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PARTE VI EL ESTABLECIMIENTO DE LA ECONOMIA POLITICA

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PARTE VI

EL ESTABLECIMIENTODE LA ECONOMIA

POLITICA

División Primera

Objeto y método de laEconomía Política

DIECISIETE

El carácter de laEconomía Política

Adam Smith muere en 1790, pero su obra, en 10 esencial, habráde constituir a 10 largo de las décadas siguientes el criteriofundamental contra el cual poner de referencia los desarrollosy pensamientos que van emergiendo en relaci6n con la Eco­nomía Política. Ricardo, por ejemplo, en los estadios finalesdel proceso de escribir sus Principies, cuya primera edici6nsali6 a la luz en abril de 1817, le escribe a James MilI mesesantes diciéndole: "Es mi intenci6n leer a Adam Smith unavezmás, tomar notas de todos los pasajes que bien favorecen odirectamente oponen mis opiniones peculiares,y luego sometera su juicio la conveniencia de insertarlas en los lugares apropia­dos de mi manuscrito."! Pero este tornar la mirada hacia TheWeaith ofNatíons no puede verse como un episodio circuns­tancial; bastaría, en efecto, cumplir la sola tarea de entresacarlas alusiones a Smith dentro de la correspondencia que el propioRicardo se cruza con Malthus, Say, Bentham, McCulloch,Trower y el mismo MilI, entre otros, para tener que llenar sinduda muchas páginas.

Esta referencia a Smith, sin embargo, es menester enten­derla desde la justa perspectiva de 10 que se halla de por medio.Las grandes áreas por cubrir en el ámbito del conocimientoecon6mico, puede decirse sin riesgo de exageraci6n, se hallanen cierta forma esbozadas dentro de las páginas de la obra de

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Smith. Pero hasta allí cabe llegar con esta afirmación. El pen­samiento propio de Smith, de hecho, se mueve con facilidadentre posiciones contrapuestas, y en la procura de consistenciay claridad habría, desde todo respecto, una larga jornada porcumplir. En otro sentido, no puede sino indicarse que en algunaposición de especial significación para las posibilidades de laEconomía Política en cuanto conocimiento científico, Smithni siquiera llegó a detener su mirada.

Más todavía, a la Economía Política le corresponde prestarel centro en torno al cual se congregan las disputas que surgenentre los intereses materiales que contienden en la sociedadmoderna. Y, para el tiempo del que ahora se habla, debe tenersepresente que se hallaba en marcha un proceso conflictual parti­cularmente agudo entre los antiguos detentadores del poderpolítico vinculados a la propiedad territorial, y los nuevos gru­pos de poder en ascenso, asociados a la propiedad del capital.Por cuya razón no podía sino esperarse que frente a los pare­ceres y criterios vertidos en Tbe Wealth ofNations, y que podíanleerse con muy diversas intenciones, se levantaran las voces yopiniones más enardecidas.

De modo que, cuando Torrens escribe hacia 182110 quea continuación se cita, no puede sino pensarse que hay más deingenuidad que de perspicacia en el contenido de sus palabras:"En el progreso de la mente humana, un período de contro­versias entre los cultivadores de cualquier rama de la cienciadebe por necesidad preceder el período de su unanimidad...Con respecto a la Economía Política, el período de controversiaestá concluyendo, yel de la unanimidad rápidamente acercán­dose. En veinte años no habrá apenas duda acerca de sus prin­cipios fundamentales't.! No resta sino decir que es muy proba­ble que la enorme prestancia de su contemporáneo David Ri­cardo entre los pensadores económicos del momento, hubieraconvencido a Torrens de que el tiempo de la disensión estabapor concluir. Aunque también debe añadirse que en todos losescritos importantes de la época, y en relación con los ternascentrales de la disciplina, trasparece en cada página una cierta

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tensi6n esencial que da cuenta de lo incierto de las basesestablecidas para el conocimiento econ6mico.

Así, estas décadas que siguen hasta 1850, por fijar unafecha referencial, dan testimonio de una especie de movimientovacilante, hacia adelante y hacia atrás, en torno a los principiosbásicos que sostienen el conocimiento de lo econ6mico. Sequiere significar que la Economía Política, luego de lo quepuede rectamente entenderse como el desbrozamiento gene­ral de un temario fundamental en Tbe Wealth ofNations, inten­ta, en lo que sigue, establecer sus proposiciones con algún gradode indubitabilidad, sin que en ello hubiera tenido un logrocierto. Y, en ese intento, desde luego, se cumplen algunas tareasque por su repercusi6n, bien en un sentido positivo o pura­mente negativo, es menester considerar dentro de esta expo-. .,sicion.

En dos direcciones se dirigirá el curso de las ideas aquípresentadas. En primer término, hacia la visi6n que se formany ofrecen al público los escritores y pensadores más renom­brados acerca del objeto propio de la Economía Política, asícomo de sus procedimientos normales de indagaci6n. Y, ensegundo término, hacia las materias centrales de toda presen­ración científica de lo econ6mico, en lo que significan esostemas para el tiempo que se refiere. En este respecto no esocioso insistir en que la discusi6n de los postulados y defini­ciones que avanza la Economía Política jamás ocurre al margende las grandes controversias que sacuden los intereses materialesy políticos de la sociedad, y, por el contrario, es su ámbito,precisamente, el espacio casi que ideal para dirimirlas.

La ciencia y el arte de lo económico: temas parala discusión. Bentham y Say

En el medio de pareceres y criterios muy opuestos que, sinembargo, paso a paso van adquiriendo fuerza, la Ciencia de la

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Economía Política, según se la ha visto emerger y desarrollar­se en las páginas precedentes, descansa en una definición muyprecisa de la experiencia económica. Se trata, en efecto, de asirla realidad de lo económico como 'un espacio homogeneizablepor el solo efecto de considerarlo en términos de un rasgosobresaliente de las cosas que lo plenan, es decir, que nada hayen el terreno de la realidad económica que yazga y se manifiesteindependientemente del trabajo y de su división social.

En un sentido muy preciso, pues, la Economía Políticaaparece como un conocimiento relativo a los arreglos socialesque permiten y estimulan el intercambio de las cosas, de cuyaocurrencia los hombres en general obtienen la subsistencia, ycuyo crecimiento, en la simple referencia de las causas que lodeterminan, es,por lo tanto, de interés conocer para facilitarlas,o, lo que puede ser más importante, para evitar que dejen deactuar de forma natural.

Más todavía, la realidad de lo económico, tal y como lapostula y define la Economía Política, ni se manifiesta ni selogra hacer presente fuera de aquel proceso que le es esencial asu naturaleza y que envuelve la dimensión histórica. Estricta­mente hablando, no hay tal cosa como el trabajo que unificala experiencia del intercambio, al margen de,undesarrollo histó­rico por cuya único intermedio ese trabajo llega a convertirseen una referencia universal.

De manera tal que el conocimiento de la Economía Polí­tica, por fuerza de su propio objeto y por imposición de latradición científica de la que se sabe legataria, habrá de intentarconjugar los cánones que Se desprenden del carácter de la cienciamoderna, y la muy peculiar naturaleza de lo estrictamente his­tórico. y es ese singular intento, a lo que se une la no menosnotable condición de ser ella depositaria natural de todo loconcerniente a las relaciones de poder que soportan la organiza­ción social, lo que termina por darle sentido a su entidad.

Entre The Wealth ofNationsy'la siguiente obra que alcanzaverdadera nombradía median unos cuarenta años. péro en eselapso, que no deja de ser prolongado, y, por sobre todo, durante

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el cual tantas cosas trascendentes suceden en la experienciapolítica y comercial de Europa, las materias económicas nodejan de considerarse. Desde luego, otra cosa sería afirmar quelas discusiones suscitadas tiene que ver siempre con asuntos deverdadera relevancia.

Si hubiera rápidamente que distinguir algunos de los temasque atraen la atención de quienes escriben sobre las cuestioneseconómicas, habría que aludir a los que tienen que ver, engeneral, con los propósitos de la Economía Política y con elcarácter de su contenido. En otro plano de las cosas, como severá luego, se controvierte con gran insistencia sobre el signi­ficado de las palabras y los términos empleados para precisarlos conceptos de mayor significación para el conocimiento eco­nómico. Y aun cuando pudiera pensarse que sólo se trata demeras disquisiciones verbales en estos estadios iniciales delnuevo conocimiento, hay, por debajo de las discusiones, unreal fondo de diferencias sustantivas y una sentida urgenciapor delimitar con adecuación su ámbito propio.' En todo caso,muchas de las contribuciones por mencionarse, cuando sedirigen a puntualizar la constitución de 10 científico en gene­ral, tanto como 10 científico en el universo particular de lasrelaciones económicas, manifiestan una extrema superficialidady una muy limitada comprensión de las importantes cuestionesque se hallan de por medio.

Así, por ejemplo Bentham, de tan decisivas influenciassobre la evolución del tratamiento de las materias económicasavanzado el siglo, en especial, a través de john Stuart Mill, selimitará a decir que la Economía Política es"a la vez una cienciay un arte", y con evidente sentido de los tiempos, "que el valorde la ciencia tiene por su causa eficiente y medida su servicioal arte". Y acotará entonces que "para Adam Smith el objetodirecto y constante de atención fue la ciencia, mientras que elarte sólo 10 fue de modo ocasional".'

Una actitud más crítica, si se quiere, pero sin que puedadecirse que en ella pone de claro relieve algún asunto que seaen verdad sustantivo, se debe a Sayo Luego de algunos co-

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mentarios de la más crasa banalidad relativos a lo que son los'hechos' que interesan a todo conocimiento científico, se pro­pone hacer una distinción que resulta sin duda familiar. A sa­ber, que a la Ciencia de la Economía Política le concierne "laexposición de hechos generales" , mientras que a la Estadística,que le es muy cercana, le corresponde la "descripción endetalle". Es esa misma relación, dirá con un similar nivel decomprensión de las cosas, "que se encuentra entre la Cienciade la Política y la Historia". En todo caso, no deja de puntua­lizar que a lo económico de por sí le atañe la riqueza, pero notoda riqueza, por ejemplo, la que llama natural, sino sólo aque­lla que es social. Y esta última, característicamente, es la quese funda"en el intercambio y en el reconocimiento del derechode propiedad"."

