neuroanatomia funcional de emociones

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CAPITULO 17 NEUROANATOMÍA FUNCIONAL DE LAS EMOCIONES Jaime R. Silva En Slachevsky, A., Manes, F., Labos, E., & Fuentes, P. Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatr- ía Clínica. 2008 1. INTRODUCCIÓN El siguiente capítulo es una revisión actua- lizada de la neuroanatomía funcional de las emociones, en la cual se describen los últimos hallazgos empíricos así como el respectivo debate teórico. Como cualquier esfuerzo intelec- tual en el ámbito de la afectividad se enfrentan dos desafíos insoslayables: La confusa defini- ción conceptual y la multiplicidad de perspecti- vas respecto de la emoción. Tal como ocurre con otras funciones psicológicas, la definición del concepto de emoción es controvertida. 1-2 Por un lado, el rango de conductas que se catalogan como ―afectivas‖ es muy amplio y de límites no del todo claros (i.e. emoción, estados de ánimo, sentimientos, disposiciones anímicas, etc.). Por el otro, los fenómenos descritos como ―emo- ción‖ propiamente tal, también son múltiples, heterogéneos y muchas veces contradictorios entre sí. 3 Consecuentemente, no existe un con- senso científico en los elementos que debe in- cluir una clasificación del repertorio afectivo humano ni tampoco respecto de los componen- tes de la emoción en sí. 4 En otro nivel de análisis, el estudio de la emoción se aborda desde numerosas disciplinas y bajo enfoques no siempre complementarios. 3 Incluso dentro de dominios científicos muy acotados existe diversidad de aproximaciones que hacen muy complejo el panorama de quie- nes se interesan por conocer este objeto de estu- dio. Por ejemplo, si bien gran parte de las con- ductas y fenómenos que se asocian a la emoción se atribuyen a estructuras del sistema nervioso central, no es menos cierto que existe un impor- tante cuerpo teórico y empírico que destacan el rol de del sistema nervioso periférico en la afec- tividad. 5-6 Así, no debe perderse de vista que la emo- ción es resultado de una compleja interacción entre múltiples variables en múltiples niveles. 7 Por ello, la exclusión en este capítulo de algunos dominios explicativos es reflejo de la necesaria limitación de los objetivos que se han trazado al elaborar el texto y no del estado científico del entendimiento de este objeto de estudio. Teniendo en consideración dichas limita- ciones, podemos definir la emoción como ―epi- sodios de cambios coordinados, en varios siste- mas de respuesta (incluyendo al menos la expe- riencia subjetiva en la forma de un sentimiento, expresiones emocionales y una reacción neuro- fisiológica), ante un evento de importancia para el organismo‖. 4 Dichos episodios tienen a ser más bien breves, y generalmente tienen asocia- dos algunos patrones específicos de respuesta facial. 8 El marco conceptual donde se inserta este trabajo surge de la Neurociencia Afectiva, dis- ciplina que examina el sustrato cerebral de las emociones valiéndose de principios, métodos y técnicas de diversas áreas científicas afines (neurociencia cognitiva, psicobiología, psi- quiatría, psicología, etc.). 9-11 Aunque el estudio neurocientífico de la emoción es un programa de investigación amplio, en ningún caso explica completamente el fenómeno que aludimos y, como otras disciplinas, no ha estado exento de contradicciones y hallazgos controvertidos. Además no existe un transito expedito desde las formulaciones teóricas a los hallazgos empíri- cos. Por ejemplo, a través de un meta-análisis, Phan y colaboradores 12 reportan tal variedad y distribución de los hallazgos en neuroimagen asociados a la emoción que es difícil proponer la existencia de un sistema cerebral netamente especializado. La evidencia apunta más bien a que la respuesta emocional humana se distribu- ye y representa en múltiples regiones de la cor- teza y de las estructuras subcorticales. El capítulo aborda la neuroanatomía fun- cional esbozando, en primer lugar, un breve panorama general de cómo se ha desenvuelto el estudio neurocientífico de la emoción a través de la historia, concluyendo con los dilemas y enfoques actuales de éste. Luego, se revisa el estado actual del conocimiento empírico y teóri-

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Page 1: Neuroanatomia Funcional de Emociones

