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MÓDULO 1. FUNCIONES MUSEOLÓGICAS.

Tema 3: Conservación Preventiva.

Encarnación Hidalgo Cámara

Carmen Rallo Gruss

MÓDULO 1. FUNCIONES MUSEOLÓGICAS.Tema 3: Conservación Preventiva. Planes de

Emergencia de Colecciones.

Encarnación Hidalgo CámaraCarmen Rallo Gruss

Nota: Para la correcta comprensión del tema propuesto, son de obligada lectura las publicaciones: “Guía para un Plan de protección de colecciones ante emergencias” Ref: P04 y “Creación de un plan de emergencia. Guía para museos y otras instituciones culturales“ Ref: P83.

Instituto Iberoamericano de Museología S.L.® Todos los derechos reservados.© Apartado de Correos nº 32. C.P: 36650 Caldas. Pontevedra. España.

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Carmen Rallo Gruss

Índice

INTRODUCCIÓN 4

1. DEFINICIÓN DE EMERGENCIA, DESASTRE, RIESGO. 7

2. ¿QUÉ ES UN PLAN DE EMERGENCIA DE COLECCIONES?. 9

3. HISTORIA DE LOS PLANES DE EMERGENCIA EN DISTINTOS PAÍSES. 12

4. DISEÑO DE UN PLAN DE EMERGENCIA. 16

4.1. Estudio del contenedor. 17

4.1.1. Entorno. 17

4.1.2. Condiciones constructivas. 19

4.2. Recursos disponibles. 21

4.2.1. Humanos. 21

4.2.2. Materiales. 22

4.3. Gestión de las colecciones. 23

4.3.1. Evaluación de los bienes culturales. ¿Es posible salvar todo?. 24

4.3.2. Listado de bienes culturales para su evacuación. 24

4.3.3. Mapas de ubicación. 26

4.3.4. Fichas para cada bien cultural seleccionado. 27

4.4. Gestión de los recursos humanos. 29

4.4.1. Equipos internos. 29

4.4.2. Colaboradores externos. 32

4.4.3. Programa de formación y simulacros. 32

4.5. Gestión de los recursos materiales. 33

4.5.1. Almacenes, carros de intervención. 34

4.6. Actualización periódica del Plan de Emergencia. 34

5. DURANTE LA EMERGENCIA. 35

5.1. Funcionamiento de los equipos, estructura operativa. 36

5.2. Evacuación de las colecciones. 37

5.2.1. Manipulación de los distintos bienes culturales. 39

5.2.2. Control de cada bien cultural evacuado. 40

5.3. Medidas de estabilización de los bienes culturales afectados. 41

6. TRAS DE LA EMERGENCIA. 43









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6.1. Respecto al Plan de Protección Contra Emergencias. PPCE 43

6.1.1. Informe de la emergencia producida. 43

6.1.2. Optimización del Plan de Prevención. 43

6.2 Respecto a los bienes culturales. 44

6.2.1. Intervención y recuperación de los bienes culturales. 44

6.2.2. Devolución de los bienes culturales evacuados. 46

7. CONCLUSIONES. 47

Bibliografía. 48

Ejercicios de autoevalución. 50

Práctica. 51

Fotografías. 52









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INTRODUCCIÓN

En la declaración de la Convención de La Haya de 1945, firmada por los países

occidentales y la ONU, se dijo que: “el Patrimonio es un bien intocable y un recurso NO

renovable”. Admitiendo esta premisa, es deber de los integrantes de las instituciones

culturales proteger ese Patrimonio de cualquier deterioro, no sólo el causado por la

actividad normal de esa institución, sino el producido por causas accidentales o difíciles

de prever, a fin de preservarlo para las generaciones futuras.

De ahí que, en la actualidad, se esté despertando un interés generalizado en los

ambientes culturales por la protección del patrimonio ante situaciones de emergencia.

Tras desastres conocidos como el terremoto de Santiago de Chile de 1985, que destruyó

el Museo de Arte Popular Americano, y el del Kobe City Museum o Museum of Modern Art

en Japón en 1995; el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001

(afectando al Cultural Council, a la Biblioteca del National Developmental and Research

Institute, al Museum of Jewish Heritage …), los incendios del Castillo de Windsor (1992),

el ocurrido en 2003 en el Museo Hamburger Bahnhof de Berlín, que se saldó con la

destrucción de algunas piezas de arte contemporáneo, aquel que en 2005 destruyó un ala

del Palacio del Granjero en San Petersburgo, o el que en 2010, afectó al Palacio Real

danés de Copenhague; las inundaciones del Zbraslav Chateau en Praga en 2002; los

conflictos bélicos que devastaron el Museo de Bagdad en la guerra de Irak, u otros de

naturaleza incierta como el que provocó el desmoronamiento de tierras que hizo colapsar

el Archivo Histórico de Colonia en 20091, por citar tan sólo los que acuden a nuestra

memoria más fácilmente, se ha cuestionado la indefensión y el desconocimiento sobre

cómo actuar con las colecciones patrimoniales frente a contingencias.

Incluso en casos tan terribles como el terremoto padecido por Haití en enero de

1 Este archivo albergaba más de 65.000 documentos, entre ellos 6.400 manuscritos del legado de Heinrich

Böll, amén de 50.000 carteles, 104.000 mapas y planos, y aproximadamente medio millón de fotografías

de la vida cotidiana de la ciudad.









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2010, cuyos estragos humanos y económicos se sumaron a la pobreza del país, ICOM

Haití organizó un grupo de crisis (The Heritage in danger crisis unit) en un intento por

recuperar los bienes culturales y su valor simbólico. Además, la secretaría de ICOM

presentó en octubre de 2010 una lista roja específica para el patrimonio haitiano. En ella

ha colaborado un grupo de expertos internacionales, en un intento por hacer frente al

posible trafico ilícito de bienes culturales haitianos tras el terremoto. Simultáneamente a

su presentación, se realizó un taller de formación de profesionales locales en materia de

prevención de este tipo de expolio.2

Más recientes son los terremotos de Chile de 27 de febrero de 2010, y de 17 de

abril de 2012, de diversa consideración en cuanto al daño patrimonial cultural, o el de

México de 20 de marzo de 2012, que hizo revivir la terrible experiencia de 1985.

Probablemente, los daños en el patrimonio cultural causados por el terremoto del 20 de

mayo de este mismo año en el norte de Italia, en la región de la Emilia Romaña próxima a

las fronteras con Francia, Suiza, Austria y Eslovaquia, sean los que mayor impacto social

hayan causado, al tratarse de una región con una alta concentración de patrimonio

histórico y cultural de todo tipo y muy especialmente religioso. Una vez más, las imágenes

de Iglesias, campanarios y castillos reventados por las sacudidas saltaron a las portadas

de las publicaciones, junto con las de los bomberos y población en general rescatando

entre las ruinas imágenes, lienzos y bienes culturales diversos.

Los seísmos están siendo en los últimos tiempos causantes de graves daños

patrimoniales, pero no son la única causa. También reciente es el incendio que sufrió el

castillo de Krásna Hôrka, en Bratislava (Eslovaquia), el 10 de marzo de 2012, como

consecuencia de un incendio involuntario en los campos de la ladera que corona el

castillo.

Esta inquietud por el patrimonio súbitamente en peligro se recogía ya en el objetivo

2 http://icom.museum/actualidad/actualidad/article/lista-roja-de-emergencia-de-bienes-culturales-haitianos-

en-peligro-taller-de-formacion-y-presentac/L/1.html




http://icom.museum/actualidad/actualidad/article/lista-roja-de-emergencia-de-bienes-culturales-haitianos-en-peligro-taller-de-formacion-y-presentac/L/1.html

http://icom.museum/actualidad/actualidad/article/lista-roja-de-emergencia-de-bienes-culturales-haitianos-en-peligro-taller-de-formacion-y-presentac/L/1.html






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número 8 del programa trienal adoptado por la Asamblea General de ICOM de 1988, uno

de los más destacados de ICOM en el campo de la gestión de riesgos, que propugnaba:

”...distribuir información sobre lo vulnerable que es el patrimonio natural mundial, y apoyar

a los profesionales de museos en circunstancias de conflictos armados o desastres

naturales”. En época más reciente, el mismo ICOM publicó en enero de 2006 el Código

de deontología del ICOM para museos en donde se menciona explícitamente, en varias

ocasiones, el deber del museo de proteger sus colecciones en caso de emergencia:

“Punto 1: Los museos garantizan la protección, documentación y promoción del

patrimonio natural y cultural de la humanidad. Punto 1.6: Protección contra siniestros:

El órgano rector debe aplicar políticas encaminadas a la protección del público y del

personal, así como de las colecciones y otros recursos, contra los daños naturales y

humanos. Punto 2: Los museos que poseen colecciones las conservan en beneficio de la

sociedad y de su desarrollo. Punto 2.21: Protección de las colecciones: Se debe prestar

especial atención a la elaboración de políticas destinadas a proteger las colecciones en

caso de conflictos armados y contra desastres naturales o provocados por los seres

humanos. Punto 7.1: Los museos actúan ateniéndose a la legalidad. Los museos deben

actuar de conformidad con las legislaciones internacionales, regionales, nacionales y

locales, y con las obligaciones impuestas por los tratados. Además, sus órganos rectores

deben cumplir con todas las responsabilidades legales u otras condiciones relativas a los

diferentes aspectos del museo, sus colecciones y su funcionamiento”.3

En resumen, la protección del patrimonio frente a cualquier tipo de emergencia es

parte sustancial de la conservación, y, como veremos, se desarrolla dentro de los ámbitos

tanto de la conservación preventiva como de la intervención directa, ya que entre los

objetivos de las instituciones culturales se considera como prioritaria la conservación de

sus colecciones.

3 http://icom.museum/ethics_spa.html




http://icom.museum/ethics_spa.html






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1. DEFINICIÓN DE EMERGENCIA, DESASTRE, RIESGO.

Al movernos en el terreno de la seguridad de las colecciones museísticas, es

necesario consensuar los términos que vamos a utilizar. En principio, dada la diversidad

de perfiles de los profesionales implicados, la correcta comunicación entre todos ellos,

tanto verbal como por escrito, cobra un valor añadido. Ésta debe ser clara, utilizándose un

estilo sencillo, que no sea necesariamente técnico pero que no dé pie a ambigüedades

que entorpecerían una intervención rápida y eficaz, para así entender mejor qué es lo que

se espera de cada uno en cada momento.

Estamos hablando de actuaciones que exigen una respuesta inmediata y casi

automatizada, en las que la comunicación no puede fallar. Es imprescindible que todos los

agentes implicados se entiendan, que compartan no sólo los objetivos sino su orden de

prioridad y las estrategias para alcanzarlos. En esos momentos, los malentendidos son

lujos que no se pueden permitir.