A lo largo de sus escritos, algunos comentarios dignos deque se les mencione, se van acumulando. Así, el conocimientode la riqueza, propio de la Economía Política, es un "conoci­miento de causas y efectos". Y lo que se quiere significar, segúnun estilo muy bien conocido, es que hay que mostrar que los"hechos se asocian constantemente" esto es, "que el uno essiempre la secuencia del otro". Hasta allí pareciera llegar, pues,la tarea encomendada a la Economía Política: "la ciencia debeconducirnos de un vínculo a otro", y "no apelar a hipótesispara adicionales explicaciones". De este modo podrá escribirlea Malthus lo siguiente, "le repito, Señor, que a una sana Eco­nomía Política no le es dadoaconsejar... Deja ella al mundo lasverdades que demuestra, de las cuales cada quien se aprovechade acuerdo con su inteligencia y capacidad... Nuestro deber esinformarle al público cómo y por qué uta hecho es la conse­cuencia de otro...peroevitemosexbortarlo'T

El blanco de las críticas implicadas en todo lo anteriores, desde luego, Adam Smith. Su celebrada obra, dirá sin am­bages, "es un ensamblaje confuso"." El principal señalamientoque dirigirá Saya Smith, tiene que ver con la bondad de esamixtura entre evidencias estadísticas y principios ypostuladosque es The Wealth 01Nations. La ciencia, sostendrá Say con

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indudable recto sentido, es, por sobre todo, s610 asunto deprincipios. Pero, al momento de precisar de 10que se trata, lareflexi6n que brinda invita al desaliento porque carece de todapenetraci6n acerca de 10 que es la realidad de la postulaci6ncientífica, y 10 que es más comprometedor, porque evidenciasu desconocimiento de la raz6n de ser del conocimientocientífico strictu sensu: "la Economía Política, cuando losprincipios que constituyen su base son rigurosa deduccionesde hechos generales incontestables, descansa sobre un funda­mento inamovible. Los hechos generales indudablemente sefundan en las observaciones de hechos particulares; pero s610sobre aquellos hechos que se han seleccionado con el mayorcuidado, que se han 'mejor establecido y de los cuales somostestigos por nosotros mismos".8

En otro sentido, y prefigurando en sus detalles un temaque ocupará el mejor juicio de muchos pensadores y escritoresecon6micos, Say discute la cuesti6n de la conveniencia del usode la matemáticas en el ámbito de 10 econ6mico. Su punto,que otros repetirán más adelante, es que hay realidades econó­micas que se expresan de por sí en números, 10que no le lleva,por atinado juicio del autor, a concluir que el rigor de la Eco­nomía Política se vería en entredicho porque no se le use demanera intensiva. En todo caso, debe tenerse muy presenteque 10que el autor, de modo limitado, tiene en la mente, es lasuerte de cálculos y estimaciones cuantitativas que añadiríanexactitud a la consideraci6n de los temas econ6micos, y no lasuerte de raciocinio matemático, por postulativo o defmicional,que en última instancia constituye la realidad de todo 10 quereclama ser tomado en cuenta como científico."

Más allá de 10que termina por ser una mera incitaci6n alrecto proceder en el caso del conocimiento de la EconomíaPolítica, y muy a pesar de sus propias protestas respecto de eseasunto adelantar recomendaciones, la consideraci6n que haceSay de estas materias vinculadas al carácter de la EconomíaPolítica indican inequívocamente la tendencia dentro del de­sarrollo de la ciencia en relaci6n con el papel de la historia en

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la constitución de su ámbito. Baste sólo leer los comentariosque estima oportunos dirigirle a Smith, para percatarse de hastaqué punto es capaz Say-y tal actitud podrá con facilidad gene­ralizarse entre sus contemporáneos-e- de pasar por alto la misiónesencial que le está encomendada a la dimensión histórica enel discernimiento de las materias propias de la Ciencia de laEconomía Política.10

En todo caso, estas consideraciones de Say son un ade­cuado preludio para lo que han de ser las discusiones que deinmediato comenzarán ya a suscitarse en relación con la natu­raleza de la Economía Política. Quedan, por así decirlo, dospuntos primordiales, sobre los cuales se retornará una y otravez. De una parte, la cuestión del carácter de los principios enlos cuales se funda toda la práctica científica de lo económico.En la realidad de lo que se discute, por lo demás, este temaaparecerá, según es lo usual comentarlo, en términos de loslímites y posibilidades de la deducción y de la inducción en elterreno del conocimiento económico. Y, de la otra parte, yvinculado muy directamente con el anterior, el papel que letoca a la historia cumplir en la investigación de las materias, .economicas.

David Ricardo y la naturaleza de la EconomíaPolítica. La matematización de lo económico

El centro de estas discusiones y cruce de criterios, como biense sabe, es la obra de Ricardo. David Ricardo esun caso verdade­ramente singular, acerca de cuya importancia en la historia dela Economía Política no hay que añadir mayores comentarios.Con todo, no deja de resultar notable evocar, y aun cuandosea por simple asombro, la suerte de comentarios que ha sidotan frecuente dirigirle en éste y en muchos otros sentidos:"hasta donde sabemos Ricardo no tuvo noción clara de lo queera la ciencia. Hasta el final de sus días, de hecho, nunca

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comprendió lo que estaba haciendo. Trataba con abstraccionessin conocimiento deque eran tales,y más bien creía plenamenteque lo que tenía entre manos eran cosas reales"."

Fuera como fuere, es cosa cierta que en el conjunto de laobra ricardiana, lo que incluye su vasta correspondencia hastael presente publicada, no han de buscarse disquisicionesespecíficas sobre las materias que ahora ocupan la exposición.Lo que sin embargo jamás debe ser óbice para detener eldiscernimiento de sus puntos de vista más fundamentales alrespecto.

Tres o cuatro apostillas, esparcidas aquí y allá, y que sonrelevantes para lo quese trata aquí, se encuentran en Ricardo.De una parte, así, su concepción tan característica acerca delobjeto de la Economía Política y de la materia de su método,donde por decir lo menos se manifiesta su distancia respectode Smith, y que expresa en la conocida carta a Malthus quereza así, "La Economía Política, piensa U., esuna investigaciónacerca de la naturaleza y causas de la riqueza. Antes bien, yopienso que es una investigación acerca de las leyes que deter­minan la división del producto de la industria entre las clasesque concurren a su formación". Y agrega, "no hay leyes quepuedan postularse acerca de cantidades; mientras que algunatolerablemente correcta puede postularse respecto de propor­ciones. Cada día estoy más satisfecho de que el primer propó­sito es vano e ilusorio, y que el segundo es el verdadero objetodé la ciencia".12

Aparte la importancia de la definición misma, que va mu­cho más al fondo de las cosas de que lo pudiera pensarse, y quees enteramente acorde con la visión más global de Ricardosobre la antecedencia de la distribución del ingreso respectodel hecho mismo de la producción, aquí también se hace paten­te una sustantiva proposición metodológica relativa a la fron­tera de lo posible para la Economía Política por razón de lanaturaleza de su objeto. Que su criterio seaque al conocimientoeconómico no le es dado sino postular leyes relativas a rela­ciones y proporciones, denota, sin elmenor resquicio de duda,

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una muy honda perspicacia de su parte, y, no menos, abre unafértil aproximación al recto sentido de su uso. Cabe así decirque cualquier discusión que en adelante se presente vinculadaa la cuestión de las capacidades predictivas de la EconomíaPolítica, jamás podrá pasar por alto este discernimiento deRicardo.

En este sentido, posee alguna relevancia el cruce de juiciosdel autor con Malthus, atinente al empleo de la matemáticasen la Economía Política ya la naturaleza de su carácter. Estoes, acerca de cuálesson los verdaderos límites que se le imponena la ciencia de lo económico en atención a su contenido 'prác­tico' y 'teórico'.

Efectivamente, en la mente de Ricardo, y según resultaclaro de las evidencias explícitas disponibles que en todo casono son muchas, la Ciencia de la Economía Política, por sercomo tal una ciencia, es necesariamente matemática. Malthus,en su turno, tenía un criterio en cierta forma opuesto, y así lohabía expresado con abundante argumentación y detalles.

Con todas las calificaciones del caso, y que es menestertener presentes, participaba así este último de la idea generalde que "la Ciencia de la Economía Política guarda una mayorsemejanza con la Ciencia de la Moral y de la Política que conla de la Matemática"." Y esta forma suya de pensar se asentabaen la convicción, nada despreciable ha de decirse aunque a lapostre fallida, que de la tendencia a la simplificación y gene­ralización que se asocia normalmente con la matemáticas,puede implicarse también "una indisposición a reconocer laoperación de un mayor número de causas en la producción deefectos particulares", o lo que es lo mismo, "a teorías crudas yprematuras".14

Ricardo, por su parte, pensaba en otra dirección, si sedesea, mucho más próxima a lo que ya se ha visto resulta serde la esencia de la ciencia moderna. Así, en una carta que dirigea MilI y al referi~se a su oposición de criterios con Malthus, seexpresa de esta manera, "otro de sus grandes errores piensoque es éste: la Economía Política, dice él, no es una ciencia

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estricta como la matemáticas". Y acota de seguida, "no hayproposición que sea más absurda que ésta"."

Aquí el lado de las cosas se hallaba de parte de Ricardo.La tendencia más firme de la modernidad y de su particularforma de allegarsea las cosas, que esel conocimiento científico,resultaba ser, precisamente, la expresada aquí por Ricardo. Másallá de lasprotestas de Malthus y de muchos otros que coreabanesa suerte de opiniones, no debe caber duda de que la mate­mática brinda la pauta por seguir en ese especial sentido, yacomentado páginas atrás, de que toda ciencia no es más que unasunto de definiciones y postulaciones primordiales. Lo no­table de ponderar en Ricardo, entonces, es su firme arraigo aesta manera de proceder, al igual que la perfecta lucidez acercade lo que tenía entre manos. De esto brinda irrecusable testimo­nio la reiterada insistencia en que su labor científica consistíaen "elucidar principios" y en "imaginar casos abstractos (strongcases]", y no era otro sino éste el sentido en el cual se sabía"teórico" o, mejor, científico, porque, como le dirá una vezmás a Malthus, y aquí habrá de apreciarse bien como lograRicardo tornar a su favor un argumento usualmente empleadoen su contra, "hay tantas causasoperando en la Economía Polí­tica que se corre un gran peligro al apelar a la experiencia enfavor de una doctrina particular, a menos de que se esté segurode que todas las causas de variación se han visto y sus efectosse han estimado".. 16

Carece entonces de mayor significación la doble dicoto­mía que se quiere plantear entre conocimiento científico teó­rico y de poca o ninguna utilidad, y conocimiento científicomenos teórico y más práctico, y, por lo tanto, más útil. Perotambién la que se le asocia entre conocimiento verdadero eincontrovertido y conocimiento falso o erróneo y controverti­ble. Así propuestas las cosas, ha de decirse, se cumple la misiónde apelar al sentido más común para dilucidar lo que le per­tenece a un nivel distinto de la reflexión. Que la EconomíaPolítica seaun modelo de ciencia teórica, podría argüir Ricardo,no contradice en modo alguno su evidente utilidad, si este

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último fuera el caso. Y es que de este modo planteadas lascosas, en efecto, no se hace sino poner de manifiesto la escasacomprensi6n que se tiene acerca de lo que se polemiza. Por lodemás, ya se ha visto antes como el propio Ricardo halla, ycon sostenida raz6n, un uso más que importante para el con­tenido te6rico de la Economía Política -que Malthus denomi­nará, curiosamente, Metafísica de la Economía Política- ydel mismo participan en paridad de condiciones las respectivascontribuciones de Smith, Turgot y los fisi6cratas. Más todavía,y por si faltara algún elemento persuasivo, siempre podría haberllamado a su lado la tesis kantiana de que no es culpa de lateoría como tal si su uso en la práctica es escaso o nulo, sinoque por esa vía se pone de relieve, antes bien, que el contenidode la teoría result6 insuficiente.