CAPITULO 17

NEUROANATOMÍA FUNCIONAL DE LAS EMOCIONES Jaime R. Silva

En Slachevsky, A., Manes, F., Labos, E., & Fuentes, P. Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatr-

ía Clínica. 2008

1. INTRODUCCIÓN

El siguiente capítulo es una revisión actua-

lizada de la neuroanatomía funcional de las

emociones, en la cual se describen los últimos

hallazgos empíricos así como el respectivo

debate teórico. Como cualquier esfuerzo intelec-

tual en el ámbito de la afectividad se enfrentan

dos desafíos insoslayables: La confusa defini-

ción conceptual y la multiplicidad de perspecti-

vas respecto de la emoción. Tal como ocurre

con otras funciones psicológicas, la definición

del concepto de emoción es controvertida.1-2

Por

un lado, el rango de conductas que se catalogan

como ―afectivas‖ es muy amplio y de límites no

del todo claros (i.e. emoción, estados de ánimo,

sentimientos, disposiciones anímicas, etc.). Por

el otro, los fenómenos descritos como ―emo-

ción‖ propiamente tal, también son múltiples,

heterogéneos y muchas veces contradictorios

entre sí.3 Consecuentemente, no existe un con-

senso científico en los elementos que debe in-

cluir una clasificación del repertorio afectivo

humano ni tampoco respecto de los componen-

tes de la emoción en sí.4

En otro nivel de análisis, el estudio de la

emoción se aborda desde numerosas disciplinas

y bajo enfoques no siempre complementarios.3

Incluso dentro de dominios científicos muy

acotados existe diversidad de aproximaciones

que hacen muy complejo el panorama de quie-

nes se interesan por conocer este objeto de estu-

dio. Por ejemplo, si bien gran parte de las con-

ductas y fenómenos que se asocian a la emoción

se atribuyen a estructuras del sistema nervioso

central, no es menos cierto que existe un impor-

tante cuerpo teórico y empírico que destacan el

rol de del sistema nervioso periférico en la afec-

tividad.5-6

Así, no debe perderse de vista que la emo-

ción es resultado de una compleja interacción

entre múltiples variables en múltiples niveles.7

Por ello, la exclusión en este capítulo de algunos

dominios explicativos es reflejo de la necesaria

limitación de los objetivos que se han trazado al

elaborar el texto y no del estado científico del

entendimiento de este objeto de estudio.

Teniendo en consideración dichas limita-

ciones, podemos definir la emoción como ―epi-

sodios de cambios coordinados, en varios siste-

mas de respuesta (incluyendo al menos la expe-

riencia subjetiva en la forma de un sentimiento,

expresiones emocionales y una reacción neuro-

fisiológica), ante un evento de importancia para

el organismo‖.4 Dichos episodios tienen a ser

más bien breves, y generalmente tienen asocia-

dos algunos patrones específicos de respuesta

facial.8

El marco conceptual donde se inserta este

trabajo surge de la Neurociencia Afectiva, dis-

ciplina que examina el sustrato cerebral de las

emociones valiéndose de principios, métodos y

técnicas de diversas áreas científicas afines

(neurociencia cognitiva, psicobiología, psi-

quiatría, psicología, etc.). 9-11

Aunque el estudio

neurocientífico de la emoción es un programa

de investigación amplio, en ningún caso explica

completamente el fenómeno que aludimos y,

como otras disciplinas, no ha estado exento de

contradicciones y hallazgos controvertidos.

Además no existe un transito expedito desde las

formulaciones teóricas a los hallazgos empíri-

cos. Por ejemplo, a través de un meta-análisis,

Phan y colaboradores 12

reportan tal variedad y

distribución de los hallazgos en neuroimagen

asociados a la emoción que es difícil proponer

la existencia de un sistema cerebral netamente

especializado. La evidencia apunta más bien a

que la respuesta emocional humana se distribu-

ye y representa en múltiples regiones de la cor-

teza y de las estructuras subcorticales.

