paradoxos da normalización

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NACIONAL LAS PARADOJAS DE LA “NORMALIZACIÓN” DEL GALLEGO Andrés Freire, filólogo clásico y profesor de Lengua Española y Literatura 17/04/2009 Nº 95 Que no nos engañe el tópico: la historia lingüística de España es una historia muy normal, similar a la de Francia, Italia o Alemania. Sólo se distingue de las del entorno por la precocidad y facilidad con la que la variante castellana se impuso sobre las otras variantes surgidas tras la fragmentación del latín. Este proceso lingüístico, por el cual una de las modalidades orales del territorio se convierte en dominante y común, es un proceso constante en todas las comunidades históricas. Es en ese contexto lingüístico en el que durante los últimos treinta años el galleguismo ha elaborado e impulsado el llamado proceso de “normalización”. Pero el resultado no ha sido precisamente el que esperaban sus promotores.

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Texto de Andrés Freire

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NACIONAL

LAS PARADOJASDE LA “NORMALIZACIÓN”

DEL GALLEGOAndrés Freire, filólogo clásico y profesor de Lengua Española y Literatura

17/04/2009Nº 95

Que no nos engañe el tópico: la historia lingüística de España es unahistoria muy normal, similar a la de Francia, Italia o Alemania. Sólo sedistingue de las del entorno por la precocidad y facilidad con la que lavariante castellana se impuso sobre las otras variantes surgidas tras lafragmentación del latín. Este proceso lingüístico, por el cual una de las

modalidades orales del territorio se convierte en dominante y común, es unproceso constante en todas las comunidades históricas. Es en ese contexto

lingüístico en el que durante los últimos treinta años el galleguismo haelaborado e impulsado el llamado proceso de “normalización”. Pero elresultado no ha sido precisamente el que esperaban sus promotores.

Una historia normal

Así lo resume Ferdinand de Saussureen su clásico Curso de Lingüística Ge-neral:

(…) Abandonada a sí misma, la len-gua sólo conoce dialectos, ningunode los cuales se impone a losdemás, y con ello está destinada aun fraccionamiento indefinido. Perocomo la civilización, al desarrollarse,multiplica las comunicaciones, seelige, por una especie de convencióntácita, uno de los dialectos existen-tes para hacerlo vehículo de todocuanto interesa a la nación en suconjunto.

(….) Una vez promovido al rango delengua oficial y común, el dialecto pri-vilegiado rara vez sigue siendo comoera hasta entonces. Se le mezclanelementos dialectales de otras regio-nes; se hace cada vez más complejo,sin perder del todo por eso su carác-ter original: así en el francés literariose reconoce bien el dialecto de la Islade Francia, y el toscano en el italianocomún. Sea lo que fuere, la lengua lit-eraria no se impone de la noche a lamañana, y una gran parte de lapoblación resulta ser bilingüe, yhablar a la vez la lengua de todos y elbable (patois) local. Es lo que se veen muchas regiones de Francia,como en Saboya, donde el francés esuna lengua importada y no ha aho-

gado todavía el bable del terruño. Elhecho es general en Alemania y enItalia, donde por todas partes per-siste el dialecto al lado de la lenguaoficial.

Los mismos hechos han sucedido entodos los tiempos, en todos los pue-blos llegados a cierto grado de civili-zación. Los griegos han tenido sukoiné, nacida del ático y del jonio, y asu lado subsistían los dialectos loca-les. Hasta en la antigua Babilonia secree poder establecer que hubo unalengua oficial al lado de dialectos re-gionales. (Ferdinand de Saussure.Curso de Lingüística general. Losada.Buenos Aires. 1945. Ed 24. 222)

En España, este fenómeno de ex-pansión de una koiné empezó pronto.Sin duda, la naturaleza de la recon-quista fue clave al respecto. Gentes dediversos territorios, que entremezcla-ban dialectos romances y vascones,conviven en terrenos escasamente po-blados y hallan pronto esa revoluciona-ria koiné que pasará a llamarsecastellano. Desde Alfonso X, la variantecastellana se convirtió en la lengua ro-mance de prestigio en el Occidente pe-ninsular.

