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    UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVARFACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

    DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y RELACIONES INTERNACIONALES

    EL SOCIALISMO ESPIRITUAL Y SUS ENEMIGOS:EL AREVALISMO COMO UNIDAD POLÍTICA

    TESIS

    HUGO CARLOS FERNANDO NOVALES CONTRERASCARNÉ No.1028805

    Guatemala, febrero de 2013

    CAMPUS CENTRAL

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    UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVARFACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

    DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y RELACIONES INTERNACIONALES

    EL SOCIALISMO ESPIRITUAL Y SUS ENEMIGOS:EL AREVALISMO COMO UNIDAD POLÍTICA

    TESIS

    Presentada alConsejo de Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

    por

    HUGO CARLOS FERNANDO NOVALES CONTRERAS

    Previo a optar al título de

    POLITÓLOGO

    En grado académico de

    LICENCIADO

    Guatemala, febrero de 2013

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    AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR

    RECTOR Padre Rolando Alvarado, S.J.

    VICERRECTORA ACADÉMICA Dra. Lucrecia Méndez González de Penedo

    VICERRECTOR DE INVESTIGACIONY PROYECCION Padre Carlos Cabarrús Pellecer, S.J.

    VICERRECTOR DE INTEGRACIÓNUNIVERSITARIA Padre Eduardo Valdés Barría, S.J.

    VICERRECTOR ADMINISTRATIVO Lic. Ariel Rivera Irías

    SECRETARIA GENERAL Licda. Fabiola Padilla Beltranena

    CONSEJO DE L A FACULTAD DE CIENCIAS POL ÍTICAS Y SOCIAL ES

    DECANO Dr. Víctor Gálvez Borrell

    VICEDECANO Lic. Luis Andrés Padilla Vassaux, M.A.

    SECRETARIA ACADÉMICA Licda. Lourdes Balconi Villaseñor, M.A.

    DIRECTORA DE CIENCIA POLÍTICA YRELACIONES INTERNACIONALES Licda. Guisela Elizabeth Martinez Chang

    DIRECTORA DE TRABAJO SOCIAL Licda. Miriam Colindres Wolter

    DIRECTOR DE POSGRADOS Lic. Yan Yanín López Chinchilla

    DIRECTOR DE INTRAPAZ Lic. Byron Morales Dardón

    DIRECTOR DE INGEP Dr. Fernando Valdez Gordillo

    REPRESENTANTES DE CATEDRÁTICOS Licda. Alejandra MedranoLicda. Vanessa Plihal

    REPRESENTANTE DE ESTUDIANTES Br. Michel Alexander Gardiner BarragánBr. Ángel Estuardo Ramírez de León

    TUTOR DE MONOGRAFÍALic. Alejandro Flores Aguilar, M.A.

    TERNA EVALUADORA DE MONOGRAFÍALic. Alejandra Medrano, M.A.Lic. Mario Castañeda, M.A.

    Lic. Mauricio Chaulón 

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    Agradecimientos

     A mis catedráticos. De manera especial a Alejandro Flores, quien con su convicción,paciencia, creatividad y claridad, brindó una ayuda inmensa en la elaboración de estetrabajo. También a Raúl Bolaños por su franqueza, determinación y exigencia.

     A mis compañeros y amigos, en especial a Paulina Cruz, Michelle Escobar y DanielaNavas, cuyo apoyo y paciencia fue determinante para llegar a este punto.

     A mi familia, en especial a mis papás Ivonne y Hugo y, de manera muy particular, a mimadrina Claudia Contreras, cuya confianza posibilitó el desarrollo de mi carrera.

     A mi novia (y quien pronto será mi esposa), Analucía Tejada, por ser una fuenteinagotable de aliento y ánimo.

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    Resumen ejecutivo

    La presente investigación analiza el discurso político de Juan José Arévalo, y la manera en

    que dicho discurso contribuyó a la construcción de las identidades políticas vinculadas a la

    coyuntura de la Revolución de Octubre de 1944. Para esto, dicho discurso se analizautilizando el criterio político binario amigo-enemigo planteado por Carl Schmit, y el proceso

    de emergencia del populismo y de construcción de identidades populares descrito por

    Ernesto Laclau.

    El trabajo responde a la pregunta de cómo se constituye el arevalismo como unidad

    política a partir de la relación amigo-enemigo. El objetivo general es caracterizar el

    arevalismo a partir de la construcción de unidades políticas en el discurso de Juan José

     Arévalo. Primero, se presenta una breve contextualización histórica de los procesospolíticos que llevaron al desarrollo de la Revolución de Octubre, con énfasis en las

    características generales del período liberal (1871-1944). A continuación, se describe el

    desarrollo de la Revolución de Octubre, desde su inicio con el derrocamiento de Federico

    Ponce Vaides, hasta la aprobación del Código de Trabajo, punto particularmente álgido y

    en el cual el criterio amigo-enemigo se hace más evidente. Seguidamente, se enumera los

    actores que aparecen identificados en el discurso de Arévalo como integrantes del

    movimiento político que impulsa la Revolución de Octubre. Se describe su participación en

    la coyuntura, y se compara y contrasta la manera en que cada actor es retratado en el

    discurso. Posteriormente se hace un ejercicio similar con aquellos actores identificados en

    el discurso como ‘enemigos’ de la Revolución.

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    El capítulo 2 presenta una breve contextualización histórica de los procesos políticos que

    llevaron al desarrollo de la Revolución de Octubre, con énfasis en las características

    generales del período liberal (1871-1944).

    En el capítulo 3 se describe el desarrollo de la Revolución de Octubre, desde su inicio conel derrocamiento de Federico Ponce Vaides, hasta la aprobación del Código de Trabajo,

    punto particularmente álgido y en el cual el criterio amigo-enemigo se hace más evidente.

    Los actores que aparecen identificados en el discurso de Juan José Arévalo como los

    integrantes del movimiento político que impulsa la Revolución de Octubre son enumerados

    en el capítulo 4. En el mismo, se describe su participación en la coyuntura, y se compara y

    contrasta con la manera en que cada actor es retratado en el discurso. En el capítulo 5 se

    hace un ejercicio similar con aquellos actores identificados en el discurso como ‘enemigos’

    de la Revolución.

    La investigación concluye en el capítulo 6, en el cual los hallazgos de los capítulos 4 y 5

    son analizados utilizando los criterios definidos por Laclau, para responder a las preguntas

    de investigación.

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    1. Teoría y metodología

    1.1. Planteamiento del problema

    Juan José Arévalo propuso durante su carrera política una ideología que él mismo llamó

    “socialismo espiritual”, un tipo de socialismo no-materialista, que por momentos se

    asemeja al liberalismo clásico. Esta ideología puede resultar ambivalente y sumamente

    difícil de clasificar de acuerdo a las categorías convencionales de la ciencia política. Los

    discursos y textos que constituyen la fuente primaria para estudiar la ideología en

    cuestión, contienen, más que un desarrollo teórico o filosófico, un conjunto de ideas

    concebidas para abordar una realidad política de un lugar y un momento histórico

    concreto. Por esto, el análisis de las ideas políticas de Arévalo no se hará a partir de suubicación en lo que comúnmente se conoce como el eje o espectro izquierda-derecha,

    dentro del que se podrían establecer categorías como “izquierda extrema”, “centro

    izquierda”, “derecha”, “centro derecha”, etc. Una clasificación de este tipo corre el riesgo

    de resultar arbitraria, o en el mejor de los casos, determinista. ¿Dónde está la línea que

    divide el espectro ideológico entre izquierda y derecha? ¿En qué punto un político u

    organización de derecha se convierte en ultraderechista? ¿Es esta clasificación universal,

    o debe elaborarse un eje para cada sociedad? Es evidente que un método basado en este

    eje no produciría resultados satisfactorios.

    Otra opción descartada es la de utilizar la metodología weberiana de construcción de

    tipos ideales, para la que se podrían construir categorías amplias que correspondieran a

    conceptos tales como “socialdemocracia”, “liberalismo”, “comunismo”, “socialcristianismo”,

    o “fascismo”. Un método que intentara explicar el pensamiento político de una persona a

    partir de estos tipos ideales se encontraría con distintas barreras epistemológicas. En

    principio, los tipos ideales constituyen únicamente un horizonte hacia el cuál determinadofenómeno puede acercarse, pero nunca alcanzar exactamente. Entre los problemas

    encontrados para el diseño de una metodología de este tipo está la dificultad de definir las

    fronteras entre un tipo ideal y otro, además de la posibilidad (probable) de que el conjunto

    de ideas analizadas contenga características pertenecientes a tipos ideales tan diversos

    que la intención comparativa quede frustrada. Por otro lado, las características de

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    continuación de la guerra por otros medios”. Usar este principio de análisis requiere

    entender las relaciones de poder como esencialmente binarias, y que los fenómenos

    polémicos (antagonismo, rivalidad, enfrentamiento entre individuos, grupos o clases) se

    reagrupan en la forma general de la guerra. Para Foucault (1976: 24-25), las

    implicaciones de esta inversión son que:

    1. Las relaciones de poder que funcionan en una sociedad tienen su origen en una relación

    de fuerzas establecida en un momento precisable de guerra o enfrentamiento, y han sido

    perpetuadas a través de la guerra silenciosa.

    2. Todos los enfrentamientos políticos deben ser interpretados como episodios,

    manifestaciones, o cambios de lugar de una guerra misma.

    3. La decisión definitiva sobre un enfrentamiento político sólo puede resolverse por medio del

    enfrentamiento armado.

    El proceso político de la Revolución de Octubre de 1944 puede entenderse como un punto

    particularmente álgido de un enfrentamiento político más prolongado. Así, es posible

    rastrear las relaciones de poder de la sociedad guatemalteca de la segunda mitad del siglo

    XX a dicho proceso. La propuesta de esta investigación es aclarar la manera en que el

    arevalismo, entendido como un movimiento político agrupado alrededor de la figura de

     Arévalo, se constituye como unidad política a partir de la distinción amigo-enemigocorrespondiente a la coyuntura política de la Revolución de Octubre. Para esto, se

    determinará la manera en que el discurso político de Arévalo identifica amigos y enemigos

    en la realidad política concreta, y de esta forma, establece las fronteras entre amigo y

    enemigo, es decir las fronteras de esa unidad política que el autor dio por llamar

    arevalismo.

