paradigmas del trabajo social

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Paradigmas del Trabajo Social 1.- Los Reparadores Orden y ciencia objetiva Las teorías que se sitúan en el paradigma funcionalista tienen dos cosas en común: se interesan por las relaciones ordenadas que existen entre la gente; y prefieren explorar estas cuestiones al estilo de las ciencias naturales. Los funcionalistas se sorprenden de la regularidad que existe en los asuntos humanos. Su foco de atención se dirige hacia la naturaleza de ese orden, cómo se consigue y cómo se mantiene. Hay una relación misteriosa entre la conducta del individuo integrado y el equilibrio del sistema social en su conjunto. Cuando la conducta de un individuo se extravía, el funcionalista dirige la mirada hacia los mecanismos sociales empleados para ocuparse de esta desviación y anormalidad. La conducta “antisocial” es interpretada, por definición, como “patológica”. Al ser definida como tal, tiene que ser “tratada”. Una vez curado, el individuo puede recuperar su lugar habitual en la sociedad. Existe una preparación para aplicar este conocimiento a la recuperación del equilibrio del sistema, a prevenir la desintegración. “Es una perspectiva orientada al problema”, escriben Burrell y Morgan (1979, p. 26), ‘e interesada en proporcionar soluciones prácticas a problemas prácticos’’. Está claro que la sociología de la regulación, por tanto, entiende e1 término “regulación” de dos formas distintas. En primer lugar, se reconoce y aplaude el comportamiento normal de la vida social. En segundo lugar, para mantener esta estabilidad existe una necesidad de y una preparación para regular y controlar la conducta. Sin duda son necesarios algunos cambios en la organización social para mantener el equilibrio. Por ejemplo, si los miembros más pobres de la sociedad son tratados con demasiada dureza. pueden agitarse. Esto pondría en peligro la estabilidad social. Los funcionalistas, pues, son pragmáticos, completamente dispuestos a practicar una ingeniería social moderada. Los recursos se deberían redistribuir para evitar cualquier desequilibrio desestabilizador Los recursos aquí pueden incluir dinero,

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Paradigmas del Trabajo Social

1.- Los Reparadores

Orden y ciencia objetivaLas teorías que se sitúan en el paradigma funcionalista tienen dos cosas en común: se interesan por las relaciones ordenadas que existen entre la gente; y prefieren explorar estas cuestiones al estilo de las ciencias naturales. Los funcionalistas se sorprenden de la regularidad que existe en los asuntos humanos. Su foco de atención se dirige hacia la naturaleza de ese orden, cómo se consigue y cómo se mantiene. Hay una relación misteriosa entre la conducta del individuo integrado y el equilibrio del sistema social en su conjunto.Cuando la conducta de un individuo se extravía, el funcionalista dirige la mirada hacia los mecanismos sociales empleados para ocuparse de esta desviación y anormalidad. La conducta “antisocial” es interpretada, por definición, como “patológica”. Al ser definida como tal, tiene que ser “tratada”. Una vez curado, el individuo puede recuperar su lugar habitual en la sociedad. Existe una preparación para aplicar este conocimiento a la recuperación del equilibrio del sistema, a prevenir la desintegración. “Es una perspectiva orientada al problema”, escriben Burrell y Morgan (1979, p. 26), ‘e interesada en proporcionar soluciones prácticas a problemas prácticos’’. Está claro que la sociología de la regulación, por tanto, entiende e1 término “regulación” de dos formas distintas. En primer lugar, se reconoce y aplaude el comportamiento normal de la vida social. En segundo lugar, para mantener esta estabilidad existe una necesidad de y una preparación para regular y controlar la conducta.Sin duda son necesarios algunos cambios en la organización social para mantener el equilibrio. Por ejemplo, si los miembros más pobres de la sociedad son tratados con demasiada dureza. pueden agitarse. Esto pondría en peligro la estabilidad social. Los funcionalistas, pues, son pragmáticos, completamente dispuestos a practicar una ingeniería social moderada. Los recursos se deberían redistribuir para evitar cualquier desequilibrio desestabilizador Los recursos aquí pueden incluir dinero, oportunidades y derechos políticos. La reforma es la estrategia política preferida. Cuando varias partes del conjunto social experimentan una tensión excesiva, el sistema, automáticamente (o a través de intervenciones deliberadas), se “reforma” a sí mismo para mitigar cualquier presión que haya supuesto una amenaza para el equilibrio y el orden.Los funcionalistas sostienen posturas ‘‘objetivistas” sobre la naturaleza de la realidad social. Esto significa que se considera generalmente la naturaleza humana determinada y no poseedora de libre albedrío. Se puede investigar la sociedad y la gente desde el punto de vista del observador independiente. Las explicaciones ofrecidas por los participantes y el observado acerca de lo que está ocurriendo no son consideradas aceptables. Se asume que la gente, tanto individual como colectivamente, está gobernada por reglas y relaciones causales. La tarea del científico social consiste en identificar estos patrones de conducta. Los métodos de investigación son como los de las ciencias naturales. La gente muestra características que pueden ser comprendidas y descritas objetivamente. El investigador se ocupa de los individuos y sus situaciones, intenta medir, categorizar y establecer relaciones causales.El funcionalista es también un empirista, alguien que cree que la actividad humana se aborda mejor como conducta observable que puede ser vista y descrita. La conducta es lo que se ha visto, y nada más. No existe necesidad de buscar detrás de ella. Si la examinamos con rigor y precisión, hablará por sí misma, si hay oídos que saben oír. Si las ciencias sociales son como las ciencias naturales, entonces el conocimiento social y

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conductual parte de lo que vemos y sentimos directamente. No existe una realidad más allá o debajo de la realidad observada. Por eso los empiristas no dedican gran tiempo a la metafísica u otras filosofías que se interrogan sobre la naturaleza material de la realidad. Los empiristas creen que observando y describiendo el mundo social, se capta y registra una realidad verdadera, independiente. Cualquier teoría que emane de estos hechos observados puede contrastarse con esta realidad independiente. Esto sugiere que la experiencia del teórico de la situación observada es neutral, sólo influenciada por la propia realidad independiente. Se asume que existen relaciones causales entre e1 comportamiento externo y los acontecimientos sociales. Si se establecen con suficiente claridad, se pueden identificar las leyes conductuales y sociales.Desde el punto de vista teórico, este es un paradigma muy extendido Muchas teorías comparten su predilección por el examen objetivo del orden social. Aun así, hay una gran diversidad; este paradigma quizás más que ningún otro, ha estado presente en muchos teóricos de la sociología, de la psicología y de la antropología. Simplificando y sin hacer justicia a la variedad existente, es posible reconocer dos grandes tipos de teorías funcionalistas: sistemas sociales y conductismo Ambas han engendrado el vástago trabajo social.

La teoría de los sistemas socialesLas analogías favoritas de los funcionalistas estructurales y de los teóricos de sistemas son el organismo biológico (en el caso de los primeros) y la máquina compleja (en el caso de los segundos). Ambos reconocen esencialmente que las diferentes partes de un todo, entidad que funciona, como la sociedad, la familia o el cuerpo de un individuo, están interrelacionadas y son interdependientes La actuación de cualquiera de las partes no sólo afecta a las otras partes sino que su supervivencia puede depender de las otras partes así como la supervivencia de la entidad en so conjunto. Esta es la razón por la que se puede hablar de “mal funcionamiento” de las partes individuales y de que necesitan “reparación” de otro modo puede romperse el sistema. Igualmente se pueden introducir cambios en una parte del sistema que producen a su vez. cambios. positivos o negativos en otra.Si el práctico analiza el sistema y el origen del mal funcionamiento puede determinar qué tiene que curar y cambiar para poder recuperar de nuevo un equilibrio estable y sano. Por ejemplo si los padres de una adolescente difícil pueden rehacer una relación marital menos destructiva, esto puede tener un efecto positivo en el comportamiento de su hija.Este tipo de explicación de la conducta y de la función de los individuos y las instituciones, ha demostrado tener gran atractivo para los trabajadores sociales. La búsqueda de una teoría que abarque al individuo y a su entorno ofrecía la perspectiva de una base unificada para la práctica profesional A lo largo de los 70, la “teoría de sistemas”, tal como se la entendía, tuvo un gran impacto en el pensamiento del trabajo social. Dio lugar a una serie de publicaciones significativas que incluye los libros de Pincus y Minahan (1973), Meyer (1976), Davies (1977) y Specht y Vickery (1977).La exposición más vigorosa y menos equívoca de esta corriente teórica y práctica, es la realizada recientemente por Davies (1985) en The Essential Social Work A Guide to Positive Practice. Davies es un empirista y funcionalista: su tesis central es “que el trabajo social sólo puede ser comprendido observando lo que éste hace y después reflexionando sobre la contribución que hacen estas actividades a la forma en que la sociedad funciona” (ibid., p. 5). Esto le lleva a desarrollar su “teoría del mantenimiento” Aquí, el trabajador social contribuye:

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Al mantenimiento de la sociedad ejerciendo el control sobre los miembros desviados y asignando los recursos escasos de acuerdo con las políticas marcadas por el Estado pero implementadas sobre una base individual. Mantienen a los miembros en la sociedad ejerciendo e1 control, asignando recursos y proporcionando una amplia serie de estrategias de apoyo (ibid., p. 30).

El resultado es un modelo de práctica de consenso en el que el trabajador social actúa para mantener a la sociedad y a sus miembros en un estado relativamente estable. El libro, conforme con su subtitulo, guía al trabajador social en su trabajo de una forma práctica y positiva, realista y honesta. Davies afirma, en la que quizás sea la frase más citada del libro, que “los trabajadores sociales son los mecánicos de mantenimiento que engrasan las ruedas interpersonales de la comunidad” (ibid., p. 28).

Teorías ConductistasMientras las teorías de sistemas emplean como analogía el mundo natural para el mundo social, una técnica que encuentra modelos útiles para la comprensión de la realidad, los conductistas “tratan al mundo social exactamente como si fuera el mundo natural; tratan a los seres humanos como máquinas u organismos biológicos y a la estructura social como si fuese una estructura física” (Burrell y Morgan 1979, p. 102).En sus formas más extremas, la gente es tratada como cualquier organismo natural. La dimensión subjetiva es considerada como totalmente irrelevante. los conductistas puros, por ejemplo, no ven ninguna necesidad de prestar atención a nociones como propósito humano, el inconsciente o cualquier otra quimera “especulativa” o “metafísica”, para desentrañar la conducta humana. Los científicos sociales buscan comprender cómo tienen lugar ciertas conductas humanas, por qué persisten y, si es necesario, cómo pueden modificarse.Más generalmente, todas las teorías que pretenden identificar las leyes psicológicas universales (la ciencia natural termina con el espectro psicológico), funcionan con presupuestos similares sobre la naturaleza de las personas. La teoría conductista es, a su manera, la más rigurosa científicamente, pero muchas psicologías basadas en Freud son igual de deterministas y de científicas en sus aspiraciones.Los trabajadores sociales se han mostrado bastante interesados en la psicología con pretensiones científicas. Las teorías psicoanalíticas han tenido bastante influencia entre los trabajadores sociales durante cincuenta años. Su estilo profesional posee muchas características de la práctica médica, Los trabajadores sociales diagnostican problemas y tratan a sus clientes. La trabajadora social es la experta; ella es la que más sabe. Sabe cuál es el problema y la forma mejor de enfrentarse a él. La conducta problema indica un estado “patológico” que, si es tratado, puede devolver al individuo a un “funcionamiento sano”. Los programas de modificación de conducta, el método de resolución de problemas basado en la psicología del yo post-freudiana y el casework centrado en la tarea comparten la idea de que hay un fallo, una conducta problema que hay que recomponer y, una vez reparada, el individuo puede recuperar un funcionamiento social normal apropiado

No es difícil comprender el atractivo que posee este enfoque general para el trabajo social. Exige de quienes controlan los recursos del trabajo social que puedan demostrar su eficacia para cambiar la conducta de la gente que tiene “problemas” cambios que son más fáciles de constatar por medición externa que do otra forma. Las severas explicaciones económicas y de la “ciencia dura” llegan a adquirir algo de relieve en trabajo social después de muchos años de complicadas, blandas y confusas explicaciones (Leonard 1975, p. 328).

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Como ya hemos dicho, existe una enorme cantidad de teorías basadas en el mismo paradigma. Con todo, los presupuestos básicos sobre la naturaleza humana, los métodos considerados más adecuados para el estudio de la gente y su sociedad y la naturaleza de ésta, varían muy poco en las diferentes teorías “funcionalistas”.En las secciones que siguen sobre el proceso del trabajo social, es preciso aún retener la división entre teorías conductistas y de sistemas. Aunque ambas reconocen los estados patológicos, varía la forma de identificar el mal funcionamiento. Mientras las teorías conductistas sitúan las dificultades en el individuo, las teorías de sistemas consideran el sistema en su conjunto como parte del problema. Ambas teorías pretenden que las cosas vuelvan a su funcionamiento apropiado y a un estado de equilibrio, pero difiere el lugar de intervención.Definir el problema: la gente con problemas y la gente como problema“El paradigma admite que algunos problemas sociales tengan raíces estructurales”, estiman Whittington y Holland (985, p. 35), “pero hace hincapié en que otros muchos proceden del infortunio, de la tragedia humana y de la incapacidad personal”. En efecto, en muchas posturas teóricas, la causa del problema es claramente identificada como una patología individual, a menudo de origen psicológico. Si nos trasladamos al campo sociológico, la socialización incompleta es definida como un problema. “Asi”, continúan Whittington y Holland:

La incapacidad de desempeñar adecuadamente los roles de alumno, patrón (sic), cónyuge, padre o responsable, ciudadano observante de la ley, puede considerarse como el resultado de fallos en el proceso de aprendizaje e internalización de la reglas, valores, destrezas y formas de conducta (ibíd.. p. 36).

De forma que el mundo de los clientes del trabajo social se divide entre quienes tienen problemas y quienes son problemas.Sin embargo. es posible también contemplar los problemas en términos del funcionamiento adecuado de un sistema. En lugar de ver al individuo con problemas aisladamente, el problema se considera como una propiedad del sistema en su conjunto. Las relaciones entre las partes de un sistema pueden provocar presiones, tensiones y estrés en una unidad individual cuando ésta experimenta demandas del resto del sistema. Por ejemplo una aparentemente inocua reducción en la frecuencia del cobro de la renta por parte del Departamento de la Vivienda, que tiene como objeto el ahorro de dinero (considerado como una buena idea), tiene un efecto inesperado en un número cada vez más grande de inquilinos que incurren en importantes atrasos de pagos. Sólo después de un rápido incremento de las amenazas de desahucio, se hizo evidente que los asalariados con salarios semanales y quienes reciben rentas estatales, no llevaban un estilo de vida que les permitiera acumular grandes sumas de dinero para pagar una abultada renta mensual.Los terapeutas de familia han sido entusiastas usuarios de la teoría de sistemas. Muchos de ellos prefieren tratar a todos los miembros de la familia como parte de un sistema familiar que funciona como un todo. La conducta es una parte del sistema, sea la tensión en el matrimonio, que puede afectar la conducta en cualquier parte del sistema, sea un niño que se vuelve introvertido y pasivo. Las dos sub-unidades del sistema deben ser consideradas en el contexto del funcionamiento de conjunto. Más que hablar de individuos “enfermos”, el terapeuta familiar prefiere pensar en términos de procesos de inadaptación familiar.

