notas sobre la cultura empresarial

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NOTAS SOBRE LA CULTURA EMPRESARIAL RAFAEL GOMEZ PEREZ C U A D E R N O S EMPRESA Y HUMANISMO I N S T I T U T O 27

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NOTAS SOBRELA CULTURA EMPRESARIAL

RAFAELGOMEZ PEREZ

C U A D E R N O S

EMPRESA Y HUMANISMOI N S T I T U T O

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INDICE

Introducción

1. Entorno actual de la culturaempresarial

2. Los sentidos del término cultura

3. Cultura empresarial. Sentido de laexpresión

4. Los niveles de la cultura empresarial

5. Dos aspectos de la operatividad delconcepto de“cultura empresarial”

6. Cultura empresarial, libre empresa yexcelencia

NOTA BIOGRAFICA

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Introducción

Es conocido que cuando se vive dentro deuna determinada situación, de una configu-ración cultural, de un paradigma, casi no seacierta a pensar que las cosas podrían ser deotro modo. Y, sin embargo, basta contar conuna experiencia de diez, veinte o más añospara poder asegurar que las cosas sí han sidode otro modo. Uno mismo lo ha visto.

Esa reflexión, que puede aplicarse a casitodo, viene bien para pensar en la valoraciónque, desde la recuperación económica de losochenta, se hace de la libre empresa. No fueasí antes, desde hacía tiempo, salvo en algunospaíses, como los Estados Unidos, que mantu-vieron la visión “liberal” (en sentido europeo)de la economía. Como resulta muy conocido,la depresión de los años treinta, prácticamentemundial, fue la ocasión para que el Estadointerviniera más activamente en la economía.En realidad, la tendencia venía de antes, de laprimera guerra mundial: una economía deguerra es, inevitablemente, una economíaintervencionista.

La recuperación económica, los prósperosaños cincuenta y sesenta, fueron consecuencia,sobre todo, de esos ánimos que suelen darseen las épocas de reconstrucción. La empresa

funcionó activamente, pero los Gobiernos -queen esos años empezaban la construccióngeneral del Estado del Bienestar manteníanuna voz si no dominante, sí decisiva. Por otrolado, la larga moda izquierdista-marxista,obligaba a hacer un solo paquete con el capi-talismo, la economía de mercado y la libre ini-ciativa y a someterlos a una común deni-gración.

Una cosa es la ideología y otra la práctica.Con independencia de las modas, las empresassiguieron funcionando, aunque vergonzante-mente desde el punto de vista de las ideas demoda. Hasta que llegaron los críticos añossetenta. Entonces se supo que, a la hora de laverdad, ni las ideologías aseguraban mucho niel Estado del Bienestar era una construcciónsolidísima. Y cuando la crisis fue remontadapor una mezcla de trabajo, de inteligencia y deazar, se vio muy claro que la empresa tenía quetrabajar al máximo si se deseaba crear riqueza.Verdades tan evidentes como que el Estado noproduce sino que gasta afloraron a la con-ciencia general.

En cualquier caso, a partir de los ochenta,también en Europa occidental la libre empresase prestigia ampliamente. Y, si faltara algo,desde 1985, las aperturas más o menos tímidasque se registran en los países comunistas, de

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forma clamorosa en 1989, van, aunque lentísi-mamente, hacia una desestatalización de laeconomía. Resurge una vez más el liberalismo,que se llama, también una vez más, neolibera-lismo. Varios países ponen en práctica audacespolíticas de privatización, con desigualfortuna. En cualquier caso, está de moda lolibre, lo personal, lo privado. Se va al consumosin ningún prejuicio. Los hombres de empresasfamosos son más célebres que cualquier cele-bridad, cosa que no se había registrado desdehacía más de setenta u ochenta años. En fin,aumenta en todas partes la demanda de cono-cimiento y de información económicos.

En este panorama no es extraño que la lite-ratura tradicional sobre management se multi-plique y, a la vez, se llegue a otras esferas quehabían sido escasamente tratadas: la éticaempresarial, por ejemplo. 0 la cultura empre-sarial. Como se verá, cultura empresarial esuna expresión técnica, pero, sin necesidad desaber en qué consiste, empresarios y otroshombres que trabajan en la empresa suelen oíruna palabra de prestigio -cultura- al lado deempresarial: el conjunto es, obviamente, pres-tigioso.

Con este nombre o con alguno semejante,han aparecido en el mundo, en los últimosaños, unos veinte libros de cierto nivel -sin

contar los numerosos artículos en revistas demanagement- sobre cultura empresarial. Enlengua castellana la bibliografía es escasa yestos materiales, destinados a componer unlibro, son probablemente los primeros decarácter general, asequible a público no espe-cializado. Las reflexiones que siguen se des-tinan, en efecto, tanto a quienes deseen teneruna idea de qué se entiende por culturaempresarial como a quienes, desde fuera odesde dentro de la empresa, desean diagnos-ticar una cultura concreta. Aunque cada díasean más frecuentes las que ya se llaman audi-torías culturales, el procedimiento está muylejos de ser un recurso habitual.

Se ha evitado, por otra parte, hacer unaobra técnica, en el sentido de “sólo interesantepara quienes estudian el tema como investiga-dores o lo ponen en práctica como profesio-nales”. En los dos casos habría que haberhecho algo mucho más extenso, más detallista,probablemente más tedioso.

Quizá la mejor utilidad que puede darse aestos materiales es, por parte de los empre-sarios, directivos, empleados, etcétera, sumanejo como guía para conocer mejor lapropia empresa, desde dentro; o para sugerirun estudio profesional de cultura empresarial.En cualquier caso, estas consideraciones

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pueden tener interés para todos aquellos, decualquier ramo de actividad, que se sientenafectados por la creciente importancia que seconcede a la empresa, en la medida en que laempresa, no sólo no se separa de la culturageneral, sino que establece con ellas lazos cadavez más estrechos.

