muerte de dios

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 SELECCIÓN DE TEXTOS DE NIETZSCHE SOBRE LA MUERTE DE DIOS «LOS PRESOS.- Una mañana los presos salieron al patio de trabajo; el carcelero no se encontraba en él. Unos se aplicaron enseguida a su tarea, como era su hábito; los otros permanecieron sin hacer nada echaban a su alrededor miradas desafiantes. Entonces u no de ellos salió de las filas y exclamó: “Trabajad si queréis, y si no queréis, no trabajéis; tanto da. El carcelero ha descubierto vuestras maquinaciones y os va a castigar durísimamente. Ya le conocéis; es despiadado y rencoroso. Pero escuchad lo que os voy a decir: no me conocéis; yo no soy lo que aparento. Yo soy el hijo del carcelero, y puedo alcanzarlo todo de él. Puedo salvaros, y deseo salvaros. Pero entendedlo bien, no salvaré más que a aquellos de vosotros que crean que yo soy el hijo del carcelero. ¡Qué los otros carguen con el fruto de su desconfianza!” “Pues bien –manifestó después de una corta paus a uno de los presos más jóvenes-: ¿qué valor tiene para ti que creamos o no creamos? Si en verdad eres el hijo del carcelero y puedes hacer lo que confieras, intercede en nuestro favor, y harás con certeza una buena obra; ¡pero abandona e sos sermones sobre la fe y la incredulidad!” “Yo no creo nada- dijo uno de los jóvenes-. Ese hombre no está en sus cabales. Yo os confirmo que dentro de ocho días estaremos todavía aquí, exactamente como hoy, y que el carcelero no sabe nada.” “Y si es verdad que supo algo, ahora no sabe nada- exclamó el último de los presos que en aquel momento acaba de bajar al patio-, pues el carcelero acaba de morir de repente.” “¡Hola!- Exclamaron muchos de los presos a un mismo tiempo-. ¡Hola! Con que el hijo, ¿eh?, ¿dónde está la herencia? ¿Es que somos ahora tus prisioneros?” “Ya os he dicho- contestó con dulzura el interpelado-, pondré en libertad a aquellos que crean en mí; lo afirmo con tanta certeza como que mi padre vive aún.” Los presos no se rieron, pero se encogieron de hombros y se alejaron de él. » ( Humano, demasiado humano , 2, #8 4) “EL INSENSATO. ¿No habéis oído hablar de ese hombre loco, que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar: “Busco a Dios, busco a Dios”? Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó la hilaridad. “Qué, ¿se ha perdido Dios?”, decía uno. “¿Se ha perdido, como un niño pequeño”?, preguntaba otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?” Así gritaban y reían en confusión. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. “¡Nosotros le hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! Pero, ¿Cómo hemos podido obrar así? ¿Cómo hemos podido variar el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho cuando hemos separado esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adónde le conducen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos sin cesar? ¿Hacia adelante, hacia atrás, de lado, de todos lados? ¿Todavía hay un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? El vacío, ¿no nos persigue con su hálito? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepulteros, que entierran a Dios? ¿Nada sentimos aún de la descomposición divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Y somos nosotros quienes le hemos dado muerte! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y más poderoso ha perdido su sangre bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzad os a inventar? ¿La grandeza de este acto no es demasiado grande para nosotros? ¿No estamos forzaos a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso, y las generaciones futuras pertenecerán, por virtud de esta acción, a una historia más elevada de lo que fue hasta el presente toda la historia.” Aquí calló el loco y miró de nuevo a sus oyentes; ellos también se callaron y le contemplaron con extrañeza. Por último, arrojó al suelo la linterna, que se apagó y rompió en mil pedazos. “He llegado demasiado pronto”, dijo: “no es mi tiempo aún. Este acontecimiento enorme está en el camino, marcha, todavía no ha llegado hasta los oídos de los hombres. Es necesario dar tiempo al relámpago y al trueno, es necesario dar tiempo a la luz de los astros, tiempo a las acciones, cuando ya se han realizado, para ser vistas y oídas. Este acto está más lejos de los hombres que el acto más distante; y, ‘sin embargo, ellos lo han realizado’”. Se cuenta, además, de este loco que penetró un día en diferentes iglesias y entonó un ‘requiem eternam Deo’. Expulsado e interrogado, no cesó de responder siempre lo mismo: “¿De qué sirven estas iglesias, si no son las tumbas y los movimientos de Dios?” (La Gaya Cie nci a , Libro pr imero, #125)

