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numero doce del fanzine cultural pifano.

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2000 (Carlos Montero) • TE (O)DIO (Ignacio Cid Hermoso) • LA LOCURA DEL PINTOR

(JPMartínez) • TAMÁN (Garven) • RUMORES (Enrique Galindo) • IN THE SADOW (JPMartínez)

• UN PEQUEÑO DETALLE (Manuel Santamaría Barrios) • ALGUIEN VOLÓ SOBRE MI NIDO

(Garven, con epílogo de Carlos Montero) • CABEZA DE LISTA (miranda) • SIN TÍTULO

(LM.Barrios) • ONHE KOPF (Garven) • LOS MIL Y UN OJOS (Óscar Torres) • MIS DEDOS

(miranda) • ENTREVISTA A GARVEN • ALTERNATIVAS (JPMartínez, miranda, Garven) •

OTHERS LOVERS .

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TE (O)DIO (Ignacio Cid Hermoso)

Para Cristian: Esta carta es para que no pienses que te quiero, pues lo único que me gustaría hacer contigo sería morderte y que tu carne se me pegara a las muelas, que tus gritos de hastío me llenaran la entrepierna y me burbujeara la sangre cada vez que me dieses la espalda. Pues ha sido mirando al centro de tus ojos cuando he descubierto que el amor es un invento sin futuro. Ha sido al apartarlos de ti cuando decidí que no te quería querer. Mucho mejor avasallarte y hacerte mío, despojarte de toda tu voluntad y obligarte a declarar que tú tampoco crees en el amor. Y es que todas esas chicas con las que sales me dan pena. A veces me miras y creo que piensas que lo que siento son celos. Pero estás equivocado. Lo que siento es hambre por querer convencerte, extirparte eso que sientes y hacerte libre, por encima de cualquier mujer y a través de todas ellas. No quiero que no seas feliz, solo deseo que aprendas a reconocer el sabor de tu propio corazón, el sofrito de emociones con que te aliñas cada mañana, que comas conmigo de tu boca y te escupas después los dientes. Pensarás que soy algo rara. Pero lo raro es que todavía no nos hayamos arañado en los baños, que no nos hayamos penetrado entre el humo de tantos cigarrillos a escondidas. Eso es lo que me preocupa. Pero no te vuelvas a equivocar. No pretendo enamorarme de ti, ni mucho menos que tú te enamores de mí. Mis huesos son de quien me los roe, y tú estás lejos de haberlos catado ni en el cocido de mi mediodía. Por si te lo estás preguntando, soy Cristina, la chica nueva. Y ahora no me digas que te gusta mi nombre, porque es igual que el tuyo. Quedaría fatal en las invitaciones para nuestra boda, una cacofonía ridícula, los invitados harían chistes de mal gusto sobre nosotros. Así que solo te quiero como ovillo, para jugar contigo y desmadejarte en las horas muertas. No te hagas demasiadas ilusiones porque enseguida me canso de todo. De hecho, ya estoy cansada de esperar a que vuelvas de clase de literatura y leas esta carta. Si eres igual de pesado para todo, prefiero que hagas como que no la has leído. Me aburre que te creas que te voy a querer para siempre, y solo me hace gracia a medias que te creas que te vaya a querer para un momento. Si te sienta mal, espero que te tragues esta misiva, que te la empujes con tus dedos hasta la tráquea y después pases por delante de mi mesa y me dediques un buen eructo. Eso al menos me divertiría. Ya llegas. Te dejo así. Me voy al baño a fumar. Te odio. A veces. Cristina

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Ilustración: ©Barrios

TAMÁN (Garven)

Desde que cumplió los cuarenta no le cuesta madrugar. Despedir a Morfeo a las siete y media tampoco es que sea madrugar demasiado ¿Verdad, Tamán? La rutina le parece un milagro minimalista: La ducha, los niños, el desayuno, los niños, la madre de los niños (tu mujer, Tamán; como tú bien dices “también mi esposa es mi madre”), un beso, la escuela de los niños, el camino del trabajo de mamá y el camino del trabajo de papá (y que no nos falte, Tamán «danos hoy nuestro pan de cada día»). Bendita ablución con agua caliente. Fresca para el afeitado. Abre la puerta del baño y el vaho se esfuma despacio con la galbana de los chiquillos. Tamán se rasura la cara y se mira en los ojos a través del espejo (¿Es ese tu rostro, Tamán?; te pareces mucho, pero…) «Qué desayuno más raro; nadie dice nada» Y así es: fijos en los trocitos de galletas que flotan como podridas planchas de corcho en una alberca de cola-cao; solo se abren las bocas para beber o comer. «Adiós, cuqui» (¿Desde cuándo tu churri arrima la mejilla para recibir un beso? ¿Qué hay de los labios de fresa, húmedos y brillantes como un caramelo chupado? Aquí pasa algo Tamán). Por el camino sus hijos no le miran y parecen presurosos por llegar al colegio. Corren cuando vislumbran el portal de la escuela donde un balón huye de tres infantes desgarbados. Al menos le hacen una mueca displicente que Tamán traduce en un “adiós papá, que tengas un buen día”. Los mochilones les bailan en sus espalditas de niño (Qué día más raro, Tamán). También en la oficina hay un enrarecido humo cáustico; a duras penas sus dos compañeros de grupo le han escupido un gargajo verde en el suelo donde se puede leer “buenos días”. Las tres primeras horas de la jornada y los tres administrativos están absortos en sus informes, resoluciones, memorandos y otros papeluchos insensibles (¿Qué pasa Tamán? No te miran. ¿Qué has hecho, alhaja? Nada, nada, Tamán… Aquel del espejo, el afeitado de por la mañana. Eres tú sí, pero… esos ojos… ¡Dilo!... esos ojos como de cabra, de CABRA) «La cabra, la cabra, la puta de la cabra… la madre que la parió…» Tararea Tamán y se sonríe él solo. Es la hora del almuerzo, del cafetito, de la pulga o de lo que le guste a cada cual. «No nos

esperes, hoy tenemos que dejar esto en la estafeta de correos» Se lo dicen mirándole las manos. Tamán se pregunta por qué no puede ir con ellos, como casi siempre, (uno para todos y todos para uno) y tomar algo después de lo de correos. Asiente pero no les dice nada; ha cogido el mensaje hirviendo y aguanta el quemazón. Les ve alejarse hacia el ascensor (Un día raro, Tamán; qué raros están todos hoy).