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Explicación y evaluación: diagnóstico y análisis racionalLa fase de evaluación busca identificar dónde funciona mal el sistema o qué está causando la conducta indeseable. El práctico busca lo que está yendo mal. pretende dar cuenta objetiva de lo que está causando la conducta problema Para ello observa, acopia hechos y recaba información. Esto le capacita para hacer un diagnóstico de lo que está mal y dar una explicación de lo que lo está causando. Una vez. diagnosticado el problema, entonces puede prescribir un tratamiento - las cosas que tiene que hacer para remediar el problema.La explicación puede ser compartida con el cliente (como hace el conductista), o se le puede ayudar a que aprecie la explicación del experto cuando consigue comprender sus dificultades (que es lo que proponen los freudianos). Sin embargo, en ambos casos, es la trabajadora social quien establece la explicación Ella es la experta que sabe lo que está ocurriendo y puede o no hacer partícipe al cliente de este saber.El teórico de sistemas, o analista de sistemas como le llamamos en esta sección, considera que es el funcionamiento inadecuado del sistema la causa de los trastornos del individuo. ‘‘La teoría de los sistemas sociales”, escribe Whittaker (1974, p. 89), trata de la forma en que diversos sistemas sociales tales como la familia, los pequeños grupos, las organizaciones, las comunidades y las sociedades son creados y. mantenidos o cambiados”. Los trabajadores sociales aprenden a determinar la forma en que se relacionan las diferentes partes de un sistema y cómo la conducta de una parte afectará al comportamiento de otra. Por ejemplo, una evaluación será más útil si se conoce que el desmantelamiento de una guardería local, junto con la ausencia de cualquier otra cercana, perjudica la vida de las madres en el hogar con niños pequeños que habitan en pisos altos. No solo permite una explicación más plausible de su estado depresivo, sino que sugiere que el objetivo a cambiar es el sistema de recursos y servicios y no el psiquismo de una madre presa del estrés.

Objetivos: mejora y mantenimientoFundamentalmente, el objetivo en cada caso es conseguir que el individuo o el sistema social vuelvan a tener un funcionamiento apropiado, sano y armónico. Es malo para el individuo y para el bienestar de la sociedad en su conjunto sentirse incómodos los unos con los otros. Esto podemos apreciarlo en los ejemplos que siguen.Los cuidados de una joven madre a su bebé, son evaluados como deficientes y posiblemente perjudiciales. El objetivo es mejorar su competencia como madre. Al hacer esto, reducimos los riesgos para el bebé. Otro ejemplo es el del trabajo con un delincuente cuyo objetivo es que deje de cometer más crímenes. Ponerse como objetivo el cambio de la política del Departamento de la Vivienda ayudaría a romper los guetos en los que se concentran los inquilinos con varios alquileres sin pagar, baja moral y propensión al crimen. El efecto de esta situación sobre los niños bajo protección estatal es muy perjudicial. La socialización deficiente les lleva a portarse mal y a convertirse en un problema social.No es sorprendente que el objetivo de los teóricos de sistemas sea restaurar el sistema para que funcione con un orden adecuado. Los sistemas que funcionan mal, sean familias, grupos o comunidades, son ineficaces, ineficientes y tienen tendencias desintegradoras, con gran coste social. La prevención de tales disfunciones es la meta del teórico de sistemas.Los objetivos de los funcionalistas comienzan siempre con frases tales como; evitar que cometan más delitos.”, “mejorar su funcionamiento social ...”, “mejorar sus habilidades para criar hijos-..”, “curarle de su problema con la bebida

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Métodos: tratamiento. Apoyo y tratamientoA pesar de que las técnicas empleadas varían desde premiar una conducta deseada hasta -alentar la introspección para encontrar el origen emocional de la vida desastrosa que uno lleva, todos los métodos buscan ayudar al individuo a cambiar para que viva más aceptablemente en su entorno social.En todas las escuelas teóricas, la práctica (trabajadora social) es una experta. Ella es quien identifica lo que falta. Aplica su conocimiento objetivo y su calidad de experta para arreglarlo. A ella le compete decir lo que se ha de hacer- Como una científica, la trabajadora social sabe cómo funcionan las personas. Explica las circunstancias que causan los problemas. Mientras el mecánico de coches recomienda reemplazar una bujia sucia, la trabajadora social aconseja a la madre que responda más abierta y afectivamente a su hija dificil. Mientras el dietista prescribe limones para el paciente con problemas intestinales, la trabajadora social recomienda a una esposa infeliz comprarse ropa nueva y ser más lanzada sexualmente si quiere hacer revivir un matrimonio moribundoEn el caso del teórico de sistemas, la explicación de cómo funciona un sistema proporciona unas pistas muy claras de lo que se ha de arreglar si algo funciona mal. Ya hemos dicho que un cambio en una parte del sistema puede producir o bien un cambio en el sistema en su conjunto o en otra parte cualquiera del mismo.Los trabajadores sociales facilitan a menudo la mejora del sistema lubricando el motor. 1-lacen de mediadores entre las partes. Restablecen las canales de comunicación que se han bloqueado para que todas las partes puedan tener conciencia de lo que está ocurriendo. Los trabajadores sociales llevan segmentos de información de un grupo a otro, Por ejemplo, si los médicos y los pacientes. en la sala de un hospital, no se comunican adecuadamente cntre ellos, la información relativa al funcionamiento básico del sistema se pierde. El fallo en las comunicaciones altera el funcionamiento eficaz del sistema. Foster (in Pincus y Minahan 1973, pp. 300-8) nos recuerda que, en la mayoría de los escenarios médicos, ayudar a los pacientes ya sus familias a superar los problemas derivados de la enfermedad facilita la recuperación o, en el caso del enfermo terminal, permite a los implicados afrontar las consecuencias y explorar las implicaciones de una muerte inminente. En el caso que describe la comunicación entre médicos y pacientes era totalmente ijadecuada. La información no fluía. Los pacieotes, aunque estuviesen recelosos, no cran informados. La trabajadora social intervino en el sistema. Escuchó las impresiones y las ideas de los pacientes e informó a los médicos y a las enfermeras de ello. Era evidente que para que los pacientes pudiesen superar su difícil situación, sus sentimientos debían ser comprendidos. Debían tomar parte en el proceso de toma de decisión que afectaba a sus propias vidas. A través de la mediación, abriendo los canales de comunicación bloqueados y modificando los prejuicios mantenidos por las partes, la trabajadora social llevó a cabo una meiora básica en un aspecto crítico del funcionamiento hospitalario.ConclusiónEl trabajo social, que consiste en tratar con gente y situaciones, se sirve de una serie de teorías. Ya hemos mencionado la teoría de sistemas y la escuela de métodos integrados, pero en este momento las dejo de lado. he elegido el psicoanálisis y el conductismo como las dos teorías que creo ilustran mejor la influencia del pensamiento sobre la práctica en este paradigma.La tradición psicoanalítica en trabajo social ha sido larga, sutil e imposible de ignorar. Aunque su momento culminante haya pasado, mucha de su sabiduría ha entrado en el alma del trabajo social y no siempre somos conscientes de su profundo legado.

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El trabajo social conductista, sin embargo, se encuentra aún en su fase ascendente. Hay quienes creen que los trabajadores socia1es deben ser como los médicos, gente que utiliza la ciencia. El único candidato que realmente tiene credenciales científicas es el trabajo social conductista. Si las trabajadoras sociales quieren ser eficaces. han de encontrar remedios eficaces. Los métodos rigurosos y exactos de la ciencia, ayudarán a los trabajadores sociales a identificar los procedimientos de tratamiento que remedien la conducta.En 1980, Brewer y Lait lanzaron ataques furibundos a las trabajadoras sociales por su ineficacia. Otras opciones teóricas tendrán algo que decir sobre si el trabajo social tiene algo que hacer en la cura de los estados patológicos de los individuos o si, incluso, es una forma correcta de ver las cuestiones del bienestar. Sin embargo, Brewer y Lait recomiendan a los trabajadores sociales que se conviertan en científicos si quieren sobrevivir como profesión. conductista”, es su consejo exacto. Sólo el conductista posee la 0bjetividad científica que es el verdadero camino hacia la eficacia.

2.- Los buscadores de sentido

InterpretativismoEl mundo social, según aquellos que tienen inclinaciones humanistas, sólo puede ser comprendido subjetivamente. Tenemos que saber cómo son las cosas desde el punto de vista de los implicados. Tienen que ser tenidas en cuenta sus ideas y su intención. El énfasis en las experiencias subjetivas de la gente desestima el interés por las características estructurales más amplias de la sociedad, No obstante, se encuentra implícito en el paradigma que las cuestiones sociales se conducen de una manera regular y ordenada. Los intercambios humanos se producen dentro de los ritmos establecidos de una sociedad estable.Los teóricos de esta tendencia asumen, por tanto, una sociología de la regulación. Se dice muy poco sobre la sociedad como un todo. La tarea principal, pues, consiste en interpretar acciones y expresiones intentando calibrar cómo aparece el mundo para el sujeto. Siendo éste el rasgo distintivo de este grupo de teóricos, aún necesitamos decir algo más sobre la cuestión de la subjetividad.El espiritu humano es libre. La gente actúa de manera intencionada, no limitándose simplemente a comportarse. Tienen un propósito. Ni la biología ni el entorno social determinan necesariamente lo que hacen. El efecto de todas estas acciones individuales es crear situaciones sociales. De la interacción social surge el mundo social.Las personas imponen su propio orden y significado a los acontecimientos. Una de las capacidades más destacadas de la mente humana es la de estructurar sus propias experiencias. Las situaciones y las circunstancias significan algo. La gente tiene ideas sobre lo que ocurre. No responden pasivamente a fuerzas impersonales. Las ideas que tiene la gente sobre lo que ocurre a su alrededor, forman parte de la situación social en la que se encuentran. Esta es la razón de la importancia que adquiere el intentar comprender cómo se ve el mundo social desde el punto de vista de aquellos que lo componen. No es bueno imitar a las ciencias naturales. No existen leyes inmutables de la conducta humana. La gente crea activamente su mundo y a ellos mismos en él. El estudio objetivo de la gente no nos dice nada de sus esperanzas, sus planes o sus sentimientos, Tenemos que encontrar la forma de ver las cosas desde su punto de vista. El significado humano es considerado como la materia básica de la ciencia social.El resultado de este presupuesto fundamental sobre la naturaleza de la realidad social, es una definición distinta de lo que es el conocimiento para el conductista y para el teórico

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social. Si la realidad es una construcción social, la tarea del científico social consistirá en comprender la experiencia subjetiva. El significado subjetivo de la acción social ha de ser interpretado por quienes desean dar sentido a la gente y a su sociedad. Hablando de una corriente particular del interpretativismo, Burrel y Morgan (1979) la definen como:

La manera en que la realidad social refleja un equilibrio precario de los significados compartidos intersubjetivamente, que son continuamente negociados, apoyados y cambiados a través de la interacción diaria de los seres humanos individuales, La realidad social es, para ellos, reafirmada o recreada en cada encuentro social (p. 253).

Ya se ha insinuado que una realidad construida socialmente requiere para su examen unos métodos muy diferentes a los que se encuentran en las ciencias naturales. Las personas no pueden ser estudiadas como si fuesen objetos, de la misma forma que cualquier otro objeto del entorno. El investigador social tiene que comprender el significado subjetivo. Es esencial captar la experiencia del otro,Alfred Shutz (1899-1959) desarrolló gran parte de las reglas básicas de la sociología interpretativista. Pensaba que la tarea principal de la ciencia social era comprender el mundo social desde el punto de vista de quienes viven en él, utilizando las construcciones y explicaciones que son inteligibles en términos de interpretaciones de sentido común de la vida cotidiana, Los teóricos que se incluyen en este paradigma quieren, por encima de todo, captar el significado de la comprensión que tiene la gente de sus experiencias cotidianas y de cómo esto afecta a su forma de actuar y sentir ante los demás.Utilizan para ello una variedad de métodos. Algunos adoptan el estilo de vida de aquellos a quienes estudian, esperando poder así experimentar su mundo directamente Otros preguntan a la gente cómo ven ellos las cosas, qué esperan conseguir qué resultado obtienen. Las observaciones cercanas de lo que realmente hace y dice la gente en situaciones particulares ayudan a explicar cómo se construyen las realidades sociales y cómo evolucionan. Pero, sea cual fuere el método, el objetivo general es captar el significado subjetivo. Si se pierde el significado sólo quedan una serie de observaciones sin color que no dicen nada de interés social. Sería como describir la obra de Cézanne en términos de las características del proceso de secado de la pintura al óleo o de la frecuencia de la distribución de los colores utilizados. El resultado, en términos de arte y creatividad, carece de sentido.El impacto de este enfoque y su examen de la realidad social ha traspasado la superficie de las ciencias sociales y de la conducta. Ofrece un alegato en favor de la calidad y no de la cantidad, de la experiencia y no de la medida. Esto tiene claras implicaciones para los trabajadores sociales y su práctica. La forma en que se ve al cliente depende en gran medida de lo que el trabajador social quiere saber, comprender y hacer. Dos grandes líneas interpretativas han recorrido el trabajo social. La primera corresponde al enfoque centrado en el cliente, que se deriva de las psicologías humanistas. La segunda, al trabajo de los ‘interaccionistas”, resultado de la influencia de la fenomenología en la sociología.

Enfoques centrados en el clienteEl respeto al cliente, la valoración de su visión de los acontecimientos, el permitirle explorar sus propios significados ha gozado de una gran popularidad entre los trabajadores sociales. La mayoría de entre ellos se consideran “no directivos”. Es decir, creen que siguen la visión que tiene el cliente de sus problemas y necesidades. Ayudarle

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a explorar sus propios sentimientos, percepciones y significados es en sí mismo terapéutico y beneficioso.Psicólogos como Carl Rogers y George Kelly, ven al individuo mejor situado para comprenderse a sí mismo que lo pueda estar cualquier experto externo Esto contrasta fuertemente con la posición de freudianos y conductistas de los que Bannister (1966) ofrece la siguiente caricatura

Las teorías psicoanalíticas parecen sugerir que el hombre es básicamente un campo de batalla. Es un sótano oscuro en el que una soltera bien educada y un mono obsesionado por el sexo mantienen un eterno combate a muerte, desempeñando la función de árbitro un empleado de banca nervioso. Por su parte, la teoría del aprendizaje parece sugerir que el hombre es una pelota de ping—pong con memoria (p. 21).

