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L A EDUCACIÓN DE NIÑAS Y NIÑOS MIGRANTES en el Valle del Mezquital R ESUMEN A los municipios de Progreso de Obregón y Mixquiahuala, en el estado de Hidalgo, México, llegan a trabajar jornaleros agrícolas que provienen de los estados de Guerrero y Morelos. Entre los meses de marzo y abril arriban a estos municipios del Valle del Mezquital y en octubre regresan a sus pueblos de origen, en marzo del año siguiente repiten el ciclo, por lo que adoptan un patrón de migración pendular. Los jornaleros pertenecen a tres grupos étnicos principales: nahuas, mixtecos y tlapanecos y llegan a la zona a trabajar en la pizca del ejote, en terrenos de pequeños y medianos productores de los ejidos que cuentan con riego. A diferencia de otras formas de migración por razones laborales, en este caso no viajan los jornaleros en forma individual, sino que se desplazan familias completas, incluyendo ancianos y niños pequeños. La mayoría de los niños migrantes, que por su edad deberían asistir a la escuela, no lo hacen, debido a que sus familias no tienen un lugar fijo de residencia y a que son menores que trabajan junto a sus padres para com- plementar el ingreso del hogar. Ante esta situación la Secretaría de Educación Pública (SEP) del Gobierno Fede- ral ha puesto en práctica un programa especial de educación para niños y niñas migrantes (PRONIM), cuyo obje- tivo es atender las necesidades específicas de este sector de la población. En 2005 se atendieron 5 campamentos con una población de 193 alumnos en los niveles pre-escolar y primaria, bajo un esquema de organización mul- tigrado. El programa de educación primaria para niños y niñas migrantes tiene varias deficiencias que se han detecta- do en evaluaciones realizadas a pedido de la SEP. En la presente ponencia se estudia, en forma integral, la pro- blemática que enfrentan los niños migrantes desde el punto de vista pedagógico, jurídico, social, económico y cultural, a fin de identificar medidas para mejorar la educación básica que reciben estos menores en el estado de Hidalgo. 1 DR. CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ SOLERA Académico de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y de la Especialidad en Cultura de la Legalidad de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso-México)

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Page 1: ODRÍGUEZ OLERA Académico de la Universidad Autónoma del ......LA EDUCACIÓN DE NIÑAS Y NIÑOS MIGRANTES en el Valle del Mezquital RESUMEN Alos municipios de Progreso de Obregón

LA EDUCACIÓN DE NIÑAS Y NIÑOS MIGRANTES

en el Valle del Mezquital

R E S U M E N

Alos municipios de Progreso de Obregón y Mixquiahuala, en el estado de Hidalgo, México, llegan a trabajar

jornaleros agrícolas que provienen de los estados de Guerrero y Morelos. Entre los meses de marzo y abril

arriban a estos municipios del Valle del Mezquital y en octubre regresan a sus pueblos de origen, en marzo del

año siguiente repiten el ciclo, por lo que adoptan un patrón de migración pendular.

Los jornaleros pertenecen a tres grupos étnicos principales: nahuas, mixtecos y tlapanecos y llegan a la zona

a trabajar en la pizca del ejote, en terrenos de pequeños y medianos productores de los ejidos que cuentan

con riego. A diferencia de otras formas de migración por razones laborales, en este caso no viajan los jornaleros

en forma individual, sino que se desplazan familias completas, incluyendo ancianos y niños pequeños.

La mayoría de los niños migrantes, que por su edad deberían asistir a la escuela, no lo hacen, debido a que

sus familias no tienen un lugar fijo de residencia y a que son menores que trabajan junto a sus padres para com-

plementar el ingreso del hogar. Ante esta situación la Secretaría de Educación Pública (SEP) del Gobierno Fede-

ral ha puesto en práctica un programa especial de educación para niños y niñas migrantes (PRONIM), cuyo obje-

tivo es atender las necesidades específicas de este sector de la población. En 2005 se atendieron 5 campamentos

con una población de 193 alumnos en los niveles pre-escolar y primaria, bajo un esquema de organización mul-

tigrado.

El programa de educación primaria para niños y niñas migrantes tiene varias deficiencias que se han detecta-

do en evaluaciones realizadas a pedido de la SEP. En la presente ponencia se estudia, en forma integral, la pro-

blemática que enfrentan los niños migrantes desde el punto de vista pedagógico, jurídico, social, económico y

cultural, a fin de identificar medidas para mejorar la educación básica que reciben estos menores en el estado

de Hidalgo.

1

DR. CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ SOLERA

Académico de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y

de la Especialidad en Cultura de la Legalidad de la Facultad

Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso-México)

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PND 2007-20122

I N T R O D U C C I Ó N

En el México contemporáneo los empresarios agrícolas no necesitan, como los antiguos hacendados, tener a los

peones viviendo en sus tierras. Cuando requieren mano de obra, porque el ciclo agrícola así lo demanda, con-

tratan a jornaleros agrícolas en forma estacional. La demanda de fuerza de trabajo no es permanente, por lo que

hay miles de jornaleros agrícolas que deambulan por el territorio nacional, buscando las oportunidades de empleo

que no existen en sus comunidades de origen.

Los contratan a destajo. Si se los necesita se les llama, si no el empresario no tiene con ellos compromiso

alguno. Se les paga por kilo, si la cosecha es mala, si llueve o alguna calamidad natural arruina los cultivos, el pro-

ductor no pierde. No tienen vacaciones pagadas, seguro social, aguinaldo ni otras prestaciones que, de acuer-

do con la ley, deben disfrutar todos los trabajadores. Si se enferman o incapacitan no trabajan y no ganan. Si la

naturaleza o el mercado hacen innecesario su trabajo, ellos asumen las consecuencias.

Cien años después de la Revolución Mexicana los jornaleros migrantes trabajan sin protección alguna, deja-

dos a su suerte, en condiciones similares a las que vivían los antiguos peones de hacienda. Antes no había leyes

que protegieran a los trabajadores agrícolas; ahora hay leyes y se han firmado varios tratados internacionales, pero

en el caso de los jornaleros migrantes, muchas de estas normas no llegan a cumplirse.

Los jornaleros son mexicanos por nacimiento, pero en muchos aspectos están iguales o peor que los migran-

tes indocumentados que viven en el extranjero. Cuando eran niños no les tramitaron su acta de nacimiento y aho-

ra como adultos no cuentan con credencial de elector ni otro documento de identificación.

Los jornaleros que vienen a Hidalgo son originarios de Guerrero y Morelos, indígenas náhuatls, mixtecos y tla-

panecos, algunos de los cuales no hablan castellano y en su mayoría son analfabetos. Los migrantes son pobres,

muy pobres. Ganan lo indispensable para una alimentación deficiente que apenas les permite sobrevivir y con lo

que obtienen en la pizca del ejote no les alcanza para mucho más.

