nelson lillo involucrado en la tortura y muerte de eduardo jara

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COVEMA COMANDO DE VENGADORES DE MARTIRES DECLARACION DE CELSO QUINTEROS EX MIEMBRO DE INVESTIGACIONES

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Declaración Jurada de ex funcionario de Investigaciones de Chile involucra a Nelson Lillo en creación del Covema (Comando de Vengadores de Mártires), responsable de 14 secuestros, y la tortura y muerte de Eduardo Jara durante la Dictadura Militar de Pinochet.

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COVEMACOMANDO DE VENGADORES

DE MARTIRES

D E C L A R A C I O N D E C E L S O Q U I N T E R O SEX MIEMBRO DE INVESTIGACIONES

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F O R T I N M A P O C H O , L U N E S 2 D E D I C I E M B R E D E 19 8 5

Jefes de investigaciones involucrados en caso “COVEMA”

Declaración Jurada

En Buenos Aires, Capital Federal de la República de Argentina, a veintidos de Agosto de mil novecientos ochenta y cinco. Yo, Celso Eduardo Quinteros Marti-nez, natural de Santiago de Chile, casado, domiciliado en Santiago de Chile, de paso en ésta, cédula de identidad Nº 5.271.808-2, del Gabinete de Santiago, bajo juramento de decir la verdad, declaro:

1. Ingresé a la Policía de Investigaciones de Chile el 8 de Marzo de 1973, como conductor policial, en la Cuarta Judicial ubicada en el mismo Cuartel Central de la Institución de calle General Mackenna Nº 1314. A mediados del año 1977, fui tras-ladado a la Brigada de Delito Económico, BRIDEC, a la sazón ubicada en calle Mo-neda. Al cabo de unos cuatro años aproximadamente, enviado a la Primera Judi-cial del Departamento Presidente Aguirre Cerda (PAC), también como conductor.

2. Estando en la Judicial de PAC, a fines del mes de junio del año 1980, se me in-formó que debía trasladarme a la Brigada de Homicidios de la Institución, BH, de General Mackenna, Cuartel General. La orden provenía del Departamento de Personal de Investigaciones y ni mi superior, el Comisario Muñoz, ni yo, sa-bíamos el motivo del traslado.

Al día siguiente me presenté en la Brigada de Homicidios, a primera hora de la ma-ñana, a la hora de lista, haciéndoseme pasar a la sala del Jefe en la que habían ya otros funcionarios de distintas Unidades, que también habían sido trasladados a la BH. El jefe de la Brigada de Homicidios a la que me refiero, era el señor Opazo. los demás funcionarios eran policías y no conductores. Opazo, luego de darnos la bienvenida a los más o menos 30 o 40 funcionarios, nos preguntó a cada uno el nombre y unidad de donde veníamos; enseguida nos manifestó que con nosotros,

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por orden del Director Baeza, se había decidido formar un Grupo Especial, destina-da a investigar el homicidio de Roger Vergara. Asimismo, nos dijo Opazo, que él sería el Jefe de este grupo junto con don Nelson Lillo, que era Comisario de la Brigada de Asaltos, y con el Subsecretario Eduardo Rodríguez, que le decían “El Chino”. También dijo que los que estábamos ahí, era porque éramos los mejo-res en nuestras respectivas unidades en las funciones que realizábamos, pero el que no estuviera contento podía decírselo de inmediato. Le manifesté que no me encontraba a gusto con el cambio, pues nunca me había gustado el tipo de traba-jo que se desempeñaba en la BH. A esto respondió groseramente, diciendo que yo debía permanecer en el Grupo Especial.

3. Me fue entregado para mi trabajo un furgón marca Dodge, color crema, con puerta lateral de corredera, vehículo éste que pertenecía a la Brigada de Narcóti-cos, y que por orden de la Superioridad se trasladó a la BH, y mientras se le acondicionaba para los requerimientos especiales del trabajo de la brigada, lo tuve a mi cargo.

4. Durante tres o cuatro semanas mi actividad consistió en hacer guardias en la BH y turnos en la misma, yendo ocasionalmente a “sitios de suceso” en mi cali-dad de conductor y siempre en el furgón Dodge antes descrito.

