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PERDURACION DEL SISTEMA DE TRABAJO HISPANO-MUSULMAN EN EL MUDEJAR:
ELEMENTOS AUXILIARES DEL HORNO DE ALFARERO
CA RMEN MARTlN GOMEZ Y DIEGO OLIVA ALON O
Es nuestra intención al pre entar estas piezas, llamar la atención sobre algo que creemos nece ario para un má completo conocimiento de la cultura material de los pueblos: no sólo sus elementos ricos o de la vida diaria, ino también e os otros que formando parte del humilde trabajo artesano, ayudan a conocer la fabricación de aquellos a la que estaban de tinados.
No vamos a hablar aquí de formas cerámica , sino de su fabricación. Y derttro de ésta, de alguno de los aleme1110 del instrumental de alfarero, empleado para distribuir las piezas en el horno y que pueden contribuir en exca\aciones arqueológicas y hallazgos casuales a la decoración de alfares y testares.
Ra treando en la Historia, elementos auxiliares de horno para soportar la cerámica durante la cocción, han sido identificados ya en la Sevilla hi panorromana por hallazgos in situ (1). Y ya hasta la actualidad se han seguido utilizando, como veremos, recibiendo diferentes nombres, a la vez que presentando variantes formales según época y zonas.
Ha ta ahora no han sido documentados, o al menos, dados a conocer, procedentes de la Sevilla árabe y mudéjar (2), y se puede decir que, acerca de la perduración de estas piezas de la tecnología medieval en el trabajo de horno de época posteriores, e conoce más a través de exca\ aciones arqueológicas en uelo americano que en el nuestro (3).
(!) En la provincia de Sevilla, en el «Pajar de Anillo» (Santiponce) y Al-honoz (Herrera). LUZON NOGUE, José María, E>.cavaciones en Itálica. Estratigrafía en el Pajar de Artillo. Exca' aciones Arqueológicas en España, 78, Madrid, l 973. LOPEZ PALOMO, Luis Alberto. Al-honoz: Excavaciones de 1973 a 1978. Noticiario Arqueológico Hispánico, 11, 1981, pgs. 33-187. Objetos en forma de carrete de pequeña altura y otras diferentes formas existen en el mundo romano. BROWN, David, «Pothery». Roman Crafts. Ed. Donald Strong y David Bro\.\n, Londres, l 976, pág. 85. MEZQUIRIZ DE CATALAN, M.ª Angeles, Terra Sigillata Hispánica. The William L. Bryant Foundation, Valencia, 1961. vol. 1, págs. 28 y 37. (2) Aunque sí existían en el Mu eo Arqueológico de Sevilla aparecidos en varios puntos de la ciudad: Avenida de la Constitución, Cuesta del Rosario, Jardines de Murillo, etc. (3) LISTER, Florence C. y LISTER, Roben H., «Sixteenth Century Maiolica Pottery in the Valley of Mexico». Anthropological Papers of the Universit)' of Arizona, 39. Tucson, 1982. (En adelante, abreviado: LISTER, 1982.)
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ARMEN MARTI GOMEZ Y DIEGO OLIVA ALON O
LA TRADICION MEDIEVAL
Los elementos auxiliares del horno mudéjar responden a la tecnología medieval y al instrumental del horno árabe. Parece que éste, en su modelo más simple, podría haber carecido de cubrición, sustituida por un artificio a modo de anacalería compuesto por largas varillas de cerámica extendidas a lo largo de la parte alta de la cámara. Esas varillas han seguido en u o en España perpetuando la tecnología árabe hasta nuestros días (4).
En el siglo I d.C. se utilizaban en el mundo romano varillas similares a modo de parrilla entre los dos espacios del horno, por lo que parece conveniente pensar que las barras de cerámica, características en el equipo de los hornos árabes, quizá representan un aspecto del método romano asimilado por los ceramistas medievales orientales (5). En esta esfera árabe del Este Mediterráneo han sido encontradas en lugares tan dispersos como Nishapur, Siraf y Takhi-Sulaiman, y son descritas en un tratado del siglo XIV obre la manufactura de la cerámica vidriada en Persia (6).