Pero aparte de la pobreza material que conmueve hasta al más insensible, los jornaleros agrícolas viven una

de las peores formas de exclusión social. Vinieron al mundo en un país que en gran medida les es ajeno. No

entienden su idioma; no pueden descifrar su escritura; no tienen documentos de identidad y desconocen qué

edad tienen y cuál es la fecha de su cumpleaños.

Desde que tienen uso de razón trabajan. No fueron a la escuela o asistieron en forma muy irregular. No pue-

den leer un diario y si llegan a tener un aparato de radio o de televisión no alcanzan a entender muy bien lo que

dice el noticiero, ni es algo que les interese. Menos aún pueden ser concientes de que son ciudadanos que tie-

nen deberes y derechos. Desconocen que hay leyes que los protegen y que también están obligados a respetar.

El sistema legal les es tan ajeno como muchas otras ideas e instituciones. Aunque la ignorancia de la ley no

exime a nadie de su obligación de acatarla, lo cierto es que los jornaleros desconocen que estén violando la

normatividad vigente, cuando llevan a sus hijos a cortar ejote y no los inscriben en la escuela.

Por eso si los jornaleros adultos están mal, los niños que dependen de ellos están peor. Sin que nadie les

pregunte si están de acuerdo, los integran a la pizca del ejote desde los seis o siete años o incluso antes. Muchos

nunca llegan a conocer una escuela y los que asisten a una, lo hacen después de agotadoras jornadas de trabajo.

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 3

L A M I G R A C I Ó N D E J O R N A L E R O SA G R Í C O L A S A H I D A L G O

Los estudios sobre migración identifican varios tipos de emigrantes. En el caso de la migración interna, que es el

que abordamos en este trabajo, se distingue entre los emigrantes “golondrina” que viajan de un lugar a otro del

territorio sin regresar a su lugar de origen pues, en muchos casos, no cuentan siquiera con un lugar fijo de resi-

dencia y los emigrantes circulares, de retorno, o pendulares, los cuales se desplazan por razones laborales a uno

o varios lugares dentro del territorio nacional, pero regresan siempre a su lugar de origen donde, por lo general,

tienen su domicilio permanente.

“Los jornaleros agrícolas se clasifican en migrantes y locales. Entre los primeros se encuentran los pendulares,

quienes salen periódicamente de sus lugares de origen durante lapsos de 4 a 6 meses y que, al término de la

temporada agrícola, regresan a sus comunidades, y los jornaleros migrantes golondrinos, quienes recorren diver-

sas zonas de trabajo durante todo el año, enlazando empleos en diferentes tipos de cultivo”. (PAJA, 2005: 1)

A los municipios de Mixquiahuala y Progreso de Obregón llegan a trabajar jornaleros agrícolas que provienen,

en lo fundamental, de los estados de Guerrero y Morelos. Entre los meses de marzo y abril arriban a estos muni-

cipios del Valle del Mezquital y en octubre regresan a sus pueblos de origen, en marzo del año siguiente repi-

ten el ciclo, por lo que adoptan un claro patrón de migración pendular.

Los jornaleros pertenecen a tres grupos étnicos principales: náhualts, mixtecos y tlapanecos y llegan a la zona

a trabajar en la pizca del ejote, en terrenos de pequeños y medianos productores de los ejidos que cuentan

con riego.

A diferencia de otras formas de migración

por razones laborales, en este caso no viajan los

jornaleros en forma individual, sino que se des-

plazan familias completas, incluyendo ancianos y

niños pequeños. En 2005 llegaron a la zona 767

personas que pertenecen a 138 familias.1 Éstas

se alojaron en tres campamentos y en dos alber-

gues construidos por el Gobierno del Estado de

Hidalgo. En la gráfica 1 puede apreciarse la pirá-

mide poblacional de los jornaleros que llegan a

trabajar a Hidalgo, en la que se constata que vie-

nen personas de todas las edades.

Debido al patrón migratorio adoptado por estas familias, surge un nuevo tipo de estudiante, que por lo gene-

ral no se contempla en los esquemas educativos tradicionales y no puede ser atendido por los programas regu-

lares: el estudiante migratorio. En este sentido nos parece oportuno recuperar la definición que sobre este tipo

de estudiantes emplean investigadores de la migración interna en Estados Unidos.

1 Los datos sobre los jornaleros migrantes que llegan a trabajar a Hidalgo provienen del censo sobre características socioeconómicas que aplicó un equipo deinvestigación, coordinado por el autor, en el Valle del Mezquital en junio de 2005.

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PND 2007-20124

“Un estudiante migratorio es un niño cuyo

padre o encargado es un trabajador agrícola migra-

torio o un pescador que viaja de un distrito o

un área administrativa escolar a otra durante el

periodo lectivo regular. El niño puede haber inte-

rrumpido su educación como resultado de este

traslado, el cual se hace para que el niño, su

encargado, o un miembro de su familia inmedia-

ta obtengan un empleo temporal o estacional en

actividades agrícolas o de pesca." (Lunon, 1988).

En el caso de estudio encontramos a meno-

res que viajan con sus familias para trabajar como

jornalero agrícola o para acompañar a sus padres y hermanos que laboran como tales, para ello se trasladan de

un estado a otro e interrumpen la asistencia a la escuela o en ocasiones no entran a la educación básica. Ante

este problema el Gobierno Federal ha diseñado programas especiales para atender a esta población. En el caso

de Hidalgo en cada campamento y albergue se dan servicios educativos a grupos de entre 35 y 40 estudiantes,

en 2005 se atendió a una población de 193 alumnos en los niveles pre—escolar y primaria, bajo un esquema

de organización multigrado.

Uno de los principales problemas que enfrentan las autoridades educativas es que, a pesar de que los cam-

pamentos y albergues cuentan con un aula equipada con materiales didácticos y a que se contrata al personal

necesario para atender a los menores, éstos por lo general no asisten a la escuela o lo hacen en forma muy irre-

gular, lo que dificulta el aprovechamiento escolar y la permanencia de los estudiantes migratorios en el sistema

de enseñanza, como lo muestran los pobres resultados en cuanto a eficiencia terminal y asiduidad que tienen

los estudiantes migratorios de acuerdo a las evaluaciones externas realizadas al programa (Rangel 2003 y 2004).

Desde hace un cuarto de siglo, el Gobierno de México ha tomado medidas para mejorar la educación de

los niños migrantes. No obstante, los resultados de tales esfuerzos están lejos de ser satisfactorios, como lo reco-

nocen las mismas autoridades.