    La metodología de esta investigación se basará en lo planteado por Ernesto Laclau

    (2005) en La razón populista, sobre la manera en que, a través del discurso, entendido

    como una totalidad estructurada que articula dimensiones lingüísticas y no lingüísticas, se

    establecen relaciones que constituyen elementos diferenciados. A partir estas relaciones,

    elementos particulares se pueden centralizar en un “significante vacío”, un sujeto capaz de

    absorber las particularidades, intentando constituirse como hegemónico. Este sujeto con

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    intención de hegemonía sólo puede constituirse a partir de la exclusión de otro sujeto, que

    el primero expele de sí mismo. En este trabajo, estos dos sujetos, el que busca imponerse

    como hegemónico, y el que se excluye, corresponden a las categorías schmittianas de

    “amigo” y “enemigo”. De hecho, en un artículo relacionado con el texto en cuestión, Laclau

    (2006a) plantea, a la manera de Schmitt, que “… el ataque del enemigo (…) es la

    precondición de toda identidad popular…”, para advertir más adelante que “…esta

    construcción es la definición misma de lo que es la política…”.

    Laclau (2005) también afirma que no existe distinción entre un movimiento político y su

    ideología, y resalta la importancia de determinar las secuencias discursivas a través de las

    cuales el movimiento lleva a cabo su acción política global, incluyendo el desarrollo y

    realización de un programa ideológico.

     Así, la investigación identificará los distintos elementos o particularidades que en el

    discurso de Arévalo conforman el sujeto político llamado “arevalismo”. Además, se

    analizarán las relaciones que existen entre estos elementos, que dan pie a que se inserten

    en el arevalismo, entendiendo este como un significante vacío que permite la

    universalización de las particularidades, es decir, la construcción de la hegemonía. Se

    analizará la manera en que un conjunto determinado de actores políticos que conforma

    una unidad política a partir de su identificación dentro de una cadena equivalencial dedemandas heterogéneas, constituyéndose así en una identidad popular.

    Para delimitar las fronteras del arevalismo, se analizará la manera en que el discurso de

     Arévalo excluye del significante vacío a cierto conjunto de particularidades, lo cual implica

    analizar también las relaciones que se construyen entre estos elementos particulares. Este

    complejo de relaciones se constituirá en un segundo sujeto político, una segunda unidad

    política, el enemigo.

     Así, la pregunta central que esta investigación intentará resolver es: ¿Cómo se constituye,

    en el discurso, el arevalismo como unidad política a partir de la relación amigo-enemigo? 

    Se propone como objetivo general de esta investigación caracterizar el arevalismo a partir

    de la construcción de unidades políticas en el discurso de Juan José Arévalo.   Para

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    responder esta pregunta y cumplir el objetivo, se plantean los siguientes objetivos

    específicos:

    Identificar la constitución de unidades políticas a partir de la relación amigo-enemigo en el

    discurso político de ArévaloEnumerar los sujetos particulares que conforman el arevalismo como sujeto hegemónico,

    y analizar las relaciones entre ellos.

    Delimitar las fronteras del arevalismo establecidas en el discurso, identificando los sujetos

    particulares que se excluyen del significante vacío que le corresponde, y que a través de

    sus relaciones constituyen el “enemigo”.

     Analizar la relación de las unidades políticas (amigo y enemigo) con el socialismo

    espiritual.

    De acuerdo a lo establecido en Villagrán (2009) y Gleijeses (1991), el punto de mayor

    diferenciación política binaria durante los primeros años de la Revolución de Octubre, lo

    constituye el proceso de aprobación del Código de Trabajo. El Código de Trabajo “…fue el

    primer meridiano que separó a Guatemala en posiciones y reacciones” (Villagrán, 2009:

    73)1. Por esta razón, el objeto de análisis de esta investigación son los discursos emitidos

    por Arévalo durante su presidencia (1945-1951), específicamente aquellos que se refieren

    a la aprobación de dicha legislación.

    1.2. Metodología

    Es necesario entonces, aclarar lo que entendemos por discurso, y cómo puede utilizarse

    para descubrir un sistema de ideas políticas.

    1.2.1. Am igo-enemigo : de Von Clausewitz a Laclau

    En el texto “de la Guerra”, Karl Von Clausewitz (1874) propone entender la guerra como

    “la continuación del intercambio político con una combinación de otros medios (…) este

    intercambio político no cesa en el curso de la guerra misma, no se transforma en algo

    diferente, sino que, en su esencia, continúa existiendo” Para Von Clausewitz, “la guerra

    1 Esta atribución se describe con mayor detalle en el apartado 3.3. El Código de Trabajo: la línea en la arena. 

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    nunca puede separarse del intercambio político”, en tanto no es más que una

    manifestación intensa y violenta del intercambio político., La guerra constituye “un acto de

    fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad.” De esta

    forma, si se entiende la política como una cuestión relativa al ejercicio del poder  –

    entendido este como la capacidad de imponer una voluntad- la guerra es un acto de

    fuerza llevado a cabo para hacer política.

    Esta perspectiva pone en evidencia el carácter dicotómico de todo lo relativo a la política.

    Para que una determinada acción pueda considerarse política, es necesario que esté

    claramente definida una relación entre al menos dos partes, en donde una parte intenta

    imponer su voluntad (ejercer poder sobre) la otra parte. Carl Schmitt (1932) plantea que

    “todos los conceptos, ideas y palabras políticas poseen un sentido  polémico; tienen a la

    vista una rivalidad concreta (…)” Así como existe una distinción entre bueno y malo en lo

    moral, entre belleza y fealdad en la estética, y entre rentable y no-rentable en lo

    económico, existe en lo político una distinción elemental entre amigo y enemigo. Para

    Schmitt, el enemigo es sólo “un conjunto de personas que, (…) puede combatir   a un

    conjunto idéntico que se le opone.”

    En este punto, Schmitt corrige nuevamente el aforismo de von Clausewitz, al afirmar que

    el combate militar no es necesariamente la continuación de la política por otros medios,pero que cualquier enfrentamiento militar se lleve a cabo, es necesario que anteriormente

    se haya establecido la relación amigo-enemigo.

    “La guerra no es ni el objetivo, ni el propósito de la política. Ni siquiera es su contenido.  

    Con todo, es el pre-supuesto  –en tanto posibilidad real permanentemente existente- que

    define el accionar y el pensar del ser humano de un modo especial, suscitando con ello un

    comportamiento específicamente político” 

    Schmitt afirma que el establecimiento de la relación amigo-enemigo solamente es posible

    en tanto existe la posibilidad permanente del uso de la fuerza por parte de uno de los dos

    sujetos; pero también que el enfrentamiento militar  –la guerra- sólo es posible en tanto

    está claramente identificada la agrupación en una dicotomía amigo-enemigo.

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    La capacidad de establecer claramente esta diferenciación es lo que permite la existencia

    de un sujeto como unidad política. El enemigo no es un adversario privado, no surge de la

    antipatía personal o de la contraposición de intereses. La distinción amigo-enemigo es

    naturalmente pública, en tanto surge de la mutua enemistad de dos conjuntos de

    personas, en especial, dos pueblos. A cada uno de estos grupos, Schmitt le llama unidad

     política.

    Michel Foucault (1976) analiza un tipo de discurso que emerge en los siglos XVI y XVII, y

    que defiende la guerra como análisis de las relaciones de poder, partiendo de la premisa

    que, aún en tiempos armisticio, paz, u orden, permanece siempre un conflicto latente, una

    “guerra disfrazada de paz”:

    “La guerra es la que constituye el motor de las instituciones y del orden: la paz (…) hace

    sordamente la guerra. (…) Un frente de batalla traviesa toda la sociedad, continua y

    permanentemente, poniendo a cada uno de nosotros en un campo o en otro.” “Una

    estructura binaria atraviesa la sociedad” (Foucault, 1976: 47).

    En este tipo de discurso, el enunciante no ocupa una posición neutral o universal, sino que

    “está necesariamente -dentro de esta lucha general cuyo relator es- situado de un lado o

    del otro: está en la batalla, tiene adversarios, se bate para obtener una victoria particular”

    (Foucault, 1976: 48). Este tipo de discurso, de carácter histórico-político, busca establecer

    un orden de verdad y derecho marcado por la asimetría, excluyendo al enunciante de la

    universalidad, intentando establecer, mantener o restablecerle un privilegio. Entre las

    características de este discurso podrían encontrarse la recurrencia a hechos brutos -como

    vigor, fuerza, carácter- o una serie de casos -derrotas, victorias, éxitos o fracasos de

    levantamientos o batallas-, además de elementos psicológicos y morales -coraje, miedo,

    desprecio, odio, u olvido- (Foucault, 1976: 50). El discurso también se articula en una

    amplia mitología que hace referencia a un pasado glorioso olvidado, o a derrotas cuyas

    consecuencias persisten, y que preceden una inminente batalla. Foucault (1976: 52), lo

    describe utilizando ejemplos del Medioevo:

    “En ella se revela que las grandes victorias de los gigantes poco a poco f ueron olvidadas y

    ocultadas, que existió el crepúsculo de los dioses, que los héroes fueron heridos o

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    muertos y que los reyes fueron sumidos en el sueño dentro de cavernas inaccesibles. Se

    habla además de los derechos y los bienes de la primera raza pisoteados por invasores

    astutos; de la guerra secreta que continúa; del complot cuya trama hay que reanudar para

    reanimar esta guerra y expulsar a los invasores y enemigos; o de la inminencia de la

    batalla, que invertirá finalmente las fuerzas y transformará a los derrotados seculares en

    vencedores…”

    Es evidente entonces, que este enfoque se relaciona con el planteamiento de Von

    Clausewitz y Schmitt sobre la estrecha relación entre la guerra (entendida como un

    enfrentamiento violento entre dos adversarios) y la política, entendida como la expresión

    de la dicotomía amigo-enemigo. Para Foucault, a este discurso corresponde la inversión

    del aforismo de Von Clausewitz, resultando en la acepción de que “la guerra es la

    continuación de la política por otros medios”.

