paradigma colonial

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    1 Una versin previa de este artculo fue publicada en la revista electrnica del CERMA (EHESS, Pars),Nuevo

    Mundo-Mundos Nuevos, http://www.ehess.fr/cerma/Revue/indexCR.htm

    el paradigma colonial se refiere al problema del estatus y de la identidad his-

    trica de los dominios espaoles entre el siglo XVI y las independencias. Permi-ten las voces colonia y colonial dar cuenta cabal de la historia hispanoame-ricana desde el siglo XVI hasta la independencia y nuestros das? No ser acasooportuno cuestionar el uso que solemos hacer, nosotros los historiadores latino-americanistas, de estos trminos para calificar y describir sin discriminacincualquierdato, cualquierfenmeno histrico ocurrido en Amrica durante el perio-do anterior a la independencia? El recurso al concepto de colonia y a la categora

    colonial (colonia es un concepto?, colonial una categora descriptiva, ana-ltica, axiolgica?) no ser un tanto acrtico y maquinal, tendencioso y reificado?

    Lo que sigue no pretende acabar con el tema. El punto de vista es el de una his-toriadora, por lo tanto no es necesariamente similar al de los antroplogos; la pers-pectiva privilegiada es la de la historia poltica concebida de manera amplia, pero sintocar las cuestiones de historia econmica. Tratar sobre todo de Hispanoamrica,sin que ello impida comparaciones con otras regiones de colonizacin europea.

    REIFICACIN DE UN CONCEPTO

    Son varias las formas mediante las cuales se reifican o cosifican valga el neolo-gismo los conceptos, las nociones y las categoras de anlisis. La reificacin es amenudo el desconocimiento del carcter construido de las nociones y su utiliza-

    El paradigma colonial en la

    historiografa latinoamericanista1

    Annick Lemprire

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    cin como categoras no-pensadas y autctonas en el campo de una disciplina.En el caso del quehacer histrico, la reificacin sobreviene, primero, al aplicar a

    pocas distintas dentro de un extenso periodo, las mismas categoras y calificati-vos; segundo, cuando se olvida que los conceptos y las categoras no son esen-cias y sustancias eternamente iguales a s mismas, sino que tienen una historia,cargan una memoria y ostentan unos significados tan distintos como las formacio-nes sociales en las cuales nacieron y se siguen empleando. Segn las pocas, lassociedades y los grupos socioculturales, las voces y los conceptos cobran sentidossumamente diferenciados, sentidos que a su vez pueden llegar a implicar, comoen el caso de la palabra colonia y sus derivados, valores y valoraciones altamen-te polmicas, cargadas de afectividad, de ideologa, de pasiones y del recuerdode experiencias militantes o vitales. De colonia a colonial se pas, en el siglo XIX,a colonialismo, con lo cual la cuestin colonial entr de plano en el campo dela ideologa y de la poltica. La historia colonial latinoamericanista no podade ninguna manera salir ilesa de tales avatares.

    Historia colonial de Amrica Latina, desde hace muchas dcadas, no remitea otra cosa que al periodo de estudio que abarca los siglos anteriores a la indepen-

    dencia: la poca colonial y, corolariamente, a una subparte de la materia aca-dmica Historia de Amrica Latina. La frmula, en s misma, se ha vuelto neu-tral, gris, no polmica. Colonial es una seal de identidad especfica para loshistoriadores que estudian los siglos XVI a XVIII. Normalmente se podra prescindirde repetir sucesiva y reiterativamente las alusiones a lo colonial a lo largo de losestudios claramente ubicados dentro del periodo colonial. Sin embargo, no su-cede as. Al estudiar la sociedad, los sistemas de trabajo, la economa, la fiscalidadentre el siglo XVI y el XIX, la mayora de los historiadores siente la necesidad de

    aadir el calificativo colonial a cualquier descripcin. Se habla de rgimen co-lonial, pero, qu quiere decir colonial en este caso? Qu sentido aade alanlisis del sistema poltico, si de eso se trata? Si significa que las instituciones sondistintas de las de la pennsula, colonial es suficiente para calificarlas? Ex-plotacin colonial, frmula de moda en la poca de Chaunu y de la preponde-rancia de la historia econmica, remite al sistema econmico global: alude a laextraccin de bienes primarios y a la explotacin del trabajo indgena o de la es-

    clavitud negra, al mercantilismo y al comercio exclusivo con la metrpoli.

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    Hoy en da se prefiere pacto colonial, expresin que viene a rematar, demanera fluida y elstica, un conjunto de datos bastante distintos entre s: a veces

    se trata de los acuerdos entre caciques indgenas y autoridades peninsularessobre la organizacin del trabajo indio, a veces del conjunto de las institucionespolticas, econmicas, etctera, que regan a las sociedades americanas sin distin-cin de condicin, otras veces de las relaciones entre los colonos criollos y las ins-tancias de poder en la metrpoli, se trate del comercio o de la asignacin de losempleos pblicos, sin que se identifique siempre de manera muy clara quinesfueron los actores y los sujetos concretos de dicho pacto. Asimismo, colonialsirvi, durante dcadas, para calificar a todas las producciones artsticas de los do-minios ultramarinos hasta el siglo XIX (el famoso arte colonial). En nuestrosdas, colonial se aplica tanto a las cuestiones de gnero como a las relacionesentre los grupos tnicos o a la religiosidad propia de la misma poca. Acasotales fenmenos sociales, estudiados para los siglos XIX o XX, se califican de na-cionales o independientes?2 Huelga decir que la costumbre se encuentra enlos escritos de los historiadores latinoamericanos, norteamericanos y europeos detodas las nacionalidades: forma parte de nuestra lingua franca historiogrfica. Aho-

    ra bien, estamos frente a un uso que va ms all de la neutral identificacin de ungrupo de aficionados a un periodo y a un territorio. Lleva consigo un sistema devaloraciones, las ms de las veces peyorativas. He aqu la cuestin colonial quequisiera discutir en las pginas que siguen.

    LOS ORGENES DEL PARADIGMA COLONIAL: INDEPENDENCIAS,COLONIALISMO Y DEPENDENCIA

    Tal vez la comparacin ms inmediata y til para abordar la cuestin colonialhispanoamericana sea con la historiografa norteamericana. Como aqulla, la nor-teamericana tiene su historia colonial. Sin embargo, salta a la vista una gran di-ferencia. Los rebeldes de las Trece Colonias, una vez lograda su independenciamediante una guerra y una revolucin poltica llevada a cabo por ellos mismos, no

    2 La calificacin de poscolonial tampoco satisface mucho las exigencias de anlisis y comprensin de las

    relaciones sociales.