El capítulo aborda la neuroanatomía fun-

cional esbozando, en primer lugar, un breve

panorama general de cómo se ha desenvuelto el

estudio neurocientífico de la emoción a través

de la historia, concluyendo con los dilemas y

enfoques actuales de éste. Luego, se revisa el

estado actual del conocimiento empírico y teóri-

Page 2: Neuroanatomia Funcional de Emociones

Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 378

co respecto de alguna de las estructuras cerebra-

les que más evidencia han generado respecto a

distintos aspectos de la respuesta emocional

humana: la amígdala, la corteza cingulada ante-

rior y la corteza prefrontal. 13

Finalmente, se

concluye con una síntesis que arroja luces sobre

futuros desafíos de las ciencias de la emoción.

2. EN BUSCA DEL CEREBRO

EMOCIONAL

El comienzo del estudio científico de la

emoción se atribuye a dos grandes pioneros de

la biología evolucionista y la psicología, respec-

tivamente; Charles Darwin y William James.14-

16 Ambos autores, con diferente énfasis, dedica-

ron parte de su obra a la descripción y explica-

ción del fenómeno emocional bajo una perspec-

tiva biopsicológica. Darwin concibió las emo-

ciones humanas como la expresión de conductas

evolutivamente primigenias, que eran observa-

bles en una buena parte del reino animal. Com-

plementariamente, describió la existencia de un

repertorio definido de emociones, que poste-

riormente recibió el nombre de ―emociones

básicas‖, cuya expresión era común a todas las

culturas. La concepción de Darwin implícita-

mente involucra la existencia de una determina-

ción biológica importante en la conformación

del dominio afectivo humano, teniendo la evo-

lución un rol central en ello. William James por

su parte es el co-autor de la llamada ―teoría

periférica de las emociones‖. Según su explica-

ción, las emociones serían una forma de percep-

ción, principalmente de los cambios somáticos

asociados a una reacción emocional. Este plan-

teamiento fue cuestionado por Cannon 17

y Bard 18

al proponer la ―teoría central de las emocio-

nes‖, cuya tesis fundamental sostiene que las

emociones son producto del sistema nervioso

central.

Aunque desde el inicio del abordaje cientí-

fico de las emociones hubo un fuerte acento en

los aspectos biológicos, no fue hasta la delimi-

tación del circuito de Papéz, 19

y posteriormente

la introducción del concepto de sistema límbico, 20

que se planteó la existencia de sistemas cere-

brales para la emoción. Tanto Papéz como

McLean enfatizaron estructuras subcorticales

como los componentes esenciales del sistema

cerebral emocional. Si bien esta idea tuvo una

influencia positiva en el avance y comprensión

de los sustratos neurobiológicos de la afectivi-

dad, favoreció la creencia que las emociones

eran una función cerebral exclusivamente sub-

cortical. Esto explica en parte el tardío avance

del conocimiento del rol corteza cerebral en la

afectividad. De hecho, fuera de algún reporte

anecdótico en pacientes con daño cerebral corti-

cal, no hubo un estudio sistemático de la parti-

cipación de la corteza cerebral en las emociones

hasta al menos los años setenta. 21

Gracias al

explosivo aumento de la cantidad y calidad de la

investigación neurocientífica, no sólo se ha

puesto en entredicho la validez anatomofuncio-

nal del concepto de ―sistema límbico‖22

, sino

que además se considera a la afectividad como

una función cerebral representada en todo el eje

neuronal, en múltiples regiones y estructuras. El

llamado ―cerebro emocional‖ 13

más que un

sistema claramente delimitado es una compleja

rede de estructuras interconectadas cuya función

en ningún caso es exclusivamente delimitada al

ámbito afectivo.

A continuación se expone la evidencia

concerniente a tres regiones cerebrales claves en

la organización de la respuesta emocional

humana; la amígdala, la corteza cingulada ante-

rior y la corteza prefrontal. En cada una de ellas

existe evidencia bien documentada de su parti-

cipación en alguno de los componentes centra-

les de la emoción.

3. LA AMIGDALA

Una de estructuras del sistema nervioso

central que más estudios han generado respecto

de las emociones es la amígdala. Sin considerar

el debate respecto de la pertinencia de conside-

rar la amígdala como una estructura unitaria,

anatómica y funcionalmente hablando, se puede

sostener que existe evidencia contundente que la

amígdala participa de la respuesta emocional al

menos en tres niveles. En primer lugar los datos

provenientes de numerosas investigaciones en

animales y humanos muestran que las hormonas

del estrés liberadas por experiencias emociona-

les influencian la consolidación de memorias y

que esa influencia es mediada por la amígdala.

