objeto de la lingüística

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Grandes Obras del Pensamiento Ferdinand de Saussure Curso de lingüística general TOMO I Publicado por CHARLES BALLY Y ALBERT SÉCHÉHAYE con la colaboración de ALBERT RIEDLINGER Traducción, prólogo y notas de AMADO ALONSO EDITORIAL LOSADA BUENOS AIRES

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  • Grandes Obras del Pensamiento

    Ferdinand de Saussure

    Curso de lingstica general

    TOMO I

    Publicado por CHARLES BALLY Y ALBERT SCHHAYE

    con la colaboracin de ALBERT RIEDLINGER

    Traduccin, prlogo y notas de AMADO ALONSO

    E D I T O R I A L L O S A D A BUENOS AIRES

  • Saussu re , F e r d i n a n d d e C u r s o d e l ing s t i ca g e n e r a l : t o m o I. - V cii. B u e n o s Ai res : L o s a d a , 2007; 2 0 8 p . ; 2 0 x 13 c m . - ( G r a n d e s ( )h i . i s del P e n s a m i e n t o ; 6)

    T r a d u c c i n d e A m a d o A l o n s o I S B N 978-950-03-9531-1

    1. L ing s t i ca . I. A l o n s o , A m a d o , t r a d . I I . T t u l o C D D 4 1 0

    . . . J

    T t u l o del o r ig ina l f rancs : Cours de lingiiistique genrale

    I a e d i c i n en G r a n d e s O b r a s de l P e n s a m i e n t o : s e p t i e m b r e d e 2 0 0 7

    ((') Ed i to r i a l L o s a d a , S. A . M o r e n o 3 3 6 2 , B u e n o s Ai res , 1945

    D i s t r i b u c i n : Capital Federal: Vaccaro S n c h e z , M o r e n o 794 - 9 o p i so (1091) B u e n o s Aires , A r g e n t i n a . Interior: D i s t r i b u i d o r a Be r t r n , Av. V l e z Sarsfield 1950 (1285) B u e n o s Ai res , A r g e n t i n a .

    C o m p o s i c i n : Taller del Sur

    I S B N 978-950-03-9531-1 L ib ro d e e d i c i n a r g e n t i n a Q u e d a h e c h o el d e p s i t o q u e m a r c a la ley 11.723 I m p r e s o e n la A r g e n t i n a Printed in Argentina

  • CAPTULO I I I

    Objeto de la lingstica

    1. La lengua; su definicin

    Cul es el objeto a la vez integral y concreto de la lingistica? La cuestin es particularmente difcil; ya vere-mos luego por qu; limitmonos ahora a hacer compren-der esa dificultad.

    Otras ciencias operan con objetos dados de antema-no y que se pueden considerar en seguida desde diferen-tes puntos de vista. No es as en la lingstica. Alguien pronuncia la palabra espaola desnudo: un observador su-perficial se sentir tentado de ver en ella un objeto lin-gstico concreto; pero un examen ms atento har ver en ella sucesivamente tres o cuatro cosas perfectamente dife-rentes, segn la manera de considerarla: como sonido, co-mo expresin de una idea, como correspondencia del la-tn (dis)ndum, etc. Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se dira que es el punto de vista el que crea el obje-to, y, adems, nada nos dice de antemano que una de esas maneras de considerar el hecho en cuestin sea anterior o superior a las otras.

    [ 5 5 ]

  • Por otro lado, sea cual sea el punto de vista adopta-do, el fenmeno lingstico presenta perpetuamente dos caras que se corresponden, sin que la una valga ms que gracias a la otra. Por ejemplo:

    I o Las slabas que se articulan son impresiones acs-ticas percibidas por el odo, pero los sonidos no existiran sin los rganos vocales; as una n no existe ms que por la correspondencia de estos dos aspectos. No se puede, pues, reducir la lengua al sonido, ni separar el sonido de la articulacin bucal; a la recproca, no se pueden definir los movimientos de los rganos vocales si se hace abstrac-cin de la impresin acstica (vase pg. 86 y sigs.).

    2 Pero admitamos que el sonido sea una cosa sim-ple: es el sonido el que hace al lenguaje? No; no es ms que el instrumento del pensamiento y no existe por s mismo. Aqu surge una nueva y formidable correspon-dencia: el sonido, unidad compleja acstico-vocal, forma a su vez con la idea una unidad compleja, fisiolgica y mental. Es ms:

    3 El lenguaje tiene un lado individual y un lado so-cial, y no se puede concebir el uno sin el otro. Por ltimo:

    4 o En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una evolucin; en cada momento es una institucin actual y un producto del pasado. Parece a primera vista muy sencillo distinguir entre el sistema y su historia, entre lo que es y lo que ha sido; en realidad, la relacin que une esas dos cosas es tan estrecha que es di-fcil separarlas. Sera la cuestin ms sencilla si se consi-derara el fenmeno lingstico en sus orgenes, si, por ejemplo, se comenzara por estudiar el lenguaje de los ni-os? No, pues es una idea enteramente falsa esa de creer que en materia de lenguaje el problema de los orgenes di-fiere del de las condiciones permanentes. No hay manera de salir del crculo.

    [ 5 6 j

    As, pues, de cualquier lado que se mire la cuestin, en ninguna parte se nos ofrece entero el objeto de la lin-gstica. Por todas partes topamos con este dilema: o bien nos aplicamos a un solo lado de cada problema, con el consiguiente riesgo de no percibir las cualidades arriba sealadas, o bien, si estudiamos el lenguaje por muchos lados a la vez, el objeto de la lingstica se nos aparece como un montn confuso de cosas heterog-neas y sin trabazn. Cuando se procede as es cuando se abre la puerta a muchas ciencias psicologa, antropolo-ga, gramtica normativa, filologa, e tc . - , que nosotros separamos distintamente de la lingstica, pero que, a fa-vor de un mtodo incorrecto, podran reclamar el len-guaje como uno de sus objetos.

    A nuestro parecer, no hay ms que una solucin pa-ra todas estas dificultades: hay que colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje. En efecto, entre tantas cualidades, la lengua parece ser lo nico suscepti-ble de definicin autnoma y es la que da un punto de apoyo satisfactorio para el espritu.

    Pero qu es la lengua? Para nosotros, la lengua no se confunde con el lenguaje: la lengua no es ms que una determinada parte del lenguaje, aunque esencial. Es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facul-tad en los individuos. Tomado en su conjunto, el len-guaje es multiforme y heterclito; a caballo en diferen-tes dominios, a la vez fsico, fisiolgico y psquico, per-tenece adems al dominio individual y al dominio so-cial; no se deja clasificar en ninguna de las categoras de los hechos humanos , porque no se sabe cmo desem-brollar su unidad.

    [ 5 7 ]

  • La lengua, por el contrario, es una totalidad en s y un principio de clasificacin. En cuanto le damos el pri-mer lugar entre los hechos de lenguaje, introducimos un orden natural en un conjunto que no se presta a ninguna otra clasificacin.

    A este principio de clasificacin se podra objetar que el ejercicio del lenguaje se apoya en una facultad que nos da la naturaleza, mientras que la lengua es cosa adqui-rida y convencional que debera quedar subordinada al instinto natural en lugar de anteponrsele.

    He aqu lo que se puede responder. En primer lugar, no est probado que la funcin del lenguaje, tal como se manifiesta cuando hablamos, sea enteramente natural, es decir, que nuestro aparato vocal est hecho para hablar como nuestras piernas para andar. Los lingistas estn le-jos de ponerse de acuerdo sobre esto. As, para Whitney, que equipara la lengua a una institucin social con el mis-mo ttulo que todas las otras, el que nos sirvamos del apa-rato vocal como instrumento de la lengua es cosa del azar, por simples razones de comodidad: lo mismo habran po-dido los hombres elegir el gesto y emplear imgenes vi-suales en lugar de las imgenes acsticas. Sin duda, esta tesis es demasiado absoluta; la lengua no es una institu-cin social semejante punto por punto a las otras (vase pg. 152 y sigs., y 156); adems, Whitney va demasiado lejos cuando dice que nuestra eleccin ha cado por azar en los rganos de la voz; de cierta manera, ya nos estaban impuestos por la naturaleza. Pero, en el punto esencial, el lingista americano parece tener razn: la lengua es una convencin y la naturaleza del signo en que se conviene es indiferente. La cuestin del aparato vocal es, pues, se-cundaria en el problema del lenguaje.