Rogers y Kelly están interesados en la persona en su totalidad. Para ellos las personas no se ven impelidas por deseos interiores o controladas por su ambiente, sino que en todo momento tratan activamente de dar sentido a su experiencia (Peck y Whitlow 1975, p.38).Los trabajadores sociales intentan comprender y compartir la situación del cliente, El establecimiento de un clima de confianza y calor humano permite que el cliente se sienta lo bastante seguro como para encarar sus propias acciones. Recupera la responsabilidad sobre sus sentimientos y su conducta. De nuevo puede hacerse cargo de su propio futuro y de su destino. Como dice Whittaker (1974, p. 100), “el objetivo de la terapia es la consecución por parte del cliente de un firme sentido de integridad y una plena experiencia de libertad y autonomía’’.Aunque el enfoque centrado en el cliente proviene de la psicoterapia inspirada particularmente en Rogers, entusiasma a los trabajadores sociales. La relación entre cliente y trabajador social es considerada como lo más importante. Debe poseer las cualidades de autenticidad, empatía y calidez. Tenemos capacidad de elegir libremente y, con la ayuda y el interés de los otros, podemos formar nuestras propias vidas, libres de las ansiedades que nos refrenan y oprimen.Forjado inicialmente en la asistencia individual, el enfoque centrado en el cliente ha sido posteriormente utilizado con familias y pequeños grupos. Es atractivo para los trabajadores sociales porque les dice cómo tienen que ‘‘ser’’ cuando se ‘‘relacionan’’ con los clientes. Interesa a la actitud humanista de las profesiones ‘‘de ayuda’’. Sobre todo, no sólo propone un estilo de trabajo al práctico, también le informa sobre el resto de su vida social. Es más una filosofía que una simple teoría aplicada. Se utilizan los métodos ‘‘experienciales’’ de relacionarse, aprender y trabajar. Se valora el significado subjetivo y la importancia de los sentimientos. Para que existan unas relaciones buenas y abiertas con clientes y compañeros, se requiere que se reconozcan y compartan los estados subjetivos. Debemos prestar atención a la experiencia de los otros y los otros deben sentirse cómodos consigo mismos y con nosotros.En palabras de Halmos, todo esto viene a ser un “acto de amor”, sentimientos que Butrym (1976) resume amablemente como sigue:

Los principios fundamentales que se encuentran detrás de estas consideraciones son la primacía del amor sobre la ciencia y la tecnología y, por tanto, la eficacia de la “terapia relacional” por encima de cualquier otra forma de intervención humana en los problemas humanos; principios que se derivan a su vez de una visión de la naturaleza humana como algo que se está continuamente haciendo y que es capaz de desarrollo y mejora por oposición a una orientación más determinista (p. 27).

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Ya he mencionado anteriormente a Carl Rogers. No obstante, ha sido tan penetrante su influencia en las profesiones de ayuda, y en particular en trabajo social, que necesita una atención más detallada.Freud consideraba esencialmente a las personas como organismos determinados biológicamente Su visión de la naturaleza humana era pesimista En lo fundamental, sus cualidades brutas han de ser mantenidas a raya. América, sin embargo, es una tierra ajena a esta psicología pesimista. Rogers simplificó bastante el asunto añadiendo dosis generosas de optimismo y esperanza a la condición humana. Para éste, el principal impulso humano es hacia la autorrealización La gente posee un enorme potencial positivo para llegar a ser más plenamente humana.La terapia, la ayuda, el consejo o como se quiera llamar, se reduce a hablar. Las personas en todas las partes, buscan a otras personas para que oigan sus problemas. Y, detrás del oído que escucha, hay amor, autenticidad. empatía y calor. Ayudar a los otros no es nada complicado, ni intelectual ni técnicamente Realmente no se trata sino de la vieja bondad humana que, si hay suerte, gana ese día. Por supuesto que para que esto ocurra tenemos que permanecer en contacto con nuestras emociones, con nuestra experiencia con nuestra intuición. Debemos fiarnos de nuestros sentimientos instintivos y no tener miedo de expresarlos. La experiencia es la guía más importante para acceder a lo real. En la literatura de esta escuela hay un fuerte anti-intelectualismo que los trabajadores sociales acogen con satisfacción.A partir de su desilusión con el psicoanálisis Rogers desarrolló una práctica que pone del revés la mayoría de las técnicas basadas en Freud. El terapeuta no es un experto. El cliente es quien realmente sabe lo que va mal, lo que necesita explorar y lo que hay que hacer. La relación entre el cliente y el trabajador social es de una importancia crucial. De hecho, Clare (1981, p. 37) opina que la terapia es menos un conjunto de técnicas que un sistema de valores, una filosofía de la vida. El terapeuta ha de escuchar con sensibilidad para poder penetrar en el mundo del otro. Para ello es de gran ayuda que el trabajador social aprenda a servirse de la experiencia, de lo que sucede, y no se pierda tras las lentes borrosas del intelectualismo que no hacen sino incrementar la distancia entre el trabajador social y lo que sucede. Así es como Luborsky y sus colaboradores describen el significado que para el cliente tiene la terapia rogeriana:

Una exploración de sus sentimientos extraños, desconocidos y peligrosos es posible sólo porque se da gradualmente cuenta de que es aceptado incondicionalmente. Así se familiariza con elementos de su experiencia que en el pasado habían sido rechazados de su conciencia por ser demasiado amenazantes, demasiado dañinos para la estructura del yo... Y cuando vive esta diversidad de sentimientos, descubre que está teniendo la experiencia de sí mismo, que él es este conjunto de sentimientos, Encuentra que su conducta cambia de forma constructiva en consonancia con su nueva experiencia de si mismo, Llega a la conclusión de que ya no necesita temer lo que la experiencia pueda procurarle. sino que puede recibirla libremente como una parte de su yo en proceso de cambio y desarrollo (citado en Clare 1 9X 1, p. 41).

Clare, psiquiatra, fue a California y se encontró con Rogers. Clare reduce el omnipresente atractivo de las terapias centradas en el cliente, a su visión simple, cómoda e incluso sentimental e ingenua de la naturaleza y de la condición humana. Cree que suprimen todo el trabajo duro de lo que es vivir y luchar para hacer frente a las situaciones. Parecía inevitable que América en general y California en particular, fuesen el caldo de cultivo de las primeras psicologías del desarrollo personal.

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Trabajo Social interaccionistaEl brebaje aquí tiene menos espuma. Hablar es menos una ‘‘relación” que una “interacción”; menos el sentimiento de amor que una necesidad metodológica de empatía. No obstante, los ingredientes básicos del paradigma están todos presentes. Se considera que la gente actúa movida por un propósito. Sus acciones tienen en cuenta lo que los otros dicen y hacen. Se hacen interpretaciones de lo que sucede. Se imponen significados. Las situaciones se definen en el interior de las interacciones que se producen entre las personas y la realidad social obtiene de ahí su significado. La gente actúa con un propósito, pero actúa sobre la base de lo que cada uno cree que es.Quizás el concepto más interesante que surge de esta escuela teórica, al menos en lo que respecta a los trabajadores sociales, es el de etiquetado [labelling]. El proceso mediante el cual ciertos tipos de acciones son etiquetadas como desviadas o anormales posee un gran atractivo. Es de crucial importancia la “reacción de la audiencia” a un “acto desviado” (Roche 1973, p.223). Se subraya que la acción de una persona es desviada sólo porque otras personas deciden definirla como tal. Whittington y Holland (1985) ofrecen un resumen conciso de los principales rasgos de la teoría. Dicen que:

La noción de una auto-identidad construida socialmente es...significativamente en el acercamiento interaccionista a la enfermedad mental. a la discapacidad mental, al crimen, al uso de drogas duras, al abuso infantil y otros problemas sociales que son considerados colectivamente, por supuesto. como “desviaciones”. Esta corriente se concentra en el proceso mediante el cual la gente es etiquetada como desviada, sus reacciones ante esta etiqueta y las reacciones del etiquetador y de los demás, Es este análisis, ‘los grupos sociales crean la desviación, estableciendo las reglas cuya infracción constituye la desviación’... Una vez etiquetados, encontrarán otras respuestas que se ajusten a esa etiqueta y se espera que respondan de acuerdo a ella, Un complejo proceso social produce gradualmente una redefinición del yo, una reorganización de la conducta de acuerdo a la identidad desviada (p. 39).

El análisis tiene implicaciones sugestivas para cada una de las etapas de la práctica del trabajador social. Los clientes no son “medidos” con arreglo a una norma conductual o psicológica. Por el contrario, sus experiencias han de ser comprendidas, ha de ser apreciado el significado de sus actos. El trabajador social, por tanto, se interesa principalmente por entrar en el mundo del cliente y desde él mirar hacia fuera, y no quedarse fuera y limitarse simplemente a mirar hacia dentro. Los significados se generan dentro de un contexto social particular, como el matrimonio, la familia, la escuela o un proceso legal. Aprendemos también a conocernos y comprendernos a nosotros mismos en estas situaciones sociales íntimas. Nuestra realidad, por tanto, se construye socialmente. Si podemos cambiar la construcción, alteramos el significado y si alteramos el significado, cambiamos la experiencia. Por tanto, la visión del otro ha de ser atendida comprendida. Al apreciar el significado del otro, el trabajador social ayuda al cliente a reconocer, valorar y hacerse dueño de su propia experiencia, Esto da lugar a la autenticidad que conduciría al cliente a la recuperación de la responsabilidad sobre sus propios actos. En la práctica, esto da un aroma subjetivo característico a cada una de las fases del proceso del trabajo social.

Definir el problema: ¿un problema para mí o un problema para ti?Los autores en este campo, tienden a hacerse las grandes preguntas sobre la vida: ¿Quién eres tú? ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué significa todo esto?. Los clientes son personas que se sienten angustiadas por su identidad y sus propósitos. Estos problemas “existenciales” crean ansiedad y esta ansiedad se produce normalmente en la relación

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con otras personas (marido, hijos, amigos). Por tanto, lo más importante es descubrir cómo define el problema el cliente, qué significa para él, qué hace al respecto, si es que hace algo. El concepto de problema, pues, permite al trabajador social ser más sensible al “estado de la existencia” normal y actual del cliente (Goldstein 1984, pp. 282-3) Para muchos clientes, particularmente aquellos que buscan consejo, existe la necesidad de conocer y articular lo que les está pasando. El solo hecho de hablar a un oído que sabe escuchar, hace maravillas. Este puede ser, por supuesto, un prerrequisito para hacer algo al respecto, pero lo más importante para el individuo es explorar y eventualmente localizar el problema tal como él o ella lo ve.El concepto de yo es el de un cuerpo con un propósito potencial, reflexivo y autodeterminado. La gente “es capaz de redefinir y resolver los obstáculos que bloquean el camino hacia una existencia más satisfactoria y segura” (ibid., p. 5). En el enfoque humanista, la mitad de la tarea consiste en hacer que el cliente sea capaz de enfrentarse a la verdadera naturaleza y proporción de sus dificultades. Si se consigue esto, se está en buena disposición para seguir con la fase siguiente. En este punto, el cliente ordena sus opciones. Una vez que ha elegido, asume inequívocamente la responsabilidad sobre la dirección en la que van a dirigirse a sí mismo.Conviene señalar que en las prácticas centradas en el cliente, la responsabilidad del cambio, a diferencia del determinismo materialista con que nos encontramos en el trabajo socia marxista, recae en el individuo. “El hombre no es sino lo que él hace de si mismo. Este es el primer principio del existencialismo” (Sartre, in Kaufinan 1957, p. 289). El desafío existencial consiste para él en hacerse cargo de su propia vida e imponerle un sentido a la misma. Necesita un propósito. No debe permitirse a sí mismo convertirse en pasivo, indefenso ante el empuje de los acontecimientos. Esto sería un caso de mala fe. Dentro de cada cual existe la capacidad de asumir el control de la propia vida. Corresponde al trabajador social ayudar a este fin.El discurso de los interaccionistas no está muy lejos de esto. Consideran que para muchos clientes, la experiencia de ser etiquetados como problema forma parte del problema. Cuando alguien es remitido a un trabajador social como un problema, éste debería decir: “,Problema? ¿Quién lo dice?” ¿Qué es lo que hace que la conducta de un cliente sea descrita por otras personas, generalmente en una posición de poder vis a-vis del cliente, como delincuente, enfermo mental o peligroso? Es muy importante para el interaccionista que quede claro cómo ven las cosas los participantes claves: qué significado tienen el cliente y su conducta para sus padres, para la policía, la escuela, la justicia, los servicios sociales y, ante toda, para el propio cliente. Al final de esta exploración debería surgir un perfil del problema y de su significado para quienes están involucrados. Debería también quedar claro lo que espera que suceda cada participante. La trabajadora social se encuentra a menudo en el centro de una red de demandas contradictorias. Esta necesita tener absolutamente claro quién espera qué de quién.

Explicacion y evaluación: comprender la experiencia

Hay que resaltar dos aspectos sobre la fase de evaluación para quienes tienen sus raíces teóricas en este paradigma. La primera es sencilla. La trabajadora debe estar alerta al proceso mediante el cual los problemas llegan a identificarse, mantenerse e, incluso, amplificarse y cómo es experimentado esto por el cliente. La segunda consiste en saber cómo ha sido recogida la información que permite tales explicaciones. Los subjetivistas necesitan conocer a su sujeto: así, el proceso d evaluación debe asegurar que la postura del cliente ha quedado comprendida.La descripción de Halfpenny del “interpretativismo” es útil a este fin:

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En el enfoque iaterpretativista, ‘comprender las acciones e interacciones de la persona en cuestión, mediante la captación y comprehensión de los conceptos culturales apropiados que conducen su vida social, es la forma de llegar a una explicación (p. 808)