Por ejemplo, sujetos humanos con lesiones de la

amígdala bilaterales 23

y unilaterales 24

no evi-

dencian la facilitación de la consolidación de

recuerdos de experiencias afectivamente rele-

vantes. Aunque esta evidencia apunta a la con-

solidación de memorias negativas, al parecer la

consolidación de recuerdos positivos también

requiere la participación de la amígdala. 25

En otra línea de evidencias, los reportes de

diversos grupos de investigación sugieren un

fuerte envolvimiento de la amígdala en el reco-

nocimiento de expresiones emocionales. Los

pacientes con lesiones bilaterales en ella tienen

dificultades en reconocer expresiones afectivas

negativas, especialmente de miedo, en los ros-

tros de otras personas. 26-29

Este efecto parece

Page 3: Neuroanatomia Funcional de Emociones

Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 379

ser más pronunciado en personas con lesiones

bilaterales, pues la lesión unilateral de la amíg-

dala se acompaña de dificultades en el recono-

cimiento de expresiones emocionales de menor

intensidad. 30

No es extraño, debido a la impor-

tancia que tiene la adecuada ―lectura‖ de las

expresiones y claves afectivas para la regulación

de las relaciones interpersonales, que los sujetos

con lesiones bilaterales de la amígdala padezcan

de serias dificultades en su interacción social. 29

Los estudios de imagen funcional en personas

normales han confirmado los hallazgos en le-

siones cerebrales mostrando además que la

amígdala permite un procesamiento automático,

breve y no necesariamente consciente de la

expresión emocional de un rostro. 31-32

Final-

mente, una tercera función emocional atribuida

a la amígdala es el procesamiento del miedo

durante el condicionamiento conductual. 33-34

Estudios en roedores utilizando la modalidad

sensorial auditiva han revelado que la informa-

ción del estímulo condicionado sigue una ruta

desde el receptor al tálamo y luego hacia el

córtex cerebral y desde estos dos últimos hacia

la amígdala. Existirían por ende dos vías del

procesamiento de un estímulo condicionado en

la amígdala; una vía talámica de procesamiento

rápido que representa imprecisamente la entrada

sensorial y una vía cortical lenta que implica

una representación de mayor complejidad del

estímulo. 34

En humanos la evidencia es conver-

gente. Los sujetos con lesión de la amígdala

presentan alteraciones en el condicionamiento al

miedo, 35

mientras que sujetos normales en

estudios con imagen funcional muestran un

incremento de la actividad de la amígdala en

tareas experimentales comparables. 36

En este

contexto se ha realizado una interesante distin-

ción: Mientras que la amígdala juega un rol en

el aprendizaje y almacenamiento de memorias

implícitas de miedo, el hipocampo sería respon-

sable de la adquisición de memoria declarativa. 37

Por ello, las personas con daño selectivo de la

amígdala con un hipocampo intacto no adquirir-

ían respuestas condicionadas a estímulos ame-

nazantes pero aprenderían las circunstancias en

donde ocurrió el condicionamiento, mientras

que el daño del hipocampo afectaría el aprendi-

zaje explicito pero no la adquisición implícita de

miedo condicionado. 35

En conjunto, este cuerpo

de evidencia indica que la amígdala tiene un rol

crítico en la generación de una respuesta de

alarma y defensa frente a estímulos amenazan-

tes. 34

Así, la percepción y organización de

respuesta frente a estímulos de esa clase (inclu-

yendo la percepción de la expresión de emocio-

nes en rostros de otras personas) dependería

significativamente de la amígdala.

4. LA CORTEZA CINGULADA

ANTERIOR

La corteza cingulada anterior (CCA) es una

zona cerebral donde confluyen múltiples siste-

mas funcionales y por ende es una estructura

clave en la integración y modulación de éstos.

