notas tácitas

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No son ensayos, ni artículos. Son viñetas, trozos, notas. Se refieren a hechos históricos curiosos, sin ese desprecio absurdo que a veces los profesionales de la historia (con sus complejos, con sus taras, sobre todo en el subdesarrollo) exhiben por las anécdotas y los relatos a la antigua usanza. Yo en cambio creo que la literatura también puede recrear la naturaleza de otros tiempos, y no es de caballeros desdeñar las bagatelas. Estuve dos años escribiendo notas tácitas para el diario El Espectador. Se llamaban así por dos razones: por ser un homenaje a Tácito, uno de los padres de la historia como disciplina intelectual, y porque eran tan cortas y tan caprichosas, que siempre importaba más en ellas lo que estaba entrelíneas que su contenido. Esas notas eran un juego para mí, y haciéndolas fui muy feliz. El tono cambió mucho durante los dos años y la timidez del principio fue luego una cosa desabrochada y a veces delirante (de la introducción del autor)

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2011

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Notas tácitasJuan Esteban Constaín Croce

© 2011 Juan Esteban Constaín Croce REPRODUCTION IN WHOLE OR IN PART IS PROHIBITEDALL RIGHTS RESERVED COMUNICAN S.A. El Espectador / Juan Esteban Constain© 2011 Ediciones Pluma de Mompox S.A. Centro,Matuna,EdificioGarcíaOf.302, Tel.5-664704257-313-5356577 www.plumademompox.com [email protected] Cartagena de Indias - Colombia

Primera edición en la colección VOCES DEL FUEGO:abril de 2011

ISBNobracompleta:978-958-8375-35-9ISBNdelaobra:978-958-8375-98-4

Director EditorialCarlosAlfonsoMeloFajardo

Director de ContenidoJohn Jairo Junieles AcostaAsistente de ContenidoJesús Esquivia NothDiseño de la colecciónCarlosAlfonsoMeloFajardoImágenesCarátula: Think Stock Photo / Getty ImageAutor: Indira Restrepo

Impreso por ELB S. en C.Impreso en Colombia - Printed in Colombia

Queda hecho el depósito de Ley.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico de grabación o de copia, sin el permiso de los propietarios del Copyright.

2011

CONSTAÍN CROCE, Juan Esteban, 1a. ed.Notas tácitasCartagena de Indias (Colombia), Ediciones Pluma de Mompox S.A.- 201196 p.; 14 x 21,5 cms. ISBNobracompleta:978-958-8375-35-9ISBN:978-958-8375-98-4I. Notas tácitas I. TítuloCDD 800/864CO

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Voces del fuego: testigos del Bicentenario: es una colección dondetienencabidaautoresdediferentesregiones,tendencias estéticas y generaciones, manifestandola existencia de un cruce invisible de tiempos y sa-beresquevienendelugaresinesperados,einfluyenmuchasvecesen forma imperceptibleenel cursode la historia. El Bicentenario de la Independencia que conmemoramos, invita a celebrar nuestra in-terculturalidad. Los sesenta y cinco autores de esta colecciónsonfuegoentornoalcualnosseguimosreuniendo para descubrir, celebrar y pensar las se-cretasformasdelmundo.

Ediciones Pluma de Mompox S.A. transita así su segundadécadadevidaconlafirmeconviccióndeestarconstruyendoreflexionescríticasyposibilida-des creativas desde la pluralidad. Nuestro continuo trabajodedivulgaciónpermite a escritores,perio-distas e investigadores de diversas regiones, edades y áreas de interés, la publicación de sus obras y el dibujodeunanuevageografíaimaginariadelpaís.

Leer un buen libro, conocer el mundo a través de otros ojos, pero con los tuyos, es hoy nuestrainvitación: miles de millones de manos y labios, en el ritmo de los años, lo han hecho posible para ti. Nosotros, desde esta orilla del mar, seguiremos tra-bajandoparaperpetuarelmilagro.

