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ENCUENTROS Serie sobre desarrollo y cultura NÚMERO III Narraciones de un contexto: Nuevas visiones del Caribe colombiano

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ENCUENTROSSerie sobre desarrollo y cultura

número III

narraciones de un contexto:

nuevas visiones del Caribe colombiano

Datos CIP recomendados por el Servei de Biblioteques de la UdG

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La responsabilidad por el contenido de esta publicación recae enteramente en sus autores.

Corrección lingüística: LinguaLinguaeDiseño: Mauricio Gómez PerdomoAplicación del diseño: Documenta Universitaria

© de los textos: los autores

© de la edición: DOCUMENTA UNIVERSITARIA ®

© de la edición: Càtedra Unesco de Polítiques Territorials i Cooperació

Instituto de Estudios para el DesarrolloNodo Cartagena de Indias de la Red Desarrollo y CulturaUniversidad Tecnológica de BolívarMaestría en Desarrollo y Cultura

ISBN: 978-84-9984-098-7

Depósito Legal.: B-xxxxxx-2011

Impreso en Catalunya (España), diciembre de 2010

Índice

Estudio del contexto y desarrollo 5

Introducción 7

Notas de un profesor 9

Un Caribe innombrable 11David Lara Ramos

Todos los caribes: el Caribe 23Lisette Urquijo Burgos

El Origen 23Tambucos, Ceretas y Cafongos 24La tierra no es de quien la trabaja 26Lo que se cuenta 27La Criollización 27

Cartas cachacas 31Juan Ángel

ANEXOS 42

Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted? 45Manuel Zúñiga

Simular Mapas 45Región sobre Territorio / Hermanos al Rescate 46Plantación y Globalización 49Territorio sobre Región / Archipélia 50Identidad e identificaciones / un Caribe sin Melanina 52

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Estudio del contexto y desarrollo

La constitución del Laboratorio Iberoamericano de Investigación e Innovación en Cultura y Desarrollo (L+iD) es el resultado de un proceso de cooperación académica y científica entre la Universidad Tecnológica de Bolívar de Cartagena de Indias (Colombia) y la Universidad de Girona, concurriendo en unas trayectorias y en la voluntad de profundizar sobre la importancia de incorporar la dimensión cultural a las políticas y dinámicas de desarrollo.

Ambas instituciones tienen un compromiso para la contribución de la comunidad universitaria en los acuerdos de las Naciones Unidas, en los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la erradicación de la pobreza a nivel mundial.

Esta coincidencia se ha podido realizar por el patrocinio, de este proyecto, de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y de su programa de Cooperación Interuniversitaria y Científica, y con el entusiasmo del equipo humano de las dos universidades. De la misma forma, los alumnos/as de la Maestría de Desarrollo y Cultura de la UTB han podido recibir los aportes de todo el grupo de profesores, a la vez que se les ha estimulado para un trabajo de reflexión sobre su contexto. Por esta razón la presentación de esta publicación nos permite recoger unos primeros resultados muy importantes para el proyecto y el futuro del Laboratorio.

A lo largo de esta primera etapa hemos podido intercambiar visiones y trabajar conjuntamente para fundamentar mejor las relaciones entre desarrollo y cultura. Procedentes de contextos diferentes, donde los antecedentes y realidades actuales parecen dispares, se ha realizado un esfuerzo para conseguir puntos de referencia comunes y avanzar hacia la configuración de una comunidad docente e investigadora especializada en esta temática.

Construir referencias comunes a partir del compromiso en la solidaridad internacional, aceptando que, cada vez más, nuestras realidades son más interdependientes y que, desde realidades culturales diferentes, podemos transferir experiencias para fomentar verdaderas capacidades para el desarrollo en el campo cultural.

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Todos coincidimos que una de las características más importantes para la implementación de políticas culturales, gestionar la cultura y crear condiciones para el desarrollo es, según E. Morin, la capacidad de contextualizar. La complejidad de nuestras sociedades, y la dureza de la pobreza, nos ha enseñado que no hay modelos preestablecidos. No podemos plantear unas experiencias como un espejo al que el otro nos imite. Podemos aprender del otro aunque el otro no nos puede enseñar si no situamos su experiencia en nuestro contexto. Reflexionar sobre el propio contexto es una tarea imprescindible para aproximarnos a la realidad en la que hemos de trabajar. Conocer y adaptar los saberes, experiencias, etc. a nuestras realidades es un trabajo que cada uno ha de hacer a partir del estudio, observación e interpretación en proximidad.

Teniendo en cuenta nuestra vocación formativa, nos satisface que unos alumnos de la Maestría de Desarrollo y Cultura de la UTB publiquen sus trabajos en este cuaderno y en el marco de la producción del Laboratorio. Sus esfuerzos e investigaciones tienen un doble valor, el derivado de su trabajo sobre su contexto más próximo, El Caribe, y el de contribuir a las líneas de investigación sobre el tema después de su etapa.

Alfons Martinell SempereCodirector del Laboratorio

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Introducción

Hemos querido en este volumen dar la palabra a los estudiantes de la Maestría en Desarrollo y Cultura, iniciativa académica que ha contado con el apoyo de la Cátedra UNESCO de Políticas Culturales y Cooperación, y el Programa de Cooperación Inter-universitaria entre la Universidad Tecnológica de Bolívar y la Universidad de Girona. Sin duda, la calidad académica del programa se ha consolidado gracias al intercambio docente, los espacios de reflexión conjuntos y el acompañamiento académico a los estudiantes por parte de los miembros de la Cátedra.

Fruto de las investigaciones realizadas en el marco del curso Contexto Caribe, los ensayos se sustentan en una visión integral entre desarrollo y cultura, aplicada al análisis de un territorio particular: el Caribe. Los autores han combinado los estudios multidisciplinares sobre la región –fundamentalmente económicos e históricos–, con corrientes teóricas más universales e integradoras que complejizan el análisis de procesos socioeconómicos e históricos, matizando y humanizando el Desarrollo bajo el lente de la cultura.

Bajo este enfoque, el Caribe pasa a ser ya no un objeto geográfico, sino un territorio cuya definición misma es cultural, política e histórica. De esta manera, lo “cultural” en estos análisis traspasa el reconocimiento de las dinámicas culturales en el territorio y lleva a los autores a situarse ellos mismos como seres culturales, productores de sentido, creadores de discursos y sujetos en un territorio vivido y sentido.

Es aquí donde vemos en estos textos innovadoras aplicaciones del enfoque de cultura y desarrollo, la cultura más allá del objeto cultural hacia lo vivencial, lo sensible y lo político; y el desarrollo como preocupación con la justicia, la equidad y la producción de nuevas narrativas sobre la historia y la región, desde el reconocimiento de lo cultural.

En el primer artículo, Lara remonta la construcción del territorio Caribe al acto político y cultural de nombrarlo. Tomando como eje narrativo la lengua, pero relacionándola con las dinámicas socio-políticas de la conquista y la esclavización, ofrece un punto de vista novedoso que nos recuerda a la dimensión política de la

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cultura; igualmente, el resaltar la inmensa diversidad cultural y la “inmensidad del universo Caribe”, nos transporta a la dimensión vivencial y sensible que trasciende el acto lingüístico-político e introduce reflexiones sobre el Caribe presente.

Lissette Urquijo sigue con un texto en el que incursiona en la “más simple, pero no menos pretenciosa” labor de definir un Caribe “propio”, desde una mirada integral que se confirma necesaria y fructífera en el análisis de cualquier territorio. Haciendo énfasis en una mirada cultural que es doble: desde la cultura como objeto de estudio hasta una posición epistemológica que, al ser sensible, vivencial y relativa, es por naturaleza cultural.

También desde lo vivencial, pero esta vez acompañado de un análisis de la relación entre economía y cultura, el artículo de Juan Ángel introduce la discusión sobre “lo cultural” en las definiciones del Caribe al tema del desarrollo regional actual, finalizando con propuestas –alejadas de recetas economicistas– para la construcción de modelos de desarrollo más justos desde la cultura.

Finalmente, Manuel Zúñiga aborda la construcción de la identidad caribe desde la filosofía contemporánea y los estudios culturales, integrando este lente teórico con un caribe vivido, sentido y personal. Como sagaz crítica a los discursos identitarios esencialistas –cargados de conveniencias políticas y reduccionismos epistemológicos– Zúñiga propone un giro en el intento definitorio del Caribe más abierto y fluido, bajo la metáfora de “un Caribe sin melanina”.

Los cuatro textos constituyen así una propuesta coherente para una visión vivencial, crítica y creativa en los análisis académicos sobre la Región. Son una pequeña muestra de la fertilidad del enfoque de cultura y desarrollo, trasladado a situaciones territoriales, sociales e históricas hasta ahora abordadas desde las disciplinas sociales y ahora enriquecidas con la osadía del reconocimiento de un Caribe sentido aún por la academia.

Eloisa Berman ArévaloCoordinadora

Maestría en Desarrollo y Cultura

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Notas de un profesor

No es posible imaginar el futuro de la región supranacional del Caribe, también llamada Gran Caribe, sin que el mejoramiento de las condiciones de vida de su población y la generación de capacidades para una vida plena no incorporen la diversidad cultural. El Caribe más que un área geográfica es un área cultural; y la cultura es en esta región diferente y diferenciada del mundo tanto como un recurso como un fin mismo.

Una región asimétrica y compleja, conformada por islas y territorios continentales de tamaño diverso respecto de sus extensiones, poblaciones y economías, con estatus político de amplia gama y procesos de integración de baja intensidad encuentra en la cultura, a pesar de las múltiples lenguas y religiones, ritmos e historias, una dimensión para el encuentro de sus pueblos y naciones. Aquí, la cultura acerca más que las relaciones políticas y económicas.

Por ello, una maestría en Desarrollo y Cultura con sede en Cartagena de Indias, ese viejo puerto caribeño, conocido en el mundo no solo por su pasado colonial, tenía que enfrentar precisamente el ejercicio para desarrollar en los estudiantes competencias para la contextualización en el ejercicio profesional.

Trabajar las relaciones múltiples entre Desarrollo Humano y Cultura pasa necesariamente por la indagación del contexto geográfico, histórico, social, cultural, político y económico. Es la comprensión del contexto lo que permitirá una incorporación real de lo cultural en los procesos de desarrollo.

Me complace, como profesor de la asignatura Contexto Caribe de la Maestría en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar, presentar esta selección de ensayos escritos por los primeros estudiantes del curso. Construir un discurso analítico; conjugar la interdisciplinariedad en el análisis; aprovechar herramientas teóricas para la interpretación; saber incorporar las bases culturales desde el Caribe son algunos de los propósitos de este curso. En las lecturas que aquí se encuentran, los lectores tendrán elementos

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para aproximarse al mundo del Caribe desde la perspectiva de un grupo de alumnos provenientes de distintos oficios y profesiones que por primera vez se enfrentan a profundizar en el contexto donde realizan su vida laboral.

Alberto Abello VivesProfesor Contexto Caribe

Director Maestría en Desarrollo y CulturaUniversidad Tecnológica de Bolívar

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Un Caribe innombrable

David Lara Ramos 1

La conquista de ese lugar que los conquistadores llamaron Nuevo Mundo comenzó nombrando un espacio del que no se tenía referencia. Nombrar fue la primera forma de apropiarse de esa geografía a explorar, de objetos, personas, usos y maneras que se desconocían. Un acto arbitrario, configurado por un poder autorreconocido, que despreció el hallazgo y fue rotulando sin preguntar. Hechos ligados a una lengua en construcción, una lengua que encontró en América espacios que el español, ante la imposibilidad de reconocerlos y admitirlos, asumió como tarea “bautizar” (en nombre de la fe profesada) una cultura que desconocía.

Dos meses antes de que Cristóbal Colón pisara tierras americanas, y cuando aún navegaba inseguro hacia tierras inciertas, Alonso de Nebrija, profesor de humanidades la universidad de Salamanca, publicó la primera gramática de la lengua castellana.

El hecho que una lengua vulgar como el castellano diera a conocer a sus hablantes las estructuras que lo regían, marcaba también el nacimiento de un idioma que se había ido gestando desde comienzos del siglo VII; que fue adquiriendo cierta legitimidad en el siglo XII, y cuyo desarrollo estuvo ligado a una amalgama de relaciones culturales.

Ángel del Río en el primer tomo de Historia de la literatura española, escribe sobre la diversidad de relaciones que fueron moldeando no solo la lengua, sino también una España:

“La vida española en el largo transcurso de tiempo a que nos hemos referido conoce una gran variedad de formas. Sin que la guerra se interrumpa enteramente, se comunican las culturas como se comunican las gentes. Cristianos, musulmanes, mozárabes, mudéjares, judíos, extranjeros, aunque ocupen barrios distintos en las ciudades, entablan múltiples relaciones. La iglesia se alza al lado de la mezquita o de la

1 Docente, Universidad de Cartagena. Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cultura.

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sinagoga. Los reyes cristianos acogen en sus cortes a sabios musulmanes y judíos, y se enamoran de hermosas doncellas árabes o hebreas...” 2

La publicación de la primera gramática castellana fue posible por el interés mostrado por la reina Isabel. Un interés ganado a ruegos por Nebrija, quien se paseaba por el palacio con su manuscrito, al que ella prestaba poco interés, convencida que tal publicación nada aportaba a un reino que esperaba ansioso las buenas de Cristóbal Colón, punta de lanza de las conquistas en ultramar de un reino ahora interesado en convertirse en imperio.

El mismo Nebrija en el prólogo de su gramática cuenta cómo la reina dijo sí a su petición de publicar. Fue a verla en compañía del obispo Francisco Jiménez de Cisneros, consejero del reino, y le entregó el manuscrito terminado, la reina, mientras hojeaba le preguntó “que para qué podía aprovechar”.3 Es cuando leemos el relato de Nebrija:

“el mui reverendo obispo de Ávila me arrebató la respuesta, i respondiendo por mí dixo que después que vuestra alteza metiese debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros i naciones de peregrinas lenguas, i con el vencimiento de aquéllos ternían necessidad de concebir las leies que el vencedor pone al vencido i con ellas nuestra lengua, entonces por este mi Arte podrían venir el conocimiento della”.4

Nebrija en su prólogo escribe una frase que es también el espíritu de su trabajo: “siempre la lengua fue compañera del imperio”.5

Es imposible pensar entonces que en la mente del navegante Genovés estuviera la idea que él viajaba con una lengua imperial, pero las visiones de Nebrija estaban ligadas a las luchas emprendidas por España en el siglo XV, en busca de apoderarse con la espada de tierras de moros y musulmanes. Cuyo objetivo final, según cuenta Antonio Alatorre,6 era apoderarse del sepulcro de Jesús.

La publicación de la gramática de nebrijana finalmente se hizo el 18 de agosto de 1492, momento en que faltaban 55 días para que Colón avistara tierras cuyos nombres no existían para Europa y que los conquistadores comenzaron a nombrar

2 Ángel del Río, Historia de la literatura Española (Barcelona: Ediciones B, 1996) pp. 70, 71. Del Río realiza un recorrido históricos de los momentos del castellano y establece como a partir del siglo VII y hasta el siglo XII el castellano recibe una multiplicidad de influencias que es también el resultado de relaciones con otras culturas, que fueron consolidando la española.

3 Antonio Alatorre, El apogeo del castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 13.

4 En el prólogo de la Gramática castellana, citado por Antonio Alatorre en El apogeo del castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 13.

5 En el prólogo de la Gramática castellana, citado por Antonio Alatorre en El apogeo del castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 12.

6 Para Alatorre apoderarse del sepulcro de Cristo era el sueño del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, consejero y amigo de los reyes Católico. En El apogeo del castellano (México: Fondo de cultura económica, 2000) p. 12.

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con las referencias de su realidad y con un idioma que para el momento ya era considerado por los Reyes Católicos como la lengua del imperio.

Comenzar a nombrar aquello que era americano o caribe dependía sólo de las referencias europeas, de conceptos formados por realidades históricas diferentes a las de una tierra que el conquistador debía explorar. ¿Cómo nombras entonces aquello que se desconoce? ¿Cómo establecer desde el lenguaje nuevas realidades? ¿Cómo interpretar hechos, visiones y formas de pensar de una cultura si las referencias se limitan a una única realidad? ¿Cómo reconocer el universo del Caribe o el universo americano si ni siquiera se sabía que se estaba en él? ¿Cómo comenzar a nombrar con un idioma que dejaba por fuera esa realidad que ahora Colón, y sus compañeros de viaje observaban con asombro sin saber qué tierra pisaban?

El acto de nombrar y definir es una forma también de dictadura, es arrasar con lo que existe para propiciar nociones que son entendidas desde los ojos de quien nombra, es negarse la curiosidad de saber orígenes o cosmogonías. Es borrar con nuevos nombres lo que se ha encontrado para entenderlo sólo desde la óptica de quien conquista.

