paleopatologia - muertes violentas - etxeberria

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  • 7/24/2019 Paleopatologia - Muertes Violentas - Etxeberria

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    Muertes violentas determinadas a travs delos estudios de paleopatologa

    Violent deaths determined through Paleopathology studies

    PALABRAS CLAVE: Paleopatologa, Muerte violenta, Pas Vasco.KEY WORDS: Paleopathology, Violent Death, Basque Country.

    Francisco ETXEBERRIA*

    Lourdes HERRASTI*

    Antxon BANDRES*

    RESUMEN

    Las investigaciones sobre Paleopatologa en el Pas Vasco dan comienzo en la dcada de los aos 80 y se enmarcan en los estudios dePaleoantropologa de larga tradicin en este medio. La metodologa y sistemtica empleada en estas investigaciones, como disciplina histri-co mdica, es la propia de la Antropologa en las Ciencias Forenses. Para ello se han conjugado los medios tcnicos y humanos de entidadescomo la Sociedad de Ciencias Aranzadi y la Facultad de Medicina de la Universidad del Pas Vasco en su Unidad Docente de Medicina Legal yForense, que han posibilitado diferentes resultados publicados y presentados en congresos especficos, entre los que cabe destacar el 1Congreso Nacional de Paleopatologa celebrado en el Donostia San Sebastin en 1991 y cuyas actas fueron publicadas en Munibe(Antropologia Arkeologia). De este modo, se ha generado una amplia bibliografa de la que entresacamos los casos interpretados como lacausa de muerte en yacimientos de distintas cronologas y que pueden ser parcialmente representativos de esta realidad. Las fracturas y he-ridas sin supervivencia seran elementos objetivos de muertes violentas. Al igual que en otras disciplinas de estudio en el mbito de laPaleoantropologa, hay que reconocer las limitaciones de la Paleopatologa, en donde tras la definicin de la lesin elemental del hueso inferi-mos sus consecuencias, es decir su significado a escala individual y de grupo humano.

    ABSTRACTResearch on Paleopathology in the Basque Country started in the decade of the eighties and is framed within Paleoanthropology studies,

    which have a long tradition in this medium. The methodology and systematics used in this research, as a historical medical discipline, istypical of Anthropology in Forensic Sciences. Technical and human means from entities such as the Aranzadi Society of Sciences and theFaculty of Medicine of the University of the Basque Country, and more specifically its Legal and Forensic Medicine Teaching Unit, havecombined for this and have facilitated different results published and presented at specific congresses. One of the most important of thesecongresses was the 1st National Congress of Paleopathology held in Donostia San Sebastian in 1991 and whose minutes were published inMunibe (Anthropology Archaeology). Thus, an extensive bibliography has been generated, from which we have extracted the casesinterpreted as the cause of death in sites of different chronologies and which may be partially representative of this reality. Fractures andinjuries without survival would be objective elements of violent death. As in other study disciplines within the field of Paleoanthropology, thelimitations of Paleopathology must be acknowledged, where the definition of the elementary lesion of the bone leads us to inference orsignificance on a human group and individual scale.

    LABURPENA

    Euskal Herrian, Paleopatologiako ikerketak 80ko hamarkadan hasi ziren, inguru honetan tradizio handia duten Paleoantropologiako ikaske-ten barnean. Ikerketa hauetan erabiltzen den metodologa eta sistematika Auzitegietako Zientzietako Antropologian baliatu ohi dena da.Horretarako, Aranzadi Zientzi Elkartea eta Euskal Herriko Unibertsitateko Medikuntza Fakultateko Lege eta Auzitegiko MedikuntzakoIrakaskuntza Unitatea bezalako erakundeen giza baliabideak eta baliabide teknikoak elkartu dira. Honenbestez, hainbat emaitza lortu eta espe-zialitate honetako kongresutara aurkeztu dira, hala nola Donotian 1991n izan zen Paleopatologiako I. Nazio Batzarra zeinaren batzar-agiriakMunibe (Antropologia Arkeologia)aldizkarian argitaratu ziren. Hala, bibliografia zabala eratu da gai honen inguruan, besteak beste, zenbaitkronologiatako aztarnategietako gorpuen heriotzen interpretazioak, errealitate honen zati baten erakusgarri. Biziraupenik gabeko hezur-haustu-rak eta zauriak bortxa heriotzetako elementu objektiboak lirateke. Beste zientzia batzuetan bezala, Paleoantropologian ere beharrezkoa da pa-leopatologiaren mugak ezagutzea, izan ere, hezurraren oinarrizko lesioak gizabanakoaren eta giza-taldearen inferentziara edo esanahira gara-matza.

    * Departamento de Antropologa. Sociedad de Ciencias Aranzadi, Alto de Zorroaga 20014 Donostia San SebastinE-mail: [email protected]

    ISSN 1132-2217MUNIBE (Antropologia-Arkeologia) 57 Homenaje a Jess Altuna 345-357 SAN SEBASTIAN 2005

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    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 Homenaje a Jess Altuna S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastin

    INTRODUCCIN

    En 1990, la Sociedad de Ciencias Aranzadi de-dica un homenaje a JOSE MIGUEL DE BARANDIARAN, atravs de su revista cientfica Munibe (Antropo-

    logia Arkeologia), en donde describimos el pano-rama sobre estas investigaciones en el PasVasco. Justo es reconocer que entre los trabajospioneros en esta materia destaca el publicado porel Profesor DR. JESUS ALTUNA en relacin a la pato-loga que presentaba un carnvoro extinguido deEuropa durante el perodo Wrm III. El caso con-creto aluda al Cuon alpinusPallas, hallado en la si-ma de Obarreta en el monte Gorbea, que habrasufrido una fractura escapular seguida de larga su-pervivencia (ALTUNA, 1983).