5. Tanto Opazo como Salinas daban cuenta casi diariamente al Director Baeza acerca de las actividades realizadas por el grupo especial. El propio Opazo se ufanaba delante nuestro de sus contactos con el Director Baeza. Todos los fun-cionarios teníamos claro que el Director estaba preocupado y al tanto de lo que hacía el grupo especial, por lo que nos sentíamos especialmente respaldados.

6. La primera diligencia propia del Grupo Especial en la que me tocó intervenir, ocurrió en la mañana del día 28 de julio de 1980, cuando bajo la dirección del funcionario señor Pinto, concurrimos a una casa en la calle Manuel Montt. En el furgón Dodge que yo conducía, ibamos los funcionarios Eric Concha, jefe de máquina, Escárate, y otros dos detectives jóvenes; y en otro automóvil, un Opa-la conducido por Jaime Mora, iban el señor Pinto, Hernández y me parece la de-tective Miriam Pincheira. Esta funcionaria tenía una relación con esa casa de

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Manuel Montt, ya fuera porque vivía allí o porque era pariente de la dueña o te-nía alguna relación con ella. La duda me asalta porque en algunas ocasiones fui a dejar a Miriam Pincheira al lugar donde vivía que era en el sector de Salesia-nos con Gran Avenida, donde estaba la casa de un familiar de ella.

7. Una vez llegados al lugar de Manuel Montt, se bajaron todos los funcionarios y algunos ingresaron a la casa. Yo, al igual que el otro conductor, permanecimos en nuestros respectivos vehículos. Aproximadamente unos veinte minutos des-pués, salieron los funcionarios llevando como detenidos a Nancy Azcueta y Juan Capra. Sus identidades, es decir sus nombres, los vine a saber al día si-guiente con ocasión de haber visto a la Azcueta siendo interrogada en el local de la BH, oportunidad en que un funcionario me señaló que se trataba de Nancy Ascueta y de Juan Capra, el otro detenido, y que se les indicaba como correos del MIR. En los momentos que Nancy Ascueta venía detenida, sujeta por dos funcionarios, causaba un gran escándalo como ya dije. Ante el alboroto aparecieron Carabineros, uno de los cuales concurrió donde estábamos, ante lo cual, uno de los detectives, al parecer Concha, le exhibió la placa. Luego de eso, el Carabinero se retiró. En el interior del furgón Dodge ambos detenidos fueron vendados de vista y esposados, y luego de subir los funcionarios a sus respectivos vehículos, nos dirigimos al Cuartel Central de Investigaciones, ingre-sando a éste por el portón correspondiente a la antigua calle Suspiros con Teati-nos.

8. No volví a ver a los detenidos Capra y Azcueta hasta el día siguiente, en el mis-mo local en el subterráneo de la Brigada de Homicidios. En la mañana del 29 de julio de 1980, al pasar frente a una habitación pequeña, con su cielo raso inclina-do, que queda en el sector norte del subterráneo donde está la BH, vi en su inte-rior a Nancy Ascueta, sentada en una silla, brazos atrás, probablemente amarra-da o esposada, vendada de vista, rodeada de a lo menos cuatro funcionarios, entre ellos una mujer detective y el Subcomisario Gonzales Pinto, quién al pare-cer interrogaba a la Azcueta. El mismo 29 de julio de 1980, más tarde, al pasar frente frente a una habitación denominada sala de pool, junto a varios otros de-tenidos, estaban Nancy Ascueta y Juan Capra. Todos los detenidos estaban

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con la vista vendada y aunque no logré identificar precisamente a nadie, salvo los dos nombrados, puedo decir que había tanto hombres como mujeres.

9. En relación a los cargos que había en contra de los detenidos, pude escuchar en reiteradas oportunidades que eran “correos del MIR”, y que a través de ellos e iba a poder aclarar el homicidio de Roger Vergara.