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  • SELECCIN DE TEXTOS DE NIETZSCHE SOBRE LA MUERTE DE DIOS

    LOS PRESOS.- Una maana los presos salieron al patio de trabajo; el carcelero no se encontraba en l. Unos se aplicaron enseguida asu tarea, como era su hbito; los otros permanecieron sin hacer nada echaban a su alrededor miradas desafiantes. Entonces uno deellos sali de las filas y exclam: Trabajad si queris, y si no queris, no trabajis; tanto da. El carcelero ha descubierto vuestrasmaquinaciones y os va a castigar dursimamente. Ya le conocis; es despiadado y rencoroso. Pero escuchad lo que os voy a decir: no meconocis; yo no soy lo que aparento. Yo soy el hijo del carcelero, y puedo alcanzarlo todo de l. Puedo salvaros, y deseo salvaros. Peroentendedlo bien, no salvar ms que a aquellos de vosotros que crean que yo soy el hijo del carcelero. Qu los otros carguen con elfruto de su desconfianza! Pues bien manifest despus de una corta pausa uno de los presos ms jvenes-: qu valor tiene para tique creamos o no creamos? Si en verdad eres el hijo del carcelero y puedes hacer lo que confieras, intercede en nuestro favor, y harscon certeza una buena obra; pero abandona esos sermones sobre la fe y la incredulidad! Yo no creo nada- dijo uno de los jvenes-. Esehombre no est en sus cabales. Yo os confirmo que dentro de ocho das estaremos todava aqu, exactamente como hoy, y que elcarcelero no sabe nada. Y si es verdad que supo algo, ahora no sabe nada- exclam el ltimo de los presos que en aquel momento acabade bajar al patio-, pues el carcelero acaba de morir de repente. Hola!- Exclamaron muchos de los presos a un mismo tiempo-. Hola!Con que el hijo, eh?, dnde est la herencia? Es que somos ahora tus prisioneros? Ya os he dicho- contest con dulzura elinterpelado-, pondr en libertad a aquellos que crean en m; lo afirmo con tanta certeza como que mi padre vive an. Los presos no serieron, pero se encogieron de hombros y se alejaron de l. (Humano, demasiado humano, 2, #84)

    EL INSENSATO. No habis odo hablar de ese hombre loco, que, en pleno da, encenda una linterna y echaba a correr por la plazapblica, gritando sin cesar: Busco a Dios, busco a Dios? Como all haba muchos que no crean en Dios, su grito provoc la hilaridad.Qu, se ha perdido Dios?, deca uno. Se ha perdido, como un nio pequeo?, preguntaba otro. O es que est escondido? Tienemiedo de nosotros? Se ha embarcado? Ha emigrado? As gritaban y rean en confusin. El loco se precipit en medio de ellos y lostraspas con su mirada. Dnde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir, les grit. Nosotros le hemos matado, vosotros y yo! Todosnosotros somos sus asesinos! Pero, Cmo hemos podido obrar as? Cmo hemos podido variar el mar? Quin nos ha dado la esponjapara borrar el horizonte? Qu hemos hecho cuando hemos separado esta tierra de la cadena de su sol? Adnde le conducen ahora susmovimientos? Lejos de todos los soles? No caemos sin cesar? Hacia adelante, hacia atrs, de lado, de todos lados? Todava hay unarriba y un abajo? No erramos como a travs de una nada infinita? El vaco, no nos persigue con su hlito? No hace ms fro? Noveis oscurecer cada vez ms, cada vez ms? No es necesario encender linternas en pleno medioda? No omos todava el ruido de lossepulteros, que entierran a Dios? Nada sentimos an de la descomposicin divina? Tambin los dioses se descomponen! Dios hamuerto! Y somos nosotros quienes le hemos dado muerte! Cmo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que elmundo posea de ms sagrado y ms poderoso ha perdido su sangre bajo nuestro cuchillo. Quin borrar de nosotros esta sangre? Conqu agua podremos purificarnos? Qu expiaciones, qu juegos nos veremos forzados a inventar? La grandeza de este acto no esdemasiado grande para nosotros? No estamos forzaos a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No huboen el mundo acto ms grandioso, y las generaciones futuras pertenecern, por virtud de esta accin, a una historia ms elevada de loque fue hasta el presente toda la historia. Aqu call el loco y mir de nuevo a sus oyentes; ellos tambin se callaron y le contemplaroncon extraeza. Por ltimo, arroj al suelo la linterna, que se apag y rompi en mil pedazos. He llegado demasiado pronto, dijo: no esmi tiempo an. Este acontecimiento enorme est en el camino, marcha, todava no ha llegado hasta los odos de los hombres. Esnecesario dar tiempo al relmpago y al trueno, es necesario dar tiempo a la luz de los astros, tiempo a las acciones, cuando ya se hanrealizado, para ser vistas y odas. Este acto est ms lejos de los hombres que el acto ms distante; y, sin embargo, ellos lo hanrealizado. Se cuenta, adems, de este loco que penetr un da en diferentes iglesias y enton un requiem eternam Deo. Expulsado einterrogado, no ces de responder siempre lo mismo: De qu sirven estas iglesias, si no son las tumbas y los movimientos de Dios?(La Gaya Ciencia, Libro primero, #125)

