panorama de la lucha contra la exclusion social_conceptos

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  • PANORAMA DE LA LUCHACONTRA LA EXCLUSIN SOCIALConceptos y estrategias

  • El Programa global Estrategias y Tcnicas contra la Exclusin social y la Pobreza(STEP) de la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT) interviene en dos reastemticas interdependientes: la extensin de la proteccin social a los excluidos ylos enfoques integrados de inclusin social.

    STEP apoya la concepcin y la difusin de sistemas innovadores destinados a ex-tender la proteccin social a las poblaciones excluidas, en especial, las de la eco-noma informal. Se ocupa, particularmente, de sistemas basados en la participa-cin y organizacin de los excluidos. STEP tambin contribuye a fortalecer los lazosentre estos sistemas y los dems mecanismos de proteccin social. De esta forma,STEP apoya el establecimiento de sistemas nacionales de proteccin social cohe-rentes, basados en los valores de eficacia, equidad y solidaridad.

    STEP sita su accin en el rea de la proteccin social en el marco ms amplio dela lucha contra la pobreza y la exclusin social. Pone especial empeo en una mejorcomprensin de los fenmenos de exclusin social y en la consolidacin, en el planometodolgico, de enfoques integrados que intentan reducir este problema. STEPotorga especial atencin a las articulaciones entre el nivel local y el nivel nacional,contribuyendo al mismo tiempo a tareas y agendas internacionales.

    STEP combina diferentes tipos de actividades: realizacin de estudios e investiga-ciones, produccin de herramientas metodolgicas y documentos de referencia, for-macin, ejecucin de proyectos de campo, apoyo tcnico a la definicin y a la puestaen marcha de polticas y fomento del trabajo en red de los actores.

    El Programa se situa en el Servicio de Polticas y Desarrollo de la Seguridad Socialde la OIT y, en particular, su Campaa mundial sobre seguridad social y coberturapara todos.

    Programa Estrategias y Tcnicas contra la Exclusin social y la PobrezaServicio de Polticas y Desarrollo de la Seguridad SocialOficina Internacional del Trabajo4, route des MorillonsCH-1211 Ginebra 22SuizaTel.: (+41 22) 799 6544Fax: (+41 22) 799 6644E-mail: [email protected]://www.ilo.org/step

  • PANORAMA DELA LUCHA CONTRALA EXCLUSIN SOCIALConceptos y estrategias

    Oficina Internacional del Trabajo STEP/Portugal

    Jordi Estivill

  • Copyright Organizacin Internacional del Trabajo 2003Primera edicin 2003

    Las publicaciones de la Oficina Internacional del Trabajo gozan de la proteccin de los dere-chos de propiedad intelectual en virtud del protocolo 2 anexo a la Convencin Universal sobreDerecho de Autor. No obstante, ciertos extractos breves de estas publicaciones pueden repro-ducirse sin autorizacin, con la condicin de que se mencione la fuente. Para obtener los de-rechos de reproduccin o de traduccin, deben formularse las correspondientes solicitudes a laOficina de Publicaciones (Derechos de autor y licencias), Oficina Internacional del Trabajo,CH-1211 Ginebra 22, Suiza, solicitudes que sern bien acogidas.

    Estivill, J.Panorama de la lucha contra la exclusin social. Conceptos y estrategiasGinebra, Oficina Internacional del Trabajo, 2003

    ISBN 92-2-313652-0

    Publicado tambin en francs: Panorama de la lutte contre lexclusion sociale. Concepts et stra-tgies (ISBN 92-2-213652-7), Ginebra, 2003, en ingls: Concepts and strategies for combatingsocial exclusion. An overview (ISBN 92-2-113652-3), Ginebra, 2003, y en portugus: Panoramada lutta contra excluso social. Conceitos e estratgias (ISBN 92-2-813652-9), Ginebra, 2003.

    Las denominaciones empleadas, en concordancia con la prctica seguida en las NacionesUnidas, y la forma en que aparecen presentados los datos en las publicaciones de la OIT noimplican juicio alguno por parte de la Oficina Internacional del Trabajo sobre la condicin ju-rdica de ninguno de los pases, zonas o territorios citados o de sus autoridades, ni respecto dela delimitacin de sus fronteras.

    La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artculos, estudios y otras colaboracionesfirmados incumbe exclusivamente a sus autores, y su publicacin no significa que la OIT lassancione.

    Las referencias a firmas o a procesos o productos comerciales no implican aprobacin algunapor la Oficina Internacional del Trabajo, y el hecho de que no se mencionen firmas o procesoso productos comerciales no implica desaprobacin alguna.

    Las publicaciones de la OIT pueden obtenerse en las principales libreras o en oficinas localesde la OIT en muchos pases o pidindolas a: Publicaciones de la OIT, Oficina Internacionaldel Trabajo, CH-1211 Ginebra 22, Suiza. Tambin pueden solicitarse catlogos o listas de nuevaspublicaciones a la direccin antes mencionada o por correo electrnico a: [email protected]

    Vea nuestro sitio en la red: www.ilo.org/publns

    Fotocompuesto en Suiza WEIImpreso en Espan POL

  • vPrlogo

    La exclusin social es a la vez un fenmeno del pasado y del presente y si no sele remedia, del futuro. Afecta a millones de personas que tratan de sobrevivir, en lasms duras condiciones de vida y de trabajo. A lo largo de la historia, las formas dela exclusin han ido evolucionando tanto en sus caractersticas como en la concep-cin que se tiene de ellas. En la actualidad, la exclusin presenta rostros distintos enlos diversos continentes, y aun dentro de ellos, en las regiones y pases. Pero afectaa todos. Tambin los programas y las medidas para afrontar sus diferentes aspectoshan cambiado y no son los mismos en todos los rincones del mundo. El conjuntode los actores no juega el mismo papel en el afn de paliarla y de erradicarla.

    Por todo ello era y es importante conocer mejor la exclusin social. Ver dednde parta este concepto, cmo su uso que se originaba en Europa ha ido ex-tendindose y ha atravesado mares y continentes para ser utilizado cada vez msen Amrica Latina, frica y Asia. La exclusin es a la vez visible y opaca y porello es necesario medirla. Igualmente puede ser til examinar cules son las posi-ciones y las actitudes individuales y colectivas frente a ella. Cada vez ms, el con-junto de los actores, especialmente los gobiernos y la administracin pblica, lasorganizaciones de empleadores y de trabajadores, as como las instancias y redesinternacionales, el voluntariado, la economa social, las iniciativas ciudadanas y co-munitarias, se interesan, se posicionan y adoptan estrategias para combatirla. Lagran mayora adopta unos principios orientadores y en su seno cabe distinguir lasestrategias paliativas, las preventivas y las emancipadoras, pero tambin se observanestrategias reproductoras de exclusin.

    Este es el contenido bsico de esta publicacin que adems incluye la presen-tacin de una diversidad de experiencias y ejemplos y que puede suponer un valoraadido al debate internacional sobre la exclusin social.

    La Organizacin Internacional del Trabajo no poda quedar ajena a este de-bate y a las consecuencias que derivan de l. Por ello, a su preocupacin histricapor la justicia social, por los derechos humanos, por la mejora de las condicionesde trabajo y por la extensin de la proteccin social, aade un conjunto de esfuerzosque se vertebran alrededor de la idea del trabajo decente.

    Como precursor de estos esfuerzos, en Enero de 1998, naci el Programa Es-trategias y Tcnicas contra la Exclusin social y la Pobreza (STEP) que ha apo-yado la concepcin y difusin de sistemas innovadores destinados a la proteccinsocial de las poblaciones excluidas y muy especialmente de la economa informal,reforzando los mecanismos basados en su participacin y organizacin. Esta laborha empezado a dar sus frutos en la creacin y desarrollo de las mutualidades desalud y de los microseguros.

  • PANORAMA DE LA LUCHA CONTRA LA EXCLUSIN SOCIAL

    vi

    Ahora, el reto es articular mejor estas formas de proteccin social de base co-munitaria con las polticas nacionales de extensin de la proteccin social. A ellotambin se va a dedicar la actual Campaa mundial sobre seguridad social y co-bertura para todos, nacida en la Conferencia Internacional del Trabajo de la OITde 2001.

    La presente publicacin se articula con estas actividades y nutre un centro in-formtico de aprendizaje y de recursos (CIARIS) destinado a los proyectos localesque luchan contra la exclusin. Con ella la OIT hace una aportacin ms que,coordinada con las iniciativas de las otras agencias internacionales, los gobiernos,las organizaciones de empleadores y de trabajadores y otros, espera que contribuyaa construir un mundo menos excluyente y ms justo.

    Quisiera, por ltimo, agradecer la contribucin que el Gobierno de Portugalha hecho al conjunto del Programa y a esta publicacin.

    Assane Diop,Director Ejecutivo,

    Sector de la Proteccin Social

  • Agradecimientos

    Este Panorama de la lucha contra la exclusin social ha sido escrito por JordiEstivill. Su concepcin y elaboracin se fundamentan en el trabajo de un grupo in-ternacional integrado por Luciano dAndrea, Alain Bernier, Michaela Balke, SenoCornely, Benedicte Fonteneau, Jose Manuel Henriques, Philippe Marcadent yElisio Rodrigues. Christine Bockstal y Elsa Chambel tambin contribuyeron a estetrabajo.

    Pedro Crocco, Jos Figueiredo, Ginette Forgues, Hugh Frazer, Carlos San-greman, Damienne Verguin y Jan Vranken realizaron significativas aportacionesy observaciones a la versin preliminar del texto.

    Este libro se ha beneficiado del conocimiento y de las experiencias de unconjunto de personas provenientes de tres continentes, a las que se agradece sucolaboracin.

    vii

  • ix

    ndice

    Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

    Captulo 1. El significado conceptual y real de la exclusin social . . . . . . . . . . . . . . . 5

    1.1. La evolucin contextual y la emergencia del concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51.2. Una cuestin terminolgica? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91.3. El significado y el uso de la exclusin social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131.4. Exclusin y pobreza. La extensin de su uso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201.5. La irradiacin a travs de las instancias europeas e internacionales . . . . . . . . . 25

    Captulo 2. Las manifestaciones de la exclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

    2.1. Cmo identificar la exclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 352.1.1. La relatividad de la exclusin y sus paradigmas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 352.1.2. El proceso excluyente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 372.1.3. La exclusin prctica y simblica de las instituciones . . . . . . . . . . . . . . 41

    2.2. Pistas para el anlisis y la medicin de la exclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 502.2.1. Mesurar y comprender la exclusin. Su opacidad . . . . . . . . . . . . . . . . . 502.2.2. Algunas vas metodolgicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

    Captulo 3. Las estrategias que afrontan la exclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

    3.1. Las posiciones y las actitudes de una multiplicidad de actores . . . . . . . . . . . . . 593.1.1. Una nueva cultura del voluntariado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 593.1.2. Las razones colectivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

    3.2. El papel de los actores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 633.2.1. La conciencia ciudadana y la sociedad civil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643.2.2. El tercer sector y la economa social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 663.2.3. El mundo sindical, empresarial y financiero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 693.2.4. Posibilidades y lmites de la intervencin pblica . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

    3.3. Hacia una tipologa de estrategias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 903.3.1. Tiempo y espacio. Dos coordenadas clsicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 903.3.2. Estrategias y representaciones sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 923.3.3. Estrategias reproductoras, paliativas, preventivas y emancipadoras . . . . 993.3.4. La coherencia estratgica entre enfoques y medios . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

    3.4. Principios estratgicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104

    Captulo 4. A modo de conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

    Bibliografa utilizada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

  • 1Introduccin

    Millones de personas en todo el mundo sobreviven sometidas a la pobreza yla exclusin social y no es probable que en los prximos aos estas condicionesvayan a desaparecer. Esta grave situacin atae a toda la humanidad que no puedeni debe cerrar los ojos ante ella. Mientras persista, todos estamos un poco empo-brecidos y somos en cierto modo excluidos.