Puede observarse, por último, que unacultura empresarial existe siempre. Hablar deltema no es, por tanto, referirse a un ideal o auna posibilidad. No se ha inventado en losúltimos años esa cultura. Como en el tan citadoejemplo de aquel personaje de Moliére, quecae en la cuenta de que se ha pasado la vidahablando en prosa sin saberlo, los que están enuna empresa tienen contacto continuo y diariocon la cultura. Buena o mala, es. De lo que setrataría, si es el caso, es de conocerla paramejorarla.

1. Entorno actual de la culturaempresarial

La cultura empresarial no es algo que leocurre a la empresa o que tiene aisladamente.Como bien se sabe, no hay aislamiento en losprocesos sociales y menos en una época comola contemporánea, en la que la mayornovedad es quizá la comunicación. El enfoque

de la cultura empresarial ha sido, en granparte, un caer en la cuenta de algo que sedaba desde siempre, porque todo grupo socialtiene, casi por definición una cultura. Lo quehay que preguntarse es qué circunstancias sehan dado, qué momento histórico se registrapara que esa realidad haya aflorado.

La principal circunstancia es un retrocesoideal del Estado y un correspondiente avancede la sociedad civil, entendiendo por esaexpresión, por así decirlo, el conjunto de losparticulares, es decir de los que no están cons-tituidos en autoridad ni son funcionarios. Elretroceso del Estado ha venido como conse-cuencia de la crisis económica del Estado delBienestar y, en general, de una disminución dela actividad económica gestionada directa-mente por el Estado. Todo esto, naturalmente,sobre los niveles ya alcanzados. No ha habido,en casi ningún país -si se exceptúa la GranBretaña de Margaret Thatcher y los EstadosUnidos de Ronald Reagan una disminuciónsensible de la participación de lo estatal en elPNB. Lo que se registró fue una evidencia: queel Estado es mal gestor cuando se trata deobtener beneficios. En parte porque el Estadointerviene, por lo general, allí donde no seesperan beneficios,- pero también, y cada vezen mayor medida, porque los funcionarios, a

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la hora de crear riqueza, no son lo suficiente-mente empresarios. No arriesgan de lo propio,y eso se nota. Se comprueba así que el riesgono sólo no es un lujo, sino que es una de lasclaves operativas para la buena gestión empre-sarial

El retroceso del Estado es una realidad, perohay que definirla mejor. Se trata de unretroceso, como se ha dicho, de la actividadeconómica directamente gestionada por elestado, algo así como la verificación delantiguo dicho de que “el Estado es mal empre-sario”. Pero correspondientemente a esaretirada se advierte, en el mundo occidental -salvo algunas excepciones- un incremento dela actividad controladora del Estado. El Estadose retira de la producción pero aumenta supresencia en el proceso por el que los particu-lares producen.

Este “modelo”, que se puede apreciar bienen España desde 1983 en adelante, tuvo unimportante precedente en la política de lasocialdemocracia sueca, un caso minoritario -Suecia es un país pequeño pero que ha fun-cionado durante décadas como ideal. En rea-lidad, en la larga trayectoria de la políticasocialdemócrata sueca ha habido muchasfases, pero la más reciente y quizá la principalse podría resumir en el también viejo ejemplo

de las vacas, que va más allá de la literalidaddel tema. Según ese ejemplo simbólico, elEstado sueco no pretende en absoluto nacio-nalizar las vacas, pero controla el conjunto delas granjas de tal manera que, en la práctica, elproducto de una de cada dos ubres es para elPoder. Esto quiere decir, entre otras cosas, quehay una legión de funcionarios que se ocupande que todo marche como es debido, ya que,de pararse la producción, el Estado quedaríadesabastecido en otras actividades a las que sededica gracias a la leche que obtiene de lasvacas privadas.

Las quejas ante este intervencionismo delEstado han caído en saco roto, porque todo elsistema está ahora montado sobre la presenciadel Estado, sobre todo en aquellos países quese caracterizan por una tradición centralista.La única manera de cambiar el estado de cosases a través de un aumento de la iniciativa en lasociedad civil, por el redescubrimiento de lasinstituciones sociales, de las instituciones inter-medias.

Algo se puede advertir, en algunos países,de este reflorecimiento de las instituciones dela sociedad civil. Y gracias precisamente a esefenómeno, la empresa ha podido caer en lacuenta de que uno de sus fundamentos es

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mantenerse en una relación constante con elentorno.

Probablemente ha hecho falta que cambiaseel entorno de forma tan acusada como lo hahecho para que se haya podido ver lo umbilicalque es la relación empresa-entorno. En todassus formas y de la manera más radical. Unaempresa, en efecto, no es más que una res-puesta a una demanda. Se podría decir, invir-tiendo la famosa ley de Say, que es la demandala que crea la propia oferta, con tal de que nose le dé a la expresión un sentido radical,desde el principio. Supuesto un determinadoestado de cosas, es la presión de la demanda laque motiva la oferta. Y, con independencia dela vigencia de ese principio en cualquiertiempo, está claro que sí lo está en el nuestro.

La cultura empresarial se forma, precisa-mente, en una relación de entorno, porquecultura es entorno. Pero cuando no se tieneclara la función del entorno, la misma culturaempresarial, aunque existente, no desarrollasus potencialidades. En los últimos años, todoparece favorable para que la cultura empre-sarial aflore. Se ha llegado a unos tiempos enlos que la calidad de los servicios no está ase-gurada por la garantía del Estado, sino por ladiversificación cultural de la oferta. Ha tenidoque fracasar -se diga lo que se diga se trata de

un fracaso- el Estado del Bienestar para que seaprecie el papel de las empresas, de suvariedad y de su diversificación, cosa quedepende, en esencia, de la cultura que seadopte.

Otra idea que hay que conectar con elentorno es el papel decisivo que ha adquiridola tecnología. En cualquier tiempo, probable-mente, las técnicas han condicionado en ciertomodo la manera de vivir y hasta de pensar. Hayque decir en cierto modo, porque a su vez elmodo de pensar condiciona la aparición y eldesarrollo de las técnicas. No hay pues unacausalidad mecánica ni en un solo sentido, sinoun influjo mutuo. Es en realidad un procesocomplejo en el que intervienen: el entornonatural, los condicionamientos geográficos, lascreencias, las costumbres, la creatividad indi-vidual y muchos otros factores.