Al leer el relato de Cristóbal Colón, presentado por Fray Bartolomé las Casas sobre las impresiones del navegante genovés a su llegada a una pequeña isla del archipiélago de las Bahamas, punto que aún no ha sido identificado por los historiadores, Colón intenta narrar aquello que luego haría parte de lo que llamamos hoy el Caribe:

[…] llegaron a una isleta de los Lacayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda, y el almirante salió a tierra en la barca armada […] Puesto en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras [….] 7

A pesar de reconocer el nombre indígena del lugar, luego fue cambiado por el de San Salvador,8 pero la descripción posterior está más cerca de la vaguedad que de la precisión. Se observa al instante la incapacidad de nombrar aquello que ve, incapacidad que persiste tiempo después cuando otros conquistadores nombran lugares por su similitud a las ciudades españolas o simplemente ayudados por el santoral católico. Una marca española de singulares connotaciones religiosas, que vemos hoy en la santificación de nuestra geografía y, de paso, en la devoción de un pueblo a su santo patrono.

Luego de ese primer acercamiento Colón arribó a otras islas del mismo archipiélago tales como Cuba y La Española, lugar donde hizo construir el llamado fuerte Navidad, visto por los historiadores como la primera construcción del colonizador en aguas del Caribe. Las visiones sobre esa realidad nos llegaron hasta nuestros

7 En Cronistas de Indias, Antología (Bogotá, El ancora editores, 1982) pp. 11,12. 8 El comentario está en la presentación, sin firma, del tomo 15 de la Biblioteca de la

Historia. Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe, 1985).

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días por los resúmenes elaborados por el padre Bartolomé de las Casas, tomados de textos originales suministrados por Diego, primogénito de Cristóbal Colón.

Se sabe que Colón no se expresaba con propiedad en ninguna lengua. Como hombre de mar poseía una mezcla de castellano, italiano y portugués, y se dirigía a sus marineros en una jerga conocida como “levantisca”,9 hablada en especial en el Mediterráneo, una lengua que usaba también en sus textos para describir aquello que era una novedad para él y para Europa.

La cercanía de estas dos culturas que no se conocían, es también la posibilidad que tienen dos grupos humanos que intentan aprehenderse para conocerse. Por un lado, el mundo español, con una carga de representación y valores europeos construidos a través de siglos, y con herramientas tales como un idioma, descrito en la llamada gramática nebrijana y por el otro, el mundo americano, realidad inédita que fue contándose desde los ojos del conquistador español. Con la mirada de un reino que comenzaba a vivir una época de esplendor y que estaba a las puertas del denominado Siglo de Oro. Un título que ha originado múltiples críticas y referencias pero, desde la mirada europea, el lenguaje era la primera herramienta a utilizar. Desde esa mirada, América era entonces el mundo para rotular, para nombrar y definir y así poder contarlo a Europa. Me propongo entonces establecer si existió alguna referencia a lo que hoy llamamos Caribe, o por el indagar en cómo fue construyendo el término, que hoy intenta nombrar una realidad que supera lo geográfico.

América era entonces el mundo para rotular, para nombrar y definir y así poder contarlo a Europa. Es tratar, que es nuestro principal interés, si existió alguna referencia a lo que hoy llamamos caribe, o por el contrario tratar de establecer cómo fue construyendo el término, que hoy intenta nombrar una realidad que supera lo geográfico.

Buscar si Cristóbal Colón hizo mención en sus relatos al término caribe, karib, o caníbal para determinar a qué se refería cuando lo usaba, es empresa que requiere cuidado y paciencia, pero las pistas están en los comentarios y narraciones realizadas en su diario de viaje, aquel lejano 23 de noviembre de 1492. Allí se lee:

“[…] El viento era Lesnordeste y razonable para ir al Sur, sino que era poco. Y sobre este cabo encabalga otra tierra o cabo que va también al Leste, a quien aquellos indios que llevaba llamavan Bohío, la cual dezían que era muy grande y que avía en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros que se llamaban caníbales, a quien mostraba tener gran miedo; y desque vieron que lleva este camino, diz que no podían hablar; porque los comían y que son gente muy armada. El Almirante dize que bien cree que avía algo d’ello, mas qué, pues eran armados, serían gente de razón, y creía

9 Op. Cit.

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que avrían captivado algunos y que, porque no bolvían a sus tierras, dirían que los comían […]” 10

Asegura el historiador Gustavo Bell que de los términos caniba o canima, mencionados por Colón en su diario de viajes el 26 de noviembre, se derivan del término caribata, y de allí caribe o caribes nombre con el que se ha conocido al grupo de indígenas precolombinos que habitaron la cuenca del Orinoco, las Antillas Menores y parte del litoral de lo que hoy es el Caribe colombiano.

Es curioso, y vale la pena mencionarlo, como luego el mismo Colón se forma una idea de quiénes podrían ser estos que llaman caníbales, una referencia que aparece al final del relato de ese día y que es prueba de que Colón suponía que estaba en un lugar muy diferente a este que conocemos hoy como Caribe. Colón menciona que aquellos conocidos como caniba “devían de ser del señorío del Gran Can…”.11

En su relato del 11 de diciembre, al referirse nuevamente a los “de Caniba, y así torno a dezir como otras veces dixe” dize él, “que Caniba no es otra cosa sino la gente del gran Can, que debe ser aquí muy vecino; y terná navíos y vernán a cautivarlos, y como no buelven, creen que se los (han) comido”.12

Pensaba entonces Colón que estaba en Oriente, tierra del Gran Kan tal como lo relató Marco Polo en La descripción del mundo, literatura que Colón en su afán por convertirse en un excelente marinero, revisaba con avidez. Fue Marco Polo, Pedro d’Ailly, Toscanelli, quienes tenían la certeza que se podía llegar a Oriente, epicentro del mercado mundial de especies, haciendo ruta hacia occidente. Ése fue el proyecto que Colón hizo realidad el 12 de octubre de 1492, sólo que no llegó a la tierra del Gran Kan, sino a un Caribe aún inexistente, lleno de enorme diversidad y que apenas comenzaba a nombrarse.

La incapacidad de la lengua española para nombrar esa realidad era evidente. Falencia que en ese momento no era trascendente dada la creída superioridad del hombre Europeo, una idea que tomará mejor forma en el esplendor del Renacimiento, que propagaba que la superioridad de ciertos hombres estaba dada por las prácticas refinadas que lo vinculaban con el arte, la pintura o la música, es decir del hombre culto con el hombre inculto. Pero tal diferenciación era sólo europea, no americana. La gran pregunta de 1492 fue entonces cómo clasificar a este nuevo ser, a este Caniba, nativo de la nueva tierra, a este hombre Americano inclasificable ante los ojos europeos.

10 Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe, 1985) pp. 78, 79. Es preciso mencionar aquí que la cita que trae Gustavo Bell en el texto Costa Atlántica, no costa Caribe, presenta información muy parecida a la mencionada en esta cita, pero esta es la primera mención a la gente que se llamaba caníbales. En la fecha mencionada por Bell, 26 de noviembre, el relato dice “Toda la gente que hasta oy a hallado diz que tiene grandissimo temor de los Caniba o Canima”.

11 Cristóbal Colón. Diario. Relaciones de viajes (Sevilla, España, Editorial Sarpe, 1985) p. 82

12 Op. Cit. p. 97.

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Los teólogos españoles de la época establecieron que el indio no tenía alma, luego no compartían la gracia divina del europeo. La Iglesia Católica vino a auxiliar al hombre americano en cabeza del papa Alejandro VI, que había asumido su papado en 1492. Él, mediante Bula de mayo de 1493, declaró que los nativos de América sí eran seres humanos:

“…y parecen suficientemente aptos para abrazar la fe católica y para ser imbuidos en las buenas costumbres, y se tiene la esperanza de que si se los instruye se introduciría fácilmente en dichas islas y tierras el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo [ ] en algunas de las islas y tierras ya descubiertas se encuentra oro, aromas y otras muchas materias preciosas de diverso género y calidad. Por todo ello pensáis someter a vuestro dominio dichas tierras e islas y también a sus pobladores y habitantes reduciéndolos -con la ayuda de la divina misericordia- a la fe católica, tal como conviene a unos reyes y príncipes católicos.”13

Podríamos ahora preguntarnos cómo relacionar el Renacimiento con aquellos relatos de Colón sobre caníbales, aves de variados colores y hombres con embarcaciones rudimentarias (canoas), tendríamos que decir que esos relatos eran contrarios al espíritu del Renacimiento, que los conquistadores tenían la idea de controlar, de desconocer un mundo no civilizado y de doblegar aquello que se distanciara de ideas de La Corona. Al final el proyecto civilizador era simple: conseguir tierras y riquezas para apoyar a ideales imperiales en cabeza de Carlos e Isabel, los reyes católicos.

En medio de esa nueva geografía el conquistador tuvo dos formas de reconocer el mundo americano. Uno, a través de un lenguaje que nombra, y otro a través de la fuerza que mata, arrasa y desaparece. Dos actos violentos en sí mismo. El primero, aniquila de forma simbólica, y el segundo, física y territorialmente.

En diálogo con el líder indígena de la comunidad Nasa Feliciano Valencia,14 en Santander de Quilichao, Cauca, al preguntarle por el origen de la palabra Nasa, comenta que cuando el español llegó a su territorio los “bautizaron” con el nombre de “paez” o “paeces”. Luego ellos, en los últimos años, han venido trabajando en un proceso de reconocimiento de sus raíces, y encontraron que “paez” está conformado por las palabras pa que significa llegar y ez que quiere decir plaga. Feliciano afirma que “paez” significa entonces la plaga que llega, que debió ser la manera como sus ancestros recibieron al extraño. Hoy ellos se autodenominan Nasa, que quiere decir el que ha permanecido, el que ha estado siempre en esta tierra.

13 Bula papal de mayo de 1493. 14 El diálogo con Feliciano Valencia se dio cuando realizaba el documental titulado

Un camino hacia la paz, producido por el Grupo Cooperativo Ultralab, la Región de Emilia Romaña, en Italia, y Telecaribe en Colombia, con el apoyo de la Escuela Latinoamericana de Cooperación y Desarrollo en Cartagena. Este documental realiza un recorrido que va desde la Sierra Nevada de Santa Marta, hasta el Cauca, donde se ha presentado el movimiento indígena más grande en contra de la violencia y el atropello por parte de los actores armados.

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Tal narración muestra el dominio de aquel que nombra para sí, desconociendo las verdaderas esencias de aquel que es nombrado.

Al volver sobre las nociones que dieron origen al término caribe es interesante revisar el texto de Antonio Gaztambide,15 quien en su trabajo La invención del Caribe a Partir de 1898 (Las definiciones del Caribe, revisitadas) muestra diversas posibilidades para entender el término. Encuentra, por ejemplo, que José J. Arrom afirma que la palabra combina dos términos del tupi-guaraní: “carai”, señor, y “be”, poderoso o fuerte, que confirma a su vez el sentido del grito de guerra “ana caribe rote”, traducido como “solo nosotros somos gente”. Un hallazgo que también está muy cerca del relato de Feliciano Valencia.

Para Gaztambide “caribes” fue la denominación de aquellos que se resistían a la llegada del europeo en tierras Antillanas. La presencia española, por supuesto, no hacía diferencia entre un grupo u otro, todo se generalizaba, y se dejaba de lado las particularidades que configuran una diversidad revisada por los académicos posteriormente y que dio cuenta de la riqueza cultural de grupos tainos, ayayanos, arahuacos y caribes, por supuesto.

El dar a conocer esas nuevas rutas hacia América, o hacia Las Indias, como era llamado al nuevo territorio, aventureros enterados de los hallazgos de Colón, guiaron sus flotas hacia tierras americanas, pero en especial a esa zona que los ingleses comenzaron a llamar a partir del siglo XVII Caribbean Sea,16 trasladando el nombre de los indígenas descritos por Colón al territorio y mar de los caribes.

Banderas portuguesas, holandesas, británicas y francesas comenzaron a hacer presencia en la zona. Se organizan expediciones hacia lugares que se presentaban como llenos de riquezas y aventuras, pero también movidas por la consecución de nuevos tierras para hacer colonias.

Así se configuraron matices que imposibilitan la definición de un espacio donde confluye lo diverso en un mismo instante. La presencia europea, entabla relaciones con el pensamiento indígena, tanto en sus momentos de paz como de lucha. Así se piensa en una amalgamiento que gesta un nuevo ser, un ser que se construye en la medida que entiende y percibe esos nuevos rasgos con los que se vincula. Pero sabemos que no están aún todos los actores. Falta un lado de ese triángulo, que compone lo europeo por un lado y lo americano o Caribe por otro, pero que al cerrarse agrega un nuevo ingrediente: lo africano. Un componente que entrega nuevos valores a ese Caribe, ahora más difícil de nombrar y de sentir en sus particularidades, geográficas, estéticas, culturales y demográficas.

15 Este artículo está publicado en la revista Janwa Pana, No 5 de noviembre de 2006. Con respecto al origen del término en tupi guaraní, Gaztambide cita el artículo Estudios de Lexicología Antillana de La Habana. Casa de las Américas 1980, p 95.

16 Cuenta Gaztambide que los ingleses se referían a la zona como Carabby o Caribee Islands, y luego los marineros dieron por sentada que ese mar era de los Caribes. Los nombres mar del Norte, o mar de las Antillas, fueron cediendo por el uso a mar Caribe.

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La presencia afro llega en momentos en que la mano de obra indígenas ha sido reducida por procesos de esclavización en las minas, por duros trabajo en las haciendas, o en las plantaciones, o por la búsqueda de perlas a pulmón para un mercado en ciudades como Sevilla o Toledo, en aguas del Caribe.

Sobre la explotación de perlas en la isla de Cubagua, William Ospina presenta un relato cuya descripción precisa la crueldad y define la manera como fue diezmándose la población indígena en las islas del Caribe de manera brutal y despiadada:

“Pero tal demanda requería que los únicos seres capaces de extraer de las profundidades las ostras y las perlas, los indios de la costa cercana, trabajaran cada día más, y se sumergieran con mayor frecuencia, y más largas jornadas, y desde más jóvenes, y ojalá por más tiempo cada vez, en las aguas maravillosas de Cubagua, Y así la riqueza, como siempre ocurre, se convirtió para unos en maldición, y los pobres nativos de Cumaná vieron su paraíso trasformado en infierno. Pasando el día entero en sus inmersiones inmisericordes, los jóvenes vivían poco tiempo, y un día sus pulmones reventaban por el esfuerzo. Entonces quisieron negarse a bucear, reconquistar la libertad que habían perdido. Pero el negocio llevaba un ritmo tal que esa negativa ya no era posible. Cuando los nativos se negaron la violencia irrumpió desnudando el rostro verdadero de aquella conquista, y los indios fueron reducidos a la esclavitud para que, cargados de cadenas y en ásperas prisiones en la noche, y sumergidos en otra prisión de agua en el día, extrajeran sin fin el contento para distantes damas y nobles caballeros”.17

Para mediados del siglo XVII el universo del Caribe ya no era español, era un Caribe con múltiples fuerzas que luchaban por apropiar territorios para colonizar. Esas nuevas presencias hicieron del Caribe un centro de producción mundial de azúcar con fines de exportación y acumulación de grandes capitales. Un período conocido hoy como sugar revolution, términos acuñados por Perry y Sherlock en su libro Historia corta de las Indias Occidentales en 1956.

La denominada plantación había tenido su primer momento en Brasil, pero fracasó cuando los holandeses, que manejaban el negocio, fueron expulsados por los portugueses, quienes no admitían sus prácticas paganas.18

Los holandeses, que poseían el conocimiento y la tecnología, trazaron su ruta hacia el Caribe y llegaron a Barbados, donde se aliaron con los ingleses, los que manejaban el comercio y la trata de esclavizados. Esa asociación hizo del Caribe un centro de producción permanente de azúcar, con un sistema de plantación marchando a su máxima exigencia.

17 William Ospina, Las auroras de sangre (Bogotá, Grupo editorial norma, Ministerio de Cultura 1998,) pp. 34, 35.

18 Ver Assessing the Role of Sugar in the Atlantic World. http://www.h-net.org/reviews/showrev. sobre el trabajo de Schwartz, Sugar and the Making of the Atlantic World, 1450, 1680.

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Extensiones de tierra cultivadas de caña, procesos rápidos de producción de azúcar con fines de exportación, mano de obra esclava, barata y poco calificada, inversiones de capital proveniente de Europa, eran las características de un sistema de producción que estaba más cerca del capitalismo y que fue antecedente de la denominada Revolución Industrial Inglesa.19

Esa nueva forma de producir generó un cambio en las relaciones sociales de los nuevos habitantes del Caribe. La presencia afro en su primer momento transformó la demografía del lugar con “cargamentos” de esclavos que poblaban territorios insulares, y agregó con ello ingredientes que hoy se perciben en el arte, la música, la literatura y por supuesto, en la piel.

Para tener una idea de la magnitud de la presencia afro en el Caribe, el documento The Sugar Revolution and Slavery establece que antes que finalizara el comercio de esclavos, al Caribe llegó, aproximadamente, el 47% de los diez millones de esclavos africanos traídos a América. El documento citado, establece también cómo los blancos llegaron a ser una minoría étnica, que dominaba a una mayoría afro en todas las islas del Caribe. Un sistema que estableció las bases de una sociedad que se diferenciaba por la riqueza y por el color de la piel.