Así, por ejemplo, términos como “riesgo” y “peligro”, “emergencia” y

“desastre”, “prevención” y “preparación”, “proceso”, “programa” y

“procedimientos”, entre otros, deben usarse de forma coherente, sin contradicciones, de

manera que todos sepan exactamente de qué se está hablando en cada caso.

Partimos del concepto genérico de “seguridad” o “seguro”, definido por el

diccionario de la RAE, en su primera acepción, como “libre y exento de todo peligro, daño

o riesgo”. Desde este concepto de seguridad, se afrontan riesgos y amenazas, entendidos

de forma genérica como agentes causantes de los daños que se pueden ocasionar a las

personas (en este caso, trabajadores y visitantes) en cuanto a:

1) Su integridad física:

2) Su imagen personal, intelectual o profesional (aquí, la imagen pública de la

institución, que esta se perciba por todos como un lugar seguro).









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3) Bienes, instalaciones y propiedades (el edificio en su sentido más amplio y las

colecciones).

Centrándonos en la seguridad en la institución, los términos anteriores son

conceptos básicos, y por tanto fáciles de intercambiar inadvertidamente, a los que hay que

prestar atención pues no son sinónimos. En realidad, por “riesgos” hay que entender

“posibles lesiones o accidentes fatales, o bien daños materiales como consecuencia de

algún peligro, o varios, que pudieran identificarse”, pudiendo llegar a la posibilidad de

pérdida. Por “peligro” se entiende “todo fenómeno natural o provocado por el hombre que

pudiera ocurrir en la institución o cerca de ella y que podría representar una amenaza

para la vida y el bienestar de las personas, o bien ocasionar daños físicos o pérdidas

económicas”. Mientras que una “amenaza” no es sino un “indicio de peligro inminente”.

Cuando se consulta la bibliografía sobre el tema existente en otros idiomas, llama

la atención la frecuencia con que se refieren a “desastre” (“disaster”) y no simplemente a

“emergencia”. De hecho el plan aquí planteado suele denominarse, en una traducción

directa, "plan de desastres". No es una mera cuestión de costumbres léxicas, sino que se

trata de dos conceptos diferentes. Por “emergencia” entendemos un evento imprevisto, o

una serie de ellos, que exige tomar medidas inmediatas, pero que a veces no tiene

consecuencias desastrosas. En cambio, “desastre” es un evento que produce pérdidas,

daños o destrucción considerables. Toda emergencia puede convertirse en un desastre si

no se toman medidas inmediatas para proteger al personal, los visitantes y la colección.

Por tanto, un plan de emergencias debe incluir los casos de desastres, pero esto no se

cumple a la inversa, y un plan de desastres no debe incluir toda la casuística de las

emergencias: un desastre es un tipo de emergencia, no son términos sinónimos.

Así, por ejemplo, cuando ocurre la emergencia de una fuerte tormenta, el riesgo

de agua puede producir el desastre de la inundación de almacenes con deterioro del

material lígneo localizado en el suelo.









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Para terminar con esta introducción al vocabulario técnico apropiado, recordemos

que tampoco significa lo mismo hablar de “prevención” (conjunto de aquellas

actividades, tales como la eliminación de peligros, que se concentran en la prevención de

emergencias y la reducción de los daños que podrían provocar a personas, colecciones y

bienes en el caso de que sean inevitables) que de “preparación” (actividades que

preparan y equipan al personal para poder manejar una situación de emergencia, como

por ejemplo la capacitación del personal en lo relativo a procedimientos de evacuación, la

compilación y el mantenimiento de información actualizada de contacto y el acopio de

suministros).

Sin duda, la conservación preventiva también desarrolla estrategias propias de

preservación de colecciones que tienden a minimizar todas las “posibilidades de pérdida”

o riesgos; ya hemos comentado que parte del Plan de Emergencias confluye con la

aplicación de la conservación preventiva de una institución cultural.

2. ¿QUÉ ES UN PLAN DE EMERGENCIAS DE COLECCIONES?.

Tradicionalmente la seguridad en los museos, bibliotecas y archivos ha tenido como

función básica la protección del edificio y las personas (ya sean visitantes o trabajadores)

frente a diversos agentes, básicamente el fuego y la intrusión. En España todos estos

edificios tienen que cumplir el RD 393/2007, de 23 de marzo, por el que se aprueba la

Norma Básica de Autoprotección de los centros, establecimientos y dependencias

dedicados a actividades que puedan dar origen a situaciones de emergencia , por el cual

es preceptivo el tener en cada institución un Plan de Autoprotección, que desarrolla la

minimización de los riesgos para el público y los trabajadores y la salvaguarda de las

infraestructuras.

Sin embargo, la parte que afecta directamente a la seguridad de las colecciones no

está regulada ya que, en primer lugar, tan sólo afecta a éstas, y de manera parcial, en tres









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capítulos fundamentales, los dedicados al fuego, a la intrusión y a la seguridad y salud

laborales (e incluso este capítulo no tiene repercusión en la integridad de las colecciones);

en segundo lugar, estas medidas de protección están claramente orientadas, como hemos

comentado, a las personas y a la propia edificación.

Ante situaciones de emergencia bien conocidas por su ejemplaridad y relevancia,

como pudieran ser la evacuación de las obras del Museo del Prado en el 1936 durante la

Guerra Civil española, la recuperación de los bienes patrimoniales tras las inundaciones

de Florencia en 1966, o el colapso de parte del templo de San Francisco en Asís de 1997,

hay que preguntarse sobre la eficacia de preparar respuestas ante sucesos imprevisibles.

Es imposible eliminar los desastres naturales, y nadie espera de manera razonable que se

pueda evitar todo tipo de daño, pero se puede hacer mucho para mitigar los efectos

devastadores de un suceso agresivo y reducir riesgos de deterioro en situaciones de

emergencia.

Con frecuencia, los textos sobre la conservación están llenos de extensas listas

(irrealizables a fin de cuentas) de cosas que deben hacerse en las colecciones ante una

emergencia. Con tal exceso de información, aun tratándose de consejos excelentes, se

pierde de vista el objetivo fundamental, preservar las colecciones de una emergencia para

que no se convierta en desastre, y se olvida la máxima que debe dirigir los esfuerzos:

cuanto mayor sea el tiempo que se dedique a la planificación, más eficaz y veloz será la

reacción al producirse esa emergencia en las colecciones.

Implantados hace décadas en algunos países y en fases menos avanzadas en

España, los Planes de Protección de Colecciones ante Emergencias se configuran como

un instrumento básico de prevención. Su objetivo es definir y facilitar la ejecución de

medidas específicas y ordenadas cuya finalidad será la de evitar o reducir los riesgos al

máximo y, en caso de emergencia, definir las pautas de intervención necesarias

(evacuación, recuperación...) en las colecciones de museos, archivos y bibliotecas y









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recuperar el desarrollo normal de la institución después de que se haya producido.

Un Plan de Protección de Colecciones ante Emergencias permite anticipar la

respuesta ante situaciones que, aún siendo poco probables, no deben ser olvidadas.

Posponer la toma de decisiones al momento en que la emergencia se produzca tan sólo

puede desembocar en improvisaciones y en grandes pérdidas; en ese momento es difícil

reaccionar y programar el rescate de las piezas. Sin una planificación previa, la

salvaguardia es imposible. La finalidad de un plan de este tipo se puede resumir en

tres puntos fundamentales:

1. Tomar y hacer tomar conciencia de la importancia de los riesgos, y de los

beneficios de una planificación previa.

2. Definir cuáles son los aspectos que debe contemplar un plan así

concebido, adaptado a nuestros museos

3. Elaborar una serie de herramientas para la gestión de las colecciones.

Este plan no es sólo el resultado de la buena voluntad, ni del trabajo de una

persona, ni es producto de la improvisación. Muy al contrario, es una tarea que sólo la

propia institución puede afrontar de manera individualizada, ya que es ella la que tiene

que conocer tanto el patrimonio que custodia como los recursos de que dispone.

Para elaborarlo, se deberá formar dentro de la propia institución un grupo de

trabajo que cuente con distintos especialistas. Dentro de este grupo, no pueden faltar los

técnicos que pueden aportar conocimientos básicos para la elaboración de ese plan: un

conservador conocedor de las colecciones y sus valores, un restaurador que sabe de los

fundamentos de su estado de conservación y de sus materiales constituyentes, y un

técnico de mantenimiento que domina las instalaciones del edificio.

Para poder esbozar cualquier plan hay que partir de un conocimiento previo,

conocimiento que, en nuestro caso, comienza por estudiar los riesgos a que puede estar

sometida nuestra colección.









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Un Plan de Protección de Colecciones ante Emergencias siempre contará con

tres apartados principales, desarrollados en un número indefinido de capítulos: la

preparación, la reacción y la recuperación, o “el antes, durante y después”.

Afortunadamente, la mayoría de las instituciones culturales no tendrán que enfrentarse a

un gran desastre; pero, no nos engañemos, en la propia vida diaria de un museo, archivo

o biblioteca se producen situaciones de pequeñas emergencias (como pueda ser la gotera

que afecta al almacén) que habrá que solucionar de manera eficaz y rápida. El plan debe

ser la conciencia misma de la institución, sin el cual muchas pequeñas desatenciones se

convierten en siniestros.

Los modelos propuestos para este Plan pasan por muy diversos tipos: desde el

estudio pormenorizado, reflejado en un extenso texto con varios capítulos, planos y

esquemas, hasta el resumen de una sola hoja propuesto por la División de

Investigaciones sobre el Ambiente y Deterioro del Canadian Institute of Conservation

(ICC), y difundido por la Asociación para la Conservación del Patrimonio Cultural de las

Américas, en su revista Apoyo a modo de póster o “cartelón” (como inicialmente se

denominó)4.

Por supuesto, para llegar a ese resumen es necesario el mismo proceso intelectual

y de investigación realizado en los distintos modelos propuestos.

3. HISTORIA DE LOS PLANES DE EMERGENCIA EN DISTINTOS PAÍSES.

A nivel internacional, ya hemos mencionado el creciente interés que el tema de la

salvaguardia del patrimonio frente a las emergencias ha ido despertando en los últimos

tiempos. Fruto de este interés fue la década comprendida entre 1990 y 2000, declarada

Década Internacional para la Reducción de Desastres Naturales por la Asamblea Nacional

de las Naciones Unidas para despertar la conciencia mundial ante la destrucción que 4 http://www.cci-icc.gc.ca/crc/fw/index-spa.aspx




http://www.cci-icc.gc.ca/crc/fw/index-spa.aspx






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pueden causar las emergencias en el patrimonio cultural.

Tras el ataque al World Trade Center (11/09/2001), el país que mayor preocupación

ha demostrado por implantar y desarrollar Planes de Emergencia ha sido Estados Unidos.

El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York destruyó obras de arte por un valor de,

aproximadamente, 10.818.220 euros, entre ellas el gran tapiz que el pintor catalán Joan

Miró diseñó para el vestíbulo de una de las Torres Gemelas de Nueva York, y que no

volverá a reconstruirse.