La novedad de nuestro tiempo estriba enque la tecnología ha entrado en una especiede proceso exponencial. Utilizando la antiguametáfora puede decirse que si, hasta hacepoco, la tecnología crecía en progresión arit-mética, recientemente ha empezado a hacerloen progresión geométrica. Esto trae consigo,entre otras consecuencias, una mejora en lacalidad de los productos y de los servicios. Unamejora posible, pero en cualquier caso un ade-

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lantarse con la imaginación a lo que podría serel previsible futuro. Por poner un ejemplotrivial, la red de información y de transmisiónpermite hoy, desde muchos sitios, tener accesoa bibliotecas lejanísimas, como si se estuvieraentre sus estantes. De un modo semejante, unaagencia de viaje sabe, en beneficio de] cliente,y en este mismo momento, qué hoteles tienenhabitaciones libres y cómo son. La informaciónacumulada y proyectada hace que las etapassean quemadas antes de ser utilizadas ovividas, Naturalmente, la misma experienciaimpone a todo esto una corrección y se siguepensando que, según el viejo proverbio, deldicho al hecho hay mucho trecho; pero inclusoadmitiendo ese fenómeno de correcciónqueda en la mentalidad extendida la idea deque no hay tiempo material para consumir ydisfrutar todo lo que el mundo de la nuevatecnología pone al alcance. Y si las cosas estánasí es preciso no poner obstáculos ideológicosa la sofisticación del consumo.

No costaba entonces mucho trabajo hacer elrazonamiento completo, que está implícito: silo bueno es probar toda la gama de lo que,con anticipación prodigiosa, da la nueva tec-nología, no hay que juzgar peyorativamenteesas entidades que se encargan de servir losnuevos productos y servicios. Y esas entidades

son las empresas. En ese sentido la demandapresiona a favor de la oferta, siempre que setrate de productos y servicios que están en lacresta de la ola, es decir que están unidos conlo reciente, con lo avanzado.

En resumen, las empresas han tenido elviento de la sociedad civil a favor -y lo siguenteniendo- siempre y cuando una parte notablede la población espere ser beneficiada por losproductos y servicios mejores que trae consigola tecnología reciente. No hace falta, estricta-mente hablando, que los beneficios se dentodos al mismo tiempo, basta con que se man-tenga la expectativa. Y, por otra parte, escierto que, hablando en general, la mayorparte de la población ha mejorado de nivel devida, gracias a la casi gradual ascensión a unaserie de ventajas que se han personificado enotras tantas máquinas: coche, televisión,lavadora, lavavajillas, frigoríficos, cadenamusical, video, etcétera. Este proceso que nose considera quizá elegante describir por lomenudo es, sin embargo, un dato de fondo ycomo tal aparece en las sociedades menos ade-lantadas. Una revista en castellano editada, afines de propaganda por China, relataba lavisita de un funcionario a una familia cual-quiera, la familia Li, padre, madre y un niñito,porque eran buenos ciudadanos y obedecían

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al Estado no teniendo más que un hijo. Lafamilia había progresado desde la últimavisita, pues tenían un aparato de radio muyhermoso. Estaban muy contentos con él y lomostraban en la fotografía que se hacen parala ocasión. La familia al completo- padre,madre, niño, radio y a la espera inmediata deltelevisor.

Lo que aquí aparece como caricaturesco hasido el proceso real en la mayoría de los países.El consumismo, que hasta los años sesenta fuedeplorado teóricamente, es ahora adoradoexplícitamente. No tiene nada de extra-ño quela resultante de esos comportamientos sea untrato de favor a la empresa, ya que pocos estándispuestos a matar a la gallina de los huevosde oro.

El favor social respecto a la empresa ha per-mitido a ésta bajar la guardia, pasar de unaactitud defensiva a otra ofensiva. Y, como erade prever, conocerse más a fondo. Es así comose llega a dar con lo que siempre estaba ahí, lacultura empresarial.

2. Los sentidos del término cultura

Una de las mayores dificultades paraentender la expresión cultura empresarial esde tipo semántico y está ligada a la pluralidad

de significados del término cultura. Comosuele ocurrir cuando existen fenómenos depolisemia, no hay ningún modo de reducir esapluralidad. Es preciso acostumbrarse a fun-cionar con varios significados simultáneos yaclarar, en cada caso, cuál se está utilizando.

Los principales significados son: cultura en elsentido de educación; cultura en el sentido decultivo esmerado y cultura en el sentido de“socialización”, cosa esta última que requierea su vez aclaraciones.

Cultura como educación

De otra forma inmediata, el término culturaconnota saber y saber más que la media. Tenercultura significa, en ese sentido, poseer unaeducación posiblemente superior. Es algo quetrae consigo una valoración positiva. Así comoser analfabeto se considera una desgracia o, entodo caso, algo negativo (aunque no siempreculpable), tener cultura es no sólo ser alfabetosino haber superado los niveles normales.

Cultura como cultivo esmerado

En el lenguaje ordinario, cuando se dice queuna persona es culta, a veces se quiere deciralgo más que una educación, aunque sea unaeducación superior. De hecho, existen muchaspersonas con educación superior que no soncultas. En este otro sentido, cultura remite al

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origen etimológico, el verbo latino colo, quesignifica cultivar, y connota lo que el cultivotiene de cuidado, de esmero, de asiduidad. Eneste sentido, cultura implica una atenciónespecial. Así se dice que una persona “cultivasus amistades”. El comportamiento delhombre hacia Dios se ha llamado siempreculto, remitiendo a ese sentido del esmero.

Cultura como “socialización”

Existe un tercer sentido de cultura, que noes muy usual en el lenguaje ordinario, peroque está implícito en muchas expresionescomunes. Es el sentido de cultura como “socia-lización”, como “aclimatación social”, por uti-lizar una metáfora. En realidad, ese sentido decultura no es más que la versión social delsentido de cultura como educación. La culturacomo educación es algo personal y, a la vez,social. Por eso se puede llamar cultura a “laconformación que todo grupo social hace,modelando en cierto modo a los individuos”.Pero como, según la simple acción de con-formar no habría distinción alguna entre lasdiferentes culturas, resulta más clara otra defi-nición, la de cultura como “conjunto de ideas,creencias, técnicas, modos de comporta-miento, actitudes, etc., que configuran al indi-viduo como miembro de un grupo social”. Estees el sentido que, en general, desde E. Taylor,

ha hecho suyo la ciencia llamada antropologíacultural o social o también etnología o etno-grafía, es decir, el estudio de los distintospueblos, normalmente los llamados primitivos,examinando de forma global su cultura, esdecir, sus técnicas, modos de vista, organi-zación, creencias, etc.