     Aquí surge entonces la primera pregunta: ¿de qué manera se agrupan los conjuntos que

    se enfrentan en esta dicotomía? ¿Cómo se separa una unidad política de otra? En

    palabras de Schmitt, ¿Cómo se conforma un pueblo, en enemistad con otro?

     Algunas sugerencias pueden encontrarse en Laclau (2005), que inicia exponiendo la visión

    que la ciencia política ha trazado sobre el concepto de  populismo. A criterio de Laclau,

    dicha visión plantea el populismo como algo indeseable, una forma de manipulación de

    masas irracionales, o con escasa capacidad de raciocinio. Se le describe en términos

    peyorativos como política vacía, vaga y apenas retórica.

    Laclau busca replantear el populismo, entendiéndolo como un modo de construir lo

    político, afirmando que la vaguedad es está inscrita en ciertas circunstancias de la realidad

    social, y que la retórica es un elemento necesario en la construcción de cualquier

    estructura conceptual. Así, el populismo no es entonces mera retórica, sino que se

    constituye en la construcción de un sujeto político, el pueblo, a través del discurso. Desde

    esta perspectiva, la construcción del pueblo requiere del establecimiento de una idea

    conductora que permita la identificación de actores diversos bajo un objeto único. Se

    plantea entonces la necesidad de identificar este objeto:

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    “Si tenemos un conjunto puramente diferencial, la totalidad debe estar presente en cada

    acto individual de significación; por lo tanto, la totalidad es la condición de la significación

    como tal. Pero, en segundo lugar, para aprehender conceptualmente esa totalidad,

    debemos aprehender sus límites, es decir, debemos distinguirla de algo diferente de sí

    misma (…) La única posibilidad de tener un verdadero exterior sería que el exterior no

    fuera simplemente un elemento más, neutral, sino el resultado de una exclusión.” (Laclau,

    2005: 94).

    Es decir que para construcción de lo político, es necesario establecer una clara distinción

    entre dos unidades políticas. Esto plantea una tensión evidente: por un lado, se necesita

    hacer esa distinción; por el otro, se necesita cohesionar a varios actores políticos bajo una

    misma totalidad. La pregunta es, ¿cómo se cohesiona una unidad política? Laclau se

    acerca a la respuesta más adelante:

    “… existe la posibilidad de que una diferencia, sin dejar de ser  particular , asuma la

    representación de una totalidad inconmensurable. (…) Esta operación por la que una

    particularidad asume una significación universal inconmensurable consigo misma es lo

    que denominamos hegemonía.” (Laclau, 2005: 95).

     A partir del discurso - entendido como una totalidad estructurada que articula dimensiones

    lingüísticas (retórica) y no lingüísticas  – es posible establecer relaciones que constituyen

    elementos diferenciados. En estas relaciones, elementos particulares se pueden

    centralizar en un “significante vacío”, un sujeto capaz de absorber las particularidades,

    intentando constituirse como hegemónico. El significante vacío “… surge de la necesidad

    de nombrar un objeto que es a la vez imposible y necesario” (Laclau, 2005: 96) .

    La nueva pregunta es entonces ¿de dónde surge este significante vacío? ¿Cómo logra

    hegemonizarse por sobre las particularidades? Más allá, ¿en qué consisten estas

    particularidades?

    En Laclau (2005), se explica que estas identidades políticas surgen de las demandas,

    entendidas como peticiones que se transforman en reclamos. Las demandas surgen de

    manera aislada, es decir diferencial , pero en tanto el sistema político es incapaz de

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    absorberlas de esta forma, se acumulan estableciéndose entre ellas una relación

    equivalencial. Como el mismo Laclau aclara en la conferencia Hegemonía, política y

    representación (2004): dado un régimen altamente represivo, las demandas diferenciales

    pueden asumir la característica de reivindicación anti-sistema, estableciendo una relación

    equivalencial. Sin embargo, para articularlas en una unidad política, se hace necesario

    nombrar esta unidad política, representarla en un símbolo que la absorba totalmente.

    Dado que los medios de representación para esta totalidad la constituyen las demandas

    individualizadas que la conforman, una de ellas pasa a ser el símbolo del conjunto de

    demandas: la identidad hegemónica, el significante vacío.

    Es importante aclarar que, de manera complementaria a lo planteado por Foucault, Laclau

    establece que este conjunto de demandas articuladas en una cadena equivalencial,

    correspondiente al pueblo, es de manera más precisa una  plebs  (pueblo excluido) que

    desea constituirse en un populus (pueblo universal o total).

    De esta manera, la constitución de esta cadena equivalencial otorga solidez y estabilidad

    al conjunto de demandas, pero restringe su autonomía, obligándolas a operar dentro de

    parámetros estratégicos establecidos por la cadena como un todo; esto deriva en una

    permanente tensión entre el carácter homogenizante de la cadena equivalencial, y la

    heterogeneidad original de las demandas que se inscriben en ella. (Laclau, 2005: 163)

    1.2.2. Cons trui r al pu eblo es nombrar al ianzas: La ident idad pop ular

    y el d isc ur so del líder

    La pregunta que surge en este punto es ¿Cómo se identifica al “amigo” en un discurso

    político? ¿Cuáles son sus características? ¿Cuál es su posición en una estructura

    narrativa determinada?

    Para los fines de esta investigación, la identidad política denominada “amigo” está

    asociada a una identidad popular construida a partir del discurso, construcción que se

    facilita mediante la emergencia de un significante vacío, identidad hegemónica dentro de

    la cual caben múltiples identidades políticas asociadas a demandas particulares. Laclau

    aclara este punto en el artículo “La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana” :

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    “Esta pluralidad de demandas comienza entonces a plasmarse en símbolos comunes y, en

    un cierto momento, algunos líderes comienzan a interpelar a estas masas frustradas por

    fuera del sistema vigente y contra él. Éste es el momento en que el populismo emerge,

    asociando entre sí estas tres dimensiones: la equivalencia entre las demandas

    insatisfechas, la cristalización de todas ellas en torno de ciertos símbolos comunes y la

    emergencia de un líder cuya palabra encarna este proceso de identificación popular. ”

    (Laclau, 2006b).

     Aunque no lo hace de manera directa, en “La razón populista”, Laclau ahonda en el papel

    del líder en la construcción de la identidad popular, estableciendo la constitución de las

    cadenas equivalenciales de demandas que conforman una identidad popular “sería

    imposible sin el funcionamiento de los mecanismos de representación”. El significante

    vacío puede adoptar la forma de un representante  –un líder-, que se convierte en

    elemento constitutivo de la identidad popular, pero cuya actuación autónoma es irrelevante

    para el análisis del populismo. (Laclau, 2005: 204-205).

     Además, “La deriva populista…”, Laclau nos brinda otras claves para identificar la

    identidad popular en el discurso. Entre ellas, la más determinante se refiere a la posición

    de los actores y demandas que la conforman frente al sistema institucional existente:

    “Construir al pueblo significa apelar a ‘los de abajo’, en una oposición frontal con el

    régimen existente. Esto implica que, de una forma u otra, los canales institucionales

    existentes para la vehiculización de las demandas sociales han perdido su eficacia y

    legitimidad, y que la nueva configuración hegemónica (…) supondrá un cambio de régimen

    y una reestructuración del espacio público.” (Laclau, 2006b).

    De esta manera, las características asociadas a la identidad popular son las siguientes:

    1. Los actores que la constituyen parten de una situación de exclusión, que la enfrenta con

    un orden institucional establecido.

    2. Podrá asumir un nombre único (el significante vacío), pero estará siempre compuesta por

    una multiplicidad de actores que se perciben excluidos del orden institucional establecido.

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    trabajadores costarricenses, y la promulgación del Código de Trabajo (Torres-Rivas,

    2001). El hecho de que algunas de dichas reformas se encontraran en la propuesta

    programática del BOC, así como el interés de la Iglesia católica en contar con apoyo

    político autónomo a través del movimiento obrero, fueron los factores que facilitaron la

    construcción de la alianza entre actores cuyas demandas provienen de bases doctrinarias

    distintas (Molina Jiménez, 2006).

