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ORIENTACIONES PARA LA FORMACIÓN PASTORAL EN LOS SEMINARIOS MAYORES

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Page 1: Orientaciones Para La Formacion Pastoral en Los Seminarios Mayores de Mexico

ORIENTACIONES

PARA LA

FORMACIÓN PASTORAL

EN LOS SEMINARIOS MAYORES

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Indice

INDICE

INTRODUCCIÓN

A). UN LARGO ITINERARIO

B). ESTRUCTURA DEL DOCUMENTO

C). LA MESA ESTÁ SERVIDA

PRIMERA PARTE: PROFESIÓN DE FE Y CRITERIOS PARA LA FORMACIÓN PASTORAL

1. JESUCRISTO: MEDIADOR, CABEZA Y PASTOR2. IGLESIA: MISTERIO, COMUNIÓN Y MISIÓN

a). IGLESIA MISTERIOb). IGLESIA COMUNIÓNc). IGLESIA MISIÓN

3. HOMBRE: DESTINATARIO Y COLABORADOR4. CRITERIOS PARA LA FORMACIÓN PASTORAL

a). Adquisición del Espíritu Pastoralb). Formación Pastoral e Integración de Valores Humanosc). Explícita Formación Pastorald). Los Formadores del Seminarioe). Características de la Formación Pastoralf). Los Destinatarios de la Pastoralg). Planeación Pastoral (en la práctica pastoral)

SEGUNDA PARTE: DESAFÍOS Y LÍNEAS DE ACCIÓN

1. ALUMNOS2. EQUIPO FORMADOR3. PRESBITERIO4. FAMILIA DEL SEMINARISTA Y LAICOS EN GENERAL

TERCERA PARTE: OBJETIVOS, ETAPAS, POLÍTICAS Y PERFIL DESEADO

1. OBJETIVO GENERAL2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS Y POLÍTICAS DE CADA ETAPA

a). Curso Introductoriob). Etapa de Filosofíac). Etapa Intermedia:d). Etapa de Teologíae). Diaconía

3. PERFIL DESEADOA). MINISTERIO PROFÉTICO

B). MINISTERIO SACERDOTAL

C). MINISTERIO DE SERVICIO

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INTRODUCCIÓN

Impulsados por la Comisión Episcopal de seminarios y Vocaciones y coordinados por el Secretario Ejecutivo de dicha comisión y la directiva de OSMEX, presentamos las Orientaciones para la formación pastoral en los Seminarios Mayores, documento que recoge el esfuerzo de un buen número de formadores de nuestra Iglesia Nacional.

a). Un largo itinerario

El trabajo para realizar el presente documento se inició el 29 de noviembre de 1990 bajo la dirección de las zonas pastorales Don Vasco y Occidente. Tomando en cuenta el trabajo realizado en el “Encuentro Nacional sobre la formación pastoral en los seminarios Mayores de México” en mayo de 1986 (Cfr. Boletín de OSMEX No.5, Septiembre 1986), como primera etapa se procedió a conocer la realidad sobre la formación pastoral en los Seminarios Mayores y, para este fin, se enviaron encuestas tanto a los equipos formadores como a los alumnos, a los presbíteros y a los laicos en general.

La segunda etapa fue la realización del “Curso de Verano para Formadores de Seminarios Mayores” en julio de 1991 que tuvo como objetivo tener un instrumento de trabajo que incluyera el Ver, juzgar y actuar de la formación pastoral. Se nombró una comisión que trabajara el material conseguido en este curso para proponerlo en una asamblea posterior.

La “reunión de invierno para formadores de Seminarios Mayores”, en marzo de 1993, marca la tercera etapa del presente trabajo. En esta reunión se procedió a revisar y enriquecer el documento de trabajo preparado por la comisión nombrada en 1991. La Exhortación “Pastores dabo Vobis”, así como el documento conclusivo de la cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Santo Domingo) vinieron a iluminar significativamente nuestro trabajo en su contenido y en su método. Concluidos los trabajos de esta reunión se reestructuró l a comisión electa en 1991 para trabajar las aportaciones e integrar una redacción provisional.

La cuarta etapa del presente documento se inicia en mayo de 1993 cuando la comisión nombrada, retomando los aportes del mes de marzo, preparó una redacción que fue presentada en la Asamblea Nacional para Formadores de Seminarios Mayores en julio de 1993, de la cual se recibieron aún algunas aportaciones que se incorporaran a la redacción final.

b). Estructura del documento

Las “Orientaciones para la Formación Pastoral en los Seminarios Mayores” están estructuradas en tres partes: profesión de fe y criterios para la formación pastoral (primera parte), Desafíos y líneas de acción (segunda parte) y Objetivos, etapas, políticas y perfil deseado (tercera parte).

Nuestras “Orientaciones” toman básicamente la estructura del documento de Santo Domingo reconociendo que es equivalente al “ver, penar y actuar” en cuanto que no se puede4n considerar, ambos métodos, como lineales, sino cíclicos en los que los pasos se exigen mutuamente, se enriquecen y corrigen en un proceso dialéctico.

La Profesión de fe y criterios pastorales (primera parte) nos permite acercarnos y abrirnos a la realidad ofreciéndonos a la vez motivación y orientación desde una confesión de Jesucristo mediador, Cabeza y Pastor, las tres dimensiones eclesiales de Misterio, Comunión

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y Misión y la verdad del hombre destinatario de la Evangelización y colaborador de la misma, doctrina que fundamenta los criterios para la formación pastoral.

Los desafíos (segunda parte) surgen de la realidad - tanto de sus luces, como de sus sombras- a la cual nos acercamos con la preocupación pastoral de la Iglesia. Los desafíos están presentados según los distintos sectores de la Iglesia que se tuvieron en cuenta desde las primeras encuestas en orden a conocer la realidad: alumnos, equipos formadores, presbíteros y laicos en general, dando un lugar especial a las familias de los propios seminaristas. En la redacción de cada desafío se puede observar, en su primera parte, la luz o logro y después la sombra o carencia; ambos aspectos nos desafían en la formación pastoral.