    Cierta definicin de lo que se llama lenguaje articu-lado podra confirmar esta idea. En latn articulus signifi-

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    ca "miembro, parte, subdivisin en una serie de cosas"; en el lenguaje, la articulacin puede designar o bien la subdivisin de la cadena hablada en slabas, o bien la sub-divisin de la cadena de significaciones en unidades sig-nificativas; este sentido es el que los alemanes dan a su gegliederte Sprache. Atenindonos a esta segunda defini-cin, se podra decir que no es el lenguaje hablado el na-tural al hombre, sino la facultad de constituir una len-gua, es decir, un sistema de signos distintos que corres-ponden a ideas distintas.

    Broca ha descubierto que la facultad de hablar est localizada en la tercera circunvolucin frontal izquierda: tambin sobre esto se han apoyado algunos para atribuir carcter natural al lenguaje. Pero esa localizacin se ha comprobado para todo lo que se refiere al lenguaje, inclu-so la escritura, y esas comprobaciones, aadidas a las ob-servaciones hechas sobre las diversas formas de la afasia por lesin de tales centros de localizacin, parecen indi-car: I o que las diversas perturbaciones del lenguaje oral es-tn enredadas de mil maneras con las del lenguaje escrito; 2 o que en todos los casos de afasia o de agrafa lo lesiona-do es menos la facultad de proferir tales o cuales sonidos o de trazar tales o cuales signos, que la de evocar por un instrumento, cualquiera que sea, los signos de un lengua-je regular. Todo nos lleva a creer que por debajo del fun-cionamiento de los diversos rganos existe una facultad ms general, la que gobierna los signos: sta sera la facul-tad lingstica por excelencia. Y por aqu llegamos a la misma conclusin arriba indicada.

    Para atribuir a la lengua el primer lugar en el estudio del lenguaje, se puede finalmente hacer valer el argumen-to de que la facultad natural o no de articular palabras no se ejerce ms que con la ayuda del instrumento crea-do y suministrado por la colectividad; no es, pues, qui-

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  • mrico decir que es la lengua la que hace la unidad del lenguaje.

    2. Lugar de la lengua en los hechos de lenguaje

    Para hallar en el conjunto del lenguaje la esfera que corresponde a la lengua, hay que situarse ante el acto individual que permite reconstruir el circuito de la palabra. Este acto supone por lo menos dos individuos: es el mnimum exigible para que el circuito sea completo. Sean, pues, dos personas, A y B, en conversacin:

    El punto de partida del circuito est en el cerebro de uno de ellos, por ejemplo, en el de A, donde los hechos de conciencia, que llamaremos conceptos, se hallan asociados con las representaciones de los signos lingsticos o imgenes acsticas que sirven a su expresin. Supongamos que un concepto dado desencadena en el cerebro una imagen acstica correspondiente: ste es un fenmeno enteramente psquico, seguido a su vez de un proceso

    fisiolgico: el cerebro transmite a los rganos de la fonacin un impulso correlativo a la imagen; luego las ondas sonoras se propagan de la boca de A al odo de B: proce-

    [ 6 0 ]

    so puramente fsico. A continuacin el circuito sigue en B un orden inverso: del odo al cerebro, transmisin fisiolgica de la imagen acstica; en el cerebro, asociacin psquica de esta imagen con el concepto correspondiente. Si B habla a su vez, este nuevo acto seguir de su cerebro al de A exactamente la misma marcha que el primero y pasar por las mismas fases sucesivas que representamos con el siguiente esquema:

    Este anlisis no pretende ser completo. Se podra distinguir todava: la sensacin acstica pura, la identificacin de esa sensacin con la imagen acstica latente, la imagen muscular de la fonacin, etc. Nosotros slo hemos tenido en cuenta los elementos juzgados esenciales; pero nuestra figura permite distinguir en seguida las partes fsicas (ondas sonoras) de las fisiolgicas (fonacin y audicin) y de las psquicas (imgenes verbales y conceptos). Pues es de capital importancia advertir que la imagen verbal no se confunde con el sonido mismo, y que es tan legtimamente psquica como el concepto que le est asociado.

    El circuito, tal como lo hemos representado, se puede dividir todava:

    [ 6 1 ]

  • a) en una parte externa (vibracin de los sonidos que van de la boca al odo) y una parte interna, que compren-de todo el resto;

    b) en una parte psquica y una parte no psquica, in-cluyndose en la segunda tanto los hechos fisiolgicos de que son asiento los rganos, como los hechos fsicos ex-teriores al individuo;

    c) en una parte activa y una parte pasiva: es activo to-do lo que va del centro de asociacin de uno de los suje-tos al odo del otro sujeto, y pasivo todo lo que va del o-do del segundo a su centro de asociacin;

    Por ltimo, en la parte psquica localizada en el cere-bro se puede llamar ejecutivo todo lo que es activo (c - i) y receptivo todo lo que es pasivo (/' -> c).

    Es necesario aadir una facultad de asociacin y de coordinacin, que se manifiesta en todos los casos en que no se trate nuevamente de signos aislados; esta facul-tad es la que desempea el primer papel en la organiza-cin de la lengua como sistema (vase pg. 227 y sigs.).

    Pero, para comprender bien este papel, hay que salir-se del acto individual, que no es ms que el embrin del lenguaje, y encararse con el hecho social.

    Entre todos los individuos as ligados por el lenguaje, se establecer una especie de promedio: todos reproduci-rn - n o exactamente, sin duda, pero s aproximadamente-los mismos signos unidos a los mismos conceptos.

    Cul es el origen de esta cristalizacin social? Cul de las dos partes del circuito puede ser la causa? Pues lo ms probable es que no todas participen igualmente.

    La parte fsica puede descartarse desde un principio. Cuando omos hablar una lengua desconocida, percibi-mos bien los sonidos, pero, por nuestra incomprensin, quedamos fuera del hecho social.

    La parte psquica tampoco entra en juego en su tota-

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    lidad: el lado ejecutivo queda fuera, porque la ejecucin jams est a cargo de la masa, siempre es individual, y siempre el individuo es su arbitro; nosotros lo llamare-mos el habla {parol).

    Lo que hace que se formen en los sujetos hablan-tes acuaciones que llegan a ser sensiblemente idnticas en todos es el funcionamiento de las facultades recepti-va y coordinativa. Cmo hay que representarse este producto social para que la lengua aparezca perfecta-mente separada del resto? Si pudiramos abarcar la su-ma de las imgenes verbales almacenadas en todos los individuos, entonces toparamos con el lazo social que constituye la lengua. Es un tesoro depositado por la prctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad, un sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o, ms exactamente, en los cerebros de un conjunto de individuos, pues la lengua no est completa en ninguno, no existe perfectamente ms que en la masa.

    Al separar la lengua del habla {langue etparole), se se-para a la vez: I o lo que es social de lo que es individual; 2 lo que es esencial de lo que es accesorio y ms o me-nos accidental.

    La lengua no es una funcin del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente; nunca supone premeditacin, y la reflexin no interviene en ella ms que para la actividad de clasificar, de que hablamos en la pg. 227 y sigs.

    El habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia, en el cual conviene distinguir: I o las combinaciones por las que el sujeto hablante utili-za el cdigo de la lengua con miras a expresar su pensa-miento personal; 2 el mecanismo psicofsico que le per-mita exteriorizar esas combinaciones.

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  • Hemos de subrayar que lo que definimos son cosas y no palabras; las distinciones establecidas nada tienen que temer de ciertos trminos ambiguos que no se recu-bren del todo de lengua a lengua. As en alemn Sprache quiere decir lengua y lenguaje; Rede corresponde bastante bien a habla (fr. parole), pero aadiendo el sentido especial de 'discurso'. En latn, sermo significa ms bien lenguaje y habla, mientras que lingua designa la lengua, y as sucesi-vamente.