    Dado que Laclau propone que la identidad popular se constituye en oposición a un

    sistema institucional incapaz de procesar demandas dispersas, podría argumentarse que

    la alianza conformada alrededor del Gobierno de Calderón no constituye un ejemplo

    apropiado para el marco teórico de esta investigación, dado que el programa que sirvió de

    elemento cohesionador se condujo a través de los canales institucionales, siendo

    Calderón el Presidente de la República y miembro del partido mayoritario, y dado que el

    BOC era en ese momento la segunda fuerza política. No obstante, existen tres aspectos

    que resultan útiles de resaltar. El primero, es que a pesar de lo expuesto anteriormente, la

    base del calderonismo se encontraba en los “sectores urbanos, obreros y grupos

    marginados o subproletariado y en la clase obrera de las zonas bananeras…” (Miranda

    Camacho, 2010), cuyas demandas estaban, hasta ese momento, excluidas del sistema

    institucional. El segundo es la necesidad  –identificada por Laclau- de que la identidad

    popular disponga la utilización de los mecanismos de representación. La alianza en

    cuestión no habría sido posible sin la posibilidad inmediata de llevar a cabo el programa

    mencionado a través de dichos mecanismos. El tercer elemento tiene que ver con la

    fundación de relaciones históricas de poder surgidas de relaciones de fuerza en una

    coyuntura de guerra, y vincula lo expuesto por Foucault en “Defender la sociedad” y la

    teoría de Laclau sobre la construcción del pueblo: El gobierno de Calderón, con la

    articulación de actores que representó, dio lugar al surgimiento del “calderonismo”,

    identidad política adoptada por los socialcristianos costarricenses, que perdura hasta elpresente en facciones del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

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    1.3.3. Populismo 2.0: El Tea Party Mov emen t

    El movimiento Tea Party, surgido en Estados Unidos a partir de 2008, es un ejemplo claro

    de cómo un conjunto de demandas dispersas puede ser articulado bajo símbolos

    comunes. En sus sitios web teaparty.org  y teapartypatriots.org , el Tea Party identifica entresus adversarios (“enemigos”, para el efecto de esta investigación) al gasto público federal

    en expansión, la intervención pública en la economía, a los inmigrantes ilegales en EEUU,

    a los no angloparlantes, y a lo que llaman una oligarquía que gobierna en detrimento del

    ciudadano estadounidense promedio; en el contexto actual, y bajo una lógica liberal, su

    principal enemigo es el gobierno. Por otro lado, y en consecuencia, defienden la libertad

    económica y la economía de libre mercado. Para unificar todos estos reclamos, a primera

    vista dispersos, reivindican símbolos de la historia y cultura estadounidense. En sus textoscon frecuencia se encuentra referencias a la Constitución y a la Bill of Rights, utiliza la

    frase “WE THE PEOPLE” (“NOSOTROS, EL PUEBLO”) proveniente del p reámbulo de la

    Constitución, y su nombre está tomado del Partido del Té de Boston, actor político

    determinante en la consecución de la independencia estadounidense (Coughlin, 2011).

     Adicionalmente, la relación estrecha que existe entre el Tea Party y algunos miembros  –

    particularmente, candidatos- del partido Republicano refiere claramente hacia el rol

    asignado por Laclau a los representantes en la construcción de la identidad popular. Dicharelación está descrita por Williamson, Skocpol y Coggin (2011):

    “Un pequeño conjunto de élites republicanas que operan nacionalmente, muchas de las

    cuales han promovido una agenda anti regulación y pro impuestos bajos desde la década

    de 1970, ha jugado un papel clave en los esfuerzos locales y regionales del Tea Party.

    Estas élites ya cuentan con una infraestructura para el diseño de políticas en Washington,

    pero habían alcanzado únicamente un éxito limitado en cuanto a conectarse con activistas

    de base” (Williamson et. al, 2011: 26).

     Aunque el mismo artículo menciona que el liderazgo del Tea Party cuenta también con

    voceros en los medios de comunicación, así como activistas no partidarios, es de

    relevancia el hecho de que la organización cuenta con representantes electos a través de

    uno de los dos partidos tradicionales de EEUU.

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    1.3.4. De los ejemp los a la apl icac ión

    En base a los ejemplos descritos, y siguiendo la lógica descrita en Construir  al pueblo es

    nombrar alianzas: La identidad popular y el discurso del líder , se concluye que el análisis

    de las identidades políticas creadas a partir del discurso debe contener, como mínimo, los

    siguientes elementos:

    1. Identificación de los actores agrupados en torno al enunciante, y las motivaciones detrás

    de su agrupación. Esto es evidente de manera particular en el caso del calderonismo.

    2. Delimitación contundente de la unidad política mediante la identificación certera de los

    actores excluidos de dicha unidad (el enemigo). Este elemento se ejemplifica en el caso

    del discurso de ARENA.

    3. Descripción de la estructura narrativa del discurso, configurada a partir de los dos

    elementos anteriores, y legitimada por elementos emotivos, como las referencias a la

    memoria colectiva. Este es el caso del discurso del Tea Party.

    4. Identificación de la posición del enunciante como interlocutor entre la unidad política

    creada por el discurso, y el sistema institucional a través del cual se intenta procesar las

    demandas de dicha unidad. Esta posición es cubierta por Calderón en el caso

    costarricense, ARENA en el caso salvadoreño, y los candidatos y legisladores

    republicanos en el caso del Tea Party.

    Esta investigación requerirá identificar los elementos mencionados en el discurso de Juan

    José Arévalo, lo que permitirá establecer la manera en que las identidades políticas son

    construidas y delimitadas en dicho discurso. La presente investigación identificará las

    unidades políticas creadas a partir del discurso de Arévalo, que no necesariamente

    coincidirán con las agrupaciones amigo-enemigo en términos objetivos. En enemigo no

    está definido únicamente a través del discurso, sino constituye una agrupación de actores

    que se opone a otra idéntica, independientemente de que el discurso del amigo lo

    reconozca como tal. Esta aclaración es particularmente importante al analizar la ubicación

    de la Iglesia católica y el Partido Comunista en el esquema de actores del proceso de la

    Revolución de Octubre.

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    1.4. El discurso

    Si bien existen diferentes definiciones del concepto de “discurso”, es necesario definir uno

    que se corresponda con el objetivo políticas en el discurso de Juan José Arévalo, para lo

    cual se intentará identificar la forman en que el discurso en cuestión construye

    identidades políticas. Por esto, se utilizará la definición de discurso propuesta por Íñiguez y

     Antaki (1994), que define el discurso como “un conjunto de prácticas lingüísticas que

    mantienen y promueven ciertas relaciones sociales.” Es decir, el discurso no es

    simplemente un reflejo o una imagen de relaciones sociales existentes, sino que actúa

    sobre ellas, y el analizar el discurso “… consiste en estudiar cómo estas prácticas actúan

    en el presente manteniendo y promoviendo estas relaciones: es sacar a la luz el poder del

    lenguaje como una práctica constituyente y regulativa.” (Íñiguez y Antaki, 1994).

    Íñiguez señala en otro texto (2006), una serie de acciones discursivas; esto es, el conjunto

    de los elementos que pueden identificarse en un discurso, y cuya interacción le otorga

    carácter. Estos elementos son:

    1. La representación de los actores sociales, en función de sus formas de designación, los

    atributos y acciones que se le asignan, y la producción de dinámicas de oposición y

    polarización entre los grupos sociales, expresada en enunciados como “nosotros vs. ellos” 2. La representación de los procesos, atribuyendo a ciertos actores responsabilidad sobre

    ellos, y proyectando las consecuencias sobre otros. Incluye también una valoración de los

    procesos como positivos o negativos.

    3. La recontextualización de las prácticas sociales, en términos de otras prácticas

    4. La argumentación utilizada para persuadir de la veracidad o pertinencia de una

    determinada representación, o la justificación de determinadas acciones.

    5. La actitud del enunciante hacia los enunciados, tomando en cuenta la postura, posición o

    punto de vista, así como la intensidad de este.

    6. La legitimación o deslegitimación de acontecimientos, actores sociales, y discursos.

    (Iñiguez, 2006: 171).

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     Así, este trabajo consistirá en la identificación y caracterización de cada uno de estas

    acciones discursivas, con sus respectivas estrategias, en el discurso de Arévalo, para

    identificar la manera en que, a partir del discurso, se crean identidades políticas, se

    construyen sujetos políticos que interactúan entre sí, tomando parte en procesos políticos

    en un contexto histórico determinado.

    Actor  Características

    atribuidas

    Positivas o

    negativas

    ocesos en los que

    participa

    sponsabilidad en el

    proceso

    Consecuencias

    ercibidas del proceso

    articipación legítima

    ilegitima

    Actor 1 

    Actor 2 

    Actor 3 

    Actor 4 

    Actor5 

    Con base en los atributos otorgados a cada actor en el cuadro anterior, es posible

    identificar posiciones con respecto a estos procesos políticos, se agrupan en unidades

    políticas expresadas en la relación amigo-enemigo. Este proceso se explica a partir del

    diagrama siguiente.

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    Figura 1.

    2. Contextualización histórica

    Para entender el gobierno de Arévalo y la emergencia del arevalismo, es necesariocontextualizar la Revolución de Octubre como producto de la crisis de la forma de Estado

    que le precedió de manera inmediata. Esta forma de Estado corresponde al período

    iniciado en 1871 con el triunfo de la revolución “liberal” dirigida por Miguel García -

    Granados y Justo Rufino Barrios, en contra de la facción conservadora, en el poder de

    manera casi ininterrumpida desde la colonia. La forma de Estado liberal entra en 1920 en

    una coyuntura crítica, que se resolverá con el derrocamiento de Ubico y el ascenso de la

    Revolución de Octubre, en 1944.

    2.1. Características generales del período liberal

    Para Julio Castellanos Cambranes (1992), durante el período comprendido entre 1871 y el

    principio del siglo XX, la transformación de los residuos de propiedades pre capitalistas

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    para facilitar su incorporación a la agricultura capitalista en formación, tuvo como

    consecuencia:

    a) el surgimiento del latifundismo moderno en Guatemala;

    b) la consolidación de una nueva clase de terratenientes agroexportadores; yc) una mayor diferenciación económica y social en el medio rural; siendo todo este proceso

    favorecido al contar los Liberales con los medios legales para controlar y manipular a su

    antojo la legislación agraria.

    (Castellanos, 1992: 314).

    Para Sergio Tischler, el Estado guatemalteco estructurado en el período liberal fue “parte

    de una forma social nucleada en torno al eje finquero-cafetalero.” (Tischler, 2001: 80). 

    Castellanos Cambranes indica que la llamada reforma liberal constituye la “segunda etapa

    en el ciclo de revoluciones burguesas iniciado con la Independencia, pero nuevamente no

    se logró alcanzar la meta de democratizar la sociedad…” en tanto su intención era

    satisfacer las necesidades de la burguesía agraria (Castellanos, 1992: 315). Según

    Tischler, “los liberales creyeron haber fundado un Estado burgués en forma…”, no

    obstante, no era posible que un Estado estructurado a partir del privilegio y la servidumbre

    se ‘elevara’ a la calidad de Estado moderno”. El Estado liberal, tal y como lo describe

    Tischler, no pude separarse de la forma finquera de lo social, constituyéndose aquel en un

    “finquero colectivo”. (Tischler, 2001: 78-81).

