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El Astrolabio

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Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

REVISI N DE TEMAóoParadigmas de las religiones

monoteístas

PARADIGMAS EN LA HISTORIA DE LAS TRES GRANDES RELIGIONES

DE ORIGEN ABRAHÁMICO: JUDAÍSMO, CRISTIANISMO E ISLAM

Santiago Tobar CarrizosaProfesor del departamento de Pastoral, Gimnasio Campestre

Correspondencia para el autor: [email protected]

Recibido: 16 de agosto de 2011Aprobado: 8 de noviembre

RESUMEN

El diálogo interreligioso entre las tres grandes religiones monoteístas de ori-gen abrahámico, implica conocerlas en su desarrollo doctrinal e histórico. El Judaísmo, el Cristianismo y el Islam se han desarrollado históricamente a través de cambios sociales y culturales que las han hecho repensarse y algunas veces replantearse frente a sus propias convicciones, prácticas y modos de hacer presencia en el mundo, en la historia de los pueblos. A esas transformaciones se les denomina paradigmas porque son momentos clave que implican cambio, conversión, adaptación y progreso. Re-lacionar las tres religiones a través de los paradigmas permite comprender el desarrollo y los puntos de contacto entre las mismas.

Palabras clave: paradigmas, Judaísmo, Cristianismo, Islam.

SUMMARY

Interreligious dialogue between the three great monotheistic religions of Abrahamic origin, means to know them in their doctrinal and historical develop-ment. Judaism, Christianity and Islam have historically developed through social and cultural changes that have made them rethink their own beliefs, practices and ways to make presence in the world and history of peoples. Such transformations are called paradigms because they are key moments that in-volve exchange, conversion, adaptation and progress. Relating the three religions through paradigms help us to understand their development and the contact points between them.

Key words: paradigms, Judaism, Christianism, Islam.

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INTRODUCCIÓNEl diálogo interreligioso constituye un desafío crucial para la humanidad a co-mienzos del siglo XXI. Emerge, en plena posmodernidad, un modelo pluralista de sociedad que reclama una mayor aper-tura hacia la diversidad cultural dentro de un contexto histórico amplio.

Cada religión tiene en sí misma un desti-no histórico al cual debe hacer frente, es inevitable. Ese destino ya no es exclusivo de una determinada filiación religiosa, sino que toca, de suyo, otras tenden-cias, corrientes y manifestaciones de lo sagrado; porque, de una u otra forma, en la sociedad global, todos estamos co-nectados. La pregunta que nos hacemos de fondo se sitúa sobre la posibilidad de encontrar la unidad a partir de la diversidad, vale decir, la posibilidad de construir proyectos éticos y humanos comunes desde nuestra opción creyente.

En esta segunda parte de la investiga-ción, se ha querido hacer un estudio de las tres grandes religiones monoteístas: Judaísmo, Cristianismo e Islam, a par-tir de los paradigmas planteados por el profesor Hans Küng. También se han consultado otras fuentes a fin de resaltar los momentos nucleares en el desarrollo histórico de cada una, con miras a encon-trar, en la tercera y última parte de esta investigación, los elementos comunes, que dentro de las diferencias propias de cada religión, permitan plantear la posibilidad de una ética común que nos conduzca a un verdadero entendimiento entre las religiones, para así lograr la auténtica paz dentro del marco de la solidaridad, la justicia y la convivencia pacífica entre los pueblos. Todo lo ante-rior dentro del marco de una propuesta novedosa para ser aplicada en la escuela

como elemento constitutivo de la Ense-ñanza Religiosa Escolar (ERE).

EL JUDAÍSMO

El judaísmo es la más antigua de las grandes religiones monoteístas. Su im-portancia es capital para la comprensión tanto del cristianismo como del islam; por eso es necesario sintetizar cada uno de los paradigmas propuestos por Hans Küng sobre esta religión. En el fondo las tres religiones apuntan a lo mismo, la creencia en un solo Dios y la reverencia por el ser humano.

Dado lo anterior, quisiera comenzar el estudio del judaísmo, copiando un tex-to denominado la “Shema Israel” (עמש que es el mejor resumen de lo (לארשיque significa ser judío:

Escucha, Israel:Yahvéh nuestro Dios es el único Yahvéh,Amarás a Yavé con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.Graba en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy.Repíteselos a tus hijos, tanto en casa, como cuando te acuestes y cuando te levantes.Fíjalos a tu mano como una señal y pónte-los en la frente para recordarlos,Escríbelos en las columnas y en las puertas de tu casa (Deuteronomio 6, 4-9)

El muro occidental último vestigio del Segundo Templo. Lugar sagrado del judaísmo. Tomado de Donner (2010).