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Ha salido y transita por la calle peatonal hacia una cafetería que regenta un chino. Los transeúntes le miran, unos aprueban; otros recelan, le esquivan retorciendo la cara pero él siente tras de si cómo le untan los ojos en el cogote. Dos muchachos olvidan una lata oxidada para mirar a Tamán; una señora, que podría ser la madre de éstos, les vocifera y les acucia desde un balcón. Los perros le ladran; dos gatos se escurren y por fin entra en el bar del chino (Nadie te ha ignorado, Tamán). El chino palidece y Tamán lo nota, aun así éste le pone el cafelito bien cargado de siempre con su rancioncita de churros lacios (¿Recuerdas, Tamán? La cafetería tiene un gran espejo tras la barra, ¡mírate!) Tamán juega con el sobrecito del azúcar y ve su reflejo en la gran luna repleta de pegatinas indecorosas. Una arritmia le cimbrea el cuerpo, y eso que aun no se ha tomado el café; no da crédito (Eres tú, Tamán): el pelo hirsuto y gris le cubre el cráneo, el cuello y la frente donde asoman dos protuberancias a modo de cuernecillos negros y afilados. El morro es prominente, es un basto hocico de reno, quizás piadoso si no fuera porque le han brotado unas encías rosas armadas con colmillos de tiburón blanco. Y esos ojos… (Esos ojos de cabra, Tamán) opalinos de amarillo azufre. Suda y huele a berraco de granja, chorrea un caldo macilento que le cala las ropas (¿Qué coño eres, Tamán?). El chico oriental le pone el café, Tamán le mira y el camarero no dice nada. Vuelve a ratificarse en el espejo enmarcado con botellas de colores. Llora y echa a correr hacia la calle donde el sol le hace daño en los ojos de cabra (¡Eh, Tamán! Que te vas sin pagar, cabrón. Quizá tengas también un corazón de almagre, ladronzuelo). Ha trotado mucho (que el lector elija hacia dónde y cuánto). Hasta que encontró una hura de tierra corrediza. Esa tierra roja que hay en algunos claros entre las urbanizaciones. Esa tierra blanda y fea que la lluvia ha erosionado le ha fabricado un hermoso agujero profundo, mustio y húmedo pero que resguarda como un pesebre. Durante la carrera alguien le gritó «¡¡José Antonio!!» entonces, abrumado y confuso aceleró el paso, pues se reconoció en ese nombre compuesto (Porque efectivamente tú eres José Antonio ¿qué es eso de Tamán? ¿No será Tamán el nombre de un demonio antiguo, de una bestia? ¿Qué coño pasa aquí, José?) Acurrucado y aterido en ese cubil natural, Tamán (¿Tamán?) solloza y grita el nombre de sus hijos y de su esposa. Puede oírse, puede oír los sonidos de sus lamentaciones: un berrido gutural grave como el motor diésel de un camión Ebro encendido en un desguace. (Otro susto, Tamán, tu voz ronca y negra. Definitivamente eres un monstruo ¿No vas ha salir jamás de ese escondrijo?... yo creo que sí, Tamán. Pronto tendrás hambre y habrá que buscar sustento.)

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RUMOR (Enrique Galindo)

El rumor creció desde un punto de silencio cómplice. Primero fue hora tras hora,

hasta que cada minuto se volvió insoportable. Cuando los disparos dispersaron las

gaviotas del alma comenzó la lánguida procesión de cuerpos. Los caminos se formaron

de polvo, se llenaron de caracoles humanos que, con la nada a cuestas, iniciaban el

camino del destierro.

Refugiados, dijeron papeles de caducidad breve al día siguiente. Refugiados,

como si solo fuera una palabra y su mero nombramiento disecara los horrores, los

volviera estatuas de cera a observar, entre niños con algarabía, en el museo de la vida.

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UN PEQUEÑO DETALLE (Manuel Santamaría Barrios)

“A los que han intentado cosas diferentes siempre se les ha llamado locos. Muchas

veces, la diferencia entre un lunático y un triunfador, es simplemente un pequeño detalle que le permita alcanzar lo que otros nunca consiguieron”

La fortaleza ha visto tiempos mejores. En sus antaño orgullosas almenas, colgaban

harapientas un par de esvásticas, y en su apuntalada torre principal un pararrayos como homenaje a tantos científicos malévolos que han llenado las pesadillas de los supersticiosos aldeanos. Situada en un valle recóndito de la Sierra del Harz, fuente de innumerables leyendas, aquí se han manifestado brujas, seres del más allá, entes de otros planetas… y si el destino quiere, hoy 21 de diciembre de 1970, en un sótano del castillo Von Klaus podría renacer un sueño, no necesariamente un sueño bueno, pero ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie?