En un sentido muy fundamental, pues, que este tiempoen referencia, hablando en líneas generales no hizo suyo ca­balmente," debe decirse que la reiterada oposici6n entre losprocedimientos deductivo e inductivo para los fines de sustan­ciar las bases de la ciencia, y que coloca a Ricardo y a la Econo­mía Política en el centro de una interminable controversia,carece de toda raz6n de ser al final de las cuentas. Es por elloque erró en su prop6sito de hacer surgir algún punto verdade­ramente decisivo.

Igualmente, también debe decirse que resulta una tareainsustantiva y fútil argumentar en el vacío acerca de esta cues­tión de la utilidad de la teoría, es decir, al margen de la situaci6nmás concreta que sirve de marco general de referencia al todode la controversia. En este respecto jamás debe obviarse elcarácter necesariamente comprometido que lleva consigo elconocimiento econ6mico, lo cual, si se le comprende en suplena significaci6n, no debe fallar en colocar esta materia ensu justo lugar. 18

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NOTAS

1 "Letter to MilI dated 17 November 1816", en WorksolDavidRicardo,Ed. Piero Sraffa, Vol. VII (Cambridge, 1952), p. 88 (mi énfasis).

2 Robert Torrens, An Essay on theProduction olWeaith (London, 1821),p. xrn. John Stuart MilI, cuyo calibre intelectual es de otra índole, y dequien podría haberse esperado otra percepción, al reseñar el DiscourseonPoliucal Economy de McCulloch, publicado en 1825, dice lo siguien­te, "los principios más importantes de la ciencia habían sido claramentedemostrados (alude el autor a lo conseguido en la Economía Políticahasta 1818, A. B.), Yse habían recogido los materiales para la formaciónde un sistema", en Collected Works oljohnStuartMili, Essays onEconomicsand Society, Vol. V (Toronto, -1967), Appendix A, pp. 758-59. El pro­pio Mill, años luego, cuando introduce la materia del valor en susPrincipies, repetirá esta actitud y al respecto dirá, "felizmente no haynada en las Leyes del Valor que reste por aclarar para el presente escri­tor o para cualquier otro futuro: la teoría sobre esta materia está com­pleta", "Principles of Political Economy", en Coliected Works 01johnStuartMili, op. cit.,Vol. 2, Book ID, chapo 1.

3 Un ejemplo de los muchos que cabría evocar sobre la suerte de esfuer­zos que se empeñan para acotar en rigor el terreno que se quiere cubrircon la Economía Política, lo brindan estas frases deJohn Gray publica­das en 1797, que podrían fácilmente pasar por un mero juego de pala­bras: "El aumento de los ingresos (revenue) no es, sino indirectamente,el objeto de los Economistas (léasefisiócratas, A. B.), aunque sí es unaconsecuencia de su sistema. Su objeto es la producción y reproducción deun ingreso, que, sostienen ellos, sólo nace de la habilidad y trabajos delhombre ejercitados sobre la fertilidad del suelo", The Essential Principies01the Weaith 01Nations, Reprints of Economic Classics (New York,1969), p. 18 (énfasisdel autor).

"Institute of Political Economy, enjeremyBentham's Economic Writings,Ed. W. Stark, Volume Three (London, 1954), p. 318. En relación conSmith había también dicho que "no ha dejado mucho por hacer, salvoen materias de método y precisión", apud., Elie Halévy, The Growth01Philosophical Radicalism, trad. Mary Morris (London, 1952), p. 108.Con la vista puesta en esta última cita no puede sino decirse que lacuestión del 'método' que Bentham tenía en mente no es la que aquí haocupado la continua atención de la exposición. Cabe comentar, ade-

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más, que en la correspondencia publicada entre Ricardo y Bentham, nohay alusi6n alguna a las materias que ocuparon tan decisivamente alprimero de los nombrados.

Sismondi verterá una opini6n relativa a Smith que puede enten­derse como diferente. La Economía Política, afirma, es una rama de laCiencia del Gobierno, cuyo objeto primordial es la "felicidad general".En cuanto tal, a la Economía Política, cuya denominaci6n misma leparece inadecuada, le concierne "el bienestar físico del hombre", queestá vinculado con la riqueza. De allí su afirmaci6n de que "el títulodado por Adam Smith a su inmortal obra sobre esta segunda rama de laCiencia del Gobierno, De la Naturaleza y Causas de la Riquezasde laNaciones, es al mismo tiempo la definici6n más precisa", NouveauxPrincipes d' Économie Politique, Tome Premier (Paris, 1819), pp. 7-11.No es ocioso citar a Ricardo al respecto de Sismondi, cuando le dice aJames MilI, "he estado leyendo el trabajo de Sismondi, y pienso que esun logro muy pobre", "Letter to MilI dated 7th September 1819", enWorksofDaoidRicardo, op. cu., Vol. VITI, p. 57.

sJean Baptiste Say, Traitéd'Économie Politique, ou simpleExposition delaManiere dont seForment, seDistribuentet seConsommentles Richesses,Quatrieme Edition, Tome Premier (Paris, 1819)Discours Préliminaire,n.1,p.X.

6 Letters toMr. Malthus on several subjects o/PoliticalEconomyand on thecause o/the Stagnation ofCommerce (London, 1821), pp. 35, 41 (énfasisdel autor).

7 Traitéd'Économie Poluique, op.cit., Discours Préliminaire, p. XV.

8 Ibid., p. :?CVITI. En el mismo sentido dirá que lo que le distingue de losfisi6cratas, y habría que añadir también a Smith por el sentido de susfrases, es "su escrupulosa atenci6n para observar la concatenaci6n delos hechos referentes a la riqueza; la rigurosa exactitud autoimpuestapara describirlos". Y dice entonces: "Para brindar' una clara descrip-.ci6n, uno debe permanecer hasta el límite de lo posible como un espec­tadorpasivo", Letters to Mr. Malthus, op. cit., p. 35 (énfasisdel autor).

Por su parte, la crítica que dirige a Ricardo, en sus propios térmi­nos, resulta inesperada, en cuanto es contraria a lo que en otra parte hasostenido. Por un lado, dice con aquiescencia, los principios a partir delos cuales procede Ricardo "son hipótesis que no pueden atacarse pues­to que se fundamentan sobre observaciones no disputables", pero de

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seguida añade que "él lleva sus razonamientos hasta las más remotasconsecuencias, sin comparar los resultados con ésos de la experiencia",Traitéd'Économie Politique, op. cit.,Discours Préliminaire, p. LXV. s610cabría preguntarse, frente a las objeciones que ha expuesto en contra deSmith por su uso de hechos y estadísticas, ¿qué tiene Say en la mentecuando escribe acerca de estos 'resultados de la experiencia'?

9 Sin embargo, le dirá a Ricardo, "la Economía Política tiene la ventajade razonar sobre cantidades estimables (appréciables), carácter esencialde toda doctrina científica, carácter que s610 puede asegurar la marchade las investigaciones", "Letter to Ricardo dated 19th July 1821", enWorks 01David Ricardo, op. cit., Vol. IX, p. 31.

10 Así escribirá, por ejemplo, "sin duda la historia de una ley, de unainstitución, es instructiva en sí misma, como un depósito de hechos.Mas en un libro consagrado al desarrollo de principios generales, loshechos particulares, cuando no sirven sino para esclarecerlos, no hacensino distraer la atención, Su esbozo del progreso de la opulencia en lasdiferentes naciones de Europa luego de la caída del Imperio Romano,no es sino una magnífica digresión", ibid., Discours Préliminaire, p.LIX.

Henry Storch, en el contenido de cuya obra se reconoce muy enespecial a Say, al punto de que este último le añade notas y comenta­rios, hará del todo clara esta visión de las cosas, cuando en un lenguajeque a estas alturas no puede sonar extraño sostiene 10 siguiente: "Loshechos a partir de los cuales deduce sus leyes la Economía Política lepertenecen al orden moral: ellos son el resultado de la acción de la natu­raleza humana...Todos los fenómenos que son el objeto por estudiar, sefundan en la naturaleza humana, y no se pueden explicar más que porella...La Economía Política se basa en los hechos producidos por lasfacultades, las necesidades y la voluntad del hombre...", Cours d'ÉconomiePolitique, Réjlexions surleFondement etl'UtilitédeI'Économie Politique,Tome Premier (paris, 1823), p. 22.

11 Walter Bahegot, Economic Studies (London, 1911), pp. 204-205. Almargen de la justeza de estos señalamientos, no puede ser más oportu­no el siguiente comentario de un distinguido científico contemporáneofrente a una pregunta de un entrevistador: "Basic research iswhen1amdoing what1 don't know what1 am doing", Werner Von Braun, NewYork Times, December 16, 1957, apud, Hannah Arendt, The HumanCondition,op. cit., n. 72, p. 231.

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12 "Letter to Malthus dated 9th October 1820", en Works ofDavid Ri­cardo, op. cit., Vol. VIII, pp. 278-279. También, Letterto Trower dated29th October 1815, ibid., Vol. VI, pp. 315-316. ej On thePrincipIes ofPolitica! Economy and Taxation; ibid.,Vol. I, Preface, p. 5.

La cuestión del propósito y utilidad que se asocia a la ciencia de loeconómico se sigue sin interrupción. En efecto, dirá Ricardo, "prontoarribamos al conocimiento de que la Agricultura, el Comercio y la Manu­factura florecen mejor cuando se les deja sin interferencia por parte delGobierno...Todas las investigaciones me persuaden de que el intercam­bio debe dejarse perfectamente libre", pero añade, que puesto que elGobierno necesita recursos, "debe adoptar las medidas rectas en asuntode impuestos", y hacer claridad sobre estas materias, precisamente, "esla gran utilidad de la Economía Política", Letters to James Brown dated13th October 1819and to Hutches Trowerdated 12th November 1819,en Works ofDavidRicardo, op. cit., Vol. VIII, pp. 102, 132-133.