A diferencia de los prácticos científicos que se acercan a sus clientes con un modelo de objeto—a—objeto, los interaccionistas se definen a sí mismos en una relación con sus clientes de sujeto a sujeto. El conocimiento se obtiene a través de la participación, no de una observación distanciada. Denzin (1970) da un consejo claro a quienes deseen ser interaccionistas que podemos transferirlo al trabajo social. El evaluador debe intentar ver el punto de vista del cliente. Debe entrar en él e intentar penetrar el mundo subjetivo del cliente. Debe mostrar cómo surgen los significados en el contexto de la conducta. En la medida de lo posible, la trabajadora social debe recoger sus observaciones de situaciones que “suceden naturalmente’’ -en la casa, en la escuela, en el club juvenil. La trabajadora social no reclama un conocimiento superior. Valora la relación de acontecimientos proporcionados por el cliente. Este es su punto de partida. El objetivo es comprender la experiencia de los otros, respetarles y creer que una verdadera apreciación del punto de vista de los otros es la única base para una práctica humanista. La trabajadora social procura comprender cómo se ve a sí mismo y cómo define su situación el paciente. todo esto contrasta con el enfoque científico, positivista que pretende explicar la conducta, predecirla y.. después, controlarla.La evaluación debería llegar a describir el problema y, aun más importante, detectar para quién es un problema. Debería examinar el contexto en el que el “problema” o la “necesidad” adquieren significado, así como considerar si las dificultades se apoyan en actos tales como el poner una etiqueta. Esto debería permitir juzgar si las dificultades están relacionadas con la persona que ve el problema o con la persona que es vista como problema.Al final de la etapa de evaluación, el cliente y el trabajador social juntos deberían ser capaces de responder a la mayoría de las siguientes preguntas: ¿Qué pasa? ¿Por qué ahora? ¿Cómo ha surgido? ¿Qué tratas de hacer al respecto? ¿Cómo se comportan los demás respecto a ti y a tu problema? ¿Cómo te afecta esta conducta? Finalmente, ¿qué es lo que se ha de hacer?En términos generales, el objetivo es llegar al mayor entendimiento posible entre todos los participantes. de forma que se reduzcan las diferencias de percepción y expectativas. Si todos comienzan poniéndose de acuerdo sobre el significado de la situación, quedará menos lugar para la confusión, menos oportunidad de proyectar y fantasear sobre el otro. En la práctica, esto implica a menudo una preparación para poder redefinir el problema y el mecanismo que rige el problema. Si cambian las definiciones, también lo hacen las interpretaciones y las respuestas disponibles. Los interaccionistas, par ejemplo son más partidarios de cambiar los “procesos” en lugar de a la persona. Si ser aplastado por la eterna maquinaria del proceso legal sirve sólo para intensificar el carácter desviado de una persona, entonces lo sensato sería cambiar la maquinaría del proceso legal.Los humanistas generalmente se oponen al concepto de tratamiento hacer algo a alguien. Si hay que hacer algo, esto debe hacerse en común. El diagnóstico se convierte en evaluación compartida. De esta forma tenemos lo que ha sido denominado como ‘‘paradigma del no tratamiento’’ (Bottoms y McWilliams 1979). El objetivo es ayudar, no curar.Métodos: la comunicación de la comprensiónEntonces, ¿cómo se alcanzan estos objetivos? De nuevo Wittington y Holland (1985) ofrecen un agudo resumen, aunque tienden a confundir evaluación, objetivos y métodos:

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Las diferentes expectativas y definiciones del problema deben ser clarificadas, la comunicación ha de ser mejorada y la confusión reducida. La versión del cliente no oída o mal expresada de los problemas debe ser reformulada. Deben identificarse las personas que ponen las etiquetas; deben rechazarse las etiquetas dudosas, prematuras o dañinas: y se han de renegociar las definiciones del problema (p. 39).

A veces con el individuo, más a menudo en los grupos, el trabajador social ayuda a los clientes a darse cuenta de cómo se han aplicado etiquetas e identidades a su forma de hacer las cosas. Una buena estrategia consiste en apartar al cliente de las “carreras desviadas”. Se desarrollan así alternativas a la prisión y al hospital psiquiátrico. Los niños no deben llegar a los tribunales. Más ambicioso aún, los trabajadores sociales deben luchar contra el prejuicio, donde quiera y cuando quiera que aparezca, en contra de los ancianos o discapacitados mentales. Los adolescentes negros o las madres solteras. La mayoría de los clientes del trabajo social se sienten estigmatizados. La gente ha de ser educada en sus actitudes ante aquellos grupos que son propensos a recibir la mancha del estigma. Se anima a que etiquetador y etiquetado hablen entre ellos, con la esperanza de que la comprensión mutua les lleve a una respuesta menos rígida, menos institucionalizada; de otro modo, ambos permanecerán encerrados en un abismo de actitudes hostiles recíprocas. Este enfoque “subraya la necesidad de estar seguro de que la gente que puede ser beneficiaria de estos proyectos sean participantes activos y decisores en el proceso” (Goldstein 1984, p. xii).Algunos de los mejores ejemplos de una práctica de este tipo se encuentran en el área de “alternativas al acogimiento residencial”. (Ver, por ejemplo, Pointing 1986). Los delincuentes adolescentes, que normalmente pueden ser destinados a un centro de detención o a un centro de protección de menores, son desviados de la experiencia perjudicial de la vida en una institución cerrada. En lugar de enviarlos a estos centros, se les deja en casa, aunque deben cumplir en todo momento los programas que sustituyen la sentencia judicial. No se limita a ser una alternativa no-residencial sino que está diseñada para proporcionarle una experiencia útil y constructiva. El joven adolescente puede aprender el mantenimiento de una moto o a reparar los daños de vandalismo local. Él o ella pueden desarrollar destrezas culinarias o convertirse en expertos carpinteros. El mismo grupo ofrece apoyo, consejo y comprensión. El trabajo en común enseña a cooperar y promueve la autoestima. Mientras que los centros de detención no hacen sino empeorar las cosas, las alternativas al acogimiento residencial buscan recuperar a quienes se están deslizando rápidamente más allá de las simpatías de la sociedad que los acoge.Tales programas requieren mucha cooperación y coordinación con los jueces locales, y el trabajo previo al despegue del proyecto requiere una fuerte y sensible habilidad política por parte de los trabajadores sociales. En los informes sociales, los trabajadores sociales deben decir qué es mejor evitar la acogida residencial de los adolescentes y qué es más apropiado una sentencia basada en la comunidad. Los jueces parecen impresionados por las alternativas que apuntan hacia una compensación y reparación por parte de los delincuentes. Como señala Allen (1986):

Si el objetivo de los jueces es...enseñar al joven delincuente a vivir libremente en la comunidad sin dar rienda suelta a una conducta inaceptable, es tarea de los trabajadores sociales mostrar que una enseñanza de este tipo es mucho más eficaz en la comunidad (p. 26).

El confinamiento a un lugar de acogimiento supervisado no constituye ninguna ayuda para el logro de este objetivo.

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Aun así, en el campo del trabajo con delincuentes, Adams (1985), ofrece un ejemplo claro del campo del tratamiento de mediación [IT: intermediate treatement]. Compara los dos tipos de práctica diferente de dos trabajadores sociales: una basada en la “verdad” y otra basada en el “amor”.En nuestros términos, el primero se inscribe en el modo objetivo, científico, del funcionalismo. Es un acercamiento racional que pone el acento en la razón y la necesidad de planificar y ordenar la práctica. A lo largo de los años, los trabajadores sociales IT han sido animados a pensar claramente y a actuar lógicamente Se establecen los objetivos y se idean los métodos. Todo se hace con un propósito y el propósito se establece explícitamente. Las actividades de grupo son “los medios para el fin último de reducir la posibilidad de que los chicos sean delincuentes en el futuro” (ibid., p. 399). Los programas de “tratamiento” siguen unas líneas sistemáticas en un clima orientado a la tarea como forma de curar las conductas delictivas. Este es el camino de la “verdad”.La segunda versión tiene todos los ingredientes de un absoluto subjetivismo. Aquí, la propia naturaleza del IT se considera como “una experiencia”. El camino recorrido por el grupo es mucho más importante que la planificación de su destino final. Así, recuerda Adams, “preguntada sobre la evaluación de un programa IT, una trabajadora social declaró: ‘nos lo pasamos todos muy bien’ como resultado más legítimo que cualquier impacto sobre la conducta de la gente joven que participaba” (ibid., p393) Mientras los chicos en el programa formulado racionalmente siguen la dirección y los propósitos del líder del proyecto, el trabajador social en el modelo “experiencial” sigue los deseos y las inclinaciones de los chicos. Las cosas simplemente ocurren y eso es bueno. Eso es lo que quieren los chicos. Desarrollan ideas y actividades que les beneficien El trabajador social es un mero facilitador Oye y acepta. Es intuitivo. Se valora más la expresión que el propósito Este es el camino del “amor”,Esta última ilustración se sumerge de lleno en la práctica centrada en el cliente. De hecho, para nuestro ejemplo principal, volveremos a estas aproximaciones centradas en la persona, Representan una tradición importante en trabajo social. Su atractivo para los prácticos parece ser más fuerte que nunca. El próximo capítulo, por ello, lo dedicamos a hacer una exégesis de su filosofía y de su práctica. Les gusta pintar con colores fuertes y tienen poco tiempo para los dibujos amanerados de sus primos más técnicos.

3.-. Los concientizadores1El humanismo radicalLa mezcla aquí es de humanismo y política. Se establece una estimación de la condición subjetiva del individuo dentro del marco de una sociedad en conflicto. Al igual que los buscadores de sentido, el humanista radical piensa que el individuo crea el mundo en el que vive. Sin embargo, para el humanista radical, este mundo es un lugar difícil, lleno de desigualdades. La naturaleza de la sociedad y el estado de conciencia de los individuos están críticamente relacionados.El examen de esta relación conduce a una crítica radical de la sociedad, especialmente de cómo afecta al estado anímico de la gente. Muchos de los problemas que la gente experimenta personal, psicológica y socialmente sólo pueden ser comprendidos en términos del carácter deshumanizador de la sociedad moderna. No contento con saborear la cualidad subjetiva de la vida social, el humanista radical intenta hacer algo al respecto. Su deseo es liberar todo el potencial del espíritu humano de los efectos distorsionantes de las múltiples desigualdades sociales inherentes al sistema capitalista.A partir de lo dicho, se hace evidente que las dos dimensiones de lo objetivo y lo subjetivo, de un lado, y de la conciencia del individuo y su sociedad, del otro, están

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íntimamente interconectadas. Tal vez más que ningún otro, el humanista radical deliberada y necesariamente ha de explorar el impacto mutuo de la subjetividad sobre el individuo y la sociedad. Hablar de uno es describir la condición del otro. Sin duda, expresarse así es demasiado críptico. Esto necesita elaboración, particularmente como formas de la práctica que surgen del paradigma que dirige su atención hacia la libertad de la mente humana como requisito previo para cambiar la sociedad, para humanizarla, es decir, para convertirla en un lugar apropiado para los seres humanos.Existe algo en la sociedad, sobre todo a partir dc la revolución industrial, que imita las potencialidades de sus miembros. En sus primeros escritos, Marx describía una sociedad que dominaba la vida de las personas en cada una de sus facetas. Su experiencia fue desgarrada por un sistema que trataba a la gente como partes de una maquinaria de crear capital. Las personas se alienaron de su trabajo, hasta el punto que los otros no eran más que engranajes de una rueda, alienados unos con respecto a los otros. La creación de un sistema dc producción que considera a las personas sólo como instrumentos para un fin impersonal e inhumano -la acumulación del capital- causa una profunda división en la relación entre el mundo subjetivo de los hombres y las mujeres y el mundo objetivo que crean pero que llega a oprimir y a dominar a ellos y a sus mentes.Los teóricos que han explorado el paradigma, han identificado una serie de formas de alienación. Cada forma inhibe las posibilidades del potencial humano. Burrell y Morgan (1979) mencionan cuatro, cada una asociada a un autor específico:

1 La reificación de la sociedad (Georg Lukacs)2 La noción de hegemonía ideológica (Antonio Gramsci)3 La idea de hombre unidimensional (Herbert Marcuse)4 La patología de la comunicación (Jürgen Habermas).

Entre ellos cubren un extenso campo intelectual. Cada uno describe a los hombres y a las mujeres como seres alienados de un mundo objetivo, externo que, no obstante, es nuestra propia obra. Para ellos, pagamos un alto precio psicológico. Si no nos sentimos identificados con un mundo creado por los hombres y las mujeres, somos unos extraños en nuestra propia tierra. La sociedad es el producto de la mente de los seres humanos y, aunque adopte una vida aparentemente objetiva, no obstante está hecha de proyecciones subjetivas. De esta forma, la sociedad, que es un concepto abstracto, es experimentada como algo real, concreto. Está reificada. Marx, por ejemplo:

Vio que la sociedad de su tiempo dominaba la experiencia humana; las creaciones humanas objetivadas se reflejan en los hombres como fuerza alienante, que domina su ser esencial y su naturaleza (Burrell y Murgan 1979. pp. 281-2).

Cuando la gente siente que la sociedad les oprime y les domina, sólo viven media vida. Están alienados de la noción subjetiva colectivamente compartida de una comunidad con los otros. En sociedades alienantes, el sujeto no tarda en dejar de sentirse identificado con los objetos que él o ella hacen o con la sociedad en la que viven.El poder del capitalismo no se limita a la cruda dominación material. a través de una miriada de medios, conforma el pensamiento, las ideas, los deseos y los valores de la gente. Controla sus mentes. Se filtra en su lenguaje. Colorea la calidad de sus relaciones. La gente se relaciona entre sí como si fueran objetos, utilizándose los unos a los otros, luchando unos contra otros en un mundo deshumanizado y materialista. Tan persuasivo y sutil es este clima que los hombres y mujeres no son conscientes de cómo el sistema económico distorsiona su ser esencial. En la familia, en la escuela, en el lugar de trabajo, en el mercado, en la justicia se transmite una cierta forma de pensar. Aceptamos la justeza, la normalidad, la adecuación de muchos aspectos de nosotros mismos y de la sociedad. Un control tal de la conciencia, la forma en que nos vemos a

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nosotros mismos y a los demás, es lo que se denomina “hegemonía ideológica”. En palabras de Marx y de Engels (1965):

Las ideas de la clase dominante en cada época son las ideas dominantes es decir, la clase que es la fuerza material dominante en la sociedad, es, al mismo tiempo, la fuerza intelectual dominante, La clase que dispone de los medios de producción tiene, al mismo tiempo el control sobre los medios de producción mental, de manera que, hablando en general, las ideas de quienes carecen de medios de producción mental están sometidas a aquélla (p. 60).

Burrell y Morgnan (1979) refieren su revisión de Gramsci así:La clase dominante busca siempre legitimar su poder a través de la creación y perpetuación de un sistema de creencias que subraye la necesidad de orden, autoridad y disciplina y erradique conscientemente la protesta y el potencial revolucionario (p. 289).

Bajo la mirada incisiva del teórico crítico, el alcance ideológico del capitalismo llega a todas las actividades sociales y culturales. La ciencia, la tecnología, la educación, el bienestar, el lenguaje, la vida familiar, el arte, la música y la literatura son todos presa de su influencia. El progreso técnico y la eficiencia, la lógica de la industrialización, son las expresiones por antonomasia de una sociedad civilizada avanzada, pero rechazan la humanidad de la gente y, en su lugar, dan lugar a “hombres unidimensionales”, La tecnología es una fuerza política. Ésta quiere a gente bien equipada intelectual, psicológica y prácticamente para servir a las necesidades del capital. Una gente ostensiblemente satisfecha, repleta materialmente está anestesiada para percibir la verdadera experiencia del ser humano.Todo esto es reconocido por los psicólogos radicales que ven en su propia disciplina el producto de los intereses dominantes del capital. Creen que no es un accidente que la psicología haya decidido estudiar a la gente como objetos. Su intento de comportarse como las ciencias naturales sólo consigue deshumanizar a la gente. Heather (1976, pp. 41-2), por ejemplo, ve que la psicología positivista más tradicional está interesada en predecir y, por tanto, controlar la conducta. Sin embargo, ¿llega a preguntarse a qué fin se dirige este control, quién es el controlador y quién el controlado?. Éstas son preguntas políticas. Tanto la psicología como la psiquiatría han formado parte de los intentos del capital de controlar a las personas. Hacen esto definiendo lo que es normal, sano y aceptable, lo que excluye a algunas personas y a sus comportamientos de participar en la vida cotidiana. Tratan de “enmendar” a quienes fracasan como madres, maridos, trabajadores, alumnos y ciudadanos bien educados. Enmascaran la verdadera causa de muchas dificultades personales, culpabilizando al individuo y a sus psicopatologías y no al cruel, competitivo e insensible sistema social al que algunas personas no pueden oponer resistencia. En caso de que el lector crea que los psicólogos radicales exageran, Heather cita a Eysenck como ejemplo de hasta dónde está dispuesto a llegar un psicólogo como científico natural;

El problema a discutir es; ¿cómo podemos lograr un acuerdo social que haga que la gente se comporte de una forma socialmente adaptada, conforme a la ley, que no lleve a la ruptura del intrincado tejido de la vida social? (.. .) El psicólogo podría responder que lo que se requeriría sería una tecnología del común acuerdo -esto es, un método de aplicación general de inculcación de hábitos adecuados de conducta socializada en los ciudadanos (especialmente, en los futuros ciudadanos) (ibíd., pp. 46-7).