10. El miércoles 30 de julio de 1980, al promediar la tarde, vi en Suspiros una ca-mioneta tipo station, grande, que estoy casi seguro era Chevrolet, color café cla-ro crema en la parte superior, y de color café oscuro en la parte inferior, la que no había visto antes. Conversando con los otros conductores me enteré que la camioneta recién mencionada no pertenecía a la Institución, sino que al parecer a un particular, y que en ella había sido detenido ese mismo día 30 de julio, un periodista. A la hora de almuerzo en mi casa, yo había escuchado en la Radio Chilena, en la que se denunciaba la detención de un periodista de esa emisora de apellido Hormazabal. Más tarde, estando siempre en el Cuartel Central de In-vestigaciones, escuché a algunos funcionarios decir que en la detención del periodista Hormazabal, se habían identificado como "Comando de Venga-dores de Mártires”, COVEMA. En el curso de la misma tarde del 30,de julio, lle-gó hasta el recinto de la Brigada de Homicidios, don Julio Rada que me parece era Subdirector, quien comenzó de viva voz a dar instrucciones , señalando pri-mero que los detenidos debían ser trasladados a otro lugar. Efectivamente fue-ron llevados a la Brigada de Inteligencia Policial, BIP, ubicada en República de Israel, con José Domingo Cañas y Obispo Orrego, en varios vehículos, pero yo no iba en ninguno. En segundo lugar, don Julio Rada nos ordenó que desarmá-ramos la sala de pool, en la que en la que habían permanecido los detenidos, cuanto era muy probable que pudiera venir “el Ministro” a revisar el lugar. Cum-pliendo sus ordenes, desarmamos la mesa de pool, la que fue llevada a la casa de un funcionario de apellido Brusset, Inspector. Mientras se ejecutaban estos trabajos, el propio Opazo se encargaba de apurarnos y supervigilar los detalles.

11. El jueves 31 de julio de 1980, en la mañana, a poco llegar a la Brigada de Ho-micidios, salí a dejar la mesa de pool a que me referí en el punto anterior, y lue-

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go regresé al Cuartel Central donde presencié el término de los detalles de pin-tura y modificación.

12. El viernes 1° de agosto de 1980, en la mañana, se me dio instrucciones de ir a la Brigada de Inteligencia Policial, BIP, por un detective que fue conmigo en el fur-gón Dodge. En este lugar habían permanecido los detenidos que estaban en el Cuartel Central y que habían sido trasladados aquí por orden de don Julio. Esto su-cedía alrededor de las diez de la mañana y permanecimos sin especial actividad hasta aproximadamente las 12,10 horas. A esta hora sacaron al patio a algunos detenidos, todos con la vista vendada. Uno de ellos fue subido a un automóvil marca Chevrolet, modelo Chevy Nova. Otros tres detenidos fueron subidos al fur-gón Dodge. Se trataba de Eduardo Jara, Cecilia Alzamora y de un hombre cu-ya identidad ignoro. El día sábado siguiente comprobé efectivamente que eran ellos al leer en la prensa las informaciones relativas al caso, y entonces me di cuen-ta de las vinculaciones entre los distintos detenidos y el cierto escándalo que se había producido en los días previos.

13. En cuanto a los cuatro detenidos antes nombrados, puedo decir que estos se encontraban vendados de vista y esposados; que Nancy Azcueta olía mal, como si estuviese indispuesta y mal aseada; y que Eduardo Jara se veía muy demacra-do, cansado y débil. A estas cuatro personas las vi por pocos minutos, pues a los mismos los cuidaban alrededor de cuatro funcionarios, una mujer entre ellos. Lue-go de lo anterior, los detenidos Eduardo Jara, Cecilia Alzamora y otro fueron ingre-sados al furgón Dodge como lo señalé más arriba; otra persona introducida al Che-vrolet, modelo Chevy Nova, vehículo éste que abandonó el recinto de la BIP unos quince minutos antes que nosotros lo hiciéramos en el furgón Dodge.

14. El otro vehiculo había partido muy rápido llevando en su interior a una perso-na de los detenidos a la que le pusieron scotch sobre los ojos y lentes oscuros, lo que sucedió. como dije, muy rápido y relativamente lejos de donde yo estaba, por lo que no pude percatarme exactamente de quien se trataba.