13 PrincipIes ofPolitical Economy considered with a view to theirpractica!application, Second Edition (London, 1836),Introduetion, pp. 1-5.U naafirmación idéntica se brinda en Definitions 01Political Economy (Lon­don, 1827), p. 2

El texto mismo de las partes relevantes en la Introducción a susPrincipIes debe persuadir, sin dificultades, que la postura de Malthusfrente a la cuestión del uso de la matemática, según se la entiende en lapráctica normal, no es jamás de un rechazo o de una oposición radicalcomo es lo frecuente sostenerlo. Y, más bien, se trata de una actitudecléctica y mesurada que no ha dejado de tener sus muy distinguidosseguidores. Hay, así, y por buena fortuna, otras evidencias adicionalesque ofrecen inequívoco testimonio de lo que antes se ha dicho. En efec­to, en la oportunidad de darle cuenta a William Whewell del recibo desu artículo Mathematical Exposition of some Doctrines ofPoliticalEconomy, le comenta lo siguiente: "Infiero de lo que he visto que loscálculos matemáticos pueden introducirse en algunos casos con venta­jas en la Economía Política". Y más, "he pensado desde hace muchotiempo en que hay muchos resultados en la EcónomÍa Política que guar­dansemejanza con los problemas de maximiset minimis...", Letter datedMay 26th 1829, en N. B. de Marchis and R. P. Sturges, "Malthus andRicardo's Inductivist Critics: Four Letters to William Whewell",Economica, London, November, 1973, p. 387.

El punto que Malthus enfatizará a continuación es, sin embargo,y con la vista puesta en la utilidad del conocimiento, el de la "carenciade información sobre la cual trabajar".

EL CARÁCTER DE LA ECONOMíA POúTICA • 363

14 "Usted sabe que yo me inclino siempre a reconocer la autoridad de laexperiencia, y no puedo dejar de pensar que en el punto bajo considera­ci6n la experiencia está en su contra", Letter from Malthus to Ricardodated 30th October 1815, en WorksofDavid Ricardo, op. cit., Vol. VI,p.317.

15 Letter to James Mili datedJanuary 1st 1821, en WorksofDavidRicar.do.op. cit.,Vol. vm, p. 331.

16 Letter to Malthus dated 7th October 1815, en WorksofDavidRicar­do,op. cit., Vol. VI, p. 295; también Letter to Malthus dated 4th May1820, ibid., Vol. VIII, p. 184. Como siempre sucede, hay un 'justo me­dio' que por proteger de los extremos se piensa que se halla más cercade la verdad. Torrens, a quien se le ha citado antes, y no sin su palpableambivalencia, encara a Ricardo "por generalizar demasiado", y a Malthus"por generalizar muy poco", An Essay on theProduction ofWealth, op.cit., p. IV.

17 Con sus normales diferencias de claridad, hubo desde luego excepcio­nes. El artículo de James Mill, Whether Political Economy is Useful,en James Mill, Selected Economic Writings, Ed. Donald Winch (Chicago,1966), persuade pronto que la reflexi6n que lo sostiene desborda loslímites que establece la referida distinci6n entre 10 inductivo y 10 de­ductivo. A su vez, Richard Whately, en sus clases de 1831, expone uncriterio que se mueve en la recta direcci6n hacia lo que la ciencia sepropone, y en el que con claridad se traza una perspectiva que hoy yaforma parte de los cánones más firmes de la ortodoxia: "En la Matemá­ticas Pura", dirá, "partimos de definiciones y postulados arbitrarios,rápidamente comprensibles, que son los principios". Mientras que "laEconomía Política es una ciencia que se funda en hechos...pero quepara el establecimiento de sus principios fundamentales requiere de muypoca informaci6n más allá de la que es adquirida por cada quien casiinconscientemente y así inevitablemente...En el caso de la EconomíaPolítica, que los hechos sobre los cuales se funda son pocos y simples,no se habría nunca dudado de no ser por el error de confundir la cienciacon su empleo", Introductory Lectures on Political EconomyDeliveredatOxford in Easter Term, 1831 (London, 1855), Lectures IX (énfasis delautor). También, "Nassau Senior, Introduetory Lecture on PoliticalEconomy (London, 1827), pp. 7-8.

lB James Mill, quien discute esta materia con algún grado de penetra­ción, citará con aprobaci6n el siguiente decir de Hobbes: "Si las verda-

364 • LíMITEs DE LAECONOMíA POÚl1CA

des de la matemática se hubieran opuesto a los intereses de los hombresen el poder, se habrían disputado y negado, y sus propugnadores ha­brían sido perseguidos", Whether Política/ Economyis Useful.op. cit., p.375.

DIECIOCHO

La Economía Políticaposterior a David Ricardo.Nassau Senior, JoOO StuartMilI y Richard Jones

Ricardo fallece en 1823, y ya Malthus, unos pocos años luego,habrá de escribirle a alguien y comentarle que "la corriente hacomenzado a moverse fuertemente en su contra". Y en unsentido concomitante debe tenerse muy presente el juicio deDe Quincey, relativo a que "la Economía Política no avanzadesde la revolución efectuada por Ricardo en 1817".1 En todocaso, se tratará, en lo esencial, de la oposición que se comienzaa perfilar en contra del contenido de su visión de las cosaseconómicas, que es lo mismo que decir, en contra de la visiónde la realidad de la experiencia que postula el conocimiento dela Economía Política en general. Es así como paso a paso, ycon la parsimonia del caso, habrá de anunciarse el clímax de laCiencia de la Economía Política. Pero, al mismo tiempo, esaoposición no dejará de encubrirse tras la fachada de discusionesy controversias metodológicas que, buscando discernir el pre­sunto tema genérico de los límites y sentido de la verdad de lascosas económicas, revelan sin embargo disensiones más profun­das.

En toda circunstancia, hacia 1830, comienzan a proliferarlos escritos económicos de quienes son ahora en muchos casosprofesores de este nuevo campo del conocimiento. Y hay algoque no puede dejar de resaltarse en esta juntura, y es que yadesde 1821, y con el consentimiento del propio Ricardo, habrá

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de existir una especie de texto o manual escolar escrito paraexplicar "los principios (de la ciencia económica) en la formamás familiar para el uso de aprendices'l.! Este hecho, habrá deentenderse rectamente, alude a temas de la mayor significaciónque no es el caso elaborar en estas páginas.

La conversión de la cuestión del carácter y naturaleza dela Economía Política en un tema para la consideración esco­lar, así, no sólo anuncia la emergencia de formas ortodoxas depensar, o de tradiciones de pensamiento con todo lo que allí seenvuelve de intereses por defender y preservar. Sino que eneste caso particular, además, y quizás singularmente, habrá deabrir y señalar la oportunidad para que nuevas posturas y vi-

. . siones comiencen de modo muy lento a arraigarse. Se quierede este modo decir que en el propio seno de la Economía Polí­tica, y por razón de un proceso que sólo es posible entenderbajo la irresistible presión de las disputas entre los interesesmateriales que coexisten y se contradicen en la sociedadmoder­na, habrá de comenzar a emerger una concepción de las cosaseconómicas asentada sobre principios y postulados radical­mente distintos. Pero hay más, y es que la cuestión históricaque gravita de todas las maneras posibles sobre el conocimientoeconómico, y que por todo lo visto se localiza en el mismocentro de toda la pretensión de conocer que la EconomíaPolítica lleva consigo, presenta exigenciasy dificultades que laharán enfrentarse, sin posibilidad alguna de éxito, a ciertastendencias decisivas de la modernidad.

Nassau Senior. Arte y Ciencia de la EconomíaPolítica: el conocimiento económico comouna ciencia mental

Las dos décadas que conducen hacia 1850, habrán de brindartestimoniosde numerosos e insistentes esfuerzos por delimitarel área de lo económico. Y aun cuando los términos que se

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emplean para caracterizar la realidad de la experiencia que sebusca precisar son, desde luego, vocablos que resuenan familia­res, el sentido con el que se les plena refiere las nuevas direc­ciones que ya han comenzado a bosquejarse.

Aquí es menester hacer alusi6n a las respectivas contri­buciones de Nassau Senior y John Stuart Mill. Se trata, enefecto, de dos contribuciones intelectuales que resultan ser con­temporáneas, pero que al mismo tiempo poseen una muy dis­tinta estatura y repercusi6n. Y es s6lo porque el primero llegaa ocupar una posici6n profesoral prestigiosa y porque sus obrascirculan, como es 10 de esperar, entre los círculos académicos,que debe mencionársele específicamente.

En la obra de Senior -sobre la cual debi6 ejercer pode­rosas influencias el pensamiento del propio Stuart Mill- sedisciernen algunas ideas cuyo contenido puede apreciarse en10 que sigue. De una parte, se halla el tema que será en adelante,y hasta el mismo tiempo presente, una de las cuestionesfavoritas de los textos escolares sobre metodología econ6mica,a saber, la diferenciaci6n entre el presunto conocimiento cien­tífico de 10 econ6mico, cuyo exclusivo centro de atenci6n sonlos hechos como se presentan, y aquello que le concierne másbien al orden de 10 prescriptivo, o al ámbito de las tareaspersuasivas para la acci6n política que el economista toma parasí. Senior precisará su forma de pensar en los siguientes tér­minos que vale la pena citar. La Ciencia de la Economía Polí­tica, así, "tiene que ver con las leyes que regulan la producci6ny distribuci6n de la riqueza, en cuanto dependen de la acci6nde la mente humana"; mientras que el Arte de la EconomíaPolítica tiene a su cargo "puntualizar las instituciones y hábitosmás conducentes hacia la producci6n y acumulaci6n de rique­za".'

Estas definiciones asíplanteadas evocan diversos comenta­rios. En primer lugar, la cuesti6n de la misma distinci6n esta­blecida. Las bases sobre las cuales se asienta, que resulta fácilconducirlas por 10 menos hasta Hume, envuelven de suyo una

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posición frente a la realidad de las cosas que ciertamente no esla única posible, y la cual, por consiguiente, acepta sin condicio­nes ciertos presupuestos acercade la naturaleza de la experienciapor cuya presencia se definen 'los hechos en cuanto tal. Yapáginas atrás hubo la ocasión de detenerse a justipreciar elcarácter propio de la ciencia moderna, y entonces se hizo pa­tente lo que concierne a esospresupuestos y condicionamientosesenciales que reposan tras la distinción bajo señalamiento.De manera que no es menester volver sobre el terreno andado.

En todo caso, y en otro plano de la exposición, es dignode resaltar el interminable esfuerzo, acaso sin paralelos en otrasáreas del saber, que se ha gastado y se gasta en distinguir dentrode lo económico lo positivo y lo normativo; o los hechos desu interpretación prescriptiva; o la descripción científica deluso práctico que ella sugiere. La actividad del conocimientoeconómico, desde luego, anula sin miramientos esa distinción,y es lo normal que de los supuestos resultados estrictamentecientíficos se desprendan, de inmediato y de forma explícita ono, consecuencias y pautas muy concretas para la acción. Másaún, esos resultados mismos, en líneas generales, y por lanaturaleza de la materia acerca de la cual versan, son de suyoprescripciones, con independencia de que como tal no se leshaga aparecer.4

En otro sentido, Senior se permite .concebir la realidad,de la producción en unos términos donde se anuncia, de manerainequívoca, la suerte de limitaciones que se irá auto-imponien­do el saber económico. Así, y por brindar un ejemplo de espe­cial significación, al momento de definir el decisivo hecho dela producción se permite el autor expresarse en los siguientestérminos: "Producir esocasionar una alteración en las condicio­nes de las partículas existentes de materia, por cuya alteración,o por las cosas que de ella resultan, algo puede conseguirse enintercambio"," Como se ve, pues, la realidad de la producción,a la cual el mejor entendimiento de la Economía Política habíaconcebido hasta el presente como un acontecer esencialmente

LA ECONOMÍA POúTICA POSTERIOR A DAVID RICARDO • 369

social y en tal carácter determinado por factores peculiares alas relaciones entre los hombres con la ocasión de la subsis­tencia, v.g. la propiedad y los vínculos de sujeción entre unoshombres y otros, se torna en un hecho del todo ajeno a lapráctica social strictusensu, y sólo relevante desde una perspec­tiva que es 10 usual denominar, quizás sin demasiado criterio,como sólo tecnológica.