Todo grupo social, desde una pandilla deadolescentes hasta una sociedad nacional,“socializa” o “acultura” a sus miembros. En lasactuales sociedades complejas, económica-mente desarrolladas y, por lo general, muypobladas, sucede que los mecanismos de acul-turación son variados, cambiantes y, amenudo, contradictorios. Por otro lado, resultamuy difícil concebir a una nación de decenasde millones de habitantes como una sociedaddesde el punto de vista de la aculturización;aunque existan factores uniformadores -lagestión política, los medios de información,por ejemplo-, las diferencias persisten hasta elpunto de que se puede hablar de numerosassubculturas o simplemente culturas dentro dela más general.

Variedad de culturas

Si se atiende, dentro de un grupo socialdeterminado, a las características definitorias,se puede observar que, junto a unos rasgoscomunes, existen otros diferenciadores. Así, en

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un ejemplo tan sencillo como la pandilla deadolescentes, junto a rasgos comunes, semarcan las diferencias por variables como:rentas de las familias y, por tanto, barrio deresidencia, colegio que frecuentan., historia ytradiciones locales, que influyen incluso sinque los mismos afectados lo adviertan.

En realidad, la variedad es una de las carac-terísticas de la cultura en cualquiera de los sen-tidos aquí analizados: como educación, comocultivo y como socialización. La variedad es, encierto modo, lo más inmediato de una cultura.La variedad en el sentido de la diferencia. Lacultura de otros pueblos empezó a interesar,históricamente hablando, cuando se advirtióla diferencia. Como es de esperar, se toma notade lo “diverso”, no de lo que se espera comonormal.

Oposición de los significados

Desde el siglo XVIII, época en la queempieza a difundirse el sentido de culturacomo cultivo de lo mejor del hombre y, portanto, el sentido de cultura como algo “ascen-sional”, ese sentido se ha mantenido hastahoy. Si, además, a esa realidad se le otorga unvalor moral, como parece lógico, cultura seríatambién sinónimo de dignidad humana. Deahí que algunos autores mantengan la opiniónde que no hay que dar el nombre de cultura a

aquellas expresiones o a aquellas posibilidadesde cultivo que tuvieran como contenido algoindigno del hombre, un crimen, un vicio. No sedeberían, por ejemplo, hablar de “la culturade los cortadores de cabeza”, para referirse aalgunos pueblos primitivos; ni de “la culturade los cocainómanos”. Según esta opinión,habría que reservar el término cultura paraaquellos aspectos que están en consonanciacon la dignidad de las personas.

Contra esa posición se objeta que cualquiermodo de comportamiento colectivo, que con-figura a un grupo, puede llamarse cultura, noen un sentido moral, sino en un sentido des-criptivo, sin juicio de valor. Es decir, en elsentido en que lo ha utilizado desde hacetiempo la antropología cultural. Lo que sucedees que, a partir de los años setenta de estesiglo, el sentido antropológico cultural hadominado en algunos ambientes hasta talpunto que ha prácticamente eliminado a losdemás sentidos de cultura. En ese fenómenoha influido, como no podía ser menos, unaposición de tipo filosófico, un cierto relati-vismo, la idea de que no puede hablarse deuna cultura superior a otra, porque todasserían iguales, en cuanto culturas y, por tanto,en cuanto a contenidos.

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En realidad se procede ahí a un razona-miento que no es concluyente. Del hecho deque exista una variedad de culturas que, en elsentido de “aculturización”, pueden todas lla-marse ciertamente tales, no se sigue que lasdiferentes culturas no sean comparables y que,por lo tanto, no existan culturas superiores.Una banda de ladrones tiene su propia cultura,lo mismo que una orquesta de música clásica,un gabinete de investigación, un convento decartujos o un partido político. Y aunque encualquier tipo de cultura puede darse lo mejory lo peor, hay grupos sociales -como la bandade delincuentes- que, por así decirlo, nace yamal.

En definitiva, es útil, como instrumento deanálisis, mantener el sentido de cultura como“aculturización” o “socialización”. Entre otrasrazones porque es ese sentido el que va aservir a la hora de llamar a algo “culturaempresarial”.

3. Cultura empresarial. Sentido de laexpresión

Cuando se utiliza la expresión “culturaempresarial” se hace implícita referencia a unaempresa económica y a una empresa eco-nómica privada o, si es pública, gestionada de

modo similar al privado. (Entre otras razonesporque lo público tiene sus propios elementosculturales definidores). En este sentido“cultura empresarial” es sinónimo de “culturacorporativa” -ya que la empresa es un tipo decorporación- o de “cultura organizacional”, loque quiere decir que se ve la empresa, antesque nada, como organización. Edgar K. Schein,uno de los autores que con más detalle hatratado de cultura empresarial, basándose enbibliografía desde 1959, suministra una lista deotras expresiones equivalentes, más o menos,a “cultura empresarial”. Completando esa listase puede ofrecer lo siguiente:

- las normas de la empresa - los valores aceptados en la empresa - la filosofía de la empresa - las reglas del juego - el clima - el estilo - el carácter o personalidad - el sistema de presupuestos - el espíritu.

Todos estos términos o expresiones son, engran parte, equivalentes. Schein opina que eltérmino cultura “debería reservarse para elnivel más profundo de presunciones básicas ycreencias que comparten los miembros de unaempresa, las cuáles operan inconscientemente

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y definen en tanto que interpretación básicade la visión que la empresa tiene de sí misma yde su entorno”. En realidad, no hay necesidadde subrayar la importancia de la cultura aña-diéndole el adjetivo profundo, en un vagosentido apreciativo. Lo que el traductor deSchein llama “presunciones” -con no dema-siada propiedad, en castellano- no es más queel aspecto de ideas y creencias de una culturaen la que, sin embargo, siempre hay algo más.La cultura empresarial es ciertamente el estilo,la filosofía, el carácter, la personalidad, elclima, el espíritu de la empresa, su persona-lidad, pero también el modo de tratar losrecursos materiales, además de los símbolos.

