no hay carnaval sin bateria

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1 Prodavinci No hay carnaval sin batería Sasha Correa · Monday, February 15th, 2010 Con el primer repique se eriza el cuerpo. Por todo el cañón revienta un estruendoso ritmo que se esparce rápido sin encontrar resistencias. Las columnas vibran emocionadas y el suelo retumba, parece resquebrajarse ante los golpes que marcan los 260 instrumentos de percusión que conforman aquél increíble batallón: surdos, cuicas, panderos, tamborines, caixas, chocalhos, agogós, entre otros, suenan tanto como pueden en una especie de maratón montado en clave de samba. Casagrande se ajusta la gorra sobre las canas y, con el pito en la boca, sopla sus primeras señas como maestro de la batería. Los cantantes asoman las primeras líneas del pegajoso coro. En unos pocos compases, se viene abajo la gran descarga. La fiesta arranca. Tan cierto es que no hay carnaval sin samba, como que no hay samba sin batería. Eso lo sabe Casagrande y vaya que lo disfruta. Su rostro confiesa sin remordimientos el placer que siente cuando se activa su grupo de “ritmistas”, pero sobre todo cuando en respuesta a sus pautas se inicia la marcha febril de las 3.200 personas que desfilan en nombre de su escuela de samba, Unidos da Tijuca, del codiciado Grupo Especial en el que sólo entran las 10 mejores. Aunque de carnaval viven los cariocas los 365 días del año, dos le dedican por entero a los famosos desfiles –domingo y lunes-, convertidos en increíbles despliegues de majestuosidad y creatividad. No en balde es considerado el espectáculo más grande del mundo. Transmitido a más de 140 países, es el show con mayor asistencia televisiva después de la Copa del Mundo y las Olimpíadas. Prodavinci - 1 / 4 - 04.09.2015

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No Hay Carnaval Sin Bateria

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No hay carnaval sin bateríaSasha Correa · Monday, February 15th, 2010

Con el primer repique se eriza el cuerpo.Por todo el cañón revienta un estruendosoritmo que se esparce rápido sin encontrarresistencias. Las columnas vibranemocionadas y el suelo retumba, pareceresquebrajarse ante los golpes quemarcan los 260 instrumentos depercusión que conforman aquél increíblebatallón: surdos, cuicas, panderos,tamborines, caixas, chocalhos, agogós,

entre otros, suenan tanto como pueden en una especie de maratón montado en clavede samba.

Casagrande se ajusta la gorra sobre las canas y, con el pito en la boca, sopla susprimeras señas como maestro de la batería. Los cantantes asoman las primeras líneasdel pegajoso coro. En unos pocos compases, se viene abajo la gran descarga. La fiestaarranca.

Tan cierto es que no hay carnaval sin samba, como que no hay samba sin batería. Esolo sabe Casagrande y vaya que lo disfruta. Su rostro confiesa sin remordimientos elplacer que siente cuando se activa su grupo de “ritmistas”, pero sobre todo cuando enrespuesta a sus pautas se inicia la marcha febril de las 3.200 personas que desfilan ennombre de su escuela de samba, Unidos da Tijuca, del codiciado Grupo Especial en elque sólo entran las 10 mejores.

Aunque de carnaval viven los cariocas los 365 días del año, dos le dedican por enteroa los famosos desfiles –domingo y lunes-, convertidos en increíbles despliegues demajestuosidad y creatividad. No en balde es considerado el espectáculo más grandedel mundo. Transmitido a más de 140 países, es el show con mayor asistenciatelevisiva después de la Copa del Mundo y las Olimpíadas.

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Cinco escuelas se presentan por cada día,d u r a n t e 1 h o r a 2 0 m i n u t o saproximadamente, integradas por 2.500 a4.000 personas disfrazadas, distribuidaspor alas temáticas (de 150 a 300 personasen cada una) y unas 8 carrozas, sin contarlas demás partes puntuales queconforman la línea del desfile.

Casagrande vive para esos dos días de fantasía. No ha estudiado en ningúnconservatorio, ni habrá tomado clases formales de música, pero una cosa es cierta: elritmo lo lleva Casagrande dentro de su ADN y le es suficiente para salir al frente.

En la cuadra de Tijuca sus muchachos incansables calientan y ponen a tono ya listospara la gran fecha. Sin batuta igual lleva la batuta. Con una baqueta en la manoderecha dirige de a ratos la orquesta. En otros, recurre a gestos, movimientos y hastamuecas, dentro de un código compartido, para hacerse entender. Siempre parado defrente a la banda. Es el “Dudamel” –por decirlo de algún manera- de orquesta deprecisión. Con el pito se ayuda: aunque pareciera que se sopla de forma aleatoria, oque su sonido es apenas un adorno dentro del samba, su uso es intencional, sirve paradar alguna orden, corregir o llamar la atención en un momento determinado.

A lo largo de los 700 metros que vandesde la entrada del sambódromo hastacruzar el emblemático símbolo diseñadopor Oscar Niemeyer que cierra el trayectoen la avenida Marqués de Sapucaí, labatería debe tocar y tocar. Sin parar.Tocar y tocar otra vez. No vale cansarsen i r e s b a l a r s e : e s g r a n d e l aresponsabilidad que recae sobre ellos.

De las diez categorías que se evalúan por cada escuela, tres tienen que ver con lamúsica y enredo. Los chicos de la percusión juegan, pues, un papel importante. Unadécima en la puntuación puede hacer la diferencia. Dentro del Grupo Especial, todoslos años cae una al segundo grupo. Si ganar no fuera posible, lo que ninguna escuelase perdona es el destierro que significa el descenso.