    Ninguna palabra corresponde exactamente a cada una de las nociones precisadas arriba; por eso toda defini-cin hecha a base de una palabra es vana; es mal mtodo el partir de las palabras para definir las cosas.

    Recapitulemos los caracteres de la lengua: I o Es un objeto bien definido en el conjunto heter-

    clito de los hechos de lenguaje. Se la puede localizar en la porcin determinada del circuito donde una imagen acs-tica viene a asociarse con un concepto. La lengua es la parte social del lenguaje, exterior al individuo, que por s solo no puede ni crearla ni modificarla; no existe ms que en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de la comunidad. Por otra parte, el individuo tiene necesidad de un aprendizaje para conocer su funcio-namiento; el nio se la va asimilando poco a poco. Has-ta tal punto es la lengua una cosa distinta, que un hom-bre privado del uso del habla conserva la lengua con tal que comprenda los signos vocales que oye.

    2 o La lengua, distinta del habla, es un objeto que se puede estudiar separadamente. Ya no hablamos las len-guas muertas, pero podemos muy bien asimilar su orga-nismo lingstico. La ciencia de la lengua no slo puede prescindir de otros elementos del lenguaje, sino que slo es posible a condicin de que esos otros elementos no se inmiscuyan.

    [ 6 4 ]

    3 o Mientras que el lenguaje es heterogneo, la len-gua as delimitada es de naturaleza homognea: es un sis-tema de signos en el que slo es esencial la unin del sen-tido y de la imagen acstica, y donde las dos partes del signo son igualmente psquicas.

    4 o La lengua, no menos que el habla, es un objeto de naturaleza concreta, y esto es gran ventaja para su es-tudio. Los signos lingsticos no por ser esencialmente psquicos son abstracciones; las asociaciones ratificadas por el consenso colectivo, y cuyo conjunto constituye la lengua, son realidades que tienen su asiento en el cere-bro. Adems, los signos de la lengua son, por decirlo as, tangibles; la escritura puede fijarlos en imgenes conven-cionales, mientras que sera imposible fotografiar en to-dos sus detalles los actos del habla; la fonacin de una palabra, por pequea que sea, representa una infinidad de movimientos musculares extremadamente difciles de conocer y de imaginar. En la lengua, por el contrario, no hay ms que la imagen acstica, y sta se puede traducir en una imagen visual constante. Pues si se hace abstrac-cin de esta multitud de movimientos necesarios para realizarla en el habla, cada imagen acstica no es, como luego veremos, ms que la suma de un nmero limitado de elementos o fonemas, susceptibles a su vez de ser evo-cados en la escritura por un nmero correspondiente de signos. Esta posibilidad de fijar las cosas relativas a la len-gua es la que hace que un diccionario y una gramtica puedan ser su representacin fiel, pues la lengua es el de-psito de las imgenes acsticas y la escritura la forma tangible de esas imgenes.

    [65 ]

  • 3. Lugar de la lengua en los hechos humanos. La semiologa

    Estos caracteres nos hacen descubrir otro ms impor-tante. La lengua, deslindada as del conjunto de los he-chos de lenguaje, es clasificable entre los hechos huma-nos, mientras que el lenguaje no lo es.

    Acabamos de ver que la lengua es una institucin so-cial, pero se diferencia por muchos rasgos de las otras ins-tituciones polticas, jurdicas, etc. Para comprender su na-turaleza peculiar hay que hacer intervenir un nuevo orden de hechos.

    La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso comparable a la escritura, al alfabeto de los sor-domudos, a los ritos simblicos, a las formas de cortesa, a las seales militares, etctera. Slo que es el ms impor-tante de todos esos sistemas.

    Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vi-da de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia sera parte de la psicologa social, y por consiguiente de la psi-cologa general. Nosotros la llamaremos semiologa1 (del griego semeion 'signo'). Ella nos ensear en qu consisten los signos y cules son las leyes que los gobiernan. Puesto que todava no existe, no se puede decir qu es lo que ella ser; pero tiene derecho a la existencia, y su lugar est de-terminado de antemano. La lingstica no es ms que una parte de esta ciencia general. Las leyes que la semiologa descubra sern aplicables a la lingstica, y as es como la lingstica se encontrar ligada a un dominio bien defini-do en el conjunto de los hechos humanos.

    2 N o confundir la semiologa con la semntica, que estudia los cambios de

    significacin, y de la que Ferdinand de Saussure no hizo una exposicin me-tdica, aunque nos dej formulado su principio t midamente en la pg. 2 0 1 y sig. (B. y S.)

    [ 6 6 ]

    Al psiclogo toca determinar el puesto exacto de la semiologa;3 tarea del lingista es definir qu es lo que ha-ce de la lengua un sistema especial en el conjunto de los hechos semiolgicos. Ms adelante volveremos sobre la cuestin; aqu slo nos fijamos en esto: si por vez prime-ra hemos podido asignar a la lingstica un puesto entre las ciencias es por haberla incluido en la semiologa.

    Por qu la semiologa no es reconocida como cien-cia autnoma, ya que tiene como las dems su objeto pro-pio? Es porque giramos dentro de un crculo vicioso: de un lado, nada ms adecuado que la lengua para hacer comprender la naturaleza del problema semiolgico; pe-ro, para plantearlo convenientemente, se tendra que es-tudiar la lengua en s misma; y el caso es que, hasta aho-ra, casi siempre se la ha encarado en funcin de otra co-sa, desde otros puntos de vista.

    Tenemos, en primer lugar, la concepcin superficial del gran pblico, que no ve en la lengua ms que una no-menclatura (vase pg. 141), lo cual suprime toda investi-gacin sobre su naturaleza verdadera. Luego viene el pun-to de vista del psiclogo, que estudia el mecanismo del signo en el individuo. Es el mtodo ms fcil, pero no lle-va ms all de la ejecucin individual, sin alcanzar al sig-no, que es social por naturaleza.

    O, por ltimo, cuando algunos se dan cuenta de que el signo debe estudiarse socialmente, no retienen ms que los rasgos de la lengua que la ligan a otras instituciones, aquellos que dependen ms o menos de nuestra volun-tad; y as es como se pasa tangencialmente a la meta, des-deando los caracteres que no pertenecen ms que a los sistemas semiolgicos en general y a la lengua en particu-lar. Pues el signo es ajeno siempre en cierta medida a la

    3 Cfr. A. NAVIU.K, Clasfication des setenas, 2 A edicin, pg. 1 0 4 .

    [ 6 7 ]

  • voluntad individual o social, y en eso est su carcter esencial, aunque sea el que menos evidente se haga a primera vista.

    As, ese carcter no aparece claramente ms que en la lengua, pero tambin se manifiesta en las cosas menos estudiadas, y de rechazo se suele pasar por alto la necesidad o la utilidad particular de una ciencia semiolgica. Para nosotros, por el contrario, el problema lingstico es pri-mordialmente semiolgico, y en este hecho importante cobran significacin nuestros razonamientos. Si se quiere descubrir la verdadera naturaleza de la lengua, hay que empezar por considerarla en lo que tiene de comn con todos los otros sistemas del mismo orden; factores lingsticos que a primera vista aparecen como muy importantes (por ejemplo, el juego del aparato fonador) no se deben considerar ms que de segundo orden si no sirven ms que para distinguir a la lengua de los otros sistemas. Con eso no solamente se esclarecer el problema lingstico, sino que, al considerar los ritos, las costumbres, etc., como signos, estos hechos aparecern a otra luz, y se sentir la necesidad de agruparlos en la semiologa y de explicarlos por las leyes de esta ciencia.

    [68 j

    CAPTULO I V

    Lingstica de la lengua y lingstica del habla

    Al dar a la ciencia de la lengua su verdadero lugar en el conjunto del estudio del lenguaje, hemos situado al mismo tiempo la lingstica entera. Todos los dems elementos del lenguaje, que son los que constituyen el habla, vienen por s mismos a subordinarse a esta ciencia primera, y gracias a tal subordinacin todas las partes de la lingstica encuentran su lugar natural.