No resulta entonces casual que Senior llegue a definir ala Economía Política como una ciencia mental, 10 que significaen su manera de concebir las cosas que su objeto primordialhayan de ser "las labores de la mente humana'" y "las motiva­ciones" que tienen que ver con la riqueza. Así dichas las cosas,éste es sin duda un paso enorme en la dirección fundamentalque adoptará el conocimiento económico luego de la EconomíaPolítica. Pero mientras tanto baste poner de relieve cómo selogra por esta vía desproveer a la Ciencia de lo económico detoda raigambre propiamente histórica, y cómo se le empieza aconfinar, por consiguiente, dentro de ese ámbito bastante másestrecho en el cual terminará por desarrollarse según las tenden­cias más fuertes de la modernidad.

En este orden de ideas, el conocimiento científico de 10económico debe concentrar su atención sólo en las considera­ciones que le merecen "los estados de conciencia"." De allí queSenior haya de sostener que las proposiciones de esta Ciencia,aparte de ser muy pocas, "escasamente precisan de prueba ode postulación formal", puesto que al ser sólo materia de "con­ciencia", o, podría quizás decirse, de auto-observación, llevanconsigo como un cierto carácter de evidencia absoluta.' El hom­bre de pensamiento sobre las materias económicas, querrá asídecir Senior, no tiene porqué salir de sí mismo para allí en­contrar las premisas que necesita con el fin de poner en marchalas cadenas deductivas de su ciencia. Así es como Senior, y sinduda antes que él, John Stuart MilI, se mueven hacia 10 quehabrá de constituir, contemporáneamente, la forma como laCiencia Económica procede en relación con su conocimiento.

370 • LíMITEs DE LAEcoNOMíA POlÍTICA

john Stuart Mill. Fundamentos de las Cienciasde la sociedad: individuo y sociedad. La nociónmetódica de la totalidad

Con Stuart Mill se entra en otro nivel mucho más profundodel juicio reflexivo. Si hubiera que precisar en una sola frasesu papel dentro de 10que ahora le concierne a esta exposici6n,podría bien decirse que sus labores fueron pioneras en laextensi6n del método propio de las ciencias naturales hacia lasciencias sociales y humanas en general. Por ello, la considera­ci6n de sus ideas, sumaria como no puede sino por necesidadserlo aquí, es una excelente ocasi6n para precisar aún más elcurso que va tomando el pensamiento en su proceso de esta­blecerle límites al conocimiento de la Economía Política.

Las ideas de MilI pueden entenderse a la luz de las si­guientes nociones. Como realidades distintas de la experienciase distinguen, de una parte, el individuo, a cuyo estudio cientí­fico le corresponde discernir 10que el autor denomina las leyesde la mente (mind). Y, de la otra parte, la sociedad, que daorigen, en su turno, a las leyes de la sociedad.

Sin embargo, MilI hace unas cuantas calificaciones impor­tantes en este primer respecto. En relaci6n con las leyes de lamente, que conforman la Ciencia de la Naturaleza Humana,su carácter participa de la condici6n de leyesde la naturaleza,en el sentido muy restringido de "uniformidades muy simples"de la realidad de las cosas," Las segundas leyes, por su parte,son s610 leyes empíricas, a las que entiende el autor como"uniformidades que la observaci6n y el experimento muestranque existen, sin que se puedan aducir razones para que exis­tan"." De manera que por la condici6n de las primeras leyes,a saber, la de ser aún más primordiales que las segundas, cons­tituyen ellas el fundamento último al cual ha de referirse tam­bién el estudio científico de la sociedad. En otras palabras, nohay como tal una ciencia de la sociedad que sea independientedel conocimiento del individuo, o en sus palabras, de "las leyes

LA ECONOMíA POúnCA POSTERIOR A DAVID RICARDO • 371

psicológicas y etológicas que gobiernan la acción de las cir­cunstancias sobre los hombres y de los hombres sobre las cir­cunstancias"."

Ahora bien, en el proceso de definir la naturaleza de estosdos ámbitos, en todo caso complementarios, quedan algunasconsideraciones que es del mayor interés tener presentes. Yase ha sugerido antes, pero es bueno reiterarlo, que en el pensarde MilI no hay una entidad llamada sociedad al margen de losindividuos que la componen. Es así, en efecto, cómo al pasar adefinirla, el camino escogido es elde entenderla en los términosde "una masa de seres humanos",12 10 cual resulta consistentecon elénfasis puesto en la primacía de las leyes de la mente almomento de la explicación de los hechos llamados sociales.

Pero esta 'masa' de individuos -y también la mente hu­mana, si fuera el caso anotarlo- no es una o única a 10 largode su decurso. MilI propone, en este contexto, el concepto de"estado de la sociedad {state 01society]", que es un conceptopreñado de consecuencias para todo 10 que le atañe a las Cien­cias Sociales, incluyéndose, desde luego, a la Ciencia de la Eco­nomía Política. En efecto, 10 que elautor avanza es una nociónmuy similar a la que ya propuso en su oportunidad Montes­quieu, y de su parte, para satisfacer propósitos similares. A talfin se expresa de la manera como sigue: "Un estado de la socie­dad es el simultáneo estado de los grandes hechos o fenómenossociales. Ellos son el grado de conocimiento, decultura morale intelectual existente en la comunidad yen cada una de susclases; el estado de la industria, de la riqueza y su distribución;las ocupaciones habituales de la comunidad, su división enclases y las relaciones de esas clases entre sí; las creenciascomunes que sostienen en relación con las materias más impor­tantes para la humanidad y el grado de seguridad con elcual semantienen esascreencias; sus gustos y el carácter y grado de sudesarrollo estético; su forma de gobierno y las leyes y costum­bres más importantes...Los estados de la sociedad son comodiferentes constituciones o edades en la condición física: no leatañen a unos órganos y funciones, sino al organismo todo"."

372 • LÍMITESDELAECONOMÍAPOúnCA

Es lo propio de la Ciencia General de la Sociedad, por lotanto, el estudio de estas totalidades, a las que sólo en cuantotal, dirá Mill, esposible estudiarlas: "no podemos nunca enten­der en la teoría o afectar en la' práctica la condición de unasociedad, sin tomar en consideración su condición en todoslos otros respectos". Y ese estudio, en su turno, se mueve endos direcciones, desde luego concomitantes. Por un lado, loque llama las 'uniformidades de la coexistencia', con 10 cual sealude a ese rasgo sobresaliente que hace posible la pertenenciasimultánea e integrada de las más diversas situaciones -ati­nentes a los múltiples niveles del acontecer social- dentro deese conjunto que es la totalidad que la sociedad forma. En esteorden de ideas es como Mill hablará del 'consenso' por el cualse reúnen las varias partes del todo social. Y, del otro lado,acotando el autor que es éste el "problema fundamental de laCiencia de la Sociedad",14 la cuestión de la 'sucesión' entre lasdiversas condiciones generales o estados por las cuales discurrey se mueve la sociedad. Esta última materia,.en su criterio, esel punto de confluencia y recíproca determinación del conoci­miento científico de la sociedad, por una parte, con la conside­ración de la cuestión histórica, por la otra. Baste hacer porahora este señalamiento, dejando para más adelante un comen­tario adicional en relación con 10 que se desprende de estavinculación que Mill discierne como esencial entre el estudiode la sociedad y la cuestión de la historia.

En toda circunstancia, dentro de ese todo que resulta serelacontecer de la sociedad, es posible, amén de científicamentelegítimo, precisar condiciones particulares de la sociedad oespecies de hechos sociales con cierta especificidad muy suya,a los que puede identificarse como tal y tomarlos, por 10 tanto,de manera aislada. El autor tiene aquí en la mente el ámbitopropio de la Economía Política, cuya esfera de acción, muycircunscrita, es,según su juicio, "esa clasede fenómenos socialescuyas causasdeterminantes, principalmente, son las"que actúana través del deseo de riqueza" .15

LA ECONOMÍA POúTICA POSTERIOR A DAVID RICARDO • 373

El Homo Oeconomicus y la ciencia apriorística de laEconomía Política. Ciencia e Historia.

El punto decisivo que plantea Mill no es más que el de brindaruna definición primordial, en este casodel hombre consideradoindividualmente, con la cual lograr hacer homogéneo el espaciode la realidad por estudiar, ya la cual se le exige, en otro nivelde las consideraciones que aqúí importan, la misión de servirde premisa fundamental para el proceso de deducción de losresultados que se aspira tener. Debe aquí puntualizarse, demanera enfática, ese carácter definicional o postulativo, comose le ha llamado también antes, que Millle asigna a ese rasgoen la naturaleza del hombre, y sobre cuyos cimientos seconstruye la ciencia que tiene él en la mente: "La Geometríapresupone una definición arbitraria de lo que es una línea ...De la misma manera, la Economía Política presupone unadefinición arbitraria del hombre, como un ser que invariable­mente hace todo aquello por lo cual obtiene la mayor cantidadde cosas, conveniencias y lujos, con la menor cantidad detrabajo y esfuerzo (self-denial) físico que es posible en el estadoactual del conocimiento" .16 Y precisará Mill, "la EconomíaPolítica considera a los hombres como sólo ocupados en ad­quirir y consumir riqueza". Lo que no debe extenderse hastael extremo de que "el economista político imagine que los hom­bres no tienen más deseos que la riqueza, o que no tienen algúndeseo en el que se dé menor cabida a la intención pecunia­ria"."

En los términos más inequívocos posibles, pues, se indicaasí lo que es lo propio de cualquier tratamiento científico en elámbito de lo económico. Sequiere decir que Mill, en esta mane­ra suya filosóficamente profunda y, al par ambivalente por sumovimiento vacilante entre lo social y lo individual, al mo­mento no tanto de urdir definiciones, sino de pasar a cumplirlas labores científicas concretas, ofrece aquí una rigurosa carac­terización de la realidad científica como al presente se la entien­de. Frente a esta postura de principios como los esbozadospor él, en efecto, la suerte de elucubraciones acerca de los

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caminos metódicos en la economía que plagan las discusionesentre sus contemporáneos ocupados con estos menesteres, apa­rece por necesidad como de una entidad muy inferior einsustancial. .,

En breve, la Economía Política según MilI no cabe distin­guirla de cualquier otra ciencia"que procede por razonamientosgenerales", v.g. las ciencias de la naturaleza, en 10 que conciernea sus métodos y procederes intelectuales y de indagación. Ental respecto es una ciencia a la que el autor se permite llamar,con un lenguaje que ya suena familiar, apriorística, y que seconstruye y asienta sobre unos postulados arbitrarios por cuyosolo intermedio se delimita y define la realidad de la experienciaque pretende conocerse.