Las líneas de acción son proposiciones prácticas como respuesta a los desafíos. Por esta razón se presentan en columnas paralelas, de manera que a cada desafío corresponda una línea de acción.

Objetivos, etapas, políticas y perfil deseado (tercera parte) presenta el objetivo general de la formación pastoral así como los objetivos específicos de cada etapa y sus políticas, buscando conservar el principio de gradualidad de la formación. Finaliza este apartado con la presencia del perfil deseado desde el área pastoral de los futuros sacerdotes de nuestra Iglesia.

c). La mesa está servida

Es conveniente tener en cuenta algunas indicaciones para aprovechar la riqueza del presente trabajo: Nuestro documento se apoya en las “Normas Básicas para la Formación Sacerdotal en

México”, pero no ofrece un desglosamiento de las mismas; más bien presenta orientaciones más concretas que iluminan la planeación, realización y evaluación de la formación pastoral de cada Seminario.

El marco teórico es mínimo y marca pautas para una mayor amplitud y profundidad doctrinal.

Los desafíos y líneas de acción correspondientes surgen de una visión nacional y sirven de guía para descubrir los desafíos concretos de cada seminario y elaborar sus propias líneas de acción.

Los objetivos, etapas y políticas se ofrecen como elementos operativos que han de orientar la tarea de la formación pastoral en los seminarios mayores. Tarea que exige continuidad y gradualidad.

El perfil deseado, sin ser exhaustivo, recoge las esperanzas de los formadores que participaron en la elaboración de este documento y ofrece elementos que han de motivar los esfuerzos de quienes servimos en la formación de los pastores del siglo XXI.

“Señor. Tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos”La Comisión

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PRIMERA PARTE: PROFESIÓN DE FE Y CRITERIOS PARA LA FORMACIÓN PASTORAL

1 Encontramos en los documentos del magisterio -tanto universal como particular- una constante preocupación por dar a la formación sacerdotal un carácter esencialmente pastoral dado que “toda la formación de los candidatos al sacerdocio está orientada a prepararlos de una manera específica para comunicar la caridad de Cristo Buen Pastor” (PDV. 57).2 La realidad concreta de nuestros seminarios se ve iluminada por las orientaciones otorgadas por dichos documentos.3 Dado que Jesús mismo establece un paralelismo entre el ministerio confiado a los apóstoles y su propia misión (Cfr. PDV 14) y que, a su vez los apóstoles instituidos por el Señor llevaron a cabo su misión llamando, de diversas formas, a otros hombres y de entre éstos a los presbíteros para que prolongaran la presencia de Cristo, único y Supremo Pastor, profesamos la centralidad de Jesucristo Mediador, Cabeza y Pastor; y ya que la actividad pastoral está destinada a animar a la Iglesia que es esencialmente misterio, comunión y misión, la formación pastoral deberá conocer y vivir estas dimensiones eclesiales (Cfr. PDV. 59), por lo cual asumimos también estas tres dimensiones en la profesión de fe que a continuación expresamos, sin olvidar que el hombre que hay que evangelizar, no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Desde estos fundamentos se desprenden unos criterios para la formación pastoral como principios operativos que deben motivar las acciones concretas.

1. JESUCRISTO: MEDIADOR, CABEZA Y PASTOR

4 Bendecimos a Dios que en su amor misericordioso “envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gál 4,4) para salvar a todos los hombres.5 Creemos que Jesús, siendo hombre como nosotros y a la vez el Hijo unigénito de Dios, es en su propio ser Mediador perfecto entre el Padre y la humanidad (Cfr. Heb 8-9).6 Confesamos que Jesús es el buen Pastor anunciado (Cfr. Ez 34), aquel que conoce a sus ovejas una a una, que ofrece su vida por ellas y que quiere congregar a todas en ‘un solo rebaño y un solo Pastor’ (Cfr. Jn 10,11-16). Es el Pastor que ha venido ‘no para ser servido sino a servir’ (Cfr. Mt 20,24-28), afirmamos que de esta manera “Jesucristo ha manifestado en sí mismo el rostro perfecto y definitivo del sacerdocio de la nueva alianza. Esto lo ha hecho en su vida terrena, pero sobre todo en el acontecimiento central de su pasión, muerte y resurrección” (PDV. 13).7 Profesamos que para la realización del reino (Cfr. Mc 1,15), “Jesús instituyó a Doce para que estuvieran con El, y para enviarlos a predicar” (Mc 3,14).8 Reconocemos que, dado que “los presbíteros son en la Iglesia y para la Iglesia una representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor” (PDV. 15), es El quien ha de marcar la formación pastoral de los futuros sacerdotes, quienes se han de enraizar profundamente en la verdad y en la caridad de Cristo que les impulse a anunciar a todos su salvación, a establecer con todos los hombres relaciones de fraternidad, de servicio y de promoción de justicia y paz.

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2. IGLESIA: MISTERIO, COMUNIÓN Y MISIÓN

a). IGLESIA MISTERIO

9 Confesamos que la Iglesia es Misterio Trinitario, proyecto eterno de salvación, presente en la mente eterna del Padre, realizado por el Hijo en el tiempo y prolongado en la historia por la Iglesia hasta la Parusía con la fuerza del Espíritu Santo (Cfr. LG. 1-4; AG. 2-4; SD. 12; 31-32).10 Reconocemos que este proyecto eterno de salvación se nos hace accesible en forma humana en el Misterio del Verbo Encarnado (Cfr. Jn 1,14), en quien se une lo humano con lo divino, lo visible con lo invisible (Cfr. DP. 188).11 Como en Cristo, análogamente en la Iglesia se da también esta unión indivisible entre lo humano y lo divino de modo que la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo que la vivifica para el acrecentamiento de su cuerpo, quedando constituida así, como sacramento universal de salvación (Cfr. LG. 8; RM. 16ss).12 La peculiaridad de la salvación que ofrece la Iglesia, ni sólo realidad para el más allá, ni sólo realidad que se agota en el presente, la hace distinguirse de una simple sociedad de filantropía o de promoción humana, pero al mismo tiempo le exige la encarnación -inculturación- en el aquí y ahora (Cfr. RM. 10ss; SD. 230). Reconocemos que la salvación que la Iglesia ofrece marca la acción pastoral y por tanto la formación pastoral de los futuros sacerdotes. De ahí la exigencia de estar abiertos a los retos de nuestro ambiente nacional, entre los cuales debemos enfatizar la nueva evangelización, la promoción humana y la cultura cristiana (Cfr. DM. 21; RFIS. 94b; SD 2ª parte).