    Consideremos, por ejemplo, la produccin de los sonidos necesarios en el habla: los rganos de la voz son tan exteriores a la lengua como los aparatos elctricos que sirven para transmitir el alfabeto Morse son ajenos a ese alfabeto; y la fonacin, es decir, la ejecucin de las imgenes acsticas, no afecta en nada al sistema mismo. En esto puede la lengua compararse con una sinfona cuya realidad es independiente de la manera en que se ejecute; las faltas que puedan cometer los msicos no comprometen lo ms mnimo esa realidad.

    A tal separacin de la fonacin y de la lengua se nos podr oponer las transformaciones fonticas, las alteracio-

    [ 6 9 ]

  • nes de sonidos que se producen en el habla y que ejercen tan profunda influencia en los destinos de la lengua mis-ma. Tendremos verdaderamente el derecho de pretender que una lengua en tales circunstancias existe indepen-dientemente de esos fenmenos? S, porque no alcanzan ms que a la sustancia material de las palabras. Si afectan a la lengua como sistema de signos, no es ms que indi-rectamente, por el cambio resultante de interpretacin; pero este fenmeno nada tiene de fontico (vase pg. 168 y sigs.). Puede ser interesante buscar las causas de esos cambios, y el estudio de los sonidos nos ayudar en ello; pero tal cuestin no es esencial: para la ciencia de la len-gua, bastar siempre con consignar las transformaciones de sonidos y calcular sus efectos.

    Y esto que decimos de la fonacin valdr lo mismo para todas las otras partes del habla. La actividad del suje-to hablante debe estudiarse en un conjunto de disciplinas que no tienen cabida en la lingstica ms que por su re-lacin con la lengua.

    El estudio del lenguaje comporta, pues, dos partes: la una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo; este estudio es nicamente psquico; la otra, secundaria, tiene por obje-to la parte individual del lenguaje, es decir, el habla, in-cluida la fonacin, y es psicofsica.

    Sin duda, ambos objetos estn estrechamente ligados y se suponen recprocamente: la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero el habla es necesaria para que la lengua se establez-ca; histricamente, el hecho de habla precede siempre. Cmo se le ocurrira a nadie asociar una idea con una imagen verbal, si no se empezara por sorprender tal aso-ciacin en un acto de habla? Por otra parte, oyendo a los otros es como cada uno aprende su lengua materna, que

    [ 7 0 ]

    no llega a depositarse en nuestro cerebro ms que al cabo de innumerables experiencias. Por ltimo, el habla es la que hace evolucionar a la lengua: las impresiones recibi-das oyendo a los dems son las que modifican nuestros hbitos lingsticos. Hay, pues, interdependencia de len-gua y habla: aqulla es a la vez el instrumento y el pro-ducto de sta. Pero eso no les impide ser dos cosas abso-lutamente distintas.

    La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuaciones depositadas en cada cerebro, ms o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idnticos, fueran repartidos entre los individuos (vase pg. 63). Es, pues, algo que est en cada uno de ellos, aun-que comn a todos y situado fuera de la voluntad de los depositarios. Este modo de existencia de la lengua puede quedar representado por la frmula:

    1 + 1 + 1 + 1 ... = I (modelo colectivo).

    De qu modo est presente el habla en esta misma colectividad? El habla es la suma de todo lo que las gen-tes dicen, y comprende: a) combinaciones individuales, dependientes de la voluntad de los hablantes; b) actos de fonacin igualmente voluntarios, necesarios para ejecutar tales combinaciones. No hay, pues, nada de colectivo en el habla; sus manifestaciones son individuales y momen-tneas. En ella no hay nada ms que la suma de los casos particulares segn la frmula:

    (1 + 1' + 1" + 1"' ...)

    Por todas estas razones sera quimrico reunir en un mismo punto de vista la lengua y el habla. El conjunto global del lenguaje es incognoscible porque no es homo-

    [ 7 1 ]

  • gneo, mientras que la distincin y la subordinacin pro-puestas lo aclaran todo.

    Tal es la primera bifurcacin con que topamos en cuanto se intenta hacer la teora del lenguaje. Hay que ele-gir entre dos caminos que es imposible tomar a la vez; tie-nen que ser recorridos por separado.

    Se puede en rigor conservar el nombre de lingstica para cada una de estas dos disciplinas y hablar de una lin-gstica del habla; pero con cuidado de no confundirla con la lingstica propiamente dicha, sa cuyo objeto ni-co es la lengua.

    Nosotros vamos a dedicarnos nicamente a esta lti-ma, y si, en el transcurso de nuestras demostraciones, to-mamos prestada alguna luz al estudio del habla, ya nos es-forzaremos por no borrar nunca los lmites que separan los dos terrenos.

    [ 7 2 ]

    CAPTULO V

    Elementos internos y elementos externos de la lengua

    Nuestra definicin de la lengua supone que descarta-mos de ella todo lo que sea extrao a su organismo, a su sis-tema, en una palabra, todo lo que se designa con el trmi-no de "lingstica externa". Esta lingstica externa se ocu-pa, sin embargo, de cosas importantes, y en ella se piensa sobre todo cuando se aborda el estudio del lenguaje.

    Son, en primer lugar, todos los puntos en que la lin-gstica toca a la etnologa, todas las relaciones que pue-den existir entre la historia de una lengua y la de una raza o de una civilizacin. Las dos historias se mezclan y guar-dan relaciones recprocas. Esto recuerda un poco las co-rrespondencias consignadas entre los fenmenos lingsti-cos propiamente dichos (vase pg. 55 y sigs.). Las costum-bres de una nacin tienen repercusin en su lengua y, a su vez, la lengua es la que en gran medida hace a la nacin.

    En segundo lugar hay que mencionar las relaciones entre la lengua y la historia poltica. Grandes hechos his-tricos, como la conquista romana, han tenido una im-

    [ 7 3 ]

  • portancia incalculable para un montn de hechos lings-ticos. La colonizacin, que no es ms que una forma de conquista, transporta un idioma a medios diferentes, lo cual entraa cambios en ese idioma. Se podra citar en apoyo toda clase de hechos: as Noruega adopt el dans al unirse polticamente a Dinamarca; verdad que hoy [ha-cia 1910] los noruegos tratan de librarse de esa influencia lingstica. La poltica interior de los Estados no es menos importante para la vida de las lenguas: ciertos gobiernos, como el suizo, admiten la coexistencia de varios idiomas; otros, como Francia, aspiran a la unidad lingstica. Un grado avanzado de civilizacin fomenta el desarrollo de ciertas lenguas especiales (lengua jurdica, terminologa cientfica, etc.).

    Esto nos lleva a un tercer punto: las conexiones de la lengua con las instituciones de toda especie, la Iglesia, la escuela, etc. Estas, a su vez, estn ntimamente ligadas con el desarrollo literario de una lengua, fenmeno tanto ms general cuanto que l mismo es inseparable de la his-toria poltica. La lengua literaria sobrepasa por todas par-tes los lmites que parece trazarle la literatura: pinsese en la influencia de los salones, de la corte, de las academias. Por otra parte, aqu se plantea la gran cuestin del conflic-to que se alza entre la lengua literaria y los dialectos loca-les (vase pg. 344 y sig.); el lingista debe tambin exa-minar las relaciones recprocas de la lengua de los libros y de la lengua corriente; pues toda lengua literaria, produc-to de la cultura, llega a deslindar su esfera de existencia de la esfera natural, la de la lengua hablada.

    Por ltimo, todo cuanto se refiere a la extensin geo-grfica de las lenguas y a su fraccionamiento dialectal cae en la lingstica externa. Sin duda, ste es el punto en donde la distincin entre ella y la lingstica interna pare-ce ms paradjica: hasta tal extremo est el fenmeno

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    geogrfico estrechamente asociado con la existencia de toda lengua; y, sin embargo, en realidad, la geografa no to-ca al organismo interno del idioma.