Al relacionarse la expresión “cultura empre-sarial” con otras muchas expresiones o tér-minos que también suelen ser polisémicos, esdifícil que se pueda llegar a un concepto ope-rativo de cultura empresarial, a un conceptocon el que se pueda maniobrar, a efectos deanálisis. Lo cual no quiere decir que el con-cepto no sea “práctico”. Lo es, además, de unmodo singular: sólo se llega a entender quésignifica “cultura empresarial” cuando se handescrito culturalmente varias empresas, omuchas, y se está en condiciones de advertir lascoincidencias y las diferencias. Como era deesperar en algo que se relaciona con la antro-

pología -que es en realidad antropología cul-tural-, el método más adecuado es el compa-rativo.

Es preciso conocer, bien directamente o biena través de actividades culturales, el mayornúmero posible de empresas. De ese conoci-miento, de esa conversación con lo culturalsurge la sensibilidad para detectar otras cul-turas en unos mínimos elementos. Y se llega aconocer también una cierta serie, determi-nadas variantes, constelaciones de pro-blemas... Nunca una ciencia exacta, porque setrata del hombre y de sus elecciones, y cuandoestá por medio la libertad ninguna cienciapuede ser completamente exacta.

4. Los niveles de la cultura empresarial

Si el sentido más claro de “cultura empre-sarial” es la aplicación a la empresa, comogrupo social, el concepto de cultura que seutiliza en antropología cultural, se puedehablar de niveles o ámbitos de la culturaempresarial en estricta correspondencia de losniveles o ámbitos de una sociedad.

En cualquier sociedad, los niveles culturalespueden encuadrarse haciendo referencia a tresnúcleos: a lo material, a lo organizativo y a losimbólico. Se han de hacer enseguida todas las

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advertencias precisas, se ha de anotar que haymatices, que los tres ámbitos están interrela-cionados, pero, dicho todo eso, no es menosclaro que para un primer análisis e incluso parauna síntesis final esos tres núcleos tienenpropia relevancia y, en cierto modo, agotan eltema.

En una sociedad, el núcleo inmediato es elde que puede llamarse “cultura material”’ yque engloba las relaciones de la población conel medio ambiente, los procesos de adaptacióna través de las técnicas. Y, en seguida, ensentido estricto, lo económico, es decir la dis-tribución de recursos escasos entre usos alter-nativos.

El segundo núcleo -que, naturalmente, ya seinsinúa en el primero- se refiere a la “culturaorganizacional”, es decir, al gobierno de laspersonas. En los pueblos primitivos o depequeña escala, la organización se da, antesque nada, a través del parentesco, perotambién, en instituciones que tienen que vercon los valores, el derecho o la política propia-mente dicha.

El tercer núcleo es la gran categoría de la“cultura simbólica”, nombre para hacer refe-rencia a lo más inmaterial, a lo que se refiere a“otro mundo” que va más allá de la expe-riencia inmediata. Este puede ser el mundo del

arte, de los mitos, de la magia, de la religión,cuatro realidades que en modo alguno se con-funden entre sí. Y, sobre todo eso, hay quecontar con el lenguaje oral, con la lengua quees, en cierto modo, como la clave en la que, dealgún modo, se da todo.

No es extraño que cuando Schein se refierea los trazos, rasgos culturales o elementos dela cultura empresarial haga algo parecido aesta antigua clasificación. Así, señala, comoprimer nivel, el de “los artefactos y crea-ciones”. Aquí incluye Schein la tecnología y elarte, aunque este último de forma algoimpropia, pues, el arte en definitiva, essímbolo. El segundo nivel, para Schein, sería elde los valores, pero con esto se hace referenciasólo a uno de los puntos básicos del verdaderosegundo ámbito, que es el de la organización.El tercer nivel, para Schein, es el de las “pre-sunciones básicas”” y, como explicación, lorefiere a las respuestas que las personas daríansobre la naturaleza del hombre, de la actividadhumana, de la historia. En realidad, en esetercer nivel Schein está haciendo referencia auna antropología filosófica e incluso a unareligión.

Quizá los tres niveles señalados por Scheinse dan en todas las empresas, pero al estu-diarlos no es necesario llegar a tal grado de

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profundidad que traigan consigo directa-mente una respuesta a las cuestiones humanasfundamentales. La empresa económica tienelimitados la extensión y la intensidad de sus“presupuestos básicos”, de sus “creencias” -ensentido amplio- de acuerdo con la finalidad oel objetivo que se han fijado institucional-mente.

Hay un nivel “material”, otro “organiza-cional” y otro “simbólico” en cualquierempresa, pero siempre dentro de la naturalezapropia de una empresa económica, que tienecomo objetivo primario -aunque no único- lacreación de riqueza mediante un riesgo queincluye la posibilidad de un beneficio.

Eso por lo que se refiere a la normalempresa mercantil, más propiamente aúncuanto más extensa sea la empresa. Las cosasserían distintas si se tratase, por ejemplo, deuna empresa familiar o de una cooperativa, enlos dos casos con reducidas dimensiones. En elcaso de la cooperativa y de la empresa familiares muy probable que, como objetivo de laempresa, se sitúe -se diga o no- el fortaleci-miento de unos lazos que no tienen sólo unanaturaleza económica. Pero es que en la coo-perativa la cultura empresarial está muyinfluida por una serie de valores que son

objeto de una especie de trabajo suplemen-tario.

Al hacer referencia aquí a la cultura empre-sarial se excluyen las cooperativas y lasempresas familiares que pueden supeditartodo a la consecución de esos objetivos “extra-económicos”. En realidad, los objetivos econó-micos han de estar presentes siempre, pues deotro modo la empresa termina. Pero es másclara la generalización tratando de empresasmás “impersonales”, de dimensiones medias,casi siempre organizadas jurídicamente comosociedades anónimas. La cultura empresarialde las empresas muy personales se confunde,de hecho, con la personalidad y el modo deactuar del fundador o fundadores que suelenser también propietarios.