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Esta bella oración-recordatorio, nos ayu-da a comprender ampliamente lo que es y significa ser judío. Varios rasgos sobre lo que es el Judaísmo podemos concluir de su lectura:

La religión del pueblo judío, incluyendo las normas éticas y legales, los rituales y las creencias. Es también la historia de una comunidad socio-étnica, que se extiende a lo largo de varios milenios y se expresa a través de entramados místicos y filosóficos, en el folclore y la literatura altamente culta, en rituales y acciones así como en la racionalización de dichas acciones. Aunque casi todos sus desarro-llos religiosos han estado integrados a su cultura e historia, se puede reconocer, sin embargo, una estructura (Crim, 1989, p.385).

La estructura que proponemos en esta investigación sigue, en su mayoría, las líneas del trabajo desarrollado por el teólogo suizo Hans Küng y que plantea cinco paradigmas:

•Tribus de la era pre-estatal. 2000-1200 a.C.•Reino de la era monárquica. 1000-500 a.C.•Teocracia del judaísmo postexílico. 722-

538 a.C.•Rabínico-sinagogal de la Edad Media.

Siglos XII-XVIII d.C.•Asimilación a la modernidad. Siglos XVIII-XX d.C.

Se entiende por paradigma el conjunto de macromodelos de la sociedad, la religión y la teología. En lenguaje de Thomas S. Khun: “Una constelación glo-bal de convicciones, valores, modos de proceder compartidos por los miembros de una determinada comunidad”. Vamos pues a estudiar en detalle cada uno de

los paradigmas que marcan el desarrollo religioso, histórico y cultural del pueblo de Israel.

El paradigma tribus de la era pre-estatal

Existen seis macro constelaciones domi-nantes en la historia del desarrollo del pueblo de Israel. La primera de ellas es el paradigma de las tribus de Israel primi-tivo. Comenzaremos hablando sobre “la toma de la tierra”. Un especialista que puede aportarnos mucho es Roland de Vaux (1971) antiguo director de L’École Biblique de Jerusalén quien afirma que: “la toma de la tierra es el problema…más difícil de toda la historia de Israel” (p.487). En todo caso, la toma de la tierra fue progresiva y les significó mu-cho tiempo tal y como se narra en José (capítulos 1-12), donde se habla exclu-sivamente de la conquista de Palestina central.

La investigación ha considerado tres modelos de reconstrucción histórica de la toma de la tierra: el modelo de conquista (inmigración por oleadas), el modelo de inmigración (infiltración len-ta) y el modelo de transformación social (revolución o evolución intra Palestina). El último modelo es el más aceptado en la actualidad (Flikelstein, 1998, p.353).

Se hace necesario pues insertar de forma constructiva las narraciones en un mode-lo socio-político y religioso integrado. El hecho real e innegable es que Israel vino del desierto y trajo consigo a Yahvéh.

La historia de Israel no es abstracta, sino concreta, cuyo centro es la fe en Yahvéh, Dios de Israel, Israel pueblo de Dios. Se-gún Julius Wellhausen (1958): “ese es el inicio y el principio permanente de la ul-

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terior historia político-religiosa” (p.23). Pero con Gustavo Baena, afirmamos que la relación de Yahvéh con su pueblo se entiende mejor desde la categoría de la “Alianza”. Ese Dios Yahvéh que hace pacto con el hombre es un Dios que busca a los seres humanos, libera a los esclavos y escoge a los miserables, pide una ética social antes que cultual, se compromete con los intereses de su pueblo y se revela en quienes le son fieles (Baena y Aran-go, 2004). Sin Yahvéh e Israel —tierra y pueblo—, tampoco es posible entender los comienzos de la sociedad israelita.

La estructura del paradigma pre-estatal se puede resumir así:

• Las tribus israelitas de la primera época vivieron en una especie de federación nacional y religiosa que fue ganando cohesión.

• Existían santuarios de Yahvéh y con ellos un sacerdocio de Yahvéh.

• Hubo en este tiempo figuras carismáti-cas salvadoras de diversas clases, los llamados jueces (sofetim).

• Las tribus fueron cohesionadas en el plano religioso mediante la fe en Yahvéh, el Dios de Israel.

• La fe en Yahvéh constituyó la base para la auto comprensión de Israel como pueblo de Yahvéh.

• En esta época temprana hubo una so-ciedad tribal, no una sociedad estatal.

El paradigma reino de la era monárquica

Debido a los cambios en la sociedad is-raelita y a la toma de conciencia de su comunidad de destino, ellos sintieron la imperiosa necesidad de una coordinación interna duradera y una defensa común permanente frente al exterior. Se pasa entonces de una sociedad tribal a una

nación-estado, lo cual produce finalmen-te una organización estatal consolidada y centralizada. Se implanta en Israel la monarquía.