    Se ha pretendido que es absolutamente imposible se-parar todas estas cuestiones del estudio de la lengua pro-piamente dicha. Es un punto de vista que ha prevalecido sobre todo desde que tanto se ha insistido en esos "realia". As como una planta queda modificada en su organismo interno por factores extraos: terreno, clima, etc., as el organismo gramatical no es verdad que depende cons-tantemente de factores extraos al cambio lingstico? Pa-rece que se explican mal los trminos tcnicos, los prsta-mos que hormiguean en la lengua, si no se tiene en cuen-ta su procedencia. Es posible distinguir y apartar el de-senvolvimiento natural, orgnico, de un idioma, de sus formas artificiales, tales como la lengua literaria, que se deben a factores externos y por tanto inorgnicos? No estamos viendo constantemente desarrollarse una lengua comn al lado de los dialectos locales?

    Creemos que el estudio de los fenmenos lingsti-cos externos es muy fructfero; pero es falso decir que sin ellos no se pueda conocer el organismo lingstico inter-no. Tomemos como ejemplo los prstamos de palabras extranjeras: lo primero que se puede comprobar es que de ningn modo son un elemento constante en la vida de una lengua. Hay, en ciertos valles retirados, dialectos que, por as decirlo, jams han admitido un solo trmino artificial venido de afuera. Diremos que esos idiomas es-tn fuera de las condiciones regulares del lenguaje, que son incapaces de darnos una idea de lo que es el lengua-je, y que esos dialectos son los que piden un estudio "te-ratolgico" por no haber sufrido mezcla? Pero, ante to-do, las palabras de prstamo ya no cuentan como tales prstamos en cuanto se estudian en el seno del sistema;

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  • ya no existen ms que por su relacin y su oposicin con las palabras que les estn asociadas, con la misma legitimidad que cualquier signo autctono. De un modo general, nunca es indispensable conocer las circunstancias en que una lengua se ha desarrollado. Para ciertos idiomas, como el zenda y el paleoslavo, ni siquiera se sabe exactamente qu pueblos los han hablado; pero esta ignorancia en nada nos impide estudiarlos interiormente ni darnos cuenta de las transformaciones que ha sufrido. En todo caso, la separacin de los dos puntos de vista se impone, y cuanto con mayor rigor se observe mejor ser.

    La mejor prueba es que cada uno de ellos crea un mtodo distinto. La lingstica externa puede amontonar detalle sobre detalle sin sentirse oprimida en el torniquete de un sistema. Por ejemplo, cada autor agrupar como mejor entienda los hechos relativos a la expansin de una lengua fuera de su territorio; si se estudian los factores que han creado una lengua literaria frente a los dialectos, siempre se podr echar mano de la simple enumeracin; si se ordenan los hechos de un modo ms o menos sistemtico, eso ser no ms que por necesidades de la claridad.

    Para la lingstica interna la cosa es muy distinta: la lingstica interna no admite una disposicin cualquiera; la lengua es un sistema que no conoce ms que su orden propio y peculiar. Una comparacin con el ajedrez lo har comprender mejor. Aqu es relativamente fcil distinguir lo que es interno de lo que es externo: el que haya pasado de Persia a Europa es de orden externo; interno, en cambio, es todo cuanto concierne al sistema y sus reglas. Si reemplazo unas piezas de madera por otras de marfil, el cambio es indiferente para el sistema; pero si disminuyo o aumento el nmero de las piezas tal cambio afecta profundamente a la "gramtica" del juego. Es ver-

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    dad que para hacer distinciones de esta clase hace falta cierta atencin. As en cada caso se plantear la cuestin de la naturaleza del fenmeno, y para resolverlo se observar esta regla: es interno todo cuanto hace variar el sistema en un grado cualquiera.

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  • CAPTULO I

    Naturaleza del signo lingstico

    _f 1. Signo, significado, significante

    Para ciertas personas, la lengua, reducida a su principio esencial, es una nomenclatura, esto es, una lista de trminos que corresponden a otras tantas cosas. Por ejemplo:

    Esta concepcin es criticable por muchos conceptos. Supone ideas completamente hechas preexistentes a las palabras (vase sobre esto pg. 258); no nos dice si el nombre es de naturaleza vocal o psquica, pues arbor puede considerarse en uno u otro aspecto; por ltimo, hace suponer que el vnculo que une un nombre a una cosa es una operacin muy simple, lo cual est bien lejos de ser verdad. Sin embargo, esta perspectiva simplista puede acercarnos a

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  • la verdad al mostrarnos que la unidad lingstica es una o ~ sa doble, hecha con la unin de dos trminos.

    Hemos visto en la pg. 61, a propsito del circuito di 1

    habla, que los trminos implicados en el signo lingstu < son ambos psquicos y estn unidos en nuestro cerebro pe un vnculo de asociacin. Insistimos en este punto.

    Lo que el signo lingstico une no es una cosa y U N nombre, sino un concepto y una imagen acstica.1 La im.i gen acstica no es el sonido material, cosa puramente fisi ca, sino su huella psquica, la representacin que de l nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sen sorial, y si llegamos a llamarla "material" es solamente en este sentido y por oposicin al otro trmino de la asocia cin, el concepto, generalmente ms abstracto.

    El carcter psquico de nuestras imgenes acsticas aparece claramente cuando observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios ni la lengua, podemos hablarnos a nosotros m i s m o s o recitarnos mentalmente un poema. Y porque las palabras de la lengua materna son para nosotros imgenes acsticas, hay que evitar el hablar de los fonemas de que estn compuestas. Este trmino, que implica una idea de accin vocal, no puede convenir ms que a las palabras habladas, a la realizacin de la imagen interior en el discurso. Hablando de sonidos y de slabas de una palabra, evitaremos el equvoco, con tal que nos acordemos de que se trata de la imagen acstica.

    1 El trmino de imagen acstica parecer quiz demasiado estrecho,

    pues junto a la representacin de los sonidos de una palabra est tambin la de su articulacin, la imagen muscular del acto fonatorio. Pero para F. de Saussure la lengua es esencialmente un depsito, una cosa recibida de fuera (vase pg. 63). La imagen acstica es, por excelencia, la representacin natural de la palabra, en cuanto hecho de lengua virtual, fuera de toda realizacin por el habla. El aspecto motor puede, pues, quedar sobreentendido o en todo caso no ocupar ms que un lugar subordinado con relacin a la imagen acstica. (B. y S.)

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    El signo lingstico es, pues, una entidad psquica de dos caras, que puede representarse por la siguiente figura:

    Concepto

    Imagen acstica

    Estos dos elementos estn ntimamente unidos y se reclaman recprocamente. Ya sea que busquemos el sentido de la palabra latina arbor o la palabra con que el latn designa el concepto de 'rbol', es evidente que las vinculaciones consagradas por la lengua son las nicas que nos aparecen conformes con la realidad, y descartamos cualquier otra que se pudiera imaginar.

    Esta definicin plantea una importante cuestin de terminologa. Llamamos signo a la combinacin del concepto y de la imagen acstica: pero en el uso corriente este trmino designa generalmente la imagen acstica sola, por ejemplo una palabra (arbor, etc.). Se olvida que si llamamos signo a arbor no es ms que gracias a que conlleva el concepto 'rbol', de tal manera que la idea de la parte sensorial implica la del conjunto.

    La ambigedad desaparecera si designramos las tres nociones aqu presentes por medio de nombres que se relacionen recprocamente al mismo tiempo que se opongan. Y proponemos conservar la palabra signo para designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen acstica res-

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  • pectivamente con significado y significante; estos dos lti-mos trminos tienen la ventaja de sealar la oposicin que los separa, sea entre ellos dos, sea del total de que for-man parte. En cuanto al trmino signo, si nos contenta-mos con l es porque, no sugirindonos la lengua usual cualquier otro, no sabemos con qu reemplazarlo.

    El signo lingstico as definido posee dos caracteres primordiales. Al enunciarlos vamos a proponer los princi-pios mismos de todo estudio de este orden.

    2. Primer principio: lo arbitrario del signo

    El lazo que une el significante al significado es arbi-trario; o bien, puesto que entendemos por signo el total re-sultante de la asociacin de un significante con un signi-ficado, podemos decir ms simplemente: el signo lingsti-co es arbitrario.

    As, la idea de .(rno est ligada por relacin alguna in-terior con la secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de signi-ficante; podra estar representada tan perfectamente por cualquier otra secuencia de sonidos. Sirvan de prueba las di-ferencias entre las lenguas y la existencia misma de lenguas diferentes: el significado 'buey' tiene por significante bwi a un lado de la frontera franco-espaola y boj {boeuj) al otro, y al otro lado de la frontera francogermana es oks (Ochs).