    En este contexto, aunque el régimen político del período liberal generalmente es descrito

    como fundado en “dictaduras personales” de gobernantes como Justo Rufino Barrios,

    Manuel Estrada Cabrera o Jorge Ubico, Cambranes describe estos gobiernos como

    “dictaduras clasistas de los finqueros” (Castellanos, 1992: 326). 

    De esta cuenta, el ascenso de los liberales al poder significó:

    “enriquecimiento y bienestar de la clase dominante, integrada desde entonces por la

    burguesía latif undista, comercial y burocrática (…) Los verdaderos y grandes beneficiarios

    fueron los imperialistas alemanes, que se apoderaron de la economía agraria de

    Guatemala y convirtieron el país en un enclave alemán en el centro de América tropical

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    (…) El efecto social más trascendente de la reforma agraria liberal fue el haber sentado las

    bases de la polarización de la sociedad rural que conocemos en la actualidad”

    (Castellanos, 1992: 331).

    Gleijeses describe esta situación de manera más sintética, señalando que durante lasúltimas décadas del siglo XIX, Guatemala se introdujo a la economía mundial mediante el

    cultivo del café. Coincide con Cambranes al indicar que las reformas agrarias liberales

    “despojaron de sus tierras a los indios”, indicando además que la legislación laboral

    aseguraba el sometimiento de estos como fuente de mano de obra (Gleijeses, 1991: 4).

     Adicionalmente, Gleijeses describe la participación de intereses extranjeros en el

    desarrollo capitalista en la Guatemala de principios del siglo XX, particularmente a través

    de la International Railways of Central America  –IRCA- (Gleijeses, 1991: 4, 111) y la

    Electric Bond and Share (Gleijeses, 1991: 111), compañías que monopolizaban el

    ferrocarril y la distribución de energía eléctrica, respectivamente.

    Tischler también describe la manera en que el desarrollo embrionario de formas

    capitalistas dio pie a un proceso en el que surgieron nuevos actores y conflictos en la

    sociedad liberal. (Tischler, 2991: 152). Gleijeses sustenta esta afirmación al describir que,

    a partir de 1920, en Guatemala se desarrolla un período de democracia limitada, con un

    Congreso y una prensa relativamente libres, una disminución de la represión, y unincremento en la movilización social. “La policía a menudo intervenía y arrestaba algunas

    personas, pero los salaries aumentaron y fueron legalizados varios sindicatos”. (Gleijeses,

    1991: 4). Para Tischler, este proceso fue la

    “base del proceso político de crisis del Estado oligárquico…”, cuestionado por “…sectores

    urbanos que se habían desarrollado en medio de la contradicción entre la modernidad (…)

    y el estrecho horizonte oligárquico de la sociedad y la economía (Tischler, 2001; 152).

    Para finales de la década de 1920, el Estado oligárquico entra en una coyuntura crítica,

    potenciada por el desarrollo de la Gran Depresión. Es en ese momento en el que

    asciende Jorge Ubico al poder.

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    2.2. El Gobierno de Ubico

    Jorge Ubico fue electo presidente de Guatemala en 1931, compitiendo sin oposición. Su

    fama de hombre fuerte le valió el favor de la élite económica, en momento de amplio

    descontento popular, tras el inicio de la Gran Depresión en 1929, que había quebrado la

    economía guatemalteca, dependiente de las exportaciones café y banana (Gleijeses,

    1991: 5). Sergio Tischler interpreta el ascenso de Ubico como “la reacción del Estado

    oligárquico guatemalteco ante la situación de emergencia derivada de la crisis económica

    mundial.” (Tischler, 2001: 153). El factor fundamental que incentive a la élite económica a

    facilitar la dictadura de Ubico fue, según Tischler, la aparición de la clase obrera, a partir

    de la separación del movimiento de los trabajadores de la hegemonía liberal, y su

    correspondiente estructura paternalista de las relaciones de dominación (Tischler, 2001:163). En este contexto, Ubico “encarnaba el liderazgo que podía fortalecer el principio de

    autoridad centralista y autoritario que el mundo oligárquico había creado como modo

    dominante de cohesión y unificación política nacional, particularmente en tiempos de

    crisis.” (Tischler, 2001: 170). Ubico tenía entonces el mandato de utilizar la fuerza del

    Estado para reprimir la protesta social y la disidencia, algo que hizo de manera muy

    efectiva. No obstante, la represión produjo, particularmente entre trabajadores urbanos y

    sectores medios, una profunda erosión y el rompimiento de los mecanismos de mediación

    paternalista con los sectores subalternos urbanos. (Tischler, 2001: 197-199).

    “Para mediados de la década de 1940 la crisis económica se había desvanecido y la

    Victoria de los Aliados sobre Hitler estaba propaganda sentimientos antidictatoriales,

    incluso entre la clase alta.”(Gleijeses, 1991: 21).

    De esta manera, las condiciones estaban dadas para la emergencia del movimiento

    político que llevó a cabo la Revolución de Octubre, cuyo desarrollo se describe en el

    capítulo siguiente.

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    3. La Revolución de Octubre: Nuevos amigos, nuevos

    enemigos

    El proceso político conocido como la Revolución de Octubre de 1944 es uno de los más

    relevantes de la historia contemporánea de Guatemala, debido a que a partir de una

    coyuntura de poco menos de diez años, se modifica las relaciones políticas existentes

    hasta ese momento. La Revolución representa el inicio de la crisis de ese conjunto de

    relaciones marcadas por la disputa por el control del Estado entre dos grandes unidades

    políticas surgidas durante los últimos años del período colonial: los conservadores,

    herederos de la estructura de poder de la colonia; y los liberales, con un discurso

    modernizante, desarrollista, y anticlerical. Los primeros mantuvieron el control del aparato

    estatal por la mayor parte del siglo XXI, hasta que los liberales se impusieron en 1871,

    iniciando una sucesión de dictaduras que concluyó con los gobiernos de Jorge Ubico

    (1931-1944) y Federico Ponce Vaides (1944).

    Independientemente de las valoraciones que se hagan sobre dicho proceso, el hecho es

    que a partir de 1944, las unidades correspondientes a las categorías de amigo y enemigo

    utilizadas en esta investigación, dejaron de estar marcadas por los enfrentamientos

    mencionados anteriormente, para dar paso a otro tipo de enfrentamiento entre actores

    distintos. A partir del discurso político de una figura fundamental para la Revolución, se

    dilucidarán como las identidades políticas de “liberales y conservadores”, así como los

    enemigos internos del régimen liberal, son sustituidas por dos unidades políticas. Una,

    correspondiente a la Revolución de Octubre y la democracia –asociadas a los estudiantes,

    los trabajadores, los campesinos, y el pueblo- , y otra correspondiente al “viejo orden” –

    asociado a los viejos partidos políticos, los antiguos dictadores, la oligarquía y el capital

    extranjero-.

    3.1. El candidato vacío de la Revolución

    El inicio de la coyuntura que dio origen al proceso político conocido como la Revolución de

    Octubre puede situarse en la crisis del gobierno de Jorge Ubico, en junio de 1944. Torres-

    Rivas (2001), explica que

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    “…la acumulación de tensiones y problemas que se congelaron virtualmente en sus

    catorce años de dictadura (1931/44), el estancamiento económico, la asfixia de la vida

    social y cultural, los atroces métodos policíacos para asegurar el orden interior, condujeron

    a un estallido masivo de descontento en junio de 1944 y a un golpe cívico-militar en

    octubre de ese año.” (Torres-Rivas, 2001: 23).

    Poitevin (2004) describe los sucesos del 20 de octubre de 1944 como un proceso que se

    venía dando desde hace varios meses, iniciando en junio con una sucesión de

    manifestaciones y demandas sociales. El régimen constituido por el gobierno de Jorge

    Ubico y una Asamblea Legislativa conformada por sus partidarios, y continuado tras su

    renuncia el 1º de julio por Federico Ponce Vaides, electo por esa asamblea, “atentaba

    contra las aspiraciones de cambio que expresaban los maestros, los estudiantes

    universitarios y los obreros” (Poitevin, 2004: 3). Este era un régimen incapaz de procesar

    demandas más allá de restringidos pero poderosos intereses económicos. Villagrán

    Kramer (2009), describe que

    “… quienes discrepaban abierta o públicamente o lo cuestionaban pagaban la osadía,

    unos con la vida y otros con el ostracismo, la cárcel o el desempleo (…) El partido liberal

    en el gobierno se había habituado a no tener contrincantes políticos, más que el espectro

    del conservadurismo, que no contaba con organización política. (…) De ahí que noestuviere presta a consentir y participar en los ejercicios democráticos que sus adversarios

    exigían. A ello obedeció que el modelo comenzara a sufrir fisuras.” (Villagrán, 2009: 31). 

    Gleijeses (1991) explica que el régimen ubiquista contaba con el favor de la clase alta, la

    prensa y la Iglesia católica. Esta alianza mantuvo su cohesión bajo un discurso

    anticomunista, que construyó un enemigo que era a la vez totalitario, satánico, y una

    amenaza en contra de la propiedad privada y el bien común. Para ejemplificar este

    discurso, se cita el ejemplo de una sublevación ficticia, fabricada por el Gobierno, en laque sindicatos controlados por comunistas y liderados por Antonio Obando Sánchez, a

    quien se atribuyen vínculos con la Unión Soviética. Se menciona a trabajadores de casa

    particular dispuestos asesinar y violar a sus empleadores.

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    “Se puso al descubierto la naturaleza satánica de los líderes comunistas. Se dijo que

    Obando Sánchez predica la matanza primero, y la total redistribución de la propiedad

    después incluyendo (…) a todas las mujeres entre los 8 y 30 años de edad (…) La clase

    alta, la prensa y la Iglesia elogiaron entusiasmadas el ‘activismo y el vigor’ del Gobierno

    contra el comunismo internacional. Sin embargo, advirtieron que la vigilancia no debía

    flaquear y que la represión era necesaria para evitar otros estallidos.” (Gleijeses, 1991: 1 -

    3).