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    renegaron de su pasado colonial, de sus instituciones coloniales, de su esta-tuto de colonos, pobladores y actores del desarrollo econmico de sus territo-

    rios y del comercio colonial con la Gran Bretaa. La ruptura con la metrpoli,fundamentada en el derecho natural y en los derechos polticos a los cuales los co-lonos se consideraban acreedores, no implic el rechazo del pasado britnico yde la pertenencia a una tradicin poltica, jurdica y religiosa britnica. No implicla renuncia al sistema socioeconmico basado en la esclavitud que los colonos ha-ban adoptado para explotar el territorio que iban poblando. Tampoco puso entela de juicio el tipo de relaciones guerra y comercio entre naciones segn elderecho de gentes que se haban entablado de antemano entre los colonos y losautctonos, quienes siguieron siendo excluidos del ecumene de losEnglishmen.

    En cambio, en el caso hispanoamericano, las modalidades de acceso a la inde-pendencia llevaron a los colonos, cuando escogieron el camino de la insurgencia,a inventarse una ascendencia imaginaria. Enfrentados violentemente a las hues-tes realistas, se identificaron con los indios cuyos reinos e imperios sus propiosantepasados haban conquistado y destruido tres siglos antes. Los patriotas crio-llos renegaron de su pasado de colonizadores y colonos para hacer suya la condi-

    cin de colonizados. Renunciaron a su antigua identidad de vasallos de los rei-nos indianos, orgullosamente asumida hasta 1810-1811, para hablar de su propiatierra como de colonias, lo cual implicaba, al revs de lo que sucedi en los Es-tados Unidos, el rechazo del pasado y de la herencia espaola.3 Colonia se vol-vi sinnimo de despotismo en lo poltico y de oscurantismo y poder inquisitorialen lo cultural y religioso despotismo y oscurantismo cuyas vctimas habran sido,durante tres siglos, lo mismo los criollos que los estratos sociotnicos subyugadosmediante la conquista y la esclavitud. Con ello, las dificultades a las cuales se en-

    frentaron los antiguos territorios espaoles a la hora de volverse Estados-naciones,se atribuyeron no a las modalidades de la colonizacin impuestas por los colonosdurante tres siglos, sino a la herencia espaola: los usos y costumbres y la si-tuacin sociocultural de la inmensa mayora del pueblo ignorancia, fanatismo,

    3 Estas lneas se basan en Franois-Xavier Guerra, The implosion of the Spanish Empire: Emerging Sta-tehood and Collective Identities, en Luis Roninger y Tamar Herzog, The Collective and the Public in Latin Ame-

    rica. Cultural identities and Political Order, Sussex Academic Press, 2000, pp. 71-94.

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    pasividad y otros tantos vicios, segn las propias palabras de las lites ilustra-das fueron calificados como consecuencias de la dominacin espaola y con-

    siderados todos como contrarios al progreso y al engrandecimiento de las nuevasnaciones. Por cierto, hace falta matizar. Desde los principios de la era indepen-diente hubo tambin publicistas, historiadores y polticos, tradicionalistas o con-servadores, para conferir a lo colonial un valor altamente positivo. La contiendaentre las dos corrientes de interpretacin del pasado espaol se sum a las luchaspolticas entre liberales y conservadores en el siglo XIX, o entre hispanistas eindigenistas en el siglo XX en los pases donde exista una numerosa poblacinindgena.4 Sin embargo, la valoracin negativa de lo colonial fue la que preva-leci en Hispanoamrica a medida que se perfilaban las dificultades para im-pulsar las reformas modernizadoras. Pero eso ocurri varias dcadas antes de lagran ola decimonnica de expansin y colonizacin europea, y a partir de una si-tuacin histrica derivada de las modalidades de la independencia sobre las cua-les volver ms adelante. Quienes crearon la valoracin negativa de lo colonialfueron primero los colonizadores hispnicos, herederos del imperio y de las socie-dades que sus antepasados haban contribuido a fundar. Aunque pudieron reivin-

    dicarlo ocasionalmente incluso hasta nuestros das, las lites criollas no eran lasherederas intelectuales y morales de De Las Casas y Vitoria. Al lado de la filiacinimaginaria indigenista, las lites criollas se dotaron de una nueva filiacin euro-pea, imaginada tambin pero ms adrede respecto de sus fines inmediatos, en elSiglo de las Luces y la Revolucin francesa.5

    La crtica anticolonialista, como bien se sabe, naci a raz de la expansineuropea del ltimo tercio del siglo XIX. Numerosos pensadores y hombres pol-

    4 Cabe observar que, en el caso de Mxico, la corriente indigenista en el caso de Manuel Gamio, porejemplo fue proclive a reconocer que la legislacin indiana (colonial) haba sido a fin de cuentas ms favora-ble a los indgenas que la supuestamente igualitaria de los liberales decimonnicos. Tal valoracin iba a la parcon la elaboracin del nacionalismo posrevolucionario, que tendi a integrar dentro de la historia y de la identi-dad nacional los aportes de las sucesivas pocas desde antes de la Conquista. Cf. A. Lemprire, Dun cente-naire de lIndpendance lautre (1910-1921). Linvention de la mmoire culturelle du Mexique contempo-rain, en F.X. Guerra (ed.),Mmoires en devenir. Amrique latineXVIe-XXesicles, Burdeos, Maison des PaysIbriques, pp. 269-292.

    5 Francois-Xavier Guerra, LAmrique latine face la Rvolution franaise, enLAmrique latine face la

    Rvolution franaise, Caravelle, nm. 54, 1990, pp. 7-20.

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    ticos europeos se percataron de lo negativo y nefasto de la colonizacin y la de-nunciaron en calidad de colonialismo e imperialismo. A partir de entonces,

    fuera por parte de los partidarios o de los adversarios de la expansin colonialista,colonia cobr una significacin nica: la de un territorio extranjero sometido auna dominacin poltica casi exclusivamente dirigida hacia la explotacin econ-mica llevada a cabo por los capitalistas metropolitanos en provecho de la potenciaeconmica y militar del Estado-nacin.6 En cuanto al fardeau de lhomme blancy a la misin civilizadora, nadie hoy en da se atrevera a decir que fue otra cosaque una mscara ideolgica, aun cuando los servicios sanitarios y educativos ins-trumentados por algunos colonizadores pudieron a veces surtir efectos positivospara las poblaciones colonizadas.