Existe una creciente evidencia de diferenciación

funcional en la CCA y se ha propuesto la exis-

tencia una porción rostral ―emocional‖ y una

ventral ―cognitiva‖. 38

Como parte de la corteza

paralímbica del lóbulo frontal, la CCA se ha

implicado tradicionalmente en la función auto-

rreguladora del córtex frontal.39

Los hallazgos

iniciales develaron que algunos procesos de

atención y memoria eran modulados en parte

por la CCA.38

Específicamente, las tareas que

requerían la coordinación de recursos cognitivos

así como el control ejecutivo de la atención

consistentemente reclutaban a la CCA. Por

ejemplo, el monitoreo del error y la organiza-

ción de la conducta ante demandas de respuestas

conflictivas (i.e. tareas go-nogo) han mostrado

depender de dicha estructura cerebral. Por otra

parte, los estudios experimentales que utilizan

estímulos autorreferenciales (que aluden a la

autoimagen o identidad personal) sugieren un

importante rol de la CCA en la auto-conciencia.

Así, en un estudio de imagen funcional con

TEP, Kjaer et al.40

sostienen que la CCA for-

maría parte de un núcleo parietofrontal involu-

crado en los estados de conciencia autoreflexi-

va. En dicha investigación, la CCA se activaba

intensamente cuando a los participantes se les

pedía reflexionar acerca de su autoimagen física

en comparación con la reflexión respecto de otra

persona. Varios reportes convergen en esta zona

y otras regiones mediales de la corteza cerebral

como la zona prefrontal medial, la corteza cin-

gulada posterior y el precuneus.

Si consideramos que cualquier situación o

estímulo que activa la respuesta afectiva es

―intrínsicamente‖ autorreferencial, 41

no extraña

los múltiples estudios que muestran la participa-

ción de la CCA en la respuesta emocional. Co-

mo se mencionó, los estudios experimentales y

de meta-análisis validan la diferenciación fun-

cional de la CCA, develando una porción rostral

―afectiva‖. Por ello se afirma actualmente que el

componente cognitivo asociado a la CCA no es

exclusivo sino que incluiría una función emo-

cional ―evaluadora‖. Por ejemplo Luu y sus

colaboradores, 42

analizaron la respuesta de la

CCA en sujetos con alta negatividad emocional

(como rasgo de personalidad) frente a la ejecu-

ción de errores en condiciones de alto y bajo

involucramiento emocional. La CCA se activa-

ba con mayor magnitud en tareas donde había

mayor participación de la emocionalidad. Así

mismo, cuando se recibe una retroalimentación

Page 4: Neuroanatomia Funcional de Emociones

Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 380

negativa (―Ud. se ha equivocado‖), la respuesta

de la CCA es mayor en condiciones en las cua-

les los sujetos reportan haber estado más invo-

lucrados emocionalmente (por ejemplo cuando

había una recompensa monetaria por la tarea).

En conjunto, estos datos señalan que la CCA

tendría un rol en la evaluación cognitiva ―moti-

vada‖ de la conducta y la autoimagen. Luu y

Tucker, 43

en una integración teórica notable,

bajo una ―teoría de la regulación de la acción‖,

han propuesto un modelo de su funcionamiento:

La CCA sería central para el aprendizaje donde

la conducta es relevante para un contexto moti-

vacional, el monitoreo de tal acción y el cambio

a diferentes acciones cuando las consecuencias

no son las esperadas. Más aun proponen que en

la CCA se representarían verdaderos ―puntos de

equilibrio afectivo‖ que cuando son violados

activarían una cascada de conductas para su

reestablecimiento. Congruente a ello, la CCA se

activa principalmente en condiciones de ―rele-

vancia motivacional‖ ante la evaluación de

errores conductuales, el monitoreo de la acción

en general y estímulos que relacionados con la

identidad personal. De hecho se puede sostener

que la ―identidad personal‖ es, en la jerarquía

evolutiva, el máximo ―punto de equilibrio psi-

cológico‖ posible, donde las experiencias per-

sonales son evaluadas y administradas según un

auto-concepto. La significativa activación de la

CCA en tareas autorreferenciales así como los

estudios citoarquitectonicos que develan la

aparición evolutiva reciente de grupos celulares

en la CCA son consistentes con esa afirmación.

En congruencia, las lesiones de la CCA se

acompañan de cambios conductuales y psicoló-

gicos acordes con la evidencia antes presentada.

Por ejemplo, Damasio y Van Hoesen 44

, así

como Cohen y asociados 45

, reportan alteracio-

nes de la espontaneidad del comportamiento que

se traducen en ausencia de conductas volunta-

rias o de la motivación a iniciar conductas. Más

aun, los primeros autores llegaron a describir a

sus pacientes como sujetos de ―mente vacía‖.