15. Ya en el recinto observé que alrededor de los vehículos habían varios funciona-rios del Grupo Especial cuidando que los funcionarios de la Octava Judicial, los que se notaban muy curiosos, no se acercaran y pudieran ver a los detenidos. Po-

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cos minutos después de haber llegado me acerqué al furgón Dodge y vi que a los tres detenidos que yo había llevado se había agregado Nancy Azcueta. Las puer-tas estaban abiertas y todos los detenidos permanecían con la vista vendada. Pu-de darme cuenta que a los detenidos les habían llevado de comer manzanas, le-che y pan. Sin embargo, me pareció que Eduardo Jara no había comido nada. Te-nia muy mal aspecto, se quejaba mucho y pedía que le dieran agua. En sus labios se había acumulado una materia amarilla, como saliva muy espesa, que yo mismo limpie con una hoja en blanco de la bitácora de mi furgón previamente mojada. Yo sabía que no podía darle agua pues había recibido instrucciones en ese sentido, ya que había sido “maquineado”, que quiere decir que se le había aplicado corrien-te eléctrica. Yo mismo le di leche vaciándola en su boca directamente de una caja de cartón, de aquellas que habían comprado los detectives. También pude obser-var que el detenido Jara emanaba mal olor y tiritaba, por lo que pensé que tenia frío, y por ello le frote las manos. En varias ocasiones le hablé, lo que pudo ser es-cuchado por los otros detenidos.

16. Mucho más tarde, habiendo yo entrado a la casa donde funcionan las oficinas de la Octava Judicial, me encontré con don Nelson Lillo que estaba con algu-nos funcionarios, alrededor de cinco, los que estaban siendo maquillados y disfrazados por funcionarios de Investigaciones. A los funcionarios se les po-nían cejas, bigotes o barbas. Pasada ya la medianoche, los detenidos Eduardo Jara y Cecilia Alzamora fueron sacados del furgón Dodge e introducidos a otro vehículo. Fue entonces cuando nuevamente me encontré con Nelson Lil-lo, el que se dirigía hacia la puerta de Los Alerces, mientras yo iba hacia la puerta de José Pedro Alessandri, desde donde al llegar me di cuenta que eI auto al cual Lillo se había subido partía, llevando en su interior a varias perso-nas, entre ellas Eduardo Jara y Cecilia Alzamora.

17. El sábado 2 de agosto de 1980. En la mañana, fui hasta la Octava Judicial a retirar el furgón Dodge con el objeto de llevarlo al taller de reparaciones de Investi-gaciones que queda en la calle Zañartu para que fuera pintado y reacondicionado. Dejé el furgón en el taller y me fui almorzar a mi casa, circunstancia en la que me enteré por la radio que un estudiante de apellido Jara había fallecido, aso-

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ciándolo de inmediato con el joven detenido a quien yo había ayudado y cuyo nombre era Eduardo Jara.

18. El lunes 4 de agosto de 1980, me presenté en la Brigada de Homicidios y de inmediato noté que los oficiales estaban muy alterados y que en todo el recinto se hablaba de que nuestro Grupo Especial era el responsable de la muerte de Eduardo Jara. Cerca del mediodía bajé al interior de la BH, y uno de los jefes, no recuerdo con precisión si fue Opazo o Eduardo Rodríguez, me dijo que yo no sa-bía nada y que me mantuviera callado. Mi respuesta fue que yo solo era conduc-tor.

19. El martes o miércoles de la misma semana vi que eran subidos a un bus mu-chos funcionarios, quienes según me enteré, habían sido previamente desarma-dos por el Comisario Nelson Valdés. Estos funcionarios fueron llevados a un recin-to militar. A los pocos días yo fui trasladado a la Quinta Judicial, que funcionaba en la Plaza Almagro, siempre como conductor.

20. Un tiempo después, que no puedo precisar, fui llamado para concurrir a la ofi-cina de don Julio Rada en el Cuartel Central. En ese lugar estábamos presentes, además del señor Rada y yo, José Opazo, Escárate, Pinto, Rodríguez , “El Chino”, Mora, Concha, Hernández y el abogado Marcelo Cibie. El señor Rada nos dijo que debíamos estar tranquilos, pues la Institución no nos iba abandonar. Ensegui-da el señor Rada explicó que los allí presentes estábamos citados a declarar con el Ministro ya nombrado, y hablándome a mi que junto a Mora éramos los únicos que no habíamos declarado, me recalcó que yo debía limitar mi declaración a la circunstancia de haberme desempeñado únicamente como conductor. En el mis-mo sentido intervino el abogado Marcelo Cibie. Luego de haber consultado con varios abogados, se resolvió contratar al señor Marcelo Cibie, quien cobró la su-ma de diez millones de pesos por sus honorarios. Parte de los honorarios se fi-nanciaron con una colecta hecha entre todos los funcionarios de la Institución.