    La colonizacin decimonnica y su squito de crticas produjeron, lo que fuebastante normal e inevitable, una relectura del pasado colonial de Amrica Latinaen trminos de nacimiento del colonialismo europeo o de primer imperialis-mo moderno.7 Si bien tal relectura pareci haber culminado con la teora de ladependencia en los aos sesenta y setenta,8 no deja de hacer sentir sus efectos ysu vitalidad hasta nuestros das.Las venas abiertas de Amrica latina, el panfleto

    imaginativo y sombro de Eduardo Galeano publicado por primera vez en 1971 al-canza valiosamente su septuagsimocuarta edicin en el momento en que se pu-blica en FranciaLe livre noir du colonialisme, cuyo primer captulo est dedicado alaniquilamiento de los habitantes de las islas caribeas a partir de 1492.9 En cuan-

    6 Argelia es uno de los pocos casos decimonnicos que se asemejan de cerca a la colonizacin espaola rena-centista: conquista militar, coexistencia desigual entre los vencidos, y un gran nmero de pobladores oriundosde la metrpoli, as como la tentativa frustrada en tiempos de Napolon III de crear un orden jurdico pro-

    tector de los indgenas. Obvian las diferencias, entre las cuales sobresalen primero la sobrevivencia vigorosade la religin musulmana, segundo la no-coincidencia entre el sistema poltico propio de los colonizadores (Es-tado-nacin, ciudadana poltica) y la condicin poltica (o ms bien la condicin desprovista de derechos pol-ticos) de los colonizados.

    7 Tal es la posicin, por ejemplo, de Carmen Bernand: La premire forme moderne de limprialismeoccidental fut luvre de lEspagne et du Portugal, Imprialismes ibriques, en Marc Ferro,Le livre noir ducolonialisme.XVIe-XXIesicle: de lextermination la repentance, Pars, Robert Laffont, 2003, pp. 137-179.

    8 En el campo historiogrfico, una muestra es Stanley J. Stein y Barbara Stein, The colonial heritage of LatinAmerica: Essays on Economic Dependance in Perspective, Oxford, Oxford University Press, 1970.

    9 Marc Ferro, op. cit. El ttulo se inspira directamente enLe livre noir du communisme. Crimes, terreur, rpres-

    sion (Robert Laffont, 1997) y es inevitable que provoque el mismo tipo de polmica ; vase, por ejemplo, el con-

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    to a la conmemoracin del quinto centenario del descubrimiento colombino,ms que abrir una nueva poca en la valoracin negativa del colonialismo euro-

    peo, permiti escenificar la mutacin de los paradigmas propios del memorial deagravios anticolonialista ocurrida en la dcada anterior. Rebasadas las esperanzasmarxistas y teolgicas de liberacin socioeconmica, el fundamentalismo iden-titario de las organizaciones polticas de los pueblos autctonos sustituy a ladominacin multipolarizada y la globalizacin al capitalismo y a las multi-nacionales de antao, el etnocidio a la dependencia, la exigencia del recono-cimiento constitucional de los pueblos y nacionalidades indgenas a la apuestarevolucionaria. Contra el colonialismo, las culturas originarias; contra el universa-lismo revolucionario, el comunitarismo identitario.10

    Es imposible, y hasta cierto punto no deseable, que el quehacer de los histo-riadores latinoamericanistas quede inmune contra los paradigmas colectivos que,surgidos dentro y fuera de los recintos acadmicos, tien las lecturas del pasadocon los vivos colores de los temas candentes de la actualidad. Los imaginarios,los ideales propios y controvertidos de las sucesivas generaciones, son obviamentevividos y compartidos, consciente o inconscientemente, por los historiadores. Sin

    embargo, si pretendemos hacer historia no es slo para compartir emociones yutopas, sino tambin para entender y explicar el pasado y el presente. La posi-cin del historiador no lo obliga a operar siempre una distincin entre historia yconmemoracin, lo mismo que entre historia y militancia, historia y hagiografa,crtica y denuncia? En la medida en que colonia y colonial desde hace muchotiempo, y hoy en da ms que nunca, son conceptos que implican valoracionestanto positivas (en nuestros das escasas: vese la suerte de la conquista espiri-tual) como negativas (colonialismo, etnocidio, genocidio), por lo menos se puede

    esperar cautela y reflexin a la hora de utilizarlos. Si pensamos que Weber acertal propugnar una sociologa comprehensiva de las razones y de los valores pro-pios de los actores, tenemos que aceptar tambin, aun siendo historiadores y no

    junto de lecturas crticas Lanticolonialisme (cinquante ans aprs). Autour duLivre Noir du colonialisme, enAfrique et histoire. Revue internationale, Pars, Verdier, nm. 1, 2003, pp. 245-267.

    10 Una ilustracin de esta mutacin es el testimonio de Rigoberta Mench, cf. Annick Lemprire, Moi,Rigoberta Mench, tmoignage dune indienne internationale, enLe parti pris du document, Communications,

    nm. 71, pp. 395-434.

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    socilogos, la otra cara de su propuesta: apartar cualquier sistema de valor denuestra reflexin y cualquier valoracin de nuestros objetos de estudio, en prove-

    cho de una actitud comprehensiva lo cual no significa emptica o simpatizantefrente al pasado.

    LAS COLONIAS ANTES DEL COLONIALISMO

    Durante siglos, la voz colonia no tuvo ninguna connotacin peyorativa y conser-v los significados que los romanos haban dado a la palabra latina. Colonizar era,ante todo, poblar: una migracin y una fundacin que no implicaban la domina-cin de un pueblo sobre otro, sino la toma de posesin de un territorio. Fruto deuna serie de conquistas en contra de pueblos organizados, los territorios hispano-americanos fueron llamados reinos, provincias, dominios por los soberanosespaoles, quienes los integraron dentro del patrimonio de la corona castellana.Colonia, en el mundo hispnico, se aplicaba a las posesiones y poblaciones ex-tranjeras (francesas, inglesas, portuguesas, etc.) en Amrica: Colonia de Sacra-mento, por ejemplo.11 Sin embargo, segun el abate Raynal o William Robertson,

    las Indias espaolas eran sin lugar a duda colonias, por una parte en el sentidopoblacional tradicional y por otra, en el nuevo sentido, econmico, de la palabracolonia.

