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    Subestim Marx el carcterfetichista del valor de uso? Sobrevalor y poder en general

    Autor(es): Candioti, Miguel

    Candioti, Miguel . Doctor en Humanidades y miembro del Centro de Estudiossobre Movimientos Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona).

    Por tanto, las mercancas y las cosas en general solo tienen un valoren cuanto representaciones del trabajo humano; no en cuanto son

    cosas de por s, sino en cuanto son encarnaciones del trabajo social.Karl Marx

    En el comienzo del libro primero de El capital, Marx profundiza en laexplicacin de un fenmeno cuya denuncia atraviesa toda su obra a partir de

    los Manuscritos de Pars, a saber: el hecho de que en la sociedad burguesa eltrabajo se encuentre enajenadoen el valorde sus productos. A diferencia de laeconoma clsica, Marx no se contenta con el descubrimiento de que el trabajoes la fuente de eso que aparece como una propiedad objetiva de las cosas; lpretende mostrarpor qulos productos del trabajo se presentan como objetoscon valor propio, y probar que esto no es algo natural o inevitable. Subrayaentonces que el pleno desarrollo del fenmeno del valorsolo se dahistricamente en un tipo de sociedad cuya produccin es predominantementeuna produccin de mercancas. Una sociedad as supone dos condicionesbsicas: 1) que los diversos medios de produccinno aparezcan unificadoscomo propiedad del conjunto de la sociedad, sino fragmentados comopropiedad privadade productores particulares; 2) que los diferentesproductores privados, al no poder elaborar por s mismos todo lo que requierenpara satisfacer sus mltiples necesidades, tengan que llevar al mercado unacantidad del propio productopara intercambiarla por una cantidad equivalentede producto ajeno.En la sociedad productora de mercancas, por consiguiente, el trabajo social,es decir, el trabajo de la sociedad en su conjunto, no se presenta

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    inmediatamente como tal, sino disperso en una multiplicidad de unidadesproductivas privadas, aisladas e independientes entre s. Pero, al mismotiempo, como vimos, los productores privados no son verdaderamenteautnomos porque su subsistencia depende de que logren intercambiar en elmercadosus productos particulares por los de otros. Ahora bien, qu es loque hace que una cantidadxde un producto A tenga el mismo valor mercantil

    que una cantidadyde un producto B? El hecho de que ambas requieran parasu produccin la misma cantidad de trabajo humano perteneciente a la mismasociedad. En efecto, el intercambio mercantil hace abstraccin de lasdiferencias cualitativasentre los productos intercambiados y, por tanto,tambin entre los trabajos concretosque los realizaron. Solo toma en cuenta lacantidad que cada uno de los productos representa como gasto de fuerzahumana de trabajo en general, como consumo de trabajo humano igual, o detrabajo abstractamente humano, de trabajo humano indiferenciado, gasto dela misma fuerza humana de trabajo de una misma sociedad, es decir, comocantidad de trabajo social objetivado, o porcin de trabajo social abstracto

    (Marx, 2009a: 1021, 57, 48, 192, 243). En otras palabras, el valor mercantil delos productos est dado por la inversinde trabajo social que representan:

    El conjunto de la fuerza de trabajo de la sociedad, representado en losvalores del mundo de las mercancas, hace las veces aqu de una y lamisma fuerza humana de trabajo, por ms que se componga deinnumerables fuerzas de trabajo individuales. Cada una de esas fuerzasde trabajo individuales es la misma fuerza de trabajo humana que lasdems, en cuanto posee el carcter de fuerza de trabajo social media yopera como tal fuerza de trabajo social media, es decir, en cuanto, en la

    produccin de una mercanca, solo utiliza el tiempo de trabajopromedialmente necesario, o tiempo de trabajo socialmente necesario(Marx, 2009a: 48).