5. Dos aspectos de la operatividad delconcepto de“cultura empresarial”

El enfoque de la cultura empresarial no esmás que un procedimiento para el conoci-miento complejo, global y completo de laempresa. Pero es bien conocido cómo casitodas las reflexiones o consideraciones sobre laempresa suelen dar lugar a veces en los direc-tamente interesados -empresarios, ejecutivos-a la misma pregunta sobre la utilidad. ¿Hasta

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qué punto es útil el conocimiento de la culturaempresarial? ¿Hasta qué punto es rentable? Ysegún es costumbre, se coloca en la rentabi-lidad la cumbre de cualquier otra apreciación.

Parece, por tanto, obligado referirse a laoperatividad del concepto de cultura empre-sarial antes de hacer referencia a su rentabi-lidad. Por operatividad se entiende, como escostumbre, la “factibilidad”. ¿Es fácil o difícil,es posible dar con algo a lo que pueda lla-marse cultura empresarial?

Los procedimientos de descubrimiento y deestudio de la cultura empresarial no se tratanaquí. En cambio, es preciso detenerse en laoperatividad. Pero este término tiene, comomínimo, dos significados, según los campos adonde se aplique. Operatividad, en primerlugar, de dar con algo a lo que se puede llamarcultura empresarial; y, en segundo lugar, ope-ratividad del concepto ya aprendido. Operati-vidad en su utilización.

Operatividad del concepto

Los dos aspectos están muy unidos. En ciertomodo, basta contar con una hipótesis provi-sional sobre lo que es la cultura de unaempresa para que se pueda “operar” con ellay, gracias a esa operatividad, perfilar mejor elconcepto.

Operatividad, en primer lugar, de la bús-queda, Es posible dar con el perfil de la culturade una empresa extrapolando, razonable-mente, que el conjunto de los esfuerzos quesuponen una empresa tiene algo así como un“modo de ser”. Y esta extrapolación es factibleporque pertenece a lo mínimo de la expe-riencia humana advertir que las cosas se dansiempre con un modo, unos modos. Se es, conun cierto “modo de ser”. Hasta cierto punto,todo depende del modo. Hay modos y modos,según el dicho corriente. De todas las cosasque se frecuentan se advierte más o menospronto su naturaleza peculiar, su -literalmenteidiosincrasia, su modo de ser. Esto, que es muyclaro en los individuos -ya sea el hombre yasean animales de cierta complejidad-, severifica también en las personas morales e ins-tituciones, naturalmente dependiendo de laimpronta de las personas físicas que hacen elconjunto.

Es probable que, en algunos casos, sea difícilexpresar el modo de ser de una empresa, perode lo que no cabe duda, casi por definición, esde que tiene uno. La insistencia en el conoci-miento de, una serie de rasgos -que se dan cla-ramente: organización, historia, ritos, sím-bolos, etcétera- trae como consecuencia elconocimiento de algo propio, de una cierta

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constancia incluso dentro de los cambios. Y nootra cosa es la cultura empresarial.

Operatividad de la utilización

Suponiendo que se maneja ya una hipótesis,que es la cultura empresarial de una empresaconcreta, ¿qué operatividad tiene esto? ¿Quéutilidad?

Todo depende, para la respuesta, de lo quese considere qué sea el objetivo de la empresa,es decir, la respuesta al ¿para qué existe? Y unavez más hay que volver a la cuestión de que losbeneficios no son los únicos objetivos de unaempresa, ni desde el punto de vista subjetivoni desde el punto de vista, por así decirlo, insti-tucional. Pero incluso si los beneficios fueranel único objetivo de la empresa, estaría demos-trada la operatividad de la cultura empresarial.

En efecto, salvo en casos de simple azar, losbeneficios empresariales son, en gran parte, elresultado de una acción acertada, de una pre-visión fina y de una gestión racional. Cuandose da todo esto -y una serie de rasgos más- esporque, en cierto modo, se conoce la culturaempresarial y se ha operado con la base enesos conocimientos. Puede tratarse de unconocimiento implícito, intuitivo, no forma-lizado expresamente, pero, salvo por azar, esmuy improbable que los beneficios vengan sin

que se tenga un suficiente conocimiento no yadel negocio en general o de la coyuntura eco-nómica, sino de la empresa concreta.

Cuando esto no se advierte con más claridadse debe a que la cultura empresarial es, engran parte, creación del fundador o de los fun-dadores -o de los refundadores- y se cuentacon ella de forma “incorporada” como secuenta habitualmente con las manos sin nece-sidad de pensar, de forma expresa, en lo quese hace con ellas. No es que las empresas muypersonales no tengan una cultura, sino quecasi se identifica con la de las personas que lahacen.

La operatividad de la cultura empresarial seadvierte con más claridad cuando se trata deuna empresa en la que ya no está el fundador,de una empresa de grandes dimensiones, conuna historia atrás, una empresa en la que, encierto modo, los hombres concretos quegobiernan interesan relativamente, porque sino estuviesen ellos estarían otros y en los doscasos sirviendo a una idea, a algo objetivo, a laempresa como una asociación de trabajo,como una institución con la que la sociedadcuenta.

Por otro lado, la operatividad de la culturaempresarial sólo puede comprobarse si efecti-vamente se llega a una hipótesis concreta de

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aquella cultura concreta, hipótesis que severifica en la práctica. Es la verificación positivala que hace ver la operatividad de la cultura.Supóngase, por ejemplo, que se ha dado conuna hipótesis según la cual los motivos defondo de la cultura de la empresa Alfa sonexclusivamente económicos. Si esto es así, unaumento del nivel de retribución tendría quetraducirse, de forma proporcional, en unaumento de la productividad. Si eso no severifica es una muestra de que la hipótesis cul-tural está mal hecha. Quizá lo que ocurre enese caso es que, junto a la motivación econó-mica, hay otras, que son las que se trata deindividuar, hasta que se complete el conjuntode los rasgos culturales. Sobre esa nueva hipó-tesis se trabaja en la verificación. Cuando seda, en efecto, con la hipótesis adecuada, lacultura empresarial se demuestra como un ins-trumento operativo de primera importancia.