“¡Por fin se acerca mi día de gloria! demostraré ser digno de mi gloriosa estirpe. Que orgulloso estaría mi padre Otto Von Klaus, científico supremo de las tristemente desaparecidas SS, cuanta incomprensión sufrió a manos de sus estúpidos compañeros, hasta que el Führer vio su genialidad. Y sobre todo que gozoso estaría mi tatarabuelo materno, Víctor Von Frankenstein al ver que alguien por fin le ha sacado provecho a sus diarios”. “Que cercano está mi triunfo, pronto lograré un ejército con el que se alzará el Cuarto Reich, en el que yo ocuparé el lugar que me corresponde, por mi herencia y por mi superioridad. Pronto estará a mi disposición una centuria de las criaturas más temibles que hayan pisado la faz de este planeta de borregos, la alquimia perfecta, una amalgama de belleza y ferocidad. ¡Mis cien Chicas-Nazis-Tiburones® -que si logro mi meta podré aprovecharme del mercado de coleccionistas-!” “Qué lástima, siento por mí mismo -si yo no me quiero ¿Quién lo va a hacer en este páramo?-, la mente más brillante de mi era, operando con tan precarios medios. La fortuna de mi padre desaparecida, a causa de los gastos que conllevan las investigaciones. Pero no se puede hacer una tortilla sin romper huevos: primero probé con criaturas inferiores, conseguí crear una decena de Gallinas-salmón -las cuales estaban deliciosas-. Y después ¡mi fracaso!, fusioné a mujeres con felinas, esperando a la guerrera perfecta, y solo conseguí a treinta ardientes concubinas para deleite de los prostíbulos de la aldea, -¿Quién iba a pensar que existen tantos zoofílicos camuflados?-”

“Gracias a mis errores, se me mostró la verdad, no debía usar a ningún mamífero, debía alejarme de cualquier ser con instintos afectuosos y en los tiburones estaba la respuesta. Ningún ejército podrá hacer frente a esta mortífera combinación de voluptuosos cuerpos, cargados de sensualidad y pecado, y la mente fría y sangrienta del depredador más terrible de los océanos. Pronto ¡Mis Chicas-Nazis-Tiburones®, se alzaran entre los vivos para cambiar por siempre la historia de la humanidad, para lograr la limpieza racial que soñaba el Führer!”

Blam, Blam sonaba estrepitosa la aldaba de la puerta del castillo. “¡Osan llamar durante uno de mis soliloquios!, ¿no queda nada sagrado en este

mundo? no creo que sea una turba furiosa, como la que incordiaba a mi incomprendido tatarabuelo durante sus investigaciones, he estado trabajando en el más absoluto de los secretos. Igor imbécil deforme, abre la puerta, ruin engendro de una gorila”

“Enseguida, amo, y por favor, le vuelvo a repetir, mi nombre es Iván no Igor” “Maldito manual del científico loco, me obliga a tener a un infesto jorobado como

ayudante, no es tan fácil conseguir a un Quasimodo que tenga al menos un curso de Formación Profesional de auxiliar de química ¿O es que os pensáis que le dejamos manejar productos potencialmente peligrosos a cualquier retrasado? Por culpa de este grotesco subalterno sufro una continua lucha moral, por una parte la tradición es la tradición, pero por otra mi estricta educación teutona me siento tentado de librar a mi amada patria de este subhumano”

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“Mi señor, son postales de navidad, un telegrama urgente, de hace tres semanas ya sabéis lo que le cuesta al cartero llegar hasta aquí, y vuestra remesa mensual de galletitas de menta”

“¡Pero acaso estoy rodeado de tarados!” -Es una frase hecha, no puedo estar rodeado por un solo individuo, ni aun siendo tan deforme como Igor-.

“Igor, infesto perro, cien de las más hermosas mozas de la región han ofrecido -más o menos voluntariamente- sus cuerpos por la causa, con el sueño de que sus hermanos sean oficiales de lo que está por venir, y ciertamente llegará. ¿Sabes lo costoso que ha sido coser y unir las terminaciones nerviosas de una columna vertebral humana con la cabeza de un escualo? ¿Acaso tienes idea de lo que me ha costado traer en camiones a un centenar de tiburones vivos desde el báltico hasta esta región apartada cualquier carretera decentemente asfaltada?”

“No señor, y os recuerdo que mi nombre es Iván y no Igor” “Sucio ser inferior, si nos demoramos el experimento será un fiasco, todo se irá a la

ruina. Ven aquí y acciona este interruptor cuando yo te diga. ¡Bien! todas las amazonas están dentro de sus tubos, la temperatura del fluido vital es optima, la varilla cerebral alojada en sus lóbulos frontales, en cuanto se complete la fusión les trasmitirán los conocimientos necesarios sobre manejo de armas, supervivencia y sobre todo obediencia a su amo, ¿pero qué digo de amo?, ¡A su dios!” -Aquí me vendría perfecto disponer de unos efectos melodramáticos en mi castillo, algo así como unos truenos y rayos, he de instalarlo para futuros ensayos-.

“¡Todo está en su sitio, Igor, apenas nos quedan minutos! -obviamente, si divagara menos, el tiempo no sería un factor tan acuciante, una vez más he de lamentar mi devoción por el manual del científico loco-. Puerco incompetente, conecta la electricidad y que cien mil millones de voltios recorran a estas diosas para que nazcan para la gloria del Reich. ¡Ahora Igor, Ahora!”.

Igor, perdón Iván, bajó la palanca solo se escuchó un leve zumbido, ni un miserable kilovatio recorrió a las abominables criaturas nonatas. Fritz Von Klaus (según él) tataranieto de Frankenstein, lloraba jalándose de sus ya escasos cabellos mientras en las probetas, la descomposición celular se adueñaba de su fallido experimento.

Y la razón cual fue se preguntará mi querido lector: ¿tal vez Iván harto de que confundiera su nombre decidió vengarse de su jefe? ¿Acaso era un agente de la resistencia que no quería que prosperaran los planes de Fritz por dementes que parecieran?