El surgimiento de la monarquía no se dio sin grandes oposiciones internas como lo reflejan Dt 17, 14-20; Jc 8,22ss; 9, 8-15 y 1 Sm 8. El primer rey fue el benjaminita Saúl (1012-1004 a.C.). Se estableció en Guibeá (6 Km al norte de Jerusalén) y allí construyó Israel su primera fortale-za. Más que un rey de Israel, Saúl fue el rey de los israelitas, su reinado fue de carácter nacional y no territorial. Tras detentar el mando sobre el ejército de tribus su reinado duró 8 años y luego murió al suicidarse. Después de este suceso, la monarquía se mantuvo pues la nación estaba madura para el cambio de paradigma definidor de esta época. Lo sucedió David (1004-965 a.C.), quien consumó este cambio con los siguientes logros extraordinarios:

• Se dio una unión duradera de partes del reino tan heterogéneas como el Norte y el Sur, Israel y Judá, creándose el gran reino israelita.

• Jerusalén se convirtió en la capital y se la llamó “Ciudad de David”.

• Jerusalén se convirtió en una ciudad con carácter sagrado gracias al “Arca de la Alianza” que llevó David y que era el símbolo de la federación tribal y de la presencia de Yahvéh.

El paradigma teocracia del Judaísmo postexílico

Abismal fue la crisis a la que había condu-cido el desplome del paradigma del reino davídico: el templo convertido en ceni-zas; las murallas de la ciudad destruidas; extinguido el reino davídico, considerado como eterno; Judá ocupada por tropas

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extranjeras; la clase dirigente judía ejecutada o deportada. La elección del pueblo y la promesa de la tierra habían estado condicionadas a que Israel cum-pliera las obligaciones contraídas en la alianza. Cultos extranjeros, cultos mix-tos, superchería y magia tuvieron amplia difusión junto con el culto a Yahvéh. El exilio (goláh) en Babilonia duró cincuenta años (586-538 a. C.). Allí se les permitió a los deportados vivir en pequeñas co-lonias y establecer escuelas de la Torá. La mayor parte conservó la esperanza del retorno y las costumbres religiosas de Israel, dándole gran importancia a las leyes, se inicia la reconstrucción del templo y el inicio del propiamente lla-mado “judaísmo”.

El nuevo paradigma presenta unas carac-terísticas propias tales como:

• La estructura básica ya no es la mo-narquía.

• Jerusalén se convierte en el centro religioso por excelencia con el Templo y la jerarquía del Templo.

• Las Escrituras Sagradas se convierten en ley normativa.

• La forma de gobierno es la teocracia, en la que Dios mismo ejerce el domi-nio, no sobre el estado sino sobre la comunidad de los creyentes en Yahvéh a través de la clerecía (hierocracia) y de la Ley de Dios (nomocracia).

Visto en su conjunto, no se trata del paradigma de un Estado monárquico, sino de una comunidad teocrática. Este paradigma llegará a su final con el le-vantamiento popular y religioso contra la dominación romana y los impuestos, unos 40 años después de la muerte de

Jesús, en los años 66-70 de nuestra era. A partir de ese momento, Israel deja de existir como estado y se verá dominado por diversos imperios. Para el judaísmo la edad media comienza en el siglo I de la era común. Mantendrán un esquema nuevo en sus concepciones y prácticas que marcará todo el desarrollo de esta religión durante diez y ocho siglos. Es importante tener en cuenta que para esta investigación los datos relevantes están dados mediante paradigmas que se van sucediendo en espacios de tiempo variado. Eso nos lleva a un nuevo paradig-ma cuyo énfasis es el rabínico-sinagogal.

El papa Juan Pablo II visita a gran Rabino de la Sinagoga de Roma Elio Toaff. Tomado de Pentin (2009).

El paradigma rabínico-sinagogal de la edad media

El nuevo paradigma surge como respues-ta a lo que había sucedido en el paradig-ma anterior:

• Los radicales de signo político (zelotes) y los apocalípticos (esenios, de vida monacal) habían sido barridos por la guerra.

• Pertenecían al pasado el rey y la espe-ranza de un pronto liberador mesiánico.

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• No existía ya la ciudad de Jerusalén.

• Atrás habían quedado también el tem-plo, el sacerdocio, el culto, los sa-crificios de animales, todo el sistema cultual y legal, tan ligado al Templo; y no había la menor esperanza de que fuera reconstruido en breve plazo ni de que el culto fuera practicado de nuevo. Se había desmoronado el paradigma teocrático. Las autoridades romanas habían prohibido, bajo pena de muerte, la práctica de la religión judía y el hacer prosélitos. Surge entonces una nueva forma de vida la “fariseo-rabínica”. Ellos garantizan la continuidad entre el Israel teocrático y carente del templo, entre el judaísmo bíblico y el pos bíbli-co. Su centro de formación fue en Yabne (gr. Jamnia) en una escuela (Bet Midras) como centro de formación religiosa de este grupo. Tres factores contribuyeron al surgimiento del nuevo paradigma:

• La Escritura: los rollos de la Torá ocupan ahora el lugar del altar, y su estudio, junto con la oración y las buenas obras y sustituyen al culto del Templo.

