pierre menard

7
¿QUIÉN ES PIERRE MÉNARD? Óscar Tacca Universidad Nacional del Nordeste, Argentina 1. PIERRE MÉNARD, CIUDADANO DEL MUNDO El conocido cuento de Borges, Pierre Ménard, autor del Quijote, reduci- do a su mínima expresión representa la hazaña de un oscuro poeta simbolista, que decide acometer una empresa mayor, la de reescribir Don Quijote —sin copiarlo. Es sorprendente el eco que este breve relato, de tono deliberadamente gris y prosaico, ha tenido en escritores, pensadores y críticos del mundo entero. Fama y difusión correlativas a la de la obra total de Borges en la literatura universal. La repercusión de este relato se verifica en los ámbitos del cuento, la crítica, el pensamiento, la lingüística, la historia. Esa tras- cendencia no se ha debido, sin embargo, como en el caso de otros célebres cuentos o relatos universales, a la implicación moral o sentimental de un tema, un héroe o una intriga (pensemos, por ejemplo, en la universalidad de otros cuentos famosos) sino a la peculiar sustancia y circunstancia del relato. Peculiaridad difícil de definir, porque parece escapar a las categorías más habituales de ficción, o relato imaginario, o narrativa del conocimiento, o literatura fantástica —a menos que nos contentemos con la de lo fantástico intelectual pese a la insatisfacción que la denominación puede entrañar). Al hablar de su extensa repercusión, no nos referimos tanto a los estudios particulares de que ha sido objeto en la copiosa bibliografía crítica, como a la alusión, mención o cita en textos o discursos que a él recurren, desde su propio interés y perspectiva. La singular materia del relato, la extravagante fábula tan rica de implicaciones y posibles derivaciones, explica que haya servido como ilustración de teorías, métodos, hipótesis o conjeturas lingüís- ticas o literarias. Para Genette, por ejemplo, Pierre Ménard se vincula con la parodia y la intertextualidad, para Blanchot con el misterio de la traducción, para Mone- gal con la vanidad de la crítica, para Eco con la semiología y la estética de la recepción, para Sábato con la vigencia del pasado, para Schaeffer con la teoría de los géneros literarios, para Lem con la ciencia ficción. 2. Pero dejando de lado ecos y referencias que de manera puntual han tenido y tienen lugar, debido a la particular condición de la fábula contenida

Upload: mane-di-santi

Post on 06-Feb-2016

2 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Pierre menard

TRANSCRIPT

Page 1: Pierre Menard

¿QUIÉN ES PIERRE MÉNARD?

Óscar TaccaUniversidad Nacional del Nordeste, Argentina

1. PIERRE MÉNARD, CIUDADANO DEL MUNDO

El conocido cuento de Borges, Pierre Ménard, autor del Quijote, reduci-do a su mínima expresión representa la hazaña de un oscuro poeta simbolista, que decide acometer una empresa mayor, la de reescribir Don Quijote —sin copiarlo. Es sorprendente el eco que este breve relato, de tono deliberadamente gris y prosaico, ha tenido en escritores, pensadores y críticos del mundo entero. Fama y difusión correlativas a la de la obra total de Borges en la literatura universal. La repercusión de este relato se verifica en los ámbitos del cuento, la crítica, el pensamiento, la lingüística, la historia. Esa tras-cendencia no se ha debido, sin embargo, como en el caso de otros célebres cuentos o relatos universales, a la implicación moral o sentimental de un tema, un héroe o una intriga (pensemos, por ejemplo, en la universalidad de otros cuentos famosos) sino a la peculiar sustancia y circunstancia del relato. Peculiaridad difícil de definir, porque parece escapar a las categorías más habituales de ficción, o relato imaginario, o narrativa del conocimiento, o literatura fantástica —a menos que nos contentemos con la de lo fantástico intelectual pese a la insatisfacción que la denominación puede entrañar). Al hablar de su extensa repercusión, no nos referimos tanto a los estudios particulares de que ha sido objeto en la copiosa bibliografía crítica, como a la alusión, mención o cita en textos o discursos que a él recurren, desde su propio interés y perspectiva. La singular materia del relato, la extravagante fábula tan rica de implicaciones y posibles derivaciones, explica que haya servido como ilustración de teorías, métodos, hipótesis o conjeturas lingüís-ticas o literarias. Para Genette, por ejemplo, Pierre Ménard se vincula con la parodia y la intertextualidad, para Blanchot con el misterio de la traducción, para Mone-gal con la vanidad de la crítica, para Eco con la semiología y la estética de la recepción, para Sábato con la vigencia del pasado, para Schaeffer con la teoría de los géneros literarios, para Lem con la ciencia ficción.