    El ejemplo de Obarreta, referido a un restofaunstico, es uno de los escasos trabajos publica-dos sobre patologa en fauna del pasado en nues-

    tro mbito (ETXEBERRIA, 1998). Al igual que se con-templa en la bibliografa internacional, en Espaalos trabajos sobre patologa aplicados a lapaleozoologa son escasos tal y como recuerdaBELINCHON (1996). Por ello es conveniente insistiren esta lnea de investigacin en la que puedencontribuir los bilogos y, particularmente, los vete-rinarios si tenemos en cuenta que los restos fau-nsticos que se recuperan habitualmente en losdistintos yacimientos paleontolgicos son muy su-periores a los humanos.

    El caso anteriormente citado pone de mani-fiesto que en Paleopatologa somos capaces de

    determinar las lesiones y padecimientos en vida,pero ms difcilmente logramos establecer la cau-sa de muerte aun cuando algunas enfermedadessean verdaderamente incapacitantes y graves des-de nuestra perspectiva actual.

    Esta limitacin ha sido expuesta de formamagnfica por algunos autores (WOOD y col.,1992), que han criticado las limitaciones de laPaleopatologa considerando que los restos osteo-lgicos recuperados en los yacimientos son reali-dades estticas muy condicionados asimismo ensus estados de conservacin por los problemas ta-fonmicos. Por ello, se ha recomendado definir en

    primer lugar el sndrome osteoarqueolgico dejan-do para un segundo tiempo, si es que esto llega aser posible, el diagnstico de la lesin que pocasveces podr ser confirmado (THILLAUD, 1992). Espor ello, tambin, que cada vez es ms frecuentela formulacin de diagnsticos diferenciales paracada una de las observaciones de patologa quesomos capaces de observar, reconociendo conello que el problema de diagnstico en la paleopa-

    tologa y en medicina, en general, es siempreaproximativo y casi nunca completo.

    Lo fundamental, siguiendo a CAMPO (1998), se-ra establecer la distincin entre:

    a) Lesin Elemental como patrn tipo funda-mental o primordial de alteracin del tejido seo,observable en el examen macroscpico de los res-tos seos antiguos. Unidad patrn a la que puedereducirse cualquier alteracin observada tras elexamen macroscpico de los restos seos anti-guos.

    b) Sndrome Osteoarqueolgico como grupo-de signos que aparecen juntos en los restos se-os antiguos y que permiten constituir un determi-nado cuadro morboso o una entidad nosolgica di-ferenciada.

    EL PROBLEMA DE INTERPRETACIN

    DE LAS LESIONES MORTALESUna de las mayores dificultades, que puede

    presentarse en el diagnstico de la patologa seaen restos esqueletizados, consiste en interpretarde forma adecuada las roturas de los huesoscuando no son evidentes los signos de cicatriza-cin.

    Si bien el trmino rotura se asimila al de frac-tura en algunas definiciones mdicas, convieneestablecer la diferencia entre el resultado final(hueso roto) y el que se emplea para el mecanis-mo de produccin en vida o fractura propiamentedicha (o hueso fracturado).

    Es evidente que la simple manifestacin de ro-turas de hueso, en el contexto de los estudios dePaleopatologa, puede deberse a tres situacionesbien distintas:

    a) Antemortem, a su vez relacionada de formadirecta o indirecta con el resultado final o falleci-miento del sujeto.

    b) Perimortem, con relacin directa, o sin ella,al resultado final de la muerte

    c) Postmortem, sin relacin alguna con el falle-cimiento y carente de inters en patologa.

    Esta ltima posibilidad, a su vez, puede ser elresultado de: 1) una accin tafonmica durante su

    permanencia en el lugar de inhumacin o depsito(presin de las tierras, aplastamiento por derrum-bes, etc.); 2) por maniobras llevadas a cabo duran-te su recuperacin; 3) incidencias propias deltransporte al laboratorio y almacenamiento; 4) pormaniobras improcedentes en el laboratorio de es-tudio. Su interpretacin ignorando la informacinprocedente del yacimiento y observada in siture-presenta un problema insalvable.

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    Para establecer las diferencias con respecto alresultado final que se observa en el laboratorio(hueso roto), podemos tener en cuenta los si-guientes aspectos:

    a) Informacin derivada de la apreciacin in si-tuen el lugar del hallazgo. Se trata de un aspectode la mayor importancia que habra de resolverseen una adecuada tcnica arqueolgica y la partici-pacin directa de especialistas en la exhumacin.De hecho, en la mayora de las ocasiones, el pro-blema queda solventado con una meticulosa reco-gida de datos en el lugar en el que se presentandichas evidencias. As, las fracturas desplazadascon cabalgamiento de los fragmentos, como con-secuencia de la contractura muscular realizada envida del sujeto, son muy elocuentes..

    b) Informacin derivada del estudio directo delos restos seos. En estos casos cabe distinguir

    entre las situaciones en las que existen signos decicatrizacin, aunque sean incipientes (fracturaspremortem), y aquellas otras en las que la cicatri-zacin no ha comenzado (fracturas del perimortemy postmortem).

    De forma muy resumida, la consolidacin deuna fractura tiene lugar, normalmente, de la si-guiente manera: tras la fractura se produce un teji-do de granulacin que forma un callo seo y final-mente es sustituido por hueso laminar que se varemodelando hasta alcanzar la forma normal delhueso local. Por lo general, la continuidad del teji-do de granulacin se produce a las pocas sema-nas, la unin del callo primario en 2 3 meses y laconsolidacin definitiva en 4 5 meses.

    En cualquier caso, la respuesta tisular en la re-paracin de una fractura es de cuatro tipos ya queprocede del periostio, del tejido blando externo,de la mdula sea y de la cortical. Consta de cincofases fisiolgicas de consolidacin: hematoma einflamacin; angiognesis y formacin de cartla-go; calcificacin del cartlago; eliminacin de cart-lago y formacin de hueso; y remodelacin sea.

    Lo que importa, a los efectos de la interpreta-cin del comienzo de la cicatrizacin en los estu-dios de Paleopatologa, es que a las 32 horas hayuna respuesta celular en el foco de fractura como

    consecuencia del hematoma. De hecho, a los tresdas se establecen canales de comunicacin conclulas activas que van del exterior al interior delhueso cortical. A los cinco das la reaccin peristi-ca es manifiesta y se puede observar hueso neo-formado con una mxima respuesta a los nuevedas. Como se puede comprender, estos tiemposestn sujetos a una gran variabilidad individual porfactores de sexo, edad y estado general.