Como hacen normalmente los alfarer.os actuales en la carga del horno, las piezas de mayor tamaño se colocarían en la parte inferior de la cámara, alternando sus posiciones para que encajasen mejor y a la vez aprovechar más el espacio. Sobre ellas, iría colocada la cacharrería de menor tamaño hasta completar la carga. Si las hilada eran muy altas, el pesq podía romper las piezas inferiores por lo que, también para evitar su vuelque, cada hilada se flanqueaba por barras con las que, a su vez, cada cierta altura se podía formar un a modo de emparrillado horizontal que servía de soporte a nuevas hiladas superiores solas que otras hiladas de separación y sostén podían colocarse.
E tas varillas cilíndricas, con un diámetro medio de tres centímetros y esenta de longitud, estaban terminadas en punta en uno de sus extremos y aplanadas en el otro, que, a veces, presenta una coloración diferente a la del resto de la pieza, porque posiblemente se introducía en la base del horno y sufría de un modo distinto la intensidad del calor. De todas forma es difícil precisar su distribución exacta dentro de él (7).
En el Museo Arqueológico de Sevilla se conservan restos de algunas que presentan una pasta grosera, con desgrasante arenoso, calizo y vegetal, superficie alisada y a veces rugosa, como sin terminar, numerosas huellas dactilares del alfarero que las modeló y mancha de vedrio color melado verdoso (8). Proceden de la Avenida de la Con titución, Cuesta del Rosario, Calle San Gregorio, Puerta de Jerez, Jardines
(4) ROSELLO-BORDOY, G y CAMPS COLL, J., Excavaciones arqueológicas en Palma de Mallorca. Sondeos practicados en la antigua Casa Desbrull. Noticiario Arqueológico Hispánico, 2, Arqueología. Madrid, 1973, págs. 131 y ss. (En adelante, abreviado: ROSELLO, 1973.) LISTER, 1982. Existen en las provincias de Almería, Granada y Mallorca. (5) POPE, E. M., «Ceramics: Medieval». A history of Technology, vol. 2. Claredon. Oxford, 1956, pág . 284-310 y fig. 282. (6) ALLAN, J. V., «AbÜ'l-Qasim's Treatise on Ceramics». lran, 11, Oxford, 1973, págs. 111-120. En adelante: ALLAN, 1973. CAIGER-SMITH, Alan, Tin-glaze Pottery in Europe and the lslamic World. The Tradition of 1.000 Years in Maiolica, Faience and Delftware. Londres, Faber y Faber, 1973, fig. 39. GONZALEZ MARTIN, Manuel, Cerámica del Levante Español. Siglos Medievales. Barcelona, Ed. Labor, 1944, vol. 1, págs. 28-29. LLORENS ARTIGAS, José y CORREDOR MA TEOS, Jo é, Cerámica Popular Española. Barcelona, Ed. Blume, 1970, págs. 148-151. En adelante: LLOR., 1970. LISTER, 1982, pág. 81. (7) ROSELLO, 1973, pág. 141. (8) También se dan estas características en otras panes del mundo árabe, como Mallorca.
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PERDUR ION D l SI THI DI· TR'\ll\ 10 HIWi\'10-MUSUI 1 \ !::N El '1UDEJAR
de Murillo y otro. vario punto de la ciudad, producto de hallazgos casuale · , excavacione aún no publicadas reciente remociones efectuada en ella con moti o de la con trucción del uburbano (lámina 1).
La procedente de la Cue ta del Ro ario, Argote de iVlolina y Baño , aparecidas en nivel árabe (9), confirman que en estos puntos de la ciudad existieron alfare o te tare antes del iglo 11 en que la legi !ación ordenaba que se e tablecieran fuera de la puerta de la ciudad, en el fo o protector del re into (10), por falta de e -pacio en é te y porque quizá la industria alfarera, como la de las tenería • eran considerada mole ta por humos y olores e impropias de e e emplazamiento, a un tiro de piedra de la Mezquita Mayor, núcleo de la vida religiosa, política y comercial de la ciudad, capital de Al-Andalu durante prolongado período de tiempo ( 11 ). Ya a fine del siglo XIII, iguiendo la tradición árabe, e encontraba ituada la Alcaicería de la Loza de la Cuesta del Ro ario ( 12) .