Al avanzar este supuesto primordial del deseo de la rique­za, sin embargo, hay que decir que aun cuando MilI 10 postulaen unos términos que sugieren plenamente que el mismo lepertenece o que cabe ascribirlo sin necesidad de matices a lanaturaleza general del hombre, de cualquier hombre conside­rado, al mismo tiempo termina por condicionarlo a un ciertomarco social, esto es, a un cierto estado de la sociedad que casique por fuerza de los hechos no puede sino coincidir con lasituación presente del desarrollo de la sociedad en la Europade su tiempo. Es así como los 'Comentarios Preliminares' conlos cuales se inician los PrincipIes ofPolitical Economy, porejemplo, son un largo preludio hacia esa situación en la que yacabe hablar de "la maduración de la Europa Feudal en la Europacomercial y manufacturera".

Es decir, John Stuart MilI albergará en el interior d~ lasreflexiones de su labor científica strictu sensu dos posturas oactitudes, no fácilmente reconciliables entre sí, que se muevenentre el más inequívoco reconocimiento de que las Cienciasde la sociedad sólo consiguen su posición cuando son capacesde admitir sin ambages el imperativo conceptual y metódicode 10 histórico; y, del otro lado, la categorización de 10 econó­mico en unos términos que excluyen del todo esa dimensión.

Ningún ejemplo más asertivo puede hallarse dé esta dobleposición que su explícito reconocimiento de que la materia de

LA ECONOMÍA POÚl1CA POSTERIOR A DAVID RICARDO • 375

la producción de la riqueza, que junto con la de su distribuciónconstituyen el ámbito general de lo económico, "participa delcarácter de lasverdades físicas",18 Yen tal respecto es a-históricao simplemente no se afecta por la naturaleza del orden socialdentro del cual en 10 particular se la considera. Mientras quela segunda materia, por el contrario, posee en su juicio unanaturaleza del todo distinta. En efecto, al respecto escribiráque el tema de la distribución es "sólo una cuestión de institu­ciones humanas", y con más énfasis aún, "que depende de lasleyes y costumbres de la sociedad".19

A continuación de esta suerte de declaración fundamen­tal de principios viene una larga disquisición sobre el asuntode la 'propiedad privada', en la cual, de nuevo, no tardará enponerse de manifiesto esa ambivalencia que caracteriza la im­portante obra de MilI, y que en todo caso no dejó de atraermúltiples adherentes y seguidores.

Fuera como fuere, y según se dijo antes, "el problemafundamental de la Ciencia de la Sociedad", en el pensar deMill, es la cuestión de la 'sucesión' entre lasdiversascondicionesgenerales o estados por las cuales discurre y se mueve la orga­nización social. Es decir, el conocimiento científico de la socie­dad posee como uno de sus antecedentes primordiales el rasgode que "los hombres arreglan y moldean sus circunstanciaspara sí mismos y para quienes vienen luego de ellos".20 Lo quesignifica, dirá el autor, que la experiencia de la sociedad estápresidida por una dimensión de movimiento "en ciclo o enprogreso"," de la cual no puede sustraerse su conocimientosin que se incurra al unísono en una drástica falsificación decomo es en verdad el carácter de las cosas.

Cuando menos tres acotaciones se impone hacer aquí.La primera y principal tiene que ser la relativa a esa exigenciaque surge del mismo carácter de 10 social, a saber, que los hom­bres hacen y crean con su actividad el entorno en el cual sedesenvuelve su acción, y que permite, así, que su realidad semanifieste como hechos y experiencias significativas en ladimensión que a tal fin presta y facilita la historia. Esta es unaenseñanza que se desprende de la obra de Mill en general, y

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que lleva consigo la más fértil de las consecuencias para todoaquello que haya de concernirle al conocimiento posible de lasociedad y, en 10 más específico, al de la Economía Política.La segunda de las acotaciones se' refiere a ese sentido delmovimiento antes anotado. En tal respecto, el autor cita a Vicopara luego desdeñar su concepción del corsi ericorsi de las cosas,y mostrarse en su lugar dado a aceptar una visión de la realidaddominada por el 'progreso y la progresividad'. Sin embargo, ynótese la gran importancia de este señalamiento, Mill precisaráque estas últimas palabras "no deben entenderse como sinóni­mas de mejoría (improvement) o de tendencia a mejorar" ,22

sino más bien como indicadoras de que la acción de los hombresestá dirigida por y hacia el cambio. Ello no obstará, con todo,a que unas líneas más abajo proclame su personal 'creencia' enuna cierta tendencia "hacia un estado más feliz y mejor". Peroesto va más allá de los límites de 10 que es aquí relevante.

Por último, yen un plano antes bien conceptual y meto­dológico, la Ciencia de la Sociedad resulta ser, y como conse­cuencia de 10 que se ha sostenido antes, el punto de confluencianatural de dos decisivas ideas. Por una parte, de la noción de latotalidad, sólo desde la cual es posible allegarse con frutos yluz a la realidad de 10 social. Y, segundo, de la noción del movi­miento de esa totalidad a través del cual se hace la historia yque muestra su significación sólo en la historia. A su manera,Mill expresará 10 anterior cuando dice que es menester com­binar las visiones estática y dinámica de la sociedad, esto es,"no únicamente los progresivos cambios de los diferentes ele­mentos, sino también la condición contemporánea de cadauno de ellos"," para así obtener la ley de correspondencia entrelos estados simultáneos ylos sucesivos de la 'sociedad.

La ley de las transformaciones sucesivas de las opinioneshumanas

Ahora bien, en el proceso de discernir empíricamente la globa­lidad que conforman estas dos realidades que sólo existen en

LA ECONOMÍA POrinCA POSTERIOR A DAVID RICARDO • 377

copresencia O concurrencia, dirá Mill que sería "de una granasistencia que algún elemento de la complejidad del hombresocial fuera preeminente sobre los otros como el agente pri­mario del movimiento". El autor, aquí, con la vista en esaglobalidad que constituye el todo de las relaciones sociales enmovimiento, da clara cuenta de su rigurosa percepción enrelación con algo que es característico de la ciencia cuando sela traslada al terreno de la actividad humana y de la sociedad.Esto es, siendo, como de hecho es, que la realidad que el cono­cimiento científico pone de manifiesto es una cadena derecíprocas interacciones entre diversos niveles del acontecersocial, no es menos cierto que resulta imperativo aproximárselepor la vía de una postulación primordial, que en este caso noes otra cosa que definir la preeminencia que una relación par­ticular tiene sobre el resto del conjunto.

Será así la convicción de Mill en su System 01Logic, sinduda bajo la influencia de Comte, que ese elemento al cualcabe vérsele como la puerta de entrada al recinto de la sociedad,y que posee por tal condición dentro del todo social la posiciónde ser primus inter pares, como suele decirse, es "el orden deprogresión en las convicciones intelectuales de la humanidad",o según también lo llama, "la ley de las transformaciones suce­sivas de lasopiniones humanas". 24 A estas alturas, pues, el autortiene en la mente la noción de que la sucesión de los grandescambios en la sociedadson causadospor cambios en "los modosde pensar" . Hay, así, una prelación causal del orden intelectualsobre la realidad de la sociedad, incluyéndose en ello desdeluego el ámbito de lo económico. Esta es la tesis que avanzaMill y que le permite acabar, desde un punto de vista formal,su sistema intelectual para la sociedad.

Sin embargo, en los Principies ofPolitical Economy Millsugerirá una postura diferente. En efecto, al final de los comen­tarios introductorios a la obra, habrá de afirmar que para laexplicación de la variedad de situaciones económicas en gene­ral no es suficiente la causal de "los grados del conocimiento",puesto que estos últimos terminan también por ser "efectos

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de la producción y distribución de la riqueza". De esta mane­ra, y en un sentido riguroso, la Ciencia de la sociedad, y aquí,más específicamente, el campo de la Economía Política, quedanen una especie de indeterminación: fundamental.

Con todo, no es bueno terminar estas notas en torno aMill sin recalcar un punto de gran importancia. La ambivalen­cia que se ha anotado en la obra de John Stuart Mill se hacemanifiesta en el hecho indiscutible de que, para el hombreindividualmente considerado, en cuanto agente económico,es él capaz de hallar un elemento que unifica su conducta. Yeste elemento, por todo lo que cabe decir acerca del desarrolloposterior del pensamiento económico hasta la actualidad, cum­ple, sin ninguna duda, su misión de hacer homogéneo el espaciode la experiencia por estudiar. Mas al trascender lo individual,y, con todas las calificaciones que Mill introduce con el fin deprecisar que la sociedad no es distinta de la suma de los indi­viduos que la integran uno a uno considerados, el ámbito queofrece el autor se revela como un amasijo indiferenciado derelaciones y asociaciones, cuyo entendimiento científico noresulta posible ponerlo en marcha debido a la manifiesta au­sencia de un criterio central en torno al cual esas relacionesadquieran comparabilidad y sentido.

En suma, para el campo de lo individual provee Mill unelemento que unifica la experiencia, y que demostrará a la pos­tre su eficacia, cuando ya la Economía Política ha alcanzadosu plena madurez y comenzado a menguar. En tanto que parala totalidad que la sociedad conforma, lo que queda en su obraes una realidad básicamente indeterminada, a la cual todavíadebe proveérsele de un principio para su cabal unificación.

Finalmente, no puede dejar de anotarse que la contribu­ción de Mill en lo que le atañe a la cuestión del discernimientode la viabilidad científica de la Historia, atravesará el siglo XIXde cara hacia el siglo XX, en especial de la mano de Dilthey.Para este tiempo, sin embargo, y dentro de lo económico pro­piamente dicho, otras orientaciones distintas de las que encarnala Economía Política han adquirido su preponderancia.

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Richard Jones: necesidad de la dimensiónhistórica para la Economía Política. La EscuelaHistórica

En un nivel de discusión donde no siempre se fue capaz decaptar 10 esencial de 10 que la ciencia moderna traía consigo eimponía, yquizás menos, cuando se le agregan las exigenciasde 10 histórico, el asunto de la Economía Política y de su nece­saria dimensión histórica están en el centro de las reflexionesde muchos.