    En efecto, fue a partir de finales del siglo XVII cuando colonia empez a co-brar un significado econmico que pas del francs a los idiomas ingls y espaoldurante el siglo XVIII. El monopolio comercial (uno de los puntos fuertes del sis-tema mercantilista que fue adoptado por todas las potencias de la poca) se esta-bleca con las colonias, para la utilidad de la metrpoli.12 En la poca de las

    reformas borbnicas, dentro de los crculos de la corte madrilea se empez a ha-blar de los dominios ultramarinos en calidad de colonias con una clara connota-cin econmica, y en el sentido de que la utilidad producida por Amrica habasido, hasta la fecha, demasiado a favor de esta ltima. Sin embargo, fue tambin

    11 Philippe Castejon,Le statut de lAmrique hispanique la fin du 18esicle: les Indes occidentales sont-elles descolonies? Mmoire de matrise de luniversit Paris-I, 1993. Colonia se deca tambin de las naciones extranjerasestablecidas en el territorio peninsular, por ejemplo la colonia de los comerciantes franceses de Cdiz.

    12

    Ibid.

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    en la segunda mitad del siglo XVIII cuando los ilustrados espaoles, entre ellosCampomanes de manera notable,13 conceptualizaron la idea de formar un solo

    cuerpo de Nacin (la Nacin espaola) y de estrechar los vnculos de amistady unin entre las provincias potentes y considerables del imperio espaol. Locual quiere decir que las Indias podan ser al mismo tiempo colonias en lo eco-nmico y reinos o provincias en lo poltico, y que se trataba de instaurar unacomplementariedad, ms que un antagonismo de intereses, entre la pennsula ylos territorios ultramarinos.

    En todo caso, y he aqu el punto medular, en aquel entonces y hasta bien en-trado el siglo XIX, colonia y colonial no tenan ningun contenido ideolgico.Su significado no era negativo, tampoco unvoco. Se aceptaba que la creacin decolonias responda a numerosos motivos que no eran primordialmente econmi-cos, pudiendo ser polticos, religiosos o militares. Adems, se saba que la palabracolonia remita a realidades muy distintas entre s, y no se identificaba a lasplantaciones esclavistas de las islas caribeas con los establecimientos espaolescontinentales.14 Cuando el abate Raynal o Turgot criticaban las colonias espao-las, era porque no reportaban suficientes utilidades econmicas a la metrpoli, la

    cual, al contrario, se haba empobrecido al mantener la defensa y la administra-cin de sus desproporcionadas posesiones. En cuanto a Adam Smith, no conde-naba el sistema de gobierno espaol en las Indias por ser colonial, sino por sermercantilista y por tanto contrario al libre cambio que pregonaba en suRiqueza delas naciones: se trataba de economa, no de moral ni de ideologa. El mismo CarlosMarx, hasta 1870, integr los fenmenos de colonizacin dentro de su esquemahistrico evolucionista y no denunci las coloniasper se: defendi la colonizacinbrtanica en la India al ver en ella un proceso favorable a la expansin del capita-

    lismo, en calidad de instrumento ms eficaz de la modernizacin deseable paralos anquilosados sistemas socioeconmicos del Oriente lejano.15

    Por lo tanto, la primera expansin europea de los siglos XV a XVIII tuvo lugarmucho antes de que dicha expansin, fuera hecha hacia territorios vrgenes dehabitantes o llevada a cabo en detrimento de pueblos autctonos, cobrara para

    13 Informe de Campomanes, 1768, cit. en ibid., p. 54.14 Carlos Rodrguez Braun,La cuestin colonial y la economa clsica, Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 19.15

    Ibid., p. 14.

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    muchos sectores de la intelectualidad europea un sentido altamente negativo.Exista ms bien un consenso acerca de la utilidad de las colonias, fuera desde el

    punto de vista demogrfico, militar, poltico o econmico, sin hablar de los moti-vos religiosos que, aunque bajo modalidades muy distintas entre s, no estuvieronausentes de ninguna de las colonizaciones europeas del Antiguo Rgimen.

    Vale la pena aadir que tampoco el fenmeno de las conquistas, que en elcaso espaol fue la condicin previa a la colonizacin propiamente dicha, fue con-cebido bajo un punto de vista negativo. Desde la antigedad hasta la Revolucinfrancesa y las guerras napolenicas, la nocin de conquista no fue peyorativa. Poruna parte, la guerra justa poda desembocar en una conquista no menos justasegn las codificaciones propias del derecho natural y de gentes; por la otra, se te-na muy claro que la mayor parte de la historia universal, incluso la de la propiaEuropa, se haba desarrollado bajo el signo de las conquistas y del auge y declivede los imperios. En el caso de Europa, tales conquistas fueron en varios casos se-guidas o acompaadas por verdaderas colonizaciones, baste con citar el ejemplode los caballeros teutnicos en el oriente germnico-polaco o de la colonizacin deIrlanda bajo la Inglaterra renacentista de Enrique VIII, otros tantos episodios

    de la historia europea que no suelen ser ordenados bajo la etiqueta de poca co-lonial en las historiografas nacionales.

    Ahora bien, tal neutralidad frente a los fenmenos coloniales nos remite ni-camente a las opiniones de los colonizadores europeos, con lo cual es fcil oponera la argumentacin desarrollada en los prrafos anteriores la voz de los vencidos.Sin embargo, cabe recordar que dicha voz no exista como tal en ninguna partedel mundo y existi al menos tericamente slo poco tiempo antes de que na-ciera el colonialismo y sus corolarios, el anticolonialismo y las luchas de li-

    beracin nacional. La profunda injusticia de la colonizacin como dominacinno negociada sobre pueblos extranjeros autctonos no apareci no slo en Euro-pa sino tambin en el mundo entero hasta despus de la elaboracin de una se-rie de conceptos y principios enteramente nuevos respecto de lo que se concebacomo la justicia y el derecho en las relaciones entre las comunidades humanas ydentro de ellas: igualdad de los individuos en el estado natural y ante las leyes ci-viles, derechos del hombre y del ciudadano, soberana de los pueblos y de las na-

    ciones, derecho de los pueblos a su autodeterminacin.