    Este documento tiene el sentido profundo de intentar aportar un grano de arenaal conjunto de anlisis y reflexiones que se estn haciendo sobre la exclusin sociale invitar a reaccionar frente a ella, partiendo del convencimiento de que es posiblepaliar, mejorar y transformar la situacin de los hombres y las mujeres que se en-cuentren bajo esta condicin. Esta tarea, aunque sea difcil y compleja, es urgentey plausible. Sin ignorar la importancia de las otras dimensiones en las estrategiasde lucha contra la exclusin y para promover la inclusin, se pone el acento en lasacciones locales, puesto que ellas son un punto de partida, condicin necesariaaunque no suficiente, de cualquier esfuerzo que se inscriba en esta perspectiva.

    Tal y como se pone de manifiesto en esta publicacin, exclusin y pobreza sonconceptos considerados como concomitantes, superpuestos y a menudo comple-mentarios. Pero en este trabajo se focaliza el primero de ellos. Sin embargo, partede las consideraciones relativas a la exclusin que presenta el documento tambinson vlidas en el caso de la pobreza. De hecho, el origen del concepto se sita enEuropa y es en este continente donde conoce el mayor desarrollo. Ello explica queel punto de partida y la mayora de los anlisis se refieran a este continente y msespecialmente a los pases de Europa occidental, aunque cuando la informacin ylos conocimientos lo permiten, el panorama se extiende hacia los otros continentes.No ha sido posible incorporar un mayor nmero de referencias dedicadas a Asia.Quizs ello pueda hacerse en una publicacin posterior.

    La exclusin social es a la vez un fenmeno pasado y actual y, si no se la re-media, futuro. A lo largo de la historia ha ido evolucionando tanto en lo que la ca-racteriza como en la concepcin que se tiene de ella. Y aunque haya un cierto pa-trimonio comn de la humanidad sobre su significado, es innegable que la exclu-sin presenta rostros distintos en los diversos continentes y, an dentro de ellos, enlas regiones y pases. Tambin las estrategias y las medidas para afrontarla hanevolucionado y no son las mismas en las cuatro esquinas del mundo. Las personas,los movimientos sociales, los actores socioeconmicos y los distintos mbitos dela administracin pblica tampoco actan al unsono.

    Este documento pretende abordar estas cuestiones intentando contestar las si-guientes preguntas.

  • PANORAMA DE LA LUCHA CONTRA LA EXCLUSIN SOCIAL

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    Por qu y en qu contexto aparece el concepto de exclusin social, en qu sediferencia del de pobreza y de otros?, y, cmo se ha extendido su utilizacin?

    Cmo se produce la exclusin, cules son sus principales manifestaciones,cmo se puede analizarla?

    Qu sentido tiene luchar por su erradicacin y por la incorporacin de los co-lectivos excluidos, cul es el papel del conjunto de actores?

    Cules son las principales estrategias que pretenden abordarla, poniendo elacento en las acciones locales y en un conjunto de principios bsicos?

    Para llevar a cabo esta reflexin, este documento se divide en cuatro captulos.El primero describe el itinerario de la emergencia del concepto de exclusin y

    cmo ste responde a las circunstancias generadas por las mutaciones socioeco-nmicas de los aos setenta. Este trmino va a tener una rpida influencia sobrelas polticas y los programas que se desarrollan en Europa, para ir extendindosehacia otros continentes. Pero su implantacin progresiva y desigual no debe hacerolvidar otras concepciones tales como marginacin, pobreza, privacin, preca-riedad, vulnerabilidad, que pueden tambin ayudar a entender la realidad.

    No es un azar si las instituciones y organismos internacionales, en primer lugarla OIT, pero tambin la ONU, la UNESCO, el Banco Mundial, etc., y las instan-cias europeas (la Unin Europea, el Consejo de Europa, etc.), as como las redestransnacionales de las organizaciones sociovoluntarias utilizan cada vez ms estevocablo. La exclusin como producto social es cada vez ms visible, aunque tam-bin se haga ms opaca debido, entre otros factores, a la dificultad de identificarlas causas profundas que la generan. No se trata de describir exhaustivamente astas, sino de situar a la exclusin como fenmeno inscrito en el corazn de la or-ganizacin estructural de las sociedades y las economas actuales. Tambin su di-mensin poltica es importante y debe ser tratada.

    El segundo captulo se centra en la caracterizacin de la exclusin y en losrasgos comunes y diferenciales de sus manifestaciones individuales, de los grupos,de la sociedad y del territorio. Se examinan las dificultades para medir y analizareste fenmeno, al mismo tiempo que se dan algunas pistas metodolgicas que per-miten avanzar en este sentido.

    El tercer captulo trata de la multiplicidad de las estrategias que el conjuntode los actores desarrollan. As se examina su papel y se propone una tipologa delas mismas que permita ilustrar su heterogeneidad en el tiempo y en el espacio. Setrata de contrastar las principales argumentaciones sobre la inevitabilidad de laexclusin o su negacin, sobre su desaparicin en funcin del desarrollo econ-mico, sobre las dicotomas que oponen el mbito nacional al local, lo social a loeconmico, etc.

    Por ltimo, se establecen unos principios estratgicos sobre los que apoyar losesfuerzos de lucha contra la exclusin, viendo sus fuerzas y debilidades: la dimen-sin local, el partenariado, la integralidad y globalidad de las acciones, la partici-

  • INTRODUCCIN

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    pacin, parecen haber pasado la prueba de fuego de su aplicacin en muchos pases.Se ofrecen al final unas conclusiones abiertas que recuerdan el recorrido realizadoy que sugieren algunos de los retos y tareas para el futuro.

    ste es un panorama conceptual y estratgico sobre la exclusin social. Y porlo tanto, no incorpora anlisis estadsticos y cuantitativos sobre la situacin actualde este fenmeno, ni tampoco aborda especficamente las variables ligadas a la iden-tidad, raza, etnia, edad entre otras , incluido el gnero, aunque la multitud deejemplos y experiencias que se dan y la amplia bibliografa pueden permitir al lectorprofundizar en su conocimiento.

    Este panorama forma parte del Centro Informtico de Aprendizaje y de Re-cursos para la Inclusin Social (CIARIS), instrumento producido por el programa Estrategias y Tcnicas contra la Exclusin social y la Pobreza (STEP) de la Ofi-cina Internacional del Trabajo, bajo los auspicios de Portugal.

  • 5Captulo 1.El significado conceptual y realde la exclusin social

    1.1. La evolucin contextualy la emergencia del concepto

    Todos los autores estn de acuerdo en reconocer que la publicacin del librode Ren Lenoir Les exclus en 1974 marca un hito en la aparicin del conceptode exclusin. Pero como sucede a menudo, el autor no era consciente de la utiliza-cin posterior que esta palabra iba a tener y para l se trataba de dar un grito dealarma frente a la incapacidad que tena una economa expansiva para incorporara determinados colectivos, discapacitados fsicos, psquicos y sociales. Calculabaque uno de cada diez franceses quedaban al margen de los resultados econmicosy sociales y sta era la principal razn de su preocupacin.

    Hay que retener, pues, de esta primera aportacin la nocin de quedar almargen y que en cierto modo el momento de su publicacin marca un punto deinflexin en lo que se ha calificado como los treinta aos gloriosos (de 1945 a 1975)de un perodo lgido de las economas occidentales, a una nueva fase que precisa-mente se inicia en aquel momento con la llamada crisis del petrleo.

    Pero sera un error pensar que la realidad que expresa este concepto no tieneuna larga historia detrs. Porque aunque sea en un sentido literal, se puede afirmarque exclusin y excluidos han existido desde que los hombres y las mujeres han vi-vido colectivamente y han querido darle un sentido a esta vida en comunidad. Elostracismo en Atenas, la proscripcin en Roma, las castas inferiores en la India,las mltiples formas de esclavismo, de exilio y destierro, de ghettoizacin, de ex-comunin, son manifestaciones histricas (slo?) del rechazo con las que cada so-ciedad ha tratado a los indeseables, a los no reconocidos, a los proscritos de la tierra,como recuerda una vieja cancin. Se trataba as de hacer en Europa una distincin,una separacin, entre hombres y mujeres situados dentro y fuera, entre quienestienen un estatuto de pleno derecho y quienes tienen uno particular o simplementequienes no tienen ninguno. Estos modos de exclusin no eran reconocidos comotales, sino que entraban en el orden humano o religioso imperantes y se aceptabanmoralmente. Es ms, cumplan funciones econmicas, sociales, culturales y pol-ticas, puesto que permitan redimir, haciendo caridad, los pecados y los vicios, ac-tuaban de freno y de disuasin frente a posibles desmanes y comportamientos des-viados y eran un estmulo diferencial para los que vivan de acuerdo con las re-

  • PANORAMA DE LA LUCHA CONTRA LA EXCLUSIN SOCIAL

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    glas y los valores dominantes. Las mujeres, que constituyen por lo menos la mitadde la poblacin, han estado sometidas a estas circunstancias.

    Este tipo de exclusiones no han desaparecido de la faz de la tierra y los pro-cesos ascendentes de racismo, integrismo y de tratamiento punitivo de la alteridadcontinan de forma explcita, al lado de procesos ms indirectos de separacin ydiferenciacin urbana; de determinados mecanismos selectivos de produccin y deconsumo; de estratificacin social; de estigmatizacin y culpabilizacin de los co-lectivos ms vulnerables. Pero tambin es justo reconocerlo, ha disminuido su acep-tacin moral, social y poltica. Las revoluciones del siglo XVIII y los combates delos siglos XIX y XX en los que se afirmaron los derechos civiles, polticos y so-ciales, los procesos de descolonizacin y la bsqueda de una sociedad ms iguali-taria y menos excluyente, no han sido en balde.