De una manera generalizada para todo este país, y con datación ya de los años 90,

dos entidades institucionales venían actuando en este sentido, prestando servicio a

instituciones culturales públicas o privadas sin ánimo de lucro: la FEMA (Federal

Emergency Management Agency), que colabora con ayuda técnica y financiera para la

minoración de riesgos y la respuesta ante situaciones de catástrofe y la recuperación

posterior; y la Heritage Emergency National Force, que se centra en la recuperación de

objetos artísticos dañados. Instituciones semejantes se han creado en Canadá

(Emergency Service, del CCI), o en Dinamarca (Asociación de Museos Daneses, en

1992).

Respecto a la normativa, la americana también es precursora: ya en 1996 se

formuló la norma NFPA 909 para la protección del patrimonio cultural ante los accidentes

imprevisibles, como respuesta al incendio de la Biblioteca Central de Los Ángeles que

puso en evidencia la carencia de protección legislativa y que, en realidad, supone una

adaptación de la normativa ya existente en cuestiones de seguridad a las instituciones

culturales. Allí se recoge la necesidad de una lista actualizada de recursos materiales y

humanos para el rescate de la colección, de un inventario jerarquizado de los bienes que

conforman esta colección y de los duplicados de los registros, entre otras directrices.

En Europa, el Consejo de Europa ha liderado la labor de asistencia a instituciones

culturales en situación de emergencia con un importante programa de trabajo









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intergubernamental que ha tenido un trascendental desarrollo en el ámbito de la

protección y puesta en valor del patrimonio cultural europeo. Sus líneas esenciales se han

plasmado en un conjunto de convenios internacionales, resoluciones de la Conferencia de

Ministros responsables del patrimonio cultural, y recomendaciones del Comité de

Ministros a los gobiernos de los estados miembro -entre otros instrumentos jurídicos

utilizados-, que han sido seleccionados y recogidos bajo el título de Recopilación de los

textos fundamentales del Consejo de Europa en materia de patrimonio cultural , publicada

por esta organización en 1996 y actualizada y reeditada en 1998. En esta publicación se

reúnen aquellos documentos del Consejo de Europa más significativos en el ámbito de la

defensa del patrimonio, elaborados a lo largo de cincuenta años desde su constitución,

que han sentado las bases para la preparación de una auténtica doctrina europea con

relación a la salvaguarda y conservación del mismo.

En cuanto a los contenidos de los distintos textos, se aborda una amplia casuística

sobre las más diversas y urgentes cuestiones relativas a la protección, conservación y

puesta en valor del patrimonio cultural en Europa, como el dedicado a los desastres de

1986 que, en realidad, es un procedimiento preventivo. Otras interesantes propuestas han

partido de la identificación de la necesidad de actuación común ante desastres naturales,

o la defensa conjunta ante conflictos armados.

Las instituciones culturales, por su parte, han ido tomando en consideración la

necesidad de estrategias específicas en este campo y en 1996 se creó, con la

participación del ICA (Consejo Internacional de Archivos5), el ICOM (Consejo Internacional

de Museos6), el ICCROM (International Centre for the Study of the Preservation and

Restoration of Cultural Property7), el ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y

5 http://www.ica.org6 http://icom.museum/

7 http://www.iccrom.org/




http://www.iccrom.org/

http://icom.museum/






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Sitios Arqueológicos8) y la IFLA (Federación Internacional de Instituciones y Asociaciones

Bilbliotecarias9), el ICBS (Comité Internacional del Escudo Azul10), con el objeto de

proporcionar consejo y asistencia para la protección del patrimonio cultural en caso de

amenazas naturales o antrópicas, y no ya sólo en caso de conflicto armado, para lo que

había sido creado en su origen) y el ICORP (Comité Internacional para la Prevención de

Riesgos11) proveniente del ICOMOS de Australia (2000), para despertar la conciencia

entre sus miembros a favor de la necesidad de asegurar estrategias efectivas de

prevención de riesgos a todas las instituciones. Por su parte el Comité Internacional de

Planes de Emergencia del J. Paul Getty Conservation Institute12 está realizando una

importante labor para avanzar en las investigaciones en este campo, seleccionando los

proyectos más interesantes y promocionando su desarrollo efectivo.

Las inundaciones masivas en algunos de los grandes ríos centroeuropeos

ocurridas en estos últimos años, desastre previsible a nivel territorial y comparativamente

más importante por las pérdidas económicas que por las humanas, han motivado que la

Unión Europea dé un paso más: crear un Fondo Europeo Económico para Desastres.

En España, la inquietud por incorporarse a esta línea de trabajo patrimonial es

evidente, pero el desarrollo de los Planes de Emergencias de Colecciones, en sus

diversas denominaciones, aun tiene un importante camino por recorrer. Algunas tentativas

por parte de las instituciones públicas se han llevado a cabo (grupos de trabajo del

Ministerio de Cultura13, jornadas y publicaciones sobre el tema), aunque su implantación

en los museos y otras instituciones de titularidad estatal está por desarrollar en toda su

8 http://www.icomos.org/en/9 http://www.ifla.org/10 http://www.ancbs.org/index.php?option=com_content&view=frontpage&Itemid=111 http://australia.icomos.org/get-involved/international-scientific-committees/icorp-risk-preparedness/

12 http://cool.conservation-us.org/waac/wn/wn06/wn06-1/wn06-105.html

13 Actual Secretaría de Estado de Cultura, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.




http://cool.conservation-us.org/waac/wn/wn06/wn06-1/wn06-105.html

http://australia.icomos.org/get-involved/international-scientific-committees/icorp-risk-preparedness/

http://www.ancbs.org/index.php?option=com_content&view=frontpage&Itemid=1

http://www.ifla.org/

http://www.icomos.org/en/






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extensión. La Subdirección General de Museos Estatales (entonces Ministerio de Cultura,

en la actualidad, Secretaría de Estado de Cultura), creó un grupo de trabajo o comisión

específica para impulsar el desarrollo de este tipo de planes en los museos. Dentro de

este marco se celebró en el Museo de América en febrero de 2006 la Jornada Técnica

Gestión de Emergencias en Museos: las colecciones, un capítulo pendiente, y se publicó la

Guía para un Plan de Protección de Colecciones ante Emergencias14.

Más avanzadas en este terreno se muestran instituciones de carácter privado con

relaciones internacionales, como puedan ser el museo Guggenheim de Bilbao o el

Thyssen-Bornemisza de Madrid.

A pesar de este interés manifiesto, cuando el 11 de mayo de 2011 un terremoto

causó grandes pérdidas en la ciudad de Lorca (Murcia), quedó patente la indefensión en

que se encontraba el patrimonio español, sin ninguna medida preventiva ante la

emergencia y sin la implantación de planes de riesgos patrimoniales. Al menos, la

catástrofe sirvió para despertar conciencias y provocar dos convocatorias técnicas

específicas sobre seísmos, patrimonio y museos antes de que concluyese ese mismo

año.15

4. DISEÑO DE UN PLAN DE EMERGENCIA.

Las actuaciones de carácter preparatorio que culminan con la redacción efectiva

del Plan de Protección de Colecciones ante Emergencias ajustado a las características de

cada institución se deben entender como el conjunto de análisis, evaluaciones,

14 Guía para un Plan de Protección de Colecciones ante Emergencias. Ministerio de Cultura. Madrid (2009).

15 Jornadas de patrimonio en riesgo. Museos y seísmos. 16 al 18 de noviembre de 2011, Lorca (Murcia), organizadas

por la Subdirección General de Museos Estatales (Ministerio de Cultura).

Jornadas de patrimonio en riesgo. El seísmo de Lorca. 26 al 28 de septiembre de 2011, Lorca (Murcia), organizadas

por el Instituto de Patrimonio Cultural de España (Ministerio de Cultura).









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jerarquizaciones y previsiones que se refieren tanto al edificio que contiene las

colecciones y su entorno como a las mismas colecciones, así como a los recursos

materiales y humanos de la institución.

Todos estos factores se deben considerar, primero, tal y como existen en el

momento en que se redacta el plan (estado de la cuestión), y más adelante como sería

necesario que existiesen para poder hacer frente con éxito a la emergencia

(recomendaciones). Es decir, se refieren al tiempo anterior al estallido de una emergencia.

En este “antes” cabe distinguir, como decíamos, entre actividades de prevención (el

análisis y la eliminación o reducción de riesgos) y actividades de preparación (la

jerarquización y priorización de las colecciones, la creación del equipo de respuesta a la

emergencia, las redes de apoyo y muy especialmente la capacitación del personal para

poder manejar una situación de crisis).

Precisamente el análisis de riesgos viene siendo objeto de atención y estudio,

prácticamente de manera independiente del conjunto del Plan de Emergencias, por parte

de ICOM y de especialistas como Michalski16. El interés despertado por el análisis de

riesgos y su materialización guarda relación, sin duda, con similares estudios, aplicados a

otros ámbitos económicos y que son del interés de las compañías aseguradoras, que

poseen una gran experiencia en el campo del análisis de riesgos de todo tipo.

4.1. Estudio del contenedor.

4.1.1. Entorno.

Para poder proteger un bien cultural es necesario mirar mucho más allá del objeto,

comenzar por dirigir la mirada a su entorno, para progresivamente ir disminuyendo

espacios hasta acabar considerando el objeto en sí mismo y su naturaleza. Este es un

procedimiento bien conocido en los trabajos de conservación preventiva, con los que los

técnicos culturales se hallan familiarizados. A medida que avancemos en el análisis de 16 Véase el apartado final de bibliografía y referencias web.









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riesgos del entorno urbanístico, llegaremos a enfrentarnos a este análisis aplicado al

edificio. Ahora se tratará de dirigir la mirada desde la perspectiva específica de la

detección, el análisis y la reducción o minimización de riesgos susceptibles de

desencadenar emergencias e incluso desastres.

En este barrido de espacios, de afuera adentro, se considerará primero el territorio

o entorno en que se ha construido la institución. Habrá que considerar en primer lugar su

ubicación urbana o rural, complementada por la latitud, longitud y altitud sobre el nivel del

mar. De esa ubicación van a depender las condiciones climáticas externas, el régimen y la

cantidad de pluviosidad, sus días de insolación, y otros factores que tanto pueden influir

en la conservación adecuada de sus colecciones.

Después habrá que estudiar su vecindario próximo, por ejemplo, su cercanía al mar

será la causa de posible agresión de salinidad para sus piezas, su proximidad a un río, a

un pantano, puede ser causa de inundaciones y riadas; si alguna fábrica se encuentra en

su vecindario, el edificio es susceptible de sufrir la agresión de contaminación más aguda

que en otras circunstancias; igualmente, el tráfico rodado afecta a las instituciones

culturales situadas en los centros de las ciudades. Por el contrario, un edificio rodeado de

jardines estará a salvo de la contaminación, pero quizás corra el riesgo de tener

filtraciones si no está suficientemente bien aislado del riego circundante ...