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    Basta con releer las primeras pginas deEl imperialismo, de Hannah Arendt,para percatarse de la necesidad de dotar a los conceptos de un sentido histri-

    co para lograr una aproximacin no ideolgica y no valorativa de los problemas.Arendt, en efecto, distingue de manera esclarecedora los antiguos imperios delmoderno imperialismo, interpretando a ste como uno de los sntomas de la crisisdel Estado-nacin. No menciona una sola vez, por lo dems, el caso de los impe-rios espaol, portugus o francs de los siglos XVI a XVIII. Al subrayar la contradic-cin interna entre el cuerpo poltico de la nacin y la conquista considerada comoun medio poltico, deja muy claro el hecho de que el imperialismo moderno, elde los siglos XIX y XX, no desemboc en la construccin de verdaderos imperiospolticos, sino en la expansin en calidad de meta poltica permanente y supre-ma, o sea un concepto enteramente nuevo en los anales del pensamiento y dela accin poltica. Nuevo en el sentido de que se trataba, en realidad, no de unametapoltica, sino de motivos y objetivos enteramente ubicados en la esfera eco-nmica y mercantil.16 No solamente el cuerpo poltico de la nacin, en cuantoproduce un derecho cuya aplicacin est por definicin estrictamente acantonadadentro de las fronteras del territorio nacional, se revela incapaz de fundar impe-

    rios,17

    sino tambin conduce a los colonizados a la toma de conciencia de su iden-tidad nacional con su squito de guerras de liberacin. Los nicos procesos deconquista y colonizacin que, llevados a cabo por Estados-naciones en el sigloXIX, no dieron lugar a la fundacin de imperios mercantiles sino a la integracinjurdica, dentro del Estado, de territorios y poblaciones, fueron los que empren-dieron los gobiernos argentino y chileno, casi simultneamente, en contra de losindios bravos que vivan ms all de las fronteras heredadas del imperio espa-ol. Contempornea de estos acontecimientos, la conquista del oeste por parte

    de los colonos norteamericanos sigui pautas distintas, al dejar al margen de laciudadana estadunidense, no slo socioeconmica sino jurdicamente, a los po-

    16 Hannah Arendt, El imperialismo, enLes origines du totalitarisme. Eichmann Jerusalem, edicin dirigidapor Pierre Bouretz, Pars, Gallimard, 2002, p. 376.

    17 H. Arendt: A diferencia de las autnticas estructuras imperiales, donde las instituciones de la metrpoliestn diversamente integradas en el Imperio, el imperialismo se caracteriza por el hecho de que las institucio-nes nacionales siguen siendo distintas de la administracin colonial, aunque tengan el poder de ejercer un con-

    trol sobre esta ltima, ibid., p. 379.

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    bladores indgenas. O sea que fue un proceso equiparable al de la conquista delmundo por parte de la Europa industrializada a menos que queramos adherir

    a las doctrinas de las fronteras naturales o del destino manifiesto.Antes de las revoluciones de finales del siglo XVIII y principios del XIX, fue el

    derecho natural y de gentes el encargado de dictar lo justo en cuanto al ordena-miento poltico y jurdico de las comunidades humanas, fueran stassui generis oel resultado de conquistas y colonizaciones. Fue el derecho natural (que no losderechos del hombre) el que dict a los telogos espaoles de la poca de laconquista la denuncia de los exterminios y violencias acometidos por los conquis-tadores, as como la idea, retomada por la corona, de legislar en torno del tipo derelaciones que era deseable se establecieran entre los vencidos y los conquistado-res. En suma, fue el derecho natural el que proporcion el ordenamiento jurdico,poltico y moral que transform la conquista y los establecimientos espaoles deultramar, fundados en lo econmico sobre el trabajo indgena y en lo religioso so-bre la destruccin de las religiones autctonas y la evangelizacin, en una estruc-tura poltica imperial integradora de territorios y pueblos muy diversos entre s: enuna monarqua.

    COLONIZACIN DE ANTIGUO RGIMEN Y CAMBIOS SOCIOCULTURALES

    Despus de la destruccin de las Indias, e incluso en el momento mismo enque se produca, un proceso de refundacin y reconstruccin de comunidadeshumanas con carcter poltico fue llevado a cabo por una multitud de actores: elmonarca y los agentes de su soberana en la pennsula y en las Indias, los frailesy prelados de las rdenes religiosas, los conquistadores (por lo menos algunos de

    ellos) y los sucesivos pobladores y, last but not least, las autoridades indgenas y elconjunto de los indios vencidos. Sea cual sea el nombre que le demos al procesoy a sus resultados, lo cierto es que el conjunto abarca una larga duracin tressiglos.

    Es difcil admitir, para cualquier historiador, que una misma palabra, en estecaso colonial, pueda designar realidades absolutamente idnticas a lo largo detres siglos; ms an si pensamos en la diversidad de realidades que supone la

    existencia de un conjunto territorial y humano del tamao de la Amrica espao-

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    la. En los ltimos aos algunos historiadores, entre los cuales me incluyo, hemosadoptado la costumbre de evocar ciertas realidades socioculturales y polticas his-

    panoamericanas bajo el trmino de Antiguo Rgimen. Jacques Poloni-Simardanaliza los mecanismos de una colonizacin de Antiguo Rgimen,18 mientrasPedro Prez Herrero compila, sin escoger entre ellos, los distintos trminos de ladisputa al hablarnos de las sociedades de Antiguo Rgimen coloniales india-nas.19 Por lo menos para un historiador de tradicin europea, desde el punto devista historiogrfico la frmula de Antiguo Rgimen es ms precisa, y por lotanto ms satisfactoria que el calificativo colonial. No obstante, su uso indis-criminado plantea el mismo tipo de problema: el Antiguo Rgimen, sea enEuropa o en Amrica, es idntico a s mismo entre el siglo XVI y principios delsiglo XIX? El Antiguo Rgimen es una esencia o, como cualquier otro dato his-trico, el resultado altamente variado de una produccin humana?

    Ahora bien, tal vez una conceptualizacin que incluya declarativamente lasdimensiones temporal y espacial permita salir de la disyuntiva, antao planteadapor Ricardo Levene, entre colonias (la visin nacional-decimonnica que he-redamos) y reinos (la visin neoimperial no desprovista de arrire-penses po-

    lticas e ideolgicas en el caso de Levene).20

    En efecto, es fcil afirmar que lasIndias no eran colonias al adoptar un punto de vista estrictamente jurdico. Dehecho, la incorporacin de los territorios recin descubiertos y conquistados den-tro del patrimonio de la corona de Castilla los convirti legalmente en reinos.El suceso fue, obviamente, de gran trascendencia en el sentido que permititransformar el otorgamiento de soberana concedido por la bula de 1493 en laconstruccin de una monarqua universal o imperio. Los reinos, en calidad detales, suponan al mismo tiempo la integracin, bajo la forma corporativa heredada

    de la edad media, del conjunto de la poblacin indgena y espaola dentro deunos estamentos claramente definidos por sus respectivos derechos.21

    18Jacques Poloni-Simard, LAmrique espagnole: une colonisation dAncien Rgime, en Marc Ferro,op. cit., pp. 180-207.