Sin embargo, en los últimos treintaaños, este proceso histórico ha sidopuesto en entredicho. La ignorancia dealgunos y el interés de otros han au-nado esfuerzos para revertir este pro-

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“La política de ‘normalización’ es la última de lasextravagancias que atraviesa la historia de España”

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ceso de siglos con la excusa de queestamos ante una anormalidad resul-tante de un supuesto “imperialismocastellano”. Esta política, inusitada-mente denominada “normalización”,es la última de las extravagancias queatraviesa la historia de España. Nues-tros vecinos de allende los Pirineosdisponen también de catalán y vasco,y nadie ha convertido sus escuelas encentros de expulsión de la lengua fran-cesa.

En este marco conceptual, se desa-rrolla la política lingüística de la Comu-nidad Autónoma de Galicia. Treintaaños de una política que ha crecido in-dependiente del partido en el Go-bierno. Razones de control y poder loexplican con facilidad. Muchos, conmejor razón que la mía, han puestosus ojos en la conculcación de dere-chos que implica. Nosotros preferi-mos centrar nuestra mirada en lacreación y desarrollo de una neolinguay las querellas internas que ésta llevaconsigo.

La elaboración de una lengua

Cuando todo empezó, no existía “el ga-llego”. Lo que había era una suma devariantes lingüísticas galaicas que, porcomodidad, llamábamos gallego. Éstasdiferían entre sí en cada comarca y es-trato social, al tiempo que el castellanopenetraba inextricablemente en su lé-xico y estructura. La lengua vulgar so-

brevivía en entornos populares. El ais-lamiento de Galicia había permitido susupervivencia, justo al tiempo en quetantas otras variantes lingüísticas his-panas (leonés, aragonés, mozárabe,murciano…) desaparecían; y el analfa-betismo del campesinado gallego hizoel resto. Cuando el romanticismo llegóya tardío a Galicia, una minoría intelec-tual luchó por convertirla en lengua lite-raria, creando un gallego poético algoartificioso.

A partir de esas hablas, los técnicosde la normativización debían construiruna lengua reconocible, apta para laAdministración y escuela, distinta delas dos grandes lenguas que la rodea-ban: el castellano y el portugués. Deahí que el gallego normativo sea lo quelos lingüistas llaman “lengua ausbau”,es decir, una lengua de elaboración.

Durante estos treinta años, la cues-tión de la lengua ha dividido al nacio-

“El gallego normativo es lo que los lingüistasllaman ‘lengua ausbau’, es decir,

una lengua de elaboración”

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nalismo en luchas fratricidas. Han dis-cutido su vocabulario, su pronuncia-ción, su morfología y, sobre todo, suortografía. Querellas insufribles que,lejos de calmarse, continúan hoy es-cindiendo al nacionalismo gallego. Sinembargo, hacia el exterior, han hechoun frente común. Cada vez que gana-ban una batalla, los más radicalesplanteaban la captura del siguientefortín. Empezaron solicitando el bilin-güismo oficial, prosiguieron con la dis-criminación positiva, avanzaron haciala desaparición del castellano comolengua oficial de facto en Galicia, yahora sueñan con que el uso de ésteno pase de ser excepcional, con la ex-cusa del derecho a “vivir en galego”.Pero, significativamente, al tiempo quehacían eso, los radicales criticabandescarnadamente la lengua que ellosmismos querían imponer.

Las palabras de la neolengua

Cuando todo empezó, cuando no exis-tía el gallego nuevo, los galleguistasemprendieron el camino de la norma-tivización. El régimen autonómico ini-ciaba sus pasos y era preciso dotar algallego de una normativa estándarpara su uso administrativo y educa-tivo. El más visible de los dilemas erael del vocabulario. El gallego no habíaalcanzado las ciudades, la vida ur-bana, la alta cultura, el mundo mo-derno. Si se usaba para hablar deestas cosas, el hablante nativo acudíasin problemas al castellano y, comomucho, lo adaptaba fonéticamente.Ahora era preciso, sin embargo, inven-tarse todo un vocabulario. Una institu-ción vinculada a la Universidad deSantiago, el Instituto da Lingua Ga-lega, se ocuparía de ello.