Por último, hay que hacer memoria y conseguir información acerca de los desastres

naturales más habituales en ese territorio (incendios, vientos, huracanes, tifones,

relámpagos, inundaciones, seísmos etc.), pero sin perder de vista que nuestro objetivo es

la protección de las colecciones y no la del territorio y sus habitantes y bienes en general.

4.1.2. Condiciones constructivas.

A medida que se avance en el análisis de riesgos del entorno urbanístico,

llegaremos a enfrentarnos al análisis aplicado al edificio. El edificio en sí mismo es una









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protección (o, en el caso opuesto, una amenaza) para las colecciones. Buena parte de

las emergencias más comunes que afectan a las colecciones de una institución

cultural tienen su origen en el propio edificio: instalaciones, emplazamiento,

materiales constructivos, desgaste, mantenimiento, etc.

El proceso de indagar y recabar información del edificio y su entorno puede

convertirse en un pozo sin fondo, hasta el punto de amenazar la redacción completa del

Plan de Protección de Colecciones ante Emergencias. Seguramente se descubrirá una

enorme cantidad de información muy relevante desde el punto de vista de la historia de la

arquitectura y del proceso de construcción del edificio, pero no es necesario que esta

información conste en este plan. Es decir, se necesita que quede constancia de ella en el

archivo, en el departamento de administración o en el de documentación, pero el plan no

debe estar sobrecargado de información ni incluir información histórica o estética, sino

contener instrucciones claras y sencillas que permitan intervenir de manera rápida y

ordenada.

Aunque pueda parecer una tarea ingente, recordemos que existe ya una importante

cantidad de información acerca del edificio y sus instalaciones, por lo que muchas veces

no será necesario partir de cero, sino acudir a esa documentación, que además puede ser

la única fiable; por ejemplo, en el caso de instituciones españolas, del Plan de

Autoprotección se debe extraer la información relativa a los sistemas de protección, las

instalaciones y la simbología normalizada.

Hay que recordar, como ya hemos mencionado anteriormente que: Cuanto más

tiempo se emplee en una buena planificación, menos tiempo se empleará en la

reacción y mayor eficacia se desarrollará durante la emergencia.

Se estudiarán las dimensiones del solar del edificio, quién es su propietario,

cuántos edificios hay en ese solar, si es un edificio construido específicamente para

albergar una institución cultural o si es un edificio adaptado para ello, su uso original, si se









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comparte con otras entidades que realizan otras actividades, su antigüedad, si está

declarado o no bien histórico, a qué obligaciones jurídicas está sometido, si ha sido objeto

de reformas, reconstrucciones, ampliaciones. En el caso de que haya más de un edificio

hay que establecer cuáles son las vías de comunicación entre ellos.

También es necesario conocer cuáles son los materiales de construcción de las

paredes exteriores (madera, ladrillo, piedra, metal...), de los techos y de qué tipo son

éstos (planos, deslizantes, falsos...), los cimientos, las paredes de los sótanos, los marcos

de las ventanas, los tabiques y paredes ya acabados, si se ha aplicado algún tipo de

aislamiento, los tejados, claraboyas, canalones, tuberías, chimeneas etc. Si existe algún

elemento arquitectónico singular, deberá registrarse su localización, materiales de

ejecución y medidas.

Ahora bien, el objeto de estudio no es todo el edificio, sino sólo aquellos espacios o

zonas donde, por las razones que sean, se encuentran temporal o permanentemente

bienes culturales, es decir, salas de exposición, almacenes, salas de embalaje, talleres de

restauración, etc. La protección e intervención en el resto de los espacios es

responsabilidad de los departamentos de seguridad y mantenimiento, y no debe

contemplarse dentro de un Plan de Emergencias para Colecciones.

Dentro de este, se comenzará por identificar esas zonas, de acuerdo a criterios

arquitectónicos, y los sistemas de protección instalados en ellas (determinados sistemas

de protección, por ejemplo los rociadores de agua, pueden ser un factor de riesgo). Una

vez individualizadas, se recomienda aplicar a cada zona un nombre y un código bien

conocidos por todos y plasmar en un plano esta información. En esa zonificación de

deberá hacer constar un cálculo aproximado de bienes culturales por zona y mencionar si

son de naturaleza orgánica, inorgánica o de ambas tipologías. Esto resulta útil para

evaluar los posibles daños que pudieran sufrir.









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4.2. Recursos disponibles.

4. 2.1. Humanos.

Una vez realizado el análisis de riesgos, con especial atención a las zonas del

edificio en que se encuentran bienes culturales, ya sea de modo permanente o temporal, y

tras haber reflexionado acerca de la naturaleza material de estos bienes y los posibles

daños que sufrirían por causa de un desastre, se debe avanzar en la preparación del Plan

de Emergencia para Colecciones, abordando los recursos humanos y materiales

disponibles en ese momento. Todo el personal de una institución cultural debe estar

involucrado en este plan, aunque no haya sido el ejecutor de su redacción. Ante una

emergencia todos los integrantes de esa institución deben colaborar y tener su papel.

Al tratar los recursos humanos, hay que distinguir entre los disponibles en el

momento de redactar el plan y los que serían necesarios para ejecutarlo adecuadamente.

Es imprescindible, para medir nuestras fuerzas y establecer unos objetivos viables,

ser conscientes de cuáles son realmente los recursos de los que disponemos. Es decir, el

chequeo de los recursos humanos efectivamente disponibles debe ser realista.

En ese chequeo se seguirá como pauta la ausencia o presencia de personal a lo

largo de la jornada laboral. Así, podríamos tener la siguiente clasificación:

1) Personal de la institución abierta al público y en horario administrativo.

2) Personal de la institución abierta al público fuera del horario administrativo.

3) Personal de la institución cerrada al público en horario administrativo.

4) Personal de la institución cerrada al público fuera del horario administrativo.

Dentro de estos parámetros, hay que diferenciar entre el personal disponible y el

localizable, tanto propio como ajeno (por ejemplo, restauradores y conservadores de otras

instituciones cercanas con las que se llegue de antemano a un acuerdo de colaboración) y

la manera rápida de localizarlo. Con todos estos datos se realizará un listado de recursos

humanos. La formación de equipos y la asignación de cometidos a personas en concreto









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se realizará más adelante.

Este Plan de Emergencia para Colecciones parte del supuesto de que la institución

cuenta ya con un Plan de Autoprotección, obligatorio según la legislación española y que,

por tanto, ya se ha establecido algún contacto con los bomberos y policía local, recursos

humanos externos, imprescindibles ante una emergencia. Pero de no ser así, este es el

momento de proceder a ello.

4.2.2. Materiales.

Del mismo modo, se revisarán los recursos materiales realmente disponibles en

ese momento pensando siempre en cuáles son los necesarios en caso de una

emergencia, no en el sentido de una revisión general de todo tipo de materiales,

herramientas o instrumentos que se encuentren en la institución.

Desde esta perspectiva se considerarán como recursos materiales, en primer lugar,

los espacios adecuados para una posible evacuación, tanto interna o dentro del mismo

edificio (por ejemplo, salas de exposición, espacios de reserva, depósito de biblioteca o

zonas que pudieran cerrarse al tránsito del público y ser utilizadas como almacén

provisional), como externa (es decir, otros edificios anexos con condiciones de seguridad

y conservación adecuadas, o pertenecientes a otras instituciones con las que será

necesario establecer previamente un acuerdo de colaboración). En este último caso,

además, será necesario reunir cierta información mínima (seguridad, accesos,

condiciones climáticas y ambientales, superficie útil de que se puede disponer, personas y

medios de contacto, etc).

En segundo lugar, los recursos materiales necesarios como medios de transporte

que permitirían el traslado de los bienes amenazados o afectados a los espacios de

evacuación. Se distinguirá entre medios de transporte propiamente dichos (vehículos) y

medios de traslado auxiliares (toros, carretillas, traspaletas, carritos etc.). Aquí también se









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considerarán tanto los que son propiedad del centro como los que pertenecen a las

instituciones con las que se establezca un acuerdo de colaboración. En estos traslados

siempre se tendrá en cuenta la mínima manipulación ya que, como dice Brian Considine,

conservador del Getty Museum: “Nada debe ser movido sin una razón de peso para

hacerlo”.

Para que esta información sea realmente útil, se recomienda marcar su ubicación

en los mismos planos zonificados antes mencionados, y marcar también en ellos las

circulaciones o rutas de evacuación prestando atención a recoger todos los movimientos

que se prevén necesarios, tanto internos como externos.

4.3. Gestión de las colecciones.

Al revisar los fondos museológicos, documentales y bibliográficos de la institución

desde una perspectiva poco utilizada habitualmente por los técnicos, incluso si estos son

grandes conocedores de sus colecciones, se plantea una cuestión previa muy discutible:

la susceptibilidad de cualquier bien de ser objeto de daños durante una emergencia y la

necesidad de priorizar la salvación de los bienes culturales según un rango

preestablecido. Para ello, es necesario considerar factores de naturaleza muy diversa,

desde los materiales que los constituyen, su rareza en el mercado o incluso su dimensión

simbólica, factores generalmente interpretables y cuya cuantificación siempre es

polémica.

No obstante, es imprescindible establecer de manera consensuada en primer lugar

una jerarquización de esos bienes culturales, que permita acometer después un orden de

prioridad en su protección o incluso evacuación.

4.3.1. Evaluación de los bienes culturales. ¿Es posible salvar todo?.









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Una emergencia que dañe las colecciones es algo que a nadie le agrada imaginar,

y la peor de las pesadillas para el personal de una institución es una inundación o, peor

aún, un incendio que las destruya sin posibilidad de recuperación. Sin embargo, forma

parte de las obligaciones de los técnicos considerar estas situaciones incluso en el peor

de los escenarios posibles.

Probablemente una de las razones que subyacen en la renuncia a considerar estos

casos es la intuición de que será necesario adoptar decisiones muy difíciles, incluso en

casos extremos renunciar a salvar una parte de la colección. Precisamente por ese motivo

es fundamental plantearse estas cuestiones con antelación porque, por mucho que

disguste, ante una emergencia de gran importancia será muy difícil salvarlo todo, y ése no

será el mejor momento para decidir si hay que renunciar a algunas piezas y a cuáles.

4.3.2. Listado de bienes culturales para su evacuación.

Incluso si se contase con el tiempo y los medios humanos y materiales necesarios,

se necesitaría establecer un orden para la protección y/o evacuación de los fondos que

permitiera actuar de manera coordinada y evitar el caos. Este orden sólo será eficaz si se

establece de manera absolutamente realista y dejando a un lado consideraciones ajenas

a la viabilidad de un Plan de Emergencias de Colecciones. Del mismo modo que el

análisis del edificio y sus riesgos no debe convertirse en una especie de agujero negro

que consuma las energías de los técnicos y retrase la redacción del plan, la jerarquización

de las colecciones no debe degenerar en discusiones sin fin que embarranquen el trabajo.