2. Pero dejando de lado ecos y referencias que de manera puntual han tenido y tienen lugar, debido a la particular condición de la fábula contenida

Page 2: Pierre Menard

en Pierre Ménard, abordemos otra cuestión que ha desvelado a más de un crítico o lector, y que podría formularse, un tanto secamente, así: ¿quién es Pierre Ménard? O, mejor dicho, ¿quién está detrás de Pierre Ménard? ¿En qué escritor, o en qué experiencia ajena pudo inspirarse Borges para la creación de su personaje? Cabe pensar que bien pudo no haberse basado en ningún autor o episodio particular, que su extraño héroe pudo haber sido simplemente el fruto de una especulación. Pero pudo existir un modelo. Aun en tal caso, resta el imponderable espacio de la libertad creadora. Nadie cree que el novelista copia o traslada directamente sus personajes del mundo real a la ficción. Hay mutilaciones, trasplantes, metamorfosis. Pero a menudo el autor parte de figuras de la realidad —y es por tales casos que los lectores buscan las «correspondencias». Tal ejercicio (el de la identificación de «claves») es en muchos casos bastante bizantino. La individualización o «clave» del Rastignac de Balzac, por ejemplo, o del barón de Charlus de Proust, basa esencialmente la pesquisa en elementos biográficos o históricos, de escaso provecho crítico o literario. En el caso de Pierre Ménard sólo puede fundarse en aproximaciones o deduc-ciones de otro orden, que la hace menos trivial y ociosa, más significativa y fértil. Y porque abundan los datos que asoman en el texto como enigma, pro-vocación o desafío, muchos han tenido la impresión de que detrás de Pierre Ménard está la admiración, la caricatura o la extrapolación de un escritor determinado. Hagamos, pues, un somero repaso de las propuestas que (en textos de categoría diversa) han creído dar con el germen, probable o preciso, de Pierre Ménard.

3. En Respiración artificial, Ricardo Piglia ve detrás de Pierre Ménard a Paul Groussac. En rigor no es Piglia, sino uno de sus personajes: Renzi. Piglia puede compartir o no la idea de Renzi. En un sabroso diálogo de la novela, con motivo de algunos inmigrantes europeos que cumplieron una función en nuestra vida cultural, surge el nombre de Groussac. Se lo evoca con poco miramiento (y bastante humor). Uno de los personajes, que expone el pensamiento del Profesor Marcelo Maggi, dice que Groussac era «el intelectual del ochenta por excelencia», quien, en su condición de auténtico europeo, ejercía «el papel de árbitro, de juez y verdadero dictador cultural». En el fondo —opinaba Renzi— Groussac no era más que un «francesito pre-tensioso» que, si hubiese continuado en Francia, no habría salido del anoni-mato, o, en el mejor de los casos, no hubiera sido más que un «periodista de quinta categoría». Pero Groussac, en sus afanes críticos, había publicado también un ensayo en el que creía resolver, con gran aparato argumental, la discutida autoría del Quijote apócrifo. Atribuía esta falsa continuación de la primera parte del libro a un tal José Martí (homónimo casual del héroe cubano). La conclusión de Groussac tiene, según Renzi, «un aire a la vez definitivo y compadre». Pero la solución enunciada, como se demostró después, tropezaba con un grave inconveniente: el autor propuesto había muerto en 1604, antes de que

726 Óscar Tacca [2]

Page 3: Pierre Menard

apareciera el Quijote. Renzi infiere: «¿Cómo no ver en esa chambonada del erudito galo [...] el germen, el fundamento, la trama invisible sobre la cual Borges tejió la paradoja de Pierre Ménard?» El razonamiento de Renzi es el siguiente: si un escritor muerto antes de la aparición del Quijote era capaz de escribir su continuación, por qué otro escritor, tres siglos después, no iba a poder reescribirlo? Y el corolario: «Ha sido Groussac, entonces, [...] quien, por primera vez, empleó esa técnica de lectura que Ménard no ha hecho más que reproducir». Y agrega: «Ha sido Groussac en realidad quien [...] enriqueció, acaso sin quererlo, mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas».