    19 Pablo Prez Herrero,La Amrica colonial (1492-1763). Poltica y sociedad, Madrid, Sntesis, 2002.20 Ricardo Levene,Las Indias no eran colonias, Madrid, Espasa-Calpe, 3a. ed., 1973 [1a. ed., 1951].21 El otorgamiento de una identidad poltica la de reinos a los territorios ultramarinos se revela tam-

    bin decisivo, desde el punto de vista historiogrfico, a la hora de entender la naturaleza de las reformas borb-

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    Sin embargo, el problema no puede limitarse a la afirmacin de un ordena-miento jurdico y a la toma en consideracin de las formas polticas del dominio.

    El anlisis tiene que extenderse a la cuestin de la dimensin social, o ms biensociolgica, de tales reinos. Si los historiadores europestas, y despus de elloslos latinoamericanistas, se plantean desde hace tiempo el problema del nation-buildingy de la integracin social y poltica de las ciudadanas durante el siglo XIX,por qu los latinoamericanistas no se enfrentaran a la cuestin de la imperiali-zacin de las poblaciones hispanoamericanas a partir del siglo XVI? La pregunta:cuntos siglos son necesarios para que una sociedad colonial deje de serlo y sevuelva, sencilla y llanamente, una sociedad?, plantea una hiptesis plenamentehistrica e historiogrfica que no podemos pasar por alto al encararnos con unaduracin de tres siglos.

    Hasta cierto punto, la respuesta depende del esclarecimiento de algunos con-ceptos que, trasplantados de la sociologa a la historia, nos llevan a darles ciertasinterpretaciones a una serie de fenmenos que, considerados desde el punto devista histrico del cambio y de las mutaciones ligadas al pasar del tiempo, cobra-ran otra significacin. Tales son los conceptos de reproduccin, integracin,

    o control social para citar algunos pertenecientes a la lingua franca latinoame-ricanista e historiogrfica en general cuya importacin se sustituye a veces a lareflexin sobre los caracteres propios del objeto estudiado. Al analizar la reproduc-cin del sistema colonial mediante la adaptacin rpida y exitosa de los ele-mentos de la hispanidad, en este caso la integracin de la poblacin indgenadentro del sistema espaol de la administracin de justicia, Poloni-Simard dejaclaro, de manera sumamente convincente y matizada, que la Justicia fue un es-pacio de participacin capaz de integrar a los indgenas dentro del orden co-

    nicas en Amrica. Consideradas durante mucho tiempo no slo como un esfuerzo para afianzar el carcter absolu-tista del poder monrquico (lo que no deja lugar a dudas), siguen siendo tambin interpretadas como el principiode la ruptura del pacto colonial en los campos fiscales, militares, administrativos, etctera. Se olvida solamen-te una cosa: todas las reformas que fueron llevadas a cabo en Amrica por ejemplo las intendencias, o bien lasreformas religiosas fueron tambin adoptadas en la pennsula, antes, mientras o despus de Amrica segn los ca-sos. Lo mismo puede decirse del turning pointdel despotismo ministerial desde la consolidacin de vales realeshasta la rarefaccin de los pocos espacios de libertad asociativa y de prensa concedidos en la poca de Carlos IIIque se dieron igualmente en Amrica y en la pennsula, y por la misma razn, el miedo al contagio revolucio-

    nario.

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    lonial. Con ello, segn el autor, la justicia form parte de la fuerza del marcocolonial y permiti su renovacin.22 Entonces, reproduccin o renova-

    cin? Por qu no suponer que la renovacin no fue la reproduccin del siste-ma colonial, sino la creacin de un nuevo orden de cosas? Se puede ir ms all,aadiendo a la justicia (un elemento, por supuesto, fundamental) aspectos dela vida social colonial que han sido estudiados de cerca en los ltimos aos lavida religiosa llevada a cabo dentro de las asociaciones caractersticas de la poca(cofradas, doctrinas), o las ceremonias pblicas, religiosas y dinsticas. Este con-junto de prcticas sociales, tantas veces calificadas en trminos de instrumentosde control y de reconduccin de la dominacin, pueden ser interpretados tam-bin en calidad de medios de socializacin, aprendizaje, formacin de hbitos einculcacin de valores y saberes que no slo integraban a los indios, sino queeran productores de autonoma individual y colectiva. Los indios mismos, al igualque los otros grupos por lo dems, los integraban y los volvan suyos. La coloni-zacin de lo imaginario no par en el aprendizaje y la interiorizacin, ms o menosimpuestos por los vencedores y mestizados por los vencidos, de las categorasespacio-temporales, estticas, lingsticas, religiosas de los colonizadores, sino que

    indujo la apropiacin de saberes polticos y jurdicos que se fueron difundiendo, amedida que pasaban el tiempo y las generaciones, a capas cada vez ms exten-didas de la poblacin, la indgena en primer lugar, pero no solamente ella.23

    En otras palabras, la aculturacin (Nathan Wachtel) o la colonizacin de loimaginario (Serge Gruzinski), conceptos forjados para introducir la historia y elcambio en la antropologa contra la idea de las identidades puras e inmuta-bles, remiten a procesos que si bien nunca acaban, conocen sin embargo etapasy turning points ms o menos decisivos. Es necesario reconocer, por lo tanto, que

    las identidades individuales y colectivas pueden terminar por cambiar radical-mente, o que por lo menos las nuevas identidades se suman a las antiguas a me-

    22 Poloni-Simard, art. cit. En este caso y entre otras cosas, la renovacin consiste en el trnsito de los ca-cicazgos a la consolidacin de comunidades campesinas autnomas, lo que efectivamente consituye un hechode gran trascendencia en el campo de la historia no solamente social, sino tambin poltica, a la hora de la re-volucin liberal, como veremos ms adelante.

    23 Cfr. por ejemplo la difusin de la idea de bien comn entre las comunidades andinas a finales delsiglo XVIII, S. Elisabeth Penry, The Rey Comn: Indigenous Political Discourse in Eighteenth-Century Alto

    Per, en Roninger y Herzog, op. cit., pp. 219-237.