Nada más lejos, pese al maltrato verbal, era un trabajo bien remunerado, con seguro médico y vacaciones pagadas.

La causa, bastante más mundana, yacía en una mesita en la entrada del laboratorio. Allí sin leer por orden de Fritz, Igor, perdón Iván, abandonó un telegrama con tres semanas de retraso en el que se podía leer:

“Estimado Señor Fritz Von Klaus, si en el plazo estipulado por ley no abona los diez meses que debe, nos veremos obligados a efectuarle un corte del suministro eléctrico. Atentamente: Compañía Alemana de Electricidad”

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ALGUIEN VOLÓ SOBRE MI NIDO (Garven)

1.- LA FAMILIA

¡¡MAMÁ QUIERO SER ARTISTA,       SER PROTAGONISTA!! 

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2.- LOS AMIGOS

ASÍ QUE PINTOR, ¿Eh? 

SEGURO QUE TAMBIÉN ERES ESCRITOR, ¿A QUE SÍ? 

¿HAY HUEVOS A DECIR: SOY FÍSICO; SOY CIENTÍFICO?... ¡¡¡Ah, PÁJARO!!! 

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3.-LA FORMACIÓN

SENADOR PÁLPATAIN, ESTA ES MI PROPUESTA PARA LA “ACTION PAINT” DEL PRIMER TRIMESTRE. 

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3.-Y LA “ACTION PAINT”

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5.- EPÍLOGO (Carlos Montero)

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Cabeza de lista (miranda)

 

Querida madre, te escribo para que entiendas cómo he llegado aquí después de  los valores que  infundiste sobre mí   y que sabes, siempre  llevé  a rajatabla. Aun recuerdo fresco en mi cabeza el día que me dijiste una frase tan sencilla como “respeta y  serás respetado”. Como recordarás eso  no siempre funcionaba, hijo de papa, flacucho y estudioso  gafotas,  el  cóctel  perfecto  para  ser  la  diana  de  todos  los  matones  e  incluso  de  los  aspirantes  a aspirantes matones del colegio. ¿Te acuerdas? Llegaba todos los días magullado y ultrajado, ellos no dialogaban madre, con el tiempo descubrí que  los niños no dialogan, actúan. Con intenciones tan de chiquillo como  llenarte la bragueta con arena, o no cogerte para  jugar en  el patio al fútbol. Has de  saber madre, que aquello,  lejos de desanimarme creó un pequeño monstruo vengativo en mi interior, no quería vengarme de uno en uno como en las películas, quería vengarme de todos, de  los culpables, de  los que permitían aquello, de  los que solo miraban riéndose  con  o  sin maldad  de  los  inocentes. En  el  instituto me  fue mejor,  di  el  estirón  y formé  un  cuerpo  sin demasiados músculos pero equilibrado, nada que ya no sepas. Después, en  la universidad, estudié  leyes porque quería  encerrar  a  todos  los malos  del mundo,  por  entonces  aquella  parecía  ser mi meta, mi  venganza  fría  y suculenta. Pero me  di  cuenta  de  que  con  suerte,  como mucho,  caería  en mis manos  uno  o  dos  de  aquellos desalmados que se burlaron de mí. Como recordarás, terminé los estudios con el numero uno de la promoción, lo que no te conté es que  sin darme cuenta ya había fichado por  los malos como tú  los  llamabas. El P.P.O.E me quería en sus filas, harían de mí un  juez de prestigio, un senador honorable o tal vez, si mi  liderazgo era fuerte y seguro, ministro de  justicia o  incluso presidente del gobierno. Entonces, fue cuando con claridad vi que desde esa posición tan elevada, sería capaz  de extender mi venganza y ésta llegaría sin duda a aquellos que me hicieron tanto daño. Lo que leas en  los periódicos es mentira, yo no inflé cuentas, no cogí ni un solo sobre, no acepté ni la más  insignificante  corbata,  siempre  me  acordaba  de  aquella  frase  “respeta  y  serás  respetado”  y  de  mi motivación,  que  no  era  la  de  amontonar  dinero. No  acepté  ni  una peseta  ni  un  euro  que  no fuera  ganado de forma  honrada.  Pero  eso  sí,  firmé  y  firmé  cientos  de  documentos  que  llegaban  a  mis  manos  de  gente  de confianza que ya los había revisado: “no es nada, solo papeleo… firma todas las hojas, luego paso  a por ellas”.   

Por cierto, hace unos días, en el patio paseando, vi a Teo.  El mismo que me pegaba con más asiduidad de todo el  colegio. Ahora es un yonqui que no tiene ni media bofetada y  lo sé, porque esta tarde en  las duchas  le he dado  otra paliza. No sabía que me sentiría tan bien al hacerlo  la primera vez, si  en vez  de  estudiar hubiera  ido a un gimnasio, les hubiera puesto la cara morada a unos pocos, quizás se hubiera perdido un abogado, pero tal vez,  a veces me pregunto, si yo estaría libre y no en la cárcel. No te avergüences de mí, ahora ya soy un hombre sin miedo. 

 

 

“Recién salida del horno jajaja; me ha dado el Hobbit una maría que no es muy buena, pero me hace mucho bien. Me he fumado uno y estaba escuchando la radio, el gurtel, los sobres, la corrupción y me he puesto a pensar en las motivaciones de los políticos y... voilá. No sé si te gustará, pero te la mando por si aun tiene hueco en el Pífano.”

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- Sin título –

(Barrios)

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OHNE KOPF (sin cabeza)

(Garven)

Eine Küchenschabe überlebt selbst ohne Kopf bis zu neun Tage. (Una cucaracha puede sobrevivir sin la cabeza hasta nueve días)

Imaginadme en un barco; enorme, novísimo, flamante. Un crucero.