Así, y por razón de 10 temprano de su esfuerzo, debemencionarse aRichardJones, aunque su nombre apenas ocupaun lugar recóndito en las reseñas historiográficas usuales.P Losustantivo de la contribución que ofrece en relación con lasmaterias de la distribución del ingreso y de la riqueza, y másen 10 particular, con la cuestión del ingreso causado por lapropiedad territorial o renta de la tierra, no le pertenecen aeste punto de la exposición. Pero sí es menester inquirir enalgo acerca de todo 10 que le concierne a su perspectiva metó­dica relativa al conocimiento de la Economía Política.

En el prefacio de su obra más conocida, intitulada AnEssay on theDistribution01Wealth and 01the Sources 01Taxa­tion,Jones expone su concepción respecto de los procedimien­tos más acordes con el género de hechos que interesan a laciencia de 10 económico. Al hacerlo de un modo peculiar,convierte a la mayoría de sus predecesores en el blanco natu­ral de las críticas que de él se desprenden. Dentro de esa lista,donde no se omite ninguno de los nombres más connotadosdesde Locke en adelante, el autor principal contra quien sedirige es David Ricardo, cuya obra, "soslayando del todo lalimitada extensión del campo para el cual sus principios eranaplicables, intentó a partir de ellosdeducir las leyesque regulanla naturaleza y cantidad del ingreso derivado de la tierra paratodos los lugares y todas lascircunstancias...así como construirun sistema general de la distribución de la riqueza y explicar

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las causas de las variaciones que toman lugar en la tasa de bene­ficios o en la de-los salarios, en toda la superficie del globo"."

Como es fácil de colegir, Jones tiene un punto muy espe­cífico sobre el cual erigir sus consid~raciones acerca del estadode las cosas en la Economía Política. Y con el mismo habrá deplenar las páginas que ahora se citan, al igual que otras de lascuales también se dispone. Ese punto no es otro que lo quedenomina "la apelación a la experiencia", sobre cuyas únicasbases,dirá, esposible "fundar todas las máximas de la EconomíaPolítica"." Y es precisamente a cuenta de haber preferido "laanticipación (léase deducción, A. B.)" a la vía de la "inducción",como Jones cree además posible argumentar el porqué de "ladesconfianza hacia la Economía Política" así como sobre lasrazones acerca de la parálisis del "crecimiento de su conoci­miento".

Esta oposición que aquí de nuevo emerge entre la bondadde los procedimientos deductivo e inductivo en el terreno delconocimiento científico, debe haberse ya entendido cuán infér­til resulta, amén de que sus mismas bases terminan por ser laconsecuencia de un equívoco en relación con la naturaleza dela ciencia. Jones no se escapa de esta especie de trampa creadapor la antítesis -en sus términos invencible- entre estos dossupuestos caminos hacia el saber. La equivocación primigeniasuya y de muchos otros, algunos de ellos sus contemporáneos,yace, así, en pasar por alto el carácter unificador del conoci­miento de la ciencia a través de una postulación primordialpor la cual se dota de ser a la realidad, es decir, se la constituye.Esa postulación primaria, se quiere decir estrictamente hablan­do, no es la consecuencia de ninguna cadena deductiva ni deningún proceso inductivo, sino que es la materia de una defini­ción constitutiva donde se expresa, por sobre todo, la concep­ción más básica acerca del ser de las cosas particulares. Esto es,allí se está en las mismas fronteras donde el hombre de pensa­miento se planta a sí mismo frente a las cosas, y donde estasúltimas, entonces, se hacen reales. .

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Ahora bien, en descargo de la propia contribución deJones, debe decirse que las resultas de sus labores de investiga­ción jamás podrían desecharse sin una enorme pérdida, y sóloporque allí se halle ausente esa razón científica por cuya únicaintermediación la realidad se unifica. Es ésa, y cómo no volvera decirlo, una debilidad extrema de su obra. Pero, al par, tam­bién hay que reconocer que al abrirle paso a la riqueza de deta­lles y acontecimientos que el pasado ofrece, consigue hacerpresente el carácter propio del conocimiento de la EconomíaPolítica por el cual la disciplina consigue adquirir singularidad.A saber, que sus principios constitutivos se manifiestan sóloen la dimensión que ofrece el campo histórico, y que, por lotanto, la Ciencia de la Economía Política es, por necesidad,una Ciencia Histórica.

Sin embargo, es necesario hacer alguna puntualizaciónen esta encrucijada. La sentida urgencia por dotar de contenidoempírico al conocimiento económico, tanto en sus principioscomo a lo largo de todo el proceso subsiguiente de indagación,y la asociación de este requerimiento con la historia, entendidaésta entonces como el depósito de experiencias acumuladaspor el pasado de las sociedades, no bastan en su turno paraprecisar la caracterización hecha de la Economía Política comouna Ciencia Histórica. Y es así como cabe decir que no haytestimonio más elocuente de esta carencia de penetración enlo peculiar de lo histórico, o en la comprensión de lo que hacea la ciencia moderna ser lo que es, y, por lo tanto de lo propiodel conocimiento de la Economía Política, que los esfuerzosintelectuales empeñados por la llamada Escuela Histórica paraasentar ese conocimiento sobre unos fundamentos sólidos yapropiados.

Sin que sea menester detenerse más de la cuenta en lospuntos de vista sostenidos por lo que vino a denominarse conel paso de los años la Escuela Histórica, sí puede ser de interésremarcar algunas de sus principales consideraciones en el puroorden metodológico. De esta manera, y al hacerse patente al­gunas de sus mayores debilidades, se pondrán de relieve al

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unísono ciertos aspectos que importan especialmente. Por lodemás, y como es lo usual que suceda con estas perspectivasmantenidas en común con más o menos rigor, y que la historio­grafía posterior, no siempre con justeza, califica de 'escuelas'como si se tratara de pensamientos acabados e incontrovertidospor sus adherentes, aquí hay desarrollos internos y posturasdisímiles que en unas circunstancias distintas de las que justifi­can esta exposici6n valdría la pena destacar.

Así, Roscher, por ejemplo, a quien se le toma como elfundador de la Escuela en Alemania, donde tuvo su mayorflorecimiento, precisa que es de la Economía Política "noconstruir sistemas ideales", en el sentido de referencias nor­mativas o prescriptivas, sino "de describir la naturaleza eco­n6mica del hombre y de las necesidades econ6micas; deinvestigar las leyes y el carácter de las instituciones que se adap­tan a la satisfacci6n de estas necesidades, así como el mayor omenor éxito que han conseguido". Y para hacer más explícitasu postura, cita una frase bien acuñada de Dunoyer que reza,je n 'impose rien,je nepropose méme rien: j'expose.28

Más allá de esta declaraci6n de principios que, como seha visto, siempre puede expresarse en palabras bien urdidas,y, no menos, dela vaguedad del prop6sito señalado que tambiénes evidente, el punto de Roscher es que hay dos tipos de inves­tigaci6n en las cuales se envuelve la ciencia. Por una parte, ésaque denomina filos6fica, y cuyo propósito es la abstracci6ngeneralizada y la eliminaci6n de hechos s610 contingentes; y,de la otra, el método histórico, que persigue la reproduccióndescriptiva de la realidad en la plenitud de sus detalles," Así,pues, a la Economía Política, y ésa habrá de' ser entonces sutesis y la de la Escuela Histórica en líneas generales, el métodomás apropiado, acaso el único que le pertenece según lanaturaleza de su objeto, es el segundo antes anotado.

La materia de esta reproducci6n descriptiva y fidedigna,sin embargo, se intenta precisar un poco más. En efecto, de loque se trata, escribirá Roscher, es de "la economía de una na­ción", que como tal es parte de un todo menor al que cons-

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tituyen también el Estado y la Ley, y que en su turno es partede un agregado todavía mayor donde se incluyen además lalengua, la religión, las artes y las ciencias.Pero porque no puededejar de decirlo, y luego de esta retahíla que suena sin dudafamiliar,termina por señalar que no es sólo la nación el objetodel estudio científico de la Economía Política, sino que tambiénes el hombre individual. Pero allí no concluye el autor. Deinmediato añadirá que para la Economía Política 10 importantede ese 'conjunto' hombre-nación son "las leyes de su desarro­llo" ,30 sin importar que previamente haya dicho que el interésde la ciencia es describirlo con escalpelo y microscopio" Puesbien, y sin que sean menester otros comentarios explicativos,hay que decir que la juntura de esta inclinación por la descrip­ción detallada, con la intención de formular leyes que en cuantotal no pueden sino ser generales, pone de entero manifiestoalguna incomprensión fundamental en relación con las tareasde la ciencia, y con 10 que de ella se espera."

En general, estos intentos por llenar de sentido el conte­nido histórico de la Economía Política no fueron demasiadolejos, en parte, porque el entendimiento de la materia entrelas manos apenas si llegó a horadar en algo la superficie de lascosas,pero también por la resistencia que a esecontenido oponeel mismo método por el cual la ciencia llega a constituirse.

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NOTAS

1 Thomas De Quincey, The Logic of Political Economy,en Tbe CollectedWritingsofTbomas De Quincey, Vol. 9 (Edinburgh, 1890), p. 118.

2 James Mill, Elements of Political Economy, en James Mili, SelectedEconomic Writings, op. cu., passim. Cf. Letter to .Malthus dated 4thSeptember 1820, en Works ofDavid Ricardo, op. cit., Vol. vm, p. 229;Letter to Mili dated 10thDecember 1821, así como Enclosure: Ricardo'sNotes onMill'sElements ofPolíticalEconomy, ibid.,Vol. IX, pp. 117,126­133.

3 Four Introductory Lectures on Political Economy delivered before theUniversityofOxfordabout1847 (London, 1852), p. 32.

4 Senior criticará a John Stuart Mill por postular que la Ciencia de loeconómico es hipotética antes que positiva. Reservando para luego laconsideración de lo que sostiene MilI, hay que decir en el ínterin que lo'positivo', en este contexto, no se propone como antónimo de lo 'nor­mativo', según se le ha venido a emplear comúnmente al presente. Porlo demás, y aparte de que la disquisición que elabora Senior en generales aquí insustantiva, también está equivocada en su predicamento fun­damental. Por ejemplo, le reprocha el autor a Ricardo que hubiera "su­puesto que las tierras son de diferentes grados de fertilidad", y que "larenta resulta ser el valor de la diferencia entre la fertilidad de la mejor yla de la peor tierra en cultivo", ibid.,pp. 63 ss. Aparte la crasa deficien­cia en la forma de expresar sus ideas, -¿qué es, en efecto, eso del valorde la diferencia entre las fertilidades?- cabe preguntarse si en la plumade Ricardo lo anterior es una simple hipótesis en el sentido de un su­puesto que se inventa o imagina y se impone sobre la realidad o, cO)TIO

es lo cierto más bien, una legítima proposici6n científica, sin que im­porte su contenido último de verdad.

5 An Outline of the Science ofPolitical Economy, Reprinted from theArticle Political Economy in the Encye/opedia Metropolitana (London,1836), p. 149.