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    nos que estemos dispuestos a aceptar el dictamen de los fundamentalismos iden-titarios y reencontrar las culturas originarias. La aceptacin del nuevo orden

    de cosas asumida por los sujetos individuales y colectivos mediante una ampliagama de actitudes, desde el no-rechazo y la no-rebelin hasta el disentimiento ex-plcito y la rebelin argumentada en trminos inteligibles por el conjunto de unasociedad24 significa, al fin y al cabo, no la prolongacin de una dominacin nonegociada, sino la produccin de una dominacin legitimada, aunque en su ori-gen haya sido radicalmente ilegtima. Por lo tanto, es necesario reconocer que noslo los indios, sino todos los grupos que integraban la abigarrada sociedad in-diana de finales de la poca espaola, se reconocan como partes integrantes delorden jurdico, poltico y cultural que tena tres siglos de cambiante existenciaen vsperas de la independencia, y que se identificaban plenamente con l. Eslcito conceptualizar tal orden, para el siglo XVIII como mnimo, como un AntiguoRgimen en la medida en que el conjunto de las instituciones monrquicas, cor-porativas y estamentales dentro de las cuales se desempeaba el quehacer social,presenta efectivamente rasgos muy similares a los de las sociedades europeascontemporneas, aun incluyendo el factor especficamente indiano de la diver-

    sidad tnica.No puede ocurrir slo reproduccin a lo largo de tres siglos, sino que acon-

    tecen incesantemente creaciones, innovaciones, hibridaciones, mutaciones. Laintegracin es de doble sentido, objetiva y subjetiva. El control social (lasms de las veces de la Iglesia en el idioma latinoamericanista) puede interpre-tarse ms a menudo como la participacin consciente, motivada y racional de losactores en las asociaciones y en las prcticas individuales y colectivas. Queremostomar en cuenta lo que los actores sociales, sean indgenas o no, nos cuentan,

    mediante un sinnmero de documentos de archivo, de su propia vida y de suspropios valores, o nos conviene ms considerarlos en calidad de sujetos-objetoseternamente sometidos a los grupos dominantes y ajenos a s mismos? La re-produccin, al fin y al cabo, reconduce la estructura de la Thorie du GrandPartage entre ellos y nosotros.25

    24 Lo que fue el caso de la mayora de las rebeliones populares que ocurrieron en la poca colonialhispanoamericana.

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    Jack Goody,La raison graphique. La domestication de la pense sauvage, Pars, Les Editions de Minuit, 1979.

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    Ahora bien, el tiempo tiene que ser articulado con el espacio. Los territorioshispanoamericanos bajo la dominacin espaola no constituan de ninguna mane-

    ra espacios homogneos desde el punto de vista poltico, jurdico, poblacional,econmico, militar y religioso. Existan centros y periferias y, adems, el pro-ceso de colonizacin no par en el siglo XVI. No todas las poblaciones indgenasincluso dentro del ecumene hispnico fueron sometidas de manera simultneay bajo modalidades idnticas. Tampoco todas fueron incluidas de manera igual-mente intensa y voluntarista dentro del orden jurdico-cristiano-poltico de la mo-narqua espaola. No slo existan fronteras de colonizacin y de guerra con losindios bravos, sino tambin abundaban los islotes y arcipilagos desprovistos delas seales de la polica y de la civilizacin dentro de los reinos. As que se-guan formndose y el fenmeno, obviamente, continu ms all de la indepen-dencia; vase, entre otros ejemplos, el de las guerras yaquis en el Mxico porfiria-no sociedades coloniales, mientras los dems espacios po-blados desde antesya se haban transformado en sociedades de Antiguo Rgimen.26

    Para concluir con este punto, y con las salvedades expresadas en el anteriorprrafo, si creemos que cualquier proceso social y poltico es una construccin di-

    nmica y continua, llevada a cabo por actores individuales y colectivos concretosque cambian a medida que se suceden las generaciones y las experiencias, nohay ninguna razn para suponer que el sistema colonial tal como fue iniciadoen el siglo XVI, se reprodujo idntico a s mismo durante trescientos aos. Msbien se podra afirmar que, mientras en 1570 los establecimientos indianos eranms colonias que reinos, despus de 1770 eran ms reinos que colonias.

    EL PARADIGMA COLONIAL, PROBLEMA DEL ESTADO-NACIN

    Esto, y con ello llego al ltimo apartado de este ensayo, nos remite al problemade la naturaleza de la independencia y de sus consecuencias, as como a la cues-tin de la relacin causal que sea posible establecer entre la dominacin espaola

    26 Agradezco a Anath Ariel de Vidas sus muy sugestivos comentarios al respecto, basados en su conoci-miento de la situacin de los indios tenek en el pasado y en la actualidad ; cfr. su libroLe tonnerre nhabite plus

    ici. Culture de la marginalit chez les Indiens teenek (Mexique), prefacio de Nathan Wachtel, Pars, EHESS, 2002, 476 pp.

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    en Amrica y el devenir social y poltico de las nuevas naciones. En efecto, sepuede hablar en trminos de continuidad y de causalidad slo si se pasan por alto

    una serie de datos que, al contrario, hablan a favor de una ruptura, si no radical,por lo menos decisiva, entre las postrimeras del periodo espaol y los principiosde la era independiente. Entre 1808 y 1825, en efecto, no ocurre nada menos queuna revolucin poltica y una guerra civil casi ininterrumpida de diez a quinceaos de duracin segn las regiones. La tesis de antao segn la cual las guerrasde independencia habran producido nada ms una revolucin de los poderes anivel regional, prescindiendo casi por completo de una revolucin social, hoy enda est rebasada y abandonada. Por lo tanto, es necesario reconsiderar tambinla relacin que se estableca, en tiempos de la preponderancia de la historia socio-econmica y de la teora de la dependencia, entre, por una parte, el imperialis-mo europeo-norteamericano (un continuum entre los siglos XV y el XX) y elcolonialismo interno, o, en trminos ms generales, las abrumadoras desigual-dades econmicas y la marginalizacin sociocultural que caracterizaron a unassociedades americanas por otra parte encaminadas hacia la modernizacin y eldesarrollo.

    No se pueden pasar por alto los datos siguientes: primero, el alto grado de in-tegracin logrado por las sociedades indianas a principios del siglo XIX; segundo,el hecho de que la crisis del imperio a diferencia de lo que sucedi en las TreceColonias no ocurri en Amrica sino en la pennsula; no fue originada por lasreivindicaciones de los hispanoamericanos sino por la invasin napolenica;27 y larevolucin poltica, originada en la vacatio regis peninsular, precedi a la indepen-dencia; tercero, las llamadas guerras de independencia fueron guerras civilesque no fueron clasistas ni tnicas, sino que involucraron en ambos bandos,

    realista e insurgente, a todos los grupos sociales y tnicos; y cuarto, la revolucinpoltica (entre otras cosas, nada menos que el derrumbe del absolutismo monr-quico, la formacin de poderes cuya legitimidad descansaba en el principio de lasoberana del pueblo o de los pueblos, la Constitucin de Cdiz y el nacimientode la ciudadana, la cual incluy de entrada a los indios y a los mestizos), aadida

    27 Francois-Xavier Guerra,Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas, 1a. ed.,

    Madrid, MAPFRE, 1992.