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Práctica radical

En todas las corrientes del humanismo radical el programa de acción es el mismo. La gente debería ser consciente de cómo la experiencia social, especialmente en una sociedad capitalista, limita su pensamiento conforma su mirada, apaga sus sentidos y canaliza sus deseos. Todos los fenómenos sociales, ya sea la religión o el sistema de justicia son creación de los seres humanos, aunque puedan llegar a dominarles u oprimirles. A través de la auto-conciencia” los individuos pueden recuperar su verdadero ser y cambiar la sociedad en la que viven. Lukacs, por ejemplo, decía que el proletariado necesitaba alcanzar su conciencia de clase, comprender cómo el capitalismo influencia profundamente y controla cada aspecto de las vidas de sus miembros, como preludio al derrumbamiento revolucionario del capitalismo. De igual modo, el psicólogo radical ayuda a la gente a la liberación personal de los condicionamientos sociales. Así consiguen:

Una comprensión mayor de, y un mayor grado de control sobre, su, propia conducta y experiencia, sus propias relaciones con los otros y su propio lugar en el orden social (Heather 1976, p.60).

Otros prefieren dirigir su mirada crítica hacia la penetrante influencia de la sociedad en el lenguaje, la tecnología y el clima general intelectual. En último término es esto lo que determina el estado de conciencia de la gente. No se trata de comprender y, después, aceptar implícitamente, como hacen los interaccionistas, la construcción de la vida diaria. Se necesita comprender la patología de tales construcciones.El deseo, pues, es expresar la verdadera naturaleza del capitalismo y, de ese modo, elevar la conciencia de la gente sobre el poder penetrante de la sociedad en la conformación de sus creencias, el control de sus valores y la creación de necesidades. A diferencia de los funcionalistas, quienes no prestan atención al carácter básico de la sociedad, los humanistas radicales cuestionan la estructura y la pretendida virtud de la sociedad y sus mecanismos. No se trata del activismo político y revolucionario, sino de la crítica intelectual. La tecnología y la ciencia, la ideología y el lenguaje forman parte del sistema de poder y dominación. Esto ha de ser reconocido y expuesto. La tarea del teórico crítico es ayudar a articular estas circunstancias y elevar la conciencia de la gente que vive en la sociedad.Señala el camino para llegar a formar alternativas de vida, de relaciones sociales que sean más humanas y sanas. En una sociedad así, el individuo tendría confianza para recuperar su subjetividad y su libertad.Freud tenía una visión pesimista de la naturaleza humana. Necesitaba ser contenida. Las pulsiones necesitaban ser reprimidas. El papel de la sociedad es controlar, impedir y regular el lado potencialmente brutal de la constitución humana. Por el contrario, el humanista radical es un optimista, al menos en lo que concierne al potencial humano. Como hemos visto, esto se ve reflejado en su visión de la sociedad ideal. Sólo cuando la sociedad atienda a las necesidades de la gente y no a las del capital veremos florecer el espíritu humano y todo el potencial de hombres y mujeres.La combinación exótica entre crítica política e interés por el individuo es muy atractiva para un trabajador social. Hay un tono apasionado que subyace en mucho de lo que sucede en este paradigma. Lo personal y lo político son considerados como inextricables. Sin embargo, en la práctica, el punto de partida es lo personal -el estado de la mente, la visión subjetiva, el nivel de conciencia del individuo.Si penetramos en la estructura de una práctica radical humanista para los trabajadores sociales vemos que, aunque el objetivo de conjunto es cambiar el orden social,

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constatamos que el camino adoptado es la comprensión del cliente y de su situación. Esta es la plataforma desde la que ha de comenzar el cambio radical.Desde casi todos los ángulos, la práctica del trabajador social radical es un reflejo exacto de la ofrecida por el práctico funcionalista tradicional. La sociedad es un problema para el individuo; el individuo no es considerado como un problema para la sociedad. Los clientes son los más aptos para explicar sus dificultades, no los profesionales expertos. De igual modo, los clientes son capaces de generar sus propias soluciones. Las respuestas impuestas del experto son ajenas. Perpetúan la condición oprimida del cliente. Es con estas ideas en mente como Illich et al. (1977) se refieren a médicos, profesores y trabajadores sociales como “profesiones incapacitadoras”. Trabajar colectivamente con la gente, es mucho mejor que trabajar individualmente. No es sorprendente, por tanto, que cuando hablan los trabajadores sociales radicales, sus palabras más duras vayan dirigidas hacia el trabajo de casos tradicional y las organizaciones estatales que lo generan.En la segunda parte de este capítulo, tratamos sobre la distinta orientación que una perspectiva radical da a cada una de las fases del proceso de trabajo social. En esta secuencia prestaremos una atención particular a una visión teórica que está cobrando cada vez más importancia. Concebida en los setenta y nacida en los ochenta, la teoría y la práctica feminista se desarrolla hasta convertirse en una perspectiva importante de trabajo social (por ejemplo, ver Brook y Davis 1985; Dominelli y McLeod 1987; Hudson 1985). La mayoría de los trabajadores sociales en ejercicio son mujeres. La mayoría de los clientes son mujeres también. Estos hechos hacen de la aparición de una teoría feminista para la práctica un acontecimiento de considerable significado.

Definir el problema: la causa política de los problemas personalesIndividuos que se sienten confusos por su situación, que no cumplen en su trabajo, distanciados de su familia, incómodos con el rumbo que adopta la sociedad y lo que representa tener un problema. Si esto afecta a su conducta y se convierten en difíciles y abusivos o peculiares y desconcertantes, los demás los definirán como un problema. Los sentimientos de depresión e indecisión, o las presiones por las expectativas u obligaciones reducen la vida social a una experiencia vacía.La sociedad capitalista define a la gente por un lado como productores de capital a través de la explotación de su trabajo; y, por otro, la trata como consumidores de los productos de la economía capitalista. Su status es el de un objeto frente a las necesidades del capital que son impersonales e inhumanas. Esto es alienante. Está en la naturaleza del capital tratar a las personas que trabajan no como seres humanos, sino como “cosas”, fáciles de intercambiar si las demandas de una producción más barata o eficaz lo requieren. Como nos recuerda Jones (1983, p. 66), Marx escribió insistentemente sobre las luchas de la clase trabajadora contra las tendencias deshumanizadoras del capitalismo. Es importante para la ideología del capitalismo que se entienda al individuo como responsable de su propia experiencia. Esto se opone a la idea de que el culpable es el sistema económico. La soledad y la depresión, la desesperación y el sentimiento de que la vida no es más que una rutina se consideran como naturales, simplemente como la esencia de la “condición humana”.Podemos ver todo esto en la forma en que los niños son instruidos en la escuela para su eventual uso como ciudadanos productores auto-disciplinados. Se puede ver también en la forma en que el sistema judicial controla a quienes no consiguen llevar una vida que responda a los estándares requeridos por una mano de obra productivamente útil y dócil. Lo podemos detectar en la forma distante en que se prestan los servicios sociales y de salud por los auto-proclamados expertos en materia de vida cotidiana. La gente no se

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siente identificada con las instituciones sociales que se interesan por sus vidas. Las burocracias del bienestar no pertenecen a la gente. Éstas incluyen ciertamente los servicios sociales personales, que son percibidos como impersonales y como funcionarios del bienestar intrusos que juzgan las conductas y miden los estándares sociales. Los clientes no participan en el diseño de los servicios o en su prestación. Éstos son percibidos como ajenos. Los sistemas del bienestar satisfacen las necesidades del Estado y no las necesidades de las personas que reciben las prestaciones, la mayoría de las cuales pertenecen a la clase trabajadora. Los servicios sociales son inútiles.Las mujeres viven en un mundo hecho por los hombres. Su funcionamiento en este mundo puede llevarlas a ser definidas como un problema. En una sociedad dominada por los valores, las ideas y los estándares masculinos, las mujeres son valoradas con arreglo a medidas y criterios que son extraños a su forma de ser. Collins (1986) afirma:

El análisis feminista de la ‘‘politica sexual”.., nos permite comprender no sólo la opresión femenina individual y colectiva sino lo que se ve como nuestra “conciencia de enajenación’’ cultural. Las feministas creen que el acento puesto sobre lo instrumental masculino, sea individual o societal, conlleva invariablemente un apartamiento de la vida como totalidad, es decir, como naturaleza y ser (p.2l 5).

Las mujeres son definidas en relación a su competencia, o más bien incompetencia, como madres y esposas, y son juzgadas por su conducta sexual. Cuando las mujeres se comportan incompetente o inaceptablemente en alguno de estos campos, se las percibe como un problema o que tienen un problema. No obstante, el problema para las mujeres consiste en que éstos son estándares y medidas que han elegido otros para juzgarlas a ellas y con referencia a los cuales se espera que se juzguen a sí mismas, Las feministas han comenzado a comprender la amplitud y profundidad con que las mujeres son oprimidas tanto ideológica como materialmente. Esta opresión les niega la oportunidad de valorar el significado de su propia experiencia de ser mujer. En cambio, su experiencia es definida a través de un lenguaje que se origina fuera de su experiencia (Graham 1983, p. 146). Así:

Muchos de los problemas que experimentan las mujeres pueden ser atribuidos al contexto social más que a tas propias insuficiencias ... la “incapacidad para arreglársclas” puede ser reinterpretada como una reacción comprensible ante una situación malsana (Donnelly 1986, p. 37).

Explicación y evaluación: analizar los trastornos personales en un contexto políticoCuando un grupo tiene poder para definir la situación de otro, el efecto en los miembros del grupo subordinado puede valorarse en términos del clima de control establecido por el fuerte. Se han de identificar los métodos mediante los cuales los grupos dominantes determinan las expectativas y los estándares conductuales.Igual de importante es la necesidad de comprender cómo afecta esta subyugación al estado psicológico y sociológico de los individuos. Los sentimientos de impotencia, de desesperación y una aceptación fatalista de la irremediabilidad de la situación de uno, describen el ánimo de muchos de los clientes del trabajo social. El lenguaje que usamos, la familia en la que vivimos, la televisión que vemos, los periódicos que leemos, conforman nuestra concepción de lo que es correcto y adecuado, de lo que es normal y bueno:

Los conceptos de conducta normal y anormal, de salud y de enfermedad, los roles y la conducta sexuales, las necesidades humanas, la educación, el trabajo, la vida familiar y comunitaria son proporcionados por una serie de instituciones

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que actúan como “vehículos de dominación cognitiva” (Whíttington y Holland 1985, p. 31).

Para las feministas, el género es un factor fundamental en la evaluación de cualquier situación en la que se vean implicadas mujeres. Cada vez que nos enfrentamos a la desigualdad, cada vez que nos encontramos con un grupo que domina y otro que es subordinado. debemos estar alertas acerca de la naturaleza de esta diferencia y comprender cómo se mantiene. McLeod (1986) afirma:

Todos somos iguales con independencia de nuestro género, En consecuencia, las ‘elaciones sociales que eliminan este hecho deben ser puestas en cuestión y transformadas en otras relaciones sociales que reflejen y creen la igualdad entre los géneros (p. 55).

El análisis de las circunstancias que impliquen a mujeres debe adoptar como punto de partida la relación entre la situación personal y el contexto social en e1 que ésta tiene lugar. El análisis debe ser sensible al estado anímico de la mujer individual y al clima social, político c ideológico en el que éste se produce. Hay una penetrante e insidiosa política de la vida cotidiana con una presencia tan absoluta que difícilmente la reconocemos. Sin embargo, moldea nuestras vidas, hace a unos fuertes y a otros débiles, permite que unos juzguen y que otros sean los juzgados. Este aspecto político de la vida ha de ser identificado, analizado y comprendido a fondo antes de que se pueda emprender una acción apropiada y eficaz.

Objetivos: llegar a ser consciente y tomar el controlLas personas necesitan recuperar el control sobre sus propias mentes. Los individuos son incitados de muy diferentes maneras a comprenderse a sí mismos y, por tanto, a valorarse a sí mismos según las expectativas dominantes de la sociedad. Aquellos que no responden a esas expectativas serán, de acuerdo a los estándares sociales, anormales. La mayoría aceptamos esta definición de nosotros mismos. Por tanto, si no nos comportarnos y sentimos de la forma que creemos deberíamos hacerlo, nos sentiremos molestos e insatisfechos, frustrados y confusos, enfadados y deprimidos. Al contrario que los estructuralistas radicales, los humanistas radicales creen que es importante que la gente cambie. Galper dice que:

La opresión de nuestra sociedad no sólo recae en nosotros, está en nosotros y es perpetuada por nosotros...así, debemos trabajar para cambiar las políticas, las conciencias y las personalidades de las personas,., Debemos afirmar a las personas como personas empatizar con sus sufrimientos y esperanzas, al mismo tiempo que cuestionamos lo que en ellas es limitado y opresivo (p. 43).

Es igualmente importante el reconocimiento de que el trabajo social, al igual que la educación, es política y significa, necesariamente, actividad política.Davies (1982, p. 180), introduce a los trabajadores sociales en la obra de Freire. La educación, dice Freire, debe tener como objetivo un cambio fundamental. Y lo que es cierto para la educación, cree David es cierto para el trabajo social. El objetivo de la educación y de los servicios sociales es politizar a alumnos y clientes respectivamente hasta el punto en que puedan ver la necesidad y la importancia de conseguir poder para ellos mismos.Las personas han de llegar a ser libres, tienen que recuperar su propia subjetividad. El objetivo es reconocer cómo nos definen los otros con arreglo a sus propios intereses. La producción de la conciencia crítica se conoce cono “concientización”. Estimula una responsabilidad activa frente a cualquiera que sea la situación psicológica, sociológica o política en la que nos encontremos. La gente no debe aceptar sin más la descripción que hacen los demás de cómo son las cosas. Las mujeres no deberían aceptar las

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definiciones de los hombres. Los discapacitados deberían desconfiar de las prescripciones impuestas por los físicamente completos. Esta lucha contra los presupuestos ideológicos de la sociedad y la forma negativa en que definen a ciertos grupos, ha sido más marcada en el caso de las mujeres y de los negros. Menos desarrollada, pero igual de pertinente, es la necesidad de que grupos como la gente mayor y los discapacitados se resistan a la desvalorización que hace de ellos la sociedad.Dos objetivos caracterizan, en términos generales, a una práctica radical. El primero es la concientización y comprensión de aquellos grupos que experimentan alguna forma de subyugación. Deben aprender a reconocer cómo otros conforman su experiencia de sí mismos. Deben recuperar el control sobre sus propias experiencias y sobre su destino personal.El segundo objetivo es que los grupos luchen por conseguir un mayor control sobre los servicios y los recursos disponibles para hacer frente a su situación. En lugar de ser receptores pasivos de prácticos expertos, los clientes deberían convertirse en productores activos y consumidores de los recursos determinados bajo su dirección.