    De todos modos, en estos siglos y despus del llamado gran encierro (Fou-cault, M. 1963), mxima expresin cristalizada de la exclusin, la problemtica so-cial en Europa no es tanto la del pauperismo cuanto las psimas condiciones devida y de trabajo a que se ven sometidos asalariados y asalariadas que van incor-porndose al mundo industrial y a las grandes ciudades. Los viejos ordenamientosy dispositivos asistenciales y las leyes nacionales y locales de pobres, que privabande ciertos derechos civiles a cambio de una beneficiencia asistencial, son transfor-mados y sometidos a la dinmica del mercado. La incorporacin al trabajo es laprincipal referencia y quien se ve excluido de l engrosa las filas de la mayor pri-vacin. Enfermos, locos, tullidos, hurfanos, nmadas, componen una poblacina la deriva que slo preocupa a algunas voces excepcionales y a la filantropa civily eclesistica en la Europa decimonnica.

    Por otro lado, la colonizacin de los pases europeos sobre los otros continentesva a acentuar el proceso de exclusin a escala planetaria. Los pueblos colonizadospierden el poder de decidir sobre su propio destino y a menudo el derecho a vivirde acuerdo con su cultura y sus creencias. Igualmente se ven excluidos de los be-neficios de la explotacin de sus recursos naturales, los cuales van a parar al viejocontinente y a las manos de las oligarquas locales. Todo ello produce un empo-brecimiento de las condiciones de vida de estos pases.

    De este modo, cuando a finales del siglo XIX en la Alemania bismarkiana secrean los primeros seguros pblicos y obligatorios, lo que empieza a concretar losderechos sociales, ello es una novedad mundial. Las diferentes vas de la proteccinsocial irrumpen en Europa occidental y Escandinavia, y se extienden y generalizana partir de las propuestas de Beveridge en Inglaterra, despus de la II Guerra Mun-dial. Se abre as un nuevo perodo, en el que el modelo keynesiano del llamado Es-tado del Bienestar cubre las principales necesidades y riesgos de la poblacin de losEstados centrales de Europa. Al mismo tiempo se da una fase, indita hasta entonces,de crecimiento econmico centrado en la idea de recursos abundantes y a bajo precioque los pases industrializados obtenan en gran parte de los pases en vas de de-sarrollo. Prcticamente no hay desempleo y los bajos ndices son debidos al desem-pleo friccional y a la reconversin de algunos sectores industriales. En su gran ma-

  • 1. EL SIGNIFICADO CONCEPTUAL Y REAL DE LA EXCLUSIN SOCIAL

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    yora la poblacin europea tiene asegurados niveles altos de consumo, de bienestarmaterial con su trabajo, y queda protegida desde la cuna al cementerio por una pro-teccin que cubre la enfermedad, los accidentes de trabajo, la vejez, el desempleo, laescuela, algunos aspectos de la vivienda e incluso la situacin de determinados co-lectivos no ligados al trabajo o que se encuentran bajo ciertos niveles de subsistencia.La implantacin de las medidas de rentas mnimas terminan de construir este edi-ficio. Las organizaciones sindicales y patronales junto con el estado se conciertanpara repartir la riqueza creada. El avance de los derechos civiles, polticos y socialeses considerable y slo pocos colectivos no acceden plenamente a ellos. El debate secentra en la integracin de la clase obrera a este sistema y la pobreza aparece comoalgo residual, de quienes se sitan al margen de l o de quienes no entran plenamente,como quienes viven en determinados suburbios de las ciudades, algunas zonas ru-rales, inmigrantes, los diversos colectivos poco socializados y desviados. En estasociedad, cuya movilidad y organicidad vertical y horizontal, nadie parece poner enduda, la pobreza est arrinconada y sumergida y su tratamiento se deja en las manosbien sea de la asistencia pblica o bien sea en las de las entidades de beneficenciaprivadas de matriz eclesistica o civil. Slo excepcionalmente, algunas voces se le-vantan en Europa y Estados Unidos para denunciar las situaciones de pobreza, loque dar lugar en el ltimo pas al inicio posterior de la guerra contra ella. Y sihay exclusin, sta parece que se encuentra alejada y escondida en las institucionesde reclusin. Hasta cierto punto, tambin ello se da en los pases de Europa del Esteen los que el trabajo es la va principal de obtencin de ingresos y de reconocimientopoltico y social y se anihila y oculta la disidencia (cultural y poltica).

    En las mismas dcadas, en los llamados, por aquel entonces, pases del tercermundo, se abre una va de esperanza con la rpida descolonizacin poltica y elespritu de la Conferencia de Bandoeng, que reuni a los principales pases noalineados, por el que se crea en una va autnoma de desarrollo poltico (neutra-lidad frente a la guerra fra) y econmico que deba terminar con su exclusin dela escena mundial. Pero esta esperanza se va a ir rompiendo en la mayora de loscasos. Entre otras razones, porque los dos bloques en presencia no permiten lacreacin de un espacio de neutralidad activa y obligan a que estos pases basculena favor de uno u otro. Segundo, porque las relaciones reales de intercambio vanhaciendo cada vez ms dependientes a las economas de los pases del Sur y los vanempobreciendo, y la expectativa de un desarrollo econmico y social rpido y au-tnomo va desapareciendo. Tercero, porque en muchos de estos pases las buro-cracias y las oligarquas que dominan a los Estados no estn interesadas en unapromocin de los recursos locales y de las economas autctonas. Cuarto, porquefracasan las relaciones bilaterales, trilaterales, regionales y ms bien se activan losconflictos y guerras entre ellos. Adems, en muchos de ellos, los perodos de tole-rancia poltica y cultural son cortos y rpidamente substituidos por el monoparti-dismo, las dictaduras militares y formas ms o menos despticas de gobierno, dondetodo tipo de derechos de la poblacin queda anulado, aumentando as su exclu-sin poltica e institucional.

  • PANORAMA DE LA LUCHA CONTRA LA EXCLUSIN SOCIAL

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    As pues, a la constitucin y cristalizacin del mundo en dos bloques poltico-militares, le acompaa una creciente bipolarizacin entre un conjunto de pases queno acaban de encontrar una salida a su situacin perifrica y un mundo occidentalen el que a travs del mercado de trabajo, la seguridad social y el funcionamientode las instituciones de socializacin como la familia, la escuela, la salud, la granmayora de la poblacin se encuentra integrada en el marco de los Estados del Bie-nestar y de la sociedad de la opulencia.

    Pero esta situacin va a cambiar. En el ao 1968, los acontecimientos queocurren en diferentes pases como Francia, Mxico o Checoslovaquia son premo-nitorios de algunos cambios ideolgicos y culturales, que van a incidir sobre lasformas que adopta la exclusin y las respuestas que se dan, aunque es la subidarepentina de los precios del petrleo la que marca, en cierto modo, una nuevafase, en la que la pobreza y la exclusin van a reaparecer y a replantearse.

    En efecto, la crisis econmica que se desata en la dcada de los setenta, hacetambalear las bases del anterior modelo. Ya no es posible pensar en un crecimientoeconmico, con pleno empleo que utiliza materias primas y energas abundantes ybaratas. stas se encarecen y se adquiere una mayor conciencia de la escasez de losrecursos naturales. La industria de base deja de ser considerada como el sector clavedel desarrollo. Las reconversiones industriales, la dislocacin fabril y la descentra-lizacin productiva estn a la orden del da. Y amplios colectivos de la clase obreraindustrial se ven apartados de sus lugares de trabajo. Difcilmente pueden ademsseguir la introduccin de las nuevas tecnologas, que por otro lado aumentan elpeso del capital en la inversin y en el producto final en detrimento del costo deltrabajo. El mercado laboral se transforma y expulsa a los colectivos ms dbiles, alos cuales tambin les es ms difcil entrar en l. El viejo fantasma del desempleoresurge y alcanza porcentajes altos de una poblacin que crea estar protegida ylejos de tales riesgos.

    Por otro lado, independientemente de la discusin sobre la legitimidad y via-bilidad del Estado del Bienestar, los ataques que se lanzan desde horizontes di-versos, pero que son enarbolados principalmente por la ola neoliberal, se traducenen polticas y medidas que ponen en entredicho algunas realizaciones de estos Es-tados y en especial la proteccin social pblica. Estas limitaciones no alcanzan atodos los pases de igual manera, pero s hacen aparecer los efectos perversos dealgunas polticas sociales, los agujeros de los esquemas de la seguridad social porlos que se cuelan miles de personas que quedan en situaciones de mayor preca-riedad y la necesidad de transformar la financiacin, las dotaciones de los servi-cios y las prestaciones, evitando los dficits pblicos, encontrando mecanismos desostenibilidad a largo plazo, modificando la relacin entre el sector pblico y elprivado y buscando nuevos caminos de legitimacin entre los ciudadanos y los Es-tados. En suma, encontrando una articulacin diversa entre el Estado y la sociedad.

    sta tambin se ve sacudida por estos procesos y a la desestabilizacin del asa-lariado se suman las transformaciones de la unidad familiar, el aislamiento de mu-chas personas, las crecientes dificultades de los canales de socializacin, el deshi-

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    lachamiento de los lazos y la organicidad sociales particularmente evidentes en lasgrandes urbes de los pases centrales de Europa, donde a mayor diversificacin ylibertad se le corresponden una mayor difusin de los riesgos y una menor cohe-sin social.

    La cada, por los dos lados, del muro de Berln, hace concebir grandes espe-ranzas sobre la desaparicin de los bloques y unas nuevas condiciones para unnuevo desarrollo econmico, social y poltico. Pero los ltimos y graves aconteci-mientos en los inicios de este nuevo milenio marcan un salto cualitativo en la pro-blemtica de la exclusin. El integrismo y el fundamentalismo adoptados por partede atacantes y atacados sitan al conjunto de la humanidad en un maniquesmo,buenos y malos, que no hace sino aumentar la exclusin (de los otros). Superarlosdesde el mbito domstico al internacional, es cada vez ms necesario y urgente.

    Todo ello hace revisar las palabras y los conceptos que haban sido utilizadospara denominar y explicar la pobreza y la exclusin abriendo un debate sobre sussignificados y su uso para elaborar estrategias de intervencin. En el seno de estecontexto y de este debate la nocin de exclusin social se ha abierto camino.

    1.2. Una cuestin terminolgica?

    Las palabras al designar los fenmenos y la realidad que circunda al gnerohumano permiten su comprensin y su dilogo, pero al mismo tiempo estn llenasde trampas que enmascaran y disfrazan lo que se quiere denominar. Cuandoadems estos trminos remiten a nociones polismicas, la complejidad aumenta,como es el caso de pobreza y exclusin. Por ello, es importante intentar delimitarsu significado y alcance, empezando por el trmino de pobreza que histricamenteha precedido al de exclusin social.