Al revisar estos números, nos damos cuenta que la población blanca era menos del 5% en Jamaica, Grenada, Nevis, San Vincent, Tobago. Eran menos del 10% en Angilla, Monserrat, St Kitts, Santa Lucia, Virgin Island, y un poco más del 10% en Bahamas, Barbados y Trinidad.20

El sistema de plantación, y todas las dinámicas sociales y culturales que se generaron, configuran para el humanista cubano Antonio Benítez Rojo el sello y la máquina que marca la noción del Caribe. Para Rojo el estudio de la Plantación debe verse como el fenómeno más importante ocurrido en la región, afirma que de no haber ocurrido, las islas del Caribe serían sólo remedos de las naciones europeas que las colonizaron.21

Si bien la Plantación como forma de producir riquezas sucede y termina en el Caribe, al hacer una análisis de lo que esa Plantación dejó, tendríamos que decir que privilegió la cultura de África, elemento que no sólo va a permanecer en el Caribe sino que se va a constituir en una influencia que pasa y pesa hasta nuestros

19 En The Sugar Revolution texto de B.W. Higman presenta los orígenes del término Sugar Revolution y menciona cómo las actividades industriales que se realizaban en la plantación fueron antecedentes de lo que posteriormente sería la revolución industrial. Higman menciona cómo a partir de la plantación y de la exportación del azúcar a Europa se genera toda una forma de relacionarse con el azúcar que lleva a la elaboración de una variedad de nuevos productos.

20 En The Sugar Revolution and Slavery, U.S. Library of Congress. www.country-data.com/cgi-bin/query/r-3145.html. Traducción del autor.

21 Antonio Benitez Rojo, La isla que se repite (Barcelona, Editorial Casiopea) p. 56, 57.

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días. Benítez Rojo relaciona la Plantación con lo que el llama la africanización22 de la cultura, y procura establecer cómo fue la presencia de afros en cada colonia. Así concluye que el menor número de esclavizados fue traído por la colonia española, interesada, más por los metales que por trabajar y hacer producir la tierra.

Configurar nuevos interrogantes es la tarea que abre nuevas reflexiones a reconocer la fortaleza de la influencia Afro sobre ese Caribe que aún no terminamos de nombrar: ¿era la africanización una nueva generalización que borraba los matices particulares de esas naciones africanas de donde provenían? ¿Era esa la nueva imagen de islas como Cuba, Jamaica o Bahamas? ¿Es ese el mismo Caribe que recorrió Colón ahora sin Canibas? Estamos ahora ante una nueva imposibilidad de nombrar y definir ese universo Caribe, pero sabemos que construirse a partir de las transformaciones que se sufren ha sido parte de su dinámica.

Hay un hecho que anota Benítez Rojo, cuya exploración ha sido mínima, no por ello menos importante, y es la mención que realiza de un grupo de centenares de coolies, chinos, malayos, indios (de la India) entre otros, que llegaron al Caribe a trabajar en la Plantación, un hecho que no puede despreciarse porque también es parte de ese Caribe innombrable. A ese respecto es importante recodar al Nobel de literatura Vidiadhar Surajprasad Naipaul, que es un ser que recoge múltiples influencias pero que a su vez es un ser del Caribe. Nació en Trinidad, hijo de inmigrantes del norte de la India, con estudio de artes en Oxford. Sus visiones sobre ese mundo colonial son también el reflejo de lo que es él. Un ser nacido en el Caribe pero visitado por múltiples influencias.

En su discurso titulado Dos Mundos, leído al recibir el premio Nobel en 2001, vemos matices individuales de ese Caribe que vivió y recuerda, un Caribe que lo confunde, pero es la mejor prueba para decir que el Caribe no se nombra, se siente, se reflexiona, y que llegar a esas particularidades es la única manera de serlo, quizá desde las visiones individuales aprendemos más que de las generalizaciones que configuran verdades a medias o verdades falsificadas. Naipaul cuenta parte de su vida, que es la mejor forma de nombrar ahora el Caribe:

“Nací en un pequeño pueblo llamado Chaguanas, dos o tres millas tierra adentro desde el golfo de Paria. Chaguanas era un nombre extraño, en su grafía y en su pronunciación, y mucha gente de la India —que era mayoría en el área— prefirieron llamarlo por el nombre de la casta india de Chauhan. […] Nosotros vivimos sobre la tierra de los Chaguanes. Todos los días —cuando apenas comenzaba a ir a la escuela— caminé desde la casa de mi abuela pasando por tres de las tiendas en la calle principal, el salón de belleza chino, el teatro del Jubileo, y una pequeña fábrica portuguesa, de olor fuerte, donde se hacían unos baratos jabones en barras azules y amarillas, y que sacaban a la calle, en las mañanas, para

22 Op. cit., pp. 83-106 Este aparte se titula La plantación y la africanización de la cultura en el que Rojo toma isla por isla y revisa el número de afros traídos a ese territorio y lo compara con el número de blancos presentes en el mismo momento. El análisis le permite demostrar a Rojo cómo cambió la demografía y cómo esa nueva presencia, por el hecho de ser mayoría, dio origen a nuevas visione, ritmos y estéticas.

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que se pusieran duros, —pasaba por esa situación, que parecía eterna, todos los días— Distante del colegio había haciendas de caña de azúcar, yendo hacia el golfo de Paria. […] El mundo siempre está en movimiento. La gente, en cualquier lugar, en algún tiempo, fue despojada. Creo que me conmocionó el descubrimiento que hice sobre mi lugar de origen, en 1967, porque nunca tuve idea sobre él. Pero esa fue la forma en que la mayoría vivimos en la colonia agrícola, a ciegas. […] El mundo exterior existía en medio de la oscuridad; nada preguntábamos. Era lo suficientemente mayor para tener alguna idea sobre las epopeyas de la India, del Ramayana, en particular. Los niños que llegaron a nuestra extensa familia —cinco años o más— después de mí, no tuvieron esa suerte. Nadie nos enseñó hindi. En ocasiones alguien escribía el alfabeto para que lo aprendiéramos, eso fue todo; se esperaba que hiciéramos el resto nosotros mismos. Así, permeados por el inglés, empezamos a perder nuestra propia lengua. La casa de mi abuela estaba llena de religión; había muchas ceremonias y lecturas, algunas de las cuales duraban varios días. Pero nadie nos explicaba o traducía, y no pudimos seguir nuestra lengua. Así, con esa fe ancestral olvidada, nuestra realidad llegó a ser inexplicable, irrelevante para nuestro diario vivir. […] Más allá del mundo de la casa de mi abuela, donde comíamos arroz al medio día y trigo en las noches, estaba lo desconocido —en esa isla de sólo 400 mil personas. Estaban los africanos o sus descendientes, que eran mayoría. Eran policías, profesores. Uno de ellos fue mi primera maestra en el Colegio Gubernamental de Chaguanas; por años, la recordé con adoración. También estaba la capital, donde muy pronto tendríamos que ir en busca de educación y trabajo, y donde nos quedaríamos permanentemente, entre extraños. Estaba la gente blanca, no todos eran ingleses; los portugueses y chinos, también inmigrantes como nosotros. Y, más misteriosos que los anteriores, estaba la gente que llamábamos españoles, ‘pagnols’, mestizos, de tez morena, quienes provenían del período español, antes de que la isla fuera separada de Venezuela y del Imperio Español —una historia, en verdad, más allá de mi comprensión de niño”.23

De esas individualidades llenas de recuerdos, de visiones del mundo, de relaciones que se gestan a través de una multiplicidad de influencias está hecho ese Caribe que queremos nombrar, ese Caribe donde se llega para perder algo de esa cultura con la que se llega, es el lugar donde se recoge aquello que está en los otros y que al final no sabemos si es nuestro y o si es de todos.

Nombrar el espacio Caribe es sentir esa multiplicidad de dinámicas que se hacen en cada hombre, que se materializan en expresiones que cargan ese sentir individual, un ser que ha sido perneado por realidades que se calientan y arden, para usar una frase de Germán Arciniegas, y que sólo suceden en el espacio del Caribe.

Mencionar el Caribe, tal como lo hemos venido expresando hasta este momento, corresponde a un Caribe insular, donde la condición de isla y las influencias de una

23 Dos Mundos, discurso del premio Nobel de literatura, 2001, S.V. Naipaul, traducción de David Lara Ramos.

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Colonia, son también las razones de un nuevo Caribe, nos referimos al continental, que se asoma al mar de los Caribes y recibió las experiencias y vivencias proveniente de las islas.

Anota Alberto Abello Vives en su texto Un caribe por fuera de la ruta de la plantación que resulta necesario preguntarle a Benítez Rojo “¿qué pasa de acuerdo a sus planteamientos, con la pertenencia al Caribe de aquellos territorios continentales como el hoy Caribe Colombiano, que no tuvieron plantaciones y que se reclaman parte de él?”.

Tal cuestionamiento plantea la amplitud geográfica de territorios que hoy la geopolítica ha definido como parte de la cuenca del Caribe, pero también, al decir de Germán Arciniegas, quien para nombrar el territorio vuelve sobre sus nativos: “Caribe es como decir ‘indiobravo’. Es una palabra de guerra que cubre la floresta americana como el veneno de que unta el aguijón de las flechas. Y así es el mar”.24

La inquietud de Abello es válida, y las razones de su reclamo están sustentas en su texto, pero más allá de encontrar una dinámica económica, política o histórica para relacionarse con el Caribe habría que proponer que el Caribe del que hablamos es un Caribe innombrable, porque sus definiciones están en el ser que lo ha vivido, en un territorio que el mar apropia y transforma.

Es sentir, al igual que Naipaul, que las vivencias de cada ser del Caribe son particulares, y que intentar abrigarla en nociones como lo indio, lo afro, lo negro, o lo caribe, deja por fuera el sentir individual que nos relaciona y hermana.

El Caribe del que hablamos está lleno de sensaciones, de impresiones, de sorpresas individuales de asombros. De ese ser que frente a la inmensidad del universo Caribe crea su propio mundo, crea su propio Caribe porque se siente parte de él, sin tener que nombrarlo o definirlo.

Cartagena junio de 2009

24 Citado por Antonio Gaztambide, en la Invención del Caribe a partir de 1898 (Las definiciones del Caribe, revisitadas.

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Lisette Urquijo Burgos1

En realidad, Caribe, puede parecer una palabra corta si nos aventuramos en la compleja tarea de analizar todo lo que contiene. Hablar de un solo caribe resulta difícil, como difícil resulta traducir su significado, comprender sus límites geográficos, sus diversos orígenes, su historia y su dimensión. Quizá por esta razón, no resulte fácil tratar de delimitar el Caribe desde los aspectos previamente establecidos con los que se mide y analiza una región.

En Un rizoma llamado Caribe, Alberto Abello,2 nos propone el ejercicio de tratar de comprender, deconstruir y construir el Caribe desde el estudio y el análisis más integral. Nos invita a entender que intentar comprender el caribe desde una sola mirada, la geográfica o la histórica, la social o la económica, no es posible ya que no nos mostraría el caribe en toda su dimensión. Es así como Abello nos incita a romper con las fronteras estrictas y a estudiar una geografía del caribe más incluyente, así como su múltiple dimensión histórica, socioeconómica, y sobre todo, cultural. Sobre ese Caribe mixto, rizoma, complejo y diverso, trataremos aquí.

El Origen

En Colombia, el interés por reconocer lo caribe como lo próximo, es muy reciente. En algo más de una década, los teóricos e historiadores del hoy Caribe colombiano, han intentado desarticular de la memoria del país, y con señales de obtener buenos resultados, esa vieja costumbre de llamar Costa Atlántica a la región del norte colombiano. De esta forma, la región Caribe entra en un proceso de redescubrimiento en el que trata de encontrar su camino y su historia, pero

1 Docente, Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB). Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cultura- UTB.

2 Abello, Alberto. El Caribe de García Márquez o un rizoma llamado Caribe. Introducción inaugural Diplomado Travesía por la geografía garciamarqueana. Escuela de Verano. Universidad Tecnológica de Bolívar. Material en publicación. Cartagena. 2007

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contada con sus propias voces. En ¿Costa Atlántica? No: Costa Caribe,3 Gustavo Bell Lemus nos enuncia cómo el caribe se nombra Caribe, nos habla del desinterés del interior del país, desinterés que de alguna manera impactó en el rezago existente hasta hoy en la región Caribe. Sin embargo, el Caribe insular se reconoce con mucha anterioridad.

Caniba, Canibal, Canibata, Caribata, son palabras que ayudan a conforman un génesis etimológico del Caribe. De esta forma, desde la llegada de Colón y hasta el siglo XIX, se designó a esta región. A partir del comienzo del siglo XIX, intereses político-centralistas, borran del imaginario colectivo el mar Caribe para introducirnos en un mar atlántico lejano y distante en el cual estuvimos sumergidos hasta finales del siglo XX. A pesar de esto, y de varias investigaciones y publicaciones que desde entonces se han realizado, quedan algunos mapas en los colegios, en los cuales, aún nos muestran la región conectada al mar atlántico, a pesar de todos los estudios recientes, aún aparece así en algunos libros, y en algunas páginas web, aún se enseña el Atlántico y no el Caribe. La tarea debe ser intensa, permanente y constante si el objetivo es lograr que nos pensemos como una parte del universo Caribe.

Hablar de un Caribe propio es algo más simple, pero no menos pretencioso. Antes (y digo antes ya que con la lectura el mundo se abre y confieso que antes de asumir el reto de cursar una Maestría en Desarrollo y Cultura mi visión frente a estos temas era muy simple) los interrogantes que podía formularme sobre mi origen y mi entorno, se limitaban a la biología, a la evolución, a aspectos históricos más generales y distantes y a lo poco que podía recordar del colegio. Ahora mi mirada ha cambiado y mis interrogantes también. Entonces para poder iniciarme en ese Caribe que me permitirá extenderme hasta todos los caribes que ahora conozco, debo hablar de mis orígenes, o quizá, de mi caribe particular.

Tambucos, Ceretas y Cafongos

Cuando con mi familia ojeaba el libro del artista cordobés Cristo Hoyos, Tambucos, Ceretas y Cafongos,4 resultado de su investigación estética y visual sobre los empaques, recipientes y soportes del caribe colombiano, mi padre, el hijo de Carmen Flores Ruda, ascendiente de los indígenas Chimila5 nacida en el Rosario de Chengue, según los Flores, la tierra de los caciques Chiquia y Chengüé, nos contaba historias sobre los dulces de su infancia, sobre las melcochas, los pirulitos, las conservitas, y sobre los “cafongos” o bollos que Carmen Flores Rudas hacía.

Mi abuela, como casi todas las abuelas de los pueblos de la región caribe, aprendió a moler el maíz, a amasarlo, a volverlo pasta y a envolverlo en hojas de bijao o de plátano, para luego cocinarlo en una olla de agua caliente con especias como anís y clavito de olor. La receta la heredó de los Chimila, como también heredo el carácter fuerte y un saber particular “de india” que mi padre recuerda y nos recuerda.

3 Bell Lemus, Gustavo. ¿Costa Atlántica? No: Costa Caribe. En Abello Vives Alberto (compilador). El Caribe en la Nación colombiana. Memorias X Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado. Museo Nacional de Colombia y Observatorio del Caribe Colombiano. 2006

4 Hoyos, Cristo. Tambucos, ceretas y cafongos. Recipientes, soportes y empaques del antiguo departamento de Bolívar, 2001. Ediciones Gamma. Investigación resultado de la tercera convocatoria de las becas de investigación cultural Héctor Rojas Herazo.

5 Chimilas: Indios que “se extendían prácticamente sobre todas las tierras bajas entre la sierra nevada y el rio Magdalena. Población aborigen y conquista 1498-1540. Del Castillo Mathiew, Nicolás. En Meisel Roca Adolfo, Historia Económica y Social del Caribe Colombiano. Ediciones Uninorte. S.f.

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A finales del siglo XV, cuando los españoles llegaron al Caribe, los indígenas de la región sembraban y molían el maíz. Este era la base alimenticia de muchas etnias del caribe colombiano. Etnias con las cuales seguimos en deuda. Ahora sé que los indígenas del caribe no solo fueron sometidos, violentados, despojados de sus territorios y obligados a asimilarse en una cultura y un modo de vida impuesto y distante, si no que también, guiados por intereses egoístas y despreciativos, les fueron desconocidos todos sus derechos y menospreciados su saber y su cultura.

Los aborígenes americanos fueron obligados a replegarse y ocupar pequeños territorios en los cuales algunos sobrevivientes aún intentan seguir preservando su tradición y su memoria. Las historias de la Conquista y de la Colonia deberían ser historias contadas también desde la mirada desolada de los nativos, no la historia del cambio del oro por las baratijas, no la historia de la ocupación y la arrasada, si no una historia en la cual también participen sus voces, y no solo la “historia blanca”, refiriéndome a la condición de ágrafos de los indígenas a la llegada de los españoles como nos cuenta Fabio Zambrano6 en la Historia del poblamiento del territorio de la región del caribe de Colombia:

“En efecto, en sus páginas prevalece el deseo de resaltar la épica conquistadora y de legitimar la subyugación de la población nativa, destacando con aprehensión cristiana lo pecaminoso y lo reprobable de sus practicas culturales y la necesidad de instaurar la civilización y el orden de los españoles. No en vano, escribió Friede,7 los testimonios de los cronistas representan la historia blanca de América”

A partir del siglo XV los territorios del Caribe fueron explotados igual que nuestras gentes. Los europeos colonizaron las tierras e islas del Caribe e implementaron el cultivo de la caña de azúcar, del café, del tabaco y la explotación de la plata y el oro que contribuyó a acrecentar sus imperios. Esclavizaron a los indígenas y los forzaron a realizar trabajos pesados sin descanso, que sumado a las enfermedades, producto del agotamiento y la mezcla étnica, diezmaron a casi la mitad de la población nativa. Es por esta razón que los españoles se vieron obligados a traer mano de obra Africana a continuar los trabajos pesados. Los negros ya habían demostrado tener fuerza y resistencia para las largas jornadas de trabajo. Es así como llegan: los sacan de África y los traen a la región del Caribe atiborrados en barcos negreros, arrancados de sus tierras cual malas hierbas, a contribuir con el poblamiento del gran Caribe.