    El trabajo social, por lo tanto, oculto por su desmembramiento en trabajosprivados, solo se hace valer como trabajo promedio, como trabajo general,abstractamente igual, como forma general de efectivizacin del trabajohumano en la sociedad dada (Marx, 2009a: 998-9). Pero, adems, estaequiparacin de los diversos trabajos privados como encarnaciones de unmismo trabajo social abstracto, solo se lleva a cabo en el mercado, y demanera inconsciente, cuando los productores particulares intercambianproductos que poseen igual valor mercantil:

    El cerebro de los productores privados refleja [] el carcter social de laigualdad entre los diversos trabajos, solo bajo la forma del carcter devalor [mercantil] que es comn a esas cosas materialmente diferentes, losproductos del trabajo. Por consiguiente, el que los hombres relacionenentre s como valores los productos de su trabajo no se debe al hecho de

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    que tales cosas cuenten para ellos como meras envolturas materiales detrabajo homogneamente humano. A la inversa. Al equiparar entre s enel cambio como valores susproductos heterogneos, equiparanrecprocamente sus diversos trabajos como trabajo humano. No lo saben,pero lo hacen. El valor, en consecuencia, no lleva escrito en la frente loque es. Por el contrario, transforma a todo producto del trabajo en un

    jeroglfico social (Marx, 2009a: 90-1).

    De este modo, Marx nos ha explicado la forma fantasmagrica, el carctermstico, misterioso, enigmtico, sensiblemente suprasensible, rico ensutilezas metafsicas y reticencias teolgicas, en suma: el carcter fetichistade la mercanca y su secreto (Marx, 2009a: 87-9):

    Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en quela misma refleja ante los hombres el carcter social de su propio trabajocomo caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como

    propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en quetambin refleja la relacin social que media entre los productores y eltrabajo global, como una relacin social entre los objetos, existente almargen de los productores. [] Si los objetos para el uso se convierten enmercancas, ello se debe nicamente a que sonproductos de trabajosprivados ejercidos independientemente los unos de los otros. El complejode estos trabajos privados es lo que constituye el trabajo social global.Como los productores no entran en contacto social hasta queintercambian los productos de su trabajo, los atributos especficamentesociales de esos trabajos privados no se manifiestan sino en el marco de

    dicho intercambio. O en otras palabras: de hecho, los trabajos privados noalcanzan realidad como partes del trabajo social en su conjunto, sino pormedio de las relaciones que el intercambio establece entre los productosdel trabajo y, a travs de los mismos, entre los productores. A stos, porende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen demanifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamentesociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por elcontrario como relaciones propias de cosas entre las personasyrelaciones sociales entre las cosas(Marx, 2009a: 88-9).

    A continuacin, Marx puede mostrar con facilidad que el enigmaque encierrael fetiche del dinerono es ms [...] que el enigma, ahora visible ydeslumbrante, que encierra el fetiche de la mercanca (Marx, 2009a: 113).Pero tambin seala hasta qu punto con el dinero se consolidala aparienciadel valor mercantil.[1] El dinero se presenta como la reina de las mercancas,porque es la nica de ellas que renuncia por completo a su valor de usono-mercantil y se dedica con exclusividad a desempear dos funcionessociales que son vitales para el mercado: la funcin de equivalente general (o

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    medida del valor mercantil)y la de medio de compra (o medio de circulacin omoneda) (cf. Marx, 2009a: 115-178). El hecho de que el dinero sea la cosaconla que todos los dems productos expresan y miden su valor mercantil, y, almismo tiempo, la cosacon la que se puede adquirir esos productos en elmercado, consuma la cosificacindel trabajo social invertido. El dinero apareceas como el valor mercantil en estado puro, como la sustanciade este valor, y

    no como su mera forma:

    Una mercanca no parece transformarse en dinero porque todas lasdems mercancas representen en ella sus valores, sino que, a la inversa,stas parecen representar en ella sus valores porque ella es dinero. [...]Las mercancas, sin que intervengan en el proceso, encuentran ya prontasu propia figura de valor como cuerpo de una mercanca existente almargen de ellas y a su lado. [] De ah la magia del dinero (Marx, 2009a:113).

    De ah la magia y de ah el inmensopoderreal que la sociedad le confiere aldinero, ms que a cualquier otra cosa. En efecto, el gasto de trabajo socialgenera el valor de toda mercanca, y este valor mercantilno es otra cosa queelpoder de la mercanca como tal: su capacidad de ser intercambiada porotras en el mercado.[2] Estepoder/valor mercantilcreado por el trabajo socialaparece, pues, como un atributo propio de la mercanca. Ahora bien, en el casodel dinero, ese valor/poder mercantil, esepoder social enajenado y cosificado,se manifiesta como acabamos de ver en su forma ms pura y directamenteaprovechable. Esto significa que, en una sociedad dondeprcticamente todoslos valores de uso, es decir, casi toda la riqueza y elpoder social en general, se

    convierten en mercancas que se intercambian directamente por dinero, elpuro e inmediato poder/valor mercantil de ste lo convierte en la cosa queconcentra poder social en general.