    Desde el punto de vista de las modificacionesmorfolgicas observadas macroscpicamente, secomprueba que primero hay reabsorcin del hue-so por osteolisis en la superficie de la fractura e in-mediatamente despus hay neoformacin de hue-

    so por respuesta del periostio en la cortical delhueso perifrico. En la fase de osteolisis, las fisu-ras pasan a ser autnticas cavidades y los bordesde los extremos fracturados se van redondeandoy pierden sus aristas; y en menos de una semanase produce el nuevo hueso que se manifiesta co-mo una fina lmina adherida a la superficie corticalque es fcilmente desprendible. De hecho, la faltade precaucin en la exhumacin o durante la lim-pieza mecnica de estos huesos, provoca la prdi-da de estas finas pelculas de tejido neoformado loque impedira su correcta interpretacin posterior.

    En el caso concreto de estos enterramientos,

    resultan de gran inters los casos en los que exis-te fractura con desplazamiento de fragmentos quehemos podido observar in situpara establecer lacorrecta interpretacin. En ausencia de signos decicatrizacin, hay que tener en cuenta que el hue-so fresco se fractura con una mayor tendencia a laoblicuidad y la superficie de fractura es ondulantey suave. Por el contrario, el hueso seco se rompede forma transversa y con superficies rugosas ogranugientas (ETXEBERRIA, 2003). Esta apreciacinsirve para las fracturas de difisis de huesos lar-gos y es menos cierta para las zonas metafisariasy en general para los huesos planos. De este mo-

    do las fracturas conminutas, sto es, con mlti-ples fragmentos y esquirlas, son ejemplos para-digmticos de fracturas premortem y perimortem.

    Los distintos casos investigados hasta el pre-sente nos han permitido comprender la importan-cia del trabajo de campo y de la observacin en elpropio yacimiento. Los mismos ejemplos, una vezen el laboratorio, es muy probable que hubieranpasado desapercibidos si no existen en ellos losprimeros indicios de la respuesta de cicatrizacinen el foco de la fractura.

    EJEMPLOS CONOCIDOS EN EL PAS VASCO

    Recientemente CASTILLO y col. (2004) han pu-blicado un detallado trabajo sobre los casos demuerte violenta en Al-Andalus con el que se reve-la la limitacin de los estudios de Paleopatologa alestablecer lesiones violentas y causas de muerte,teniendo bien presente la alta frecuencia de losepisodios blicos conocidos en contextos cultura-les y cronolgicos a travs de fuentes histricas

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    como los que ha publicado VARA (2004) para lapoca medieval destacando la gravedad de las he-ridas y la impotencia de la medicina.

    Por nuestra parte, exponemos a continuacinlos yacimientos en los que hemos interpretado le-siones y causas muerte recogiendo distintas cro-nologas.

    San Juan ante Portam Latinam, Alava(Neoltico Final)

    San Juan ante Portam Latinam es un abrigonatural de reducidas dimensiones situado en lacuenca media del valle del Ebro donde fueron in-humados ms de 300 individuos en un momentode transicin del Neoltico al Calcoltico (VEGAS,1992 y 1999). La excepcionalidad del yacimientoviene determinada por lo atpico del lugar elegido

    para el enterramiento, el elevado nmero de indi-viduos inhumados y las numerosas evidencias deviolencia observadas. Se trata de un caso muy co-nocido como consecuencia de inters que esteenterramiento ha tenido en los medios cientficossi consideramos que se trata del yacimiento conmayor nmero de lesiones intencionales conocidohasta el presente en la Pennsula Ibrica. En la po-blacin representada, pertenecientes a todos losgrupos de edad, el 40% alcanza la edad adulta. Deestos, dos tercios corresponden al sexo masculinoy un tercio al femenino. Con respecto a los signosde patologa determinables en el hueso, destacan

    sobremanera las heridas por flecha, diagnostica-das con toda seguridad en doce casos aunque ensiete de ellos existan signos de supervivencia(Foto 1). En cualquier caso, la presencia de todaslas puntas de flecha, en total medio centenar, esinterpretada como prueba de la violencia que ha-bra sufrido un nmero importante de los inhuma-dos (actualmente en prensa). Paralelamente, exis-ten otras lesiones traumticas que complementanla interpretacin global anterior (VEGAS y col.,1999).

    Hipogeo de Longar, Navarra (Neoltico Final)

    Se trata de un enterramiento colectivo en elque se han recuperado ms de un centenar de in-dividuos con una cronologa que se sita en elNeoltico Final-Calcoltico Antiguo en donde se handocumentado cuatro ejemplos de puntas de fle-cha de los cuales tres no presentan signos de su-pervivencia y se relacionaran con la muerte vio-lenta de los individuos (ARMENDARIZ y col. 1994):

    Longar, caso 2: Varn adulto joven. La puntade slex de 10 mm de anchura y 24 mm de longi-tud, se encuentra alojada en el seno maxilar iz-quierdo y habra penetrado por la fosa canina delmismo lado en la que se identifica una perforacinirregular de 9 mm de dimetro mximo. Existensignos de hundimiento en la pared de la fosa cani-na en correspondencia al empuje de la flecha alclavarse en esta zona despus de atravesar los te-jidos cutneos y el msculo canino y/o el cigomti-co menor. No hay signos de cicatrizacin en elhueso. De este modo hay que considerar que laflecha habra alcanzado al individuo en el rostro,

    con una direccin de delante atrs y de izquierda aderecha, ocasionando una herida llamativa que nojustifica el fallecimiento del individuo. Es necesariodestacar que en el interior de la caja torcica seencontr otra punta de flecha de slex rota que es-timamos acompaaba al cadver en el interior delorganismo y que debi producir la muerte.