    El trmino pobreza deriva de pobre, que como en las otras lenguas romancesencuentra su origen en el adjetivo latino pauper-eris. A travs de las 1.044 pape-letas del Fondo Histrico de la Real Academia espaola, se han estudiado (Ca-sado, D., 1990a) las diferentes funciones y acepciones de esta palabra. El 37% leatribuyen una funcin sustantiva que identifica a aquellas personas que carecen debienes materiales. En un 13% el sustantivo pobre se utiliza en oposicin a ricoy en un 4% ambas voces se asocian en plural, ricos y pobres, mostrando as queesta anttesis tiene un valor totalizador, del que es derivable la universalidad de lavariable riqueza-pobreza como elemento de caracterizacin social. Sin embargo,el sustantivo pobres alcanza, en este caso, a todos los que no son ricos y stosson muchos ms que los que designa la palabra pobres cuando se la toma aisla-damente. En el 39% de los casos pobre es utilizado como atributo inmediato conun sentido compasivo, y menos frecuentemente de desprecio, por ejemplo pobrehombre, y se utiliza ms en relacin con expresiones como escasez, ausencia devalor, modestia. Crece su utilizacin referida a entidades geopolticas como pue-blos pobres, regiones pobres, pases pobres. Cuando pobre aparece como

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    atributo mediato, calificando a un sustantivo como verbo, se acostumbra a aplicarcon los verbos ser y estar. En el primer caso ser pobre adquiere un carcter es-tructural. Por fin, se encuentran expresiones tales como los pobres voluntarios, lospobres de espritu, la pobreza evanglica y las expresiones exclamativas pobre deti (amenazante), pobre de m (autocompasiva).

    Sintetizando estos sentidos, la palabra pobre expresa tres tipos de carencias:tener poco, valer poco, tener poca suerte. Esta carencia puede ser estruc-tural, ser pobre; circunstancial, estar pobre; excluyente, no ser rico; volun-taria, hacerse pobre; fingida hacerse el pobre.

    No hay, por ahora, para la palabra exclusin tal tipo de ejercicio, entre otrascosas, porque su uso es relativamente reciente. Ya se ha citado a Lenoir y cabehacer referencia a Secretan (1959), que le da un sentido prximo al de la pobrezavoluntaria, del que se autoexcluye por motivos ticos y religiosos, y a Klanfer, J.(1965), que dentro de la perspectiva del cuarto mundo, la asocia a los supervi-vientes de la sociedad preindustrial. Pero stas son excepciones, mientras que eluso del concepto de pobreza, de su representacin social y de las medidas que leacompaan, tal como han mostrado muchos historiadores y ms recientementeGieremek, B. (1987), Sassier, Ph. (1990) y Castel, R. (1995), tiene un largo itine-rario que proviene de la Edad Media.

    No se trata aqu de resumir este itinerario, sino de sealar que a travs de llas palabras indigencia, precariedad, miseria, privacin y marginacin, van adqui-riendo sus sentidos, a veces equivalentes, a veces paralelos, a veces distantes del depobreza.

    Cabe poner de relieve que en el siglo XIX, la interpretacin que se hace del pau-perismo inscribe a ste como el producto de las relaciones que los hombres y lasmujeres establecen para sobrevivir. Y ello llevaba, por un lado, como en el caso delos autores britnicos Booth, Ch. (1889, 1892), Rowntree, B. S. (1901), y Stitt, S.,Grant, D. (1993), a establecer unos mnimos alimenticios expresados en trminosbiolgicos y fisiolgicos; y por otro lado, a poner el acento en el carcter desigualde la propiedad de los medios de produccin y en la distribucin de las riquezasproducidas. Hasta cierto punto, estas dos interpretaciones son retomadas luegocomo pobreza absoluta y pobreza relativa. La primera evoca, como recuerda Mi-lano, S. (1988), un nivel mnimo de vida, parecido en cualquier pas y tiempo. Paramedirla se acostumbra a utilizar el mnimo de caloras necesarias, lo que se traduceen aquellos productos alimenticios que contienen estas caloras. Este es el procesoque se sigue en Estados Unidos desde 1965 y que sirve, calculado en precios, paraidentificar el umbral mnimo de ingresos por debajo del cual se es pobre. En la mismadcada, la Comisin India de Planificacin fijaba el nivel mnimo en 2.250 caloraspor da y otros estudios lo determinaban en 2.150 para Pakistn y 2.122 en Ban-gladesh (Milano, S., 1992). Pero tanto el tipo y la lista de productos que se escogenen funcin del consumo de las familias no pobres, como el clculo sobre los ndicesde precio, acercan esta nocin de pobreza absoluta hacia el de relativa. Adems, laspersonas que no disponen de un mnimo vital alimenticio en los pases desarro-

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    llados viven en unas condiciones que les impiden morir de hambre, mientras queste no es el caso de los pases del Sur. Por eso se ha dicho que la nocin de pobrezaabsoluta convendra ms para definir la situacin de estos ltimos pases.

    En sus anlisis sobre la pobreza en Gran Bretaa y a escala internacional,Townsend, P. (1975) (1993), estableci alrededor del concepto de privacin, una listade bienes y servicios no slo necesarios sino tambin en relacin al nivel de vidade la sociedad. En la controversia con Sen A. (1985) (1992), quien defenda que espobre no slo el que tiene menos que los otros, sino el que no dispone del mnimode medios para vivir, el socilogo ingls responde que esta posicin tiende a su-bestimar la importancia de las necesidades no alimenticias no slo en los pasesricos sino sobre todo en los del tercer mundo. De todos modos, la crisis que se abreen los aos setenta provoca que, incluso en los primeros, centenares de miles depersonas deban buscarse la vida para sobrevivir.

    Tal como se ha dicho, en esta dcada empiezan a aflorar nuevos fenmenosque demandan nuevos conceptos para identificarlos. Marginal y nueva pobrezavan a ser los dos trminos ms usados en el contexto europeo. Para el primero sepuede sugerir que su utilizacin proviene de la existencia de margin y marginalen la lengua inglesa, y que penetran posteriormente en las lenguas latinas. Con-cretamente, Vincent, B. (1979) sita el empleo de estos vocablos en 1972 y 1973 enFrancia para designar aquellos colectivos de jvenes desclasados, medio bohemios,que se negaban a ser asimilados y participaban puntualmente en las revueltas pos-teriores a mayo del 68. De adjetivo gente marginal se transforma en un sus-tantivo que califica a un colectivo, los marginados y puede ser utilizado en fe-menino, la margen; en masculino, el margen; e incluso en neutro, lo mar-ginal, para terminar designando un proceso, la marginacin y los que la padeceno los que la buscan. stos seran los que estn lejos del centro, pero dentro de lapgina de la historia. Un margen geogrfico e incmodo que poda identificar aquienes partan de las ciudades para vivir en comunidades, a revoltosos estudiantes,a crecientes insumisos, a quienes no se conformaban con los valores y costumbresdominantes y que a veces buscaban formas ms o menos alternativas (Castel, R.,1996). As pues, estas palabras sern utilizadas en parte para descalificar a estosmovimientos porque no son representativos, porque se alejan en su disconformidadde los ncleos centrales. Sin embargo, en Italia, Espaa, Portugal e Irlanda, la pa-labra marginacin contina utilizndose para expresar el proceso por el que de-terminados colectivos estn momentneamente (jvenes a la bsqueda de trabajo)o ms crnicamente (itinerantes, gitanos) alejados del centro. En este sentido, elmarginado sera un punto intermedio, una fase ms o menos pasajera, entre la in-tegracin y la exclusin ms definitiva, combinndose tambin una marginacinvoluntaria y una impuesta.

    En Amrica Latina, el concepto de marginacin emergi en los aos cincuentapara designar a los habitantes de favelas, colonias y ranchitos, resultado de las mi-graciones masivas (Stavenhaguen, R., 1970) hacia las grandes ciudades. Pero a di-ferencia de lo que ocurre en Europa estos marginados no escogen su marginacin,

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    ni son marginales, puesto que constituyen una mayora creciente de poblacin, nihan formado parte de la economa central y formal, ni hay tampoco esperanzascon respecto a su posible insercin a corto plazo en las pautas culturales socialesy econmicas dominantes. Son una consecuencia de la creciente dependencia in-terna y externa y engrosan al sector informal, concepto que en la dcada de los se-tenta va a ser elaborado en el seno de la Oficina Internacional del Trabajo. Hastacierto punto, la revalorizacin posterior de este sector informal va a desplazar lacategora de marginacin (Fassin, D., 1996) y sta queda relegada a la mirada des-preciativa desde el poder: son unos marginados. Cabe recordar, no obstante, queen Amrica Latina, en Europa y en todo el mundo las notas que se insertan en elmargen del texto, acaban calificndolo.

    A finales de los setenta y a principios de los ochenta, quienes viven al margendesaparecen de las pginas de los peridicos y de las preocupaciones de orden p-blico, mientras que sube la presencia de las capas que van siendo vctimas de lasconsecuencias de la crisis econmica y muy especialmente de la remodelacin delmercado de trabajo. Esto afecta a poblaciones que antes nunca hubieran sospe-chado verse abocadas a la precariedad. Quizs las figuras ms representativas delo que se va a llamar la nueva pobreza son los obreros calificados expulsados desu trabajo por las reconversiones industriales y los cambios tecnolgicos; ciertospequeos empresarios, comerciantes, artesanos y profesionales sin posibilidad deadaptarse a stos; personas, especialmente mujeres, que teniendo responsabilidadesfamiliares no pueden obtener trabajo o lo pierden; gente que se endeuda ms allde sus medios. No se trata de individuos inconformistas como en el caso anterior;o ineptos para el trabajo y sin relaciones sociales, sino ms bien con dificultades li-gadas al empleo y a sus ingresos. Los trminos de nueva pobreza encontraron uncierto eco en Espaa (Candel, F., 1988), en Inglaterra (Room, G., 1990), en Francia(Paugam, S., 1991), en Italia (Saraceno, C., 1990), e incluso fueron objeto de de-bates transnacionales, pero no llegaron a cuajar masivamente.

    De hecho, esta perspectiva de la nueva pobreza fue sometida a duras crticaspor parte de los que vean en ella una utilizacin poltica, una desviacin con res-pecto a la pobreza estructural y permanente, un enmascaramiento de origen mso menos neoliberal con un retorno a las prcticas asistenciales de tipo individualy en definitiva fue rpidamente desplazada por el concepto de exclusin. Pero nohay que olvidar que tuvo el mrito de atraer la atencin sobre el carcter novedosodel panorama social de los ochenta en Europa occidental.

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    1.3. El significado y el uso de la exclusin social

    Ms all de estas excursiones semnticas y terminolgicas, conviene ahoraabordar el significado y el uso de la exclusin social.