    El movimiento que finalmente derrocó a Ponce Vaides, y en consecuencia facilitó la

    instalación del triunvirato conformado por Jacobo Árbenz, Francisco Javier Arana, y Jorge

    Toriello, estuvo conformado por trabajadores urbanos, la clase media, la élite terrateniente

    y el cuerpo de oficiales del Ejército. (Gleijeses, 1991: 33) Aunque la élite terrateniente se

    veía favorecida por el régimen ubiquista, pudo ver en la caída de Ubico la “eliminación de

    las restricciones impuestas por los caprichos del dictador (como una oportunidad para)

    acrecentar su poder y sus privilegios” (Gleijeses, 1991: 33). De esta manera, vieron sus

    demandas incorporadas a la cadena equivalencial ya conformada por las demandas de

    estudiantes, maestros y obreros que impulsaron el derrocamiento de Ubico, y

    eventualmente se convirtieron en el germen de la Revolución. No obstante, su

    participación dentro de esta cadena equivalencial fue irregular, y durante el proceso

    político la élite económica se desprendió finalmente de la misma. Laclau establece que la

    inscripción de una demanda en una cadena equivalencial restringe su autonomía,

    obligándola a operar dentro de los parámetros estratégicos establecidos para la cadena.

    Se crea así una tensión entre la subordinación de las demandas a los intereses de la

    cadena equivalencial, representada por un significante vacío, y la autonomía de estas

    demandas frente a esta cadena. Las demandas particulares dentro de esta cadena

    podrían entonces recibir presiones de proyectos hegemónicos rivales. (Laclau, 2005; 163-

    166). En este caso, la subordinación de las demandas de la oligarquía es motivo dedisputa entre el proyecto hegemónico que empieza a construirse con la Revolución, y el

    proyecto de dominación vinculado al viejo orden liberal. Laclau también contempla la

    posibilidad de que una demanda no sea incorporada a una cadena equivalencial porque

    se opone a los objetivos particulares de demandas que ya son eslabones de esa cadena

    (Laclau, 2005; 175). Existe en la Revolución de Octubre una evidente contradicción entre

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    las demandas de los trabajadores y las de la élite económica, que eventualmente motivará

    la ruptura definitiva, que inicia con la aprobación del Código de Trabajo (que se abordará

    extensamente a lo largo de esta investigación). Similar situación se da en el caso del

    Ejército, cuya posición inicial está al lado del viejo orden  –lo cual es evidente en el carácter

    militar de la dictadura de Ubico, pero que inmediatamente se traslada al campo de la

    Revolución, convirtiéndose en un factor de poder determinante para el sostenimiento del

    gobierno de Arévalo, sólo para desprenderse de esa cadena y propiciar el derrocamiento

    de Jacobo Árbenz, evento que trasciende los objetivos de esta investigación.

    Durante los meses que siguieron al derrocamiento de Ponce Vaides, se llevaron a cabo

    elecciones presidenciales y legislativas que resultaron en la promulgación de una nueva

    Constitución, y la designación como presidente de Juan José Arévalo. En el trasfondo, lo

    que ocurría era la articulación de demandas en una cadena equivalencial representada por

    el candidato presidencial.

    Torres-Rivas (2001), describe la elección de Arévalo como un hecho anormal en la historia

    del país, impulsada por una coalición de fuerzas sociales antidictatoriales apoyada por

    partidos que meses antes no existían, y que fue percibida como una amenaza por “la

    poderosa fracción oligárquica de las fuerzas que apoyaron la dictadura militar”. (Torres -

    Rivas, 2001: 23-24). Gleijeses, sin embargo, matiza esta oposición, y describe la maneraen que la candidatura de Arévalo, con toda su indeterminación, ofrecía un lugar común

    para los distintos actores involucrados en la coyuntura: “El hecho de que fuera profesor

    infundía entusiasmo a estudiantes y maestros, los dos grupos que habían encabezado la

    lucha contra Ubico, y que ahora estaban al frente de la oposición contra Ponce. (…) El

    hecho de que Arévalo fuera blanco (…) tranquilizaba a la élite terrateniente guatemalteca.”

    También señala la ambigüedad del discurso de campaña de Arévalo, y califica su oratoria

    de evasiva. (Gleijeses, 1991: 39-41).

     Al explicar la manera en que la construcción de una identidad popular requiere de la

    emergencia de un significante vacío, Laclau se refiere a la vaguedad y la indeterminación

    del contenido y los destinatarios del discurso populista, proponiendo que estas “…no

    constituyen defectos de un discurso sobre la realidad social, sino que, en ciertas

    circunstancias, están inscriptas en la realidad social como tal.” (Laclau, 2005; 91) . Ante

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    esto, el significante vacío surge de la necesidad de nombrar un objeto que es a la vez

    imposible y necesario. (Laclau, 2005: 96). Arévalo  –y el movimiento que se denominó

    “arevalismo” constituyen ese significante vacío, que da nombre a una realidad. Villagrán

    Kramer indica que “…el doctor Arévalo contribuyó a orientar la ebullición popular y dibujar

    la naturaleza del proceso político que se le abría a Guatemala” (Villagrán, 2009; 37).

    Poitevin, por otro lado, señala que la diversidad de las demandas asociadas a la

    Revolución exigía una representación que las unificara:

    “…era indispensable contar con un líder capaz de unir y canalizar todo el entusiasmo de

    una enorme cantidad de nuevos grupos políticos.2 (…) La candidatura del doctor Arévalo

    fue secundada con entusiasmo por muchos grupos políticos, sindicatos y agrupaciones

    culturales, los que se congregaron en el Frente Unido de Partidos Arevalistas (FUPA),

    encabezado por el Partido Renovación Nacional y el Frente Popular Libertador. No tardó

    en convertirse en el candidato de la Revolución de Octubre.” (Poitevin, 2004: 8).

    Esta indeterminación y heterogeneidad es enfatizada y resaltada por Torres Rivas (2001:

    25): “Los elementos más activos de la coalición arevalista –profesionales, estudiantes

    universitarios, oficiales militares, artesanos, obreros- formaron tres partidos políticos,

    animados por una confusa voluntad modernizadora, sin ideología precisa, salvo la

    voluntad de construir un régimen democrático…” El mismo Torres-Rivas describe el apoyopopular de la Arévalo y la Revolución como “amplio, pero difuso”.

    Por último, la posición de Arévalo como significante vacío de la cadena equivalencial

    formada por las demandas emergidas con la Revolución se puede resumir en una sola

    frase: “El triunfo de Arévalo representó la victoria de la “revolución” –es decir, la victoria de

    nadie en particular” (Gleijeses, 1991: 42).

    3.2. La configuración del enemigoEn el contexto de esta investigación, la política se entiende como una relación entre dos

    campos antagónicos, enfrentados entre sí, y organizados en una relación amigo-enemigo.

    2 El adjetivo “nuevos”, usado para referirse a los grupos políticos, indica que los mismos no existían previo a la

    Revolución, que es lo mismo que decir que sus demandas estaban excluidas del sistema político hasta ese

    momento.

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    Tomando esto en cuenta, no puede analizarse la Revolución de Octubre y la constitución

    del arevalismo sin identificar un campo antagónico que se le enfrente, esto es, un

    enemigo. Previamente se planteó que en la coyuntura de 1944 se enfrentaban dos

    proyectos políticos: El primero está ligado al viejo orden de dominación, integrado por la

    Iglesia y los Gobiernos dictatoriales, amparados por el Ejército, del cual la oligarquía

    terrateniente era parte constitutiva y principal beneficiario. El segundo proyecto está

    vinculado a la hegemonía de la Revolución de Octubre, y se produce a partir de una

    cadena equivalencial constituida por las demandas de los actores que promovieron el

    derrocamiento de Jorge Ubico y posteriormente de Federico Ponce Vaides, entre los que

    se encuentran los maestros, los estudiantes universitarios, los trabajadores urbanos, la

    clase media y los campesinos, además de oficiales del Ejército, cuya participación es

    determinante. Adicionalmente, se mencionó que la oligarquía oscila entre ambosproyectos pues percibe la Revolución de Octubre como una liberación del estorbo de la

    dictadura, pero sus demandas son irreconciliables con las demandas de algunos de los

    actores determinantes de la Revolución.

    La Iglesia Católica es descrita por Torres-Rivas (2001:25), como antidemocrática, y como

    un actor opuesto a la Revolución y a Arévalo; y por Gleijeses (1991: 29), como

    “profundamente conservadora”, y aliada de la clase alta. Además, Gleijeses menciona que

    La Iglesia estaba insatisfecha con los beneficios recibidos de la Constitución de 1945, y en

    consecuencia mantuvo una “enemistad secular con la revolución”. No obstante, este actor

    no aparece en el discurso arevalista como un enemigo.

    Caso contrario ocurre con el Partido Comunista, cuya participación en contra de la

    Revolución durante la presidencia de Arévalo es prácticamente inexistente, sin que esto le

    impida ser construido como un enemigo en el discurso político. Torres-Rivas menciona

    que “el surgimiento del Partido Comunista a finales de 1948, fue clandestino e ilegal hasta

    1951. Arévalo y los principales dirigentes políticos le tuvieron poca simpatía.” (Torres-

    Rivas, 2001: 25), Es notorio el caso del cierre de la Escuela Claridad, instancia de

    formación política del Partido Comunista, por orden de Arévalo (Gleijeses, 2001: 99),

    además de la presentación de dicho partido en el discurso como un “enemigo de la

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    democracia”, en un contexto que se detalla en Villagrán (2009: 75). Poitevin (2004:11) ,

    afirma que Arévalo “no simpatizaba con ideologías extremas.”  

    3.3. El Código de Trabajo: La línea en la arena

    Como se mencionó en el apartado metodológico, el objeto de análisis de esta

    investigación se centrará en los discursos emitidos por Arévalo durante su Gobierno,

    específicamente aquellos en cuya temática aborda la aprobación del Código de Trabajo.