21. Algún tiempo después fui citado por intermedio del Jefe de la Unidad, para concurrir a la Escuela de Investigaciones. Al llegar me encontré con Rodríguez y Opazo que estaban detenidos en ese lugar y que están procesados en la causa a

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cargo del Ministro Echavarria. Sostuvimos una reunión en la que el abogado Cibie nos comunicó una nueva citación y reiteró instrucciones acerca del modo de ope-rar. En ésta ocasión Opazo estaba especialmente amable conmigo pues temía que yo pudiera revelar la verdad de lo sucedido.

22. Mucho tiempo después, habiendo sido trasladado al Departamento de Infor-maciones, fui nuevamente citado a la oficina del señor Rada, para encontrarme con el mismo grupo e ir luego al Sexto Juzgado del Crimen a notificarme de una encargatoria de reo en el proceso a que me he referido. Nuevamente se reiteró por parte de Cibie y Rada, las instrucciones acerca la forma como debíamos decla-rar.

23. Ante el Ministro señor Echavarria concurrí en tres o cuatro ocasiones, y cuan-do el me interrogó precisamente sobre la detención de Azcueta y Capra, yo no le dije la verdad, sino que cumpliendo las instrucciones de mis Superiores, le hice presente que solo había conducido el vehículo y que no había visto nada.

24. Hay dos detalles que es necesario destacar y que dicen relación con don Nelson Lillo. El primero consiste en que el auto en el cual el salió con otras personas, entre las cuales me parece estaban incluidas Jara y la Alzamora, era un tipo de vehículo nuevo con radiotransmisor. El segundo detalle consis-te en que la última vez que en relación con este caso debí concurrir a la ofici-na del señor Rada, fui citado por Nelson Lillo personalmente.

25. Este Grupo Especial creado por el Director Baeza, para investigar el homicidio de Roger Vergara, estuvo integrado por un numeroso grupo de personas. Entre treinta y cuarenta a lo menos. A los que habría que agregar los conductores. No recuerdo los nombres de todos los integrantes del grupo, e incluso a muchos no los llegué a conocer. Sin perjuicio de ello. Puedo senalar que recuerdo con preci-sión la participación del Subcomisario apellidado Gonzalez Pinto, quien era un hombre macizo, alto, de voz grave, de buen trato. Educado en su hablar. Gonzalez Pinto estaba interrogando a Nancy Azcueta en la ocasión en que la vi a ella en la habitación descrita. Recuerdo también a Luis Cárcamo que una vez me acompa-ño a dejar a Miriam Pincheira. Asimismo. Recuerdo la participación del Subcomi-

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sario Carlos Silva Nuñez; José Carrera Contreras, conocido como “el gato”; Héc-tor Mombieala, ”el rucio”; un funcionario de apellido Cifuentes; además de todos los ya nombrados y especialmente los jefes Opazo, Rodríguez y Lillo, y el se-ñor Juan Salinas, que era una especie de relacionador entre el superior del Grupo Especial y el Director Baeza.

26. Hago esta declaración movido por mi deseo que se establezca con precisión la verdad. En lo personal me interesa que quede claro que yo no he torturado ni dado muerte a nadie. Sino que solo me limité a cumplir las ordenes de mis Supe-riores, por el contrario, siempre he procurado aliviar el sufrimiento. Es mi deseo que los verdaderos responsables sean sometidos a la justicia. También en el áni-mo de engañar que movía a los jefes, fuimos instruidos en el sentido de tratarnos con nombres falsos o chapas y grados militares como cabo, capitán, etc., para que los detenidos creyeran que estaban en un recinto militar. Fs mi intención que esta declaración se haga llegar al Juez que investiga los hechos y, si es necesario, que sea publicada. FIRMA CERTIFICADA EN SELLO DE ACTUACION NOTARIAL ANEXO A 000676138 Y A 002340931 CONSTE. Buenos Aires, Agosto 22 de 1985.