6. Cultura empresarial, libre empresa yexcelencia

La cultura empresarial puede ser entendidaa veces -y precisamente por quienes másinterés tendrían en un acercamiento pro-fundo, es decir por los que de algún modo per-tenecen al staff de la empresa- como algo

ideal, en el sentido peyorativo. Ideal con el sig-nificado de no práctico, no ligado realmente ala actividad productiva, con escasa o ningunainfluencia en la realidad. En definitiva: no ren-table, no conectado con lo más importante; ylo más importante, se reconoce con claridad,es el beneficio.

En esta especie de falta de pudor capitalistase han registrado diferentes épocas. En elperíodo del primer capitalismo industrial,cuando se descubren las posibilidades deganancia que tiene la industria -en compa-ración con sistemas anteriores-, muchos de losempresarios de entonces, que se hacen millo-narios, entienden, obviamente, que eso es elnegocio. Con la misma facilidad con queganaban, a veces gastaban ostentosamente,con una prodigalidad rayana en la provo-cación. Todo eso ha sido criticado con tantafrecuencia, se ha ridiculizado tanto, que sepuede pensar, por contraste, que era cosa rara,que si se recuerda es por simple afán polémico.Y es cierto que hay toda la exageración posibleen el dibujo de un capitalista barrigudo, consombrero de copa y puros inmensos, pero esigualmente verdadero que se dio esa osten-tación. Es más, en algunos aspectos y enalgunos casos esos rasgos son también los delcapitalista actual. Cambian los modos de la

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ostentación, pero continúa la ostentacióndemostrativa. Sólo la agudización de lapresión del Fisco ha hecho que la prodigalidadse reserve para lo que se puede gastar sinespectadores.

Los casos más macabros del despilfarroestán, sin embargo, ya archivados. Relativa-mente pronto, a causa de la generalización deun estado de opinión pública que reaccionónegativamente ante la ostentación de la desi-gualdad, los empresarios -que, mientras tanto,en muchos casos, ya no son propietarios de latotalidad ni de la mayor parte del capital-aprenden a destacar que lo esencial en su acti-vidad es la creación de riqueza y esto supone,de por sí, un beneficio para todos, aunque nose excluya -al contrario- el propio beneficiopersonal. A esta época corresponde, porejemplo, la terminología, claramente eufe-mística, de economía social de mercado. Es eltiempo de una creciente intervención delEstado en la actividad económica, en aras pre-cisamente de la defensa de lo social, es decir,de la re-distribución de la renta, de lacorrección de las principales desigualdades.

Durante ese tiempo -que es el de la segundapostguerra, los años sesenta y el principio delos setenta- se dan, simultáneamente, tresfenómenos: un notable crecimiento eco-

nómico, una reducción de las diferencias entrelas rentas -en el sentido de un reforzamientode la clase media- y una extensión de la segu-ridad social patrocinada por el Estado, perocosteada por los trabajadores y las empresas.Desde un punto de vista ideológico fuerontiempos de tendencias socializantes, pero conun acuerdo tácito en la mayoría de los paísesoccidentales en que no había que ahogar lalibre iniciativa porque era la principal fuentede creación de riqueza.

Después vino la crisis de los años setenta,que duró hasta los primeros ochenta. Ladécada que va de 1973 a 1983 es un períodoen el que, a la vez, empieza a fracasar ruidosa-mente el Estado del Bienestar, se reducen losbeneficios empresariales, aumenta la inflacióny crece el paro. La recuperación de los ochentavuelve a poner de moda el espíritu de la libreempresa, en la misma medida en que el socia-lismo, en general, se demuestra poco rentable.Se entiende por socialismo, en este contexto,la gestión económica del Estado, porque noson peculiaridades socialistas ni la justiciasocial, ni la tendencia a favorecer la redistri-bución de la renta, ya que ni teórica ni históri-camente las medidas sociales han estadomonopolizadas por las corrientes socialistas.

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Al tomar de nuevo aire la libre empresa,podría pensarse que la mentalidad capitalistaprimitiva tenía toda la razón; que lo quecuenta, en definitiva, es la esperanza del lucro,la ganancia, los beneficios. Ese sería no un len-guaje sino el único lenguaje inteligible.intentar hablar de una cultura empresarialaparece, en este contexto, como un caso clarode música celestial.

En realidad, si se acepta a fondo esa idea seestaría dando la razón al planteamiento deMarx, se estaría defendiendo un materialismoincluso más duro que el materialismo histórico.Se conoce la tesis principal del materialismohistórico de Marx: todo depende, hasta elpunto de determinarlo todo, de las condi-ciones materiales de la existencia. Todo es, endefinitiva, principalmente económico. Es laestructura económica lo que determina lasupraestructura de una sociedad, es decir, sumoral, su política, su arte, su religión. Es muyconocido que este férreo determinismo -que sepuede encontrar en los textos de Marx conmucha frecuencia- ha sido luego rebajado,pero en la medida en que se admita que loeconómico actúa juntamente con otras causasse está saliendo en realidad del marxismo,porque es pacífico que lo económico condi-

ciona, y fuertemente, la mayoría de las activi-dades humanas.

Una de las críticas más acertadas y lúcidasque se han hecho al marxismo es el motivadorechazo del determinismo económico. Porquees verdad que para que una sociedad humanasobreviva es necesario que produzca, pero pro-ducir no es ni mucho menos algo espontáneo;se produce a través de determinados procedi-mientos que están sugeridos e indicados por lacultura. No es ni mucho menos evidente quelos hombres se unan naturalmente para pro-ducir. El producir y el producir de determinadamanera es consecuencia de una cultura, y enesa cultura actúan, antes que nada, las ideas,en forma de lo que se entiende que es elmundo y el hombre. Es cierto que existe unestadio elemental, el del movimiento delhambre y la satisfacción con algún alimento,pero esto puede quedarse ahí -y de hecho hasucedido en algunos pueblos- sin dar origen auna cultura más densa y más rica.