Aquí, con la llegada de los Africanos y el completo dominio de la tierra por parte de los colonizadores, se da inicio a lo que conocemos como la Economía Mundo: un triangulo comercial que se establece entre África, América y el viejo mundo, teniendo como base económica la plantación productora de azúcar, modelo resultado del cultivo de la caña de azúcar que trajo Colón en su segundo viaje al nuevo mundo y que más tarde desató el boom del comercio azucarero en el Caribe, boom nombrado por B.W. Higman, como la “Sugar Revolutión”.8

6 Zambrano Pantoja, Fabio. Historia del poblamiento del territorio de la región Caribe de Colombia. El Caribe Insular: San Andrés Y Providencia. En: Poblamiento y ciudades del Caribe Colombiano, 2000. Abello Vives, Alberto y Giaimo Chávez, Silvana (compiladores). Pág 10

7 Friede, Juan. La Conquista de la historia y el poblamiento, 1989. en la NCH Vol 1. Editorial Planeta, Bogota.

8 Higman, B.W. The making of the sugar revolution. En In the Shadow of the plantation, Caribbean History and legacy. Edited By Alvin O. First Edition. Kingston 2002

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La tierra no es de quien la trabaja

Con el cultivo de azúcar las colonias europeas logran posicionar y sacar adelante sus economías. En el Caribe, las plantaciones se traducen en lugar de propietarios adinerados, donde el trabajo forzado de los negros esclavos sirve para proveer a grandes mercados extranjeros. Citando a Abello y Bassi, la plantación puede “definirse como unidades productivas basadas en el trabajo de una mano de obra esclava, al servicio de un mercado altamente competitivo y dirigidas por una permanente búsqueda de la eficiencia” 9 La plantación es en palabras de Benítez Rojo “la maquina que mueve el Caribe”.

Si bien es cierto que el caribe colombiano es un territorio al margen de la plantación que movió en su momento al gran Caribe, la hacienda, fue la estructura socioeconómica que tuvo su lugar en nuestra región. El Caribe colombiano se mantuvo por fuera de la ruta de la plantación, al parecer por condiciones climáticas que no permitieron el buen cultivo de la caña de azúcar en la región. Otra teoría apunta a afirmar que a los españoles, en su afán por llenar las arcas de la corona, no le interesaban nada más allá de la explotación de las minas de oro.

Gracias a la plantación y a la hacienda fue posible estructurar una cultura híbrida, producto de las mezclas que fueron resultado de la interacción de las razas. Gracias al establecimiento de las rochelas,10 lugares creados informal y espontáneamente a las afueras de las villas dentro de la tierra de las haciendas colonas como el sitio de fusión étnica, fue posible una transculturación natural que en el escenario de la plantación nos entrega Fernando Ortiz11 en su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Lo que se dio alrededor de estos sistemas de explotación comercial, hacienda y plantación, permitió que se desarrollara una “identidad cultural particular Caribe”. Al igual que el papel de la raza indígena, el papel del negro africano fue vital para que se generaran dispositivos de poder frente al abuso y al resentimiento originado en la explotación y en la esclavitud.

Mucho de lo que somos hoy día se gestó en esos espacios, espacios de dura formación que generaron resistencias permanentes que poco a poco fueron construyendo un ser Caribe al que hoy se le reconoce una identidad propia que según Benítez Rojo, inició su creación allí, en la célula que se establece como una impronta en la plantación (en el caso del Caribe colombiano en la Hacienda). La historia del Caribe entonces se encuentra unida, isla tras isla, provincia tras provincia, ciudad tras ciudad. La célula Caribe se esparce y se multiplica.

Sin embargo, la ausencia de la plantación en el Caribe colombiano, pone en entredicho la tesis de Benítez Rojo en la Isla que se repite sobre establecer a la plantación como unidad común que define el Caribe. Pensarlo de esta forma, sería excluir varios territorios del Caribe donde la explotación del azúcar no fue el motor que movió sus maquinas. Más adelante, Benítez Rojo encontrará un eje y motor que conecta todo el Caribe, ya que aún, frente a la ausencia de la plantación, hay un elemento común en la creciente sociedad criolla de ese momento y que trascienden hasta hoy: el ritmo. De esto hablaré más adelante.

9 Abello Alberto, Bassi Ernesto, Un Caribe por fuera de la ruta de la plantación. En Un Caribe sin plantación, (compilador) Alberto Abello Vives. San Andrés: Universidad Nacional de Colombia. Observatorio del Caribe Colombiano. 2006

10 Zambrano Pantoja, Fabio. Historia del poblamiento del territorio de la región Caribe de Colombia. El Caribe Insular: San Andrés Y Providencia. En: Poblamiento y ciudades del Caribe Colombiano, 2000. Abello Vives, Alberto y Giaimo Chávez, Silvana (compiladores).

11 Ortiz Fernández, Fernando es considerado el más importante etnólogo y antropólogo cubano. Nació el 16 de julio de 1881 y murió el 10 de abril de 1969 en La Habana.

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Lo que se cuenta

La mirada de lo caribe se construye continuamente. Destacados historiadores regionales como Alfonso Múnera, quien en El fracaso de la Nación: Región, clase y raza en el caribe colombiano, resalta el papel que los mulatos cartageneros al frente de Pedro Romero y Pedro Medrano, tuvieron en las gestas de la independencia de Cartagena entre 1811 y 1815. El trabajo historiográfico de María Teresa Ripoll sobre el comercio y el contrabando del caribe, todos las investigaciones de Adolfo Meisel sobre la economía de la región, Gustavo Bell, Joaquín Viloria, Germán Arciniegas, entre otros, nos complementan la mirada que del resto del caribe nos traen teóricos e historiadores como Benítez rojo, Fernando Ortiz, Edouard Glissant, Frank Moya Pons, por mencionar solo algunos; miradas que nos ayudan a reconstruir la memoria de un pasado histórico que permite encontrarnos en el presente.

Síntoma, enfermedad y cura, la historia que nos cuentan es un historia cargada de confirmaciones y de razones que van desde las políticas económicas, raciales, hasta las sociales y las culturales y que nos permiten tener un panorama del pasado y de un posible futuro para el Caribe.

El caribe despierta y cada día se piensa más, se estudia más, y en esa medida también se construye. Las escuelas de nuestro Caribe no deberían enseñar otra historia distinta, o por lo menos no una historia distante y poco relacional con lo nuestro. Tener la certeza desde temprana edad de la importancia histórica de la constitución del gran caribe, de sus razones y de sus motivos, quizá nos permita de adultos encontrar derroteros más certeros sobre nuestro propio futuro. Quizá entonces sea pertinente vincular a los estamentos directivos de la educación en el país a instaurar en las escuelas y colegios un estudio profundo de nuestro Caribe que posibilite el cambio de la mirada con la que lo percibimos y quizá así, se posibilite la construcción de nuestra historia Caribe venidera.

La Criollización

En el Caribe, la diversidad cultural se presenta como una fortaleza donde los ritmos, la cadencia de los bailes, la oralidad y la literatura, el cine, el carnaval, las fiestas y la vida cotidiana misma nos definen y nos otorgan un sentido propio. En la Isla que se repite,12 Antonio Benítez Rojo asume el reto de desentramar la esencia de la cultura caribe desde la mirada estética. Para esto, y partiendo de la pregunta inicial: ¿Existe una estética caribeña?, el autor nos inicia en un viaje por las diferentes formas que adopta la cultura y poniendo como centro el análisis del ritmo como signo estético e integrador de lo Caribe.

De está forma, Benítez Rojo nos regala nociones más abarcadoras como caribeñidad, caribeño, criollo como formas que le dan sentido al Caribe, y Criollización como el termino que define los procesos permanentes pero complicados que ha sufrido la región en su afán de constituirse. No se puede mirar el caribe con una sola mirada.

Para Benítez Rojo la idea de las posibles formas como se pueda construir lo Caribe, no son más que “Inestables construcciones de plasma en perpetua fluidez y cambio”, ya que es bastante reciente la propuesta de “diferenciar la región del resto del mundo”. Este discurso del Caribe es joven y aún no existe un consenso entre los investigadores, teóricos, historiadores,

12 Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite. Editorial Casiopea. Primera edición. Barcelona. 1998. Capitulo V: Los Ritmos. Pág. 387.

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artistas, pensadores, entre los “performers” 13 del Caribe, sobre lo que su propia región representa y constituye. Benítez, entonces, propone el ritmo como objeto estético ya que este es, en sus palabras “el más alto grado de experiencia estética que podemos imaginar en el Caribe”. Esta es la otra unidad que nos presenta Benítez para poder hablar de un Caribe total.

Es así, entonces, como es posible hallar este signo estético en casi todos los performances que surgen en el Caribe. Quizá por esto me atrevo a decir que el Caribe es todos los Caribes: el que va desde Brasil hasta Dominica, de Veracruz a Barranquilla, de Cuba a Trinidad, todos. Ese signo presente en lo que se baila, en lo que se canta, se saborea, presente en la cultura y en lo que se escribe.

Desde la literatura también se reconstruye la región, se rescata, permitiendo consolidar un imaginario colectivo propio, comprometido con lo Caribe. A lo mejor un escritor fuera del Caribe (o afuera, pero sin el Caribe en el alma) no pueda traducir claramente en palabras lo que ser Caribe contiene, lo que significa. Definitivamente hay que sentirlo, interiorizarlo y hacer una construcción del Caribe desde la pertenencia crítica, sentida y honesta.

Según Carl Langebaek,14 en su ensayo Pasado Indígena en la costa Caribe. Interpretación en 5 actos, escritores como Juan José nieto y Jorge Issac volcaron sus textos hacia la necesidad de rescatar la región para el resto del país. Libros como Ingermina la hija de calamar, de Juan José Nieto o Los indígenas del magdalena, de Jorge Issac, entre otros, fueron en su momento buenos intentos por reivindicar el tema Caribe. Intentos que no lograron consolidar un pensamiento positivo frente a la idea generalizada de la academia con respecto a la inferioridad de la costa.

En la actualidad son muchos los escritores del Caribe que presentan múltiples panoramas de la región. Desde lo local hasta el gran Caribe, escritores de la talla de García Márquez, Hector Rojas Herazo, Oscar Collazos, Roberto Burgos Cantor, Germán Espinoza, Meyra del Mar; escritores de la nueva generación como Jhon Jairo Junieles, Pedro Badrán y en su momento Jorge García Usta, por mencionar solo algunos pocos, complementan muy bien la mirada que del Caribe nos traen Cabrera Infante, Edwige Danticat, Junot Díaz y un número considerable de escritores que cuentan el Caribe, que sienten el Caribe y en los que ese Caribe inicial, relegado, rezagado, poco se perfila y poco se presiente.

La mirada en movimiento que nos trae el cine realizado en el Caribe se posiciona cada día más con producciones que también cuentan historias caribeñas. Películas como el largometraje puertorriqueño, Mal de amores, de la productora Pajaritos Preñaos, nos muestra las relaciones sociales en el gran Caribe, situaciones generalizadas, con variaciones mínimas, más amarradas a los modismos de cada región en particular, pero que por lo general se repiten en todas las ciudades y provincias del Caribe.

El cine cubano con una estética definida y particularmente criollizada, nos trae historias familiares, como El Cuerno de la abundancia, de Director Fernando Pérez, con personajes familiares, historias de amor que se desarrollan en la calle, discusiones que terminan en

13 Termino con el cual Benítez Rojo identifica a los filósofos, investigadores, escritores, críticos, músicos, artistas plásticos, cineastas, modistos, cocineros, productores de radio, televisión y de web site; “gente que comenta, critica, amplía o transforma a diario distintas zonas del discurso caribeño”.

14 Langebaek, Carl (2006). Pasado indígena en la Costa Caribe. Interpretación en cinco actos. En: Alberto Abello (Comp.), El Caribe en la nación colombiana. Memorias. Bogotá: Observatorio del Caribe Colombiano, Museo Nacional de Colombia

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abrazos, historias fantásticas con altos toques “Garciamarquianos”. En la reciente producción colombiana Los viajes del viento, se percibe un afán por rescatar la memoria de la región, que a la final también es la memoria del país, con una historia que nos habla sobre el vallenato, su esencia, su cadencia y con el plus de que sí es posible contar buenas historias del país distantes de la violencia y el narcotráfico como eje conductor. El cine cuenta el Caribe, y en este sentido el festival de Cine de Cartagena, el Festival de Cine de la Habana, entre otros, abren el espacio para que esas historias contadas a través de imágenes, colores, sonidos, nos hablen y traduzcan el Caribe.

La música y la danza son quizá las manifestaciones que más interiorizan el ritmo, ese ritmo que se presiente y se siente en la Salsa, el Son, la soca, la cumbia, el mapalé cartagenero, al igual que en una Zamba o en una Rumba. No podríamos estudiar el Caribe sin estudiar su música ya que allí está la esencia de su ritmo interior. Esta música que caracteriza al Caribe tiene sus orígenes en la música africana, he allí la importancia que Benítez Rojo da a la plantación: este lugar fue el recipiente que recibió la célula rítmica del negro Congo que se instauró en la memoria y en el cuerpo: Benítez Rojo nos habla de ello:

“Dichos pueblos, posteriormente, habrían de expandirse por el África central y oriental, dispersando así el uso cultural de esos patrones rítmicos. De manera análoga, es fácil conjeturar que los africanos que llegaron al Caribe los transmitieron a los nuevos esclavos que nacían en las plantaciones”15

Reconozco en mi historia la historia de los indígenas y de los negros que poblaron el Caribe. Cuando me miro al espejo, veo en mi rostro mi nariz, regalo de mi abuela Carmen Flores, veo mi cuerpo, mi piel, la que me dio la mezcla de mis abuelos blanco paterno y negro materno, y la mezcla de sus mezclas y que por supuesto me confirman Caribe. Bailo y puedo llevar el ritmo si bailo en cuba lo mismo que bailo en Cartagena, o en República Dominicana. Puedo ser Caribe en todos los lugares. Ser Caribe es ser todas las razas a la vez. Esa es una de sus características: ser Diverso, pluriétnico y multicultural.

Tratar de definir el Caribe nos pone en la difícil tarea de elegir cuál Caribe definir, de cuál Caribe hablar. Tal vez solo exista un Caribe: el que los contiene a todos, el que los define a todos. Es por esto, que la idea de un Caribe en construcción me resulta ciertamente apropiada en la medida que siento que no finaliza el crecimiento, no lo termina: El Caribe crece día a día y si bien, somos el resultado de moldeamientos externos, de múltiples historias, de le mezcla de razas, de sucesos infortunados unos, afortunados otros; no podemos afirmar que estamos “acabados”, acabados como cuando el artista da por terminada su obra. Aún estamos construyendo este Caribe, aún somos una “idea en construcción”, pero hoy nadie dice que seamos una mala idea. De este Caribe hablo yo.

15 Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite. Editorial Casiopea. Primera edición. Barcelona. 1998. Capitulo V: Los Ritmos. Pág. 408.

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Cartas cachacas

Juan Ángel1

Descargos:

Al principio quise escribir a la manera de Montesquieu unas “cartas cachacas”, que visitaran el Caribe con un personaje, el Negro, que le escribe a su Tía Lucía, me parecía entretenido y era un espacio bueno para el ensayo. En eso alcancé a avanzar un poco y pongo al final los principales descartes.

Esto lo escribo porque el proyecto todavía me divierte y lamento las contingencias que me obligaron a postergarlo. Me hubiera encantado preservar el elemento dramático, pero será para otra ocasión, mejorando la visión del Caribe y con más claridad en las intenciones literarias.

La primera sensación que tengo del Caribe es que me pertenece como a cualquier otro de sus habitantes. Pero no es así, vengo al Caribe rutinariamente desde hace más de 40 años, de visita, siempre de visita. Tengo lazos comerciales y económicos con el Caribe desde hace igual cantidad de tiempo. ¿Qué me hace distinto? ¿Llevo el sello de lo andino, de “cachaco” como un letrero de neón intermitente? Sin embargo, cuando me siento con Europeos o Norteamericanos que no conocen las sutilezas de nuestra geografía y población, mi acento, mi manera de ser y mi “sabor” me hacen ser como un habitante más del trópico, del Caribe, de la parte norte de Suramérica. Soy mucho más Caribe que un argentino tal vez de la misma manera en que Patrick Chamoiseaux, un escritor de Guadalupe que escribe en francés y es funcionario del gobierno de la metrópolis, se siente más cercano a los hispanos porque no puede dejar de sentirse antillano antes que francés.