    Primero, hay que advertir contra el uso y el abuso de este concepto que ha sidocalificado de fourre tout, donde cabe todo; de colmado-miscelnea en el quese vende de todo; de balladeur, porque sirve para cualquier ocasin; de chicleporque se estira y se alarga a voluntad del usuario. Incluso se ha llegado a decirque se le trivializa tanto que est saturado de sentidos, de sinsentidos y de contra-sentidos (Freund, J., en la introduccin a Xiberras, M., 1996). Pero algo debe detener, pues hace veinte aos casi nadie lo utilizaba y ahora est en la boca de todos:desde el ms alto dignatario de las organizaciones mundiales, hasta el ms pequeooperador de un proyecto local en el norte de Europa, en la selva americana, en lams remota de las islas del Pacfico o en el desierto africano.

    En segundo lugar, su utilizacin al lado de pobreza y de otros trminos,obliga tambin a su delimitacin, a trazarle fronteras. Tarea tanto o ms peligrosacuanto que como nocin in itinere, es difusa, equvoca, polivalente, polimrfica.Quede, pues, aqu constancia del riesgo de constituirse en aduaneros y, por lo tanto,la obligacin de acercarse a ella por sucesivos avances, por diferenciacin con otrosy como lugar de encuentro, como encrucijada.

    Por qu y para qu la exclusin social?Quizs cabra empezar por constatar que la exclusin tiene que ver con la in-

    satisfaccin, el malestar que tiene cualquier ser humano cuando se encuentra ensituaciones en las que no puede realizar aquello que desea y aspira para s y paraquienes estima. Desde este punto de vista, la exclusin tendra una cierta cargasubjetiva apoyada en hechos materiales. Cabe tambin recordar que a veces la ex-clusin con respecto a determinadas modas, costumbres e ideas dominantes, puedeser vivida positivamente por una persona, un grupo, una comunidad, reforzandoas su cohesin interna. En otras ocasiones, la autoexclusin puede ser una de lascondiciones para estimular la creatividad artstica e intelectual o una vida y refle-xin ms filosfico-religiosa.

    No sera este el caso de una parte del pueblo gitano, excluido y perseguido durantesiglos, que afirmaba su identidad distancindose de algunos valores de la sociedadpaya (la obsesin por el trabajo, la falta de respeto por los ancianos, por ejemplo).

    Al mismo tiempo, es innegable que la gran mayora podra afirmar que est oes o ha sido excluido de algo (Estivill, J., 1998a) y seguramente, para los que leenla Biblia, los primeros excluidos fueron Adn y Eva y el segundo Can. Pero ni hoyestamos en el paraso, ni las conductas traspasadas a la actualidad de nuestros pri-meros padres reciben aquellos castigos. Tampoco el cainismo es ahora muy

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    habitual. Aunque quizs sea til retener el sentido profundo de la norma transgre-dida generadora de exclusin. Cualquier sociedad, cualquier grupo, cualquier indi-viduo incluso, crea y tiene sus reglas ms o menos explcitas y al hacerlo estableceuna diferenciacin que le permite definir, con razn o sin ella, las categoras del yo,del nosotros-nosotras y del vosotros-vosotras y ellos-ellas. No hay, pues, exclusinsin inclusin. Genricamente, las dos permiten la pertenencia, la identificacin deunos con respecto a otros. Definirse a uno mismo es tambin definir la alteridad.Y cuanto ms se restringe esta definicin, ms excluyente se est siendo, lo queaplicado a las sociedades significa que cuanto ms estrictas y cerradas sean, msvan a excluir. Y ello es a la vez un proceso real y simblico. Por ello, esta nocintiene posibilidades de enriquecimiento a partir de la sociologa, la psicologa y laantropologa. Y por ello tambin se intenta encontrar referencias en las teorassobre la organicidad, la anomia y la desviacin de los clsicos de estas ciencias so-ciales como Durkheim, Simmel, Tonnies o Max Weber, o en la escuela de Chicago,que ya en los aos treinta del siglo pasado subrayaba los factores agregativos y desegregacin de las grandes ciudades sobre la cohesin social de los inmigrantes.

    Individuos, grupos y comunidades pueden irse encerrando, levantando muroscada vez ms altos, afirmando autoritaria y dogmticamente sus valores y ellopuede llevar a la expulsin de quienes no las aceptan o de quienes no son recono-cidos. La historia est llena de ejemplos en los que por motivos religiosos, ideol-gicos, polticos, culturales o tnicos, se originan procesos sucesivos de exclusin,cuyo estadio ltimo es el aniquilamiento de los otros y su genocidio.

    Otra posibilidad es la de crear espacios cerrados ms o menos alejados y cor-tados de la comunidad y estatutos especiales, siempre inferiores, otorgados a de-terminados grupos.

    Todas las formas de apartheid, y muy claramente la practicada hasta hace poco enSudfrica, seran una demostracin de este tipo de exclusin. ste se plasm engran medida en las polticas colonizadoras de Asia, frica y Amrica del Norte y delSur, cuando se otorgaba a las poblaciones indgenas y a los grupos autctonos unterritorio (las reservas para los amerindios) y/o una funcin institucionalmente de-finida en los niveles ms bajos de la jerarqua social.

    Estos ejemplos ms histricos no han de hacer olvidar los trminos en los quese plantea la actual y rampante exclusin social, en la que tanto los caminos de laestigmatizacin (Goffman, E., 1975) como los de la interaccin entre la sociedady los grupos excluidos son ms fluidos, ms complejos, a veces menos aparentes.As, la primera tiende a considerar a los segundos como culpables/responsables desu exclusin, reprochndoles sus conductas y su falta de compromiso con el pactosocial. Mientras que los segundos intentan encontrar acomodo en su propio mo-saico de relaciones, o si deciden y pueden luchar contra las circunstancias de su ex-clusin, critican a la sociedad su falta de reconocimiento. Hay ah rupturas de loslazos simblicos y potenciales conflictos en los esquemas respectivos de represen-

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    tacin social. Ello se complica an ms por el individualismo y la individualiza-cin crecientes, que llevan al aislamiento de las personas y por la multiplicidad yheterogeneidad de los valores dominantes. Esto dificulta suplementariamente lacohesin colectiva, por un lado, y el que los hombres y las mujeres se sientan inte-grados y pertenecientes a una nica identidad, por el otro.

    De este modo, al deshilachamiento de las redes sociales existentes y a la frag-mentacin de la sociedad (Mingione, E., 1993) se suma la heterogenidad de los va-lores e imgenes centrales, la dificultad de constituir otros ncleos de agrupacine identificacin y de encontrar respuestas colectivas transversales que superen lassucesivas rupturas y distancias. Esta sera la base de la exclusin social, la cual sepondra de manifiesto a escala individual (micro), en las relaciones de los hombrescon las mujeres y de stos con los grupos e instituciones intermedios (meso) y destos con el conjunto de la sociedad (macro).

    Cabe preguntarse aqu, hasta qu punto esta visin es aplicable a los pases delSur, en los que la familia, la vecindad, el paisanaje, la comunidad local o tribaly los sistemas simblicos que llevan aparejados, tienen todava tanta fuerza. Larespuesta no puede ser definitiva ni homognea dada la pluralidad de situaciones,aunque puede sugerirse que tambin estos pases se ven sometidos a los ataques ala sociedad tradicional, a imgenes y valores provenientes de sus centros urbanosy hasta cierto punto del mundo occidental y a los mltiples obstculos que seoponen a la reconstitucin de nuevas mediaciones internas que no pasen por loscircuitos de la economa mercantil o de los poderes constituidos. Incluso puede afir-marse que su vulnerabilidad frente a ellos es creciente, salvo en casos extremos decomunidades muy aisladas o muy cerradas. Esto no quiere decir que abracen acr-ticamente estos modelos y que no transporten los suyos all donde van (migracionesinternas y externas).

    De todos modos, no hay que caer en el error de una imagen idlica que ten-dera a presentar una visin armoniosa de estas sociedades. La exclusin no apa-rece slo debido a las influencias occidentales, sino que tambin ellas la producena travs de estructuras y normas especficas cuya transgresin individual y colec-tiva puede llegar a ser duramente penalizada. Pero lo sustantivo de la exclusin enestos pases es la falta de acceso a una gran cantidad de bienes materiales, a los ser-vicios sociales, educativos, sanitarios, a la proteccin social y a una participacinen las tomas de decisiones de las que dependen sus vidas.

    Evidentemente, esta concepcin de la exclusin social stricto sensu no es se-parable de la exclusin poltica y de la econmica. A menudo se acumulan, en otroscasos se complementan, en los de ms all corren paralelos y, por fin, en determi-nadas ocasiones el eje que las vertebra se focaliza ms en una o en otra.

    En la publicacin de Gore, Ch. y Figueiredo, J.B. (1997) como resultado delForo de Poltica sobre la exlcusin social del Instituto Internacional de EstudiosLaborales de la OIT, se muestra la preocupacin de la gran mayora de los autoresprovenientes de los pases del Sur (Per, India, Tailandia) y en transicin (Rusia)por la dimensin poltica de la exclusin y en la anterior contribucin de la OIT a

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    la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Social de 1995 (Rodgers, G., 1995) tam-bin se pona de manifiesto esta misma preocupacin referida a otros pases(Yemen, Mxico, etc.) y al resto de los continentes. Es decir, que, de entrada la no-cin de exclusin, en su dimensin poltica, encontrara un mayor eco en ellos. Sincaer en el eurocentrismo, s que hay que reconocer que las libertades civiles, pol-ticas y sociales han sido conculcadas ms a menudo en ellos que en la Europa oc-cidental, aunque la historia de sta est lejos de ser ejemplar.