La duda estribaba en el concepto.¿De dónde sacar las palabras? Lomás cómodo era continuar acu-diendo al castellano, como era natu-ral en Galicia. Pero todos sabían lasconsecuencias: el gallego acabaríasiendo no más que un dialecto. Laotra posibilidad era la del portugués,lengua que se había desgajado delgallego a finales de la Edad Media. Elproblema aquí era que, de hacerlo, lapoblación no sentiría como propiaesa neolengua.

La opción fue la del diferencialismo.Se acudió al portugués (al principio,términos técnicos como orzamento; úl-timamente los lusismos incluyen gra-zas e, incluso, un nuevo nombre paraGaliza), y se prefirió cualquier variantelingüística local que difiriera del cas-tellano. El neogallego era fiel a la eti-mología allí donde el castellano sepermitía licencias (adxectivo, substan-tivo, voda, avogado, harmonía, respecto,venres, dúbida, século…), mientrasque, cuando el castellano conservabalas formas cultas, el gallego prefería elvulgarismo (auga, choiva, Uxío frente a

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los más extendidos y correctos agua,chuvia, Euxenio…).

Suso de Toro, escritor nada sospe-choso de antigalleguismo e intelectualde referencia de José Luis RodríguezZapatero, protestaba así estas opcio-nes:

Algo de ese deseo de encogimientovi cuando se me apareció por primeravez la palabra “choiva” en un panelen la autopista. (…) esa forma tanminoritaria, no utilizada hasta ahoraen la escritura, nos separa de nues-tro contexto lingüístico, de los millo-nes de personas que en el mundodicen “chuvia” y “chuva”. (…) Es uncamino de separación que nos con-duce a fijar una lengua rara, fuera decontexto. En vez de abrirnos y exten-dernos, nos encierra y encoge. Nossepara de nuestro contexto lingüís-tico y nos minoriza. (Suso de Toro.“Choiva y galescolas”. El País.4/11/2007)

Como consecuencia del diferencia-lismo, el neogallego cuenta hoy con unvocabulario cambiante y artificioso, re-pleto de palabras jamás pronunciadaspor un gallego, palabras de libro ynorma, de difícil uso y de aún más di-fícil estudio. Pues, ¿quién va a decir“peón” cuando quiere referirse a unpeatón? Aún más incómodo, ¿quiénse atreve a pedir un “polbo” cuandoquiere comer pulpo?

¿Cómo suena el neogallego?

La lengua del pueblo (lingoa proletariado meu pobo según la cita clásica deCelso Emilio Ferreiro) pasó a ser len-gua de poder. La usaba la clase polí-tica y nos sorprendía en boca de JR enla serie Dallas. La duda de muchosera la siguiente: ¿Cómo había desonar el neogallego? ¿Cuál había deser su acento y tono, una vez que salíade aldeas para un uso formal entregentes de ciudad? A nadie se le es-capa que el cerrado acento del gallegode aldea ha sido motivo de mofadesde hace siglos. Dentro y fuera deGalicia, ese acento ha sido un rasgomuy marcado socialmente. Segúnmarcaba la lógica, los urbanitas neo-falantes habrían de asumir los otroradenostados acentos del pueblo.