    Pero el dinero mismo es mercanca, una cosa exterior, pasible deconvertirse en propiedad privada de cualquiera. El poder social seconvierte as en poder privado, perteneciente a un particular (Marx,2009a: 161).[Por lo tanto] el poder que cada individuo ejerce sobre la actividad de losotros o sobre las riquezas sociales, lo posee en cuanto es propietario devalores de cambio, de dinero. Su poder social, as como su nexo con lasociedad, lo lleva consigo en el bolsillo (Marx, 1971b: 84).El dinero pone el poder social, en cuanto cosa, en las manos de la personaprivada, que en cuanto tal ejerce ese poder (Marx, 2008: 189).Lo que mediante el dineroes para m, lo que puedo pagar, es decir, lo queel dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mifuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades deldinero son mis de su poseedor cualidades y fuerzas esenciales. Lo que

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    soyy lo quepuedono estn determinados en modo alguno por miindividualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer ms bella. Luegono soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, esaniquilada por el dinero. [] l puede, por lo dems, comprarse gentesingeniosas, y no es quien tiene poder sobre las personas inteligentesms talentoso que el talentoso? Es que no poseo yo, que mediante el

    dinero puedo todolo que el corazn humano ansa, todos los podereshumanos? Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en sucontrario? (Marx, 1993: 182-183).

    Este fetichismo del dineroen cuantopuro valor de cambioy, por tanto, puropoder social concentrado, llega an ms lejos con el fetichismo del capitalentanto dinero que tiene el mgico poder de reproducirse a s mismo yacumularse en manos privadas.[3] Pero un tratamiento detallado de laacumulacin del capital como expropiacin de la riqueza y el poder social, yasea mediante la violencia primitiva o mediante la extraccin de plusvalor

    mediante el legtimo uso privadode esa mercanca tan especial que es lafuerza de trabajo, cae fuera de los objetivos de esta presentacin.En realidad, lo que aqu nos interesa es contrastar la genialidad y laprofundidad de este anlisis del valor mercantil, llevado a cabo por Marx (cf.Rubin, 1974), con cierto simplismo y pobreza en su consideracin del valor deusode la mercanca en general, a excepcin de los particulares valores de usode la fuerza de trabajoy de los medios de produccin, esto es, de los valoresde uso que crean el valor mercantil(cf. Banfi, 1973). Nos apresuramos aaclarar que no se trata en nuestro caso de reclamar mayor hondura en lareflexin sobre el valor de uso por considerarlo el valor autntico o natural

    de las cosasque se ve subordinado al valor mercantil[4], sino ms bien portodo lo contrario: creemos que Marx subestim el carcter fetichista propio delvalor de uso en una sociedad productora de mercancas.Sin embargo, tambinnos apresuramos a aclarar que nuestra crtica a Marx en este punto no estampoco la de Jean Baudrillard (1979), de cuya peculiar visin del fetichismodel valor de uso nos ocuparemos brevemente ms adelante.Como es sabido, la distincin entre el valor de uso y el valor de cambio[5]se remonta no solo a los economistas ingleses (Marx, 2008: 9), sino aAristteles, quien ya sealaba que intercambiar un determinado bien por ej.un calzado era ciertamente darle un uso, pero un uso especial que no es elque le es propio o natural (cf. Aristteles, 1988: 68; Marx, 2008: 9; Marx,2009a: 104). Seguramente Marx se inspira tambin en este mismo filsofogriego cuando seala que el valor de uso es la forma natural de la mercanca(Marx, 2009a: 58). Esta expresin evidentemente no significa que Marxnaturalice o deshistorice la produccin de mercancas, ni que ignore que elvalor de uso de stas es casi siempre un producto humano y, por tanto,artificial. El valor de uso solo es la forma natural de la mercanca en elsentido de que reside en la forma sensible, material, corporal, objetivadel

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    social, el valor de uso no expresa, empero, relacin social de produccinalguna (Marx, 2008: 10)