Lo atractivo de la cultura, y en este caso de la identidad, es que no se puede atrapar en un estrecho compendio de conceptos o en una lista de requisitos. Lo que legitima una pertenencia a un grupo social está en las delimitaciones, en las descripciones y en los significados. Clifford Geertz 2 pide hacer descripciones e interpretaciones densas: y con eso pone no solo de relieve las dimensiones de cada aspecto cultural, sino los complejos sistemas que las integran. El Funes de Borges, que todo lo recordaba, que todo lo volvía a vivir, descansaba volviendo la cara a

1 Actor y gestor cultural. Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cultura.2 Geertz, Clifford, Las interpretaciones de las culturas, Gedisa, 2000

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un vecindario que desconocía imaginándolo oscuro y vacío. La cultura, se puede aislar de la misma manera buscando oscurecer sus brillos y prefiriendo lo que ignoramos a lo que sabemos o sentimos. Eso la empobrece y empobrece toda aproximación. La cultura como a Funes, nos puede matar de congestión.

Para definir el Caribe se puede, por un ejercicio intelectual, trazar una frontera y ampliarla cuando queramos, si le sirve al argumento. Así el Caribe puede llegar a Lima, como lo explica Alberto Abello, o a Nueva York como nos parece a todos los que visitamos el lado latino de esa capital mundial. La frontera de lo Caribe también está en la música, en la comida y en los nombres, en los paisajes, en los patios, en las los ritmos y en las memorias. Pero también podemos cerrarla: como hace la comunidad Europea que coloca a Colombia en los países andinos. Tal vez lo hace por razones de trámite, el funcionario de la UE tiene carpetas y líneas de Excel, no pinturas, ni sueños. Cae sí, en unos parámetros convencionales en donde excluye con el lenguaje y con su burocracia una visión más amplia. Lo que cabe preguntarse es si revelándole lo que niega ese funcionario podría mejorar sus objetivos y metas de relaciones internacionales.

La delimitación es indispensable para saber de qué estamos hablando. Eso sí, en casi todos los casos le cabe una excepción, para sumar lo que se nos queda por fuera. Ejercicios interminables de excluir e incluir. Al delimitar sacrificamos y al sacrificar ordenamos según nuestro propio parecer. El que escoge es el que emite el discurso delimitador. Leslie Maginat por ejemplo, quería para sus intenciones políticas excluir o incluir, cuando pregunta cuál Caribe. Él lo veía fragmentado y múltiple, o ¿su intención era evitar la estrechez del que homologa a Haití con otros países? Para los políticos, que son generalmente los que tienden a hablar más duro, importa la galería. El grupo de congresistas colombianos que se autodenominan la bancada costeña, intenta capitalizar la distancia histórica que tiene el Caribe colombiano con el centro del país, que se refleja en nuestras rivalidades y afinidades. Hoy esas rivalidades son afectivas, o mueven intereses económicos, en tiempos de la colonia tomaba 60 días unir a Bogotá con Cartagena. ¿Y qué hace Gustavo Bell, historiador caribeño, cuando intenta eliminar del vocabulario lo “costeño”, que traduce para él la persistente inclinación de los capitalinos de describir el resto del país en sus propios términos? Para mí lo que quiere Bell es asociarse con otros, alinear un equipo ganador para un futuro económico viable a partir de la definición de una identidad regional. Por eso promueve un museo de identidad, porque cree y quiere un futuro próspero y necesita para eso esfuerzos mancomunados de todos los sectores de su territorio. Y lo logra, el Caribe Colombiano es una idea con historia, con narración y con posibilidades reales de convertirse en realidad. Quien nace en Lorica, es colombiano, costeño caribe, caribeño, turco. Es todo a la vez, si él quiere serlo. Como la obra de Pirandello. Uno puede ser lo que quiere ser. Las cosas son como las queremos hacer que sean. Sed Caribes. Sea el Caribe.

No tengo nada en contra, me seduce la idea de una prosperidad y de una libertad, en mis vecinos y en mis amigos. Cuando yo era niño, El Caribe era un hotel. El

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edificio más alto de Cartagena, donde veraneábamos con la familia, en una parte de las vacaciones que incluía apartamentos en Barranquilla, y fincas en la región de Magangué. Esos son mis recuerdos costeños del Caribe. De manera que no puedo agregar nada a este tema sin pensar en esa nostalgia de un Caribe personal, un Caribe proustiano, con olor a ciruelas, agua de coco con arena y temores a las aguamalas. También tengo el recuerdo de un paseo al centro de Cartagena, a visitar la imprenta de Mogollón a las cuatro de la tarde, cuando el centro no era la ciudad turística de hoy sino el centro de actividades comerciales. El premio, la magdalena, fue un helado en la Librería Nacional, dónde había aire acondicionado

En el Caribe mío cabe todo el Caribe, hasta Nueva York, el francés y el Inglés, el holandés y el histórico, el colombiano y el de los países miembros de la Alianza de Países del Caribe. En estas conversaciones y estudios agregué, sin dolor, Lima, Guayaquil y México. Las primeras porque entiendo las dinámicas históricas que los acercaron al Caribe. Si lo que hacía la vida de la colonia era su relación con la península, hasta Filipinas es Caribe. El último, por esa, una ceguera mental que no me permitió ver nunca el océano atlántico mexicano, ni concebir Veracruz más allá de un resort turístico de folleto. Ahora por obra de nuevas lecturas, el Caribe se convirtió para mí en un universo extraordinario lleno de encantos, de idiomas y de aventuras humanas. De rutas navegables, de comercio, de luchas y resistencias. A la ceguera se le abren los ojos quemándose las pestañas en el estudio...

Con ese territorio afectivo, con el pensamiento sensibilizado por una afinidad que se enriquece con lecturas recientes y amigos, voy a hablar de un Caribe inestable. El Caribe de mis afectos, el Caribe de mis conocimientos y el Caribe de mis aprendizajes. Pero también del Caribe de mis utopías.

No estoy interesado en una mirada al Caribe especuladora y “posconfundida”. El principal ejercicio, en el que amerita avanzar y concretarse, es aquel que desde una disciplina todavía inexistente como puede ser la confluencia de la cultura y la economía, puede ayudar a construir un proyecto, incipiente, interpretativo y académico y que ojalá algún día tenga pasos firmes en lo pragmático. El Caribe para los propósitos de este ensayo puede ser el modelo, –el conejillo de indias–, la comunidad de indias sobre la cual explorar las alternativas y las dudas de esa disciplina: la economía y la cultura.

Puedo sumar con los dedos de la mano las ideas formalmente adquiridas en este campo. Algo de Amartya Sen, un poco de Escobar, varios y muchos textos sobre el Caribe, casi todos sobre identidad cultural, histórica y económica. En primer lugar, y motivo del enfoque escogido, están las teorías del desarrollo. En este campo la preocupación general es la condición de pobreza de muchos de nuestros congéneres, la desigualdad y la presencia de deficiencias en salud, educación y alimentación. El Caribe es un territorio de pobreza y desigualdad, de atraso tecnológico, de condiciones humanas lamentables, basta ver los coeficientes Gini y la distribución del ingreso de los países de la cuenca del Caribe.

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Coeficiente Gini de Países del Caribe. Fuente PNUD

Costa Rica 49.8

Cuba ..

Mexico 46.1

Trinidad and Tobago 38.9

Malaysia 49.2

Brazil 57

Venezuela (Bolivarian Republic of) 48.2

Colombia 58.6

Dominican Republic 51.6

Belize ..

Grenada ..

Suriname ..

Guyana ..

Jamaica 45.5

El Salvador 52.4

Nicaragua 43.1

Honduras 53.8

Guatemala 55.1

Haiti 59.2

Todos los países caribeños tienen índices altos de desigualdad. La pobreza y su posible remedio, el desarrollo es un tema congruente con las expectativas de bienestar de los habitantes del Caribe. Y ciertamente se ha intentado encontrar ese bienestar desde respuestas desarrollistas, desde proyectos neoliberales que esperan el milagro de la economía, y desde variadas respuestas de lo político y lo comercial. El uso del Caribe es tanto más interesante en cuanto no hay homogeneidad, ni en la historia colonial, ni en la población, ni en la situación actual. El Caribe invita a pensar en su futuro, en primer lugar por la pobreza que lo inunda, por la desigualdad y asimetrías de las sociedades que lo conforman pero también porque es fulgurante y brillante en su cultura, atractivo en sus ritmos y habitado por los más diversos e inspiradores personajes.

Cuando me acerco a la economía, me parece graciosa la sorpresa de algunos economistas al ver que sus ecuaciones de inversión y capital no producían los resultados esperados por razones de cultura, de entorno, de población. Me encanta pensar en las razones estructurales que detuvieron desarrollos exógenos en países enteros. Supongo que en su momento los economistas que estudiaban el desarrollo estaban plenamente convencidos de la bondad de sus planteamientos y de la certeza econométrica. Para Rostow el desarrollo occidental llegaba porque llegaba. Pero no, nunca llegó. Por lo menos no al Caribe colombiano. Menos mal.

El primer atractivo que tiene la intemperante mezcla de Cultura y Desarrollo es la confrontación de dos mundos inestables -cuya colisión anticipa formaciones novedosas y sin garantías en la conquista de sus pretensiones-. Por ahora es una pica en Flandes. Veamos un primer ejemplo: El Caribe de la plantación. Cuando Higman, Benitez Rojo, Abello y otros tratan de definir el Caribe desde la plantación, o desde la no plantación, nos dicen lo que todos los que vemos el mundo con oídos convencionales queremos oír: que fue la plantación, con su modelo de explotación

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esclavista, con su proyecto colonial de uso de la tierra y recursos para beneficios de unos comerciantes, horribles capitalistas, lejanos; que se convirtió en un momento crucial en la economía Caribe; todos ellos condicionados por las apariciones de nuevas tecnologías, de aumentos de población, de inicio de la revolución industrial. En la mente de Higman, la plantación crece y florece por su razones económicas. Pero Higman habla en términos culturales “Large scale plantations replaced small farming, enslaved labourers replaced free workers, dense populations replaced dispersed settlement patterns, black came to outnumber whites and the Atlanctic economy was dramatically transformed” 3 Mi punto aquí es que en esa frase final puede cambiarse la expresión cultura por economía, lo que se estaba organizando era una Cultura. Asistimos en esa época al nacimiento de una cultura, la cultura del Caribe y esto a través de un fenómeno económico indiscutible. Lo interesante de la plantación es que es un fenómeno inducido, externo, llevado por la avaricia o la habilidad comercial. ¿ Entonces el desarrollo va creando culturas? ¿Viene la economía creando culturas desde el principio de los tiempos?

Lo que importa por ahora es la manera cómo se agencian esas realidades. Cuando se estaba creando la plantación inicial, pequeña y discreta, y la Plantación grande como distingue Benitez Rojo, se estaba creando una cultura que hoy se reconoce como Cultura Caribe, o Créole o criolla. Se escribieron la historia de la casi aniquilación de las culturas amerindias, y la infame historia de la esclavitud negra, pero Benitez rojo nos cuenta una pequeña historia distinta. Una que dio origen al nacimiento de los criollos. Lejos de los centros oficiales, en las colonias se formaban comunidades, también atadas a algún tipo de producción más o menos rentable como el cuero, en donde el mestizaje, la libertad y la existencia de reglas de interacción social era la norma. Vivían del comercio no permitido por la corona con naves de otros países. En otros momentos de la historia Colombia se llenó de rochelas y de palenques, también en su momento reprimidas cuando los Borbones llegaron al poder.

Surgen en esa historia de la Plantación que formaba un Caribe disciplinado y severo, otros caribes, libertos irreductibles, cimarrones, arrochelados, que no se someten al orden, que no podían subsistir sin desobedecer las absurdas restricciones de acceso a las tierras, o las inverosímiles o ingenuas maneras de controlar el comercio por parte de la corona española. A favor de ellos y en contra de los reyes absolutos están las distancias, los excesos del trópico, el calor, y la simple complejidad de la vida.

Lo que se forjó ese momento histórico fueron sociedades atadas a impulsos económicos, el oro, el azúcar y el cuero. Y es la primera función de la cultura, fundar la economía. En menos de 100 años de mestizaje y de cruces habían nacido todas las culturas que hoy consideramos fundacionales. Sorprende la cita de Pere Labbat citado por Benitez Rojo:4 ya en 1600, a finales, “no es accidental que el mar que separa vuestras tierras no establece diferencias en el ritmo de

3 Higman B.W. The making of the sugar revolution. The Economic History Review 53 (2), pp. 213–236, 200

4 Benítez Rojo, Antonio, La isla que se repite, editorial Casiopea, Barcelona 1998.

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vuestros cuerpos”. En pocos años se había formado una identidad Caribe que separaba idiomas pero unía ritmos. Lo que me pregunto yo es a qué velocidad y en cuantas generaciones se construye una cultura identificable, capaz de cruzar mares y tempestades.

Ese invento de una cultura lo habían hecho sometidas a unas potencias militares de talla mundial, pero también rebelándose y escondiéndose en la inmensidad de su territorio. Lo que intento descubrir y leer es cómo un hecho económico, la saturación con unas leyes estrechas, sumadas a la necesidad de sobrevivir y la disponibilidad de un territorio incógnito aledaño y disponible, gestaron una cultura. En el caso de la Española y Cuba así lo pone Benítez Rojo. En Colombia, una cultura de supervivencia, hermandad y de igualdad, al margen de un gobierno formal e irracional porque, como lo describen María Teresa Ripoll5 y Alfonso Múnera,6 el contrabando era una respuesta de supervivencia a la reglamentación improductiva de la corona Española. La lectura cultural nos permite avanzar en un hecho concreto: una parte del Caribe se formó a pesar y en contra de un poder militar y colonial dominante y bélico. Ese Caribe era tan cultural como económico.

En un pequeño texto Amartya Sen 7 habla de la cultura como elemento fundacional del desarrollo. Inicialmente intenta separar la cultura como objetivo del desarrollo y la cultura como asistencia al desarrollo y termina enunciando la cultura como constitutiva y fundacional del mismo desarrollo. Este ejemplo de cómo se forjó la cultura Caribe, atada a una economía de supervivencia, en contra de una economía tirana y poco practicable dictada desde un salón Real distante y abstracto, va en esa dirección. La economía humana, gesta culturas amables y florecientes, pues lo hace al lado de la prosperidad y la sostenibilidad. La economía devastadora que simultáneamente promovía la corona no dejaba cultura y tampoco medios de subsistencia . En el texto de Köning8 que habla del intento de crear una sociedad justa a partir del modelo de Nación Europeo por parte de los liberales Colombianos durante los primeros años de nuestra república, se describen intentos de marcar condiciones de igualdad y de oportunidad para un desarrollo comercial. También explica cómo los intereses de los artesanos confrontaron intereses burgueses y de terratenientes y deja claro que todos ellos en la mezquina o torpe defensa de sus asuntos sectarios abandonaron disposiciones de libre comercio, de igualdad y de protección de resguardos indígenas. Desde entonces se perdieron los valores de un desarrollo concertado e incluyente y se impusieron dogmas morales. Las

5 Ripoll de Lemaitre, Maria Teresa, El comercio ilícito , un vicio de difícil curación cuando se contrae, en Abello Vives, compilador, El Caribe en la nación Colombiana, Museo Nacional de Colombia, observatorio del Caribe Colombiano.

6 Múnera, Alfonso, El fracaso de una nación, Planeta, nueva edición, 2008.7 Sen , Amartya “La cultura como base del desarrollo contemporáneo”. Revista Diálogo

Nº 22 Septiembre 1997. Oficina de Información al público para América Latina y el Caribe. UNESCO.

8 Koening, Hans Joachim, En el camino hacia la Nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750 1856, Quinta Parte, Nacionalismo, modernización y desarrollo nacional a mediados del siglo XIX, Colección Bibliográfica , Banco de la república.1994

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fórmulas hoy son las mismas: sectores favorecidos, lenguajes engañosos, toma de la razón por valoraciones de familia. Los dirigentes colombianos del XIX, se parecen a la corona.

Son muchos los impedimentos para sostener una economía posible o justa. Algunas trabas son de fácil comprensión, y la más común es la existencia de la violencia. La violencia en el Caribe va desde la masacre de indígenas, pasa por la esclavitud y desemboca en las masacres paramilitares de la última década en Colombia. Es una violencia racista y clasista. Puede ser considerada el primer factor de atraso de nuestra economía. Son factores estructurales e institucionales que los economistas encuentran como justificaciones a la falta de operatividad de sus teorías.

No tengo la certeza de que la cultura tenga una respuesta o pueda proponer una verdadera alternativa ante hechos violentos. Sí puede la cultura responder de otra manera. Pensar en cultura como la contra de la violencia, además de un hecho humanitario y civilizado, tendría que tener un efecto que contrarrestase el atraso, que propusiese construcción cívica y económica. Que liquidase el argumento de la violencia como consecuencia de otras calamidades y condiciones. La cultura tiene pocas armas contra la fuerza de la violencia. Sin embargo la cultura puede interrogar desde ciertos puntos de vista, otras y muy diferentes maneras de pensar la sociedad. Pero es igual un discurso de buenas intenciones en un laberinto.

