mínima indagación: emociones
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Articulo que explora relación entre Dewey y Sartre, en sus conceptos de experiencia y emoción.TRANSCRIPT
Título: Mínima indagación sobre la dimensión emocional desde Sartre en un contexto de
práctica educativa enmarcado en la propuesta deweyniana de experiencia.
Resumen
La motivación de este trabajo es la de ser el primer paso en la búsqueda de pistas teóricas1
para poder abordar la dimensión emocional en mi práctica educativa, en la cual intento
integrar la noción de experiencia y arte como experiencia en el sentido deweyniano. Para ello
presentaré en una primera instancia una síntesis de los aspectos que integro de la propuesta
de John Dewey en mi ejercicio pedagógico, con el fin de justificar la pertinencia del
tratamiento sobre las emociones. En un segundo, momento plantearé mis preguntas en
relación a lo emocional desde una perspectiva experiencial y hacer el ejercicio de respuesta
desde la propuesta de Sartre. Y en un tercer momento buscaré identificar que pistas teóricas
he encontrado en este recorrido.
Práctica educativa, la experiencia y arte como experiencia
Mi interés por el concepto de experiencia y de arte como experiencia John Dewey viene
desde hace unos años, porque ha contribuido a fundamentar mi práctica educativa (Freire,
1996: 76-77) aportándome pistas pedagógicas y filosóficas para seguir interpelando la
construcción de la misma.
En un modo breve el pensamiento pedagógico deweyniano se entrama en la compresión de
las relaciones de la humanidad con su medio2, esto significa atender al cambio y a la
incertidumbre (Childs, 1964:18), como constantes en el proceso de conocimiento; y que en
esta búsqueda se han de contemplar las diversas formas de manifestación de la condición
humana: integralidad de la experiencia (Puchet, 1954:211) que conducirá a tener como
principio la continuidad (Dewey; 2004:79). Jugando la educación un papel de brindar las
herramientas al individuo para conducir y capitalizar la diaria experiencia de vida, en sustancia
de aprendizaje.
El concepto de experiencia de Dewey me permite considerar que hay una íntima y necesaria
relación (Dewey; 2004:67) entre experiencia de vida y educación; y también advertírteme
sobre que no toda vivencia es una experiencia (Dewey; 2004:71). Implicando esto último que
1 Elementos conceptuales que contribuyan a reflexionar y a generar una revisión crítica del hacer pedagógico. 2El término “medio” es considerado desde una perspectiva compleja, asociado al concepto de “naturaleza” que es el espacio donde deviene la experiencia, donde se suceden los acontecimientos, que se incluyen todos los elementos que componen el desarrollo de la vida humana, en su dimensión individual y social.
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como educadora he de buscar cómo se establecen las relaciones en una vivencia para que se
vuelva una instancia de aprendizaje una experiencia. En la cual, se integran las distintas
dimensiones que componen la unidad del ser humano, en tanto, vive en un continuo
movimiento de ida y vuelta entre lo emocional y lo racional, entre su vivencia interna y su
relación con el medio, entre el uso del cuerpo y el desenvolvimiento intelectual.
En el entramado de esas relaciones es que se encuentra lo significativo: “Aprender por la
experiencia es establecer una conexión hacia atrás y hacia delante entre lo que nosotros
hacemos a las cosas y lo que gozamos o sufrimos de las cosas, como consecuencia” (Dewey,
1971:154). En mi práctica educativa esto me implica un ejercicio de construir lo dialógico junto
con los educandos a fin de poder develar el entramado de las relaciones poniéndonos como
protagonistas de nuestro aprendizaje. Busca que se genere una actitud abierta que habilite la
posibilidad de un cambio, que en suma es la implicancia de resignificar lo que vamos
vivenciando, haciéndonos productores de nuestro conocimiento.
Entonces, es desde allí, que me fue necesario si quería integrar lo artístico en mi práctica
educativa una noción de arte que me permitiera profundizar en esta perspectiva. Por lo cual,
no tuve reparos en ponerme en diálogo con lo que expone Dewey sobre el arte como
experiencia cuyo fin es el de: “…restaurar la continuidad entre las formas refinadas e intensas
de la experiencia, que son las obras de arte, y los acontecimientos, hechos y sufrimientos
diarios que son reconocidos universalmente como constitutivos de la experiencia” (Dewey
1949: 5).La obra de arte se muestra como producto de una experiencia, reflejo de lo cotidiano,
de las significaciones, se constituye de las idas y vueltas del hacer y el padecer. Dewey plantea
que la razón de la existencia del arte se entiende porque es la forma en que el hombre puede
solucionar lo conflictivo de la vida (Dewey: 1949:14).
