"patas arriba la escuela del mundo al revés"
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“Patas Arriba La escuela del Mundo al revés” de Eduardo Galeano, el capítulo Cátedras del Miedo (sólo la enseñanza del miedo)TRANSCRIPT
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Cátedras del MiedoCátedras del Miedo- - La enseñanza del miedo -La enseñanza del miedo -
Eduardo GaleanoEduardo Galeano
En un mundo que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio
de la justicia en los altares de la seguridad.
Cada vez que un delincuente cae acribillado, la sociedad siente alivio ante la enfermedad que la acosa.
Las fuerzas armadas latinoamericanas cambiaron de orientación. De la defensa de las fronteras de cada país, que era su tarea tradicional, habían pasado a ocuparse del enemigo interno, la subversión guerrillera y sus múltiples incubadoras, porque así lo exigía la defensa del mundo libre y del orden democrático.
El pánico colectivo, que identifica a la
democracia con el caos y la inseguridad, es una
de las explicaciones posibles para la buena
fortuna de las campañas políticas de algunos
generales latinoamericanos. Hasta hace pocos
años, esos militares habían ejercido dictaduras
sangrientas, o habían participado en ellas como
protagonistas de primer plano, pero después se
metieron en la contienda democrática con
sorprendente eco popular. El general Ríos
Montt, ángel exterminador de los indígenas de
Guatemala, encabezada las encuestas cuando
se prohibió su candidatura presidencial, y los
mismo ocurrió con el general Oviedo en
Paraguay. El general Bussi, que mientras
mataba sospechosos depositaba en los bancos
suizos el sudor de su frente, fue electo y
reelecto gobernador de la provincia argentina
de Tucumán; y otro asesino uniformado, el
general Banzer, fue recompensado con la
presidencia de Bolivia.
En muchos países, la gente no hace las denuncias porque no cree en la policía, o le teme. De cada diez venezolanos, nueve creen que la policía roba. En 1996, la mayoría de los policías de Río de Janeiro admitió que había recibido propuestas de sobornos, mientras uno de sus jefes opinabaque “la policía fue creadapara que sea corrupta” yatribuía la culpa a lasociedad, “que desea unapolicía corrupta y violenta”
No hay ley que valga ante la invasión de los fuera de la ley: se multiplican los asustados, y los asustados pueden ser más peligrosos que el peligro que los asusta. No sólo los vividores de la abundancia sienten el acoso. También muchos
de los numerosos sobrevivientes de la escasez, pobres que sufren los zarpazos de otros
más pobres o más desesperados que ellos.
Allá por el año 1252, el papa Inocencio IV autorizó el suplicio
contra los sospechosos de herejía. La Inquisición
desarrolló la producción de dolor, que la tecnología del
siglo vente ha elevado a niveles de perfección industrial.
Gracias a la tortura, que hace cantar a los mudos, muchos presos están presos por delitos que jamás cometieron, porque más vale inocente entre rejas que culpable en libertad. Otros han confesado asesinatos que resultan juegos de niños al lado de las hazañas de algunos generales, o robos que parecen chistes si se comparan con los fraudes de nuestros mercaderes y banqueros,o con las comisiones que cobranlos políticos cada vez que vendenalgún pedazo de país.
En la mayoría de los países latinoamericanos, la ley no autoriza la
pena capital, aunque el terror de estado la aplica cada vez que el disparo de
advertencia de un policía entra por la nuca de un sospechoso y cada vez que los escuadrones de la muerte fusilan con impunidad. Con o sin ley, el estado
practica el homicidio con premeditación, alevosía y ventaja y, sin embargo, por mucho que el estado mate, no puede
evitar el desafío de las calles convertidas en tierra de nadie.
El poder corta y recorta la mala hierba, pero no puede atacar la raíz sin atentar contra su propia vida. Se condena al criminal, y no a la máquina que lo fabrica, como se condena al drogadicto, y no al modo de vida que crea la necesidad del consuelo químico y su ilusión de fuga. Así se exonera de responsabilidad a un orden social que arroja cada vez más gente a las calles y a las cárceles, y que genera cada vez más desesperanza y desesperación. La ley es como una telaraña, hecha para atrapar moscas y otros insectos chiquitos, y no para cortar el paso de los bichos grandes.
Hace un siglo, el director del reformatorio infantil de Illinois llegó a la conclusión de que una tercera parte de sus internados no tenía redención. Esos niños eran los futuros criminales, “que aman al mundo, a la carne y al diablo”. No quedó claro qué se podía hacer con esa tercera parte; pero ya por entonces algunos científicos, como el inglés Cyril Burt, proponían eliminar a la fuente del crimen, los pobres muy pobres, “impidiendo la propagación de su especie”
Y entonces Nicolás Buenaventura, contador de cuentos, contó la verdadera historia de la Creación. Ante los vomitados del sistema, Nicolás contó que a Dios le habían sobrado pedacitos de todo lo que había creado. Mientras nacían de su mano el sol y la luna, el tiempo, el mundo, los mares y las selvas, Dios iba arrojando al abismo los desechos que le sobraban. Pero Dios, distraído, se olvidó de crear a la mujer y al hombre, y la mujer y el hombre no tuvieron más remedio que hacerse a sí mismos. Y allí, en el fondo del abismo, en el basural, la mujer y el hombre se crearon con las sobras de Dios. Los seres humanos hemos nacido de la basura, y por eso tenemos todos algo de día y algo de noche, y somos todos tiempo y tierra y agua y viento.