4. Emilio Carilla ha consagrado varios artículos al cuento. En el que más directamente aborda la cuestión de la identificación, después de señalar algunas posibles aproximaciones de Ménard con autores de remedos, imita-ciones o continuaciones del Quijote, Carilla procura «buscar para él un nom-bre real que lo respalde». Su tesis será, pues, que detrás de Pierre Ménard está Unamuno. Para ello se basa fundamentalmente en el libro Vida de Don Quijote y Sancho. En él, como se recordará, Unamuno sostiene que, en el Quijote, Cervantes se mostró «muy por encima de lo que podríamos esperar de él juzgándole por sus obras», es decir, la idea de una creación superior a su autor, la paradoja de un Cervantes hijo de Don Quijote y no al revés. Carilla funda su tesis en algunas coincidencias entre Unamuno y Pierre Ménard. La primera es un común desmerecimiento: el de Cervantes por parte de Unamuno («mostró en sus demás trabajos la endeblez de su ingenio», dice Unamuno), el del Quijote por parte de Ménard («un libro contingente», «innecesario», dice Ménard). La segunda coincidencia es la idea de que ambos «mejoran» el Quijote: Unamuno como «explicador y comentador», Pierre Ménard como «recon-structor». Una tercera radicaría en esa especie de común condena de los cer-vantistas y renovadores, que tanto el autor español como el protagonista del cuento expresan. Pero es del caso observar que —como Carilla lo señala— el mismo Unamuno podría quedar comprendido en ese grupo de rehacedores y seudocontinuadores que el propio cuento repudia. Carilla apela a otras coincidencias menores. Esa multiplicación de coin-cidencias debilita la convicción de la tesis, que recurre finalmente a una vaga relación entre Cervantes y Unamuno, o entre Unamuno y Borges. Tal vez sea por esta sensación que el autor de la propuesta aduce: «la identificación resulta de la suma de pruebas parciales». Los artículos de Carilla dedicados a Pierre Ménard iluminan facetas que nos merecen (como el resto de su obra) especial respeto y estima. Ello, y pese a la amistad que nos brindara, autoriza nuestro disenso. Discrepancia referida solo al aspecto que nos ocupa, el de la identidad o «clave» de Pierre Ménard. Al respecto creemos que su propuesta de correspondencia o aproximación entre Unamuno y Ménard resulta poco convincente, por la enorme distancia que separa los atributos de ambos personajes (abstracción hecha de su con-

727¿Quién es Pierre Ménard?[3]

Page 4: Pierre Menard

dición real o imaginaria). Pero más especialmente en razón de una decisión teórica que lleva a Carilla a insistir en el carácter ensayístico del texto. En nuestra opinión, se trata cabalmente de una ficción. En todo caso, de una ficción cuya sustancia o tema narrativo es el ensayo (más precisa-mente, la «nota» bibliográfica, el comentario crítico o erudito) o que adopta (paródicamente) la forma del ensayo. Pero el relato es plenamente un cuento, una ficción: la fantasía, el humor, la ironía resultan evidentes. Es un cuento intelectual que juega con los hábitos y remeda los vicios del ensayo, la crítica y la erudición.

5. Rafael Gutiérrez Girardot, crítico colombiano radicado en Alemania desde hace años, es autor de un artículo titulado «Pierre Ménard o Paul Mallarmé». En el primer momento uno creería que hay una pintoresca errata. No la hay. Girardot desecha la hipótesis «Groussac». Para él, es sólo una de esas «conjeturas inexpresas» de Piglia (como el encuentro de Hitler y Kafka) a la manera de Borges. Rechaza también la propuesta «Unamuno» porque, a pesar de algunas afinidades entre Borges y el autor español, la dispari-dad entre ambos es tan grande, que sólo podría admitírsela por la vía del absurdo y la contradicción: «Unamuno disfrazado de poeta simbolista y erudito francés, aficionado a la filosofía racionalista, mundano, defensor de una aristócrata, es decir, Unamuno disfrazado de Anti-Unamuno, Unamuno traidor de sí mismo». El artículo de Girardot es rico e ingenioso. El autor destaca aquella céle-bre aserción de Mallarmé: «Tout, au monde, existe, pour aboutir à un livre». Se trataba, pues, de la obsesión de «el Libro». También Ménard tenía esa obsesión. Pero para él, el Libro debía ser el Quijote. «Pues lo que importa a Borges —dice Girardot— no es la obra que Pierre Ménard pretende reescribir, sino llevar a sus últimas consecuencias la obsesión de Mallarmé o, más exactamente, el pathos de esa obsesión». Uno y otro, nueva concomitan-cia, no concluyeron —como observa Girardot— su obra. «El Libro del uno y el Quijote del otro permanecieron inéditos». Pero quien compartía verdaderamente aquellas aspiraciones de Mallarmé era Valéry. Girardot señala una «comunidad de intereses, como el lenguaje y la reflexión sobre el arte y la poesía, en la fervorosa devoción del segundo por el primero y en la afición por lo mundano. Valéry y Mallarmé rechaza-ban, además, la historia, y esto justificaría la empresa ahistórica de Pierre Ménard.» Esta es, por un lado, la convergencia que Girardot señala entre las ideas y ambiciones de Valéry y Mallarmé. Por otro lado, recuerda aquellas prime-ras obras de Bustos Domecq (seudónimo fraguado con los apellidos de los abuelos, uno de Borges, el otro de Bioy Casares), un escritor para el cual, de acuerdo con Rodríguez Monegal, «la única manera de enfrentar la pro-liferación era silenciarla». Para Girardot «en vez de proliferación es preciso decir agotamiento». Girardot opina que las parodias y ocultamientos de Bustos Domecq sirvieron a los procedimientos que Borges perfeccionó en Pierre Ménard. Y aquí encontramos lo esencial de su propuesta, y la razón