Allí recojo sonrisas como el que vendimia vides; la carcajada es la uva más grande. Soy el payaso; un histrión de barrio: chistes insólitos, parodias de la tristeza, gestos y aspavientos exagerados… a destiempo. No, no soy un contratado de la tripulación. Yo he pagado un ingente boleto como los demás pasajeros; como todos nosotros: un grupúsculo de cinco machos y tres diosas; difícil cortejo el del ser humano. Enamorados de la misma, a mí se me ocurre la tontuna y el pitorreo para ganarme el subsidio de Marcela; para bajarle las bragas a Marcela. La boca que ríe de Marcela son puntos de ascenso a su alcoba, a su comprensión y a su misericordia para este Romeo falsario, que aún así, contándote toda la verdad, no deja de ser un caballero como tú. A bordo de este coloso mulo de fácil arado en el mar, donde la atardecida lo pinta todo de naranja y negro, embarcamos por capricho y cachondeo con un fácil ritual de entusiasmo; yo balanceaba mi cuerpo sobre la baranda de la proa contando a mis amigos (especialmente a Marcela) la historia de porqué otrora había abandonado el bachillerato e hice un módulo de electrónica que tampoco terminé. Sorprendido por la atención que mi guapísima Marcela ponía en mi pobre argumento, insistí esta vez para remediar mi corto currículum, contando que una vez aprobada la prueba para mayores de cuarenta me enrolaría en la universidad. Marcela sonrió como una blanca media luna mientras yo cabalgaba con las piernas enredadas sobre la barra galvanizada de la cubierta; pletórico y seguro, ocultando que yo nunca seré un gran equilibrista me solté de la barra para bajar de un blinco, pero resbalé y caí al mar. Volé por unos interminables segundos debido a esa fabulosa altura del buque y en breve ya estaba en la superficie del mar cogiendo aire con urgencia; chapoteaba en un gran surco de espuma y agua gélida provocada por esa mole de ingeniería. No distaban cincuenta pies de la nave cuando un mordisco ávido me rasgó el muslo derecho, otro se llevó mi bota y otra dentellada extirpó, de un corte limpio, entera mi mano izquierda. Tiburones; diríase que nos acompañaron durante toda la ruta esperando una propina. Aquellos peces me devoraban con fruición; serraban y amputaban mis extremidades con hábiles movimientos de cola y aletas. Qué tontería; yo me dejaba hacer, sedado por la endorfina, displicente y acostado en una mancha roja miré mi indolencia y la de ese barco que se alejaba a velocidad de crucero. Al momento oí un grito gutural y aguardentoso que hizo cesar la tarea de los escualos. Una elegante y alta aleta dorsal que floreaba en la superficie me hizo comprender: era un hercúleo gran tiburón blanco que tragó con su enorme bocaza lo que quedaba de mí. Me levantó en volandas, todo mi tronco en su garganta rosa hasta que apretó el resorte de su mandíbula dentadísima, olvidó a la deriva sólo mi cabeza, que se hundía despacio como una garrafa de vino, dejando un rastro cobrizo de sangre. ¡Vida! ¡Vida! ¡Vida!. Vida tras los tiburones que desaparecen saciados; tras las bielas de aquel buque ocioso que me ha perdido como una broma. Vida en la hura del océano. Vida extravagante la mía. Sí; vida porque