b). IGLESIA COMUNIÓN

13 Creemos que el ser humano nace de la comunión, vive en la comunión y para la comunión, porque creado a imagen de la Trinidad, que es misterio de comunión, participa de esta vocación (Cfr. Fil 2,1-11).14 Creemos que Jesucristo al encarnarse por obra del Espíritu Santo en María (Cfr. Lc 1,26-38), restablece la comunión con Dios que el hombre había roto por el pecado y se convierte para todo hombre en el camino único para vivir la comunión con Dios y con los demás (Cfr. Heb 2,5-18).15 Creemos que el Señor Jesucristo, al llamar a los Doce “para estar con El y para enviarlos a predicar” (Mc 3,14-15), constituye a la Iglesia como sacramento de comunión; y que la actividad pastoral, por su naturaleza, está destinada a animar a la Iglesia que es esencialmente misterio, comunión y misión (Cfr. PDV. 59).16 Sabemos que el sacerdote, a imagen del Buen Pastor, es llamado para realizar “con él, por él y en él” los servicios para la edificación del Cuerpo de Cristo, puesto que todo ministerio eclesial debe contribuir a la comunión (Cfr. PDV. 12).17 Creemos que la conciencia de la Iglesia-comunión exigirá del candidato al sacerdocio una formación pastoral que favorezca el conocimiento y estima de las diferentes vocaciones específicas, dones, carismas y responsabilidades que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia. Así mismo le requerirá desarrollar actitudes de confianza, paciencia, dulzura, comprensión y colaboración con el obispo, el presbiterio, los religiosos y los laicos; participando en la Eucaristía, fuente y culmen de este crecimiento en la comunión (Cfr. PDV. 17).

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c). IGLESIA MISIÓN

18 Confesamos que Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y más grande evangelizador. Él, como enviado del Padre, proclama e instaura el Reino de Dios como centro de su misión: “el tiempo se ha cumplido y el Reino está cerca, conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,15); tan importante es el Reino que en relación a él todo se convierte en lo demás (Cfr. EN. 8).19 Nacida del amor salvífico del Padre, de la misión del Hijo con la fuerza del Espíritu Santo, la Iglesia es enviada, por lo cual la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye su misión esencial, su dicha y vocación propias, su identidad más profunda (Cfr. EN 14-15). Ella está efectiva y concretamente al servicio del Reino: llamando a la conversión, fundando comunidades, llevándolas a la madurez de la fe y la caridad, defendiendo en el mundo los valores evangélicos, pidiendo ese Reino con su oración, estableciéndolo con su testimonio y actividad, con el compromiso por la justicia y la paz, la educación, el cuidado de los enfermos y la asistencia a los pobres y pequeños (Cfr. RM. 20).20 Es el Espíritu Santo quien hace misionera a toda la Iglesia (Cfr. RM. 24-26; AG. 4).21 Proclamamos a María, Madre de Cristo y de la Iglesia, como estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización (Cfr. SD. 15).22 Confesamos que es necesario que el presbítero sea testigo de la caridad de Cristo mismo que “pasó haciendo el bien” (Hch 10, 38); debe ser también el signo visible de la solicitud de la Iglesia que es Madre y Maestra. Es necesario que el hombre de Dios, bien preparado para toda obra buena, reivindique los derechos y la dignidad del hombre y no olvide que el mundo sólo es redimido por la Cruz de Cristo y vaya asumiendo los mismos sentimientos y actitudes de Cristo, Buen Pastor (Cfr. Fil 2,5; PDV. 57-59).23 Por lo tanto toda la educación de los alumnos debe tender a la formación de verdaderos pastores, a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor. Para que sepan representar delante de los hombres a Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida para la redención del mundo (Cfr. Mc 10,45; Jn 13, 12-17; OT. 4; RFIS. 94; PDV. 57).24 Creemos que la conciencia de la Iglesia Misión exige al candidato al sacerdocio: amar y vivir la dimensión misionera esencial de la Iglesia y de las diversas actividades pastorales; estar abierto y disponible para todas las posibilidades ofrecidas hoy para el anuncio del Evangelio, sin olvidar la valiosa ayuda que pueden y deben dar al respecto los medios de comunicación social; prepararse para un ministerio que requiere la disposición concreta al Espíritu Santo y al obispo para ser enviado a predicar el Evangelio fuera de su país (Cfr. OT. 20; CIC 256,2; 257.1; RFIS. 96).

3. HOMBRE: DESTINATARIO Y COLABORADOR

25 “Reconocemos la dramática situación en que el pecado coloca al hombre. Porque el hombre creado bueno, a imagen del mismo Dios, señor responsable de la creación, al pecar ha quedado enemistado con El, dividido en sí mismo, ha roto la solidaridad con el prójimo y destruido la armonía de la naturaleza. Ahí reconocemos el origen de los males individuales y colectivos que lamentamos” (SD. 9).26 ¿Quién nos librará de estas fuerzas de muerte? (Cfr. Rm. 7,24). Sólo la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Por ello la renovada Evangelización que ahora emprendemos debe ser, pues, una invitación a convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres (Cfr. EN 18).