    El principio de lo arbitrario del signo no est contra-dicho por nadie; pero suele ser ms fcil descubrir una ver-dad que asignarle el puesto que le toca. El principio arri-ba enunciado domina toda la lingstica de la lengua; sus consecuencias son innumerables. Es verdad que no todas aparecen a la primera ojeada con igual evidencia; hay que darles muchas vueltas para descubrir esas consecuencias y, con ellas, la importancia primordial del principio.

    I H 4 ]

    Una observacin de paso: cuando la semiologa est organizada se tendr que averiguar si los modos de expre-sin que se basan en signos enteramente naturales como la pantomima- le pertenecen de derecho. Suponiendo que la semiologa los acoja, su principal objetivo no por eso dejar de ser el conjunto de sistemas fundados en lo arbitrario del signo. En efecto, todo medio de expresin recibido de una sociedad se apoya en principio en un h-bito colectivo o, lo que viene a ser lo mismo, en la con-vencin. Los signos de cortesa, por ejemplo, dotados con frecuencia de cierta expresividad natural (pinsese en los chinos que saludan a su emperador prosternndose nueve veces hasta el suelo), no estn menos fijados por una regla; esa regla es la que obliga a emplearlos, no su valor intrn-seco. Se puede, pues, decir que los signos enteramente ar-bitrarios son los que mejor realizan el ideal del procedi-miento semiolgico; por eso la lengua, el ms complejo y el ms extendido de los sistemas de expresin, es tambin el ms caracterstico de todos; en este sentido la lingstica puede erigirse en el modelo general de toda semiologa, aunque la lengua no sea ms que un sistema particular.

    Se ha utilizado la palabra smbolo para designar el sig-no lingstico, o, ms exactamente, lo que nosotros lla-mamos el significante. Pero hay inconvenientes para ad-mitirlo, justamente a causa de nuestro primer principio. El smbolo tiene por carcter no ser nunca completamen-te arbitrario; no est vaco: hay un rudimento de vnculo natural entre el significante y el significado. El smbolo de la justicia, la balanza, no podra reemplazarse por otro ob-jeto cualquiera, un carro, por ejemplo.

    La palabra arbitrario necesita tambin una observa-cin. No debe dar idea de que el significante depende de la libre eleccin del hablante (ya veremos luego que no est en manos del individuo el cambiar nada en un signo

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  • una vez establecido por un grupo lingstico); queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitrario con relacin al significado, con el cual no guarda en la realidad ningn lazo natural.

    Sealemos, para terminar, dos objeciones que se po-dran hacer a este primer principio:

    I o Se podra uno apoyar en las onomatopeyas para decir que la eleccin del significante no siempre es arbi-traria. Pero las onomatopeyas nunca son elementos org-nicos de un sistema lingstico. Su nmero es, por lo de-ms, mucho menor de lo que se cree. Palabras francesas como fouet 'ltigo' o glas 'doblar de campanas' pueden im-presionar a ciertos odos por una sonoridad sugestiva; pe-ro para ver que no tienen tal carcter desde su origen, bas-ta recordar sus formas latinas (Jouet deriva de fagas 'haya'. glas es classicum); la cualidad de sus sonidos actuales, o, mejor, la que se les atribuye, es un resultado fortuito de la evolucin fontica.

    Eti cuanto a las onomatopeyas autnticas (las del ti-po glu-glu, tic-tac, etc.), no solamente son escasas, sino que su eleccin ya es arbitraria en cierta medida, porque no son ms que la imitacin aproximada y ya medio conven-cional de ciertos ruidos (cfr. francs ouaoua y alemn wau-wau, espaol guau guau).1 Adems, una vez introducidas en la lengua, quedan ms o menos engranadas en la evo-lucin fontica, morfolgica, etc., que sufren las otras pa-labras (cfr. pigeon, del latn vulgar pipi, derivado de una onomatopeya): prueba evidente de que ha perdido algo de su carcter primero para adquirir el del signo lingsti-co en general, que es inmotivado.

    |Nuestro sentido onomatopeyieo reproduce el canto del gallo con qui-

    quiriqu t\ de los franceses coquerico (kkrik), el de los ingleses cock-a-doodle-du. A. A.]

    [ 1 4 6 1

    2 Las exclamaciones, muy vecinas de las onomato-peyas, dan lugar a observaciones anlogas y no son ms peligrosas para nuestra tesis. Se tiene la tentacin de ver en ellas expresiones espontneas de la realidad, dictadas como por la naturaleza. Pero para la mayor parte de ellas se puede negar que haya un vnculo necesario entre el sig-nificado y el significante. Basta con comparar dos lenguas en este terreno para ver cunto varan estas expresiones de idioma a idioma (por ejemplo, al francs ate!, esp. ayl, co-rresponde el alemn auf). Y ya se sabe que muchas excla-maciones comenzaron por ser palabras con sentido deter-minado (cfr. fr. diable!, mordieu! = mort Dieu, etctera).

    En resumen, las onomatopeyas y las exclamaciones son de importancia secundaria, y su origen simblico es en parte dudoso.

    3. Segundo principio: carcter lineal del significante

    El significante, por ser de naturaleza auditiva, se de-senvuelve en el tiempo nicamente y tiene los caracteres que toma del tiempo: a) representa una extensin, y b) esa ex-tensin es mensurable en una sola dimensin; es una lnea.

    Este principio es evidente, pero parece que siempre se ha desdeado el enunciarlo, sin duda porque se le ha encontrado demasiado simple; sin embargo, es funda-mental y sus consecuencias son incalculables: su impor-tancia es igual a la de la primera ley. Todo el mecanismo de la lengua depende de ese hecho (vase pg. 227). Por oposicin a los significantes visuales (seales martimas, por ejemplo), que pueden ofrecer complicaciones simul-tneas en varias dimensiones, los significantes acsticos no disponen ms que de la lnea del tiempo; sus elemen-tos se presentan uno tras otro; forman una cadena. Este

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  • carcter se destaca inmediatamente cuando los represen tamos por medio de la escritura, en donde la sucesin en el tiempo es sustituida por la lnea espacial de los signos grficos.

    En ciertos casos, no se nos aparece con evidencia. Si, por ejemplo, acento una slaba, parecera que acumulo en un mismo punto elementos significativos diferentes. Pero es una ilusin; la slaba y su acento no constituyen ms que un acto fonatorio; no hay dualidad en el interior de este acto, sino tan slo oposiciones diversas con lo que est a su lado (vase sobre esto pg. 238 y sig.).

    i H 8 ]

    CAPTULO I I

    Inmutabilidad y mutabilidad del signo

    I. Inmutabilidad

    Si, con relacin a la idea que representa, aparece el significante como elegido libremente, en cambio, con re-lacin a la comunidad lingstica que lo emplea, no es li-bre, es impuesto. A la masa social no se le consulta ni el significante elegido por la lengua podra tampoco ser reemplazado por otro. Este hecho, que parece envolver una contradiccin, podra llamarse familiarmente la carta

    forzada. Se dice a la lengua "elige", pero aadiendo: "ser ese signo y no otro alguno". No solamente es verdad que, de proponrselo, un individuo sera incapaz de modificar en un pice la eleccin ya hecha, sino que la masa misma no puede ejercer su soberana sobre una sola palabra; la masa est atada a la lengua tal cual es.

    La lengua no puede, pues, equipararse a un contrato puro y simple, y justamente en este aspecto muestra el sig-no lingstico su mximo inters de estudio; pues si se quiere demostrar que la ley admitida en una colectividad es una cosa que se sufre y no una regla libremente con-

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  • sentida, la lengua es la que ofrece la prueba ms conclu yente de ello.

    Veamos, pues, cmo el signo lingstico est fuera de! alcance de nuestra voluntad, y saquemos luego las conse cuencias importantes que se derivan de tal fenmeno.