    Esto debido a que dicho evento constituye el momento en el cual la relación amigo-

    enemigo entre los actores involucrados en la coyuntura de la Revolución toma una forma

    más visible. La aprobación del Código de Trabajo es descrita por Gleijeses (1991: 48),

    como la más importante victoria del movimiento sindical hasta ese momento; lo considera

    un documento moderado para su tiempo, aunque radical si se le sitúa en la sociedad

    guatemalteca de la época. Villagrán lo expresa de la siguiente manera:

    “Que Guatemala requería de un “acto revolucionario” para actualizarse en ese campo, no

    podía negarse, en tanto otros países del continente americano y en Europa sólo requerían

    impulsar acuerdos entre trabajadores y patronos, lo cual adversaban la mayoría de

    patronos en Guatemala”. (Villagrán, 2009; 71).

    Poitevin afirma que la discusión del Código de Trabajo “…enfrentó fuertemente a muchos

    diputados y generó polémicas en la prensa y la sociedad en general.” Dicha discusión fue,

    en el caso de Guatemala, “el tema que agitó el panorama ideológico de aquel entonces”

    (Poitevin, 2004: 11), Gleijeses es más extenso y específico:

    “…en 1946 la luna de miel de la clase alta con Arévalo le cedió el paso a la hostilidad (…)

    Mientras el Congreso debatía el código laboral, El Imparcial   fustigaba ‘la impaciencia de

    los trabajadores, tanto en la ciudad como el campo’. El 1 de febrero de 1947, el código fue

    aprobado por el Congreso y las confederaciones obreras intensificaron sus exigencias de

    cambio económico y social en las zonas rurales. ‘¿Hasta dónde han llegado las semillas

    de la subversión?’ preguntaba El Imparcial .” (Gleijeses, 1991: 58).

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    Villagrán cita a Manuel Galich, quien afirma que la discusión y aprobación del Código de

    Trabajo fue “… en ese momento, el meridiano que separó a la izquierda de la derecha: a

    los que estaban a favor y los que estaban contra de la nueva legislación, todos igualmente

    "revolucionarios" en su mayor parte hasta un día antes". (Manuel Galich en Villagrán,

    2009: 71). En este punto, el discurso político se intensifica, haciendo la distinción entre

    amigo y enemigo más clara y definida, y consolidando la identidad de cada una de las

    unidades políticas. Manuel Galich continúa:

    “…quienes se colocaron del lado izquierdo de ese meridiano fueren calificados de

    ‘comunistas’, dada la sinonimia original que establecían las derechas nacionales y

    extranjeras. El reto fue aceptado por aquellos, y el lenguaje se hizo cada vez más

    categórico. (Manuel Galich en Villagrán, 2009: 73).

    Gleijeses también menciona que “…el Código de Trabajo infundió ánimos al recién

    formado movimiento obrero y exasperó a la clase alta, que comenzó a esgrimir

    acusaciones sobre la infiltración comunista con mucho más entusiasmo…” (Gleijeses,

    1991: 128-129).

    La disputa por la aprobación del Código de Trabajo dio como resultado la conformación de

    identidades políticas que perdurarían durante el siglo XX. Villagrán aclara:

    “… entre quienes se ubicaron a la derecha de ese meridiano, su inconformidad con el

    Código y la necesidad de construir posiciones y tesis comunes, los condujo a ubicar a

    todos sus adversarios en un solo campo, el de los comunistas y ellos en otro: el de los

    anticomunistas. Con ello se desfiguró el desarrollo ideológico y político de Guatemala por

    más de cuarenta años." (Villagrán, 2009: 74).

    De manera que la aprobación del Código de Trabajo significó la configuración casi

    definitiva de las identidades políticas que operarían a lo largo de los diez años que

    permaneció en control del aparato estatal el movimiento conformado en torno a la

    Revolución de Octubre. Además, marcó el inicio del enfrentamiento ideológico que

    perduraría durante todo el siglo XX, entre comunistas y anticomunistas. En el siguiente

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    capítulo se analizará cada uno de los actores involucrados, y la manera en que el discurso

    de Juan José Arévalo da forma y estructura dentro de una narrativa a cada uno de ellos.

    En este capítulo se describió el proyecto liberal de dominación, como un sistema

    institucional que, para 1944, era incapaz de procesar las demandas de actores diversos,entre los que se encuentran jóvenes profesionales, estudiantes, militares jóvenes,

    maestros y trabajadores. Dichos actores conforman un movimiento de oposición al

    presidente Jorge Ubico, que concluye con su derrocamiento, y continúa con el

    derrocamiento de su sucesor, Federico Ponce Vaides, iniciando así el proceso político que

    se conoce como la Revolución de Octubre.

    Un elemento importante de dicho proceso es la convocatoria a elecciones democráticas

    para nombrar a un nuevo presidente. Juan José Arévalo emerge entonces como un

    candidato presidencial con un discurso ambivalente, ambiguo e indeterminado, que

    facilita articulación de las demandas diversas en torno a una identidad popular que,

    constituida a partir de un significante vacío -el arevalismo-, nombra una cadena

    equivalencial de demandas heterogéneas, hegemonizadas por la Revolución.

    La Revolución se opone al orden institucional vigente, asociado al proyecto liberal de

    dominación, que incluye a los gobierno s dictatoriales y la Iglesia. La élite económica, por

    otro lado, oscila entre ambos proyectos políticos. Forma parte de la Revolución, en tanto

    sus intereses se ven afectados por la dictadura de Ubico, pero se separa de aquella con la

    aprobación del Código de Trabajo, que constituye el punto más álgido del período

    estudiado. El discurso de Arévalo, que se analiza en el próximo capítulo, pasa de usar un

    tono conciliador y unificador, a otro que exacerba los antagonismos y establece

    claramente la línea entre el amigo -la Revolución y el Arevalismo- y el enemigo -el orden

    liberal-.

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    cadena equivalencial que desembocó en la Revolución de Octubre y el arevalismo, es la

    demanda de los estudiantes por autonomía en la Universidad de San Carlos:

    “En la Universidad de San Carlos (…) algunos estudiantes habían empezado a sacudirse

    el letargo que había paralizado el país. La creación de la Asociación de Estudiantes deDerecho en Octubre de 1942, y de una Federación de Estudiantes Universitarios trece

    meses más tarde, fueron los primeros pasos en un estrecho camino. Parecía que los

    estudiantes evitaban las cuestiones políticas y sólo buscaban una libertad académica

    mínima, pero bajo la superficie las tensiones crecían.” (Gleijeses, 1991: 21).

     A esta demanda de autonomía universitaria se fueron agregando otra de maestros y

    profesionales, especialmente “abogados jóvenes” en las semanas previas al

    derrocamiento de Ubico (Gleijeses, 1991: 23). La cadena creció hasta incorporar a los

    militares, quienes fueron un factor decisivo en el derrocamiento de Ponce Vaides, y que

    son descritos como “oficiales jóvenes” (Gleijeses, 1991: 29). Gleijeses también hace

    referencia al protagonismo que ganaron los Además, afirma que fue la “juventud de clase

    media” la que encabezó la lucha contra Ubico y Ponce (Gleijeses, 1991: 35).

    Villagrán Kramer también hace referencia con frecuencia a la juventud, describiendo los

    subsecretarios nombrados por el triunvirato que tomó el poder a partir del 20 de octubre

    como “un destacado grupo de jóvenes profesionales y estudiantes universitarios”

    (Villagrán, 2009: 37). Además menciona que, para la elección de la Asamblea

    Constituyente, que redactaría la Constitución de 1945, los partidos ‘arevalistas’ (el FPL y

    el PRN) conformaron una lista en la que predominaban “estudiantes universitarios y

    profesionales de recién egreso”, describiendo a los “cuarentones” como “venerables

    viejos” y valorado que “…el triunfo de la juventud fue arrollador y abrumador” (Villagrán,

    2009: 39). Poitevin también se refiere a este fenómeno, afirmando que para la

    Constituyente resultaron “…electos algunos ciudadanos notables de ese momento, entrelos cuales sobresalían muchos jóvenes recién egresados de las aulas universitarias.”

    (Poitevin, 2004: 6).

    Ya al inicio de la presidencia de Arévalo, los líderes de dichos partidos eran similares en

    términos de edad y procedencia: “…jóvenes de la clase media urbana, especialmente

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    estudiantes universitarios y maestros que se habían distinguido en 1944.” (Gleijeses,

    1991: 46). Gleijeses además afirma que la relativa juventud de Arévalo le favorecía en la

    campaña electoral (Gleijeses, 1991: 40).

    De aquí que Arévalo, en su discurso, haga constantes referencias a los jóvenes y a losestudiantes, llegando incluso a utilizar la juventud como una característica intrínseca de la

    Revolución. En sus discursos relacionados a la promulgación del Código de Trabajo, la

     juventud aparece como un actor central, una especie de nodo en la red de actores y

    demandas que constituyen la Revolución. El Gobierno, los partidos políticos y el Congreso

    son aparecen en el discurso arevalista como integrados por “jóvenes”, o caracterizados

    por su “juventud”. Arévalo retrata la representación de las demandas del Ejército y los

    trabajadores  –dos actores de importancia para la revolución- como dependiente del

    desempeño de los jóvenes que forman los órganos mencionados. En este sentido, más

    que describir una realidad objetiva, dicho discurso establece la juventud como una

    característica de la Revolución, implicando además que ésta es un actor novedoso y

    rupturista, contrapuesto a un pasado inmediato. Gleijeses cita a Alfonso Solórzano: “En

    aquel momento la palabra juventud era un lema político que contenía la promesa de algo

    nuevo, mientras omitía las discusiones sobre los problemas sociales y económicos”

    (Solórzano citado en Gleijeses, 1991: 40).3 En los discursos que se refieren al Código de

    Trabajo sobran ejemplos.