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27 Sabemos que, en virtud de la encarnación, Cristo se ha unido en cierto modo a todos los hombres (Cfr. GS 22). Es la perfecta revelación del hombre al mismo hombre y el que descubre la sublimidad de su vocación.28 Confesamos que “el anuncio cristiano, por su propio vigor, tiende a sanar, afianzar y promover al hombre, constituir una comunidad fraterna..., promueve el desarrollo integral, exigiendo de todos y cada uno el pleno respeto de sus derechos y la plena observancia de sus deberes, a fin de crear una sociedad justa y solidaria, en camino a su plenitud en el Reino definitivo” (SD. 13).29 Reconocemos que la formación pastoral de los seminaristas, que ha de tener su fundamento en Jesucristo, Cabeza y Pastor, y que ha de tomar en cuenta las dimensiones eclesiales de Misterio, Comunión y Misión, ha de estar marcada también por una comprensión integral y cristiana del hombre de hoy con sus gozos y esperanzas, sus angustias y sus tristezas pues es, con todo ello, destinatario de la acción pastoral a la vez que colaborador en la Evangelización.

4. CRITERIOS PARA LA FORMACIÓN PASTORAL

a). Adquisición del Espíritu Pastoral

30 1. La formación pastoral ha de capacitar para guiar a la comunidad a la manera de Jesús, el Buen Pastor: por lo cual, la adquisición del “Espíritu Pastoral” debe polarizar hacia sí todas las áreas de formación en una continua dimensión de fe, de manera que dicha formación no se reduzca a unas prácticas de apostolado sino que llegue a conformar un estilo de vida (Cfr. Jn 10,11; OT. 4; DP. 875, RFIS 20; CIC 255; PDV 57; NB 47; 151).

31 2. La caridad pastoral o espíritu pastoral debe ser confrontado con el Espíritu de Jesús, Buen Pastor y reconocerse como el primer criterio para que un alumno sea admitido a las órdenes sacerdotales (Cfr. PDV 42.

b). Formación Pastoral e Integración de Valores Humanos

32 1. La formación pastoral debe ser integral incluyendo en ella los valores humanos y cristianos necesarios para lograr una auténtica madurez en el futuro pastor (Cfr. DP 875; RFIS 94; PDV 43; NB 93).

33 2. Esta formación pastoral ha de cultivar en los alumnos las cualidades convenientes que ayudan sobremanera al diálogo con los hombres como son: presentación, caballerosidad, gratitud, apertura, puntualidad, orden, fidelidad a la palabra dada, capacidad de diálogo, de iniciativa y liderazgo (Cfr. OT. 19; PDV 43; NB 97).

c). Explícita Formación Pastoral

34 1. La formación pastoral ha de cimentarse en una fuerte base doctrinal, principalmente teológica; ya que todas las materias de teología han de tener una finalidad pastoral. Sin embargo, las asignaturas, específicamente de pastoral, han de ser impartidas preferentemente por los asesores de pastoral de manera consciente y convencida para que así pueda pasar el alumno de lo cognoscitivo a lo experiencial. Esta formación pastoral tiene como fin específico el que los alumnos “aprendan los principios y métodos propios del ministerio de enseñar, santificar y gobernar al pueblo de Dios (Cfr. CIC 255; PDV 57; NB 155-162).

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35 2. También se les ha de enseñar a utilizar los medios de comunicación para el anuncio del mensaje evangélico y los medios que puedan ofrecer las ciencias pedagógicas, psicológicas o sociológicas de acuerdo con los métodos concretos y con las normas de la autoridad eclesiástica (Cfr. OT. 19-21; NB 161).

d). Los Formadores del Seminario

36 1. Es conveniente que los formadores de los Seminarios hayan tenido experiencia pastoral (DM. 13,20), que vivan su sensibilidad por la justicia con su testimonio personal y sean abiertos para promover y escuchar las iniciativas de los alumnos, teniendo en cuenta que la formación de pastores debe ser su preocupación constante (Cfr. DP. 875; PDV 66; NB 67).

e). Características de la Formación Pastoral

37 1. La formación Pastoral debe ser gradual y progresiva tanto en la formación como en la práctica y en la espiritualidad que la sostiene. Debe preparar para una pastoral encarnada y diferenciada que asuma la realidad, en comunión y participación, planificada y evolutiva (Cfr. DM. 13, 21-22 ; RFIS 94b; 97a; CIC 258; DP 992-993;1222; PDV 57,58c; NB 163).

38 2. La formación pastoral debe cultivar un profundo conocimiento, aprecio y respeto por las diversas vocaciones específicas, carismas y ministerios a fin de saber colaborar en el futuro en una pastoral de comunión y participación (Cfr. DPV 59; ChL 18-31).

f). Los Destinatarios de la Pastoral

39 1. La formación pastoral debe cultivar un profundo conocimiento y aprecio por los distintos sectores eclesiales especialmente por los pobres, los jóvenes, las familias, los enfermos, los emigrantes, los indígenas y en general por los alejados (Cfr. Jn 10; Lc 15) para que se logre en los futuros sacerdotes un celo pastoral como el de Cristo, Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas.

g). Planeación Pastoral (en la práctica pastoral)

40 1. Teniendo siempre presentes el Proyecto Pastoral de la Conferencia del Episcopado Mexicano y los respectivos planes diocesanos y parroquiales, la formación pastoral ha de tener en cuenta la necesidad y la promoción, en la práctica, de una planificación pastoral de acuerdo a las necesidades reales y concretas y su conveniente y periódica evaluación (Cfr. RFIS 97a.; NB 162).

41 2. Es muy importante el discernimiento evangélico sobre la situación sociocultural y eclesial en cuyo ámbito se desarrolla la acción pastoral de los alumnos (Cfr. PDV 57) ya que la evangelización se debe desarrollar según las circunstancias de cada lugar y ambiente (Cfr. RFIS 95; EN 20; DP 385-443) de manera que la formación tienda a unir Evangelio y cultura (Cfr. SD 20-24).

42 3. La formación pastoral ha de capacitar a los futuros pastores para que sean promotores de la liberación integral del hombre, promoviendo en ellos una madura opción por los pobres y una sensibilidad por la justicia evangélica, con las orientaciones más recientes del Magisterio sobre la promoción humana (Cfr. DM 1-5; EN 31; DP 470-506; SD 157-227).