728 Óscar Tacca [4]

Page 5: Pierre Menard

del ocurrente título de su artículo: «En esta narración ya no parodia sola-mente el estilo intelectual y literario de un determinado grupo, sino el de dos escritores concretos [...] que encubre bajo un nombre, Pierre Ménard, imi-tando el estilo de los títulos y de los temas preferidos y ciertas circunstancias de su vida literaria, a Stéphan Mallarmé y Paul Valéry. Y así como construyó los apellidos de Bustos Domecq acudiendo a los apellidos de dos abuelos: uno suyo y otro de Bioy Casares, así construyó el nombre de Pierre Ménard con las iniciales del nombre propio de Valéry y del apellido de Mallarmé»: La hipótesis de Girardot es, pues, Paul Mallarmé.

6. Para Anderson Imbert Pierre Ménard es un sofisma. Su protagoni-sta, una especie de «alienado», y no un cultor de «la llamada «Estética de la Recepción», «Teoría del Impacto», «Fenomenología del arte de leer», «Crítica de la Respuesta» o «Retórica de la Lectura». No es éste el lugar para discutir sus ideas sobre el relato en cuestión. Pero el artículo de Anderson encierra una revelación. Recordemos que si algo nunca fue puesto en duda ha sido el carácter original e insólito de la empresa de Pierre Ménard. «Tarea, en síntesis, —decía Carilla— de paciencia, de denodado estudio y ambiciosa realización. En definitiva, ejemplo casi único en los anales literarios...». Carilla atenúa, con prudencia (y con acierto), su afirmación: casi único... Hasta hace poco (que sepamos) nadie había dudado del carácter singular («casi único») de la hazaña de Pierre Ménard. Anderson Imbert (que parece haber leído todos los cuentos del mundo) ha encontrado uno, que resulta una perla en el tema que nos ocupa. Se trata de un relato que lleva un título muy extraño, «Corputt», y que pertenece a un escritor muy extraño también (o muy poco conocido): Tupper Greenwald. El autor es un polaco-norteamericano, y el cuento fue publicado dieciséis años antes de Pierre Ménard. Refiere la historia —sintetizamos el resumen que del mismo hace Anderson— de un admirador fervoroso de Shakespeare, en particular de King Lear. Corputt, el protagonista, era catedrático en una universidad norteamericana, y mantiene durante toda su vida el sueño de llegar a escribir un drama semejante en perfección al Rey Lear. Ese sueño lo acompaña hasta el lecho final. Muy próximo a morir, ante la presencia de un colega, ex discípulo, le recuerda su antigua ambición, y le confiesa que la noche anterior ha dado fin al drama que siempre había querido escribir. Saca de abajo de la almohada un manuscrito, del que lee a su amigo algunos ver-sos que considera los mejores. El texto del manuscrito coincide literalmente con King Lear de Shakespeare. Es muy improbable que Borges conociera el cuento de Greenwald. Por consiguiente, no se sustenta ni se deduce ninguna hipótesis sobre el interro-gante de quién es Pierre Ménard. Pero la sorprendente coincidencia —como se ve— hacen el caso digno de mención aquí, con el mérito de Anderson Imbert por su descubrimiento y relevancia en conexión con Pierre Ménard.