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    El problema de la construccin de comunidades polticas viables, dentro delas cuales se pudiera organizar un nuevo orden jurdico, legal y constitucional,

    naci de la desintegracin del imperio espaol30

    mediante una revolucin y unaslargas guerras ms que de la dominacin espaola propiamente dicha. A falta deun poder poltico efectivo, de una legitimidad convincente y de capitales cuantio-sos capitales que se evaporaron a lo largo de las guerras europeas (igual que enEspaa) y americanas entre 1792 y 1825, los criollos acogieron muy pronto a losinversionistas y comerciantes europeos y norteamericanos como a potencialesaliados, no slo para lograr la anhelada modernizacin de sus pases medianteel libre cambio, sino tambin y sobre todo para afianzar sus gobiernos, mediantelos prstamos externos que aseguraban la finalizacin del presupuesto estatal.Que la mayor debilidad fiscal, militar y poltica de los territorios hispanoamerica-nos (y ms generalmente hablando, iberoamericanos) haya coincidido temporal-mente con el auge de la industrializacin europea y con los inicios del imperialis-mo inversionista (la utilidad econmica sin las responsabilidades polticas) nopuede ser de ninguna manera atribuido a la dominacin o a la herencia es-paola, o al sistema colonial. Tampoco el hecho de que la entrada de Amrica

    Latina, a finales del siglo XIX, en el sistema econmico internacional como pro-ductora de materias primas segn la doctrina de las ventajas comparativas, hayacoincidido con la difusin internacional del darwinismo social, el que permiti alas cpulas sociopolticas latinoamericanas darle un carcter tnico a los proble-mas planteados por la modernizacin econmica y atribuir a amplios sectores desus propias sociedades, mediante categoras de pensamiento naturalistas y unasociologa racista, la responsabilidad de la supuesta errtica marcha del progresoen Amrica Latina.

    Lo que s puede atribuirse a la dominacin espaola en calidad de tal osea a la existencia de una monarqua centralizada en torno de las regalas del so-berano referentes al manejo de la paz, de la guerra y de los tratados internaciona-les fue la casi inexistencia, al nacer las nuevas naciones, de unas lites prepara-das para asumir la responsabilidad de la negociacin en el terreno internacionaly de la consideracin crtica de las realidades geopolticas de su poca. Tal vez

    30

    Annino y Guerra, op. cit.

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    otra comparacin con los territorios del norte pueda esclarecer el problema. A di-ferencia de las regiones hispanoamericanas, las Trece Colonias recibieron la ayuda

    de las potencias rivales de Inglaterra y los padres fundadores tuvieron que volver-se diplomticos al mismo tiempo que hombres de Estado; la guerra concluy conun tratado internacional, lo que nunca consiguieron los insurgentes hispanoameri-canos. Adems, los Estados Unidos tuvieron que tomar en cuenta la existencia asu alrededor de fronteras realmente internacionales (con Francia, Espaa, Ingla-terra y naciones indias) mientras los nuevos estados hispanoamericanos compitie-ron o convivieron con ex partes del mismo conjunto imperial, teniendo por lo de-ms que forjar un derecho internacional especfico a partir del derecho comn atodos, o sea la legislacin espaola e indiana. Asimismo, a la ausencia de guerrasen Amrica durante el periodo espaol, seguida por la fragmentacin extremadel poder militar ocurrida durante las guerras civiles, se puede atribuir la gran di-ficultad para construir Estados modernos basados en la disciplina social y laconsecucin de recursos tributarios al mismo tiempo estables y mediatizados porla legitimidad representativa.31 En suma, las ciencias del Estado que se venandesarrollando en Europa desde el siglo XVII, obviamente no conocieron en Am-

    rica un desarrollo semejante, por razones estructurales la existencia de la estruc-tura imperial y coyunturales la ausencia de las potencias europeas en el procesode consecucin de la independencia hispanoamericana. Vanse las convulsionesque vivieron el ex imperio austrohngaro en el entre guerras, o la ex Yugoslaviadespus de 1989, para percatarse de lo que quiere decir construir un Estado apartir de un imperio, desde el punto de vista geopoltico y militar.

    Puede ser que haya algo de colonial en la bisecular esquizofrenia de las cla-ses dirigentes latinoamericanas, divididas entre el amor y el odio, la compasin y

    el desprecio hacia las sociedades de las que forman parte, o en la tentacin recu-rrente de granjearse las utilidades econmicas sin asumir la responsabilidad po-ltica de la integracin de los pueblos. Pero si de eso se trata, hay que esforzarse,

    31 Cf. al respecto la comparacin sumamente esclarecedora entre Europa y Amrica Latina, desde la pers-pectiva de Charles Tilly sobre la formacin del Estado, conducida por Fernando Lpez-Alves, The Trans-atlantic Bridge: Mirrors, Charles Tilly, and State Formation in the River Plate, en The Other Mirror. Gran Theorythrough the lens of Latin America, Miguel Angel Centeno y Fernando Lpez-Alves (eds.), Princeton y Oxford,

    Princeton University Press, 2001, pp. 153-176.

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    y no solamente con el quehacer historiogrfico, por explicar lo que quiere decir,realmente, colonial. En cuanto a las perspectivas desarrolladas en estas pginas,

    el objetivo no fue sustituir a los colonos criollos o a las clases dirigentes latino-americanas a la colonia en el papel de fuente del mal, sino intentar identificaralgunos de los hoyos negros y de los puntos ciegos que a menudo oscurecen lasproblemticas de nuestra historiografa.

    Quizs el apego a una historia basada en un enfoque sistemticamente colo-nialista, al reducir drsticamente la identidad iberoamericana a lo colonial,tenda a aislar el conjunto de nuestra historiografa de otras que, dedicadas tam-bin a grandes conjuntos polticos y culturales, bien podran proporcionarnosmodelos de referencia e instrumentos de heurstica en cuanto a lo aparentementesingular de nuestro objeto de estudio. Tal es el caso del imperio otomano: a pesarde que es contemporneo del imperio espaol, los latinoamericanistas lo ignora-mos soberanamente a la hora de analizar un fenmeno tan relevante para nosotroscomo, por ejemplo, la creacin de un conjunto poltico basado en sociedades su-mamente heterogneas, diseminadas a lo largo de territorios muy extensos, cuyaconvivencia conoci una duracin plurisecular.