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lejos del rictus y del rigor mortis, mi cabeza, que se hunde y balancea al arrullo del agua marina, puede abrir y cerrar los ojos, fruncir el ceño, estornudar, morder y articular sonidos y palabras guiadas por un cerebro coherente. Sí; vivo porque puedo recordar, pensar, ver, oír, lamer y oler mientras las corrientes me empujan al fondo del mar (quizá un abismo). Yo, reducido a mi sola cabeza, no siento asfixia ni demanda lógica de aire ¿qué clase de limbo es éste?, una testa viva, amputada de su cuerpo y esperando un suelo más cercano que Marcela. Un golpe suave en la cara seguido de una humareda de cieno y arena me hizo comprender que al fin había tocado fondo. Clavado en el fango cabeza abajo logré ladearme con la lengua utilizándola a modo de palanca, después escupí el barro, que se deshizo en una niebla espesa y gris; aquí tan hondo todo es a cámara lenta. Una vez acoplado en este azaroso asentamiento, observé el lugar submarino donde me encontraba. Era una planicie infinita de arena con pequeñas dunas; todo de color ocre claro que se perdía hasta los matices más oscuros en el horizonte de un mundo líquido; una tenue luz mortecina de color añil con irisaciones naranjas asomaba en la lejana superficie. Yerma extensión de agua marina y arena; ni un pez, medusa o alga; ni una sola roca o coral que rompiera la composición de tan difuminado paisaje. Sólo mi cabeza cimbrada por la fuerza perpetua del mar era la única mancha trémula definida en aquel gran lienzo a estrenar. Pasó tiempo, no sé cuánto, diría tantos días por el baile de las sombras y reflejos del sol o la luna. Asumí mi condición y brotaron la nostalgia y el recuerdo sobre mí como una anémona. Pensé en el mundo seco; en el sonido de mis zapatos sobre el suelo de parqué de la farmacia de Michele; en el sonido de mis zapatos sobre el encerado suelo de una pista de baile con Marcela; pensé en el agua contenida en los grifos; en la soflama de una fragua. Tarareé la primera sinfonía de Brahms hasta donde pude recordar, después la quinta de Shostakovich; incluso el “Alza la mano y grita gol” de Bisbal en un absurdo arrebato de euforia. Estaba secretamente a gusto, tranquilo, acostado en este vientre marino; ¡Qué tontería! La arena se ha levantado quebrando en porciones esa luz lánguida. Escucho una música de contrabajo muy bajo, constante, con un leve crescendo. El vaivén de mi cabeza ha acelerado y tengo, de nuevo, que usar la lengua como un tope para evitar restregarme la cara de cieno. Tras un incesante parpadeo por la aspereza de la arenisca en mis ojos creo vislumbrar una nube que va y viene, quizás plancton o anchoas. Hace frío y comienzo a rodar como una lata vacía de cerveza calle abajo; he descubierto mi medio de locomoción: el capricho de las corrientes marinas. Al azar de una inimaginable trayectoria me llevaban como a un balón ahuevado, a una velocidad considerable y con un rodar que combinaba el salto con el giro, pues mi nariz larga no ayudaría para una conducción suave. Otro tanto tiempo de viaje incontrolado, con la boca y los ojos cerrados topándome de vez en cuando, con algo duro, con algas blandas; pero no fue un camino tortuoso, también hubo tiempo para la meditación; pensé en el mundo seco de Marcela; en el centrifugado de su lavadora; la veía removiendo nerviosa su tacita de té o de cacao, sí cacao; dibujando círculos obsesivos con la cucharita para deshacer los grumos de un colacao negro como el barro «¡Dame un beso, tragona!... Marcela, ¿tú me quieres?». Progresivamente cesó mi rodera por el fondo y la corriente me ha dejado quieto a mi limitado albedrío en un remanso extraño; un cajón desastre al capricho de la inercia marina. Aquí hay cosas, trozos de cosas, y cosas inertes y raídas bajo un suelo de arena; en eso el paisaje no ha cambiado; hay peces por encima, veo sus libreas de plata. Cierta aceleración me hace aún rodar despacio… choqué con una aspereza carnosa… ¡¡Compañía!! Era otra cabeza barbada de ojos claros y sonrisa socarrona que reconocí: Bruno. Reí, carcajeé, y descubrí las otras tres, pasmadas como besugos: Saúl, Miere y Lucio; mis cuatro cabezas amigas del crucero. Como es obvio sólo con muecas nos abrazamos; ellos arrojados o caídos al mar, las tres chicas continuarían en el barco de la prudencia. Sorprendidos y decapitados teníamos un aspecto de horrible dignidad; compartimos incógnitas sobre esta rara resurrección submarina, pero yo tenía que despejar la mayor. Fue fácil y rápido, todos asintieron arqueando las cejas: los cinco amábamos a Marcela con la misma loca fruición. ¡Ah, Marcela! ¡Cómo me gustaría hacer carambola con tu cabeza dorada!, coincidir boca con boca para enredar nuestras lenguas como dos culebras celosas; pero tú continuarás en el barco, llorando a cinco ahogados; ¡Dime que lloras por mí de rabia y por ellos de pena!.

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Pasó tiempo ¿cuánto?; intimamos con un sincero parloteo continuo. Lucio cantaba el “cuore ingrato” con cierto timbre de barítono muy conseguido que bajo el agua resultaba emocionante. Saúl tenía una habilidad envidiable para arrastrar su cabeza unos metros con ayuda de la lengua que estiraba hasta la extenuación; moviéndola a modo de báculo conseguía desplazarse por la arena; parecía un cangrejo ermitaño; trató de enseñarnos pero aprendíamos despacio y Saúl desesperaba. No compartiríamos a Marcela, no había lugar a dudas; Bruno suspiró por ella y dijo entre burbujas que imaginaba durmiendo su cabeza amputada entre el candor del pecho redondo de Marcela mientras ella le besaba en la frente mesándole la barba. Si tuviera mis brazos le hubiese pegado. Deseé alejarme de ellos, imploré porque esa corriente volviera a transportarme a lo tonto, lejos de ellos; «¡Disfrutad de su recuerdo!» grité; reí; lloré. «Miradnos, prisioneros del tiempo y del mar; preguntaos ¿cuánto?, ¿cuándo? y ¿para qué?». Excavé con la lengua y los dientes un íntimo agujero en la arena, hundí la cara y me dormí. Mar, lacrimal inmenso del mundo, retención de cristal divino; desperté y el océano era un gran telón de precioso azul cyan iluminado por un sol radiante; los rayos rutilaban debilitados hasta aquí tan hondo y pintaban tímidamente trozos de pálido cieno. Mis compañeros se entretenían espantando con la boca a algunos pececillos traviesos; un pez payaso se había alojado en mis cabellos, me lo dijo Miere con una risa socarrona. Vimos una gran mancha negra que rompía la superficie del mar; bandos de peces bruñidos nadaban presurosos en grupos desordenados. Una gran red de arrastre avanzaba hacia nosotros levantando una nube de fango y algas, «¡Pescadores!» alarmé con premura. La gran red atrapó todo lo contenido en este rincón marino incluidas nuestras cinco cabezas, «Hay que convencer a esos tipos; sorprendidos, se harán preguntas cuando nos descubran; contaremos todo sucintamente, persuadiéndoles para que no nos devuelvan al mar…». Hacinados y comprimidos entre pescado y cosas, la malla comenzó a elevarse. En el exterior la luz cegaba y los ojos dolían; colgábamos de un resorte que nos acercaba al barco mecánicamente con un ruido metálico de manivela oxidada; pude ver el pesquero de color blanco y plagado de tripulación con impermeables amarillos. El aire nos escocía las sienes, sentí una insoportable asfixia, una demanda urgente de agua marina; una presión dolorosa en el cráneo. Saúl había palidecido, sufría inmóvil, tumefacto; Miere tenía igual aspecto, quieto con la boca abierta, la lengua desvanecida y lacia le bailaba en la barbilla; Lucio finalizó con un breve temblor en los labios hasta el rictus; Bruno, moribundo, vertía espuma por la nariz. Imaginé el nombre de aquella nave de pesca: “¿Marcelera?” “¿Marcelina?”. Cuando vertieron la red rodamos por la cubierta del barco hasta las botas de un marinero. Ya estábamos muertos.