7. Llegados aquí, quienes escuchan podrían preguntarse cuál es la

729¿Quién es Pierre Ménard?[5]

Page 6: Pierre Menard

opinión personal del que les habla. Desde las primeras lecturas del cuento tuvimos nuestra propia hipótesis. Pero ella nos llevó, entonces, a darle forma de ficción. Teniendo en cuenta las afinidades y coincidencias que suele haber entre un par de amigos, especialmente cuando la amistad es preponderante-mente intelectual o literaria, imaginamos la de esas dos figuras —Ménard y Valéry— que tenían tales afinidades (en gustos, ideas, conductas, prefer-encias). La ficción era, por consiguiente, leve. Aproximaciones y analogías no están supuestas o inventadas, sino que surgen expresamente del texto de Pierre Ménard y de la vida y obra de Valéry. Por prurito de exactitud, sin embargo, no quisimos dar a nuestra hipótesis el carácter asertivo de un artíc-ulo sino el conjetural del cuento. Un cuento en el que subyace una hipótesis (anterior a las que se enunciaron o conocimos luego). En efecto, nos sorprendían las semejanzas: meridionales ambos, fueron fieles a ese espíritu. Sintieron inclinación por las lenguas más fraternas de la propia (el español, Ménard; el italiano, Valéry). Precoces en el éxito de la poesía, colaboraron tempranamente en publicaciones de Nîmes o de Montpellier, más tarde en la N.R.F. Tuvieron ambos un perfil social y mun-dano: tertulias y salones, versos en álbumes voraces, amistades de abolengo: los «mardis» de la rue de Rome (Valéry), los «vendredis» de la baronesa de Bacourt (Ménard). Deudores de Poe, los dos recusaron la noción de autor, insuflaron nuevo aire en la forma del soneto y honraron La Conque de Pierre Louys. Tenuemente agnósticos, ambos mantuvieron el respeto por el catoli-cismo. Profesaron un gusto común por la lógica, por Leibniz y Descartes. Se impusieron largos años de silencio, que Ménard cerró con una trasposición en alejandrinos del Cementerio marino de Valéry. Modestos y recoletos, coincidieron en el gusto perverso de la corrección indefinida, del trabajo del trabajo, del rechazo del azar. Compartieron el interés de la literatura como ejer-cicio de transformaciones en que el lenguaje desempeña un papel capital.

8. Por supuesto, cabe una hipótesis más transparente, y es la de Pierre Ménard como un alter ego de Borges. Es lo que parece desprenderse de numerosos artículos que vinculan directamente el propósito, las ideas o el arte poética de Pierre Ménard con los del autor de la ficción. Por supues-to, esta correspondencia queda también implícita en la mayoría de los autores mencionados al comienzo del presente artículo, que atribuyen al emprendimiento de Pierre Ménard postulados que incumben, como se dijo, a la teoría del lenguaje, del conocimiento o de la traducción.

9. CONCLUSIÓN

Máscara transparente o personaje de humo, como se ve, las hipótesis sobre quién es Pierre Ménard cubren un amplio abanico que va desde la identificación más o menos precisa con un autor determinado hasta la de la fusión de varios muy distintos entre sí, desde la de una pura entelequia hasta la de una copia fiel, o desde la de un individuo real hasta la de un alter

730 Óscar Tacca [6]

Page 7: Pierre Menard

ego del propio Borges, en su dimensión más autocrítica y acerba. Se podría añadir que va desde una exploración detectivesca para descubrir in fraganti al soterrado modelo hasta una indagación genealógica remontándose a las fuentes. A menos que baste con otra, más ortodoxamente borgeana: así como en la Biblioteca de Babel todos los libros son un solo Libro, un Autor puede ser «la cifra y el compendio perfecto de todos los demás». Desentrañar las claves no es, por supuesto, el camino sustituto para desentrañar un texto. Pero el caso de Pierre Ménard alcanza una mayor proyección que el de las claves habituales, cuyo interés es primordialmente erudito: la originalidad del mito, y el carácter excéntrico del personaje, inducen a que las hipótesis alimenten nuevas propuestas de sentido para este «memorable absurdo». Lo importante no es la clave en sí, sino la reflexión gnoseológica que cada caso entraña. Sin olvidar, por lo demás, aquella sabia frase de Valéry: «toute œuvre est lʼœuvre de bien dʼautres choses quʼun ʻauteurʼ».

731¿Quién es Pierre Ménard?[7]