La hallada en la Avenida de la Constitución y la alle San Gregorio, zona en la que e encontraban los te tare y alfarerías sevillana durante el CalifaLO, erían po iblemente de hecho de alfar (13). u aparición en e tos dos punto de la ciudad, entre abundante material cerámico de los iglos X al XII, tampoco ayuda a la idea de la perduración del in trumental técnica del horno árabe en el mudéjar, pero con firma la exi tencia de alfarería en ellos.
Al otro lado del Guadalquivir, en Triana, donde e han de truido hace pocos año hornos mudéjare al realizar e la cimentación de edificio , también aparecen la barra . La alfarerías evillana e tra lactaron al parecer al arrabal de Triana en el iglo XII, al ampliarse el perímetro de la muralla que, al avanzar hacia el Oe te y el ur, sobrepa ó ya la zona de alfarería y testares anteriores que quedarían dentro de ella, por lo que hubo que de alojarlo . Allí e han perpetuado ha ta la actualidad, iendo Triana el barrio alfarero tradicional de la ciudad.
(9) La única información que exi te obre la exca a ión llevada a cabo en la Cue ta del Rosario, cuyos materiales se revisan en la actualidad orno tema de te is de Licenciatura de D. Manuel era Reina, es la de ollantes: COLLA TE DE TERAN, Fran i co, Contribución al estudio de la Topografía cvillana en la Antigüedad y en la Edad Media. Sevilla, 1977. Información ofrecida por Juan Manuel Campo Carrasco que ha dirigido la excavaciones de la Calles Argote de Molina y Bailo . BLA CO FRE!JEIRO, Antonio, «La ciudad Antigua (De la Prehistoria a los Vi igodos)». Historia de evilla. Publicacione de la Universidad de Sevilla, 1979. (10) Hacia el 1100, egún lbn AbdÜn, porque en su interior faltaban e pacio anchos. G RCIA GOMEZ, Emilio y LEVI PROVEN<;:AL, E., evilla a comienzos del siglo XII. El tratado de lbn AbdÜn. Biblioteca de tema sevillanos, Sevilla, 1981 , pág. 113. TORRES BALBA , Leopoldo, «Plaza . zocos y tiendas de las ciudades hi pano-mu ulmanas». Crónica Arqueológica de la España Musulmana, X l. Al-AndaJu , XII, 1947, pág. 438 . (11) Hoy día en ciudade árabes ac1uales como Bagdad, se encuentran en pleno centro urbano. (12) LADERO, 'ligue! A., Historia de Sevilla. La ciudad medieval. cvilla, 1976. En adelante. abre,iado: LADERO, 1976. (13) CARRIAZO, Juan de M., «Una zanja en el uelo de evilla». Cuadernos de la Alhambra, 10-11. Granada, 1974-75. Existió un barrio de lo Alfarero . un Cementerio de lo Alfareros y la Puerta del Alcohol en la zona. ANTU - A, Melchor, Sevilla y sus monumentos árabes. El Escorial, 1930, pág . 86, 90 y 116. La Crónica de lbn ahib al- alá, en la que Antufia e basa, de tiempo almohades, ci1a la Puerta del Alcohol, nombre árabe del sulfuro de plomo, ba e del vedrio. AL-UD RI, Tar i al-ajbar, Madrid, 1965, pág. 99. TORRE BALBA , Leopoldo, «E truciura de la ciudade hispanomusulmana : la medina, lo arrabale y lo barrio». Al-Andalu, XVIII, 1953, pág. 153. IBN BASLA: ila. Edición Codera, 1883, pág . 66 y 427.
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( \RMF MARl IN (,OML·/ \ DIHoO 01 I\ '\ '\I ONSO
La aparición de barras wmo indicación de resto de alfar, viene también confirmada por su u o hoy dia con paralelos en ijar (Almería), Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real), Mallorca, etc. ( 14) (lámina 11 l).
En Sevilla y algunos pueblos de la provincia, como Herrera, la di tribución de la --earga del horno viene determinada por un i tema de compertimentación a ba e de
barras de arcilla del tipo mudéjar o evolucionado de éste que, egún su forma, reciben los nombre de «pilaretes», «ca rre1es», etc. Con ella. e a egura una mejor di -tribución de lo pesos y se ofrecen punto de apoyo a la piezas de gran tamaño. Ultimamente han sido susiituidas a vece por ladrillo que con tituyen murete sobre los que otro , extendidos horizontalmente a modo de uelo, e di ponen para colocar piezas (15).