    A continuacin, sin utilizar otros recursos que, por un lado, la propia teoramarxianay, por otro, un conocimiento bsico que Marx no pudo tener de loselevados niveles de complejidad que ha alcanzado la produccin mercantil

    desde el siglo XX, intentaremos mostrar que nuestro autor cometi undescuido al considerar exento de fetichismo al valor de uso.Como el mismo Marx nos ensea, bajo el rgimen de produccin demercancas el trabajo social conjunto aparece inmediatamente fraccionado enunidades productivas privadas, aisladas entre s. Esto hace que la pertenenciade estos trabajos privados a un mismo trabajo social no pueda observarse asimple vista, y que solo se ponga de manifiesto de manera distorsionada en laesfera del intercambio, comovalorde las mercancas. De este modo, laarticulacin social directa queda reservada solo a las mercancas en elmercado, mientras es negada a los trabajadores en la produccin. Y la

    visibilidadpblica directa de los productos en circulacin contrastafuertemente con la inmediata invisibilidadde la esfera de la produccin,incluso en cada una de sus clulas privadas, donde generalmente se trabaja apuertas cerradas y se guardan muchos secretos. Por no hablar ya de lacompleta opacidadde la produccin social como un todo. Por lo tanto no essolo el valor mercantil el que no lleva escrito en la frente lo que es o dednde proviene: tambin el valor de uso en su cualidadse presenta a simplevista como unpoder propiode la mercanca y no como unproducto del(invisible) trabajo social concreto. Sin embargo, por algn motivo, Marx seneg a considerar este efecto social fetichista sobre el valor de uso de la

    mercanca: En cuanto valor de usoescribe, nada de misterioso se oculta enella, ya la consideremos desde el punto de vista de que merced a suspropiedades satisface necesidades humanas, o de que no adquiere esaspropiedades sino en cuantoproducto del trabajo humano. De estos dospuntos de vista planteados por Marx solo el primero es realcomo punto devistadentro de una sociedad productora de mercancas. En efecto, no esningn misterio que el valor de uso de una mercanca consiste en que merceda sus propiedades satisface necesidades humanas, pero, en cambio, saparece inmediatamente veladoel hecho de que no adquiere esaspropiedades sino en cuantoproducto del trabajo humano. Ahora bien, estaltima opacidad es la que hace toda la diferencia, precisamente porque en ellareside la clave del fetichismo de la mercanca en general: elpoder objetivocreado por el trabajo socialaparece enajenado como unpoder propio yautnomo del objeto particular.Cuando Marx afirma que el sabor del trigo no revela quin lo ha cultivado, siun siervo ruso, un campesino parcelario francs o un capitalista ingls y que,por tanto, el valor de uso no expresa [] relacin social de produccinalguna no advierte que el fetichismo del valor de uso consiste precisamente

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    en que el sabor del trigo convertido en mercancano solo no revela quinlo hacultivado, sino que ni siquiera revela que alguien lo cultiv. Y aqu reside ladiferencia principal entre el fetichismo del valor de uso y el del valor mercantil:mientras que el misterio de ste reside en su extraa manera de manifestar lacantidad de trabajo abstracto social que envuelve, el misterio del valor de usoconsiste en que no manifiestaal trabajo social de ninguna manera, borra todo

    rastro de l en su cuerpo de mercanca autnoma, no dice que sus propiedadestiles son la objetivacin cualitativa de trabajo concreto social. Porconsiguiente, la afirmacin de que el valor de uso no expresa relacin socialde produccin alguna no solo no desmiente el carcter fetichista de estaforma de valor/poder, sino que constituye su descripcin exacta para el casode la sociedad productora de mercancas, y para el de cualquier otra sociedaden la que la relacin entre el trabajo total y sus creaciones se encuentreinterferida.No vamos a negar que, en el caso de una simple mesa de madera y en el deltrigo, aunque realmente no podamos asistir a sus procesos de produccin, s

    podemos esforzarnos por recordar que estos procesos existieron, y hastacreernos capaces de imaginarlos en cada uno de sus pasos. Sin embargo, estasupuesta transparencia del valor de uso en tanto productodesaparece porcompleto cuando la mercanca que consideramos es un poco ms sofisticada.Cuando utilizamos, por ejemplo, una reluciente y confortable mesa hecha deuna combinacin de raros materiales sintticos cuya composicin ignoramospor completo; o cuando nos da igual si la excelente harina con la quecocinamos es o no de trigo transgnico; o, mejor an, cuando lo que tenemosdelante es un maravilloso aparato del que no solo ignoramos por completo elproceso de produccin, sino tambin el complicado y oculto mecanismo que lo