    El caso descrito es similar al publicado porSCIULLI y col. (1989) en poblacin autctona norte-americana. En este ejemplo existen signos de ci-catrizacin e incluso una reabsorcin del hueso enla pared anterior del seno maxilar, correspondientea la fosa canina, como consecuencia del contactoque produce la punta de slex en este punto.

    Longar, caso 3: La punta de slex, de 40 mmde longitud y 15 mm de anchura, que se encuen-tra alojada en el conducto vertebral de una vrte-bra del segmento medio dorsal o torcico (D5, D6o D7). La punta de flecha est rota por flexin enla parte posterior. Penetra por el arco vertebral, anivel de la lmina derecha, con una direccin deatrs a delante, de derecha a izquierda y de abajo

    Foto 1. La larga punta de slex penetra con firmeza en el cuerpovertebral tras atravesar el hemitrax derecho ocasionando unagran hemorragia interna (San Juan ante Portam Latinam).

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    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 Homenaje a Jess Altuna S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastin

    arriba. La flecha habra impactado en la regin me-dia de la espalda atravesando la musculatura delcanal vertebral derecho hasta la vrtebra y, atrave-sando el conducto vertebral, seccionara la mdulaespinal hasta detenerse en la profundidad del

    cuerpo vertebral que, en cualquier caso, est dete-riorado. No hay signos de cicatrizacin en la perfo-racin del arco vertebral y los bordes del orificiode entrada en la cara externa de la lmina, son re-veladores del efecto de empuje de la flecha alatravesar el hueso. El caso puede justificar unamuerte rpida del individuo tras una primera e in-mediata parlisis por seccin medular.

    La fractura de la punta de flecha a nivel delhueso se debi producir en el momento del im-pacto o bien en la eventual tentativa de extraccino de manipulacin del cadver, tal y como ha pro-puesto REYHER (1961) en varios de los casos que

    publica.El lugar de impacto es semejante a uno de los

    ejemplos descritos en San Juan ante PortamLatinam aunque aqu hay signos de cicatrizacinya que la flecha no penetr hasta el conducto ver-tebral y se detuvo en la lmina y por ello no causla muerte del individuo (SJAPL 636). Asimismo, elcaso es muy semejante a otro que publicaSCHUTKOWSKI (1991) y SCHUTKOWSKI y col. (1996) depoca neoltica procedente de Hildesheim(Alemania).

    En la literatura sobre paleopatologa hay otroejemplo publicado en una vrtebra lumbar de

    Illinois, que lleva por referencia USA, NMNH379841, en la que la punta de flecha est alojadaen el cuerpo vertebral habiendo alcanzado el readesde atrs atravesando en canal vertebral(ORTNER y PUTSCHAR, 1985: 73).

    Longar, caso 4: Individuo varn de edad adul-ta madura con signos de artrosis en columna ver-tebral. La punta de slex, de 25 mm de longitud y10 mm de anchura, se encuentra alojada en el ter-cio superior de un hmero derecho. Est rota porflexin en su parte posterior. Penetra perpendicu-larmente a la difisis en la cara antero-externa delhmero, por detrs de la corredera bicipital, 20

    mm por debajo del troquin. La flecha habra impac-tado en la regin del hombro derecho atravesandoel msculo deltoides con una direccin de delanteatrs, de forma subhorizontal o ligeramente ascen-dente, y con mnima desviacin lateral. No hay sig-nos de cicatrizacin en el hmero. Esta herida noes la causa del fallecimiento que tuvo que produ-cirse debido a otras lesiones que no han dejadoevidencias en el hueso.

    El caso es semejante a la Observacin n 42descrita por REYHER (1961) en la cueva calcolticade La Lave (Saint Saturnin dApt - Vaucluse,Francia) aunque aqu hay signos de cicatrizacin.En este mismo yacimiento hay otros dos ejemplos

    de puntas de flecha de slex que impactan perpen-dicularmente a dos difisis femorales de indivi-duos distintos. En ambos casos las puntas de s-lex se encuentran rotas por flexin.

    La Hoya, Alava (Edad del Hierro)

    De entre los escasos restos no incineradosconservados en este yacimiento, llaman la aten-cin los esqueletos que fueron encontrados sepul-tados en las calles del poblado tras el incendio deeste.

    En individuo 108, varn de edad adulta joven,

    en buen estado de conservacin, presentaba elcrneo completo, con la vrtebra C1 y una de lasastas del hueso hioides a una cierta distancia delresto del esqueleto hallado en conexin anatmi-ca. De hecho, la vrtebra C4 presenta una prdidade sustancia en el plano superior y con preferen-cia al lado derecho. Al haberse localizado el crneoa cierta distancia del individuo, es razonable consi-derar que hubiera sido decapitado a la altura me-dia del cuello mediante una seccin oblicua conarrancamiento de estructuras.

    El individuo 112, juvenil de unos 16 aos, posi-blemente femenino, completo y en buen estado,presentaba la porcin distal del brazo derecho a

    cierta distancia del esqueleto con varios aros debronce a modo de pulseras. El cbito y radio dere-chos se encontraban seccionados mediante uncorte limpio que interesa a las difisis en sus ter-cios proximales (Foto 2). En las dos piezas, el cor-te alcanza en primer lugar a las caras posteriores yluego contina a modo de fractura arrancamiento.

    Foto 2. Amputacin del antebrazo mediante corte traumtico conarma metlica de hoja plana de un individuo juvenil en donde lamuerte se produjo por shock hipovolmico (La Hoya).

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    La amputacin estara realizada con arma metlicay de filo cortante que secciona el miembro me-diante un fuerte golpe de forma oblicua por debajodel codo estando el antebrazo en pronacin. Almargen de otras heridas que pudo presentar este

    individuo, se puede suponer su muerte por shockhipovolmico en escasos minutos. La distanciaentre el cuerpo y el antebrazo amputado es deunos tres metros, lo que permite establecer quetras las graves heridas sufridas, logr avanzarunos metros hasta quedar tendido en el suelo dela calle.