En otras palabras, no es ni mucho menos evi-dente que lo económico sea lo primero. Loprimero es, más bien, la idea que el hombre sehace de sí mismo, de su relación con los demás,de una posible colaboración, de una reali-zación de la sociabilidad. Junto a eso se da, deuna manera sinónima, lo económico. No es lo

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primero, pero se da junto con lo primero. Noes el nervio, pero es el esqueleto.

Una vez que se parte de una cierta base eco-nómica, y en la medida en que se da porsupuesta, empieza a adquirir más importancialo que está allí desde el principio, lo que sepuede llamar propiamente cultura. Esa impor-tancia toma la forma de un ideal al que, preci-samente, se ha de tender. El ideal actúa comobien, como objetivo, como modelo, comoejemplar, como ideal, en el sentido platónicode la palabra. Es cierto que la terminología delplatonismo ha sido con frecuencia caricatu-rizada, ridiculizada o tergiversada, pero apesar de todas las bromas, así como un amorplatónico es un auténtico amor -que, natural-mente, incluye los componentes físicos- unideal es siempre una realidad, en la medida enque significa la fuerza para actuar de modoque se alcance.

En ese sentido, no hay nada más útil queuna cultura empresarial bien definida ydefinida en torno a rasgos positivos y funcio-nantes. Pero su utilidad se manifiesta precisa-mente cuando no se la busca, sino cuando semantiene el dardo apuntando a la cultura,conscientes de que montar un proyecto defuncionamiento es algo que compensa elesfuerzo, precisamente por su carga ideal, por

poner en el mundo de los hechos una realidadespiritual.

En este sentido quizá no hay nada más per-judicial para la cultura empresarial, para laempresa, que un cierto tipo de literatura sobremanagement que, en el fondo, se inspira, alcabo de tantos años, en la mentalidad que dioorigen al taylorismo, El taylorismo fue laversión racionalista del trabajo humano.Basándose en el principio de que los movi-mientos de las acciones humanas se puedendescomponer, buscó el modo de aumentar laeficiencia de las partes, admitiéndose, con lalógica elemental, que así mejoraría el con-junto. Cuando el taylorismo funcionó se debióa que los trabajadores, por diversas motiva-ciones, ponían ese suplemento de generalidadque permitía aumentar la eficacia de lasacciones particulares. Pero cuando, poco apoco, se vio claro que el hombre es siempremás que la suma de sus acciones -sobre todode las acciones mecánicas, que llegan a no serpropiamente humanas-, el taylorismo estabacondenado a muerte.

Frente a la generalidad del taylorismo y deotras propuestas semejantes, el enfoque de lacultura empresarial parte del hecho de quecada empresa vive alrededor de unos patternsculturales que sólo en parte son generali-

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zables. Además de la cultura de la empresa entoda su extensión existen microculturas que espreciso conocer si se quiere dar con el con-junto. La cultura general de la empresa, asícomo sus microculturas, se convierten así enuna especie de terra incognita de la que espreciso elaborar el mapa, no sólo para conocerla realidad presente sino para prever el futuro.

De este modo, el conocimiento de la culturaempresarial es un instrumento operativo, algoque significa un estadio de madurez en lagestión.

Este es el sentido de una parte creciente dela literatura sobre empresas, que está abando-nando el enfoque taylorista y puramente orga-nizativo para acoger cada vez más uno de tipocultural. Una obra, no original, pero paradig-mática del nuevo enfoque es la de Peters yWaterman. En busca de la excelencia, que haencontrado sucesivas ediciones, siendo la másreciente la de 1989. Las empresas excelentes delos Estados Unidos, sobre cuyo estudio estábasado el libro, tienen “culturas fuertes”,“excelencia cultural”, se trata de que “todoslos empleados acepten participar de su cultura-de la empresa-”.

Esa cultura no es, por otro lado, algo com-plicado. Se estructura alrededor de pocostemas. De hecho el libro de Peters y Waterman

quiere ser algo así como una descripción de lacultura de las empresas excelentes. Así, losrasgos son reducidos a ocho:

- énfasis en la acción - proximidad al cliente -autonomía e iniciativa - productividad con-tando con las personas - valores y manos a laobra - zapatero a tus zapatos - estructuras sen-cillas, staff reducido - tira y afloja.

En realidad, el lenguaje, a veces pintoresco,sirve para complicar lo que puede decirse aúnde forma más sencilla. Sólo son tres las cate-gorías distintas del análisis que utilizan Petersy Waterman.

En primer lugar, atención a la acción, lo queengloba todo esto: no dejar nunca las cosaspor intentar., tener iniciativa, contestar al retode la innovación-, no ir más allá de lo que secontrola (“zapatero a tus zapatos”) aunque,como se acaba de ver, hay que intentar cadavez más.

En segundo lugar, la sencillez. Esto es lo quelleva a las estructuras sencillas, al staffreducido, al tira y afloja que no es más que unacombinación de centralización y descentrali-zación. La sencillez quiere decir, por esomismo, flexibilidad. Pero es que, además, sen-cillez y flexibilidad pueden verse en el ámbito

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de los valores y, en ese caso, todo se reduciría aesta sencilla fórmula:

Trabajar, intentarlo todo, atreverse, vincu-lando a todas las personas en una tarea que estambién creadora de valores éticos.

NOTA BIOGRAFICA

Rafael Gómez Pérez es doctor en Derecho yen Filosofía, profesor de Antropología culturalen la Universidad Complutense y de Historiaeconómica en la “Institución Empresarial

Europea” (Madrid). Colabora de modo fijo enel diario económico “Expansión”.

Ha publicado alrededor de medio centenarde libros, entre ellos algunos dedicados a ana-lizar fenómenos culturales contemporáneos,como Los nuevos dioses, El desafío cultural,Cómo entender este fin de siglo. Otras obrastratan de temas éticos, como Problemasmorales de la existencia humana, Deontologíajurídica, Introducción a la ética social y, en lacolección de libros del Seminario Permanente“Empresa y Humanismo”, la obra, aparecidaen 1990, Etica empresarial. Teoría y casos.

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