    La nocin de exclusin poltica conduce al campo de los derechos de la ciuda-dana, de su acceso, de su disfrute y de las mltiples barreras que se oponen a ella.Se acostumbra a distinguir (Marshall, T.H., 1964), para los pases occidentales,tres etapas en el desarrollo de estos derechos, por las que primero se definieron losderechos civiles (libertad personal, derecho a la propiedad, a la libre circulacin,etc.), luego, los derechos polticos (de reunin, asociacin, expresin, de partici-pacin, etc.) y con posterioridad, los sociales (proteccin social, insercin, etc.).Aunque esta progresin sea criticable en Portugal, Espaa, Italia y Grecia los pe-rodos dictatoriales suponan su anulacin, cuando ya se haban alcanzado unaparte de los tres tipos de derechos y la historia est llena de regresiones , s que esvlida para distinguir la nocin de exclusin y situar la condicin de ciudadanaen trminos de desarrollo poltico y de las relaciones con el Estado. Cabe recordarque la plasmacin jurdica de muchos derechos se ha producido como resultadode las reivindicaciones de los movimientos sociales y ciudadanos que no aceptabansu exclusin poltica. Este ha sido el caso de los movimientos de mujeres que envarias regiones del mundo y en Europa han combatido y siguen hacindolo paratener un trato ms igualitario. De hecho, hay que constatar, que en los Estados delBienestar se ha dado el paso de los derechos-libertades a los derechos-obligacinpor los que las autoridades pblicas deben garantizar y cubrir un buen nmero deriesgos y necesidades. Igualmente, muchas de las polticas sociales, sanitarias, edu-cativas, urbansticas, laborales, han sido selectivas, beneficiosas para unos y perju-diciales para otros, han tenido efectos perversos y han contribuido a una desi-gualdad que poda llevar a la exclusin. Y si ello ha ocurrido en Europa occidental,qu no decir de los pases del este europeo en los que bajo un supuesto igualita-rismo se ha escondido frecuentemente la opresin de muchas minoras nacionalesy tnicas y en los que en la fase de transicin actual contina habiendo a veces unaexclusin dramtica de determinados grupos (gitanos, nios, ancianos, campesinos,etc.) y muchas dificultades para plasmar el conjunto de derechos.

    En los pases del Sur la exclusin poltica ha sido durante mucho tiempo el pannuestro de cada da. No slo por la frecuencia de las formas dictatoriales, o por eldominio excluyente de los circuitos del poder por parte de etnias, clanes, gruposreligiosos, oligarquas locales, sino tambin y sobre todo porque muchos estadospost-coloniales han sido impuestos y no han podido liberarse del peso de sus he-rencias coloniales, lo cual ha sido un factor que ha ralentizado o acentuado la ex-clusin poltica, despus de su independencia. En estas condiciones, la nocin deciudadana y los derechos polticos, aunque en los ltimos aos se hayan hecho es-

  • fuerzos notables, han estado lejos de una total implantacin y an de su conoci-miento y posibilidades de reclamacin.

    Seguramente, debido a esto, en estos pases, la nocin de exclusin poltica tienesu corolario en la falta real de participacin de la mayora de la poblacin en losmecanismos institucionales, aunque en muchos de ellos se da una intervencin ac-tiva en su comunidad local y en los circuitos ms prximos. Pero estas circunstan-cias tambin las comparten, en buena medida, con los pases ms avanzados, dondeel dficit de representacin de la sociedad real en la sociedad poltica no slo esgrande sino que tiende a crecer, a pesar del paso del estado interventor al llamadoestado animador (Donzelot, J., 1994). De donde, por un lado emerge la preocu-pacin por la gobernabilidad y por el otro el creciente peso de la sociedad civil, dela dinmica de los grupos locales, de base y comunitarios, de las organizacionessociovoluntarias y de la fuerza renovada de la economa social (Defourny, J., De-veltere, P., 2000) que se dan en todo el mundo (Anheier, H.K.; Salamon, L.M.,1998). Esta nueva dinmica les permite abordar no slo sus funciones clsicas dedefensa de los intereses de sus miembros, de proveedor de servicios y de reivindi-caciones (Beveridge, W., 1948) sino tambin como mbito de participacin socialy de lucha contra cualquier tipo de exclusin.

    Los microseguros (asociaciones mutuales) son iniciativas que han de responder alas dificultades financieras para pagar los servicios de salud a travs de un sistemade compartir y mutualizar los riesgos. Se constata que en ciertos casos, a las per-sonas que pertenecen a ellas les permiten hacer valer ciertos derechos en los cen-tros sanitarios, hacindoles superar los miedos y las dificultades que stos generan.As pues, los microseguros no slo sirven para financiar algunos cuidados sanita-rios, sino tambin para superar las barreras de los centros de salud, planteandootras condiciones de participacin.

    A pesar de la importancia de estas dos dimensiones, la social y la poltica, nohay que olvidar que la nocin de exclusin surge y se nutre de la exclusin econ-mica. Fue para identificar las consecuencias de los cambios que tenan lugar enlas economas occidentales que esta nocin se ha abierto camino y se ha popula-rizado. Ello significa que de alguna manera, otras palabras, otros conceptos ser-van menos que ella para cualificar y en definitiva para explicar lo que estabasucediendo.

    La exclusin no es un concepto de la teora econmica (Gazier, B., 1996). Aesta ciencia le cuesta encontrar una explicacin a la conjuncin de procesos queapartan a los individuos, grupos y territorios de los centros productivos y de con-sumo, y su paradigma central a partir de la escasez le lleva a plantear la cuestinen trminos de pobreza/riqueza, igualdad/desigualdad en la posesin y uso de losbienes producidos. Adems, los excluidos son o una demanda no solvente, o losintiles y supernumerarios (surnumraires) del siglo XIX, o los residuos del de-sarrollo, la miseria del mundo (Bourdieu, P., 1993), o los underclass de la litera-

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    tura norteamericana de la dcada de los sesenta y setenta del siglo XX (Wilson,W. J., 1987), o los losers borrados de la escena econmica, todos ellos difcilmentecatalogables en las categoras de la racionalizacin econmica.

    Pero la dimensin econmica del fenmeno es innegable y la aportacin deesta aproximacin tambin es til.

    Una de ellas es la que pone el acento en que al esquema vertical de clases quese oponen en funcin de su posicin en las relaciones productivas, cabra yuxta-ponerle un esquema horizontal por el que la oposicin se trasladara entre quienesse encuentran dentro (insiders) del mercado de trabajo y quienes estn fuera de l(outsiders). Algunas personas tienen empleo, otras no. Esta interpretacin que seemparenta con la del mercado dual de trabajo y que se puede extender a hombresy mujeres que disfrutan de las ventajas del estado protector y quienes no, tiene elinters de marcar unas oposiciones reales y crecientes entre asalariados y desocu-pados, entre la economa emergida y la subterrnea, entre el sector formal y el in-formal, y entre los actores de ambos lados. Pero no deja de ser insuficiente en suanlisis dicotmico, siendo los lmites entre ambos cada vez ms difciles de de-terminar y la movilidad entre uno y otro creciente.

    El fenmeno econmico de la exclusin es separador, pero es tambin conse-cutivo y acumulativo. As por ejemplo, cruzando empleo y proteccin social darala siguiente tipologa:

    personas que tienen trabajo y proteccin social,

    quienes no tienen trabajo pero s proteccin (desempleados subsidiados, pen-sionados, discapacitados, etc.),

    quienes tienen trabajo pero no proteccin (economa subterrnea, sector in-formal),

    hombres y mujeres que no tienen ni lo uno ni lo otro.

    Si lo que se cruzan son las variables trabajo asalariado y lazos sociales, entoncessale tambin un esquema de cuatro situaciones que bsicamente es el utilizado porCastel y sus seguidores (desafiliacin/afiliacin, vulnerabilidad/no vulnerabilidad).Pero la dificultad estriba en que no se trata slo de establecer tipologas sino de ca-racterizar un proceso de expulsin que se encuentra en el corazn de la sociedad yla economa y que se separa a pasos y bruscamente de l.

    En este sentido, hay que referirse a la dislocacin fabril, la segmentacin delmercado de trabajo, a las diferenciaciones que sta introduce en los estatutos detrabajadores y trabajadoras (trabajo indefinido, temporal, precario, estacional osumergido, etc.) a la diversidad de acceso a los bienes de consumo, a los equipa-mientos y servicios econmicos, sociales, educativos, sanitarios, culturales, etc. ypor fin, a la segregacin urbana y espacial. Se trata pues de entroncar la exclusincon el sistema productivo generador de la precariedad laboral y de un desempleode nuevo tipo, llamado a veces desempleo de exclusin (Wuhl, S., 1992), queson incapaces de compensar ciertas polticas laborales y sociales, lo que impide el

  • 1. EL SIGNIFICADO CONCEPTUAL Y REAL DE LA EXCLUSIN SOCIAL

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    disfrute creciente de un buen nmero de bienes y servicios comunes al resto deciudadanos y ciudadanas.

    Es importante sealar (Bhalle, A., Lapeyre, F., 1995) que la distribucin de laacumulacin y de los recursos es desigual, en funcin de las relaciones de fuerzas,de la capacidad de presin corporativa y/o reivindicativa de cada grupo y del es-tablecimiento de las prioridades polticas y de las medidas diana (targeting policy).Y que, por lo tanto, el crecimiento econmico puede ser una condicin necesariapero no suficiente para prevenir, aliviar y luchar contra la exclusin, e incluso sepuede formular la hiptesis por la que determinado tipo de crecimiento econmicopuede generar exclusin, cuando sus resultados son monopolizados por determi-nados grupos. Esto tiene tambin una vertiente espacial ya que a menudo es unbarrio, una zona, una comarca, una regin, un pas los que no participan de aquelcrecimiento y van quedando fuera y debajo de la jerarqua territorial y de la divi-sin internacional del trabajo. Centros histricos, no rehabilitados, suburbios de-gradados, cinturones urbanos, zonas de vieja industrializacin, regiones y pasesrurales y aislados se van quedando en la periferia y abandonados a su suerte, cons-tituyendo as las bolsas de una exclusin econmico-espacial. En estos contextos,sus poblaciones muy difcilmente pueden salirse de estos espacios-circuitos de ex-clusin, excepto los ms activos, que emigran

    La emigracin es buen ejemplo de los cambios en la condicin de las personassegn el contexto en el que se encuentran. A menudo pueden emigrar no las per-sonas ms excluidas, ni las ms pobres de una determinada zona, sino quienes hantenido una formacin, tienen habilidades que ejercen en su pas y muy frecuente-mente tienen lazos con emigrantes anteriores (cadena migratoria). En cambio, desdeuna perspectiva internacional y desde el punto de vista del pas de acogida son con-sideradas pobres y a menudo excluidas. Cuando llegan muy probablemente se en-cuentran en una situacin de precariedad (en relacin con el nivel de vida del pas)y casi seguro de exclusin, puesto que no dominan ni su lengua, ni sus costum-bres, ni sus mecanismos relacionales y sus cdigos culturales.

    Una de las dificultades de este tipo de anlisis es que con la internacionaliza-cin de los intercambios, con la hasta cierto punto difuminacin de los centros depoder econmico y con la llamada globalizacin (Sousa Santos, B., 2001) es cadavez menos claro detectar dnde stos se sitan, aunque s lo sea verificar sus con-secuencias. Adems, el saber da poder y con la introduccin de las nuevas tecno-logas y ms en especial de la informtica, se asiste a otro tipo de exclusin de estemundo que da una imagen virtual de inclusin a los que tienen ordenador y se co-nectan por Internet aunque la exclusin cultural avance (dominio de idiomas,pautas culturales y de consumo, etc.).