El otro elemento que presentamos e uno de los más frecuente hallazgos arqueológico m·edievales y de la Edad Moderna en el uelo de Se,illa: el a1ifle. Del árabe ajfí, plural de uJiya, con el ignificado de «trípode», e una pieza de barro cocido refractario que con i te esencialmente en tre brazo cilíndrico que unen uno de us extremos en el centro imaginario de un círculo al que di' idirían en tres sectores iguales, y en el otro extremo, pre entan un apéndice, pequeño codo, espolón, engro amiento u otro elemento imilar cualquiera (lámina ll, n." 1 y 2).
La carga para la cocción del barniz exige gran cuidado . La pieza. deben e tar separada unas de otras al meno un cuarto de pulgada, in que e\ista entre ellas contacto fí ico para evitar que se junten } que los barnices se manchen ~ alteren entre sí, ya que é tos durante la cocción burbujean violentamente.
El atifle, apoyado por sus extremo en el fondo de la pieza sobre la que cabalga, debe soportar el pie de la que le cubre. por lo que su tamaño e tará en relación con las dimensione de amba .
Los tres punto de apoyo son localizable en lo va o por sus huellas: un torcido, ausencia o sobredosi de barniz con un pequeño abultamiento o rehundimiento. La aparición de estas eñale en una pieza denola tecnología medieval. Para Roselló (16), los atifles, como las barra , e colocarían en el horno estando el barro «verde», de modo que su efecto de roce sobre la cobertura \Ítrea de la piezas fuera mínimo durante la cochura. Si la pieza 1iene má fuerza que el atifle, arrancará la superficie de éste, que está verde. Si al contrario, erá el lripode el que resultará con manchas de vedrio.
o se conocen textos de la época obre los alfares e,·illano . Hay que e perar al . siglo XX para que Gesto o de ·criba lo de Triana contemporánea, pero no cita los atifles. Sólo habla de que se «cuecen en suelto la lebrillería ordinaria basla y en cajas o funda cuando e fina» ( 17).
Todos e to utensilio , tanto el atifle y lo carrete como las barras, parecen surgir con el vedrío, introducido alrededor del siglo X, como produclo dependiente entonces más de una clientela adinerada } sofi licada que de la campesina, y cuya ma-
(14) SESEÑA, Natacha, La cerámica popular en Ca lilla la "lue\·a. 1\1adrid, Edi1ora Nacional, 1975, pág. 236 (en adelante, SESEÑA, 1975). ROSELLO-BORDOY, G., En a)O de sistematización de la cerámica árabe en Mallorca. Palma de Mallorca, Diputación Provincial, 1978. En adelante: RO ELLO, 1978. (15) ORTIZ GARCIA, C. y otros, Alfarería popular en Andalucía Occidental. 11: Sevilla) Ciídiz. Etnografía Española 11. Ministerio de Cultura. Madrid, 1981, págs. 61 y 79. En adelante: ORTIZ, 1981. (16) ROSELLO, 1978, pág. 130. (17) GESTOSO PEREZ, Jo~é. Historia de los barros vidriado~ sevillano~. Se\11la. 1903, pág. 60.
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PERO R CIO Dl::.l SI THIA DE TRABAJO HISP NO-MUSUL~IA N EL \IUDEJAR
nufa tura en evilla, con el mi mo procedimiento que se eguía en lo demá reino árabe , fue de rita por Abü'l-Qasim en 1301 (18).
Son ario lo tipo de atifle que e conocen y a los que de momento e difícil a ·ignar época concreta de aparición y caída en de u o, por la falta de e Ludio obre e la pieza y de información sobre lo que e conser an en el Mu eo Arqueológi o de evilla que no permite una di isión cronológica de ellos. í parece acertado pen ar que lo de mayor diámetro ervirían para separar piezas de mayor tamaño, que los de apéndice de mayor alwra y doble apéndice asegurarían mejor la no «promi uidad» de sulfuro y, sobre todo, que ólo e utilizarían para separar pieza de formas abierta , como labrillo , cuen o , plato , e cudilla , etc. Por ello, para u eriación sólo podemo hacer u o de é ta y otra característica , eñalando do
prototipos: El tipo primero está compue to por lre brazo de ección circular que pre entan
en u extremo pequeña pata uperiore e inferiore perpendiculares a ellos aguzadas para que us impronta en el fondo y ba e de las piezas, ea mínimo. La longitud de los brazo : eis centímetro _ La altura de la patas: uno on cinco centímetro.