“A veinte años de los primeros esfuerzos de las secretarías e institutos de educación estatales, por dar edu-

cación primaria a los hijos de los jornaleros migrantes, aún persisten los problemas relacionados con el acceso y

permanencia en el servicio educativo. La reprobación y la deserción escolar son las manifestaciones más frecuen-

tes a las que se enfrenta la población infantil migrante: 1 de cada 4 menores en el rango de edad 5-14 años,

nunca ha asistido a la escuela, y 1 de 4 la abandona para incorporarse al trabajo”. (SEP, 2003).

El problema básico que abordamos en esta investigación es por qué se dan tan pobres resultados si el Pro-

grama de Educación Básica para Niñas y Niños Migrantes (PRONIM) dota a campamentos y albergues de aulas,

maestros y material didáctico; diseña además un modelo educativo adaptado a los inmigrantes, establece un

calendario escolar que se ajusta al ciclo agrícola y a los movimientos migratorios y establece un horario de

clases que considera las necesidades de los niños jornaleros, a pesar de lo cual no se obtienen los resultados

esperados.

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 5

En síntesis, podría decirse que el estado, por medio del PRONIM, ha hecho todo lo que sería deseable que

hagan las autoridades educativas para adaptarse a las condiciones particulares de los niños migratorios. Pero, a

pesar de ello, los estudiantes no logran terminar la primaria ni contar con las competencias que trata de desarro-

llar en los alumnos la educación básica.

La hipótesis que desarrollamos en este trabajo es que el bajo nivel de logro educativo que presentan los

estudiantes migratorios en el caso estudiado, no se origina en factores relacionados con el desempeño del pro-

grama que los atiende, sino que se explica principalmente por las difíciles condiciones de educabilidad que

experimentan estos estudiantes.

Las condiciones de educabilidad de los estudiantes migratorios

Si bien el concepto de “condiciones de educabilidad” existe hace muchos años, se empleó en un inicio para

diferenciar a estudiantes “educables” de los que no lo eran; partiendo de la idea de que se trataba de una con-

dición por completo individual. Algunos tendrían la capacidad intelectual requerida para salir adelante, por lo que

valdría la pena que estudiaran, mientras que otros carecerían de estas cualidades, por lo que no serían educables.

En la actualidad el concepto se retoma con un nuevo significado, poniendo el énfasis en las condiciones

sociales.2 De acuerdo con Néstor López y Juan Carlos Tedesco el concepto de educabilidad:

“Apunta a identificar cuál es el conjunto de recursos, aptitudes o predisposiciones que hacen posible que

un niño o adolescente pueda asistir exitosamente a la escuela, al mismo tiempo que invita a analizar cuáles son

las condiciones sociales que hacen posible que todos los niños y adolescentes accedan a esos recursos” (López

y Tedesco, 2002:7).

De forma similar Manuel Bello define el concepto de la siguiente forma:

“La educabilidad, en el sentido que se adopta en este estudio, alude al grado o nivel de desarrollo en cada

individuo de características biológicas y personales que afectan su capacidad para beneficiarse en mayor o menor

medida de las oportunidades de aprendizaje que le brinda la escuela. La ausencia de un mínimo de equidad

social vulnera las condiciones de educabilidad de las poblaciones excluidas o discriminadas.” (Bello, 2003:1).

El estudio de las condiciones de educabilidad se apreció como indispensable, por los pobres resultados de

las políticas y programas de cambio educativo ejecutadas en la región en la década de 1990, que no lograron

generar las transformaciones esperadas en la calidad y en la equidad de la educación.

“Tales resultados sugieren la ineficacia de las reformas educativas, cuando alrededor de la escuela persisten

las condiciones de pobreza e inequidad y no se actúa simultáneamente para cambiarlas” (Bello, 2003:1).

El estudio de las condiciones de educabilidad implica un cambio de perspectiva en el estudio sobre la rela-

ción que el factor educativo tiene con la desigualdad social. Por lo general, los estudios sobre este tema se con-

centran en identificar el papel que juega la educación en los esfuerzos por combatir la pobreza y luchar contra

la inequidad social. Pero Tedesco le da vuelta a la ecuación, postulando una idea que parece fecunda:

“…no se trata sólo de preguntarnos cuál es la contribución de la educación a la equidad social sino, a la

inversa, ¿cuánta equidad social es necesaria para que haya una educación exitosa?” [...] Por debajo de la línea

de subsistencia, los cambios institucionales o pedagógicos tienen un impacto muy poco significativo en los resul-

tados escolares.” (Tedesco, 2003:92-93)

2 Las principales investigaciones sobre el tema las desarrolla en América Latina el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación de la UNESCO, SedeBuenos Aires, donde se desarrolla un estudio sobre “Educación, reformas y equidad en los países de los Andes y Cono Sur”, en el cual es central el concepto decondiciones de educabilidad. El proyecto incluye estudios específicos en Argentina, Chile, Colombia y Perú (Bello, 2003:1).

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PND 2007-20126

Hay entonces un conjunto de rasgos del contexto

en el que vive y estudia un alumno que tienen influencia

en las oportunidades que éste tiene de aprovechar con

éxito las oportunidades educativas que existen en una

sociedad, entendiendo por “éxito” el solo hecho de

ingresar, asistir a clases y culminar los estudios, con inde-

pendencia de que se tengan o no calificaciones sobre-

salientes. Llamaremos “condiciones sociales de educabi-

lidad” a este conjunto de particularidades del contexto

social del estudiante. Hay tres grandes grupos de condi-

ciones que se consideran relevantes: materiales, culturales

y sociales, las cuales a su vez se descomponen en indi-

cadores más específicos como se muestra en la figura 2.

Esta descomposición del concepto de “condicio-

nes de educabilidad” en variables e indicadores fue lo

que orientó el análisis de las características socioeconó-

micas de las familias de jornaleros migrantes.

Por razones de espacio no podemos analizar en esta

ponencia todas las condiciones de educabilidad que caracterizan el contexto sociocultural de los alumnos, por

lo que en el presente trabajo sólo analizaremos la forma en que las condiciones materiales afectan el desempe-

ño escolar de los niños jornaleros.

A diferencia de lo que ocurre en los países industrializados, en los que la población cuenta por lo general

con un mínimo de condiciones para estudiar y las diferentes oportunidades de éxito escolar se asocian más con

el capital cultural heredado, en América Latina hay una parte importante de la población que sufre tales niveles

de privación, que le impiden a los menores disponer del mínimo de “recursos, aptitudes o predisposiciones”

para asistir con éxito a la escuela. Este es el caso de los estudiantes migratorios que llegan a trabajar al estado de

Hidalgo, los cuales no cuentan con las condiciones materiales mínimas para aprovechar las oportunidades edu-

cativas que les pueda proporcionar el Estado. En términos

más específicos las condiciones materiales de los estudiantes

migratorios se pueden caracterizan por los elementos que se

exponen a continuación.