Métodos: concientización y consecución del controlPara lograr los dos objetivos, se dispone de dos métodos: que los individuos adquieran su propia conciencia; y que los individuos tomen el control de su propia situación.El primer método implica que los individuos encuentren la forma de llegar a tener conciencia de su condición y de la situación que la favorece:

La conciencia crítica (o concietización) está interesada, pues por la puesta en cuestión de las categorías establecidas con las que la gente ordena su mundo social y piensa sobre sí misma. Se dirige a las “formas de ser” en expresión de Jhon Berger, y eventualmente es una estrategia para una renovación cognitiva; una forma de reapropiarse una conciencia que ha sido secuestrada por unos sistemas de significación que son ajenos a la búsqueda del individuo de una comprensión exacta de su realidad (\Vebb, 1955, p. 92).

La “concientización” puede practicarse dentro de la relación personal de trabajador social y cliente, pero es más usual y es un método más potente reunir a personas con problemas similares. Como grupo, están en buena posición para explorar sus experiencias y su situación. Pueden comenzar por reconocer la relación que existe entre su estado anímico y los valores y demandas de la sociedad en su conjunto. Pueden ayudarse los unos a los otros a llegar a la auto-comprensión, a través de la cual se consigue un cada vez, mayor sentido de la responsabilidad personal, la libertad y el poder.El segundo método es fácilmente extraíble de las implicaciones del primero. Los individuos no sólo deben asirse a su propia conciencia, deben también tomar el control de su propia situación; deben hacer algo con relación a las circunstancias que determinan su conducta. De este modo, los clientes deben responsabilizarse activamente por comprender sus propias necesidades, definir sus problemas y determinar sus propias respuestas. Los usuarios de los servicios de salud y de los servicios sociales permanecen, a menudo, pasivos ante el autoproclamado saber de médicos, profesores y trabajadores sociales. Los profesionales venden remedios que perpetúan el problema El paciente es tratado como un objeto pasivo y no se le anima a ser un sujeto activo. El usuario consciente que tiene capacidad de comprender y de ser responsable, desafía la respuesta oficial. Demuestra también la capacidad de las personas para determinar su propio destino, crear sus propias soluciones y organizar sus propias respuestas. Así, en

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el estilo de Freire, tanto clientes como trabajadores sociales deben reflexionar sobre su situación, actuar sobre ella y, así, transformarla;

En este paradigma se estimula la ayuda mutua y el auto- descubrimiento: se reducen al mínimo el profesionalismo y la distancia social entre quien ayuda y quien es ayudado. Se fomenta el trabajo cooperativo no jerarquizado, la resolución de problemas y la vida interior, Se anima a los trabajadores sociales a que saquen fuerzas del abordaje colectivo de los temas, como han hecho las feministas. Una forma es el desarrollo, a través del asociacionismo popular, de una base de poder que se enfrente a las privaciones sociales y a las políticas públicas opresoras (Whittington y Holland 19S5. pp. 31-2)

Trabajo social feministaLa práctica del trabajo social feminista tiene características específicas. Donnelly (1986) las ilustra bien. Escribe sobre dos trabajadoras sociales, empleadas por el Departamento de Servicios Sociales, que comenzaron a trabajar con un grupo de mujeres en North Braunstosle, una zona extensa y deprimida de viviendas de protección oficial que se encuentra en Leícester. Las mujeres de esta zona estaban acostumbradas a las atenciones de los trabajadores sociales. Implícitamente a veces explícitamente se las hacia responsables de la forma en que se comportaba su familia. Esto les parecía injusto a las trabajadoras sociales Stella y Alison, que describen así la forma en que comenzaron:

Empezamos a hablar de la forma en que son tratadas las mujeres como clientes -sobre cómo las mujeres están “hechos para”, más que tener algún tipo de poder sobre sus propias vidas y que el trabajo social en realidad perpetúa esto y lo empeora. Y pensamos en la forma en que podríamos trabajar para mejorarlo -para que ellas- tengan más control sobro su propio destino (,ibíd, p. 15).

El grupo identificó seis objetivos por si mismo:1. Combatir el aislamiento haciendo que las mujeres se den cuenta de que no están solas con sus dificultades, construyendo redes de amistad y de apoyo que se extiendan más allá del grupo.2. Desarrollar a través del grupo una conciencia de la opresión de las mujeres en la sociedad y cómo esto les afecta a ellas como individuos.3. Aumentar la confianza en sí mismas y la auto-estima, permitiendo así que las mujeres desarrollen sus potencialidades.4. Hacer que las mujeres se den cuenta, a través del proceso de grupo, del poder que tienen, y comenzar a adquirir un mayor control sobre sus vidas.5. Hacer que las mujeres sean capaces de articular sus sentimientos para que puedan llegar a poner término a sus experiencias dolorosas.6. Aumentar la auto-conciencia y ayudar a las mujeres a que consigan un mejor conocimiento de su cuerpo (ibíd., p. 19).

El trabajo en grupo fue reconocido como un método clave. Esto significa que los problemas no se experimentaron como fracasos individuales sino corno una consecuencia común de tener que enfrentarse a circunstancias extremadamente difíciles: los conflictos privados son el resultado de las condiciones sociales. Las mujeres no estaban solas con sus problemas. Todos los miembros del grupo apreciaron el aprender a reconocer el origen social que subyace a los problemas personales. En este caso, es Cathy quien hace el resumen del proceso:

Hablamos sobre los problemas de salud que afectan específicamente a las mujeres que van desde los problemas menstruales, el parto y la depresión post-

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parto a la depresión y la ansiedad que cada vez en mayor número nos estamos dando cuenta de que es el resultado de la situación que tenemos y de que no es una debilidad específica de la mujer, sino que tiene más que ver con la situación que tenemos (ibid., p. 24).

En el trabajo social feminista, se insiste en que las mujeres aprendan a recuperar el control de sus propias vidas. Esto afecta a varios aspectos de la práctica. Muchas de las técnicas del trabajo social perciben y valoran a las mujeres en términos y con categorías que no nacen de su visión de la situación y de lo que para ellas significan sus vidas. Las técnicas responden meramente a los intereses de los Departamentos de Servicios Sociales y equiparan la visión establecida de lo que debería hacer con sus clientes un sistema de prestación de servicios bien gestionado. Pero, las mujeres deberían hablar por si mismas y las trabajadoras sociales deberían aprender a escuchar. La metodología feminista, dice Rose (1982):

Comienza y vuelve continuamente sobre las experiencias subjetivas compartidas de la opresión.,. en la producción teórica feminista, la experiencia individual en primera persona se considera una dimensión que debe ser incluida en todo análisis (p. 368).

Hudson (1985), también, presta gran atención a la idea de que el trabajo social feminista se ha de desarrollar desde la experiencia cotidiana de las mujeres clientes y trabajadoras sociales. Realmente sostiene que “teorizar desde lo personal es un principio feminista del que debiera aprender el trabajo social” (ibíd., p. 636).Las mujeres han de ser animadas a “contar su historia” y las trabajadoras sociales han de escuchar si quieren comprender y ayudar a comprender a estas mujeres. Para Collins (1986, p. 215),

Como hemos estado oyendo durante siglos las voces de los hombres.., hemos llegado muy recientemente a darnos cuenta no sólo del silencio de las mujeres, sino de la dificultad de hacerse oír cuando hablan...la dificultad para ver la realidad diferente de las vidas de las mujeres y para oír sus diferentes voces proviene en parte de la experiencia y de la interpretación sociales (Gilligan 1982, pp. 173-4).

Los grupos en los que las mujeres pueden contar su historia y donde pueden compartir experiencias, donde ofrecen amor, atención y apoyo, representan un método enteramente diferente de aprendizaje y comprensión. La ayuda proviene de las otras mujeres y no de los conocimientos distantes de los profesionales.De esta experiencia surgen dos cosas. Una es una aguda conciencia de la naturaleza de la condición compartida y sus efectos en cada individuo. Esto conduce a una mayor autocomprensión. La otra es el despertar de la “concientización”. Ser consciente y comprender es comenzar el proceso de reasunción del control sobre la propia vida. La investigación de Brown y Harris (1978) muestra que existe una relación entre la depresión clínica y las circunstancias bajo las cuales viven las mujeres. Las mujeres individualmente tienden a ver su depresión como el resultado de sus propias deficiencias. Donnelly (1986, p. 23) cita el trabajo de Weitz. Ésta analizó un grupo de concientización y concluyó que éste ayudaba a las mujeres a darse cuenta de que la culpa estaba más bien relacionada con las condiciones externas. Este reconocimiento les ayudó también a aumentar su sentido del control lo que, a su vez, incrementó su autoestima y redujo la depresión. Una vez recuperado el autocontrol el siguiente paso es actuar sobre los factores que determinan la experiencia diaria de una, que es lo que hicieron las mujeres de North Braunstone.El grupo dio a las mujeres fuerza individual y colectiva, pero ¿qué hacer con él? Como muchos grupos feministas antes de ellas que han creado albergues de ayuda a las

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mujeres, centros que acogen casos de violación o clínicas para mujeres, emprendieron una acción política y práctica. Se planeó un programa de carreteras que atravesaban su urbanización. De hacerse, arruinaría la calidad de vida de todos cuantos allí vivían, pero particularmente de las mujeres que estaban todo el día en casa con sus hijos, Muchas mujeres participaron activamente en una serie de campañas y manifestaciones públicas. Se llevaron a cabo otras luchas por el aumento de las ayudas estatales. Una manifestación con el lema “Rescatar la noche” hizo partícipes a los que, no obstante, eran miembros de otro grupo. El grupo nunca abandonó la tarea fundamental de luchar por mejores recursos para las mujeres y los niños en el barrio. La última palabra es la de Cathy, una de las mujeres de North Baunstone:

Es realmente mágico que haya sido el grupo de mujeres el que ha roto con esta especie de depresión general en el barrio.., el que se ha puesto de pie y ha dicho: “No, no tenemos que aceptar las cosas sin protestar, podemos luchar contra ellas” (Donnelly 1986, p. 41).

La perspectiva radical será más desarrollada en el próximo capítulo. Se plantea dentro del servicio de libertad condicional. El trabajo puede describirse como trabajo social socialista o práctica radical de la libertad condicional pero, no obstante, la orientación del trabajo social sigue siendo fiel a los principios del humanismo radical concientizador.

4. Los revolucionariosEl estructuralismo radicalPara el estructuralista radical, el mundo social, al igual que el mundo natural, es un lugar real y concreto. Los acontecimientos sociales se consideran determinados, especialmente por la organización económica de la sociedad. Así pues, se ofrece una visión materialista del mundo.Con todo, mientras que los empiristas creen que conocemos la realidad a través de nuestra experiencia directa de ella, que ésta tiene una existencia independiente, factual, externa que podemos descubrir a través de nuestros sentidos, los estructuralistas ofrecen una versión más indirecta de cómo conocemos esta realidad material objetiva. Para los estructuralistas hay, en efecto, un mundo material objetivo pero, para comprender porqué es como es, el observador ha de contar con las condiciones subyacentes o estructuras que lo originan. Estas estructuras no son directamente observables, sino que han de ser apreciadas a través de afirmaciones teóricas. Hay un rechazo a la orientación pasiva del empirismo frente al mundo material, que sólo estaría ahí para ser descubierto por aquellos que tienen ojos para ver y oídos para oír. En su lugar, el conocimiento del mundo material se consigue actuando sobre él, teniendo ideas sobre él, poniéndolas a prueba y viendo si funcionan. Los estructuralistas se vuelven hacia estas condiciones materiales subyacentes para explicar fenómenos de “superficie” tales como las relaciones sociales y los procesos psicológicos.Existe particularmente un interés general por las consecuencias sociales del capitalismo. Louis Althusser, por ejemplo, dice, en su interpretación de Marx, que los hombres y las mujeres no hacen la historia. Es ésta la que los hace a ellos. Así, dice Wright MilIs (1963):

La base económica de la sociedad determina su estructura social como un todo así como la psicología de la gente que vive en ella.. La lucha de clases entre propietarios y trabajadores es un reflejo social publico y psicológico de los conflictos económicos objetivos (pp. 82-3).

La vida, escribía Marx, no está determinada por la conciencia sino la conciencia por la vida (1977, p. 164). La forma en que la gente responde a sus necesidades materiales es

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lo que determina su psicología y su sociedad. Es la forma en la que la gente se junta o se asocia para ganarse la vida, lo que nos permite decir que las relaciones económicas producen las relaciones sociales. La relación económica de una mujer o un hombre con otro impregna todas las relaciones. Las relaciones económicas desde luego determinan el clima político e ideológico de una sociedad. La primera exigencia del estructuralista radical es, por tanto comprender la forma en que el sistema económico influye en todos los aspectos de la vida.Necesitamos comprender cómo se produce la riqueza. En las sociedades capitalistas, los medios de producción están en manos de un pequeño grupo. Ellos poseen el capital y son la clase dirigente. Para crear riqueza y acumular capital, se precisa la fuerza de trabajo de la clase trabajadora. No obstante, ésta recibe, en forma de salario, sólo una parte del valor de su trabajo. La plusvalía es retenida o. más exactamente, apropiada por los poseedores del capital y de los medios de producción. A esto le llaman beneficio y es lo que les hace ricos. La fuerza de trabajo de las clases trabajadoras es, en una palabra, explotada. Esto produce relaciones económicas profundamente desiguales que tienen su reflejo en las relaciones sociales, políticas e ideológicas entre la clase dominante y la clase trabajadora.Aunque la clase dominante necesita la fuerza de trabajo de la clase trabajadora, ésta plantea un problema a los propietarios del capital en la medida en que quiere una mayor participación en la plusvalía. Esto crea un conflicto inherente de intereses entre estos dos grupos principales. Como veremos, la clase dominante, utilizando los aparatos de estado, busca todas las maneras de poner freno a las aspiraciones e insatisfacciones de la clase trabajadora. Tal vez una de las más importantes para los trabajadores sociales sea la de crear una forma de pensar que enmascara la verdadera naturaleza de las dificultades de la clase trabajadora. Los problemas de la clase trabajadora son, esencialmente, que son pobres, sin poder y víctimas de grandes desigualdades económicas. El juicio, aceptado por ricos y pobres, es que obtenemos lo que merecemos por nuestros propios esfuerzos. Esta debe ser la razón de que, según el razonamiento burgués, la condición de ser clase trabajadora, pobre o de no poder salir adelante es responsabilidad de uno mismo. Estas dificultades son el resultado de capacidades limitadas que, “naturalmente”, no son recompensadas. Naturalmente también, el talento debe ser recompensado. Quienes están arriba, obviamente, lo están a causa de sus capacidades.Esto no quiere decir que la clase dominante someta abiertamente a la clase trabajadora (aunque suceda en realidad). La mayoría de las veces, no es reconocida la situación dominada de la clase trabajadora y el orden desigual de las cosas es tomado por el orden natural de las cosas. El poderoso no tiene que manifestar su poder mediante la burda coerción sobre el no poderoso. El mantenimiento del orden social es algo más sutil. Lukes (1974), en su análisis del poder, señala que:

Los pluralistas supone que porque el poder, tal como ellos lo conciben, sólo se desenmascara cuando surge el conflicto real, de ahí se sigue que el conflicto real es necesario para el poder, pero ignoran el punto fundamental de que el uso más eficaz e insidioso del poder consiste en primer lugar en evitar que se dé el conflicto (p. 23),

Una de las formas en que puede llegarse a comprender el comportamiento en un sistema capitalista es situándolo en un marco psicológico que induce a concebir a la persona corno una entidad abstracta fuertemente individualizada cuya comprensión no requiere la referencia al mundo en el que se encuentra. El trabajo de Leonard (1984, y con Corrigan 1978) sobre esta cuestión es el más importante. Es de considerable interés para los trabajadores sociales y merece que lo veamos con más detalle.