El tipo egundo remata u e ·tremo en una ola púa o prolongación de los brazo en ángulo recto, realizada por doblez de cada extremo cuando el barro e tá todavía blando. Longitud del brazo: cinco centímetros. Altura de la púa: un centímetro.
La sección de los brazos e aproximadamente de un centímetro en lo do tipos. Todo lo ejemplares, de factura má o meno to ca, uelen pre entar la pa ta
fina color ocre ro ado, amarillento o grisáceo, con de gra ante calizo y areno o y uperficie defectuo a, rugo a con eñale de vedrío de la piezas y las huellas dacti
lares del alfarero. Los atiíles con ervados en el Museo Arqueológico de evilla proceden de varios
puntos de la ciudad, como las barra , a las que acompañan ca i iempre en lo hallazgo por lo que e puede aplicar a ellos todo los razonamiento que para é tas hacíamo línea arriba .
De la ontinuidad del trabajo y elementos árabe en el período mudéjar, no habla obre todo el u o que del atiíle se ha hecho ha ta hoy en alfarería española , iendo uno de lo útile de la tecnología árabe que meno modificacione ha experi
mentado habiendo conservado u forma y u función: evitar que plato , escudilla ,1
lebrillo o cuenco e peguen unos a otros durante la occión y que el burbujeo del sulfuro no lo salpique, pre entando ólo diferencia comarcale de denominación y forma.
En Herrera ( evilla), donde e llaman «estrebilla » «trebillas», son de gran tamaño, porque eparan alineacione de lebrillos. En Ca tilla e llaman «lrebedilla » o «atifle » , en Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real); «alarife» y «tiíles» en· Puen te del Arzobispo (Toledo); «patas» en Cuerva (Toledo); «trébedes» en Madridejos (Toledo) y «ferreguillos» o «ferreguet » en Mallorca, donde parecen haber reducido u tamaño en comparación con lo árabes (19) .
(18) ALLAN, 1973 . WULFF, Han E., The Tradilional rafls of Per ia. Massachusett In titule o f Technology,
ambridge, 1966, pág . 160-161 (en adelante: WOLFF, 1966). Ll TER, 1982, pág. 83. (19) Lo aparecidos en la Ca a De brull de Mallorca , cuyo braLO «terminan en una e pecie de escoplo perpendicular a ello », on de un te tar de la épo a de lo taifa _ ROSELLO. 1978, pág. 126. ORTIZ, 1981, págs. 56 y 61.
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C RME M.\RTI GOMEZ' DIEGO 011\'A Al O\JSO
LA RENOVACION ITALIA A
El hecho de que en 1248, al conquistar e evilla, se a ignase a comerciantes genoveses un barrio en la Collación de Santa María, prueba cómo existían contaclo comerciale entre cierta ciudade -estado italianas y la nue tra (20) ya en el iglo XIII. Las pocas impatía de lo castellano hacia el mercantili mo, colaboró a que el número de genoveses en el iglo IV y XV creciera y ocuparan una situación ventajosa como comerciante a Indias en cerámica, donde adquirieron un gran poder comercial (21).
Paralelamente, una gran influencia italiana fue llegando a Sevilla de de ante de la conquista de América, y el Renacimiento reemplazó poco a poco el antiguo arte hispanomu ulmán. Este cambio de orientación e tética, palpable en la ma oría de las artes, también se dejará entir en la arte menore como la cerámica (22).
En la egunda mitad del iglo XVI, con la llegada de gran número de artesano italianos la influencia crece apreciándose en la producción alfarera e' illana nuevas técnieas de fabricación, nuevas forma , colores~ motivos y moda de estilo (23). Junto al viejo horno árabe de cámara circular, se elevará el italiano, rectangular, compuesto por una cámara inferior de combu tión, separada por un enrejado de otra superior cocción, probablemente cubierta por un techo abovedado, aunque in chimenea todavía. Parece que e introduce también el u o de hornos separado. para bizcochado y vidriado.
Una manifiesta inquietud lleva a refinar la cerámica, dotándola de paredes más delgada , pie anular y una articulación más rigurosa de u partes. Se intenta reducir defectos típicos de la cerámica vidriada evillana de baja calidad (como fi ura . craqueladura , pinchazo y agujeros), probando nuevo procedimiento de vidriado.