• Los doctores de la Ley: los rabinos su-ceden ahora a la casta sacerdotal. La dignidad rabínica, adquirida mediante la preparación intelectual, sustituye cada vez más a la hereditaria dignidad sacerdotal y levítica.

• La sinagoga: la casa local de reunión, de oración y de vida comunitaria ocupa el lugar del Templo de Jerusalén.

La Torá, tras la catástrofe del 135 d.C. se convirtió en el fundamento único de la relación con Dios. Se pasa así, de la religión nacional a la religión de la Torá.Por eso no deja de sorprender que, sin una autoridad política o religiosa cen-tral, el pueblo judío disperso por toda

la tierra, lograra conservar la unidad de su religión:

• Mediante la Torá oral fijada y recogida en el Talmud.

• Mediante la lengua hebrea-aramea común.

• Mediante la autoridad de los rabinos, que estaba detrás de todo esto.

La Edad Media judía comenzó en el siglo I y perduró hasta el siglo XVIII. Se dio luego paso al paradigma de asimilación a la modernidad.

El paradigma dde asimilación a la modernidad

Del paradigma rabínico-medieval del pueblo de Dios disperso, pasamos al pa-radigma de la Modernidad, de la reforma del judaísmo ilustrado. Se da pues una nueva constelación global. En palabras de Hans Küng (1993):

• A la segregación y autonomía medievales de la comunidad judía sucede ahora la integración social, política y jurídica de los individuos y de las “comunidades cul-turales” en el estado nacional moderno; un nuevo ordenamiento comunitario y la sustitución parcial del derecho haláquico por el derecho público. El “exilio”, la extranjería debe convertirse en patria.

• A la habitual formación talmúdico-rabí-nica sucede ahora una moderna forma-ción general, una educación y formación en las escuelas públicas que centran su mirada en lo profano, en el presente y en la profesión.

• A los rabinos que eran expertos en derecho y jueces sustituyen ahora los rabinos que, con una formación acadé-

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mica (seminarios rabinos), explican la doctrina judía partiendo de la Biblia, el Talmud, de la Historia y de la Filosofía, y ejercen así de predicadores, pastores de almas, liturgos y pedagogos.

• Al culto hebreo, no siempre inteligible y que se ha hecho formalista y ritualis-ta, sustituye ahora una liturgia judía reformada, en la lengua del pueblo, con sermón e inclusión de elementos culturales acomodados (música, incluso órgano), aboliendo la obligación del uso de sombrero y la separación de sexos en el coro y en la comunidad.

• A la vida de gueto aislada y marcada por infinidad de usos y costumbres medieva-les sucede ahora la modernización de la vida judía, desde la vestimenta hasta los hábitos alimentarios.

Judit Bokser Liwerant, en Los dilemas del judaísmo en la modernidad, nos da algunas claves de lectura e inter-pretación de lo que significó para los judíos el encuentro con la denominada modernidad. En efecto, él nos presenta una modernidad en la cual el pueblo judío trata de encontrar su propio lugar y a la vez la inserción en los diferentes ámbitos nacionales. Los judíos tuvieron que asumir el duro aprendizaje de cómo ser otro sin dejar de ser ellos mismos. El movimiento de la Haskalá o movimiento de la ilustración judía, tuvo un doble pro-pósito: contemporizar los contenidos cul-turales judaicos con las tendencias más universales y reformar al pueblo judío para que conserve su identidad propia en el marco de una sociedad orientada hacia la abolición de las corporaciones.Nuestro siguiente paso será abordar muy brevemente el cristianismo con sus paradigmas propios según los autores mencionados con anterioridad.

EL CRISTIANISMO Hans Küng distingue varios paradig-mas a lo largo de la historia cristiana: Protocristiano-apocalíptico (Siglo I d.C.), en cuyo marco nace y muere Jesús de Nazareth y viven y actúan los apóstoles Pedro, Pablo y Santiago. Se da en el siglo I en medio de la cristiandad de judíos en Jerusalén, Palestina y Mesopotamia. En un contexto mayor, está el imperio Ro-mano y predomina la cultura helenista, que influyen en el paso al siguiente pa-radigma, en el cual es importante enten-der el estilo de la primitiva comunidad cristiana (anawin o pobres de Yahvéh), su carácter apocalíptico (fin del mundo), sus prácticas todavía marcadas por el judaísmo (iban al Templo y observaban la Ley) y la comprensión de Jesús como “el resucitado”. Un personaje funda-mental en esta primera etapa es Pablo de Tarso con su énfasis en el seguimiento de Jesús, la necesidad del bautismo y la concreción de la fe en la celebración del banquete eucarístico. Gracias a Pablo y los primeros cristianos se va configurando un modelo propio de comunidad o Iglesia.