Bajo nivel socioeconómico de la familia

Los migrantes que llegan a trabajar al estado de Hidalgo

son campesinos sin tierra, indígenas pobres que viajan a tra-

bajar como jornaleros, debido a la falta de oportunidades de

trabajo en sus lugares de origen. En algunos casos, lo que

ganan cuando migran a Hidalgo será el único ingreso que ten-

drán en todo el año.

En otros casos, lo que perciben cuando viajan al Valle del

Mezquital lo complementan con el ingreso que obtienen como

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 7

jornaleros agrícolas en su lugar de origen o en otras partes del país, o con lo que reciben otros miembros del

hogar que laboran en diversas actividades. Las familias estudiadas constituyen unidades de producción y consu-

mo que adoptan estrategias de sobrevivencia, en las cuales los distintos miembros aportan recursos realizando

actividades que se pueden desarrollar en diversos lugares del país o del extranjero, a pesar de dicha dispersión

geográfica, todos los integrantes del hogar responden a una misma lógica.

Por ello, las personas que forman parte de la familia no pueden ser consideradas como agentes individuales

que toman decisiones racionales en función de sus propios intereses. Los actos de sus integrantes no se definen

de manera personal, el que un miembro de la familia migre al extranjero, viaje con el grupo a otro estado o per-

manezca en el lugar de origen, no depende sólo de sus preferencias o gustos particulares, sino principalmente

de las estrategias de sobrevivencia adoptadas por la familia.

Cuando llegan a los campos de Hidalgo las familias trabajan como equipo, lo que cosecha un grupo familiar

se pesa junto y es el jefe de familia el que recibe el pago total, quien puede dar una remuneración a cada miem-

bro del hogar según su criterio. Los jornaleros trabajan a destajo, reciben un ingreso que oscila entre $0,80 y

$1,00 por kilo de ejote cortado. Cada familia corta a la

semana entre 400 y 2000 kilos, dependiendo del núme-

ro de integrantes, lo que significa que las familias tienen

un ingreso mensual familiar de entre $1600 y $8000;

cuando dividimos estos ingresos entre el número de inte-

grantes de la familia se obtiene el ingreso mensual per

cápita, indicador que permite a su vez observar la posición

de las familias con respecto a distintas líneas de pobreza.

Como puede apreciarse, siete de cada 10 hogares

experimenta diversos niveles de pobreza y una tercera

parte de las familias puede considerarse que vive en con-

diciones de pobreza extrema. El bajo nivel socioeconó-

mico de las familias se expresa, además, en la existencia

de necesidades básicas insatisfechas y, en particular, en

las malas condiciones materiales de la vivienda, tanto en

sus lugares de origen como en los campamentos y albergues en los que permanecen cuando trabajan en el esta-

do de Hidalgo, lo que dificulta que los menores cuenten en sus casas con comodidades mínimas para estudiar

y hacer las tareas escolares.

La importancia del trabajo infantil

Las estrategias de sobrevivencia adoptadas por los jornaleros incluyen el trabajo infantil. Los bajos ingresos

que obtienen las familias, hace que éstas requieran del trabajo de todos los miembros, aún los niños en edad

escolar. No existe consenso sobre los motivos que impulsan a las familias a llevar a sus hijos a la pizca del ejote,

aún cuando eso significa que no asistan a la escuela o lo hagan de una forma muy irregular. En el caso estudia-

do se identificaron al menos tres tipos de factores.

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E L S I G N I F I C A D O C U L T U R A L D E L T R A B A J O

Un aspecto relevante es que los jornaleros consideran que los niños no sólo aprenden en la escuela sino tam-

bién en el trabajo. No piensan que las labores de los niños sean un tipo de explotación, sino una forma de pre-

paración para la vida. La concepción occidental predominante, parte de la idea de que los menores deben pasar

un largo proceso de educación formal y que por lo tanto su lugar está en la escuela y no en el trabajo, como

se expresa en las leyes y tratados internacionales que prohíben o limitan el trabajo infantil. Para las familias de jor-

naleros migrantes, el trabajo de los niños no se percibe como algo perjudicial para éstos o como un hecho ver-

gonzoso que se deba ocultar. Para ellos, el trabajo es parte de la forma en que el niño se va adaptando a la vida

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 9

adulta, considerando, además, las diferentes concepciones sobre nupcialidad y adultez que tienen los grupos

estudiados, con respecto a las ideas predominantes en México.

Entre los jornaleros migrantes las niñas pueden unirse en pareja a partir de los 13 años. Muchachos que se

considerarían como adolescentes inmaduros en el contexto de la sociedad mexicana contemporánea, son vis-

tos entre los jornaleros migrantes como adultos jóvenes.

La unión conyugal de personas que en otros contextos son considerados como “niños” no es, sin embargo,

una práctica generalizada. De acuerdo con los datos que se muestran, la gran mayoría de menores de 13 a 17

años sigue formando parte del hogar de sus padres y son pocos los que aparecen como jefes o cónyuges pero,

aunque los casos sean pocos, lo importante es que estas parejas de esposos—niños son vistas como algo nor-

mal por los jornaleros.

Aunque estas concepciones culturales puedan incentivar el trabajo infantil, no se consideran como un obs-

táculo insalvable, pues no se trata del factor determinante para que los niños se dediquen a trabajar y no asistan

a la escuela, como sí puede ocurrir con los otros dos factores que se exponen a continuación.

L A S D I F I C U L T A D E S P A R A

E L C U I D A D O D E L O S N I Ñ O S

Un aspecto importante es que los padres de los menores migrantes no están dispuestos a que sus hijos asistan

a la escuela, ni siquiera en el supuesto de que el gobierno les otorgara una beca que compense el aporte que

el trabajo de las niñas y niños hace al ingreso familiar.

El motivo fundamental para ello es que toda la familia se integra al trabajo de recolección del ejote y no tie-

nen quien cuide a los escolares durante el tiempo que no están asistiendo a clases. Los jornaleros inician su tra-

bajo a las 7:00 de la mañana y regresan por lo general hasta las 7:00 de la noche. En el caso estudiado los cam-

pos de cultivo se localizan, por lo general, lejos de los albergues o campamentos donde las familias duermen.

En la actualidad las clases se imparten de 4:00 de la tarde a 8:00 de la noche. Los jornaleros manifiestan que,

aún cuando recibieran una compensación para que sus hijos no trabajen, no podrían dejarlos que asistan a cla-

ses, ya que tendrían que estar solos desde las 7:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde, pues no tienen a

nadie que los cuide ni les prepare los alimentos.