Adicionalmente, un estudio reciente 46

devela

que desde el punto de vista de la experiencia

emocional, los pacientes con daño circunscrito

de la CCA experimentan una marcada disminu-

ción de la intensidad de emociones como la

tristeza y el miedo. Así mismo, en esos pacien-

tes se observan dificultades en el reconocimien-

to de emociones en otros así como cambios en

la conducta social.

5. LA CORTEZA CEREBRAL

El estudio de la relación entre la corteza ce-

rebral y las emociones ha adquirido una fuerte

relevancia durante los últimos 15 años. Si bien a

lo largo de toda la historia de la neuropsicología

existen estudios respecto de la participación de

la corteza cerebral en la afectividad, como se

mencionó anteriormente, existió un sesgo gene-

ralizado en considerar a la emoción una función

cerebral esencialmente subcortical.21

Sin em-

bargo, la dicotomía cortical/subcortical parece

no armonizar con la evidencia que le atribuye

un rol a la corteza cerebral en la percepción,

expresión y experiencia de la emoción.

En general, los datos de diversos grupos de

investigación sugieren que las subdivisiones de

la CPF tienen roles diferentes en la conforma-

ción de la experiencia emocional. 47-48

Desde el

punto de vista funcional existiría en la CPF un

circuito que incluye la corteza orbitofrontal y

ventromedial,49

relacionado con lo que se ha

llamado el ―afecto nuclear‖7,50

, es decir con los

aspectos fundacionales del dominio emocional

humano: el placer y displacer. En este sentido,

estas regiones participarían de la creación de

representaciones neurales (sensibles al contexto)

del valor de los objetos mediante las variaciones

en los estados afectivos de placer/displacer. En

otras palabras, la corteza orbitofrontal y ven-

tromedial establecerían el valor de reforzamien-

to o amenaza de un estímulo. Varios estudios

experimentales son consientes con esta noción.

Por ejemplo, el equipo de investigación de Rolls 48,51

ha mostrado reiteradas veces cómo la corte-

za orbitofrontal juega un rol fundamental en el

aprendizaje de asociaciones estímulo-refuerzo, y

la representación del castigo y el reforzamiento.

Así mismo, los pacientes con lesiones de estas

regiones cerebrales muestran déficit significati-

vos en tales funciones.48

Por otra parte, la CPF dorsolateral y la ex-

tensión dorsal de la CPF ventromedial, tendrían

un rol fundamental en la generación de repre-

sentaciones conceptuales y la generación de

contenidos mentales asociados a la emoción.49

En efecto, existe evidencia convergente que

muestra que dichas estructuras participan de la

atribución de estados mentales 52

y la regulación

emocional cognitiva (reevaluación).53-54

Con-

gruente a ello, lesiones cerebrales en dichas

zonas generan alteraciones significativas de

tales funciones.

Es interesante notar que aunque existe una

segregación funcional en la CPF relacionada a

las emociones, un grupo de menor de investiga-

dores ha descrito un principio general que orga-

niza genéricamente la participación de la CPF

en la afectividad, en general, y las emociones,

en particular.55-56

Específicamente, se propuesto

el Modelo de Aproximación/Evitación (MAE)

para describir las características y diferencias

hemisféricas en la CPF relacionadas con dife-

rentes aspectos del procesamiento emocional.