Veteroeclesial helenista (Siglos I-VII d.C.), dentro del cual se da la Patrística con Orígenes, Atanasio y los Capadocios. Se desarrolla entre fines del siglo I y el siglo VII. Hasta el siglo III está represen-tado por el catolicismo temprano, el de las persecuciones y los Padres de la Iglesia griegos y latinos. En el siglo IV se produce el giro o vuelco constantiniano y se celebran, hasta el siglo V, varios concilios ecuménicos.

Las características estructurales del paradigma de esta iglesia veteroeclesial

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(antigua) siguen las líneas estructurales dominantes del paradigma iniciado por Pablo (5-67 d.C.):

con reforma gregoriana, Papas medie-vales, cruzadas e inquisición. Comienza con San Agustín (354-430 d.C.) y vir-tualmente concluye con Santo Tomás de Aquino (1224/5-1274 d.C.) y San Buena-ventura (1221-1274 d.C.). La institución del papado surge como poder espiritual y temporal. Se produce el cisma entre Oriente y Occidente.

En la cristiandad, entre Pablo y Lutero se destaca una figura singular: Agustín de Hipona. Él es considerado el padre del nuevo paradigma de la teología, porque con él comienza el cambio del paradig-ma vetero-helenista al latino-medieval. Enfrenta crisis como la generada por los donatistas, en la cual Agustín jugó un papel importante ya que se dedicó a trabajar por la unidad de la Iglesia y también fue un excelente teólogo que le dio a la teología de occidente las ca-tegorías, soluciones y fórmulas de paso para una eclesiología y sacramentología diferenciadas.

Tres, pues, son los elementos constitu-tivos de la nueva constelación global latino-medieval:

• La teología de Agustín, distinta de la patrística griega.

• La configuración del papado romano como central institución de domina-ción eclesial de la Iglesia occidental.

• La nueva piedad y devoción de los pueblos germánicos.

A nivel del papado, en la Edad Media, podemos afirmar que:

“El resultado del poder de la Iglesia fue que los Papas y obispos intervinieron en ocasiones en los asuntos políticos, promo-viendo alianzas, declarándose a favor de

• En lugar de una comunidad eclesial for-mada por judíos, hay ahora una formada por judíos y gentiles, y al final sólo por gentiles.

• En lugar del hebreo y del arameo, ahora es el griego la lengua dominante, en la que se nos transmitieron también todos los escritos neotestamentarios.

• En lugar de la raíz rural del próximo oriente y Palestina, se da ahora la incul-turación en la cultura helénico-romana.

• En lugar de Jerusalén, ahora es Roma punto central e Iglesia dirigente de la cristiandad.

• En lugar de la constitución de la comu-nidad dirigida de forma presbiteral, se da una cada vez más institucionalizada constitución episcopal-presbiteral de la Iglesia (Küng,1997, p. 144).

Católico-romano medieval, en que se da la Escolástica (Siglos VII-VXI). Es la Edad Media, que comienza a gestarse ya en el siglo VII y que atraviesa casi diez siglos. Es una etapa con luces y sombras,

El Papa Benedicto XVI recibió a las delegaciones de diferentes religiones en Roma durante octubre de 2011. Tomado de Ivereigh (2011).

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uno u otro rey en caso de guerra o impul-sando iniciativas bélicas; además tenían la facultad de excomulgar o expulsar de la Iglesia a los príncipes y reyes. Por su parte, los reyes también impusieron su autoridad sobre el papado y en no pocas ocasiones intervinieron en los asuntos de la Iglesia. Además, la Iglesia medieval tuvo que hacer frente al difícil reto de mante-ner la unidad cristiana, amenazada por intereses políticos y problemas internos. Entre los problemas internos destacan especialmente dos cismas de naturaleza muy diferente: el Cisma de oriente y el Cisma de Occidente (cfr. Equipo Edebé)

Durante el agitado período de la Edad Media, con sus divisiones, el nacimiento de las nuevas escuelas teológicas con Tomás de Aquino y San Buenaventura, la consolidación del papado en Occidente y la necesidad de una mayor apertura político-social, humanística y demo-crática, se iba preparando la reforma protestante que será el tema de nuestro siguiente paradigma.

Reforma Protestante (Siglo XVI). El terreno es preparado en el siglo XV por el Concilio de Constanza y por los papas

renacentistas. El siglo XVI amanece con Lutero y la reforma que inicia en 1517. Significativos son también Zuinglio y Calvino. Se divide la Iglesia Occidental. Surge también el Anglicanismo y se con-figura la respuesta contrarreformista. Hay guerras de religión y surge la cultura barroca.