Los menores de cinco años, que no tienen posibili-

dad alguna de integrarse a trabajar, son también llevados

a los campos de cultivo, pues es la única forma que tie-

ne la familia de atenderlos. Cuando se visita los sitios de

trabajo se constata que hay numerosos niños jugando,

durmiendo o descansando en los alrededores de la

huerta. Existe la idea errónea de que todos los niños tra-

bajan. Ésta se origina en que los jornaleros se van al cam-

po con sus hijos y de ahí algunas personas deducen

que todos los menores van a realizar labores agrícolas.

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PND 2007-201210

En realidad, los que no están en condiciones de trabajar, ya sea porque son niños muy pequeños, adultos mayo-

res o porque están enfermos, viajan al campo para ser cuidados, no sólo por su familia directa sino, en general,

por el grupo de jornaleros. El lugar de trabajo es donde se preparan y consumen alimentos, donde el grupo tie-

ne garantizado el transporte y donde las familias pasan todo el día, por ello es ahí el lugar idóneo para el cuida-

do de los niños.

Gráfica 4.2. Distribución de los hogares según la incorporación al trabajo de menores de 5 a 14 años. Fuen-

te: Censo socioeconómico 2005.

E L A P O R T E D E L O S N I Ñ O S A L I N G R E S O F A M I L I A R

Un aspecto crucial en esta investigación es identificar el papel económico que juega el trabajo infantil, en el con-

texto de las estrategias de sobrevivencia adoptadas por las familias. Sabemos que el ingreso familiar se constitu-

ye a partir de diversas fuentes, una de las cuales es el trabajo de los menores en edad escolar.

Es importante cuantificar el aporte que los niños hacen al ingreso de sus respectivas familias, para saber si es

viable la adopción de medidas que restrinjan el trabajo infantil para que los niños vayan a la escuela y, en ese

caso, determinar cuál sería el impacto de tales disposiciones en el presupuesto del hogar.

Entre los jornaleros que migran a Hidalgo el trabajo de los niños de 5 a 14 años contribuye, en promedio,

con un 42% del ingreso de aquellas familias en las que trabajan menores. Por ello, si se prohibiera por comple-

to el trabajo infantil para garantizar la asistencia de los niños a la escuela, tal medida implicaría una merma consi-

derable de los ya de por sí exiguos ingresos de las familias migrantes. Analizaremos a continuación, con mayor

detalle, el aporte económico de los niños jornaleros.

Un primer aspecto es que existe la idea errónea de que todas las familias recurren al trabajo infantil. En rea-

lidad hay un 35% de los hogares en los que no trabaja ningún menor de 5 a 14 años, en la mayoría de los casos

se trata de grupos familiares que no tienen niños de esa edad, pero se observa un 9% de familias en las que hay

niños de esas edades pero no se integran a trabajar.

La existencia de familias en las que no trabajan menores nos permitió estimar el ingreso promedio por ocu-

pado adulto, definido en nuestro caso como alguien que cuenta con 15 años o más. Como se aprecia en el

cuadro, en aquellas familias en las que sólo trabajan mayores de 15 años, el ingreso semanal promedio es de

$311 mientras en las que trabajan menores, el ingreso promedio por ocupado “adulto” es de $536. Suponien-

do que el trabajo de los niños no sea más que una forma de ayuda a los adultos, ésta se refleja en un incremen-

to considerable ($225) del ingreso por ocupado.

Pero el trabajo infantil no representa sólo una ayuda, dada la naturaleza de la actividad que realizan los jor-

naleros agrícolas, que consiste en la corta de ejote y, dado que la planta es de porte bajo 3, los niños pueden

ser muy productivos. Mientras los adultos deben agacharse para realizar su trabajo, los niños pueden cortar los

ejotes de la planta permaneciendo de pie. Esto ha llevado a pensar que los menores pueden ser más produc-

tivos que los adultos aunque, como lo muestran los datos del cuadro 3, eso no es así. Estimamos que la pro-

ductividad de un niño equivale al 76% de la que tendría un adulto.

3 Los ejotes son la vaina del frijol (Phaseolus vulgaris) en su etapa tierna.

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 11

Aún cuando el trabajo de los niños no produzca lo mismo que el de los adultos, su aporte a la economía

familiar es indiscutible. De acuerdo con los indicadores que se presentan en el cuadro 3, estimamos que cada

niño ocupado produce a sus familias $238 por semana, esta cantidad no es entregada al niño en forma de sala-

rio, es cobrada por el jefe de familia cuando recibe el pago por los kilos de ejote que cosechó todo el grupo

familiar. En ocasiones a los niños trabajadores sus padres les dan una pequeña cantidad de dinero, pero por lo

general el jefe de familia considera que el trabajo de los menores es compensado porque se les garantizan el

vestido y la alimentación.

El aporte del trabajo infantil equivale a un ingreso mensual de $952 por niño que trabaja. Este monto es

importante, porque sería lo que el Estado debería entregar a las familias en forma de beca, para garantizarse que

los niños se dedicaran en forma exclusiva a estudia

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E L P O C O T I E M P O E F E C T I V O Q U E E L A L U M N O

L E P U E D E D E D I C A R A L E S T U D I O

Debido a que la gran mayoría de los estudiantes migratorios traba-

jan junto con sus padres y hermanos para completar el ingreso del

hogar, el tiempo que pueden dedicarse a estudiar es poco y en

muchos casos nulo. Los que van a la escuela lo hacen de manera

muy irregular y no asisten a todas las clases que se imparten; menos

aún tienen tiempo para dedicarse a hacer tareas, a prepararse para

exámenes y, en general, a dedicar el tiempo que por lo general

un estudiante destina al trabajo escolar en su casa. Las niñas son

las que, en apariencia, tienen más acceso a la educación, en el

caso de Hidalgo el 20% de las niñas de 5 a 10 años no trabaja en

la pizca del ejote y son estudiantes de tiempo completo, mientras

que sólo el 11% de los varones del mismo grupo de edad están

en la misma situación.

Esto no se debe a que sus padres se preocupen más por la

educación de las mujeres, sino porque cuando éstas tienen her-

manos demasiado pequeños para trabajar, se deben quedar a cui-

darlos en los campamentos y albergues y aprovechan el tiempo

para estudiar. Es muy común ver en un salón de clase a varias niñas

cargando a sus hermanitos menores.

En el caso estudiado, de 245 menores con edades entre 6 y 14 años, sólo 164 (67%) asisten a la escuela;

de éstos la gran mayoría combina el estudio con el trabajo, lo que dificulta mucho su educación. De acuerdo

con los datos del cuadro 4, el trabajo infantil puede ser un factor que limita la asistencia a la escuela de estos

menores, una tercera parte de los niños del todo no

va a la escuela y se dedica sólo a trabajar. El trabajo

infantil es generalizado, pero los niños se van incor-

porando a las labores agrícolas de forma paulatina. Si

bien empiezan a laborar desde edades muy tempra-

nas, sólo una quinta parte de las niñas y niños de 4

años trabaja; luego los pequeños se van incorporan-

do a las labores agrícolas y cuando cumplen 6 años

ya la mayoría (60%) trabaja. A los 9 años de edad ya

un 90% de los niños participa en la corta del ejote

y a partir de los 11 años la totalidad de los menores

se ha incorporado al trabajo.