Encuentro en los argumentos de María Teresa Ripoll, un punto de vista orientador. Sobre las rutas del contrabando en el Caribe colombiano se ha construido el Narcotráfico, que contribuye con el atraso, con la desigualdad, corrompe al estado y a la comunidad y necesita de la desarticulación social para sobrevivir. También aniquila la institucionalidad tomándosela, como lo pone Luís Jorge Garay en su último estudio. El narcotráfico fue parte importante en la serie de masacres de nuestro país en los últimos años. María Teresa Ripoll quiere establecer que es parte de la naturaleza y ser del Caribe vivir del contrabando, que el irrespeto a la autoridad, que la necesidad de sobrevivir convirtieron a esta sociedad en una sociedad naturalmente atada a la ilegalidad. De ahí el narcotráfico. Múnera también refuerza esa teoría que tiene sentido y es histórica. Ya vimos cómo el Caribe se gestó también con la resistencia a los poderes absolutos de los españoles y que la supervivencia dependía de esa desobediencia.

El limite está en la cultura. Del contrabando como desobediencia civil y la rebelión contra la injusticia, pasamos por la misma ruta a la ilegalidad, al abuso del delincuente, a la tolerancia con la corrupción y a la destrucción de cualquier tejido social. En un paseo por las islas de San Bernardo, pasé una noche al lado de unos jóvenes, todos ellos empleados por un industrial antioqueño. Todo era ilegal: nosotros estábamos sin permiso del dueño en los predios que el construyó de manera ilegal en un sitio que es reserva. En medio de las discusiones sobre el bien, el mal, el fútbol, los moscos y la comida, recuerdo una expresión de los jóvenes que nos prestaron fogón y agua dulce: “La ley es para los bobos” . Todos la repitieron como si fueran valores que los confirmaban como sociedad y grupo. El mal es cultural. Hemos creado una sociedad que invita a destruir su propia estructura o que se construye con su propia destrucción. Y todos participamos,

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desde el constructor ilegal, el político corrupto, el lanchero que chalequea a sus clientes, el funcionario que aprovecha, el negociante que se hace a un contrato, el congresista que legisla a su favor. Desde la desigualdad construimos una sociedad excluyente y pobre, pero desde la ilegalidad y el culto al delito la dejamos que crezca coja y deforme.

Es un virus cultural innombrable, que ataca la economía y frustra el desarrollo. Una cultura de legalidad, de institucionalidad, de civismo puede cambiar ese derrotero que solo nos puede llevar al abismo. ¿Por dónde cambiarla si la misma sociedad lleva siglos defendiendo un derecho moral a no acatar la norma por injusta y excluyente, por absurda y débil ante la necesidad de sobrevivir? Además una parte de la población es excluida desde siempre: los esclavos, los indios, los colonos, los pobres, los negros, los ignorantes. Ni el discurso institucional ni el académico tienen audiencia, las mentes están cerradas. Cuál sería el factor cultural que las haga asimilables?

Arturo Escobar propone una lectura del desarrollo alejada de la ortodoxia y de la lectura occidental de todos los modelos de sociedad. Deja abierta la posibilidad de construir un desarrollo diferente, que construya sin dogmas, que busque otro tipo de respuestas. Pero no se ve al economista preocupado por cumplir unos objetivos estadísticos respondiendo con igual entusiasmo a la posibilidad de no conducir el desarrollo por un conjunto de cifras resultantes, sino a través de un proceso simbólico, generador de sentido y cultural. Una cultura fundadora de un desarrollo, no es menos que eso. Un economista pensando en colores y formas, bailando y dirigiendo como un chaman a sus concertados.

Alfons Martinell9 habla de las plusvalías con las que la cultura agrega al desarrollo. La cultura hace aportes intangibles pero significativos. En primer lugar la cultura es incluyente, promueve la diversidad cultural, facilita el diálogo. Martinell pone en su lista una presencia de lo indígena, habla de auto desarrollo y de respeto por los pueblos indígenas. Y es porque a pesar de que no son el único grupo social que tiene un antagonismo con el desarrollo, los pueblos indígenas son los que pueden ofrecer una visión más radical de los inconvenientes culturales que para evolucionar hacia una sociedad más justa puede ofrecérsele a un técnico occidentalizado. Hay un principio, -que aterra que apenas ahora aparezca y se vea como novedoso-, de consulta y de respeto a los derechos de los pueblos que puede echar para atrás carreteras y puentes, centros turísticos y grandes cultivos. Pienso que sobre ese principio se puede construir un modelo incluyente, pacífico y respetuoso. Pero además las reflexiones de los pueblos indígenas nos ayudan a pensar en fundamentos del desarrollo que damos por hechos indiscutibles y que desde el punto de vista indígena no lo son. En los tiempos de desastres ecológicos globales, la protección de la naturaleza, la negación del desarrollo occidental y la visión no depredadora de la economía son aportes importantes de las sociedades indígenas a nuestro establecimiento. Y no son simples nostalgias de pasados remotos: los kankuamos que conozco usan celular y quieren ofertas de salud y

9 Martinell, Alfons. Las plusvalías que aporta la cultura al desarrollo. Quórum. Revista de pensamiento iberoamericano, num. primavera, pp. 33-3, 2007.

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prosperidad económica, aprenden de video y son fotógrafos dedicados. Tienen sí, objeciones de fondo a su parte en las decisiones de la sociedad, su desprotección ante los actores violentos y los grandes proyectos económicos.

Una lectura Histórica y Geográfica de la cultura en sus relación con la economía consolida esta exploración que nunca terminaría. En Adolfo Meisel10 encuentro otro factor cultural interesante a tratar. Dice Meisel en un estudio sistemático y metódico que la tierra en el Caribe que en general tiene una vocación agrícola, es en su gran mayoría usada para la ganadería. Además podemos agregar el retroceso de la reforma agraria a una mayor concentración de la tierra, la desinformación sobre la tierra y el predial rural casi nulo. Mi percepción es que el Caribe puede crecer económicamente si mejora su uso de la tierra pero que el principal obstáculo está en la acumulación de la tierra y en su uso. El Caribe necesita mejor cultura de producción agrícola, mejor distribución de la tierra y un enfrentamiento político con los procesos de propiedad y manejo de la tierra. Está de por medio el conflicto armado, y el narcotráfico, pero sobre todo está la institución informal del uso de la tierra, el modelo de rentabilidad y desarrollo agrícola de grandes extensiones y plantaciones. Es un tema político, de costumbres institucionales que puede tener una transformación en lo cultural y no en lo económico. Lo económico lo transforma en político y lo político lo estanca en leyes y procedimientos. La solución es cultural, de cultura ciudadana, de invitación cívica a cambiar el paradigma mental.

Ahora bien, la identidad del Caribe no se teje desde sus precarias élites, ni desde lo que dicten las autoridades del centro del país. La identidad del Caribe se teje desde la apropiación de una visión de sí mismo, construida desde su misma naturaleza. Eduard Said desarrolla para oriente una teoría de la visión imperialista. Occidente crea un oriente para sus propias necesidades. Lo mismo se puede hacer con el Caribe. La visión que tenemos del Caribe y eso incluye a los mismos caribeños, está impuesta por la visión de occidente, o del norte, o de los Andes. Ese Caribe es calor, es salvaje, es sensual y es vago. Hay un “Caribismo” entronizado en las mismas cabezas de los habitantes del Caribe. La desventaja que tiene el Caribe es que a medida que se le conocía se construía. Asia, al contrario, tenía una historia sólida que occidente mitifica para convertirla en su propia fantasía. El Caribe que se inventa es el mismos Caribe que es. No hay nadie, no hay tradición, ni estado, ni nacionalidad que nos permita decir que hay otro Caribe. Ante ese desastre significativo en el mismo Eduard Said está la respuesta: «Creo que lo que la cultura Europea puede ofrecernos hacia el fin del siglo XX es una solución para diferentes tipos de reconocimiento (recognitions) en todos los diversos sentidos presentes de esa palabra tan polisémica: Reconocer la verdad histórica de la propia experiencia, reconocer la verdad de otras culturas y experiencias, reconocer la grandeza de la manipulación de que la cultura es capaz; reconocer que la cultura no es una serie de monumentos, sino una incesante confrontación con procesos estéticos e

10 Meisel, Adolfo Y Perez, Gerson. Geografía física y doblamiento en la costa Caribe colombiana. En Bonet, Jaime (editor). Geografía económica y Análisis Espacial en Colombia. Banco de la República. 2008.

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intelectuales: por último, reconocer en la cultura el potencial para crear imágenes audaces y declaraciones osadas. Todo lo demás es menos interesante.»11

Hay espacio para profundizar en la sugerencia de Said en nuestro recorrido por la cultura y la economía/desarrollo en el Caribe. En la visión histórica están las claves de conformación de hábitos culturales que condicionan la economía del Caribe, los ganaderos y los indígenas, los contrabandistas y las relaciones con Bogotá. La diversidad cultural, étnica, social e ideológica es sobre lo único que puede construir el Caribe colombiano, pero si lo hace puede producir consonancias, armonías y ritmos, para seguir con las metáforas de música clásica y europea de Ortiz y Benítez Rojo. Esas notas aparecen en banda, en la formación de nuestras nacionalidades, en los himnos que nos damos en las marchas políticas y rebeldes, en las construcciones arrocheladas de identidades justamente insurgentes de los libertos, los cimarrones y los irreductibles que generaron identidades, en las transformaciones de cultura ciudadana que se reparten por el país como manchas de aceite, transformando el caos en actos de civilización positiva. La cultura tiene una fuerza que el desarrollo necesita, que puede, si no es convocada, impedir el desarrollo, que puede catalizar un desarrollo oportuno, o inventarse un desarrollo. El milagro económico del Caribe es un milagro que va a pasar por la definición de Caribe, por la definición de milagro y hasta por el sentido que la cultura (indígena, africana, mestiza, marginal y social) le dé al desarrollo y a la economía.

La cultura tiene la clave del desarrollo, pero ¿quién tiene la clave de la cultura cuando se piensa en cultura económica y productiva?

La cultura tiene varias expresiones y una de ellas, quizás una de las más importantes porque es a la vez una actividad económica, es las bellas artes y sus nuevas manifestaciones tecnológicas. En la economía tendría un rol preponderante el arte y la literatura, la comunicación del video, del cine y de las nuevas tecnologías. Eso es cierto ya, con la economía inmaterial. Ahora bien, la principal función de las expresiones culturales además de constituirse en una fuente de ingresos es resignificar la vida. Darle una nueva capa de pintura a la existencia. Mejor dicho, reduciendo lo que no puede explicarse de otra manera: creando una identidad. ¿Cuál identidad? Pregunta Manuel Zuñiga: “Caribe” ¿Y por qué me dicen que soy Caribe, acaso yo quiero serlo? “El Caribe es un Ñame”,: contesta David Lara, haciendo referencia a la estructura fractal y multiforme del tubérculo. “No, El Caribe es una urdimbre”, dice Lisette Urquijo. Las identidades expresadas desde lo artístico, en símbolos crípticos lo incluyen todo. Pero para que la cultura contribuya con el desarrollo, la cultura necesita no solo poder expresarse, sino poder explicarse, difundirse. En eso la economía tiene un largo recorrido por hacer dándole a la cultura un espacio en su capacidad de influir el gasto público y privado. Entender en el Caribe la cultura es valorar la identidad, ciertamente un primer paso para la autoestima esencial en el desarrollo. La inversión en cultura, no es entonces una mala inversión. Lo que los economistas necesitan son argumentos

11 Said, Edward, Cultura identidad e historia, en Teoría de La Cultura, compilado por Gerhart Schroder, Helga Breuninger, Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A, 2005

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para sostener inversiones en el tiempo y justificar el valor fundacional que tiene la cultura con algo de cifras y álgebra pues los argumentos están.

Si uno se atreve a mencionar la búsqueda de identidad como factor de desarrollo, corre el riesgo de delegar esa responsabilidad en los políticos y en los medios de comunicación. La identidad, sobre todo la identidad del Caribe, puede convertirse en fiestas y en bailes, en parranda, en juegos y pretextos para gastar presupuestos. En manos de esas personas, de esos funcionarios la identidad se vuelve nuevamente excluyente y falsa. La construcción de una identidad no pasa por la artificiosa manera de recrearla, con un equipo de fútbol, con expresiones superlativas de pertenencia, con campañitas de publicidad, que si somos pasión, o si somos nada: majaderías. La identidad, si quiere convertirse en catalizador de la productividad, debe ampliar sus mismos alcances y buscar expresarse, difundirse y reconocerse en todos los estamentos de la sociedad. La identidad debe ir de la mano de los procesos políticos que hacen avanzar a las naciones. Sin dogmas y sin ortodoxias.

Aún así sigue faltando la clave que permita destrabar la economía desde la cultura, hay que sacarle el espíritu, invocar a las Orishas, porque como dice Benítez Rojo, esas mitologías permiten una construcción ideológica distinta. Invitar también a los espíritus indígenas, para que todos permitan el desarrollo o lo que queramos construir entre todos, hacia el futuro. Sobre la base de una construcción ideológica distinta, sobre el principio de que la cultura puede definir con imprecisión unos modelos de desarrollo, se iniciaría ya no la pesca de elementos culturales que permitan el desarrollo o que lo dejen de impedir, sino toda una visión renovadora del futuro y el progreso.

Escobar, en su ensayo sobre el posdesarrollo lo pone como un problema casi lingüístico que ya no parte de una certeza ideológica, sino que busca en la manera de expresar lo histórico y lo social, las realidades parciales de estos tiempos en los que se acabaron las certezas y las afirmaciones verticales.. El desarrollo y sobre todo la economía del desarrollo necesita la visón de Ortiz12, entre poética e iluminada, entre científica y formal, descachalandrada pero erudita, tendenciosa pero atrevida y por consiguiente reveladora. Lo que fascina del texto de Ortiz es que en sus tropos literarios encuentra realidades económicas y las expresa con más convicción que todos los demás textos que leí por ejemplo, sobre la “sugar revolution”. ¿Hay una economía de la poesía? Sí, eso fue “El gran salto adelante” Chino, y lo es también la construcción del “American Way of Life”. Las dos consignas son una propuesta que encuentra unanimidad en la población para avanzar y concretar en una gran y consistente marcha.

No es una buena noticia, los políticos y los académicos no resisten las voces informales y dubitativas. Además, las certezas no vienen al desarrollo del Caribe porque no están. Ni los indios, ni los negros, ni los criollos tienen creencias calvinistas y pragmáticas. El desarrollo del Caribe habla otro lenguaje: ¿cuál?

12 Ortiz, Fernando Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar. Advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y transculturalización. La Habana, Universidad Central de Las Villa, 1963.

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ANEXOS

Querida tía, en este momento me encuentro en Cartagena, el Caribe para nosotros ha sido siempre Cartagena.  Y lo ha sido para casi todos los colombianos. Muchos, como Oscar Collazos o Álvaro Restrepo han hecho de venir a vivir a Cartagena su principal objeto en la vida. Y aquí están mezclándose con los cartageneros de a pié, con una pata en la inteligencia local, pero otra en la producción local. El colegio del cuerpo, un proyecto cultural que sorprende, por su afortunado gusto por la cultura caribe, por su increíble efecto en un grupo social condenado y por su capacidad de revelar desde la micro empresa, la realidad y la proyección mundial. Inventario de habilidades culturales: arte, danza, narrativa, interculturalidad. Desarrollo de industrias creativas caribes: pueden tener un impacto más fuerte, y de mejores dimensiones. En todo caso al interrogar al Caribe, pueden obtener el doble beneficio, ingresos y el desarrollo de identidades y de satisfacciones propias. Es cierto que las Chamoiseau, Patrick “Ecrire en Pays Dominé” culturas se crean y se recrean a través de las formas culturales convencionales -bellas artes- y las no: las artesanías, la música popular. Entonces ese beneficio de la actividad cultural es un beneficio sutil, discreto pero profundamente subjetivo

Querida tía, estoy sentado en el lobby del Caribe. Yo todavía tengo recuerdos de cuando el Hotel Caribe era el único edificio alto, cuando el contrabandito era el mejor negocio de los vendedores de playa, cuando todo era más sencillo. Lo que uno siente que pasó en Cartagena, a pesar de tus comentarios despectivos, hacia negros y populachos, así como para los resultados de la urbanización,

Querida tía, la experiencia de visitar el Caribe con un punto de vista completamente, o por lo menos asumiendo un rol de rolo, de cachaco ha sido muy enriquecedora. En esa discusión creo que salimos airosos, como siempre, los rolos. La reflexión propuesta, no ignorar el punto de vista polémico de cachaco, de rolo, de no caribeño, puede tener riesgos. Un cachaco opinando de caribeños, estaría expuesto a mantener perpetuar estereotipos. Por eso pienso que el recorrido para esa reflexión puede y debe partir de ahí. Los resultados son variopintos: por un lado unos descubrimientos extraordinarios que empiezan a tejer la propia identidad. Es así como el encuentro con Patrick Chamoiseau, que me aleja de lo puramente parroquial, acerca la visión de la conformación de nuestro continente en general: somos el resultado de una mezcla más o menos compleja, en donde interviene el encuentro del colonizador con el indígena, el encuentro del indígena oprimido y destrozado con el negro cimarrón, en la selva. El encuentro de los dos en la absurda situación, de opresión. Pero también encuentro realidades físicas, el Caribe es un territorio maravilloso, del cual me siento partícipe como colombiano y por los lazos que he tenido toda la vida con el Caribe colombiano. Pero también tengo que poner de lado una distancia. No soy caribeño, por lo menos como colombiano no me puedo ver del Caribe. Así lo manifiestan algunos jefes de casting (mejor no poner esto).