Se evidencian tres caminos diversos pero relacionados: Luteranismo, Calvinismo y Anglicanismo. Cada uno con su propio reformador; cada uno contra Roma y el papado. Todos promoviendo la libre in-terpretación de las Escrituras, el valor de la gracia o amor de Dios y la importancia para el creyente de la fe individual en el único salvador Jesucristo. Cada una obe-deciendo a contextos diferentes y con-servando algunas costumbres y usos de la Iglesia católica. Reconociendo al menos un sacramento común: el bautismo. Esto motiva a la propia Iglesia Católica a re-pensarse y reformarse, pero dentro de su propio estatuto doctrinal y teológico. Así se prepara la Iglesia Católica para entrar de lleno en la modernidad.

Moderno ilustrado (Siglos XVII-XVIII). Se expande desde el siglo XVII hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965). Se manifiesta en sus primeros dos siglos a través de la revolución filosófica y científico-cultural, la revolución cultu-ral de la Ilustración, las revoluciones francesa y americana, la proclamación de los derechos humanos. Es el período de la sociedad industrial también. Es un período marcado por guerras religiosas, intentos de restablecer la monarquía universal católica; el absolutismo, la edad de la razón, la expansión colonial a partir del descubrimiento de América,

Imágenes de los mosaicos bizantinos encontrados en Aya Sofya, Istambul . Fotografía de Matt Baum (2011)

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las revoluciones sociales del siglo XIX, el inicio de las escuelas bíblicas y de algunas encíclicas sociales de la Iglesia tales como la Rerum Novarum de León XIII. Este paradigma continúa hasta el siglo XX con algunas características muy propias de la época.

El siglo XX se presenta como el siglo de los grandes descubrimientos y la Iglesia siente la necesidad de entablar diálogo con el mundo moderno; para tal fin con-voca el Concilio Vaticano II (1961-1965) que comienza bajo la guía de Juan XXIII y termina bajo el liderazgo de Paulo VI. Todavía deberá la Iglesia enfrentar nue-vos desafíos: la guerra fría, la descoloni-zación de las antiguas colonias europeas, el nacimiento de las nuevas e incipientes democracias, las revoluciones sociales y culturales abanderadas por pensadores y filósofos de renombre, los cambios de mentalidad de la sociedad frente a la concepción y la vida lo que hace cada vez más difícil la aplicación de la encíclica Humanae Vitae (de la vida humana), el decaimiento de las comunidades religio-sas y la desaparición de algunas de ellas, la autonomía de lo secular por parte de los seglares, la aparición de nuevas formas de ser y hacer iglesia desde la pe-riferia con particular énfasis en las teo-logías del tercer mundo, las convulsiones al interior de la Iglesia en pleno papado de Juan Pablo II, la evangelización de países otrora comunistas y la demanda de una mayor inclusión de las minorías y, en especial, de la mujer en la Iglesia. El ecumenismo y el diálogo interreligioso son otras preocupaciones de capital im-portancia que retomaremos en la parte final de esta modesta investigación. Por ahora tenemos que dar una mirada hacia la tercera gran religión monoteísta, y algunos de sus paradigmas, el Islam.

EL ISLAM

Se hace necesario, como en el caso del judaísmo y el cristianismo, “combinar la exposición sistemático-teológica y la histórica-cronológica, pues sin esta última no es posible fundamentar de manera convincente la primera” (Küng, 2006, p. 170).

El paradigma de la comunidad protois-lámica (Siglo VII d.C.)Aunque la historia del islam es un terreno más breve que la del cristianismo, no por eso es menos compleja.

Los resultados de la investigación his-tórica muestran también en ella macro paradigmas o constelaciones globales que han formado época semejantes a los del judaísmo y el cristianismo. También aquí, el análisis de paradigmas permite poner de relieve las grandes estructuras y transformaciones históricas: a través de la concentración tanto en las constantes básicas como en variables determinantes. A la hora de llevar a cabo este análisis, no se pueden pasar por alto las rupturas de la historia universal a partir de las cuales surgieron los modelos fundamentales que han formado época en el islam. Ellos de-terminan hasta la fecha la situación del islam (Küng, 2006, p.171).

Cuando hablamos de paradigma protois-lámico nos referimos al paradigma que fue establecido y determinado por com-pleto ya en vida de Mahoma (570/71-632 d.C.). Por eso, “en el paradigma proto islámico, la persona del Profeta perma-nece todavía presente de forma concreta durante toda una década” (Küng, 2006, p. 174).

Se puede decir, entonces, que “el pa-radigma protoislámico es, en su fase

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fundacional, un paradigma marcado por la no mediada ‘recta guía’ del profeta Mahoma, quien, en la concreta situación histórica que le toca vivir, poco a poco va realizando personalmente su visión religiosa” (Küng, 2006, p. 174).