Desde esta concepción me ha permitido acercar a los educandos a experimentar lo estético y
lo artístico desde formas no tradicionales. Por un lado porque me posibilita ampliar la
experiencia estética introduciendo elementos de la cultura visual (Miranda: 2007:5), y
también poder ofrecer otra forma de relación con el arte o la cultura visual que se inicia en el
valor del encuentro entre sujetos y objetos. Y he podido observar que es posible lo siguiente:
“abordar el arte desde la perspectiva de la experiencia deslegitima cualquier tensión de
adjudicar valor al arte, fuera de la pueda establecer cada de los individuos que goza. Definir el
arte como experiencia es descargar el peso de la esteticidad en la relación que el sujeto
establezca con el evento o el objeto y remitir el valor de la artisticidad del objeto artístico a su
facultad de generar experiencia estética” (Agirre, 2000:294).
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La integración de esta perspectiva en mi práctica educativa me ha posibilitado que los
educandos se sientan protagonistas en su proceso de aprendizaje, habilitándose que sus voces
se expresen y que se originen momentos de intercambio donde la diferencias conviven y son
fundamentadas en la experiencia.
Implicancias en la práctica educativa experiencial….la emoción… preguntas…
El integrar en la práctica educativa tanto la noción de experiencia y de arte como experiencia,
me ha llevado a considerar la dimensión emocional de los sujetos en la misma ya que como se
ha expuesto anteriormente es necesario de al ser una dimensión constitutiva de la propuesta.
Por otra parte, esta consideración de lo emocional me lleva a las siguientes interrogantes:
¿Cómo considerar lo emocional de la experiencia? ¿Qué lugar darle a las emociones que se
suceden en una situación de experiencia estética? ¿Cómo abordar las emociones para que
estas conlleven hacia algún aprendizaje?
Estas preguntas caben en el marco deweyniano porque lo emocional es una de las
dimensiones de la experiencia pero en lo personal me ha resultado un tanto ambiguo o poco
claro este autor para dar respuestas a estas preguntas. Y estas interrogantes, son fruto de la
observación de las reacciones de educandos frente a propuestas donde se propone una
situación de acercarse al arte como experiencia. En las que he podido observar la presencia del
amor, de la tristeza, de la alegría, del miedo, del éxtasis, de la rabia, del hastío, de la angustia
entre otras emociones, siendo estas en algunos casos posibilitadores de experiencia pero
también en otros casos siendo obturadoras de las mismas.
Por lo cual, en este último tiempo, y podría decir que en un momento de revisión de las
implicancias de trabajar desde esta perspectiva, es que he iniciado una indagación por buscar
perspectivas sobre las emociones que no sean desde un abordaje psicológico sino más bien
filosófico.
Hacia el encuentro con Jean Paul Sartre
La elección de tomar la obra de Sartre “Bosquejo de una teoría de las emociones” (1939) es
porque en ella el autor presenta una perspectiva sobre la emoción humana que busca salirse
de las explicaciones de la psicología tradicional y del psicoanálisis y se acercar a la
comprensión de lo emocional a través de la vía de la fenomenología.
La perspectiva fenomenológica supone ir a las cosas en sí, partiendo de entender una “idea de
hombre que no pueda ser un concepto empírico, producto de generalizaciones históricas”
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(Sartre, 2015:18) sino entender al hombre en su devenir de la existencia. No volviéndolo
objeto, al contrario resguardando su capacidad de transformación en el proceso de vivir,
configurándose como un hombre en situación. Sartre se pregunta qué puede decirnos la
emoción en relación al “ser” y como se constituye una conciencia que es capaz de
emocionarse, buscando el filósofo francés el situarse en la escena de la significación y estudiar
la emoción como un fenómeno (Sartre, 2015:29).
Sartre critica a la teoría psicológica por afirmar que la conciencia de la emoción es
primariamente una conciencia reflexiva, en tanto supone en un inicio un registro de la
emoción y luego la emoción en sí. A modo de ejemplo el “miedo no es originalmente
conciencia de tener miedo” (Sartre, 2015:61-62), sino que el miedo se presenta en un estado a
la conciencia, es una forma de estar en el mundo señala Sartre. Por lo cual, el autor va
plantear que la conciencia emocional es irreflexiva y puede volverse reflexiva una vez que se
ha salido de ese estar.