    Ordoana, Alava (Altomedieval)

    Procedente de la excavacin llevada a cabo en1977, el individuo G-10 presenta tres prdidas desustancia que se sitan en la periferia del punto

    lambdtico: en los dos parietales y en el occipital.En las tres heridas resulta patente que el tejido hasido cortado mediante incisin tangencial. En losparietales afecta hasta el dploe y en el occipitalpenetra hasta la cavidad craneal por incidir el armacortante de gran masa de forma ms perpendicu-lar en este hueso (ETXEBERRIA, 1995). Los cortesque interesan al parietal derecho (de 50 mm. deeje mayor) y al occipital (de 65 mm. de eje mayor)parecen estar realizados con una direccin similarque, desde abajo arriba y de izquierda a derecha,habran ocasionado una amplia prdida de tejidosblandos en scalp (Foto 3). Teniendo presente que

    los estigmas descritos no han sido producidos enlas maniobras de excavacin, parece razonableatribuirlos a lesiones de tipo violento que debieronsuponer la muerte del individuo. En todo caso, nose observan signos de actividad regeneradora enel tejido. Este ejemplo se encuentra asimismo pu-

    blicado en BILLARD & SIMON (1995). Semejantesheridas cortantes y en scalp se han localizado enun crneo femenino en la sima de Arraskondo enAretxabaleta en donde se han recuperado recien-temente restos humanos de cronologa incierta.

    San Miguele, Alava (Medieval)

    Los restos humanos proceden de una necr-polis medieval constituida por 40 tumbas, que fueexcavada en 1998. El esqueleto n 33 se encontra-ba inhumado sobre otro individuo y en contacto di-recto sobre el, presentado una herida por corteprofundo en la bveda del crneo sin signos de ci-catrizacin. La lesin, de 150 mm de longitud,afecta de forma oblicua a la sutura sagital (Foto 4).Se trata de un corte efectuado mediante un armade hoja plana y muy afilada, tipo espada o mache-

    te, que alcanza la regin ceflica de arriba abajo ycon cierta oblicuidad sobre la sutura sagital pene-trando varios centmetros en la cavidad craneal,ms en la parte posterior que en la anterior.Probablemente fue causada desde atrs de la vc-tima y desde su lado derecho. El fallecimiento hu-bo de ser inmediato. La herida no difiere de otraspublicadas como las que presenta el crneo 118de la necrpolis rabe de La Torrecilla (Arenas deRey, Granada) del siglo XII (CAMPILLO, 1993).

    Ermita de Santa Catalina de Tiebas, Navarra

    (Bajomedieval)Durante los aos 1997 y 1998 se llev a cabouna intervencin arqueolgica de urgencia en lazona que haba sido ocupada por la ermita deSanta Catalina de Tiebas. La intervencin puso aldescubierto la mayor parte de la planta de la ermi-

    Foto 3. Tres heridas en scalp realizadas con la misma arma de hojaplana que ocasiona distintas prdidas de hueso sin supervivencia(Ordoana).

    Foto 4. Profunda herida que secciona el hueso de arriba abajoproducida por arma metlica de hoja plana (San Miguele).

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    ta, cuya edificacin debe relacionarse con la cons-truccin del adyacente castillo-palacio de TeobaldoII a mediados del siglo XIII, pudindose tratar de laiglesia del complejo palaciego. En su interior se lo-calizaron varios enterramientos de inhumacin en

    fosa simple de poca bajomedieval.En una fosa se localizaron tres individuos mas-

    culinos que habran sido inhumados de forma si-multnea como consecuencia de las heridas mor-tales sufridas: el primero de ellos presentaba unproyectil de ballesta alojado en el crneo, el se-gundo tena entre las costillas otro proyectil de ba-llesta y el tercero presentaba orificios de entrada ysalida de otra saeta.

    Tiebas, caso 1: Masculino de edad adulta ma-dura. Presenta una perforacin romboidal en la re-gin parietal posterior izquierda de 6mm de ladocon una caracterstica prdida de sustancia de

    hueso de mayor intensidad en la tabla externa queen la interna. De la perforacin, as formada, par-ten cuatro fisuras radiadas (Foto 5). La imagen esmuy semejante a las que se han descrito en algu-nos crneos de Palat del Rey (Len) realizadas pormecanismo de empuje con objeto metlico deseccin cuadrangular (bayonetas?) (PRADA &ETXEBERRIA, 2000). Al mismo tiempo el crneo pre-senta en su norma anterior varias fracturas y fisu-ras del hueso con importante desfiguracin del es-placnocrneo. Se tratara de la accin de una pun-ta de flecha que estara saliendo del crneo y porello se puede interpretar que la misma habra pe-netrado en el rea del rostro con una trayectoria

    de adelante atrs causando la muerte de forma in-mediata.

    Tiebas caso, 2: Masculino de edad adulta ma-dura. Durante la fase de excavacin se localiz unproyectil metlico de saeta de 85 mm de longituden el interior del crneo con su punta aflorandopor un orificio en la regin parietal izquierda. En

    efecto, presenta una caracterstica prdida de sus-tancia de hueso con mayor desprendimiento en latabla externa. La perforacin es muy irregular y deella surgen varias fracturas radiadas de escaso de-sarrollo. En el rea del rostro existen mltiplesfracturas que alcanzan el frontal maxilar superiorizquierdo y mandbula del mismo lado (Foto 6). Aligual que en el caso anterior, se tratara de la ac-cin de una punta de flecha (lanzada con ballesta?)que estara saliendo del crneo y por ello se puedeinterpretar que la misma habra penetrado en elrea del rostro con una trayectoria de adelanteatrs causando la muerte de forma inmediata.

    Tiebas caso, 3: Masculino de edad adulta jo-ven que presentaba una punta de flecha metlicaen la regin alta del hemitrax derecho. No sonevidentes los signos de lesin de esta flecha queen todo caso se interpreta que habra entrado porla parte anterior del trax causando la muerte delindividuo por las lesiones graves que se habranproducido como mnimo en el pulmn derecho.