Cartas cachacas

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Querida tía, estuvimos paseando en la lancha de Urrutia, ¿te acuerdas de ellos? Los hijos de la señora que había enviudado y a quienes ayudaste un par de veces, como Urrutia y yo nos hicimos amigos en Paris, cuando yo tenía con qué y él no, a veces cuando me lo encuentro en Bogotá me invita a pasear en su bote. Los muchachos nos dijeron: la ley es para los bobos.

Querida tía, esta mañana estuve leyendo un texto de William Ospina. No, no lo conoces, no tiene nada que ver con los Ospinas constructores. Es ese muchacho de colita larga que escribe en el espectador, ya hace rato te lo había comentado: William es un muchacho muy inteligente, muy estudiado y escribe sobre el capitalismo. No, William no creo que sea comunista, no debe serlo, si lo fuera no escribiría lo que escribe: es estudioso. Y algo filosofo, ha escrito novelas: pero al grano tía, de lo que estamos hablando es de un artículo que nos recuerda que nuestra democracia es débil, que los que defienden la democracia y el capitalismo en Colombia, no defienden el mismo capitalismo que defiende Obama. Uno es un capitalismo ordenado, respetuoso de la ley, ordenado, que defiende la propiedad privada, los valores democráticos y el interés común. El otro, que no tienen inconveniente en sumarse al narcotráfico es el capitalismos salvaje. Es un poco lo que ha sucedido en nuestro territorio El Caribe, no podrá ser hasta que no reconstruya su historia de guerra reciente. No basta con la inclusión de todos en justicia y paz, ciertamente no puede cargar en su camino a una democracia participativa con el lastre de ser un territorio donde la propiedad de la tierra no tiene legitimidad. Podría tener el aporte legal y la escritura, pero sí hay dudas sobre la expoliación, el asesinato, el chantaje. Esas lecciones civilizadoras, ese pensamiento político que, ¿qué quiere el Caribe colombiano?, seguir siendo un territorio salvaje, inhóspito, refugio de ilegales, de multinacionales. Esperamos una nueva guerra como recuerdo, en reacción justa al despiporre de la última década. O vamos a trabajar en un modelo de reconstrucción, con justicia, con reparación,

Querida tía Lucía..... Estaba pesando hoy en el Hotel Caribe. Te acuerdas, tía, las vacaciones que pasamos en ee hotl en 1970 cuando yo era apenas un niño. Yo recuerdo haber preguntado , qué querioa decir Caribe . De lo que o me acuerdo es de la respuesta. O si, pero creo que mi papa, mi mama, mi tío Gustavo y tú tenían una caracterización. Unos decian que era la costa, otros que era Yo soy Bogotano, pero siempre hemos tenido una imagen de la costa.

Querida Tia Lucía,Ayer salimos de Bogotá y llegamos a Cartagena. Volamos en un vuelo un poco congestionado y lleno de toda clase de personajes. Árabes, Israelíes, gringos, cachacos, un equipo caleño de Patinaje, y muchos consteños. Pero todos estábamos tropicalizados, dispuestos a llegar a tierra caliente a pasarlo bueno. Y divertirnos. Los más conspicuos eran, qué raro, los mismos costeños. Como si toda nuestra alegría-Tal y como te prometí cumplo con enviarte mis impresiones.

PS. Tía, encima de tu office al lado de la mesita del té se me quedó un libro de Montesquieu que quería leer durante el viaje. Se llama las Cartas Persas. Es un libro que me regaló el tío Eduardo. No sé de qué trata. Pero Puede ser importante.

En fin, tía, llegamos al Caribe…

Querida tía Lucía, En su tiempo, Motesquieu escribió un texto -las cartas persas- como un ejercicio literario y de reflexión sobre la Francia política, y la cultura francesa de la época. El texto es valioso, logra escribir con interés un territorio cercano: la misma Francia, con una mirada pretendidamente inocente. Yo no quiero igualarme, Tía, a Montesquieu, pero ahora que ando estudiando la cultura caribe, en donde me ven como rolo, cachaco o por lo menos no caribeño, siento que tengo ante mí la posibilidad de descubrir algo que no veía antes. Más que sentirme discriminado, siento que agrego a mi Colombianidad -palabra espantosa- un mejor conocimiento de mi ser caribeño. Este viaje, querida tía, en donde espero poder sacar conclusiones personales y analíticas, sustituye un ensayo argumentativo o lo incluye, matizado de un comentario personal inevitable ante la mirada extraña que me produce el ejercicio de la cultura caribeña. Empecemos, tía, por un simple ejercicio de percepción. Nunca sabremos que tan caribeños somos: tenemos en nuestros ancestros los Gnecco, contrabandistas de Rioacha, pero nos hemos criado en cualquier otra parte. Para nosotros el Caribe es un sitio de vacaciones. Verdad es que teníamos una parte del negocio familiar en la costa, y que eso nos hizo venir con más frecuencia. Pero no podemos reconocernos como Costeños. Y eso le pasa a casi todo rolo, la costa es un lugar de vacaciones, exótico y diferente. Escribió Eduard Said, un texto “orientalismo”. Lo traigo a colación porque creo que hay un Caribe mítico, en la visión de nosotros los cachacos, los rolos, los del interior. La visión fantástica ha cambiado con el tiempo, podríamos adelantar un caribismo universal, y un caribismo colombiano. El universal es sencillo: empieza con Shakespeare, en Lope de vega hay también un personaje caribe...En todos los casos se proyecta una manera de ver el Caribe, que dice poco de los caribeños propiamente dichos y mucho de los europeos.

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Un Caribe sin melanina

¿De qué Caribe me habla usted?

Manuel Zúñiga1

Recuerdo que ‘Geografía’ fue una de mis asignaturas favoritas en mi paso por educación primaria, por aquello de llegar a conocer distantes, extraños y desconocidos lugares que me ubicaban en un lugar en el mundo, que al parecer aún habito, gracias a imágenes y descripciones narradas. Con tiza en mano mi profesora señalaba sobre una cartelera plastificada el contorno de este lugar específico y que mi cuaderno con dibujos confirmaba. Creo que a pesar del magnifico ojo satelital de Google Earth, al igual que antes, hoy podemos crear mundos con solo señalarlos. Ante tal posibilidad vale la pena no subestimar en los estudios culturales, antropológicos y económicos sobre la costa norte colombiana, los complejos procesos contemporáneos de construcción de sentido sobre el Espacio y la Pertenencia en relación con supuestos imperantes originados en la formación temprana que resisten. El presente artículo procurará distanciarse de la idea de lo Caribe, involucrando un doble juego sobre lo nacional (costa Caribe colombiana) y lo internacional, trascendiendo la dimensión geográfica y cultural para luego determinar su significado en el presente.

Simular Mapas

Si bien le debemos a la “historia blanca” y a su imaginería el supuesto canibalismo de los prehispánicos y el nombre del mar interior como Caribe, este término es más bien una reciente invención muy a pesar del esfuerzo de Gustavo Bell Lemus quien en una investigación preliminar de 1995 vio cierta correspondencia entre la desaparición de la palabra “Mar Caribe” en los mapas del Instituto Agustín Codazzi como evidencia discriminatoria por parte de las élites del país andino. Pienso que en el afán de diferenciación y reivindicación precisamos de un pasado visible, un continuum visible, un mito visible de los orígenes que nos tranquilice acerca de nuestros fines, pues en el fondo nunca hemos creído en ellos,2 surte el efecto

1 Artista plástico. Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cultura.2 Jean Baudrillard en Cultura y Simulacro, 1978. Disimular es fingir no tener lo que se

tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia. Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es fingir: «Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos síntomas de ella» (Littré). Así, pues, fingir, o disimular, dejan intacto el principio de

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patriótico deseado en la construcción de identidad, que es cuando adquiere sentido y justificación el pasado.

Pero más allá de que el Mar Caribe como lugar geográfico (Caribbean Sea) apareciese a partir del siglo XVIII en los mapas Ingleses, como una distinción estratégica para demarcar los mismos territorios en disputa con los franceses en su afán colonialista e imperialista, o sea como estrategia de exclusión del país andino ¿qué se quiere lograr con la denominación Caribe? Hoy día, por ejemplo, a razón de la iniciativa ‘Región Caribe’, una fuerza política motivada por el rezago económico de los departamentos de la costa que busca crear una institución política propia con autonomía administrativa, como contrapeso al poder del gobierno central, serían motivos de tipo económico y geopolítico la base de tal proyecto, permitiéndole como región progresar y desarrollarse, por lo tanto no fuimos caribes sino hasta cuando fue necesario.

Bajo la anterior afirmación, la cultura Caribe, como un entramado de sentidos, podría verse como el medio más conveniente para volver cotidiano y digerible el discurso bajo razones de conveniencia determinada por intelectuales. Retornando al subtítulo del párrafo tomado del filósofo francés Jean Baudrillard sobre la construcción de realidades, podemos concluir que hoy en día la simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio. Lo real es producido a partir de células miniaturizadas, de matrices y de memorias, -de modelos de encargo- y a partir de ahí puede ser reproducido un número indefinido de veces.

Región sobre Territorio / Hermanos al Rescate

Si bien el plano hiperreal de la simulación proyecta una sombra de duda sobre la construcción de lo Caribe como discurso de integración cultural, esta posibilidad no se explica solo desde términos filosóficos. Existen múltiples situaciones recientes y de amplio seguimiento mediático que evidencian un reiterativo temperamento transgresor a estructuras ideológicas y políticas imperantes que generan inestabilidad e incertidumbre locales y globales en relación con la construcción de discursos de integración regional, una especie de síntoma común que desajusta repetidas veces estructuras hegemónicas, no necesariamente haciéndolas mejores pero si exigiendo su revisión.

Antonio Gaztambide, investigador de la Universidad de Puerto Rico, identifica 5 tendencias de construcción de región, a veces determinada por los imperios, otras de frente a los imperios, unas geográficas, académicas o intelectuales, y todas

realidad: hay una diferencia clara, sólo que enmascarada. Por su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo «verdadero» y de lo «falso», de lo «real» y de lo «imaginario». El que simula, ¿está o no está enfermo contando con que ostenta «verdaderos» síntomas? Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni como noenfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la enfermedad inencontrable en lo sucesivo.

Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?

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más o menos teñidas de geopolítica, cuya aparición coinciden cronológicamente con la implementación de la política internacional de diferenciación entre Latinoamérica y el Caribe por parte de EEUU en 1945. Los centroamericanos por ejemplo no se planteaban una identidad internacional caribeña, hasta que los forzó la contraofensiva estadounidense sobre Cuba, Nicaragua y Granada en los 80 conformando el Gran Caribe como la suma de lo insular y de Venezuela, partes de Colombia y de México siendo esta la tendencia más reciente que deja ver de todos modos el Caribe como un invento del siglo XX.

Todos estos procesos tuvieron como escenario adicional la consolidación de bloques económicos; el proyecto de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) procuraba poner a sus integrantes en mejor posición para negociar. Esta tendencia es bastante débil en cuanto a consolidación de una nueva identidad regional. Como si esto fuera poco, las dinámicas sociales obedecían a sus propios impulsos, muchas veces en contravía con los propósitos integracionistas que buscaron hacer frente a las hegemonías regionales e internacionales. Como caso emblemático, el 24 de febrero de 1996, la Fuerza Aérea de Cuba derribó dos aviones civiles pertenecientes a la organización benéfica Hermanos al Rescate que penetraron repetidas veces el espacio aéreo cubano. Aunque el tema de la zona donde se produjo su derribo es contradictoria, sí es conocido que en otra ocasión incluso sobrevolaron de forma rasante La Habana.3 La segunda generación de inmigrantes cubanos asentados en la Florida, en solidaridad con los balseros escapistas del régimen, organizaron en 1991 la ONG “Hermanos al Rescate” (similar a Médicos sin Fronteras) que buscó brindar apoyo básico humanitario consistente en orientación, ayudas alimentarias y kits de primeros auxilios en pleno altamar, facilitándoles el propósito de ser acogidos por la ley de ‘pies secos’ ante el total desinterés regional por su calamidad que por tal condición solían ser objeto de persecuciones políticas y judiciales, como de muerte tanto en tierra firme como en el basto escenario de las aguas internacionales, nuevo territorio de nadie. Hicieron sus funciones en avionetas Cessna, para entonces no había ningún conflicto con el gobierno cubano. A partir de 1994 sus acciones llegaron más lejos. Dejaron caer sobre La Habana pancartas y folletos de propaganda contra el gobierno cubano y llamando a una sublevación popular. Desde entonces el gobierno de Cuba comenzó a acusarlos por violar leyes sobre la privacidad en el espacio aéreo, a lo que el gobierno de los Estados Unidos no prestó mucha atención.4

Con motivo del aniversario del reinicio de las luchas por la independencia, El 24 de febrero de 1996 partieron del aeropuerto de Oppa Locka tres avionetas hacia Cuba. El gobierno Cubano ordenó la salida del MiG-29UB 900 y un MiG-23 para detener a los aviones.5 Desde ese momento la historia posee incoherencias. Primeramente se lanzó una bengala mientras ya era perceptible la presencia de estos cazas supersónicos. Los aviones solicitaron el resguardo a las

3 http://es.wikipedia.org/windex.php?oldid=25363966Contribuyentes: Bridwellisland, Der Kreole, 2 ediciones anónimas

4 http://www.gacetadejagua.cu/contracuba/general/hermanos_al_rescate.htm5 http://urrib2000.narod.ru/EqMiG29.html

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fuerzas armadas de Estados Unidos, pero el gobierno no autorizó a los F-16 su intervención. Fueron derribadas dos avionetas con misiles aire-aire que no dejaron ningún tipo de restos de las aeronaves. El líder de la organización, José Basulto, logró escapar.6 Sin embargo, el gobierno de EE.UU. mantuvo oculto durante diez años que Raúl Castro fue el responsable de planificar y ordenar el derribo de las dos avionetas de Hermanos al Rescate declaró Basulto, presidente de dicha organización,7 afirmando también que el derribo de las avionetas por cazas de la fuerza aérea cubana tuvo lugar en el espacio aéreo internacional confirmado luego por un informe de la Organización Internacional de Aviación Civil de las Naciones Unidas (OACI) del 26 de junio de ese año.

El anterior relato confirma que el tema de los límites fronterizos, los flujos migratorios y las regulaciones del caso hacen romántica cualquier intento de unidad, sumada a la herencia colonialista de dominación, resentimiento y venganza no resueltos. Los principios de convivencia colectiva se mueven en términos de Nación y Soberanía, entre radicalismos y desconfianzas que se quieren enmascarar en razones culturales; puede decirse con Bourdieu: “Lo característico de toda tensión de fuerzas es disimularse como tal y lograr toda su potencia precisamente gracias a este disimulo”, porque raras veces las dinámicas culturales son las razones que influyen en la política y la economía, transformando sus decisiones, ¿acaso el Caribe de Celia Cruz8 es el mismo de García Márquez?9 La cuba imposible de Celia a la que no alcanzo a volver siendo este su último deseo antes de morir en 2008.

6 http://ecodiario.eleconomista.es/mundo/noticias/870968/11/08/Socorristas-cubanos-de-Hermanos-al-Rescate-venden-avion-y-cambian-metodo.html

7 Diario Las Américas. “EE.UU. encubre a Raúl” Dice José Basulto, presidente de Hermanos al Rescate. Por Ariel Remos / Publicado el 08-21-2006.

8 Para la ocasión, presento la transcripción un segmento de la canción “La Cuba Mía”, interpretada a tres voces por Willy Chirino, Reutilio y Celia Cruz, donde se deja ver el dolor y la nostalgia por volver, y la frustración por la muerte de Cruz en quienes la escuchamos: Quiero pasear sin amarguras, por las calles de tu recuerdo, y rescatar por fin al niño, perdido en mis pensamientos. Porque el tiempo y la memoria, juegan juntos en esta historia... quiero volver sin mirar atrás, poder vivir para perdonar, quiero sentir, quiero regresar a la cuba mía...

9 En una entrevista concedida a Silvia Lemus titulada “El barco donde estaba el paraíso” y publicada por el diario El Tiempo el 16 de enero de 1994, Gabriel García Márquez dijo: (…) cuando llego al Caribe todo mi organismo empieza a funcionar de otra manera y mejor, como si lo hubiera puesto otra vez en su medio ecológico, del cual lo saco con frecuencia. Me voy a Bogotá o a México, que están a dos mil y tantos metros de altura, o me voy a Europa, que culturalmente es otra cosa por completo. Y cuando vuelvo aquí todo empieza a funcionarme bien y empiezo a pensar mejor. No he escrito un solo libro que no tenga sus raíces, al menos, en el Caribe. ¿Por qué? Porque no sé ver otro mundo. Donde quiera que estoy, cualquier cosa que veo, cualquier experiencia que tengo, no la comprendo si no la relaciono con el Caribe y con mis orígenes caribeños. Entonces procedo por comparación; en cambio, aquí no es por comparación, aquí es el mundo que conozco, el mundo en el cual me muevo, el único que entiendo. Sin embargo la dificultad y restricciones de movilidad de muchos llamados caribes, dejan mucho que desear de esta situación.