La incorporación temprana a las actividades agrí-

colas es el principal obstáculo para que los niños dis-

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 13

pongan del tiempo necesario para asistir a la escuela, estudiar y hacer tareas. Pero también hay niños que no asis-

ten a la escuela y tampoco se dedican a trabajar en el campo. Esto se debe a que son en su mayoría niñas y

niños de 6 años que son llevados por sus padres a los campos donde trabajan, pero no participan en la corta

del ejote.

Cómo ya se mencionó, cuando se les pregunta a los jornaleros por qué motivo llevaban a los niños al cam-

po y no a la escuela, aún cuando no vayan a trabajar, su respuesta es que no tienen a nadie que pueda cuidar

y atender a sus hijos mientras ellos están en la pizca, prefieren llevarlos al campo porque ahí pueden cuidarlos.

En síntesis, los menores en edad escolar no van a clases, ya sea porque trabajan o porque no hay quien los

cuide mientras sus padres y hermanos mayores están en el campo. Ninguna medida para mejorar la educación

de los estudiantes migratorios va a tener efecto si no se resuelve este problema.

La migración a Hidalgo forma parte de las estrategias de sobrevivencia de las familias estudiadas. Cada miem-

bro del hogar trabaja en esta o en otras actividades y, en conjunto, todos contribuyen al ingreso familiar y ope-

ran bajo una misma lógica, aún cuando estén en distintos lugares, de modo que su actividad no puede ser com-

prendida, sino se interpreta en la lógica propia de las unidades campesinas de producción y consumo y no como

conductas individuales.

Debido a lo anterior, los jornaleros estudiados forman parte de una comunidad translocal, la que, aunque se

encuentre dispersa en el territorio, comparte una identidad, mantiene prácticas culturales, participa de fiestas y

ceremonias rituales y en general vive una intensa vida colectiva, siendo aún incipiente el proceso de individuali-

zación.

Es por ello que cualquier solución que se diseñe para mejorar las condiciones de educabilidad de los estu-

diantes migratorios debe considerar esta realidad y sólo mediante la consulta constante con las familias de jorna-

leros migrantes, se podrían diseñar medidas para mejorar la educación de los niños sin alterar las estrategias de

sobrevivencia que los jornaleros han adoptado.

A S P E C T O S J U R Í D I C O S

Los niños que migran con sus familias para

emplearse como jornaleros agrícolas, reciben

una educación llena de carencias. Una edu-

cación pobre para niños pobres. De no hacer-

se algo pronto, los niños jornaleros migrantes

tendrán, cuando sean adultos, tal rezago edu-

cativo que los condenará, como a sus padres,

a deambular por el país para trabajar como

peones mal pagados y vivir en pésimas con-

diciones. La situación de los migrantes en Méxi-

co nos recuerda lo que sostiene la CEPAL

sobre todo el sistema educativo de América

Latina.

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“La educación muestra un alto grado de estratificación que reproduce, en vez de corregir, las desigualdades

en el ingreso” (CEPAL, 2002:308).

De inmediato surge el reto de identificar cuáles son las causas de este problema y qué tipo de medidas se

pueden tomar, desde el Estado, para mejorar la educación de los migrantes. Aunque se trata de un tema com-

plejo, cuyas causas son múltiples, una clave fundamental para comprenderlo es conocer las pésimas condiciones

de educabilidad que tienen los niños migrantes, las cuales anulan cualquier esfuerzo gubernamental por mejorar

la educación de estos niños.

El trabajo infantil es el principal impedimento para que los menores migrantes mejoren su nivel educativo. El

gobierno puede llevar a los campamentos los mejores maestros, el material didáctico más novedoso y modelos

educativos que se adapten a las condiciones de los niños migrantes, pero todo esto será en vano si los meno-

res no asisten a la escuela porque tienen que trabajar.

E L P R O B L E M A D E L T R A B A J O I N F A N T I L

De acuerdo con Amartya Sen, uno de los principales problemas de los pobres no es tanto la falta de disponi-

bilidades, que explicaría su miseria si vivieran en sociedades donde prevaleciera una total carencia de recursos,

sino la falta de titularidades, esto es, de derechos que les den acceso a parte de la riqueza disponible en la

sociedad. El concepto de “titularidad” se refiere a la habilidad de las personas para conseguir alimentos u otros

bienes a través de los medios legales disponibles. (Sen citado por Boltvinik y Hernández, 2000:40).

“El conjunto de titularidades posibles para una persona depende de dos parámetros: su dotación inicial y el

‘mapa de titularidades de intercambio con la naturaleza y con otras personas’ (que debe ser interpretado en el

mismo sentido amplio en que son interpretadas las titularidades, incluyendo, por ejemplo, los derechos adquiri-

dos respecto al Estado).” (Boltvinik y Hernández, 2000:40).

No se trata de que la nación mexicana sea tan pobre como para que no pueda darse el lujo de prescindir

del trabajo de una parte de sus niños, sino más bien que hay menores, en este caso los niños jornaleros migran-

tes, que carece en la práctica de los dere-

chos que gozan el resto de los infantes.

Si el problema es la falta de dere-

chos, pareciera que la solución consisti-

ría en que se legisle a su favor. Lo grave

del caso es que no procede la aproba-

ción de nuevas normas, puesto que esa

legislación ya existe.

El artículo 123 Constitucional esta-

blece en su apartado “A”, Fracción III, con

toda claridad, la prohibición de que los

menores de 14 años se incorporen a las

actividades laborales.

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 15

“Queda prohibida la utilización del trabajo de los menores de catorce años. Los mayores de esta edad y

menores de dieciséis tendrán como jornada máxima la de seis horas”. (Constitución Política de los Estados Uni-

dos Mexicanos, Artículo 123, Apartado “A, Fracción III, Fuente: http://info4.juridicas.unam.mx/ijure/fed/9/124.htm?s=).

La ley es clara, pero en la investigación realizada en los campamentos encontramos que el 85% de los niños

con edades de 6 a 14 años trabaja. Para más de 200 niños migrantes, sus derechos constitucionales se violan a

diario, cuando sus familias vienen a trabajar a Hidalgo.

La Ley Federal del Trabajo reglamenta lo dispuesto en el apartado “A” del precepto Constitucional citado, por

lo que reitera en su artículo 5º fracción I, la prohibición expresa para contratar el trabajo de los menores de 14

años, para evitar que su actividad laboral interfiera con su desarrollo físico y mental, así como con la asistencia a

la escuela.