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SEGUNDA PARTE: DESAFÍOS Y LÍNEAS DE ACCIÓN

43 Desde la profesión de fe, es decir, desde lo que la Iglesia cree y afirma a propósito de la formación pastoral de los futuros sacerdotes; así como desde nuestra realidad, surgen los desafíos que a continuación presentamos.44 Nos desafían tanto los logros como las carencias en los distintos sectores que influyen en la formación pastoral y que tomamos como estructura en el siguiente apartado.45 Impulsados por la fe e interpelados por los desafíos, presentamos las líneas de acción correspondientes como proposiciones prácticas y concretas para llevar a cabo los criterios de la formación pastoral.

DESAFÍOS

1. ALUMNOS

46 a). Los seminaristas son conscientes de que en su formación pastoral intervienen varios agentes, siendo ellos mismos el agente principal. Sin embargo en la vida práctica falta coordinar la colaboración de todos los agentes y se diluye el protagonismo de los alumnos.

LÍNEAS DE ACCIÓN

1. ALUMNOS

47 a). Cultivar actitudes de colaboración entre los diversos agentes de la formación pastoral y la coherencia del alumno para manifestar con hechos que él mismo es el principal agente de su propia formación pastoral.

48 b). Las motivaciones que conducen a los seminaristas en su formación pastoral son muy válidas: servir a los demás, acompañar a las personas en su crecimiento de fe, el amor a Dios, la necesidad que la gente tiene de conocer a Dios y de una realización personal. Pero sólo una minoría es motivada por la imagen clara del Buen Pastor, prevaleciendo así el activismo y el desequilibrio entre el ser y el quehacer del seminarista.

49 b). Cultivar una espiritualidad que desarrolle la vivencia de la caridad pastoral encaminada a lograr una convicción íntima de que la pastoral no es sólo un arte, ni un conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos; sino que se trata de ir asumiendo los mismos valores, criterios y actitudes de Jesús, el Buen Pastor. Así mismo, impulsar una práctica pastoral que brote de una profunda y constante experiencia de Dios, que se nutra de la Palabra de Dios y se centre en la Eucaristía, así como también propiciar la reflexión de fe de la experiencia pastoral para reforzar las motivaciones pastorales auténticas.

50 c). La mayoría de los seminaristas asegura que las distintas áreas de la formación contribuyen a crear en ellos una actitud pastoral, sin embargo existe un cuestionamiento sobre la coordinación y equilibrio de las áreas ya que se da mayor importancia a la intelectual que a las demás áreas.

51 c). Impulsar una sana coordinación y equilibrio entre las cuatro áreas de formación de modo que ninguna disminuya en importancia y se dedique el tiempo adecuado a cada una de ellas.

52 d). Los alumnos constatan que los estudios sí tienen un enfoque pastoral porque los capacitan para transmitir el

53 d). Profundizar los estudios filosóficos y teológicos explicitando su aplicación pastoral y emprender una tarea de

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mensaje en la realidad; porque cada etapa formativa sirve de apoyo a la siguiente; porque ayudan a comprender el trabajo pastoral o iluminan y cuestionan la vida eclesial. No obstante hay seminaristas que se olvidan de su creatividad y esperan que el profesor les dé todo digerido y hay, por otro lado, quienes desde el principio de su formación se sienten ya “pastores”.

asimilación del itinerario pedagógico de la formación pastoral, tanto teórica como práctica, de acuerdo con las distintas etapas de la formación.

54 e). La mayoría de los seminaristas tiene conciencia de trabajar en equipo, en base al plan diocesano y parroquial; pero una buena parte no lo ha logrado porque o no hay plan o lo desconoce, o simplemente no existe coordinación en el trabajo.

55 e). Favorecer la conciencia de que las prácticas pastorales no son un ensayo, sino un trabajo evangelizador serio, responsable y trascendente que exige una presencia de mayor calidad en la que el trabajo en equipo es parte esencial; así como participar consciente y activamente en la planeación, realización y evaluación de las tareas pastorales de acuerdo a las comunidades, en comunión con los otros agentes de pastoral, especialmente con el párroco o encargado del centro de apostolado y de acuerdo a la propia etapa de formación.

2. EQUIPO FORMADOR

56 a). Los equipos de formadores, de acuerdo a su situación particular, desempeñan diversas formas de acompañamiento en la formación pastoral de los seminaristas: facilitando la preparación académica que ayuda a tomar conciencia cristiana del compromiso de servicio, facilitando el conocimiento de diversos movimientos, subrayando el compromiso claro al interior de la comunidad del Seminario, participando en la oración de la comunidad y en otras distribuciones, ofreciendo asesoría para la preparación inmediata de la práctica semanal y del material didáctico, ayudándoles a hacer un plan de trabajo de acuerdo con el responsable del lugar, integrándolos en la planeación diocesana, revisando periódicamente el plan y siguiendo su itinerario espiritual; sin embargo no todos los equipos realizan un acompañamiento procesado, integral y planeado.

2. EQUIPO FORMADOR

57 a). A partir del testimonio de coherencia de vida, comprometerse en asesorar y acompañar a los alumnos de manera procesada, integral y planeada en su formación pastoral a través de la entrevista personal y la reunión en grupos que permita compartir la vida con los alumnos, con actitud de amistad y apertura, así como también visitando los lugares de apostolado para que reconozca la madurez humana, el crecimiento en la fe y el desarrollo de la caridad pastoral del alumno.

58 b). Los criterios que ordinariamente se siguen para elegir la parroquia en la que los

59 b). Favorecer la elaboración de criterios básicos y promover su observancia

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seminaristas realicen su acción pastoral son: cercanía del lugar, necesidades de la gente, proceso del alumno y corresponsabilidad del párroco; tal corresponsabilidad se manifiesta en: que solicite a los seminaristas, que los acompañe, que les dé apoyo económico, que tenga un plan pastoral, que participe en las evaluaciones, que se interese por la formación del Seminario y se ajuste al programa de éste; sin embargo, a veces no se siguen tales criterios, o no hay completo acuerdo acerca de ellos.

para elegir las parroquias en las que los seminaristas realizan su acción pastoral: cercanía del lugar, necesidad de la gente, proceso del alumno y corresponsabilidad del párroco o encargado del centro de apostolado que se manifieste en que solicite a los seminaristas, los acompañe, los apoye económicamente, tenga un plan pastoral, participe en las evaluaciones, se interese por la formación del seminario y se ajuste al programa de éste. Así mismo promover una motivación permanente para que el presbiterio sea más corresponsable en la formación pastoral de los seminaristas.