La mayor novedad introducida en cuanto al instrumental de horno, típico de los talleres italianos de cerámica vidriada son la «tagli», cajas refractaria de cocción, cuyas paredes presentan perforacione triangulares a travé de la cuale e insertan prismas de barro cocido que, proyectado en el interior de ella -, irven para oportar lo bordes de los vaso ya barnizado que quedan colgado sin tocar la caja y aislado unos de otro . A la vez, el vedrío es protegido de humos coniaminantes del horno. Este invento aventaja a la técnica árabe al eliminar la necesidad de los atifles y suprimir las tres marcas que éstos producen en la uperficie de los va~o . Los pris-
(20) BALLESTEROS, Amonio, Sevilla en el siglo XIII. Madrid, 1913, pág. 44. LlSTER, Florence C. y LISTER. Robert H., llalian Presence in Tin Glazed Ceramics in Spanish America. Historical Archaeology, 10. Olawa, 1976, págs. 26-4t (en adelante: LISTER. 1976). (21) Ya en 1534 había treinta y cuatro «vecinos» en el «Barrio de Genoa» en e'illa. (22) Portada de casas palacio, con talleres familiares genoveses entero en la ciudad, que importaban obras ya realizadas en Italia y las montaban aquí adap¡adas a la nece idades de la casa, que en su estructura seguía siendo musulmana. Tambien fueron importada o realizadas en Sevilla sepulcros por Ja familia Gazzini. OLIVA ALONSO, Diego. «De Arquitectura domé tica sevillana en el iglo XVI». Homenaje al Prof. Dr. Hernández Díaz. Tomo J. Universidad de Sevilla. 1982 . (23) LISTER , Florence C. y LJSTER, Roben H., Ligurian Maiolica in Spanish America. Convegno lnternazionale della ceramica. Atti, 9, Albisola, 1976, pág . 311-320. (En adelante: LISTER, 1976-b).
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PlRDl,RAUO'\ Dll SISll\I\ DL IK\ll\.10 HIW\\IO~ll'>l,L\l\i\ 1- E:L \IUDEJ\R
mas causan sólo inapreciable. mancha'> radiale' en el C\terior bajo el borde, dejando el interior impoluto (24).
El dato de la aparición de las caja~. como término ante 4ucm. no es suficiente para poder fijar la cronologia de la cerámica mudéjar sevillana. puesto que los atifle.., e continuaron u ando en la Penímula y corno \'amos a 'cr ahora, también en América.
EL TRASVASE A A~IERICA
El paso de la~ técnicas artísticas y artesana l e~ del Viejo al Nuevo Mundo, fue una con~tante que reciente trabajo~ de imestigación 'ªn dejando claro también en cuanto a la fabricación de la cerámica.
Se' illa fue puerto de salida hacia América no ólo de las grandes artes como Arquitectura, escultura o pintura. '.ino también de las arte. menare. de la madera, metal, cuero y cerámica mudéjares.
Parece . er que los ocupantes prehispánico~ del Valle de México no conocían el torno ni el horno para cocer cerámica, elementos básico de la tecnología árabe y mudéjar que fueron introducido sin duda desde el primer momento de la colonización española.
El conocimiento de lo\ po ibles horno' durante la conquista ugiere que lo primero. puesto<; en . en.icio en Nueva E. paña, con gran aceptación por lo. indio qui;ás por u falla de una técnica al farera . avanzada, fueron los típicos hornos árabe , en u~o entonces en Andalucía, aunque al parecer no l'ueron utilizada las barras ya que no se han hallado entre los materiales arqueológicos en México (25).
En la segunda mitad del siglo XVI, cuando la influencia genovesa a su cénit en España, una cerámica típica de la co<>ta ligur aparece en el suelo de Sevilla y en las colonias española<> del Caribe y Mé.,ico Central por lo que todas las novedades introducidas en Sc\'illa con la llegada de lo<> genmcse. 'e 'e que tienen su réplica allá (26).