Según este modelo la CPF es un mediador de la

Page 5: Neuroanatomia Funcional de Emociones

Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 381

respuesta afectiva en curso y un moderador del

estilo afectivo personal. 57

Como mediador (es

decir, como variable que participa en el meca-

nismo que origina el fenómeno observado), la

CPF varía su activación sistemáticamente según

se trate de emociones relativas a los llamados

sistema de aproximación y sistema de inhibi-

ción/evitación. 58

Específicamente, la genera-

ción de afectos de aproximación está asociada a

la activación de la CPF izquierda, mientras que

la generación de afectos de evitación se asocia a

la activación de la CPF derecha. 55

En otras

palabras, los sistemas motivacionales que sub-

yacen a la respuesta emocional están represen-

tados asimétricamente en la CPF. Así mismo,

como moderador (es decir, como variable que

actúa como una condición en la cuál la influen-

cia de otros factores se potencia), la actividad

tónica o de línea base de la CPF se asocia a la

conformación del estilo afectivo. 59

El estilo afectivo corresponde al rango de

diferencias individuales en los múltiples com-

ponentes de las disposiciones anímicas y la

reactividad afectiva. Varios fenómenos se in-

cluyen bajo este término, por ejemplo, el nivel

emocional tónico, el umbral de reactividad

emocional, la amplitud de la respuesta emocio-

nal y el tiempo de recuperación. En efecto, se ha

demostrado en adultos y niños que un nivel

tónico extremamente activo de la CPF izquier-

da, o de la CPF derecha, se asocia a diferencias

sistemáticas en múltiples parámetros de la afec-

tividad. 60

Específicamente, los individuos con

una CPF izquierda tónicamente más activa tien-

den a experimentar afecto positivo de aproxi-

mación y organizar sus recursos limitados pro-

bablemente para sustentar su comportamiento

dirigido a metas. En contraste, los individuos

con la CPF derecha tónicamente más activa

están predispuestos a ser más sensitivos a los

estímulos amenazantes, inhibiendo su conducta

y experimentando más afecto de evitación. 61-62

Para explicar funcionalmente estos hallaz-

gos según Tomarken y Keener, 63

se debe consi-

derar la función principal atribuida a la corteza

prefrontral: la organización temporal del com-

portamiento dirigido a metas.64

Esta habilidad

permitiría unir temporalmente la ocurrencia del

estímulo con la respuesta a tal evento y progra-

mar/ejecutar secuencias de conductas dirigidas a

metas a pesar de los eventuales cambios en la

saliencia del estímulo. Dos subprocesos, par-

cialmente independientes, permitirían la ocu-

rrencia de tal función, un componente prospec-

tivo y uno retrospectivo. El primero de ellos

estaría ―orientado al futuro‖ y corresponde a la

generación de planes de acción y la anticipación

de eventos. El otro componente, de naturaleza

retrospectiva, implica la mantención del estímu-

lo, tarea, o contexto en la memoria de trabajo.

Los componentes descritos permiten la supre-

sión de interferencia proveniente de estímulos

competitivos o de tendencias de respuesta pre-

potentes al tiempo que facilitan el cambio de

estrategias frente a la retroalimentación del

comportamiento.

Debido a su participación en los sistemas

motivacionales, el MAE postula que el papel de

la CPF es la mantención de la continuidad tem-

poral de la motivación de aproximación y evita-

ción, la supresión de motivos competitivos y el

cambio de prioridades motivacionales.63

Así,

para cada uno de tales sistemas, la CPF facilitar-

ía la continuidad temporal a través de los proce-

sos prospectivos, retrospectivos e inhibitorios.

Además de ello, el MAE propone que los siste-

mas motivacionales, al estar parcialmente late-

ralizados, permiten la supresión de la interferen-

cia entre estados motivacionales de valencia

opuesta. En otras palabras, así como la evitación

modula a la aproximación, esta última también

inhibiría la primera. De este modo, las asimetr-

ías de la CPF reflejarían diferencias en la repre-

sentación prospectiva y/o retrospectiva en curso

o las predisposiciones a elaborar dichas repre-

sentaciones. Consiguientemente, los aspectos

motivacionales que subyacen a los procesos de

supresión de la interferencia y flexibilidad en el

establecimiento de estrategias conductuales,

estarían también lateralizados. Por ejemplo, una

hiperactivación tónica de la CPF derecha se

asociaría con un estado de facilitación de la

generación de planes de acción y anticipación

de eventos o estímulos ligados a la evitación

conductual y por lo tanto generadores de emo-

ciones de tal clase (por ejemplo, ansiedad, mie-

do, angustia).