“La emoción es una determinada manera de aprender en el mundo. (…) el sujeto que busca la s olución a
un problema práctico se halla fuera, en el mundo; aprehende el mundo a cada instante, a través de
todos sus actos. Si fracasa en sus intentos, se irrita; y su irritación es también una manera en que se le
aparece el mundo. Y no es necesario que entre la acción que fracasa y la ira el sujeto vuelva sobre sí
mismo, intercale una conciencia reflexiva. Puede producirse un paso continuo de la conciencia
irreflexiva “mundo actuado” (acción) a la conciencia reflexiva “mundo –odioso” (ira)” (Sartre,
2015:63).
En este sentido Sartre cuestiona la idea cartesiana de que las acciones son primariamente
basadas en un proceso de reflexión, por el contrario lo que él plantea es que la operaciones
que establecemos con el mundo en su mayoría son inicialmente irreflexivas, son guiadas por
las cosas en sí, y que luego puede darse o no una reflexión sobre lo experimentado. Cuestión
que puede acercarse a la descripción que hace Dewey a la hora de hablar de cómo una
vivencia se transforma en experiencia “que ésta es vivida, antes de ser conocida; posee una
cualidad afectiva, antes de revestir un carácter gnoseológico” (Puchet, 1954:203). Continuando
con esta idea encontramos el siguiente pasaje en que Dewey afirma que: “La experiencia es
emocional…. Las emociones están unidas a los acontecimientos y objetos en movimiento. (…)
La emoción pertenece a la certeza del yo. (…) La emoción es fuerza móvil y cimentadora”
(Dewey: 1949:40). Este acercamiento entre autores podría decir que es nominal que si bien
pueden encontrarse en este punto cada uno se posiciona en distintos lugares.
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Volviendo a Sartre, el decir que la emoción es conciencia irreflexiva no supone que esto
provenga del inconsciente tampoco, sino que supone el estar en el mundo de otra forma en
que la conciencia opera en relación con los fenómenos y puede ser conducida por ella, sin
saber está a donde se conduce; implicaría que la conciencia pueda aprehender la complejidad
y las tensiones que se presentan nuestro alrededor. Esta posición frente a las emociones abre
espacios de incertidumbre entre lo que experimentamos y lo que accionamos del mundo,
siendo entonces la emoción una posibilidad emergente de discurrir entre ello.
“Podemos concebir ahora en que consiste la emoción. Es una transformación del mundo.
Cuando los caminos trazados se hacen demasiado difíciles o cuando no vislumbramos caminos,
ya no podemos permanecer en un mundo tan urgente y difícil” (Sartre, 2015:69). Esta
transformación se da en la dimensión de la relación entre sujeto y objeto, eso es lo que se ve
modificado y establecido por medio de la percepción y la acción generando una forma de estar
en el mundo. Es una transformación que no es del orden de lo efectivo, inicialmente no se va a
buscar un cambio en el objeto en sí, sino en la relación que se forma: “en la emoción el cuerpo,
dirigido por la conciencia, transforma sus relaciones con el mundo para que cambie sus
cualidades” (Sartre, 2015:72). Y la emoción adquiere su sentido de transformación en tanto
que va de la mano con la creencia, porque se proyectan cualidades sobre los objetos que le
otorgan el valor de verdadero y hace esto que la forma de percepción de los mismos cambie.
Sartre señala que en tal configuración de la relación del sujeto con el objeto la corporalidad
entra en juego, ya que sucede un doble proceso en el que el cuerpo es objeto del mundo y a su
vez vive el mundo que crea (Sartre, 2015:86). A partir de este doble carácter, podemos
acercarnos a comprender que la emoción ocurre cuando hay “una degradación espontánea y
vivida de la conciencia frente al mundo” (Sartre, 2015:88), de la cual a su vez no tiene
conciencia de tal proceso, viéndose sumida en una forma mágica en la que prima la acción
desde la creencia. La creencia supone que algo que lo sentimos como horrible es porque
concebimos un a priori que cree que el mundo es horrible (Sartre, 2015:100).
La traslación de la conciencia a vivir un mundo mágico guiado por la creencia significa que la
emoción se cautiva a sí misma, se retroalimenta y se identifica con el objeto, dándose una
fusión entre la conciencia y el objeto en la relación. Frente a esta situación, Sartre plantea que
la liberación de la conciencia de la emoción supondría la presencia de la reflexión o la
consumación en sí de lo que ocasionó la aparición de la emoción y en este caso, se plantearía
que “la emoción se separa de sí misma, se trasciende; no es un episodio trivial de nuestra vida
cotidiana, sino intuición de lo absoluto” (Sartre: 2015,92).