    Si tenemos en cuenta que se trata de tres in-dividuos masculinos que fueron inhumados simul-tneamente y que dos de ellos presentan sendaspuntas de flecha metlica alojadas y que el terceromuestra signos de perforacin por otra punta de

    flecha, parece lgico estimar que todos ellos su-frieron estas lesiones con muy parecido mecanis-

    Foto 5. Herida de salida de flecha o dardo de punta metlica conseccin romboidal (Tiebas, caso 1).

    Foto 6. Trnsito de proyectil de ballesta que atraviesa la cara yqueda alojado en su salida de la cavidad craneal (Tiebas, caso 2).

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    mo de produccin en el curso de alguna accin demarcada intensidad violenta, tan frecuentes enese perodo histrico. Los ejemplos son muy se-mejantes a los publicados por NOVAC (2000) de laGuerra de las Dos Rosas en Gran Bretaa.

    Otros casos conocidos en la referencia espa-ola se localizan en la necrpolis de Santa Marade la Seo de Manresa de entre los siglos XI al XIV(GUERRERO, 1993) y en una tumba del siglo VI de lanecrpolis del rea episcopal de Valencia (CALVO,2000). El primer caso presenta una saeta junto a larodilla izquierda y que se interpreta como que ha-bra afectado a las partes blandas de esa extremi-dad. En el segundo caso, la punta de flecha met-lica se encuentra alojada entre la 2 y 3 vrtebracervical en las que existen signos claros de cicatri-zacin con larga supervivencia.

    El caso de Alonso de Idiaquez, Gipuzkoa(Siglo XVI)

    Se trata de un personaje muy conocido a tra-vs de las fuentes histricas teniendo en cuentaque fue miembro del Consejo de Estado ySecretario del Emperador Carlos V. Muri asesina-do en Sajonia en 1547 tras ser asaltado junto aocho acompaantes atravesando el ro Elba. Susrestos fueron inhumados en el Convento de SanTelmo de San Sebastin y estudiados por ARAN-ZADI (1925) que describe las lesiones existentesen el crneo y acreditan su muerte violenta. Enefecto, presenta dos heridas en scapl que afectan

    al parietal izquierdo y a la escama del temporal delmismo lado y que se habran realizado medianteun arma tipo machete o similar con golpe y cortetangencial al crneo (Foto 7).

    Convento de San Telmo y parque de Murgia,Gipuzkoa (Siglo XVIII)

    Asimismo en el Pas Vasco se han encontradootras dos necrpolis con lesiones por arma de fue-

    go y otras traumticas sin supervivencia como enel claustro del Convento de San Telmo en dondeen 1997 fueron recuperados 33 esqueletos ente-rrados de forma dispersa en fosas simples, doblesy triples. El estudio documental aproxima estosenterramientos al momento de la ocupacin mili-tar francesa durante la Guerra de la Convencin(1794-1796). La misma cronologa se atribuye enlos enterramientos localizados en una fosa comnde Murgia en la proximidad de la iglesia de Nta.Sra. de la Asuncin en Astigarraga excavada en1999 y en donde, adems de varios proyectilesesfricos de avancarga localizados entre los es-queletos, existe un crneo (U.E 102, individuo 26)que presenta una amplia herida cortante en la re-gin frontal derecha (Foto 8) y otro ms (U.E. 101,individuo 1) se encuentra autopsiado lo que acredi-ta con ciertas garantas que su muerte se produjopor causas violentas (Foto 9). Ejemplos equivalen-tes se han localizado en las recientes excavacio-nes llevadas a cabo en la catedral de Tudela(Navarra), actualmente en estudio.

    Convento de Santa Clara de Igarondo enTolosa, Gipuzkoa (Siglo XIX)

    Con motivo de unas obras de edificacin que

    se realizaban en el casco urbano de la ciudad deTolosa, en 1989 se descubren abundantes restos

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    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 Homenaje a Jess Altuna S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastin

    Foto 7. Crneo de Alonso de Idiaquez con herida en scapl sobre elparietal izquierdo. En este caso el relato histrico refiere su muerteviolenta por heridas.

    Foto 8. Herida penetrante realizada con arma metlica de formatransversal en la regin frontal que provoca un desprendimiento delhueso (Murgia).

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    humanos que motivaron una excavacin arqueol-gica de urgencia llevada cabo por el departamentode Arqueologa Histrica de la Sociedad deCiencias Aranzadi. La recuperacin arqueolgicade los restos humanos puso de manifiesto que to-dos los individuos eran masculinos de edadesmuy jvenes. Entre los objetos localizados junto alos esqueletos se encontraron elementos propiosde los uniformes militares de principios del sigloXIX

    El cementerio se relaciona con el prximo con-

    vento de monjas de Santa Clara de Igarondo situa-do en el conocido Camino Real que una Franciacon Espaa, a tan slo 40 kilmetros de la fronte-ra. En este convento fue instalado un HospitalMilitar durante la Guerra de la Independencia quefue atendido por cirujanos franceses.

    En un rea de excavacin de 96 m2 se localiza-ban ms de un centenar de esqueletos completosdistribuidos en zanjas o trincheras paralelas (Figura1). El espacio comprendido entre el convento y elro fue empleado como lugar de inhumacin de lossoldados fallecidos en el hospital. Para ello se ca-varon unas fosas alargadas en las que se introdu-can los cadveres conforme a las necesidades.En algunos casos estos enterramientos eran si-multneos.

    Para comprender la importancia de Tolosa du-rante esta guerra, se puede indicar que en las r-denes dictadas por el Jefe de la Armada del Nortede Espaa sealaban que en esta ciudad existan500 camas repartidas en dos hospitales. Algunosdocumentos encontrados en los archivos de la zo-

    na demuestran que el hospital era dirigido y aten-dido por mdicos franceses con la colaboracin delos religiosos de la orden franciscana como perso-nal auxiliar. Asimismo los mdicos y cirujanos es-paoles tuvieron que dedicar su mayor actividad aatender las demandas del los heridos napoleni-cos. Con razn se queja en cirujano Juan Esparzade la ciudad de Tolosa en carta de fecha 25-VIII-1808 sealando que el excesivo trabajo en elHospital Militar le impeda atender a los enfermosdel vecindario.