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La psicología bajo el capitalismoLos tipos de psicología que se desarrollan en el capitalismo reflejan las condiciones sociales y económicas de este sistema. Hay una fuerte tendencia a descuidar las condiciones materiales del individuo y a poner el acento en la comprensión psicológica de lo que ocurre dentro de la cabeza de éste. El capitalismo promueve una psicología que induce una visión de los hombres y las mujeres que los hace responsables personalmente como individuos psicológicamente distintos y aislados que son el producto de sus propios procesos psicológicos. La gente es como es dependiendo de cómo se ha construido personalmente. Los seres humanos tienen la cualidad de expresarse a sí mismos independientemente de las circunstancias en las que puedan encontrarse. Esta cualidad transciende el tiempo y el espacio, la cultura y la sociedad. Las emociones y las ideas de las personas causan su conducta, razón por la cual son personalmente responsables. El contexto en el que tienen lugar esas emociones e ideas es ignorado. Sería bastante peligroso sostener que las incapacidades personales de los pobres, los desviados y los difíciles son el resultado de su opresión económica y social.La teoría psicoanalítica, sostiene Corrigan y Leonard (1978. pp. 115-16), procede mediante la introspección. Inevitablemente, pone el acento en la experiencia subjetiva como la base para explicar los problemas psicológicos. Se presta menos atención a la naturaleza social de los seres humanos y a su conciencia. Los conductistas ofrecen una psicología aún más estrecha. Tienen una visión tosca, mecánica, de la conducta humana en la que el individuo responde pasivamente ante el mundo que le rodea. El efecto es lo único que importa. Pasan por alto la forma mucho más complicada en que los individuos se relacionan e interrelacionan con su entorno físico y social. La gente es afectada y afecta a todo lo que ocurre a su alrededor. Todos los fenómenos, continúan Corrigan y Leonard, deben ser vistos como el producto de la existencia material. La conciencia del individuo es sólo un producto de su realidad material:

Esto no quiere decir, por supuesto, que la conciencia no tenga efecto sobre la realidad material, sino que toda determinación depende de la existencia material. Pero la relación dialéctica entre la conciencia humana y la existencia material, es diferente de la concepción idealista que domina en gran parte de la psicología occidental que, de un modo u otro, separa los procesos mentales de la realidad material... De aquí se sigue...que no hay lugar en una perspectiva marxista de la existencia individual y personal para una concepción basada en la naturaleza humana, Lo humano es un producto social y un resultado de la interacción entre los hombres y el mundo social; los hombres llegan a serlo como resultado de esta interacción (ibíd., p. 1t9).

El conflictoA diferencia de los funcionalistas, los estructuralistas radicales ven la sociedad como una entidad que cambia, que evoluciona no a través de esfuerzos coordinados, sino a través del conflicto de intereses, de poder y de recursos. La constante reorganización de los intereses individuales y de grupo conduce a transformaciones de la estructura social. Mientras que para los funcionalistas los disturbios importantes se consideran patológicos, aquí son considerados como endémicos y han de ser alentados. Los grupos que persiguen sus propios intereses son la fuerza motriz que se encuentra detrás de los cambios societales. Existe una continua tensión entre ricos y pobres; entre quienes tienen poder y quienes no lo tienen; entre quienes gozan de los bienes de la sociedad y quienes no; entre quienes dominan y quienes son dominados. Tales contradicciones conducen a una creciente tensión en las estructuras sociales. El resultado eventual es la crisis

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-política y económica que da lugar a un nuevo orden social y económico, Al contrario que el humanista radical, el estructuralista radical está menos interesado en el desarrollo de la conciencia del individuo y se interesa más por el cambio de las estructuras de la sociedad a través de la lucha por un nuevo orden económico y una redistribución del poder.Gran parte de la obra de Marx y de Weber inspira el pensamiento que se sitúa en este paradigma. Burrell y Morgan (1979, p. 349) apuntan que ambos consideraban que el capitalismo representaba un nuevo modo de organización social, ciertamente diferente de, y en cierto modo mejor que, el feudalismo, pero, no obstante, apremiado por sus propias formas de represión, opresión y esclavitud humana Weber, por ejemplo, consideraba la desigual distribución del poder y la autoridad en la sociedad como la razón principal del carácter indeseable de la vida social.Sociólogos como Dahrendorf y Rex han destacado estos temas. El conflicto es una característica de la vida social. La gente se reagrupa en torno a intereses comunes pero estos intereses entran en conflicto con los de otros. Las relaciones entre los grupos, por tanto, son definidas en primer lugar en términos exclusivos de conflicto. Por ejemplo, los residentes de la Acacia Avenue no quieren tener como vecinos a los habitantes del número 43 pues los consideran insanos, psicópatas obsesionados por el sexo. Sin embargo, no es así como ve las cosas un grupo de autoayuda psiquiátrica. Sus miembros creen que el tranquilo y frondoso suburbio que se encuentra en torno a Acacia Avenue ofrece el entorno ideal para la rehabilitación y la recuperación de la gente que ha pasado por un momento psicológico difícil y frágil. Parafraseando a Rex, en la mayoría de los casos, la situación de conflicto está marcada por un desequilibrio de poder, de forma que un grupo emerge como dominante e intentará, con todos los recursos de que pueda disponer, imponer su visión de la situación. Para los teóricos del conflicto, la tarea más importante consiste en analizar la sociedad en términos de estructuras de poder y autoridad. Se ve la sociedad dividida en “facciones” en lugar de funcionalmente coherente. Mientras que los seguidores de Marx se centran en los efectos deterministas de la base económica de la sociedad, los weberianos radicales ven en las fuerzas que dominan la “superestructura” de la sociedad el lugar en donde el conflicto de intereses entre los diferentes grupos de poder es más evidente:

Así, hay un interés fundamental por el papel del estado y los aparatos políticos, jurídicos, administrativos e ideológicos a través de los cuales los grupos de interés dominantes aseguran su posición en la sociedad (Burrell y Morgan 1979, p. 356).

Esta última cita da una pista de hacia donde dirigen sus esfuerzos algunos trabajadores sociales radicales. Si su objetivo no es el derrocamiento del capitalismo a través de una revolución cruenta, lo que la mayoría de los trabajadores sociales consideran demasiado ambicioso, entonces hay trabajo que hacer oponiéndose a los intereses de los grupos dominantes. Estos intereses se expresan en la forma y la distribución de los recursos, los valores y las ideas:

La comprensión de quién define, qué se define y cómo se define un problema social, así como quién condiciona la legislación y en qué sentido, es fundamental para el estudioso del Estado de Bienestar (George y Wilding 1976, p. 2).

El servicio de libertad condicional, por ejemplo, se encuentra principalmente con clientes de la clase trabajadora. Esto, se dice, es consecuencia de leyes que identifican ciertas actividades como ilegales, actividades que es más posible que sean llevadas a cabo por hombres y mujeres de la clase trabajadora. Se sostiene también que las características de la práctica del trabajo social están determinadas por las características de las leyes y las políticas del bienestar. “Al igual que las características de la ley varían

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según los grupos de clientes, así varía el carácter de la práctica del trabajo social según los grupos de clientes” (Howe 1986b, p. 140).En la práctica, el trabajador social busca desenmascarar y contestar la base política que subyace a la legislación. Para los trabajadores sociales radicales, los clientes son víctimas de las sanciones sociales con carácter de clase capitalista. Esta postura requiere que los trabajadores sociales comprendan la relación entre clientes y Estado. Las leyes y las políticas no son neutras. Están políticamente orientadas. El Estado y su maquinaria sirve a los intereses de la clase dominante. Si el trabajo social ha de promover el bienestar de las clases subordinadas, entonces se impone el examen crítico de la maquinaria del Estado. Para cambiar y mejorar la práctica del trabajo social, es necesario modificar las leyes y las políticas de Acción Social, a nivel tanto local como central. Los Departamentos de Servicios Sociales son la suma de las estructuras que “concretizan” las ideologías políticas imperantes. Estas determinan la naturaleza y la identificación de los problemas, ya sea en los ancianos o entre niños y sus familias. Así:

Las estructuras se construyen a través de la lucha política y no a partir de las solas intenciones de los individuos. De aquí se sigue que la lucha política puede desconstruir y reconstruir las estructuras dentro de las cuales actuamos (Bolger et al. 981. p. 99.

Como veremos, el trabajo social marxista exige que la práctica sea explícitamente política.En la práctica, les es difícil a los trabajadores sociales actuar siempre conforme a los requerimientos de este paradigma. La Acción Social se analiza como parte de los aparatos de Estado. Se le asigna la función de limpieza de las consecuencias adversas del capitalismo, mantiene a una población obediente y asegura una fuerza de trabajo saludable y educada. En la medida en que los trabajadores sociales consiguen suavizar los peores efectos de las grandes desigualdades materiales y anestesiar a la población frente al origen real de sus problemas, están reforzando el capitalismo. El desarrollo del Estado de Bienestar es, en parte, el precio que el capitalismo está dispuesto a pagar a cambio de la estabilidad política. Al contener la insatisfacción y el malestar, los trabajadores sociales son una de las muchas profesiones retribuidas por el Estado que ayudan a sofocar los conflictos inherentes a la sociedad capitalista. Así, retrasan la irrupción de la crisis y en último término la caída del capitalismo.

Definición del problema: la gente problema y la gente con problemas bajo el capitalismo Quienes no tienen ni poder ni recursos son propensos a sufrir en una economía capitalista. Las sociedades materialistas ven a las personas como objetos, como mercancías. Se les desplaza de hogar y de comunidad de una parte de un país a otra por exigencias del capital industrial. Su trabajo crea una plusvalía que es apropiada por los detentadores de los medios de producción. Quienes no pueden ni podrán nunca trabajar (los ancianos o los discapacitados mentales), quienes no trabajen (los irresponsables, los pervertidos y los indisciplinados) no son útiles al capital. Por tanto constituyen un problema. Ellos también tendrán problemas porque saldrán perdiendo en la lucha por los recursos. Lo que caracteriza la vida de los desempleados y de los no útiles para el trabajo son malas viviendas, bajos ingresos y pobres perspectivas, Jones (1983) sostiene que es la pobreza y sus consecuencias el motivo de que mucha gente llegue a convertirse en cliente de los servicios sociales personales. La mayoría aplastante de los clientes no son asalariados.Spitzer (1975) hace unas observaciones similares. Están aquellos que no son útiles a la sociedad, cuya fuerza de trabajo se ha agotado, como los ancianos. Éstos son tratados

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como “trastos viejos sociales”. No tienen valor social. Y están aquellos que son un desafío para la sociedad. Son los subversivos y los hostiles. Este grupo incluye los revoltosos y los delincuentes, los mentalmente inestables y los ideológicamente equivocados. Spitzer llama a estas personas “dinamita social”. Han de ser controlados. El Estado está dispuesto a gastar mucho más en los subversivos que en los inútiles. Los temas relacionados con la ley y el orden atraen más atención y recursos del Estado que los que tienen que ver con el cuidado y la compasión. Así, según este análisis, la gente llega a ser cliente de una de estas dos vías: aquellos que son económicamente dependientes, como los ancianos; y aquellos que significan una amenaza económica, como los criminales y los violentos. Mientras que los funcionalistas hablan de cuidado y cura, los marxistas hablan de control y contención.Bajo la fría sonrisa del capitalismo humanitario, se controla la conducta y las circunstancias de la clase trabajadora cualquiera que sea su edad. Las relaciones entre el Estado, los trabajadores sociales y la clase trabajadora están determinadas por los problemas que la clase trabajadora plantea al capital. Hay un problema específico, “a saber, cómo controlar a la clase trabajadora y, especialmente, a sus elementos más pobres, para así asegurar que se mantiene el equilibrio de fuerzas entre las clases en interés del capital” (Leonard, in Jones 1983, p. xiv).Esta forma de acercarse al delincuente y al subversivo, al anciano y al discapacitado está calculada para apartarles de la agenda política. Al designarlos como enfermos o perturbados se les niega su curso social. A su vez., esto:

Refuerza la opinión de que la solución de los problemas de los clientes tiene más que ver con los esfuerzos de los profesionales de la Acción Social que con un cambio social radical. Como resultado de ello, una de las llagas del capitalismo es políticamente saneada y los clientes en lugar de ser un motivo de escándalo y un estímulo para la militancia para acabar con su padecimiento y abandono- se convierten, en, el mejor de los casos, en objetos de compasión o, en el peor, en marginados estigmatizados y únicos responsables de su situación (ibid.. p. 64).

Así, para anticipar una de estas formas de la práctica socialista, los trabajadores sociales deben poner al descubierto la brutalización por el capital de los hombres y mujeres de la clase trabajadora.

Explicación y valoración: un análisis estructural.En el sentido más amplio, la explicación de los problemas sociales ha de ser comprendida en términos de las consecuencias de un modo de producción capitalista. El Estado es un mecanismo para mantener el control de una clase sobre otra. En nuestra sociedad, el Estado sirve a los intereses a largo plazo de la clase dominante y a las necesidades del capital. Las desigualdades inherentes al modo de producción capitalista dan lugar a que exista gente que carece de algunos recursos básicos. Estos pueden ser dinero, oportunidades escolarización, vivienda adecuada, trabajo o capacidad de resolución. Esto significa que algunas necesidades básicas no son atendidas.Las situaciones sólo pueden ser comprendidas en términos de quién detenta el poder y quién no. a qué intereses sirve esta política o esta práctica y quién sale perdiendo. Los trabajadores sociales necesitan preguntarse: ¿qué control tienen estas personas sobre las cuestiones que afectan a sus vidas? También han de interrogarse sobre el por qué del aumento de gastos en la provisión de tranquilizantes para jóvenes madres en dificultad, mientras disminuyen los gastos destinados a la provisión de guarderías, O porqué crece el número de investigadores de ingresos suplementarios y no el de inspectores de impuestos para los ingresos más altos.