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Óscar Torres Gestoso

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MIS DEDOS (miranda) 

 

Mis dedos, que rozan la vertiginosa frontera de la realidad, se enfrían con el tacto imperfecto del metal irregular; hecho de sueños cobardes y letargos tan largos que no tienen final. Mis dedos, que frotan con fijación la salida sin certeza, el recoveco que no da alegría ni pena; el hueco con el que  todo  termina y  todo empieza. Mis dedos, abrazan al hierro y a su tacto éste no contesta, deja frío y en suspenso las ideas del que no  lo  suelta, apretando con  fuerza,  lo que  se  sabe que está ahí y siempre  se presta, que no hace nada por cerrarse y al no hacerlo  se asemeja a  la puerta que puedes atravesar y solo el miedo te frena, porque sabes que cuando la cruzas, todo queda atrás y delante… no sabes dónde te adentras. 

Mis dedos,  sueltan  la ocasión que  siempre está a  la vuelta;  secan  las  lágrimas de unos ojos que no tienen fuerzas. Se cruzan entre ellos y se duermen soñando que todo  y  nada,  aun  está  en  su  poder  la  decisión  incierta.  Se  aprietan unos  sobre otros, y dejan la noche tensa. 

 Se relajan…  y  se sueltan. 

 

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ENTREVISTA A GARVEN

Le encontré donde él me indicó. En un pequeño local que

antaño fue un garaje. Detrás del hospital y al lado del

supermercado; entre la gran avenida y dos calles más abajo.

Garven, el de la revista Pífano, se estaba probando unos

vestiditos de poliamida.

P: Garven, ¿Cómo y por qué surgió esto de Pífano fanzine?

GV: Una tarde, después de sacarme los ojos y esperar a que dos

palomas se cagaran en las cuencas vacías, pensé en formar una

iniciativa cultural, una cacerola donde homogeneizar talentos y

escupitajos; la idea era hacer algo tan ecuménico como la biblia.

Después, nuestro objetivo sería ganar nueve millones de dólares;

y con previo informe favorable del Instituto Noos rescatar Bankia

y consolidar la paz en el mundo. En fin, en esas estamos…

P: Pero si el fanzine es gratis…

(se ajusta el corsé de un vestidito azul y no dice nada)

P: En la revista, algunos autores, tocáis varios campos:

ilustración, relato, poesía. Gran arrojo teniendo en cuenta que la

mayoría no os dedicáis profesionalmente a estos trabajos, como es tu

caso, sino de manera casual después de una jornada de labor por

cuenta ajena.

GV: Efectivamente, aunque el apretón de creatividad me viene durante

veintitrés horas al día, la tarea se hace efectiva entre rato y rato después

de jornadas laborales y deberes familiares. Hace unos años intenté la

aventura del arte de manera exclusiva; entonces conocí a una mujer, me

convenció de que los pinceles eran para los domingos; después,

dándome un beso en la frente me dijo: “te voy a convertir en un hombre

de provecho”… y me puso a trabajar en lo que fuera.

P: Garven, una pregunta comprometida: ¿Eres julandrón?

GV: No (sonríe) ¿qué te ha hecho imaginar eso? Ja ja ja (carcajea)… A mí

me va el pescao crudo.

P: En la mayoría de tus textos, montajes y dibujos abundan las

guarrerías, el absurdo y las palabrotas; ¿Eres consciente de que esto

provoca cierta repulsión? ¿No es un asunto muy mascado?

GV: No es para tanto… Hay que decir que en realidad todo es una metáfora, como el aspecto

de los hombres de Estado. Creo que la guarrería y la chorrada es un estadio importante en el

pensamiento humano. ¿Mascado? No, más bien chupado.

P: Elige o sugiere una opción: ¿Socialismo o capitalismo?

GV: Julandronismo

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P: ¿Anarquismo u oligarquía?

GV: Travestismo.

P: ¿Unión Europea, nacionalismo o mercantilismo?

GV: Puterío con matices.

P: Una película

GV: “Marcelino pan y vino” la he visto seiscientas sesenta y seis veces;

después de verla creí que realmente dios era amor. No es un sarcasmo,

creo que es interesante. También me gustan los films de Jonh Waters

con Divine.

P: Una pieza musical

GV: Uff… difícil: la quinta de Tchaikovsky, y el Herges Ridge de Mike

Oldfield entre otras muchísimas.

P: Un libro

GV: “Cuentos por teléfono” de Gianni Rodari.

P: ¿Garven, en qué estás enfrascado ahora?

GV: Actualmente estoy inmerso en una serie de textos muy breves,

pensamientos e incluso microcuentos que quiero agrupar con el nombre

de “Burriagas en los calzones”; también hay un bosquejo de relato “I love

Roma”. Sigo dibujando y voy a pintar algunos lienzos; uno de ellos ya está

en el corredor de la muerte.

(Se está poniendo un pijamita. Tiene un atractivo incontenible. Se le rebosa

y yo pierdo los papeles.)

P: Garven, eres un tío de puta madre… no sé… quizás tú y yo… ya sabes

(Arquea las cejas. No sabe)

P: ¡¡Chúpamela, Garven!!

GV: ¿Eh? No te la chuparía ni aunque me estuviera ahogando y tuvieras las

pelotas llenas de oxígeno¹. ¿Por quién me tomas, descarado? ¿Qué hay del

rigor periodístico? ¡TE ESTÁS PASANDO!.

(se enfada y grita… yo no me reconozco)

P: ¡¡ERES UN HIJOPUTA, GARVEN!! No te crees ni tú todo lo que estás

contando; frivolizas con mi sufrimiento.