(24) USTER, t976, pág. 76. PICCOLPASSO. Cipriano Ca,alicre, The Three Books of the Potter's Art. l111 roducción y 1raducdón Je Bernard Rackham l Albert van de Pul. Londres. Victoria and Albert Museum, t934, pag. 52. L!STER, 1982. pág. 93. A rncdiadm del siglo :XVI Picrnlpasso de crib1a lo métodos de la cerámica vidriada de Castel Duranle, en Italia Central, e ilu5Lraba lo' «iagli ». LI TER, Florence C. y LISTER, Roben H., Maiolica in Colonial Spanish Ame rica . His1orical Archaeology. 8. Columbia, t 974, págs. 17-52. (En adelan1e: Ll TER. 1974). LI TER, 1974. pág . 43. (25) LlSTER. t982, pág. 81. FOSTER, Gcorge M., Cu lture and Conquest: Arnerica's Spanish Heritage. Viking Fund Publicatiom in Antropology, 27, Ne\• York, 1960, pág. 91. Ll TER, Florence C. y L!STER. Robert H .. An Over"ie\\ or Moroccan Maiolica. Papers of !he An:haeological Sociely of Ne\1 l\k\iCO, 2. anta Fe, 1970, pág\. 272-295. LLORENS, 1970, rágs. t48-151. WULFF, 1966. pág. 155. (26) El hallazgo de cajas y pri<,mas en unos hornos descubiertos en el poblado de «Panamá Viejo». de 1519. en la Costa Pacirica del llsmo, sugiere la presencia de arlesanos ~e1illano-genovesc., 11·abajando alli en ~'ª' fcd1as. Ll TER. 1974, pág. 43. LISTER. 1976-b. Ll TER. 1976. Informe de Don Juan Manuel Campo~ Carrasco.
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CAR\11 '>J ~IARI IN (,ll\ll / \ llll(,() Hl l\t\ >\t ON~O
Con el nacimiento de la cerámica «Ciudad de México» . e advierte la u tilu ión del e tilo y de a lguno aspecto\ de la 1ccnología árabe por la. nuevas idea : lo hornos se rea lizan a la manera italiana y su equipo de acce ... orios no incluye ya la. «varillas» de opone in la.., « lag li >l. Pero só lo 1 cinco tipo;. que componen el grado fi.oo de esta cerámica mexicana fueron c cido. de esta manera . Los procedimiento. de horno volvieron atrás haci a el primitivo utillaje con el abandono de caja~ y clavo , ya que la 1 riadas de cfia le.., de los a1 i lle~ vuelven a la mayoría de la. uperl'ieies de lo vaso de la cerámica común. Qui7á e. la vuelta atrás . e podría ver como resultado de un aumento de la mano de obra mudéjar. llegada en el siglo XVII en que se expulsa a lo mori ·os de España, que aparecen en mérica a pe a r de la legi Jación en c ntra, lo que conlleva también cierto auge de tema. mudéjare~ en otra expresiones artísticas (27) (lámina 1 V).
CO LUSIO
Ante todo lo dicho hay que pensar que, aunque desde el siglo 111 llegaran a la antigua Al-Andalus proveniente de Italia, influencias de toda especie. y <.e introdujera un nuevo tipo de horno, con la novedad que esto conllevaría, no ólo de con'trucción ino también de in trumental de fabricación, lo elemento de la anligua técnica siguen apareciendo junto a las nueva aportacione. tre' siglo má' tarde tanto en Sevilla como en América.
Quizá el atifle quedó relegado a la fabricación de piens de menor ca tqwria. aunque parece er que parte de la vajilla evillana en siglos posteriore - - no só lo la cerámica común- aparece con su delatora huella~.