No ocurrió así. Los dos rasgos máscaracterísticos de la lengua, dialecta-les pero bastante extendidos, fueroncondenados por demasiado rústicos.Me refiero al seseo y la gheada (El pri-mero es conocido en el dominio hispá-nico. En cuanto al segundo, /j/ por/g/, es muy característico de ampliaszonas gallegas: soy de Vijo y no loniejo). Ante ellos, como ante otros mu-chos rasgos, la minoría normativiza-dora, que no era de aldea, que en losmás de los casos ni siquiera era galle-gohablante de cuna, mantuvo los pre-juicios lingüísticos seculares y prefirióun neogallego que sonara como… el

“El neogallego cuenta hoy con un vocabulariocambiante y artificioso, repleto de palabras jamás

pronunciadas por un gallego”

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castellano de Galicia. El cerradoacento de aldea fue visto –es visto–como un rasgo lingüístico a desterrar.Ya lo había denunciado Xesús AlonsoMontero en un muy conocido artículo:

En efecto, o escritor máis enxebrista(casticista), tan enxebrista que, ásveces, faise hiperenxebrista, é gale-guista –anticastelanista– no vocabu-lario e na gramática, pero nafonética, el, tan galeguista, é antiga-leguista. O escritor –ou o orador– querexeita (rechaza) a gheada e mailoseseo, constrúe un galego de aver-sión, de xenreira (odio) ó galego(Xesús Alonso Montero. O escritor ga-lego e o problema da lingoa. Actas doI Congreso. A lingua galega: Historiae actualidad. Volumen II. Santiago deCompostela. 12. 1996).

Un paradójico ejemplo lo hallamosen el discutido topónimo A Coruña. Latradición medieval era clara al res-pecto; en gallego se decía A Cruña. Losautores nacionalistas (Castelao et alii)habían concurrido en esto y usaban asíel topónimo. Sin embargo, para los nor-mativizadores, el Cruña que usaban losaldeanos sonaba demasiado “rústico”de modo que discurrieron un híbridopoco creíble: A Coruña…

Como consecuencia del castella-nismo fonético, el acento cerrado delas clases populares sigue siendo unrasgo marcado negativamente en Gali-

cia, sea cual sea la lengua en la que elhablante se exprese. Un estigma so-cial que ha de depurar quien aspire aalzarse socialmente sobre su origen.La criticada diglosia sigue, pues, vi-gente en Galicia.

Isolanos frente a reintegratas

Pero la gran batalla intergalaica, aque-lla que señorea cualquier discusiónsobre la lengua y hace estallar en insul-tos los foros internos del nacionalismo,es la que disputa las grafías de la neo-lengua. Los isolacionistas defienden laexistencia de una norma lingüística pro-piamente gallega. Los reintegracionis-tas luchan por acercar (reintegrar) estanorma a la del portugués. Los más ra-dicales de estos últimos van más lejosy acaban de formar la Academia Galegada Lingua Portuguesa, que intenta queel gallego se sume al pacto ortográficoque buscan portugueses y brasileños.Para ellos, el gallego ya no es lengua,sino simple dialecto portugués.

Dos razones destacan los reintegra-cionistas, una teórica, otra práctica:La teoría nos recuerda que el portu-gués nació de la escisión del gallego,de ahí que sean dialectos de unamisma lengua. De orden práctico, esla idea de que el acercamiento al por-tugués permitiría a los gallegos el do-minio de una lengua que hablan casi200 millones de personas, con lasventajas que ello conlleva.

“El acento cerrado de las clases populares sigue siendoun rasgo marcado negativamente en Galicia, sea cualsea la lengua en la que el hablante se exprese”

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No es éste el lugar para discutiresos argumentos. Notamos, sólo, queel esencialismo nacionalista, con sucosmovisión de identidades estancasy suprahistóricas, alcanza a la lingüís-tica. La historia de Galicia ha unidocastellano y gallego, mientras el por-tugués –hijo pródigo– desarrollabaotros caminos. En consecuencia, unagrafía con las soluciones lusas impli-caría una lengua a la que costaría re-conocer como gallega.

Pero el debate sobre la norma siguesiendo la cuestión palpitante del neo-gallego. Éste ha conocido ya tres nor-mas ortográficas distintas (1982,1995, 2003), sin que la última deellas, la llamada “normativa de la con-cordia”, haya abatido la polémica. Deahí esta curiosa paradoja: quienquiera encontrar ataques al gallego,habrá de buscarlos no en los foros delmovimiento de liberación lingüística,sino en los del nacionalismo gallego.