    As pues, la exclusin social puede ser entendida como una acumulacin de pro-cesos confluyentes con rupturas sucesivas que, arrancando del corazn de la eco-noma, la poltica y la sociedad, van alejando e inferiorizando a personas, grupos,

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    comunidades y territorios con respecto a los centros de poder, los recursos y los va-lores dominantes.

    Esta aproximacin, proveniente de la experiencia europea pero que puede seraplicada a otros pases, debera ser contrastada y profundizada con las formas queadopta la exclusin social en otros continentes. Puesto que es probable que en pasesdonde una gran parte de la poblacin est en niveles de supervivencia o los dere-chos de las ciudadanas no se aplican, o stas no tienen acceso a muchos servicios,cuando existen, cabe entonces sugerir que habra que establecer definiciones quepongan ms en evidencia estas situaciones de exclusin social. Quede pues, apun-tada esta necesidad de contraste y adaptacin de esta nocin a otras realidades.

    1.4. Exclusin y pobreza. La extensin de su uso

    En este apartado, se trata de examinar las relaciones entre las nociones de ex-clusin y pobreza, las razones por las que en los ltimos tiempos se ha extendidoel uso de la primera y ver hasta qu punto la nocin de exclusin tiene una validezms all de Europa occidental.

    Efectivamente, exclusin y pobreza no son equivalentes. Se puede ser pobre yno excluido y, a la inversa, no todos los excluidos son pobres, aunque todas las in-vestigaciones y trabajos muestran que existe un crculo amplio en el que coincidenpobres y excluidos.

    Segn Amnista Internacional, hay 70 pases en los que se persigue a los homose-xuales de los dos gneros. En muchos de ellos, son inculpados, encarcelados y pe-nalizados. Cabe suponer que de entre ellos, alguno/a habr que tenga ingresos ypropiedades superiores a los de sus compatriotas. Se tendra as un ejemplo de per-sona excluida, pero no pobre.

    En muchos pases del Sur, hay muchas personas que viven en situaciones de grancarencia pero aportan su esfuerzo a los trabajos colectivos, son ayudadas por susfamiliares y vecinos y si envejecen, sus consejos son tambin escuchados y se lesrespeta, al igual que al resto de quienes tienen una edad avanzada. Constituiran,pues, un ejemplo de personas pobres pero no excluidas de su comunidad. Pero sistas viven alejadas de la metrpolis, con muy escasos recursos, en una economade supervivencia y autoconsumo, con unos valores propios despreciados por loscrculos dominantes de la ciudad, entonces se puede afirmar que comparten po-breza y exclusin.

    Las nociones de pobreza y exclusin se conjugan en la relatividad puesto quelos que viven tanto una como otra situacin son designados como tales en funcinde representaciones y normas que definen el bienestar material y el grado de rele-

  • 1. EL SIGNIFICADO CONCEPTUAL Y REAL DE LA EXCLUSIN SOCIAL

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    gacin que estn en vigor en cada sociedad en una poca determinada (Paugam,S., 1996). En cierto modo son el reverso de la medalla social, la cara escondida(Hiernaux, J.P., 1981) y en este sentido los que las padecen son el contrario de losarquetipos de las figuras triunfantes (Gaulejac, V., Taboada, I., 1994) en la sociedadde la competencia, la moda, los medios de comunicacin o la informtica. Pero nohay que quedarse slo con las concepciones ms substancialistas, tipolgicas y es-tticas de la pobreza y la exclusin, para ver que ambas comparten la idea de pro-ceso, que ambas encuentran la explicacin de sus causas en las estructuras cen-trales y que ambas son acumulativas y pluridimensionales.

    No son palabras sinnimas, sino complementarias que demandan un uso rigu-roso y copulativo, para no caer en el riesgo de al emplear una, echar a la otra porla borda y perder con ello capacidad de caracterizacin, explicacin e intervencin.

    De todos modos, contina teniendo sentido contestar a la pregunta, que no esslo retrica, del porqu existen las dos y porqu exclusin parece imponerse a po-breza en Europa.

    Las hiptesis, algunas de ellas ambivalentes, que explicaran el porqu la no-cin de pobreza no est siendo tan utilizada como antes en Europa occidental, sonlas siguientes:

    a) ha sido el referente histrico de las actitudes y medidas ms caritativas e indi-vidualizantes;

    b) ha sido contemplada, a menudo, slo como carencia de medios y se la ha li-mitado al campo econmico y ms en concreto al de los ingresos;

    c) se le ha querido dar un carcter coyuntural, pasajero, al mismo tiempo que de-finitorio de una situacin inamovible;

    d) se ha rechazado porque remita por un lado a un pasado que se crea superado,a una presencia que importuna y no se quera admitir su persistencia;

    e) su contrario es riqueza y ello remite a la dificultad de acometer su distribucin;

    f) su visibilidad entraba en contradiccin con los discursos mediticos, con de-terminados principios constitucionales, con visiones optimistas sobre las con-secuencias ineludiblemente positivas del desarrollo econmico;

    g) su cuantificacin, sujeta a debates metodolgicos, permite ms identificar quecomprender, ms gestionar que transformar y cuando alcanza volmenes cuan-tiosos desanima a los responsables polticos y hace emerger el escepticismofrente a cualquier actuacin que resume bien la frase siempre ha habido po-bres y siempre los habr.

    Mientras que la nocin de exclusin se ha ido imponiendo hasta cierto puntoporque:

    a) tena el valor de su novedad y poda aparecer como una innovacin concep-tual y terminolgica y permita relanzar un debate que pareca relativamenteestancado;

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    b) se queran superar nociones como deprivacin, miseria, penuria, que evocabanrpidamente el sufrimiento y el malestar de los que se encuentran sometidos aellas;

    c) permita hacer una reinterpretacin acudiendo ms claramente a las caracte-rsticas estructural, pluridimensional y dinmica;

    d) era ms explicativa del nuevo panorama surgido con las consecuencias de lacrisis de los setenta y de la conciencia de la necesidad de incorporar conceptoscomo periferia, fractura, estigmatizacin, etc.

    e) daba una idea ms precisa del proceso. La exclusin es a la vez causa y re-sultado. Frente a la fotografa de la pobreza se mostraba la pelcula de la ex-clusin;

    f) su polivalencia y fluidez permitan, por un lado, constituirse como una res-puesta a la necesidad de tener en cuenta su dimensin poltica y, por el otro,era ms aceptable para sus gestores;

    g) tena menos carga estigmatizante que el de pobreza y por lo tanto tambin erams aceptable para la opinin pblica y para los propios afectados;

    h) su contrario es inclusin y en este sentido permite evacuar, hasta cierto punto,la cuestin de la desigualdad. Palabras antnimas, como insercin, incorpo-racin, integracin, tambin han ayudado a extender la nocin de exclusin;

    i) las dificultades de su cuantificacin y operacionalizacin permiten hablar deella, sin comprometerse demasiado;

    j) no parece tener mucho sentido luchar contra la riqueza, en todo caso, s, contrauna determinada distribucin, mientras que luchar contra la exclusin o poruna sociedad inclusiva no genera especiales temores. Polticamente puede seraceptable por un amplio espectro de opciones polticas;

    k) todo el mundo puede identificarse con esta nocin, en la medida en que es obvioque siempre est excluido de algo, de alguien

    De todos modos, tanto la definicin de pobreza como sus representaciones so-ciales se han ido modificando y las producciones y debates de los aos noventamuestran bien que se acepta cada vez ms una concepcin dinmica, pluridimen-sional, estructural e incluso poltica (Alcock, P., 1993) de la pobreza. Esta formade concebirla tiene una amplia aceptacin en las organizaciones internacionales yva siendo cada vez ms utilizada por los operadores de terreno. Ello no obstacu-liza el avance de la nocin de exclusin social, el cual se ha dado a travs de unospasos y unos canales que conviene repasar.

    Teniendo en cuenta los antecedentes ya sealados, uno puede preguntarse hastaqu punto, la exclusin no es sino una problemtica francesa y, por extensin, deEuropa occidental. Algunos autores han intentado contestar a estas preguntas. Ion,J. (1995) empieza afirmando que si esta nocin ha sido adoptada por la Unin Eu-ropea, aunque auspiciada por una Direccin General (DGV) mayoritariamente

  • 1. EL SIGNIFICADO CONCEPTUAL Y REAL DE LA EXCLUSIN SOCIAL

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    francfona, ello es un signo de su irradiacin ms all del hexgono, advirtiendode todos modos que las palabras cambian de sentido cuando pasan las fronteras,que el trmino insercin no existe en alemn o sueco y que, en cualquier caso, laproblemtica del mercado de trabajo y de la cohesin social se dibujaran de otraforma, en otros pases de la Unin Europea. As, en los pases europeos de la pe-riferia mediterrnea (Estivill, J., 2000a) el cuadro resultante dara una coloracinms fuerte a la persistencia de los lazos familiares y sociales, a un desarrollo im-portante de la economa subterrnea, a la capacidad de amortiguar el desempleoa travs de los cuerpos intermediarios y de las polticas regionales y locales, a lamenor estigmatizacin de los desocupados, que en Grecia y en el sur de Italia, Es-paa y Portugal estn o bien integrados a circuitos clientelares o pertenecen a lossistemas seculares (desempleo estacional, trabajos precarios, etc.) del mundo la-boral y social. Por otro lado los estados providencia estn menos desarrollados,son ms fragmentados y han jugado y juegan hasta cierto punto un papel subsi-diario frente a la Iglesia, que al igual que en Irlanda, por lo menos histricamente,ha ocupado hegemnicamente el espacio social (Ferrera, M., 1996). De ah que latradicin republicana francesa y el papel central del Estado, que no se da ni en losanteriores pases, ni tampoco en los de ms al norte, se tambaleen cuando la co-hesin social se rompe al presuponer que slo existen ciudadanos y ciudadanas li-bres e iguales, libres de ataduras primarias, y que los grandes aparatos de sociali-zacin (escuela, sanidad) se resquebrajan. Por ello, la exclusin sera la nueva fazde la cuestin social en Francia. Mientras que ni la organizacin y gestin del mer-cado de trabajo, en Alemania con la implicacin empresarial en la formacin y lacogestin tripartita, en los pases escandinavos a travs de la concertacin, o en In-glaterra, ni la forma de concebir la integracin social y poltica, en este ltimo pasa partir de las distintas comunidades, plantean la exclusin de forma idntica a lade la excepcin francesa. Incluso en Blgica, pas tan cercano, habran disimili-tudes (Ypez del Castillo, I., 1994) debidas a las lgicas de los pilares, de su pro-gresiva federalizacin y de su distinta estructuracin urbana.

    Otra lnea de diversificacin sera la que marca el dominio en ciertos pases delcentro y norte de la Unin Europea, de la matriz protestante. A partir de ella, latica del trabajo y el deber de trabajar no tienen por qu ser premiados o casti-gados, de ah la ausencia del derecho a la insercin en sus rentas mnimas (Gui-bentif, P., Bouget, P., 1997), y de su concepcin del compromiso individual con lacomunidad. En este sentido, la exclusin no constituira una invalidacin tan dra-mtica como cuando es vista como un impedimento a la realizacin de la llamadasolidaridad cvica y nacional.