Es imprescindible llegar a un consenso.

La elaboración de este listado se aborda en dos tiempos:

1) La jerarquización (ordenación) de las colecciones o fondos conforme a su

importancia.

2) La selección de piezas o conjuntos de piezas específicas más importantes, que









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serán objeto prioritario de evacuación teniendo en cuenta la viabilidad de ésta.

Los criterios que pueden obligar a descartar piezas, dentro del Plan de

Emergencias de Colecciones, incluso bien posicionadas en el listado de jerarquización,

van desde una ubicación que imposibilite su traslado, un volumen o peso excesivos o la

carencia de vías de circulación adecuadas.

Abordar una jerarquización exhaustiva de los fondos de la institución es poco

realista, por lo que es preferible trabajar primero sobre un número relativamente reducido

de piezas, que posteriormente se irá ampliando, por ejemplo, diez, veinte o cuarenta. Es

recomendable incluir en ese listado piezas de todas las colecciones, y no anteponer una

sola colección o departamento al resto.

En ese listado se distinguirán tres niveles o categorías de importancia:

1) Máxima importancia, atribuida a una sola pieza o colección.

2) Importancia intermedia, atribuida a 10 piezas o colecciones.

3) El resto de piezas del listado, importantes pero menos prioritarias. Igualmente,

se marcarán ya las piezas cuya evacuación plantee grandes dificultades.

Una manera sencilla de plasmar estas tres categorías es recurrir a un código de

colores: en rojo la pieza de máxima importancia, en naranja las de importancia intermedia,

y en amarillo el resto. Las que sean muy difíciles o imposibles de evacuar pueden

marcarse en azul.

Esta ordenación debe hacerse manejando criterios, en la medida de lo posible,

cuantificables, basándose en una escala sencilla, pero teniendo en cuenta también

consideraciones de otro tipo. Así, son criterios cuantificables la rareza (de 1 a 5, siendo 1

el valor atribuido a una pieza aún existente en el mercado, y 5 el de una pieza única en el









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mundo); el valor simbólico y/o cultural, el valor documental o científico, y el valor didáctico,

estos tres últimos cuantificados entre 1 y 3. Criterios como el valor económico de

mercado, o la titularidad del bien (si es propiedad del museo o si es un préstamo o un

depósito de otra institución) deben tenerse en cuenta, u otros complementarios que cada

institución pueda considerar evaluable.

Este listado de piezas jerarquizadas según su importancia será el punto de partida

para el listado definitivo de piezas priorizadas para su evacuación. En el caso de que se

renuncie a evacuar alguna de ellas, se hará constar la razón. Este segundo listado será el

único que se utilice llegado el momento efectivo de evacuar. Más adelante, en otro lugar

del plan, se establecerán medidas para la protección in situ de las piezas seleccionadas

no evacuables, que no deben ser abandonadas a su suerte.

Esa jerarquización de piezas y el posterior estudio de su posible evacuación puede

ayudar a plantear una minoración de riesgos y optimización de la colección ante

emergencias: un bien cultural de cierta importancia debe estar situado en algún

emplazamiento fácil de acceder, no susceptible, dentro de lo posible, a riesgos

innecesarios, evitando vitrinas de imposible apertura, alturas inalcanzables, etc. Con una

serie de actuaciones, a menudo sin coste adicional, se pueden mejorar sensiblemente los

mecanismos de protección de las colecciones frente a las emergencias. Precisamente una

de las ventajas añadidas de realizar un Plan de Emergencias de Colecciones es que ese

conocimiento previo que hay que conseguir acerca del edificio, las colecciones, los

riesgos...., nos aportan soluciones mínimas que evitan grandes desastres.

4.3.3. Mapas de ubicación.

Se deberá trasladar esta información al plano del edificio, zonificado y con

localización de los sistemas de seguridad disponibles, donde ya se habían marcado las

vías de evacuación, al que se añaden ahora de manera clara la ubicación de cada una de









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las piezas del listado de evacuación, con su código de colores (rojo, naranja, amarillo o

azul) y su ruta de salida o protección, imprescindible en caso de emergencia.

4.3.4. Fichas para cada bien cultural seleccionado.

Una vez decidido cuántas y cuáles serán las piezas sobre las que se actuará, su

ubicación y su ruta de evacuación, se necesita tener a mano cierta información material

de estos bienes, al menos la necesaria para asegurarse de que se identifican y manipulan

correctamente.

El sistema documental de la institución suele incluir gran cantidad de información

de índole muy variada referente a las colecciones. De lo que ahora se trata es de

seleccionar la estrictamente imprescindible antes, durante y después de la emergencia.

Para ello es recomendable crear una pequeña ficha para cada una de las piezas

seleccionadas, en donde se hagan constar con la mayor brevedad y claridad posible,

datos fundamentales, como el nombre de la pieza o colección, su número de inventario,

una descripción sucinta, materia y técnica, su ubicación, vulnerabilidad y una imagen de

calidad. Cada vez que una pieza o colección sea trasladada, la persona que realice este

movimiento deberá consignarlo en ella.

Además de esta información descriptiva se incorporará la necesaria para proceder

a su manipulación y posible evacuación/protección con garantías, es decir, dimensiones,

peso aproximado, el número de objetos (si se trata de una colección), el número de

personas y el material necesario para su manipulación y traslado, el destino de la pieza y

la ruta de evacuación, tanto la interior como en caso necesario la exterior.

En cuanto a la vulnerabilidad, es decir, el grado o probabilidad de que los servicios,

estructuras o colecciones puedan sufrir daños, o simplemente interrupciones en su

actividad normal, este es un aspecto que los técnicos pueden desarrollar con detalle

atendiendo a las características materiales de los bienes culturales, y de hecho ya existen









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cuadros y trabajos específicos. Algunas de esas propuestas basan el grado de

vulnerabilidad en la dotación, tanto de recursos materiales como de personal en las

instituciones culturales: desde este punto de vista, los bienes de una institución

desprotegida son altamente vulnerables.

A efectos de traslado y evacuación durante una emergencia, la vulnerabilidad

puede establecerse según dos parámetros presentados en forma de cuadro:

a) Tipos de materiales (vidrio/cerámica/piedra; papel/madera/pergamino/ fibras

textiles; cera; metal; pintura sobre lienzo/escultura policromada),

b) Susceptibilidad a sufrir daños ante diferentes agentes en una escala del 1, valor

máximo; al 4, valor mínimo (vibración o impacto; plagas; fuego; agua; luminosidad)17.

PiedraCerámica

VidrioMetal

PapelPergamino

TextilMadera

Pintura sobre lienzo

Escultura policromada

Vibración o

impacto3 1 3 4 3 2 2

Luminosidad4 4 4 1 3 2 3

Fuego3 3 3 1 1 1 1

Agua3 3 2 1 1 2 2

Plagas4 4 4 1 1 2 1

Con esta ficha y el plano en la mano, la persona responsable del movimiento de la

pieza, que puede que no siempre sea la más familiarizada con ella, dispone de la

información necesaria para trabajar con garantías.

4.4. Gestión de los recursos humanos.

17 A ellos se puede añadir c) la categoría de los riesgos (es decir, su impacto y su probabilidad).









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Anteriormente se han contrastado los recursos humanos existentes y los

efectivamente disponibles. Ahora se trata de organizarlos eficazmente de cara a una

actuación en caso de emergencia y, de ser necesario, captar nuevos recursos.

Dependiendo de su gravedad, una situación de este tipo puede requerir la

intervención de un número importante de personas, no sólo las que trabajan de manera

habitual con sus colecciones sino también otro personal técnico del centro, tanto de

documentación como de comunicación, e incluso exterior al centro, puesto que las tareas

a desarrollar implican manipulación, embalaje, traslado y posterior recuperación.

Una documentación deficiente o errónea de estos movimientos será, sin duda,

fuente de graves problemas en el futuro, y una mala comunicación de la gravedad e

impacto de la emergencia puede producir daños en la imagen de la institución muy

difíciles de remontar. Por lo tanto, todo el personal técnico del museo, sean cuales

sean sus labores habituales, debe estar concienciado de la importancia de un Plan

de Emergencias para Colecciones, debe saber cuál sería su responsabilidad y se le

debe proporcionar la capacitación suficiente para poder intervenir llegado el caso.

4.4.1. Equipos internos.

Es bien sabido que no todos los museos cuentan con personal suficiente o

adecuado para hacer frente a todas sus necesidades, situación que se agudiza cuando se

trata de emergencias. Además, existe una diversidad jurídica y administrativa que podría

dificultar incluso el poder recurrir a personal de otras instituciones. Lo que aquí se plantea,

por tanto, es un modelo al que se desea que tiendan los centros. En este modelo, los

recursos humanos deberían integrarse en distintos equipos de las siguientes

características:

1) Equipos de intervención: durante la emergencia se recomienda crear un

equipo de intervención por diferente zona con bienes culturales, con un responsable al









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frente.

2) Equipos de recuperación: después de la emergencia y para tratar los daños

producidos en las colecciones; se recomienda crear un equipo de recuperación por

especialidad de conservación-restauración, cada uno con sus respectivos responsables;

3) Un responsable de mantenimiento con (sub)equipos de mantenimiento que

antes de producirse la emergencia deben cuidar de que todos los equipos y materiales

estén siempre a punto y completos, así como de minimizar los riesgos, dentro de lo

posible.

4) Un responsable de comunicación, que actuará como portavoz con los medios

de comunicación, y que no tiene por qué ser el director del centro sino, por ejemplo, el jefe

del departamento de difusión y/o comunicación;

5) Un responsable o jefe de seguridad, que debe ser la misma persona que ya

aparezca como tal en el Plan de Autoprotección; si existe en el museo el puesto de Jefe

de Seguridad, se recomienda que sea esta persona.

6) Por encima de todos ellos, como máximo responsable en caso de emergencias

en colecciones, un Jefe de Emergencia.

En el caso español, teniendo en cuenta que conforme a la normativa en vigor el

único responsable jurídico de la seguridad de la institución cultural es el director, éste

debe asumir la responsabilidad de actuar como Jefe de Emergencia, es decir, de ser la

única persona que pueda declarar oficialmente el inicio y el final de estas actuaciones. El

Jefe de Seguridad actúa, al igual que el resto de responsables de equipos, bajo las

órdenes directas del Jefe de Emergencia quien, lógicamente, deberá adoptar las

decisiones oportunas tras asesorarse con los responsables de cada equipo y decidir la

gravedad del caso, si sólo se actúa en la protección de las personas (Plan de

Autoprotección, objetivo primario) o si es posible, también, poner en marcha el Plan de

Protección de Colecciones, que siempre se debe considerar en segundo lugar. El director,









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como Jefe de Emergencia, puede delegar decisiones pero, aún así, seguirá siendo el

único responsable jurídico.

