mística ciudad de dios, parte 15 - lumen mariae · pdf file4 en estas obras interiores...

Download MÍSTICA CIUDAD DE DIOS, PARTE 15 - Lumen Mariae · PDF file4 en estas obras interiores de Cristo nuestro Señor, hizo con incomparable fervor nueva elección de los trabajos y desprecios,

If you can't read please download the document

Upload: dinhthu

Post on 07-Feb-2018

220 views

Category:

Documents


2 download

TRANSCRIPT

  • 1

    MSTICA CIUDAD DE DIOS, PARTE 15 1274. Jams entre los hombres se intentaron ignominias tan afrentosas y desmedidas como las que en esta ocasin se hicieron contra el Redentor del mundo. Y dicen San Lucas (Lc 22, 64) y San Marcos (Mc 14, 65) que le cubrieron el rostro y as cubierto le heran con bofetadas y pescozones y le decan: Profetiza ahora, profetzanos, pues eres profeta, di quin es el que te hiri. La causa de cubrirle el rostro fue misteriosa; porque del jbilo con que nuestro Salvador padeca aquellos oprobios y blasfemias como luego dir le redund en su venerable rostro una hermosura y resplandor extraordinario, que a todos aquellos operarios de maldad los llen de admiracin y confusin muy penosa, y para disimularla atribuyeron aquel resplandor a hechicera y arte mgica y tomaron por arbitrio cubrirle al Seor la cara con pao inmundo, como indignos de mirarla, y porque aquella luz divina los atormentaba y debilitaba las fuerzas de su diablica indignacin. Todas estas afrentas, baldones y abominables oprobios que padeca el Salvador, los miraba y senta su santsima Madre con el dolor de los golpes y de las heridas en las mismas partes y al mismo tiempo que nuestro Redentor las reciba. Slo haba diferencia, que en Cristo nuestro Seor los dolores eran causados de los golpes y tormentos que le daban los verdugos y en su Madre pursima los obraba la mano del Altsimo por voluntad de la misma Seora. Y aunque naturalmente con la fuerza de los dolores y angustias interiores llegaba a querer des-fallecer la vida, pero luego era confortada con la virtud divina, para continuar en el padecer con su amado Hijo y Seor. 1275. Las obras interiores que el Salvador haca en esta ocasin de tan inhumanas y nuevas afrentas, no pueden caer debajo de razones y capacidad humana.

  • 2

    Slo Mara santsima las conoci con plenitud, para imitarlas con suma perfeccin. Pero como el divino Maestro en la escuela de la experiencia de sus dolores iba deprendiendo la compasin de los que haban de imitarle y seguir su doctrina (Heb 5, 8), convirtise ms a santificarlos y bendecirlos en la misma ocasin que con su ejemplo les enseaba el camino estrecho de la perfeccin. Y en medio de aquellos oprobios y tormentos, y en los que despus se siguieron, renov Su Majestad sobre sus escogidos y perfectos las bienaventuranzas que antes les haba ofrecido y prometido (Mt 5, 3ss). Mir a los pobres de espritu, que en esta virtud le haban de imitar, y dijo: Bienaventurados seris en vuestra desnudez de las cosas terrenas, porque con mi pasin y muerte he de vincular el reino de los cielos como posesin segura y cierta de la pobreza voluntaria. Bienaventurados sern los que con mansedumbre sufrieren y llevaren las adversidades y tribulaciones, porque, a ms del derecho que adquieren a mi gozo por haberme imitado, poseern la tierra de las voluntades y corazones humanos con la apacible conversacin y suavidad de la virtud. Bienaventurados los que sembrando con lgrimas lloraren (Sal 125, 5), porque en ellas recibirn el pan de entendimiento y vida y cogern despus el fruto de la alegra y gozo sempiterno. 1276. Benditos sern tambin los que tuvieron hambre y sed de la justicia y verdad, porque yo les merezco satisfaccin y hartura que exceder a todos sus deseos, as en la gracia como en el premio de la gloria. Benditos sern los que se compadecieren con misericordia de aquellos que los ofenden y persiguen, como yo lo hago, perdonndolos y ofrecindoles mi amistad y gracia, si la quieren admitir, que yo les prometo en nombre de mi Padre larga misericordia. Sean benditos los limpios de corazn, que me imitan y crucifican su carne para conservar la pureza del espritu; yo les

  • 3

    prometo la visin de paz y que lleguen a la de mi divinidad por mi semejanza y participacin. Benditos sean los pacficos, que sin buscar su derecho no resisten a los malos y los reciben con corazn sencillo y quieto sin venganza; ellos sern llamados hijos mos, porque imitaron la condicin de su Padre celestial y yo los concibo y escribo en mi memoria y en mi mente para adoptarlos por mos. Y los que padecieren persecucin por la justicia, sean bienaventurados y herederos de mi reino celestial, porque padecieron conmigo, y donde yo estar quiero que estn eternamente conmigo (Jn 12, 26). Alegraos, pobres; recibid consolacin los que estis y estaris tristes; celebrad vuestra dicha los pequeuelos y despreciados del mundo; los que padecis con humildad y sufrimiento, padeced con interior regocijo; pues todos me segus por las sendas de la verdad. Renunciad la vanidad, despreciad el fausto y arrogancia de la soberbia de Babilonia falsa y mentirosa, pasad por el fuego y las aguas de la tribulacin hasta llegar a m, que soy luz, verdad y vuestra gua para el eterno descanso y refrigerio. 1277. En estas obras tan divinas y otras peticiones por los pecadores, estaba ocupado nuestro Salvador Jess, mientras el concilio de los malignantes le rodeaba, y como rabiosos canes segn dijo Santo Rey y Profeta David (Sal 21, 17) le embestan y cargaban de afrentas, oprobios, heridas y blasfemias. Y la Madre Virgen, que a todo estaba atenta, le acompaaba en lo que haca y padeca; porque en las peticiones hizo la misma oracin por los enemigos, y en las bendiciones que dio su Hijo santsimo a los justos y predestinados se constituy la divina Reina por su Madre, amparo y protectora, y en nombre de todos hizo cnticos de alabanza y agradecimiento porque a los despreciados del mundo y pobres les dejaba el Seor tan alto lugar de su divina aceptacin y agrado. Y por esta causa y las que conoci