Las leyes existen, pero no se cumplen. Nunca en la historia de los migrantes han sabido lo que es la visita de

un inspector del trabajo. Los menores de 18 no saben que deben trabajar un máximo se 6 horas al día, que tie-

nen derecho a una hora de descanso por cada 3 horas de trabajo, ni que deben de contar con un certificado

médico. Los menores de 14 no tienen la menor idea de que cuando sus padres los llevan a trabajar, están vio-

lando, no sólo leyes o reglamentos menores, sino incluso preceptos de rango constitucional.

Además de que viola la legislación nacional, el trabajo infantil lleva al incumplimiento de tratados internacio-

nales ratificados por México. El trabajo de niños de hasta 6 años contraviene lo dispuesto en la Declaración de

los Derechos del Niño, proclamada por la Organización de las Naciones Unidas en noviembre de 1959.

(http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/25_sp.htm).

La situación encontrada en los campamentos de migrantes, revela que en este caso específico se incumple

con lo dispuesto en la Convención de los Derechos del Niño, en especial en su artículo 32, en el que los esta-

dos firmantes se comprometen a proteger a los niños contra el

desempeño de cualquier trabajo que pueda entorpecer su edu-

cación y a establecer sanciones para garantizar la aplicación efec-

tiva de estas disposiciones.

(http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/k2crc_sp.htm)

¿ Q U É P O D E M O S H A C E R ?

Como puede verse, existe una amplia legislación tanto en el ámbi-

to interno como en el internacional, en la cual se establecen con

claridad el derecho de los niños a recibir educación básica y la

prohibición expresa del trabajo de menores de 14 años.

Pareciera que lo que se necesita no es promulgar nuevas leyes,

sino que se respeten las que ya existen. Los niños migrantes están

viviendo lo que O’Donnell llama la ciudadanía limitada o de baja

intensidad.

“En nuestros países casi todos somos ciudadanos en términos

de derechos políticos, pero muchos no gozan de derechos civi-

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PND 2007-201216

les básicos ni, por supuesto, sociales. Las víctimas de esa ciudadanía no sólo son pobres materialmente, también

lo son legalmente.” (O’Donnell, 2005: 26).

En el caso de los migrantes se da lo que O’Donnell califica como las “zonas marrones” esto es, que hay zonas

geográficas o sectores sociales en los que la legalidad del Estado no se aplica.

“De hecho, muchos de nuestros países tienen un régimen democrático que coexiste con una legalidad inter-

mitente y sesgada. Simplemente la legalidad del Estado no se extiende a vastas regiones de no pocos de nues-

tros países (…) aún en regiones donde el sistema legal tiene alcance, éste es aplicado no pocas veces con ses-

gos discriminatorios contra varias minorías y aún mayorías, tales como las mujeres y los pobres.” (O’Donnell,

2004:49).

De lo que se trata entonces es de ampliar la ciudadanía a estos sectores hoy excluidos. Para el pleno ejerci-

cio de los derechos ciudadanos es indispensable el acceso a la educación básica, puesto que será lo que les

permita, cuando sean adultos, tener la libertad de decidir. En su célebre ensayo “ciudadanía y clase social”, T.H.

Marshall expone el pensamiento del economista británico Alfred Marshall, con el cual coincide.

“(…) sostenía que el Estado debía imponer de alguna forma su capacidad coercitiva, por ejemplo, obligan-

do a los niños a asistir a la escuela, porque los que no han recibido educación no pueden apreciar, y por tan-

to no pueden elegir libremente, las cosas buenas que distinguen la vida de los caballeros de la vida de la clase

trabajadora. Se trata de obligados y ayudarlos a subir el primer peldaño; de ayudarlos, si ellos quieren, a subir

muchos más. Nótese que sólo se les obliga en el primer peldaño. La libre elección se produce en cuanto han

adquirido la capacidad de elegir. (Marshall, 1998:19).

En el caso de los migrantes existe la idea errónea, entre los propios padres, de que los niños no van a la

escuela porque no quieren como si se tratara de un acto opcional. Muchos coincidimos con ambos Marshall, en

que es función del Estado velar porque los niños asistan a la escuela y obligar a los padres, mediante sanciones,

si fuera preciso, para que los dejen ir. Sólo cuando se tiene acceso a un mínimo de instrucción inicial se estará

en condiciones de elegir con libertad.

Pero ¿cómo usar el poder coercitivo del Estado en este caso?. En Hidalgo la violación flagrante a toda la

legislación vigente en materia de protección a la infancia no la hacen grandes empresas que contraten mano de

obra de manera ilegal. No se trata tampoco, como se cree en forma errónea, que existan crueles “enganchado-

res” que explotan sin misericordia a mujeres y niños para multiplicar sus ganancias (Román, 2005:36). En el caso

que estudiamos son los propios padres los que incorporan a sus hijos en las actividades productivas, como par-

te de las estrategias de sobrevivencia que adoptan las familias. No se puede, en este caso, enviar a inspectores

del trabajo u obligar a los padres, por medio de acciones policíacas, a que cumplan la ley.

Desde una posición radical se diría que la ley no se discute, sólo se aplica “dura lex, sed lex”. 4 Pero en este

caso la situación es muy compleja. Por ejemplo, el cabal acatamiento de la norma constitucional que prohíbe el

trabajo de los menores de 14 años sería demasiado oneroso para las familias de migrantes, en las cuales el 40%

del ingreso familiar es aportado por estos menores. Los jornaleros migrantes violan la ley cuando llevan a sus hijos

a la corta del ejote en lugar de enviarlos a la escuela, pero no lo hacen por un afán delictivo sino por necesidad.

Se acaban las opciones. Hemos dicho que la ausencia de derechos de los niños migrantes no se resuelve

mediante la promulgación de leyes, pues éstas ya existen. Hemos dicho también que no se puede obligar a los

4 La ley es dura, pero es la ley.

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 17

jornaleros a que cumplan con las leyes, puesto que éstas se incumplen por necesidad y no por capricho, por

lo que el acatamiento de la norma podría significar una fuerte merma de los ingresos, que pondría en peligro la

sobrevivencia de las familias. ¿Qué procede entonces?

En la actualidad existen buenas condiciones institucionales para promover la integración de los migrantes a la

escuela. En la “ley para la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes”, vigente desde 2000, se

crean restricciones para la discriminación en materia de oportunidades educativas y se faculta al gobierno a esta-

blecer los mecanismos que sean necesarios, para contrarrestar las causas culturales o socioeconómicas que pro-

picien dicha discriminación (http://info4.juridicas.unam.mx/ijure/fed/200/33.htm?s=).