    hace funcionar de una manera tan asombrosamente perfecta que nos haceolvidar del todo que es producto de trabajo humano concreto. Por no hablar yade la ignorancia absoluta acerca de las condiciones laborales reales en queesos valores de uso fueron producidos...En este sistema social de produccin disgregada y privada, pues, las cosasparecen tener por s mismas propiedades valiosas, poderes, tanto en elmercado como fuera de l. Pero lo interesante es que esto no solo vale para losobjetossino tambin para los sujetosproducidos por esta sociedad. As es, latotal invisibilidad del trabajo social despedazado hace que tambin el individuopresente sus cualidades, sus virtudes, sus capacidades, su valor, su poder,como algopropio de l, como algo que le es inherente, como cosa suya,privada. En especial cuando no ha obtenido ese poder directamente gracias aldinero, y cuando tampoco est dispuesto venderlo como mercanca; es decir,cuando se trata de su valor no-mercantil, de su valor de uso o, como diraMarx, de la forma natural de su valor, que reside en su propio cuerpo. Deeste modo, el problema no es solo el fetichismo del valor mercantil, que bajo laforma de dinero y de capital expropia y acumula todo poder o riqueza social,sino tambin el fetichismo del valor no-mercantil, que presenta las fuerzas y

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    virtudes de las cosas y de los individuos como una propiedadautnoma destos: inteligencia, belleza, gracia, salud, sabidura, practicidad, habilidad,creatividad, etctera.Ahora bien, este fetichismo del valor no-mercantil acaba de revelar su carcterfundamental cuando advertimos que sobre l se asienta la existencia mismade la sociedad productora de mercancas. En efecto, qu es la propiedad

    privada de los medios de produccin, sino la apariencia de propiedad personalparticularde lo que no es ms que un producto del trabajo social o, en el casode la tierra, de la naturaleza? Y qu es el valor de uso o laproductividaddeesos medios, sino trabajo social previamente objetivado en ellos? Est claroque Marx s pudo ver que la propiedad privada de los medios de produccinest a la base de la produccin de mercancas, as como tambin vio que laprivacin de la propiedadde esos medios para una parte mayoritaria de lasociedad es decir, la creacin de una masa humana desposeda, es lo quehace posible la produccin capitalista. Sin embargo, no acab de percibir queel hecho de que las condiciones objetivas de trabajo aparezcan como

    propiedad privada del capitalista o del terrateniente solo se sostiene en unfetichismopre-mercantilde stos comopropietarios autnomosde aqullas, elcual no es ms que un caso particular del fetichismo de las cualidades tilesde los objetos en general comopropiedades independientes. Y es que, ascomo las mercancas tienen que acreditarse como valores de uso antes depoder realizarse como valores (Marx, 2009a: 105) en el mercado, quienes alllas llevan tienen que acreditarse previamente como suspropietarios privados.Es indudable que este hecho, en s mismo, tampoco se le escapaba a Marx:

    Las mercancas no pueden ir por s solas al mercado ni intercambiarse

    ellas mismas. Tenemos, pues, que volver la mirada hacia sus custodios,losposeedores de mercancas. Las mercancas son cosas y, por tanto, nooponen resistencia al hombre. Si ellas se niegan a que las tome, stepuede recurrir a la violencia o, en otras palabras, apoderarse de ellas.Para vincular esas cosas entre s como mercancas, los custodios de lasmismas deben relacionarse mutuamente comopersonas cuya voluntadreside en dichos objetos, de tal suerte que el uno, solo con acuerdo de lavoluntad del otro, o sea mediante un acto voluntario comn a ambos, va aapropiarse de la mercanca ajena al enajenar la propia. Los dos, porconsiguiente, deben reconocerse uno al otro comopropietarios privados(Marx, 2009a: 103).

    En suma, Marx contaba ya con todos los elementos tericos adecuados, perono acab de asimilar que el fetichismo del valor mercantil solo se hace posiblea partir del fetichismo de lapropiedad til autnoma, de los individuos y de losentes en general.Por lo dems, aunque Marx no llegue a advertir ese carcter fetichista quetambin el valor de uso presenta dentro de una sociedad productora de

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    mercancas, lo cierto es que, cuando analiza el proceso de trabajo mismo comopropiedad privada del capitalista, no solo describe el secreto del fetichismo dela valorizacin mercantil del capital, sino tambin el del aparentepoder propiodel burgus como individuo socialmente til. En efecto, el capitalista hace delvalor/poder de usode la fuerza de trabajo y de los medios de produccin supropio valor/poder de uso, esto es, logra aparecer l mismo como productivo