60 c). En las diócesis donde existe el plan diocesano se han dado casos en que los padres del equipo formador y los alumnos teólogos han participado en la elaboración del mismo plan y se va asumiendo en el Seminario por los formadores y los alumnos; pero existen dificultades en la realización concreta del plan, tanto a nivel diocesano como parroquial, y en algunas diócesis no existen dichos planes.

61 c). Promover el conocimiento y la valoración del plan diocesano de pastoral para poder integrar la participación pastoral de los alumnos en el proceso diocesano. Estar atentos a los nuevos retos que va planeando la evangelización del mundo moderno y postmoderno, así como apoyar la elaboración del plan diocesano donde no exista.

62 d). En general se da la gradualidad en cuanto al tiempo dedicado a la pastoral y en cuanto al tipo de apostolado; sin embargo se constata que hay más preocupación por la diversidad que por la misma gradualidad y lo más grave es que a muchos seminaristas no es el espíritu del Buen Pastor el que los mueve en sus prácticas pastorales, sino un eficientismo activista que no rebasa las “prácticas pastorales” como “momentos” quedando disminuida la genuina formación de pastor a imagen de Jesucristo.

63 d). Intensificar la formación espiritual que desarrolle en los alumnos la caridad pastoral, promover el tiempo adecuado que se dedique a la pastoral y facilitar la gradualidad en la práctica pastoral del alumno de acuerdo con su etapa de formación.

64 e). Para el acompañamiento en la formación pastoral de los alumnos de parte del equipo formador se están dando actitudes positivas como: testimonio de unidad, armonía, aprecio y apoyo, comprensión, acercamiento, apertura, actitud de profunda fe, alegría, disponibilidad, prudencia en la elección del lugar de la práctica pastoral, etc. Sin embargo falta, muchas veces, por parte del equipo formador, el asesoramiento más cercano a los alumnos y que haya un mayor celo pastoral para que se dé testimonio a los

65 e). Procurar el nombramiento de un sacerdote que impulse la formación pastoral teórica y coordine la práctica pastoral de los alumnos en íntima relación y corresponsabilidad con el equipo formador, los alumnos y los párrocos. Conviene realizar esta tarea a través de un consejo de pastoral en el que participen los propios alumnos.

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alumnos y se interese por el trabajo de ellos.

3. PRESBITERIO

66 a). En general, el presbiterio ha tomado conciencia de su corresponsabilidad en la formación de los futuros pastores: viviendo con amor su ministerio sacerdotal, ofreciendo apertura al diálogo y asesoramiento, amén de su oración y cultivo de las vocaciones sacerdotales y religiosas; sin embargo hay quienes huyen de esta responsabilidad. Así, es un hecho que el testimonio de vida sacerdotal influye enormemente en la perseverancia de la vocación al sacerdocio de los seminaristas, sobre todo el ejemplo de entrega y servicio desinteresado anima a los futuros pastores a consagrar la propia vida por el crecimiento del Reino; sin embargo también la vida poco evangélica de algunos sacerdotes y el mal ejemplo de otros, merma grandemente y hasta escandaliza a muchos jóvenes que se preparan para el sacerdocio.

3. PRESBITERIO

67 a). Promover, de acuerdo a la realidad diocesana, aquellos mecanismos que favorezcan una mayor conciencia de corresponsabilidad en el presbiterio sobre la formación de los futuros pastores, de modo que su presencia, oración y testimonio animen al seminarista a consagrar su vida al crecimiento del Reino.

68 b). En muchas diócesis se da a conocer (a nivel de información, a través del rector y en asambleas diocesanas) el plan del Seminario y sus líneas de formación teológico-pastorales; hay diócesis en que el presbiterio muestra interés, crítica constructiva, estímulo a la creatividad, oferta de iniciativas, ayuda eficaz y, aunque la relación del presbiterio con el equipo formador no es frecuente ni permanente -ya que muchas veces se tiene sólo en orden a solicitar servicios pastorales; esta relación generalmente es con afecto, respeto, corresponsabilidad y colaboración mutua. No obstante el interés del presbiterio es bajo; ante lo negativo la crítica es poco constructiva y en general se manifiesta la inconformidad, que en grupos de sacerdotes que no están de acuerdo con las líneas de formación del Seminario, las más de las veces por falta de comunicación, se manifiesta en una crítica agresiva.

69 b). Promover encuentros más afectivos y efectivos entre presbiterio y seminario, más allá de la oficialidad, para favorecer la comunicación y el conocimiento, el interés y el cariño por el seminarista y por la Institución, así como la crítica constructiva y ayuda eficaz y corresponsable con el equipo formador.

70 c). Hay en las diócesis una mayor conciencia de la necesidad de planear y organizar la pastoral a nivel diocesano y

71 c). Impulsar la participación del seminarista en la planeación de las diversas actividades pastorales que realizará, así

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parroquial, lo cual redunda en beneficio de la formación pastoral del seminarista que puede insertarse en una pastoral orgánica; así mismo crece la conciencia sobre la importancia de la participación de los seminaristas en la planeación pastoral de la parroquia para que conozcan la realidad, aprendan a trabajar en equipo y aporten su entusiasmo y creatividad; de igual manera se dan, cada vez con más frecuencia, las evaluaciones de los trabajos realizados con la participación de seminaristas, párrocos o encargados de los centros de apostolado y el equipo formador. No obstante aún no se da la debida importancia a estas evaluaciones o ni se realizan; en algunos lugares aún no existen planes bien elaborados y no siempre se favorece la participación activa del seminarista en la planeación y es el párroco o encargado del centro quien acomoda al seminarista de acuerdo a sus necesidades.

como en las evaluaciones respectivas, de tal manera que aprenda a trabajar en equipo, propicie su creatividad y responsabilidad, estimule sus aciertos y supere los aspectos negativos.