¿Razones de la producción utilizando lo dos siqemas? Tal ve1 la mayor barat ura del árabe tradicional, má asequible a iodo , o el ce loso ~ccreto con que lo italianos pudieron guardar u técnica o la fuerza de la coslumbrc: ha~ 4ue rcnsar que i en todas la aries el mudejarismo dejó u huella durante tanto tiempo, también lo
haría el oficio de los i temas de trabajo. E te problema como todos los del mudejarismo \C\illano. \C puede abordar
u ando la fuente e critas o las arqueológicas . Dentro de ésta' la cerámica, con la perduración de u forma comune , e a imprescindible ... para la 'ida diaria por '>ll
utilidad; su nomenclatura y us si temas de fabricación, nO\ hace pemar que nada cambió y que la mano de obra iguió siendo la misma. u i,uper\'i\'cncia haqa nue<,tros días indica que la alfarería iguió en las manos de los artesano~ musulmanc,, má o meno cri tianizados. pero con en·ando la técnica tradicionales. La interpretación de lo dato de uno y otras fuente, , parecen hacerlo · por ahora contradictorios (28). A pesar de que tradicionalmente se ha dicho que su~ habitante\ fueron expulsados de la ciudad al ser conqui tada Sevilla por Fernando 111 (29). parece que los oficio siguieron en mano de quienes lo ' enian prat:ticando. o al meno' las técnica antes y de pué de 1240 on exactamente la~ mismas. De toda' forma<. puede defender e que el «aire moro» de la ciudad. de u~ costumbre y arte~. proceden más de la coexi tencia cotidiana y amigable con el reino de Granada en tiempos de Alfon o XI y Pedro 1, de la arabización del gu 10 de la'> clase' alla" castellana'
(27) En México se llama actualmente a lo. atifles «caballitos». USTER, 1982, págs. 89-93 . TOUSSAINT, Manuel, «Ane Mudéjar en Améri a» . 7 Congreso Internacional de .\mericanistas, Actas, 2. México, 1939, págs. 603-608 . (28) GONZALEZ, 1951. (29) GO ZALEZ, Julio. El Repartimiento de Se"illa. l\1adml. 1951. ( n adelante: (iO -ZALEZ, 1951.)
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en e ta época, de la cual quedan numero o ejemplo aún no bien considerados en esta línea de estudio, y de la pre encia de mori co granadino ya a fines del iglo XVI, que de lo' rropio mudéjare sevillanos (30). Estos eran poco en la ciudad acristianada. ya que la evacuación de 1248 y la emigración ma iva a raíz de la re' uelta de 1264, no se vieron compensadas totalmente por la llegada po terior de mudéjares procedentes de zonas rurales de Toledo y Granada, y los repobladores castellanos eran campe ino y apenas se mencionan en el Repartimiento gente llegada.-. como artesanos (31 ).
Hace uno~ ai'to.-. ~e de~truían en evilla hornos mudéjares. Hace unos días un horno árabe fue e\poliado, en parle destruido y luego sepultado bajo el asfalto de una calle de Ecija (Se' illa). El día que pre~temo atención, la mi ma atención a la Edad l\ledia o Moderna que a la Prehistoria o la Edad Antigua, se aclararán algunos de lm. problemas aquí planteados (32).
Quidt también puedan contribuir a ello los estudios de re,isión de fondos que se realizan en el Mu~eo Arqueológico de Se\ illa, de los que esta~ líneas son un pcqueiio ª''anee.
(30) LADERO, 1976. pág. t28. GUERRERO LOVILLO, Jost\ l.a última Se,•illa musulmana. Real Academia Sevillana de Buenas Le1ras, Se1 illa, 1984. MANZANO MARTO , Rafael, Poetas y vida literaria en lo~ Reales AkáLares de Se,·illa. Real Academia Se1 illana de Buena> Letras, Sevilla, 1984. (31) LADERO, 1976, págs. 76 y 126. (32) Hornos de cerámica islámica se han perdido también en !\!álaga y en peligro los de Almena. ZOZA Y A, Juan, Problemática de la Arqueología medie,·al posterior al siglo ·\1 111 en Españ:i. Crónica del XI Congreso Na.:ional de Arqueolog1a, pág. 846. E tónica constante el oh ido ,¡,temático de materiale' medie, ale\' de la Edad Moderna en las memoria' de excavacione\ . ·
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Sevi]ja hasta l ~-;i g 10 XI 1 Mu rn l j a a J rlD rá v i de
a Resta~ a alfar anteriores al s. Xlil o Alfare. mudéjares 1 Pu er1.a el A 1 r-oho l 2 Cemenfe1 iu r:l lo a11c ern;
3 Barrio de lo.: alfarero ,
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Lámina l . - Localización de a(fares y tes1ares en la ei•illa árabe y mudéjar.
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l. c1111111a //. - Barras de cerámica en a(fareriu actual (De Lister y Li ter).
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Lámina 111. - Atifles del siglo Xvl de Ciudud de \férico (/)e Ltster y l tster).
Lámina 11 '. - Tipos de , ltt/les .1 lwrru.1 del \1111<'<1 lrr¡ueo/,igH·,, r/( \(•11/la
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