Una vez establecidos los equipos y responsabilidades, se creará un directorio o un

simple listado con la información básica para localizar a las personas en cualquier

momento del día: responsabilidad asignada, nombre, horario de localización en la

institución, teléfono de contacto dentro de ella y, a ser posible, un segundo teléfono en

que pueda ser localizado fuera de la jornada de trabajo.

En el caso de los integrantes del equipo(s) de recuperación, se hará constar

además del teléfono, una dirección de correo electrónico, pues al intervenir al final del

proceso cabe pensar que se dispondrá de tiempo para localizarlos también por este medio

(el cual se preferirá para evitar los equívocos habituales en las conversaciones

telefónicas).

Además, se nombrarán también suplentes cuyos datos se incluirán en el listado. Si

la institución dispone de poco personal puede suceder que una misma persona sea titular

de una tarea y también suplente de un compañero. Para ello hay que comprobar

cuidadosamente que ambas asignaciones sean compatibles en tiempos y espacios.

Además de este listado o directorio, se creará un documento en el que queden fijadas por

escrito las tareas que han de ser desempeñadas por cada individuo a modo de

organigrama.

El Plan de Emergencias para Colecciones guarda relación con el Plan de

Autoprotección, por lo que se recomienda que una copia del directorio de identificación y

localización de sus integrantes, junto con el listado de piezas priorizadas para evacuación,

sus fichas de identificación y el plano con sus ubicaciones se incluyan también en la

documentación del Plan de Autoprotección.

4.4.2. Colaboradores externos.









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Como se mencionó antes, al hablar de los recursos disponibles, debe contemplarse

la posibilidad de contactar con otras instituciones, empresas o particulares cuya

aportación se prevea necesaria. Es lo que se puede denominar redes de apoyo. Hay que

entender que en algún caso se trata de colaboraciones externas voluntarias (ya hemos

hablado de la colaboración de bomberos y policía, que no es voluntaria, y que se recoge

en el Plan de Autoprotección), no siempre fáciles de conseguir. Por ello son tanto más de

agradecer, puesto que es necesario que su compromiso sea tan firme como el del

personal de plantilla del museo.

La fórmula de mutua colaboración entre instituciones, mediante acuerdo o convenio

por escrito, parece ser la más conveniente. Los casos de profesionales que ejercen de

manera privada, algo muy frecuente entre conservadores-restauradores, deben plantearse

uno por uno, teniendo en cuenta su disponibilidad efectiva y no sólo su buena voluntad.

4.4.3. Programa de formación y simulacros.

Para que los componentes de los equipos puedan asumir realmente estos

compromisos es necesario proporcionarles la formación adecuada. Nos movemos en un

terreno en que no sólo hay que manejar los conocimientos habituales en materia de

bienes culturales sino que también hay que asumir conceptos y procedimientos de

seguridad, que tradicionalmente les resultan algo más ajenos.

Del mismo modo, el personal de mantenimiento y seguridad que ya es experto en

sus competencias, necesita también un mínimo de formación que garantice el

entendimiento entre todas las personas implicadas en la elaboración y ejecución de este

plan. Esta formación teórica es poco útil si no va acompañada de ejercicios prácticos y

simulacros que permitan automatizar gestos e intervenciones, para responder de manera

coordinada, eficaz y en un tiempo mínimo.

En el apartado final de bibliografía y referencias web se encontrará información









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sobre simulacros seleccionada entre la abundante que ya existe en Internet, pero deberá

leerse teniendo en cuenta que es mayoritariamente de autores anglosajones y referida a

instituciones cuyas características administrativas y naturaleza jurídica suelen ser muy

distintas a las españolas y a muchas europeas, por lo que no basta con trasladarlas

automáticamente sino que deben ser adaptadas a cada caso.

En líneas generales, esta formación debería abordar aspectos relacionados

con:

1) Manipulación y embalaje.

2) Tipos de riesgo y actuaciones indicadas en cada caso.

3) Extinción de incendios.

4) Plan de emergencias.

5) Casos prácticos de cada uno de ellos.

Es fundamental programar simulacros que pongan a prueba la viabilidad del plan,

la suficiencia de los recursos, y la compenetración y coordinación de los equipos. Estos

simulacros no son sino un caso particular de emergencia o “emergencia controlada”, y se

les debe conceder esa misma importancia.

Como en cualquier otro tipo de formación, hay que incluir una evaluación que

permita detectar fallos y corregir errores.

4.5. Gestión de los recursos materiales.

Se ha citado ya el estudio de los recursos materiales de que se dispondría en caso

de emergencia, ya sean de menor envergadura, o de mayor importancia, incluso de

evacuación (ver el punto 4.2.2), con los espacios que podemos utilizar en este último caso

y los medios auxiliares de transporte. Pero existen otra serie de recursos, que se pueden

considerar dentro de esas “actividades de preparación” que ayudan a responder rápida y

eficazmente frente a emergencias de menor cuantía, del día a día de la institución. Dentro









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de ellos es donde podemos encuadrar los almacenes y carros de intervención

4.5.1. Almacenes de emergencia, carros de intervención.

Dentro del edificio, para prevenir los efectos de una emergencia, se debe contar

con espacios dedicados a guardar todo aquel herramental, aparatos y materiales

que se puedan precisar durante una emergencia, tanto de protección (de los bienes

culturales como del personal) como de actuación (material inventariable y material

fungible): escalera, mantas ignífugas, plásticos, arena, productos químicos, cajas, cubos,

guantes, etc. Estos almacenillos deben ubicarse en las proximidades de las colecciones,

ser accesibles sólo para el personal aleccionado y revisados para que tengan su

contenido siempre a punto y completo.

Asimismo pueden y deben existir carros de emergencia más pequeños y

transportables para acceder rápidamente al lugar del desastre. Los almacenes tendrán

carácter estable, en espacios utilizados inequívocamente para esa finalidad, en cambio,

los carros serán contenedores móviles, fáciles de desplazar, en donde se dispondrán los

materiales más necesarios para una primera intervención rápida, y estarán

adecuadamente señalizados y su contenido correctamente etiquetado. Deben cumplir

igualmente las características antes citadas para los almacenillos, pero además, en su

diseño, para su eficacia, hay que tener en cuenta sus dimensiones, su localización, su

manejabilidad, el contenido que debe trasportar y sus materiales constitutivos, en aras de

la durabilidad, resistencia, facilidad de limpieza y peso.

4.6. Actualización periódica del Plan de Emergencia.

A pesar de todo el trabajo realizado para elaborar el plan, éste nunca puede darse

por cerrado. Los museos son organismos vivos, en los que se experimentan cambios

continuamente: de fondos, espacios, personal, presupuestos, instalaciones, etc. La gran









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variedad de aspectos implicados en la respuesta a una emergencia obliga a que cada vez

que se produzca un cambio en ellos, este cambio se refleje también en el plan, o al menos

a que éste sea revisado y actualizado periódicamente. Basta con que unos pocos datos

queden desactualizados para que, llegado el caso de una emergencia, toda la

intervención fracase. Si cualquier plan de institución cultural debe ser actualizado, éste

con más razón.

No obstante, es necesario encontrar un modo de incluir las modificaciones sin que

esto obligue a rehacer o reimprimir el plan entero. Es muy útil dar al Plan un formato de

fichas taladradas que permita incluir nuevas páginas con la información correcta,

apartando las anteriores pero sin destruirlas ya que son útiles como histórico

especialmente para el personal nuevo que se vaya incorporando y en general para todos.

Cuando se incluyan modificaciones o se realice una versión actualizada, se debe hacer

constar la fecha y motivos por los que se realiza la modificación.

5. DURANTE LA EMERGENCIA.

Como decíamos más arriba, la mayoría de las instituciones culturales no tendrán

que enfrentarse a un gran desastre, felizmente; pero en la propia vida diaria de un museo,

archivo o biblioteca se producen situaciones de pequeñas emergencias que habrá que

solucionar de manera eficaz y rápida.

No existen fórmulas cerradas para la actuación en una situación de emergencia ya

que las características de ésta pueden ser muy variadas: en ocasiones podremos ejecutar

todo lo previsto, en otras, sólo podremos actuar en la fase de recuperación. Para la

evaluación de la emergencia, se debe considerar a qué cantidad de colección afecta, en

cuánto tiempo se va a empezar a producir y su duración, y la intensidad del daño a

producir. Para esta evaluación existen distintas propuestas. Michalski, del Instituto

Canadiense de Conservación, propone una clasificación en cuatro categorías diferentes:









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“Prioridad extrema: Posibilidad de perder toda la colección en un futuro próximo o

muy cercano…

Prioridad urgente: Posibilidad de pérdidas o de deterioro sustanciales en una parte

significativas en un futuro próximo (algunos años)…

Prioridad moderada: Posibilidad de deterioros moderados en algunos objetos

dentro de algunos años o posibilidad de pérdidas o deterioro sustanciales dentro de varias

décadas…

Mantenimiento del museo. Posibilidad de deterioro moderado o riesgo moderado

de pérdida dentro de varias décadas….”18

Como podemos apreciar, para este técnico, el día a día del museo, la conservación

preventiva de las colecciones (el control de las condiciones ambientales, de la

contaminación, de las plagas), es parte del Plan de Emergencias de Colecciones.

5.1. Funcionamiento de los equipos, estructura operativa.

Una vez conocido el elemento humano con el que podemos contar (epígrafe 4.2.1)

y organizado en distintos equipos, en una situación de emergencia se deberá actuar de

manera organizada y estructurada, para evitar el caos y la ineficacia.

En las instituciones españolas, por mandato legal, debe existir el Plan de

Autoprotección que, como ya dijimos, se ocupa del elemento humano y de las

infraestructuras. A la cabeza, se encuentra el Jefe de Emergencia, que puede ser el propio

Director del Museo pero que, inmediatamente, avisa a su Jefe de Seguridad. En paralelo,

y con una organización semejante, se organizan los equipos de intervención de las

Emergencias de Colecciones. Pero el Jefe de Emergencias debe ser el mismo. ¿Por qué?

Porque siempre son prioritarias las personas (visitantes, personal) por delante de los

bienes culturales. El Jefe de Emergencias debe valorar la categoría de la Emergencia, y

18 Michalski, S. (2006), “Preservación de las colecciones”, Como administrar un Museo: Manual Práctico,

París, p. 62.









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decidir si es posible poner en marcha el Plan de Emergencia de Colecciones o sólo activar

la alarma para el personal.

Si se produce una incidencia, el primero que la detecte será quien la comunique al

centro de control. Allí es donde el Jefe de Emergencias, una vez avisado, evaluará su

categoría. Las alarmas, respecto al Plan de Emergencia de Colecciones, se pueden

considerar de diferente envergadura y gravedad, teniendo en cuenta la magnitud temporal

de la emergencia, su intensidad y la extensión del área afectada.