Algunas de estas críticas son razo-nadas:

Esta lingua planificada ‘in vitro’ porAntón Santamarina e Manuel Gonzálezé um magnifico exemplo de erratismo,incoerencia e falta de jerarquizaçom decriterios, onde o TODO VALE é a normasimplesmente porque o digo eu.

Otros son simples insultos que pre-ferimos no reproducir. Invito al lector cu-

rioso a visitar foros como www. viei-ros.com y www.arroutadanoticias.com;cualquier debate acaba degenerandoen una fiera discusión sobre la norma.

Esta radicalidad no es anecdótica:el reintegracionismo es dominanteentre la minoría juvenil comprome-tida con el idioma. Su idea se ha idoinfiltrando en las élites normativiza-doras.

Por último, son maioritarias as opi-nións que sinalan que os responsá-beis lingüísticos deberan apostar deforma máis decidida por achegar o ga-lego á área lingüística luso-brasileira,e mesmo, aínda que máis morna(tibia), a que considera que a nosa po-sición no Eixo Atlántico e o maior inter-cambio con Portugal debe conducir aunha maior vinculación entre as for-mas galegas e portuguesas. (Montea-gudo y Bouzada (coord.). O proceso denormalización do galego. 1980-2000.Política Lingüística: análise e perspecti-vas. Consello da Cultura Galega. San-tiago de Compostela. 2002).

El propio Anxo Quintana legitimaba,incluso alababa, esta corriente en de-claraciones recientes:

E o feito (hecho) de que exista o rein-tegracionismo, que nos coloca sempreno horizonte, o camiño hacia onde ogalego debe de camiñar, parécememoi interesante e un movemento moi

“La historia de Galicia ha unido castellano y gallego.Una grafía con las soluciones lusas implicaría

una lengua a la que costaría reconocer como gallega”

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FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales no se identifica necesariamente con las opiniones expresadas en los textos quepublica. © FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales y los autores. Depósito Legal: M-42391-2004

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positivo para o país (Quin.tv. Videoblogdel 3/12/2008).

No es aventurado afirmar que, tardeo temprano, el neogallego revisará susnormas para abrazar al portugués. Losestudiantes gallegos, que apenas estu-dian hoy en castellano, que llevan añosesforzándose en dominar su ortografíay léxico, se encontrarán con que las for-mas lingüísticas en las que han estu-diado desaparecerán algún día.

El castelego

Y tras tanto dinero, tanto esfuerzo,¿qué se ha conseguido? El gallegosigue perdiendo hablantes. En algu-nas ciudades, su uso no pasa de seranecdótico, al tiempo que el caste-llano entra en ámbitos –las aldeas– alos que apenas había rozado. Crece,en cambio, el uso litúrgico del ga-llego. Lengua usada para las ceremo-nias y los actos públicos, pero que se

abandona una vez que las cámarasno enfocan.

Gallego y castellano ya no son(nunca lo fueron) lenguas aparte, fáci-les de extricar. Entre ellas hay un conti-nuo que gradúa el paso entre el gallegopuro y el castellano estándar. El gallegode aldea, cerrado y difícil de entender,se extingue hoy al tiempo que se extin-gue el mundo que lo vio nacer. Triunfael “castelego” (I. M. Roca), el gallegoapenas discernible en su estructura yléxico del castellano, el gallego que losmedios de comunicación nacionales yano se molestan en traducir.

Nada importa. Nada de lo antedichoes tenido en cuenta. El experimentopara reconstruir al gallego ha de prose-guir cueste lo cueste. Ante él se inmo-lan la educación, la política cultural, laeconomía, los derechos individuales. Ytambién el sentido común. Sobre todoel sentido común.

“Y tras tanto dinero, tanto esfuerzo, ¿qué se haconseguido? El gallego sigue perdiendo hablantes.Crece, en cambio, su uso litúrgico”