  • NUESTRA SERENIDAD. El ms importante de los acontecimientos recientes el hecho de que Dios ha muerto y la fe en el Dioscristino ha sido aniquilada- comienza ya a proyectar sobre Europa sus primeras sombras. Por lo menos, para ese reducido numero cuyamirada, amenazadora, es bastante aguda y fina para este espectacular, parece que un sol se ha puesto, una vieja y tranquila confianzase ha troncado en duda; a ellos es a los que nuestro viejo mundo debe parece cada da mas crepuscular, ms sospechoso, ms extrao,ms viejo. Hasta puede decirse, de una manera general, que el acontecimiento es demasiado grande, est demasiado lejos de lacomprensin de todo el mundo para que podamos tratar del ruido que ha hecho la noticia, y menos an para que las muchedumbrespuedan darse cuenta, para que puedan saber que ahora que esta fe ha sido minada, se derrumbara todo lo que en ella tenia sufundamento, todo lo que se adhera a ella, todo lo que reciba su ida de ella; por ejemplo, toda nuestra moral europea. Esta larga seriede demoliciones, de destrucciones, de ruinas y de cadas que presenciamos quin la adivinar hoy lo suficiente para ser el iniciador y eladivino que de esta enorme lgica de terror, el profeta de unas sombras y de una obscuridad que no tuvieron quiz semejante en lahistoria? Nosotros mismos, nosotros, adivinos de nacimiento, que permanecemos como en espera sobre las cimas, colocados entre elayer y el maana, elevados entre las contradicciones de ayer y maana; nosotros primognitos- nacidos demasiado pronto- de siglo queviene: nosotros, que deberamos percibir ya las sombras que Europa va a proyectar, de dnde procede que esperemos, sin un verdaderointers y, ante todo, sin preocupaciones ni temor, la llegada de estas sombras? Quizs nos encontramos an demasiado impresionadospor las primeras consecuencias de este acontecimiento; y estas primeras consecuencias, al contrario de lo que pudiera quizsesperarse, no nos parecen en modo alguno ni tristes ni sombras, sino, por el contrario, como una especie de luz nueva, difcil dedescribir, como una especie de felicidad, de aligeramiento, de serenidad, de esperanza, de aurora En efecto, nosotros, filsofos yespritus libres, al saber que el antiguo Dios ha muerto, nos sentimos iluminados por una nueva aurora; nuestro corazn desborda deagradecimiento, de asombro, de aprensin y de esperanza; por ltimo, el horizonte nos parece libre de nuevo, aun admitiendo que noest claro, y en fin, nuestros barcos pueden darse a la vela, bogar ante el peligro; todos los azores del que busca el conocimiento sonlcitos de nuevo; el mar, nuestra pleamar, se abre de nuevo ante nosotros, y quizs no ha habido nunca una mar tan plena. (La GayaCiencia, libro quinto, #343)