Carlos Alfonso Melo FajardoDirector

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Contenido

Nota expresa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13La Torre de Londres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17Viejascostumbres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19Cuandofuimosargentinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21Cuestión de horas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23La armada imposible (1) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25La armada imposible (2) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27Un perverso inventor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29Los tiempos están cambiando . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31Hace mil años . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33Porfinunllamado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35Cuentoviejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .37El tío rico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .39Vender humo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41LafachadadeSanPedro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .43Huesosrojos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45Por una nariz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47Mucha nuez y pocos ruidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .49Dos hombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .51Otro perverso inventor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53Independencia grita (el Rey) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .55De música ligera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .57El cruce de caminos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .59Piratas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61Piratas del Caribe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63Rey de copas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .65Discusiones bizantinas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .67Brindis por una botella . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69A capela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .71Un volcán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .73LahijadeGalileo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .75Un día en la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .77Derechos de autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .79Mestiza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .81El camino del Inca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .83Venezia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .85

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Nota expresa

A principios del 2008 yo estaba viviendo en Italia. De-dicado a estudiar, pero sobre todo a comer y a consentir amishijas.Allá,muycercadelmaryconlaprimaveraapenas escupiendo sus primeras bocanadas de polen, me llegó un día un correo de Juan Camilo Maldonado. Decía en el encabezado: “una propuesta de EL ESPECTA-DOR”. El azar suele operar de manera muy precisa —es decirquenoesazar—porqueesemensajehabíallegadoalabandejadelapornografía,lascadenasdelafelicidady las herencias que uno recibe todos los días de alguna viuda en Somalia. Casi nunca entro allí, y de haberme demorado tres días más este libro no existiría. Pero algo (Dios, o el espíritu de mi abuelo liberal) me hizo abrir esa puerta de mal nombre, y entonces leí lo que Juan Camilo me estaba proponiendo. Básicamente era una columna de temas históricos en el periódico, con la posibilidad de que todas las semanas algún lector me hiciera pre-guntas sobre hechos del pasado, y yo las pudiera respon-der. “Con humor —decía él—, sin caer en un tono muy académico”. Incluso me pagaban, y me daban toda la libertad del mundo para hacer más o menos lo que se me diera la gana.

¿Pueden creer la dicha? Le respondí ahí mismo: ¡cla-roqueaceptaba,ya,quenosefueranaarrepentiroqueno hubiera sido un error! Y me puse manos a la obra. Todavíameacuerdo(perfectamente,connostalgia)deloque era escribir esa columna. Con mis dos princesas por ahí rondando, y yo al acecho de anécdotas y de piratas, de

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inventos, de batallas; tratando de encontrar algún tema que pudiera ser al mismo tiempo entretenido e interesan-te, y que me permitiera no sólo ocuparme de la historia, sino también del estilo, de la narración. Tratando de ha-cer además literatura. Porque en eso estaba yo de acuer-do con Juan Camilo: una cosa así no podía ser teórica ni académica, y el propósito era más bien el contrario: que mucha gente de todo tipo se enterara de cosas maravi-llosaso infames, a veces en tonomenor, comoenuncuento. Lo de las preguntas del respetable público nunca funcionó,porquelaprimeraquetuvimoseratandifícil,quefueevidentequesiempremeibanacorchar.YyonoqueríaserAlfonsoCastellanosenbermudas.Todavíame acuerdo de esa pregunta: “Constaín: dígame cuál es lahistoriadelafila.Dónde,enquécultura,empezóeseprocedimiento”.

Así que sin responderle a nadie, estuve dos años es-cribiendo notas tácitas. Se llamaban así por dos razones: porserunhomenajeaTácito,unode lospadresde lahistoria como disciplina intelectual, y porque eran tan cortas y tan caprichosas, que siempre importaba más en ellas lo que estaba entrelíneas que su contenido. Esas no-taseranunjuegoparamí,yhaciéndolasfuimuyfeliz.Eltono cambió mucho durante los dos años y la timidez delprincipiofueluegounacosadesabrochadayavecesdelirante.

No son ensayos, ni artículos. Son viñetas, trozos, notas. Se refieren ahechoshistóricos curiosos, sin esedesprecio absurdo que a veces los profesionales de lahistoria(consuscomplejos,consustaras,sobretodoenel subdesarrollo) exhiben por las anécdotas y los relatos a la antigua usanza. Yo en cambio creo que la literatura también puede recrear la naturaleza de otros tiempos, y no es de caballeros desdeñar las bagatelas. Eso lo decía, creo,AlfonsoReyes.Mimaestro.A él quise imitar enestosjuegos.AélyÁlvaroCunqueiro.Todoslosaciertosson suyos; los errores, míos.