    [...] en cuantopersonificacin y representante, forma objetivada de lasfuerzas productivas sociales del trabajo o de las fuerzas productivas deltrabajo social (Marx, 1971a: 98). La produccin basada sobre el valor decambio [] es, en su base, [] comportamiento del trabajo con suscondiciones objetivas y, en consecuencia, con su objetividad creada por lmismo como con una propiedad ajena: enajenacin del trabajo. (Marx,1971b: 478). Lo cual, obviamente, vale tambin para el caso del terrateniente,que se presenta comoproductivoen virtud de que el suelo se manifiesta comounapropiedad suyao, lo que es lo mismo, gracias a que la tierra tiene lapropiedad de ser suya:

    La figura de las condiciones de trabajo, enajenada al trabajo,autonomizada frente a l y por lo tanto transformada, o sea donde losmedios producidos de produccin se transforman en capital y la tierra entierra monopolizada, en propiedad de la tierra, esa figura perteneciente adeterminado perodo de la historia, coincide, por ende, con la existencia yla funcin de los medios producidos de produccin y de la tierra en elproceso de produccin en general. Aquellos medios de produccin, en s ypara s, son capital por naturaleza; capital es nada ms que un meronombre econmico de aquellos medios de produccin, y as la tierra, en

    s y para s, por naturaleza, es la tierra monopolizada por cierto nmerode terratenientes(Marx, 2009b: 1049).

    Por todo lo expuesto hasta aqu, creemos que supeditar tal como la economapoltica el tratamiento del valor de uso al del valor mercantil constituy unadebilidad terica de Marx. Pero no porque el valor no-mercantil estuvieraexento de todo carcter fetichista, sino precisamente por todo lo contrario:porque solo el fetichismo del valor/poder propiode los productos sociales engeneralincluyendo a los individuos mismos permite explicar acabadamenteel fetichismo del valor/poder propio de las mercancas en particular. De todasmaneras, como hemos observado, es el mismo anlisis marxiano el que nosensea cul es la causa estructural del fetichismo en el que nos encontramosinmersos, a saber: la fragmentacin y la consiguiente invisibilizacin deltrabajo socialocasionada por la apropiacin privada de los grandes medios deproduccin.Antes de finalizar nos referiremos, de manera concisa, a la muy diferenteinterpretacin del fetichismo del valor de uso ofrecida por Jean Baudrillard ensu Crtica de la economa poltica del signo. Este autor empieza por desplazar

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    completamente la atencin desde el mbito de la produccin al delintercambio y consumo de bienes, para luego, una vez all, tomarseinfinitamente ms en serio al estructuralismoy alpsicoanlisisque a Marx. Enefecto, Baudrillard comienza por excluir del cuadro lo que la misma realidad leoculta, a saber: el trabajo socialcomopoder creadorde todopoder social,incluyendo el suyo propio. De este modo, el intelectual francs restringe su

    campo de reflexin a la mera superficie social, para mejor simular la mximaprofundidad. Y ese simulacro de profundidad consiste bsicamente en unadogmtica reduccin de todovalora valor lingstico o semitico, es decir, apuro signo:

    Y es que aqu, como en economa poltica, estamos ante la nocin devalor, en las dos ciencias se trata de un sistema de equivalencia entrecosas de rdenes diferentes: en una, un trabajo y un salario, en la otra, unsignificado y un significante (Saussure, 1945: 105).

    Este pasaje nos permite hacer dos observaciones paradjicas. Primero, queSaussure constituye la principal fuente de inspiracin para Baudrillard. Ysegundo, que las nociones de economa poltica del gran lingista suizo noeran precisamente crticas.Pero centrmonos en la extrapolacin que hace el propio Baudrillard (1979:52-107 y 138-93). La clave de la misma reside en que, segn l, la producciny el intercambio de mercancas se enmarca en un sistema que nos oprime enla medida en que produce e intercambia meros valores-signos; es decir, que laeconoma poltica tradicionalconstituye solo un aspecto de la economapoltica del signo(Baudrillard, 1979: 143). En eso consistira la perversa lgica