    En cualquier poca que elijamos, por antiqusim.i que sea, ya aparece la lengua como una herencia de la poca precedente. El acto por el cual, en un momento da do, fueran los nombres distribuidos entre las cosas, el ac to de establecer un contrato entre los conceptos y las im genes acsticas, es verdad que lo podemos imaginar, pen jams ha sido comprobado. La idea de que as es come pudieron ocurrir los hechos nos es sugerida por nuestn sentimiento tan vivo de lo arbitrario del signo.

    De hecho, ninguna sociedad conoce ni jams ha ce nocido la lengua de otro modo que como un producto he redado de las generaciones precedentes y que hay que to mar tal cual es. sta es la razn de que la cuestin del on gen del lenguaje no tenga la importancia que se le atribu ye generalmente. Ni siquiera es cuestin que se deba plan-tear; el nico objeto real de la lingstica es la vida normal y regular de una lengua ya constituida. Un estado de len-gua dado siempre es el producto de factores histricos, \ esos factores son los que explican por qu el signo es inmu-table, es decir, por qu resiste toda sustitucin arbitraria.

    Pero decir que la lengua es una herencia no explica nada si no se va ms lejos. No se pueden modificar de un momento a otro leyes existentes y heredadas?

    Esta objecin nos lleva a situar la lengua en su mal-eo social y a plantear la cuestin como se planteara para las otras instituciones sociales. Cmo se transmiten las instituciones? He aqu la cuestin ms general que en vuelve la de la inmutabilidad. Tenemos, primero, que apreciar el ms o el menos de libertad de que disfrutan

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    las otras instituciones, y veremos entonces que para cada una de ellas hay un balanceo diferente entre la tradicin impuesta y la accin libre de la sociedad. En seguida es-tudiaremos por qu, en una categora dada, los factores del orden primero son ms o menos poderosos que los del otro. Por ltimo, volviendo a la lengua, nos pregun-tamos por qu el factor histrico de la transmisin la do-mina enteramente excluyendo todo cambio lingstico general y sbito.

    Para responder a esta cuestin se podrn hacer valer muchos argumentos y decir, por ejemplo, que las modifi-caciones de la lengua no estn ligadas a la sucesin de ge-neraciones que, lejos de superponerse unas a otras como los cajones de un mueble, se mezclan, se interpenetran, y cada una contiene individuos de todas las edades. Habr que recordar la suma de esfuerzos que exige el aprendiza-je de la lengua materna, para llegar a la conclusin de la imposibilidad de un cambio general. Se aadir que la re-flexin no interviene en la prctica de un idioma; que los sujetos son, en gran medida, inconscientes de las leyes de la lengua; y si no se dan cuenta de ellas cmo van a po-der modificarlas? Y aunque fueran conscientes, tendra-mos que recordar que los hechos lingsticos apenas pro-vocan la crtica, en el sentido de que cada pueblo est ge-neralmente satisfecho de la lengua que ha recibido.

    Estas consideraciones son importantes, pero no son especficas; preferimos las siguientes, ms esenciales, ms directas, de las cuales dependen todas las otras.

    1 . El carcter arbitrario del signo. Ya hemos visto cmo el carcter arbitrario del signo nos obligaba a admitir la posibilidad terica del cambio; y si profundizamos, vere-mos que de hecho lo arbitrario mismo del signo pone a la lengua al abrigo de toda tentativa que pueda modificarla. La masa, aunque fuera ms consciente de lo que es, no

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  • podra discutirla. Pues para que una cosa entre en cues-tin es necesario que se base en una norma razonable. Se puede, por ejemplo, debatir si la forma monogmica de! matrimonio es ms razonable que la poligmica y hacer valer las razones para una u otra. Se podra tambin dis cutir un sistema de smbolos, porque el smbolo guarda una relacin racional con la cosa significada (vase pg 145): pero en cuanto a la lengua, sistema de signos arb trarios, esa base falta, y con ella desaparece todo terreno slido de discusin; no hay motivo alguno para prefer) soeur a ster o a hermana, Ochs a boeuf o a buey, etctera.

    2. La multitud de signos necesarios para constituir cual-quier lengua. Las repercusiones de este hecho son conside-rables. Un sistema de escritura compuesto de veinte a cua-renta letras puede en rigor reemplazarse por otro. Lo m i s mo sucedera con la lengua si encerrara un nmero limi-tado de elementos; pero los signos lingsticos son innu-merables.

    3. El carcter demasiado complejo del sistema. Una len-gua constituye un sistema. Si, como luego veremos, ste es el lado por el cual la lengua no es completamente arbi-traria y donde impera una razn relativa, tambin es ste el punto donde se manifiesta la incompetencia de la ma-sa para transformarla. Pues este sistema es un mecanismo complejo, y no se lo puede comprender ms que por la reflexin; hasta los que hacen de l un uso cotidiano lo ignoran profundamente. No se podra concebir un cam-bio semejante ms que con la intervencin de especialis-tas, gramticos, lgicos, etc.; pero la experiencia demues-tra que hasta ahora las injerencias de esta ndole no han tenido xito alguno.

    4. La resistencia de la inercia colectiva a toda innovacin lingstica. La lengua y esta consideracin prevalece so-bre todas las dems es en cada instante tarea de todo el

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    mundo; extendida por una masa y manejada por ella, la lengua es una cosa de que todos los individuos se sirven a lo largo del da entero. En este punto no se puede esta-blecer ninguna comparacin entre ella y las otras institu-ciones. Las prescripciones de un cdigo, los ritos de una religin, las seales martimas, etc., nunca ocupan ms que cierto nmero de individuos a la vez y durante un tiempo limitado; de la lengua, por el contrario, cada cual participa en todo tiempo, y por eso la lengua sufre sin ce-sar la influencia de todos. Este hecho capital basta para mostrar la imposibilidad de una revolucin. La lengua es de todas las instituciones sociales la que menos presa ofre-ce a las iniciativas. La lengua forma cuerpo con la vida de la masa social, y la masa, siendo naturalmente inerte, apa-rece ante todo como un factor de conservacin.

    Sin embargo, no basta con decir que la lengua es un producto de fuerzas sociales para que se vea claramente que no es libre; acordndonos de que siempre es herencia de una poca precedente, hay que aadir que esas fuerzas sociales actan en funcin del tiempo. Si la lengua tiene carcter de fijeza, no es slo porque est ligada a la gravi-tacin de la colectividad, sino tambin porque est situada en el tiempo. Estos dos hechos son inseparables. En todo instante la solidaridad con el pasado pone en jaque a la li-bertad de elegir. Decimos hombre y perro porque antes que nosotros se ha dicho hombre y perro. Eso no impide que ha-ya en el fenmeno total un vnculo entre esos dos factores antinmicos: la convencin arbitraria, en virtud de la cual es libre la eleccin, y el tiempo, gracias al cual la eleccin se halla ya fijada. Precisamente porque el signo es arbitra-rio no conoce otra ley que la de la tradicin, y precisamen-te por fundarse en la tradicin puede ser arbitrario.

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  • 2. Mutabilidad

    El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro efecto, en apariencia contradictorio con el pri-mero: el de alterar ms o menos rpidamente los signos lingsticos, de modo que, en cierto sentido, se puede ha-blar a la vez de la inmutabilidad y de la mutabilidad del signo.''

    En ltimo anlisis, ambos hechos son solidarios: ei signo est en condiciones de alterarse porque se contina. Lo que domina en toda alteracin es la persistencia de la materia vieja; la infidelidad al pasado slo es relativa. Por eso el principio de alteracin se funda en el principio de continuidad.

    La alteracin en el tiempo adquiere formas diversas, cada una de las cuales dara materia para un importante captulo de lingstica. Sin entrar en detalles, he aqu lo ms importante de destacar. Por de pronto no nos equi-voquemos sobre el sentido dado aqu a la palabra altera-cin. Esta palabra podra hacer creer que se trata especial-mente de cambios fonticos sufridos por el significante, o bien de cambios de sentido que ataen al concepto signi-ficado. Tal perspectiva sera insuficiente. Sean cuales fue-ren los factores de alteracin, ya obren aisladamente o combinados, siempre conducen a un desplazamiento de la relacin entre el significado y el significante.

    Veamos algunos ejemplos. El latn necdre 'matar' se ha hecho en francs noyer 'ahogar' y en espaol anegar.