    En los archivos, que afectan a la ciudad deTolosa en la que ubicamos este enterramiento,hemos podido localizar algunos documentos mdi-cos que nos informan del ingreso de soldados delejrcito francs con la especificacin de las lesio-nes. Estos documentos, identifican al lesionado y

    especifican la patologa. Ello nos lleva a la refle-xin de que, al igual que en otras disciplinas, eltrabajo de campo, la investigacin de laboratoriosobre los restos osteolgicos y la investigacinhistrica-documentacin de archivo, es decir, eltrabajo en equipo y el concurso de distintos espe-cialistas son la nica posibilidad de progresar en elconocimiento que pretendemos.

    Por el contrario, los restos humanos encontra-dos en la Calle Fueros 31 de Vitoria (siglos XVIII oXIX) no han revelado ningn caso claro de lesintraumtica y aunque se encuentran inhumados deforma simultnea en una fosa comn en donde se

    han recuperado ms de treinta esqueletos de se-xo masculino de edad muy joven, nada acredita sumuerte violenta que en este caso puede atribuirsea alguna enfermedad epidmica.

    MUERTES VIOLENTAS DETERMINADAS A TRAVS DE LOS ESTUDIOS DE PALEOPATOLOGA 353

    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 Homenaje a Jess Altuna S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastin

    Foto 9. Crneo autopsiado hallado en una fosa comn. Junto alcorte de sierra se evidencian signos del corte con escalpelo ocuchillo que abra seccionado en primer lugar las partes blandaspara denudar el crneo (Murgia).

    Figura 1. Distribucin de los enterramientos en Igarondo en dondefueron enterrados ms de un centenar de soldados napolenicos.

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    Las evidencias osteolgicas en Igarondo

    En total se han recuperado 115 esqueletoscompletos pertenecientes a individuos masculinosde los que el 23% son juveniles. Una cuarta partede ellos presenta lesiones traumticas. Sobre este

    aspecto llama la atencin la presencia de amputa-ciones quirrgicas que habran experimentadoocho individuos (Foto 10). Estas amputacionesquirrgicas afectan a seis individuos en el fmur ya otros dos en el hmero. De hecho, en un lugarconcreto del cementerio se encontraron las extre-midades amputadas, una pierna y un brazo. Lasamputaciones del fmur se localizan en el terciosuperior del hueso que se encuentra seccionadocon toda perfeccin de forma perpendicular. Esevidente que estas amputaciones se han realizadomediante corte de sierra que progresa de adelantea atrs.

    Durante el proceso de excavacin arqueolgi-ca, justo en los lugares en los que se encontrabanestas heridas y amputaciones quirrgicas, se loca-lizaron alfileres que relacionamos con el procedi-miento para sujetar los vendajes.

    Salvo en un caso concreto, no es claro que enlas amputaciones existan signos de cicatrizacin.En general, el hueso presenta una morfologa ma-croscpica sin alteraciones en la proximidad de laamputacin.

    Por otra parte, entre las lesiones traumticascon resultado de fracturas complejas e inestables(Foto 11), que predominan en las extremidades in-feriores, son llamativos los signos de remodela-

    cin del hueso como evidencia de una superviven-cia de escasos das en donde la gangrena repre-sentara la causa final del fallecimiento.

    En alguno de estos ejemplos, la fractura se ha-bra producido por el impacto directo de proyecti-les de arma de fuego cuyos fragmentos fueron lo-calizados en el foco de la lesin.

    Uno de los ejemplos ms llamativos es la per-foracin que presenta un hueso coxal en el queson evidentes los signos de cicatrizacin como su-pervivencia relativamente corta de este individuo.El dimetro de esta perforacin parece correspon-der con un proyectil de arma de fuego. Pero, se-ra posible que esta lesin se hubiera producido

    como consecuencia de una herida penetrante deuna bayoneta? En este supuesto, la amplitud de laperforacin se justificara como consecuencia dela osteolisis del hueso, en un evidente proceso decicatrizacin. El caso es muy semejante al quepresentan WILLEY & SCOTT (1996) en el enterra-miento 4 que procede de la batalla de LittleBighorn, aunque en el mismo no existan signos decicatrizacin.

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    Recordemos asimismo, que los proyectileslanzados por armas de fuego en esta poca, y enno pocos casos, contusionaban en la superficiecorporal y sin embargo no lograban la penetracinal carecer de la suficiente energa cintica por su

    baja velocidad. En estos casos, era aceptable lautilizacin de un tratamiento conservador de las le-siones (MAGEE, 1985).

    Adems del ejemplo de Igarondo, se ha publi-cado resultados de colecciones osteolgicas per-tenecientes a la Guerra de la Independencia enLen, Valladolid, Valencia y Zaragoza.

    Por otra parte, recogiendo otros testimoniospublicados en Espaa, podemos comentar las he-ridas con evidencias de lesin directa del huesoprocedentes de la Iglesia de Palat de Rey en laciudad de Len (PRADA & ETXEBERRIA, 2000).

    Se trata de heridas penetrantes y perforantesde crneo que afectan a siete individuos. Entre losnumerosos restos humanos procedentes de estelugar, hay cinco crneos con perforaciones demorfologa circular y dos ms con perforacionesde seccin romboidal.

    - Las perforaciones romboidales parecen estarproducidas por la punta de las bayonetas. Hayejemplos muy ilustrativos de estas armas en pin-turas de la poca. Asimismo, en la bibliografa so-bre paleopatologa hay un caso de una lesin muysemejante pero de cronologa bien distinta. Nosreferimos al que presenta BILLARD (1991) en un in-dividuo de poca romana procedente de Grave(Lyon-Vaise, Francia) con una herida penetrante de

    forma cuadrangular en la regin posterior del cr-neo. Ejemplos similares se han publicado en la co-leccin osteolgica procedente de la batalla deTowton de la Guerra de las Dos Rosas en 1461(Gran Bretaa) (NOVAK, 2000).