Pura Cadencia

Si la batería es el ritmo, los “passistas” son el movimiento. Por algo van juntos:primero los bailarines, acompañados de la madrina -escogida por lo general entre lasmujeres más bellas del barrio de la escuela o entre estrellas del área del espectáculo-y luego la batería. Empapadas de sudor, las passistas quiebran y requiebran suscuerpos en desplazamientos fulminantes, impúdicas y pecaminosas, sin perder por uninstante el ritmo. Eso jamás. Si para algo están, es para avivar con sus pies la fiebre y

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empujar con ánimo la fiesta. Con sus caderas se desenvuelven gracia, giran, semenean, con gestos pícaros y provocadores seducen a cualquiera.

Casagrande viene atrás, con su pitoguindado en el cuello, con los brazosabiertos en señal de satisfacción, esa quesiente al ser responsable, aunque sea sóloen una pequeña parte, de haber iniciadoaquél pecaminoso baile. No es gratuitoque su batería se llame, de hecho, “PuraCadencia”. “El que no samba no toca”,insiste entre sus mandamientos.

Consciente de que el resultado final es producto del desempeño global y del trabajo enequipo, Casagrande no se angustia demasiado. Confía en la garra y potencia de subanda. Aunque su cédula lo identifica como Luis Calixto Monteiro, sus más de dosmetros de altura le valieron el apodo por el que todos lo conocen, en alusión aljugador de básquet de apellido Casagrande.

Desde hace 31 años lleva puesta la camisa de Tijuca, la escuela en la que nació y secrió. Como buena oveja negra, llevó la contraria cuanto pudo en casa, empeñándosedesde temprano en ser “ritmista”. Con 15 años ya tocaba todos los instrumentos depercusión. Sin embargo, no fue hasta 1979 que logró el sueño de entrar en la avenidatocando su tan querida “caixa”. “Deseaba ser grande nada más que para que medejaran desfilar”. Diez años después, otro sueño se hacía posible aunque en otraescuela: el famoso Marcão de Portela –“como Dios para mí”-, lo invitó a sercontramaestro auxiliar. En el 98 volvió a Tijuca como director auxiliar y después, en2008, logro de logros: fue escogido maestro titular.

“Antes el carnaval se restringía a los ´blocos´ (cuadras y barrios) y era visto como algomarginal, como cosa de bandidos. Ahora no, afortunadamente evolucionó y este tipode artista es reconocido”, explica sin olvidar, dentro de todo, que el brillo que alcanzacomo estrella es lamentablemente efímero: “Son 80 minutos de luz en los que pasas deanónimo a artista. Después nadie te conoce. Es un día de magia nada más, llegó y seacabó”.

Al mejor estilo de los superhéroes y sus historias de doble identidad, Casagrande estaxista de día y percusionista de noche. A bordo de un Meriva pasa anónimo frente alos ojos de quienes se montan en su nave, con o sin destino, para luego, al finalizar latarde, pasarse por la cuadra para ensayar o simplemente ver cómo van las cosas. Sonobligatorias las paradas en Borel, el barrio en el que se concentra la mayor parte delos miembros de la escuela, para inyectarles a los más pequeños el virus sambistadirecto en las venas. A unos 110 chicos entre 5 y 17 años miembros de la MirímTijuquinha (mini batería) les enseña a tocar percusión. “El carnaval es toda mi vida,soy un enamorado de esto, es casi como una enfermedad. Si fuera por dinero no loharía, porque no da para vivir así que me toca resolver”.

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En su casa puede faltar el pan, pero quen o f a l t e s a m b a . N u n c a . “ H a yinstrumentos por todas partes y ruido atoda hora, es una casa como de locos, quelo digan los vecinos”, cuenta dejandoclaro por qué la esposa detesta tanto elcarnaval. Sus dos hijos le siguen la pistade cerca, Tom, de 19 años, comopercusionista en la banda de Seu Jorge yVictoria, de 9 años, como su más fielcompañera en los ensayos, llevando

lógicamente algún instrumento entre manos.

“Parece fácil, pero no es. Los músicos académicos, ni con partitura pueden tocarnuestros instrumentos como lo hacemos. Claro que nosotros tampoco podemos con lode ellos. Los maestros de batería suelen decir que no somos vanidosos, pero claro quesí. Sé que hago algo muy importante, yo soy el que empuja”, dice ni tan en broma.

Dependiendo de la letra, la armonía y del espíritu de la samba, arma la estructurarítmica que deberá seguir la batería: “Voy montando las voces de los instrumentos. Noes algo demasiado estricto, de hecho va cambiando bastante según ideas que mevienen buscando hacerlo animado y contagioso”.

No se toca ya igual que en los primeros tiempos del Carnaval. Cada agremiaciónbuscar mantenerse al día y lograr emocionar, cuidando un estilo y sello particular quelas distinga. “Versatilidad, creatividad y osadía”, son fundamentales.

“El samba es inteligente. Por eso se mantiene en el tiempo. Porque tiene la humildad yla astucia de adaptarse a los nuevos tiempos y los nuevos sonidos”. Casagrande pidedisculpas, no tiene tiempo que perder. Su batería lo espera sedienta de victoria.Suficiente presión tiene en adelante. Sólo después del miércoles de ceniza, el terribledía en el que se publican las puntuaciones de las escuelas, será que su repiquedescanse. “En ese momento los 80 minutos que desfilaste se transforman en sueño opesadilla”. Más vale ganar.

Fotos: Escuela Unidos da Tijuca

This entry was postedon Monday, February 15th, 2010 at 12:19 am and is filed under ActualidadYou can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. You canleave a response, or trackback from your own site.

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