El profeta se convierte en la instan-cia suprema para tomar las decisiones definitivas e inapelables, porque es el receptor, proclamador y ejecutor de las revelaciones divinas y habla en nombre de Dios y siempre actúa, sin mediación alguna, como comandante y juez.

Es importante la estructura familiar y tribal pero el tipo de parentesco que se establece entre los creyentes es un parentesco de fe. Los elementos que constituyen esa nueva comunidad son:

Una comunidad de fe en el Dios y su en-viado; Una comunidad de diaria oración ritual;Una comunidad de atención a los pobres y necesitados;Una comunidad de disciplinado ayuno;una comunidad de purificación por medio de la peregrinación al centro espiritual del islam (Küng, 2006, pp.174-175).

Lo anterior es el fundamento de la Umma, la nueva comunidad de los mu-sulmanes.

¿Cómo organizar y unificar todo lo ante-rior en una sociedad árabe preislámica que mostraba una escasa coherencia político-social en el siglo VII, en una so-ciedad de nómadas beduinos en continua enemistad y en tensión con los sedenta-rios que habitaban los oasis y trabaja-ban como agricultores, comerciantes y artesanos?

Estaba reservado a la nueva comunidad islámica unir esta disgregada y fragmen-tada sociedad de familias y clanes, de ciudades y grupos beduinos, a la vez que abrir un horizonte mental que permitiera la integración religiosa y cultural dentro de la perspectiva de la fraternidad. Por esa razón, la preocupación primaria del Corán es la relación del ser humano con su Creador y, por ende, con el prójimo.

El paradigma del imperio árabe (Siglo VIII d.C.) Este paradigma tiene relación con la ex-pansión del islam después de la muerte del profeta Mahoma. Es una época de llevar con renovado impulso las enseñanzas del profeta, algunas veces en medio de la oposición. Se da un desplazamiento de del centro de poder político y religioso. Damasco se muestra como la nueva ciu-dad del islam. Ella es desde el año 643 la residencia del gobernador musulmán de Siria. De ella saldrá toda una dinastía de califas, por eso:

“En vez de los compañeros del Profeta y de la elite inicial musulmana, durante casi un siglo va a gobernar la dinastía de los Omeyas.Cúpulas de Aya Sofya. Fotografía de Matt Baum.

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El interés de los califas omeyas se concen-tra en la dirección política y en la escru-pulosamente organizada administración del nuevo imperio, en vez de la religión y la teología islámicas.

Siria es la potencia política y religiosa en lugar de Arabia.

La capital del islam se traslada a la ciu-dad cultural siria de Damasco, en vez de Medina, la ciudad del desierto y primer centro político del imperio islámico-árabe: un triunfo del estado urbano sobre los beduinos.

En vez de las tradiciones sasánidas, son las tradiciones bizantinas, acogidas por árabes sirios, las que dejan sentir su in-fluencia en todo el imperio” (Küng, 2006, p.221).

Se desarrolla una monarquía centralista y triunfa el principio dinástico. Frente a lo anterior se presenta la oposición Chií que afirma que el califato no pertenece legítimamente a los Omeyas sino a Alí y a su hijo primogénito Hasan.

Seis décadas luego de la muerte de Mahoma, el islam se ha extendido a vastos territorios donde se impone el árabe como lengua reli-giosa, se introduce una moneda islámica, se islamiza el arte y surge el derecho islámico. De hecho, hay un cambio en la sociedad, pues ella está constituida ahora por muchos pueblos y se pasa del régimen patriarcal al gobierno imperial. Hay una confrontación con el cristianismo existente en el imperio bizantino.

El paradigma del islam clásico como religión universal (Siglo XIII d.C.)Ahora es la época de los Abasíes. Re-claman el imperio para sí porque dicen que pertenecen a la “casa” (bait, que

también significa familia) del Profeta: al-Abbas era tío del Profeta, mientras que Alí, no era más que un sobrino quien debía su legitimidad a su mujer, Fátima.

La nueva metrópoli cultura del islam es Bagdad. El califato abasí es fundado por al-Mansur (754-775) y consolida su régi-men con la ayuda de los sunníes.

Bagdad toma cuerpo como la nueva constelación global de este tercer pa-radigma. El islam se convierte en una religión universal y la hegemonía del pueblo árabe llega a su fin. Gobiernan los califas abasíes. El árabe se convierte en la lengua franca y también culta. Se da el contacto entre el mundo musulmán y el pensamiento helenista, sobre todo a través de las discusiones teológicas. Las escuelas griegas se trasladan a oriente. Surgen los doctores de la religión para llenar el vacío que las gentes sienten en cuanto a su orientación espiritual y liderazgo moral. Son teólogos, exégetas y, sobre todo, jurisconsultos. Los cali-fas de Bagdad siguen el marco jurídico establecido y se desarrolla el derecho bajo la supervisión de dos estamentos:

Interior de la Mequita Azul de Istambul. Fotografía de Matt Baum (2011).