  • 4

    en estas obras interiores de Cristo nuestro Seor, hizo con incomparable fervor nueva eleccin de los trabajos y desprecios, tribulaciones y penas para lo restante de la pasin y de su vida santsima. 1278. A nuestro Salvador Jess haba seguido San Pedro desde la casa de Ans a la de Caifs, aunque algo de lejos, porque siempre le tena acobardado el miedo de los judos, pero vencale en parte con el amor que a su Maestro tena y con el esfuerzo connatural de su corazn. Y entre la multitud que entraba y sala en casa de Caifs, no fue dificultoso introducirse el Apstol, abrigado tambin de la oscuridad de la noche. En las puertas del zagun le mir otra criada, que era portera como la de la casa de Ans, y acercndose a los soldados, que tambin all estaban al fuego, les dijo: Este hombre es uno de los que acompaaban a Jess Nazareno. Y uno de los circunstantes le dijo: T verdaderamente eres galileo y uno de ellos (Mc 14, 67.71; Lc 22, 48). Neglo San Pedro, afirmando con juramento que no era discpulo de Jess, y con esto se desvi del fuego y conversacin. Pero aunque sali fuera del zagun, no se fue ni se pudo apartar hasta ver el fin del Salvador, porque lo detena el amor y compasin natural de los trabajos en que le dejaba. Y andando el Apstol rodeando y acechando por espacio o tiempo de una hora en la misma casa de Caifs, le conoci un pariente de Malco, a quien l haba cortado la oreja, y le dijo: T eres galileo y discpulo de Jess, y yo te vi con l en el huerto (Lc 22, 59; Jn 18, 26). Entonces San Pedro cobr mayor miedo vindose conocido y comenz a negar y maldecirse de que no conoca aquel Hombre. Y luego cant el gallo segunda vez y se cumpli puntualmente la sentencia y prevencin que su divino Maestro haba hecho, de que le negara aquella noche tres veces antes que cantase el gallo dos. 1279. Anduvo el Dragn infernal muy codicioso contra

  • 5

    San Pedro para destruirle, y el mismo Lucifer movi a las criadas de los pontfices primero, como ms livianas, y despus a los soldados, para que unos y otros afligiesen al Apstol con su atencin y preguntas, y a l le turb con grandes imaginaciones y crueldad, despus que le vio en el peligro, y ms cuando comenzaba a blandear. Y con esta vehemente tentacin, la primera negacin fue simple, la segunda con juramento y a la tercera aadi anatemas y execraciones contra s mismo; que por este modo, de un pecado menor se viene a otro mayor, oyendo a la crueldad de nuestros enemigos. Pero San Pedro oyendo el canto del gallo se acord del aviso de su divino Maestro, porque Su Majestad le mir con su liberal misericordia. Y para que le mirase intervino la piedad de la gran Reina del mundo, porque en el cenculo, donde estuvo, conoci las negaciones y el modo y causas con que el Apstol las haba hecho, afligido del temor natural y mucho ms de la crueldad de Lucifer. Postrse luego en tierra la divina Seora y con lgrimas pidi por San Pedro, representando su fragilidad con los mritos de su Hijo santsimo. El mismo Seor despert el corazn de Pedro y le reprendi benignamente, mediante la luz que le envi para que conociese su culpa y la llorase. Al punto se sali el Apstol de la casa del Pontfice, rompiendo su corazn con ntimo dolor y lgrimas por su cada, y para llorarla con amargura se fue a una cueva, que ahora llaman del Gallicanto, donde llor con confusin y dolor vivo; y dentro de tres horas volvi a la gracia y alcanz perdn de sus delitos, aunque los impulsos y santas inspiraciones se continuaron siempre. Y la pursima Madre y Reina del cielo envi uno de sus ngeles que ocultamente le consolase y moviese con esperanza al perdn, porque con el desmayo de esta virtud no se le retardase. Fue el Santo ngel con orden de que no se le manifestase, por haber tan poco que el Apstol haba cometido su pecado. Todo lo ejecut el ngel sin que San Pedro le viese, y qued el gran

  • 6

    penitente confortado y consolado con las inspiraciones del ngel y perdonado por intercesin de Mara santsima.

    Doctrina que me dio la gran Reina y Seora.

    1280. Hija ma, el sacramento misterioso de los oprobios, afrentas y desprecios que padeci mi Hijo santsimo, es un libro cerrado que slo se puede abrir y entender con la divina luz, como t lo has conocido y en parte se te ha manifestado, aunqu