    de funcionamiento del capitalismo, su inconsciente socialestructurado comoun lenguaje (Lacan, 2005): se trata de un oscuro mecanismo semitico-opresoral que Baudrillard le confiere el mximo poder, sin ahondar para nadaen el origen y en la sustancia de semejante fuerza. Y tal es el contexto en elque este autor afirma que tambin es fetichista atribuir a la mercanca un valorde uso. Pero no lo es porque se pierda de vista que esa utilidad solo existe (1)como encarnacin del trabajo social invisible y (2) en funcin de necesidadesque estn siempre histrico-culturalmente elaboradas. El extravo deBaudrillard es aqu supremo. Para l, la cuestin no reside en que no se percibael trabajo social objetivado en cada valor de uso, o en que se descuide elhecho de que las necesidades estn siempre histrico-socialmente moldeadas,sino en que se acepte la existencia misma de necesidades, que no son msque un puro efecto ideolgicodel sistema semitico-opresor. As es: segn esteautor, las necesidades, todas ellas, constituyen solo ficciones que funcionancomo fuerzas productivas del orden existente y, por tanto, es precisodevelarlas como meras abstracciones que encuentran su espejo en el supuestovalor de uso de los objetos. De este modo, alcanzando el colmo de loparadojal, Baudrillard convierte el reconocimiento mismo de las necesidades

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    materiales en un puro idealismo, del cual sera reo, en parte, el propio Marx.Ahora bien, qu se ofrece como alternativa a este supuesto idealismo parcial,sino un idealismo redomado, una autntica filosofa especulativa posmoderna?

    Referencias bibliogrficas:

    Aristteles, Poltica. Trad. y notas de Manuela Garca Valds. Madrid: Gredos,1988.Banfi, Rodolfo, Significados del valor de uso en El capital. Trad. de JoanMestre. A. Redondo Barcelona: Editor, 1973.Baudrillard, Jean, Critica de la economa poltica del signo. Trad. de AurelioGarzn del Camino. Mxico D.F.: Siglo XXI, 1979.Echeverra, Bolvar, Valor de uso y utopa, Mxico D.F.: Siglo XXI, 1998.Lacan, Jacques, Dos entrevistas de Gilles Lapouge con Jacques Lacan para Le

    Figaro littraire, (1966) 2005. Trad. de Mara Jos Muoz y Juan Bauz.Disponible en: (Fecha ltima consulta:08/09/2015).Marx, Karl, El capital, libro I, captulo VI indito. Trad. de Pedro Scaron, SigloXXI: Mxico, D. F., 1971 [1971a]., Elementos fundamentales para la crtica de la economa poltica(Grundrisse) 1857-1858. Trad. de Pedro Scaron. Vol. 1, 3 vols. Buenos Aires:Siglo XXI, 1971 [1971b]., Teoras sobre la plusvala III. Trad. de Wenceslao Roces. 3 vols., Mxico

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    Texto presentado en las X Jornadas Internacionales de Filosofa Poltica:Marxismo y postmodernismo (noviembre de 2013, UB), pero indito hastaahora. Una versin ampliada aparecer prximamente en Jos ManuelBermudo y Martha Palacio Avendao (eds.), El marxismo en lapostmodernidad, Horsori: Barcelona.

    [1]Pero es precisamente esa forma acabada del mundo de las mercancas la

    forma de dinero la que vela de hecho, en vez de revelar, el carcter social delos trabajos privados, y por tanto las relaciones sociales entre los trabajadoresindividuales (Marx, 2009a: 92-93).[2]

    Sea como fuere, en el mercado nicamente se enfrenta el poseedor demercancas al poseedor de mercancas, y el poder que ejercen estas personas,una sobre la otra, no es ms que el poder de sus mercancas (Marx, 2009a:195).[3]El movimiento en el que agrega plusvalor es, en efecto, su propiomovimiento, y su valorizacin, por tanto, autovalorizacin. Ha obtenido lacualidad oculta de agregar valor porque es valor. Pare cras vivientes, o,cuando menos, pone huevos de oro (Marx, 2009a: 188).[4]

    Este es, como se sabe, un planteamiento habitual en los autores de laEscuela de Frankfurt y sus seguidores (cf. Echeverra, 1998).[5]

    En aras de simplificar la exposicin, tomaremos aqu al valor de cambiocomo sinnimo del valor de la mercanca como tal, o valor mercantil.Vase la (discutible) diferenciacin que entre ellos establece el Marx maduro(2009a: 74).[6]El cuerpo mismo de la mercanca, tal como el hierro, trigo, diamante, etc.,es pues un valor de uso o un bien. Este carcter suyo no depende de que laapropiacin de sus propiedades tiles cueste al hombre mucho o poco trabajo(Marx, 2009a: 44).

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