Aquí vamos a considerar una división de la emergencia en tres categorías: la más

leve afectará solamente a un área determinada y requerirá únicamente de la actuación del

personal disponible en ese momento; en la de gravedad media tendrá que intervenir todo

el personal de la institución; finalmente, en la considerada de mayor gravedad se tendrá

que recurrir al auxilio de personal exterior y, normalmente se tendrá que acudir a una

evacuación, exterior igualmente, a espacios preestablecidos. Las alarmas también pueden

diferenciarse por distintos colores, por ejemplo, amarillo para la leve, naranja para la

media, rojo para la categoría más grave.

Por tanto, en el primer caso, alertado el responsable de seguridad, deberá movilizar

a los equipos de intervención de la zona afectada (cada uno con su jefe de intervención),

que pueden convertirse en los equipos de evacuación, de ser necesario (igualmente cada

uno con su jefe correspondiente). En la emergencia media, además, hará intervenir al

equipo de recuperación, y en el tercero, comunicará la emergencia a sus contactos

exteriores, que se sumarán a los equipos mencionados anteriormente.

5.2. Evacuación de las colecciones.

Ante una emergencia no siempre es necesario efectuar una evacuación y,

naturalmente, casi nunca es imprescindible una evacuación total. En el Plan de

Emergencias de Colecciones, por supuesto, se debe prever el protocolo de actuación para









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una evacuación de colecciones, pero existen otras actuaciones dentro de ese plan sin

tener que llegar a la evacuación (como medidas de minoración de riesgos, duplicación de

información, etc.). Cualquier actuación directa sobre los bienes culturales entraña un

peligro de agresión, por ello, como la evacuación supone un contacto directo con las

piezas, debe ser llevada a cabo sólo si es imprescindible. Sirva como ejemplo esta noticia

periodística que con motivo de la evacuación del Museo Getty Center de Los Ángeles fue

publicada el 09/07/2009:

“LOS ANGELES (AFP).- El famoso museo Getty Center fue evacuado este

miércoles al desatarse un incendio forestal fuera de control en las montañas que rodean

el centro de exposición e investigación de arte, informaron las autoridades.

El Departamento de Bomberos dijo que decidieron evacuar el museo debido a la

vegetación seca que está en las montañas cercanas, que propicia condiciones favorables

al fuego que estalló poco después de las 13.00 h. locales (20.00 h. GMT) y consumió 16

hectáreas en menos de dos horas.

Hacia las 16.00 h locales (23.00 h GMT) el fuego había quemado 32 hectáreas, dijo

un portavoz del Departamento de Bomberos de la Ciudad de Los Ángeles.

Por el momento no se han reportado heridos ni daños materiales y no hay casas

amenazadas por las llamas, indicó a la AFP Erik Scout. Unos 250 bomberos están

desplazados en el lugar del siniestro para combatir las llamas con la ayuda de varios

helicópteros que lanzan agua, precisó Scott. El portavoz del Getty Center Ron Hartwig

dijo que 800 empleados y 1.600 visitantes habían sido evacuados”.

Dependiendo del área de colecciones afectadas, esa evacuación puede ser parcial

o total. Para esa evacuación se pueden utilizar espacios interiores de la propia institución,

o exteriores, de ésta o de otras concertadas (como se vio en el punto 4.2.2).









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Del modo en que se desarrolle la evacuación (según el tiempo de que

dispongamos) depende en gran manera el éxito del Plan de Emergencias de Colecciones,

que se minimicen los efectos de los desastres y que la fase de recuperación de las piezas

dañadas proporcione los mejores resultados. Una evacuación desorganizada, precipitada

y realizada por personal no adiestrado puede resultar un desastre en sí misma, mayor

incluso que el producido por la propia emergencia.

Por ello debemos cuidar en esa evacuación el adecuado manejo de colecciones y

su control, lo que comprende la identificación de los bienes culturales evacuados, y la

inspección de esos bienes, en el caso de estar parcial o totalmente dañados. La

realización de estas tres operaciones (manipulación, registro e inspección) depende del

tiempo con el que contemos: la segunda y la tercera, aún consideradas imprescindibles,

se harán en ese orden, y con mayor o menor detalle según se pueda dedicar mayor o

menor tiempo a la evacuación.

5.2.1. Manipulación de los distintos bienes culturales.

La correcta manipulación de los bienes culturales depende del tipo de material con

el que nos encontremos, de sus características de fabricación, de su estado de

conservación. Sin embargo, hay que resaltar que los bienes afectados por una

emergencia, aunque precisan de una manipulación y traslado, pueden tener una gran

fragilidad no siempre visible (por ejemplo, piezas cerámicas anteriormente pegadas, cuyos

fragmentos estén ahora separados), por lo que esa manipulación debe ser precisa,

adecuada y mínima, restringiéndose a lo imprescindible.

Es aconsejable utilizar soportes auxiliares para el traslado (bandejas, cajas y otros),

preferiblemente acolchados, para evitar la manipulación directa de la pieza; esta medida

es imprescindible en el caso de materiales orgánicos (textiles, papel, cestería, hueso).

Precisamente debido a esa fragilidad, todas las piezas afectadas deben ser embaladas









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con una separación entre ellas con papel para congelador o parafinado, para evitar

trasferencias entre ellas de color o fragmentos. Y siempre con el personal adecuado

(en preparación y número) para una manipulación segura.

Hay que recordar, por otro lado, que algunos de los bienes culturales, a pesar de

ser seleccionados por su calidad o representatividad para ser considerados sujetos de

rescate ante emergencias, presentan dificultades por su tamaño, peso o características

especiales. En ese caso, su manipulación se restringirá a medidas de protección in situ

que pueden ser soluciones ingeniosas, sofisticadas y complicadas (y muchas veces

costosas), como la aparición de tabiques cortafuegos u otras más sencillas como la

protección con mantas ignífugas y otros remedios tradicionales.

5.2.2. Control de cada bien cultural evacuado.

Cualquier movimiento de una pieza en una institución cultural debe ir acompañado

de un registro de control, que consta de dos trámites documentales: el que debe

acompañar a la pieza en cuestión (con siglado en los distintos embalajes en que se

traslade), y el que queda en la institución para poder conocer dónde y cómo se localiza

ese bien cultural. De no realizar este control, o realizarse de mala manera, se podría

producir el riesgo de pérdida del bien cultural, conocido como “disociación”, ya que

aunque la pérdida no es real a efectos prácticos, si no es posible localizarlo, está de

hecho perdido.

Ese control debe constar de dos partes:

1) Una ficha técnica, donde conste la identificación del bien, su localización en la

institución cultural y su destino de evacuación (además de identificar el autor del control y

la fecha del traslado).

2) Una evaluación rápida de su estado de conservación tras haber sufrido los

deterioros producidos por la emergencia. Esta parte es de suma importancia a la hora de









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decidir si es imprescindible tomar precauciones urgentes de estabilización o ralentización

del daño, o si en un plazo medio, aunque no inmediato, debe ser objeto de restauración.

Esa evaluación incluso debe condicionar, de contar con el tiempo suficiente, una

clasificación de los bienes culturales para su embalaje, agrupando los que presenten una

misma propuesta operativa y su traslado posterior a diferentes lugares de destino, de

considerarse necesario. Por supuesto esta evaluación, muy sintética, realizada por

técnicos especialistas en la conservación, sólo será posible si se cuenta con el tiempo

suficiente durante la emergencia, pero facilitará la recuperación de las colecciones hasta

el punto de que, de no haberse podido realizar, se producirán pérdidas irreversibles.

5.3. Medidas de estabilización de los bienes culturales afectados.

Muchas de las medidas de estabilización del daño ante una emergencia deben ser

inmediatas, y su misión es detener o ralentizar el daño producido a la espera de una

intervención de restauración posterior. Son medidas temporales que no reparan el daño,

pero que evitan pérdidas mayores.

En este sentido, se ha trabajado mucho en el tema de la conservación de bienes

culturales en papel (sobre todo a partir de las inundaciones de Florencia de 1966)19, ya

que, entre las instituciones culturales que custodian colecciones, quizá sean las

bibliotecas y los archivos las instituciones pioneras en planes de emergencia y las que

más han desarrollado sus herramientas de seguridad, puesto que también son las más

vulnerables.

19 http://www.rtve.es/mediateca/videos/20090610/recuerda-desastre-aluvione-florencia/523217 .shtml : “Hace 43 años,

la lluvia que cayó sin parar sobre Florencia durante días inundó buena parte de la ciudad y el agua destruyó

miles de obras de arte, sobre todo libros y manuscritos. A esta catástrofe se le llamó "el aluvione". Hoy, en la

ciudad italiana se sigue trabajando para restaurar muchos de estos textos”.




http://www.rtve.es/mediateca/videos/20090610/recuerda-desastre-aluvione-florencia/523217%20.shtml






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Ante inundaciones, se aconseja la estabilización del material (papel, cuero,

pergamino) por medio de la congelación y la liofilización, en un plazo máximo de cuarenta

y ocho horas. Ante este tipo de emergencias, entre los medios humanos externos con que

tienen que contactar las instituciones con bienes culturales de este material (en realidad

todas, casi siempre se cuenta con archivos y bibliotecas en los propios museos) se deben

considerar las cámaras frigoríficas móviles (camiones de congelación u otro tipo

semejante).

La Biblioteca Nacional de Madrid cuenta en sus instalaciones con congeladores de

moderadas dimensiones para el tratamiento inmediato de los materiales en caso de

emergencias de pequeña envergadura; además, por otro lado ha localizado otras

instalaciones en la ciudad para hacer frente a desastres mayores. Estas actuaciones

garantizan la respuesta inmediata y permiten tener el tiempo necesario para ir abordando

la intervención individualizada de las piezas.

Sin embargo, hay que abstenerse de congelar las microformas, los negativos de

vidrio y los soportes magnéticos, según el California Preservation Clearinghouse. Otros

especialistas recomiendan no utilizar tampoco este método para libros y revistas con

papeles brillantes ni en los documentos con tintas solubles al agua.

Respecto a cualquier pieza que tenga capa pictórica en estado de conservación

crítico, cualquiera que haya sido la causa (fuego, temblor de tierra, etc.), si se han

producido descamaciones que ponen en peligro de desprendimiento y pérdida zonas

pictóricas, se debe manipular e instalar en posición horizontal, evitando un embalaje que

podría arrastrar partículas pictóricas en su apertura y eliminación.

6. TRAS LA EMERGENCIA.

En gran parte, uno de los objetivos de un Plan de Emergencias es recuperar la vida









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normal de la institución cultural. Una vez solucionada la causa de la emergencia, cuando

se ha estabilizado la situación de desastre y restaurado lo dañado del edificio y sus

instalaciones, las piezas deben volver a su emplazamiento original, ya formen parte de las

colecciones expositivas o de los depósitos almacenados. Para ello, y en paralelo con la

rehabilitación del edificio, se habrá procedido a la intervención en los bienes culturales, si

no total, la más necesaria e inmediata.

Aunque la emergencia haya finalizado, no hay que dar por terminado el Plan de

Emergencia de Colecciones, pues sólo ha concluido una de las actuaciones de respuesta

ante un determinado suceso. Ahora es el momento de meditar sobre lo ocurrido y sacar

consecuencias, aprender de lo sucedido.