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los doctores de la religión y los doctores en derecho o jurisconsultos. Cobran im-portancia los ulemas o jueces (qadi). Se recopilan los dichos y hechos del Profeta, los denominados hadites… “se constituye así una ciencia del hadit, que, al igual que la ciencia del Corán y la ciencia del derecho, alcanza una perfección suma y un elevado prestigio social” (Küng, 2006, p. 300). Surgen diversas escuelas jurídicas en varias provincias. Se desarro-lla la teología islámica y se dan ciertas características dentro de la misma que indican el cambio de paradigma:

• El centro de la teología se desplaza hacia Oriente.

• Ya no resulta decisiva la rivalidad entre “sectas” o ciudades, sino la contra-posición de métodos: la ciencia de la tradición frente a la teología racional.

• La problemática objetiva se desplaza del círculo temático: “predeterminación divina-autodeterminación humana”, al problema “revelación divina-razón humana”.

El paradigma de ulemas y sufíes (Siglo XIII d.C.)Este paradigma es complejo porque en el siglo X rivalizan entre sí tres califas: el de Bagdad, el del Cairo y el de Córdo-ba. Es una división en la Umma islámica. Surge el Sufismo. Se compilan las grandes sumas teológicas. Hay un apogeo de la filosofía árabe. El islam adquiere carta de presentación en Córdoba y Toledo y en Córdoba conviven creyentes de las tres grandes religiones monoteístas.

El paradigma islámico de la moderniza-ción (Siglos XVII-XX d.C.)En 1492 culmina la reconquista española con la toma de Granada y la expulsión

de judíos y musulmanes. Comienza un estancamiento del islam. En el siglo XIII, con la clausura de la filosofía, se neutra-liza la autonomía profano-científica tan necesaria para el progreso y el conoci-miento. Se expande el islam por la India, África y el Sudeste asiático entre el siglo X y el siglo XII. Existen movimientos de renovación pero no se da, como en el cristianismo, ninguna gran reforma re-ligiosa. Surge el imperio Safawí que es el primer estado chií. El imperio Turco Otomano (1300-1922 d.C.) es la nueva potencia mundial islámica.

En los imperios de los otomanos y los persas safawíes, las grandes ciudades, los centros de la manufactura tradicional, se hallan dominadas por tres grupos: los grandes comerciantes, los maestros arte-sanos y los ulemas. Estos últimos confieren legitimidad a los gobernantes, quienes, a partir de la ciudad, cada vez ejercen mayor dominio sobre los territorios cir-cundantes; al mismo tiempo, se ocupa de la sari’a, en cuanto sistema jurídico islámico, que permanezca en vigor y sea aplicada (Küng, 2006, p.460).

Se puede profundizar más en el islam y abordar otros paradigmas; sin embargo,

Representantes de las diferentes Iglesias durante el Con-sejo Mundial de Iglesias celebrado en la Catedral de San Francisco de Asís. Tomado de Ivereigh (2011).

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El Astrolabio

el objetivo general de nuestro trabajo es plantear la posibilidad de una ética co-mún entre las tres grandes religiones de origen abrahámico, pero desde la pers-pectiva funcional de la dialéctica tal y como ha sido planteada por un pensador de la talla de Bernard Lonergan; por eso, la tercera parte de nuestra investigación abordará, por un lado, los planteamien-tos de Hans Küng y de Orji y, por otro, lo que se plantea en Método en Teología y otros escritos tanto del pensador cana-diense como de los que han continuado con esa línea de investigación a través de los años.

CONCLUSIÓN

Es de imperiosa necesidad buscar y pro-piciar el diálogo y el entendimiento entre las diversas culturas religiosas, pues es la única manera de lograr la paz entre las naciones. Lograr la paz entre las naciones es el paso fundamental para una mayor equidad y un mejor desarrollo humano. Todos merecemos la oportunidad de vivir en igualdad de condiciones y ser tenidos en cuenta desde nuestra genuinidad hu-mana. La dialéctica es el paso obligado para propiciar un diálogo de contrarios pero en igualdad de condiciones. Una simetría que se logra cuando nos encon-tramos en el campo común de una ética plural que va más allá del sectarismo y la división. Un código universal y normativo que aliente los derechos más fundamen-tales de la persona y de los pueblos; es decir, que permita la capacidad dialógica e integradora de los actores de un mundo cada vez más global y más necesitado de interrelaciones e interconexiones no sólo técnicas y científicas, sino humanas y espirituales.

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paradigmas de las rlgns monoteístas

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