Evidencia empírica múltiple confirma los

postulados del MAE, tanto en poblaciones de

sujetos normales como en sujetos con alteracio-

nes psicopatológicas. Davidson, et al. 65

en un

grupo de fóbicos sociales encontró una activi-

dad anormal en zonas corticales derechas cuan-

do se inducía ansiedad de anticipación. Esto

implica que un fóbico social tiene un sistema de

evitación conductual significativamente más

responsivo frente al enfrentamiento social. Por

otro lado, Silva y colaboradores 66

, realizó un

estudio en dietantes crónicos, es decir sujetos

que continuamente limitan su alimentación por

miedo a ganar peso. Dichas personas muestran

un patrón alterado de alimentación en ciertas

circunstancias (sobrealimentación), especial-

mente cuando experimentan ansiedad 67

. Los

resultados mostraron que había una relación

significativa entre los niveles de restricción

Page 6: Neuroanatomia Funcional de Emociones

Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 382

alimenticia y las medidas de asimetrías de acti-

vación de la corteza prefrontal. Específicamente

los dietantes crónicos mostraban marcadas asi-

metrías de la corteza prefrontal derecha, caracte-

rizada por una hiperactivación de la corteza

prefrontal derecha. Esta evidencia siguiere que

tales individuos poseen una predisposición bio-

lógica a experimentar ansiedad y a tener dificul-

tades en regular las emociones negativas. Así

mismo en pacientes con trastorno depresivo

mayor existe evidencia contundente de la exis-

tencia de asimetrías frontales derechas de la

corteza prefrontal. 68

Sin embargo, a diferencia

de los fóbicos sociales o dietantes crónicos, el

patrón anormal de actividad tónica derecha se

caracteriza principalmente por una hipoactiva-

ción de la corteza prefrontal izquierda

Estudios centrados en los ingredientes bási-

cos de las emociones han mostrado una rela-

ción entre éstos y la activación tónica cortical.

Por ejemplo, el tiempo que toma recuperarse de

un afecto negativo está asociado a las diferen-

cias en las asimetrías prefrontales, donde los

sujetos con asimetrías derechas tienen mayor

dificultad en terminar con una emoción negativa

una vez que ha comenzado. Este punto es cen-

tral para el desarrollo de patologías asociadas a

la desregulación de los afectos como la depre-

sión.

En suma, existe un considerable cuerpo de

evidencia científica que muestra que los niveles

de asimetría funcional de la corteza prefrontal

tiene una fuerte influencia en el estilo afectivo

humano, que sus variaciones predisponen al

surgimiento de distintos trastornos afectivos y/o

alteraciones del comportamiento, y que dicho

efecto se observa en distintos momentos del

ciclo vital.

6. COMENTARIOS FINALES

El repertorio afectivo humano (i.e, disposi-

ciones emocionales, estados de ánimo, emocio-

nes) puede asociarse a un ―espacio neural de

referencia‖.49

Sin embargo, tal como se aludió

en este capítulo, las emociones como cualquier

función mental compleja parare tener una repre-

sentación cerebral distribuida y difícilmente

puede hablarse de un sistema cerebral exclusi-

vamente emocional. Como se mencionó, existen

estructuras cerebrales involucradas en la res-

puesta emocional en todo el eje neural. De ellas,

la amígdala, la corteza cingulada anterior y la

corteza prefrontal parecen jugar un rol significa-

tivo en la conformación de la experiencia afec-

tiva.

Tal como han propuesto diversas líneas de

investigación en psicología, las estructuras ce-

rebrales relacionadas a la respuesta emocional

parecen organizarse en sistemas ortogonales,

parcialmente segregados, que originan modos

diferentes de procesamiento y conducta emo-

cional. Estas asimetrías de representación neu-

roanatómica de la respuesta emocional muy

probablemente derivan evolutivamente de la

representación asimétrica de la actividad home-

ostática que se origina a partir de asimetrías del

sistema nervioso periférico autonómico.71

Sin

embargo, estos sistemas en ningún caso son

exclusivamente ―afectivos‖ e involucran diver-

sos componentes. Así, la respuesta emocional,

en su complejidad, difícilmente puede ser sepa-

rada de otros procesos mentales y ser tratada

como una unidad discreta. Por ello, no es extra-

ño que la dinámica de las alteraciones emocio-

nales asociadas a las lesiones cerebrales sea

especialmente ardua de abordar experimental y

clínicamente. El futuro de las ciencias de la

afectividad justamente tiene como uno de sus

grandes desafíos explicar la integración cogni-

ción/emoción,72

tanto desde el punto de vista

normativo como de sus alteraciones.

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