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Estas columnas aparecían todos los domingos en la página internacional de EL ESPECTADOR. Gracias al entusiasmo, y al cuidado y al aprecio, de Juan Camilo MaldonadoyAngélicaLagos.Elloseransusmejoreslec-tores,ydeellosaprendímuchascosas.Ahacerpárrafoscortos, por ejemplo, y a estar orgulloso de escribir enun periódico en el que la libertad es casi una obsesión. Nuncamecolgaronunsolotexto,yjamásnadiemedijoquéescribirnicómohacerlo;nisiquieraconcosasfran-camente polémicas o impertinentes. En tal generosidad también estaba presente Fidel Cano, el director, a quien viapenasunavezensuoficina.Deespaldas,disfrutandouna caricatura de Osuna.

Muchos de mis escritores colombianos favoritospartieron lanzas en EL ESPECTADOR. Desde KLIM o Alberto Lleras hasta García Márquez o Antonio Caba-llero. Ser partícipe de esa tradición, como un aprendiz, es algoquenodejademaravillarme.Lagratitudnuncaestácita, la historia no sé.

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La Torre de Londres

SirWalterRaleighesunodelospersonajesmásconmo-vedores de la historia universal, a la cual contribuyó no sólo con su alma sino también con su pluma: pues la escribió toda, durante las largas noches de aburrimiento que tuvo que consumir, como quien riega la cera de una vela, sobre las piedras de la Torre de Londres adonde lo arrastraron con grillos (y por 12 años; aunque allí ya ha-bía estado y allí volvería) su lucidez y sus errores religio-sos, pero también la envidia que suele ser un agente muy eficazdeloqueseleolvidaaDios.Yaestecortesanoadorable se le perdona todo, incluso que hubiera sido unodelosmecenasyejecutoresdeldescubrimientodelo que hoy son los Estados Unidos de Norteamérica.

Explorador, navegante, poeta y político, Raleigh de-beríafiguraralladodeHecateodeMiletocomoelpadrede la teoría de la historia, pues según se sabe, mientras escribía en la cárcel su Historia del mundo, oyó una terrible algarabía en alguna celda cercana. A la mañana siguiente quisosaberquéhabíapasadobajolaespeciedeunrui-do tan desconsiderado, y sin embargo nadie le pudo dar respuesta. Ni el carcelero venido de York, ni el pintor de al ladonielrevolucionariocatólicodelacrujía.Nadie.Y sir Walter, entonces, renunció al empeño, que lo había distraído durante tantos años, de escribir las desventuras de la humanidad “desde los asirios hasta su propia épo-ca”. !Cómo iba a poder él hablar de Biblos o de Asdrubal o de Egipto (escribió en su diario) si ni siquiera lograba

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enterarsedeloquehabíaocurridolanocheanteriorbajosus pies¡

Menciono el nombre de sir Walter para inaugurar este espacio, no sólo por la belleza de la anécdota –que por sí sola es una novela de varios tomos; como la his-toria misma a su manera– sino también para trazar un punto de partida de lo que serán estas notas que bus-can rescatar del olvido episodios maravillosos o indig-nos, prodigiosos o vanos o ciertos, que de alguna manera están en la raíz del mundo en que vivimos. Porque la historiaesesemisterio(yesarevelación)bajolospiesdequienlaoye,perotambiénbajolospiesdelagentetoda,aun de la que en estos días, y siempre, cree que el pasado se acabó y que la vida puede ser transitada sin memo-ria, sin conciencia; con el orgullo de la ignorancia que es peor que la ignorancia sola. Espero que los lectores manden sus botellas al mar con preguntas y sugerencias, o con respuestas, para esculcar en los armarios de lo que se nos escapó. Lo haremos como Raleigh, que después depensarlomejorsíterminósuhistoriauniversal,puesquién era él para negarse a la literatura y a la soledad, es decir a la verdad.