72 d). En el presbiterio se reconoce la importancia de la gradualidad en la formación y en la pastoral, hay quienes tienen paciencia con los que están en las primeras etapas y les asignan trabajos de acuerdo a su grado de estudios; sin embargo a algunos alumnos de las primeras etapas se les exige como si fueran teólogos o bien se atiende más a las necesidades de las parroquias que a la gradualidad de la formación de los alumnos.

73 d). Emprender una tarea de concientización en el presbiterio en general y en los sacerdotes que reciben seminaristas para el apostolado, en particular, para que se tome en cuenta y se respete el nivel de su formación, de tal manera que favorezca el proceso gradual de su crecimiento pastoral.

74 e). Existen sacerdotes que conviven con los seminaristas en un ambiente de fraternidad sacerdotal; no obstante se siguen dando actitudes contrastantes de quienes los olvidan, no los tratan bien, quienes los quieren moldear a sus ideas, a la formación de su época o simplemente los “ocupan”.

75 e). Promover una apertura de mentalidad para valorar las actitudes de los jóvenes seminaristas y las exigencias de la formación actual que se refleje en una mejor convivencia del presbiterio con los seminaristas.

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4. FAMILIA DEL SEMINARISTA Y LAICOS EN GENERAL

76 a). Es muy alentadora la convivencia de la familia del seminarista con el seminario (alumno y equipo formador) pues la familia poco a poco va tomando conciencia de su responsabilidad en la formación: ayudando al desarrollo afectivo equilibrado, corrigiendo fallas del hijo seminarista, sacrificándose por él, inculcándole valores culturales, propiciando el diálogo sincero y comprometiéndose en actividades apostólicas; sin embargo, hay algunas familias que dejan toda la responsabilidad al Seminario, por lo que hace falta un contacto más frecuente y directo de la familia con el seminario, el obispo y el párroco del seminarista.

4. FAMILIA DEL SEMINARISTA Y LAICOS EN GENERAL

77 a). Promover la toma de conciencia en la familia sobre su corresponsabilidad en el respeto y apoyo de la vocación del hijo seminarista, de tal manera que no haya condicionamientos ajenos a la opción vocacional del hijo (intereses de los padres, mejoramiento del status económico, encubrimiento de las fallas del hijo, etc.); para esto es necesario apoyar e intensificar toda ocasión de encuentro de la familia con el obispo, con la comunidad del Seminario y con el propio párroco.

78 b). Muchas familias reciben al hijo seminarista y experimentan su inserción solidaria e incluso su ayuda para promoverla humana y críticamente; sin embargo, algunas familias experimentan la indiferencia del hijo seminarista y su desarraigo.

79 b). Intensificar la inserción del alumno en su familia y, en comunicación con el equipo formador, constatar la efectividad de tal inserción en la promoción humana y cristiana de la misma familia.

80 c). Existe en los laicos una conciencia amplia y tradicional de la formación del pastor y algunos laicos llegan a conocer los objetivos y programas de la formación pastoral; sin embargo, hace falta una conciencia más crítica y actualizada sobre la formación del pastor y que más laicos lleguen a conocer los objetivos y programas de la formación pastoral.

81 c). Favorecer, desde la parroquia, una conciencia más crítica y actual de la imagen del pastor y apoyar los medios y propuestas para conocer los objetivos y programas actuales de la formación pastoral del Seminario.

82 d). Cada vez son más los laicos que toman conciencia de su dignidad y su responsabilidad en la obra de la evangelización y algunos trabajan en comunión y participan con el seminarista en su práctica pastoral; sin embargo son más los que sufren las deficiencias del apostolado del seminarista como son: el individualismo que acostumbra al alumno a trabajar solo, con sus propios criterios; el protagonismo que le conduce a rechazar iniciativas que no son las suyas y le impiden favorecer la comunión y participación de los diferentes agentes de pastoral y la indisciplina que se proyecta en la

83 d). Impulsar una pastoral de comunicación y participación en la que se inserten los seminaristas y juntamente con éstos, el párroco o encargado del centro de apostolado y el equipo formador, evaluar la acción pastoral a fin de cooperar en la superación de las deficiencias del individualismo, el protagonismo y la indisciplina.

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improvisación y la inconstancia.84 e). Crece la conciencia de que los principales destinatarios de la acción pastoral de los seminaristas son los laicos en su situación concreta, en su proceso de fe y con la carga de su religiosidad y que, por lo mismo, también influyen en la formación pastoral de los alumnos; sin embargo son pocas las oportunidades que se dan para que los laicos reflexionen, en comunicación con seminaristas y equipo formador sobre sus necesidades, sus situaciones y sus valores.

85 e). Participar en los espacios de diálogo que ya existen entre laicos, seminaristas y equipo formador del Seminario e impulsar nuevas iniciativas para que los seminaristas y los formadores conozcan y valoren la situación, el proceso de fe y la religiosidad de los laicos de manera que la experiencia de éstos oriente y encarne la formación pastoral de los seminaristas.

TERCERA PARTE: OBJETIVOS, ETAPAS, POLÍTICAS Y PERFIL DESEADO

86 Concluimos estas orientaciones con el objetivo general, los objetivos específicos de cada etapa y el perfil que, desde el área pastoral, se desea en los futuros sacerdotes de nuestra Iglesia.

1. OBJETIVO GENERAL

87 Que el seminarista, con una fuerte experiencia de Dios e inserto en la realidad, se prepare teórica y prácticamente para enseñar, santificar y conducir al Pueblo de Dios, a imagen del Buen Pastor.

2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS Y POLÍTICAS DE CADA ETAPA

a). Curso Introductorio

88 Objetivo específico: Iniciar a los alumnos en su formación pastoral -teórica y práctica- compartiendo su experiencia de Dios y su conocimiento de la realidad, para que el seguimiento de Cristo sea más vivo y su discernimiento vocacional más auténtico.