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Concluye esta perspectiva que “una emoción remite a lo que significa. Y lo que significa es la
totalidad de las relaciones de la realidad-humana con el mundo” (Sartre: 2015,104),
abriéndonos una forma de comprender la emoción desde la complejidades de la vitalidad
humana, permitiéndonos ver que en ella se expresa nuestras creencias, siendo esto
interesante porque habilita a ampliar la forma que podemos comprender el estar en el mundo
y sin entrar en una esquematización prefijadas de lo que significaciones de las emociones.
Algunas pistas, a modo de síntesis
Dewey y Sartre si bien contemporáneos en tiempos históricos estos autores se posicionan en
lugares diferentes, pragmatista el primero, existencialista el segundo; aquí lo he hecho
dialogar permitiéndome encontrar algunas pistas para pensar posibles abordajes de lo
emocional en mi práctica educativa.
La característica de transformación que otorga Sartre a la emoción en tanto posibilidad de
cambio entre las relaciones del sujeto con el objeto, me resulta interesante de contemplar en
el marco de un trabajo pedagógico desde la experiencia. En tanto, podría trabajar sobre esa
forma de relación y buscar junto a los educandos que posibilidades nos brinda para el
aprendizaje la emoción e investigar en conjunto como darle espacio en lo educativo a esa
forma de estar en el mundo.
La descripción fenomenológica de lo emocional como una emergente de la relación con el
mundo en la cual la conciencia y el objeto se funden, me hace pensar en la revisión de
estrategias metodológicas. Porque cuando la emoción se hace cuerpo, se hace conciencia y
objeto, en el espacio educativo puede ser potenciador tanto como obturador de instancias de
aprendizaje, dándose que como educadora pueda contemplar este fenómeno y poder generar
estrategias para que pueda darse una un separación del sujeto, de la emoción y del objeto sin
el fin de omitir o censurar cada elemento pero si buscando que esto en la línea de continuidad
de la experiencia arribe a un conocimiento.
La observación de la relación entre la emoción y la corporalidad es otra pista que me aporta
Sartre ya que está según el autor se instala en el cuerpo antes que la conciencia registre su
estado emotivo. Por lo cual el cuerpo se hará presente desde lo emocional, brindándome esto
una información para desde la corporalidad registrar que emoción se hace presente y desde
ahí proponer su integración. Y sería este un punto para continuar profundizando en la
propuesta de “somaestéitca” de Schusterman (2002:362) para buscar aún más el integrar la
corporalidad en la práctica educativa.
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La emoción como creencia me abriría espacio en lo pedagógico para generar un proceso de
resignificación de los objetos, o de revisión en tanto, si algo lo vivimos como triste, eso triste es
una composición de nuestra forma de construir el mundo. Esto me da camino para indagar
junto con los educandos desde lo emotivo nuestras ideas, pensamientos y creencias sobre el
mundo, reflexionar críticamente y habilitar la resignificación.
En relación a las preguntas que me planteé inicialmente en este trabajo creo que podido
encontrar respuestas en relación al abordaje, que me contribuyen a pensar la dimensión
emocional como posible un punto más de partida para el trabajo pedagógico con los
educandos.
Por otra parte y llegando al fin de este recorrido considero que la indagación en torno a las
emociones ha de continuar porque si bien la perspectiva de Sartre me ha brindado elementos
para pensar lo fenomenológico y subjetivo de la emoción, este campo no se agota aquí.
Considero por tanto, que debería contemplar voces que puedan hablarme de la relación de la
emoción con lo social y la cultura, porque considero que la forma que aprendemos a sentir
refiere a que somos producto de un entramado histórico, cultural y social.
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Bibliografía
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experiencia estética”, Universidad Pública de Navarra, 2000.
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1954.
Freire, P. “Política y Educación”, Ediciones Siglo XXI, México, 1996.
Miranda, F, “Cultura visual y educación: imágenes y públicos” en “Cultura visual: educación y
construcción de identidad”. Comisión Sectorial de Educación Permanente, Instituto Escuela
Nacional de Bellas Artes, UDELAR, Montevideo, 2007.
Sartre (1939) “Bosquejo de una teoría de las emociones”, Alianza Editorial – Libro de Bolsillo,
Madrid, 2015.
Schusterman, R. “Estética Pragmatista, viviendo la belleza repensando el arte” Idea Books, Barcelona, 2002.
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