R E F L E X I Ó N F I N A L

En un contexto donde la educación básica se ha extendido a casi todos los rincones del país, los niños migran-

tes constituyen una dolorosa excepción, por lo que conforman un sector vulnerable que no se ha beneficiado

de la expansión de la oferta educativa.

Este problema tiene dos formas de manifestarse, aunque el resultado, a final de cuentas, es el mismo. Por una

parte la mayoría de los niños migrantes no tiene acceso a los servicios educativos, debido a su misma condición

de menores que cambian en forma constante de domicilio, cuando acompañan a sus familias a trabajar a distin-

tos estados. Aunque se han ejecutado programas educativos para atender las necesidades específicas de esta

población, los expertos coinciden en que, como máximo, se atiende a un 10% de los niños migrantes de México.5

Por otra parte, existen lugares donde sí hay escuelas para atender a los niños migrantes, pero aún así algunos

de éstos no asisten. Esto es lo que ocurre en los campamentos y albergues que se estudiaron en el estado de

Hidalgo, en los cuales, a pesar de que todos cuentan con su respectiva escuela, sólo el 67% de los niños migran-

tes de 6 a 14 años estudian.

Sea porque no cuentan con escuelas, o porque aún contando con ellas no las aprovechan, lo cierto es que

la educación a menores jornaleros migrantes en México enfrenta un serio problema de cobertura.

Los migrantes que sí reciben educación básica no asisten a la escuela o lo hacen de forma muy irregular. En

los campamentos y albergues estudiados en Hidalgo los estudiantes van a clases cuando se suspenden labores

en el campo debido a la lluvia, cuando no hay trabajo o cuando las familias regresan temprano, debido a que

el campo era pequeño o la cosecha escasa. Aunque las escuelas operan en un horario de cuatro de la tarde a

ocho de la noche, los niños regresan al campamento o albergue después de las seis de la tarde. Llegan ham-

brientos y exhaustos y al día siguiente deben levantarse a las cinco de la mañana para reanudar labores. Por eso

los salones suelen lucir semivacíos. Asisten muy pocos, en su mayoría niñas que las dejan cuidando a sus herma-

nitos menores.

La escuela no es vista como una obligación, sino como una forma de emplear el escaso tiempo libre. Aun-

que a los niños migrantes los inscriban en la escuela y asistan a clases cuando pueden, la prioridad en su vida es

otra. Lo primero es el trabajo. La escuela queda para los momentos de ocio, si es que los hay. 5 Aunque no existen datos precisos sobre el número total de niños migrantes, los expositores del Foro Internacional Dignidad sin Pérdida, Estrategias Educativas ySociales para la Niñez Jornalera Migrante, celebrado en la Ciudad de México el 8 y 9 de marzo de 2006, coincidieron en que la cobertura de los programas deeducación a niñas y niños migrantes puede estimarse entre un 7% y un 10% de la población total de migrantes en edad de estudiar.

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PND 2007-201218

Esto, por supuesto, no proviene de una elección libre de los niños; en entrevistas y dibujos los menores mani-

fiestan que prefieren estudiar y jugar que ir al campo, pero son niñas y niños indefensos y ese ha sido su desti-

no, el cual aceptan de manera dócil.

Las difíciles condiciones en que estudian los pocos migrantes que tienen acceso a la escuela, impiden que

permanezcan en la educación básica el tiempo suficiente para concluir sus estudios. Si en otros contextos la des-

erción escolar es la excepción, entre los migrantes es la regla. La forma errática en que estudian les dificulta el

aprendizaje. Una trayectoria típica de los que logran tener acceso a la educación sería la siguiente: Como muchos

niños, al tener siete años un migrante entra a primer grado. Durante el ciclo escolar asiste a muy pocas clases.

Cuando viaja a otro sitio o cuando el año siguiente regresa a la misma escuela de migrantes, lo valoran para deter-

minar en qué grado debe estar. Como no domina habilidades, conocimientos y destrezas básicas, lo inscriben

de nuevo en primero. Otra vez asiste de forma irregular y de nuevo no aprende, por lo que el año siguiente es

ubicado de nuevo en primer grado y así de manera sucesiva, hasta que al muchacho le da vergüenza estar en

el mismo salón que los niños pequeños y se retira de la escuela. Una situación similar a la descrita han vivido casi

todos los niños migrantes. Por lo menos en las escuelas estudiadas no se ha presentado aún el caso de un niño

que logre terminar el sexto grado.

En su azaroso paso por la escuela, los niños migrantes no logran desarrollar las habilidades básicas de lecto-

escritura, el dominio de operaciones aritméticas ni de temas básicos de historia, geografía o ciencias naturales, ni

siquiera al nivel que lo hacen los estudiantes de escuelas multigrado. Por ello, aunque asistan en forma intermi-

tente a las escuelas para migrantes, al cabo de unos años se convierten en analfabetas funcionales, lo que les

dificulta cambiar de ocupación y es así como, al igual que sus progenitores, continuarán siendo jornaleros migran-

tes, por lo que sigue la reproducción del conocido círculo vicioso de la pobreza.

En síntesis, desde nuestra perspectiva, la educación a migrantes en México presenta cuatro grandes dificulta-

des: Un problema de cobertura, puesto que la mayoría de los menores migrantes no tienen acceso a servicios

educativos y, cuando los tienen, algunos no los utilizan. Un problema de asistencia y asiduidad, porque los que

logran inscribirse en las escuelas para migrantes no asisten de manera regular. Un problema de eficiencia terminal,

puesto que la deserción escolar impide que los menores concluyan su educación básica y, por último, un pro-

blema de aprovechamiento, porque el paso por la escuela no le permite a los menores migrantes el dominio de

los conocimientos y habilidades que se propone desarrollar la educación básica.

Las normas jurídicas no pueden ni deben hacer excepción alguna para exentar de su cumplimiento a ciertos

sectores de la población. Por ejemplo, la norma constitucional que regula el trabajo infantil no puede reformarse

para que diga que se prohíbe el trabajo de los menores de 14 años, excepto cuando su trabajo sea indispen-

sable para el mantenimiento de la familia. No es viable entonces plantear que las leyes existentes se adapten a la

realidad socioeconómica, lo que hay que hacer es que la ley se cumpla. No obstante, hemos dicho también que

no es posible usar medidas coercitivas para obligar a los jornaleros migrantes a cumplir las leyes, puesto que no

cuentan con las condiciones mínimas para hacerlo. Por tanto, la única opción viable parece ser que el Estado ins-

trumente medidas para ayudar a los migrantes a contar con las condiciones socioeconómicas indispensables, para

que les pueda ser demandado el respeto de las normas, lo cual, a nuestro juicio, se lograría mediante una bue-

na coordinación de la política educativa con la política social.

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PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 19

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