    En un discurso con ocasión de la resolución de una coyuntura crítica, Arévalo afirma haber

    participado como candidato a la presidencia “llamado por las fuerzas  juveniles”, de

    quienes dice haber exigido "fe en mi palabra, disciplina durante la lucha y desinterés en

    caso de lograr el triunfo" (Arévalo, 2008: 93). También describe la Asamblea Constituyente

    de 1945 como “integrada por la juventud  de Septiembre”, y le atribuye a dicho órgano, al

    Congreso de la República y a los partidos políticos “jóvenes” el haber concedido  la

    autonomía “que durante toda nuestra historia” se le había negado al Ejército (Arévalo,

    2008: 91). En ese mismo discurso, la Universidad de San Carlos es descrita como un

    “glorioso instituto, forjador de ciudadanos ejemplares”, corresponsable junto a otros

    3 Como se ha mencionado, la indeterminación y la amplitud son características necesarias del discurso populista, en

    tanto busca nombrar totalidades inconmensurables y hegemonizar la identidad de actores heterogéneos.

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    actores del derrocamiento de Ubico (e implícitamente de Ponce Vaides) y que obtuvo del

    triunvirato que sucedió a Ponce la autonomía que reclamaba. (Arévalo, 2008, 89-94).

    Cabe resaltar que el discurso implica que la Universidad obtuvo su autonomía por mérito

    propio, afirmación distinta a las que se hacen sobre las demandas de otros actores, como

    los trabajadores.4 

    Según el discurso de Arévalo, es a los jóvenes quiénes los trabajadores deben la

    promulgación del Código de Trabajo y sus consecuencias (Arévalo, 2008: 92). El

    Congreso, dice en un discurso de 1946, enunciado ante trabajadores organizados, con

    motivo del Día Internacional de los Trabajadores:

    “…es (acusado de) ‘comunista’ porque legisla para bien de todos y defensa especial de

    vosotros (los trabajadores), porque en el medio  juvenil   de sus integrantes no cuajan los

    contratos ‘liberales’, aquellos que por una vía férrea entregaban la sangre y alma de

    Guatemala” (Arévalo, 2008: 157).

    El Partido Acción Revolucionaria, es descrito como un partido juvenil:

    “…sin compromisos con las generaciones feudales (…) impetuoso y generoso (…) que

    insume en sí diversos grupos juveniles que saltaron a la lucha en 1944. Es a ese Partido

    de muchachos a quienes los trabajadores deben la nueva situación de que disfrutan. (…)Sin ellos, sin esos jóvenes creadores de justicia, no habría sido posible este Código ni esta

    fiesta.” (Arévalo, 2008: 246). 

    En esta cita se evidencia que Arévalo concibe la identidad juvenil como rupturista,

    contrapuesta directamente con el pasado. Este carácter es resaltado en varias ocasiones,

    como en la cita siguiente:

    “Aquella caricatura de República en que habíamos vivido no debe ni puede resucitar.Todos los hombres de Guatemala estamos de pie para impedirlo. Un Gobierno de

     juventud  no puede entregar la Patria nuevamente a las fuerzas de la dictadura”. (Arévalo,

    2008: 158).

    4 En el apartado 4.2 se analiza con mayor profundidad la posición de los trabajadores en el discurso arevalista.

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     Además, en su discurso de entrega del Código de Trabajo a los trabajadores, Arévalo

    afirma que;

    “Guatemala ha saltado del orden rígido dictatorial a la vitalidad  juvenil   (…) Este

    Renacimiento está hecho de pasiones exaltadas: pasiones de adolescencia para unpueblo que descubre lo había estado ocultándosele: pasiones seniles  para aquellas

    generaciones que vivieron demasiado cómodas bajo la sombra de la dictadura y que

    ahora se retuercen de ira y de rencor frente a la felicidad de la mayoría (…) Nosotros, la

    nueva generación revolucionaria, los hombres de este Renacimiento, no nos acobardamos

    ante el insulto ni ante la calumnia de los adversarios” (Arévalo, 2008: 245 -247).

    Incluso en el último discurso de su mandato como presidente, a manera de despedida,

     Arévalo exalta la “Juventud   revolucionaria, digna del mayor reconocimiento de las

    generaciones actuales y venideras”, destacando su rol en la aprobación del Código de

    Trabajo, y su posición antagónica frente al pasado protagonizado por el “feudalismo

    criollo”. (Arévalo, 2008, 532-533).

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    4.2. Los trabajadores: Impulsores marginados de la

    Revolución

    Figura 3. El obrero. (Galeotti, 1945).

    Los trabajadores son frecuentemente descritos como uno de los actores centrales de la

    Revolución de Octubre de 1944. En particular, durante el Gobierno de Juan José Arévalo,

    su capacidad de movilización ganó notoriedad, debido en parte a la ampliación de

    libertades y garantías para las organizaciones sindicales, especialmente a partir de la

    aprobación del Código de Trabajo. Sin embargo, dicha ampliación de garantías se

    circunscribió primordialmente a las áreas urbanas, en particular la capital, dejando en

    situación marginal a las demandas de los trabajadores del campo, que fueron

    incorporadas más tarde, concretándose en victorias políticas únicamente a partir del

    segundo gobierno de la Revolución. Inicialmente movilización de los trabajadores,

    organizados en sindicatos, estaba primordialmente protagonizada por obreros y

    empleados de oficina urbanos (Gleijeses, 1991: 47). Esta situación, que puede entenderse

    en la constitución gradual de la cadena equivalencial de demandas correspondiente a la

    Revolución de Octubre, puede deberse a factores ideológicos, estratégicos, e incluso

    geográficos. Esta combinación de factores es descrita por Gleijeses:

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    “… el mundo mayoritariamente indio del campesinado estaba muy distante del de Arévalo

    y los otros líderes de la clase media que formaban la nueva élite política. Esta distancia

    acallaba el eco del sufrimiento de los campesinos. Entre las fuerzas del Gobierno, sólo los

    sindicatos mostraban un deseo activo de cambio verdadero en el campo, pero su

    influencia era limitada y su interés inmediato estaba en las ciudades.” (Gleijeses, 1991:

    45).

    No obstante, aún el compromiso del Gobierno como representante de las demandas de

    los trabajadores urbanos parece haber sido débil en los primeros años. Gleijeses describe

    como el PAR, el partido más izquierdista de los afines a la revolución, era el que más

    simpatizaba con los sindicatos obreros, lo cual lo distanciaba cada vez más de Arévalo

    (Gleijeses, 1991: 46). A pesar de esta distancia, y de las condicionantes descritas

    anteriormente, los trabajadores constituyen el impulsor determinante de las reformas

    sociales llevadas a cabo por el primer gobierno revolucionario. “Un movimiento laboral

    combativo reagrupado en dos confederaciones rivales, la Federación Sindical de

    Guatemala (FSG) y la Confederación de Trabajadores de Guatemala (CTG) presionaba a

     Arévalo y a los partidos revolucionarios para que avanzaran” (Gleijeses, 1991: 47). Con

    todo, los trabajadores eran una fuente de apoyo político significativa para la Revolución:

    “A pesar de sus diferencias, la FSG y la CTG se unieron repetidas veces para presionarpor sus exigencias ante un gobierno a menudo reticente. Usando la ventaja que les daba

    ser el único grupo que podía dar apoyo activo y votos a los distintos partidos

    revolucionarios, lograron importantes victorias.”

    La más importante de esas victorias fue el Código de Trabajo, promulgado en 1947

    (Gleijeses, 1991: 48). Con la emisión de dicho código se reconoció por primera vez el

    derecho de huelga, el pago de indemnización y vacaciones, y el derecho a la seguridad

    social, entre otros derechos (Poitevin, 2004: 11). Los obreros de la incipiente industriaguatemalteca fueron beneficiados por el Código de Trabajo de manera más inmediata y

    directa, pues el Código establecía diferencias significativas entre los trabajadores del

    campo y de la ciudad. Además, el cumplimiento de la legislación laboral en el campo era

    mucho más laxo.

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    “La mayoría de los terratenientes se oponía a la sindicalización, usando ‘cualquier medio

    a su alcance, incluyendo el látigo’ y ‘hasta el asesinato’. Tenían el apoyo de las

    autoridades locales, a quienes no impresionaban las débiles amonestaciones del gobierno

    central.” (Gleijeses, 1991: 54-55).

    Sin embargo, el crecimiento de la actividad sindical a partir de la aprobación del Código de

    Trabajo facilitó que las demandas de los trabajadores del campo fueran incorporadas, a

    través de la conveniencia estratégica que representaban para los trabajadores urbanos:

    “El movimiento obrero urbano (…) era virtualmente el único que exigía la reforma agraria y

    la sindicalización rural (…) ya que el obrero seguiría siendo pequeño y por lo tanto débil,

    sin la participación de las masas rurales. (…) Un campesinado menos empobrecido podría

    comprar algunos de los productos de las industrias guatemaltecas; la producción

    aumentaría así como el empleo y los salarios en las ciudades. Finalmente, la reforma

    agraria y los sindicatos rurales socavarían el poder de la élite terrateniente, el enemigo

    más acérrimo de los obreros organizados” (Gleijeses, 1991: 57) 

    El sindicato rural con mayor prominencia, y que además mantenía una relación estrecha

    con el movimiento obrero, era el de la United Fruit Company (UFCO) (Gleijeses, 1991:

    121). Esto explicaría en parte la oposición férrea de esta empresa al proceso político de la

    Revolución, y su participación preponderante la conclusión del mismo, en 1954.

    Con todo, lo cierto es que partir de la aprobación del Código de Trabajo, los trabajadores

    organizados se confirmaron como una fuente de apoyo político significativa para la

    Revolución. Por ejemplo, para la crisis política desencadenada por el confuso asesinato de

    Francisco Javier Arana, en 1949, la CTG emitió un comunicado de apoyo al Gobierno,

    exhortando a “mantener la unidad sindical y presentar un frente único contra la reacción”

    (Villagrán, 2009: 91).

     Aré