(Forcejeamos, nos pegamos… (…) le abrazo… Lloro en su hombro sofocándome y le pido

disculpas. Después me voy avergonzado. No me despido, ni siquiera he cerrado la puerta. Tras

de mis pasos escucho un gran portazo metálico. Claro, la ha cerrado él. Sigue molesto

conmigo.)

1.- Jonh Waters (del film “Cosas de hembras”)

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Detuve la nave en mitad del espacio, solo, con las luces de emergencia puestas, me quedé pensando cabizbajo, sintiendo que había perdido la mejor oportunidad de mi vida.

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Pero ya era demasiado tarde. Quién iba a pensar que después de tantos años aquella puta debilidad me jodería en el momento más inoportuno. Que razón tenía mi ex-mujer “El alcohol fluye por tus venas y se te ha encharcado en el cerebro..." - No te bebas ese chupito... ni los diez siguientes... No le toques el culo a esa tía... ni le digas barbaridades... - "... aquí tengo mi nave, te montas en ella..? - Alguien me tenía que haber avisado que era la mujer del comandante, nos habríamos ahorrado la bronca y la misión no se hubiera ido al traste... Tarde ó temprano reanudarán el proyecto, pero no creo que me llamen después de cargarme al jefe del grupo y huir con su nave y con la policestar en los talones... esto sólo pasaba en las películas. Y aquí estoy, en medio del espacio con suministros de emergencia esperando a que se abra el portal por el que entraría la primera misión interdimensional del ser humano... un viaje instantáneo... ó eso dicen.

¡¡¡ zzzzzz !!!! Ya se abre... bueno que sea lo que Dios quiera... - " atención, tres cuerpos de policestar se acercan por el sector 7 " - Gracias, bonita... ¡¡¡ Motores a toda potencia... Ahí os quedáis pringaos !!!... ¡¡¡ Uaaaahhhhhhhh....!!!... ¡¡¡ zzzzzz !!!...

¡¡¡ joooodeeeerrrr !!!... zzzzzz !!!... ¡¡¡ Ya veo la luz del fondo... me deslumbra... !!! ¡¡¡ Motores fuera... !!!... ¡¡¡ Joder... no veo

nada...!!! - " ... atención, le habla la policestar, apague los propulsores y encienda las luces de emergencia... "- ... pero, qué coño...!? - " ... se le ordena apagar los propulsores, no habrá más avisos..." - ... no me jodas que he vu...drrrrrrzzz...putos rayos paraliz....drrrrrrzzz... cabrooo.....drrrrrrzzz

-DESTINO INCIERTO-

(JPMartínez)

Alguien me tenía

que haber avisado

que era la mujer

del comandante

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La incierta sensación del fracaso mellaba mi poca afilada suerte, aquella oportunidad que tan oportunamente había desperdiciado se me hacía lo más y lo menos por segundos, reduciendo con contras a los pros.

Intentando convencerme de que ni siquiera era para

tanto, se podría decir que no fue ni una oportunidad tan clara.

Arranque la nave, puse música rock a todo destrozo y salí de aquella encrucijada como si aquello nunca hubiera pasado.

(Miranda)

PUSE MÚSICA

ROCK A TODO

DESTROZO

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El visor retrónico me muestra la imagen de otro sider-navío que se acerca; también se detiene tras de mí; se apea el piloto; se arrima… vaya, es mi hija; la recibo: - Comandante Lucy, ¿qué le trae hasta mí?... - Papá… (me abraza)…papá, ¿qué haces?, ¿dónde estabas?... - Se me ha escapado hija, Dark Wader, ya sabes el “Bin Laden” de la galaxia… si lo pesco lo desintegro… pero se me ha ido Lucy… como una bruma negra que es; ese cabrón maneja bien el ultrasonido… Mi hija, emocionada, utiliza el intercomunicador. - Lucy; no pidas refuerzos… ya no es necesario; a pesar del avistamiento… dónde andará ya Wader… - Ya, papá… ya; sí; Dark Wader; sí… si no es eso papá…tranquilo… (Mamá…mamá, que ya lo he encontrado… ¿dónde? pues en el cruce del guadarrama, mamá… en el coche, ¡uf!... ¡sí, está bien!... ardiendo, con fiebre pero no tiene mal aspecto… anula la búsqueda, mamá, llama a la policía… ¡no! mejor le acerco yo a

casa… te dejo… te dejo que me está mirando…) Mi hija es una intrépida ardilla del cosmos. Es diestra con el láser y conduce entre nebulosas y estrellas como el valeroso Luck. Se ganó ella solita el ascenso a la comandancia. Pronto será una Dama Jedi. Pero hay algo que me inquieta en sus gestos y propósitos; desde hace tiempo parece que me desconfía; temo que siga

indicaciones de otro Maestro a mis espaldas. -Lucy… hace tiempo

que os oigo hablar a mamá y a ti. Aunque estoy encaramado en el taller reparando a C6-TOskay… os oigo hablar… dime: ¿quién es ese Alzheimer?. Mi niña se me derrumba, reprime el llanto pero se le vierten las lágrimas; me abraza fortísimo y me besa en la frente «No es nadie papá… no es nadie». Lo he destapado todo… lo he descubierto… Ahora tendrá que darme explicaciones… ¡Por dios!; espero que no tenga nada que ver con ese Wader…, tal traición me mataría.

-RICARDO GARCÍA SKYWALKER-

(Garven)

MI HIJA ES UNA

INTRÉPIDA ARDILLA

DEL COSMOS

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OTHER LOVERS “Todo suicidio es un asesinato” (Francisco Umbral)

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premie con una larga vida con divertidos partos. Y… ¡que suene el pífano!!!

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