    Pero ms all del caso francs, hay que constatar que la nocin de exclusin seha infiltrado, ha penetrado y se populariza en la Europa del sur, en la del norte(Hill, J., Le Grand, J., Piachaud, D., 2002) y en la del este y se adentra en AmricaLatina y frica, aunque quizs un poco menos en Asia, e incluso asoma en Am-rica del Norte (Barry, B., 1998), sobre todo auspiciada por los francfonos cana-dienses (Gauthier, M., 1995), pas en el que adopta un significado de finalizacin

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    extrema de un proceso de marginacin dentro de la Comunidad y en relacin, aveces, con la situacin de los pueblos autctonos (Jacoud, M., 1995).

    Hasta qu punto esta irradiacin transcontinental no es un producto ms dela exportacin cultural del eurocentrismo? Hasta qu punto la utilizacin de lanocin de exclusin puede ser un enmascaramiento de problemas ms urgentes ydramticos que se estn presentando en los pases aparte de los circuitos centrales?Y es esta nocin aplicable fuera de Europa?

    Estas desconfianzas y posibles escepticismos no slo se dan fuera de Europa,sino que tambin en el viejo continente se han realizado crticas consistentes(Messu, M., 1993) al uso de la exclusin. As, se han evocado: 1) la heterogeneidadde su utilizacin, que permite designar situaciones dispares, obtener consensos po-lticos, aceptaciones contradictorias, evacuando a la vez el examen de las situacioneslmite de la exclusin, y el anlisis de las causas y los procesos que la provocan; 2)la dificultad de generalizar los puntos y fases de ruptura y de identificar y conjugarlos distintos procesos que confluyen y de darle un sentido operativo; y 3) la posibledesviacin con respecto a las situaciones ms extremas de penuria y precariedadindividual y colectiva.

    Una segunda reflexin consiste en verificar que cuando esta nocin ha sidoaplicada, sea a investigaciones, sea a programas y a proyectos operativos, parecehaber aportado un valor aadido no slo a la comprensin de los fenmenos (Rod-gers, G., Gore, Ch., Figueiredo, J. B., 1995) sino tambin a las estrategias dise-adas (Develtere, P., 2002).

    El tercer argumento puede desdoblarse en dos. Por un lado, se ha afirmadoque en Europa se estara asistiendo a una latinoamericanizacin de la vida eco-nmica con el paso de una sociedad productiva a una sociedad de mercado (Tou-raine, A., 1992) y que tanto Amrica Latina, una parte de Asia y frica se consti-tuyeron modernamente sobre un colonialismo que exclua a las poblaciones ind-genas y los modos de produccin precapitalistas. Por otro lado, la crecienteinterrelacin econmica, social y cultural a escala mundial, acercan realidades queantes parecan muy alejadas. De hecho, la crisis de los setenta afecta de manera no-table no slo a Europa sino a todos los continentes. En todos ellos se han agravadolas desigualdades, se ha profundizado y se ha extendido la pobreza, en todos ellosse han producido polticas ms o menos duras de ajuste econmico sin que hayahabido, en general, medidas sociales de compensacin (Gaudier, M., 1993).

    La cuarta respuesta consiste en que si se adopta la aproximacin hecha de laexclusin social, al poner de relieve la articulacin de las dimensiones polticas, so-ciales, econmicas y territoriales, sta podra ser igualmente aplicable a los pasesen vas de desarrollo en los que se tiende ms a analizar desde la pluridimensio-nalidad a una realidad que tambin es ms mvil e inorgnica y no tiene la com-partimentacin que existe en Europa occidental.

    La quinta insiste en que todos los pases se encuentran sometidos a retos pa-recidos, como los de crear las condiciones de un desarrollo econmico y social du-radero y sostenible, potenciar el capital social (Putnam, R. D., 1993), respetar el

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    patrimonio natural y cultural, profundizar las democracias y los sistemas de par-ticipacin, extender la proteccin social creando sociedades ms tolerantes y msjustas. Tambin cada vez ms, hay una conciencia que se mundializa y unos de-rechos humanos universales que pueden constituirse hasta cierto punto en unmarco de referencia que va ms all de cada Estado. En estos sentidos, utilizar laexclusin y sus contrarios como la integracin, la inclusin y la insercin podratener una transferibilidad global, lo cual no quiere decir que las estrategias con-cretas hayan de ser iguales y homogneas en todos lados.

    Por fin, transferir la nocin de exclusin del Norte al Sur (de Haan, A., 1998)significa ponerla a prueba, verificar su capacidad de lectura de la realidad y almismo tiempo, comprobar que sus atributos (multidimensionalidad, procesual, es-tructural, etc.) y sus complementarios (participacin, incorporacin, globalidad,partenariado, etc.) se convierten en estrategias tiles y vlidas.

    1.5. La irradiacin a travs delas instancias europeas e internacionalesNadie pone en duda el nacimiento de la nocin en la Europa latina y no pa-

    rece tampoco que sea incierto que es en el seno de las polticas sociales de la UninEuropea que recibe un primer y considerable impulso. Sin embargo, no hay que ig-norar que al nacimiento de esta nocin y a la evolucin de sus sucesivas cristali-zaciones, han contribuido, como en tantas otras, millares de personas y de gruposque viven o comparten o tratan de combatir la exclusin.

    Sintetizando la historia de este impulso (Estivill, J., 1998b; Bruto da Costa, A.,1998) hay que empezar por acudir, una vez ms, a la dcada de los setenta, aludiendoa la decisin del Consejo del 21 de enero de 1974 cuando adopta el primer Programade Accin Social que reconoce una cierta funcin social que trasciende lo que hacenlos estados miembros y se entronca con los esfuerzos que realizaba el Fondo SocialEuropeo. En el ao 1975, se pone en marcha el Primer Programa Europeo de Luchacontra la Pobreza, que consista en la realizacin de una multitud de micro proyectosy en la elaboracin de panoramas sobre la pobreza en cada pas. Pero lo ms im-portante es el debate que genera sobre su definicin y extensin (Comisin Europea,1981). El Consejo adopta, recin lanzado el programa, la ya clsica definicin: seentiende por personas pobres los individuos, familias y grupos de personas cuyos re-cursos (materiales, culturales y sociales) son tan escasos que estas personas estn ex-cluidas de los modos de vida mnimos aceptables en el Estado miembro donde viven.

    Es gracias a la presin de la Presidencia Irlandesa que se vencen los obstculosque marcan el intervalo entre el fin del primer programa, 1980, y el inicio del se-gundo, en el ao 1985. Para prepararlo, el Consejo adopta en su sesin del 19 de di-ciembre de 1984 la segunda definicin que se concretaba as: se consideran pobreslas personas que disponen de ingresos inferiores a la mitad de los ingresos medios percpita equivalentes en su pas.

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    La primera definicin pone el acento en la falta de recursos, pero ampla elcontenido y reconoce que la pobreza puede afectar a grupos y familias, pero difi-culta su cuantificacin y la comparabilidad, introduciendo la idea de condicionesde vida mnimamente aceptables, de difcil determinacin. Introduce la nocin deexclusin, la cual es citada en un documento de la Comisin del ao 1988 y recibeun espaldarazo oficial en el texto adoptado por el Consejo de Ministros del mesde septiembre de 1989. En el segundo Programa (1985-1989) (Hartman, H., 1990)se financiaron: 1) 91 proyectos que actuaron por grupos especficos de poblacin(Target Population), ms 29 de Espaa y Portugal, dada su entrada en la Comu-nidad en 1986; 2) el centro de coordinacin, evaluacin y visibilidad, situado en elISG de Colonia, y 3) investigaciones comparativas sobre las diferentes definicionesy medidas de la pobreza (legal, rentas, subjetiva) (Deleeck, H., 1992). El segundoprograma trabaj con conceptos como marginacin, inseguridad de existencia, po-breza relativa y absoluta y deprivacin, puso de relieve que la pobreza era un fe-nmeno que afectaba a todos los pases de la Unin (Service Social dans le Monde,n 1-2. 1992).

    La segunda definicin que proviene de la tradicin britnica, conduce al con-cepto de pobreza relativa. Tiene el valor de ser mensurable, cuantificable, compa-rable territorialmente y remite a la distribucin de rentas. Pero determina mejor ladesigualdad de ingresos que las situaciones reales de pobreza, no permite distin-guir la pobreza extrema y se aplica difcilmente en las economas agrarias, y en laszonas donde son importantes la economa informal, subterrnea y el intercambiono monetario, no incluyendo otros aspectos sociales, culturales y polticos, que in-ciden en la pobreza.

    El tercer Programa, llamado algo esotricamente Programa Comunitario parala integracin econmica y social de los grupos menos favorecidos, pero cono-cido como Pobreza-3, que se desarroll entre 1989 y 1994, comprenda 41 accionespiloto y 12 iniciativas innovadoras. Las primeras deban actuar sobre una base te-rritorial con importantes medios y aplicar los principios de multidimensionalidad,participacin y partenariado, y los segundos deban continuar con la intervencindirigida a determinados grupos. El programa funcion con un alto grado de im-plicacin de la Comisin y con una Unidad Central y 12 Unidades de Investiga-cin y Desarrollo que acompaaban a los proyectos locales y hacan de puente conla Comisin. Asimismo, financi investigaciones y cre un Observatorio Europeosobre la Lucha contra la Exclusin Social (1991-1994). Esta nocin estuvo cadavez ms presente a medida que avanzaba el programa (Estivill, J., 1998b).

    En la primera memoria del ao 1991, el Observatorio ligaba la exclusin a laidea del no acceso a los derechos sociales (Observatorio Europeo, 1991) y al an-lisis de las polticas sectoriales (vivienda, salud, empleo, educacin), dedicaba lasegunda al campo especfico de los servicios sociales, y en la tercera y ltima seconfesaba que esta nocin an era discutida a pesar de los avances producidos enPortugal, Luxemburgo e Irlanda (Observatorio Europeo, 1994), y, como en Bl-gica, la aceptacin era ms ostensible en la parte francfona que en Flandes.

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    Pero la nocin segua avanzando en el interior y en el exterior del Programa.En su interior, porque intent aplicarse en los proyectos. Algunos adoptaron unavisin ms tradicional, llevando a cabo actuaciones ms asistenciales y argumen-tando que la pobreza, para ellos bsicamente monetaria, era o bien el inicio o bienel final de la exclusin. Otros se interesaban ms por los colectivos que se empo-brecan, en detrimento de los que vivan crnicamente sometidos a ello y por suscausas. Por fin, los de ms all pusieron e