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Es el mismo caribe parcializado que reproduce resentimientos y diferencias en su afán democratizante. Ante la dificultad de establecer la integración, se podrían hacer mayores distinciones con la conformación de grupos (bloques) de países por afinidad y animadversiones comunes, tal vez no se trata ni de unidad, de totalidades o justificaciones históricas, ¿de qué podrá tratarse entonces? Veamos pues.

Plantación y Globalización

Si se tratase de encontrar un elemento común en las culturas caribeñas, esta podría ser que fueron creadas por grupos humanos en conflicto permanente con el sistema dominante y la plantación azucarera (principalmente) esclavista presente en la mayoría de las formaciones sociales bañadas por el mar Caribe. También habría que mirar lo que Jean Casimir llama la Contra plantación. Lejos de edificarse a partir de estilos de vida impuestos por Occidente, esta región inventó otras formas de vida para superar los estragos causados por la sociedad esclavista.

La cultura caribeña, según esa teoría, es una respuesta a la sociedad económica impuesta por la plantación, reconociendo una identidad etnocultural mestiza, pero marcadamente afro-americana: la Afro-América Central.10 No obstante, esta definición deja de lado otros Caribes, principalmente continentales, en los cuales la plantación no sucedió como en el resto de la región, como es el caso del Caribe Colombiano.

Sin adentrarme en las múltiples posturas en torno a la definición del Gran Caribe, quisiera resaltar un fenómeno contemporáneo que a mi parecer, contribuye a una idea de región.

Resulta irónico constatar cómo el relevo imperialista ha sido un fenómeno de carácter regional, de tal manera que los impactos homogenizadores de EE.UU., del neoliberalismo y de la globalización económica, han hecho que se estudien conjuntamente en Centroamérica y en la región caribeña. EE.UU. ha impedido en la región el desarrollo de un grupo diversificado de inversionistas, sectores de exportación, mercados e interpretaciones locales de democracia. Las pequeñas compañías de la región compiten en desventaja en el mercado global. Sin embargo la exposición económica que resulta de la globalización puede ejercer presión para que los países de la región confronten sus problemas internos.

Esta circunstancia de dependencia con EE.UU. parecía limitar la compresión de lo caribe a términos económicos: numero de importaciones sobre las exportaciones, tratados de libre comercio, apertura a inversión extranjera, crédito y sobre giros, deuda externa e inversión al sector servicios (turismo y explotación de recursos naturales). Pero si algo hay que rescatar de todos este movimiento es la tendencia a la sublevación, desde el cimarronaje, la abolición de la esclavitud y la independencia iniciada por mestizos que reclamaban sentido de pertenencia, luego de un doloroso proceso de conquista y colonia.

10 Ídem.

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Territorio sobre Región / Archipélia

El profesor y antropólogo colombiano de origen wayuu Wilder Guerra, comentó al grupo de estudiantes de la maestría en Desarrollo y Cultura que “dos personas pueden compartir el mismo espacio, pero estar en distinto territorio”, lo que significa que la manera de relacionarse con el lugar varía de una persona a otra y su desconocimiento genera todo tipo de atropellos, ¿qué se puede hacer para convivir bajo estas circunstancias, cuando urgen los limites y la diferenciación para la construcción de región? ¿Qué ofrece la comprensión del espacio desde el territorio, y no de región, en relación con la convivencia y la idea de lo caribe?, al respecto asumiremos el territorio como opción sobre la Región, no sin antes deja ver en qué consiste.

Según el filósofo Colombiano Eduardo Chirolla, el territorio es una instalación de elementos heterogéneos, que mantienen su vínculo gracias al ritmo, al ritmo expresivo, muy similar a lo que Benitez Rojo afirma es el denominador de lo caribe. Digamos, entonces, que esta instalación está compuesta por un bloque de sensaciones. A través de rasgos, marcas, ritmos expresivos es con los cuales se construyen territorios, territorios que no preexisten; se traza el mapa y simultáneamente se crea un espacio, una zona de coexistencia de componentes heterogéneos. Es el territorio mismo el que se expresa en la medida en que es trazado, las marcas territoriales son, pues, expresión del espacio construido. En mis palabras significaría entender que no es posible predeterminar las dinámicas, limites y características de un territorio ya que este lo construye cada sujeto que instala marcas, no factible en la definición de región, ya que esta obedece a una línea de pensamiento occidental ilustrado, adoptado de manera general por las naciones. El territorio se presume complicado a los ojos de legisladores ya que no plantea limites mensurables, puesto que el territorio se mueve junto con los sujetos en sus múltiples desplazamientos, no necesariamente bajo intenciones de dominio territorial sino como parte de un proceso de subjetivación (o producción subjetividad), en ese sentido el territorio se convierte así en un lugar de paso, en un espacio abierto.11

El hábitat territorial es ante todo un espacio dimensional y ya no direccional como aquel propio del hábito. El territorio no es anterior a la marca; la marca traza y hace al territorio. Todo muy similar a la idea de Rizoma, pero más afín al concepto de Todo-mundo de Edouard Glissant,12 que se constituye en el otro componente de

11 La relación arte y territorio. Aproximaciones a una geoestética a partir de Deleuze y Guattari Prof. Gustavo Chirolla. Geoestéticas de Caribe. Mincultura. 2009

12 Edouard Glissant, nacido en Martinica en 1928, es uno de los poetas, novelista y teóricos del Caribe de mayor relevancia. Desde sus comienzos, las ideas de Glissant fueron un aporte único y original a un contexto dominado por los movimientos del surrealismo, de la francofonía y de la négritude. El aspecto polimorfo de su obra, dificultó su recepción. Inicialmente se le clasificó entre los marxistas o se le incluyó en antologías que lo insertaban en las tradiciones de una francofonía negra o de una literatura negro-africana. Su obra se ubica ahora más ampliamente en el campo de los estudios del Caribe que se diferencia tanto de la francofonía y de la négritude, como del movimiento más reciente de la creolité.

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esta novedosa manera de concebir la relación con el territorio. En esa perspectiva, la relación entre el descubrimiento y la conquista deja de ser evidente, así también como la pertinencia de las conquistas; y sólo las colectividades –aún insertas en las sendas de un pasado que no pueden superar, tal vez a causa de su impresionante carga que les impide moverse junto con el mundo tanto como fuese necesario– siguen creyendo en la convivencia de la conquista y del descubrimiento. La dimensión del mundo-totalidad hace caducar el apetito de la dominación y, si no se da en los hechos, al menos se da en la valoración que de él deriva: la potencia de las naciones ya no es su grandeza. La grandeza nace de la intuición colectiva que tenemos del mundo.13

Continuando con el pensamiento de Glissant, escribe que acercarse al mundo significa tanto morar en él como desandarlo o ir a la deriva. Los puntos de sujeción y los puntos de flotación no sólo se distinguen por la elección de las poéticas o por el liberalismo de las filosofías, por lo menos cuando estos puntos no son impuestos por los terribles asaltos de la miseria de los pueblos y de su exterminio. Esta es la parábola del archipiélago, pensamiento del ensayo, de la tentación intuitiva, que se podría adosar a pensamientos continentales que serían sobre todo pensamientos de sistema. El archipiélago del Caribe es el prólogo de las Américas, y recordamos que, por esta misma razón, en el siglo XVI al mar del Caribe se le denominaba mar del Perú. Las fronteras entre los lugares que se constituyeron en archipiélagos no tienen muros sino pasajes, en los que circulan los pensamientos del mundo.

En contrapunteo con la de idea de mestizaje, como la mezcla de razas y sus múltiples combinaciones que las anula por tal efecto, el termino de criollización de Glissant en palabras de la investigadora Amalia Boyer se presenta como una conveniente alternativa ajustada a los planteamientos anteriores al no reconocerse como una mezcla informe en la que cada cual podría perderse, sino una consecuencia de asombrosos –y sobre todo imprevisibles– resultados, cuya máxima no imperativa se resumiría de esta manera: “Puedo cambiar intercambiando con el otro, sin por ello perderme o desnaturalizarme”, en ese sentido afirmar la pertenencia por el mestizaje se constituiría en un obstáculo para realizar un encuentro libre de estereotipos y representaciones clasistas.

A partir de la tesis sobre la criollización, Glissant procura pensar las bases de una teoría de la identidad que sea sensible a lo singular, a lo propio de la realidad de la cual proviene el caribeño, pero sin limitarla a una problemática de carácter local y excluyente como ocurre con el discurso de la creolité. La criollización, que es una mezcla siempre imprevisible, más de tipo étnico e intercambio cultural, exige que los elementos heterogéneos puestos en relación se “inter-valoricen”. La identidad ya no puede ser pensada sobre las bases de una raíz de origen único, excluyente de otras identidades. Se trata más bien de pensar la identidad a partir de un modelo rizomático en el que reconocemos en cada uno de nosotros múltiples raíces que pueden ir al encuentro de otras raíces.14

13 Ídem.14 Geografías e imaginarios, Preparación para un ejercicio de Geoestética. Amalya Boyer

PhD. SEMINARIO DE GEOESTéTICAS DEL CARIBE, Mincultura. 28/05/2009

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Pareciese que todo conduce a reafirmar que los habitantes de las geografías bañadas por el mar caribe son caribeños, sin embargo no debemos suponer que este término signifique un esfuerzo totalizante, a pesar del uso de términos Mundo-total e identidad, más bien apuntan a que estas categorías se construyen desde cada cual independientemente de su pasado. De esta forma, el problema de la Relación resurge en torno a la preocupación por el cómo entran en relación nuestras propias raíces con las de los demás. Al abrirnos a los demás corremos el riesgo de diluirnos pero, según Glissant, esta es nuestra única salida actualmente, ya que encerrarnos en nosotros mismos solo puede conducir a la miseria, a la guerra y a la devastación del planeta.15

Boyer, invitada en 2009 por el Ministerio de Cultura al seminario de Geoestéticas del Caribe en Cartagena, aportó a la tesis de Glissant el término de “Archipélia” como lugar de la geoestética,16 como nuevo espacio por el que circulan libremente múltiples estéticas y poéticas. Este lugar busca producir un espacio en el que diversos regímenes estéticos y poéticos puedan entrar en relación. Se podría hablar entonces de una archipielización de los distintos regímenes de identificación de las artes (poéticos, estéticos, occidentales, caribeños, etc.), diseminados en tantos lugares de emisión como regiones y gentes pueblan esta Totalidad-Tierra, como diría Glissant.

En conclusión, Archipélia responde a las exigencias del territorio e invitan a cuestionar el regionalismo y la frontera como una totalidad englobada por una que es capaz de construir cada sujeto desde su arraigo ancestral con el territorio, antes que cualquier adjetivo Caribe. Sin embargo, para asimilar esta perspectiva, es necesario superar condicionamientos de mayor arraigo, una especie de clichés en la definición formal de lo Caribe.

Identidad e identificaciones / un Caribe sin Melanina

Para distinguirnos hay que diferenciarnos, cosa que en principio no guarda malicia alguna. Parafraseando al filósofo Ignacio Abello, este principio de diferencia viene de la mano del reconocimiento, los cuales pueden permitir que se den relaciones de interculturalidad equivalentes entre diferentes culturales sin pretender igualdades o unificaciones, sino que se saben diferentes, y buscan conservar su diferencia,17 aunque hayan veces que la equivalencia se dé en términos de luchas para reclamar o imponer este reconocimiento. Encontramos también que bajo la noción de ‘igualdad’ que por definición excluye todo lo diferente, todo lo no igual, se ignoran dinámicas culturales particulares, ya que no puede existir lo diferente de ese ‘igual’. Vemos como las políticas culturales hablan, de buena fe, de multiculturalidad y diversidad, llevando implícito el asunto del reconocimiento de iguales, es decir, de aquellas expresiones reconocidas y legitimadas, excluyendo las distintas. Lo multicultural se refiere

15 Ídem.16 Ídem.17 Interculturalidad y Políticas Culturales, de Ignacio Abello. Universidad de Los Andes,

Departamento de Filosofía Bogotá.

Un Caribe sin melanina ¿De qué Caribe me habla usted?

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a que todos somos iguales, situación que no se da como tal en el plano de la cotidianidad, por lo que no podríamos decir que se valoren como iguales las prácticas culturales de, por ejemplo, jóvenes raperos con la cultura del vallenato, el conocimiento ancestral de los wayúu con la cultura de consumo de las ciudades, entonces, ¿por qué insistimos en ello?

Hemos venido alimentado patrones culturales representativos, símbolos, sonidos, gustos imbricados en el sentido de pertenencia, acostumbrándonos a ser reconocido bajo estos esquemas reforzados por la sociedad de consumo, por instituciones y de vez en cuando por iniciativas reivindicantes y políticamente correctas. En relación con la idea de una Archipélia territorializante e intercultural que propongo, identidad no se podría asumir como el reconocimiento frente a patrones de conducta comunes. Si bien se puede decir que el costeño, el habitante de la costa norte colombiana, es particular (se diferencia) de otros por su forma de hablar, actitud relajada, sentido del humor y otras expresiones más despectivas, otras más intelectuales, esta categorización como tema regional entraría más en el discurso de lo igual pero diferente, cuando también podría tratarse de un reconocimiento entre distintos sin pretensión alguna de igualdad y no reducido a un tema de homogeneización local sobre la base de la pura aprobación social, política y cultural sobre formas convenientes de ser Caribe, formas primordialistas de presumir el comportamiento de los que habitamos este lugar del mundo.

Propondría reconsiderar tal idea arquetípica y preexistente de lo Caribe, regocijada y reforzada en un afán de diferenciación con otros no iguales al interior de los límites geográficos, preferiría ignorarla optando por otra actitud que, parafraseando al teórico Español José Luis Brea, sea más bien un asunto de capacidad de procesamiento, de posibilidades de cruce bajo la metáfora del software, que de capacidad de memoria, con lo cual se podrían construir distintas relaciones y territorios que se pueden extender e imbricar con cualquier otro punto del universo.

Mario Vargas Llosa (2006) dice que una de las obsesiones recurrentes de la cultura latinoamericana ha sido definir su identidad: “A mi juicio, se trata de una pretensión inútil, peligrosa e imposible, pues la identidad es algo que tienen los individuos y de la que carecen las colectividades una vez que superan los condicionamientos tribales. Pero, al igual que en otras partes del mundo, esta manía por determinar la especificidad histórico-social o metafísica de un conjunto gregario ha hecho correr océanos de tinta en América latina y generado feroces diatribas e interminables polémicas”.18

En vez de identidad, algunos científicos sociales proponen la palabra “identificaciones”, es decir, las personas tiene múltiples intereses y se identifican con valores muchas veces contradictorios, en diferentes clases sociales, en la T.V., en la tradición, estableciendo así unas redes complejas, donde los procesos

18 Diario La Nación (Argentina) Domingo 18 de Diciembre de 2005. América latina: la utopía mestiza, Por Mario Vargas Llosa

Encuentros. Serie sobre desarrollo y cultura

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macro y micro sociales en el individuo se pliegan y se mezclan en diversos tiempos y espacios.19

Abogo por un lugar que sea la consecuencia de libres convergencias, que trascienda el mestizaje, el color de piel como lo verdaderamente caribeño; más que una región, reconocimiento intercultural, más que identidad, identificaciones, que implique más bien pensar el “medio” por el que transitan y entran en relación múltiples imaginarios de diversas procedencias. Propongo como metáfora un caribe sin melanina,20 como aquella posibilidad que trascienda complejos históricos y que no se detenga en revisar las concentraciones de melanocitos en la piel como factor determinante (tanto étnico como culturalmente) para lo Caribe, y que en su ausencia deje ver lo visible21 como acto de reconocimiento intercultural, más que un asunto geográfico o climático, una especie de metáfora sobre la hegemonía ideológica y cultural que reproduce estereotipos.

A la memoria del profesor José Ignacio Abello, profesor de Teorías Culturales de la Maestría en Desarrollo y Cultura 2009

Cartagena de indias / 20 – 09 – 2010

19 Arte, Comunicación y Ciudad, de Cristóbal Colón a la Bienal de Venecia de un solo golpe. Natalia Gutiérrez. Revista OJO, Área de Artes, Diseño y Comunicación de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. #1 1997. Anota también que más aún, esa importancia del sujeto ha dejado inservibles ciertas palabras, como “identidad”, que en realidad se convirtió en una etiqueta que agrupa a las personas como si compartieran ciertos valores establecidos, pero que a la larga resultan siendo estereotipos que incluso nunca generan nuevas actitudes.

20 La melanina es el determinante primario del color de la piel humana. Producida por melanocitos, células derivadas de la cresta neural que se encuentran en la capa basal de la epidermis. La melanina es un pigmento de color negro o pardo negruzco en forma de gránulos que existe en el protoplasma de ciertas células de los vertebrados. En los humanos, la melanina se encuentra en piel, cabello, en el recubrimiento de la retina, en la médula adrenal, en la zona reticular de la glándula adrenal, oído interno, y en la substantia nigra (en latín, literalmente «sustancia negra») y el locus ceruleus, «mancha azul», del cerebro.

21 Ignacio Abello citando a Michel Foucalut en Interculturalidad y Políticas Culturales, de Universidad de Los Andes, Departamento de Filosofía Bogotá.