    Sera injusto reprochar a F. de Saussure el ser inconsecuente o parad-jico por atribuir a la lengua dos cualidades contradictorias. Por la oposicin de los trminos que lucran la imaginacin, F. de Saussure quiso solamente subrayar esta verdad: que la lengua se transforma sin que los sujetos hablan-tes puedan transformarla. Se puede decir tambin que la lengua es intangi-ble, pero no inalterable. (B. y S.)

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    Han cambiado tanto la imagen acstica como el concep-to; pero es intil distinguir las dos partes del fenmeno; basta con consignar globalmente que el vnculo entre la idea y el signo se ha relajado y que ha habido un despla-zamiento en su relacin.

    Si en lugar de comparar el necdre del latn clsico con el francs noyer, se le opone a necare del latn vulgar de los siglos [V o v , ya con la significacin de 'ahogar', el caso es un poco diferente; pero tambin aqu, aunque no haya al-teracin apreciable del significante, hay desplazamiento de la relacin entre idea y signo.

    El antiguo alemn drtteil 'el tercio' se ha hecho en alemn moderno Drittel. En este caso, aunque el concep-to no se haya alterado, la relacin se ha cambiado de dos maneras: el significante se ha modificado no slo en su aspecto material, sino tambin en su forma gramatical; ya no implica la idea de Teil'parte'; ya es una palabra simple. De una manera o de otra, siempre hay desplazamiento de la relacin.

    En anglosajn la forma preliteraria fot 'pie' sigui siendo fot (ingls moderno foot), mientras que su plural 'fti 'pies' se hizo jet (ingls moderno feet). Sean cuales fueren las alteraciones que supone, una cosa es cierta: ha habido desplazamiento de la relacin: han surgido otras correspondencias entre la materia fnica y la idea.

    Una lengua es radicalmente incapaz de defenderse contra los factores que desplazan minuto tras minuto la relacin entre significado y significante. Es una de las consecuencias de lo arbitrario del signo.

    Las otras instituciones humanas -las costumbres, las leyes, etc. estn todas fundadas, en grados diversos, en la relacin natural entre las cosas; en ellas hay una acomo-dacin necesaria entre los medios empleados y los fines perseguidos. Ni siquiera la moda que fija nuestra manera

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  • de vestir es enteramente arbitraria; no se puede apartar ms all de ciertos lmites de las condiciones dictadas poi el cuerpo humano. La lengua, por el contrario, no est li-mitada por nada en la eleccin de sus medios, pues no se adivina qu sera lo que impidiera asociar una idea cual quiera con una secuencia cualquiera de sonidos.

    Para hacer ver bien que la lengua es pura institucin. Whitney ha insistido con toda razn en el carcter arbi-trario de los signos; y con eso ha situado la lingstica en su eje verdadero. Pero Whitney no lleg hasta el fin y no vio que ese carcter arbitrario separa radicalmente a la len-gua de todas las dems instituciones. Se ve bien por la manera en que la lengua evoluciona; nada tan complejo situada a la vez en la masa social y en el tiempo, nadn puede cambiar nada en ella; y, por otra parte, lo arbitra no de sus signos implica tericamente la libertad de esta blecer cualquier posible relacin entre la materia fnica y las ideas. De aqu resulta que cada uno de esos dos ele-mentos unidos en los signos guardan su vida propia en una proporcin desconocida en otras instituciones, y qut la lengua se altera, o mejor, evoluciona, bajo la influencia de todos los agentes que puedan alcanzar sea a los soni-dos sea a los significados. Esta evolucin es fatal; no hay un solo ejemplo de lengua que la resista. Al cabo de cier-to tiempo, siempre se pueden observar desplazamiento* sensibles.

    Tan cierto es esto que hasta se tiene que cumplir es te principio en las lenguas artificiales. El hombre qut construya una de estas lenguas artificiales la tiene a su merced mientras no se ponga en circulacin; pero desdi el momento en que la tal lengua se ponga a cumplir si; misin y se convierta en cosa de todo el mundo, su go bienio se le escapar. El esperanto es un ensayo de esta clase; si triunfa escapar a la ley fatal? Pasado el prime i

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    momento, la lengua entrar probablemente en su vida semiolgica; se transmitir segn leyes que nada tienen de comn con las de la creacin reflexiva y ya no se po-dr retroceder. El hombre que pretendiera construir una lengua inmutable que la posteridad debera aceptar tal cual la recibiera se parecera a la gallina que empolla un huevo de pato: la lengua construida por l seria arrastra-da quieras que no por la corriente que abarca a todas las lenguas.

    La continuidad del signo en el tiempo, unida a la al-teracin en el tiempo, es un principio de semiologa ge-neral; y su confirmacin se encuentra en los sistemas de escritura, en el lenguaje de los sordomudos, etctera.

    Pero en qu se funda la necesidad del cambio? Qui-z se nos reproche no haber sido tan explcitos sobre este punto como sobre el principio de la inmutabilidad; es que no hemos distinguido los diferentes factores de la al-teracin, y tendramos que contemplarlos en su variedad para saber hasta qu punto son necesarios.

    Las causas de la continuidad estn apriori al alcance del observador; no pasa lo mismo con las causas de alte-racin a travs del tiempo. Vale ms renunciar provisio-nalmente a dar cuenta cabal de ellas y limitarse a hablar en general del desplazamiento de relaciones; el tiempo al-tera todas las cosas; no hay razn para que la lengua esca-pe de esta ley universal.

    Recapitulemos las etapas de nuestra demostracin, re-firindonos a los principios establecidos en la Introduccin.

    I o Evitando estriles definiciones de palabras, hemos empezado por distinguir, en el seno del fenmeno total que representa el lenguaje, dos factores: la lengua y el habla. La lengua es para nosotros el lenguaje menos el habla. La lengua es el conjunto de los hbitos lingsticos que per-miten a un sujeto comprender y hacerse comprender.

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  • 2 Pero esta definicin deja todava a la lengua fuera de su realidad social, y hace de ella una cosa irreal, ya que no abarca ms que uno de los aspectos de la realidad, el aspecto individual; hace falta una masa parlante para que haya una lengua. Contra toda apariencia, en momento al-guno existe la lengua fuera del hecho social, porque es un fenmeno semiolgico. Su naturaleza social es uno de sus caracteres internos; su definicin completa nos coloca an-te dos cosas inseparables, como lo muestra el esquema si-guiente:

    l

    Masa

    hablante

    J

    Pero en estas condiciones la lengua es viable, no vi-viente; no hemos tenido en cuenta ms que la realidad so-cial, no el hecho histrico.

    3 o Como el signo lingstico es arbitrario, parecera que la lengua, as definida, es un sistema libre, organiza-ble a voluntad, dependiente nicamente de un principio racional. Su carcter social, considerado en s mismo, no se opone precisamente a este punto de vista. Sin duda la psicologa colectiva no opera sobre una materia puramen-te lgica; hara falta tener en cuenta todo cuanto hace tor-cer la razn en las relaciones prcticas entre individuo e individuo. Y, sin embargo, no es eso lo que nos impide ver la lengua como una simple convencin, modificable

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    a voluntad de los interesados: es la accin del tiempo, que se combina con la de la fuerza social; fuera del tiempo, la realidad lingstica no es completa y ninguna conclusin es posible.

    Si se tomara la lengua en el tiempo, sin la masa ha-blante - supongamos un individuo aislado que viviera du-rante siglos- probablemente no se registrara ninguna al-teracin; el tiempo no actuara sobre ella. Inversamente, si se considerara la masa parlante sin el tiempo no se vera el efecto de fuerzas sociales que obran en la lengua. Para es-tar en la realidad hace falta, pues, aadir a nuestro primer esquema un signo que indique la marcha del tiempo:

    Tiempo

    Masa

    hablante

    . , ;

    Ya ahora la lengua no es libre, porque el tiempo per-mitir a las fuerzas sociales que actan en ella desarrollar sus efectos, y se llega al principio de continuidad que anu-la a la libertad. Pero la continuidad implica necesariamen-te la alteracin, el desplazamiento ms o menos conside-rable de las relaciones.

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