6.1. Respecto al PPCE. (Plan de protección de colecciones ante emergencias).

6.1.1. Informe de la emergencia producida.

Se debe emitir informe acerca de la emergencia, tipología, duración, áreas

afectadas, intensidad del impacto. Se debe complementar esta información con el listado

de bienes culturales afectados, no sólo los que presentan consecuencias de deterioros,

sino los que han sido sometidos a manipulación, almacenaje temporal, protección, etc.

Asimismo, se debe hacer constar la relación del personal implicado, sus actuaciones

valoradas, efectividad y tiempos empleados; y el material utilizado en esas intervenciones.

6.1.2. Optimización del Plan de Prevención.

Como la efectividad del plan de emergencia de colecciones pasa por su constante

actualización, ante una emergencia de cierta entidad, se debe efectuar la revisión de ese

Plan. Contando con el informe previo, se deben detectar carencias de personal, de

material, de protocolo de actuación para, en lo posible, corregir y complementar el Plan de

protección para optimizar la prevención de los bienes culturales frente a ese tipo de









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evento y minimizar los deterioros sufridos y por sufrir ante otra emergencia.

Cualquier experiencia, por muy negativas que hayan podido ser sus

consecuencias, siempre puede constituir un aprendizaje positivo para futuras

emergencias.

6.2 Respecto los bienes culturales.

6.2.1. Intervención y recuperación de los bienes culturales.

Según el grado de intervención requerida, ésta puede ser llevada a cabo por los

equipos de restauración (compuestos por personal interno o externo de la institución,

según las necesidades de urgencia y número de especialistas) en el lugar de evacuación

o en el propio museo, una vez estabilizadas sus condiciones, después de su devolución.

Cuando, en caso de evacuación se reciben las piezas, la primera operación será

constatar su estado de conservación, ratificando o cuestionando la primera evaluación

realizada durante la emergencia. El orden de estudio de ese estado de conservación (o de

deterioro, hablando con mayor propiedad) vendrá establecido, precisamente, por la

urgencia de actuación aconsejada en aquella evaluación.

Por todo ello, la restauración de los bienes culturales afectados por una emergencia

no se debe plantear como una intervención integral en un solo momento, se deberán

programar distintas fases, donde se priorizará la conservación preventiva para evitar las

consecuencias derivadas del desastre. Ese desastre puede tener distintos orígenes:

• Por fuego:

El caso más frecuente de amenazas sobrevenidas en las instituciones culturales

son los incendios y las inundaciones, en parte provocadas por el deficiente estado de las

instalaciones. En caso de incendio, el método habitual es la extinción por agua; así que

ambos tipos de emergencias tienen en común el deterioro producido por agua.









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En el caso de incendios es necesario añadir la acción de las altas temperaturas

(que contrae los materiales, provoca ampollas y alteración de pigmentos), a la presencia

de humo y hollín que se van depositando sobre la superficie de los objetos. Su eliminación

es también una tarea que debe ser realizada urgentemente ya que su solubilidad

disminuye al pasar el tiempo.

• Por agua:

El rescate de los materiales orgánicos empapados (por filtraciones, inundación o

medidas contra incendio) exige una gran premura en la actuación ya que, además de los

daños derivados de la acción directa del agua (migración de los componentes solubles de

textiles y obra gráfica, hinchamiento de los materiales higroscópicos, disolución de

colores), la aparición posterior de microorganismos, como hongos, es una consecuencia

altamente probable en menos de 48 horas. Altas temperaturas y oscuridad favorecen esa

producción de ataque biológico, por lo que se deben evitar.

Es aconsejable, en sentido contrario, el secado con aire (aunque no directo a los

objetos a tratar), la separación de los distintos elementos del bien a tratar (como por

ejemplo, la pintura de caballete de su marco, o la separación de las hojas empapadas de

los libros), la aplicación de papel absorbente que se cambie regularmente, las

vaporizaciones de alcohol en el material, si es posible su aplicación (por ejemplo, madera

sin decoración), contribuyendo a una aceleración del secado, como en el caso de los

elementos de metal. La corrosión de los metales, sobre todo en el caso de los metales

arqueológicos, también se manifiesta de manera inmediata, por ello deben ser secados

cuanto antes.

Sin embargo, ese secado debe ser paulatino en el caso de los materiales

inorgánicos porosos, y en el de materiales lígneos, para evitar que el secado demasiado

rápido provoque cristalizaciones de sales (en muchas ocasiones será necesaria su

desalación posterior) o fisuras y grietas, en el segundo caso.









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Por último, si la inundación ha provocado que los bienes hayan quedado cubiertos

de barro, éste se debe eliminar con carácter urgente, mientras la pieza está mojada; más

tarde puede provocar contracciones del material superficial con su consecuente caída y

pérdidas irreversibles.

En distintos tratados, como el del Instituto Canadiense de Conservación se recogen

listados de actuaciones inmediatas en una serie de categorías de bienes seleccionados

(obras enmarcadas, fotografías, libros y documentos, archivos electrónicos, textiles,

muebles, cerámica, piedra y metal, materiales orgánicos y especímenes de historia

natural). Estas tablas son muy generales pero pueden servir de modelo para el desarrollo

de esquemas más exhaustivos.

6.2.2. Devolución de los bienes culturales evacuados.

La devolución de los bienes culturales afectados por la emergencia a su institución

cultural significa la vuelta a la vida normal de ésta. Por supuesto, esa devolución se debe

efectuar con todas las garantías de embalaje, traslado y control.

Las piezas se devolverán acompañadas de las memorias correspondientes de

restauración que detallen la intervención realizada durante el período de evacuación de

las piezas, así como las recomendaciones de intervención para fases posteriores y toda la

documentación extraordinaria generada, para su incorporación al sistema documental de

la institución.

7. CONCLUSIONES.

En resumen, hay que recordar que:









Carmen Rallo Gruss

1. Actualmente, en la mayoría de países iberoamericanos existe una ausencia de

normas específicas (y hasta cierto punto también de formación teórica y práctica)

relativas a la prevención e intervención en caso de emergencias que afecten a las

colecciones de las instituciones públicas, aunque sí existen en el ámbito de algunas

instituciones culturales privadas.

2. Estas estrategias deben ser consideradas desde un principio en el caso de edificios

de nueva creación, ya que pueden afectar a instalaciones y a la ubicación de las

piezas, tanto en los espacios de reserva (almacenes, talleres de restauración,

estudio fotográfico, salas de embalaje, etc.), como a los de exposición pública.

3. Deben integrarse dentro del Plan de Conservación Preventiva de cada institución y

actualizarse; igualmente, deben incorporarse a la rutina de trabajo cotidiano,

aunque sin duda su diseño e implantación requiere un esfuerzo inicial que debería

facilitarse desde las instancias superiores.

4. No tiene por qué conllevar un desembolso económico excesivo; muchas de las

herramientas y medios necesarios se encuadran dentro de las necesidades

materiales habituales.









Carmen Rallo Gruss

BIBLIOGRAFÍA

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Cultura.

Ward, P. (1986): The nature of Conservation. A race against time, California, The Getty Conservation

Institute.









Carmen Rallo Gruss

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

Te anotamos las preguntas del test de autoevalución para que puedas estudiarlo y ensayar con las preguntas antes de realizarlo.

• “Guía para un Plan de protección de colecciones ante emergencias”.• “Creación de un plan de emergencia. Guía para museos y otras instituciones

culturales“.

Nota: Este tema no tiene ejercicios de autoevaluación. Son sustituidos por la lectura obligada de las dos obras de referencia anotadas.









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PRÁCTICA

La práctica consistirá en la realización de un Plan de Emergencias para el museo

en el que deberán constar como mínimo:

a. Los datos de la Institución, cargos de responsables de los departamentos que

intervendrán en un caso de emergencia, sus datos de contacto y responsabilidad

específica.

b. Los servicios externos a los que en caso de emergencia se deberá contactar para

activar el plan: Nombre, servicios que realizarían y datos de contacto.

c. Listado de equipos de emergencias y su ubicación dentro del museo.

d. Listado de equipos o materiales que puedan necesitarse durante la emergencia y datos

de contacto de las empresas proveedoras de los mismos.

e. Listado de seguimiento y control de los equipos instalados en el museo.

f. Listado de piezas que tendrían prioridad en el salvamento.

h. Lista detallada de medidas que el personal del museo debe tomar en caso de

emergencia.

Como orientación recomendamos la consultar el siguiente enlace:

http://imaginario.org.ar/apoyo/emergen.htm

Nota: Para la realización de este ejercicio tienes que tener en cuenta que los ensayos deberán estar

redactados con letra “arial 12” y un interlineado de 1,5. Cada uno de ellos debe tener una extensión

como mínimo de 4 páginas y como máximo de 10.




http://imaginario.org.ar/apoyo/emergen.htm






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FOTOGRAFÍAS

En 1997 la basílica de Asís sufrió grandes pérdidas en la pinturas murales de sus bóvedas a

causa de un temblor de tierra. Imagen bajo licencia Creative Commons.









Carmen Rallo Gruss

El prevenir depende, muchas veces, de un buen mantenimiento de las instalaciones.

Fotografía: Carmen Rallo.









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En el Archivo de Colonia (2009) se perdió una gran cantidad de Patrimonio irremplazable, provocado por el hundimiento del edificio. Diario Vasco (04.03.09).

En http://www.gettyimages.es puede consultarse un magnífico fondo fotográfico referente a este asunto: http://www.gettyimages.es/Search/Search.aspx?contractUrl=2&language=es&family=creative&p=K%C3%B6ln+archive&assetType=image




http://www.gettyimages.es/Search/Search.aspx?contractUrl=2&language=es&family=creative&p=K%C3%B6ln+archive&assetType=image

http://www.gettyimages.es/Search/Search.aspx?contractUrl=2&language=es&family=creative&p=K%C3%B6ln+archive&assetType=image

http://www.gettyimages.es/






Carmen Rallo Gruss

El 10 de mayo del 2011 la ciudad de Lorca sufrió un seísmo que ocasionó grandes pérdidas

en su Patrimonio. Fotografía: Carmen Rallo.









Carmen Rallo Gruss

Salvamento de libros “ahogados” por las inundaciones de Florencia. Diario ABC, Madrid, 14

de diciembre de 1966. Págs. 24-25.









Carmen Rallo Gruss

Evacuación de patrimonio artístico tras el terremoto sufrido en Emilia Romaña (Italia) el 20 de

mayo de 2012. Fotografía: Agencia EFE, Roma.









Carmen Rallo Gruss

Incendio de la Biblioteca Napoleón de El Cairo causado por los disturbios sociales del 18 de

diciembre del 2011. Foto: www.TerraeAntiquae.com





mÓdulo 1. funciones museolÓgicas. tema 3: … · tema 3: conservación preventiva. planes de...

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