    - Por otra parte, la caracterstica comn quecomparten los orificios redondeados es que el di-metro en la cara externa del hueso es ms peque-o que el interno, lo que significa que se han pro-ducido mediante la fuerza de empuje de fueraadentro. El dimetro de estas perforaciones no di-fiere del calibre de la municin mayormente em-pleada a comienzos del siglo XVIII y que era deunos 16 mm.

    En efecto, se tratara de armas de avancargacuyos modelos y comportamiento estn muy es-tudiados y aparecen muy documentadas en laspublicaciones especializadas. En cualquier caso,en todos los ejemplos conocidos en este yaci-miento, no existen signos de supervivencia. Es desuponer que estas heridas no fueron atendidaspor manos especializadas y habran producido lamuerte de forma rpida.

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    Referencias histricas de lesiones en restosesquelticos por arma de fuego o en contextoblico.

    En las publicaciones especializadas de paleo-

    patologa podemos encontrar algunas referenciasde lesiones por proyectiles por arma de fuego.As, THILLAUD (1994: 48 y 63) presenta un caso dela coleccin del Museo Dupuytren (referencia133A) con un proyectil de plomo sin blindaje ymuy deformado que se encuentra incrustado enun fmur que muestra signos de cicatrizacin conenglobamiento. La radiografa del caso muestra el

    grado de fragmentacin del proyectil como sueleser habitual en los impactos contra huesos quetienen una cortical grande y compacta como en ladifisis del fmur.

    Por otra parte, AWAZU y col. (1995), presentaun caso en el que el proyectil habra impactado enel rostro atravesando el maxilar superior quedandoalojado en la apfisis pterigoides derecha, con sig-nos de cicatrizacin, en un individuo masculinoque procede de una fosa comn de Sal, enMarruecos, exhumado con anterioridad a 1916.

    Probablemente el ejemplo con mayor similitudal que nosotros hemos descrito en Igarondo, es elque publican PFEIFFER & WILLIAMSON (1991). En es-te caso, investigan el cementerio militar de SnakeHilll relacionado con las hostilidades de la fronterade Niagara de 1812, en el lago Ontario, en justacorrespondencia con las guerras napolenicas de

    Europa. Entre los 31 individuos de la muestra, haylesiones por arma de fuego con proyectiles esfri-cos localizados in situ, as como fracturas conmi-nutas y amputaciones quirrgicas.

    A los ejemplos anteriormente referenciadoshay que aadir otros trabajos que estudian restosesquelticos humanos procedentes de enterra-mientos relacionados con conflictos blicos dedistinta cronologa. As, podemos citar: K ING(1992), que investiga las lesiones de unos restosprocedentes de Arras (Francia) de los siglos IV-V;THORDEMANN (1939), sobre la batalla de Wisby ce-lebrada en 1361; CUNHNA & SILVA (1997), sobre los

    restos esquelticos fragmentados procedentes deun osario relacionado con la batalla de Aljubarrota(1385) entre Castilla y Portugal; NOVAK (2000) quedescribe numerosas heridas muy bien documenta-das por corte e impacto de flechas en los restosde la batalla de Towton en 1461; LISTON & BAKER(1996), que estudian los restos de la masacre deFort William Henry (New York) de 1757, con algu-nos ejemplos de amputaciones y de impactos deproyectiles; KAUFMAN y col. (1996), que estudianrestos humanos procedentes de varias batallas dela coleccin de Sir GEORGE BALLINGAL (1780-1855),del Departamento de Anatoma de la Universidad

    de Edimburgo y que es uno de los trabajos mscompletos sobre el particular y, probablemente, lamejor coleccin de referencia para esa poca (si-glo XIX); WILLEY & SCOTT (1996), con numerososejemplos de heridas por impacto de proyectiles dela clebre batalla de Little Bighorn en 1876; ADAMy col. (1992), con restos esquelticos procedentesde Saint-Rmy-La-Calonne (Meuse) de la guerrade 1914.

    MUERTES VIOLENTAS DETERMINADAS A TRAVS DE LOS ESTUDIOS DE PALEOPATOLOGA 355

    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 Homenaje a Jess Altuna S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastin

    Foto 10. Amputacin quirrgica con muerte inmediata posteriorrealizada como consecuencia de las lesiones traumticas en laGuerra de la Independencia (Igarondo).

    Foto 11. Fractura conminuta en fmurizquierdo tal y como se manifiesta in situantes (Igarondo).

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    de lesiones responsables de muertes violentas(PRADA y col., 2003).

    CONCLUSIONES

    La interpretacin de muertes violentas en losestudios osteoarqueolgicos requiere una dedica-cin especfica al anlisis in situde los restos. Deotro modo, pueden ser numerosos los casos enlos cuales el estudio de laboratorio no alcance aestablecer correctamente estos diagnsticos. Engeneral, las lesiones traumticas con resultado demuerte se manifiestan por la disposicin de los

    restos, en el caso de las fracturas, que en una se-gunda fase del anlisis, esto es en el laboratorio,

    requieren un estudio especializado siguiendo losmismos procedimientos que se han formulado pa-ra la patologa forense prestando especial atencina los primeros signos de la cicatrizacin que ape-nas dejan rastro en los huesos.

    En cualquier caso, los ejemplos que se hanpodido interpretar hasta la fecha son escasos y aligual que en otras disciplinas que estudian al hom-bre del pasado, limitados en cuanto a la verdaderaincidencia que debieron tener estas lesiones y susconsecuencias en tiempos pasados. Del mismomodo que el establecimiento del diagnstico delas lesiones y enfermedades es siempre un retoen la medicina actual en las mejores condicionesde observacin, es decir apreciando los signos ylos sntomas, el establecimiento de la morbimorta-lidad de las enfermedades del pasado y en particu-lar las causas de muerte, resulta una tarea muy di-

    fcil cuyo acercamiento es tendencial y siempreaproximativo.

    356 FRANCISCO ETXEBERRIA, LOURDES HERRASTI & ANTXON BANDRES

    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 Homenaje a Jess Altuna S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastin

    BIBLIOGRAFA

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