6 FourIntroductory Lectures on Political EconomyDeliveredbefore theUniversityofOxford about1847,op. cit.,Lecture n. Refiréndose al temade la distribuci6n de la riqueza, dirá Senior que la misma se logra "porla vía del intercambio, en ese estado de la sociedad que la Economía

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Política presupone", porque cualquier otra condici6n, "si es que puedellamársele sociedad, ni requiere ni merece la investigaci6n científica". Yañadirá a continuación que eseestado actual "puede con justeza llamárselenatural, puesto que es aquél hacia el cual le llevan las provisiones de lanaturaleza", An Outline 01the Science 01Political Economy, op. cit., p.165 (mi énfasis). En el mismo sentido y refiréndose a la divisi6n deltrabajo, unos párrafos antes había escrito que "la Naturaleza ha queridoque la dependencia mutua vincule a todos los habitantes de la tierra enuna sola familia comercial".

7 nu, p. 27.

8 Por ejemplo, dirá Senior, elprimero de esos principios fundamenta­les, que no requiere de demostraci6n, y que en sus propios términosresulta irrefutable, es "que cada hombre desea obtener cierta riquezaadicional con elsacrificio más pequeño posible", A n Outline01theScienceofPoliticslEconomy, op. cit., p. 139. Debe muy bien entenderse, comose ha insistido antes, que aquí ya el modo de concebir las cosas econ6­micas en general no le pertenece a la tradici6n de la Economía Política.

9 A System of Logic Ratiocinative and Inductive, en Coliected Works01[obn Stuart Mili, op. cit.,Vol. VII, Book m, chapter IV, pp. 315 ss.

lO Ibid., Book m, chapter XVI, pp. 516 ss,

11 Ibid., Book VI, Chapter x, p. 914. "Es una regla imperativa nuncaintroducir ninguna generalización de la historia en la ciencia social, amenos que puedan indicarse suficientes bases para ello en la naturalezahumana, ibid., Book VI, Chapter X, p. 915 (mi énfasis).

12 Ibid., Book VI, Chapter VI, p. 877. Sin embargo, no debe dejar deanotarse que la definici6n que aparece en el manuscrito de la obra esuna muy distinta, a saber, lade la sociedad como "la mente colectiva dela (nuestra) raza". Esta última forma de expresarse, ha de entenderse, leabre paso franco a otro género de concepciones acerca de la realidad dela sociedad. En otra parte, habla MilI del "hombre colectivo", ibid.,Book VI, Chapter XI, p. 932.

13 Ibid., Book VI, Chapter X, pp. 910-911.

14 ¡bid., Book VI, Chapter X, p. 912.

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15 Ibid. Book VI, Chapter IX, p. 901. "El objeto de la Economía Políticaes la riqueza", Principies ofPoliticalEconomy withSome ofTheirApplica­tionstoSocialPhilosophy, op. cit., Vol. II, Preliminary Remarks, p. 3. Ensu ensayo escrito hacia 1831, mas publicadoaños luego, e intitulado OntheDefinition of Political Economy; and on theMethod of InvestigationProper to it, MilI elabora "para los prop6sitos del filósofo", según suspropias palabras, la cuesti6n de qué es la Economía Política. Despuésde comentar, criticar y descartar diversas definiciones que se han brin­dado en los textos y contribuciones más resaltantes, propone finalmen­te la siguiente: "Es la ciencia que discierne las leyes de esos fen6menosde la sociedad que resultan de la operaci6n combinada de los hombres(mankind) para la producci6n de riqueza, en cuanto esos fen6menos nose modifican por la búsqueda de ningún otro objeto", en Essays onEconomics and Society, Collected Works ofjohn StuartMill, op. cit.,Vol.IV, p. 323.

Habría que hacer por los momentos dos acotaciones. La primeratiene que ver con la insistencia de MilI en que esas leyes de los fenóme­nos sociales penden, por un vínculo de esencial naturaleza, de las leyespropias de la mente humana. De modo que aquí vale el comentario queantes hubo de hacerse en relaci6n con la dependencia de las leyes socia­les de las leyes de la naturaleza humana. Y, en segundo lugar, que cuan­do se propone MilI definir la materia por cubrir en su obra específicasobre las cuestiones de la Economía Política, incluirá no s610 la produc­ci6n de la riqueza, sino también su distribuci6n, Principies ofPoliticalEconomy with some of theirApplications to Social Philosophy, op. cit.,Preliminary Remarks, p. 21.

16 On the Definition of Political Economy; and on the Method ofInvestigation Proper to It, op. cit., p. 326. Cj System ofLogic, op. cit.,Book VI, Chapter IX, p. 901.

17 Ibid., pp. 322,327.

18 Principies ofPolitical Economywithsome oftheirApplications toSocialPhilosophy, op. cit., Book Il, Chapo I, p. 199; también PreliminaryRemarks, pp. 20-21.

19 Ibid., Book TI, Chapo I, pp. 199 ss. En la recensi6n de la obra deHarriet Martineau, publicada en 1834, había MilI criticado a aquellosque "intentan construir una fábrica permanente sobre la base de mate­riales transitorios; y que dan por descontado la inmutabilidad de los

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arreglos de la sociedad, muchos de los cuales son en su naturaleza fluc­tuantes y progresivos". Y más, "que enuncian con tan pocas calificacio­nes como si fueran verdades absolutas y universales, proposiciones quequizás s610 son aplicables a ese estado particular de la sociedad dondesucede que el escritor vive", Miss Martineau's Summary of PoliticalEconomy, en Essays on Economics and Society, op. cit., Vol. IV, p. 225.

20 System ofLogic, op. cit., Book VI, Chapter X, p. 913.

21 Ibid.

22 Ibid.

23 Ibid., Book VI, Chapter X, p. 925.

24 lbid., Book VI, Chapter X, p. 927.

25 Marx dedica a Jones una consideración muy especial, y lo señala enposesión de "un sentido de las diferencias históricas que no han tenidolos economistas ingleses desde James Steuart (1767)", Tbeories olSurplusValue,op. cit., Vol. Ill, p. 399.

26 An Essay on theDistribution 01 Wealth and 01tbe Sources 01Taxation(London, 1831), Preface, p. vii.

27 "Debemos obtener una visión comprehensiva de los hechos, de ma­nera que podamos arribar a principios que sean verdaderamente compre­hensivos. Si tomamos un método diferente..Jo que llamamos princi­pios generales pueden no tener tal generalidad ...Y, segundo, perdere­mos una gran masa de conocimiento útil ...", LiteraryRemains,Consistingofl.ectures and Tracts on PoliticalEconomy01theLateReo. RichardJones,Ed. William Whewell, Reprint (New York, 1964), pp. 558,568-9, 575.

28 Principles ofPolitical Economy, op. cit., Vol. 1, p. 111, n. 1.

29 Grundriss zu Vorlesungen überdie Staatswirtschaft nachgescbicbtlicberMethode, 1843, apud. Max Weber, RoscherandKnies: TbeLogicalProblemsofHistorical Economics, transo by Guy Oakes (New York, 1975), p. 55.Leslie, que es un seguidor anglosaj6n de esta corriente histórica, escri­bió un ensayo precisamente intitulado "On the Philosophical Methodof Political Economy", publicado en sus Essays in Moraland Political

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Pbilosophy (London, 1879). Aquí, quizás mejor que en ninguna otraparte, se pone de relieve la extrema pobreza intelectual en medio de lacual se sumergió la discusión de estas materias a medida que avanzaba elsiglo XIX.

30 Principies ofPolitical Economy,op. cit., Vol. I, p. 87.

31 "El error de los filósofos socialesconsiste en el hecho de que tratan dearribar a leyes sociales exactas por medio de la investigación empírica, ymás, por un camino en que ninguna ley exacta puede establecerse, estoes, ni leyes sociales exactas ni leyes naturales exactas", Karl Menger,Problems ofEconomicsand Sociology, op. cit., Book I, chapter 4, passim.Este importante libro de Menger, intitulado en inglés de un modo queoculta su verdadero relevancia, y cuyo contenido tuvo como razón deser la polémica del autor con la Escuela Histórica, brinda, como ningu­no otro en su momento, una idea precisa y sin ambigüedades del carác­ter de la ciencia moderna y de su particular significado en el campo delo econ6mico.

La mezcolanza patente en Roscher, sin embargo, la evitarán conalguna meticulosidad otros autores que se nombran en relación con lacitada Escuela Histórica. Bruno Hildebrand, quien junto con Karl Kniesy Roscher integran la trilogía fundadora de la Escuela, al referirse alobjeto de la Economía Política se expresa en los siguientes términos, "laciencia de la economía no tiene la tarea de tratar con leyes de lanaturaleza...Su tarea consiste en investigar el curso del desarrollo eco­nómico, paso por paso, de las naciones individuales y de toda lahumanidad...La historia de la eu1tura económica en conexión con lahistoria de todos los desarrollos jurídicos y políticos, así como la infor­mación estadística, son la única base segura sobre la cual se hace posibleun progreso exitoso de la ciencia económica", Jarbücher für Nationalo­konomie undStatistik, (1863), I, pp. 3 ss, 145ss, apud.Menger, ProblémsofEconomics and Sociology, op. cit., p. 190.

Será tarea que encarará Menger, en la dirección ya claramenteindicada por Mill, la de precisar el carácter 'legal' de esas regularidadesque se ponen de manifiesto a través del estudio y análisis de las estadís­ticas económicas, y que en la práctica de la investigación ocupan, sinduda, un lugar muy especial, ibid., Book I, chapo 4. Debe decirse queRoscher tomará alguna nota de este punto, aunque sin llegar apenas aestimar su significado, Principies ofPolitical Economy, op. cit., n. 1, p.111. Por su parte, al elaborar Menger el tema, toca puntos de extremointerés para toda la discusión que se adelanta. Baste apenas traer a cola-

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ción una cita donde se ofrece una idea de lo que es su pensamiento alrespecto: "Los conceptos reales, los tipos de fenómenos económicos,son sólo verdaderamente adecuados si nos hacemos conscientes de lanaturaleza de los hechos pertinentes no en un momento particular, sinoen la totalidad de su desarrollo individual o del desarrollo de sus formasempíricas", Problems ofEconomics andSociology, op. cit., p. 107. Ello noobstará, sin embargo, para que cuando enfrente la cuestión de la natura­leza de la realidad económica desde una perspectiva no ya científico­empírica, sino más bien estrictamente científica o científico-exacta, si esposible traducir así su expresión, postule que la naturaleza de esa reali­dad 'elemental' es tal que puede asirse y comprenderse sin que se re­quiera entender su proceso de llegar a ser tal, o lo que viene a ser lomismo, que esa realidad 'elemental' simplemente es, ibid., p. 113. Nodebe dejar de anotarse que hay comentaristas de Menger que con lavista puesta en lo que escribe en torno a la primera cita aquí referida, novacilan en calificarlo de aristotélico.

División Segunda

Los temas de la EconomíaPolítica