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Debe entenderse siempre, también, que los problemas de la clase trabajadora están determinados económicamente. El trabajador social socialista se resiste a la idea de que la conducta problema de un individuo es simplemente el resultado de alguna disfunción psicológica que puede ser corregida mediante cierto tratamiento personal. Los problemas de la clase trabajadora se definen de acuerdo a las demandas de la clase dominante. A ésta le interesa plantear el diagnóstico de las dificultades sociales y conductuales del individuo en términos psicológicos y no en términos económicos y políticos. Cada “caso” es visto como un ejemplo de fracaso personal. A continuación ofrecemos un ejemplo de cómo explica el estructuralista radical algunos aspectos de la política y la práctica del cuidado infantil.Jones (1983, pp. 13-16) trata la formación y desarrollo de los servicios de atención a la infancia desde principios de siglo. Estos servicios tienen que ver esencialmente con la calidad y la cantidad de las reservas futuras de trabajo del país: el número de niños que se necesitan, su salud y capacidades, sus actitudes y pautas de conducta. Un tema favorito de los formuladores de políticas es la preocupación por el gran número de niños que aparecen “malogrados” para el mercado de trabajo a causa de los antecedentes y la educación familiares.En los años 50 se identificó la “familia problema”. Estas familias representaban un enorme consumo de recursos de bienestar, en la medida en que los gobiernos se ocupaban de ellas. Tenían más hijos que la media y muchos de ellos no desarrollaban actitudes correctas hacia el trabajo y significaban una pérdida para el mercado de trabajo, tendiendo más a llevar una vida de delincuencia e indolencia que a seguir una honesta profesión. En momentos de crecimiento y de mayores oportunidades, la única explicación de porqué estas familias fracasaban debía ser buscada en ellas mismas. No existía otra manera de explicar su incapacidad para aprovechar la situación de aumento de prosperidad si no como una forma de enfermedad mental familiar. Estaba claro que algo había que hacer ante este ‘‘desperdicio de activos humanos’’. O bien estos niños eran rescatados y rehabilitados o sus familias eran tratadas. De acuerdo con esto, organizaciones tales como la Family Service Unit y los Departamentos de la Infancia de las administraciones locales emprendieron el estudio de la dinámica interna de estas familias problema:

Estas eran vistas como inadecuadas e inmaduras y aun cuando, posteriormente. el impacto de las condiciones económicas adversas sobre ellas no se podían negar del todo, permanecían en segundo plano y los defectos individuales de los miembros de la familia constituían la parte principal del diagnóstico del Trabajo Social y de la respuesta de la Acción Social (Corrigan y Lconard 1978, p. 101).

El Estado mantiene un creciente interés por el bienestar de los niños. Su capacidad y disposición para sancionar la intervención en la vida familiar ha aumentado. La base sobre la que justifica dicha intrusión es siempre la misma: “los intereses del niño”, que nunca insinúa que otra respuesta puede ser, “en interés de una economía capitalista bien organizada”Recientemente, la cuestión del abuso infantil ha experimentado una serie de definiciones. La denominación “Niños maltratados”, se “descubrió” en los años 60. El “síndrome” se diagnosticó inicialmente en términos médicos. La patología -pues de eso se trataba- residía en los padres y eran ellos quienes debían ser tratados. Analizando la cuestión dentro de un marco materialista, Parton (1985) nos proporciona un elegante informe en The Politics of Child Abuse. Describe cómo se desarrolló el modelo de enfermedad de la lesión no accidental. Examina críticamente cómo sus presupuestos influenciaron la política, la práctica y la investigación. Inexorablemente, las principales profesiones desarrollaron la idea de que el problema residía en el carácter de los padres

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y sus familias. El trabajo sobre el abuso infantil se convirtió en la principal prioridad de los trabajadores sociales. La respuesta de los trabajadores sociales a los casos individuales fue sometida a un escrutinio cada vez más estrecho. Pobre del trabajador social que no consiga rescatar o tratar con éxito a un niño que subsecuentemente sea víctima de la conducta ‘enferma” de unos padres abusivos.Hay, sin embargo, una forma diferente de pensar acerca del abuso infantil (ver Parton 1985; y en los Estados Unidos, Nelson 1984). En lugar de pensar que el problema reside en el mal funcionamiento de unos padres abusivos o, incluso, en las rarezas del propio niño, Parton, por ejemplo, relaciona el abuso infantil con las clases, la desigualdad y la pobreza. La mayoría de los niños que sufren abusos pertenecen a la clase trabajadora pobre. Las tensiones experimentadas por quienes viven en malas viviendas, con pocos ingresos y en un estado de inseguridad y aislamiento, pueden ser intolerables. Culpar a la familia desvía la atención de las causas profundas de esa conducta: las profundas desigualdades que existen en las economías capitalistas. Mientras el abuso infantil siga viéndose como el producto de individuos enfermos, continuarán los abusos infantiles. Las respuestas a corto plazo residen en cosas tales como un gran incremento de la educación pre-escolar. La única solución a largo plazo, pues, es un cambio radical en la distribución del poder económico y político.Más cerca de casa, los trabajadores sociales han de comprender también la naturaleza política de sus propias instituciones. La forma en que está organizado y financiado el trabajo social es un fuerte determinante de la manera en que los trabajadores sociales perciben, valoran y practican su trabajo (Howe 1986a). Luque se considera que es una práctica apropiada se construye dentro de los procedimientos y políticas de las agencias.Esto permite a Corrigan y a Leonard (1878, p. 102) decir que “en el Estado de Bienestar y sus servicios, la ideología está incrustada en la práctica de los trabajadores sociales y en la organización y prestación de los servicios”. La práctica del trabajo social no puede en ningún sentido ser políticamente neutra. Las burocracias del bienestar orientan en un sentido determinado la visión que tienen los trabajadores sociales de la gente y de sus problemas. Se tienen unos presupuestos sobre la naturaleza de los clientes y de sus dificultades. Métodos tales como el casework, implican un modelo individualizado de patología y de tratamiento.En su práctica, los trabajadores sociales se hacen preguntas acerca de cómo realizarla, pero no porqué. Las técnicas eclipsan los objetivos. Los métodos se convierten en propósitos. En la “tecnologización” del trabajo social oírnos hablar de la gestión de la carga de trabajo y de las escalas de prioridades. Los prácticos aspiran a hacer terapia familiar o dirigir grupos con objeto de ejercer sus competencias preferidas. Estos presupuestos y estas definiciones de lo que son las cosas se pueden cuestionar. Los profesionales de la Acción Social socialistas están obligados a examinar sus propias organizaciones para comprender qué es lo que impide que se pueda llevar a cabo una práctica radical y qué la facilitaría.

La relación de los clientes con el mercado de trabajo es bastante significativa para definir el status del cliente individual y como una de las fuerzas determinantes que conforman los estilos y los métodos del trabajo social (p. 28).

Si el Estado individualiza los problemas y produce “casos”, los trabajadores sociales confirman esta visión al practicar el “casework, tratar patologías y ayudar a los individuos a recuperar un funcionamiento social adecuado dentro del sistema capitalista:

Si los clientes son definidos como “anormales”, “incapaces”, “perturbados” o “inmaduros”, se les muestra como seres humanos ‘peculiares” cuya peculiaridad es la razón de su incapacidad para vivir y funcionar como “normales”. Desde este punto de vista es posible, entonces, explicar la miseria material y la

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deprivación que caracteriza las circunstancias de tantas clientes. Los trabajadores sociales nunca han intentado negar enteramente la naturaleza material de los problemas del cliente, pero la consideran más bien como un síntoma de su incapacidad... Es, en parte, la manera en que el trabajo social ha figurado como una teoría y una práctica del idealismo -es decir, la primacía acordada a la personalidad en la determinación de la condición social del individuo- lo que permite que sea acusado de despolitizar los problemas de los clientes. No se trata sólo de que se haya descuidado una postura materialista, sino que ésta ha sido rechazada y combatida (ibid. p. 60).

Si se mira por el extremo opuesto del telescopio se verán las cosas como las vería un estructuralista radical. El sistema económico capitalista es la causa de los problemas de los individuos. Las condiciones materiales determinan las experiencias psicológicas de la gente. Jones, como determinista comprometido que es, critica a los trabajadores sociales que privilegian el pensamiento sobre la materia en relación a la naturaleza humana. La práctica tiene que abordar la base económica y las estructuras ideológicas que se apoyan en ella si quiere dar una verdadera y perdurable respuesta socialista a los problemas de la clase trabajadora más pobre.

Objetivos: la redistribución de la riqueza y el poderTanto a pequeña cormo a gran escala, los trabajadores sociales aspiran a compensar la balanza a favor de los pobres y a expensas de los ricos. Se demanda una distribución más justa de los recursos y las oportunidades. El infortunio personal se alivia con más dinero, mejores viviendas, menos presión y mayor consumo. Los socialistas se comprometen con la construcción de una sociedad en la que haya más justicia para todos: de cada cual según sus capacidades, para cada cual según sus necesidades. Se busca la solidaridad de intereses entre los clientes y los empleados del Estado. Los trabajadores sociales han de resistir a la demanda que se les hace para que actúen como duros agentes de control, manteniendo a raya a los improductivos y a los incómodos. La práctica de la libertad condicional, por ejemplo, no debe consistir en un cambio de actitudes, o en la adopción de una perspectiva correctiva de la desviación, o en la transformación del individuo en un obediente ciudadano. En lugar de ello debe tratar de identificar las condiciones subyacentes que generan la pobreza y el crimen y de ayudar a los que no tienen poder a reclamar más poder. La naturaleza fría, calculadora e impersonal de la práctica y la política en el Estado capitalista del bienestar se describe y critica en cuanto tal en cada oportunidad.La intención, pues, es clara: la mejora de la situación de las masas desposeídas. Existe la fuerza de la acción en común. Hay victorias ideológicas que ganar desenmascarando los intereses egoístas de las prácticas de la clase dominante. No obstante, la meta principal nunca se pone en duda. “En resumen, dicen George y Wilding (1976, p. 105),” el Estado de Bienestar no puede resolver los problemas sociales de hoy sin la abolición del sistema capitalista’’.

Los métodos: la Acción Social socialistaPara los trabajadores sociales hay tres formas de incrementar el poder que poseen sus clientes y los recursos con los que pueden contar. La primera insiste en ayudar a los clientes a luchar por cada centímetro de terreno en la conquista de los derechos, beneficios y una parte más justa de cualquiera de los bienes que se encuentran a su alrededor, Quienes tienen más necesidades en nuestra sociedad, reciben menos prestaciones. Un auténtico trabajo de Acción Social es fundamental para una buena práctica.

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La segunda forma exige una postura más polémica. En cada oportunidad, los trabajadores sociales deben sostener que los problemas sociales son el resultado de los efectos duros e inevitables de una economía capitalista y de un clima ideológico establecido por las clases dominantes. Las personas que viven en casas deficientes, que subsisten con magros ingresos y que tienen pocas oportunidades de escapar de la parte más baja de la escala social, no están en situación de comportarse “razonablemente”. Sin embargo, cualquier signo de conducta “poco razonable” por su parte es susceptible de ser reprimida y castigada de manera severa. La ley trata mal a quienes intentan conseguir dinero extra prostituyéndose, realizando chapuzas al tiempo que reciben alguna ayuda o manteniendo a la hija mayor en casa, sin ir a la escuela, para cuidar de los más pequeños, mientras la madre trabaja a tiempo parcial. El trabajador de la Acción Social socialista no debe asumir la respuesta dada por el Estado de “culpar a la víctima”. La respuesta más adecuada es “una ira profunda y rabiosa contra una sociedad que es la primera causante de estos problemas” (Jones 1983, p. 74). El conflicto está siempre presente en la sociedad, pero no debe resolverse para mantener el status quo. Los trabajadores sociales deben aspirar a promoverlo y a utilizarlo para favorecer a la clase trabajadora.El tercer elemento del estilo metodológico del trabajador social estructuralista radical es la acción colectiva: La fuerza está en el número. Los miembros de un grupo pueden apoyarse los unos en los otros. Colectivamente, la gente es más capaz de analizar la forma en que la estructura social determina su vida material y psicológica. Mediante la unidad de pensamiento y acción, los clientes y los trabajadores sociales poseen una mayor fuerza política frente a las cuestiones importantes. Se anima a que los trabajadores sociales participen en las actividades sindicales. Los marxistas reconocen que el verdadero poder de la clase trabajadora para realizar cambios reside en su lugar de trabajo. Trabajadores sociales y clientes deben unirse al movimiento sindical local y nacional. Juntos pueden sacar adelante las cuestiones de la comunidad y defender los servicios.Otra base de poder para los trabajadores de la Acción Social es e1 equipo. El equipo es muy importante para realizar una práctica radical. No sólo representa una base de poder más fuerte, sino que refleja la necesidad de comprender y responder a los clientes desde una base colectiva. La individualización del problema de un cliente se refuerza mediante la asignación de la responsabilidad de su tratamiento a un trabajador de “casos” individuales. Un equipo, particularmente sino es jerárquico, es más capaz de convertir en cuestión pública una serie de sufrimientos privados. Tiene la capacidad colectiva de reconocer los hilos comunes que unen los casos individuales. Una perspectiva de equipo implica también un tipo de práctica sensible a la comunidad. El trabajador dc la Acción Socia! socialista, pues, se empeña en construir una estructura organizativa en la que el poder se delegue en un equipo de clientes y trabajadores. La forma preferida de organización son los departamentos descentralizados. Además, los equipos deben encontrarse con los grupos de clientes. Juntos deben identificar las necesidades que sienten los clientes y determinar la forma de atenderlas.También los clientes deben reunirse, especialmente cuando tienen i5roblemas en común. Cada cliente puede no sólo aprender a articular su propia situación y así reconocerse a sí mismo como el resultado de las desigualdades estructurales, sino también organizar con otros formas de luchar contra un mundo que se empeña en mantenerlos denotados. Mientras que el Estado puede confortablemente manejar a discreción los problemas personales del cliente viéndolos como ejemplos de patología individual, tiene más dificultad para enfrentarse a grupos de personas que rechazan ser considerados como incapaces. En el capitalismo, los problemas del cliente se

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despolitizan y se identifican como carencias personales. El método del caseworke corre siempre el peligro de caer en las manos de un sistema que culpa al individuo y no a sí mismo. El trabajador social marxista debe asegurarse de que los problemas sociales se vean corno cuestiones políticas. Al trabajador social no le corresponde cambiar al individuo para adaptarlo al sistema, sino cambiar el sistema para que responda a las necesidades del individuo.