89 Políticas

Conscientizar al alumno en que él es el principal responsable de su formación pastoral. Proporcionar los elementos adecuados para que los seminaristas tengan experiencia de

Dios. Introducir a los alumnos en el conocimiento de Cristo, de la Iglesia, del hombre y de su

realidad. Motivar al alumno a compartir su experiencia de fe en la comunidad del Seminario,

como expresión de su opción vocacional. Ayudar a los alumnos para que, a partir de su compromiso bautismal, descubran su

compromiso apostólico. Capacitar para la práctica pastoral y asesorarla estrechamente. Preferenciar en la práctica pastoral la catequesis infantil.

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b). Etapa de Filosofía

90 Objetivo Específico: Que el seminarista desarrolle su vocación apostólica a partir de una visión crítica del hombre, del mundo y de Dios para que se inserte plenamente en la comunidad eclesial en el seguimiento de Cristo.

91 Políticas

Motivar al seminarista a conocer, experimentar y amar cada vez más a Cristo y a su Iglesia.

Favorecer que el seminarista descubra, a la luz de los acontecimientos en que está inmerso, sus carismas y dones personales.

Motivar al seminarista a encontrar en las prácticas pastorales motivos para consolidar la opción vocacional.

Favorecer principios, métodos y técnicas de apostolado. Preferenciar en la práctica la pastoral de adolescentes y la pastoral juvenil.

c). Etapa Intermedia:

92 Objetivo Específico: Que el seminarista continúe su formación integral a través de experiencias familiares o laborales para que clarifique, madure, confirme o defina su radical seguimiento de Cristo Pastor.

93 Políticas

Concientizar a los responsables de la formación (Obispo, equipo formador, alumnos) de la bondad de esta Etapa.

Asesorar al alumno en la programación y evaluación adecuada. Definir concretamente los apoyos que deben ofrecer el Seminario, la familia, el

presbiterio y el lugar específico donde se desarrolla esta etapa. Favorecer la práctica desde las pastorales específicas y la amplitud de la pastoral

parroquial.

d). Etapa de Teología

94 Objetivo Específico: Que el seminarista se configure con Cristo, Buen Pastor, por la contemplación, vivencia y testimonio personal y comunitario para instaurar el Reino de Dios en el mundo mediante el ministerio de enseñar, santificar y conducir.

95 Políticas:

Favorecer la intensificación de la oración personal y comunitaria. Impulsar al seminarista para que profundice más en los estudios. Favorecer la fraternidad comunitaria. Motivar al seminarista para que esté al tanto de las realidades diocesana, nacional y

universal y descubra en ellas los signos de los tiempos. Favorecer el conocimiento del plan de pastoral de la diócesis y su incorporación en la

acción pastoral. Favorecer la comunión con el obispo y la apertura con el presbiterio. Capacitar en la metodología de la acción pastoral.

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Privilegiar la práctica de pastorales específicas: formación de agentes, pastoral bíblica, pastoral de los enfermos, pastoral universal, penitenciaria, etc. así como la pastoral de adultos en general y pastoral familiar.

e). Diaconía

96 Objetivo Específico: Que el alumno culmine su formación institucional por el servicio al hombre en el Espíritu de Cristo Siervo y esposo, en comunión con el Obispo y Presbiterio para la edificación del Reino de Dios.

97 Políticas

Favorecer que el alumno configure su vida con Cristo Siervo. Favorecer el ejercicio del ministerio de la palabra. Orientar para que el alumno desempeñe dignamente las funciones litúrgicas propias de

su oficio. Impulsar para el ejercicio del ministerio de la caridad. Complementar y/o profundizar en su formación pastoral académica. Favorecer la inserción en la Pastoral de Conjunto desde la parroquia o centro de acción

pastoral.

3. PERFIL DESEADO

98 a) Ministerio Profético

Que antes de hablar acerca del Plan Salvífico de Dios, haya escuchado, interiorizado y experimentando la salvación.

Hombre de comunicación, de diálogo y de buen trato con toda clase de personas, buscando la voluntad de Dios.

Profeta que anuncia la salvación de Dios y denuncia las injusticias en la comunidad. Ejerce el ministerio de la caridad. Capaz de anunciar la salvación a través de los medios de comunicación a su alcance. Preparado y experimentado en catequética, homilética y métodos de evangelización. Promotor de vocaciones.

99 b). Ministerio Sacerdotal

Consciente de ser otro Cristo, ofreciéndose cada día en la Eucaristía por la salvación del mundo entero.

Hombre consciente de su debilidad, necesitado de la Reconciliación. Que lleve en su corazón y en su mente las necesidades del Pueblo de Dios,

intercediendo por ellas ante el Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo. Que tenga un corazón compasivo y misericordioso, ya que él mismo es consciente de

ser pecador y ha experimentado la misericordia de Dios. Devoto de la Virgen María y asiduo en la lectura del santoral, de tal manera que los

ejemplos de los santos lo motiven a ser fiel hasta entregar su vida por Jesucristo.

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100c). Ministerio de Servicio

Acostumbrado a tomar la actitud de Jesucristo: “No he venido a ser servido, sino a servir”.

Hombre que viva y vibre con la vida de la comunidad, siempre atento a escuchar a quien lo busca con sinceridad.

Con la capacidad de trabajar en relación con el obispo, el presbiterio y los laicos, comunicando sus planes y escuchando la aportación de los demás.

Que en sus programas de trabajo pastoral sea organizado y responsable, haciendo sus evaluaciones a la luz de la fe.

Con aptitud para el ministerio de coordinación, ya que el espíritu se manifiesta con diferentes carismas, y al pastor le toca discernir la presencia del Espíritu, encauzando todo hacia la unidad.

Interesado en la promoción humana, especialmente los pobres, los enfermos y los alejados.

Hombre de Iglesia, con una mirada amplia de Evangelización; con un corazón sin fronteras dispuesto a anunciar la Buena Nueva en lugares más necesitados.

Con capacidad de diálogo con personas de otras ideas, de otros credos y ateos, buscando en ello, la presencia de las semillas del Verbo.