de su origen, en lt ima instancia, en Arlt el fracaso es elnico que permite realizar e l deseo i leg t imo, " imposible" , dee sc ri bi r. Po r u n l ad o, As ti er e nc ue nt ra l a li te ra tu ra e n latransgresin y el delito. Al mismo tiempo, entre la vida de Baude-laire , poeta maldito , que "no vale nada" cuyos "hermoss imosversos", expropiados durante el robo a la biblioteca, tambi n sufrenla devaluacin del traductor ("Yo te adoro al igual que de la bvedanocturna", subrayo yo, vase p. 59); y la visita del poeta parroquial,elogiado en Time, t raducido a l i ta liano, f rente a quien Ast ierad mi te - po r nic a v ez en to da l a n ov el a- su re lac i n co n laliteratura ("Escribe? S, prosa", vase en este mismo nmero de

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    Los libros, p. 20), el relato va construyendo una cierta metfora delescritor: en todos la "razn de ser" es el fracaso y este destino,"inevitable", culmina con el cuento del Escritor fracasado (vase N.C . t . I II p . 2 20 ). E n e ste se nt id o h ab r a q ue d ec ir q ue e n e sahistoria se c ierra el proyecto de escritura cuya gnesis narra El

    juguete rabioso: Los dos textos pueden ser ledos como un solorelato en el que "los deleites y afanes de la literatura" se realizan enla destruccin y la prdida, en esa "nada infinita" que concluye elrelato (vase p. 244).

    P or un l ado, p ar a A rl t e l f ra ca so e s l a c on di ci n m is ma deescritura, pero a la vez -en el revs de la trama -se entiende que lavisita al poeta parroquial, haya sido sustituida en versin fi nal

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    de El juguete rabioso por e l encuentro con Vicente T. Souza,experto en "ciencias ocultas y dems artes teosficas" (vase p. 81).El canje sustituye al poeta por el mago: los dos captulos tiene lami sm a e st ru ct ur a y e l m is mo se nt id o " ini ci t ic o" , p ero e ldesplazamiento viene a resolver imaginariamente las dificultadesconcretas, que marcan los l mites sociales de una prctica. De estemodo, paralelamente se puede encontrar en Arlt una propuesta delescritor como ladrn, delator, inventor, poeta maldito (una mezclade Edison, Rocambole, Napolen y Baudelaire, vase p. 102) queest ms al l del bien y la razn. Acceso mgico a la bel leza y allenguaje, negacin de las determinaciones del trabajo y del dinero,en esta imagen invertida se hacen ver, justamente, lasprohibiciones y las carencias que el relato describe al narrar lost ro pi ez os de s u p ro pi a g es ta ci n . Est a a mb ig e da d def in e l aideolog a liter ari a de Roberto Arlt: en el vaiv n entre laomnipotencia y el fracaso una cierta significacin imaginaria hace ala vez, de la riqueza y de la prdida, el smbolo de la escritura. Quh ay q ue t en er p ar a p oder e sc ri bi r? : p ue st a e n e sc en a de unaliteratura y de sus condiciones el relato de Arlt no hace otra cosaque repet ir esa pregunta que le da lugar . "Qu era mi obra?Exista o no pasaba de ser una ficcin colonial, una de esas pobresrealizaciones que la inmensa sandez del terruo endiosa a falta dealgo mejor?" , esta duda del Escritor fracasado (vase p . 233),remite directamente a los cdigos de lectura que al decidir el valory la propiedad de "lo literario", permiten explicar la fatalidad socialde un fracaso inevitable.

    Sntoma de esas circunstancias, en el trayecto de Astier se narralas interferencias que se sufre, desde una determinada clase, parallegara, la escritura; al mismo tiempo en el texto se van definiendolas condiciones de produccin de una l i teratura. Condiciones deproduccin, cdigos de lectura, es esta relacin la que ahora es

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    preciso reconstruir para encontrar -en el pasaje de la traduccin ala legibilidad- el nudo de esa situacin particular a partir de la cualse ordena el sistema literario e n la Argentina: la dependencia.

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    Este ensayo fue escaneado de: Grupo de invest igac in de l i t e ra tura argent ina de

    la UBA (comp.) - F icc iones Argent inas. Antologa de lec turas cr t i cas. Buenos A i res,

    Norma, 2004. ( Nota del d ig i ta l izador)